Recuerdo del primer mensaje :

— ¡No, señor Popplewell, quédate quieto! — está claro que no me hace caso. Sacude sus patas en un intento de escaparse de mis manos, que el sonido del arroyo parece haber sido todo lo que necesitaba para descubrir que nos encontramos en plena naturaleza, entre los árboles que se mantienen cercanos a los límites del distrito y que nos protegen de la vista desde el campo abierto. ¿Hace cuánto venimos planeando una escapada que se supone que tiene que ser perfecta y romántica, como para que el erizo nos lo arruine? Y es que está insoportable, hay que verlo nomas. Tan desesperado por probar un poco de tierra salvaje, como si no tuviera suficiente con el jardín de casa. Suspiro con la resignación de un padre agotado, acomodo el moño que decora su no-cuello y lo apoyo en el césped, viendo cómo de inmediato mueve su cuerpecito en dirección a las flores más cercanas — ¡Pero quédate a la vista! — le amenazo, que de seguro no entiende ni una palabra y ya tendré que ir a buscarlo luego con mi olfato canino.

Hemos dejado las mochilas y lo que será nuestra carpa debajo de un árbol inmenso, cuyas hojas nos servirán para aplacar el choque de los rayos del sol por la mañana y evitará que nos cocinemos en cámara lenta. Estiro todo mi cuerpo, impulsándome con los brazos hacia arriba en lo que trueno mis huesos y acabo largando un suspiro pesado — Muy bien. Primero lo primero: tenemos que armar nuestra tienda — indico, girándome para dar varias zancadas para llegar junto a nuestro equipaje — Ya luego podremos encargarnos de juntar lo necesario para hacer una fogata y cocinar los bocadillos — lo cual no podemos retrasarlo, ya que en cuanto anochezca será mucho más molesto. Me inclino, así soy libre de revisar cada horquilla y estaca, no muy seguro de cómo se hace esto. ¿Cuándo fue la última vez que acampé al aire libre? Ha pasado una eternidad y estoy seguro de que los adultos se encargaban de todo lo importante, en especial porque temían que la caguemos. Pero algo en mi terquedad molesta he aprendido… O eso creo.

— Veamos… — saco mi varita, aunque no sé bien qué órdenes dar con ella. Intento no verme tan perdido, incluso cuando me rasco la cabeza con ella como si de esa manera se pudiesen acomodar las ideas. He venido hasta aquí para relajarme, que sé muy bien que no tendré tiempo para hacerlo en cuanto volvamos a casa — Supongo que primero hay que meter estos palitos por el costado, así le damos forma a la tela y de ahí lo vamos poniendo de pie… — ah, sí, lenguaje técnico de campamento. Mi especialidad.

Sé, de manera casi inmediata, que nuestro miedo puede ser parecido pero que nace desde puntos diferentes. La abrazo, tan fuerte que no sé si es por necesidad de sentirla o de consolarla, en gran parte agradecido por saber que no soy el único que ha tenido este tipo de pensamientos en algún momento. Me han dicho que somos jóvenes, que el primer amor casi nunca es el último y, cuando ella me dejó por tan solo unos días, casi me convencí de que tendría que sanar de alguna manera para poder sacudirme el polvo y continuar, porque la vida no se acaba con una relación. Escondo el rostro en su hombro, huele a la humedad de la lluvia y al perfume de su propio pelo, me mantengo en silencio hasta que son sus últimas palabras las que me hacen reaccionar — No, no es eso — es una negativa tajante, estoy convencido de que necesito hacerle saber con exactitud que no tiene nada que ver con ella. Me separo, porque creo que si no la miro a los ojos, no me va a tomar en serio. Una de mis manos suelta su cadera, porque necesita tomar su mejilla para que no se aparte de mí, para que su mirada siga en contacto con la mía y pueda ver que soy honesto — Syv, yo te sigo amando, de verdad. Y no hay nadie más a quien quiera tener al lado, nadie. Esto no es sobre dudas o miedos sobre lo que me pasa contigo, es… algo más — ni siquiera cuando todos los días me pregunto cómo haré para sacar a Delilah del ministerio, si es que aún sigue viva. No me importa lo que haya llegado a pasar o no con ella, no cuando la valoro mucho más como amiga. Lo que siento por Synnove no tiene nada que ver con lo que pudo haberme pasado hace años con quien supo ser mi mejor amiga y hermana adoptiva.

