The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Take me back when our world was one block wide ✘ Priv.
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Eloise R. Leblanc
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Ernest Morgan
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Riley Kavalier
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Domingo 5 de junio, 2470 por la tarde
Sin orden de posteo.


Mis ojos se mantienen firmes detrás de los lentes de sol, fijos en las figuras que flotan en los inflables de la piscina. Sé que Rory se lanza sobre el suyo solamente por diversión, que está más que acostumbrado que todos nosotros a chapotear en el agua, pero Tilly se mantiene firme en su unicornio de plástico a pesar de hacer saltar agua para todos lados con sus brazos y piernas. La cumplañera es una bola llena de protector solar, con un sombrero amarillo como el sol decorando su cabeza y una bikini frutal que deja en evidencia que su madre le ha puesto crema hasta en la barriga. Tengo que admitirlo, por mi cabeza lo único que está pasando es que no entiendo como esta piscina, anteriormente utilizada para otro tipo de reuniones o encuentros, ahora sea el punto de juntada para un grupo de bebés. Que sí, también está Denny y el muy pancho se encuentra flotando a la deriva, posiblemente ya dormido. ¡Y hay hasta globos dorados! ¿Por qué hay globos dorados si Mathilda no recordará absolutamente nada de esto? Ah, sí, Lara quería festejar su primer cumpleaños como se debe y nada mejor para la bebé acuática que pasarse la tarde chapoteando en el agua. Lo positivo de todo esto es que esta noche dormirá de corrido y eso me dará espacio para… no, también dormiré de corrido. ¿A quién quiero engañar?

Muevo los pies en el agua, que sentarme en el borde de la piscina fue mi mejor manera de participar sin tener que abrir la boca por al menos diez minutos, ayudado por el refresco que sostengo en la mano. Cocoa pasa corriendo por detrás de mí y ya ni me fijo qué es lo que se ha robado, porque a estas alturas sé muy bien cuál es el escondite del escarbato y he aprendido que es mejor dejar que haga y luego recuperar mis pertenencias. Lo que sí hace que reaccione es el darme cuenta de que está corriendo porque lo persiguen los perros, así que enderezo mi espalda para que no me tiren al agua en la carrera — ¡Scott, van a arruinar el pastel! — exclamo cuando los veo meterse debajo de la mesa, cuyo mantel se mueve de manera peligrosa. Que no haya querido festejar a lo grande no significa que deje de ser el maniático del orden y la perfección que soy todos los días.

Me apoyo con una mano en el borde de la piscina así puedo impulsarme hasta que estoy de pie, chorreando agua en lo que avanzo rápidamente hasta la mesa. Dejo el vaso para meter el brazo debajo, ignorando los besos babosos de Ophelia hasta que jalo de la cola del escarbato de mi hija mayor y, sin más, empiezo a sacudirlo — ¿De quién es esta pulsera? — pregunto, que mis primeras sospechosas son mi hermana o Mo, pero a Ernest lo veo también capaz. En cuanto Cocoa deja de arrojar oro, lo regreso al suelo con el suspiro que delata lo poco acostumbrado que estoy a estos eventos, incluso cuando sé que es el primero en una larga línea que me tocará sufrir a lo largo de los años. Y estoy dándome vuelta cuando me percato de que Rory en algún momento ha salido del agua para agarrar un bocadillo con crema, apoyándose en mí y, en consecuencia, manchándome antes de salir disparado nuevamente al agua. Para cuando vuelvo a agarrar mi limonada, estoy empezando a rogar que se transforme mágicamente en alcohol.
Hans M. Powell
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Invitado
Invitado
Termino toda discusión sobre por qué en la tarjeta dice «nuestro abejorro», estampando una contra la punta de la nariz de Hans y dejando que lea por sí mismo que al dorso dice « Para mi papito», así el resto de los días que faltan para el cumpleaños no lo tengo detrás cuestionando de por qué lo blanco es blanco, lo amarillo, amarillo ¡y los globos dorados! ¿Qué le hicieron los globos dorados a este hombre, por favor? Escondo los flotadores de unicornio de su vista hasta un día antes de la fiesta, no sea cosa de que tenga una crisis y terminemos comiendo pastel con él en el hospital. Me tranquilizo diciéndome a mí misma de que es la histeria propia de padre primerizo de una bebé, lo hago para no arrojarle cupcakes a la cabeza cuando yo mismo estoy al borde de una crisis cuando faltan dos horas para que empiecen a llegar los invitados, y Merlín nos libre de que comience una quinta guerra mundial porque le tiré crema al pelo. ¡Merlín no quiera! ¡Su pelo! Le pedí a Mohini que viniera un rato antes, tanto para ayudarme con la comida como para ponerse al frente por si necesito encerrarme cinco minutos en el baño a llorar, esta fecha me pone más sensible que todos los meses de embarazo juntos.

Si alguien me hubiera dicho hace dos años que estaría saliendo de la cocina con una bandeja de cupackes con bolitas amarillas sobre la crema, para ir hacia el borde de una piscina donde hay bebés en flotadores y Hans Powell sentado allí mismo, me hubiera reído a carcajada suelta y pedido que me devolvieran mi dinero, que si quería delirios así usaba los galeones en drogas. Ni.en.mis.más.locos.sueños. Pero eso es lo que hago, echo un vistazo desde donde me encuentro que a Tilly no se le haya corrido el sombrero que la protege del sol y que su padre esté reponiendo como se debe la crema de su pancita así no la tiene roja luego. Suelto la bandeja sobre la primera mesa que tengo cerca para ir detrás de los perros cuando escucho el grito de Hans. —¡OPHELIA! ¡HUNTER! ¡COCOA!—. Gritar como madre loca es lo único que me faltaba para completar el cuadro, creo que la fiesta puede continuar. —Meerah, ¿puedes ayudarme con los perros?— le pido, que son dos y se ven tan emocionados de ver gente en la casa que quieren ser parte, lo que no me molesta porque no soy tan puntillosa como Hans de que todo tiene que salir perfecto, algunas cosas simplemente pasan, solo espero que la torta de cumpleaños sí se mantenga alta, con todas las abejitas en su lugar, hasta el último minuto en que Tilly tenga que hacer todos los intentos que hagan falta para soplar las velitas.

