— ¿Puedes decirme qué se le pasó por la cabeza a tu amigo? — la bolsa con las masitas que traigo golpea contra el marco de la puerta cuando la abro sin llamar, pero me encuentro irritada y siendo que hace tres semanas se encontraban moribundos y prácticamente en cuarentena obligatoria, ya hasta había olvidado algunas cosas. Como las normas básicas de respeto por la otra persona, al parecer — Lo lamento, no quería entrar tan de golpe pero… ¿qué se fumó Sage? — ingreso refunfuñando cuando noto que literalmente no lo he interrumpido cambiándose o algo por el estilo y cierro la puerta a mis espaldas al recobrar un poco la compostura. Creo que tengo un mohín en los labios, así que aprovecho para darme la vuelta y apoyar la bolsa sobre el escritorio antes de sacar el paquete que se suponía iba a ser detalle para que todos pudiéramos merendar cuando la parejita feliz volviese de sus respectivos trabajos.

La cosa era así, Hero prácticamente me había prohibido visitar el distrito mientras hubiera un solo enfermo, o convaleciente con síntomas o probabilidades de ser contagioso. ¿Me había agradado la idea? Pues claro que no. ¿Me había servido ese tiempo? Pues con Hans y Lara habiendo iniciado sus vacaciones de boda, la verdad es que sí. Sabía gracias a Phoebe que las bodas podían ser complicadas, pero no imaginé que una en la que solo estarían dos personas me iba a estresar muchísimo más. Y sí, puede que tal vez esa sea una de las razones por las cuáles me irrito tanto por una tontería, pero ufff.

— Tu amigo cuestionó mis intenciones para contigo, me dijo que sabía lo que hacíamos ¡y hasta mencionó algo de Susan y la despensa! No podré volver a esa mujer a la cara jamás. No, en serio, cuando pagué por las masitas no pude mirar su rostro — Yo solo había ido a la cocina porque quería saludar a Sage, preguntarle como estaba y ver si podía ser de ayuda en algo. No creí que me iba a esperar un interrogatorio incómodo acerca de posibles sentimientos, intenciones — ¡y todavía no termino de entender qué tiene que ver Mimi con nada! — me había mareado con todas sus pausas que trataban y no trataban de decirme nada. Hero en un ataque de romanticismo por XoXo Witch tenía más sentido que su novio.

Para cuando la puerta se abre, tengo que sacudir el humo del cigarrillo de marihuana que he conseguido gracias a Beverly y que se ha vuelto un buen modo de calmar mis nervios cuando estoy sobrepasado de tareas, como ahora. No tiene nada de malo, sé que no es una adicción y solamente eleva mi buen humor por tan solo un rato, pero aún así sé que debo hacerlo sentado en la ventana, aprovechando que aún hace calor para que Hero no me haga preguntas por el olor a hierba. No es algo que tenga que ocultarle a Meerah, pero su primer comentario hace que arrugue el ceño y pase la mirada a mi armado — Sage, nada — solo para no quedar como un maleducado, le tiendo el porro, que ella parece que lo necesita más que yo.

Me corrijo. Antes de que pueda tomarlo, me lo meto entre los labios y bajo los pies del marco, que Sage no pudo haber… Oh, mierda, sí lo hizo — Buuuuueno…. — estiro un poco las palabras y, con un mohín, me rasco uno de los ojos con mis nudillos — Tuve una charla con Sage hace unas semanas y, por alguna razón, tenía la idea de que estamos en una especie de triángulo amoroso con Mimi. No te preocupes, le dije que estaba delirando — con una larga calada, sí me estiro para que tome el cigarro en lo que me aferro al marco, me echo hacia atrás para quedar con medio cuerpo en el jardín y largo el humo como una chimenea — También me vino con que deberíamos aclarar nuestra situación con el resto y le dije que es cosa nuestra lo que hacemos o dejamos de hacer, así que no se deben meter en nuestra intimidad y… Espera… ¿Dijiste masitas? — salto del marco así me acerco a ella, tomando la bolsa que ya conozco bien para empezar a hurgar en su interior — Genial, me estaba muriendo de hambre — mentira, que sé que solo se me abrió el apetito por culpa de la hierba. Me estoy metiendo una masita en la boca cuando vuelvo la mirada hacia ella — ¿Por qué? ¿Hay intenciones que tienes conmigo de las cuales no estoy enterado? — a pesar del arrastrado tono falsamente seductor, creo que es claro que estoy bromeando.

Amago a tomar el cigarrillo cuando me lo tiende la primera vez por pura inercia y me quedo a mitad de camino cuando en cambio se lo vuelve a llevar a los labios. Puedo entender la calada que da cuando comienza a responder mi pregunta y, aunque no me haya gustado la vez que lo probé casi que hasta siento la necesidad de hacer lo mismo. Es eso o ponerme a refunfuñar, así que me acerco y acepto el cigarro en lo que observo curiosa como prácticamente saca medio cuerpo por la ventana antes de expulsar el humo. ¿Qué? No quiero preguntar razones así que trato de dar una calada y acabo tosiendo, no sé si por la quemazón que siento en la garganta o por su pregunta acerca de las intenciones que tengo con él. — ¿No…? — tengo que tomar aire con cuidado para evitar toser otra vez cuando las palabras cosquillean y lo suelto antes de continuar — ¿No se supone que se soy yo la que debería hacer esa pregunta? Es tu mejor amigo el que prácticamente me increpó como si fuese… no sé, la zorra de turno que viene a conquistar a su hijo o algo así — En realidad no se sintió tan así, sino más bien la charla con un tartamudo que no estaba seguro de qué temas tratar, pero seguía irritada, ¿de acuerdo?

Trato de dar otra calada y si bien el aire pasa más fácil hasta mis pulmones, sigue quemando y acabo por estirar el brazo en su dirección, tendiéndole el cigarrillo en lo que lo imito al soltar el humo hacia afuera. — No sé si no termino de verle el gusto a esto, o si simplemente no se hacerlo — Los brownies de Beverly habían cumplido mejor su propósito y no habían hecho que tuviese un ataque de tos al probarlo. — Tendrás que enseñarme a fumar en algún momento, pero en fin. En serio, podría entender que me preguntara o tratase de pedir alguna aclaración, ¿pero por qué empezó a inquirir cómo me siento? ¿y de dónde sacó la idea de ese triángulo? — por la despensa no pregunto, que había dicho que fue la señora Roddam y de ella podía entenderlo, que como dije, no podría volver a mirarla a la cara. — Ya lo de las intenciones… — me callo, porque no voy a decir en palabras ninguna de las intenciones que puede que aparezcan en algunas de nuestras sesiones extracurriculares, cuando él es el primero en alejarse, no, no. Me niego a la humillación — ¿Cuánto se supone que tarda en hacer efecto eso?

