OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Junio
Si tengo que hacer esto, prefiero que sea bien temprano en la mañana cuando habrá menos posibilidades que me cruce con quien sea y por eso salgo del departamento dos horas antes de que sea mi entrada a la oficina, Moriarty se come la mitad de la tostada que me queda sobrando del desayuno apresurado. Me encuentro en el distrito 9 ¾ antes de que alguien se presente en el edificio donde está la oficina de Kendrick, tan temprano que tengo que quedarme fuera mirando la calle y pensando en lo extraño que este paisaje se ve para mí, fueron esporádicas las veces que vine que no llegué a familiarizarse con las casas, la gente que vive aquí y está claro que no tengo idea de quién es la chica que se encarga de abrir y entrar a la oficina como si fuera la dueña de casa. —¡Disculpa! Vine a ver a Ken, ¿puedo pasar?— pregunto al pisarle los talones para que no deje afuera.
Es algo bueno que a estas alturas del año se sientan más las temperaturas altas del verano, a estar en la acera congelándome por el frío de invierno o las mañanas todavía frescas del verano. Si tengo prisa en pasar es más que nada porque no quiero ser visto, desconozco cómo lo harán Meerah o Holly, pero desde hace unos meses que tengo más recaudos sobre dejarme ver en los lugares que puedo llegar a moverme y no siempre se puede ser un zorro. Pero si me deja parado en la vereda, lo consideraré. —¿Eres nueva? Porque nunca te he visto— comento, sí, muy observador, —en serio, nunca te he visto— porque creo conocer a quienes apoyaban a Kendrick desde un principio, en aquella primera reunión en la que nos convocó, su cara no era una que hubiera estado en ese entonces y me doy cuenta que me he perdido de mucho si hay una cara nueva en la que confiar sobre la que no sabía nada. —Soy David— me presento, con toda la formalidad de tenderle mi mano, ojalá tuviera un segundo nombre al que podría recurrir para estas cosas, pero prefiero ir a la cárcel antes que decirlo en voz alta. Por lo menos tengo otro apellido. —David Crowley— decirlo siempre me hace pensar en el membrete de mi abuelo de Crowley & Asoc., aunque no lo hubiera querido, el sesgo de abogado me sigue a todos lados.
Si tengo que hacer esto, prefiero que sea bien temprano en la mañana cuando habrá menos posibilidades que me cruce con quien sea y por eso salgo del departamento dos horas antes de que sea mi entrada a la oficina, Moriarty se come la mitad de la tostada que me queda sobrando del desayuno apresurado. Me encuentro en el distrito 9 ¾ antes de que alguien se presente en el edificio donde está la oficina de Kendrick, tan temprano que tengo que quedarme fuera mirando la calle y pensando en lo extraño que este paisaje se ve para mí, fueron esporádicas las veces que vine que no llegué a familiarizarse con las casas, la gente que vive aquí y está claro que no tengo idea de quién es la chica que se encarga de abrir y entrar a la oficina como si fuera la dueña de casa. —¡Disculpa! Vine a ver a Ken, ¿puedo pasar?— pregunto al pisarle los talones para que no deje afuera.
Es algo bueno que a estas alturas del año se sientan más las temperaturas altas del verano, a estar en la acera congelándome por el frío de invierno o las mañanas todavía frescas del verano. Si tengo prisa en pasar es más que nada porque no quiero ser visto, desconozco cómo lo harán Meerah o Holly, pero desde hace unos meses que tengo más recaudos sobre dejarme ver en los lugares que puedo llegar a moverme y no siempre se puede ser un zorro. Pero si me deja parado en la vereda, lo consideraré. —¿Eres nueva? Porque nunca te he visto— comento, sí, muy observador, —en serio, nunca te he visto— porque creo conocer a quienes apoyaban a Kendrick desde un principio, en aquella primera reunión en la que nos convocó, su cara no era una que hubiera estado en ese entonces y me doy cuenta que me he perdido de mucho si hay una cara nueva en la que confiar sobre la que no sabía nada. —Soy David— me presento, con toda la formalidad de tenderle mi mano, ojalá tuviera un segundo nombre al que podría recurrir para estas cosas, pero prefiero ir a la cárcel antes que decirlo en voz alta. Por lo menos tengo otro apellido. —David Crowley— decirlo siempre me hace pensar en el membrete de mi abuelo de Crowley & Asoc., aunque no lo hubiera querido, el sesgo de abogado me sigue a todos lados.
Voy con la idea de prepararme un buen café cargado antes de que llegue Kendrick para no estar durmiéndome encima del escritorio de mi oficina, que con las ojeras y el bostezo que pego en mi camino a la alcaldía poco me falta para sentarme en un banco y quedarme dormida ahí mismo. Si no fuera porque tengo tareas importantes que hacer, que no hice el día anterior, por ganas me hubiera quedado hasta en la cama y hubiera llamado para decir que estaba enferma. La gente se pone enferma, podría colar que tengo alergias de finales de verano, o algo así, si me hago amiga de la jefa de medicina podría decirle que me cuele un par de justificantes médicos. En fin, que por la cuenta que me trae, hoy no es el día para que me despidan por mentirosa, y tan pronto saco las llaves para abrir la puerta, tengo a un joven pegado a mi nuca haciendo preguntas. Preguntas a estas horas de la mañana no, por favor.
— ¿Tienes cita con él? — es lo primero que digo antes de echarle un vistazo rápido y proceder a entrar en la alcaldía, sin mucho interés en la persona en sí. — Sin cita previa me temo que no va a poder atenderte — le comunico para por si acaso esa era su idea principal, así le ahorro el que tenga que quedarse toda la tarde sentado en un sillón mientras ve como personas que sí pidieron cita pasan al despacho y él no. — Si quieres dejarle un mensaje, puedo apuntarlo y ver si te puede llamar más tarde, tendrás que darme tu número de teléfono en ese caso — ¿vieron que profesional puedo llegar a sonar? Me encanta esto de tener el poder de mandar a la gente a sus casas tan... éticamente, por decirlo de alguna manera.
