Holly nació en los últimos años de un gobierno que jamás llegaría a conocer y dentro de una familia que jamás podría imaginarse las tormentas que vendrían con el correr del tiempo. Originaria del distrito diez, sus padres tuvieron que huir con su pequeña cuando los ataques a los muggles comenzaron tras la caída de los Black. Por obviedad, Holly no guarda demasiados recuerdos de esas épocas cargadas de frío, hambre y miedo, en parte por su corta edad y por otro lado, por la supresión involuntario de los recuerdos que no valen la pena conservar. Sabe que se escondieron con más muggles, pero no recuerda sus nombres y apenas podría reconocer alguno de esos rostros, que variaban acorde los sótanos que iban visitando. Sí tiene bien en claro que las miradas hacia ella cambiaron en cuanto demostró ser capaz de hacer magia, encendiendo una vela que se había apagado en el frío escondite que tanto miedo le ocasionaba. ¿Qué sería de su vida, si ella era bruja y el resto no? ¿Por qué debían condenarla a una vida de huidas, cuando el mundo exterior tampoco le daría muchas posibilidades?

Tenía nueve años y un sinfín de malas experiencias cuando nació Quentin, ese accidente que sus padres decidieron conservar a pesar de que su hija mayor era quien pedía limosnas en las calles y huía cada vez que se acercaba un trabajador social. Ninguno de los progenitores estuvieron allí mucho tiempo más, los recuerdos se volvieron más amargos en cuanto fueron descubiertos y los niños se salvaron al poder esconderse bajo las tablas de un suelo viejo. Hubo muertos esa noche, unos cuantos condenados y dos niños que se arrastraron en la oscuridad, encontrándose solos.

Moverse al norte fue complicado, pero nada que no hubieran hecho antes. Lo difícil era mantener quieto al pequeño Quentin, cuyas piernitas inquietas corrían por todos lados en busca de unos padres que jamás regresarían. Con sus trece años y una estatura minúscula, Holly fue quien cuidó del niño, consiguió comida para ambos y robó varitas para practicar magia que no llevaba a ningún lado. Siempre creyó que las cosas podían mejorar, pero esa esperanza mínima se esfumó la noche en la cual Quentin decidió que tenía demasiada hambre como para quedarse en la cama. El mundo de los repudiados está repleto de criaturas, todo el mundo lo sabe bien. Los ruidos que se oyeron no hicieron que nadie asomara la nariz para ver lo que sucedía, no cuando fue la desgracia de la luna llena la que encontró a una hermana desesperada buscando por un pequeño en un basurero. ¿Por qué se habían metido allí, tan oscuro, tan desolado, tan fácil presa para los hombres lobo que merodeaban la zona? ¿Por qué se prestaron tan fácil a la tragedia? Quentin estaba a una semana de cumplir los cinco cuando murió. Holly soltó su último aliento ya con dieciséis.

Su cuerpo y su alma se unieron en nueva forma, recobró la consciencia dos semanas más tarde en el mismo sitio donde nadie se había preocupado por buscar los cuerpos. Las moscas ya giraban a su alrededor y parecía que la basura había sido suficiente como para tapar el hedor de los cadáveres que nadie iba a reclamar, mucho menos un estado donde la desaparición de los niños del norte eran problemas minúsculos. Holly tardó mucho tiempo en comprender y aceptar que había regresado como una veela, cuando su hermanito no había tenido oportunidad alguna. Y los licántropos pasaron a ser su peor pesadilla.

Si no tenía control sobre su magia, menos lo tenía con sus poderes nuevos. Tardó años en poder movilizarse sin estallar en muestras involuntarias, cada vez más delgada, sintiéndose consumida. Ni se inmutó cuando Magnar Aminoff asumió el poder de NeoPanem, pero las nuevas oportunidades y registros la tomaron por sorpresa. El nuevo registro de criaturas mágicas la impulsó a buscar la única oportunidad que tenía de no morir olvidada, ser reconocida como veela fue uno de los pasos más grandes de su vida. Antes de que pudiera darse cuenta, le hicieron un sitio en el distrito dos, estaba inscripta en el Royal para poder formarse como una bruja en sociedad e incluso le dieron un puesto en el Ministerio de Magia, donde se mueve entre las criaturas mágicas que ahora decoran el Departamento de Justicia. ¿Su trabajo? Es secretaria de aquellos que representan su pequeño grupo social, la chica del café y el papeleo incansable, quien mastica el resentimiento hacia sus pares peludos.

Tras el contacto producido gracias a un amigo del ministerio y el retomar su amistad con una rebelde de antaño, ha comenzado a ejercer como espía a favor del movimiento bilateral. Se ha mudado al distrito uno recientemente para tener más espacio y un status menos sospechoso. El mundo no es igual para todos, ella lo sabe bien y ha llegado el momento de hacerse notar.