— No eres la zorra de turno que trata de conquistar a nadie, no le des importancia — se siente como un consuelo bastante idiota, pero la verdad es que no sé qué se supone que tengo que decirle cuando es realmente vergonzoso que Sage le esté metiendo esas ideas en la cabeza o vaya a saber qué otra cosa. Me meto lo que queda de la masita en la boca mientras veo sus intentos penosos de fumar y tengo que hacer un esfuerzo para no reírme, que de seguro me termino atragantando en una de esas cosas de karma instantáneo — Debes tener cuidado de cuánto humo te vas tragando, porque corres el riesgo de morir asfixiada… — no tengo idea de qué es lo que le cuento a Meerah o no, así que tengo que hacer memoria — ¿Te conté que Mimi y yo salimos a beber algo hace un tiempo? Porque parece que estoy jugando a dos puntas y Sage tiene miedo de que alguien termine con el corazón roto o algo así — ruedo los ojos, que está claro que no me tomo para nada en serio los pensamientos dudosos de mi amigo.

Doy una nueva calada en lo que me quedo esperando que termine de completar la oración cosa que nunca sucede y me encuentro riendo por lo bajo ante la duda que suelta — Eso depende de cada uno y de cuanto fumes — lo contesto con un tono de descarte, porque está claro que no me voy a comer su intento de cambiar de tema, ni siquiera fumado — ¿Qué pasa con tus intenciones? ¿Tienes miedo de que te rompa el corazón, princesa? — es obvio que me estoy mofando, mi risa se camufla cuando me estiro hacia ella y dejo un beso seco y sonoro en el centro de su cuello — Ya, solamente déjalo pasar. Sé que no lo ha hecho con malas intenciones, solo es un idiota cuando se trata de expresar lo que le preocupa. Parece que nadie puede comprender qué es lo que tenemos. ¿Sabes que mi hermano no me cree que no nos hemos acostado? — obviando de que aún no le digo quien es ni qué edad tiene, aunque creo que algo sospecha en vista de la escasa información que le he dado. Suelto algo del humo y tiro ceniza por la ventana; al jalar de la cintura de su ropa para acercarla a mí lo hago de una manera mucho más perezosa de lo normal, le arrugo la nariz y todo — ¿No dijimos que no debe importarnos lo que los demás digan? ¿Qué es lo que te molesta? — en lo que apoyo el culo contra el marco para sostenernos mejor y estar a su altura, le coloco el cigarrillo entre los labios. Debo ser una pésima influencia, lo sé, pero es que necesito los míos libres para poder fastidiar a lo largo de su hombro. Ah, sí, distracción para evitar una hecatombe, siempre estoy en todas.

— Si muero asfixiada por un cigarrillo de marihuana, por favor incineren mi cuerpo y dejen que mi desaparición sea un misterio — prefería ser un mito urbano que jamás se resolvería, y no la tonta que jamás aprendió a fumar y se atragantó por accidente. ¿Qué tan ridícula podía ser esa muerte? No, no. Me negaba a que mi muerte fuese manchada de esa forma — ¿Que saliste con…? pffffffff — se me escapa un resoplido que por poco no suena a relincho cuando recuerdo lo que me dice y comprendo de dónde sale la confusión de Sage — Me dijiste de eso hace siglos. ¿No tuvimos una discusión por cómo debías vestir, o eso fue antes? — ¿por qué alguien habría de salir con el corazón roto por eso? — Creí que tenías algo con ella y que yo era una especie de tercera en discordia, por eso pensé que era la zorra en esta situación o algo así — bien, había entendido mal y al parecer me había irritado por algo sacado de contexto. ¡Pero Sage tenía la culpa! Lo hizo parecer como si tuviese que demostrar que tenía sentimientos por él y que lo que estábamos haciendo estaba mal por estar escondiéndonos de Mimi o algo así — Hazme el favor, y si ves a Sage mirando una novela con Hero o algo así, por favor desenchufa el televisor o algo, consume más telenovelas de las que debería.

Frunzo el cuello cuando se acerca de improvisto y deposita allí un beso que con sinceridad, no vi venir. Lo veía demasiado ocupado en las masitas como para prestar atención a las palabras que más que pronunciar, acabaron por caerse de mi boca — Nop, no tienen nada que ver con mi corazón, puedes estar tranquilo — ¿Es normal escuchar la voz de mi tía en la cabeza con ese tonito que a veces me parecía irritante? Parecía querer deletrear una palabra que no llega a terminar porque Jim me distrae cuando habla de su hermano — ¿Tu hermano sabe de… esto? — no encuentro otra palabra para describirlo, porque ni yo termino de entender lo que tenemos. Me contento con saber que se siente bien, al menos hasta el momento donde sus límites dan lugar a la frustración y eso de las intenciones… Nop.

¿Quiere saber qué es lo que me molesta? Bien. — N… — me quedo con las palabras en la lengua y con su cigarro también. Ese del que doy una calada obligada cuando contengo el aliento al sentirlo juguetear contra la piel prácticamente expuesta de mi hombro gracias a la tira fina de mi vestido. Alejo el cigarrillo de mi boca y resulta sorprendente como sin pensar, por fin puedo exhalar el humo de manera en la que ni molesta ni irrita contra mi garganta. ¿Cuál había sido su pregunta? — No me molesta lo que digan los demás, siempre y cuando no terminen tachándome de rompe parejas o algo así, que a estas alturas ya ni me importa que sepan lo que hacemos, siempre y cuando estén las cosas claras. — ajá, sí. Estaba siendo muy convincente. Que no podía serlo cuando Jim seguía entretenido, así que en consecuencia me pego más a él, con cuidado de que la mano con el cigarro quede asomada por el borde de la ventana mientras trato yo también de alcanzar su cuello para dejar una leve mordida contra su piel — ¿Por qué me romperías el corazón? Intenciones no hay más que estas — y es una generalización muy grande en lo que trato de acercarme al hueco entre su mandíbula y su oreja.