Alzo una ceja curiosa cuando viene con esas acusaciones tan directas, como si él fuera el rey del mambo cuando ni se ha dignado a pedir cita. ¡Hay que ver! Menos mal que estas cosas yo no me las tomo a pecho y, en su lugar, chasco la lengua en negativa. — Pues no, yo a ti tampoco te he visto. ¿Y nueva? No sé, llevo trabajando como secretaria de Kendrick unas cuantas semanas — le cuento en mi camino hacia la oficina, donde tomo asiento en la silla detrás de mi escritorio al entrar. — Muy bien, David Crowley, yo soy Olivia — con una mano señalo la plaquita de metal que se sostiene en la esquina de la mesa con mi nombre y apellido incluido para que la gente pueda saber como llamarme. — Así que dime, David, ¿qué puedo hacer por ti exactamente? Tienes como veinte minutos antes de que empiece a llegar gente y tenga que atenderlos.
— ¿Tienes cita con él? — es lo primero que digo antes de echarle un vistazo rápido y proceder a entrar en la alcaldía, sin mucho interés en la persona en sí. — Sin cita previa me temo que no va a poder atenderte — le comunico para por si acaso esa era su idea principal, así le ahorro el que tenga que quedarse toda la tarde sentado en un sillón mientras ve como personas que sí pidieron cita pasan al despacho y él no. — Si quieres dejarle un mensaje, puedo apuntarlo y ver si te puede llamar más tarde, tendrás que darme tu número de teléfono en ese caso — ¿vieron que profesional puedo llegar a sonar? Me encanta esto de tener el poder de mandar a la gente a sus casas tan... éticamente, por decirlo de alguna manera.
Alzo una ceja curiosa cuando viene con esas acusaciones tan directas, como si él fuera el rey del mambo cuando ni se ha dignado a pedir cita. ¡Hay que ver! Menos mal que estas cosas yo no me las tomo a pecho y, en su lugar, chasco la lengua en negativa. — Pues no, yo a ti tampoco te he visto. ¿Y nueva? No sé, llevo trabajando como secretaria de Kendrick unas cuantas semanas — le cuento en mi camino hacia la oficina, donde tomo asiento en la silla detrás de mi escritorio al entrar. — Muy bien, David Crowley, yo soy Olivia — con una mano señalo la plaquita de metal que se sostiene en la esquina de la mesa con mi nombre y apellido incluido para que la gente pueda saber como llamarme. — Así que dime, David, ¿qué puedo hacer por ti exactamente? Tienes como veinte minutos antes de que empiece a llegar gente y tenga que atenderlos.
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—No, pero…— balbuceo, ese «pero» se queda colgando en el aire por la manera que tiene de despedirme como si fuera el chico que le quiere vender botellas de aire. ¿Así de burocrático se ha puesto conseguir una cita con Kendrick? Siento que estoy escuchando lo mismo de todos los días en la oficina del ministro de Justicia, aunque no creo que haya dos polos más opuestos que Kendrick y Powell. ¿Qué falta? ¿Qué el chico caiga a este lugar vestido con traje? ¿Por qué no lo veo tan improbable? No existe paraíso de bohemios y flores en ningún lugar, al parecer el distrito nueve también tuvo que ajustarse a una rutina con jerarquías. —No hace falta que deje nada, porque cuando me vea me atenderá, solo necesito entrar…— estoy convencido de esto, no hace falta aclararle por qué. Ni mucho menos dejarle mi teléfono para que lo pierda o, peor, llegue a otra persona. No, gracias, en verdad quiero poder durar un tiempo más en el Capitolio sin tener que salir a las corridas porque fui dejando huellas tontas que me relaciona con los rebeldes del nueve.
—Entonces eres nueva— lo recalco, —conozco a Kendrick hace bastante tiempo, así que te aseguro que no necesito una cita para que pueda atenderme—. Si luego al mismo Ken se le ocurre que sí necesito una, habré llegado a otro punto culminante de mi vida en el cual empezar a replantearme lo mucho que habrán cambiado las cosas. — Un gusto, Olivia— digo con una sonrisa tensa para cumplir con la formalidad de la presentación, aunque me falta su apellido para poder averiguar por mi propia cuenta quién es la nueva secretaria de Ken, que me fio de lo que me pueda decir Holly, pero no me canso de hacer mi propio repaso de nombres y apellidos que llegué a conocer. Y no necesito irme muy atrás en el tiempo para que el apellido de la placa me recuerde a alguien, me contengo de no frotarme los párpados cuando leo el «Holenstein». —¿Tú…?— vacilo, pestañeo al buscar algún rasgo familiar entre ella y el fantasma que… bueno, pasaron cosas. El fantasma que no sé dónde está. —¿Conoces a Nikolaj?— pregunto, espero que no me diga que es familia, sería un mal chiste encontrar a alguien a quien devolver el reloj justo cuando lo acabo de perder. —Digamos que… somos amigos— de acuerdo, quizá quiera mostrarme como alguien de confianza y decir que soy amigo de Nikolaj en realidad no habla muy bien de mí.