Como veo que Hans se hace cargo y con la colaboración de Meerah basta, vuelvo a la cocina para buscar los platos que faltan. —¡Mo! ¡Deja eso! ¡Deja eso! No te pasarás toda la tarde aquí, tienes que ir afuera con el resto, también eres invitada— le recuerdo, aunque dudo que quiera ceder su poder como emperatriz de la cocina a la pobre Poppy, que sigue todas nuestras indicaciones mientras ven como invaden un territorio que hasta hoy le pertenecía en exclusividad, porque ¿yo? ¿poniendo un pie aquí a menos que algo se esté prendiendo fuego? Jamás. Enredo el brazo de mi madre con el mío así la saco afuera y tomo uno de los sombreros de ala ancha que están dispuestos para los invitados, así puede echarse al sol como el resto, después tomaré otro para mí, que pese a estar con una bikini y un pareo atado a mi cadera, no estuve a menos de dos metros de la piscina en la última hora y estoy esperando el momento de ir a meterme con los bebés y los unicornios cuando los perros y el escarbato dejen de ser una amenaza para la mesa de la torta.
Anonymous
Mohini R. Khan
Odio las cocinas ajenas, simplemente las odio. Poppy no está ayudando a que no me quiera tirar de los pelos hasta arrancármelos uno a uno, porque cuando yo digo negro, ella dice blanco y así ha sido con toda la organización de la comida que se va a servir a lo largo de la tarde en el cumpleaños de mi nieta menor. Suerte que la tarta ya estaba decidida desde hace semanas para que fuera acorde a la temática de toda la fiesta, esa que guardamos en la nevera hasta que sea el momento de sacarla, con sus velitas incluidas incluso cuando no sé qué tanto va a poder soplar Tilly una vela a su edad. Si no siempre se puede añadir algún que otro soplo con la varita para darle la satisfacción de haber cumplido con su primera tarta de cumpleaños. Estoy tan emocionada con el evento, que no lo aparento en lo absoluto al estar constantemente entrando y saliendo de la casa para chequear que la elfina no anda estropeando nada, hoy es el día en que mi yerno y yo coincidimos en que todo tiene que salir perfecto para que sea una tarde de domingo de lo más especial.

¡Ay, ya voy, ya voy! Solo estaba comprobando que todo estuviera… no importa, no importa, ¿te has echado crema, verdad? Hay que ver qué calores en estos días… — paso un dedo por la mejilla de mi hija para cerciorarme de que ella también lleve protección a pesar de que nuestra piel nos hace más resistentes a la exposición del sol. Este sombrero que me tiende es de lo más útil para no cegarme al acercarnos al jardín, donde bien podría caer una bomba y la diferencia con el panorama actual no sería muy notoria, si es que tengo miedo de que los perros salten a la piscina en cualquier momento y haya que poner en marcha una evacuación de emergencia. Entre eso y el escarbato que… — ¡Hey! ¡Esa pulsera es mía! — murmuro un agradecimiento en dirección a Hans antes de acercarme para tomar la joya, regalo de mi esposo de hace vaya a saber cuantos años ya, prefiero no contarlos para no sentirme más vieja de lo que soy. — Niño, ¿tú te has untado con protección? Ten, que estás más pálido que un folio — apaño un bote de crema tras colocarme la pulsera para barrer un buen unte del líquido sobre las mejillas de Hans y termino con una palmadita en una de ellas antes de alejarme para acercarme al borde de la piscina.

Coloco una mano sobre mi frente a modo de visera a pesar del gorro y de haberme colocado previamente las gafas de sol, contemplando la situación. — Uuuuuuyyyyy, ¡pero qué frío está esto! — saco de inmediato el pie que procedí a meter a modo de prueba en la piscina — Ya os aviso, el que se atreva a salpicar a la abuela Mo se queda sin trozo de tarta — le digo a los niños muy seriamente. Que dos no me entienden, uno ni siquiera come sólidos y están pasando de mi culo completamente chapoteando en el agua. — Lara, hija, tienes que decirle al encargado de la piscina que suba un poco la temperatura, estos que son niños no lo sienten, pero te digo yo, que eso está más frío que un lago helado — le digo al volver a acercarme a donde están los adultos, que la menopausia no me hizo exagerada, nací así.
Mohini R. Khan
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
¿Qué dice de mi persona que me lo esté pasando mejor en la fiesta de cumpleaños de una bebé que en el mío propio de hace unos meses? Creo que es por la cantidad de azúcar que me he metido, entre los cupcakes, chocolate y todo lo demás, voy a llegar a mi casa con una hiperglucemia que no va a haber quién me aguante. — ¿Sabes? Creo que le voy a pedir la receta de esto a Mohini — le digo a Oliver, a quién tengo a mi lado mientras me llevo uno de los cupcakes a la boca para saborear la crema amarilla que los decora. No diré que es como el sexto que me como en el día de hoy porque me llamarían abusona, así que si alguien pregunta el glotón es el niño que a cada poco sale de la piscina para meterse algo dulce en la boca, sin contar con que le pega un mordisco y luego deja la comida por ahí para regresar a tirarse al agua. Rory, el que creo que será como el futuro novio de Mathilda porque esto siempre ocurre en las películas, en especial en las que hay personas ricas de por medio.

