The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Desde la visita de Jolene no he podido quitarme de la cabeza la idea de que andan rumoreando sobre Charles en el ministerio, cosa que descubrí por mi propia cuenta cuando me acerqué hace unos días para dejar hecho un papeleo sobre el trabajo que ya debería haber entregado hace semanas y que entre todo lo que he tenido que hacer ni siquiera me entraron ganas de llevarlo a cabo. Pocas ganas también me han dado de regresar a los pasillos ministeriales después de escuchar muchos de esos chismes yo misma, así que no me ha supuesto un problema el volver a mi burbuja en el distrito cuatro. Sí, soy consciente de que no me relaciono más que con mi familia y amistades cercanas, pero honestamente, lo prefiero antes de tener que soportar que la gente hable de más. No me gusta lo que se anda diciendo con respecto a mi marido, su paradero o los motivos por los que ya no se encuentra entre los inefables del departamento, no cuando lo peor de todo es que ni siquiera tengo la potestad como para disuadir esos rumores, porque no es algo que se me tenga permitido.

Así que, a pesar de las circunstancias, puedo decir que el tiempo transcurre más rápido de lo que se me pueden llegar a hacer las noches en su momento. Lo detesto tanto como puedo disfrutarlo, una parte de mí sabe que no lo hace por la coyuntura en que me he visto forzada a vivir por las últimas semanas. Denny no para de crecer cada día, es increíble como de una tarde para otra parece estar más alerta de las cosas que suceden a su alrededor, aun demasiado inocente como para entenderlo de verdad, sigue siendo gratificante que pueda descubrir algo nuevo cada día, cosas que le gustan y otras que no tanto. Estamos de vuelta de nuestro paseo diario, uno de sus momentos favoritos del día, cuando puede estar rodeado de la naturaleza, cuando una mariposa se posa en un arbusto plegado de flores llamativas y, como a todo bebé, parece llamarle la atención. Detengo el carrito sobre el que no va ningún niño al tenerlo sostenido con unos de mis brazos contra mi cuerpo, así soy libre de acercarme, manteniéndome en cuclillas en lo que trato de no espantarla.

¿Te gusta la mariposa? — se la señalo al notar que su interés se va sobre el suelo lleno de una mezcla entre arena y tierra y capaz es la roca lo que le causa curiosidad, que no me sorprendería tampoco. Al fijarse en lo que apunto con el dedo, agita uno de sus brazos tan eufóricamente que creo que va a salir escopetada. — No, no, suave, es muy delicada, hay que cuidar las cosas que son delicadas, y no queremos que se haga daño, ¿de acuerdo? — estoy en proceso de atrapar su mano con mis dedos, cuando la mariposa se posa sobre mi dedo índice, tan tranquila que hasta yo me quedo sorprendida. — Oh, mira qué bonita — se la muestro despacio, para que pueda apreciar sus colores, y como dos segundos después vuelve a agitar su brazo en excitación, lo que hace que se asuste y proceda a tomar vuelo lejos de nosotros. Le sonrío, pero porque su inocencia y la simpleza con que ve y siente las cosas a su alrededor no le permiten entender lo que significa que algo sea tan frágil, cómo sus alas podrían romperse ante el más mínimo impacto. ¿Y qué sería de una mariposa sin alas? No sería nada, no tendría un propósito en la vida, se consumiría en su propia desdicha y acabaría muriendo. Es tan fácil que eso ocurra, no solo a algo tan pequeño, sino también al más fuerte, que planeo enseñarle a mi hijo como se deben cuidar. Si no es hoy, mañana volveremos a hacer el mismo recorrido, tendrá su tiempo para comprenderlo, todo lo que nos rodea, cómo funciona el mundo, cómo lo hacemos nosotros.

Recargo su peso en mi brazo al levantarnos y apenas tengo que empujar del carrito unos centímetros para alcanzar el camino que lleva a la entrada de mi casa. Si me sorprendo por la presencia rubia que se encuentra de espaldas a mí frente a la puerta no se refleja en mi rostro, sí en mis palabras cuando la figura de Eloise LeBlanc se da la vuelta y puedo enfrentarla cara a cara. — No esperaba verla aquí, ministra — trato de mantener un tono cordial en mi voz, al pararme a una distancia prudente de la mujer. No, no esperaba verla aquí cuando nuestro trato se ha resumido en apenas unos encuentros que puedo contar con los dedos de una mano siendo generosa, desde el nacimiento de Hayden, y cuando Charles todavía estaba. Su indiferencia con respecto al estado actual de su hijo no es algo que me impresione, como para reclamar el mismo desinterés para con su nieto, así que solo espero a que sea ella la que diga algo.
Phoebe M. Powell
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
Bien. Sabía todas y cada una de las razones por las cuales estaba aquí. También sabía todas y cada una de las razones por las cuales esto podía salir muy mal. Diablos. Se sentía espantoso. No el visitar a mi nieto, por eso estaba emocionada y a decir verdad bastante ansiosa, era la charla con su madre lo que me tenía al borde de un ataque de nervios. Nick como siempre había sido el santo que me había escuchado en todas y cada una de mis inseguridades y, como siempre, me había alentado a superarlas. ¿Por qué había tardado tanto tiempo en casarme con él? A decir verdad jamás lo sabría.