— Ah, verdad que eso pasó — reconozco el recuerdo que me está pintando como algo muy lejano, lo cual hace todavía más ridícula la escena que me pinta y que me hace reír con algo más de fuerza de lo que hubiera querido — Mi vida no es tan interesante como para tenerlas a ustedes peleando por mi afecto y cuerpo escultural, pero gracias por la confianza — me llevo una mano al pecho como si en verdad estuviera emocionado, aunque la expresión de mi rostro se mantiene en un hilo guasón que combina muy bien con mis ojos, poco a poco, cansados por la hierba — Estaré al tanto — prometo, que no estoy seguro de si en verdad Sage consume las mismas series que su novia o si solo duerme mientras ella llora por las parejas que nunca llegan a formarse — ¿Sabías que encontré a Hero y Ken hablando sobre el final de temporada de The C.O? — dato de vital importancia para la trama, claro.

Puedo tranquilizarme con que su corazón, no con el tono que utiliza para mostrarse aparentemente poco cómoda con mi manera de hablar de lo que tenemos con una persona que ni siquiera conoce. Me demoro en contestar porque estoy ocupado en rozar la curvatura de su cuello con la punta de mi nariz, lo que produce una caricia por parte de mis labios — No sabe que eres tú, solo que sucede algo con alguien, eso es todo, de verdad — que no voy a andar delatando a la hija de un ministro con cualquiera, sé que los rumores con respecto a los recién llegados corren como la pólvora, sin importar que el distrito sea el más grande de todo el país. Me gustaría decir que he ganado esta ronda y que no seguirá excavando en el tema en lo que mis besos continúan saboreando su piel, contra la cual suelto un sonido gutural cuando insiste — Momento… ¿No están las cosas claras? — ahora soy yo el que está perdido o quizá la hierba estaba muy fuerte.

Creo que me lo merezco. Es muy fácil no poder enfocarse en pensamientos coherentes cuando la tengo jugueteando contra mi piel, me doy cuenta de que me sale un sonido similar a un ronroneo y me encorvo un poco en mi lugar por el agradable estremecimiento que me recorre — ¿Estas? — me percato de que tengo que apartar la mano que he agarrado a su muslo para ponerla sobre su vientre y le doy un suave empujoncito para poder verla a la cara, que no estoy tan fumado — Espera… Pido tiempo — está bien que Meerah sea una adolescente, pero tengo que ponerle un freno porque soy consciente de algunas cosas y no me sentiría muy bien conmigo mismo si le hago más caso a mi entrepierna que a mis neuronas — Solo… No me distraigas y déjame rebobinar. ¿Te molesta que hayan dicho que salía con alguien más y crees que eso confunde un poco cómo estamos? ¿Tus intenciones son solo…? Mira Meerah, si quieres tener sexo quizá deberíamos esperar o… No lo sé… No creo que sea el adecuado para eso. ¿Tenemos las cosas claras? — Momento… ¿Estoy entendiendo bien las señales o estoy delirando?

Tengo que pensar unos segundos qué es lo que he dicho porque me toma por sorpresa al interponer una rápida distancia entre nosotros. No brusca, pero sí lo suficientemente temprana para tomar ese gesto como un obvio rechazo a mi acercamiento. ¿Me molesta? un poquito, pero al menos aclara que al parecer es porque no quiere distracciones, ¿debería tomar eso como un halago? porque no se siente como uno cuando de alguna forma logra que el color se asiente sobre mis mejillas haciendo que no sepa distinguir si es por fastidio o por vergüenza — Aguarda tú un segundo — soy yo la que esta vez pone una mano sobre su pecho, como si necesitara remarcar ese pequeño espacio que nos separa pero que necesito para tratar de ver en qué momento se entremezcló lo que cada uno interpretó —  Lo de las cosas claras es que no quiero ser la tercera de nada, ni que haya confusiones por ese lado. Menos si es con alguien que conozco porque Mimi me cae bien y eso.  Ya lo otro…

La cosa es así, justamente de eso era de lo que no quería hablar, no por miedo o por vergüenza, sino porque ya sabía que algo así iba a ser su reacción y quería ahorrarme la humillación, gracias. Claro que eso no iba a ser posible y, si había dicho que iba a ser sincera, al menos debería tratar de hacerlo ¿no? Es por ansiedad que me llevo el cigarrillo a la boca y doy una calada antes de devolverlo, que estoy tentada a imitar su acción para conmigo pero prefiero dejarlo a su alcance — No es que quiera tener sexo — ¿no quería? — Tampoco es que no quiera — claramente la elocuencia no estaría siendo lo mío. Menos mal que quería convertirme en abogada, estaba yendo por un muy buen camino al parecer — Me refiero a que... — a que al parecer no había ninguna manera de hacer esto sin humillarme. Bien.

— Estoy bien con lo que tenemos, ¿ok? Me refiero a que tengo las cosas claras por ese lado en el sentido de que los sentimientos, el corazón y esas cosas están lejos — Me parecía oportuno aclarar eso, que se supone que ya estaban claras y prefería no meterme en eso — Claro que no voy a negar que las hormonas están y a veces… ¡Vamos! que también las tienes, sé cuando te alejas y puedo entender el por qué. Que no tiene nada que ver con mi molestia inicial, pero ahora que lo trajiste a colación — porque fue él el que trajo el tema del sexo, que yo no había dicho nada de lo que estaba o no pensando — Pero así cómo creo poder entender, o al menos creía que era por mi edad y no por eso de ¿qué tiene que ver con ser el adecuado o no? — ahí sí que me tenía perdida — En fin, eso no significa que las hormonas se vayan, o que… bueno. La frustración y esas cosas. Pero no sé, a veces se siente que soy una desubicada por querer explorar más o… bueno, nada. — ¿Ya podía cavar mi propia tumba y dejarme morir allí? ¡O lo de la muerte por asfixia! lo de morir a causa de un porro no sonaba tan mal como todo lo que acababa de humillarme.

