The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
He intentado retrasar esto lo máximo posible, yo lo sé y todo el mundo lo sabe. Bueno, quizá esto último sea lo que llaman a la acción de exagerar, pero teniendo en cuenta con quién estoy tratando, la verdad es que no me sorprendería en lo más mínimo que así fuera en realidad. No me hace especial gracia tener que recurrir a esta persona en concreto, tenemos un pasado que nos une y no de la mejor manera posible, si hay que decirlo todo como lo que es, pero siendo que mi talento se reduce a lo que solía hacer para ella y no a algo que pueda hacer sin un título que me declare como candidata ideal para el puesto, muchas opciones no me quedan. La de pedir dinero no es una de ellas, como le dejé bien claro a mi hermano, no pienso aceptar un solo galeón por caridad, conozco bien lo que es eso de haber pasado años en las esquinas de los barrios norteños pidiendo algo que se parezca a una moneda. Pero no, mi orgullo no es tan amplio como para rechazar lo que podría ser una ayuda a mi cartera si es que esta mujer no me guarda rencor por no haberla invitado a mi boda. Quizá con eso de que se presentara igualmente pueda colar que fue culpa de la organización.

Espero que no me lo tenga mucho en consideración cuando invito a Georgia Ehrenreich a la casa donde me he estado acomodando por estos últimos días. La conozco bien, sé que ni le haría falta la dirección donde se encuentra, con sus mañas ya se habría encargado de saber que he dejado la vivienda donde vivía con mi esposo, pero aun así he decidido mandársela, por cortesía y porque me interesa tenerla en mi lado bueno esta tarde. Hace mucho tiempo que no hablamos, pero eso no le ha impedido publicar cosas sobre mi familia cuando se le dio la oportunidad con la entrevista que salió por televisión. Eso debió de ser un festín para sus lectores, aunque yo podría señalarle alguna que otra falla y exageración en su escritura, no podría esperar otra cosa de una mujer que modifica palabras dichas en público para que sus acotaciones se muestren más dramáticas. Si hay algo que puedo decir de ella, es que se le da de lujo cautivar a sus compradores, la técnica en su oficio se nota lo que en otras revistas no, lo que me confirma, y ha hecho siempre, que tengo que tener ojos sobre la espalda cuando se trata de Georgia.

No le quito el ojo de encima, cuando por pura amabilidad he permitido que tome al niño en brazos, cualquiera diría que mantengo la vista fija sobre él en caso de ver alguna señal en la persona que lo sujeta de que necesite de auxilio, cuando lo cierto es que mi mirada solo se centra en la mujer mayor. Él todavía es inocente y no ve claramente a través de la anciana, yo, en cambio, son muchos años de entendernos en sus dobles intenciones y cartas bien jugadas, que parecería que es ella quien se dedica a tirarlas sobre la mesa antes que yo misma. Le doy a un trago a la taza del té que preparé para su visita, depositándola suavemente contra su plato correspondiente en lo que carraspeo para distraer su atención de los ojos azules de Denny. — Me alegra de que hayas decidido venir, Georgia, verás, yo… — empiezo, cautelosa porque no sé por donde me va a venir, de la charla banal ya nos distrajimos hace minutos como para utilizarla de recurso salvavidas. Me encuentro sorprendida de que todavía no haya preguntado por mi esposo, tan interesada que se muestra ella siempre en las vidas ajenas de los demás, ni haya mencionado una sola vez la mudanza más allá de algún que otro comentario sobre la casa en sí. Sus comentarios han sido discretos en comparación con lo que podría esperarme de ella, así que me es imposible no preguntarme si es que ya engatusó a algún vecino para que le dé un adelanto antes de venir. — Tú y yo nos conocemos desde hace tiempo, sé que nunca te andas con vueltas cuando se trata de un asunto importante, así que esta vez yo haré lo mismo: — la advierto antes de soltarlo, desinflando mi pecho de aire en el proceso. — Necesito dinero. — y como sé como va a sonar eso porque lo escucho al tiempo de decirlo, no le doy espacio a que me interrumpa. — Hace un tiempo me propusiste que trabajara para ti, quisiera saber si esa oferta sigue en pie.
Phoebe M. Powell
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Invitado
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Había pensado que Phoebe tendría mejores modales como para que su invitación a tomar una taza de té como agradecimiento no llegara con tantas semanas de demora, con el buen espacio que se le dio a la entrevista de ella y su hermano, y la opinión favorable que habrán recibido desde entonces como los niños víctimas de su bastardo padre, pero me he acostumbrado a su actitud ingrata, ¿puedo decir que me sorprenda a estas alturas? Ni siquiera me ofende, lo tomaré con la misma paciencia que dedico a mis nietos sanguíneos y políticos, espero con toda calma a que sea los que me llamen primero y así es como han pasado meses sin tener noticias de ninguno de ellos, ¡claro! ¡que me puedo morir y a ellos le importa un rábano! Ya verán, donaré todo el dinero del bueno de Gilbert a esos pobres muchachos del distrito uno que se dedican a las ventas de joyas, ¡a ellos se los daré! Que al menos me harán una estatura de diamante sobre mi lápida, ¡no como esos desagradecidos que ni llaman!  