Me acerco hasta la puerta y sé que tardo unos minutos en decidirme a tocar al timbre. Lo hago. Espero y… Debería haber llamado. ¿Tal vez avisar antes de venir? No es que Phoebe Powell me hubiese rechazado una visita, pero tal vez hubiera sido más prudente llamar y asegurarme de que estaba. ¿O tal vez había desactivado el timbre? En los primeros meses de Charles yo misma había decidido optar por esa opción. Siempre había sido un niño tan silencioso y callado que no era sorprendente su adversión a los ruidos fuertes, así que el timbre y el perro del vecino eran las únicas cosas que lo hacían llorar. Con el perro del vecino no tenía solución, el timbre sí y la única consecuencia había sido el tener menos visitas. No había sido ninguna pérdida.

Pruebo tocar una segunda vez y, aunque creo que no voy a tener éxito, me sorprende la voz de mi nuera a mis espaldas. - Creo que, dadas las circunstancias, en verdad no hace falta que me llames ministra. Eloise está bien, o cualquier cosa que te apetezca. - Era extraño, incluso yo misma no me atrevía a llamarla por su nombre de pila a secas. Mucho menos le sugeriría que me dijese Lulú, pero me encantaría. - Lamento venir sin avisar, tengo esa mala costumbre como ya debes saber. - O al menos recordaba una ocasión en particular en la que no le había avisado de mi visita y bueno… - Además de visitar a Hayden, tenía intenciones de hablar contigo, ¿tienes un momento? o cuando puedas, en verdad no quiero imponerme. - Cosa que no estaba transmitiendo al literalmente aparecerme en su casa sin siquiera preguntarle antes.
Eloise R. Leblanc
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Acomodo mis brazos alrededor del niño con la mirada posada sobre la ministra, Denny también le dedica un mirada observadora, pero dudo que nazca de más allá de su reciente curiosidad ante los nuevos rostros ahora que empieza a concentrar más su atención en lo que ocurre a su alrededor. Asiento con la cabeza en silencio cuando deja claro que podemos perder las formalidades, aunque una parte de mí se queda pensando cual sería la mejor forma de llamarla dadas las circunstancias. ¿Cómo debería llamarla? ¿Mi suegra? ¿Mi jefa? ¿La abuela de mi hijo? ¿La madre de mi esposo? Posee tantos títulos por los que podría dirigirme a ella, que ninguno se me hace el más apropiado. Cuando alzo la voz, se asemeja bastante al tono neutral que he ido adquiriendo con el paso de las semanas, sin demasiado sentimiento. — No te preocupes, solo volvíamos de dar un paseo, no solemos tener visitas — no como la suya, al menos. Esta residencia se ha acostumbrado a la visita de familiares como lo pueden ser Logan, mi hermano, Lara y Mo, y a escasos amigos como Dave, pero ninguna de ellas había incluido jamás a la parte materna de la familia de Charles. Sobra decir que tampoco suelen ser aquí, necesito de salir de esta casa para no sentirla tan vacía como parece de a veces.

Pero sí, tiene una mala costumbre con aparecerse en casas ajenas sin haber avisado previamente. Supongo que su ocupación se lo permite, el puesto de ministra que ostenta, por mucho que no desee que la llame como tal, no deja de ser el pase que necesita para que nadie pueda negarse a sus peticiones. La visión que tengo de Eloise LeBlanc cuando paso por su lado, es muy diferente de la que tuve la primera vez que nos conocimos formalmente. De entonces era ella la que se imponía sobre mí, no había un ápice de temblor en su voz, y su mirada era mucho más firme de lo que es ahora. A decir verdad, ella sabe tan bien como yo que no soy una persona que impone, más bien todo lo contrario, pero esta única vez, puedo ver a la ministra como un cabritillo asustado. — Puedes pasar — le indico al abrir la puerta y, en lugar de atravesarla primero, me hago a un lado para que pueda ser ella quien se aventure. Tanto Denny como yo la observamos, el segundo con más detenimiento, pero menos comprensión de por qué hay un rostro nuevo en la entrada de su casa. No, no es la primera vez que Eloise ve a su nieto, pero casi podría decir que esta es la primera en que pasa tanto tiempo a su alrededor.