Si pensé que el hablar era lo que dejaba las cosas claras, creo que estamos teniendo un problema. ¿Quiere o no quiere? Porque en lo que ella está intentando ser clara, yo estoy seguro de que la expresión de mi rostro está frunciéndose cada vez más, culpa de la confusión. La miro con atención en cómo es que fuma, me obligo a cambiar la expresión cuando me encojo de hombros, que no voy a negar que detengo todo lo que hacemos cada vez que siento que la situación se me va a ir de las manos, posiblemente de manera literal dentro de la expresión — Espera… No… No es… — tengo que mover las manos en el aire como si de esa manera pudiera eliminar tanto el humo como las cosas que se están volviendo confusas — No es como que a mí no me frustre, creo que es un poco obvio que tengo que poner un freno porque sino, sé que seguiríamos de largo. ¡Y no es que crea en eso de hacerlo por amor o lo que sea! Vamos… He tenido gente follando a mi lado en el mercado y tengo bien en claro que el cuerpo y el amor no tienen nada que ver — por la manera que tengo de arrugar la nariz, está más que claro que no es un recuerdo muy agradable.

Para poder continuar, le quito el cigarrillo y jugueteo con el filtro ya humedecido entre mis labios antes de darle una calada. Creo que estamos hablando mucho, porque es obvio que no termina de encender y me aparto con la excusa de ir hacia el escritorio. Frente a éste es que me detengo, perdiendo el tiempo en usar el encendedor hasta que la llama vuelve a estar encendida — Es que… Eres muy chica para mí, Meerah — vaya, decir eso se ha sentido demasiado incómodo. Me rasco la nuca con la mano que tengo libre cuando me volteo hacia ella, no muy seguro de estar eligiendo las palabras adecuadas — La pasamos bien, sí, pero no quiero ser la persona pervertida que te ha hecho quemar etapas solo para que podamos compartir un poco más. ¡Y no es como que no te tenga ganas, porque está claro que ese no es el problema! Solo… No quiero pasarme contigo — con una nueva calada, estoy seguro de que se me hunden las mejillas y tengo que mirar hacia arriba en lo que dejo salir el humo con lentitud — No estoy teniendo sexo con nadie más, si eso te preocupa — aclaro, que al menos en esa parte, los dos seguimos en la misma página.

Hago una mueca cuando suelta sin reparo lo que tenía que presenciar en el mercado, que si a mí me generaba desagrado encontrar a Hans y Lara en la cocina en situaciones comprometedoras no quería imaginar lo que debía ser tener que realmente tener a una pareja al lado tuyo sin un mínimo de inhibiciones. Mucho menos cuando recordaba la situación de higiene de ese lugar y ufff, sabía que nuestro primer encuentro había sido allí pero me costaba recordar a Jim dentro de esa celda siendo incluso más flaco de lo que es ahora y estando en condiciones deplorables.

Me volteo cuando se aleja en dirección al escritorio y aprovecho para ocupar su lugar contra el borde de la ventana, ese contra el que acabo más reclinada que sentada para que mis pies no acaben por balancearse en el aire. Al menos puedo agarrarme contra la pared, que de haber tenido las manos libres no me sorprendería el haber arrojado algo en su dirección ¡Demasiado chica! Sí, sabía que la diferencia de edad era un factor importante, pero la forma en la que hace énfasis en el demasiado me molesta. — No hacía falta ser tan brusco — chasqueo la lengua con algo de fastidio pero trato de comprenderlo desde su punto de vista. — No estoy diciendo que debamos tener sexo, solo que no me molestaría algo más y que, aunque digas que tú eres el pervertido, no lo parece cuando siempre te encargas de frenar las situaciones. — y sí, sabía que no le era indiferente, pero no hacía bien a mi líbido o a mi autoestima que siempre dejara las cosas ahí y cambiara de tema como si nada.

— No me preocupa que tengas o no sexo con alguien más — solo me preocupaba que lo hiciera o no lo hiciera conmigo. Y eso no sonó bien ni en mi cabeza, ¡pero no lo decía en ese sentido! — En verdad no quería hablar de esto, pero dijimos que seríamos sinceros y la realidad es que es frustrante tener las hormonas ahí, alborotando todo y que el problema sea mi edad. Que es por mi edad precisamente que me siento así y nada. — que lo que en verdad daban ganas de preguntarle, es cómo se aguantaba tanto él, o de dónde sacaba el autocontrol.  — No estoy queriendo insistir. En serio que no, ¿pero qué es lo que es tan molesto de mi edad? no es como si en un par de años fuera a verme muy diferente. — ya me había resignado a mi genética. Y si el factor era la inexperiencia, no es que la brecha fuera muy grande ahí.

— ¿Y cómo no quieres que las frene? No es como que nos demos piquitos castos como para saber cómo van a terminar las cosas si no lo hago — si no quiere que sea brusco, pues diré las cosas lo más virginalmente posible. No veo mucho el punto de esta discusión, no cuando está más que claro que no estamos opinando lo mismo y tengo miedo de que el tema se desvíe tanto que acabemos yéndonos de mambo. Arqueo rápidamente una ceja en vista de que asegura que no le importa lo que haga con mi vida sexual, pero no acoto absolutamente nada porque sería acusarla sin fundamentos. No quiero sonar como una mala persona, pero me es imposible mantener una expresión seria cuando habla de sus hormonas adolescentes y se me escapa una risa — No es cómo te ves, Meerah, de verdad. Ya te lo he dicho… Mi problema con tu edad es que está muy lejos de la mía y siento que estoy… no sé, qué está mal. ¿De acuerdo? Lo hace más ilegal de lo que ya es — lo cual es decir mucho, porque creo que por todas las cosas que la condenarían a ella dentro de su constitución, que a mí me vengan con “pedofilia” sería casi que un chiste.

Cuando regreso para ponerme de pie frente a ella, lo hago con unos pasos mucho más tranquilos e intento, de verdad que intento, ver todo esto con mucha más calma para no creer que estamos explotando el uno contra el otro. Le tiendo el cigarrillo, que si quiere fumar, esta vez no se lo voy a encajar — Cuando dices “algo más”... ¿De qué estamos hablando exactamente? — que no se me ponga pudorosa ahora, que si quiere que nos tomemos esto en serio no espero más que honestidad — No es que no quiera… Meterte mano o lo que sea, solo que hay una fina línea por ahí y no sé cómo evitar cruzarla. No me estoy muriendo por ponerla — aclaro en lo que ruedo los ojos — Pero tú no eres la única a la cual se le alborotan las hormonas y uno de nosotros tiene que velar por tu castidad — me mofo en lo que la tomo por las mejillas con una sola mano, de modo que sus labios se fruncen y puedo robarle un rápido beso de ellos — No tengo problema en hacer lo que tú sientas que estás lista para hacer, pero tampoco quiero que te apresures y creo que también podemos sentir en mi sanidad mental. ¿O no? Si yo voy a escucharte a ti, tú deberías escucharme también a mí.