No me dejaré convencer por otro par de ojos inocentes como los del bebé de Phoebe, he visto esta mirada antes, cuando llevé a una recién nacida a brazos de mi hijastra y su marido y como mínimo esperaba que me mostrara afecto por respeto. No voy a engañarme diciendo que si adopto a este niño como nieto postizo las cosas puedan ir mejor, ¡todos estos críos tienen el rumbo descarriado! La sangre de sus padres corre por sus venas, así que no se puede esperar que el mundo les mejore el carácter que ya les ha nacido torcido. —Claro que iba a venir, querida… mi buen corazón hacia una mujer abandonada por su marido puede más que esos viejos rencores que hayamos podido tener porque me echabas la culpa de cosas que, ¿en verdad fueron tan terribles como se dijo?— la pruebo. Reacomodo la cabeza del bebé en el interior de mi codo para tener mi otro brazo libre y poder barrer el aire con un movimiento de mis dedos para que tengamos en claro que esas cosas han perdido su importancia. Y sí que la han perdido, tanto como para que Phoebe, así descarada como siempre ha sido, me pida dinero.

Dirá cierta gente de mí que no parece que pueda abrir mi corazón a nadie y quizás sea lo más inaccesible en mí, pues no, lo inaccesible es mi cartera. —¡Ah, trabajo!— me viene bien la aclaración, de negocios sí podemos hablar, de caridad jamás. —¡Por supuesto que sigue en pie! Sobre todo en estos momentos, ¿cómo podría soltarte la mano a ti?— cuando es la que puede leer las líneas de la mía. —¡Mañana mismo! Si quieres puedes comenzar mañana mismo, pediré que te coloquen con los redactores que podrán sacar el mejor provecho de todo lo que puedas decirle. Por las dudas…— tiemblo de la expectativa al inclinarme un poco hacia adelante para hablarle en confidencia, aunque no estemos más que los tres. —¿No llevas un diario de todas tus visiones de estos años o sí? Porque, querida, ¡cómo criarás a este hijo sola! No, no. Me aseguraré que te den un adelante que te motive, uno que…— muevo mi cabeza para recorrer todas las paredes de su nueva cosa con la mirada y arrugar la nariz. —Te permita vivir en mejores condiciones.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Nada que pueda producir más ternura que una anciana mayor con un bebé en brazos, si no fuera porque la conozco, hasta se podría decir que es una imagen dulce, pero ninguno de los sentimientos que me recorren el cuerpo se parecen a los que podrían aflorar cuando veo a Mo con su nieta. Sabe lo que tiene que decir en cada momento, su forma de escoger las palabras ni siquiera me sorprende cuando salta a conclusiones precipitadas y mi respuesta inicial es marcar la distancia con un suspiro, uno demasiado interiorizado como para que lo perciba, pero que aun así se extiende unos segundos. — No sé qué es lo que te habrán contado, o lo que has escuchado por ahí… pero te puedo asegurar que no soy una mujer abandonada por su marido — ¿en serio tuvo que decirlo así? ¿sabiendo lo que esas palabras significan en mi vida por culpa de mi pasado? Si es que me habla de rencores, pero la primera que intenta picar el globo para que explote es ella… — Solo ha tenido que marcharse, por un tiempo… Cuestiones de trabajosolo, como si no fuera la gran cosa, cuando es el motivo por el que esté recurriendo a ella y la razón por la que todavía no consigo dormir bien por las noches.