Tengo que recordarme que esto es una fiesta para bebés, Helmuth debería hacer lo mismo y ponerse algo más encima, que sé que es una fiesta en la piscina, pero debería ser ilegal que a uno le queden tan bien los bañadores. — Te apuesto un cupcake a que Mohini termina dentro de la piscina antes de que tú, Meerah o yo lo hagamos — le murmuro cerca del oído al no querer que la abuela de Tilly nos escuche al tenerla a menos de medio metro, después de esa advertencia a los niños que me produce a mí el querer tirar a alguien dentro. — ¿Tú qué dices? ¿Te parece que esté tan fría? — mi cara de inocente no delata apenas mis intenciones, para nada, que tardo como dos segundos en aprovechar que está al borde de la piscina para empujarlo al interior, sin poder evitar soltar una risilla maliciosa cuando me cercioro de que no se llevó consigo a ningún bebé. — ¡Tilly, cuidado, un tiburooooón! — me mofo un poco de él en advertencia a la cumpleañera.
Maeve P. Davies
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Ni siquiera me sorprende que el jardín de la casa de mi hermano se encuentre tan espectacular y extravagante como lo podría ser una fiesta de cumpleaños para su hija, que si no lo sabe todo el vecindario es porque el sol no hace un buen escenario para tirar fuegos artificiales si hiciera falta. Mi sobrina se ve muy feliz de tener a tanta gente a su alrededor y de recibir todas las atenciones del día, aunque no estoy muy segura de que vaya a recordar nada de esto en el futuro. Al menos quedarán los vídeos y las fotografías que alguien estará haciendo para que no caiga en el olvido, siendo el primer cumpleaños de Tilly, no obstante, dudo que tanto su padre como su madre sean capaces de que eso ocurra.

¿Seguro que no necesitas que te ayude con nada? — es la cuarta o quinta vez que se lo pregunto a Mohini en todos sus vaivenes que hace al salir y entrar de la casa, dándome la sensación de que no puede con todo, cuando simplemente creo que son los nervios de que todo salga perfecto. Sé que hay una larga lista de invitados, porque siendo la hija de mi hermano no podría ser de otra manera, por eso no tengo problema en echar una mano y es más, creo que lo prefiero. Pero claro que es Mo y quiere que todo esté bajo su control antes de que nadie meta un dedo en la tarta de su nieta o algo parecido, así que me he sentado en una silla en el jardín a la espera de que Hayden se despierte de una de sus siestas para poder estrenar la piscina.

Es la primera vez que se mete en un agua que no es la de su baño habitual, así que estoy un poco escéptica de si le va a gustar la experiencia en vista de que la temperatura está unos grados por debajo de a lo que está acostumbrado. Pero no hay mejor excusa que el primer cumpleaños de su prima para probar cosas nuevas y espero que el sol ayude para que no se destemple. Me he sujetado el pelo en un moño rápido para que no se moje cuando me meto en la zona de la piscina donde el agua me cubre hasta las costillas, de manera que puedo tomar a Hayden en brazos sin problemas. Pasan unos minutos en los que solo espero a que se acostumbre a la sensación antes de moverme un poco y descubrir que no parece tan disgustado como me hubiera esperado por sus tres meses.
Phoebe M. Powell
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Estaba segura que la resaca se me había pasado el día de ayer. Las aspirinas podían ser tan mágicas como cualquier poción y si bien me había portado las primeras horas de la mañana como un zombie en toda regla, creí que el día de hoy sería mucho mejor. Y lo había sido, hasta que la nación de los padres atacó, y de golpe todo tenía que estar perfecto y en su lugar. Amaba a mi hermana, de verdad lo hacía. Pero tenía que estar con Hans en esto de no ver la necesidad de hacer tanta fiesta cuando era un hecho que Tilly no recordaría absolutamente nada. ¿Y festejar el día anterior? ¿No se supone que eso era de mala suerte? No es que la intensidad del asunto cambiase en algo, pero no me molestaría haber tenido una semana en el medio entre cumpleaños y cumpleaños.

- ¡Vooooy! - Me incorporo de la reposera de un salto y me meto lo que queda del cupcake en la boca antes de trotar hasta donde Hans. Cocoa claro está ya ha hecho de las suyas, pero si no fuese porque quiere hacerse con lo que va escapándose de él, diría que hasta disfruta de la sacudida que le da mi padre. - Dámelo que voy a encerrarlo antes de que se robe todas las cucharas y tenga que enfrentarse a la ira de Mo.  - O de Lara, porque no quería estar presente si de golpe no había utensilios para comer.

