OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Últimamente estaba cada vez más convencido que mi motivo para estar en el nueve era porque Hermann no me aguantaba, que por el trabajo real que se suponía debía hacer. Era eso o simplemente se divertía poniendo a prueba mi paciencia, esa que no siempre estaba y que de suerte podía desquitar en el trabajo cuando la situación lo requería. Olivia había conseguido un trabajo como la secretaria de Kendrick Black en cuestión de nada, mientras que yo trataba como podía de ir tanteando terreno entre las pobres almas que frecuentaban el bar, no era sencillo y a menos que regalara una copiosa cantidad de alcohol casi nunca conseguía nada que realmente valiera la pena. Daba tristeza ver el tiempo que me había tomado conseguir información de mi hermano, pero al menos eso lo podía justificar en el tamaño del distrito en sí, y no en mi falta de capacidad.
A decir verdad, no había esperado encontrar que su paradero estaba en un café perdido de la calle seis, pero tampoco tenía derecho a esperar demasiado cuando al mocoso no lo veía desde que era un enano que se comía los mocos y era más flacuchento que lo que muestran sus fotografías actuales. Supongo que tiene que ver con esa imagen que uno se va creando en base a la nada misma. Esperaba verlo antes en un bar, como había sido mi caso, y no en un café que olía a galletas y era atendido por quien parecía ser la señora más dulce y pícara del mundo. En serio, cualquier persona que te ve sentado en una mesa aislada mirando a su personal después de solo haber pedido un café, te echa del local, no te dice el horario de salida del mismo. No me quejaba, me había dado el tiempo de pagar por mi bebida e ir a esperar afuera a que el negocio se vaciara.
Era entretenido pensar que el niño que a duras penas pasaba de mi cintura ahora era tan alto como yo, pero era natural cuando llevas al menos quince años sin verlo. - Sabes, alguien debería decirle a la señora que atiende que no debería ser tan confiada. - No es que hubiera mucho a la vista para robar, pero ya la palmada que me dió en el brazo cuando me permitió entrar a su salida era hasta un poco mucho. - ¿Siguen diciéndote Jimmy, o ahora eres un adulto? - Sabía que lo era, no recordaba exactamente su fecha de cumpleaños, pero considerando mi edad debería tener al menos veintiún años. - Tiempo sin verte, enano.
A decir verdad, no había esperado encontrar que su paradero estaba en un café perdido de la calle seis, pero tampoco tenía derecho a esperar demasiado cuando al mocoso no lo veía desde que era un enano que se comía los mocos y era más flacuchento que lo que muestran sus fotografías actuales. Supongo que tiene que ver con esa imagen que uno se va creando en base a la nada misma. Esperaba verlo antes en un bar, como había sido mi caso, y no en un café que olía a galletas y era atendido por quien parecía ser la señora más dulce y pícara del mundo. En serio, cualquier persona que te ve sentado en una mesa aislada mirando a su personal después de solo haber pedido un café, te echa del local, no te dice el horario de salida del mismo. No me quejaba, me había dado el tiempo de pagar por mi bebida e ir a esperar afuera a que el negocio se vaciara.
Era entretenido pensar que el niño que a duras penas pasaba de mi cintura ahora era tan alto como yo, pero era natural cuando llevas al menos quince años sin verlo. - Sabes, alguien debería decirle a la señora que atiende que no debería ser tan confiada. - No es que hubiera mucho a la vista para robar, pero ya la palmada que me dió en el brazo cuando me permitió entrar a su salida era hasta un poco mucho. - ¿Siguen diciéndote Jimmy, o ahora eres un adulto? - Sabía que lo era, no recordaba exactamente su fecha de cumpleaños, pero considerando mi edad debería tener al menos veintiún años. - Tiempo sin verte, enano.
Lo bueno de ser quien cierra en días como estos es que puedo hacerme con uno de los jugos de frutas que ha sobrado y que tan bien vienen cuando hace tanto calor, más que nada porque a mi buena jefa no parece importarle. Ha sido una jornada pesada, de esas que me hacen dudar de haberme anotado en los cursos de verano para tener al menos una idea básica de conocimiento general. ¿Si estudiaré algo más adelante? Aún no lo sé, no estoy en la edad obligatoria de estudios y sigo sin saber muy bien hacia donde puedo apuntar, aunque la parte de seguridad me viene gustando bastante. Resulta que no soy tan malo con la programación, obviando de que me dejo guiar más por lógica y suerte que por comprender en verdad lo que significan la mitad de los símbolos, pero bueno. Sea como sea, el punto es que me muero de sueño, que entre pasar las mañanas con Mimi y las tardas en la cafetería, estoy empezando a rogar por que sea domingo y así meterme en alguna piscina a la cual pueda invadir.
Tras hacer el control de caja y cerrarla con el código de seguridad, me doy la vuelta para dejar lavando el vaso que he estado utilizando. Estoy buscando encenderlo por última vez en el día, cuando la voz extraña a mi espalda hace que gire la cabeza, que no soy tonto y ese no suena para nada como la señora Roddan — ¿Disculpa…? — es lo primero que me sale preguntar, que no tengo idea de lo que me está diciendo. No conozco a muchas personas, eso es clave. Mucho menos que me tengan tanta confianza como para un saludo de ese estilo — ¿Buscas a alguien? — inquiero, dudoso — Ya hemos cerrado… — lo cual quiere decir que no pienso trabajar horas extra solo porque él no ha mirado el horario pegado en la puerta o porque ha tenido un momento de confusión. Veamos, mi nombre está en la lista de los más buscados y no voy a decir que me llame de una manera muy original.
Aún así, me es imposible no mirarlo más de lo que suelo mirar a las personas. Conozco esa cara, pero al mismo tiempo es un completo extraño. Hay algo de él demasiado familiar como para ignorarlo y soy incapaz de armarme una imagen en la mente, así que me dejo guiar por algo tan básico como los rasgos. No los suyos, los míos, porque se parecen lo suficiente como para hacer que mi corazón salte en su lugar. No es posible, porque si yo no lo recuerdo más que como un fantasma, no puede ser que al revés no funcione de la misma manera — ¿Georgie? — no pueden ser los demás, porque sino estaría en el más allá. Tengo que sostenerme de la mesada que tengo detrás, pero en mis ojos se pinta la desconfianza — ¿Eres George? — se me dispara la voz, porque si he pasado solo toda la vida, no ha sido por decisión propia.
Tras hacer el control de caja y cerrarla con el código de seguridad, me doy la vuelta para dejar lavando el vaso que he estado utilizando. Estoy buscando encenderlo por última vez en el día, cuando la voz extraña a mi espalda hace que gire la cabeza, que no soy tonto y ese no suena para nada como la señora Roddan — ¿Disculpa…? — es lo primero que me sale preguntar, que no tengo idea de lo que me está diciendo. No conozco a muchas personas, eso es clave. Mucho menos que me tengan tanta confianza como para un saludo de ese estilo — ¿Buscas a alguien? — inquiero, dudoso — Ya hemos cerrado… — lo cual quiere decir que no pienso trabajar horas extra solo porque él no ha mirado el horario pegado en la puerta o porque ha tenido un momento de confusión. Veamos, mi nombre está en la lista de los más buscados y no voy a decir que me llame de una manera muy original.
Aún así, me es imposible no mirarlo más de lo que suelo mirar a las personas. Conozco esa cara, pero al mismo tiempo es un completo extraño. Hay algo de él demasiado familiar como para ignorarlo y soy incapaz de armarme una imagen en la mente, así que me dejo guiar por algo tan básico como los rasgos. No los suyos, los míos, porque se parecen lo suficiente como para hacer que mi corazón salte en su lugar. No es posible, porque si yo no lo recuerdo más que como un fantasma, no puede ser que al revés no funcione de la misma manera — ¿Georgie? — no pueden ser los demás, porque sino estaría en el más allá. Tengo que sostenerme de la mesada que tengo detrás, pero en mis ojos se pinta la desconfianza — ¿Eres George? — se me dispara la voz, porque si he pasado solo toda la vida, no ha sido por decisión propia.
¿Buscar a alguien? Sonaba casi a un eufemismo el que esa pregunta saliera de sus labios. Llevaba años enteros queriendo saber dónde se encontraba, pero bueno sí, podía ser que estuviera “buscando a alguien”. Dan ganas de acercarme a golpear la parte trasera de su cabeza, como cuando era chiquito y hablaba de más en los momentos inoportunos. Uno creería que un nene de cuatro años no podría tener una lengua tan mordaz, pero el muy maldito podía tenerla y querer simular luego ser la persona más inocente del mundo. - Soy un cliente difícil. - Le aseguro pese a que ni siquiera vengo con esa intención. Es más divertido, después de todo el tiempo que he esperado para poder encontrarlo, el hacerlo sufrir un poco hasta que pueda descifrar en verdad quien soy. No debería ser muy difícil, el único que solía desentonar de entre todos nosotros era Rick.
- Demonios Jimmy, nadie me ha llamado así en años. - Le sonrío y me apoyo contra la mesa con el cuidado de no irme para atrás y así evitar tirar las sillas que ya están sobre ella. - George Harrison Byrne en persona, no que tenga algo más que mi bello rostro para probarlo, pero creo que si solito has llegado a la conclusión debo parecérmele bastante, ¿no? - No sé que tanto recordaba a mamá, pero en mi caso era imposible no verlo y pensar en ella. Maldición, no quería ponerme sentimental o melancólico.
- ¿Sabes? Para tener tu rostro tan visible en el checklist de Neopanem, no eres una persona fácil de encontrar. - Uno esperaría que en un distrito como este, incluso con sus políticas liberales, los buscados fuesen una especie de celebridad. O que al menos alguien se hubiese molestado en hacer un recorrido tipo paseo de la fama, aunque sea para tirar tomates a sus puertas si es que estaban ofendidos, o para sacarles fotos si no lo estaban. La verdad es que para ser un distrito con tantas posibilidades, también había demasiadas opiniones dando vueltas. - ¿No vas a abrazar a tu hermano? Antes no te podía separar de mis rodillas, y ahora parece que viste a un fantasma. - Que considerando las veces que había estado cerca de serlo, la verdad es que la semejanza debía estar.
- Demonios Jimmy, nadie me ha llamado así en años. - Le sonrío y me apoyo contra la mesa con el cuidado de no irme para atrás y así evitar tirar las sillas que ya están sobre ella. - George Harrison Byrne en persona, no que tenga algo más que mi bello rostro para probarlo, pero creo que si solito has llegado a la conclusión debo parecérmele bastante, ¿no? - No sé que tanto recordaba a mamá, pero en mi caso era imposible no verlo y pensar en ella. Maldición, no quería ponerme sentimental o melancólico.
