Roger Dyer se casó a una edad temprana con su novia de toda la vida, no tenían mucho, pero sí una panza que cada mes iba creciendo y creciendo a causa del embarazo. Vivieron escondiendo lo que eran, alentando en voz baja la rebelión y observando desde lejos los cambios que parecían estar por venir. Ellos no se involucraron, por el bien de su familia, por su hija.

Margaret Harriet no tiene apenas conciencia de esa época de su vida, solo que sus padres y sus abuelos siempre intentaban darle a ella todo lo que pudieran, y que la protegían en exceso, casi no la dejaban salir de la pequeña casa donde vivían. Con el cambio de gobierno, y los nuevos derechos que todos los magos habían adquirido los Dyer se establecieron en una de las zonas más influyentes del Distrito 2. Fue un cambio radical que a Harriet ya le pareció bien.

Todos los ojos la miraban a ella, y siempre conseguía lo que quería. Pronto aprendió que si ponía cara de pena su abuela le daría un trozo más de pastel, que si sonreía de forma adorable su padre le daría el nuevo capricho, y que si se ponía los vestidos que su madre quería luego la dejaría jugar más rato.

Su primera muestra de magia llegó a los ocho años, sus padres estaban peleando y ella quería su atención. Llorar no estaba sirviendo de nada y al final terminó rompiendo el cristal de las copas que había olvidadas sobre la mesa.

El inevitable divorcio de sus padres sucedió un par de años después. Harriet recién cumplía los diez años cuando sus padres la sentaron un día en el comedor y le explicaron que dejarían de vivir los tres juntos. Por más que pataleó, gritó, lloró y se esforzó en ser la mejor en todo lo que pudo no regresaron a ser tres.

Durante aquel tiempo ella aprendió varias cosas. La primera de todas, que si en una casa no conseguía una cosa, podía conseguirla en la otra. Perfeccionó ser la niña buena a la que todos querían y apreciaban. Si alguien preguntaba cómo era Harriet, responderían que era una niña simpática y dulce, que algunas veces hacía berrinches como cualquier niña de su edad.

En el colegio se volvió más discreta, la segunda de la fila, la que rara vez alzaba la voz. Harriet se construyó una buena fama durante su época escolar, siempre atenta, siempre con notas que rozaban la excelencia y que le podrían abrir muchas puertas en el futuro. No fue el centro del círculo social, pero siempre terminaba estando bien enterada de todo lo que sucedía a su alrededor.

Nada más salir del colegio empezó a trabajar en las bajas instancias del gobierno, y fue subiendo puestos hasta que se percató de cómo funcionaba todo. No tuvo paciencia para quedarse a mirar todo lo que ella consideraba fallos en el sistema actual. Se marchó de viaje, diciéndoles a sus padres que era un año de formación para el negocio familiar, pero la verdad es que nunca regresó al distrito dos de nuevo, se quedó en el distrito cinco una temporada, buscando qué hacer hasta que apareció Deirdre (no Pandora) y decidieron apostar fuerte.

Abrieron una tienda de antigüedades como tapadera, y el verdadero negocio empezó a fraguarse detrás, venta ilegal de armas. Sin preguntas, sin distinciones. Harriet se encarga de estar de cara al público, de atender la tienda, de las sonrisas y de ser lo suficientemente encantadora para que nadie llegue a sospechar de ellas.