Mi pequeña bolita de energía se entretiene queriendo alcanzar las esquinas brillantes de mis anteojos y eso lo distrae durante todo el camino de vuelta a mi habitación. Claro que al llegar me da pena meterlo en la jaula, sobretodo porque se pone panza para arriba y hace esos ruiditos pequeños en busca de que lo acaricie. ¿Qué tan malo es que me quede un ratito más arriba? Solo hasta que la emoción baje lo suficiente para que sea seguro volver a bajar.
M. Meerah Powell
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Oliver T. Helmuth
Tengo que admitir que me ha emocionado más de la cuenta el enterarme que Hayden es algo así como mi sobrino. Que sí, ya estaba al tanto del lío familiar que Elo tenía encima, pero había sido lento en caer que, técnicamente hablando, era algo así como el tío político de la pequeña bolita con pelusa rubia en la cabeza. Así que no sabía si estaba en la reunión por conexiones familiares, por Meerah, por Maeve, o simplemente por el hecho de ser el vecino que pasaba y les sobraba comida. Sea como sea, las cosas estaban deliciosas y no podía decir que me estaba aburriendo. Creo que Elo y mi padre llegarían luego, pero en el mientras yo había zafado de otro domingo familiar Helmuth, y lo había intercambiado por uno lleno de Powells. Ingrid estaría la mar de encantada con eso.

- Si la consigues, quiero probar eso. - Que ahora que lo pensaba, no había visto jamás a Maeve con repostería, pero estos cupcakes estaban para chuparse los dedos, literalmente. Tal vez, si no hubiese estado tan ocupado comiendo me habría percatado de las intenciones de la morocha, pero aquí va uno de inocente teniéndole fe a la gente. - ¡Maeve! - Si grito su nombre es porque me recuerdo a último segundo que las palabrotas no están permitidas  en un entorno lleno de niños que pueden aprender a repetirlas, así que me sacudo el cabello para eliminar el exceso de agua, y en el proceso acabo salpicando no solo a Mae, sino que también a mi sobrino honorario y a su madre. - ¡Lo siento! ¿Está bien? No le ha entrado  nada en los ojos o algo así, ¿verdad? - Que lo último que quería era que Denny se pudiera a llorar por mi culpa. - ¡Perdón, Mo! ¿Me quedaré sin pastel?- Que cuando volteo luego de asegurarme que el bebé se encuentra bien, me entero que he hecho lo único que Mohini ha pedido que no hagamos. ¡Pero no ha sido mi culpa!
Oliver T. Helmuth
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Riley Kavalier
La mala noticia es que el traje no funciona y ahora tengo una infección en la piel que me obliga a estar encerrado por dos semanas antes de volver a estar en contacto con cualquier otro ser humano, la buena... ¡Es que al fin tengo una excusa para ser un robot Wizpad! Así que tengo la cama del hospital repleta de papitas, bebidas gaseosas... Incluso pedí que me traigan un bonete festivo para estar a tono con lo que ocurre del otro lado de la pantalla. Lamentablemente no puedo disfrutar del hermoso sol que los rodea ya que si eso tocara mi piel terminaría tostado como asado de hamburguesa, pero de todas formas creo que esto es mejor, nunca se me dan bien las fiestas.

Me lleno la boca de papas mientras muevo el pad de la computadora y con eso el robot mueve sus diminutas ruedas dándome una visión 360º de la piscina en donde juegan los niños. Sonrío y doy ánimos a Tilly que flota sobre el unicornio, escuchando mi propia voz salir por los parlantes que hay en el palo... Tengo que arreglar eso, sino terminaré escuchando un eterno eco insoportable todo lo que dure la fiesta.

En eso me encuentro cuando los perros empiezan a correr alrededor mío y, por supuesto, uno de ellos termina volteando todo el dispositivo dejándome con la única vista del cielo que los recubre. No es una mala vista pero... El propósito de todo ésto es justamente ver qué demonios pasa y que mi ahijada al menos tenga mi rostro presente en su fiesta de cumpleaños - Emmm... ¿Hay alguien por ahí? ¡Hola! ¡Necesito que me levanten!
Riley Kavalier
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Invitado
Invitado
Me paro al lado de Maeve en el borde de la piscina con mis pies descalzos pisando agua, cuando uso mis manos para rodear mi boca y gritarle a los bebés, incluida Phoebe que está cuidando a su pecesito de la ola que causa la caída de Oliver. —¡Cuidado, Tilly! ¡Son dos tiburones!— lo digo y sin más aviso abrazo a Maeve para dejarla con los pies suspendidos sobre el agua y soltarla así se une al resto. Sí, qué bien, ahora los padres pueden escuchar que a los niñeros de su hija les gusta asustarla con tiburones. Pienso en meterme con ellos, pero termino buscando sobre las mesas y los perros que corren a lo loco, así como al robot pidiendo que lo ayuden a levantarse, a la hermana de la cumpleañera y me sorprende, bastante, no verla.

Me encargo de que el robot vuelva a quedar parado y no tengo idea de cuánto puedo acercarlo a la fiesta, así que me aseguro de dejarlo cómodo en uno de los tumbonas. Por si las dudas, dejo un refresco con pajilla cerca, más no sea para que se sienta a gusto con el ambiente. —Si necesitas algo me chistas o… no sé, haces sonar una alarma— le hablo a la cara en pantalla del padrino de Tilly. No creo que Mae tenga ganas de colaborar conmigo luego de haberla arrojado, y de todas maneras, decido acuclillarme sobre el borde para llamarla. —¿Tienes idea de dónde está Meerah?— lo pregunto en un susurro bajo, no sea cosa que me escuche su padre. De estar Charlie le hubiera pedido que fuera a ver, claro, como si mi hermana me hiciera caso, pero no pude usar mi +1 en ella porque nuestros padres decidieron que no van a permitirle salidas hasta que no confiese que es quien fumó y quemó el sillón de la sala, si demora su confesión se arriesga a que suspendan la Navidad, espero en verdad que no.
Anonymous
Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
- ¿Seguro que mi cabello está bien? - Estamos a pocos metros de la mansión Powell y si bien nunca he sido demasiado coqueta al menos quiero verme presentable antes de ingresar. No estoy acostumbrada a esto de tener vida familiar y social, y menos el tener dos eventos el mismo día. Ya le había avisado a Hans que llegaríamos un poco más tarde, pero no iba a cometer la ridiculez de pasar antes por mi casa cuando sabía que dentro de todo mi aspecto era decente. Me aliso el solero una vez más y, para el momento en el que llegamos al patio, ya vemos que la fiesta está en su auge. O al menos eso creo cuando veo a la mitad metido dentro de la pileta, entre ellos mi nieto y mi hijastro. ¿En qué momento me he vuelto tan vieja?

