The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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2 participantes
Katerina L. Romanov
Junio

Me sabe mal no despedirme de mi primo Brian, también el no haberle podido contar nada, no porque no confíe plenamente en su silencio, sino porque pondría en peligro todo el plan. De modo que cuando tomo el giro contrario, en vez de ir en dirección a la plaza donde están los trasladores para ir a la escuela, camino en el sentido que me lleva a la estación de tren del distrito. Es una larga caminata, pero así me da tiempo a pensar en todos los pasos del plan. Lo primero nada más llego a mi destino es meterme en uno de los baños para cambiarme de ropa, no vaya a ser que con el uniforme se den cuenta de que debería estar en la escuela y avisen a alguien, y además que es demasiado incómodo ir en falda por ahí cuando estoy en proceso de meterme de lleno en una expedición en busca de la piedra filosofal. Como tengo la mochila llena de mis provisiones y demás utensilios que voy a necesitar, tras ponerme la ropa que ya de por sí iba a presión, decido que no voy a necesitar más el uniforme escolar, así que lo dejo tirado en el mismo lavabo y salgo por la puerta como una persona completamente nueva.

Le he pedido a Niko que vaya unos cuantos metros por detrás de mí, que no quiero llamar la atención por mi edad y llevar a un fantasma arrastrado conmigo sería de lo más inconveniente, en especial cuando me acerco a la taquilla para pedir un billete que me lleve directamente al distrito siete. La persona tras el cristal me mira de reojo al tenderle el dinero, que no robé de la cartera de mi madre, por cierto, son todos mis ahorros y los voy a malgastar en un vulgar ticket de tren, sí. Tras mostrar mi identificación, no hay una razón por la que no pueda entregármelo, más que por no estar en el colegio y no parece que tenga intención de recordármelo, así que estiro mi brazo para agarrar el papelito bastante satisfecha. Me dirijo hacia el andén, intentando evitar todas las cámaras que hay colocadas por la estación y tomo asiento en un banco a la espera de que llegue mi tren.

Al subir es que le permito a Niko indicarme cuál de los vagones es el más vacío para no levantar sospechas, él que puede atravesar paredes la tiene más fácil así no tengo que ir hasta el final comprobando cada uno. Me he asegurado de desayunar para no tener que gastar las provisiones hasta dentro de unas cuantas horas, así que tengo que asumir que el rugido de mi estómago es por los nervios y no porque tenga hambre en sí. En unas horas mi madre regresará del trabajo, encontrará la nota que dejé escrita pegada contra mi escritorio cuando se dé cuenta de que no llegué del colegio; mi padre también aparecerá y el walkie talkie de mi armario empezará a hacer ruiditos, la voz de Brian al otro lado intentando que le responda, ¡hasta Milo gimoteará cuando llegue la tarde y vea que se dueña no ha regresado! ¿Y si...? No, no puedo dar la vuelta ahora, el tren se pone en marcha como una señal de que le estoy dando demasiadas vueltas.

Cuando por fin puedo bajar de la estación, el aire ya se siente mucho más puro aquí en el distrito siete que en el dos, tendrá que ver con los árboles, esos a los que tardo como una hora en llegar al tener que rodear la ciudad para adentrarme en sus bosques. La idea es llegar hasta el distrito nueve, allí es donde puedo tener más libertad para barrer el terreno antes de adentrarme en los distritos del norte. Por suerte tengo a Niko para hacerme compañía y entretenerme con su conversación, sirve para quitarme los nervios de estar haciendo una ilegalidad también. Ya ha anochecido para cuando llegamos a los exteriores del nueve, me duelen las piernas y lo único que se me antoja en estos momentos es echarme a dormir, pero primero debería planear dónde. Escojo un sitio no muy lejano a donde están las barreras, en caso de que aparezca un animal al menos que haya población cercana, pero lo suficientemente dentro de los bosques como para quedar camuflada. — ¿Niko? ¿Eres tú? — mientras armo la tienda de campaña a un lado del fuego controlado que prendí, escucho ruidos, pero el fantasma no se ha ido hace más de diez minutos a comprobar el terreno, así que no puede estar de vuelta tan deprisa. — Seas quien seas, ¡muéstrate! — y solo por si acaso, tomo mi varita.
Katerina L. Romanov
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Jared S. Niniadis
Fugitivo
Bien, sé que si se entera, papá me castigará hasta que cumpla la mayoría de edad cuando menos, pero estaba harto de ser el niño al que siempre dejaban atrás en todo y al que quieren mantener dentro del distrito porque “es seguro”. Já, al ministerio había ido hasta Sage y no es que tuviese nada contra él, pero el pobre seguro se sentía culpable de tener que golpear a la masa al momento de hornear algo. No estaba pidiendo ir a una misión, que si íbamos al caso había entrenado desde pequeño, pero al menos esperaba que no siguieran tratándome como a un bebé. Dentro de poco cmpliría trece y estaba más que capacitado para cuidarme solito. Además ¿qué excusa podían ponerme? Ken vivía yéndose por el bosque a mi edad, y nadie le decía nada. Bueno, tampoco es que nadie se enterase, pero ese no era el punto. El punto era que, tras poder chantajear a James (cosa que no debería hacerme sentir orgulloso pero lo hacía), había logrado salir del distrito sin que ninguna alerta saltara y sin que mi padre fuese notificado. No tenía la intención de irme muy lejos, solo quería tener la libertad de poder explorar los alrededores sin nadie siguiéndome o diciéndome lo peligroso que era, u olbigándome a quedarme dentro porque ¿cuál era la necesidad de arriesgarse? La necesidad señores y señoras, era la de demostrar que no era ningún crío inválido, incapaz de siquiera dar una vuelta a los alrededores. Tal vez, solo tal vez, ni Ken podría refutar mi lógica la próxima vez que tuvieran que hacer algo. ¡Y eso que a él no lo estaba chantajeando con nada!, y no era precisamente por falta de material.