Estoy nervioso, lo delato al tomar una de sus manos entre las mías y llevarla a mis labios. Beso sus nudillos, dándole mi calor en lo que vacilo en expresarme, mientras la lluvia me va calando hondo — Tengo miedo porque, si todo funciona como debería hacerlo, tendré que pedirles a todos que se ensucien las manos. Porque yo mismo tendré que ir hacia los límites que no me atrevo tocar y temo que no haya un camino de regreso después de eso — dicen que al asesinar uno muere un poco. Conozco personas que han matado, que se han defendido, que lucharon y no por eso son malvados, pero tampoco siento que sean felices. He crecido con personas que me hablaron de la arena y cómo les afectó, he visto a Ben hablar solo y a Echo meditar con los ojos perdidos en la ventana. No es un futuro que me tiente, si puedo ser sincero con eso. Me gustaría ser más que un soldado retirado, cuando sé que todos iniciamos en puntos de partida que poco tenían que ver con ese resultado.

Parpadeo para dejar caer algunas gotas, levanto los ojos para mirarla y me relamo los labios húmedos — Hay planes desde hace mucho tiempo que estamos buscando poner en marcha y, si salen bien, significaría que podremos terminar esta guerra. Si fallamos… — hago una mueca, está claro que no puedo ponerlo en palabras — Sé que esas personas se merecen lo peor, Syv. También sé que es imposible terminar esto de otra forma, porque no van a retirarse, así que habrá que arrancar el problema de raíz. Y aún así… ¿Por qué me creo que tengo el poder de decidir quién se merece morir y quien no? Quiero decir, no creo que Magnar merezca respirar y hay unos cuantos ministros que me generan veneno, pero me siento sucio cuando lo pienso. Es una eterna mezcla de odio y necesidad de venganza con el miedo de lo que puede hacerme. Y temo que a ti no te guste — porque si me quedo solo por culpa de lo que he intentado destruir, no creo que nada de esto valga la pena.

Me aferró a él con mis brazos estrechándolo con todas mis fuerzas, porque su «no» rotundo me da la seguridad de que va a quedarse, de que no se quiere ir a ningún otro lugar, que si ocurre no será porque así lo quiso, sino que fueran las circunstancias y ojalá que el deseo de quedarse también pudiera ir contra ellas. Si me dice que esto es algo que quiere conservar, yo iría contra las circunstancias o trataría de hacerlo, de permanecer entera, en pie, a su lado o frente a él. Pero en todas las luchas que llevamos adelante, también en esta en la que no sabemos que se nos depara a futuro, necesito saber que es una lucha con un sentido, que hay algo por lo que peleamos ambos para proteger. No quiero pensar a futuro, en eso que dice la gente que tenemos toda una vida por delante, no estoy segura de nada de eso, no sé si quiero tomar decisiones en base a lo que todavía no sé si pasó o si pasará, en lo que pueda sentir mañana, en sí sentiré algo como esto... —Ken, me quedaré contigo si quieres que lo haga, lo único que necesito es saber que así lo quieres. No te apartes de mí, si no quieres que lo tome como debo apartarme, no lo hagas pase lo que pase, ¿de acuerdo?— susurro, me sostengo a sus muñecas al mirarlo a los ojos con la lluvia cayéndome sobre la cara y el gotas se quedan colgando de mis pestañas.

Cubro su mejilla con la mano que me queda libre, la otra está atrapada entre sus dedos y me acerco para rozar con mi nariz la piel de su garganta que está perdiendo su calor por esta lluvia fría que corre por nosotros. Puedo cerrar los ojos sin que parezca que me escondo de su confesión, pese a la punzada en el pecho de profunda angustia que me dice que algo se está desmoronando dentro de mí, que no tiene que ver con él que no tiene que ver con todas las cosas que me prometió que podríamos conquistar a partir de esta lucha, es el derrumbe al aceptar que nada permanecerá inocente para siempre y que al ir sobrepasando límites con nuestras acciones, algunos límites nos llevarán a sitios que serán irreversibles. —No voy a dejarte solo— murmuro, mis labios modulan estas palabras contra su piel y con la lluvia golpeteando los árboles, no sé si me escucha. —Si quieres que me quede a tu lado, no te dejaré solo…— no podría, no quiero, pero tengo el nuevo miedo de que llegado el momento sea quien me empuje para hacerme a un lado. —Si tienes que hacerlo y lo harás, deja que yo decida si lo haré, pero no te dejaré solo en eso.