¿Más ilegal? Creo que llegaba un punto en el que todo simplemente califica de ilegal y el agravado según la sociedad se acababa luego de ponerle la etiqueta de “muggle” por delante. Básicamente no había nada más por fuera de eso que pudiese hacer más ilegal nada. — Es una excusa moral patética, porque si no fuese virgen probablemente no pensarías igual — que lo que me dejaba entender es que no quería manchar mi imagen en cierta forma y no que tenía problemas con el acto en sí. No puedo creer que he llegado al punto de estar discutiendo con James la razón por la que no tenía sexo conmigo, que no es en realidad el punto y a la vez sí. Porque hablábamos de intenciones y frustraciones y, mal que mal ambas cosas iban de la mano con lo otro.

No tomo el cigarrillo cuando me lo tiende, no porque no sienta el impulso de hacerlo, sino porque me deja pensando con su pregunta. — A veces parece que justamente no quieres y es precisamente a eso a lo que me refiero con algo más. Porque tú quieres velar por mi castidad y a mi no me interesa hacerlo, no porque quiera quitarme una etiqueta de encima, sino que esas cosas que tú dices que se sienten “mal” para mí se sienten bastante más que bien — Y sabía que a él también le parecían bien dentro de todo lo malo que veía moralmente hablando. Mis labios quedan en ese mohín obligado por unos segundos, que ya no sé si lo que acaba por decir lo hace para complacerme, porque realmente piense eso, o para darme la razón como a los locos y al final acabar dejando el tema ahí. — No siento que sea cuestión de estar lista cuando siento que eso se da y ya, pero incluso aunque fuese eso, tampoco lo sabré si siempre acabas alejándote cuando las cosas suben un poco de tono — además, ¿qué se suponía que hiciera? ¿darle una guía detallada? “tus manos pueden ir aquí y aquí, pero no aquí; y debajo del vestido sí, pero ya el bretel es una zona restringida” — Es como si tuvieses miedo de tu propio autocontrol cuando a mí no me molesta — y aunque no suelo ser la que empiece las cosas, tironeo lo suficiente de su remera para obligarlo a bajar la cabeza en lo que me pongo en puntitas de pie y me pego a su torso para poder saborear su boca a mi antojo por unos segundos — Entonces, en qué tengo que escucharte, además de saber que el sexo queda descartado.

— Si no fueras virgen, estoy seguro de que tú me buscarías de una manera diferente — lo cual sería un poco patético, si vamos a hablar de la parte que me tocaría como el casto de la ecuación. En vista de que no agarra el cigarrillo, le doy una calada final y lo apago contra el marco de la ventana, seguro de que no podré continuar con la conversación si me lo fumo entero. Incluso ahora, cuando lo dejo apoyado contra la madera y aún tengo el sabor fresco en los labios, tengo que frotarme uno de los ojos al sentirlo cansado — Físicamente se sienten bien, sí, pero no espero que lo entiendas desde mi punto de vista. Solo intento cuidarte y ser respetuoso, si quieres ponerlo con palabras elegantes — ¿Acabo de sonar como más virgo de lo que ya soy o es mi impresión? Creo que Sage y Kendrick se estarían estallando de risa en mi cara si pudieran verme ahora mismo. ¡Por una vez que intento hacer lo que es correcto!

Aún así, su reproche me hace sonreír con cierta gracia, barriéndola de arriba a abajo con los ojos como si de verdad estuviera midiendo lo que me dice y de esa forma, decretar si se encuentra lista o no — Eso es cosa tuya. ¿Acaso te olvidas que yo tampoco tengo mucha experiencia en el tema? — a pesar de que arrastro la voz, la misma se me pinta de un tono ciertamente divertido. Siempre he rechazado las oportunidades que tuve para quitarme la etiqueta de la que tanto habla, en especial porque las mismas se presentaron de maneras ciertamente humillantes. Es un poco triste admitir que, a pesar de la diferencia de edad, lo que sea que comparto con Meerah es lo primero que hago por consentimiento y placer en situaciones de intimidad. Supongo que es lo que nos ha acabado por juntar, al fin y al cabo.

Estoy lento. Mi boca reacciona antes que mi cerebro a la manera que tiene de tironear de mí para besarme, contengo el aliento en lo que se me escapa en un suspiro. La acerco con una mano que presiona su cintura, en abuso de que su cuerpo se encuentra recargado en la ventana para poner parte de nuestro peso contra el mismo — En que… — se me escapa con voz ronca, mis labios al hablar chocan con los suyos y tengo muy en claro que mi mente se encuentra en blanco — Creo que mientras nos aclaremos cuando nos sentimos incómodos y cuándo no, es suficiente. No creo que deberías tener miedo de hablar conmigo —¿No es lo que dicen todos que hay que tener en estos casos? ¿Comunicación? Da igual, eso no evita que use la mano que me quedó libre para hundir mis dedos en su melena y atraerla a mí, como si la distancia que pusimos hace un momento ahora fuese un estorbo. Le mordisqueo el labio inferior, ese del cual tiro antes de reírme entre dientes sin romper nuestro contacto — Aunque admítelo… Estabas celosa cuando creíste que también estaba con Mimi — no puedo evitar el pique bromista, moviendo mis cejas repetidas veces.

Sus palabras no me sonaban elegantes precisamente pero a estas alturas si seguía insistiendo parecería una caprichosa necesitada o algo así. Era cierto y no, todavía no podía entenderlo desde su punto de vista, pero siendo que recién hablábamos al respecto, trataría de no sé ¿meditarlo con la almohada? — A decir verdad, a veces sí lo olvido — y estoy por preguntarle a modo de broma si no será él quien no se encuentra listo cuando reparo en mis palabras y me muerdo la lengua para no cagarla más. ¡Que no era mentira! Pero él no tenía porqué saberlo — y puedes tomarlo como un halago — trato de hacer de cuenta que realmente quería brindarle un cumplido para no sentirme tan abochornada, pero ya. No había mucho más que pudiese hacer.

