No suelo hacer sociales con mis compañeros de trabajo dentro del Royal, pero Phoebe Powell no es una persona que me caiga mal como para ignorar lo que le ha estado sucediendo en los últimos meses. Los rumores corren como el viento y, debo decirlo, la entrevista que publicó el diario de mi abuela me ha hecho sentir náuseas, más por el uso de la miseria ajena que por la historia en sí. Conozco a Hans Powell de mis tiempos como una recién llegada de Europa, si no fuese por su firma jamás habría dejado la prisión y, de mala gana, tengo que admitir que le debo cierta gratitud a una familia que no parece estar pasándola bien. No, Powell no es santo de mi devoción, pero no culparé a su hermana por las elecciones que pudo o no haber hecho el ministro. No seremos amigas, pero mis vacaciones de verano son la excusa perfecta para visitar el distrito cuatro y tocar el timbre de una casita simpática, cerca de la playa. Espero que recuerde mi aviso de que me pasaría, sino esto será demasiado vergonzoso.

No es hasta que ella abre que me percato de que hay un bebé llorando, lo que me hace creer que he llegado en mala hora. No sé lo que es tener hijos, mi experiencia con los niños se reduce al trabajo y, siendo la menor dentro de mi familia, no sé lo que es controlar a una criatura que llora. Tengo la mala suerte de poseer ojos demasiado expresivos, porque sé que soy incapaz de controlar mi rostro y mi pánico se debe haber visto antes de que pueda ser capaz de controlarlo — ¿Está bien? — es lo primero que me sale preguntar. Que no me diga que tenemos que salir corriendo al hospital, porque creo que soy capaz de ponerme a paniquear. O quizá, de dar la media vuelta y marcharme, quedando como una desubicada — Traje bocadillos — anuncio con torpeza, en lo que levanto la bolsa que tengo en una mano.

Bien, a estas cosas me refiero cuando digo que no soy buena con esto de hacer sociales. Doy un paso vacilante dentro de su casa, esa que no conozco y a la cual analizo rápidamente con la mirada, más por curiosidad que por otra cosa. Cierro la puerta detrás de mí y acomodo mi cabello, ese que empieza a lavarse de la tintura y que, si lo miras muy atentamente, ha empezado a tomar cierta tonalidad rubia una vez más — Me hubiera gustado traer algo para Hayden, pero no tengo ni idea de qué es lo adecuado para un bebé de su edad — por no decir que con suerte y sé que toman leche.

— Hayden, por favor… — he perdido la cuenta de cuántas veces he tenido que tomarlo de la cuna o de la sillita para calmarlo en su llanto en lo que va de día, hasta se me ha ocurrido que puede estar enfermo, pero un chequeo rápido me sirvió para darme cuenta de que lo único que realmente pasa con él es que tiene un mal día. Sigue gruñón porque ayer tuvimos que ir a una cita con la medimaga para que le pusieran una vacuna, y es obvio que todavía me sigue guardando rencor por eso, así que ha decidido darme el día. Ni siquiera su juguete favorito parece calmarlo, un dragoncito de peluche que no tiene ningún problema en babear siempre que tiene oportunidad, pero que hoy parece que no está en ánimos ni para hacer eso. Trato de calmarlo entre mis brazos, moviéndome de un lado a otro con suavidad, e incluso me siento para que tome algo de leche a pesar de no ser su hora. Para cuando termina y bien podría tomarse una siesta, no hago más que dejarlo en su silla que ya está llorando de nuevo.

En ese mismo momento suena el timbre de la casa, estoy más cerca de la puerta así que me apresuro a abrirla para dejar paso a que entre la invitada de hoy. Mi saludo es rápido, pero amable, en lo que permito que pase y sea ella misma quién se adentre en la casa, el espacio abierto de la planta hace muy fácil que pueda tenerla en mi rango de visión mientras me agacho para volver a tomar al niño entre mis brazos. — Oh, sí, está perfectamente, solo que ayer fuimos al médico y esta es su manera de reprochármelo — bromeo al acercarme de nuevo con Denny llorando a pleno pulmón, que mis siseos parecen no ayudar a pesar de balancearlo para que se calme. — Pero mira, si es Jolene, la vimos en la escuela hace unas semanas y no estabas tan gruñón — murmuro hacia el bebé al señalar a la nueva presencia con el dedo en ruego de que sea suficiente para que deje de llorar. Sus ojitos azules están un poco rojos a causa del llanto, así que aprovecho la distracción para encasquetarle el chupete en la boca mientras se dedica a observarla con curiosidad. No sé qué tanto recordará su rostro de cuando fui a recoger algunas de mis cosas del colegio, pero no es mentira que estaba más sereno esa vez.

— Prepararé café — declaro en respuesta cuando alza la bolsa y tras sonreírle pongo rumbo a la cocina, esa que se comunica sin problemas con la entrada y el salón por no haber ninguna pared de por medio. — Ah, tranquila, lo bueno de esta edad es que se entretiene con cualquier cosa y puede estar mirándolo por horas — aseguro, cuando mudé las cosas a esta casa antes de desembalar la caja con sus juguetes, estuvo la mar de entretenido con el papel de burbujas que sirve para envolver. Lo malo es que fue demasiado divertido, al punto de que una madre no quiere que su hijo juegue con plástico, y el retirárselo luego causó un enorme colapso emocional. — ¿Qué tal están yendo tus vacaciones, Jolene? — pregunto, en el mientras tanto cargo la cafetera colocando los granos de café en el filtro, haciendo todo un juego de equilibrio al cargar con Denny. — ¿Extrañas la rutina o eres de las que prefiere tener todo el día para hacer nada? — que tuve ese problema la primera vez que empecé a trabajar en el Royal, ese mismo verano no tenía idea de lo que hacer con todo el tiempo que dan en las vacaciones y... bueno, digamos que fue un cambio grande.