—Entonces eres nueva— lo recalco, —conozco a Kendrick hace bastante tiempo, así que te aseguro que no necesito una cita para que pueda atenderme—. Si luego al mismo Ken se le ocurre que sí necesito una, habré llegado a otro punto culminante de mi vida en el cual empezar a replantearme lo mucho que habrán cambiado las cosas. — Un gusto, Olivia— digo con una sonrisa tensa para cumplir con la formalidad de la presentación, aunque me falta su apellido para poder averiguar por mi propia cuenta quién es la nueva secretaria de Ken, que me fio de lo que me pueda decir Holly, pero no me canso de hacer mi propio repaso de nombres y apellidos que llegué a conocer. Y no necesito irme muy atrás en el tiempo para que el apellido de la placa me recuerde a alguien, me contengo de no frotarme los párpados cuando leo el «Holenstein». —¿Tú…?— vacilo, pestañeo al buscar algún rasgo familiar entre ella y el fantasma que… bueno, pasaron cosas. El fantasma que no sé dónde está. —¿Conoces a Nikolaj?— pregunto, espero que no me diga que es familia, sería un mal chiste encontrar a alguien a quien devolver el reloj justo cuando lo acabo de perder. —Digamos que… somos amigos— de acuerdo, quizá quiera mostrarme como alguien de confianza y decir que soy amigo de Nikolaj en realidad no habla muy bien de mí.
— Sin una cita lamento repetirle que Kendrick no va a poder… — vuelvo a decir cuándo me encuentro con su “no, pero…”. Si supiera cuantos no peros he escuchado desde que empecé a trabajar como secretaria, probablemente se lo guardaría y acudiría de nuevo para cuando sí tuviera una hora establecida. No me agrada ser quién tenga que decir estas cosas, pero a veces hay personas que simplemente no pueden obtener un no por respuesta. — Todavía no se encuentra en el edificio, así que me temo que verle no va a ser una opción en el momento — tampoco me gusta ser la borde de la sala, es lo que pasa con este trabajo, que uno siempre la toma con quién solo se está ateniendo a las normas del lugar. ¿Qué si hiciera la vista gorda con cada uno de los que se aparecen aquí con la intención de hablar con Kendrick en un horario que no les corresponde? Pues que se montaría aquí un gallinero de la de Morgana y a mí me despedirían, para empezar. Y solo llevo en mi lugar unas semanas como para permitir que un muchacho no mucho menor que yo me estropee el trabajo.
Resoplo con bastante fuerza, haciendo evidente mi fastidio, que nunca he sido una persona madrugadora como para que me vengan con estas a primera hora de la mañana. — De acuerdo, soy nueva, pero incluso así tengo que recordarte como funciona este lugar. ¿Hace cuánto que no ves a Kendrick Black? ¿Siquiera vives en el distrito? Porque así llevamos funcionando desde hace un rato… — largo, me gustaría añadir, pero creo que eso ya puede imaginárselo por su cuenta. Aun así, su insistencia me hace perder un poco la paciencia, y no es que tenga poca de esa, así que esto debe de ser todo un récord. — Está bien, David Crowley, haremos esto, yo apuntaré tu nombre y le diré a Kendrick que le estás esperando en la sala indicado para ello cuando llegue— señalo la puerta por la que acabamos de pasar, afuera hay otra habitación alojada con sillas para que la gente se siente a esperar si es que la lista va con retraso. — Dejaremos que él decida — extiendo mis palmas para después proceder a sentarme en el asiento de mi escritorio.
Me colocaría unas gafas para meterme todavía más en el papel de secretaría aburrida, pero afortunadamente para mí tengo la vista bastante bien. A la espera de que tome asiento en su lugar, me doy cuenta de que no se mueve de ahí, por lo que una de mis cejas se alza. — ¿Nikolaj? — repito, mi voz cambia bastante cuando pasa a adquirir una tonalidad más suave, no necesariamente por el recuerdo del destino de mi hermano, sino porque hacía mucho que no pensaba en él. — Eso es imposible, Nikolaj murió — a no ser que esté hablando de que son amigos porque no sabe que lo hizo — Niko era mi hermano, lamento que tengas que enterarte de esta forma…— murmuro, todavía sigo molesta porque tuviera que morir de una manera tan estúpida, tal y como ocurrió con nuestro padre.
Resoplo con bastante fuerza, haciendo evidente mi fastidio, que nunca he sido una persona madrugadora como para que me vengan con estas a primera hora de la mañana. — De acuerdo, soy nueva, pero incluso así tengo que recordarte como funciona este lugar. ¿Hace cuánto que no ves a Kendrick Black? ¿Siquiera vives en el distrito? Porque así llevamos funcionando desde hace un rato… — largo, me gustaría añadir, pero creo que eso ya puede imaginárselo por su cuenta. Aun así, su insistencia me hace perder un poco la paciencia, y no es que tenga poca de esa, así que esto debe de ser todo un récord. — Está bien, David Crowley, haremos esto, yo apuntaré tu nombre y le diré a Kendrick que le estás esperando en la sala indicado para ello cuando llegue— señalo la puerta por la que acabamos de pasar, afuera hay otra habitación alojada con sillas para que la gente se siente a esperar si es que la lista va con retraso. — Dejaremos que él decida — extiendo mis palmas para después proceder a sentarme en el asiento de mi escritorio.
Me colocaría unas gafas para meterme todavía más en el papel de secretaría aburrida, pero afortunadamente para mí tengo la vista bastante bien. A la espera de que tome asiento en su lugar, me doy cuenta de que no se mueve de ahí, por lo que una de mis cejas se alza. — ¿Nikolaj? — repito, mi voz cambia bastante cuando pasa a adquirir una tonalidad más suave, no necesariamente por el recuerdo del destino de mi hermano, sino porque hacía mucho que no pensaba en él. — Eso es imposible, Nikolaj murió — a no ser que esté hablando de que son amigos porque no sabe que lo hizo — Niko era mi hermano, lamento que tengas que enterarte de esta forma…— murmuro, todavía sigo molesta porque tuviera que morir de una manera tan estúpida, tal y como ocurrió con nuestro padre.
