La historia del nacimiento de Quinn no está del todo clara, y ella tampoco ha querido indagar mucho. Sabe que su cumpleaños es el nueve de marzo y que su padre y su madre la quieren mucho, así que no se preocupa en preguntar por lo que vino antes de ese amor incondicional hacia ella. Eso sí, de vez en cuando se plantea si sus padres son sus padres biológicos, pero siempre acaba apartando esos pensamientos de su cabeza, atribuyéndolos a dramas adolescentes sin sentido.

Su madre es de sangre muggle y su padre de sangre pura, y ella asume que ella es de sangre mestiza por eso. Aunque realmente ese tema se le hace un poco raro, no termina de entender por qué el estatus de sangre supone un elemento diferencial entre la gente. Acude al Colegio Royal desde que tiene memoria, igual que sus hermanos mayores, Charlie y Sam. Su padre trabaja en el Wizengamot y su madre es Sanadora, así que en la familia siempre ha existido esa presión para estudiar algo "de provecho" y dedicarse a cosas "útiles". Pero que alguien intente convencer a Quinn de que su pasión no es útil... De verdad, que lo intente. La joven tiene una obsesión -sana, pero obsesión- con las criaturas mágicas y todo lo que las rodea. Se las sabe todas, conoce sus comportamientos, tiene un talento peculiar para memorizar cada dato ridículo que pueda aprender sobre ellas. Como sus hermanos mayores están más encaminados a carreras "con futuro", a ella, por ser la menor, la dejan ir un poco a su aire, cosa que ella agradece -y aprovecha.

Está fundando un club de protección de animales fantásticos, lo empezó cuando, saliendo del colegio, vio a un hombre darle una paliza a un elfo doméstico. ¿¡Cómo podía!? Menudo desagradecido. Quinn, a sus tiernos catorce añitos, se enfrentó a ese señor hecho y derecho y le llamó de todo. Seguramente fue la primera vez que insultó abiertamente a alguien... Y sentó bien. Pero no pudo hacer nada por ese elfo, que regresó a la casa de ese señor con la cabeza gacha, así que Quinn se prometió a ella misma que empezaría a trazar planes para liberar a criaturas mágicas, en especial a elfos domésticos, y en eso está.

Ahí empezó su etapa más reivindicativa. No solamente con las criaturas, con todo: la gente gasta demasiado dinero mientras hay personas muy pobres, la gente malgasta el agua, hay pocas mujeres en posiciones de poder, los ricos abusan de los pobres... Lo típico. Por ahora su discurso cojea por todas partes, pero es tozuda con lo que quiere y está intentando aprender tanto como puede. De hecho, a veces se plantea que estaría guay ser presidenta y hacer las cosas bien, pero luego se agobia pensando que sería mucha responsabilidad y se queda con la ilusión de ser presidenta de su club que, espera, algún día se convertirá en una asociación importante y logrará captar la atención mediática y ser reconocida ¡y entonces todo el mundo dejará de agobiar a los pobres elfos y elfinas y dejarán que vivan su vida! Además, eso de ser presidenta requiere un posicionamiento político, y Quinn todavía no entiende muchas de las cosas que ocurren en ese panorama, así que se mantiene neutral en todo eso.