— Oh, ya veo — mi voz es cautelosa, que he oído que los niños son bastante delicados cuando se los lleva al médico y, por lo general, acaban más enfermos y molestos de lo que estaban antes. Intento sonreírle al pequeño y sacudo mi mano en un saludo cuando su madre hace un esfuerzo en que su atención vaya hacia mí, cosa que parece que por un momento funciona, porque en nada ya tiene el chupete metido en la boca y eso parece calmarlo, al menos por el momento. No tengo nada en contra del niño, pero en verdad prefiero el silencio a un montón de llanto que acaba por amargarme porque nunca sabes qué es lo que les pasa. De verdad, siempre voy a admirar a las madres y su paciencia, porque sé muy bien que yo no sería capaz  de hacerlo. ¿Cómo lo harán? ¿Irán adivinando hasta que aprender cómo controlarlo o vivirán a ciegas durante toda su maternidad? No podría siquiera con la ansiedad.

Asiento con una sonrisa, que el café suena perfecto a pesar de estar en verano; no, jamás le diré que no a una buena dosis de cafeína — Me gustaría tener la cantidad de problemas que manejan ellos — comento a modo de broma, que no recuerdo cuándo fue la última vez en mi vida en la cual no he tenido preocupaciones. Si tengo que mirar hacia el pasado, creo que podría poner un antes y un después luego del día en el cual Andy y yo nos conocimos en la fuente del distrito ocho. Apoyo la bolsita sobre la primera mesa que encuentro a la vista y mi mera respuesta a su duda es un pesado suspiro, de esos que me hacen sentir que me vacío completamente de aire — No diré que extraño el escándalo del salón, pero a veces las vacaciones nos dejan demasiado tiempo para pensar — admito — Así que no estoy completamente sin hacer nada. Tengo algunos alumnos particulares que ocupan mi tiempo, lo cual es bueno. Ya sabes, más para hacer, menos por lo que preocuparse — a veces me siento mucho más vieja de lo que soy, como que he terminado viviendo una vida tranquila digna de retiro. Triste, pero cierto.

Abro y cierro mis dedos con algo de duda, pero acabo por perder ante mi propio carácter y me acerco con pasitos cautelosos — ¿Quieres que te ayude? — me ofrezco — Puedo sostener a Hayden o hacer el café, eso parece un montón de malabares para una persona normal — que no quiero decir que temo que el niño se me caiga al suelo, pero al menos puedo intentarlo — ¿Y tú qué tal, Phoebe? ¿Puedes con todo esto? No sé cómo haces para poder con una casa, un bebé, el trabajo… — que digan lo que digan de los profesores, que sea verano no significa que no tengamos nada para hacer — Sabes que si necesitas una mano, estoy disponible. Ya sabes… El único que va a extrañarme en casa es mi gato — vaya, eso ha sonado deprimente. Tal vez debería escuchar a la abuela y conseguirme un novio o algo parecido.

— Ya somos dos — digo al mover las cejas tras soltar algo así como una risa corta y sardónica por la gracia del comentario, que si solo tuviera que preocuparme de las cosas que hace Denny a diario, que vienen siendo dormir, comer y babear juguetes, mis niveles de estrés estarían reducidos a la mitad e incluso llegarían a ser inexistentes. — Eso es bueno — asiento cuando asegura tener con qué entretenerse en vacaciones, dirigiéndole apenas una sonrisa al cruzarme con sus ojos — Sé lo que es tener demasiadas cosas en la cabeza, el problema con el que yo tengo más dificultad es que independientemente de lo que tengas que hacer, al final del día muchas de esas preocupaciones siguen estando. — murmuro, esperando que sepa a lo que me refiero. Puedo tener un día completo y lleno de actividades, pero cuando llega la hora de acostarme en la cama y el silencio vuelve a envolver el ambiente, todos los pensamientos que he estado evitando durante el día regresan como si de la propia marea se tratase. Afortunadamente he aprendido a funcionar con pocas horas de sueño, creo que cualquier madre termina haciéndolo después de unos meses.

— Solo un minuto mientras termino de preparar… gracias — tomo su ofrecimiento al tenderle el bebé para que yo pueda tener los brazos libres, así es mucho más fácil moverme por la cocina y con un par de movimientos de mi muñeca las tazas salen por su cuenta del armario hasta posarse sobre la pequeña bandeja. Eso me permite abrir la nevera para tomar la leche y estoy vertiéndola sobre una tetera pequeña cuando su pregunta resuena en el aire, lo que me obliga a apoyar el brick sobre la encimera. — ¿Yo? Estoy bien, falta de que el día tenga más horas para hacer todo lo que tengo que hacer, pero… bien — no me voy la vuelta hacia ella mientras hablo, con la excusa de estar buscando el azucarero en uno de los estantes. — Tampoco es como si hubiera estado trabajando tanto, la baja por maternidad terminaba justo con el inicio de las vacaciones, me preocupa más cómo voy a hacer cuando se retomen las clases — suelto una de mis preocupaciones en voz alta, pero es obvio que toda esta conversación me pone algo incómoda porque… ¿desde cuando mis compañeros de trabajo saben nada de lo que ha ocurrido? No me jacto de ser una persona de confianza como para haberlo contado yo misma y haberme olvidado, de modo que cuando me giro hacia ella se debe plasmar lo que estoy pensando en mi rostro. — Ah, pues… muchas gracias, lo tendré en cuenta. No sabía que estabas al tanto de… bueno, lo que ha pasado — porque sí, la única manera que tengo de referirme a ello sin tener que dar ningún dato peligroso, es diciendo lo que ocurrió. También es una forma de averiguar qué tanto sabe y de dónde es que lo ha sacado.

