OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Recojo a la gata del suelo cuando me saluda restregándose contra mis piernas, con un maullido se queja de que quiera llevarla tan pronto del lugar donde la consienten, seguro que Abbey le ha dado esos sobres de sardinas al tenerla tan insistente y es que Jane sabe que a la larga consigue lo que quiere con cualquiera de los dos. Habíamos quedado en que Jane tenía que cumplir con la dieta que le impuso el veterinario para que siguiera siendo una gata, no un balón de pelos que va rodando de un lado al otro en la casa. —No le diste bocados entre comidas otra vez, ¿verdad?— digo, hay un tono de acusación en mis palabras puesto allí con toda intención. Cargo a la gata en mis brazos, no sé si es impresión mía, pero siento que ha aumentado dos kilos más este fin de semana.
Respiro hondo para no hacer una pelea de nada, desde que me enteré que la única hermana que le quedaba a Abbey murió en el robo al departamento de misterios, y luego de eso, que mi propio hermano desapareciera sin que pudiera saberse a donde se fue, me dije que acabaría con lo de llamarla para quejarme de todo –de todas maneras, casi nunca contestaba–. La había tomado de punto para desahogar todos mis malos humores, tuviera o no relación con estos. Llamo a una paciencia que me cuesta sentir cuando compartimos un mismo espacio entre paredes, lo intento por el lado en que creo que puedo bordear sus propios ánimos de mandarme a guardar con algún comentario cortante, quiero creer que todavía hay cosas de las que podemos hablar, porque ignorarlas sería fingir que somos extraños y no es así, una vez estuve sentado en una mesa con sus padres, ella con los míos –y ya entonces mi madre me miraba desde su extremo con las cejas arqueadas-.
—¿Cómo están tus padres?— pregunto, puede que también su madre me haya dedicado uno que otro comentario poco amable durante esos años, pero nada que nos hubiera llevado al divorcio. De eso se encargó ella sola. —Quizás vaya a visitarlos un día de estos, todavía no tuve ocasión de hablar con ellos—. Ni cuando pasó lo de Magnolia, que fue noticia dentro de todo el desastre en el que terminó el funeral de Jamie Niniadis. Me fijo en la gata para tratar de disimular mi interés que viene con la siguiente pregunta. —¿Cómo piensan seguir con el negocio de las varitas?—. Ese era un buen tema de conversación con sus padres en cada ocasión, después del divorcio, ese interés de mi parte no fue bien recibido y sí, lo reconozco, cuando a punto de firmar los papeles asumimos la postura de a todo o nada contra el otro, llegue a sentir que solo me quedaría satisfecho si me daba su parte del negocio.
Respiro hondo para no hacer una pelea de nada, desde que me enteré que la única hermana que le quedaba a Abbey murió en el robo al departamento de misterios, y luego de eso, que mi propio hermano desapareciera sin que pudiera saberse a donde se fue, me dije que acabaría con lo de llamarla para quejarme de todo –de todas maneras, casi nunca contestaba–. La había tomado de punto para desahogar todos mis malos humores, tuviera o no relación con estos. Llamo a una paciencia que me cuesta sentir cuando compartimos un mismo espacio entre paredes, lo intento por el lado en que creo que puedo bordear sus propios ánimos de mandarme a guardar con algún comentario cortante, quiero creer que todavía hay cosas de las que podemos hablar, porque ignorarlas sería fingir que somos extraños y no es así, una vez estuve sentado en una mesa con sus padres, ella con los míos –y ya entonces mi madre me miraba desde su extremo con las cejas arqueadas-.
—¿Cómo están tus padres?— pregunto, puede que también su madre me haya dedicado uno que otro comentario poco amable durante esos años, pero nada que nos hubiera llevado al divorcio. De eso se encargó ella sola. —Quizás vaya a visitarlos un día de estos, todavía no tuve ocasión de hablar con ellos—. Ni cuando pasó lo de Magnolia, que fue noticia dentro de todo el desastre en el que terminó el funeral de Jamie Niniadis. Me fijo en la gata para tratar de disimular mi interés que viene con la siguiente pregunta. —¿Cómo piensan seguir con el negocio de las varitas?—. Ese era un buen tema de conversación con sus padres en cada ocasión, después del divorcio, ese interés de mi parte no fue bien recibido y sí, lo reconozco, cuando a punto de firmar los papeles asumimos la postura de a todo o nada contra el otro, llegue a sentir que solo me quedaría satisfecho si me daba su parte del negocio.
Si se tratase de cualquier otra persona, y no de mi ex marido, probablemente les habría regalado una de esas miradas que dicen “¿tú que crees?” a sabiendas de que el resto sabía interpretarlas a su antojo y yo siempre quedaba bien. Lamentablemente son años de conocernos con Logan y ya llegaba un punto en el que ni me molesto en tratar de actuar. - Tú y yo sabemos que sí lo hice. Jane es una gata sana, un par de gramos de más no hace la diferencia. - Mientras que no pusiera en riesgo su salud y no fuera obesa al punto de no poder saltar ni del sillón, la consentiría a mi antojo. Que todo bien con el veterinario, pero llevaba años diciendo que debíamos hacer tal o cual cosa, y nunca le había pasado nada por hacer lo contrario.
Y aquí me encuentro de nuevo, sin tener idea de por qué estamos haciendo algo tan ridículo como tener la custodia compartida de una gata, una que se siente demasiado a gusto en brazos ajenos y que me mira con inocencia. - Están… están. Los obligué a tomarse unas vacaciones en el cuatro, pero lo de Sav fue demasiado para ellos. - Demasiado hasta el punto en que, de ser personas grandes y activas, de golpe se habían dejado entrar en todos los años que nunca parecían tener. - Por alguna razón siempre les caiste bien, así que luego te paso su dirección si de verdad quieres verlos. - Y mi voz viene cargada de una advertencia tácita, de esas que dicen que no puede tratar temas con ellos que los lleven a ponerse peor de lo que estaban. - Pero no, no creo que sigan con la fábrica. A estas alturas el retiro en una casa de playa es el único plan que ven viable, simplemente… no tienen fuerzas. - Creo que lo peor de estar hablando así de mis padres, es que si bien nunca fui muy parecida a ellos, eran de las pocas personas por las que conservaba todavía un cariño real. No sé si respeto, pero si esa pequeña parte de afecto que no coincidía con mi descripción general de ser una arpía con un corazón de hielo. - Me conoces, tampoco los dejaría seguir. No están en un estado óptimo y la eficiencia siempre fue importante en la familia. De momento estoy tratando de manejar desde aquí las cosas. - Y no digo más, porque ni yo quería explicar que hasta sonaba a mucho. Me negaba a vender acciones de la fábrica, pero todo lo que había crecido hasta ahora, significaba un peso difícil de acarrear.
- Antes de que me olvide, felicidades atrasadas supongo. Me enteré de lo de tu sobrino, pero sabes que lo de los saludos no fue nunca lo mío. - Lo de los bebés mucho menos, pero tanto así como no esperaba que su hermano Charles terminara tan bien ubicado luego de la mala vida que llevaba… Ya el más pequeño era algo que me hacía dudar de la genética en sí. Que mis hermanas y yo no habíamos sido nunca muy apegadas o siquiera parecidas; pero había momentos que… - Creo que me hallas de buen humor hoy, Logan. Tanto que hasta te diría de pasar a tomar un café, o un trago. - No sé de donde nace el impulso, ¿será de la intriga que me causa los sucesos de su vida?