No tengo demasiadas esperanzas, no obstante, cuando cierro la puerta tras de mí y dejo el carrito del niño a un lado de la puerta. Es una buena cosa que esta casa tenga la planta baja abierta al completo, porque eso me libra de tener que darle indicaciones hasta el salón, cuando ya puede verlo por sí misma. — Dime qué puedo ofrecerte, Eloise — le pregunto, la sensación de deja vu en el cuerpo es horrible de soportar, en especial con el hijo del suyo en brazos, así que empiezo a ocupar el aire con palabras. — ¿En qué puedo ayudarte? — empiezo, con voz cautelosa, pero la mirada fija en ella mientras se acomoda.
Phoebe M. Powell
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
Adentrarme en su hogar incluso con su permiso se siente extremadamente incómodo. No el tipo de incómodo que te hace tener el impulso de dar la vuelta y salir, sino el tipo de incómodo que recuerdo haber tenido de las épocas en las que Luther me dejaba a solas con su madre, y vaya que estoy vieja como para ir recordando esas cosas. Y sé que, en otro momento no habría dudado en dirigirme a la sala para sentarme con comodidad y pedirle un té si es que no tenía algo más fuerte. Esta vez es distinta, más cuando reconozco en el bebé que tiene en brazos expresiones que su padre tuvo en el rostro a su edad. Habían pasado treinta años, pero incluso sin saber que Charles era mi hijo, el ver a Hayden me habría confirmado la identidad de su padre en un instante.

Tomo asiento con cuidado, todavía insegura de estar haciendo lo correcto, y dejo mi bolso a un costado en lo que apoyo mis manos sobre mi regazo. - Creo que la que debería hacer esa pregunta en este caso soy yo. - Totalmente lógico llegar a casa de mi nuera y básicamente imponerme para ayudarla, pero no conocía otros modos a estas alturas de mi vida. - No quise venir antes ya que con la ausencia de Charles no sabría bien si estaba imponiéndome por encima de sus intenciones. Todavía no sé hasta qué punto actuar con respecto a él y bueno… - Nada que no se notara a leguas en mis interacciones con mis hijos. Logan había sido una sorpresa, pero Charles y jerek eran inciertos al no poder interactuar con ellos. - Claro que luego me di cuenta que, indepentientemente de los deseos de mi hijo, me faltaba antes que nada disculparme contigo.

Entrecruzo mis manos y trato de mantenerme firme en mi explicación. - Ya han pasado ¿dos años? creo que al menos eso desde la vez que fui a visitarte a tu casa en el Norte, y sí, no voy a mentirte y decir que gran parte de esta disculpa no se debe a que eres la madre de mi nieto, pero estoy aprendiendo, incluso a esta edad, que uno no puede imponerse y tomar decisiones por los demás. - Creo que, si hubiera aprendido esto unos cuantos años antes, hasta mi relación con mi hija sería muy diferente. No creía que fuese tarde, pero había un punto en el que uno simplemente podía sincerarse y esperar lo mejor. - No creo que haya nada que puedas ofrecerme, a menos que quieras presentarme tu renuncia. Me refiero a que te puse en una situación forzada y jamás te ofrecí una salida voluntaria en el caso de que así lo quisieras. No es el momento, lo sé, pero solo… Bueno. No quiero que renuncies, pero si lo deseas, la posibilidad está.
Eloise R. Leblanc
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Parece que estos días no puedo librarme de que la gente haga comentarios como el que no duda en soltar la abuela de mi hijo, a pesar de mis esfuerzos en asegurar que no necesito la ayuda ajena, porque sé bien de dónde viene, del sentimiento de lástima que todos parecen sentir cuando están a mi alrededor con un niño en brazos. ¿Me molesta? Obvio que lo hace, me cuesta descifrar cuales de todas esas personas lo sienten de verdad y cuales sus palabras de consuelo no son más que un teatro para quedar bien. En vista de que tengo la mala costumbre de juzgar de forma errónea las intenciones de alguien, la desconfianza ha pasado a ser el sentimiento que predomina en el interior. — No soy la persona con quién tienes que disculparte, y quien se merece escuchar tus disculpas no está aquí para hacerlo, así que no hace falta que… — la corto antes de que pueda seguir hablando, pero igualmente lo hace.