Le hago una señal con la cabeza amablemente al sonreír para dirigirnos hacia el salón, pero como no me fío de mí misma dejo que sea la propia bandeja sola la que se guíe hasta la mesita que hay frente al sofá. Le sirvo un poco del café para que después ella lo acomode a su gusto y estiro los brazos para que me tienda al niño así no tiene que preocuparse de que se lo tire encima. — Todo lo que pueda coger lo va a tomar, así que es mejor prevenir que curar — le explico a modo de broma tras sentar a Denny sobre mi regazo y rodeo su pequeño cuerpo con un brazo al inclinarme para tomar mi taza. — ¿Sabes? Estas tazas me las regaló tu abuela como regalo de compromiso hace un año. Georgia vino a hablarme sobre ti, entre otras cosas… me dijo algo sobre que te encontraba un poco ausente o inconforme con tu vida. Para mí sonaba más como que era ella la que estaba disconforme, pero aun así… — me encojo de hombros, que por entonces no la conocía tanto y probablemente fuera la razón por la que rechacé la propuesta de la anciana.

Genial, no sé ni para qué abro la boca. Ah, sí, por pura amabilidad. Acomodo al niño en mis brazos sin tener mucha idea de cómo hacerlo, hasta que su culito está resguardado contra mi antebrazo y su cabeza se apoya en mi hombro tan plácidamente que me hace cosquillas en la oreja. No pesa casi nada, pero estoy segura de que debo verme como un mono sujetando a un cachorrito de caniche — Debe ser extraño el volver una vez más a la rutina después de una licencia — coincido, no es que yo haya tenido muchas bajas desde que empecé a trabajar, pero fue totalmente subnormal el regresar a la vida normal después del largo camino que he recorrido. Me siento culpable de haber tocado un tema que, obviamente, la pone totalmente incómoda y no es para menos. Muerdo el costado de mi lengua y encuentro con qué entretenerme al acomodar a Hayden en mi hombro, que puedo sentir que se le patina el chupete y empieza a babearme — No, no estoy en verdad al tanto. Solo hay noticias que, cuando pones un pie en el ministerio, vuelan — no siempre son buenas, casi nunca quieres escucharlas, pero llegan de todas formas. Tampoco es como que pueda ocultar que no está viviendo con su marido, pero ese es otro tema, muy diferente.

Menos mal que lleva una bandeja, sino siento que todo esto sería un caos, así que la sigo como buena invitada hasta que puedo acomodarme en el sofá. No he terminado de preguntarme cómo es que tengo que colocar al niño que ella ya me ha tendido los brazos, así que lo devuelvo con el mismo cuidado de alguien que pasa una granada — No pensé que de tan pequeños fuesen tan activos — ¿Cuánto es que tenía ya ese niño? No es como que en los últimos meses haya estado muy consciente del paso del tiempo, a veces siento que simplemente los días suceden y no soy capaz de verlos. Me estiro para hacerme con el café, pero sus palabras me dejan con las manos en el aire — Oh… — se me escapa — ¿Por qué no me sorprende? — sueno entre divertida e irónica, que no hay nada que me asombre menos que Georgia  soltando lengua y metiendo narices allí donde cree conveniente — No creo que mi abuela apruebe lo que he hecho con mi vida bajo ningún aspecto, pero tampoco podré ser nunca la nieta que alguien como ella consideraría perfecta — siempre me he mantenido lejos de esa línea, la verdad. Empezando porque de niña era la que buscaba golpear a los niños y no besarlos.

Tras darle los detalles al café para volverlo como suelo tomarlo, le doy un par de sorbos. Apoyo la taza sobre la palma de mi mano y la sujeto con la otra, prensando mis labios — Solo estoy tratando de encontrarme en todo este tablero — me explico — Estoy en un punto de inconformismo conmigo misma, así que es solo cuestión de sobrellevarlo. Aún así, no seré nunca lo que Georgia busca en una nieta y creo que eso podemos dejarlo por hecho — me encojo de hombros y busco uno de los bocadillos, tratando de hacerme con el que más tenga chocolate — Es solo una etapa, ya la superaré. No es como que no tenga experiencia en ello.

Asiento ligeramente con la cabeza, más concentrada en el trasfondo al que puede llevar ese comentario que en el gesto en sí. — Es algo extraño, sí — admito en un murmullo — Sobre todo porque cuando nació Hayden lo de tener una rutina era prácticamente una palabra que no existía en mi vocabulario, todo funciona de manera un poco arbitraria con un bebé en casa — intentar sacarle la parte positiva a vivir sin normas, al menos en lo que a horarios se refiere, es una cuestión difícil, pero aun así le sonrío de todas formas, más por la conclusión final que por otra cosa. — Tendré que acostumbrarme de nuevo — por el momento el verano va a seguir perteneciéndole a Denny, pero ya veremos como cambian las cosas de aquí a septiembre. He aprendido a no esperar nada que pase del día presente, para no caer en el error de confiar en que todo permanecerá como siempre. — ¿De qué noticias estamos hablando, exactamente? ¿Qué es lo que se está diciendo en el ministerio? — le pregunto, aclarándome la garganta. No he pisado el ministerio en mucho tiempo como para saber los rumores que recorren sus pasillos y, si algo se ha estado divulgando por ahí, mi hermano no se ha tomado la molestia de contármelo.

Sonrío cuando ella misma sola llega a esa conclusión — Es porque les llama la atención cualquier cosa, en especial lo que es brillante y llamativo, irán a por ello seguro. He tenido que desistir de ponerme pendientes por un tiempo por los tirones de oreja. Además de que se llevan lo que sea a la boca, es frustrante — le cuento como anécdota graciosa, que cada vez que cargaba al bebé en brazos aprovechaba para tirar de alguno de mis pendientes, principalmente de los que pudieran colgar un poco. También de otras cosas como una pulsera que me regaló Hans y que ha pasado a decorar el cajón de mi habitación en lugar de mi muñeca. — Si te sirve de consuelo, no creo que nadie en la tierra cumpla con la definición de perfección de Georgia, hasta ella misma debe de haberse dado cuenta de ese detalle — y lo dirá, pues claro que lo dirá y recalcará varias veces, que todo el mundo se encuentra por debajo de ella. No hay duda de que es una mujer con carácter, pero me limito a decir lo menos ofensivo que ella pueda considerar, que  no deja de ser su abuela.