- ¿Sabes? Para tener tu rostro tan visible en el checklist de Neopanem, no eres una persona fácil de encontrar. - Uno esperaría que en un distrito como este, incluso con sus políticas liberales, los buscados fuesen una especie de celebridad. O que al menos alguien se hubiese molestado en hacer un recorrido tipo paseo de la fama, aunque sea para tirar tomates a sus puertas si es que estaban ofendidos, o para sacarles fotos si no lo estaban. La verdad es que para ser un distrito con tantas posibilidades, también había demasiadas opiniones dando vueltas. - ¿No vas a abrazar a tu hermano? Antes no te podía separar de mis rodillas, y ahora parece que viste a un fantasma. - Que considerando las veces que había estado cerca de serlo, la verdad es que la semejanza debía estar.
Cierro los párpados con fuerza, tal y como si quisiera convencerme a mí mismo que todo esto es una ilusión y, al abrirlos, me encontraré con el café desierto. He enloquecido, no veo cómo dentro de una mente lógica todo esto pudiera estar pasando. Pero pasa, el desconocido se encarga de poner en el aire un nombre que ni siquiera sabía que recordaba y mis dedos deben estar blancos de lo fuerte que aprieto el mueble para no irme de culo al suelo. Abro un ojo temeroso para medir su rostro, a ver si se parece a lo que recuerdo del niño que no me dejaba robarle sus viejos juguetes, como un sueño dentro de otro sueño. No tengo muchos recuerdos de lo que fue mi hogar en el distrito trece, la verdad. Solo me ha quedado cierto grado de información sobre mi pasado y lo he conservado al aferrarme a éste, pero lo demás se fue lavando. No recuerdo a mis padres, no sé quienes eran. Mis hermanos son solo sombras amigables que se reproducen como ecos, pero eso es todo. Soy alto, pero ahora mismo me siento pequeño, hay algo dentro de mí que me dice que este es el momento de perder la compostura y ponerme a llorar.
— No pensé nunca que alguien querría buscarme — es lo único que se me ocurre contestar, ni siquiera sé por qué. Quizá es lo más honesto que se me ocurre decir, para variar. En mi cabeza, George es mi única familia con vida y quedó esclavizado, tal vez también había muerto. Balbuceo algo sin sentido, que no tengo memoria de haberme abrazado a él en toda mi vida, aunque de seguro lo hice. Veamos, era un mocoso cuando nos fuimos de casa, cuando vivimos encerrados en sitios oscuros y húmedos hasta terminar en el mercado. No sé cómo decirle que es un fantasma para mí. Decido no decir nada, rodeo la barra para poder ponerme frente a él, no muy seguro de cómo es verlo en línea recta. Pero es George… Yo reconozco esos ojos de sapo y el bucle de su frente — ¡No puedo creer que eres Georgie! — se me escapa, con una exclamación tan cargada de ilusión que ni siquiera me reconozco. Pero es que… ¡Es Georgie!
Para cuando me quiero dar cuenta, estoy avalanzándome sobre él con un abrazo que me hace creer que mis brazos no son tan delgados como parecen. Hay un sonido que sale de mí que parece completamente ajeno, se divide entre una risa incrédula y un gemido lastimero, en lo que mi rostro se hunde en su hombro. Sé que estoy temblando, pero no sé ni cuando he comenzado a hacerlo — No pensé que te vería alguna vez... — admito, la voz apenas se me oye al estar aplastando la boca contra su ropa y me obligo a mirarlo, dando un paso hacia atrás. Me duele la boca, soy consciente de que no puedo dejar de sonreír y, al mismo tiempo, se me nubla la vista por culpa de las lágrimas que se van apilando en los ojos — Lo siento — me apresuro a decir, limpiándome rápidamente con los dedos — Es que… Pensé que estarías encerrado en alguna casa o que no habías sobrevivido. Esto es tan… — le pico un brazo, como si de esa manera pudiese asegurarme de que es de carne y hueso — ¿Cómo…? ¿Qué haces aquí? ¿Lograste escapar? ¿Cuándo? Por todos los cielos, George — tengo que tomar aire, que sé muy bien que estoy pasándome con las preguntas — He llegado a dudar de que siquiera hubieras existido. Yo no… Es todo muy borroso para mí, ¿sabes? — obvio que lo sabe, él era mucho más consciente. ¿Qué edad tiene, a todo esto? — Pero… me buscaste… ¿Cómo me encontraste? — porque lo hizo, está aquí y es real.
— No pensé nunca que alguien querría buscarme — es lo único que se me ocurre contestar, ni siquiera sé por qué. Quizá es lo más honesto que se me ocurre decir, para variar. En mi cabeza, George es mi única familia con vida y quedó esclavizado, tal vez también había muerto. Balbuceo algo sin sentido, que no tengo memoria de haberme abrazado a él en toda mi vida, aunque de seguro lo hice. Veamos, era un mocoso cuando nos fuimos de casa, cuando vivimos encerrados en sitios oscuros y húmedos hasta terminar en el mercado. No sé cómo decirle que es un fantasma para mí. Decido no decir nada, rodeo la barra para poder ponerme frente a él, no muy seguro de cómo es verlo en línea recta. Pero es George… Yo reconozco esos ojos de sapo y el bucle de su frente — ¡No puedo creer que eres Georgie! — se me escapa, con una exclamación tan cargada de ilusión que ni siquiera me reconozco. Pero es que… ¡Es Georgie!
Para cuando me quiero dar cuenta, estoy avalanzándome sobre él con un abrazo que me hace creer que mis brazos no son tan delgados como parecen. Hay un sonido que sale de mí que parece completamente ajeno, se divide entre una risa incrédula y un gemido lastimero, en lo que mi rostro se hunde en su hombro. Sé que estoy temblando, pero no sé ni cuando he comenzado a hacerlo — No pensé que te vería alguna vez... — admito, la voz apenas se me oye al estar aplastando la boca contra su ropa y me obligo a mirarlo, dando un paso hacia atrás. Me duele la boca, soy consciente de que no puedo dejar de sonreír y, al mismo tiempo, se me nubla la vista por culpa de las lágrimas que se van apilando en los ojos — Lo siento — me apresuro a decir, limpiándome rápidamente con los dedos — Es que… Pensé que estarías encerrado en alguna casa o que no habías sobrevivido. Esto es tan… — le pico un brazo, como si de esa manera pudiese asegurarme de que es de carne y hueso — ¿Cómo…? ¿Qué haces aquí? ¿Lograste escapar? ¿Cuándo? Por todos los cielos, George — tengo que tomar aire, que sé muy bien que estoy pasándome con las preguntas — He llegado a dudar de que siquiera hubieras existido. Yo no… Es todo muy borroso para mí, ¿sabes? — obvio que lo sabe, él era mucho más consciente. ¿Qué edad tiene, a todo esto? — Pero… me buscaste… ¿Cómo me encontraste? — porque lo hizo, está aquí y es real.
Leo sus intenciones en su postura, en esa que por fin entiende que no soy un espectro de su pasado que viene a buscarlo y me adelanto, primero un paso, luego otro, imponiendo la distancia suficiente para que el impulso de su agarre no me tire hacia atrás y con ello a las sillas que se encuentran apiladas encima de la mesa. No era el saco de huesos que había salido del mercado, pero tampoco era un fortachón que no sintiera el que sus músculos acaben presionados contra maderas o, lo que era más probable: astillas. - Mierda, ¿eres más alto Jimmy? No puedo creer que después de todos estos años te encuentro y tienes el atrevimiento de ser más alto. - Mindy se estallaría cuando le contase ese detalle, siendo que a ella misma le faltaban pocos centímetros para alcanzarme, seguro se pasaría de lo lindo burlándose de mí.
Me refugio en el humor para no ponerme tan sentimental pero, en su defensa, habían pasado meses desde que me había hecho a la idea de su existencia. Yo sabía a ciencia cierta que el idiota estaba vivo, que era buscado por las autoridades, y que se había mudado al distrito. Él no contaba con esa ventaja así que podía darle estos minutos de llanto… o algo así. - Me harás pensar que soy un mal hermano con esto de que siempre te hago llorar. Aunque creo que es la primera vez que es de felicidad, mamá hubiera estado orgullosa ¿porque es de felicidad, no? - Pregunta idiota, lo sabía, pero los Byrne teníamos esta cosa de hablar de más al estar nerviosos.
Palmeo su espalda un par de veces y trato de contenerlo al mismo tiempo que siento la necesidad de no soltarlo. Llevo meses viendo su rostro en carteles que no me dicen mucho, pero el sentirlo contra mis brazos… era lo único que me quedaba de mi familia y milagrosamente se hallaba bien. Entero y, sorprendentemente, libre. - No soy una cucaracha fácil de matar, así que cuento con algunos recursos y unas cuántas dósis de suerte. No te das una idea de cuánta suerte en verdad. - Me río, porque incluso aunque fuese la peor de las sanguijuelas, tenía que ser más que escurridizo para poder sobrevivir. Lo había logrado por azar, y por haber conocido a las personas correctas. - Pero vamos de a poco. No fue difícil encontrarte luego de ver las propagandas, y siendo que aquí no le hacen tan mala vista a los humanos pude buscarte con algo más de libertad. ¿Sabes que el bar en el que trabajo queda a poco más de veinte cuadras? No, claro que no lo sabes, pero por esas casualidades… - Le revuelvo los cabellos con la mano y vuelvo a mi lugar contra la mesa. - Ya lo demás fueron muchas preguntas y recorrer lugares en mi tiempo libre. ¿Quién diría que acabarías trabajando en una cafetería? Tiene algo de sentido, siempre le llevabas las cosas a mamá cuando estaba cansada. ¿En serio no recuerdas nada de ellos? ¿mamá, papá, Rick o Jack? Este es el momento en el que mataría por tener una foto de ellos, pero todavía no pude volver al trece a ver si había quedado algo en la vieja casa. - Seguramente ni existiese la casa, pero vaya uno a saber. - ¿Cómo llegaste tú aquí? Lo último que había podido averiguar era que te había comprado un pez gordo del ministerio. Me sorprende que estés paseando tan campante por aquí.
Me refugio en el humor para no ponerme tan sentimental pero, en su defensa, habían pasado meses desde que me había hecho a la idea de su existencia. Yo sabía a ciencia cierta que el idiota estaba vivo, que era buscado por las autoridades, y que se había mudado al distrito. Él no contaba con esa ventaja así que podía darle estos minutos de llanto… o algo así. - Me harás pensar que soy un mal hermano con esto de que siempre te hago llorar. Aunque creo que es la primera vez que es de felicidad, mamá hubiera estado orgullosa ¿porque es de felicidad, no? - Pregunta idiota, lo sabía, pero los Byrne teníamos esta cosa de hablar de más al estar nerviosos.