Y aquí me encuentro de nuevo, sin tener idea de por qué estamos haciendo algo tan ridículo como tener la custodia compartida de una gata, una que se siente demasiado a gusto en brazos ajenos y que me mira con inocencia. - Están… están. Los obligué a tomarse unas vacaciones en el cuatro, pero lo de Sav fue demasiado para ellos. - Demasiado hasta el punto en que, de ser personas grandes y activas, de golpe se habían dejado entrar en todos los años que nunca parecían tener. - Por alguna razón siempre les caiste bien, así que luego te paso su dirección si de verdad quieres verlos. - Y mi voz viene cargada de una advertencia tácita, de esas que dicen que no puede tratar temas con ellos que los lleven a ponerse peor de lo que estaban. - Pero no, no creo que sigan con la fábrica. A estas alturas el retiro en una casa de playa es el único plan que ven viable, simplemente… no tienen fuerzas. - Creo que lo peor de estar hablando así de mis padres, es que si bien nunca fui muy parecida a ellos, eran de las pocas personas por las que conservaba todavía un cariño real. No sé si respeto, pero si esa pequeña parte de afecto que no coincidía con mi descripción general de ser una arpía con un corazón de hielo. - Me conoces, tampoco los dejaría seguir. No están en un estado óptimo y la eficiencia siempre fue importante en la familia. De momento estoy tratando de manejar desde aquí las cosas. - Y no digo más, porque ni yo quería explicar que hasta sonaba a mucho. Me negaba a vender acciones de la fábrica, pero todo lo que había crecido hasta ahora, significaba un peso difícil de acarrear.
- Antes de que me olvide, felicidades atrasadas supongo. Me enteré de lo de tu sobrino, pero sabes que lo de los saludos no fue nunca lo mío. - Lo de los bebés mucho menos, pero tanto así como no esperaba que su hermano Charles terminara tan bien ubicado luego de la mala vida que llevaba… Ya el más pequeño era algo que me hacía dudar de la genética en sí. Que mis hermanas y yo no habíamos sido nunca muy apegadas o siquiera parecidas; pero había momentos que… - Creo que me hallas de buen humor hoy, Logan. Tanto que hasta te diría de pasar a tomar un café, o un trago. - No sé de donde nace el impulso, ¿será de la intriga que me causa los sucesos de su vida?
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Por alguna razón, también puedo decir que sus padres me agradaban lo suficiente como para que el hecho de saber que perdieron a dos de sus hijas en un tiempo considerablemente corto, haga que me compadezca de ellos. Experimento una cierta angustia al pensarlos como una pareja que sufren tal perdida cuando recuerdo que la menor solía atender el mostrador y todo indicaba que sería quien continuaría con el negocio, son ilusiones a futuro que se pierden, que se rompen contra el suelo con violencia y puedo verlos hundidos en esa tristeza. Pero la compasión que siento hacia sus padres, no llego a sentirla de la misma manera hacia Abbey. Tomaría como buena excusa para recordarme todos sus defectos el que su preocupación de hija acabara con el frío comentario de una empresaria que está sopesando pérdidas y ganancias, en vez de ello digo simplemente: —Lo sé, te conozco.
No, de hecho, siento que no la conozco en nada. La conozco como para saber que no va llorar sobre la mesa la falta de sus hermanas, ni que habrá comentarios que demuestren que esto la ha afectado en lo más mínimo, que no debo esperarlos, ni forzarlos, porque esto es lo que recibiré de ella, para quedarme con la duda eterna de saber sí había algo latiendo por debajo de su fachada de hielo. Eso mismo hace que le hable en el mismo tono y con una practicidad similar, lo que haría nunca con otra persona porque sería chocante. —¿Y si hablo con tus padres para convencerlos de que me encargan la fábrica un tiempo? A menos que planees vender, en cuyo caso te diría que soy el primer interesado, lástima que perdí mi dinero en el divorcio con mi ex esposa y con mi sueldo de profesor terminaría por pagarte cuando me jubile…— expongo los hechos como son, entre los beneficios del divorcio también está poder ser francos incluso en lo desagradable. —Sabes, y tus padres también saben, que siempre me interesó la fábrica. Pero ellos también saben que los respeto, no hay una mala intención detrás.
Dudo de que hable de mi sobrino, pasando de largo lo de Charles, que como vicepresidenta del ministerio debe estar más alto que la misma Phoebe de qué y a dónde ha ido su marido. —Supongo que gracias, me eligieron como padrino— la pongo al tanto con cierta sorna, aunque dudo que mi cuñada la hubiera elegido como madrina de seguir casados, hubiera sido un pésimo chiste en nuestra cara cuando un bebé nunca entró en la ecuación. —Y no pensé que me tocara ejercer tan pronto, pero en vistas de que al ministerio le gusta ofrecer viajes pagos a sus empleados…— no voy a tratar de indagar precisamente en ella para saber qué ocurrió con mi hermano, en todo caso, quien creo que necesitaría respuestas es Phoebe que está criando sola al hijo de ambos, por mi parte mi hermano sigue siendo mi hermano, ahora o cuando vuelva. La desconfianza que pueda inspirarme su invitación se va al cabo de un segundo, he vivido con ella los años suficientes y pasé un divorcio, como para que compartir un trago me preocupe. —¿Por qué no? Lo que prefieras— contesto, la gata sigue en mis brazos balanceando su cola de un lado al otro y con un golpe de su sus orejas contra mi palma quieta me pide que siga rascándoselas.
No, de hecho, siento que no la conozco en nada. La conozco como para saber que no va llorar sobre la mesa la falta de sus hermanas, ni que habrá comentarios que demuestren que esto la ha afectado en lo más mínimo, que no debo esperarlos, ni forzarlos, porque esto es lo que recibiré de ella, para quedarme con la duda eterna de saber sí había algo latiendo por debajo de su fachada de hielo. Eso mismo hace que le hable en el mismo tono y con una practicidad similar, lo que haría nunca con otra persona porque sería chocante. —¿Y si hablo con tus padres para convencerlos de que me encargan la fábrica un tiempo? A menos que planees vender, en cuyo caso te diría que soy el primer interesado, lástima que perdí mi dinero en el divorcio con mi ex esposa y con mi sueldo de profesor terminaría por pagarte cuando me jubile…— expongo los hechos como son, entre los beneficios del divorcio también está poder ser francos incluso en lo desagradable. —Sabes, y tus padres también saben, que siempre me interesó la fábrica. Pero ellos también saben que los respeto, no hay una mala intención detrás.
Dudo de que hable de mi sobrino, pasando de largo lo de Charles, que como vicepresidenta del ministerio debe estar más alto que la misma Phoebe de qué y a dónde ha ido su marido. —Supongo que gracias, me eligieron como padrino— la pongo al tanto con cierta sorna, aunque dudo que mi cuñada la hubiera elegido como madrina de seguir casados, hubiera sido un pésimo chiste en nuestra cara cuando un bebé nunca entró en la ecuación. —Y no pensé que me tocara ejercer tan pronto, pero en vistas de que al ministerio le gusta ofrecer viajes pagos a sus empleados…— no voy a tratar de indagar precisamente en ella para saber qué ocurrió con mi hermano, en todo caso, quien creo que necesitaría respuestas es Phoebe que está criando sola al hijo de ambos, por mi parte mi hermano sigue siendo mi hermano, ahora o cuando vuelva. La desconfianza que pueda inspirarme su invitación se va al cabo de un segundo, he vivido con ella los años suficientes y pasé un divorcio, como para que compartir un trago me preocupe. —¿Por qué no? Lo que prefieras— contesto, la gata sigue en mis brazos balanceando su cola de un lado al otro y con un golpe de su sus orejas contra mi palma quieta me pide que siga rascándoselas.
- Me da ternura en cierta forma que creas, después de todo este tiempo, que con quienes debes hablar es con mis padres. - Lo admitía, no había sido una jugada justa de mi parte. Pero hace años que la fábrica les pertenecía en sentimiento y no en papeles. El haber estado a cargo de los negocios que se manejaban, de todos los libros y las transacciones, me había dado el poder suficiente como para poder convencerlos de hacer un leve pasaje de mandos. Ellos siempre fueron los dueños de la empresa, pero en el espíritu que es lo que más les importaba. Y sí, puede que por eso mismo es que la solicitud de Logan me da risa, porque al menos mientras que mis padres siguieran con vida él era la única opción que realmente contaba, pero él no tenía por qué saber eso. Simplemente me quería divertir un poco.