Vuelco un poco de la leche sobre mi taza para no cargar tanto el café, que no quiero excederme en cafeína cuando todavía soy la fuente primaria de alimento de Hayden, para después llevármela a los labios en lo que soplo para que se enfríe. Le dedico una mirada de lado precavida tras tomar un sorbo pequeño, con cuidado de que los movimientos del bebé no desequilibren el contenido del vaso al sostenerlo con apenas mi torso y parte de mis brazos. — ¿Y no quieres cambiar lo que te mantiene disconforme? No sé muy bien cuáles son los problemas personales por los que estás pasando, y tampoco quiero excederme dentro de lo que no me llaman, pero... no lo sé, suena un poco a que prefieres conformarte con lo que tienes antes que tratar de cambiarlo — solo espero que no se tome mis palabras como una ofensa, que tampoco tengo idea de lo que se le pasa por la cabeza como para estar ejerciendo de consejista. En serio, soy la última persona que debería hacerlo, que ni siquiera yo me los aplico. — Y menos mal, la resolución de Georgia a tus problemas era que te casaras, con un ministro a poder ser — añado como pequeña broma para aligerar el ambiente al llevarme de nuevo la taza a los labios.

— No sé mucho — está claro que es una situación no muy cómoda el tener que hablar de las cosas que andan diciendo o no por ahí, hasta me atrevo a poner una mirada de disculpa — Will me ha dicho que gran parte de las sospechas en su dirección se vieron aplacadas cuando Charles se marchó. Ya sabes, como que Magnar lo hizo desaparecer a causa de lo sucedido en el departamento de misterios. También he oído algo sobre negocios ilegales — y la historia de cómo tenía una segunda familia y que se había casado con Phoebe a causa de sus contactos, pero creo que esa parte no será de agrado para ella y tampoco soy tan cruel como para andar haciéndoselo saber — Tonterías, como bien sabes. Las personas adoran hablar sobre las cosas de las que no tienen ni la menor idea, en especial cuando creen saber más que los demás. Neopanem siempre fue un nido de víboras en ese aspecto, en especial cuando se trata de política — si lo sabré bien yo.

Me llevo una mano a la oreja y presiono mi lóbulo, agradecida de no tener la costumbre de usar pendientes todos los días, solo en ocasiones especiales; hay que ver lo mucho que me ha dolido volver a hacerme los agujeros, cerrados después de años de no haberme puesto ningún decorativo a causa del rechazo que solía tener hacia ellos — Es un buen punto — coincido, que mi modo de ver la perfección debe estar demasiado lejos a los ojos de mi abuela. Ante lo siguiente, solamente bebo café en silencio, esperando a que termine de dar su opinión antes de querer dar la mía. Acabo soltando una risa que no puedo contener — Estoy segura de que tenía una lista de candidatos. ¿Me podrías ver como cuñada, Phoebe? — es obvio que me estoy mofando, la sonrisa ladina y el ruedo de ojos me delatan — No te preocupes, tu hermano no sería mi tipo ni aunque estuviera soltero, sin ofender — demasiado pulcro, la clase de personas que se ven radiantes por fuera y te hacen preguntarte cuánta mierda deben estar recolectando debajo de la cama. Eso tampoco voy a decírselo, ella no tiene la culpa.

— Es que no sé qué cambiar, Phoebe — acabo confesando, con un movimiento de hombros que busca restarle importancia a todo el asunto. Lo he hablado cientos de veces, lo he consultado con la almohada y hasta mi pobre gato ha oído mis quejas. Me hundo contra los almohadones, estirando mis piernas hasta que quedan por debajo de la mesita — ¿Nunca pensaste que perdiste el rumbo y no sabes muy bien hacia dónde tienes que ir? No puedo quejarme, tengo una vida que muchos considerarían estable y estoy segura de que Georgia tiene más urgencia en verme plantada que yo misma. Hasta he considerado la horrible idea de llamar a mi ex “algo” con tal de hacer algo. No necesito que me digas que es una pésima idea — le aclaro, que fue totalmente ridículo el creer que Gavin podría ser una distracción y me vuelve una terrible persona el utilizar a los demás de esa manera.

— Oh — es lo único que me siento capaz a decir ante esas revelaciones que bien me podría haber esperado venir. Supongo que el no hacer sociales te impide que cosas como estas lleguen a tus oídos, pero eso no significa que al otro lado de la calle no se estén murmurando rumores como los que me cuenta Jolene que están rulando por el ministerio. Bien podrían ser mis antiguos vecinos los que comenzaron con esos chismes, que fueron las primeras personas en hablar cuando nos instalamos en la casa, también los primeros en susurrar por lo bajo cuando el camión de la mudanza se plantó delante de la misma puerta. Son cosas que he aprendido que no puedo evitar que ocurran, pero que aun así me mantienen tiesa sobre mi sofá, al haber dejado la taza sobre la mesa, pensando en las miles de otras cosas que se han podido inventar sobre mi esposo, o sobre mí, y todas las otras que estarán por inventarse, hasta que Charles no regrese. No me hace sentir mejor que asegure que son tonterías, sé bien que lo son, pero también sé que estaré llamando a mi hermano en los próximos días para enterarme de más al respecto.

Trato de pasar el mal trago momentáneo con un sorbo del café al volver a tomar la taza, esta vez deseando que estuviera un poco más cargado para quitarme la expresión de pasmada del rostro. Afortunadamente encontramos en Georgia una nueva distracción al poder bromear sobre su despampanante figura, de modo que puedo sonreírle con un poco más de naturalidad y no de manera tan forzosa. — Pues sí, entre la cual incluía algún Weynart, para serte sincera, aunque no creo que ahora los tenga en tan buena estima... — mi intento de bromear se torna un poco más serio al hacer referencia a acontecimientos recientes, así que me apresuro a añadir: — No me ofende, tranquila, ser su hermana menor me obliga a decir que yo tampoco considero que sea el tipo de nadie — está claro que es una broma, vieja costumbre de cuando éramos niños de molestarnos con esas cosas, incluso cuando la persona nombrada no está presente, es un poco malo por mi parte el utilizar a mi hermano como recurso de salvación para no caer en la charla de algún apuro político.

