OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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—¡AHÍ VIENE, RAMIK! ¡AHÍ VIENE! ¡TRAE ESA PALANGANA, HOMBRE!— lo apremio para que el vapor que se desprende del agua hervida mientras él sostiene los bordes de la palangana con trapos que evitan que se queme, golpee mi cara y me de la temperatura que necesito para fingir esta gripe que uso como excusa para enviar misivas a mis nietos instándolos a que me visiten ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE. Tengo toda la información que necesito sobre la peste que se instaló en el distrito 9 ¾. ¿Fiebre? Hecho. ¿Alucinaciones? Puedo hacerlo si la cosa se complica con Jolene, ¡que esa chica es complicada! ¡Hay que verla! ¡Tan terca en hacer las cosas a su manera! —¡Fuera, Ramik! ¡FUERA TE HE DICHO!—. Cierro mi bata con el cinturón, acomodo mi postura sobre la cama para que mi mano descanse sobre mi frente cuando la puerta se abre y reconozco la figura de la más desconsidera de mis nietos… siendo honesta, no sabría precisar quién lo es más. Pero podría considerar dejarle ese cuadro de naranjas muertas como herencia por su buen gesto de acudir a mi llamado modesto de moribunda. —¡Jolene! ¡Querida! ¡Has venido!— suspiro con dramatismo y estiro mi brazo hacia ella para que sujete mis dedos temblorosos.
»Jolene, no quiero asustarte— susurro, siento debajo de la almohada los trapos mojados escondidos que usé para pasarlos sobre mi garganta y que manchen el cuello de mi camisón como falsa transpiración. El cabello no, ¡jamás! Puedo estar moribunda, nunca desarreglada. Si todavía llevo los dedos cargados de mis pesados anillos. —Me estoy muriendo— sollozo, cubro mis párpados con la misma mano que le ofrecí para que tomara. —Y no puedo creer que vaya a morirme, sin ver que hayas hecho algo de provecho en tu vida—. ¡Soy capaz de encargar flores y pedir un ataúd a medida con tal de conseguir algo de su parte. —No puedes ignorar el último deseo de una anciana que se muere, Jolene. ¡Mal te irá en la vida si me ignoras!— le prevengo, que el susto venga de todos lados si hace falta. —Todo lo que deseo, en esta agonía, es que te cases, hija mía, con un hombre de bien— musito, levantando mi cabeza de la almohada así como mi dedo índice para pedir su atención. —O que abras un instituto— digo, me incorporo rápidamente de la cama para girarme hacia la mesa de luz y sacar una carpeta del primer cajón que arrojo sobre las sábanas. —¡El Instituto de Artes y Protocolo de la Ilustrísima Georgia Ehrenreich!— abro mis brazos dibujando un arco en el aire que abarca a este precioso lugar imaginado que llevará mi nombre para la posteridad.
»Jolene, no quiero asustarte— susurro, siento debajo de la almohada los trapos mojados escondidos que usé para pasarlos sobre mi garganta y que manchen el cuello de mi camisón como falsa transpiración. El cabello no, ¡jamás! Puedo estar moribunda, nunca desarreglada. Si todavía llevo los dedos cargados de mis pesados anillos. —Me estoy muriendo— sollozo, cubro mis párpados con la misma mano que le ofrecí para que tomara. —Y no puedo creer que vaya a morirme, sin ver que hayas hecho algo de provecho en tu vida—. ¡Soy capaz de encargar flores y pedir un ataúd a medida con tal de conseguir algo de su parte. —No puedes ignorar el último deseo de una anciana que se muere, Jolene. ¡Mal te irá en la vida si me ignoras!— le prevengo, que el susto venga de todos lados si hace falta. —Todo lo que deseo, en esta agonía, es que te cases, hija mía, con un hombre de bien— musito, levantando mi cabeza de la almohada así como mi dedo índice para pedir su atención. —O que abras un instituto— digo, me incorporo rápidamente de la cama para girarme hacia la mesa de luz y sacar una carpeta del primer cajón que arrojo sobre las sábanas. —¡El Instituto de Artes y Protocolo de la Ilustrísima Georgia Ehrenreich!— abro mis brazos dibujando un arco en el aire que abarca a este precioso lugar imaginado que llevará mi nombre para la posteridad.
No soy de piedra ni me creo una persona tan desgraciada. Puede que no tenga la mejor de las relaciones con Georgia, pero eso no significa que no voy a acceder a visitarla cuando su salud parece estar yéndose poco a poco al caño. Por muy irónico que sea esto viniendo de mí, no tengo mucha experiencia con esto de las personas moribundas y la única vez que tuve a alguien sosteniendo su mano, es uno de esos recuerdos que prefiero mantener bien lejos. Estoy más acostumbrada a aquellos a los cuales la muerte los sorprende en la juventud y no a los cuales va acunando poco a poco hasta dormirlos. Mi incomodidad es obvia cuando llego a la casa de mi abuela, estiro un poco mi short para que no se vea tan corto, que no me sorprendería que incluso en su lecho de muerte me vea víctima de los comentarios de la anciana. Ni siquiera me molesto en preguntarme de dónde viene la expresión alterada del esclavo, cuando me preocupa más el aspecto de mi abuela. ¿Es necesario tanto drama o en verdad se siente tan mala como para verse como una pintura renacentista pasada por agua?
— No podía dejar de hacerlo — le aseguro en lo que tomo su mano, entrelazo nuestros dedos y le doy una palmadita en los nudillos en lo que me acomodo sobre el colchón para estar más cómoda. Y juro, de verdad juro, que me encantaría sentirme mucho peor por lo que sale de su boca, pero me es imposible el hacerlo cuando aprovecha sus palabras para asegurarme que sigue reprobando mis decisiones de vida como siempre lo ha hecho — No creo que no haya… — comienzo a decir, cosa que no me sirve de mucho porque pronto la tengo señalándome como una gitana de mal augurio y tengo que ponerme bizca para enfocar mejor su rostro sin rodar los ojos — ¿Es en serio? — se me escapa, que no puedo creer que me ande pidiendo un marido y ni siquiera alcanzo a decirle que no conozco a un solo hombre que me parezca decente como para tener que soportarlo todos los días, que sale con una que… Okay, de acuerdo, eso no me lo veía venir. Es un delirio. Tan grande que debo verme como alguien a quien han cacheteado, porque tengo la boca entreabierta y creo que no parpadeo en un buen rato.
— ¿De verdad… — tomo la carpeta con todo el pasmo que soy capaz de expresar — … conseguiste poner “artes” y “protocolo” en la misma oración? — que si el arte es un medio de expresión, el protocolo es todo lo contrario. No me atrevo a abrir lo que tengo en las manos, así que me quedo mirando la cubierta en lo que sostengo la carpeta entre dos dedos, como si fuese algo que va a morderme si me acerco demasiado. Tampoco me sorprendería — Espera, espera. ¿Quieres que abra un instituto en tu honor? ¿Yo? — se me sale una risa más grave de lo normal que se carga de ironía — Lamento decepcionarte, pero sabes que carezco de buena reputación como para que me tomen en serio para algo así. ¿No quieres volver sobre la idea del marido? Si me consigues a alguien que esté bueno, puede que no me queje demasiado — resoplo en lo que apoyo la carpeta en mi regazo, abrazándome a mí misma — ¿Qué es esto, Georgia? ¿De dónde ha salido la idea? — además de que seguro se muere por tener una estatua o al menos una placa con su nombre en algún lugar.