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Tengo que reconocerle un punto por dejarme bien en claro que este distrito viene funcionando de una determinada manera, la cual ignoro porque me he limitado a mantenerme en el que es mi propio escritorio en el ministerio, así en el ir y venir no cometo la estupidez de que lleguen a pillarme. No, la verdad es que no quiero que me pillen, creo que ninguno de los tenemos un pie en cada distrito en verdad lo quiera. Pero si lo que intenta es hacerme sentir fuera de lugar, lo consigue. No tengo una fecha para darle sobre cuándo fue la última vez que hablé con Kendrick, cuando él vivía en el Capitolio en su forma de perro, era más probable que coincidiéramos, pero aquí que es donde todo ocurre, donde la gente se reúne y se organiza lo que pasará luego, puedo decir que solo limitarme a hacer mi trabajo en otro lugar, me ha convertido en eso, en alguien que está en otro lugar y la distancia es real. —No vivo en este distrito y por eso mismo, esperaba poder verlo, así puedo irme y comenzar con mis tareas del día— explico. —No eres la única persona en el mundo que tiene cosas por hacer tan temprano— digo, pero entiendo que sea su trabajo mostrarse como una secretaria que filtra visitas que no se anunciaron, solo le faltan los ochenta años encima y las gafas… no dije nada.
Dejando de lado lo que es una pelea entre secretarios de oficinas contrarias, en la que no puedo ponerme a quejar yo mismo de las cosas que tengo que soportar, para que sepa que no estamos en rangos tan distintos, me centro en otro inesperado punto en común del que sí puedo hablar. Suele ser confuso de que sí puedo hablar y de qué no en esta vida, porque sigo criterios muy extraños de lo que puede ser revelado y lo que debe mantenerse en secreto. Hablar de un hombre al que mataron criminales es curiosamente una conversación sin riesgos. —Sí, lo sé— digo, ignoro esa sala que me mostró que puedo esperar, para quedarme de pie cerca de su escritorio. —Sé que está muerto, él me contó como sucedió y… me había dicho que tenía una hermana—. Entonces no es una Holenstein de por ahí, es la hermana de Nikolaj. Mierda. —Tu eres…— lo recuerdo, lo recuerdo bien porque fue un detalle de la historia de Nikolaj que me llamó mucho la atención cuando me habló de su poca familia. —La que estuvo en el mercado de esclavos—, a quien Niko volvió a encontrar, no así a su madre. —¿Cómo lo hiciste?— pregunto, es que no me explico, —¿cómo lograste salir de ahí?—. Tenía entendido que nadie podía hacerlo, ese lugar era un pozo para la gente que estaba ahí dentro y desde que supe que mis abuelos eran muggles, no hubo manera de ver una esperanza en ello, hasta que el mercado se incendió… y de todos modos, mi abuelo se cuenta entre los pocos que tampoco tuvieron una esperanza en ello.
Dejando de lado lo que es una pelea entre secretarios de oficinas contrarias, en la que no puedo ponerme a quejar yo mismo de las cosas que tengo que soportar, para que sepa que no estamos en rangos tan distintos, me centro en otro inesperado punto en común del que sí puedo hablar. Suele ser confuso de que sí puedo hablar y de qué no en esta vida, porque sigo criterios muy extraños de lo que puede ser revelado y lo que debe mantenerse en secreto. Hablar de un hombre al que mataron criminales es curiosamente una conversación sin riesgos. —Sí, lo sé— digo, ignoro esa sala que me mostró que puedo esperar, para quedarme de pie cerca de su escritorio. —Sé que está muerto, él me contó como sucedió y… me había dicho que tenía una hermana—. Entonces no es una Holenstein de por ahí, es la hermana de Nikolaj. Mierda. —Tu eres…— lo recuerdo, lo recuerdo bien porque fue un detalle de la historia de Nikolaj que me llamó mucho la atención cuando me habló de su poca familia. —La que estuvo en el mercado de esclavos—, a quien Niko volvió a encontrar, no así a su madre. —¿Cómo lo hiciste?— pregunto, es que no me explico, —¿cómo lograste salir de ahí?—. Tenía entendido que nadie podía hacerlo, ese lugar era un pozo para la gente que estaba ahí dentro y desde que supe que mis abuelos eran muggles, no hubo manera de ver una esperanza en ello, hasta que el mercado se incendió… y de todos modos, mi abuelo se cuenta entre los pocos que tampoco tuvieron una esperanza en ello.
— Alguien está de mal humor… — murmuro en voz quizá demasiado alta, lo suficiente como para que me escuche, así que me apresuro a sonreír educadamente para que no tome mi comentario como una nueva ofensa hacia su persona, que ya con lo de la cita parece que me he subido sobre sus cabales. — ¿También te levantaste con el pie izquierdo esta mañana? — ah, menuda forma de arreglarlo, insultando a su presunto mal humor como si fuera chiste de televisión. Alzo un poco las manos en señal de que no tiene que ir contra mí, que yo solo estoy haciendo mi trabajo, pero me limito a tomar uno de los post-it para apuntar el nombre del chico y de paso anoto también que viene de fuera. Prefiero no meterme en los asuntos de estas personas que van y vienen, me he topado con algunas y hubo una a la que no vi repetidamente después, asumo que pillaron sus escapadas al nueve y no fue muy bien visto por el gobierno. Es a lo que se arriesgan aquellos que prefieren no formar parte del distrito como un habitante más.