Palmeo su espalda un par de veces y trato de contenerlo al mismo tiempo que siento la necesidad de no soltarlo. Llevo meses viendo su rostro en carteles que no me dicen mucho, pero el sentirlo contra mis brazos… era lo único que me quedaba de mi familia y milagrosamente se hallaba bien. Entero y, sorprendentemente, libre. - No soy una cucaracha fácil de matar, así que cuento con algunos recursos y unas cuántas dósis de suerte. No te das una idea de cuánta suerte en verdad. - Me río, porque incluso aunque fuese la peor de las sanguijuelas, tenía que ser más que escurridizo para poder sobrevivir. Lo había logrado por azar, y por haber conocido a las personas correctas. - Pero vamos de a poco. No fue difícil encontrarte luego de ver las propagandas, y siendo que aquí no le hacen tan mala vista a los humanos pude buscarte con algo más de libertad. ¿Sabes que el bar en el que trabajo queda a poco más de veinte cuadras? No, claro que no lo sabes, pero por esas casualidades… - Le revuelvo los cabellos con la mano y vuelvo a mi lugar contra la mesa. - Ya lo demás fueron muchas preguntas y recorrer lugares en mi tiempo libre. ¿Quién diría que acabarías trabajando en una cafetería? Tiene algo de sentido, siempre le llevabas las cosas a mamá cuando estaba cansada. ¿En serio no recuerdas nada de ellos? ¿mamá, papá, Rick o Jack? Este es el momento en el que mataría por tener una foto de ellos, pero todavía no pude volver al trece a ver si había quedado algo en la vieja casa. - Seguramente ni existiese la casa, pero vaya uno a saber. - ¿Cómo llegaste tú aquí? Lo último que había podido averiguar era que te había comprado un pez gordo del ministerio. Me sorprende que estés paseando tan campante por aquí.
— He tenido suerte de no estancarme al menos en eso — intento bromear, que la verdad es que no tengo idea de que tan altos fueron en nuestra familia. En mi imaginación, todos eran gigantes, tanto como pueden serlo para un niño de cuatro años. Es de lo más irreal el poder sentir que su cuerpo es real, que emana calor al apresarlo con fuerza y, por un breve instante, me siento mareado. Todo está pasando demasiado rápido, tengo la urgencia de gritar que detengan el mundo porque… ¡Tengo un hermano! No debería ser tan humillante el sentir que tengo un nudo en la garganta, hasta boqueo por un momento en un intento de respirar con normalidad, porque él está aquí, hablando sobre cosas que no recuerdo y lo único que puedo contestar es un sonido agudo mezclado con una risa nerviosa — ¿Qué crees? Claro que es de felicidad… — no porque ande mencionando a una madre que a veces olvido que tuve, para variar. Los Byrne fueron un espectro, algo que siempre supe que estuvo ahí pero que jamás tuvo una verdadera forma. Vine de algún lado, pero eso era todo.
Las palmadas en mi espalda solo sirven para que se me atraganten las lágrimas. No tiene idea de lo mucho que me alegra que haya tenido suerte, siento que tengo mucho que preguntar y no tengo la menor idea de por dónde comenzar — ¿Trabajas en un bar? — se me escapa la pregunta, quizá porque siempre he tenido la imagen de George ligada a la de un adolescente puberto y no como un adulto que tiene un empleo, mucho menos uno completamente legal. Bueno, yo tampoco estaba en condiciones, pero he vivido mi proceso. Aprovecho que se aleja y, sin molestarme por la sacudida en mi pelo, me recargo contra el mostrador para poder verlo al hablar. Puedo medir sus gestos, el tono de su voz. Es extraño encontrarme en ellos, en las pequeñas cosas. Se me retuerce el estómago, pero esta vez no es una sensación agradable — No… Yo no… ¿Volver al trece? ¿Crees que quede algo? — porque jamás había considerado esa opción, no cuando no tenía ni idea de cómo buscar una casa y una familia que no recuerdo.
— ¿Lo averiguaste? ¿Averiguaste que trabajé para Leblanc? — me río, cargado de incredulidad. Tengo que pasarme las manos por el cabello para echarlo hacia atrás, aún estupefacto — Me escapé. Es una larga historia, pero digamos que tenía un amigo que también era esclavo y lo mandaron al coliseo, así que decidí que era hora de hacer algo en lugar de quedarme seguro en mis quejas. Cuando llegué al norte, me encontré con esta amiga… Agatha… ella conocía a los chicos del grupito de Kendrick, así que… aquí estoy — me encojo de hombros. Visto así, parece una historia de lo más aburrida — ¡He luchado para tomar el distrito, Georgie! ¡Y me colé en el Departamento de Misterios! Ha sido una locura. Hace un año estaba limpiando la mierda de una ministra y ahora… Sirvo café, pero no es todo. Estudiaré y me formaré como alguien respetable — me lo he ganado a pulso, que nadie diga lo contrario. Tengo que limpiarme uno de los ojos, que no deja de picar — Sobre nuestra familia… George... ¿Cómo se llamaban papá y mamá? — me siento ridículo, tengo que bajar la voz al hacer esa pregunta, una que siempre ha estado rondando por mi cabeza después de años de dudas. Aún así, mi corazón se agita como un colibrí — Hay cosas que no tengo en claro. Solo sé que Jack estaba y, un día, no estuvo más. Recuerdo que Rick estuvo muy enfermo y que un día solo dejó de moverse. Me acuerdo de nuestros padres sacándonos de la cama a mitad de la noche, pero son solo figuras sin rostro… Es un mar de ideas abstractas — como un rompecabezas que no puedo completar solo.
Las palmadas en mi espalda solo sirven para que se me atraganten las lágrimas. No tiene idea de lo mucho que me alegra que haya tenido suerte, siento que tengo mucho que preguntar y no tengo la menor idea de por dónde comenzar — ¿Trabajas en un bar? — se me escapa la pregunta, quizá porque siempre he tenido la imagen de George ligada a la de un adolescente puberto y no como un adulto que tiene un empleo, mucho menos uno completamente legal. Bueno, yo tampoco estaba en condiciones, pero he vivido mi proceso. Aprovecho que se aleja y, sin molestarme por la sacudida en mi pelo, me recargo contra el mostrador para poder verlo al hablar. Puedo medir sus gestos, el tono de su voz. Es extraño encontrarme en ellos, en las pequeñas cosas. Se me retuerce el estómago, pero esta vez no es una sensación agradable — No… Yo no… ¿Volver al trece? ¿Crees que quede algo? — porque jamás había considerado esa opción, no cuando no tenía ni idea de cómo buscar una casa y una familia que no recuerdo.
— ¿Lo averiguaste? ¿Averiguaste que trabajé para Leblanc? — me río, cargado de incredulidad. Tengo que pasarme las manos por el cabello para echarlo hacia atrás, aún estupefacto — Me escapé. Es una larga historia, pero digamos que tenía un amigo que también era esclavo y lo mandaron al coliseo, así que decidí que era hora de hacer algo en lugar de quedarme seguro en mis quejas. Cuando llegué al norte, me encontré con esta amiga… Agatha… ella conocía a los chicos del grupito de Kendrick, así que… aquí estoy — me encojo de hombros. Visto así, parece una historia de lo más aburrida — ¡He luchado para tomar el distrito, Georgie! ¡Y me colé en el Departamento de Misterios! Ha sido una locura. Hace un año estaba limpiando la mierda de una ministra y ahora… Sirvo café, pero no es todo. Estudiaré y me formaré como alguien respetable — me lo he ganado a pulso, que nadie diga lo contrario. Tengo que limpiarme uno de los ojos, que no deja de picar — Sobre nuestra familia… George... ¿Cómo se llamaban papá y mamá? — me siento ridículo, tengo que bajar la voz al hacer esa pregunta, una que siempre ha estado rondando por mi cabeza después de años de dudas. Aún así, mi corazón se agita como un colibrí — Hay cosas que no tengo en claro. Solo sé que Jack estaba y, un día, no estuvo más. Recuerdo que Rick estuvo muy enfermo y que un día solo dejó de moverse. Me acuerdo de nuestros padres sacándonos de la cama a mitad de la noche, pero son solo figuras sin rostro… Es un mar de ideas abstractas — como un rompecabezas que no puedo completar solo.
En serio, si no fuera porque tengo que demostrar ser el hermano mayor sensato y fuerte que sé que no soy, el que esté llorando de esa manera en verdad me haría llorar a mi también. - Sí, sobre la calle veintitrés. Técnicamente soy bartender, pero al parecer impongo más respeto que simpatía, así que mayormente saco a los borrachos que se sobrepasan. Es hasta divertido y todo. - No creía que en un café como este el tuviera que sacar a nadie, o siquiera que pudiera con lo flaco que son sus brazos, pero ese no era el punto. - No creo… en realidad no lo sé. A estas alturas ni sé si la casa siquiera queda en pie, pero me gustaría volver y averiguarlo en algún momento. - No todavía, prefería disfrutar un rato más el por fin, en serio por fin haberlo encontrado.
- ¡Leblanc! La rubia estirada esa. Estaba seguro de que era alguien del gobierno, pero no podía recordar cuál de todos. - Diría que eran todos lo mismo, pero a decir verdad eran uno peor que el otro y, una vez que los aprendías, podías catalogarlos de diferente manera. Mientras que no le dijeras a Hermann que Hasselbach era una perra trepadora, todo lo demás estaba bien. - Wow, parece que tuviste una vida movida. Lo lamento por tu amigo de todos modos. - Que siendo que los Coliseos habían sido ganados por mujeres, no era muy difícil el averiguar que le había pasado. Al menos el viejo Matthew pudo regalarles un ‘que se jodan’ muy grande al gobierno antes de morir. - No creo que haya que estudiar para ser “alguien respetable” siempre y cuando sepas dónde está tu cabeza. No respeto a casi nadie de los que está gobernando y seguro que ellos ostentan unos cuántos títulos pagados de no sé dónde.