- Lamentamos la demora. - Es mi saludo al llegar, aprovechando para acercarme a los anfitriones y así poder tenderles el presente para la cumpleañera. - Tienes… - Uso el dedo para señalar sus mejillas, las cuales además de estar un poco rosadas, tienen un dejo de crema blanca que supongo debe ser protector solar. No creo que sea merengue de cupcake, así que froto con mis dedos mis mejillas para indicarle dónde es que me refiero. - Gracias por la invitación, es muy bonito ver a los niños de pequeños, disfrutando de cada uno de sus hitos… - Vuelvo la vista a la piscina, a los flotadores y a los adolescentes dentro de ella. - Aún así, cuando menos te lo esperes habrás parpadeado y de golpe eres abuelo. Ten cuidado. - Mi advertencia busca ser jocosa, que Hans todavía es muy joven para serlo, ¿pero no se suponía que éramos algo así como familia? Sino, solo como su ex profesora y colega tenía derecho.
Eloise R. Leblanc
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Estás estupenda, como siempre — le aseguro nuevamente cuando es como la quinta vez que me lo pregunta desde que salimos de la casa de mi hermana. Siempre me agrada ir a comer los domingos con la familia, pero he de decir que esta vez tenía ganas de salir de la asfixia de las preguntas de Ingrid acerca de por qué tenemos que marcharnos un poco antes de lo esperado, por qué ni siquiera mi hijo se ha dignado a aparecer. No lo culpo, después de decir que tenemos planes de cumpleaños en la isla ministerial, hasta la pobre Kitty me ha pedido que le guarde un cupcake o lo que sea que lleve chocolate, que le ha debido de desilusionar el postre de naranjas que preparó su madre. Creo que no voy muy vestido para una fiesta de piscina en jardín, pero qué va, no es mi intención pegarme un baño sino que mirar cómo los demás lo hacen.

Acomodo mis gafas de sol y la camisa blanca mientras nos acercamos a donde está ocurriendo todo lo interesante, asintiendo a las palabras de mi mujer sobre la tardanza y el agradecimiento por la invitación, a pesar de que no es eso lo que me hace reír por lo bajo. — Eloise, por favor… — ¿vieja de qué? Si yo la veo igual que cuando teníamos veinte años. Sacudo la cabeza en un meneo que pretende aligerar el comentario de la rubia cuando estoy a la altura de ella y Hans. — No se lo tengas en cuenta, esto de ser abuela la tiene un poco alterada… — bueno, solo espero no haberla cagado con ese comentario, mi suposición es que de alguna manera u otra lo saben, así que antes de que pueda ver ninguna reacción me giro hacia la piscina, colocando mis manos unidas detrás de mi espalda. Ah, sí, ahí veo a los bebés y, si tengo la vista bien, también a mi hijo siendo agarrado por Maeve, lo que me hace fruncir los labios curioso. ¿Qué tanto deberían preocuparme las palabras de Rebecca? En fin, regreso la vista hacia los padres de la criatura que cumple años. — Felicidades por su hija — le sonrío a ambos.
Nicholas E. Helmuth
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Los gritos de Lara son aturdidores, pero por un momento hasta los agradezco; al menos consigue que Meerah se lleve consigo al escarbato, ese que se verá muy tierno pero que constantemente me provoca el preguntarme qué tenía en la cabeza cuando decidí regalárselo. Sí, está bien, pasé un buen rato tratando de consolarla después de la muerte de la bola plateada, pero tendría que haberlo pensado mejor — Hay que tener cuidado con las cosas de valor cuando Cocoa está cerca. Si pierdes algo, de seguro estará en su escondite en el cobertizo — al menos, el principal. He encontrado tonterías debajo del sofá, junto a algunos juguetes de Tilly y debo dar las gracias de que Lara no sea de las personas que tienen joyas de oro que lamentar. Estoy bajando mi vaso para decir otra cosa cuando mi futura suegra se encarga de estamparme un montón de protector solar en la cara, provocando que se me arrugue la nariz de manera involuntaria — … Gracias… — es lo único que alcanzo a decir, viendo como Mo se retira en dirección a la piscina, esa que parece estallar entre las personas que saltan y los gritos infantiles.

¡Ah, Elo y Nick! Dos personas con sentido común, al fin… — ¿Qué cosa? — inquiero de inmediato, que lo último que necesito es tener cachos de crema chantilly por toda la cara. Ah, no, es solo protector, ese que intento desparramar con rapidez — Es cosa de Mohini tratando de evitarme un ataque de insolación — intento tomarlo con humor, que si pierdo los estribos acabaré encerrado solo en el mini bar. Menos mal que no me atraganto, que cuando a Eloise se le ocurre poner esas palabras en el aire yo ya ando bebiendo de nuevo y mis ojos se abren de par en par por encima del vaso. Tengo que aclararme la garganta unas cuantas veces, meneando la cabeza frente al intento de Nick de tranquilizarme — No planeo estrenar ese título en al menos… treinta años más — quizá estoy exagerando, pero la simple idea de siquiera imaginarme a Meerah o a Tilly con hijos me dan ganas de plantearme unas cuantas decisiones. ¿Yo, abuelo? ¿Yo, viejo y aburrido, llevando nietos en el carrito de golf? Qué espanto.