No tenía mucho conmigo, solo una mochila con algunos snacks para la tarde, mi varita, y un cuchillo que había robado de la cocina ya que jamás podría haber escondido un arco o una ballesta, y cualquier arma con munición pesada estaba guardada en algún lugar que todavía no había podido encontrar. Creo que Seth estaba muy confiado de su varita, porque después de revisar todos y cada uno de los rincones de la casa solo me quedaba suponer que las había escondido en otro lado. Es de noche, lo sé, pero papá se ha comprado la excusa de que me quedaré a dormir con Ken, mientras que yo ya me he asegurado que Ken anda en juntada con los demás. Seguro debe haber sospechado algo cuando no insistí en quedarme, pero había sido lo suficientemente listo como para dejarlo pasar lo que, en pocas palabras, significaba que me cubriría siempre y cuando no pasara demasiadas horas afuera.

No me alejo demasiado de la entrada, porque creo que no conozco mucho de la geografía exterior como para arriesgarme a más. No es que pueda tomarme el tren hasta otro distrito sin que nadie se de cuenta, así que iría de a poco mientras que pudiese seguir escapándome a escondidas. Al final decido que lo primero que debería hacer es salvar mi desconocimiento del área, y trepo un árbol para poder evaluar el terreno desde las alturas. ¿El resultado? Solo hay árboles a la derecha, árboles a la izquierda, y el único camino que se veía delante era el principal… Bien, primero tendría que lograr que papá me dejase volver a usar la computadora con internet para poder buscar un buen mapa, ya Mimi me había enseñado a borrar el historial para que no queden rastros y no repetir incidentes.

Estaba pensando en que la salida había resultado de lo más aburrida cuando escucho a alguien a pocos pasos de distancia. Por los pasos debía ser alguien muy ligero, pero sabía que no era un animal porque era demasiado descuidado si estaba merodeando en esta zona. Me quedo alerta, tratando de divisar de quién se trata, y no es hasta que huelo el olor a quemado que entiendo que debe ser alguien con cero experiencia o entrenamiento de nada. ¿De verdad armar un fuego a tan poca distancia del distrito? Trato de bajar con cuidado y acercarme, pero a poco más de un metro del suelo mi pie queda enganchado y una voz se hace oír. ¿Es una niña? Espero en mi lugar para tratar de escuchar algo más, y aprovecho para destrabar mi pie cuando la que en definitiva es una niña pide que que me muestre. Bien, si ella lo pedía… Saco mi varita y murmuro un hechizo que si bien todavía no había terminado de aprender, decide funcionar cuando mi salto es mucho más grácil y lento de lo que normalmente sería. Aterrizo de pie, y para cuando estoy en frente de la muchacha, me alegro de haber hecho semejante entrada. ¿Habían visto lo alta y bonita que era? - Recomendación a futuro, hacer una fogata y gritar delata tu posición. Ten cuidado. - Ella tiene la varita en mano, así que yo tampoco suelto la mía. - Soy Jared, no Niko. ¿Tú eres?
Jared S. Niniadis
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Katerina L. Romanov
Para ser completamente honesta, la fogata del fuego más que dar luz lo que hace es crear un montón de sombras a mi alrededor, de esa forma que creo que el ruido que escuché procede de cada movimiento que hacen los árboles, cada sonido que pueden hacer los pequeños animales, o no tan pequeños, que se refugian entre sus ramas. Así que cuando me giro, en busca de la procedencia del ruido, aun con la varita alzada, ni siquiera me fijo en los árboles y estoy más concentrada en buscar una figura entre las propias sombras antes que esperar que alguien caiga de la nada. Por suerte tengo los reflejos heredados de vaya a saber quién, mi madre probablemente que es auror, y solo me vale un sobresalto que tampoco se percibe tanto en la oscuridad. Mis cejas se fruncen tratando de reconocer al que está importunando mi tarea de esta noche, pero mucho antes de descubrir su rostro, escucho su voz. Me siento un poco menos amenazada por esa vocecita aguda, esa misma que me hace relajar mi postura para después decir:

Eres un niño. — digo, cayendo en la obviedad al ignorar todo lo que ha dicho previamente. De todas las personas, cosas o animales que podría haberme esperado encontrar en un lugar como este, tengo que admitir que lo último que se me hubiera ocurrido sería una figura como la que tengo delante, algo más baja que yo y con aspecto para nada amenazante. Bajo mi varita enseguida, pero aun así cautelosamente. — Está oscuro, y no puedo prender mi varita toda la noche, el fuego es la única opción que tenía, aunque no estaba intentando delatar mi posición. Ni siquiera me escondo de nadie — bueno, sí, de mi madre, pero ella estará bien lejos pensando en todas las cosas que hizo mal conmigo, ¡y se lo merece! Eso pasa por no escucharme, por tratarme como si todavía fuera una niña. — Katerina, aunque mis amigos me suelen decir Kitty, o Kit Kat… — me presento como siempre hago, probablemente como invitación a que cualquiera sea mi amigo incluso cuando mi propia madre me ha dicho que debo cuidar mis relaciones, que no todas las personas van a tener buenas intenciones.

Después de observarle durante unos segundos, decido que tampoco tengo mucho tiempo que perder, así que tomo una de las esquinas de la tienda que estaba tratando de montar, alisándola al tirar de ella. — Y bien, Jared… ¿qué es lo que estabas haciendo por aquí exactamente? Muchos dirían que no es lugar para un niño — me aseguro de remarcar ese muchos para dejar claro que estoy hablando de otras personas, como los adultos, y no de mí. — Si viste una figura incorpórea por ahí, ese es Niko, al que estaba llamando antes — por si acaso lo vio, que no se asuste del fantasma, puede llegar a ser mucho más amistoso que cualquiera de los adultos en cualquier caso.
Katerina L. Romanov
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Jared S. Niniadis
Fugitivo
- Y tu una niña. - Me encojo de hombros ante su observación y trato de recordar si la he visto pasar en algún momento en las calles del distrito. No es que quiera sonar cliché, pero supongo que no porque en definitiva que la recordaría. - ¿Qué haces en medio del bosque sola si es que no te escondes de nadie, entonces? - Que con toda la vigilancia que tenía el nueve tanto por dentro como por fuera, no entendía por qué se ponía a acampar justamente aquí. - ¿Kit Kat? ¿Cómo el chocolate? A mí siempre me dicen Jared. - No tenía apodos bonitos para mi nombre, así que en su mayoría era Jared, enano o el más común “¡deja eso!”. No era un apodo, pero me lo decían tanto que bien podía serlo. - ¿Puedo decirte Kat? Me gusta ser original, y Kitty es como muy adorable. Decir que conocí a alguien llamado Kat que se apareció entre medio de llamas es mucho más misterioso. - Ya si decía que me había topado con una niña a la que le decían Kitty sería lo mismo que decir que me había enconrtrado un gatito a la vuelta de casa.