— ¿Te lo contó estando muerto? — por la obviedad con que digo eso, alzando una ceja mientras lo observo detenidamente para que él mismo se de cuenta de lo estúpido que suena eso, parece que soy yo la que no tiene neuronas funcionales. La expresión de mi rostro cambia por completo al caer en la conclusión y mis manos se posan sobre el escritorio con la fuerza de alguien que acaba de descubrir algo importante. ¡Y qué tan importante! — ¡Ese maldito bastardo! — se me escapa una risa incrédula al menear la cabeza — Será un tremendo… ¡pues claro que mi hermano no iba a permitir amargarse en el inframundo teniendo la opción de marear un poco más la perdiz! Es eso, ¿no? ¿Lo has visto como fantasma? — ¿existe otra manera de que haya podido conversar con él tras su muerte si no es así? No, y yo todavía no puedo creerlo. — ¿Dónde está? — indago, que lo que más se me antoja es darle una colleja por dejar que lo maten, pero claro que no puedo, mi mano atravesaría su cabeza de hacerlo, aunque no estoy por la labor de no intentarlo aun así…
Pensar en la curiosa relación que mantenía con mi hermano me hace alejarme de la conversación que estamos teniendo, tengo que obligarme a mantener la cabeza centrada antes de irme por los pensamientos de lo primero que le voy a decir cuando lo encuentre. — ¿Cómo? — es una de esas preguntas que uno hace para tener tiempo a procesar la propia pregunta, para cuando esta llega ya he abierto la boca y no necesita repetir nada. — Ah, eso — suena como nada sorprendente, cuando tuvo su tiempo de planificación, muchos meses, casi diría que años, pero tiendo a eliminar esos recuerdos hasta el punto de que yo misma me olvido del tiempo que pasé en el mercado. Es un farol, por supuesto, esos años no se pueden olvidar así como así, son heridas marcadas en mi piel, sigo teniendo alguna cicatriz de aquellas que no sanaron como corresponde. — No lo hice sola, si es lo que te estás preguntando, fue mucho tiempo de estudiar a los aurores que trabajan en la seguridad de allí, cuándo acababa su turno, cuánto se demoraban en cambiar de puesto, dónde lo hacían, con qué frecuencia hacían descansos para comer o ir al baño, y si a eso le añades la seguridad mágica del propio mercado... — puede hacerse a la idea de lo jodidos que estábamos si nos pillaban — Éramos un grupo bastante amplio de personas, entre ellos niños, muchos no tenían más de diez años. Para que pudiéramos escapar algunos se sacrificaron, eso es lo que necesitas saber, nadie sale del mercado sin que haya víctimas de por medio. — le aclaro, aunque no creo que le haya hecho falta esa aclaración por mi parte para saberlo.
— ¿Te lo contó estando muerto? — por la obviedad con que digo eso, alzando una ceja mientras lo observo detenidamente para que él mismo se de cuenta de lo estúpido que suena eso, parece que soy yo la que no tiene neuronas funcionales. La expresión de mi rostro cambia por completo al caer en la conclusión y mis manos se posan sobre el escritorio con la fuerza de alguien que acaba de descubrir algo importante. ¡Y qué tan importante! — ¡Ese maldito bastardo! — se me escapa una risa incrédula al menear la cabeza — Será un tremendo… ¡pues claro que mi hermano no iba a permitir amargarse en el inframundo teniendo la opción de marear un poco más la perdiz! Es eso, ¿no? ¿Lo has visto como fantasma? — ¿existe otra manera de que haya podido conversar con él tras su muerte si no es así? No, y yo todavía no puedo creerlo. — ¿Dónde está? — indago, que lo que más se me antoja es darle una colleja por dejar que lo maten, pero claro que no puedo, mi mano atravesaría su cabeza de hacerlo, aunque no estoy por la labor de no intentarlo aun así…
Pensar en la curiosa relación que mantenía con mi hermano me hace alejarme de la conversación que estamos teniendo, tengo que obligarme a mantener la cabeza centrada antes de irme por los pensamientos de lo primero que le voy a decir cuando lo encuentre. — ¿Cómo? — es una de esas preguntas que uno hace para tener tiempo a procesar la propia pregunta, para cuando esta llega ya he abierto la boca y no necesita repetir nada. — Ah, eso — suena como nada sorprendente, cuando tuvo su tiempo de planificación, muchos meses, casi diría que años, pero tiendo a eliminar esos recuerdos hasta el punto de que yo misma me olvido del tiempo que pasé en el mercado. Es un farol, por supuesto, esos años no se pueden olvidar así como así, son heridas marcadas en mi piel, sigo teniendo alguna cicatriz de aquellas que no sanaron como corresponde. — No lo hice sola, si es lo que te estás preguntando, fue mucho tiempo de estudiar a los aurores que trabajan en la seguridad de allí, cuándo acababa su turno, cuánto se demoraban en cambiar de puesto, dónde lo hacían, con qué frecuencia hacían descansos para comer o ir al baño, y si a eso le añades la seguridad mágica del propio mercado... — puede hacerse a la idea de lo jodidos que estábamos si nos pillaban — Éramos un grupo bastante amplio de personas, entre ellos niños, muchos no tenían más de diez años. Para que pudiéramos escapar algunos se sacrificaron, eso es lo que necesitas saber, nadie sale del mercado sin que haya víctimas de por medio. — le aclaro, aunque no creo que le haya hecho falta esa aclaración por mi parte para saberlo.
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—Al menos lo admites— digo como al pasar, cuando pone en voz alta el estado de su humor, espera ¿se refería a mí? La miro como si me estuviera tomando el pelo, porque no es que yo sea borde, ella me está empujando al borde con su actitud de querer sacarme a la calle, como lo harían con un perro que se metió sin que lo llamaran. —No, pero se ve que es el pie con el que pisé al seguirte dentro…— es un comentario que no busca trascender, lo único que pretendo es dejar en claro que estoy respondiendo a sus maneras, no es que sean las mías. Claro que a veces no hace falta mucho para sacarme un poco de escuadra, tampoco creo que este sea el caso porque no es más que una chica que trata de hacer su trabajo de espantar a los madrugadores molestosos y no sé más de ella que lo que puedo ver.