No planeo decirle que mi culo no se siente del todo cómodo al chocar contra el marco inferior de la ventana porque justamente no es ese el tipo de incomodidad al que se refiere,  así que deslizo la mano que se agarraba a su ropa hasta que llega a su nuca y la otra la uso para buscar su cadera por debajo de lo holgado de su remera. No tengo demasiado interés en dar mi asentimiento verbal cuando estoy dándole un mejor uso a mi boca, prefiriendo que mi suspiro se encargue de hacerle saber que estoy de acuerdo con lo que propone hasta que claro, lo arruina diciendo una estupidez. — Nooo — lo estirado de la palabra y lo rápido que la suelto me hace perder credibilidad casi de inmediato, lo que además de molestarme vuelve a recordarme la voz de Hero. No estaba negando nada. Bueno sí, estaba negando el haberme puesto celosa. Que no eran celos en sí, que en todo caso la que se lo perdía era Mimi pero… — Estaba confundida, puedo concederte eso. Pero no celosa. — bien, eso sonó más convincente. Creo… — ¿Se supone que deba estarlo? — no es que tratar de tirarle el tema a él sirva de algo, pero en vista de que no tengo mejor contraataque decido jugar sucio y deslizo mis labios por su mandíbula hasta buscar su pulso. Y no, no voy a pensar que hay un refrán que me avala esa movida porque no era el caso. De verdad que no.

Se me escapa una risa mucho más estridente y sorprendida de lo que hubiese querido, pero el tono de voz que utiliza no me provoca más que una reacción demasiado genuina para controlarla — ¿Qué es lo que te confunde? — no quiero sonar tan burlón y entretenido, pero tampoco es algo que pueda evitar. Su duda es lo que me hace alzar primero un hombro y después el otro. ¿Debería estarlo? Siempre he pensado que sabía cómo ella veía todo esto, pero hay momentos en los cuales a uno siempre le entra la duda — No lo sé. En mi opinión no, que jamás hablamos de exclusividad ni nada parecido, pero yo no soy quien te dice cómo te debes sentir… — es lo más sincero que le puedo decir, en especial porque no se tarda en empezar a fastidiar en mi piel una vez más y sí, sé lo que está haciendo, pero eso no evita que me estremezca y doble el cuello un poco hacia un lado, como si de esa manera ella pudiese tener más espacio. Su mano se siente fría contra mi piel, pero aún así no voy a apartarla, no cuando se siente un cosquilleo agradable allí donde se posan sus dedos.

Aprieto las manos en sus muslos para colarlos debajo de la falda de su vestido, lo que me da el envión para poder separarla de la ventana y colgarla de mí, cerrando sus piernas alrededor de mi torso; no soy fuerte ni musculoso, pero el tamaño minúsculo de Meerah es más que suficiente para que pueda levantarla sin hacer mucho esfuerzo. La postura la obliga a abandonar mi cuello, pero eso no significa que yo no pueda rozar el suyo hasta mordisquear juguetonamente su mentón — No quiero acusarte de nada, princesa, peeeero… — a pesar de que es obvio que solamente la estoy fastidiando, mis cejas se fruncen hasta el punto que parece que estoy hablando con total seriedad — Estoy empezando a sospechar que estás loca por mí y no te gusta verlo porque no puedes dejar de pensar en el esclavo apestoso que fui alguna vez. ¿Es caer muy bajo para ti? — tengo que retroceder hasta sentarme en la cama, con el conocimiento de que acabaría por irme de culo al suelo. Mis labios hurgan por el contorno de su pómulo, hasta pellizcar con suavidad su lóbulo — Si te sirve de consuelo, no me molesta. Me conformo con saber que podemos entendernos y que podemos encontrarnos en una misma página.

— Trata tú la próxima vez el ir a comprar algo al café y que junto con las masitas venga una encuesta de satisfacción personal — y no precisamente acerca de la calidad de la cocina o la atención que brindaban —  Si tu amigo no logra confundirte con todas las vueltas que da, te aplaudo — y aplaudía a Hero, que con lo directa que podía ser con las cuestiones ajenas, era obvio que eso de ella no lo había aprendido. Iba a culpar a las telenovelas, en serio.

Bien, parece que James sabe leer la mente. Tendría que tener más cuidado a su alrededor... o tal vez un poco menos porque el cambio de posición me resulta de lo más agradable. Incluso sin poder refugiarme en mi juego no puedo emitir ninguna queja cuando cruzo los tobillos detrás de su torso con facilidad. Mis piernas podrán ser cortas, pero él era tan delgado que no había mucha disparidad en lo que lo ayudo a cargar mi peso al pasar mis brazos alrededor de sus hombros. — ¿Esclavo apestoso? si siguiera pensando de esa forma tus manos no estarían ni cerca de dónde se encuentran — lo admito, la oración no terminaba ahí, pero el caer sobre la cama y el recorrido de sus labios hacen que sea difícil el concentrarme lo suficiente para poder llevarle la contraria. — Pero no, no necesito ni el consuelo ni ninguna charla de exclusividad. Creo que estamos bien así

¿No se supone que tenía que llevarle la contraria? Si no tuviera la mente tan nublada tal vez sería más sencillo, pero me encuentro más entretenida haciendo que mi mano recorra su torso hasta posarse en su vientre, ahí donde vuelvo a tratar de colarla por debajo de su remera — A menos claro, que tú quieras tener esa charla. Creo que a tí se te hace más difícil el olvidar que fui una niñita insoportable que mejor servía de loro en aquella época, que a mí el dejar de lado que fuiste un esclavo — ¿cómo es posible que fueran a ser casi tres años de aquello? — y ni se te ocurra decir que lo sigo siendo — le advierto al clavar un poco mis uñas contra su piel. Lo cual resulta contradictorio cuando me muevo encima suyo, arqueando la espalda hasta que vuelvo a encontrarme lo suficientemente alta para buscar sus labios otra vez — Ya,  pero en serio ¿de verdad vas a decir que no te gustaría tener una relación con Mimi? — es casi una pregunta retórica considerando que conozco la respuesta, así que en verdad no sé ni por qué acabo por hacerla.