— No podía dejar de hacerlo — le aseguro en lo que tomo su mano, entrelazo nuestros dedos y le doy una palmadita en los nudillos en lo que me acomodo sobre el colchón para estar más cómoda. Y juro, de verdad juro, que me encantaría sentirme mucho peor por lo que sale de su boca, pero me es imposible el hacerlo cuando aprovecha sus palabras para asegurarme que sigue reprobando mis decisiones de vida como siempre lo ha hecho — No creo que no haya… — comienzo a decir, cosa que no me sirve de mucho porque pronto la tengo señalándome como una gitana de mal augurio y tengo que ponerme bizca para enfocar mejor su rostro sin rodar los ojos — ¿Es en serio? — se me escapa, que no puedo creer que me ande pidiendo un marido y ni siquiera alcanzo a decirle que no conozco a un solo hombre que me parezca decente como para tener que soportarlo todos los días, que sale con una que… Okay, de acuerdo, eso no me lo veía venir. Es un delirio. Tan grande que debo verme como alguien a quien han cacheteado, porque tengo la boca entreabierta y creo que no parpadeo en un buen rato.
— ¿De verdad… — tomo la carpeta con todo el pasmo que soy capaz de expresar — … conseguiste poner “artes” y “protocolo” en la misma oración? — que si el arte es un medio de expresión, el protocolo es todo lo contrario. No me atrevo a abrir lo que tengo en las manos, así que me quedo mirando la cubierta en lo que sostengo la carpeta entre dos dedos, como si fuese algo que va a morderme si me acerco demasiado. Tampoco me sorprendería — Espera, espera. ¿Quieres que abra un instituto en tu honor? ¿Yo? — se me sale una risa más grave de lo normal que se carga de ironía — Lamento decepcionarte, pero sabes que carezco de buena reputación como para que me tomen en serio para algo así. ¿No quieres volver sobre la idea del marido? Si me consigues a alguien que esté bueno, puede que no me queje demasiado — resoplo en lo que apoyo la carpeta en mi regazo, abrazándome a mí misma — ¿Qué es esto, Georgia? ¿De dónde ha salido la idea? — además de que seguro se muere por tener una estatua o al menos una placa con su nombre en algún lugar.
—Oh, querida, ignoras los titulares escandalosos que he logrado armar para tapas que se vendieron muy bien— aprovecho que la tengo de la mano para darle unas palmaditas comprensivas, ese es el problema con mi nieta, no tiene como yo esa rebeldía en la sangre a todo lo que se ha dado por hecho y dispuesto. —Hay una máxima en el periodismo, mi Jolene. Debes conocer las estructuras, escribir para las estructuras, ¡para romperlas!—, no, seguro no me entenderá. Primero te aprendes la pirámide invertida para luego convertirla en un rombo si quieres, ¡entonces sí! ¡Que sea un rombo que merezca halagos! La carpeta que tiene en mano es donde están los planos y la escritura de la casa en el distrito uno a mi nombre, elegida para este proyecto por su arquitectura exquisita, también ideas que fui apuntando y recortes, muchos recortes de espectáculos artísticos del Capitolio a los que podríamos aspirar. —¿Quién más lo haría? ¡Eres mi sangre!— digo con sentimiento y luego lo aclaro: —Estás obligada por sangre a rendir homenaje a tu abuela. ¿Dónde ha quedado lo de respetar la memoria de los que ya no están?— me muestro conmovida al decirlo, con una mano en mi pecho, sobre el encaje del camisón que me hace ver como un fantasma también a la luz del día.
—¡Oh, vamos, Jolene!— me quejo cuando la escucho declinar mi propuesta, ¡¿y ahora se le ocurre casarse?! —No, muchacha. Qué cosas se te meten en la cabeza, ¿eh? ¿En qué siglo crees que estamos? ¿XX? ¿XXI?— la reprendo con el ceño fruncido y los brazos en jarras, la manta me cubre las piernas y las almohadas mullidas ayudan a que esto se vea como un sillón de poder en el que tengo autoridad para dar consejos a mi nieta. —¿Dónde se ha visto que la prioridad de una mujer debe ser casarse con alguien? ¿Qué hay de ser profesional, emprender algo propio, arriesgarse, romper las convenciones sociales y la ambición por el éxito?— trato de haga carne de mi entusiasmo por esta que podría ser una idea revolucionaria, dentro de lo necesariamente conservador que será su enseñanza, que el desorden en el Royal deja mucho que desear en la educación de nuestras futuras generaciones. —Fuiste profesora de arte, Jolene. Y luego de duelos en el Royal. ¿No te emociona un poco la idea de poder combinar todo eso en una institución donde la educación de tantas chicas dependerán de ti?—. Tendré que dejar muchos contratos legales donde precise que mi nieta no puede enseñarle a esas muchachas, por si las dudas.
—¡Oh, vamos, Jolene!— me quejo cuando la escucho declinar mi propuesta, ¡¿y ahora se le ocurre casarse?! —No, muchacha. Qué cosas se te meten en la cabeza, ¿eh? ¿En qué siglo crees que estamos? ¿XX? ¿XXI?— la reprendo con el ceño fruncido y los brazos en jarras, la manta me cubre las piernas y las almohadas mullidas ayudan a que esto se vea como un sillón de poder en el que tengo autoridad para dar consejos a mi nieta. —¿Dónde se ha visto que la prioridad de una mujer debe ser casarse con alguien? ¿Qué hay de ser profesional, emprender algo propio, arriesgarse, romper las convenciones sociales y la ambición por el éxito?— trato de haga carne de mi entusiasmo por esta que podría ser una idea revolucionaria, dentro de lo necesariamente conservador que será su enseñanza, que el desorden en el Royal deja mucho que desear en la educación de nuestras futuras generaciones. —Fuiste profesora de arte, Jolene. Y luego de duelos en el Royal. ¿No te emociona un poco la idea de poder combinar todo eso en una institución donde la educación de tantas chicas dependerán de ti?—. Tendré que dejar muchos contratos legales donde precise que mi nieta no puede enseñarle a esas muchachas, por si las dudas.
Me ahorro el apuntar a la obviedad de que tiene más nietos, posiblemente mucho más capaces que yo para estas cosas y me muerdo la lengua, que respetar la memoria de los muertos es una cosa un poco sensible con la cual tratar — Bueno… Estoy acostumbrada de que me pidan que les prometa llevarles flores a la tumba, nada tan complicado —intento bromear con la ironía que me queda, que lo que me está pidiendo una locura. ¿Yo, manejando un instituto? Jamás fue una meta dentro de mi vida, ni siquiera creo tener lo que se necesita para un trabajo de ese estilo, cuando con suerte y sé manejar una clase dentro del Royal sin perder los estribos. Claro que los estudiantes de arte es algo completamente diferente, si están allí es porque los han enviado a perfeccionarse en algo que disfrutan y no que hacen por obligación, así que eso juega a mi favor y es mucho más relajante. Claro que lo que dice Georgia no me pinta a nada de eso.
— ¡Pero si eras tú la que quería que me case! — le recuerdo como una respuesta inmediata, que ya no entiendo muy bien qué es lo que quiere de mí. Toda su aura se parece mucho más a mi abuela de todos los días y no a la anciana que se anda muriendo por los rincones. Vibro mis labios cual caballo cansado, tengo que ponerme de pie para poder pensar y me llevo conmigo la carpeta, así puedo revisar las hojas sin poder creerme que en verdad tenía todas estas cosas en la cabeza desde vaya a saber cuánto tiempo. Esta mujer es una caja de sorpresas — Suenas como a los Black cuando me pintaban que ser mentora era lo mejor que pudiera pasarme — me quejo con desgano — Nadie querría que la educación de sus hijas esté bajo mi cuidado, abuela. No he pedido el trabajo en el Royal, me lo impusieron. Y no es lo mismo manejar unos quince chicos que buscan aprender de arte que manejar toda una institución… — los ojos se me notan escandalizados cuando me detengo en una de las páginas? — ¿Buscas enseñar protocolo, de verdad? ¿También vas a chequear que sean todas vírgenes o algo así? Puedo comprender el querer cuidar a las futuras generaciones, pero para hablar del futuro… No muchas chicas querrían algo como esto, al menos no en estos días — me detengo frente a su cama, uso uno de mis índices para irme guiando por la página que estoy leyendo — ¿Quieres apuntar a las familias de élite, es eso? Porque debo advertirte que muy pocas de ellas me agradan de manera genuina.