O eso es lo que creo hasta que puedo estar seguro de que tengo a la hermana de Nikolaj frente a mí, en una de esas vueltas de la vida. Vueltas que tienden más al desencuentro que al encuentro. Me encuentro con ella, luego de haber perdido a su hermano. Muevo mi mentón en un asentimiento, preparando lo que creo que será una larga historia por contar, debido a mi tendencia a los detalles y la manía de dar muchas vueltas, media hora de mi vida que me ahorra al sacar conclusiones por sí misma que lo resumen todo en una frase. —Está viviendo como un fantasma atado a un reloj—. ¿Se puede decir que un fantasma está viviendo? Algo así. Por como lo describe su hermana, puedo darme una idea de Nikolaj negociando con la muerte y diciéndole que le de unos días más antes de pasar a ser nada, y así de tramposo como es, escapándose. —Buena pregunta— lo digo con cierta culpa, —a mí también me gustaría saberlo, digamos que… lo perdí un día y…—. Será su hermana, sabrá lo molestoso que puede llegar a ser, pero me siento culpable de decir que solo lo dejé y cuando volví a buscarlo, alguien se lo había llevado, —no sé dónde está.
Y menos aún quiero confesárselo cuando se toma el trabajo de contestar mi pregunta, dándome una explicación en primera persona de lo que me han contado que era el mercado de humanos, ese sitio que para todos los niños y adolescentes mágicos era una sombra en el paisaje al que terminamos por acostumbrarnos y conocíamos a las personas que salían de allí para servir en las casas, pero nunca llegamos a conocer y entender lo que era esa prisión por dentro. —Que esclavos escaparan no era algo que se escuchaba, habrá sido de las pocas veces…— y sí, con los sacrificios que ella menciona. —¿Sabes si hay alguna manera de encontrar a una persona que haya estado ahí? ¿Alguien que haya sabido qué fue de la mayoría o solo se trata de ir preguntando uno por uno?—. Todos sabemos que muchos humanos se fueron alineando a la ideología de Richter, no es mi objetivo ir directo a la boca del lobo, pero nunca me molestó merodear por donde creo que puede haber algo que me sea útil y hasta ahora he tenido suerte.
O eso es lo que creo hasta que puedo estar seguro de que tengo a la hermana de Nikolaj frente a mí, en una de esas vueltas de la vida. Vueltas que tienden más al desencuentro que al encuentro. Me encuentro con ella, luego de haber perdido a su hermano. Muevo mi mentón en un asentimiento, preparando lo que creo que será una larga historia por contar, debido a mi tendencia a los detalles y la manía de dar muchas vueltas, media hora de mi vida que me ahorra al sacar conclusiones por sí misma que lo resumen todo en una frase. —Está viviendo como un fantasma atado a un reloj—. ¿Se puede decir que un fantasma está viviendo? Algo así. Por como lo describe su hermana, puedo darme una idea de Nikolaj negociando con la muerte y diciéndole que le de unos días más antes de pasar a ser nada, y así de tramposo como es, escapándose. —Buena pregunta— lo digo con cierta culpa, —a mí también me gustaría saberlo, digamos que… lo perdí un día y…—. Será su hermana, sabrá lo molestoso que puede llegar a ser, pero me siento culpable de decir que solo lo dejé y cuando volví a buscarlo, alguien se lo había llevado, —no sé dónde está.
Y menos aún quiero confesárselo cuando se toma el trabajo de contestar mi pregunta, dándome una explicación en primera persona de lo que me han contado que era el mercado de humanos, ese sitio que para todos los niños y adolescentes mágicos era una sombra en el paisaje al que terminamos por acostumbrarnos y conocíamos a las personas que salían de allí para servir en las casas, pero nunca llegamos a conocer y entender lo que era esa prisión por dentro. —Que esclavos escaparan no era algo que se escuchaba, habrá sido de las pocas veces…— y sí, con los sacrificios que ella menciona. —¿Sabes si hay alguna manera de encontrar a una persona que haya estado ahí? ¿Alguien que haya sabido qué fue de la mayoría o solo se trata de ir preguntando uno por uno?—. Todos sabemos que muchos humanos se fueron alineando a la ideología de Richter, no es mi objetivo ir directo a la boca del lobo, pero nunca me molestó merodear por donde creo que puede haber algo que me sea útil y hasta ahora he tenido suerte.
Ignoro sus comentarios con un ruedo de ojos, espero que no demasiado evidente, al guardar unos papeles que debería haber organizado ayer en el cajón de mi derecha. Lo que tiene para decir sobre mi hermano se me hace mucho más interesante que discutir, lo declaro al pasar a prestarle toda la atención que pueda poseer a estas horas de la mañana, pero es obvio que ya la sola mención de Nikolaj ha hecho el efecto que no ha podido hacer la cafeína en mi cuerpo. — ¿Perdiste a un fantasma atado a un reloj? — sí, espero que quede implícito con el tono de mi voz que estoy tratando con el que parece ser un idiota. — No sabes donde está — repito, no para hacerlo más obvio, sino porque necesito un segundo para procesarlo. No todas las personas son idiotas, Ivy, algunas simplemente pierden cosas, porque sí. Tú también has perdido cosas en tu vida, no seas una maleducada con quien… — Pero estuvo viviendo contigo, ¿no? Puedes decirme donde fue la última vez que lo viste, me gustaría poder encontrarlo — por difícil que sea hacer eso desde donde estoy, no recuerdo la última vez que pisé el centro o sur de Neopanem, por no decir que no recuerdo haberlo pisado alguna vez más allá de cuando escapé del mercado, y no es como si estuviera deseosa por hacer una visita en aquel entonces. — Lo perdiste, pero alguien se habrá tenido que llevar ese reloj a alguna parte, ¿puedes recordar quién? — sueno un poco ansiosa, quizá porque lo estoy.