Lo escucho, un estremecimiento que no es debido a tormenta me recorre los brazos, siento frío por dentro y tampoco es por la ropa que se adhiere a nuestra piel, este debe ser el abrazo más helado que compartimos, en el que el simple contacto sigue siendo la sensación que necesitamos para que se combata a ese frío con una tibieza en el pecho, similar a una lumbre que resiste a una ventisca de nieve o a los faros de mares violentos, es el contacto que me dice que sigue aquí. —Hagas lo que hagas, trata de hacerlo como Kendrick. No como te digan que debes hacerlo. Y tú eres, escúchame,— lo miro con mis ojos rogándole que no olvide lo que voy a decirle, —eres valiente, compasivo y le demostrarás a todos que hay una manera diferente de hacer las cosas— susurro, siento un cosquilleo en la nariz por culpa de las lágrimas que regresaron. Pese al agua a punto de desbordarse de estos, lo miro incapaz de decirle que hacer con todo esto que me cuenta. Opinar, criticar, sugerir, aconsejar, para eso hay personas en el consejo, en la oficina, en su casa. Lo único que tengo para darle de mí es la promesa de que no lo dejaré solo, aunque crea que en algún momento puedo desear huir, no lo creo, pongo mi confianza en lo que siento. —Y mi amor por ti no es débil, ni cobarde— musito.

Tal vez, lo único que necesito es esto. Sus caricias en medio de una tormenta, la seguridad de que nada de lo que yo pueda hacer la empujará lejos y que, de alguna manera, somos un equipo. ¿Cómo podría ser de otra forma? Desde que nos conocimos, hemos hecho las cosas juntos. Cometimos errores y aciertos, jugamos con nuestra suerte y puedo decir con seguridad de que nos movimos hombro con hombro. Mi mera respuesta es un pellizco en sus manos, ese que tiene un significado que nosotros le pusimos en mi dormitorio, hace lo que parece una eternidad. Sé que no le estoy pidiendo poco y ella tampoco debe estar consciente de lo mucho que abarca su promesa, me pregunto si su madre preveía algo de esto cuando se enteró de que estábamos saliendo. Sigo sin entenderlo, de todas formas; sé muy bien que quiero a Synnove de una manera que jamás he querido a nadie, lo tengo bien en claro desde la borrachera de mi cumpleaños. Si alguien tiene el poder de hacerte sentir tan lleno o tan vacío con sus acciones… Ahí es. Así te das cuenta de que lo que te sucede no es en vano.

La miro a los ojos solo porque ella me pide que lo haga y mi sonrisa es gentil, pero no significa que me crea del todo lo que dice sobre mí. No puedo decirle muchas cosas, pero puedo imaginar su reacción cuando le pida que venga conmigo a luchar contra la familia de una de nuestras amigas, entre un montón de otras personas. No cuando bebimos con Oliver Helmuth y me siento todos los días a planificar cómo vamos a asesinar a su padre, una persona a la cual él de seguro va a defender y tendremos que quitarlo de en medio. De pronto, tengo la necesidad de gritar y mantengo el silencio mordiéndome la lengua — Lo voy a intentar — es una promesa mentirosa y de seguro me gano un reproche en el futuro por esto, pero es lo mejor que tengo ahora. No puedo darle más que esto y ella está aquí, diciendo palabras que me hacen estremecer, sentir frío y calor al mismo tiempo. Mi respuesta inmediata es soltar una de sus manos para tomar su mentón, besarla se me hace lento y, a su vez, desesperado — Eres la mejor persona que podría haber elegido para tener al lado — murmuro con una vaga sonrisa, apenas separándome de su boca en lo que busco sus ojos — Y siempre, siempre, voy a estar agradecido de haber metido la pata contigo en ese callejón — que si no hubiera sido un completo estúpido, nada de lo que tenemos hubiera sucedido. O tal vez sí, no lo sé. Algunas cosas han estado destinadas a ser desde un principio, pero no voy a tener respuesta a eso. Synnove puede ser el filtro a cualquier locura, crea una completamente diferente, que es solo para mí. Por ahora, me conformo con que podamos estar juntos, abajo de la lluvia, con un erizo escapista y el panorama de olvidarnos del mundo por al menos un rato.