Frunzo el ceño en un pequeño asentimiento de cabeza silencioso, que no llego a captar a dónde pretende llegar con ese recuerdo que ambas guardamos, tan inconscientes como que dos años después terminaría casándome con su hijo. Lo que dice después me hace arrugar todavía más la frente, porque de todas las cosas que podría haber dicho, esta se siente como una bofetada en la cara y vuelve el sentimiento de que no comprendo la doble intención en sus palabras. — No puedo renunciar porque necesito el trabajo para mantener a mi hijo, no es precisamente ahora que busco una salida voluntaria de mi puesto, pero gracias. — mi voz suena tan cortante como he sentido llegar esa resolución, como si se estuviera riendo en mi propia cara al sugerir que puedo darme el lujo de renunciar, porque según ella está la posibilidad. La posibilidad no está, lo último que necesito es que ella, precisamente ella, parada donde está, venga a decirme las opciones que tengo cuando claramente están reducidas al mínimo. No voy a decirle que si no hubiera sido por su aparición en el once hace lo que ya parece una eternidad, probablemente las cosas no se hubieran desarrollado como lo hicieron, y que es a ella a quien tengo que agradecerle que me sacara del agujero que puede llegar a ser el norte, porque eso le daría justo lo que ha venido a buscar aquí: un motivo por el que sentirse bien consigo misma, incluso cuando no ha hecho nada por mostrar interés en la vida de su hijo en todo este tiempo, o la de su nieto lo poco que ha vivido.

Me aclaro la garganta al bajar la mirada hacia la alfombra del suelo, en clara señal de que estoy preparándome para hablar, pero que no sé muy bien cómo hacerlo. — Mira, Eloise, no sé muy bien qué intenciones tienes con respecto a Hayden, si vas a utilizar la ausencia de Charles para desentenderte al completo de cualquier cosa que pueda tener que ver con tu nieto como has hecho hasta ahora está bien — no puedo evitar que suene como un reproche cuando hay muchas cosas que me molestan de su accionar — o si deseas, de alguna manera, estar presente en su vida. La verdad es que no planeo meterme en tus intereses, lejos de que sean impuestos o no, sigue siendo tu elección y entendería que escogieras la salida fácil — al final, todos lo hacemos, y ella se ausentó lo suficiente de la vida de su propio hijo como para no acostumbrarse a hacer lo mismo con su nieto — Lo que yo sé y tu también porque lo escuchaste de su boca es que mi marido no prohibió que formaras parte de la vida de su hijo, y yo no pretendo faltar a su voluntad así que queda a tu disposición el decidir como vas a proceder a continuación — tengo que apartar con suavidad las manos de Hayden de mi rostro al empezar a toquetearlo por ser lo que tiene más a su alcance y aprovecho el gesto para recargar su peso en mis brazos — Solo necesito una respuesta honesta, no andaré pendiente de alguien que no hará lo mismo por nosotros, y tampoco te juzgaré si lo que decides es tomar esta oportunidad y alejarte — puedo ser muchas cosas, pero no alguien que critique por gusto, así que tiene eso a su favor. Si quiere estar, es bienvenida, lo que no necesitamos ni Hayden ni yo es cargar con personas que se quedan porque se sienten obligadas a hacerlo. Eso he aprendido.
Phoebe M. Powell
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
¿Es normal sentirse orgullosa de las elecciones de un hijo al que casi no conoces? Porque incluso tras casi treinta años de ser una extraña para Charles, que la mujer que eligió para que lo acompañe a lo largo de su vida lo defienda de esa forma me da una extraña satisfacción que casi no siento el derecho de tener. Y sí, sé que debería disculparme con él particularmente, pero no iba a ser yo quien lo buscase. Él tenía el derecho de disponer de los tiempos que pudiésemos compartir a su antojo, por mucho que quisiera buscarlo incluso en la misión que desconocía, era él quien realmente debía decidir si quería que yo perteneciera de alguna forma en su vida.

Creo que sus palabras, cada una de ellas se va grabando en mi cerebro a fuego mientras trato de digerirlas, comprender qué es lo que piensa ella de mí, y cuál es la impresión que estoy dando. Al final casi que tengo ganas de reír, porque lo que ella ve como amenaza, es justamente lo opuesto a lo que quería hacer. - Déjame empezar de nuevo, que está claro que me expliqué muy mal. - Me acomodo sobre mi misma y trato de encontrar las palabras. No busco dar lástima, así que trataré de ser breve. Soy muy consciente de las elecciones qué hice en mi pasado, de mis errores, pero no quiero repetirlos con mi nieto. No cuando no tengo la necesidad. Sé que Charles no lo prohibió, pero tampoco parecía precisamente entusiasmado porque formase parte de la vida de Hayden. Amaría hacerlo, pero por respeto a lo que creía que eran sus deseos traté de no inmiscuirme sin invitación. - Estaba claro, viendo el cómo había llegado a esta casa, que no había logrado mis intenciones por completo. -  El problema es que desconozco cuánto tiempo vaya a estar fuera mi hijo y me di cuenta que no puedo seguir evitando mis deseos por ser una cobarde simplemente. Te debía una disculpas a tí antes que nada, así que eso es lo que vine a hacer hoy.