No te echaba la culpa… — empiezo, no sé muy bien con qué intención si la conozco lo suficiente como para saber que ella siempre se quedará con la última palabra, porque es así. — Solo que… ¿en serio hacían falta las acotaciones? — alzo una ceja en su dirección, como si pretendiera sacarle una respuesta sincera con mi mirada. — Ya tenías suficiente material con el que trabajar, ¿de verdad tenías que añadirle más dramatismo a… no sé, todo? — ruedo los ojos, incluso cuando no me sorprende en lo más mínimo. A Hayden tampoco parece hacerlo, se dedica a observar los aspavientos de la señora en silencio al tener la boca ocupada con el chupete, lo cual no me da una excusa válida para salvarlo de sus brazos.

Hice bien en pensar que no rechazaría la oportunidad de que acepte su propuesta, incluso cuando ya hace un año, puede que más, de su ofrecimiento. Si sonrío levemente es porque deja el resentimiento a un lado, no porque me agrada especialmente la idea de volver a nuestros orígenes, y quizá es por eso que no es tanto una sonrisa sino una mueca, que sigue siendo de agradecimiento, que no me malinterprete. Lo que no esperaba era tanta emoción de su parte, como para empezar mañana mismo, pero tampoco voy a quejarme. — No, pero lo haré a partir de ahora si eso es lo que quieres de mí, que escriban sobre mis visiones, digo… — mandaría al infierno a Magnar y haría publicar la profecía que hice, si no fuera porque tengo personas a las que quiero bajo el cuidado de que esas palabras jamás salgan a la luz. — ¿Entonces eso es lo que quieres que haga? ¿Que acuda a tu editorial a narrarle visiones sin más para que uno lo redacte? — lo digo como si fuera simple y básico, cuando estoy segura de que lleva de todo un ingenio el escribir estas cosas que yo digo como si el cielo fuera violeta y no azul. — Porque puedo hacer lo que quieras, como si es repartir cafés… — puedo pedirle consejos a Dave, tenía entendido que estuvo un tiempo solo llevándole cafés a mi hermano.

Lo dices como si no hubiera hecho cosas sola… — murmuro. Que lo sé, no voy a dármelas de madre del año porque con estas ojeras es evidente que no podría engañar ni a alguien con ceguera parcial, pero no es como si estuviera sola del todo… Tengo a mi hermano, Logan también se ha ofrecido a ayudar, aunque si voy a ser honesta, soy consciente de que el ochenta por ciento de todo voy a tener que hacerlo por mi cuenta. — ¿Qué le ocurre a la casa? — pregunto, siguiendo su mirada al recorrer el lugar. No, no es igual de grande que la otra, ni tampoco igual de moderna, tampoco está en un barrio de pijos como sé que ella aprobaría, incluso cuando no necesito de su aprobación, la manera en que arruga la nariz me hace creer que hay algo mal en ella.
Phoebe M. Powell
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Eso es lo que quiero de ella, que reaccione a mis palabras, que me diga que su marido no la ha abandonado sino que… ¡¿Qué?! ¿Por qué un inefable del ministerio desaparece así de pronto, dejando a su esposa e hijo, si no es por algo realmente importante? — ¿Cuestiones de trabajo? En estos días nadie va a China a cerrar negocios, Phoebe querida— me hago la escéptica, —no tienes que mentirme a mí, si ese hombre se marchó con una excusa…— sé que va a defender a su esposo, estuve presente en su boda para saber que este no era un matrimonio de apariencias como otros que he visto y vivido, debe haber una razón de peso para que ese muchacho salido de quien sabe dónde, de pronto se vaya. —Yo no voy a dejarte, de eso puedes estar segura— procuro convencerla de que soy a quien puede acudir, como lo está haciendo en estos momentos, más de una vez le he dicho que estando juntas podemos conseguir mayores beneficios que estando solas, algo que creía que había aceptado con Rebecca, que no tenía nada real que ofrecerle. Siempre fui mejor opción que esa arrastrada, me complace que Phoebe pueda verlo al fin.