No, que los esclavos se escapen del mercado no es algo que se escuche, al menos no hasta que aquí el amigo quemara sus muros y eso hiciera que la mayoría pudiera escapar, dejando en tremendo ridículo a todos los trabajadores y, por qué no decirlo, magos puristas también. — Puede… — tanteo ante su pregunta, cuando en realidad no estaría tan segura de poder asegurar algo como lo que pide. — En el nueve se lleva un registro de todos los que ingresan en el distrito, y se requiere que expliquen de su situación antes de establecerlos en un lugar. Muchos de ellos son muggles, humanos que escaparon del mercado cuando Richter lo incendió y que vivieron en el norte desde entonces — conocí a muchas, principalmente porque entré con un grupo que incluía a estas personas, entre otros. — Pero aquí no hay ni la mitad de muggles de todos los que escaparon ese día, la mayoría se quedaron en los distritos del norte, y siguen escondidos allí — aclaro, por si eso no se pudo captar entre líneas. — ¿Por qué? ¿A quién estás buscando? — quizá, solo quizá, tenga la suerte como para llegar a un acuerdo con este tipo. Los dos estamos buscando a alguien.
No, que los esclavos se escapen del mercado no es algo que se escuche, al menos no hasta que aquí el amigo quemara sus muros y eso hiciera que la mayoría pudiera escapar, dejando en tremendo ridículo a todos los trabajadores y, por qué no decirlo, magos puristas también. — Puede… — tanteo ante su pregunta, cuando en realidad no estaría tan segura de poder asegurar algo como lo que pide. — En el nueve se lleva un registro de todos los que ingresan en el distrito, y se requiere que expliquen de su situación antes de establecerlos en un lugar. Muchos de ellos son muggles, humanos que escaparon del mercado cuando Richter lo incendió y que vivieron en el norte desde entonces — conocí a muchas, principalmente porque entré con un grupo que incluía a estas personas, entre otros. — Pero aquí no hay ni la mitad de muggles de todos los que escaparon ese día, la mayoría se quedaron en los distritos del norte, y siguen escondidos allí — aclaro, por si eso no se pudo captar entre líneas. — ¿Por qué? ¿A quién estás buscando? — quizá, solo quizá, tenga la suerte como para llegar a un acuerdo con este tipo. Los dos estamos buscando a alguien.
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—Los relojes se pierden— contesto, reafirmándome en mi versión de los hechos aunque no sea la verdad, para hacer frente a su tono que me acusa de ser un descuidado, por decirlo de una manera suave. —¿Nunca perdiste un broche para el cabello o tu billetera?— pienso en las cosas que generalmente la gente pierde, pero no tan seguido como las llaves. —Un reloj no es tan grande y tan vistoso como un hipogrifo— es posible que me esté yendo un poco de mi argumento, quedó claro que el reloj está perdido. En base a esto puedo contestar a su primera pregunta. —Lo tenía conmigo en la oficina en la que trabajo— paro y lo suelto con un suspiro: —en el ministerio—. No pensaba decirle, ¿pero es la secretaria de Ken, no? Debe ser algo de confianza que cada cosa que oye se la guarda en el cajón y luego se va a casa. Lo que no puedo es responder su segunda pregunta. —Si supiera quien se lo llevó no lo consideraría perdido— señalo con un tono conciliador, no quiero que lo tome como un ataque. —Los otros secretarios me dijeron que ninguno se lo llevó, pero no sé… ¿podrían estar mintiendo?—. Depende mucho de que Niko por sí mismo, consiga que me lo devuelvan, y lo hará, ¿no? Supongo que sigue interesado en saber cómo van los juicios a los tipos con los que estaba vinculado, supongo…
Me apunto mentalmente medir mis respuestas hacia ella, ahora que me ofrece la información por la que consulto, aunque no creo estar en posición de pedirle el acceso a esos registros que menciona a no ser que quiera darme de pleno con su actitud recelosa y volver al punto cero del que comenzamos, podría pedírselo a Ken más tarde si… Dudo poder hacerlo, es una larga historia para contársela y no creo que tenga el tiempo para ello cuando son otras las cosas de las que debe encargarse en el distrito. Dudo que mi propia visita dure más de cinco minutos. —A mi abuela— contesto, —se llamaba Gillian Carraway. Cuando asumió Jamie Niniadis dijo que había logrado escapar, pero nunca supimos nada más de ella. Es posible que siga el norte o quizás escuchó de este distrito—, es lo único que queda, porque estuve años en el norte sin cruzarme con alguien que llevara ese nombre, a menos que lo hubiera dejado, y el norte puede ser un laberinto con una selva dentro para encontrar a cualquier persona.
Me apunto mentalmente medir mis respuestas hacia ella, ahora que me ofrece la información por la que consulto, aunque no creo estar en posición de pedirle el acceso a esos registros que menciona a no ser que quiera darme de pleno con su actitud recelosa y volver al punto cero del que comenzamos, podría pedírselo a Ken más tarde si… Dudo poder hacerlo, es una larga historia para contársela y no creo que tenga el tiempo para ello cuando son otras las cosas de las que debe encargarse en el distrito. Dudo que mi propia visita dure más de cinco minutos. —A mi abuela— contesto, —se llamaba Gillian Carraway. Cuando asumió Jamie Niniadis dijo que había logrado escapar, pero nunca supimos nada más de ella. Es posible que siga el norte o quizás escuchó de este distrito—, es lo único que queda, porque estuve años en el norte sin cruzarme con alguien que llevara ese nombre, a menos que lo hubiera dejado, y el norte puede ser un laberinto con una selva dentro para encontrar a cualquier persona.