No era el modo, probablemente debería haberlo hecho meses atrás, sino años, pero realmente estaba cansada de dejar pasar las oportunidades por creer que el momento no es el adecuado. - Creéme, sé mejor que nadie lo que es tratar de criar a un hijo sin alternativas, lo que te ofrezco no es dejarte sin trabajo, simplemente decirte que puedes dejar la docencia y que, de quererlo, podemos hallar otras posibilidades. No es caridad, simplemente es presentarle opciones a alguien a quien considero capaz y con quien, en el pasado, me porté de manera espantosa. - Y vuelvo a posar mis ojos en Hayden, porque en serio era casi tenebroso el ver lo mucho que se parecía a Charles. Tal vez no por la nariz, o el tamaño de sus ojos, pero aún así no había forma de negar quién era su padre. - Solo para que quede claro, sí quiero participar en la vida de mi nieto, tanto como me lo permitas. Y también quería hacerte saber que tenías opciones. Créeme, hace años hubiera dado lo que sea por tener siquiera una.
Eloise R. Leblanc
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Suelo tener la capacidad para leer bastante bien a las personas, puedo agradecer a la práctica y a la propia videncia de esto, sin embargo, lo estoy teniendo difícil para atravesar la transparencia de Eloise Leblanc. Las expresiones de su rostro no me dicen lo mismo que su actitud corporal y sus palabras tampoco concuerdan con la imagen que tengo de ella, sea por los escasos encuentros entre nosotras o por la visión que dan las noticias sobre su persona, esas que la hacen ver como una persona intocable y, aun así, vuelve a estar aquí, en el salón de mi casa, una que no se parece en nada al aspecto de la anterior. — Sus deseos para con Hayden no tienen nada que ver con lo que él podía sentir hacia ti, Eloise. No voy a decir que vuestra relación no fuera complicada, porque todo lo que ha pasado hasta ahora es un ejemplo claro de que lo es, pero el que dejara que participes en la vida de su hijo es precisamente porque no desea que él cargue con los mismos ejemplos — espero no estar lanzándome al vacío con lo que digo, especialmente porque me he acostumbrado a hablar por Charles incluso cuando no estoy cien por cien segura de que sea eso lo que él quiere. — De verdad no quiero meterme en cómo funciona vuestra relación, en primer lugar porque no tengo el derecho para hacerlo, y segundo porque hubiera preferido que fuera Charles quien tomara la palabra aquí — después de todo, sigue siendo su madre, no soy yo la que debería imponerse por encima de nadie — Pero en vista de que no puede hacerlo, me toca hacerlo a mí, así que en la medida de lo posible, me gustaría poder ahorrarle todo eso a mi hijo. — pedir por una vida normal para él puede parecer nada, pero sé muy bien que es demasiado en el mundo en que vivimos.

Al menos, dentro de lo que cabe, sé que es honesta cuando dice compartir el sentimiento, porque estuve presente cuando hizo sus declaraciones sobre los motivos por los que dejó en adopción a los tres de sus hijos. Me encuentro un poco escéptica, de todas formas, por lo siguiente y que acompaño con todas las facciones de mi cara en duda. — ¿Qué posibilidades? — dice que no es caridad, pero es básicamente como conseguí el puesto que tengo ahora como profesora en el Royal. — No tengo estudios de ningún tipo más que la formación básica obligatoria, y tanto tú como yo sabemos que el trabajo que me diste fue por enchufe, no porque tuviera alguna clase de experiencia en el ámbito — no es algo que no le dijera en su momento, pero incluso de aquellas no estaba en una situación tan desesperada como ahora por mantener el trabajo. — Siempre que pueda seguir llevando dinero a casa, no me importa seguir en la docencia, puedo mantener mi lugar como profesora — esa es la realidad del asunto, el conformismo siempre me ha llevado a mantenerme parada en un sitio, lo hizo Rebecca en su día y lo hizo Eloise también, pero ahora ese conformismo se debe a que no voy a dejar un trabajo estable solo porque no es lo que escogí yo en un principio. — Agradezco tu intención, pero creo que llega algo tarde, y ahora mismo tengo otras prioridades, seguiré con mi puesto el tiempo que haga falta — aseguro, tanto como la vida decente que quiero asegurarle a mi hijo, y no me importa tener que aceptar dos, tres, cuatro trabajos al mismo tiempo si con eso consigo dársela.