Decido que es relativamente seguro el bajar la varita, y aunque siento como las voces de muchos adultos que conozco o conocí me dicen que soy un idiota al fondo de mi cabeza… Ya, era bajarla, no guardarla. Seguiría armado por cualquier cosa que surgiera. - Yo sí me escapé por un rato. Tengo que hacer reconocimiento del área antes de aventurarme más allá o pensar en cosas como pasar la noche aquí. ¿Pasarás la noche aquí? - Con esa tienda no duraría demasiado. Al menos no hacía frío, que ya la imaginaba tratando de hacer lo mismo en invierno solo para terminar despertándose como una paleta. - Y para que lo sepas soy prácticamente un adolescente. - Mi cumpleaños era en tres meses, era casi más preciso el decir que tenía trece a que tenía doce.

- ¿Hablas de un fantasma? ¡Genial! No conozco a muchos fantasmas. ¿Es él la razón por la que estás aquí? - Sabía que muchos fantasmas estaban atados a su lugar de muerte, no me sorprendería que alguien hubiese perdido la vida por aquí y ella estuviese de visita. - Si me cuentas más del fantasma o del por qué estás aquí, puedo ayudarte a armar la tienda. ¿Es mágica? - Que sabía que esas tenían un truco más sencillo, pero eran menos divertidas que las normales y todo el lío de varillas y estacas que sí me dejaban martillar contra el suelo.
Jared S. Niniadis
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Katerina L. Romanov
Bien, al menos los dos conocemos de anatomía, que remarque que soy una niña me hace esbozar una mini sonrisa que no creo que se aprecie demasiado en la oscuridad. — Pues te diría que no puedo desvelar mi propósito en este bosque, pero no tienes pinta de ser alguien que me perseguiría o que se vaya a interponer en mi camino — cuando se trata de dar datos sobre lo que estoy haciendo para hallar la piedra filosofal, puedo llegar a usar palabras muy avanzadas y enriquecedoras en mi vocabulario. —, así que te diré que estoy en medio de una travesía en búsqueda de algo muy preciado, un objeto que muchos creen perdido e incluso destruido — alzo la barbilla para darle trasfondo a mi actitud reservada, que tampoco voy a ir por ahí dando detalles a cualquiera. — Exacto, como el chocolate — asiento orgullosa con la cabeza — Puedes, no muchos me dicen Kat, casi toda mi familia me llama Kitty, es un cambio agradable — se lo reconozco, incluso cuando solo vaya a ser por… los minutos que dure esta conversación antes de que tenga que marcharse o que hacerlo yo.

Oohh, ¿vienes del distrito nueve? — es lo que más lógico me parece, a no ser que se haya escapado como yo y venga de uno más lejano, lo cual no resulta muy probable porque no viene muy preparado para ello. — Sí, de ahí que encendiera un fuego, he escuchado historias sobre como habitan hombres lobo y toda clase de criaturas mágicas en los bosques, esperando en la oscuridad a que una pobre alma perdida aparezca… — parte de lo que digo me lo estoy inventando mientras hablo, ¡pero es que el escenario es muy bueno para contar historias de terror! ¿Qué si de verdad hay hombres lobos escondidos entre los árboles? — Prácticamente un adolescente, ¿eh? No sé, en la escuela los adolescentes ya casi tienen barba — miento, pero que de verdad no parece que tenga mucho más de once años. — Yo cumplo catorce en agosto — yo sí que soy oficialmente una adolescente hecha y derecha.

Asiento con la cabeza, bordeando el lado de la tienda que estiré para proceder a hacer lo mismo con el contrario. — Se llama Nikolaj, pero yo le llamo Niko — yo y todos los que le conocen, creo — Pero no, él solo me está acompañando en mi expedición, es muy conveniente tener a un fantasma como compañero de viajes, ¿sabías? — que ya debería estar de vuelta, por cierto, pero un estiramiento de mi cuello me vale para entender que se está demorando demasiado, lo justo como para que su propuesta no me sepa tan mal, después de todo. — De acuerdo, ven, tú tienes que tirar de ese lado. Sí es mágica, pero ya tiene sus años, se la rob… tomé prestada a mi padre, solíamos hacer alguna acampada cuando era más niña — le cuento, no por nada, no se me puede notar en la voz que ya lo echo de menos. — En realidad estoy aquí porque quiero demostrarle a mi madre que está equivocada, me trata como una niña todo el tiempo, ¿sabes? ¡Y voy a cumplir catorce! La mitad en mi clase beben alcohol y fuman porros a escondidas de sus padres, ¡yo solo quiero ser alquimista! Nunca está contenta con nada — suelto un “prfff” tan exagerado que se me remueven los cabellos que caen por mi rostro.
Katerina L. Romanov
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Jared S. Niniadis
Fugitivo
Trato de no sentirme ofendido cuando no me ve como una posible amenaza pero lo reconozco, mi tamaño confunde y aunque no lo parezca, eso solía ser una ventaja. Kendrick llevaba años sin subestimarme cuando jugábamos a la pelota porque sabía que no tenía problemas en apuntar a sus tobillos, y no era trampa porque nunca teníamos quien nos hiciera de árbitro, así que jugábamos como podíamos y terminábamos muy golpeados. - ¿En medio de una travesía para buscar algo preciado? No creo que acá encuentres demasiado. ¿Tienes un mapa? me gustaba robar mapas y ponerme a recorrer caminos, pero siempre me atrapaban. Nunca encontré nada. - Las “X” que solían estar marcadas correspondían a las torres de vigilancia o a lugares a los que uno no debía acercarse y en el nueve ni siquiera había mapas propiamente dichos; o sí, pero esos eran más tecnológicos y Mimi se empecinaba en sacarme de la sala de vigilancia cada vez que trataba de colarme allí.