Que me diga que es a él a quien eligieron como padrino me sorprende, no porque no lo crea capaz, sino porque no recordaba que tuviera una relación tan cercana con su hermano. Claro que siendo que Hans era la única otra opción que yo conocía, Logan tenía sentido y todo. - No pareces muy molesto con tu posición actual, así que sabrás disculparme si no me siento ofendida con el comentario. - Lo conocía lo suficiente como para saber que no era una acusación abierta lo que estaba diciendo, pero lo de Charles Sawyer era un tema aparte que no le competía en lo absoluto. - Prefiero el vermut al café, ¿hielo? - Me adelanto a la cocina y tomo dos vasos de cristal que deposito sobre la mesada antes de cortar un par de rodajas de limón. Jane nunca se acerca cuando estoy cortando así que ni me molesto por las caricias que pide de su otro dueño.
- Volviendo al tema de la fábrica antes de que lo olvide. - No solía olvidarme de estas cosas, pero con él todo era posible. - Te sorprenderá saber que ya había pensado en tí como una posibilidad. No vendería, claro está, pero podríamos hablar del manejo de la empresa si realmente estás interesado. Como sabes, mis padres no estarán en contra, pero no sé qué es realmente lo que pretendes. - Siempre tuvo interés y eso era cierto, pero también sabía que su profesión actual no era una que estuviese ejerciendo en contra de sus deseos. - ¿Acaso buscas dejar un legado para tu ahijado, o realmente quieres volverte un empresario? - Y no nombro hijos, porque por algún motivo es algo que no quiero terminar de imaginar.
Que me diga que es a él a quien eligieron como padrino me sorprende, no porque no lo crea capaz, sino porque no recordaba que tuviera una relación tan cercana con su hermano. Claro que siendo que Hans era la única otra opción que yo conocía, Logan tenía sentido y todo. - No pareces muy molesto con tu posición actual, así que sabrás disculparme si no me siento ofendida con el comentario. - Lo conocía lo suficiente como para saber que no era una acusación abierta lo que estaba diciendo, pero lo de Charles Sawyer era un tema aparte que no le competía en lo absoluto. - Prefiero el vermut al café, ¿hielo? - Me adelanto a la cocina y tomo dos vasos de cristal que deposito sobre la mesada antes de cortar un par de rodajas de limón. Jane nunca se acerca cuando estoy cortando así que ni me molesto por las caricias que pide de su otro dueño.
- Volviendo al tema de la fábrica antes de que lo olvide. - No solía olvidarme de estas cosas, pero con él todo era posible. - Te sorprenderá saber que ya había pensado en tí como una posibilidad. No vendería, claro está, pero podríamos hablar del manejo de la empresa si realmente estás interesado. Como sabes, mis padres no estarán en contra, pero no sé qué es realmente lo que pretendes. - Siempre tuvo interés y eso era cierto, pero también sabía que su profesión actual no era una que estuviese ejerciendo en contra de sus deseos. - ¿Acaso buscas dejar un legado para tu ahijado, o realmente quieres volverte un empresario? - Y no nombro hijos, porque por algún motivo es algo que no quiero terminar de imaginar.
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—Puedes demostrarme de lo que eres capaz y seguiré creyendo como un idiota que todavía quedan cosas que escapan de tu juego— musito, el creer que ella se contentaría con ordenar las finanzas de la empresa familiar desde una posición más lejana, ocupada como debe estar con todo lo que le exige su puesto en el ministerio, fue un error crédulo de mi parte. La había visto a Magnolia más involucrada en el negocio, creí que sería la encargada del legado y que el interés de Abbey se limitaba a las utilidades, pero con el tablero limpio de todas las piezas –por frío que suene-, queda a la vista quien en verdad sostenía el juego. —Sin ánimos de ofender— aclaro, —solo es desconcertante que cada paso que se pueda dar cerca tuyo se sienta como un paso en falso— en muchos sentidos, así que debería tener cuidado con lo que bebo, si es que fuera a matarme que es la única cosa que podría sospechar de una bebida… y en vistas de que ya se quedó con todo lo que me pertenecía, puedo beber tranquilo.
—No estoy molesto con ocuparlo, pero si la otra opción fuera que mi hermano esté cumpliendo como padre, tomaría esa y me mantendría al margen— lo digo así, aunque ni él ni mi cuñada podrían dudar de que hubiera tratado de ser un padrino presente. Es únicamente una aclaración necesaria, no deseo continuar por el lado de cuestionar las decisiones del ministerio, es bien sabido que ese es un error y soy de los que están cómodos en su posición como para guardarme cualquiera opinión, como profesor del Royal pueden sacarme cuando quieran como una pieza prescindible, nadie quiere como maestro de los estudiantes de la ahora única escuela que puede asegurar los ideales pro-magos, a una persona que siquiera atine a decir que la corbata de Magnar es del color equivocado. —Sabes que con mis hermanos nunca fuimos de meternos demasiado en la vida de los otros—, quizás porque así nos criamos y es como se puede interpretar de haberlos mantenido a ellos al margen de lo que fue mi matrimonio con la mujer que sostiene un cuchillo para rebanar muy inocentemente un limón, lo hice para no tener que escuchar las que hubieran sido advertencias oportunas sobre que estaba cometiendo un error peligroso. —No sé hasta qué punto estoy ayudando a su familia y hasta donde estoy invadiendo su casa— susurro, no son cosas que debería hablar con ella.
Agradezco que el tema de conversación vuelva a ser la fábrica, ¿y eso que dije sobre pasos en falso? Su manía de hacerme caer para luego mostrarme algo que haga que vuelva a ponerme de pie por mí mismo, no puede llevarme a nada bueno. Pero es tentador, lo que quiero al alcance de mi mano, eso mismo debería ser motivo de sospecha. No entiendo cómo me muevo para acercarme a ella, es mi cuerpo actuando en reflejo a cómo comienzo a gravitar alrededor de su oferta. —Que hayas pensado en mí como una opción hace que yo pregunte qué es lo que te traes en mente—. No quiero pecar de ingenuo al creer que podríamos, por fin, coincidir en motivos. —Quiero la fábrica para poder experimentar, me dedico al estudio de la magia y la varita ha sido desde siempre una herramienta del mago. Si avanzamos tanto en tecnología, también deberíamos avanzar en esto. Pero hace falta toda una estructura y materiales que permitan nuevas combinaciones para potenciar la magia de las varitas. No solo canalizar la magia, sino potenciarla— explico con un arrebato que incomoda a la gata que tengo en brazos y termina por saltar al suelo, demasiada emoción chocando con su aura de apatía. —No quiero ser un empresario, ni tampoco se trata de lo que puedo dejar a Hayden, ser padrino pasa por otro lado…— suspiro al descartar las dos opciones que me ofrece, como si yo fuera a moverme entre esos extremos que solo consideran la ganancia del negocio, cuando es lo último en lo que pienso.
—No estoy molesto con ocuparlo, pero si la otra opción fuera que mi hermano esté cumpliendo como padre, tomaría esa y me mantendría al margen— lo digo así, aunque ni él ni mi cuñada podrían dudar de que hubiera tratado de ser un padrino presente. Es únicamente una aclaración necesaria, no deseo continuar por el lado de cuestionar las decisiones del ministerio, es bien sabido que ese es un error y soy de los que están cómodos en su posición como para guardarme cualquiera opinión, como profesor del Royal pueden sacarme cuando quieran como una pieza prescindible, nadie quiere como maestro de los estudiantes de la ahora única escuela que puede asegurar los ideales pro-magos, a una persona que siquiera atine a decir que la corbata de Magnar es del color equivocado. —Sabes que con mis hermanos nunca fuimos de meternos demasiado en la vida de los otros—, quizás porque así nos criamos y es como se puede interpretar de haberlos mantenido a ellos al margen de lo que fue mi matrimonio con la mujer que sostiene un cuchillo para rebanar muy inocentemente un limón, lo hice para no tener que escuchar las que hubieran sido advertencias oportunas sobre que estaba cometiendo un error peligroso. —No sé hasta qué punto estoy ayudando a su familia y hasta donde estoy invadiendo su casa— susurro, no son cosas que debería hablar con ella.