Trago con fuerza cuando Jim dice no recordar el nombre de sus padres, y tardo en encontrar mi voz luego de que relata lo poco que recuerda de aquellos días. - No son las cosas que me gustaría que recuerdes de ellos, pero tiene sentido. - Tomo aire y trato de ordenar mis pensamientos con cuidado. - Robert y Agnes. Así se llamaban, aunque todo el mundo los conocía como Rob y Aggie. Salvo el tío Ralph, el tío Ralph le decía “Nessie” a mamá. Que no sé si te acuerdas del tío Ralph, Raphael. No lo veíamos seguido pero nos daba algún que otro regalo cuando venía, que obvio que su favorito era Jack, porque Jack era el favorito de todos. - Ahora sonaba casi gracioso el decirlo, pero en su momento había sido motivo de unas cuantas peleas de mi parte. - A Rick siempre le prestaban atención por eso del asma, pero era obvio que tú eras el nene de mamá. Eran los rulos y que siempre te portabas como un angelito a sus ojos. - Tengo que admitir que la mayoría de las cosas que relato no son cosas en las que pensara normalmente, pero ahora se sentían hasta cálidas al poder decirlas. - No me gusta pensar en esos meses si tengo que ser sincero, y aún así lo hago más de la cuenta. No que me gustaría recordarte eso cuando hay cosas mucho más bonitas en las que pensar. -
- ¡Leblanc! La rubia estirada esa. Estaba seguro de que era alguien del gobierno, pero no podía recordar cuál de todos. - Diría que eran todos lo mismo, pero a decir verdad eran uno peor que el otro y, una vez que los aprendías, podías catalogarlos de diferente manera. Mientras que no le dijeras a Hermann que Hasselbach era una perra trepadora, todo lo demás estaba bien. - Wow, parece que tuviste una vida movida. Lo lamento por tu amigo de todos modos. - Que siendo que los Coliseos habían sido ganados por mujeres, no era muy difícil el averiguar que le había pasado. Al menos el viejo Matthew pudo regalarles un ‘que se jodan’ muy grande al gobierno antes de morir. - No creo que haya que estudiar para ser “alguien respetable” siempre y cuando sepas dónde está tu cabeza. No respeto a casi nadie de los que está gobernando y seguro que ellos ostentan unos cuántos títulos pagados de no sé dónde.
Trago con fuerza cuando Jim dice no recordar el nombre de sus padres, y tardo en encontrar mi voz luego de que relata lo poco que recuerda de aquellos días. - No son las cosas que me gustaría que recuerdes de ellos, pero tiene sentido. - Tomo aire y trato de ordenar mis pensamientos con cuidado. - Robert y Agnes. Así se llamaban, aunque todo el mundo los conocía como Rob y Aggie. Salvo el tío Ralph, el tío Ralph le decía “Nessie” a mamá. Que no sé si te acuerdas del tío Ralph, Raphael. No lo veíamos seguido pero nos daba algún que otro regalo cuando venía, que obvio que su favorito era Jack, porque Jack era el favorito de todos. - Ahora sonaba casi gracioso el decirlo, pero en su momento había sido motivo de unas cuantas peleas de mi parte. - A Rick siempre le prestaban atención por eso del asma, pero era obvio que tú eras el nene de mamá. Eran los rulos y que siempre te portabas como un angelito a sus ojos. - Tengo que admitir que la mayoría de las cosas que relato no son cosas en las que pensara normalmente, pero ahora se sentían hasta cálidas al poder decirlas. - No me gusta pensar en esos meses si tengo que ser sincero, y aún así lo hago más de la cuenta. No que me gustaría recordarte eso cuando hay cosas mucho más bonitas en las que pensar. -
De entre todo lo que podríamos hablar, lo que me queda en la cabeza y capta toda la atención es la mención de unos nombres que no recuerdo, pero que de alguna manera se sienten increíblemente familiares. Los murmuro por lo bajo para mí mismo, estoy seguro de que si hago eso jamás volveré a olvidarlos, incluso cuando no tengo mucho de ellos que memorizar — ¿Teníamos un tío? — es lo primero que sale de mi incrédula voz, pero él me responde antes de que termine de formular la pregunta. Claro que teníamos un tío, tanto como recuerdo el tener un perro, porque eso hacen las familias normales; tienen tíos y esas cosas. Me causa gracia la imagen que me regala de un niño que no reconozco como yo mismo, pero reírme de ello, aunque sea por lo bajo, se siente extraño. Debe ser lo amargo de una sensación que no puedo reconocer del todo, porque se mezcla con la felicidad y la nostalgia. Creo que podría pasarme horas oyendo a George hablar, porque podría llenar los huecos que han sido agujeros negros en mi vida — No es necesario que lo hagas — acabo por mascullar — No tenemos que… Creo que recuerdo lo suficiente como para querer enterarme de los detalles — no hay ideas felices dentro de esos meses en los cuales tuvimos que escondernos. Nada ahí vale la pena.
Tomo aire con fuerza, esa que me hace dar cuenta de que estoy haciendo que la humedad de mi nariz se me vaya para adentro en un intento de controlar el llanto. Llevo mis palmas a los ojos y froto con fuerza los párpados, soltando un bufido tan largo que creo que me he quedado sin aire en los pulmones — Por todos los cielos, no puedo creer nada de esto — lo tengo que dejar salir, porque siento que lo estoy acumulando a pesar de haber expresado mis pensamientos — Muchas veces he intentado recordar lo que era de mí antes de los Niniadis, pero como era imposible, empecé a inventarme cosas que no estoy seguro de que fueran reales. ¿Es verdad que mi cumpleaños es el veinticinco de octubre? ¿Es verdad que teníamos un perro llamado Terrance? ¿Y mi cuarto tenía una borda verde? O azul. Tal vez era azul — o tenía dibujos, no estoy seguro. De solo intentar pensarlo, me duele la cabeza.
Aparto las manos, así soy libre de regresar detrás del mostrador, como si necesitara de la distancia para poder pensar — ¿Quieres…? No sé. ¿Viniste solo a chequear como estaba o tienes intenciones de que volvamos a ser hermanos? — ya sé que la sangre no se evapora así como así, pero creo que entiende lo que quiero decir. Me ocupo de acabar de cerrar la caja, así que en cuanto todo está listo, tironeo el delantal que tengo en la cintura y lo dejo en su sitio, en uno de los rincones. Toqueteo las luces, así solo queda encendida la de emergencia y regreso a él — Debo advertirte que vivo con… Es que, verás, es curioso como se dieron las cosas, pero mi mejor amigo es el novio de Hero Niniadis — vaya, esto es incómodo. ¿Cómo le dices a tu hermano que no viste por años, que estás bastante cerca de la hija de las personas que nos separaron en primer lugar? Me rasco la nuca con una mueca de desasosiego — Y vivimos juntos… ¡Pero podemos ir a cenar a otro sitio, si quieres! — ah, sí, siempre tan disimulado. Jamás podría dedicarme a la actuación, eso está claro.
Tomo aire con fuerza, esa que me hace dar cuenta de que estoy haciendo que la humedad de mi nariz se me vaya para adentro en un intento de controlar el llanto. Llevo mis palmas a los ojos y froto con fuerza los párpados, soltando un bufido tan largo que creo que me he quedado sin aire en los pulmones — Por todos los cielos, no puedo creer nada de esto — lo tengo que dejar salir, porque siento que lo estoy acumulando a pesar de haber expresado mis pensamientos — Muchas veces he intentado recordar lo que era de mí antes de los Niniadis, pero como era imposible, empecé a inventarme cosas que no estoy seguro de que fueran reales. ¿Es verdad que mi cumpleaños es el veinticinco de octubre? ¿Es verdad que teníamos un perro llamado Terrance? ¿Y mi cuarto tenía una borda verde? O azul. Tal vez era azul — o tenía dibujos, no estoy seguro. De solo intentar pensarlo, me duele la cabeza.
Aparto las manos, así soy libre de regresar detrás del mostrador, como si necesitara de la distancia para poder pensar — ¿Quieres…? No sé. ¿Viniste solo a chequear como estaba o tienes intenciones de que volvamos a ser hermanos? — ya sé que la sangre no se evapora así como así, pero creo que entiende lo que quiero decir. Me ocupo de acabar de cerrar la caja, así que en cuanto todo está listo, tironeo el delantal que tengo en la cintura y lo dejo en su sitio, en uno de los rincones. Toqueteo las luces, así solo queda encendida la de emergencia y regreso a él — Debo advertirte que vivo con… Es que, verás, es curioso como se dieron las cosas, pero mi mejor amigo es el novio de Hero Niniadis — vaya, esto es incómodo. ¿Cómo le dices a tu hermano que no viste por años, que estás bastante cerca de la hija de las personas que nos separaron en primer lugar? Me rasco la nuca con una mueca de desasosiego — Y vivimos juntos… ¡Pero podemos ir a cenar a otro sitio, si quieres! — ah, sí, siempre tan disimulado. Jamás podría dedicarme a la actuación, eso está claro.
- Espera un minuto, de a poco que no soy tan rápido. - Lo que se siente en cierta forma como un déjà vu, porque el Jimmy que yo recuerdo también era una incontenible bola de preguntas que saltaba y señalaba todas las cosas que se le venían a la mente. - Lo de verde y azul era la discusión que siempre tenían papá y mamá hasta que acordaron algo de “verde mar” si no mal recuerdo. Compartían la habitación con Ricky de hecho. - La que había sido mi vieja habitación en primera instancia. No que hubiera durado mucho, pero bueno. - ¿Qué más habías dicho? ¡Ah, sí! Terry. Se lo habían regalado a Jack tengo entendido, pero básicamente era de todos. Y sí, creo que tu cumpleaños era el veinticinco, ¿o era el de Rick? No, el de Rick era el veintidós… creo. Ufff, hace siglos que no pienso en cumpleaños. Estoy seguro que el de mamá era el tres de Septiembre. - Ya el resto de las fechas no las recordaba, pero no estaba seguro de qué cumpleaños era el de quien. Antes me encantaba saber esas cosas.
- Por un segundo creí que ibas a ofrecerme una magdalena o algo de eso. - Le confieso ante su primer “quieres…” tentativo. - Que si la ofreces, la respuesta es sí. Porque claramente solo te busqué para aprovecharme de tu trabajo chequear como estabas y volver en… no sé, ¿quince años más te suena bien? Tal vez en ese entonces conozca a un futuro sobrino y pueda traerte un calendario armado. - Por si no se nota mi sarcasmo, me cruzo de brazos y ruedo los ojos para remarcarlo. - Claro que quiero que seamos hermanos pedazo de idiota. Incluso aunque te juntes con ese tipo de gente. - Y mi tono pasa a ser despectivo pese a que deja entrever algo jocoso detrás. - No sé si te diste cuenta, pero este es un distrito lleno de gente chismosa, y al parecer toda la lista de enemigos públicos da que hablar. Supuse que eras tú uno de los hombres con los que vivía la escandalosa de Hero Niniadis. ¿Es verdad que sale con el que había sido su esclavo? Tu amigo, supongo. - Que no sabía cómo alguien podía tener algún interés romántico en alguien a quien había tenido que decirle “ama” en algún momento de su vida, como si se tratara de un objeto.