Su confesión me cae un poco de repente, y tengo que admitir que no es la primera persona que me hace esa pregunta, aunque puede que sí en contextos diferentes, así que creo saber a lo que se refiere. — Muchas veces — se lo reconozco porque me sentiría un poco hipócrita de negar que no he pasado por esos estados, cuando caminar sin rumbo fue prácticamente mi lema de vida desde que tenía ocho años, que ahora esté casada y tenga un hijo no quita que esa haya sido mi realidad por mucho más tiempo del que he tenido una vida estable. — Pero creo que, según lo que me dices y tu estado actual... no tienes que forzarte a seguir un camino específico, siempre que estés bien contigo misma. Si no estás cómoda o conforme, como parece que es el caso, te diré que muchas veces los cambios llegan solos y de la forma más inesperada posible, una mañana te despiertas siendo tú misma y al día siguiente eres otra persona completamente diferente, así, tan rápido que no nos damos cuenta hasta que podemos verlo desde lejos y decir, wow, pues sí que cambiaron las cosas — no quiero recurrir a mi propia experiencia, pero si hace dos años me hubieran dicho que estaría casada y con un hijo en brazos, me hubiera caído al suelo de la risa. — Algunos cambios se tardan en llegar, es verdad, y puede ser... frustrante, pero también... pienso que teniendo un techo bajo el que dormir, comida en la mesa y además de eso, libertad, esperar no parece tan malo — murmuro, y rápidamente me llevo un bocadillo a la boca para tener la misma ocupada y no sentir que hablé de más.

No me toma por sorpresa su respuesta. Creo que todo el mundo, cuando llega a cierto punto de madurez en su vida, se pregunta qué es lo que va a suceder a continuación. ¿Este es el camino correcto? ¿Me he equivocado demasiado? ¿Cómo serían las cosas si hubiera empezado con el pie contrario? No es como que pueda obtener respuestas, pero siempre he andado de puntas como para no tener dudas — Sí… — dejo salir en tono quedo, perdida en beber mi café con sorbos lentos, de esos que evidencian que tengo la atención puesta en cualquier otro lado — Supongo que tienes razón — ¿Y cuál es ese cambio que estoy esperando? Supongo que no lo sabré hasta que suceda. Pero hay algo en esas palabras que me hace ruido, me cuesta un momento en descubrir qué es. Más específicamente, me toma todo lo que me tardo en comerme mi bocadillo y me limpio los dientes con un pase rápido de mi lengua.

— ¿Y qué pasa con los que no tienen libertad? — hasta yo me sorprendo de decir eso. La miro con mis ojos bien abiertos por encima de mi taza, consciente de lo que he dicho, cuando hoy en día la esclavitud es uno de los temas más tabú dentro de nuestra sociedad. No hables de religión ni de política si no tienes la confianza necesaria como para hacerlo con esa persona, era uno de esos consejos que mi madre solía dar, en especial a mi hermano cuando yo no entendía muy bien de qué iba la cosa. Todo empeoró cuando mi hermana murió, dicho sea de paso — No es como que… Bueno, es que he pensado mucho en lo cómoda que estoy. En que estoy en la posición favorecida de la cual me mofaba en el pasado y… No me malinterpretes — vaya cosa que decirle a la hermana del ministro de justicia — Solía tener un buen amigo que ahora es esclavo — no es un secreto. Cualquier persona que analice mi pasado, sabe que gané los juegos junto a Anderson Looper y Jeremy Mills. El segundo ha desaparecido hace eones y aún me estruja el corazón, pero sé muy bien dónde está el primero — Y no puedo quejarme, porque sé que está seguro, con una persona que lo trata bien y creo, de verdad, que vive en paz por primera vez en su vida. ¿Es egoísta el pensar que ni vale la pena preocuparse por sus derechos, si sé que va a estar calmo?

Ni siquiera puedo decir que me importa lo que suceda con la vida de las personas basándome en el tipo de sangre que manejan, estoy lejos de ese punto hace mucho tiempo. Hago una mueca, de esas que delatan cierta incomodidad física que no sé cómo expresar — No soy ciega ni tampoco estúpida. Sé que están pasando cientos de cosas y muchos me han preguntado qué es lo que opino de todo esto, porque creen que tengo derecho a opinar solo porque los Black masacraron a casi toda mi familia. Siento que no es mi lugar, que ya me he retirado del ojo público y hay una vocecita molesta en mi oreja que me dice que debería dejar de ser un culo cómodo en un sillón caliente... Lo lamento. Sé que no es un tema agradable ni divertido para hablar. Solo que todas los caminos de mi vida siempre han sido demasiado extremistas.

Estaba esperando esa respuesta, desde el minuto en que abrí la boca supe que esto iba a recaer en una conversación llena de polémica. Estos días creo que no se puede hablar de nada sin que se caiga en eso, de todas formas, y solo tengo que agradecer por que Jolene no parezca de las personas que les interesa tener un punto político demasiado fuerte. Me esfuerzo por esconder la mueca que aparece en mis labios, ocupada en llevarme la taza a los mismos en un par de recorridos mientras habla. — No, no es egoísta… — empiezo muy suave, mi tendencia a decir de más me lo pide — No es egoísta si lo que deseas por encima de todo, es que esa persona esté bien — digo, de manera cautelosa, no queriendo sacar a relucir mi historial con esclavos porque simplemente no merece de ninguna mención, ni ahora ni nunca. — Todo el mundo quiere lo que es mejor para los suyos, familiares o amigos… y de todas las cosas en que uno puede estar metido estos días, por lo que se puede pasar o la situación en la que esté, que pueda estar bien es de lejos lo más importante — se lo digo yo, que sé bien lo que es estar a los dos lados de la marca.