— ¡Pero si eras tú la que quería que me case! — le recuerdo como una respuesta inmediata, que ya no entiendo muy bien qué es lo que quiere de mí. Toda su aura se parece mucho más a mi abuela de todos los días y no a la anciana que se anda muriendo por los rincones. Vibro mis labios cual caballo cansado, tengo que ponerme de pie para poder pensar y me llevo conmigo la carpeta, así puedo revisar las hojas sin poder creerme que en verdad tenía todas estas cosas en la cabeza desde vaya a saber cuánto tiempo. Esta mujer es una caja de sorpresas — Suenas como a los Black cuando me pintaban que ser mentora era lo mejor que pudiera pasarme — me quejo con desgano — Nadie querría que la educación de sus hijas esté bajo mi cuidado, abuela. No he pedido el trabajo en el Royal, me lo impusieron. Y no es lo mismo manejar unos quince chicos que buscan aprender de arte que manejar toda una institución… — los ojos se me notan escandalizados cuando me detengo en una de las páginas? — ¿Buscas enseñar protocolo, de verdad? ¿También vas a chequear que sean todas vírgenes o algo así? Puedo comprender el querer cuidar a las futuras generaciones, pero para hablar del futuro… No muchas chicas querrían algo como esto, al menos no en estos días — me detengo frente a su cama, uso uno de mis índices para irme guiando por la página que estoy leyendo — ¿Quieres apuntar a las familias de élite, es eso? Porque debo advertirte que muy pocas de ellas me agradan de manera genuina.
—Sí, bueno, ¡pero ya no quiero que te cases!— me impongo con el autoritarismo que ser moribunda me permite como derecho, dando pataletas en mi propia cama, debajo de las sábanas y golpeando una de las almohadas con la palma de mi mano. ¡Ay! ¡Esta muchacha! ¡Si es que me va a matar en serio! —¡LOS BLACK!— chillo, malas palabras bajo mi techo, ¡el techo de mi propio dormitorio! Ay, Ramik, ¡¿dónde está mi pócima para la presión?! —¡Te atreves a compararme con ellos por una inofensiva academia para señoritas! ¿Qué sigue? ¿Qué te diga que te compres un crup y me digas que eso me hace tan déspota como los Black?— resoplo, trae esas cosas y esos apellidos que no quiero escuchar en mi estado de agonía, en estas pocas horas de vida que me quedan, solo para hacerme sentir que estoy actuando de la manera equivocada con ella. ¿Por qué estas nuevas generaciones han crecido siendo tan impertinentes? Si desgracias e injusticias en el mundo las hubo siempre, esto se trata de la manía que tienen los jóvenes de llevar la contraria a los viejos.
—Hay cosas que se están perdiendo estos días, valores, normas y recato— contesto cuando me pregunta quién querría esto, —y no estoy pensando en qué muchachas querrían ir, sino en qué padres pagarían lo que haga falta, entre las familias puristas, para asegurarse que sus hijas estén en espacios cerrados al avance de ideas rebeldes y tampoco tengan que mezclarse con parias. ¡Las tradiciones, Jolene! ¡Los puristas viven de la tradición! Pagarían por eso, y aquí entre nos, con la sangre que tenemos, tú sabrás que has hecho de tu vida por fuera de lo televisado, yo también sé lo que he hecho de la mía, ¿no ves la oportunidad de negocio que hay aquí, mi querida? Ellos lo necesitan, nosotras podemos ofrecérselo, me aseguraré que esta academia se presente a sí misma como la dama perfecta, como para que vengan a cuestionar tu reputación— le aseguro con el pleno convencimiento que me da el entusiasmo por esta idea, ¡que sería una institución con mi nombre! Georgia Ehrenreich, un paso más cerca de la eternidad. Pero en un sentido que no implique también un paso más cerca del cajón. —¡Y ya! Si tanto quieres casarte… ¿sabes quién me enteré que anda soltero? Este muchacho, el hijo de los Donnadieu, rompió con la chica Romanov. Powell ya tiene a su mocosa caminando así que no guardo esperanzas con él y ese Weynart que te había dicho, ¡ja! Mira que tirar por el suelo su apellido de esa manera para irse con los rebeldes, una vergüenza. Sé que el chico Donnadieu es menor que tú, ¡pero mejor! ¡que un novio joven te aportará más años de vida! Y no te pongas exquisita, que hay escasez de hombres decentes.
—Hay cosas que se están perdiendo estos días, valores, normas y recato— contesto cuando me pregunta quién querría esto, —y no estoy pensando en qué muchachas querrían ir, sino en qué padres pagarían lo que haga falta, entre las familias puristas, para asegurarse que sus hijas estén en espacios cerrados al avance de ideas rebeldes y tampoco tengan que mezclarse con parias. ¡Las tradiciones, Jolene! ¡Los puristas viven de la tradición! Pagarían por eso, y aquí entre nos, con la sangre que tenemos, tú sabrás que has hecho de tu vida por fuera de lo televisado, yo también sé lo que he hecho de la mía, ¿no ves la oportunidad de negocio que hay aquí, mi querida? Ellos lo necesitan, nosotras podemos ofrecérselo, me aseguraré que esta academia se presente a sí misma como la dama perfecta, como para que vengan a cuestionar tu reputación— le aseguro con el pleno convencimiento que me da el entusiasmo por esta idea, ¡que sería una institución con mi nombre! Georgia Ehrenreich, un paso más cerca de la eternidad. Pero en un sentido que no implique también un paso más cerca del cajón. —¡Y ya! Si tanto quieres casarte… ¿sabes quién me enteré que anda soltero? Este muchacho, el hijo de los Donnadieu, rompió con la chica Romanov. Powell ya tiene a su mocosa caminando así que no guardo esperanzas con él y ese Weynart que te había dicho, ¡ja! Mira que tirar por el suelo su apellido de esa manera para irse con los rebeldes, una vergüenza. Sé que el chico Donnadieu es menor que tú, ¡pero mejor! ¡que un novio joven te aportará más años de vida! Y no te pongas exquisita, que hay escasez de hombres decentes.
No puedo evitarlo, tengo que reprimir la risa a pesar de que mis labios se curvan con muy poco disimulo al escucharla chillar de esa manera. Sí, sigue siendo Georgia a pesar de su dramatismo hasta para morirse, que nadie le va a robar la oportunidad de criticar a la familia que, por lo menos, las dos no tenemos en buena estima — No, abuela, jamás diría algo como eso — contesto con un divertido puchero y niego una vez con la cabeza, como si fuese ella la que me está acusando de cosas completamente delirantes. Tengo que concederle la razón sobre que muchas cosas se están perdiendo y que los puristas harán lo que sea para aferrarse a ellas, eso no quiere decir que yo esté de acuerdo. Veamos, siempre me ha importado poco y nada la sangre de las personas, tan solo hay que ver con quienes me junto. ¿Pero qué puedo hacer sobre eso? Callarme la boca me ha valido el dejar morirme de hambre y el salir de prisión como una pobre víctima de la dictadura de los Black. Ah, sí, la clásica historia de “compartimos enemigos, así que seamos amigos” — Creo que hay una diferencia entre lo tradicional y lo anticuado — le digo con calma en lo que cierro la carpeta, la cual aprieto segura contra mi pecho — Empecemos por que la mitad de las normas aceptadas en las señoritas no suelen aplicarse a mí. Eructo en la mesa, así que ahí tendríamos un problema — lo apunto como si fuese algo de lo que me puedo reír — ¿Eso quieres? ¿Formar niñas de alta sociedad para que se aburran durante sus veranos? Porque si quieres mi ayuda, tendrás que aceptar que haga algunos cambios a tu cronograma de estudios. No pretenderás que enseñe arte sin dejar que se ensucien… ¿O sí? — si le va a quitar la gracia a lo único que en verdad me apasiona, no lograremos entendernos.