Tiendo a olvidarme al factor de que Eloise sea la suegra de Phoebe, es algo que en su momento me desconcertó tanto que acabo por anularlo sólo por inercia. Que me lo recuerden hace que le lance un vistazo a mi hermana junto a su bebé, sin tener idea de cómo se siente Eloise con esto de que su hijo no esté y si tiene siquiera idea de dónde lo han metido — Gracias… — contesto de un modo algo ido a las felicitaciones de Nicholas, a quien me fuerzo en sonreír aunque sea un poco — No había intenciones de hacer un festejo tan grande, pero Lara insistió y… bueno — suspiro — ¿Recuerdas cuando me preguntabas cuando iba a sentar cabeza, Lulú? He cumplido hasta con esa tarea en tiempo récord. Tenemos hasta… ¡Rory, ya deja eso! — que el enano diabólico ya empezó a agarrar el flota-flota para tratar de golpear cabezas. Lo quiero, de verdad, pero a veces creo que necesita un petrificus totalus que lo deje tranquilo por al menos cinco minutos.
Hans M. Powell
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Ernest Morgan
Miembro del Departamento de Justicia
Hacía tanto que no festejaba un cumpleaños mío que siempre que asistía a la celebración de alguien más recordaba eso, pero también recordaba porque y se me pasaba cualquier interes. Además vivía de fiesta en cualquier oportunidad que podía o al menos lo hacía antes de tener que encargarme del pequeño renacuajo que estaba sacandole canas verdes a Hans.

Mi política de tutor era dejarlo hacer mientras no se lastimara o lastimara a alguien más, por lo que aun teniendolo en mi vista me dedique a terminarme mi trago no alcohólico y disfrutar del bello día recostado en la reposera, bajo el sombrero de alas anchas y anteojos de sol.

- Uhh llegó el drama al fin - comentó al ver a Leblanc llegar con su sexy marido Helmuth, a quien me habían presentado como la mamá de Lara. Al momento me doy cuenta que debería callarme, pero es que no hay nadie más del trabajo, solo el chico robot y el secretario bonito y ninguno esta cerca - Disculpe.

Realmente extrañaba las fiestas de adultos, aunque no me quejaba de la decoración.
Ernest Morgan
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Invitado
Invitado
Sigo con la mirada a Meerah cuando se lleva a Cocoa, dando por hecho que volverá al cabo de unos minutos, es cuando escucho hablar a David con Maeve que caigo en la cuenta que los minutos pasan y la hermana mayor de Tilly sigue sin aparecer, lo que se me hace raro. Estoy a punto de meterme en el agua para conversar con Phoebe en lo que Mohini se corona como la reina de la playa con toda su elegancia, pero a la reina sirena el agua le parece un poco fría y por respeto a mi madre jamás mencionaría la menopausia delante de tanta gente. —Mohini, lo que tú tienes que conseguir es un novio, para que te abrace así…— me coloco a su espalda para pasarle los brazos por delante y estrujarla con fuerza, —así no vas a sentir fríos, ¿eh? ¿Qué te parece? ¡Oliver! ¡David! A ver si le presentan un amigo a la abuela Mo, uno que sea moreno y bien musculoso, ¡y que la abanique en la playa!— le pido a los muchachos que están divirtiéndose en la piscina con Maeve, Meerah sigue sin volver.

Regreso en unos minutos— digo, segura de que Hans continuara con su trabajo de tener los ojos puestos en la cumpleañera, el tiempo que necesite para ir al interior de la casa dejando un reguero de agua con mis pasos y buscar a Meerah en alguna de las habitaciones. —¿Meerah? ¿Estás bien?— la llamo al ir subiendo las escaleras, que me pareció verla un poco pálida esta mañana ¿y qué si está enferma? Esas ojeras que le vi no fueron solo cosa mía… ¿y qué me ha pasado para convertirme en Mohini tan pronto en la vida, revoloteando detrás de las niñas para ver si no les falta nada o se cortaron el dedo? —¿Meerah? ¿Pasa algo, cariño?— si hasta le robo a mi madre los apelativos cariñosos, seguro que de ella también tomo esto de recoger el cabello rubio de la chica con mis manos para ir despejándole la cara.
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M. Meerah Powell
Fugitivo
La voz de Lara me saca del especie de letargo en el que he caído mientras que me encuentro en el piso de la habitación, mitad apoyada contra la cama en lo que juego con Cocoa quien ha decidido hacer un nido en mi cabeza. - Ups. Parece que hasta aquí llegó la hora de juego pequeño. - Lo levanto por lo pequeño de su cola y le hago cosquillas en la panza. Claro que no me espero que de él caiga una moneda de oro, y creo que el tampoco porque tiene la decencia de parecer avergonzado. - Ya, será nuestro secreto. - Levanto la moneda de mi regazo, se la devuelvo y me incorporo hasta esta vez sí dejarlo en la jaula.