Poso la taza sobre la mesa, para acomodarme en el respaldo del sofá, rodeando a Hayden con mis brazos para apoyar su cabeza contra mi pecho ahora que parece haberse calmado de su berrinche. — Entiendo lo que dices, solo que yo no puedo permitirme pensar de esa manera — lleno mis pulmones de aire para después soltarlo con lentitud, en un suspiro controlado al llevar la mirada hacia el bebé. — Retirarte del ojo público es lo mejor que te ha podido pasar con creces, de veras. Mi vida está condicionada por lo que hagan mi hermano, o mi padre, son los que han decidido tomar un lugar de cara al público, y yo he terminado en el medio de eso, me guste o no. Todo lo que haga repercute de alguna manera, yo solo quiero cuidar de mi hijo y que tenga una vida tranquila, sé que es mucho pedir estos días, pero por el momento, si hay alguna vocecita molesta en mi cabeza tengo que ignorarla — por el bien de mi familia. No quiero ni empezar a imaginar lo que podría llegar a pasarle a mi esposo o cualquiera si de un día para otro metiera la pata. — Cualquier cosa a día de hoy es colocarse en un lugar extremista — por severo que suene eso, es la realidad, si no que me lo digan a mí con un padre terrorista y un hermano que firma todos los días por esclavizar muggles, amigos de personas como lo pueden ser Jolene.

Acaricio la mejilla de Denny con el pulgar de manera suave, si no fuera porque es un día agitado para él, apostaría por que se quedaría dormido en menos de unos minutos. Hoy no vamos a tener esa suerte así que deslizo la mano para atrapar la suya y que pueda envolver sus dedos alrededor de mi índice. — ¿Qué sabes de los Black, Jo? — soy consciente de que la pregunta resurge de la nada, en un silencio que bien podría ser utilizado para otra cosa, pero que en un pensamiento inconsciente y repentino me obliga a sacarlo de mi boca antes de que se convierta en una masa que me impida hablar por el resto de la tarde. — No digo de Kendrick Black, sino de… los otros — dirijo mi mirada muy despacio del bebé hacia ella, casi como si esperara que un grupo de aurores apareciera en la puerta por haber mencionado ese apellido, como si fuera tabú. Prácticamente lo es, reconozco que debería ser la primera en no preguntar sobre esto, pero también tengo que convencerme de que nada de esto es en vano, y ella fue la que mencionó a los Black en un primer lugar.

Creo que lo más irónico de la situación es que yo solita me busqué estar en el ojo público.  En mi defensa, fue hace muchos años y era demasiado pequeña como para siquiera medir las consecuencias de lo que estaba haciendo. Dentro de mi cabeza casi infantil, era la manera perfecta de evitar que todo el mundo se olvidase de Erígone. Se vio como un mensaje en contra de los políticos que estaban al mando en aquellos tiempos y, para mi desgracia, seguí viva para cargar con las consecuencias. He tenido que acostumbrarme, crecer con ello y supongo que para ella, de alguna manera, ha sido parecido, más por lo que hicieron los suyos que a la inversa. Miro a aquel hijo al que ella quiere proteger de un mundo que de seguro quiera comérselo entero y, estoy segura, Phoebe jamás va a permitirlo — ¿Cuando no ha sido extremista? — pregunto, con una sonrisa que no es en verdad alegre — Neopanem siempre ha sido blanco o negro, no hay un punto medio. Por eso las cosas siempre resultaron como lo hicieron.

Menos mal que estoy terminando el café, porque la pregunta que hace me provoca que casi lo escupa y siento el líquido temblar sobre mis labios — Lo siento — coloco el dorso de mi mano sobre mis labios y tengo que relamerlos, en un intento de controlar que no tenga gotas marrones por toda la trompa — ¿Con sinceridad? — pregunto — No tanto. Los he conocido, sí, pero mi relación con ellos siempre fue muy distante. Magnar Aminoff me recuerda mucho a James Black, pero éste era incluso más distante — tengo que pensarlo un poco, así que apoyo la taza sobre la mesita y junto mis dedos, removiéndolos entre sí — Eran una familia, pero no se movían como una, sino más bien como una compañía. Stephanie era perfecta, al menos para ojos de sus padres y Orion… La verdad es que jamás hubiera pensado que sería el único que resultaría un problema en el futuro, incluso ya estando muerto. Eran una familia poderosa y amaban que todos lo supieran. Y así, fríos como se veían en la televisión, lo eran en la vida real. No parecían creerse humanos y necesitaban que el resto de nosotros sí lo hagamos — como si nuestras vidas valieran menos, porque nadie estaba al alcance de los Black. Éramos solamente el polvo de sus zapatos.

Lo dudo un momento, pero decido que lo que voy a decir a continuación no tiene verdadera importancia — Kendrick Black no se parece en nada a ellos, eso puede decirse incluso detrás de una pantalla. Pero no confío en su genética, nadie en esa familia estaba exento del morbo y acaban por ser una peste. ¿Por qué quieres saber? — asumo que es curiosidad, ella es algo más joven que yo y no debe recordar tan bien los asuntos políticos que a los niños no les interesan — Dicen que tu padre trabajaba para su gobierno. ¿Es cierto? — mi duda cae con timidez, pidiendo permiso con el tono de mi voz — Supongo que podemos decir que esa familia ha tenido la manía de dejar huella en muchos de nosotros, más de lo que muchos han decidido olvidar — no estoy a favor de nadie en esta guerra, pero es confuso. Como si todos esos juegos y masacres no hubieran existido, solo porque un niño grita.