Estamos bien así, perfecto. Sin las etiquetas de antes y cuidadosos de nuestras propias emociones, que no tienen por qué arruinar algo que está funcionando a su propia manera y que, al parecer, ninguno tiene intenciones de que cambie. Ella es muy joven, yo recién estoy saliendo al mundo desde otra perspectiva; lo que nos llevó a terminar de esta forma estoy seguro de que acabará por separarnos cuando la distancia sea demasiado grande. Ahora mismo, de todos modos, parece que ella está empecinada en hacer que no existan centímetros entre su cuerpo y el mío. Se me contrae el abdomen ante el tacto de su piel contra la mía, sin esperarme que se tome el atrevimiento con tanta rapidez. Se escucha muy claramente la risa ahogada que se me escapa en su boca, esa que remarco con un pellizco suave de mis dientes — No, no puedo decir que lo sigues siendo — acepto con gracia — Pero sí, me cuesta despegar una imagen de la otra. Cuando cumplas diecisiete podemos volver a hablarlo — es una burla, claro está.

Me estoy dejando llevar y consigo meter una mano bajo su vestido en lo que mi torso se adelanta, buscando seguir el camino de su boca, cuando sus palabras me llegan de manera tal que rompo el contacto de nuestros labios con una risa sonora — ¿Qué? — suelto, echándome hacia atrás en lo que paso una mano por mis labios, como si de esa manera pudiera eliminar el calor y la hinchazón de los mismos — ¿Te parece que es el momento idóneo para hacer esa pregunta? — aunque le sonrío con gracia, es obvio que estoy confundido — Si te interesa saberlo, Mimi y yo no llegamos a ese grado de intimidad como para decir que puedo verme en pareja con ella. Es atractiva, nos llevamos bien y podemos pasar tiempo juntos, pero no siento nada por ella. ¿Eso es lo que te preocupa? — ladeo la cabeza, tal y como si de esa manera pudiera analizar mejor sus facciones y, por lo tanto, sus pensamientos — Si me enamorase de alguien mañana, te lo diría, Meerah. La sinceridad siempre ha sido un fuerte entre nosotros… ¿No? — o eso me gusta creer.

No se siente como una victoria el que me de la razón, no cuando de nuevo apela a mi edad actual como si yo misma no la recordase. Que no tenía en sí un problema con mi edad, mi problema es que el resto viese mi edad como una barrera constante que no me permitía acceder a ciertas cosas. Como en los juegos de los parques de atracciones, esos en los que tienes que tener una cierta cantidad de centímetros para que te dejen pasar. Spoilert alert, hasta en esos tenía inconvenientes ya que tampoco era precisamente alta. — ¿Diecisiete? — mi tono indignado delata mi cadena de pensamiento, junto con el pequeño golpe que doy contra su piel con el dorso de mi mano — Cumplo quince en dos semanas, ver de aquí a dos años se siente como una eternidad — y no lo decía precisamente por él, sino por el prospecto general que significaba esperar a mi mayoría de edad. Dos años podría ser poco para algunos, pero si yo pensaba en todo lo que había pasado en los últimos dos… — ¡Oh! En dos semanas también se cumple un año desde que escapaste. Traeré más masitas para celebrar — que irónicamente, eran lo que se había llevado ese día para el viaje. ¿Le había tomado mucho llegar hasta el norte en aquella época?

Su risa me desconcierta y hace que se pinte en mis facciones algo muy similar a un puchero. Que no lo es, pero se le parece porque… no sé. Al menos su respuesta me satisface por motivos que no quiero ni empezar a pensar y acabo por encogerme de hombros — Era eso o preguntar hasta dónde te incomodaba que lleve mi mano — en realidad no pensaba preguntarlo, pero me sirve para safar el momento y de paso, aprovechar esa oportunidad para juguetear con la cintura de su pantalón — Pero supongo que sí, puedo incluso con esos niveles de sinceridad — que no quería pensar en ese tipo de sentimientos, para esos sí podía esperar y tener otra edad. No sé si llegar necesariamente al punto que hablaba con Lara la otra vez, pero… — No me refería al enamorarse en sí, sino el querer empezar una relación con todo el circo que supone. Suena a demasiadas complicaciones como para que también esté esto en el medio. Por eso la pregunta de Mimi. — de verdad, de verdad no quería ser la tercera de nada. Ni siquiera en insinuaciones de Sage.

— ¿Ya hace un año? — es lo único que puedo pensar, ni siquiera me molesta el golpecito que me da, porque no puedo hacer otra cosa que pensar en cómo es que pasaron tantas cosas en un tiempo que, por irónico que suene, se me hacía más corto. ¿Cómo es que he dejado tan rápido la vida que he conocido desde siempre y que ahora me parece tan lejana? Tanto que no entiendo cómo es que Meerah Powell me suelta esas palabras como la adolescente hormonal que es y que jamás pensé que sería, de una manera tan franca que estoy seguro de que he abierto mis ojos de manera tal que parece que me ha dicho que un marciano se metió en la habitación de Hero y la convenció de que el color rosa era feo y el chocolate era amargo. Hasta me remuevo un poco, una de mis manos hace el amague de tomar la suya pero solo aprieto un poco su muñeca, marcando una advertencia al jugueteo que hace en la línea de mi pantalón. Tengo que recordarme, una vez más, que soy el adulto de la ecuación y que tengo que mantener la cabeza calma, incluso cuando no me la deja fácil. ¿En qué momento decidí ser tan moralista?