— Uno no tiende a perder cosas cuando son pocas las que se tienen, un reloj podría convertirse fácilmente en unos galeones en el norte y perder una billetera es sinónimo de que te faltan neuronas — vamos, que no hace falta que explique como funcionan los distritos más pobres del país en cuanto a dinero se refiere. Y aunque ya no fuesen billetes, el trueque funciona de un modo interesante entre la gente que está desesperada por llevarse algo a la boca. Conocí a una mujer que vendió hasta una muela de oro que le habían puesto en épocas más afortunadas solo para tener con qué vestir a sus dos hijos, no quiero ni empezar a imaginarme el dolor. No encuentras tan fácilmente a alguien que pierda cosas porque sí, no cuando la vida puede verse tan cara. — Asumo que en el ministerio hay cámaras de seguridad, ¿no? — que nunca estuve, pero que aquí las haya cada dos pasos me hace creer que en el corazón del gobierno estarán a cada paso. — Podrías averiguar quién se llevó el reloj, y, en caso de recuperarlo, te debería un gran favor si consiguieras traerlo hasta a mí — ¿de verdad se tomaría tantas molestias por un fantasma? Lo dudo, ni yo me las tomaría, pero el hecho de que sea mi hermano lo hace un poquito más personal, así que tengo que, al menos, intentarlo.
Frunzo los labios cuando recibo el nombre de la mujer en cuestión, esa que señala como su abuela y que, por estar tratándose de familia, me da la sensación de que vamos a poder entendernos en cuanto a familiares perdidos. — No conozco a ninguna Gillian Carraway, pero sigo manteniendo contactos en el norte, quizá... podría decirles que traten de averiguar sobre ella, a ver si alguien escuchó algo o sabe qué fue de tu abuela — propongo. No me será difícil hacerlo, tengo ese talento de poder ganarme a mis relaciones y hay más de uno que me debe algún que otro favor que podría estar dispuesta a desperdiciar con este muchacho. ¿Por qué no? Un cambio por otro — O en caso de que ingrese una mujer con ese nombre en el distrito, puedo contactarte — también es una opción, otra posibilidad que puede tomar, que de esas no faltan en este lugar de nuevas esperanzas y deseos frustrados.
Frunzo los labios cuando recibo el nombre de la mujer en cuestión, esa que señala como su abuela y que, por estar tratándose de familia, me da la sensación de que vamos a poder entendernos en cuanto a familiares perdidos. — No conozco a ninguna Gillian Carraway, pero sigo manteniendo contactos en el norte, quizá... podría decirles que traten de averiguar sobre ella, a ver si alguien escuchó algo o sabe qué fue de tu abuela — propongo. No me será difícil hacerlo, tengo ese talento de poder ganarme a mis relaciones y hay más de uno que me debe algún que otro favor que podría estar dispuesta a desperdiciar con este muchacho. ¿Por qué no? Un cambio por otro — O en caso de que ingrese una mujer con ese nombre en el distrito, puedo contactarte — también es una opción, otra posibilidad que puede tomar, que de esas no faltan en este lugar de nuevas esperanzas y deseos frustrados.
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Esto se ha puesto serio de pronto, se siente como esas veces en que al no querer comer verduras te piden que pienses en todos los niños que se están muriendo de hambre, yo se lo decía a mis padres, y por infantil que sea la comparación, es que la que me viene a la cabeza para optar por mantener la boca cerrada y cederle la razón en que perder un reloj puede colocarse entonces en medio de las listas de estupideces y crímenes. —Sí, las hay, también ocurren tantas cosas en el ministerio que dudo que dejen que uno ande fisgoneando en las cabinas de control— contesto, de ser posible entonces Patricia y Tom se la pasarían ahí en vez de trabajar, no creo que haya un pase tan libre a esos lugares, porque habrá cosas que pasan todos los días, en la privacidad de las oficinas, que solo los de seguridad sabrán y les da lo mismo.
Pero lo cierto es que tampoco lo intenté, ni me gustaría involucrar a alguien como Holly que quizás podría conseguir que la dejen entrar, porque lo considero algo más personal y lo que tiene que ver conmigo y mis cosas no me gusta meterlo dentro del trabajo que hacemos todos los días. Por eso aprecio que tenga el buen gesto de tomar los datos que le ofrezco para hacer algo al respecto, cuando hace cinco minutos casi me cerró la puerta en la cara. —Yo hablaré con los de las cámaras y trataré de recuperar a tu hermano— le prometo, me parece lo justo. Sin pensarlo siquiera, repito el gesto de rascar el punto entre mis cejas como lo hago cuando no sé bien cómo seguir una conversación que no comenzó de la mejor manera. —Y lamento haber llegado así, molestando desde tan temprano. Es el único momento en el que puedo venir sin que traiga problemas luego, aunque no me sorprendería que el mismo Ken me tire una almohada a la cara por venir a esta hora— digo, pero es el momento en que hay menos tránsito de gente, menos probabilidades de que me vea alguien y así poder ir luego al ministerio con la tranquilidad de que hoy no será el día en que relacionen mi cara a este distrito. —Lo lamento, en serio.
Pero lo cierto es que tampoco lo intenté, ni me gustaría involucrar a alguien como Holly que quizás podría conseguir que la dejen entrar, porque lo considero algo más personal y lo que tiene que ver conmigo y mis cosas no me gusta meterlo dentro del trabajo que hacemos todos los días. Por eso aprecio que tenga el buen gesto de tomar los datos que le ofrezco para hacer algo al respecto, cuando hace cinco minutos casi me cerró la puerta en la cara. —Yo hablaré con los de las cámaras y trataré de recuperar a tu hermano— le prometo, me parece lo justo. Sin pensarlo siquiera, repito el gesto de rascar el punto entre mis cejas como lo hago cuando no sé bien cómo seguir una conversación que no comenzó de la mejor manera. —Y lamento haber llegado así, molestando desde tan temprano. Es el único momento en el que puedo venir sin que traiga problemas luego, aunque no me sorprendería que el mismo Ken me tire una almohada a la cara por venir a esta hora— digo, pero es el momento en que hay menos tránsito de gente, menos probabilidades de que me vea alguien y así poder ir luego al ministerio con la tranquilidad de que hoy no será el día en que relacionen mi cara a este distrito. —Lo lamento, en serio.
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