El movimiento de mis cejas declara que estoy lejos de ponerme a dialogar sobre posiciones extremistas, en primer lugar porque no me creo la persona adecuada para hacerlo, viendo el panorama actual en que se encuentra mi familia. Aun así, sí soy quien le dirige una mirada con una mueca en mis labios, nada más que decir que eso, porque lo que pienso ya lo ha dicho ella y no es mi deseo repetirme en esta clase de conversaciones. Prefiero escuchar lo que tiene para decir sobre los Black, tras esa reacción esperada que descarto con un gesto de mi mano para que sepa que no necesita disculparse, cualquiera se hubiera atragantado si se le aparecen con esa pregunta de la nada. Voy asintiendo a lo que cuenta, para darle a entender que la estoy escuchando y que, además, también lo reconozco porque viví esa época, quizá no demasiado consciente, pero lo hice al fin y al cabo. — Sí, pero… ¿crees que…? — aprieto un labio contra otro antes de volver a elevar la voz, tan cuidadosa con lo que digo que me preocupa que no pueda escucharme en lo absoluto. — Bueno, es que se ha escuchado que Stephanie Black sigue viva, ya sabes… desde que el niño Black tomó su nombre, a la gente le ha dado por hablar y decir esas cosas. Probablemente solo sea para armar bardo, pero nunca se sabe hasta dónde pueden llegar esos rumores… ¿no? — lo hago parecer como que es cosa de la gente, nada personal, cuando por dentro me estoy mordiendo la lengua para no preguntárselo directamente. Si no lo hago es porque no creo que alguien como ella esté demasiado interesada en saber de los Black si terminaron con su familia, además de porque me metería en un problema tremendo.

Al final termino por encogerme de hombros, en un gesto vago que acompaña a mi actuación desinteresada en el tema, de modo que vuelvo a llevar la mirada hacia Denny. — Mera curiosidad, estos días se dicen muchas cosas por ahí, uno no puede evitar escucharlas, pero con esto de que Kendrick Black ha tomado un distrito… No lo sé, siento que están ocurriendo demasiadas locuras — digo, así para terminar con el acto. Hayden tiene cuatro pelos contados, de entre los que le ha arrancado su prima y los otros tantos rubios que apenas se ven, pero aun así acaricio su cabeza con la mano con suavidad mientras se dedica a jugar con la tela de mi ropa — Es cierto — respondo ante su duda, que no gano nada mintiendo cuando el país entero sabe quien es mi padre. — Pero si te soy sincera yo nunca le vi en su ámbito de trabajo, a excepción de cuando organizaban estos banquetes para los abogados, muy privados, ya sabes como funciona el mundo de élite. A mi padre le gustaba alardear de la familia que tenía y utilizaba esas ocasiones para hacérselo saber a sus compañeros, con la esposa bonita y los hijos correctos y educados — hasta que esa imagen se convirtió polvo, claro está. No es algo que necesite decirle porque ya sabe como termina la historia, todos lo saben, hace tiempo que mi vida privada dejó de serlo, así que si no voy a poder guardarme nada, que al menos una persona reciba lo que ocurrió por mi propia boca y no de lo que se pueda escribir por ahí es a lo que aspiro. — Sabía que trabajaba para los Black porque en casa tenía unos valores muy claros y no dejaba de repetir lo importante que era su trabajo. — muevo las cejas de manera algo despectiva, pero no es como que pueda tener otra reacción hacia Hermann Powell — Así que sí, me temo que olvidarnos de donde procedemos no es algo que se pueda hacer con facilidad, por mucho que otros lo hayan hecho — y Kendrick Black vivió ajeno a todo eso por años.

Siento el jalón incómodo que me lleva de inmediato a una conversación que he tenido hace tiempo, en medio de las visitas de una persona a la cual me gustaría olvidar, pero que no lo hago. Es curioso como es que, cuánto más quieres detestar a una persona, menos logras hacerlo — Estoy segura de que Stephanie Black sigue viva, en algún lugar — aseguro, pero el tono pausado de mi voz, acentuado en ciertas palabras, deja en evidencia que la idea no me hace nada de gracia — Esa mujer es como la peste y ya sabes lo que dicen de las personas así… Hierba mala nunca muere — si pudo escapar de su propia boda, como la superviviente de una masacre que merecía caer junto a todos los demás insectos esa noche, no me sorprendería en lo absoluto que siga viva hasta ahora. Vamos, si alguien la hubiera asesinado, ya se habría dado el gusto de sacarlo a relucir frente al gobierno y cobrarse una pequeña fortuna. No, yo sé que aún respira, mi hermano me ha dado la certeza de ello y ni necesitó decirlo con palabras.

— Demasiadas locuras, sí… — coincido. Esas locuras me han llevado a un montón de preguntas internas, porque parece que la rueda se puso en movimiento tan rápido que muchas personas no tenemos la menor idea de dónde sujetarnos. Al menos, Phoebe decide ser sincera conmigo y solamente puedo agradecer esa actitud, porque es muy fácil el caer en las mentiras y los engaños cuando nunca estamos seguros de quienes son de fiar, más que nada con esas cosas complicadas de nuestros pasados — Suena como un tipo encantador — le digo con un tonito sarcástico y una sonrisita ladeada — Diría que me recuerda a mi padre. No, él ni siquiera lucía a sus hijos ni a su esposa, pero era la clase de paria que adoraba eso de dar una buena imagen cuando en verdad escondía una faceta mucho más desagradable — tal vez es algo así como una manía de los hombres con rasgo narcisista. Me acomodo en el asiento, porque siento que me he hundido de más y por poco debo estar con el culo entre un almohadón y el otro — Creo que mantenernos fieles a nosotros mismos en los tiempos que corren es de lo más complicado, así que admiro a las personas que lo consiguen. No sé qué es lo que se supone que va a pasar, pero creo que lo más seguro es estar alerta antes de elegir por quienes apostar. Todo va a terminar, tarde o temprano, y debemos asegurarnos que algunos tengan un futuro — mis ojos se van hacia su hijo pequeño, que tiene un camino muchísimo más limpio que el mío — Creo que eres sensata al querer paz. No hay nada más seguro que la estabilidad y, si debes alejarte de las cosas que te dañan, eres libre de hacerlo. Nadie puede criticar a una persona que quiere lo mejor para sus hijos.