— Bueno, no sé tú, pero yo no me metería en todo ese “circo” sin sentir nada importante por esa persona, así que lo tomo como que todo viene de la mano — que hablando de mano, suelto la suya con mucho cuidado y apoyo las mías en sus rodillas, como si en esa simple caricia pudiera controlar hacia dónde es que nuestro contacto llega — Mimi me está enseñando a manejar códigos y cómo funcionar para ser útil en medio de toda esta mierda, nos llevamos bien, pero eso es todo — no puedo creer que en verdad esté aclarando esto, en esta situación. Mis ojos son dudosos y escrutadores cuando la miro a la cara, como si de esa manera pudiera traspasar su cráneo y así poder leerle la mente — ¿Por qué? ¿Tienes miedo de que acabemos en un bucle rutinario y que tengamos que ponerle un título a esto antes de que aparezca una Mimi? — me burlo de ella, de nuestra tontería sin sentido y, para evitar ir por su boca, me inclino hacia atrás hasta chocar contra los almohadones que he desparramado más temprano. Uno de ellos tiene forma de mierdita, regalo de Kendrick, así que debe ser una imagen bastante patética en lo que tiro un brazo para atrás para acomodarlo de modo que pueda apoyar mejor la cabeza. Mantengo la mano allí, sosteniendo el peso de mi coronilla, en lo que apoyo la contraria sobre mi abdomen —  Creí que con “amigos con derecho” estábamos bien. No sé por qué te preocupas tanto o le das tantas vueltas. Y no me preocupa dónde pongas tu mano — aclaro después de lo que parece una eternidad, en lo que levanto una ceja en su dirección — Pero sí lo que pretendas hacer con ella. Puedo dejarme llevar contigo, pero… Siempre habrá algo que me haga detenerme. Tú fuiste criada para rechazar a los de mi clase, yo crecí con la misma idea sobre tu gente y aquí estamos. Con miles de diferencias en el medio y, aún así, nos la arreglamos para terminar en esta situación. Son muchas cosas que deconstruir y el querer hacerlo cuidadosamente no ayuda mucho.

Esta vez sí puedo sentir como una pequeña victoria que su expresión tanto como su agarre marquen una pausa a mi juego. Claro que también es un poco decepcionante pero tanto como él siempre busca poner límites, yo trato de descubrir mi propio entretenimiento al ver qué tan cerca de ellos puedo moverme. — No lo sé, hay muchas personas que inician algo sin que hayan verdaderos sentimientos de por medio — si se hubiera criado con mi madre, era hasta casi sorprendente que las personas iniciaran cosas con sentimientos de por medio en un primer lugar. O al menos así lo parecía desde mi punto de vista. Despego mi mano de la cintura de su pantalón cuando el mismo desvía su tacto y la llevo al costado del colchón para balancear mi peso una vez que su figura toma distancia de la mía.

— ¿Miedo? — el tono de burla es evidente en su voz y aún así me pienso dos veces lo que acaba de decir pese a saber que es una clara broma. — Tengo la impresión que, antes de ponerle otro nombre a esto si es que caemos en algún tipo de rutina, ambos terminaremos alejándonos hacia esquinas opuestas — cualquier otra cosa, al menos en este momento, se sentiría extraño. Como si se tratase de personas que no fuésemos nosotros. Incluso al alejarse un poco más, lo jocoso queda un poco de lado y mal que mal, mi humor también baja un poco. No por su cambio de postura, pero sí por sus palabras que se sienten en cierta forma como un golpe que no veo venir. — No lo sé, dime tú por qué crees que doy tantas vueltas a todo. Ah no, espera, ya lo hiciste — en realidad no lo hizo. Osea, en parte sí y en parte no, pero… Descruzo mis pies como puedo y los arrastro por debajo de su peso hasta llevarlos a cada lado de su cintura en primera instancia, y luego hacia atrás para encontrar más comodidad al estar sobre mis rodillas. — Tienes razón al decir que crecí con una idea muy distinta a la que tengo ahora, ¿recuerdas lo segura que me mantenía en aquel entonces? Pues ahora, encontrarme en una nueva seguridad detrás de ideas propias y comprendida por otras personas… no quiero arruinar eso cuando sé que, en el fondo, sigo siendo la niña que vive en la isla ministerial cómoda detrás de la imagen de mi padre. ¿Por qué crees que me molesta tanto cuando todo el mundo me dice que me tome mi tiempo? Sé que no es solo por mi edad, sino también por el grado de confianza que puedan tenerme. Simplemente… — no quiero tener más etiquetas por demás de las que ya traigo solo con tener el apellido que tengo así que, incluso por fuera de lo que pudiera o no sentir al respecto de nada, ser conocida como la tercera parte dentro de una relación no era algo que estuviera deseando — Así que sí, puede que haya miles de diferencias en el medio pero creí que, con tanta sinceridad podíamos entendernos en cierta forma — dentro de todo ese paralelismo inverso que parecíamos cargar en base a las opiniones de antes — No que “siempre” iba a haber algo que te generara rechazo — físico o no físico, de alguna manera parecía referirse a algo que iba más allá de mi edad.

He escuchado cientos de veces esa teoría de que las mujeres están todas locas y que es casi imposible entenderlas; ahora mismo, puedo dar fe en que es cierta. Lo único que soy capaz de hacer es mirarla con la duda pintada en los ojos, en esos minutos en los cuales de alguna manera pasamos a hablar de nosotros a mencionar a su padre y no, no puedo decir que sé lo que está pasando por su mente cuando está claro que todo lo que sale de su boca es un enredo o, en su defecto, un sinfín de excusas que no acaban de tener forma dentro de mi lógica. Puedo apostar a que me debo ver de lo más aturdido, me he hundido todo lo que he podido en mi cama en lo que parece un intento penoso para fundirme contra las mantas. Para cuando ella termina su discurso, lo único que puedo hacer es mirarla en lo que me relamo los labios con lentitud. Abro la boca, tomo aire y, cuando me digno a hablar, lo lanzo en un suspiro que tiñe mis palabras — No me generas rechazo, pero no voy a gastar tiempo en explicarlo cuando está claro que no lo entiendes. Tú quieres que yo respete tu opinión y yo quiero que respetes la mía. Si no son compatibles, es otro tema — le doy un golpecito en los muslos en un intento de quitármela de encima, así puedo moverme hasta salir de la cama.

Me froto las manos sobre el pecho en un gesto obviamente nervioso y sí, cometo la tontería de chequear mis pantalones para evitar un bochorno innombrable. No, no hay nada que ocultar, así que estoy a salvo. Me hago con el cigarro que dejé sobre el marco de la ventana, lo coloco en mis labios y vuelvo a encenderlo con el cuidado necesario para no quemarme ni los dedos ni la punta de la nariz. Sacudo una mano delante de mí para espantar el humo — Solo debemos dejarlo aquí, ¿de acuerdo? Sin complicaciones. Cuando la gente empieza a hacer preguntas, es cuando los enredos aparecen y veníamos bien hasta el momento sin ellos — aunque sea poner una pared entre nosotros, creo que podemos entender que no siempre vamos a coincidir, en más de un aspecto. Doy una calada y le tiendo el porro — ¿Quieres ver una película? Tengo una buena lista por la cual podríamos empezar.