Pero tampoco estoy aquí para recriminarle las cientos de cosas que pudo haber hecho mal con el suyo, sino para aceptar lo que tiene para decir y reconocer que no es la única persona que ha cometido errores. Yo misma lo he hecho, muchos, además, así que quizás sea esa la razón por la que termino por asentir con la cabeza. — Está bien — doy unos pasos en su dirección, cuando estoy lo suficientemente cerca tomo asiento de manera cautelosa a su lado, guardando cierta distancia al sentar a Denny sobre mi regazo con todo el peso de sus escasos cinco meses. Me golpean las semejanzas que puedo ver en ella, que vi antes en Chuck, al pararme a observar el azul de sus ojos de la misma forma que pude haberlo hecho con los de su hijo, es el mismo azul que también ha heredado Hayden. No hay duda de que la genética de LeBlanc tomó mucha más forma que la de mi familia y eso hace que todavía la ausencia de mi esposo se haga más dura, porque puedo verlo a él en nuestro hijo. — Es muy observador, no te asustes si se te queda mirando durante demasiado tiempo, y cuidado no te meta los dedos en la cara, está en esa fase en la que hasta las pestañas le parecen interesantes — el intento de broma no me sale como me gustaría, principalmente porque creo que tendría que reírme para ser considerada una como tal, pero solo puedo atinar a coger a Hayden por debajo de sus brazos para extender los míos en dirección a su abuela.
Phoebe M. Powell
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
La imagen que hoy en día se me presenta delante de mis ojos, es muy diferente a la Phoebe Powell que conocí hace unos años. Y no puedo decir que en verdad la conocía en aquel entonces, pero ahora no veo más a una niña con potencial, veo una mujer hecha y derecha dispuesta a defender lo suyo, sin quitarles oportunidades. Veo a alguien comprensivo y sensato, alguien que, incluso desde la desconfianza que podía tenerme, trataba de elegir lo mejor. No hay muchas personas de las que pueda decir esto, pero me habría gustado parecerme a ella cuando tenía su edad. La Eloise de aquellos años… cuatro hijos y demasiadas excusas disfrazadas de razones que en su momento, habían tenido todo el sentido del mundo.

El trabajo que te dí en su momento, no fue por enchufe. Fue por necesidad, y no hablo precisamente de la tuya. ¿Acaso crees que me aparecía en la puerta de todos los egresados que acabaron en algún lugar del norte? Tienes una habilidad única y yo te necesitaba más de lo que tú me necesitabas a mí. Sea lo que sea que hayas obtenido por estar aquí, el mérito es tuyo. — era ridículo que pensara que mi ofrecimiento de aquel entonces, si es que podía llamarle ofrecimiento cuando en realidad había sido una demanda, fue meramente por capricho. Conocía su falta de experiencia, sabía que no se había especializado, pero todos teníamos que formarnos de alguna manera, y algunos lo hacían en la práctica y no en la institución correspondiente a ello. — Nunca digas que las cosas llegan tarde. Si lo que te interesa es la docencia y realmente te sientes a gusto en ello, no insistiré más. Pero si crees que tu vocación podría ir por otra rama… El puesto de Director de Servicios Sociales sigue vacío, y en vez de tener un sinfín de entrevistas que no me están llevando a ningún lugar, pensé que tal vez podría interesarte. Solo si quieres. Esta vez sí es una propuesta.

Se nota en sus intenciones que planea acercarse, pero aún así no me siento preparada cuando me enfrento a ella y al bebé que tiene en brazos. — Es increíble lo mucho que se parece a su padre, y aún así reconocer tus facciones entremezcladas casi que a la perfección. Es un niño bello en verdad, y no me sorprendería que acabe por romper unos cuantos corazones de grande — y no, no lo decía solo porque fuese mi nieto, era un bebé hermoso en verdad. Al final lo tomo cuando su madre lo dirige en mi dirección, y a decir verdad casi que no escucho sus advertencias. No cuando esos ojos me recuerdan tanto a los de Charles. — Su padre tenía la misma manía. Observaba todo, y lo que le gustaba trataba de alcanzarlo. Siempre ponía sus manitas en las mejillas de la gente, y tenías que ver lo lindo que era verlo en la cuna con Jacques. Los dos tranquilos pero tan diferentes… — huele a bebé, pero también a algo más que no podía identificar, aún así lo dejo que explore mi rostro a su antojo, permitiéndome hacer lo mismo con el suyo. — ¿Ya has visto como reacciona a las voces? cuando tú hablas hasta se le iluminan los ojos.
Eloise R. Leblanc
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
No, la verdad es que me hubiera quedado sorprendida de saber que miembros del gobierno se dedicaban a buscar entre los repudiados del norte para ocupar las plazas como funcionarios del estado, cuando bien hay personas con una educación decente y mucha más noción de cómo funcionan las cosas dentro del ministerio. No considero ningún mérito haber conseguido el trabajo por lo que ella reconoce como talento, porque si vamos al caso, fue esa misma habilidad que me sacó de más de un lío en su día en el norte, que utilizaba a mi antojo para conseguir necesidades básicas a base de engañar a la gente en muchas de esas ocasiones, no se trata de ninguna hazaña que alabar, mucho menos recompensar con un trabajo. Pero supongo que ella se refiere a lo que pude conseguir después de eso y es la razón por la que no digo nada al respecto ni le reclamo ninguno de sus comentarios que pueden llevar una ligera connotación de cumplido.