Agradezco que el tema de conversación vuelva a ser la fábrica, ¿y eso que dije sobre pasos en falso? Su manía de hacerme caer para luego mostrarme algo que haga que vuelva a ponerme de pie por mí mismo, no puede llevarme a nada bueno. Pero es tentador, lo que quiero al alcance de mi mano, eso mismo debería ser motivo de sospecha. No entiendo cómo me muevo para acercarme a ella, es mi cuerpo actuando en reflejo a cómo comienzo a gravitar alrededor de su oferta. —Que hayas pensado en mí como una opción hace que yo pregunte qué es lo que te traes en mente—. No quiero pecar de ingenuo al creer que podríamos, por fin, coincidir en motivos. —Quiero la fábrica para poder experimentar, me dedico al estudio de la magia y la varita ha sido desde siempre una herramienta del mago. Si avanzamos tanto en tecnología, también deberíamos avanzar en esto. Pero hace falta toda una estructura y materiales que permitan nuevas combinaciones para potenciar la magia de las varitas. No solo canalizar la magia, sino potenciarla— explico con un arrebato que incomoda a la gata que tengo en brazos y termina por saltar al suelo, demasiada emoción chocando con su aura de apatía. —No quiero ser un empresario, ni tampoco se trata de lo que puedo dejar a Hayden, ser padrino pasa por otro lado…— suspiro al descartar las dos opciones que me ofrece, como si yo fuera a moverme entre esos extremos que solo consideran la ganancia del negocio, cuando es lo último en lo que pienso.
- Esa es la intención, cariño. Puede que hayas cosas que se me escapen, pero incluso luego de diez años de haber estado casada contigo, creería que es un milagro si puedes encontrarlas. - Y no era un insulto a su persona, era una adulación a mi inteligencia. Esa que me había servido desde mucho antes de conocerlo para siempre salirme con la mía. - Créeme, no me ofendes en lo absoluto. - Todo lo contrario de hecho. Si los que me conocían desde hace tiempo no tenían cuidado a mi alrededor, significaba que no me conocían en lo absoluto, o que eran más estúpidos de lo que les daba crédito. Y no quería creer que había dedicado tanto tiempo de mi vida a un idiota a la décima potencia. Bueno, ‘dedicado’ tal vez no fuera la palabra, incluso ni siquiera lo sería ‘compartido’, pero sí se puede entender mi punto.
- Siempre tan altruista... - Es un murmullo el que se me escapa, y casi que me siento tentada a preguntarle si de verdad Phoebe Powell no le interesa en lo absoluto. Digo, con un esposo lejos y casi sin comunicación, un hijo pequeño a cargo… sería totalmente comprensible si quisiera sacar ventaja de la situación. Pero no, conocía el alma noble de Logan y seguro solo miraría a la madre primeriza como si fuera su propia hermana. - Oh vamos, ¿en serio? - Era peor de lo que pensaba, incluso sentía culpa de ser el tío de su sobrino. Retiraba lo de no creerlo un idiota completo. - No debería ser yo la que te lo diga, primero porque suena casi que hipócrita viniendo de mi parte. Pero la familia mal que mal, siempre será la familia; quien diga que la sangre no pesa, miente. Le estás haciendo un favor a tu hermano y a su pobre esposa, deja de llorar por los rincones. Si tanto te pesa, o tan intruso te crees, simplemente deja de ir y que te carcoma la culpa por dentro de saber que puedes ayudar y no lo haces. - De todas formas acabará sintiendo culpa, solo faltaba ver cuál era peor que la otra.
Le acerco el vaso con alcohol más por inercia que por ser una verdadera anfitriona y paso a reclinarme de espaldas contra la mesada. - Siempre vas a preguntar qué es lo que hay en mi mente, pero no siempre vas a encontrar la respuesta y lo sabes, pero, en este caso. Me alegra que los años que pasamos distanciados no hayan atrofiado mi memoria. - Hago girar mi vaso con cuidado y lo llevo a mis labios para probar la bebida. El limón no era tan fuerte como debería, pero estaba bien, estaba bebiendo por costumbre y no por deleite. - Mis padres hicieron crecer la fábrica con su ingenio, no con su don de negocios. Eso todavía lo puedo manejar a mi manera, o al menos manejar a las personas encargadas de hacerlo. Pero no, nunca tuve inventiva para la fabricación y la experimentación. Eso era cosa de Magnolia y con su muerte, sumada a la vejez de mis padres, hay algo que falta. Así que sí, sorprendentemente vas por el camino correcto, o al menos estás a punto de ir por él. - Doy otro trago, extraigo la rodaja de limón y me la llevo a la boca para disfrutar de la acidez. - No quiero tenerte trabajando en la producción, lo lamento, pero sí me gustaría que expongas tus ideas. El equipo de desarrollo revisará y tratará de ver la viabilidad de las mismas y a partir de ahí veremos como va la situación. Tendrás un porcentaje por sobre los proyectos que presentes, y uno más amplio si, luego de unos meses, aceptas asumir un par de riesgos. Es la única opción que puedo ofrecerte, y la única que veo viable para mantener la compañía. En caso contrario, la dejaré corriendo tal y cómo está hasta que mueran mis padres, y luego desmantelaré el negocio. Estando en el siete, un negocio de varitas que no innova bien podría ser un kiosco. ¿Tú qué opinas?
- Siempre tan altruista... - Es un murmullo el que se me escapa, y casi que me siento tentada a preguntarle si de verdad Phoebe Powell no le interesa en lo absoluto. Digo, con un esposo lejos y casi sin comunicación, un hijo pequeño a cargo… sería totalmente comprensible si quisiera sacar ventaja de la situación. Pero no, conocía el alma noble de Logan y seguro solo miraría a la madre primeriza como si fuera su propia hermana. - Oh vamos, ¿en serio? - Era peor de lo que pensaba, incluso sentía culpa de ser el tío de su sobrino. Retiraba lo de no creerlo un idiota completo. - No debería ser yo la que te lo diga, primero porque suena casi que hipócrita viniendo de mi parte. Pero la familia mal que mal, siempre será la familia; quien diga que la sangre no pesa, miente. Le estás haciendo un favor a tu hermano y a su pobre esposa, deja de llorar por los rincones. Si tanto te pesa, o tan intruso te crees, simplemente deja de ir y que te carcoma la culpa por dentro de saber que puedes ayudar y no lo haces. - De todas formas acabará sintiendo culpa, solo faltaba ver cuál era peor que la otra.
Le acerco el vaso con alcohol más por inercia que por ser una verdadera anfitriona y paso a reclinarme de espaldas contra la mesada. - Siempre vas a preguntar qué es lo que hay en mi mente, pero no siempre vas a encontrar la respuesta y lo sabes, pero, en este caso. Me alegra que los años que pasamos distanciados no hayan atrofiado mi memoria. - Hago girar mi vaso con cuidado y lo llevo a mis labios para probar la bebida. El limón no era tan fuerte como debería, pero estaba bien, estaba bebiendo por costumbre y no por deleite. - Mis padres hicieron crecer la fábrica con su ingenio, no con su don de negocios. Eso todavía lo puedo manejar a mi manera, o al menos manejar a las personas encargadas de hacerlo. Pero no, nunca tuve inventiva para la fabricación y la experimentación. Eso era cosa de Magnolia y con su muerte, sumada a la vejez de mis padres, hay algo que falta. Así que sí, sorprendentemente vas por el camino correcto, o al menos estás a punto de ir por él. - Doy otro trago, extraigo la rodaja de limón y me la llevo a la boca para disfrutar de la acidez. - No quiero tenerte trabajando en la producción, lo lamento, pero sí me gustaría que expongas tus ideas. El equipo de desarrollo revisará y tratará de ver la viabilidad de las mismas y a partir de ahí veremos como va la situación. Tendrás un porcentaje por sobre los proyectos que presentes, y uno más amplio si, luego de unos meses, aceptas asumir un par de riesgos. Es la única opción que puedo ofrecerte, y la única que veo viable para mantener la compañía. En caso contrario, la dejaré corriendo tal y cómo está hasta que mueran mis padres, y luego desmantelaré el negocio. Estando en el siete, un negocio de varitas que no innova bien podría ser un kiosco. ¿Tú qué opinas?