— No dije que quiero casarme… — intento interrumpir su discurso antes de que se vaya por las ramas, cosa que no tarda en hacer — ¿Donnadieu no es el sobrino político de Eloise Leblanc? — pregunto con el rostro fruncido, a pesar de que no me sorprenda en lo absoluto que no se salga de ese círculo social. Con una risa, vuelvo a sentarme aunque en esta ocasión lo hago a los pies de su cama — Una suerte, que no tengo muy buenos recuerdos de Powell en la corte y la cita con Weynart fue bastante penosa — murmuro, a pesar de que estoy segura de que me esté escuchando porque sigue hablando y, sin poder contenerme, le doy una palmadita a su pie por encima de la sábana — Georgia, si alguna vez voy a casarme, lo haré con una persona que conozca por mi cuenta y que en verdad me guste. Te prometo que no acabaré con nadie demasiado escandaloso — me burlo un poco sin verdadera maldad y bajo la mirada en dirección a la carpetita — ¿Hace cuánto que quieres hacer esto? — pregunto con curiosidad — Suena a algo que estuviste planeando por mucho tiempo. ¿Alguien más lo sabe?
— No dije que quiero casarme… — intento interrumpir su discurso antes de que se vaya por las ramas, cosa que no tarda en hacer — ¿Donnadieu no es el sobrino político de Eloise Leblanc? — pregunto con el rostro fruncido, a pesar de que no me sorprenda en lo absoluto que no se salga de ese círculo social. Con una risa, vuelvo a sentarme aunque en esta ocasión lo hago a los pies de su cama — Una suerte, que no tengo muy buenos recuerdos de Powell en la corte y la cita con Weynart fue bastante penosa — murmuro, a pesar de que estoy segura de que me esté escuchando porque sigue hablando y, sin poder contenerme, le doy una palmadita a su pie por encima de la sábana — Georgia, si alguna vez voy a casarme, lo haré con una persona que conozca por mi cuenta y que en verdad me guste. Te prometo que no acabaré con nadie demasiado escandaloso — me burlo un poco sin verdadera maldad y bajo la mirada en dirección a la carpetita — ¿Hace cuánto que quieres hacer esto? — pregunto con curiosidad — Suena a algo que estuviste planeando por mucho tiempo. ¿Alguien más lo sabe?
Desde mi cómoda posición contra las almohadas, la repaso de arriba abajo con una mirada que le hace saber que acaba de desaprobar mi examen, no es el modelo más adecuado que pondría al frente de una escuela de señoritas, ¿pero quiero una bruja distinguida y de un purismo que a mí misma me exaspere? ¿Una mujer con los aires de creerse con más autoridad que yo en mi propio instituto! Oh, no, no. No correré ese riesgo. —Te puedes convertir en nuestra mejor carta de presentación como la primera estudiante distinguida de la academia, me encargaré en unas pocas semanas de conseguir que eructes detrás de una servilleta de tela— lo resuelvo de esa manera, mis dedos moviéndose en el aire como si fuera algo de lo que no deberíamos preocuparnos más de la cuenta. —Puedes fingir, Jolene. ¡Puedes fingir! Si quieres luego te emborrachas en la oficina de directora, es solo un acto delante de los padres y, mejor así, que tengas una personalidad contradictoria que intrigue a nuestras estudiantes. Te has mantenido lo suficiente al margen todo este tiempo, tu reputación ha dejado de ser de las peores que se conocen en estos días, ¡deja de esconderte detrás de las cortinas, mujer!— procuro alentarla.
Tomo con mis dedos el borde de la sábana para limpiarme la frente, que el vapor de hace unos minutos me dejo una transpiración molesta. —Si dices que vas a recibir los cronogramas, ¿es casi una aceptación de tu parte?— pregunto desde detrás de la tela, que vuelvo a colocar, bien doblada, debajo de mi pecho. Los chismes siempre me devuelven la salud, así que en la plática de este nuevo candidato ideal, recupero los buenos ánimos que supuestamente perdí en mi agonía. —¡Ese mismo! ¡Oh, Jolene! ¡Eres tan inteligente! ¡Serías sobrina política de nuestra ministra de Educación! Eso haría más sencillo los trámites para que acepten que una nueva institución brinde educación complementaria a las muchachas del Royal— estoy flotando en nubes rosas con esta fantasía que podría convertirse en realidad, y limpio el aire de los nombres masculinos que han quedado descartados ¡y olvidados! Claro que al final no hace más que amargarme cuando también, a su manera, rechaza a este joven. —Para la edad que te cases, muchacha, dudo que pueda ser escandaloso. Si no necesita de un bastón para moverse y todavía le sirve la cadera, me daré por satisfecha— chasqueo la lengua.
Mi mano tira del cajón de la mesa de luz una segunda vez para sacar otro par de carpetas. —Un spa en el distrito cuatro, mi propia marca de ropa, oh, ahí está la de mi perfume, un teatro en el distrito uno, una galería de arte contemporáneo, no, esa no la toques, tengo que revisar esos borradores antes de publicarlos en Watpod— se los quito de la mano, ¡demasiados casos hay de finales filtrados como para confiar en mi propia nieta! —Llevo mucho tiempo pensando en este instituto, pero es el umbral de la muerte lo que me incita a tomar esta decisión de una buena vez por todas. ¿Es eso lo que necesitamos los mortales, Jolene? ¿Qué la muerte nos respire en la nuca para asumir riesgos?— por poco no le meto la primera carpeta en los ojos por lo mucho que la acerco a su nariz.
Tomo con mis dedos el borde de la sábana para limpiarme la frente, que el vapor de hace unos minutos me dejo una transpiración molesta. —Si dices que vas a recibir los cronogramas, ¿es casi una aceptación de tu parte?— pregunto desde detrás de la tela, que vuelvo a colocar, bien doblada, debajo de mi pecho. Los chismes siempre me devuelven la salud, así que en la plática de este nuevo candidato ideal, recupero los buenos ánimos que supuestamente perdí en mi agonía. —¡Ese mismo! ¡Oh, Jolene! ¡Eres tan inteligente! ¡Serías sobrina política de nuestra ministra de Educación! Eso haría más sencillo los trámites para que acepten que una nueva institución brinde educación complementaria a las muchachas del Royal— estoy flotando en nubes rosas con esta fantasía que podría convertirse en realidad, y limpio el aire de los nombres masculinos que han quedado descartados ¡y olvidados! Claro que al final no hace más que amargarme cuando también, a su manera, rechaza a este joven. —Para la edad que te cases, muchacha, dudo que pueda ser escandaloso. Si no necesita de un bastón para moverse y todavía le sirve la cadera, me daré por satisfecha— chasqueo la lengua.
Mi mano tira del cajón de la mesa de luz una segunda vez para sacar otro par de carpetas. —Un spa en el distrito cuatro, mi propia marca de ropa, oh, ahí está la de mi perfume, un teatro en el distrito uno, una galería de arte contemporáneo, no, esa no la toques, tengo que revisar esos borradores antes de publicarlos en Watpod— se los quito de la mano, ¡demasiados casos hay de finales filtrados como para confiar en mi propia nieta! —Llevo mucho tiempo pensando en este instituto, pero es el umbral de la muerte lo que me incita a tomar esta decisión de una buena vez por todas. ¿Es eso lo que necesitamos los mortales, Jolene? ¿Qué la muerte nos respire en la nuca para asumir riesgos?— por poco no le meto la primera carpeta en los ojos por lo mucho que la acerco a su nariz.