- Podemos ir a cenar a donde quieras, incluso ir al cine si es que no tienes que ir con alguien más. - Muevo las cejas arriba y abajo con rapidez y me acerco hasta el mostrador detrás del que se refugia. - Los rumores dicen que eres una especie de casanova, ¿sabes? O al menos que te ves con alguien de vez en cuando. - No había podido seguir todo lo que decían, porque también estaban sus otros amigos y ya me perdí quienes tenían novia, quienes no, y quienes ni siquiera estaban en algo. Eso más que facilitarme la búsqueda me la habían complicado. - ¿Qué me dices de tu vida? ¿O prefieres hablar con algo en el estómago?
- Por un segundo creí que ibas a ofrecerme una magdalena o algo de eso. - Le confieso ante su primer “quieres…” tentativo. - Que si la ofreces, la respuesta es sí. Porque claramente solo te busqué para aprovecharme de tu trabajo chequear como estabas y volver en… no sé, ¿quince años más te suena bien? Tal vez en ese entonces conozca a un futuro sobrino y pueda traerte un calendario armado. - Por si no se nota mi sarcasmo, me cruzo de brazos y ruedo los ojos para remarcarlo. - Claro que quiero que seamos hermanos pedazo de idiota. Incluso aunque te juntes con ese tipo de gente. - Y mi tono pasa a ser despectivo pese a que deja entrever algo jocoso detrás. - No sé si te diste cuenta, pero este es un distrito lleno de gente chismosa, y al parecer toda la lista de enemigos públicos da que hablar. Supuse que eras tú uno de los hombres con los que vivía la escandalosa de Hero Niniadis. ¿Es verdad que sale con el que había sido su esclavo? Tu amigo, supongo. - Que no sabía cómo alguien podía tener algún interés romántico en alguien a quien había tenido que decirle “ama” en algún momento de su vida, como si se tratara de un objeto.
- Podemos ir a cenar a donde quieras, incluso ir al cine si es que no tienes que ir con alguien más. - Muevo las cejas arriba y abajo con rapidez y me acerco hasta el mostrador detrás del que se refugia. - Los rumores dicen que eres una especie de casanova, ¿sabes? O al menos que te ves con alguien de vez en cuando. - No había podido seguir todo lo que decían, porque también estaban sus otros amigos y ya me perdí quienes tenían novia, quienes no, y quienes ni siquiera estaban en algo. Eso más que facilitarme la búsqueda me la habían complicado. - ¿Qué me dices de tu vida? ¿O prefieres hablar con algo en el estómago?
Suena como que es un montón de información que debería escribir en algún lado, con miedo a olvidarla. Me lo guardo en algún punto de mi cabeza, que sé que voy a darle vueltas más tarde, cuando esté a solas con mi almohada. Pongo los ojos en blanco ante su sarcasmo, ese que en realidad no me molesta pero tampoco puede culparme por tener dudas. No lo digo porque siento un cosquilleo de incomodidad, esa que me dice que no debería ponerme a defender a mis amigos ahora mismo, cuando no sé muy bien qué es lo que opina al respecto de los magos. Bueno, algo en su cara me lo dice por su cuenta, pero no me siento demasiado cómodo para preguntar. Seamos sinceros, es mi hermano, pero no nos conocemos en lo absoluto — Sí, bueno. Llevan juntos un buen tiempo. Creo que Hero no hubiese madurado como lo hizo si no hubiera visto a Sage como su igual — es un modo sutil de intentar defenderlos, aunque el modo en el cual me encojo de hombros deja bien en claro que no quiero discutir el tema.
No hay manera en la cual no me apresure a terminar todos los trámites para el cierre si él acepta ir a comer algo, pero antes de que pueda dar toda la vuelta al mostrador, sus palabras me toman desprevenido — ¿Qué? — se me escapa de forma aguda. Acabo por soltar una risa nerviosa, que no tengo la menor idea de lo que las personas dicen de nosotros, incluso cuando tiene sentido debido a que somos los recién llegados que dieron vuelta el modo de vida del distrito — Tuve una cita con Mimi, Mimi Johnson, hace meses que no llevó a nada y… — lo dudo, pero tampoco quiero mentirle. Empujo la puerta y le hago una seña para que pase primero — No tengo novia, pero sí una amiga con la que de vez en cuando pasan cosas. Nada importante — me encojo de hombros, que tampoco quiero que nos centremos en esa parte de la historia que no le puedo contar porque no soy tonto, no quiero delatar a Meerah frente a alguien que es prácticamente un extraño — Podernos llenarnos el estómago y hablar a la vez, eso no importa. ¿Tú sales con alguien? No me vengas con que soy tío o algo así, porque creo que eso ya sería mucha información.
Lo bueno de la rutina es que acabas por conocer la zona de memoria. Estamos cerca del centro, solo unas cuadras llenas de aire de verano son suficiente como para llegar al punto central de los bares y los restaurantes. Por el gesto que hago con la mano, evidencio que lo estoy dejando elegir — George… — dudo un momento, porque no sé muy bien cómo sacar el tema — ¿Que fue de ti todo este tiempo? ¿Cómo te zafaste? Sé que dijiste que tuviste suerte, pero debe haber más que eso. Y si eras libre… ¿Qué hiciste con eso? — porque no me creo que haya vivido escondido hasta que tomamos el nueve, no parece ser esa clase de persona.
No hay manera en la cual no me apresure a terminar todos los trámites para el cierre si él acepta ir a comer algo, pero antes de que pueda dar toda la vuelta al mostrador, sus palabras me toman desprevenido — ¿Qué? — se me escapa de forma aguda. Acabo por soltar una risa nerviosa, que no tengo la menor idea de lo que las personas dicen de nosotros, incluso cuando tiene sentido debido a que somos los recién llegados que dieron vuelta el modo de vida del distrito — Tuve una cita con Mimi, Mimi Johnson, hace meses que no llevó a nada y… — lo dudo, pero tampoco quiero mentirle. Empujo la puerta y le hago una seña para que pase primero — No tengo novia, pero sí una amiga con la que de vez en cuando pasan cosas. Nada importante — me encojo de hombros, que tampoco quiero que nos centremos en esa parte de la historia que no le puedo contar porque no soy tonto, no quiero delatar a Meerah frente a alguien que es prácticamente un extraño — Podernos llenarnos el estómago y hablar a la vez, eso no importa. ¿Tú sales con alguien? No me vengas con que soy tío o algo así, porque creo que eso ya sería mucha información.
Lo bueno de la rutina es que acabas por conocer la zona de memoria. Estamos cerca del centro, solo unas cuadras llenas de aire de verano son suficiente como para llegar al punto central de los bares y los restaurantes. Por el gesto que hago con la mano, evidencio que lo estoy dejando elegir — George… — dudo un momento, porque no sé muy bien cómo sacar el tema — ¿Que fue de ti todo este tiempo? ¿Cómo te zafaste? Sé que dijiste que tuviste suerte, pero debe haber más que eso. Y si eras libre… ¿Qué hiciste con eso? — porque no me creo que haya vivido escondido hasta que tomamos el nueve, no parece ser esa clase de persona.
Oh genial. Suponía por las juntas que traía, que mi hermano no estaría tan en contra de los ideales que tenía el grupito revolucionario de jardín, pero tampoco esperaba que fuera un idealista él mismo. Bueno, al menos se movía por una causa en lugar de quedarse estancado en el patio trasero de un ministro, pero la segunda opción tampoco era lo mejor que hubiese podido esperar. - Con quince años y toda una vida de ser una Niniadis, permíteme dudarlo hasta que pueda emitir un juicio propio, pero de momento trataré de creerte. - Que sí, los rumores decían que había matado a la zorra de su madre, pero no sabía qué tanto había sido ella y que tanto su hermano mayor. No es que no creyera que por su edad no fuera capaz, había que ver el temperamento que podía tener Mindy, pero con la cantidad de actos públicos en los que había aparecido… sí, Amanda soplaba en su dirección y la pelirroja seguramente se caía.
- Oh vamos, trabajas en una cafetería ¿y nunca te llegó un rumor? - Que con la cantidad de señoras que vi esta tarde sentadas, era sorpresivo si ninguna hablaba de él literalmente a sus espaldas. En el bar cualquier persona con un par de copas de más tardaba menos de cinco minutos en soltar el chisme más reciente que habían escuchado. Pero bueno, supongo que falta algo de café Irlandés en el menú. - Mimi es… la morocha, ¿no? - Si no mal recordaba, la información que teníamos nos decía que nos habría servido mucho tener a alguien como ella en el robo de la vez pasada. - Como dije, un casanova. Parece que los rumores no mienten.
Me encojo de hombros cuando dice lo de comer y hablar a la vez, y lo sigo puertas afuera mientras me pienso cómo contestar su pregunta. - Digamos que algo así, se llama Amanda y es la niña más irritante que vas a conocer en tu vida. Si es que la conoces… - Decido bromear, solo por recordar la tontería de que la última vez que me visitó, acordamos que Mindy sería la hija de Jack si alguien preguntaba. Ya con lo otro… Supongo que no se puede bromear demasiado, ¿no? - La suerte fue el que no me ejecutaran. Escapé de mi último amo quemando su casa. No pienso mucho en eso porque hay detalles que nunca quise conocer. Luego… - Si era tan amigo del grupito que formaba Kendrick Black tenía que tener cuidado con lo que elegía contar, y cómo elegía hacerlo. - Conocí personas que pudieron ayudarme. Antes de venir al distrito tenía algunos trabajos esporádicos, todos fuera de la ley y ninguno me dejó las manos del todo limpias, pero se sobrevive como se puede y llevo ya varios años desde que decidí ser un sobreviviente. - Meto las manos en los bolsillos de mi pantalón, pero la vuelvo a sacar en seguida cuando reconozco un lugar de comida barata que vende cosas bastante deliciosas. - ¿Qué te parece allí? Vine alguna que otra vez, pero no escatiman en las porciones. - Le aseguro antes de volver al tema del que me desvié. - Sabes que “libre” no se es jamás con los magos en el poder, pero trato de ayudar como puedo cuando la ocasión se presenta. - Y no digo más, porque no sé hasta que punto sea prudente revelar todas las cosas que en verdad se pasan por mi mente y las razones detrás de ellas.
- Oh vamos, trabajas en una cafetería ¿y nunca te llegó un rumor? - Que con la cantidad de señoras que vi esta tarde sentadas, era sorpresivo si ninguna hablaba de él literalmente a sus espaldas. En el bar cualquier persona con un par de copas de más tardaba menos de cinco minutos en soltar el chisme más reciente que habían escuchado. Pero bueno, supongo que falta algo de café Irlandés en el menú. - Mimi es… la morocha, ¿no? - Si no mal recordaba, la información que teníamos nos decía que nos habría servido mucho tener a alguien como ella en el robo de la vez pasada. - Como dije, un casanova. Parece que los rumores no mienten.