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Nunca pensé que diría esto, pero las palabras de Abbey me salvan de sentirme un idiota como a veces me suele ocurrir cuando se trata de ella. Si es imposible saber qué tiene escondido en el fondo de su mente cuando decide hacer una cosa u otra, no soy más que otro simple humano fallando en un juego que no tiene ganadores. No me importaría ofenderla, lo que no quiero es que tome como ataque algo que no tengo la intención que lo sea, si se ofende que sea por algo que iba con ese objetivo y de todos modos, dudo que pueda indignarse. Las pullas que pueda hacer cada tanto me dan la impresión de que solo la divierten, porque quiere decir que por lo bajo ciertas cosas me siguen afectando como para tener la intención de devolverle el daño y sigo contando los días hasta que llegue a la más absoluta indiferencia hacia ella, que quizá eso sí pueda afectarla y no tengo muchas esperanzas al respecto tampoco.
—No es altruismo, no quiero más que un esposo y padre vuelva a estar con su familia, como debe ser—, por una maldita vez me gustaría que la sangre en mi familia deje de castigarnos a estos desencuentros y que mi sobrino no crezca teniendo que armar a su padre con su imaginación. ¿Tanto cuesta que las cosas se queden en los lugares que le corresponden? ¿Qué haya un jodido orden en esto? ¿Por qué esta necesidad de armar algo solo para verlo romperse luego? —No ando llorando por los rincones— resoplo, para empezar no es algo que compartiría con cualquiera, porque de mis hermanos no hablo con nadie que no tenga conocimiento de nuestra historia y eso limita el número de personas a las que puedo contar con una mano. Pero de todos los lugares, venir a llorar donde hay un cartel que dice que en estos territorios no se admiten sentimientos porque su dueña es alérgica, lo sumaré a las estupideces que sigo haciendo después de los treinta años.
O puede que lo haga por eso mismo de un modo inconsciente. «Mira, Abbey, algunas personas sangramos», me guardo para mí esa línea de mal guión de película de Jerek, porque no creo que Abbey desconozca lo que es que algunas personas sangren, como se aprovecha de esa herida debería ser el riesgo a considerar y yo aquí, incapaz de mostrar la misma insensibilidad que ella demuestra hacía todo. ¿Qué tan errado es pensar que el negocio de sus padres se ha quedado sin corazón? La ironía de que esté a cargo de algo que carece de eso y no tenga idea de cómo resolverlo, que tiene que acudir a alguien más y recibo el vaso que me ofrece como el comienzo de un protocolo para hacer negocios. Me reiría, lo hago porque su manía de medirlo todo en porcentajes, a mí es a quien insulta y tengo que bajar el vaso hasta la mitad para poder continuar con esta conversación.
—No, olvídalo— soy rotundo, —no voy a ofrecer ideas para que sean otros quienes las lleven a cabo y otros más los que se beneficien, no seré tu empleado al final del pasillo. No necesito el dinero, me importan una mierda tus porcentajes, no pondré mis proyectos entre tus archivos para que luego lucres con ellos y me hagas a un lado como no te cuesta nada hacer— estoy alzando el tono de mi voz, y lamentablemente, no es algo que pueda decir que es extraño cuando estoy en una misma habitación con Abbey. No debería, pero me importa lo que pueda hacer con la fábrica de sus padres, lo recibo como el golpe bajo que sabe que me va a doler y me hará reaccionar. Sé lo que tengo que contestar, que la desmantele, no me importa, no tiene nada que ver conmigo. —¡¿Qué carajos, Abbey?! ¡Es el negocio de tu familia! ¡Es el trabajo de tus padres! ¡Tu hermana dedicó su poca vida a ese maldito lugar! No puedes simplemente tirarlo, ¿qué tan poco te importan las cosas?— y conozco la respuesta, nada. Dejo el vaso sobre la mesada con un golpe que por poco no lo quiebra y recurro a una paciencia que me haga hablar sin gritar. —Voy a trabajar en la producción y mi porcentaje de ganancias será cero, me encargaré de hacer mi parte para que la fábrica continúe… tú harás tu parte y esto funcionará.
—No es altruismo, no quiero más que un esposo y padre vuelva a estar con su familia, como debe ser—, por una maldita vez me gustaría que la sangre en mi familia deje de castigarnos a estos desencuentros y que mi sobrino no crezca teniendo que armar a su padre con su imaginación. ¿Tanto cuesta que las cosas se queden en los lugares que le corresponden? ¿Qué haya un jodido orden en esto? ¿Por qué esta necesidad de armar algo solo para verlo romperse luego? —No ando llorando por los rincones— resoplo, para empezar no es algo que compartiría con cualquiera, porque de mis hermanos no hablo con nadie que no tenga conocimiento de nuestra historia y eso limita el número de personas a las que puedo contar con una mano. Pero de todos los lugares, venir a llorar donde hay un cartel que dice que en estos territorios no se admiten sentimientos porque su dueña es alérgica, lo sumaré a las estupideces que sigo haciendo después de los treinta años.
O puede que lo haga por eso mismo de un modo inconsciente. «Mira, Abbey, algunas personas sangramos», me guardo para mí esa línea de mal guión de película de Jerek, porque no creo que Abbey desconozca lo que es que algunas personas sangren, como se aprovecha de esa herida debería ser el riesgo a considerar y yo aquí, incapaz de mostrar la misma insensibilidad que ella demuestra hacía todo. ¿Qué tan errado es pensar que el negocio de sus padres se ha quedado sin corazón? La ironía de que esté a cargo de algo que carece de eso y no tenga idea de cómo resolverlo, que tiene que acudir a alguien más y recibo el vaso que me ofrece como el comienzo de un protocolo para hacer negocios. Me reiría, lo hago porque su manía de medirlo todo en porcentajes, a mí es a quien insulta y tengo que bajar el vaso hasta la mitad para poder continuar con esta conversación.
—No, olvídalo— soy rotundo, —no voy a ofrecer ideas para que sean otros quienes las lleven a cabo y otros más los que se beneficien, no seré tu empleado al final del pasillo. No necesito el dinero, me importan una mierda tus porcentajes, no pondré mis proyectos entre tus archivos para que luego lucres con ellos y me hagas a un lado como no te cuesta nada hacer— estoy alzando el tono de mi voz, y lamentablemente, no es algo que pueda decir que es extraño cuando estoy en una misma habitación con Abbey. No debería, pero me importa lo que pueda hacer con la fábrica de sus padres, lo recibo como el golpe bajo que sabe que me va a doler y me hará reaccionar. Sé lo que tengo que contestar, que la desmantele, no me importa, no tiene nada que ver conmigo. —¡¿Qué carajos, Abbey?! ¡Es el negocio de tu familia! ¡Es el trabajo de tus padres! ¡Tu hermana dedicó su poca vida a ese maldito lugar! No puedes simplemente tirarlo, ¿qué tan poco te importan las cosas?— y conozco la respuesta, nada. Dejo el vaso sobre la mesada con un golpe que por poco no lo quiebra y recurro a una paciencia que me haga hablar sin gritar. —Voy a trabajar en la producción y mi porcentaje de ganancias será cero, me encargaré de hacer mi parte para que la fábrica continúe… tú harás tu parte y esto funcionará.
- Sabes a lo que me refiero. Te estás culpando porque a tus ojos es otro el que debería estar en tu lugar. Pues ¿adivina qué? no puede. Y sean cuales sean las razones por las cuáles por las cuáles lo hagas, no deberías estar castigándote por situaciones que no puedes controlar. - Hacerse cargo de algo, o de alguien más, era algo que personalmente no celebraba, pero que sí podía reconocer como un acto noble. No es que Logan estuviese demandando nada. Era patético ver que, en tantos años seguía siendo tan blando como siempre, demasiado preocupado por los demás como para prestarse atención a sí mismo.
