Kenna nació en el seno de una familia perfectamente estructurada, sana, de sangre pura y bien posicionada. Su madre era auror y su padre ingeniero y vivieron siempre en el Capitolio, tranquilos, contentos. Hasta que, un año atrás, la madre de Kenna casi murió un año atrás en la Gala Benéfica que terminó siendo un baño de sangre siguiendo las órdenes del jefe de aurores del momento, Riorden Weynart. Desde entonces, la familia está desestructurada, ligeramente alcoholizada, y aunque siguen teniendo la sangre pura y la buena posición toda su casa y su vida apesta a nostalgia y a tristeza (y a alcohol, pero ese es otro tema).

Kenna, a sus veintiocho años, todavía vive con su padre. En parte porque necesita compañía con tal de no derrumbarse, en parte porque sabe que su padre la necesita a su lado. También en parte porque, en casa de su padre, paga él el alcohol. Nadie ha superado todavía la muerte de la madre. La verdad es que intentó independizarse en uno de los distritos ricos un par de meses atrás, pero las llamadas constantes de su padre y la insistencia en que le visitara, sumado a las quejas del trabajo de su padre por la falta de asistencia, hicieron que Kenna volviera a casa a las dos semanas.

Así que, al volver al Capitolio, decidió cambiar su estilo de vida. Todos esos años, desde que, por admiración a su madre, se había graduado de la academia de aurores, había quedado a la sombra de su progenitora, limitándose a tediosas guardias por distritos pacíficos, a nada importante, salvo en muy pocas ocasiones. Quiso entrar más a fondo en el cuerpo de Seguridad Nacional, hacer cosas más importantes. Al fin y al cabo, alguien tenía que defender a los magos de aquellos que le habían arrebatado la vida a su madre. Y Kenna, en una mezcla entre sed de venganza y una nobleza cuestionable, tomó más responsabilidad en el cuerpo de aurores, cogiendo tareas más significativas que patrullas eternas y guardias aburridas.

Tras circunstancias de la vida que la llevaron a echarse pareja estable y marcharse de casa de su padre, Kenna logró el puesto de Jefa de Aurores en un ascenso que ni ella ni nadie esperaba. Estar al mando de la unidad menos prestigiosa de Seguridad Nacional en los tiempos que corren supone una carga emocional y física para ella que está luchando por sostener, más con la constante competición (no reconocida por su jefa pero sí por todos sus compañeros de escuadrón) con los lobos que, según ella, se llevan un protagonismo no merecido. Está decidida a demostrar que el escuadrón de Aurores puede hacerlo mejor que nunca, y quiere ser quién los lleve a la gloria.