Me encojo de hombros cuando dice lo de comer y hablar a la vez, y lo sigo puertas afuera mientras me pienso cómo contestar su pregunta. - Digamos que algo así, se llama Amanda y es la niña más irritante que vas a conocer en tu vida. Si es que la conoces… - Decido bromear, solo por recordar la tontería de que la última vez que me visitó, acordamos que Mindy sería la hija de Jack si alguien preguntaba. Ya con lo otro… Supongo que no se puede bromear demasiado, ¿no? - La suerte fue el que no me ejecutaran. Escapé de mi último amo quemando su casa. No pienso mucho en eso porque hay detalles que nunca quise conocer. Luego… - Si era tan amigo del grupito que formaba Kendrick Black tenía que tener cuidado con lo que elegía contar, y cómo elegía hacerlo. - Conocí personas que pudieron ayudarme. Antes de venir al distrito tenía algunos trabajos esporádicos, todos fuera de la ley y ninguno me dejó las manos del todo limpias, pero se sobrevive como se puede y llevo ya varios años desde que decidí ser un sobreviviente. - Meto las manos en los bolsillos de mi pantalón, pero la vuelvo a sacar en seguida cuando reconozco un lugar de comida barata que vende cosas bastante deliciosas. - ¿Qué te parece allí? Vine alguna que otra vez, pero no escatiman en las porciones. - Le aseguro antes de volver al tema del que me desvié. - Sabes que “libre” no se es jamás con los magos en el poder, pero trato de ayudar como puedo cuando la ocasión se presenta. - Y no digo más, porque no sé hasta que punto sea prudente revelar todas las cosas que en verdad se pasan por mi mente y las razones detrás de ellas.
— Nunca sobre mí — lo cual tiene sentido, porque dudo mucho que alguien se me siente a hablar sobre lo que murmuran a mis espaldas, ya que perdería todo el sentido. Tampoco puedo quedarme mucho con eso porque, en lo que asiento al señalar que no se equivoca con Mimi, puedo sentir el calor subiendo por mi cuello. Llego a rascar mi nuez de Adán en una clara señal de incomodidad — No es para tanto. Ni siquiera… — no puedo creer que vaya a decir esto adelante de mi hermano que no he visto en una eternidad. Hasta tomo aire con obvio resentimiento — Nunca nos hemos acostado ni nada, son solo besos cada tanto y ya. Estoy libre como el viento, ya sabes — hasta hago el gesto con la mano como si estuviera yendo con la brisa, cuando la verdad es que es solo una expresión para que la conversación no vaya más allá de este punto. No puedo creer que, llegado a este punto en mi vida, haya ciertas cosas que tenga que aclarar.
Lo que dice me deja recalculando. Literal, mis ojos se alzan hacia el cielo y tengo que tratar de comprender el juego de palabras que ha elegido, sin poder hacer una conexión entre eso y el tono que ha empleado para decirlo — Espera… ¿Tienes una hija o no? ¿Cuántos años tiene? — lo cual, en cierto modo, hace que mi corazón empiece a latir más fuerte porque… ¡Una sobrina! ¿Cómo pasas de tener una familia en cero que crece a pasos agigantados? Ya, creo que estoy avanzando antes de tiempo y tengo que tener cuidado para no darme la cabeza contra la pared. Puedo olvidarme de esta parte de la conversación en lo que él me habla tan campante de cómo es que quemó una casa y, a pesar de que por un momento lo miro con todo el escándalo que son capaces de mostrar mis ojos, acabo por comprenderlo. ¿Quién no quiso quemar la casa de un amo desagradable? — Hubiera hecho lo mismo con mi primer dueño — gruño — Ese sujeto me tuvo por tres años y me regresó al mercado como un costal de huesos. Aún soy incapaz de ganar masa muscular — creo que ni hace falta aclararlo, a simple vista soy un espárrago.
No he ido jamás al lugar que me señala, pero con solo pasar cerca de la puerta el aroma se me hace tentador — Suena bien. Cualquier cosa para llenarme el estómago — estoy empujando la puerta cuando dice las palabras que me arrebatan una sonrisa nostálgica. He oído palabras similares en boca de Drew y no tardo en suponer que ambos se llevarían bastante bien — Bueno, somos libres ahora. Algo parecido — sé que no tendremos completa libertad hasta que las cosas no cambien del otro lado de las fronteras del distrito, pero es una mejor considerable. Quiero decir… Antes no habría podido jamás el comprar comida para mí mismo — Quiero decir… Si viniste hasta aquí, es porque crees que es una buena opción para tu futuro. ¿No? ¿Crees que podrías quedarte aquí si todo sale bien? ¿O tienes algunos planes? — me coloco en la fila, esa que está casi vacía, lo que me invita a mirar el menú con rápida atención — ¿Vives solo o Amanda se queda contigo? — pregunto al pasar, antes de seleccionar un sándwich y apresurarme a pedirlo — Si buscas hacer algo con todo esto… Siempre puedo introducirte a Amber. Ya sabes, ella se encarga de aquellos que quieren agitar las aguas de manera más directa. Saber cómo disparar no viene mal, mucho menos ahora.
Lo que dice me deja recalculando. Literal, mis ojos se alzan hacia el cielo y tengo que tratar de comprender el juego de palabras que ha elegido, sin poder hacer una conexión entre eso y el tono que ha empleado para decirlo — Espera… ¿Tienes una hija o no? ¿Cuántos años tiene? — lo cual, en cierto modo, hace que mi corazón empiece a latir más fuerte porque… ¡Una sobrina! ¿Cómo pasas de tener una familia en cero que crece a pasos agigantados? Ya, creo que estoy avanzando antes de tiempo y tengo que tener cuidado para no darme la cabeza contra la pared. Puedo olvidarme de esta parte de la conversación en lo que él me habla tan campante de cómo es que quemó una casa y, a pesar de que por un momento lo miro con todo el escándalo que son capaces de mostrar mis ojos, acabo por comprenderlo. ¿Quién no quiso quemar la casa de un amo desagradable? — Hubiera hecho lo mismo con mi primer dueño — gruño — Ese sujeto me tuvo por tres años y me regresó al mercado como un costal de huesos. Aún soy incapaz de ganar masa muscular — creo que ni hace falta aclararlo, a simple vista soy un espárrago.
No he ido jamás al lugar que me señala, pero con solo pasar cerca de la puerta el aroma se me hace tentador — Suena bien. Cualquier cosa para llenarme el estómago — estoy empujando la puerta cuando dice las palabras que me arrebatan una sonrisa nostálgica. He oído palabras similares en boca de Drew y no tardo en suponer que ambos se llevarían bastante bien — Bueno, somos libres ahora. Algo parecido — sé que no tendremos completa libertad hasta que las cosas no cambien del otro lado de las fronteras del distrito, pero es una mejor considerable. Quiero decir… Antes no habría podido jamás el comprar comida para mí mismo — Quiero decir… Si viniste hasta aquí, es porque crees que es una buena opción para tu futuro. ¿No? ¿Crees que podrías quedarte aquí si todo sale bien? ¿O tienes algunos planes? — me coloco en la fila, esa que está casi vacía, lo que me invita a mirar el menú con rápida atención — ¿Vives solo o Amanda se queda contigo? — pregunto al pasar, antes de seleccionar un sándwich y apresurarme a pedirlo — Si buscas hacer algo con todo esto… Siempre puedo introducirte a Amber. Ya sabes, ella se encarga de aquellos que quieren agitar las aguas de manera más directa. Saber cómo disparar no viene mal, mucho menos ahora.
- ¿Nunca…? Ohhhhh, ya entiendo. ¿Lo sabe ella? Lo de ser libre como el viento, me refiero. He pasado por eso en el pasado y a veces puede haber un error de comunicación en alguna de las partes. - Antes de mi último amo, había pasado por otros que tenían más personal contratado. Digamos que nunca fui del todo claro con mis intenciones y eso me trajo más de un problema. No iba a ser un consejo amoroso el que le diera ni bien volvía a verlo, pero sí era una buena ¿advertencia? - Me refiero a qué, por más entretenido que pueda ser el conseguir que alguien se acueste contigo, trata de no involucrarte mucho en una relación si es que tus intenciones son otras. - Nadie quería una ex novia despechada. De verdad, nadie.
Me río por lo bajo cuando es obvio que acabo por desconcertarlo, pero supongo que esa era la intención. - Se llama Mindy, bah, Amanda. Tiene doce, y está muy lejos de ser mi hija. - Algo así como remotamente imposible de serlo. - Una vez vino de visita nada más, y en chiste dijimos que sería mi sobrina si alguien preguntaba. Tranquilo, no planeo darte sobrinos. - No le veía el atractivo a tener hijos en un mundo como este a decir verdad. - ¿Qué edad tenías? Me regresaron al mercado un par de veces, pero te perdí el rastro cuando me compraron por primera vez. No había mucho que se pudiera hacer allí dentro a decir verdad. - También por eso me alegraba de haber quemado ese lugar.
Puedo distraerme con las opciones del menú en lo que decido como responderle sin dejarme tan en evidencia. Porque su libertad es tan relativa y frácil que se rompería de solo tocarla, y vaya que ellos juegan al borde del precipicio. Tampoco puedo decirle que no es un futuro lo que busco dentro de este distrito, sino el dejo de un pasado que no puedo olvidar y las herramientas que me hagan falta para pelear por lo que yo creo correcto. Al final ordeno una pizza chica junto con una cerveza y entrego mi tarjeta para pagar antes de ir al otro extremo del mostrador. - Llevo años tratando de hacer algo. No me gusta quedarme quieto y, aunque no haya encontrado cómo… Bueno, el nueve no parecía un mal lugar para empezar. ¿Amber es…? - Me suena su nombre, así que seguramente sea otra que se encuentre en la lista o algo así. - ¿Qué tan metido estás en todo esto? Yo tendré muchos chimentos, pero tú pareces estar al tanto de muchas cosas que, como tu hermano, deberían preocuparme. - Recojo la bandeja que nos entregan y escaneo con la mirada el lugar para buscar dónde sentarnos. - No es que no sepa disparar, pero como el mayor es lógico esperar que tu no tuvieses que saberlo.