- No necesariamente, pero vivo aquí así que sí. - Qué técnicamente venía del norte más allá del norte, no del nueve, pero eso era otro tema. - Y puedo asegurarte que no hay hombres lobo dando vuelta, para empezar no hay luna llena y los que conozco ni siquiera viven aquí. Ya otras criaturas mágicas… conozco una veela, pero tampoco se dedica acechar los exteriores del bosque. - No creía que muchas personas se dedicasen a ahuyentar a todo el mundo que sino ya sería complicado el haber puesto la barrera en primer lugar. Sabía de animales que robaban los cultivos, pero no de criaturas que robaran niñas de noche. - No te fíes de ellos, yo tengo amigos mayores de edad que no tienen idea de lo que es tener vello facial. - No creía que la barba fuera un determinante de la adultez, sino miren a mi padre. - Mi cumpleaños es en Septiembre. Solo eres un año más grande que yo

Nunca había escuchado eso de tener un fantasma como compañero de viaje pero, debía admitir que sonaba algo conveniente en verdad. Siempre podía adelantarse sin que lo lastimaran, e incluso hay muchos humanos que no son capaces de verlos. - Amo acampar, sobre todo con mi tío. Extraño mucho poder irnos a pescar con él, pero no solíamos llevar carpas de este tipo. Creo que se pueden armar con un movimiento de varita pero a decir verdad no recuerdo el hechizo. - Claro que aún así trato de ayudarla y ver como hacer para que la carpa se mantenga en pie. Amo las carpas mágicas y el cómo las decoran por dentro. - Pero es cosa de todas las madres el tratarnos como niños pequeños. A mi no me dejan fumar aún, pero ya mi padre se resignó a que robe un par de cervezas de vez en cuando. Negaré ante cualquiera lo que voy a decir, pero tenle más paciencia a tu madre, que luego no la tienes y terminas extrañándola y pensando todas las cosas que pudiste haber hecho mejor antes de perderla. Ya en algún momento no le quedará otra que aceptar lo que sea que quieras hacer. - Dudaba que mamá fuese a decirme algo con lo que a elección de carreras se trataba, pero no todas las madres podían ser tan geniales como lo había sido… era la mía.
Jared S. Niniadis
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Katerina L. Romanov
Pues claro que tengo un mapa — por poco no se me escapa un “duh” por la obviedad de la frase, porque esa sería la clase de cosas que mamá me recriminaría estando en una conversación adulta, pero va, ahora no está ella para frenarme, así que la razón por la que no lo suelto es porque continuo hablando —Pero no lo entenderías, esto no se trata de una búsqueda del tesoro corriente, por el momento tengo que ir descartando lugares — asiento firmemente con mi cabeza, de a últimas me acerco un poco y el susurro: —¿No habrás escuchado nada sobre la piedra filosofal, verdad? Quizá entre tus compañeros… — ¡hey! No voy a perder esta oportunidad que se me ha ofrecido de toparme con un interino del distrito nueve, no después de lo que ocurrió en el departamento de misterios. Mamá no quiso contarme nada al respecto, por cuestiones de secretismos y esas cosas, pero algo importante debieron de ir a hacer allí si se arriesgaron a colarse en el corazón del ministerio. ¡Y no van a decirme que la piedra filosofal no es un misterio en sí mismo!

Tuerzo mis labios en una mueca insegura, termino apretándolos uno contra otro cuando se ve tan confiado de lo que pueda haber o no entre estos bosques. — Para ser alguien que recién está merodeando por aquí, sí conoces bastante bien el lugar…— le daré la razón sobre la luna llena, pero en lo demás… —Quién sabe qué clase de criaturas se esconden entre las ramas y arbustos, especialmente de noche, las veelas son el menor de nuestros problemas si se aparece una acromántula por aquí — puedo lidiar con chicas bonitas, hay miles de ellas en la escuela que se creen mejor que nadie, ¿con animales peludos y gigantes de muchas patas? Preferiría no tener que meterme en una pelea con esos bichos, en especial porque ni siquiera hemos llegado a estudiarlos en el colegio todavía. — Pareces más pequeño — es mi única reflexión al respecto, que no hay más que ver su estatura al lado de la mía, y yo todavía no soy una mujer propiamente dicha. — ¿Seguro que ya has pegado el estirón?

No, yo tampoco lo recuerdo, de esa parte se encargaba mi padre y he estado ocupada preparando otras cosas como para acordarme de recordar como montar una tienda. Tampoco tiene que ser tan difícil…— murmuro más para mí misma, quizá con un hechizo para hacer levitar la tela y que se sostenga… —¿Para qué querrías fumar? No estarías más que metiendo tóxicos en tus pulmones, y terminarías teniendo una corta vida a causa de cáncer o algo así.— bueno, creo que ahí soné un poco fuera de lugar para estar hablando con un pobre chico —Mi tío es médico, o bueno, lo era, ahora no sé muy bien a lo que se dedica— explico rápidamente, aunque me abstengo de mencionar el nombre del tío Nick, que no soy tan idiota como para revelarlo teniendo en cuenta con quién vive y que el hermano de mamá no es precisamente del agrado de los rebeldes. —Prffffffff, eso es porque no conoces a mi madre, la palabra paciencia se agotó de tanto que la usaron tratando de describirla. No es que no la quiera, solo es que… me saca de quicio muchas veces — repito la expresión que he escuchado salir de boca de papá cuando se pelean, suena algo así como “¡Me sacas de quicio cuando te pones así, Ingrid!”.
Katerina L. Romanov
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Jared S. Niniadis
Fugitivo
Tengo que frenarme antes de que se me escape el “¿y ese mapa te condujo hasta aquí?” que tengo en la punta de la lengua. No quiero andar cuestinando su inteligencia en nuestro primer encuentro, porque sí, si sus planes eran investigar esta zona no veía por qué no podíamos repetir una charla más adelante ¿tal vez mañana? - Supongo que no, ¿lo que buscas es muy grande? - Porque si algo había aprendido era que, cuanto más pequeño el objeto, más imposible resultaba ser la tarea de encontrarlo. Como el arete de mamá que había terminado en su sweater, o el control remoto que nunca encontraba y siempre aparecía por arte de magia en mi mano. Al final me dice qué es lo que busca y tengo que dejar salir el silbido impresionado. - No escuché nada de su ubicación, pero mi papá solía leerme diferentes cosas y eso de la alquimia y convertir las cosas en oro sonaba interesante. - Claro que mi interés había muerto cuando se dijo que la original había sido destruída hace siglos, no iba a ponerme a investigar el cómo hacer una por mi cuenta. - ¿Dices que hay una en el país y que tienes el mapa para hallarla?, genial.