Me encojo de hombros en un gesto tímido que indica que no tengo mucha idea de qué responder de primeras. — No sé qué es lo que me interesa, si voy a serte sincera. Supongo que siempre me he terminado por acoplar a las situaciones que se van presentando, sin pensar mucho de ello, pero no me desagrada el trabajo — se lo reconozco, como también le explico mi punto de vista con respecto a lo que ella asume como mis intereses. Será cosa de que nunca antes se me había dado opción a elegir, que cuando tengo la oportunidad de hacerlo, se siente como algo nuevo e incluso asusta. — Pues... — empiezo, meditando su reciente propuesta — La verdad es que no me veo a mí misma como líder, de ningún tipo, no creo que un puesto como el de directora me vaya a caer bien — principalmente porque dudo a grandes rasgos que exista una sola persona que esté dispuesta a seguir mis indicaciones — No tengo madera para el liderazgo, por irónico que pueda parecerte, dadas las circunstancias... — hablo de mi hermano tanto como de mi padre, que ambos se las apañaron para tener un grupo de seguidores — Haría un trabajo tremendamente absurdo — esto último lo digo tirando de una sonrisa nerviosa, como si estuviera riéndome de mí misma al tiempo que agradeciendo el ofrecimiento. No soy como ella, que de alguna manera terminó siendo ministra del departamento del que una vez formó parte como profesora, ni tampoco como mi hermano.

Llevo la mirada hacia Hayden al asentir lentamente con la cabeza en acuerdo. — Es más rubio de lo que hubiera esperado, sigue pareciéndose más a Charles cuando era pequeño, o eso dijo... Mi madre también era rubia, pero creo que tiene más de ti y de su padre que de la parte de mi familia —que de las personas que pueden estar presentes, la única capaz de confirmarlo es la mujer que tengo delante por ser quién tuvo a mi esposo siendo niño. Aunque puedo apreciar el comentario sobre el bebé, y lo mismo lo demuestro con la sonrisa que va apareciendo poco a poco, me siento en la obligación de decir: — El mundo por sí solo ya puede hacer que una persona se rompa por dentro por demasiados motivos, sin que haga falta la ayuda de nadie, me gustaría que mi hijo pueda ser quien ayude a sanar antes que el que haga de un corazón trizas — acerco una mano de manera que puedo acariciar su brazo para que sea más suave en el análisis que le hace al rostro de su abuela con los dedos. Me es imposible no sonreír por lo que cuenta, teniendo la imagen mental de un Logan pequeño abrazando a un Chuck todavía más enano, pero me vuelco sobre lo siguiente. — Eso debe de ser porque si no fuera por mí no tendría de donde sacar su comida — bromeo, subiendo las piernas al sofá de manera que puedo apoyar un codo sobre el respaldo para sostenerme la cabeza con la mano. — Pero sí, es increíble lo que pueden llegar a aprender solo de un día para otro — y no sé si dije lo mucho que me asusta eso, pero lo hace.
Phoebe M. Powell
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
No voy a decir que opino de la misma manera que tú, pero como lo dije antes. No planeo insistir. Tienes tiempo igual si deseas pensarlo un poco más — conseguir a alguien competente y confiable para el puesto no era fácil ya que de los dos requisitos todos solían cumplir con uno. No iba a cometer el mismo error que con Lackberg, quien me había traído más problemas que soluciones con su partida, sin mencionar el enredo en el que se hallaban sus hijos. La compasión y la confianza eran las primeras cualidades que buscaba en quien acabase por ocupar su puesto, Phoebe los alcanzaba con facilidad, el resto simplemente era cuestión de aprendizaje.

¿Más rubio? No te dejes engañar, jacques también había sido rubio al nacer, y míralo ahora. Dudo mucho que su pelo quede igual con el correr de los años — claro que podría tener mis genes tantos como los de su otra abuela, pero no creía que ese fuera el caso si me basaba en mi propia experiencia. El color de Hayden era diferente al rubio que habían sabido tener Eugene o incluso Ariadna Tienes unas intenciones excelentes, pero incluso aunque Hayden desee ayudar a todo el mundo, no podrá controlar lo que otros acaben viendo en él. Claro que si lo crías bajo esas guías no podrá evitar romper unas cuantas ilusiones si no corazones. No hay suficientes hombres buenos en el mundo, y eso a veces es una cualidad mucho más atractiva que la belleza externa. — y mi nieto ya tenía una cosa, como para encima acabar por poseer la otra.