Me río por lo bajo cuando es obvio que acabo por desconcertarlo, pero supongo que esa era la intención. - Se llama Mindy, bah, Amanda. Tiene doce, y está muy lejos de ser mi hija. - Algo así como remotamente imposible de serlo. - Una vez vino de visita nada más, y en chiste dijimos que sería mi sobrina si alguien preguntaba. Tranquilo, no planeo darte sobrinos. - No le veía el atractivo a tener hijos en un mundo como este a decir verdad. - ¿Qué edad tenías? Me regresaron al mercado un par de veces, pero te perdí el rastro cuando me compraron por primera vez. No había mucho que se pudiera hacer allí dentro a decir verdad. - También por eso me alegraba de haber quemado ese lugar.
Puedo distraerme con las opciones del menú en lo que decido como responderle sin dejarme tan en evidencia. Porque su libertad es tan relativa y frácil que se rompería de solo tocarla, y vaya que ellos juegan al borde del precipicio. Tampoco puedo decirle que no es un futuro lo que busco dentro de este distrito, sino el dejo de un pasado que no puedo olvidar y las herramientas que me hagan falta para pelear por lo que yo creo correcto. Al final ordeno una pizza chica junto con una cerveza y entrego mi tarjeta para pagar antes de ir al otro extremo del mostrador. - Llevo años tratando de hacer algo. No me gusta quedarme quieto y, aunque no haya encontrado cómo… Bueno, el nueve no parecía un mal lugar para empezar. ¿Amber es…? - Me suena su nombre, así que seguramente sea otra que se encuentre en la lista o algo así. - ¿Qué tan metido estás en todo esto? Yo tendré muchos chimentos, pero tú pareces estar al tanto de muchas cosas que, como tu hermano, deberían preocuparme. - Recojo la bandeja que nos entregan y escaneo con la mirada el lugar para buscar dónde sentarnos. - No es que no sepa disparar, pero como el mayor es lógico esperar que tu no tuvieses que saberlo.
¿Cómo explicarle la situación al hermano que acabo de encontrar después de años y que es prácticamente un extraño para mí? — ¡Sí, claro! — me apresuro a decir — No es como si hubiéramos hablado de querer algo más ni nada así. Ni siquiera estoy intentando que se acueste conmigo — ¿Eso bastará para dar explicaciones sin darlas en lo absoluto? Espero que sí, porque es increíblemente incómodo. Al menos, el cambio de conversación tira para cualquier lado y me da la posibilidad de hablar de algo que no sea mi falta de vida sexual — Ohhhh… Así que es más bien una protegida y no una hija real. Ya, comprendo. ¡Bien por ti! Ya sabes… Por tener gente en tu vida que tiene esa importancia… — no tengo idea de cómo lo ve, yo personalmente creo que es algo sumamente genial — A los… ¿Dieciséis? He estado fuera por tres años… — o eso creo recordar. Hago un par de cálculos mentales, pero pronto me doy cuenta de que complicarme es algo que no puedo hacer ahora — ¿Dices que tuvimos oportunidad de cruzarnos? — pregunto sin poder contenerme — Eso es… Bueno, habría sido un poco frustrante — no puedo emocionarme, no cuando sé que hay una posibilidad de haber sido jodido por la mala suerte del desencuentro.
Su historia coincide con la de la mayoría de las personas que he conocido en los últimos meses. Todos buscan un sitio donde empezar de nuevo, donde estar tranquilos después de años de ir y venir entre miseria. Le doy la aclaración por válida con un asentimiento, pago mi comida y espero hasta que puedo acomodar la bebida sobre la bandeja antes de darme la vuelta con una sonrisa casi que de disculpa — ¿Un poco? — aventuro — Bueno… Un poco mucho. He participado en algunas misiones con los demás, pero no estoy ni cerca de haber pasado todo lo mismo que ellos. Acabé en la lista negra por haber peleado con aurores cuando se tomó el distrito y luego le di unos cuantos tiros a algunos otros en el departamento de Misterios. Obvio que me la devolvieron, las dos veces. Todavía tengo la cicatriz por haberme comido una estatua — en lo que avanzamos hacia uno de los asientos, me levanto los mechones que deberían ser mi flequillo para enseñarle la fina línea rosada que apenas y se nota en la línea de la raíz — Pero Amber es la líder de defensa del distrito, algo así como nuestra propia Rebecca Hasselbach pero ya sabes… Menos escalofriante y más competente que Riorden Weynart.
Nos alejo de las ventanas, que si es verdad lo de los chismes no quiero que me sigan agregando tonterías y muevo una de las sillas del fondo, allí donde podemos acomodarnos cerca de lo que parece ser un patio, del cual ingresa algo de brisa fresca que siempre se siente bien con este clima — ¿De verdad esperabas que no sepa disparar? No soy el mejor, pero me defiendo — acerco mi comida, esa que desenvuelvo y chequeo que no falte ningún ingrediente antes de darle un bocado. El mismo me deja un momento incapaz de seguir hablando, así que tengo que cubrirme la boca con el dorso de la mano y trago de forma algo escandalosa — Aunque he aprendido que las armas muggles no son tan útiles contra las varitas, no sin los magos saben usarlas. ¿Sabías que Kendrick es capaz de hacer un crucio y un patronus corpóreo? — no sé mucho de magia, pero tengo entendido que es un nivel avanzado — Y no es el único… Arianne Brawn es una bruja poderosísima, incluso siendo veela. Creo que es un grupo que tiene grandes chances. El gran problema es que el Ministerio se encuentra mejor organizado y tienen mayores recursos y… — bajo el sándwich, dándome cuenta de que la charla repentinamente se volvió muy seria. Acabo por sonreír un poco — Lo siento. Si quieres, podemos volver a hablar de chicas. Es mucho más llevadero que la política para una primera cena.
Su historia coincide con la de la mayoría de las personas que he conocido en los últimos meses. Todos buscan un sitio donde empezar de nuevo, donde estar tranquilos después de años de ir y venir entre miseria. Le doy la aclaración por válida con un asentimiento, pago mi comida y espero hasta que puedo acomodar la bebida sobre la bandeja antes de darme la vuelta con una sonrisa casi que de disculpa — ¿Un poco? — aventuro — Bueno… Un poco mucho. He participado en algunas misiones con los demás, pero no estoy ni cerca de haber pasado todo lo mismo que ellos. Acabé en la lista negra por haber peleado con aurores cuando se tomó el distrito y luego le di unos cuantos tiros a algunos otros en el departamento de Misterios. Obvio que me la devolvieron, las dos veces. Todavía tengo la cicatriz por haberme comido una estatua — en lo que avanzamos hacia uno de los asientos, me levanto los mechones que deberían ser mi flequillo para enseñarle la fina línea rosada que apenas y se nota en la línea de la raíz — Pero Amber es la líder de defensa del distrito, algo así como nuestra propia Rebecca Hasselbach pero ya sabes… Menos escalofriante y más competente que Riorden Weynart.
Nos alejo de las ventanas, que si es verdad lo de los chismes no quiero que me sigan agregando tonterías y muevo una de las sillas del fondo, allí donde podemos acomodarnos cerca de lo que parece ser un patio, del cual ingresa algo de brisa fresca que siempre se siente bien con este clima — ¿De verdad esperabas que no sepa disparar? No soy el mejor, pero me defiendo — acerco mi comida, esa que desenvuelvo y chequeo que no falte ningún ingrediente antes de darle un bocado. El mismo me deja un momento incapaz de seguir hablando, así que tengo que cubrirme la boca con el dorso de la mano y trago de forma algo escandalosa — Aunque he aprendido que las armas muggles no son tan útiles contra las varitas, no sin los magos saben usarlas. ¿Sabías que Kendrick es capaz de hacer un crucio y un patronus corpóreo? — no sé mucho de magia, pero tengo entendido que es un nivel avanzado — Y no es el único… Arianne Brawn es una bruja poderosísima, incluso siendo veela. Creo que es un grupo que tiene grandes chances. El gran problema es que el Ministerio se encuentra mejor organizado y tienen mayores recursos y… — bajo el sándwich, dándome cuenta de que la charla repentinamente se volvió muy seria. Acabo por sonreír un poco — Lo siento. Si quieres, podemos volver a hablar de chicas. Es mucho más llevadero que la política para una primera cena.
- Sí, claro… - Repito sus palabras con una intención completamente diferente. A menos que realmente haya más sentimientos de fondo, nadie se conforma con un par de besos y nada más. Osea, sí en un principio, pero llega un punto en el que el cuerpo pide más y se tiene que querer mucho a la otra persona para no tratar de llevarlo más allá. Sino la opción más sencilla era no ser un masoquista y dejarlo todo por lo sano. - ¿Protegida? - Tengo que pensarlo unos momentos, que como Amanda lo escuche no sé a quién putea primero. - Puedes verlo así, también suele ser un grano en el culo. Pero supongo que así es con todas las personas. - No podía decir lo mismo con él ahora, pero denle unas semanas y seguro opinaba diferente.
Dudo por momentos cómo responder a su pregunta, pero supongo que sí, debe haber sido una posbilidad muy grande eso de habernos cruzado. - Me compraban con rapidez así que no sé que tanto, pero es un lugar grande y sabes que ahí dentro no había mucho tiempo para hacer amigos o preguntas. - Todo tenía un precio, y no siempre era uno que se pudiera, o se quisiera pagar. Después de lo de Rick prefería no enterarme de las cosas. Claro que luego pasó lo del mercado, pude revisar los registros y el resto fue historia.
Dejo escapar un silbido impresionado cuando cuenta los enredos en los que participó, sin haber esperado en verdad que estuviese tan metido con el grupo. - Deberían hacer un cuadro con todas las figuras que tomaron el distrito, ya sabes, darles mérito por haber logrado conquistarlo o algo así. - Como esa estatua con los rostros de los tipos de hace cientos de años que ya no está más. - No es un mérito muy grande ser menos escalofriante que Riorden Weynart cuando Rebecca Hasselbach… es una licántropo. - Tengo que corregirme sobre la marcha para no mandar al frente que hasta Hermann respetaba a esa mujer, cosa que no podía decir del niño al que seguían. ¡Pero hey! era cierto que habían logrado recuperar y proteger el maldito distrito más grande del país, así que aplausos también.