Su confirmación me recuerda lo que ya sabía, o lo que sospechaba, y que le da a la profecía que hice hace tanto tiempo un cariz diferente de verdad. No obstante, ¿qué me dice más allá eso? No me asegura que la búsqueda que está haciendo mi marido no es en vano, ni que vaya a encontrarla de seguir por ahí. Quizá esperaba obtener una respuesta diferente a la que me da, para confiarme a mí misma de que no tiene sentido merodear por una persona que podría estar muerta, no cuando los vivos ya tenemos problemas suficientes como para perseguir los de los fantasmas del pasado. Y aun así, aquí estamos, en el mismo punto de siempre, respirando el mismo aire, ese que expulso en un suspiro demasiado extenso. — Pues por el bien de nuestras familias, espero que no regrese jamás — digo. Por eso me da tanto miedo lo que pueda hacer mi padre, de quién no se ha tenido noticia hace ya más de un año, y, por algún motivo, eso me asusta más que el hecho de que no se muestre. Cuando una persona hace ruido, se le puede pillar con rapidez, ¿pero el silencio? Ese es peor que cualquier otra cosa, como la calma que precede a la tormenta. — Me pregunto qué opinará Kendrick Black con respecto a todo esto — dejo caer, siendo Black se me haría extraño que no se haya preguntado alguna que otra vez en su sueño qué fue de su familia. A mí se me haría de lo más atrayente después de lo que ocurrió en el departamento de misterios con la profecía. ¿Qué sabrá sobre esto? Todas las incógnitas que llevaron a mi propio esposo a partir en búsqueda de Stephanie me hacen querer hablar con el chico para averiguarlo.

La mueca sarcástica acompaña a la suya cuando lo resume como un tipo encantador, a lo que solo puedo responder con ese gesto mientras ella habla. — Suele ser que aquellos que lucen el mejor cuadro de familia feliz, son los que más mierda esconden detrás — concluyo al escuchar como era su padre, un hombre que supongo se asemeja demasiado a Hermann como para no compartir el sentimiento. — Mi hermano dice que no siempre fue así, que el que fuera distante y se comportara como un cretino vino después, pero la verdad es que yo no recuerdo nada de eso — sí, quizá pueda recordar que amaba a mi madre mucho antes del incidente, pero incluso siendo así, siempre lo consideré un padre demasiado ausente, demasiado centrado en la imagen que daba. — A veces es inevitable pensar en qué momento desaparece esa careta y empiezan a ser ellos de verdad — murmuro, en especial porque no deja de ser familia, y su sangre sigue corriendo por mis venas, lo quiera o no, es la cruz con la que voy a tener que cargar toda la vida.

No es la primera vez que alguien me dice eso de mantenerse fiel a uno mismo, Charles me lo dijo muchas veces en su momento y, aunque ahora asienta a lo que va diciendo, soy consciente de que cuesta más asumirlo que el hecho de ponerlo en palabras. — Sé que no tengo futuro con cualquiera de las opciones que no sea Magnar, es un hecho que ya he asumido, pero no me gustaría que por llevar mi apellido, a mi hijo se le juzgara de la misma manera. No es más que un niño — se lo digo mirándola, como si con eso pudiera dejárselo claro no solo a ella, sino a los que puedan sentenciarlo por lo simple de estar asociado a figuras políticas como mi hermano o Hermann. — Supongo que no… — respondo con voz quedo a lo último, con la mirada perdida en algún punto del suelo.

¿Qué opina Kendrick Black sobre todo esto? Es algo que me encantaría saber, no le digo lo que en verdad pienso hacer al respecto porque mi estupidez tiene un límite, hasta yo lo admito. Asiento con la cabeza, que conozco bien a la clase de hombre que ella está describiendo pero, mal que mal, no puedo hablar sobre lo que dice su hermano, porque al fin de cuentas no conozco a Hermann Richter como para llevarle la contraria a su hijo mayor — Creo en que las personas cambian con los años, pero que su esencia siempre es la misma y acaba por salir a flote, tarde o temprano. Un hombre puede ser un padre amoroso un día, pero si hay un palito que pisar, siempre acabará por hacerlo. No soy psicóloga y estoy lejos de serlo, así que me he enfocado en aceptar que mi padre fue una basura y pretendo seguir adelante con ese conocimiento, enfocada en ser mejor que ello — no creo que Teseo Yorkey me defina, en lo absoluto. He hecho muchas cosas en mi vida, pero el noventa por ciento de ellas han sido pasos que di por mi propia cuenta.

Está más que claro que es un tema delicado, siento que Phoebe Powell es una de esas personas con las cuales podría coincidir en muchos pensamientos y, aún así, creo que es bastante arriesgado el exponerlos aunque sea en el living de su casa. Lo único que le puedo contestar es una sonrisa, me estiro para darle una palmada cariñosa a su rodilla, que lo último que necesita esta mujer es el sumar amarguras a una vida que, en definitiva, no lo merece. Hay un niño aquí que lo único que necesita es una familia amorosa, un futuro estable y estoy segura de que ella debe desearlo con todas sus fuerzas, sin importar lo que el resto del mundo pueda decir — Estoy segura de que lo harás bien y Hayden no tendrá de qué preocuparse. Sé que a veces parece que la vida nos empuja en direcciones que detestamos y no llegamos a comprender, pero poco a poco las cosas pueden irse acomodando. Es un poco irónico que venga de mí… — hago una mueca, que no hace mucho estábamos hablando justamente de mi propia vida, que no tiene nada que ver con la estabilidad — Pero yo no tengo ni la mitad de lo que tú tienes y creo que es maravilloso lo que has conseguido. Que se joda tu padre, que se joda el presidente y, perdón, pero que se joda tu hermano. No los necesitas y su mierda será la de ellos, no la tuya. Siempre puedes elegir cuánto te afecta y sé que podrás poner un impermeable para que nadie toque a tu bebé. Y si llega el día en el cual te sientes tan superada que crees que no podrás soportarlo más, puedes llamarme. Estoy a un mensaje y una copa de distancia — porque si hay algo que he aprendido en mi vida caótica, es que sola no consigues nada. Al fin de cuentas, todos necesitamos amigos.