Verás, cuando se le presente la comida en otra forma, que seguirá mirándote de la misma forma. Trata de que no pierda esa mirada con el correr del tiempo — y es la única forma en la que puedo aconsejarle que no cometa ni una fracción de los errores que yo cometí. Si mis hijos habían perdido esa mirada, era porque yo misma me había encargado de arrancarlas de cuajo. — Si es como Charles, aprenderá a hablar antes de lo que crees, pero no pronunciará palabra hasta que pueda armar una oración coherente, o al menos todo lo coherente que puede pensar un niño de año y medio. ¿Crees… — titubeo en lo que busco que el pequeño esté más cómodo para juguetear con lo corto de mi cabello y vuelvo la mirada hacia ella — Dije que me gustaría formar parte de su vida, pero tampoco quiero imponerme en la tuya. ¿Crees que podría venir a visitar? O tal vez cuidarlo si en algún momento necesitas un momento para tí.
Eloise R. Leblanc
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Lo pensaré — le aseguro a la ministra, como puede que no le haya asegurado nunca antes, porque lo cierto es que sí voy a meditar su propuesta. Recuerdo las palabras de Charles sobre mantener un perfil bajo, uno que dudo pueda mantener si de repente acepto el trabajo que Eloise propone, como la directora de los servicios sociales de un país que ha dejado más que claro por años que solo le interesan aquellos casos de los que se pueda sacar partido, no de los que verdaderamente necesiten de una nueva oportunidad. Todos los niños del norte que podrían beneficiarse de un estado que sí los tenga en cuenta, que no los trate como parias solo por haber nacido en los lugares más poco apreciados del país. Definitivamente es algo sobre lo que le tengo que dar un pensamiento o dos.

No, supongo que no... Solo quedará esperar a que crezca para comprobarlo — concluyo la discusión con una cara que declara que estoy meditándolo más de lo que las tonalidades de rubio del cabello de Hayden se merecería, solo yo soy consciente de que mi preocupación va más allá, a que su padre pueda estar para comprobarlo también, y que no solo sea yo la que se encargue de recoger esos descubrimientos. — ¿A que te refieres con eso de las ilusiones? — pregunto al no haber entendido bien lo que pretende expresar. — Sé que no puedo controlar como terminen viéndolo a él en el futuro, somos personas distintas con pensamientos únicos y opiniones propias, pero me gustaría que, al menos, en todo lo que esté a su alcance, se muestre como una persona honesta, que sepa reconocer sus errores y aprender de ellos para volverse mejor — incluso cuando sé que mi papel e influencia como madre solo llega hasta cierto punto, que llegará un momento en el que correrá por su cuenta.

No tomo sus consejos por ser exclusivamente la abuela de Hayden, ni por ser la madre que abandonó a tres de sus hijos en un orfanato para que su suerte estuviera a manos del destino, los tomo porque sigue siendo una persona con mucha más experiencia en la maternidad que yo, para bien o para mal, sus equivocaciones me sirven a mí para tenerla como referente. Se me escucha reír por lo que me cuenta sobre cuando Charles era bebé, sintiéndolo muy extraño el poder conocer sobre esto cuando no hace tanto de que los dos fuéramos personas sin familia. — Debió de ser un niño muy curioso, además de gracioso — adivino, lo conocí de joven como para poder acertar en lo que digo, y aun así creo conocer lo suficiente a mi marido como para no fallar tanto con el comentario. — No quise preguntártelo antes y no tienes que contestar si no quieres en caso de que sea muy personal, pero... ¿Cómo te sientes, como madre? ¿Te sientes orgullosa de las personas que son tus hijos, Charles mismamente? — y esta pregunta se la hago porque la realidad de todo es que no lo conoce, no mucho más de lo que pudo hacer cuando era niño, su opinión se basa en lo que ha podido escuchar sobre lo que hizo de su vida, no de lo que ha escuchado venir de él. Supongo que es difícil sentir que no conoces en lo más mínimo a tu hijo, y aun así ser su madre te obliga a decir que sí lo haces. — No hay nada sobre lo que puedas imponerte... — musito, si no se ha dado cuenta ya de que mi vida se reduce a esto, a tener a unas pocas en ella — Supongo que... sí, podrías, si eso es lo que quieres de verdad. Estará bien que Hayden pase tiempo con caras nuevas, y después de todo, sigues siendo su abuela — y su padre dijo que no se interpondría en su relación, así que creo que sobra decir nada más.
Phoebe M. Powell
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