Me río cuando insinúa, con bastante razón de hecho, el que tuviera algo de conocimiento de por aquí. - Soy curioso, y no es el primer bosque en el que he estado. Me gustan los bosques mucho más que el desierto si tengo que ser sincero. - Extrañaba las playas, pero la arena sin agua cerca no era ni un poco divertida. - Las acromántulas se encuentran en lugares más profundos y oscuros. Mi papá y unos amigos se encontraron unas cuantas en una cueva hace unos años. Ava dice que son la cosa más espantosa que existe sobre la faz de la tierra. - Y podía entenderlo, no de las chiquitas, pero a mi tampoco me gustaría encontrarme jamás con una cosa peluda de ocho patas que fuese más grande que yo. - Y no, todavía no, pero mi tío dice que él era igual de pequeño y ahora es más alto que mi papá. - Y mi papá era alto, así que si no heredaba la altura de mamá seguro que acaba siendo muy alto, aunque ahora que lo pensaba el abuelo Stephen tampoco era precisamente bajo… Meh, seguro acaba siendo muy alto en poco tiempo.

Le doy la razón cuando dice que armar una carpa no debería ser muy difícil y trato de poner mis manos a la obra, haciendo eso de buscar las varillas, las estacas y tratar de no errar mucho en dónde va cada cosa. - Eowyn decía que la marihuana era más sana que el tabaco procesado, y que en cantidades correctas no era mala, sino que todo lo contrario. - Y menos mal que recuerdo eso porque decir “si los demás lo hacen, ¿por qué yo no?” sonaba algo infantil. - Y mi padre también es médico, y sé que lo he visto fumar más de una vez. Seguro que tu tío también lo hace, pero como es mayor da siempre el mismo discurso acerca de cómo está mal que uno haga cosas tan joven y bla, bla, bla. - Me conocía esos discursos de sobra y ya hace tiempo que había dejado de creerlos. - Ya con lo de tu madre… ya dije lo que me parecía, si tu dices que te saca de quicio te creo, que los míos tampoco son santos, pero cuando no están… no sé, no es lo mismo. ¿Entonces es alguien más bien estricta? - No tenía muchos consejos para darle al respeccto, los padres que conocía eran, eh, no estrictos al menos. Los míos tenían sus épocas pero no al punto de hacer que me quiera escapar a otro distrito en busca de una aventura. - ¿Quieres encontrar la piedra para demostrarle que tienes razón entonces? Que sí puedes ser una alquimista. ¿Por qué no fabricas tú la piedra entonces? Digo, en vez de buscar una que anda a saber si ya la encontro alguien antes.  
Jared S. Niniadis
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Katerina L. Romanov
Me siento completamente ofendida cuando reduce la aplicación de algo tan importante como la alquimia a una simple conversión de oro. — ¡Es mucho más que eso! Los grandes alquimistas consiguieron descubrir muchas propiedades acerca de nuevos elixires y como funcionan los elementos, no solo se rebaja a convertir oro… Es más, te diré, que muchos fallaron porque eran codiciosos y buscaban precisamente eso, hacerse más ricos — ruedo los ojos, como si con el gesto pudiera expresar lo que pienso, que viene siendo algo así como: idiotas. Por no decir algo más desagradable… — Bueno… Lo cierto es que no hay una verdadera localización de la piedra, verás… sus orígenes se remontan a hace mucho tiempo, en Europa, muchos dijeron que se destruyó por el bien de todos, pero he estudiado otras teorías que dicen lo contrario. Hasta donde sabemos… ¡podría estar en cualquier parte! — y es mi tarea encontrarla, por si no ha quedado claro, así que lo digo con un tonito de orgullo por haber llegado a todas esas conclusiones. Solo me ha costado unos cuantos años.

¿A quién puede gustarle el desierto? Hace calor, hay demasiada arena, ¡y hasta pueden formarse remolinos de viento! — pienso en las criaturas mágicas que además se esconden bajo la arena y se me erizan los vellos del cuerpo, mucho más que de pensar que hace unos minutos vi unos ojos rojos detrás del niño. O quizá son solo imaginaciones mías… ¿dónde está Niko cuando se le necesita? — ¿También estaban buscando algo? — curioseo, para ponerme al tanto de lo que puedo encontrarme por ahí, tomando nota mental de no meterme dentro de alguna cueva si no es estrictamente necesario. — No lo sé… a mí se me hace que un bosque es bastante oscuro y profundo, si me adentrara un poco más, quizá… leí de una historia sobre un nido de acromántulas a las que reinaba una de ellas, enorme, ¡gigante! No se veía demasiado placentero — ¿cuántos ojos podía tener esa reina araña? Solo de pensarlo me entra el repelús.