— ¡Pero me gustan mis cortinas! — es la queja más infantil y mentirosa que he dicho en mucho tiempo. No es secreto que no soy fanática de mi vida, pero prefiero hacer lo posible en mantenerme cerca de mí misma que transformarme en Georgia 2.0, que eso sería demasiado hasta para mí. Ella tendrá sus cosas, pero creo que nuestras fallas a lo largo de la vida son bastante diferentes como para siquiera poder ver similitudes entre nosotras — No, significa que voy a chequear tus ideas y considerar tu propuesta. Estoy segura de que puedo darte una visión más moderna o dos — no quiero ni imaginarme lo que puede llegar a ser una institución con un montón de normas para que las chicas del Royal se vuelvan la figura que la sociedad de élite puede llegar a aspirar, aunque creo poder nombrar al menos a un par de alumnas que sé que adorarían tomar clases de protocolo. Obviemos que son aquellas que peor me caen.
Todo lo que me está diciendo me hace pensar que ya ha contratado hasta el servicio de catering de la boda y de tan solo pensarlo creo que he perdido el poco color que llevo en la cara, lo cual debe hacer que mi cabello parezca más brillante. Aún así, he aprendido que cuanto más discuta sobre hombres con Georgia, menos vamos a llegar a un acuerdo y me conformo con darle unas palmaditas sobre la manta en lo que creo que es su pie, Tengo que admitirlo, al menos el comentario de la cadera me hace reír — ¿Crees que me casaría con alguien que no puede cumplir el único requisito que me interesa en un marido? — se me escapa el comentario sarcástico antes de recordar con quién estoy hablando y sacudo una de mis manos para que lo olvide. Sé que alguna vez fui una persona que lloriqueaba por cariño, lo tengo bien en claro. También sé que permití que me rompieran el corazón y que volvieran a sanarlo, para perderlo todo. A veces me cuesta mucho encontrar lo que ha quedado, o no, de esa persona que supe ser alguna vez. Debe ser por eso que no me interesa encontrar marido. No es algo que me interese debatir con ella, no si aún no sé bien cómo ponerlo en palabras.
Es muy fácil perder el hilo de mis delirios mentales cuando la veo sacar carpeta tras carpeta y empiezo a debatirme si esta mujer en algún momento consigue dormir con tanta cosa metida dentro de la cabeza — ¡Oh, pero una galería de arte sí que me gusta! — me quejo con una voz que suena a un lamento caprichoso. ¿Por qué no me ha llamado por ese proyecto, cuando sabe que es lo que más me gustaría? Tengo que recordarme que soy una persona que va caminando poco a poco a las cuatro décadas para no hacer un puchero y me pongo bizca al tener la carpeta tan cerca, de modo que tengo que tomarla antes de que me empiece a doler la cabeza — Eso depende de qué maneras tiene la muerte de respirarte en la nuca — mascullo. A pesar de que tengo el amague de abrir la carpeta, mis ojos se centran en ella — ¿Cómo te sientes? — no puedo no preguntar, aunque si me baso en su sudor, puedo imaginarlo — ¿De verdad crees que no hay alternativas? La medicina ha avanzado con locura en estos tiempos y siempre se puede seguir buscando una solución… Si es lo que quieres — aunque dicen por ahí que las personas más jodidas son las que más tiempo viven, así que… todo es posible.
Todo lo que me está diciendo me hace pensar que ya ha contratado hasta el servicio de catering de la boda y de tan solo pensarlo creo que he perdido el poco color que llevo en la cara, lo cual debe hacer que mi cabello parezca más brillante. Aún así, he aprendido que cuanto más discuta sobre hombres con Georgia, menos vamos a llegar a un acuerdo y me conformo con darle unas palmaditas sobre la manta en lo que creo que es su pie, Tengo que admitirlo, al menos el comentario de la cadera me hace reír — ¿Crees que me casaría con alguien que no puede cumplir el único requisito que me interesa en un marido? — se me escapa el comentario sarcástico antes de recordar con quién estoy hablando y sacudo una de mis manos para que lo olvide. Sé que alguna vez fui una persona que lloriqueaba por cariño, lo tengo bien en claro. También sé que permití que me rompieran el corazón y que volvieran a sanarlo, para perderlo todo. A veces me cuesta mucho encontrar lo que ha quedado, o no, de esa persona que supe ser alguna vez. Debe ser por eso que no me interesa encontrar marido. No es algo que me interese debatir con ella, no si aún no sé bien cómo ponerlo en palabras.
Es muy fácil perder el hilo de mis delirios mentales cuando la veo sacar carpeta tras carpeta y empiezo a debatirme si esta mujer en algún momento consigue dormir con tanta cosa metida dentro de la cabeza — ¡Oh, pero una galería de arte sí que me gusta! — me quejo con una voz que suena a un lamento caprichoso. ¿Por qué no me ha llamado por ese proyecto, cuando sabe que es lo que más me gustaría? Tengo que recordarme que soy una persona que va caminando poco a poco a las cuatro décadas para no hacer un puchero y me pongo bizca al tener la carpeta tan cerca, de modo que tengo que tomarla antes de que me empiece a doler la cabeza — Eso depende de qué maneras tiene la muerte de respirarte en la nuca — mascullo. A pesar de que tengo el amague de abrir la carpeta, mis ojos se centran en ella — ¿Cómo te sientes? — no puedo no preguntar, aunque si me baso en su sudor, puedo imaginarlo — ¿De verdad crees que no hay alternativas? La medicina ha avanzado con locura en estos tiempos y siempre se puede seguir buscando una solución… Si es lo que quieres — aunque dicen por ahí que las personas más jodidas son las que más tiempo viven, así que… todo es posible.
Si dice que lo va a mirar para darme algunas sugerencias, es casi un hecho de que la tengo dentro de este proyecto, cuando sé que no le cuesta nada hacerse la indiferente y decirme que está ocupada con otras cosas, sus maneras de evasión a las responsabilidades son conocidas para mí. ¿Qué le cuesta tomar algo, lo que sea, que le permita plantar sus pies sobre el suelo que pisa? Si no prospera lo de este instituto, por su propio bien, le compraré una parcela de tierra para que se dedique a cuidar una huerta orgánica. ¡Que modos que tiene esta muchacha! Me hace rabiar hasta con lo mínimo, incluso conseguirse un novio para sentar cabeza. —Eso también es lo que me preocupa a mí, querida. ¡Qué por lenta hasta te quedes con un inútil para lo único que podría servirte un marido al final de cuentas!— ay, esta muchacha, que me hace perder la paciencia sobre cosas nimias. Pongo mis ojos en blanco, que ella sabrá lo que hace de su vida y si no se quiere casar, lo único que me queda es confiar en que ese gato que tiene no le espantará a las visitas de los viernes que tenga, con los que espero que sea discreta, como se espera de la directora de una academia de señoritas.
Suspiro para no tener que contestar sobre mi estado de salud, lo irremediable de la muerte que plasmé en esas cartas entregadas a diestra y siniestra, y medito si vale la pena recuperar mi pose de mi mano sobre la frente para llorar sobre la almohada por estos años malditos que se me escapan entre los dedos. —Es solo una gripe, Jolene. ¡No te lo tomes todo tan en serio… tan para el drama! ¿Eso es lo que están esperando? ¿Están contando los días para que me muera y ver quién se queda con todo lo mío! ¡Un perro! ¡Me voy a comprar un perro! Y se lo voy a dejar todo— decido, incorporada en la cama con la espalda rígida y mi dedo índice en alto, sentenciando mi castigo a todos mis nietos. —¡Qué solo quería que vinieras a visitarme! ¿Hace falta estar moribunda para eso? Estos jóvenes, siempre hay que andarles detrás, que si no se cierran en sus habitaciones con un portazo. ¿Es que no vas a contarme qué es de tu vida, por donde andas vagando sin rumbo y esas otras tonterías?— refunfuño. Me echo hacia atrás para volver a recostarme en las almohadas y con una palmada le indico que se acomode a mi lado. —Ven, vamos a mirar un reality. Estamos en un aprieto, Jolene. Llegaron pruebas a la producción de que una de las chicas es una pastelera calificada, ¡y es un reality donde concursan aficionados! Los fans están pidiendo que se la expulse, ¡pero ya están filmados todos los capítulos! ¡Ella ganó! ¡Ay, Morgana! ¡Qué gente inútil tengo por todos lados!— bufo.