Me sonrío ante su arrebato y aprovecho yo también para tomar el contenido de mi vaso. A diferencia suya, vaciarlo me cuesta muy poco, supongo que por la costumbre más que por otra cosa. - Tienes que dejar de ser tan predecible. En serio, casi que le quitas la gracia a las cosas. - No del todo. Siempre era entretenido lograr la reacción deseada en la gente. Tocar ciertos puntos y develar aquello que, por educación o crianza no se atreven. Logan siempre fue sencillo de leer, pero es muy raro que se mostrase apasionando en verdad por las cosas que le importaban. Me daba cierta satisfacción lograr sacar eso de él, el saber que era algo que no muchos podían hacer. - ¿Tu que quieres creer? ¿Qué lo que te acabo de decir lo hice para lograr que trabajes gratis, o para conseguir algún tipo de reacción de tu parte? - Me separo de la mesada y me acerco hasta donde se encuentra, llevando una mano a su hombro y dejándola allí solo por disfrutar de la tensión de su cuerpo. - No respondas. Creo saber lo que vas a responder y, ciertamente, no me importa.
No lo suelto, pero hago que mi mano se deslice por la parte superior de su brazo hasta apoyarse en la curvatura de su codo, agarrando justo encima de su antebrazo. - Bien. Supongo que es el verdadero momento de sorprenderte. - Y de sorprenderme a mí misma vaya y sea de paso. Había barajado la posibilidad de hacer esto, pero no estaba segura de qué tanto había cambiado Logan en los años de separarnos como para saber si en verdad podía confiar en él. - Para responder a tu pregunta: no. No me importan realmente estas cosas. Los negocios tienen un valor, una productividad “x” y un fin, no deberían ser nada más que eso a mis ojos y, por regla general no lo son. La fábrica en cambio, es el legado que quieren dejar mis padres y aunque no tendría que sentirme obligada a nada, encuentro que su capricho no es dificil de cumplir si cae en las manos adecuadas. No voy a vender, y si hubieras aceptado mi trato inicial te habría considerado demasiado idiota como para siquiera considerarte capaz. - Titubeo, solo unos segundos al saber que nunca se lo he dicho y que, de haberlo hecho probablemente hay cosas que hubieran sido diferentes. Hoy ya no importaban, pero en su momento… - No puedo tener hijos, Logan. Y por obviedad, mis hermanas tampoco pudieron. Sin embargo… Siempre y cuando yo maneje las finanzas, y mientras que el apellido “Road” siga estando al frente del edificio, podría hacer una cesión de la empresa. - Y no me gustaba que las decisiones recayeran en otra persona, odiaba estar en este sitio, pero era literalmente la única persona a la que podía pedirle esto sin quedar yo como una estúpida al cuadrado. Lo otro sería ir contra la voluntad de mis padres, algo que en verdad no tenía ganas de hacer.
Me sonrío ante su arrebato y aprovecho yo también para tomar el contenido de mi vaso. A diferencia suya, vaciarlo me cuesta muy poco, supongo que por la costumbre más que por otra cosa. - Tienes que dejar de ser tan predecible. En serio, casi que le quitas la gracia a las cosas. - No del todo. Siempre era entretenido lograr la reacción deseada en la gente. Tocar ciertos puntos y develar aquello que, por educación o crianza no se atreven. Logan siempre fue sencillo de leer, pero es muy raro que se mostrase apasionando en verdad por las cosas que le importaban. Me daba cierta satisfacción lograr sacar eso de él, el saber que era algo que no muchos podían hacer. - ¿Tu que quieres creer? ¿Qué lo que te acabo de decir lo hice para lograr que trabajes gratis, o para conseguir algún tipo de reacción de tu parte? - Me separo de la mesada y me acerco hasta donde se encuentra, llevando una mano a su hombro y dejándola allí solo por disfrutar de la tensión de su cuerpo. - No respondas. Creo saber lo que vas a responder y, ciertamente, no me importa.
No lo suelto, pero hago que mi mano se deslice por la parte superior de su brazo hasta apoyarse en la curvatura de su codo, agarrando justo encima de su antebrazo. - Bien. Supongo que es el verdadero momento de sorprenderte. - Y de sorprenderme a mí misma vaya y sea de paso. Había barajado la posibilidad de hacer esto, pero no estaba segura de qué tanto había cambiado Logan en los años de separarnos como para saber si en verdad podía confiar en él. - Para responder a tu pregunta: no. No me importan realmente estas cosas. Los negocios tienen un valor, una productividad “x” y un fin, no deberían ser nada más que eso a mis ojos y, por regla general no lo son. La fábrica en cambio, es el legado que quieren dejar mis padres y aunque no tendría que sentirme obligada a nada, encuentro que su capricho no es dificil de cumplir si cae en las manos adecuadas. No voy a vender, y si hubieras aceptado mi trato inicial te habría considerado demasiado idiota como para siquiera considerarte capaz. - Titubeo, solo unos segundos al saber que nunca se lo he dicho y que, de haberlo hecho probablemente hay cosas que hubieran sido diferentes. Hoy ya no importaban, pero en su momento… - No puedo tener hijos, Logan. Y por obviedad, mis hermanas tampoco pudieron. Sin embargo… Siempre y cuando yo maneje las finanzas, y mientras que el apellido “Road” siga estando al frente del edificio, podría hacer una cesión de la empresa. - Y no me gustaba que las decisiones recayeran en otra persona, odiaba estar en este sitio, pero era literalmente la única persona a la que podía pedirle esto sin quedar yo como una estúpida al cuadrado. Lo otro sería ir contra la voluntad de mis padres, algo que en verdad no tenía ganas de hacer.
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Tengo que admitir mal que pese que tiene la razón. Se siente como la bofetada fuerte, pero necesaria, que me hace abrir los ojos para ver las cosas como son, la partida de mi hermano no es algo sobre lo que tenga algún control, me toca cumplir con la responsabilidad que asumí con mi ahijado y eso es lo que pienso hacer, no tiene caso que le dé más vueltas cuando todo lo que resta por hacer es esperar que mi hermano vuelva. Tiempo, otra vez tiempo. El tiempo termina por acomodar todas las cosas en el lugar que deben estar, aunque hay quienes nos empecinemos en seguir visitando los sitios que quizá deberíamos abandonar de una vez, porque la manera que tiene Abbey de tirar de mis emociones con hilos de titiritera no me hace bien, no es humano pasar de una emoción a otra tan a prisa, que me haga golpear de cara al suelo y luego me haga levantar como si nada. —Para conseguir mi reacción— contesto aunque me dice que no lo haga, decirlo en voz alta me sirve a mi como recordatorio de que no puedo ir contra de lo que mi temperamento ordena y pese a que esto pueda ser un entretenimiento para ella, lo seguiré haciendo a convertirme en un monolito de piedra que nunca expresa nada y se mantiene impávido como ella.
Lo haría solo por seguir demostrándole que yo sí reacciono a las cosas, como a su mano que miro bajar por mi brazo para luego desviar mis ojos hacia su rostro y es un golpe en la nuca que me advierta de otra sorpresa de su parte. Mi mirada bien puede ser de cansancio, pidiéndole que no haga esto de ponerme en el borde para arrojarme al vacío y que mi mente salte por adelantado hacia mil cosas impredecibles que podría recibir de ella. Todo lo que habla sobre los negocios de la fábrica no es algo que llegue a entender, el momento en que tiene un sentido es cuando dice que no piensa deshacerse de esta y cierro mis ojos por la tregua que me brinda, sé lo que sigue a eso. Puedo presentir el aventón que se viene, no tengo idea de a qué dirección, pero en cada ocasión que parece a punto de ceder en algo, es para avanzar implacable y han quedado pruebas de que a mi cordura no tiene ninguna piedad.