Estoy abriendo la puerta de mi habitación cuando Lara me encuentra a mitad de camino con su mejor cara de madre preocupada. Prácticamente ronroneo cuando su mano encuentra mi cabello y lo corre en una caricia relajante. - No, no pasa nada. Solo… mucha gente para un fin de semana. - Y no lo decía solo por hoy. No estaba acostumbrada a literalmente festejar tanto. - Me distraje con Cocoa y perdí la noción del tiempo, pero estoy bien. De verdad. ¿Nadie ha roto nada, todavía? Además de la paciencia de Hans, claro. - Creo que lo próximo que haría al bajar era secuestrarlo un rato, solo tenía que pensar en una buena excusa.
M. Meerah Powell
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Mohini R. Khan
¿¡Un novio?! — exclamo exaltada, moviendo el cuello para poder enfocar a mi hija que se encuentra rodeándome con sus brazos cual gamusino — ¡Pero si no dan más que problemas! — ignoremos que soy viuda y que una vez estuve casada, ¿de acuerdo? Si quisiera un novio ya me conseguiría uno por mi cuenta, uno marinero a poder ser para que me lleve de cruceros. — Nada de novios, ¡suficiente con esta panda! — eso lo digo firmemente, afirmando una sola vez con mi cabeza para dejarlo claro, con todas las preocupaciones que tengo yo en estos días... De verdad que a esta hija mía se le ocurren unas ideas. — No comáis muchos muffins que luego no hay espacio para la tarta — les aconsejo a los dos jóvenes morenos que se entretienen zampando, buscando a la otra rubia que debería estar presente, antes de ser encharcada por lo que se siente como un balde de agua. La exageración de unas pocas gotas de agua en realidad. — ¡Uno que se quedó sin trozo de pastel! — aviso con el dedo índice en alto, antes de fijarme en que por ahí entraron nuevos invitados. Ah, que ya toca actuar como personas adultas y decentes.

Ah, pero qué ingenuo por tu parte creer que ya asentaste cabeza, Hans — sonrío con cierta gracia al acercarme hacia el tropel de ministros que empiezan a acumularse en el jardín, de vez en cuando viene bien relacionarse con personas adultas, y eso... — Qué amable por su parte acudir a la celebración de mi nieta — en serio, me encuentro tan sorprendida como lo puede sentirse Lara que es quién... ¿cómo los llamaba antes de prometerse con uno? ¿Snobs? Me reacomodo el sombrero de un gesto, manteniendo la sonrisa.
Mohini R. Khan
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
No puedo contener la risa traviesa que se me escapa por entre mis labios al ver que no se esperaba que lo empujara dentro de la piscina, pero todo mi gozo termina en un pozo cuando soy yo la que acaba en el aire y en un intento tonto de mantenerme sobre la tierra muevo mis piernas. — ¡DAVEE! — es lo que acierto a gritar antes de hundirme en el agua y suerte que Mo ya ha desaparecido para cuando salgo a la superficie, porque creo que yo la hubiera salpicado mucho más que Oliver. O bueno no, pero al menos yo no me quedaré sin pastel. — ¡Tranquila, Tilly! ¡Yo te libraré del tiburón! — ¿soy consciente de que la cría no me está haciendo ni caso, demasiado entusiasmada con su propio chapoteo? Pues soy consciente, pero no importa, yo me lanzo sobre la espalda del moreno para zafarme de sus hombros y tratar de hundirlo hacia abajo, pero si tenemos en cuenta su altura y la mía, quedo más como una garrapata que como otra cosa.

Mmmm... estaba aquí hace un segundo, no puede haber ido muy lejos — respondo en dirección a Dave cuando se acerca y soy demasiado buena como para no tirar de él para que también caiga en la piscina. Cierro mis brazos alrededor de los hombros de Oliver, así no tengo que hacer el esfuerzo de nadar de un lado a otro, ups, y al girar la cabeza veo que tanto Eloise como su padre han aparecido en escena. — Tu padre sabía que venía a una fiesta en la piscina, ¿verdad? — le murmuro en el oído, riéndome por lo bajo — Si los tiras a él y a Eloise al agua, te regalo mi trozo de tarta — vale la pena el sacrifico, ¿o no?
Maeve P. Davies
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Invitado
Invitado
Tratamos de que sean los más cercanos— digo como una disculpa por haberse visto invadida por un montón de personas en la casa, cuando los domingos suelen ser el único día en la semana que todos usamos para no ver el mundo bien entrada la mañana, así tenemos el descanso merecido luego de una larga semana de ir y venir de un lado al otro. Suelen ser también los días en que almorzamos con Mo, quizá sean todos los adornos y no solo el cambio de lugar de encuentro, el que hace que la fiesta parezca apabullante… lo que no era mi intención, lo único que quería era que al menos Mathilda tuviera a toda su familia con ella a un año de su nacimiento y que no se dijera que tengo el hábito de cancelar o hacer privadas todas las fiestas, porque se me ocurrió que a mi boda no quiero que vaya más que el novio.

¿Tu padre? ¡Para nada! Si él lo tiene todo bajo cont… ¡HAAAAAANS! ¡LOS PERROS! ¡¿QUÉ TE DIJE DE LOS PERROS?!— grito al acercarnos a las puertas corredizas que dan al patio, desde donde puedo ver que Ophelia sigue enredándose en el mantel de la mesa principal, como si estuviera buscando algo y entonces sale corriendo como una bala hacia ningún lugar. Recién entonces caigo en cuenta de la compañía que tiene Hans, así que muy disimuladamente me voy acercando al borde de la piscina para esconderme debajo del agua. —Tu avísame cuando ya puedo sacar mi cabeza del agua, por favor— le pido a Phoebe cuando me hundo a su lado y busco atraer con mis brazos a la niña que anda flotando por ahí, nunca lo suficientemente cerca de su primito, porque ya sabemos lo que pasa. La saco de su inflable para cargarla contra mi cintura y nos sumerjo a ambas en el agua dejándola con el cuello afuera tratando de atrapar aire con la boca mientras golpetea la superficie con sus brazos gordos.