- No que no sepas, sino que no tengas la necesidad. Pero supongo que es demasiado pedir en el mundo en el que vivimos, ¿no? A estas alturas deberíamos darle un arma a cualquier niño humano con la capacidad de apuntar solo para que puedan tener con qué defenderse. - Que ya sabemos que la vida de un cachorro es más importante a ojos de los magos, y que los elfos domésticos salen más caro que los esclavos. - No subestimes las armas muggles, o la capacidad que tienen los magos de creerse superiores siempre. Se van a extinguir por orgullosos nada más, que con agilidad y algo de puntería, un buen disparo los deja incapacitados de usar la varita ¿y que son entonces sino unos idiotas sin capacidad? - Confiaban tanto en un palito de madera que se podía romper con tanta facilidad… - Creo que prefiero hablar de política antes que de chicas. El tiempo me enseñó que es un terreno mucho más seguro a veces. A menos que quieras hablar de ¿una veela dijiste? Tengo entendido que son bellas de verdad, no que hubiera estado nunca cerca de una… ¿Seguro que no formas parte del consejo? Con tanta gente que conoces…
Dudo por momentos cómo responder a su pregunta, pero supongo que sí, debe haber sido una posbilidad muy grande eso de habernos cruzado. - Me compraban con rapidez así que no sé que tanto, pero es un lugar grande y sabes que ahí dentro no había mucho tiempo para hacer amigos o preguntas. - Todo tenía un precio, y no siempre era uno que se pudiera, o se quisiera pagar. Después de lo de Rick prefería no enterarme de las cosas. Claro que luego pasó lo del mercado, pude revisar los registros y el resto fue historia.
Dejo escapar un silbido impresionado cuando cuenta los enredos en los que participó, sin haber esperado en verdad que estuviese tan metido con el grupo. - Deberían hacer un cuadro con todas las figuras que tomaron el distrito, ya sabes, darles mérito por haber logrado conquistarlo o algo así. - Como esa estatua con los rostros de los tipos de hace cientos de años que ya no está más. - No es un mérito muy grande ser menos escalofriante que Riorden Weynart cuando Rebecca Hasselbach… es una licántropo. - Tengo que corregirme sobre la marcha para no mandar al frente que hasta Hermann respetaba a esa mujer, cosa que no podía decir del niño al que seguían. ¡Pero hey! era cierto que habían logrado recuperar y proteger el maldito distrito más grande del país, así que aplausos también.
- No que no sepas, sino que no tengas la necesidad. Pero supongo que es demasiado pedir en el mundo en el que vivimos, ¿no? A estas alturas deberíamos darle un arma a cualquier niño humano con la capacidad de apuntar solo para que puedan tener con qué defenderse. - Que ya sabemos que la vida de un cachorro es más importante a ojos de los magos, y que los elfos domésticos salen más caro que los esclavos. - No subestimes las armas muggles, o la capacidad que tienen los magos de creerse superiores siempre. Se van a extinguir por orgullosos nada más, que con agilidad y algo de puntería, un buen disparo los deja incapacitados de usar la varita ¿y que son entonces sino unos idiotas sin capacidad? - Confiaban tanto en un palito de madera que se podía romper con tanta facilidad… - Creo que prefiero hablar de política antes que de chicas. El tiempo me enseñó que es un terreno mucho más seguro a veces. A menos que quieras hablar de ¿una veela dijiste? Tengo entendido que son bellas de verdad, no que hubiera estado nunca cerca de una… ¿Seguro que no formas parte del consejo? Con tanta gente que conoces…
— ¿Te lo imaginas? — pregunto sin poder contenerme — Tendrían que ver mi fotografía en las escuelas… Me gusta — seríamos algo así como los nuevos padres fundadores, de seguro nos hacen un musical y toda la chorrada — No creo que ser una licántropo sea lo que me da escalofríos de ella. Es… No lo sé. Peleé con ella en el ministerio y tiene un aura… Hay algo en su rostro que me da mala yuyu — no hay otra manera de decirlo, ni siquiera puedo asegurar que sea una perra ni nada así porque no la conozco más allá de lo que nos corresponde conocernos al estar en bandos opuestos y haber coincidido en peleas. Hay algo en su mirada que me hace creer que es una de esas personas que preferiría tener bien lejos y no me sorprende en lo absoluto que Magnar Aminoff se ande codeando con esas personas, las cuales ascienden con peligrosa y preocupante velocidad.
Me encojo de hombros en un gesto desganado, que la idea de darle armas a los niños se me hace un poco extremista, pero no quiero contradecirlo cuando recién nos estamos conociendo y puedo comprender un poco de qué lado viene. No es difícil, no cuando creciste entre esclavos furiosos y resignados con lo que les habían forzado a vivir — Lo sé, he luchado con ellos. Pero no todos son inútiles sin varita… — mi voz suena un poco más dudosa que antes y evito el contacto visual, centrándome en acomodar el pan de mi cena para que no se me patine el relleno por los costados — He visto a magos hacer magia sin ellas — no voy a ponerme a dar detalles, que tampoco quiero caer en una discusión eterna sobre lo que mis amigos pueden o no hacer. ¿Suena a que los estoy defendiendo? Un poco, pero no puedo evitar el hacerlo después de todo lo que hemos pasado juntos.
Me relajo al tener la excusa para reírme, pero estoy tan concentrado en morder y tragar que me tomo un momento en contestar — No, solo he vivido con algunos de ellos durante un tiempo — me explico — Cuando llegué al norte, mi refugio fue quedarme con su grupo y acabé prestando mi ayuda. Era lo menos que podía hacer. Y en cuanto a las veelas… Tengo una amiga veela que te dejaría con la boca abierta. No es difícil hablar con ellas, pero intenta no mirarlas a los ojos y trata de no prestarle mucha atención al tono de su voz, o te volverás loco — más de una vez me he encontrado mirando de más a cualquiera de ellas, lo cual me ha valido el quedar como un idiota. Ni siquiera sé cómo alcancé a respirar cuando Holly me besó la noche del cumpleaños de Ken — Como sea… No, no estoy metido hasta el fondo. No sé sus planes ni nada de eso, así que puedes quedarte tranquilo que mi vida es casi que normal.
Me encojo de hombros en un gesto desganado, que la idea de darle armas a los niños se me hace un poco extremista, pero no quiero contradecirlo cuando recién nos estamos conociendo y puedo comprender un poco de qué lado viene. No es difícil, no cuando creciste entre esclavos furiosos y resignados con lo que les habían forzado a vivir — Lo sé, he luchado con ellos. Pero no todos son inútiles sin varita… — mi voz suena un poco más dudosa que antes y evito el contacto visual, centrándome en acomodar el pan de mi cena para que no se me patine el relleno por los costados — He visto a magos hacer magia sin ellas — no voy a ponerme a dar detalles, que tampoco quiero caer en una discusión eterna sobre lo que mis amigos pueden o no hacer. ¿Suena a que los estoy defendiendo? Un poco, pero no puedo evitar el hacerlo después de todo lo que hemos pasado juntos.
Me relajo al tener la excusa para reírme, pero estoy tan concentrado en morder y tragar que me tomo un momento en contestar — No, solo he vivido con algunos de ellos durante un tiempo — me explico — Cuando llegué al norte, mi refugio fue quedarme con su grupo y acabé prestando mi ayuda. Era lo menos que podía hacer. Y en cuanto a las veelas… Tengo una amiga veela que te dejaría con la boca abierta. No es difícil hablar con ellas, pero intenta no mirarlas a los ojos y trata de no prestarle mucha atención al tono de su voz, o te volverás loco — más de una vez me he encontrado mirando de más a cualquiera de ellas, lo cual me ha valido el quedar como un idiota. Ni siquiera sé cómo alcancé a respirar cuando Holly me besó la noche del cumpleaños de Ken — Como sea… No, no estoy metido hasta el fondo. No sé sus planes ni nada de eso, así que puedes quedarte tranquilo que mi vida es casi que normal.
— ¿Peleaste contra Hasselbach? — no sabía si estar impresionado por que hubiese tenido los huevos y la capacidad para darle pelea, o si hallarme decepcionado porque literalmente ni la ministra de defensa pudiese contra un grupito de rebeldes. Si íbamos al caso Weynart tuvo un sinfín de oportunidades que no aprovechó, pero en fin — Solo espero que no hayas usado términos como “mala yuyu” en frente suyo — cosa que hubiera considerado tierna a sus cuatro años, pero ahora ¿qué edad tenía? diablos, claramente la matemática no es lo mío. ¿Debería preguntarle?
La conversación por poco y me hace olvidarme de la comida, así que tomo una de las porciones y me la llevo a la boca empezando por la corteza — Oh, vamos. Sabes que son los menos y que aún así eso no es indicador de nada — mi voz suena algo amortiguada por el bocado a medio masticar que tengo en la boca, así que procuro tragar y darle un sorbo a mi cerveza ¿En serio conoces a tantos magos tan capaces? — lo que tendría sentido si, dentro de su pequeño grupo había más capacidad de la que aparentaba a simple vista — Porque hasta ahora la mayoría me han demostrado que son unos confiados con un complejo de superioridad muy grande — Cero inventiva, pocas luces… Había excepciones, sí. Pero había que fijarse en la sangre de sus padres como para ver el por qué.
¿Lo menos que podía hacer? No me sorprendería que a cambio de refugio tuvieran que prestar sus servicios a la causa, lo cual le daría mucho más sentido a la amabilidad que ostentan. Una especie de reclutamiento sutil… Descarto su comentario de las veelas porque el siguiente me causa todavía más desconfianza — Casi que me quedaría más tranquilo si supieras sus planes. Pelear sin saber si funcionas como carne de cañón no es algo que me resulte tranquilizante — tal vez no lo notaba, y las veelas eran una cuestión estratégica para controlar a sus reclutas, dejarlos lo suficientemente atontados para que no cuestionen órdenes. Iba a ser que no eran tan idiotas como creía.
La conversación por poco y me hace olvidarme de la comida, así que tomo una de las porciones y me la llevo a la boca empezando por la corteza — Oh, vamos. Sabes que son los menos y que aún así eso no es indicador de nada — mi voz suena algo amortiguada por el bocado a medio masticar que tengo en la boca, así que procuro tragar y darle un sorbo a mi cerveza ¿En serio conoces a tantos magos tan capaces? — lo que tendría sentido si, dentro de su pequeño grupo había más capacidad de la que aparentaba a simple vista — Porque hasta ahora la mayoría me han demostrado que son unos confiados con un complejo de superioridad muy grande — Cero inventiva, pocas luces… Había excepciones, sí. Pero había que fijarse en la sangre de sus padres como para ver el por qué.
¿Lo menos que podía hacer? No me sorprendería que a cambio de refugio tuvieran que prestar sus servicios a la causa, lo cual le daría mucho más sentido a la amabilidad que ostentan. Una especie de reclutamiento sutil… Descarto su comentario de las veelas porque el siguiente me causa todavía más desconfianza — Casi que me quedaría más tranquilo si supieras sus planes. Pelear sin saber si funcionas como carne de cañón no es algo que me resulte tranquilizante — tal vez no lo notaba, y las veelas eran una cuestión estratégica para controlar a sus reclutas, dejarlos lo suficientemente atontados para que no cuestionen órdenes. Iba a ser que no eran tan idiotas como creía.
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