Suspiro para no tener que contestar sobre mi estado de salud, lo irremediable de la muerte que plasmé en esas cartas entregadas a diestra y siniestra, y medito si vale la pena recuperar mi pose de mi mano sobre la frente para llorar sobre la almohada por estos años malditos que se me escapan entre los dedos. —Es solo una gripe, Jolene. ¡No te lo tomes todo tan en serio… tan para el drama! ¿Eso es lo que están esperando? ¿Están contando los días para que me muera y ver quién se queda con todo lo mío! ¡Un perro! ¡Me voy a comprar un perro! Y se lo voy a dejar todo— decido, incorporada en la cama con la espalda rígida y mi dedo índice en alto, sentenciando mi castigo a todos mis nietos. —¡Qué solo quería que vinieras a visitarme! ¿Hace falta estar moribunda para eso? Estos jóvenes, siempre hay que andarles detrás, que si no se cierran en sus habitaciones con un portazo. ¿Es que no vas a contarme qué es de tu vida, por donde andas vagando sin rumbo y esas otras tonterías?— refunfuño. Me echo hacia atrás para volver a recostarme en las almohadas y con una palmada le indico que se acomode a mi lado. —Ven, vamos a mirar un reality. Estamos en un aprieto, Jolene. Llegaron pruebas a la producción de que una de las chicas es una pastelera calificada, ¡y es un reality donde concursan aficionados! Los fans están pidiendo que se la expulse, ¡pero ya están filmados todos los capítulos! ¡Ella ganó! ¡Ay, Morgana! ¡Qué gente inútil tengo por todos lados!— bufo.
Mis manos se alzan en el aire en clara señal de que me estoy atajando, tengo los ojos tan grandes que de seguro ahora mismo me deben ocupar toda la cara — ¡Me he basado en tus mensajes moribundos! ¿Crees que te ando deseando la muerte por ahí? Por favor — me doy el lujo de ser tan dramática como ella y me llevo una mano al pecho con fingido escándalo, ese que utilizo para remarcar mi sarcasmo. ¿Acaso he hecho mal en preocuparme, en querer chequear que en verdad todo se encuentre tan mal como para poder hacer algo al respecto? Será que al final mi vida está cargada de drama porque he heredado una buena dosis de las venas de esta mujer. Tengo que acomodar las carpetas así todo el movimiento de las mantas no las arrojan al suelo, hago una pequeña pila y me pongo de pie para poder ponerlas sobre la mesa de luz. No puedo creerlo, de verdad. Será que la abuela no se está muriendo y no puedo evitar pensar que se mantendrá firme y cascarrabias hasta que vea que se levante el último ladrillo de su institución.
— ¿Por qué afirmas que estoy vagando sin rumbo? — me muestro divertida en lo que me acomodo en su cama, tengo que quitarme el calzado para subir los pies en lo que me fijo en la televisión. — ¿De verdad? Vaya, la gente es cada vez menos recatada con tal de ganar un poco de fama — ironizo, que está claro que el chisme de la farándula no es de mi importancia — Lo más probable es que acaben despidiendo al productor o quien sea que haya permitido que una persona como ella se ponga a participar. ¿Eso es lo que la gente consume? Lo lamento, no me gustan los realitys — ni creo que haga falta el explicar los motivos. Apoyo la espalda contra las almohadas que tengo al alcance, que tampoco voy a ocupar mucho espacio en esta cama en lo que abrazo mis rodillas — Sí he visto unas cuantas series de ficción para pasar el rato. ¿Qué más? Ah, sí. Ayudé a Will con su mudanza para que pueda instalarse en el ocho. ¿Wilhelm Schumer? ¿El que era mi psicólogo? Y he estado tomando el té con Phoebe Powell… — lo dejo caer como si nada, poniendo toda mi cara de inocente palomita — Estar sola con ese bebito debe ser una tarea bastante agotadora y pasar un rato entre amigas nunca está de más. Tú sabes, la vida de siempre. ¿Viste las noticias sobre que su padre fue quien infestó el nueve? Terrible, muy terrible — chasqueó la lengua en señal de preocupada desaprobación, que si hay alguien que de seguro conoce todo lo que ha pasado, es ella.
— ¿Por qué afirmas que estoy vagando sin rumbo? — me muestro divertida en lo que me acomodo en su cama, tengo que quitarme el calzado para subir los pies en lo que me fijo en la televisión. — ¿De verdad? Vaya, la gente es cada vez menos recatada con tal de ganar un poco de fama — ironizo, que está claro que el chisme de la farándula no es de mi importancia — Lo más probable es que acaben despidiendo al productor o quien sea que haya permitido que una persona como ella se ponga a participar. ¿Eso es lo que la gente consume? Lo lamento, no me gustan los realitys — ni creo que haga falta el explicar los motivos. Apoyo la espalda contra las almohadas que tengo al alcance, que tampoco voy a ocupar mucho espacio en esta cama en lo que abrazo mis rodillas — Sí he visto unas cuantas series de ficción para pasar el rato. ¿Qué más? Ah, sí. Ayudé a Will con su mudanza para que pueda instalarse en el ocho. ¿Wilhelm Schumer? ¿El que era mi psicólogo? Y he estado tomando el té con Phoebe Powell… — lo dejo caer como si nada, poniendo toda mi cara de inocente palomita — Estar sola con ese bebito debe ser una tarea bastante agotadora y pasar un rato entre amigas nunca está de más. Tú sabes, la vida de siempre. ¿Viste las noticias sobre que su padre fue quien infestó el nueve? Terrible, muy terrible — chasqueó la lengua en señal de preocupada desaprobación, que si hay alguien que de seguro conoce todo lo que ha pasado, es ella.
Por el resumen de chismes que me hace, ¡hasta creo que puedo tomarla como mi nieta de verdad! Comparto parte de mi sábana con ella para que pueda cubrirse medio cuerpo, más no sea para hacer esto como se debe y también busco mi varita para sacar de uno de los cajones una de mis reservas de bombones así levitan hasta la cama, donde se colocan entre ambas. Desenvuelvo el chocolate del envoltorio que los protege con mis dedos nerviosos que han perdido la precisión de antes y hago las preguntas de rigor antes de llevarme el primero a la boca. —¿Y tú por qué andas ayudando a tu psicomago en la mudanza? ¿Tienes interés en sus muebles? ¿Alguno en particular como una cama?— preguntárselo así es más entretenido que ir directamente a suponer que se anda acostando con el hombre, ¡ja! Que entonces me dirá que no de tajo, prefiero decirlo con un ronroneo entre dientes que deja la sospecha de otras cosas.