Por suerte está mi madre que tiene mucha más clase que yo para impresionar a los miembros de la realeza, no quiero que Hans se queje nunca de la buena suegra que le he dado, perfecta para compensar todos mis defectos y mi poco trato con la gente elegante. Si no me sorprendería que a mi madre le gustara hasta el teatro. Yo me puedo seguir quedando en la piscina con los bebés y los adolescentes que tontean. —¿Dónde está Rory?— pregunto al aire, que mi ahijado es tan ligero con poca ropa que no me sorprendería que se haya cruzado al patio de la vecina. Envuelvo con los brazos a Tilly para presionarla contra mí y muevo mi nariz contra su cuello haciéndole cosquillas, puedo sentir contra mi piel como su garganta se llena de gorjeos que se rompen en carcajadas. Echaré de menos cuando deje de reírse de esta manera. —Este año se me pasó demasiado a prisa— le digo a mi cuñada, —cuando estaba embarazada parecía que no podía llegar nunca el día que naciera y moría de ganas de conocerla, ¡y ahora mírala! Pronto andará corriendo detrás de Rory—. La sostengo contra mí el tiempo que me permite estrujarla hasta que con sus manitos me pide un poco de espacio para poder respirar. —¿Estas lista para soplar las velas del pastel, Tilly? ¿Para ser una niña de un año?— pregunto al acercarme para rozar su nariz con la mía, de cerca puedo volver a asombrarme de lo grandes y oscuros que son sus ojos, de lo maravilloso que puede llegar a ser lo absolutamente inesperado.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
El agua nos salpica a Denny y a mí cuando el hijo del ministro de salud pasa a caerse dentro de la piscina, pero está lejos de incomodar al niño cuando el propio Oliver pregunta si está bien.  —No, está bien, no es más que un poco de agua, ¿verdad?— murmuro hacia el rubio a pesar de no entenderme, y aprovecho que no está tan confuso como hubiera esperado para cargar en mi mano un poco del agua y mojar sus brazos blancos, así se va a acostumbrando mejor. Me alegra que esto no haya resultado en un colapso emocional inmediato, porque creciendo en un distrito con mar, no espero otra cosa que aprenda a nadar pronto. —¿Por qué?— es lo que le pregunto a Lara cuando se hunde a nuestro lado y a mí es a quién tiene confusa por ese comentario. Me cuesta un vistazo fuera del agua para darme cuenta de lo que se refiere cuando veo las figuras de los nuevos ministros en el jardín y, tengo que admitirlo, mi expresión es una parecida a la de mi cuñada. —No sabía que iban a venir— admito, que no precio de relacionarme con más que familia cercana estos días como para hacer sociales, menos con Eloise.

No me hagas mucho caso, pero creo que eso solo va a ir a peor a partir de ahora...— coincido en que pronto la verá correteando detrás de Rory, si es que este aparece en sus idas y venidas de la piscina para lo que parece ser ir a meterse algo en la boca —Pero sí, coincido en que todo ha pasado demasiado deprisa— le sonrío brevemente, posando la mirada sobre mi sobrina al verla feliz de poder disfrutar de la atención de su madre, pero también con ganas de ir a chapotear un poco más. Hayden también parece animarse a hacerlo, con una de sus manitas golpea de manera poco consciente el agua con los ojos clavados en su prima, por suerte para nosotros no tenemos que saludar a nadie por cortesía y podemos quedarnos en el agua por todo el tiempo en que disfrute de la misma y no se convierta en un pequeño ogro llorón, o una marmota durmiente, lo que pase primero.
Phoebe M. Powell
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Oliver T. Helmuth
¿Pero de dónde se saca Lara la idea de que tengo amigos musculosos, morenos y serviciales? Lo más cercano a esa descripción era Schmidt, porque no es que no disfrutara pasar tiempo con algunos de mis compañeros, pero había servilletas que eran más serviciales que esa panda de ingratos. No que dudaba de la habilidad de Mohini de ponerlos a trabajar si hacía falta, pero creo que la intención de Lara iba por otro lado y no necesariamente de esclavos.

Al final acabo riéndome cuando Dave tira a Maeve y sé que me valdrá un ataque luego, pero cuando llega tiene el mismo efecto que el de un mosquito. - Sabes que el agua te hace todavía más liviana, ¿no? - Que como mucho molestaban un poco sus codos, pero ni siquiera. - Creo que fue a llevar a su escarbato. - El pequeño bicho era de lo más adorable, pero creo que si lo dejaban en una jaula encerrado con la señora Tusa, la pobre iba al cielo de mascotas en menos de cinco minutos.

Miro en la dirección en la que Maeve señala y sonrío cuando veo que Mae tiene razón y papá ni siquiera ha tenido la decencia de cambiarse. - Que sea solo tirar a mi padre y tienes un trato. Ni loco se me ocurre empujar a Eloise a la pileta. - Ni siquiera cuando de los dos era la mejor vestida para la ocasión. - Necesito que esté más cerca de la piscina de todas formas, que puedo arrastrarlo pero no quiero romperlo a mitad de camino. Ya sabes, está viejo el pobre. - Mentira, papá estaba más sano que todos los de esta fiesta juntos, pero no quería correr el riesgo de quedar tan en ridículo en frente de todos.
Oliver T. Helmuth
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