—Abbey— susurro su nombre al tomar una respiración y bajar mis ojos hacia ella otra vez, —no juegues así conmigo. No soy un muñeco, soy un hombre. No me avientes para luego recogerme y volver a aventarme, no resistiré tanto y te quedarás jugando sola— coloco mi mano sobre la suya, reteniéndola, comparto el calor de mi palma con su piel fría. —Me quitaste todo lo que pudiste con el divorcio, así que no confiaré en tu simple palabra de cederme la empresa, lo haremos con todos los papeles y no quiero clausulas extraordinarias. Estoy dentro, pero no dejaré esto sujeto a tu capricho— murmuro, libero sus dedos de mi agarre para sostener su mejilla con esa mano. —Porque esto es importante para mí, no será como nuestro matrimonio, no pisaré donde me digas que pise solo para caer al vacío—. Uno se merece el derecho a tener la ilusa confianza de creer que ha aprendido de los errores. —Y de saber que hubiéramos llegado a este punto, nos podríamos haber salteado esos diez años de mal matrimonio—. Hace bien decirme que lo único que importó siempre fue la fábrica de varitas, que eclipsó los defectos notorios de la mujer con quien terminé casándome, pero esos años no fueron nada y no fui tampoco absolutamente ciego a la mujer que tenía al lado. —¿No puedes o no quieres tener hijos, Abbey? Porque recuerdo que una de las cosas que estaba en discusión es que no querías.
Lo haría solo por seguir demostrándole que yo sí reacciono a las cosas, como a su mano que miro bajar por mi brazo para luego desviar mis ojos hacia su rostro y es un golpe en la nuca que me advierta de otra sorpresa de su parte. Mi mirada bien puede ser de cansancio, pidiéndole que no haga esto de ponerme en el borde para arrojarme al vacío y que mi mente salte por adelantado hacia mil cosas impredecibles que podría recibir de ella. Todo lo que habla sobre los negocios de la fábrica no es algo que llegue a entender, el momento en que tiene un sentido es cuando dice que no piensa deshacerse de esta y cierro mis ojos por la tregua que me brinda, sé lo que sigue a eso. Puedo presentir el aventón que se viene, no tengo idea de a qué dirección, pero en cada ocasión que parece a punto de ceder en algo, es para avanzar implacable y han quedado pruebas de que a mi cordura no tiene ninguna piedad.
—Abbey— susurro su nombre al tomar una respiración y bajar mis ojos hacia ella otra vez, —no juegues así conmigo. No soy un muñeco, soy un hombre. No me avientes para luego recogerme y volver a aventarme, no resistiré tanto y te quedarás jugando sola— coloco mi mano sobre la suya, reteniéndola, comparto el calor de mi palma con su piel fría. —Me quitaste todo lo que pudiste con el divorcio, así que no confiaré en tu simple palabra de cederme la empresa, lo haremos con todos los papeles y no quiero clausulas extraordinarias. Estoy dentro, pero no dejaré esto sujeto a tu capricho— murmuro, libero sus dedos de mi agarre para sostener su mejilla con esa mano. —Porque esto es importante para mí, no será como nuestro matrimonio, no pisaré donde me digas que pise solo para caer al vacío—. Uno se merece el derecho a tener la ilusa confianza de creer que ha aprendido de los errores. —Y de saber que hubiéramos llegado a este punto, nos podríamos haber salteado esos diez años de mal matrimonio—. Hace bien decirme que lo único que importó siempre fue la fábrica de varitas, que eclipsó los defectos notorios de la mujer con quien terminé casándome, pero esos años no fueron nada y no fui tampoco absolutamente ciego a la mujer que tenía al lado. —¿No puedes o no quieres tener hijos, Abbey? Porque recuerdo que una de las cosas que estaba en discusión es que no querías.
No sé si es solo mi impresión, pero mi nombre suena a súplica cuando sale de sus labios en un susurro tan suave que inevitablemente me produce placer. Reconozco su desesperación, reconozco su frustración y por extraño que parezca, por mucho que hubiese querido pensar que no lo hacía, reconozco al hombre que tengo delante. Ese que me pide no llegar a su límite, cuando llevo más de una década sabiendo hasta qué punto puedo tensar las cuerdas, o hasta cual dejarlas flojas sin que se enreden entre ellas. — Al menos esta vez puedes ver lo que estoy haciendo. Conoces mi juego, y creo que esta es la primera vez que te atreves a jugarlo conmigo — no lo esperaba, pero se siente como un plus a este tire y afloje constante que me gustaba mantener sobre su persona.
Su tacto no me acelera el pulso pero sí hace que suelte un pequeño suspiro a causa del choque de temperaturas. — Has crecido Logan, y tengo que admitir que hasta cierto punto eso me enorgullece. ¿No he sido una buena maestra? — me permito dejar que el peso de mi mejilla se pose sobre su palma y doy un apretón a su brazo al no haberlo soltado en ningún momento. — Supongo que, podemos llegar a un documento limpio en el cual ambos tengamos en claro nuestra parte. Si quieres buscaré otro abogado que no sea tu concuñado — en algo como esto prefería dejar las ironías de lado. Powell era un capítulo cerrado que no tenía ganas de abrir ni por diversión. Además, después de lo de su padre dudaba estar en su lado bueno precisamente.
— ¿Todavía sigues pensando que nuestro matrimonio fue una farsa por completo? — me sentiría ofendida si no fuese porque yo misma lo llevé a construir esa creencia, esa desconfianza por completo hacia mi persona. Y lo disfruto tanto como lo resiento, que el pasado no siempre queda en el pasado y yo misma tengo que recordar razones cuando noto mi error involuntario. Muevo el rostro para soltarme de su agarre, pero yo no dejo el mío sobre él. — ¿Importa acaso? ¿cambiaría algo que luego de todos estos años supieras la verdad? — No me gustaría tirar por la borda todo el tiempo que tardé en construir mi imagen a su alrededor. No quería recordar a una joven ilusa que tenía planes muy diferentes a los que hoy en día había conseguido y sin embargo... — Siendo que vas a hacerte cargo de lo que representa el futuro de mi familia, tal vez merezcas el tener algunos por qué — y tengo que inspirar hondo en lo que trato de recordar como quitarme unas capas de encima. De esas acorazadas que puse hace tanto tiempo que ya no recuerdo dónde se encuentran las aperturas. Tal vez sea por esa necesidad de recordar que me inclino lo suficiente para capturar sus labios, tratando de asimilar la textura y pensando en las diferencias que encuentro en el ahora. — Aunque sea difícil de creer, supe amarte en su momento. No puedo decirte el qué cambió precisamente, porque ni yo lo sé bien, pero el no poder tener hijos fue una de esas cosas. ¿Insuficiencia ovárica primaria? creo que así se llamaba lo que me diagnosticaron, pero al parecer la infertilidad era irreversible — uno de esos trastornos genéticos que no se podía tratar, al menos no en mi caso por ser algo relacionado con los folículos. ¿Cómo le decía a la persona que había sido adoptada que la única opción que me quedaba era esa, y que eso era lo último que quería? Todo lo que me había ganado en la vida había sido por mano propia, por mi propio esfuerzo y determinación. Cuando quieres algo y no lo puedes tener… — ¿Que habrías hecho en aquel entonces? En los primeros años de nuestro matrimonio, cuando formar una familia era algo que siempre quisiste. — Mi condición habría significado una falla, y yo jamás me permitía fallar. No en ese entonces. No ahora.
Su tacto no me acelera el pulso pero sí hace que suelte un pequeño suspiro a causa del choque de temperaturas. — Has crecido Logan, y tengo que admitir que hasta cierto punto eso me enorgullece. ¿No he sido una buena maestra? — me permito dejar que el peso de mi mejilla se pose sobre su palma y doy un apretón a su brazo al no haberlo soltado en ningún momento. — Supongo que, podemos llegar a un documento limpio en el cual ambos tengamos en claro nuestra parte. Si quieres buscaré otro abogado que no sea tu concuñado — en algo como esto prefería dejar las ironías de lado. Powell era un capítulo cerrado que no tenía ganas de abrir ni por diversión. Además, después de lo de su padre dudaba estar en su lado bueno precisamente.