Agradezco que tome la postura de ayudarme, entre los dos creo que conseguimos hacer algo de productividad y hasta empieza a parecer una tienda de campaña de verdad. Solo espero que no se vaya al traste en cuanto lo soltemos. — ¿Quién es Eowyn? — siento que es un dato relevante en la anécdota sobre la marihuana — Eso me suena un poco falso, porque la marihuana sigue teniendo tabaco, y aunque sea en menos cantidades, a la larga si se sigue tomando, puede afectar a tu salud igualmente — el tío Nick estaría orgulloso de mi discurso, que no he escuchado conversaciones aburridas sobre alcohol y drogas en las comidas familiares para nada. — ¡No lo creo! Jamás de los jamases he visto a mi tío fumar, no en ninguna reunión familiar, tampoco en eventos especiales en los que podría considerarse más aceptado — que sigue sin serlo, pero están esas personas que dicen que  “solo fuman en las fiestas”. — Estricta es una manera de llamarla — resoplo con fuerza, no queriendo ponerme a dar detalles sobre lo enfadada que estoy con mi madre. A lo siguiente, no obstante, reduzco un poco el tono de mi voz, casi dejando ir el extremo de la tela de la tienda.— Pues… no lo había pensado. Quiero decir, sí, he intentado hacer otras cosas, trabajar con distintos materiales, mamá se puso como loca una vez que casi quemo el techo de mi cuarto, pero… supongo que podría intentarlo, sí, solo me harían falta muchos recursos — que no tengo, para empezar, de ahí que haya optado por buscar la original.
Katerina L. Romanov
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Jared S. Niniadis
Fugitivo
Sabía que la piedra filosofal no se trataba nada más de convertir cosas en oro, pero es lo primero que se me venía a la mente cuando la mencionaban. Eso y lo de la vida eterna, pero la sola idea de vivir por siempre era lo suficientemente aterradora como para no querer mencionarla. - Te creo, te creo. Pareces ser una apasionada del tema, así que perdona que no pueda ser de más ayuda. - Hubiera sido genial el poder decirle “tienes que ir en esta dirección, puedes dar la vuelta y preguntarle a tal.. ah, y si te interesa podemos ir a tomar algo al distrito cuando lo consigas”. Nop, tenía que contentarme con a duras penas y saber de lo que me hablaba y tratar de impresionarla de otra forma… No me estaba yendo muy bien con eso.

- Estábamos buscando la tierra prometida, pero fallamos y tuvimos que contentarnos con quedarnos en el norte un tiempo. - O algo así, la realidad es que era irnos o irnos, y atravesar el desierto sin casi nada de provisiones parecía ser la única forma que tuvimos de lograrlo. - ¡Oh! hablas de la cueva… no, bah no recuerdo. Estaban en una expedición, pero no trajeron nada nuevo, solo un libro que nunca pude leer porque papá no me dejaba. Al final se quemó, así que ya no sirve. - O supongo que se habrá quemado, porque no era tan tonto como para suponer que había algo en pie después del humo que pudimos observar el día que atacaron el distrito. - No suena nada lindo eso que dices, pero prometo que conozco el hechizo para espantarlas si es que alguna se acerca. - Mi curiosidad me había hecho preguntarle a Seth el cómo podía espantarlas si me cruzaba a alguna, y si bien nunca tuve que probarlo contra una acromántula no creía que hubiese mucha diferencia.

- Creo que hay que estirar esa punta de allá. - Le señalo el otro extremo de la varilla que estoy tomando y que llevo hasta el piso para poder clavarla con la estaca que tengo cerca. - Eowyn era la madre de una amiga. Estaba algo loca, pero trabajaba en algo agrícola así que ella misma armaba mucho de lo que fumaba. - Ya el qué tanta razón tenía… pues que se yo, los chicos fumaban y yo quería probar. Ni siquiera lo hacían tan seguido como para pensar que podía ser algo malo. - Entonces si tu mamá es estricta y ni siquiera te deja experimentar… ¡debes buscar una guarida! O un taller en el que puedas trabajar sin que te llame la atención. Podría preguntar a mis conocidos si saben de algo. O podemos buscar un lugar dentro del distrito en el que puedas trabajar. ¿Vives muy lejos? Si no vives demasiado lejos seguro puedes volver en algún momento. - Que sí, sabía que la seguridad era complicada por aquí, pero técnicamente Kat era una niña, no le dirían nada a una niña ¿o sí?
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Katerina L. Romanov
Frunzo el ceño confusa por lo que suelta, que hasta donde yo sé estábamos hablando de una cueva llena de acromántulas y no de una tierra prometida. Relajo la tensión de mi frente solo cuando parece encontrarse en su propia pérdida. — ¿Dices que no te dejó leerlo? Seguro que contenía información importante, los adultos no suelen dejar que niños como tú o como yo leamos esas cosas, no sé muy bien por qué. Quizá tienen miedo de que les superemos en inteligencia… — anda que no había cantidad de cosas que mamá había apartado de mi vista cuando me mostraba interesada en ello, normalmente papeleos del trabajo de cuando estuvo enferma y le dieron tareas burocráticas, porque todos sabemos que Ingrid Helmuth no puede estar sin hacer nada o le explota la vena de la frente, esa que se acentúa cuando se enfada. — Una pena que se quemara… — murmuro, realmente apenada. — Si me enseñas ese hechizo, prometo enseñarte algo a cambio. No sé… ¿qué te gustaría saber? — a poder ser algo de lo que él no conozca y yo sí para poder firmar el trato, que si no de nada sirve.

Oh… voy — me muevo hasta el extremo opuesto del que estaba tirando y, efectivamente, apenas lo he enganchado en el suelo, la parte central de la tienda se levanta por sí sola para dar lugar a una casita que por fuera se ve pequeñita. A lo de la mujer loca respondo con un simple ah, que no sé que decir ante el hecho de que haya utilizado el pasado para referirse a ella. ¿Ya no está con ellos o es que está muerta? Mejor prefiero no preguntar… — Mmmm… ¡pues no es una mala idea! Cuando vuelva de mi expedición, por supuesto… Aunque dudo que pueda regresar a mi casa cuando eso pase, porque mi madre me atará con esposas a la cama, así que tendré que buscarme un plan B donde vivir, o quizá pueda hacerlo aquí en el bosque — propongo, con un gesto de mi mano le indico para que entremos en la tienda, aprovechando para tomar mi mochila en donde guardo algunas provisiones más. — No está mal, ¿no? — pongo las manos sobre mis caderas, en un gesto que me hace parecer demasiado a mi madre, así que las cambio para cruzar mis brazos sobre mi pecho al dar un par de vueltas por el interior de la tienda. No es tan grande como las que he visto anunciar en la tele, pero suficiente para alguien de mi tamaño, y mucho más grande de lo que parece desde fuera. La magia es genial.