—¿Así de buena amiga eres con Phoebe? ¡No lo sabía!— exclamo con la sorpresa de saber que esa muchacha tenga amigas, ¡que mi nieta tiene amigas! Si es que había pensado que cada una vivía en su esquina solitaria, el que hayan sido colegas no las obliga a nada. ¡Ah! ¡Mírala! Muy amiga, muy amiga, y la primera me chismorrea por el padre. Me acerco a ella con mi hombro rozando el suyo para enfatizar en la confidencia que requiere este tema. —¿Tu lo crees, Jolene? ¿Qué te dice tu instinto?— la pongo a prueba, ¿qué tiene ella para decirme al respecto en vez de ser yo quien la ponga al tanto de las especulaciones que se hablan en las salas cerradas de la editorial? Pongo en pausa el reality si tanto le molesta ver a las personas haciendo postres tan horribles que dan más risa que hambre, en eso recaía la popularidad del programa. Paso a otra película, la del Último Viaje al Distrito 4, con esos galanazos que hacen que me considere casarme una vez más. —¿En serio planeas seguir como profesora del Royal? Y encima en un puesto como profesora de duelos, ¿te das cuenta que cargas con la responsabilidad de educar niños que muy probablemente con todo lo que está pasando, tengan que hacer uso de lo que le enseñes? ¿Estás bien con eso?— que salte del barco, cuánto antes, que se está hundiendo. El Royal un día de estos va a recibir una intervención por parte del ministerio que va a colocar a los licántropos al frente para que enseñen a pelear a nuestros chicos como animales salvajes, si esos son los que el presidente parece querer en su ejército.
—¿Así de buena amiga eres con Phoebe? ¡No lo sabía!— exclamo con la sorpresa de saber que esa muchacha tenga amigas, ¡que mi nieta tiene amigas! Si es que había pensado que cada una vivía en su esquina solitaria, el que hayan sido colegas no las obliga a nada. ¡Ah! ¡Mírala! Muy amiga, muy amiga, y la primera me chismorrea por el padre. Me acerco a ella con mi hombro rozando el suyo para enfatizar en la confidencia que requiere este tema. —¿Tu lo crees, Jolene? ¿Qué te dice tu instinto?— la pongo a prueba, ¿qué tiene ella para decirme al respecto en vez de ser yo quien la ponga al tanto de las especulaciones que se hablan en las salas cerradas de la editorial? Pongo en pausa el reality si tanto le molesta ver a las personas haciendo postres tan horribles que dan más risa que hambre, en eso recaía la popularidad del programa. Paso a otra película, la del Último Viaje al Distrito 4, con esos galanazos que hacen que me considere casarme una vez más. —¿En serio planeas seguir como profesora del Royal? Y encima en un puesto como profesora de duelos, ¿te das cuenta que cargas con la responsabilidad de educar niños que muy probablemente con todo lo que está pasando, tengan que hacer uso de lo que le enseñes? ¿Estás bien con eso?— que salte del barco, cuánto antes, que se está hundiendo. El Royal un día de estos va a recibir una intervención por parte del ministerio que va a colocar a los licántropos al frente para que enseñen a pelear a nuestros chicos como animales salvajes, si esos son los que el presidente parece querer en su ejército.
No puedo no reírme con lo que está insinuando de una manera muy poco disimulada, hasta se me escapa el mirarla con los ojos expandidos como si en verdad me sorprendiera que pueda salirme con una de esas — Que sutil — bromeo con una sonrisa ladina — No me estoy acostando con Wilhelm, si es lo que te interesa saber. Solo somos amigos y he decidido darle una mano, que sé lo fastidiosa que puede ser una mudanza — no porque yo haya tenido mucho que mudar cuando me instalé en la casa que ocupo ahora, sino porque el equipar un hogar ya es frustrante de por sí como para tener que hacerlo con un montón de cajas al mismo tiempo — ¿Es tan difícil el creer que puedo tener amigos hombres sin segundas intenciones? No sé si me halaga o me ofende — espero que esté claro que no estoy hablando en serio.
— No somos tan amigas, pero nos llevamos bien. Es bueno tener con quien salir a beber algo cuando estás con la cabeza a punto de estallar — no es como que le estoy mintiendo, me encojo de hombros porque dudo que pueda decir mucho más de mi relación con Phoebe Powell. Somos colegas, podemos entendernos al momento de hablar, no es muy difícil de pensarlo. ¿O acaso no es lo que las personas normales hacen? La manera en la cual se acomoda a mi lado no me sorprende, si no me empiezo a reír es porque he desarrollado la habilidad de poner cara de póker con el correr de los años y bien que ya estoy a la mitad de mis treinta — No lo sé. No sería la primera vez que el Ministerio se limpia las manos echando culpas al aire, pero si consideramos que tienen una grabación… — que pudo ser alterada, lo que hace que me encoja de hombros — Estoy muy alejada de las revueltas como para sacar conclusiones y hace años que no soy parte de ningún movimiento, aunque tal vez podría hacer una pregunta en el norte o dos — hay contactos que, nos guste o no, no se pierden. Bastante tuve que moverme entre las parias como para estar en una cama elegante hablando de ellos y acabar fingiendo que no los conozco.
Clavo los ojos en los hombres musculosos de la televisión, más no por verdadero interés pero sí porque es mi manera de ganar tiempo antes de chasquear la lengua en señal de censura — Estoy como profesora de duelo en el Royal porque Eloise Leblanc creyó que una antigua mentora de los Juegos Mágicos era la persona idónea para entrar a los niños en tiempos de aparente guerra. Entiendo que muchos rebeldes sean jóvenes, pero no creo que sea bueno preparar a nuestros jóvenes cuando hay todo un ejército de aurores y ahora licántropos para pelear — creo que no hace falta decir más para dejar en claro que no me parece bien el poner armas en manos inocentes, pero parece que de todos modos no fue un punto muy respetado por mis superiores — Si fuera por mí, ya habría renunciado, pero digamos que me fue impuesto.
— No somos tan amigas, pero nos llevamos bien. Es bueno tener con quien salir a beber algo cuando estás con la cabeza a punto de estallar — no es como que le estoy mintiendo, me encojo de hombros porque dudo que pueda decir mucho más de mi relación con Phoebe Powell. Somos colegas, podemos entendernos al momento de hablar, no es muy difícil de pensarlo. ¿O acaso no es lo que las personas normales hacen? La manera en la cual se acomoda a mi lado no me sorprende, si no me empiezo a reír es porque he desarrollado la habilidad de poner cara de póker con el correr de los años y bien que ya estoy a la mitad de mis treinta — No lo sé. No sería la primera vez que el Ministerio se limpia las manos echando culpas al aire, pero si consideramos que tienen una grabación… — que pudo ser alterada, lo que hace que me encoja de hombros — Estoy muy alejada de las revueltas como para sacar conclusiones y hace años que no soy parte de ningún movimiento, aunque tal vez podría hacer una pregunta en el norte o dos — hay contactos que, nos guste o no, no se pierden. Bastante tuve que moverme entre las parias como para estar en una cama elegante hablando de ellos y acabar fingiendo que no los conozco.
Clavo los ojos en los hombres musculosos de la televisión, más no por verdadero interés pero sí porque es mi manera de ganar tiempo antes de chasquear la lengua en señal de censura — Estoy como profesora de duelo en el Royal porque Eloise Leblanc creyó que una antigua mentora de los Juegos Mágicos era la persona idónea para entrar a los niños en tiempos de aparente guerra. Entiendo que muchos rebeldes sean jóvenes, pero no creo que sea bueno preparar a nuestros jóvenes cuando hay todo un ejército de aurores y ahora licántropos para pelear — creo que no hace falta decir más para dejar en claro que no me parece bien el poner armas en manos inocentes, pero parece que de todos modos no fue un punto muy respetado por mis superiores — Si fuera por mí, ya habría renunciado, pero digamos que me fue impuesto.
