De infancia tranquila, dentro de lo que cabe durante el mandato de los Black, Mohini nace en el distrito seis, hija de unos fabricantes de telas de descendencia hindú, que curiosamente eran magos mestizos escondidos bajo el negocio de alfombras en pleno centro del distrito. Tuvo la suerte de participar en los Juegos únicamente desde el salón de su casa, no como muchos otros hijos de sus vecinos.

A los dieciséis años se quedó embarazada de un compañero de la escuela, un chico pelirrojo de quién se enamoró bobamente, como cualquier romance adolescente que no termina bien. Sus padres, escandalizados ante tales noticias, obligaron a Mo a separarse del muchacho y no volver a verlo, pero tener al bebé. Fueron nueve meses en los que se perdió de educación escolar, no obstante, aprendió muchas más lecciones de la vida que en cualquier clase de instituto. Unos tíos cercanos a la familia decidieron acoger a su hijo al momento de su nacimiento, por lo que apenas tuvo oportunidad de conocerlo y eso al principio fue un duro golpe para ella.

Después de aquello, se volvió una persona madura, mucho más consciente de sus acciones, y conoció en los años posteriores a un hombre, de quien se enamoró perdidamente desde el primer minuto, Lawrence Scott, esta vez como debía ser. Con unos padres de fuertes ideales y tradiciones, se casó joven, a los veintidós años y años más tarde dieron la noticia de que esperaban un hijo, más bien una niña.

La ratita de ojos marrones y pelo oscuro fue la mejor decisión que pudieron haber tomado, siendo Mo consciente de que esta vez sí iba a poder brindarle a la criatura lo que tuvo que sacrificar por su otro hijo, de quien seguía sin saber nada. Tanto Lawerence como ella se dedicaban a la mecánica, nada nuevo en un distrito dedicado exclusivamente a ello, pero por ser una pareja con especiales dotes para los números no tardaron en extender su negocio dentro del campo de la tecnología cuántica. Por ese motivo a Lara, su hija, no le faltó nunca de nada.

Por ahí, todo les iba bien, y las cosas tomaron un giro a su favor cuando los Black cayeron y en su lugar apareció la extirpe Niniadis para hacerse con el poder del país. A partir de entonces, lo de esconderse pasó a ser cosa del pasado, pues había llegado la era de los magos. Tanto Mo como Lawerence se encontraban un poco comprometidos con la situación que azotaba entonces su hogar, dado que no estaban del todo de acuerdo en como se estaba tratando a los humanos. Por ese mismo motivo, además de por la sangre mestiza que corría por sus venas, en una discusión estúpida en su propio taller, Lawerence murió.

El golpe fue duro, Mohini de un día para otro se encontró con la situación de tener que criar sola a una niña ya de por sí complicada. No obstante, la vida sigue, y lo hizo también para las dos mujeres que pasaron a vivir del trabajo de Mo. Educar a Lara no era fácil aun cuando Lawerence seguía con vida, de manera que hacerlo sola hizo que la casa se convirtiera en un ring de boxeo constante, pero en el fondo no era más que una barrera protectora que Mohini había construido para evitar que su hija cometiera las mismas estupideces que su padre. Ahora esa niña no es tan niña, sino una mujer hecha y derecha, madre casada, la luz de su vida y por quien daría lo inalcanzable.