¿Mmm? ¿Lejos? Bueno… quizás un poco, mi casa está en el distrito dos, así que sí, se puede decir que un poco lejos de aquí — ¿pero qué importa eso cuando tengo un lugar tan genial como esta tienda de campaña? ¡Chúpate esa, mamá! — ¿Crees que me dejarían entrar al distrito? — pregunto dudosa, no muy segura de que me permitirán pasar si debo enseñar mi cartilla de identificación. ¿Quizá debería buscarme una falsa…?
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Jared S. Niniadis
Fugitivo
- Ehhhh…- Me rasco la nuca automáticamente al pensar en las exactas razones por las cuales no me habían dejado leer el libro, y no era precisamente por estar en lenguaje mágico antiguo. - Fue hace un par de años y no tenía la mejor reputación en ese entonces. Esta, -Enseño la varita al tomarla entre dos dedos, - Es mi cuarta varita. No la rompo desde hace tiempo, pero no iban a confiarme un ejemplar único en su clase. Que estaba en otro idioma y no iba a poder leerlo tampoco, pero bueno. - No creería jamás que mi padre me ocultaba información para que no fuese tan listo como él, generalmente porque siempre creía que era el caso contrario. - No sé que podrías enseñarme. - No iba a pedirle cosas como un beso o algo así. - Pero no es un hechizo difícil. Solo tienes que apuntar, hacer la floritura y pronunciar ‘arania exumai’ - Con las arañas chiquitas funcionaba, en teoría con las acromántulas también debería.

Golpeteo mis manos entre sí con satisfacción cuando la tienda queda correctamente ensamblada, y tengo que contenerme sobre mis pies para no meterme primero a examinar cómo es por dentro. - ¿Te fuiste hace mucho tiempo de tu casa? Porque lo que tu madre no sepa no le hará daño, tal vez puedas decirle que estabas en lo de algún amigo o familiar. Sé que escuché a Mimi hablando de un cubo que vendían, que al parecer te permite mover una habitación entera dentro de un bolsillo o algo así. ¿Quizá eso sea útil? - Me estaba quedando sin ideas, así que la sigo al interior de la carpa y silbo en muestra de mi aprobación. - O siempre puedes aprender el hechizo para armar la carpa en un movimiento y tener tu taller aquí dentro. Es más amplia de lo que pensé.

¿Qué tanto me costaría convencer a papá de que me deje acampar fuera del distrito un par de días? Tal vez y hasta pudiera ayudarla en su búsqueda imposible. - Creo que no es taaaaaaaaaaaan lejos, en el tren es rápido cuando no tienes todos los controles. - Esos que tenía que escapar dando mil volteretas para poder salir. - No veo por qué no podrías entrar. Eres una niña, Kat. De esas inteligentes y bonitas que siempre dejan pasar porque quieren dar una oportunidad y todo eso. - Cada vez había más personas agradables dentro del distrito, así que no veía el por qué no. - Incluso si te quisieran prohibir el acceso, conozco a alguien que se encarga de la seguridad, seguro me hace el favor. - Me pondría en desventaja si sobre el favor que ya me hacía todavía le pedía otro más por encima de ese, pero técnicamente hablando todavía tenía el que me debía mi prima… - Encontraremos la forma si es lo que quieres. O si necesitas mudarte dentro seguro puedo pedirle a alguien que te deje quedarte un tiempo. - No mi padre, pero Del, o Syv, o Mimi no podrían decir que no. Las conocía.
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Katerina L. Romanov
¿Tu cuarta varita? ¿Qué haces con ella, tocar la batería? — me mofo, pero no con mala intención detrás, que solo el hecho de pensarlo me da risa y no tardo mucho en dejarla salir. — Solo tuve esta varita, no sé, siento que tengo un vínculo especial con ella, no podría tener otra — murmuro, aunque supongo que si llega a pasar que la rompo, tendré que aprender a llevarme con otra, no me quedaría ninguna otra alternativa. — Arania exumai, muy bien, trataré de recordarlo por si me topo con alguna, ¿seguro que no quieres saber nada a cambio? — pregunto, como última oportunidad a pedirme lo que sea por el favor, sino me veré forzada a deberle algo por el resto de mi existencia.

Hago una pequeña mueca con mis labios, intentando bordear la pregunta que por excelencia más explicaciones requiere. — Bueeeeeno… me fui esta mañana, dejé una nota diciendo que me iba, donde avisaba a mi familia de por qué lo hacía y cuando volvería — digo sin más, me lo quito de encima para posibles preguntas futuras y me encojo de hombros. — Mmm, ¿crees que podría conseguirme uno de esos cubos? Mi amigo Niko, el fantasma, ya prometió buscarme una pluma que expulsa tinta invisible, quizá pueda buscar algo como eso — aseguro, aunque no tenga ni idea de donde pueda sacarlo, prefiero asumir que tiene los contactos suficientes antes de pensar directamente que se dedica a tener negocios ilegales en el mercado negro. Que tampoco está muy lejos de ser la verdad, por lo que me ha contado… — Es más amplia, sí, pero no creo que sea muy estable, se requiere mucho uso de fuego, aire y agua para trabajar con la alquimia… quizá eso no termine bien. Pero lo del cubo me convence — me convence mucho, ¡más de lo que hubiera pensado!