—Soy la reina de la sutileza— lo digo al acercar otro chocolate a mi boca, si algún día me muero, espero que sea por sobredosis de chocolate, no por esta mierda de la edad. —No digo que sea difícil que tengas amigos hombres, querida— me aclaro, revolviendo dentro de la caja de bombones para dar con otro de mis favoritos, a ella le dejo los que no me gustan. —¡Lo que me sorprende es que tengas amigos!— exclamo, con el asombro que se debe, porque este tipo de abuela soy, la que le dice a su nieta si tiene un corto horroroso. —Si quieres tener amigos hombres, ¡adelante, querida! ¡No voy a insinuar nada más!— la aliento, y al desenvolver otro de los chocolates, le lanzo una mirada de costado. —Pero, ¿cuántos años tiene? No te olvides que tienes una abuela soltera y yo sí que ya no estoy en edad para amigos—. ¡Que no tengo tanto tiempo! ¡Un año me llevó conseguir que Gilbert Ehrenreich me ponga un anillo en el dedo! No volveré a pasar por esas. —Por difícil que te resulte creer de mi parte— comienzo tras escuchar lo que también me cuenta de Phoebe, —en verdad me alegra que tu vida social haya expandido horizontes más allá de tu gato feo—, siempre derrochando amables cumplidos.
A lo que dice sobre ese virus que anda rondando por el distrito nueve me encojo de hombros. —Ese hombre es muggle, Jolene. Ese tal Richter. Con lo del funeral, ahora también esto, si todo es cosa suya está trabajando con un muy buen pocionista— decirlo me hace pensar en Rebecca, que era la que me proveía de amortentia para el bendito Gilbert, como ella habrá otros que siguen vendiendo pociones en el norte por dos monedas y que no tienen bandera, si esa mujer tampoco la tiene, pero la podemos contar de este lado desde que Magnar Aminoff la trajo. Y de este lado también tenemos a los Helmuth, esperemos que nuestro buen ministro sepa que hacer si en otra ocasión, Richter nos hace a nosotros su blanco de un nuevo virus. ¿Por qué pensarlo así hace que mi instinto me diga que hay algo que estoy pasando de largo? Salgo de mis pensamientos abruptamente para retomar la conversación con Jolene que me está diciendo algo sobre que Eloise Leblanc le impuso el trabajo. —¡Esa mujer! Sus maneras de contratar gente dejan mucho que desear—, apartemos la vista de las mías, aunque yo puedo decir que Phoebe me buscó por su propia decisión, algo de lo que no pienso hablar con Jolene porque le prometí discreción a la muchacha, a mi modo lo cumplo. —Entonces dudo que te deje ir para que puedas estar a cargo de un instituto, incluso si es uno de clases ocasionales— chasqueo la lengua, —¿quieres que le haga una visita a Eloise?— lo pregunto arqueando una ceja, ella me entiende, ese tipo de visitas, le diré a Ramik que se contacte con sus primos, hace mucho que no hago de esas cosas y me aburro en la casa.
A lo que dice sobre ese virus que anda rondando por el distrito nueve me encojo de hombros. —Ese hombre es muggle, Jolene. Ese tal Richter. Con lo del funeral, ahora también esto, si todo es cosa suya está trabajando con un muy buen pocionista— decirlo me hace pensar en Rebecca, que era la que me proveía de amortentia para el bendito Gilbert, como ella habrá otros que siguen vendiendo pociones en el norte por dos monedas y que no tienen bandera, si esa mujer tampoco la tiene, pero la podemos contar de este lado desde que Magnar Aminoff la trajo. Y de este lado también tenemos a los Helmuth, esperemos que nuestro buen ministro sepa que hacer si en otra ocasión, Richter nos hace a nosotros su blanco de un nuevo virus. ¿Por qué pensarlo así hace que mi instinto me diga que hay algo que estoy pasando de largo? Salgo de mis pensamientos abruptamente para retomar la conversación con Jolene que me está diciendo algo sobre que Eloise Leblanc le impuso el trabajo. —¡Esa mujer! Sus maneras de contratar gente dejan mucho que desear—, apartemos la vista de las mías, aunque yo puedo decir que Phoebe me buscó por su propia decisión, algo de lo que no pienso hablar con Jolene porque le prometí discreción a la muchacha, a mi modo lo cumplo. —Entonces dudo que te deje ir para que puedas estar a cargo de un instituto, incluso si es uno de clases ocasionales— chasqueo la lengua, —¿quieres que le haga una visita a Eloise?— lo pregunto arqueando una ceja, ella me entiende, ese tipo de visitas, le diré a Ramik que se contacte con sus primos, hace mucho que no hago de esas cosas y me aburro en la casa.
— Primero que nada, mi gato no es feo — levanto un dedo para marcar mi punto, a pesar de que tengo los labios torcidos en una sonrisa — En segundo lugar, tengo amigos a pesar de que no sean muchos. No hace tantos años que he vuelto a la vida civil, ¿recuerdas? Cuesta volver a incorporarse en la sociedad y hacer amigos a montones jamás ha sido mi fuerte — de alguna manera siempre me las arreglé para ser algo así como la persona incómoda y freak de la habitación, incluso cuando nada se había ido a la mierda aún — Y tercero… Está en sus cuarenta, pero no lo veo muy interesado en salir con nadie, así que lamento mucho tener que romper tus ilusiones de un nuevo matrimonio — que incluso la simple idea no sé si me da risa o escalofríos.
Asiento de manera pensativa. Le he dado alguna que otra vuelta al tema, ese tan Hermann Richter es una enorme incógnita y deduzco, casi que por instinto, que quizá pueda preguntar por él incluso si Georgia no me lo pide. Hay información que no debería salir en su periódico, no cuando puedo utilizarla para aclararme un par de puntos. Si los muggles han sido las personas detrás del ataque de inferis, significa que no son amigos de Black. ¿Cuántos bandos se están moviendo? ¿Cuántos son en verdad fieles a sus ideales o están buscando un punto de partida para hacerse con este espacio habitable y poco envidiable? Es un juego de poder… ¿A qué costo? — Oh, no te preocupes — chasqueo la lengua como si no supiera que lo va a hacer de todas formas, se lo pida o no — Eloise no tiene poder sobre mis actividades fuera del Royal. Si puedo seguir dando clases de arte, puedo hacer cualquier cosa. Prometo que analizaré tu petición — le repito, no sea cosa que la tengo de insistente con el tema dentro de veinticuatro horas. Le doy una palmadita cariñosa en los nudillos y me pongo de pie, con cuidado de estirar las sábanas que mi peso arrugaron — Por ahora, creo que te dejaré descansar. Cualquier cosa que necesites, a pesar de nuestras diferencias, espero que sepas que puedes llamarme. ¿No es así? — le alzo las cejas, no sea cosa que no me tome en serio — Al fin de cuentas, somos familia — es algo que mi hermano jamás ha comprendido.
Asiento de manera pensativa. Le he dado alguna que otra vuelta al tema, ese tan Hermann Richter es una enorme incógnita y deduzco, casi que por instinto, que quizá pueda preguntar por él incluso si Georgia no me lo pide. Hay información que no debería salir en su periódico, no cuando puedo utilizarla para aclararme un par de puntos. Si los muggles han sido las personas detrás del ataque de inferis, significa que no son amigos de Black. ¿Cuántos bandos se están moviendo? ¿Cuántos son en verdad fieles a sus ideales o están buscando un punto de partida para hacerse con este espacio habitable y poco envidiable? Es un juego de poder… ¿A qué costo? — Oh, no te preocupes — chasqueo la lengua como si no supiera que lo va a hacer de todas formas, se lo pida o no — Eloise no tiene poder sobre mis actividades fuera del Royal. Si puedo seguir dando clases de arte, puedo hacer cualquier cosa. Prometo que analizaré tu petición — le repito, no sea cosa que la tengo de insistente con el tema dentro de veinticuatro horas. Le doy una palmadita cariñosa en los nudillos y me pongo de pie, con cuidado de estirar las sábanas que mi peso arrugaron — Por ahora, creo que te dejaré descansar. Cualquier cosa que necesites, a pesar de nuestras diferencias, espero que sepas que puedes llamarme. ¿No es así? — le alzo las cejas, no sea cosa que no me tome en serio — Al fin de cuentas, somos familia — es algo que mi hermano jamás ha comprendido.
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