— ¿Todavía sigues pensando que nuestro matrimonio fue una farsa por completo? — me sentiría ofendida si no fuese porque yo misma lo llevé a construir esa creencia, esa desconfianza por completo hacia mi persona. Y lo disfruto tanto como lo resiento, que el pasado no siempre queda en el pasado y yo misma tengo que recordar razones cuando noto mi error involuntario. Muevo el rostro para soltarme de su agarre, pero yo no dejo el mío sobre él. — ¿Importa acaso? ¿cambiaría algo que luego de todos estos años supieras la verdad? — No me gustaría tirar por la borda todo el tiempo que tardé en construir mi imagen a su alrededor. No quería recordar a una joven ilusa que tenía planes muy diferentes a los que hoy en día había conseguido y sin embargo... — Siendo que vas a hacerte cargo de lo que representa el futuro de mi familia, tal vez merezcas el tener algunos por qué — y tengo que inspirar hondo en lo que trato de recordar como quitarme unas capas de encima. De esas acorazadas que puse hace tanto tiempo que ya no recuerdo dónde se encuentran las aperturas. Tal vez sea por esa necesidad de recordar que me inclino lo suficiente para capturar sus labios, tratando de asimilar la textura y pensando en las diferencias que encuentro en el ahora. — Aunque sea difícil de creer, supe amarte en su momento. No puedo decirte el qué cambió precisamente, porque ni yo lo sé bien, pero el no poder tener hijos fue una de esas cosas. ¿Insuficiencia ovárica primaria? creo que así se llamaba lo que me diagnosticaron, pero al parecer la infertilidad era irreversible — uno de esos trastornos genéticos que no se podía tratar, al menos no en mi caso por ser algo relacionado con los folículos. ¿Cómo le decía a la persona que había sido adoptada que la única opción que me quedaba era esa, y que eso era lo último que quería? Todo lo que me había ganado en la vida había sido por mano propia, por mi propio esfuerzo y determinación. Cuando quieres algo y no lo puedes tener… — ¿Que habrías hecho en aquel entonces? En los primeros años de nuestro matrimonio, cuando formar una familia era algo que siempre quisiste. — Mi condición habría significado una falla, y yo jamás me permitía fallar. No en ese entonces. No ahora.
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Puesto que a la mayoría le gusta ganar los juegos en los que se ven envueltos, que perder sirva para entender las reglas de esos juegos, sigue siendo algo a lo que creo que nadie aceptaría simplemente por conocerlas. —La pregunta es— murmuro, —¿esta vez sí hay posibilidades de que gane?— pregunto, a menos de que también esté definido de antemano porque ella es quien hizo las reglas, conocerlas no me asegura nada, como mucho moverme con conocimiento de lo que puede ocurrir si hago una mala decisión de a que casillero trasladarme y en este momento, quedarme parado donde estoy se siente como una mala elección, se siente porque su mejilla helada en mi palma todavía me provoca un escalofrío que mi pecho lo vuelve una punzada. —Como profesor no puedo decir que hayas sido una buena maestra, tus métodos son muy cuestionables, hace un par de siglos atrás dejamos el escarmiento de lado— se lo tengo que responder en el tono más neutro que puedo, para darme a mí mismo un descanso a la rabia. —Así que no te sientas orgullosa, lo que aprendí de ti no me hace quien soy, solo me muestra cómo ser contigo— y esta es la primera de mis reglas que debería tener en cuenta, diseñada exclusivamente para ella. —Preferiría que la familia directa o indirecta no esté relacionada de ninguna manera con esto, despejemos el tablero— y si tiene que usar, manipular, forzar a alguien luego para sus jugadas sucias, que no sea nadie que lo haga un comentario en alguna cena de cumpleaños de mi ahijado, porque si voy a volver a pasar todo lo que pasé con Abbey, no quiero personas que puedan darme una opinión con buenas intenciones, es el riesgo que yo acepto.
—No fue una farsa— contesto, mi mano cae sobre su hombro cuando pierde el contacto de su rostro por retirarlo, —pero fueron un montón de motivos equivocados—. Sé lo que hago cuando mi mano sube hasta su nuca para que me mire cuando se coloca en una posición de querer hacer confesiones que llegan tarde a preguntas que no sabía que había que hacerlas, demasiadas cosas dimos por asumidas en su momento, así es cuando la rabia te impide ver más de lo que está vista y el ego herido hace que uno se concentre en el propio dolor, haciendo que sea imposible un poco de empatía. La detestaba tanto en ese momento que no había manera que me parara a su lado para tratar de ver las cosas como ella lo hacía, lo que sus labios decían bastaban para darme una idea del poco respeto que me tenía. Lo lamento mucho por Abbey cuando las primeras palabras que elige para darme son esas, porque hace que me acerque a ella de manera que mi cuerpo traspasa todos los límites de su espacio personal al oír sobre ese diagnóstico que nunca se dignó compartirme y mi frente descanse sobre la suya así la puedo mirar a los ojos con una cercanía casi nula. —Te quería más a ti, como para renunciar a cualquier cosa que nunca se hubiera comparado a todo lo que te quería y te deseaba a ti— modulo cerca de su boca, recubro mi voz de hielo al continuar: —pero eso cambió, sabría decirte precisamente el qué cambió. Te encargaste de que no pudiera sentir por ti otra cosa que no fuera desprecio. Sin tus hermanas, sin tus padres y sin la posibilidad de tener hijos, no sabes lo mucho que me complace que al final de todo te quedes tan sola como siempre quisiste y como te lo mereces, siendo la arpía que elegiste ser— conozco lo oscuro que puede volverse mi mirada hasta perder su color azul cuando me ciega el resentimiento, —que cada uno consiga lo que siempre quiso y así me verás, de cerca, como yo también lo consigo, todo, sin que puedas encontrar ninguna satisfacción en ello, no como yo al verte a ti, tan fría y sola.
—No fue una farsa— contesto, mi mano cae sobre su hombro cuando pierde el contacto de su rostro por retirarlo, —pero fueron un montón de motivos equivocados—. Sé lo que hago cuando mi mano sube hasta su nuca para que me mire cuando se coloca en una posición de querer hacer confesiones que llegan tarde a preguntas que no sabía que había que hacerlas, demasiadas cosas dimos por asumidas en su momento, así es cuando la rabia te impide ver más de lo que está vista y el ego herido hace que uno se concentre en el propio dolor, haciendo que sea imposible un poco de empatía. La detestaba tanto en ese momento que no había manera que me parara a su lado para tratar de ver las cosas como ella lo hacía, lo que sus labios decían bastaban para darme una idea del poco respeto que me tenía. Lo lamento mucho por Abbey cuando las primeras palabras que elige para darme son esas, porque hace que me acerque a ella de manera que mi cuerpo traspasa todos los límites de su espacio personal al oír sobre ese diagnóstico que nunca se dignó compartirme y mi frente descanse sobre la suya así la puedo mirar a los ojos con una cercanía casi nula. —Te quería más a ti, como para renunciar a cualquier cosa que nunca se hubiera comparado a todo lo que te quería y te deseaba a ti— modulo cerca de su boca, recubro mi voz de hielo al continuar: —pero eso cambió, sabría decirte precisamente el qué cambió. Te encargaste de que no pudiera sentir por ti otra cosa que no fuera desprecio. Sin tus hermanas, sin tus padres y sin la posibilidad de tener hijos, no sabes lo mucho que me complace que al final de todo te quedes tan sola como siempre quisiste y como te lo mereces, siendo la arpía que elegiste ser— conozco lo oscuro que puede volverse mi mirada hasta perder su color azul cuando me ciega el resentimiento, —que cada uno consiga lo que siempre quiso y así me verás, de cerca, como yo también lo consigo, todo, sin que puedas encontrar ninguna satisfacción en ello, no como yo al verte a ti, tan fría y sola.
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