Mi madre me mataría de saber que he entrado al nueve sin su permiso…— murmuro, en un primer pensamiento de que todavía sigo bajo su cuidado, cuando no hay más que ver en la situación que me encuentro para ver que no es así. Sacudo la cabeza casi de inmediato al darme cuenta de ese detalle. — ¿Pero qué importa eso? ¡Me encantaría! — ya puedo empezar a imaginar la de cosas que le contaré a Brian de mis aventuras cuando vuelva, si vuelvo… pensar en mi primo me saca un mohín en los labios por no haberlo podido traer conmigo, lo decepcionado que estará sintiéndose ahora mismo, que ni siquiera me he traído el walkie talkie conmigo para que no puedan rastrearme. — Será nuestro secreto, ¿de acuerdo? Y… ¡ya sé! Puedes llamarme Kitty delante de tus amigos, así piensan que estás hablando de un gato, o algo así, en caso de que no me permitan quedarme — ¿quién le dice que no a un pobre gatito indefenso? Claro que luego estaríamos hablando de mí, pero ese es otro tema…
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Jared S. Niniadis
Fugitivo
Aprieto los labios con fuerza cuando dice lo de la batería porque, aunque no lo parezca, cuando tenía nueve años esa había parecido una excelente idea. Que más que baterías habían sido tachos de plástico y un par de ollas y sartenes, pero la madera y el acero inoxidable de las herramientas de cocina no se llevaban bien y sí, puede que de esa manera hubiera perdido mi primera varita. Pero que conste que papá estaba en la cocina y hasta me había ayudado a armar todo, que no hubiese prestado atención a mis baquetas improvisadas era otra cosa. - Te acostumbras, solo hay que aprender a familiarizarse con ellas. Lo mismo que cuando aprendes un hechizo, es de a poco hasta que te salga. - Que no todos podían aprender a la primera, por mucho que Ken insistiera que él tenía un talento natural. - Soy un caballero cuando quiero, así que no voy a exigir nada. Al menos no hasta que pruebes que realmente te funciona. Que como no te salga en un momento de necesidad, el que estaría en falta ahí soy yo.

Bien, supongo que una nota es mejor que nada, y si en solo un día pudo asentarse en los límites del distrito sin problemas… lo veía bien. - ¿Para qué querrías algo que escriba con tinta invisible? Busca tinta mágica, o esos diarios con sello de sangre. - La chica bonita ésta, ¿Moira? tenía cosas interesantes en su tienda, claro que no me dejaron volver después de romper no sé que espejo que hacía no sé qué, pero tenía entendido que alguien había quedado a cargo de la tienda cuando la muchacha se perdió o algo así. - Si sabes como conseguir uno, Mimi seguro te da una mano con lo que le pidas. Está super interesada en eso. - Sería como el mejor pase gratis que podía conseguir. No sabía cuánto dinero saldría eso, pero creo que decían que lo más complicado de conseguir era que te lo vendieran. - ¿Tierra no? los rituales viejos de magia siempre se hacían en barro o en el piso mismo, o eso pasaba en los cuentos que me leían. - ¿No que los calderos habían surgido para ser portátiles? ¡Ja! Sí había aprendido de las lecciones de historia… ¿o estaba en los cuentos que me leían?

Nop, no. No voy a decir que el pecho me retumbó cuando dijo que le encantaría. Me niego a eso. En cambio le regalo una sonrisa y me sumo en su entusiasmo. - Pues bien Kitty, Kat, Kitty Kat… Buscaré la manera de que te quedes en el distrito y mientras sigues con tu búsqueda. ¿Segura que estarás bien con este fantasma amigo? - No sea cosa que quiera llevarla con él al más allá. Vaya a saber cómo pensaban los espectros. - ¿Cuándo quieres que nos volvamos a encontrar? ¿Mañana? ¿En unos días? No sé cuánto va a tomarte revisar el terreno. - Tal vez y tenía suerte y encontraba la piedra antes de tiempo.
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Katerina L. Romanov
Me encojo de hombros cuando decide perder su oportunidad por la simple razón de ser un caballero, acostumbrada a los gorilas que hay en mi clase, está bien comprobar que a no todos los hombres de la especie humana a nuestra edad les falta un proceso de maduración similar al de una fruta. — La pluma que quiero conseguir tiene tinta mágica, hace que solo el que ha escrito con ella pueda leer el contenido, y viene muy bien cuando tienes una madre que se dedica a husmear entre tus cuadernos los siete días de la semana — hablo sin exagerar, si cree que lo hago es porque no ha conocido a Ingrid Helmuth y su afán con que no existan los secretos en la casa, cuando ella es la primera en guardarse uno bien gordo. — En realidad… así fue como empezó nuestra pelea, discutimos porque me había cotilleado una agenda importante, y a raíz de eso surgieron todos los problemas — ruedo los ojos con desdén, que desde mi falta de intimidad hasta no poder hablar de lo que me gusta ni verlo como una carrera en el futuro, menos mal que salí de esa casa a tiempo.

No sé quién es Mimi… pero ya solo su nombre suena bastante guay — y que se encuentre interesada en estas cosas me abre una nueva ventana de oportunidad a conseguirlas, que con Niko mucho dice, pero el pobre sigue siendo un fantasma. No, mejor alguien de carne y hueso para estos trámites. — Tierra también — aseguro, que la única razón por la que no mencioné ese elemento era para no convertir nuestra conversación en una lección completa sobre la alquimia. — Estaré perfectamente, como fantasma no puede hacerle daño a nadie, creo… — tampoco pienso que esté entre sus intenciones el hacerlo, que el único motivo por el que decidió seguirme es para escapar de las garras de mi madre. ¿Y quién más que yo puede entenderlo tan bien? — Mmm… En cinco días nos veremos aquí, en este mismo lugar, ¿de acuerdo? — así tengo tiempo a tantear el terreno y volver para contarle mis descubrimientos.

Antes de que haga nada más, se me enciende una bombilla de ideas en la cabeza. — ¡Oh, ya sé! — miro al suelo en búsqueda de mi mochila y cuando la tengo en mi rango de visión voy hacia ella, hurgando en su interior hasta dar con el reloj de mi padre. — Ten, este es el reloj al que está atado Niko, no le molestará que te lo lleves unos días, como forma de estar seguros de que nos encontraremos aquí, y a la vuelta me lo devuelves — podemos decir que de esa forma es un trato entre ambos, ¿no?
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