Miro por encima del bebé hacia ella, cuando me toca hacer la aclaración necesaria sobre esa entrevista que se difundió exponiendo el morbo de los Powell que siempre vende, aunque no tendría por qué hacerla respecto a lo que publico o no en mi periódico. — Hay un equipo de redactores, muy creativos por cierto, que se encargan de ese trabajo. Hace mucho que no escribo nada de mi propia mano a no ser las editoriales— le explico, las editoriales que van al principio de cada ejemplar son mi espacio libre para los desahogos, el resto es trabajo que queda a cargo de otros, sumisos a la línea del medio, eso está claro. Sabían que tenían que sacarle al testimonio de los Powell todo el material que pudieran y lo hicieron bien, tuvimos una mina de oro al alcance de la mano y la cargamos a rebosar de ese tesoro. —Trabajarás con ellos— repito al recibir su aceptación resignada de que lo hará si es lo que tiene que hacer, no le escondo la sonrisa que marca las arrugas alrededor de mis comisuras. —Eso es lo que harás, inauguraremos una columna exclusive con tus visiones. Y… tendrás que firmar con tu nombre— agrego, por si no ha quedado claro, que una vidente por vidente no vende, lo que vende es luego de que su nombre sigue fresco en la memoria de los lectores, presentarla con el peso de su apellido. No importan las visiones, ni lo que diga, la gente comprará para saber qué es eso de que Phoebe Powell escribe visiones. —Si hay alguna predicción que hayas hecho y ya se cumplió, puedes relatarla también. ¿Qué te parece el formato de memorias? Escribe todos los detalles de encuentros con personas, no mezquines dar nombres, cuenta cuando le hiciste la profecía y cómo se cumplió…— estoy viendo cómo esos números crecen en las ventas.      

La mirada que le lanzo es de reproche al preguntarme qué tiene la casa, luego la bajo hacia el niño que cargo, pobre inocente de las desgracias de sus progenitores. —Tal vez ese adelanto de dinero se tarde mucho en llegar, ¿por qué no vienes a vivir unos días conmigo?— pregunto, son muchas razones las que puedo darle, desde mi falsa caridad a las conveniencias de mudarse, lo cierto es que la ausencia de mis nietos estas semanas con mi enfermedad agravándose y a ellos importándoles un sorete, hace que a ratos sienta pánico en la soledad de una mansión grande y silenciosa. Ramik no habla, ni siquiera estoy segura de que respire. —Tengo otro proyecto del que me gustaría que participes, necesitamos dar un nuevo entretenamiento en la televisión y se nos ocurrió una de esas boberías que siempre gusta a la gente. ¿Qué tan buena te crees para predecir que dos personas podrían estar hecha la una para la otra? Necesito un primer par de voluntarios para el capítulo piloto, ¿crees poder encontrar dos personas que no sean un fracaso en un simulacro de primera cita?—. No pido que se casen, ni que tenga doce hijos, me basta con que el programa se cierre dándose cuenta que se gustan, pero eso es tan azaroso... no voy a inventir en un programa de citas que nunca reuna a nadie, necesito asumir el riesgo con cierta garantía y ésta depende de Phoebe.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Me remuevo un poco en el asiento, declarando mi incomodidad con respecto a este tema de conversación en específico, en el que no tengo derecho a decir lo que se me antoja en primer lugar porque ni siquiera sé qué es lo que puedo decir o hasta donde me tengo que reservar en contar detalles. — No te estoy mintiendo, Georgia, es la verdad… — intento seguir por ese lado, pero es obvio que la conozco lo suficiente como para saber que no es una persona que desista cuando tiene al alcance de su mano algo de interés que pueda servirle. — Eso es todo lo que puedo decirte, ni siquiera yo sé tanto como crees. Solo que Charles estará fuera por un tiempo por… bueno, porque así lo ha querido Magnar, no te interesa meterte en esos asuntos — la advierto, como vieja amiga, podría decirse así, espero que mis palabras le basten para que no siga haciendo preguntas, incluso cuando sé que no tengo el poder ni las ganas como para decirle que no lo haga. — Yo solo quiero cuidar de mi hijo, lo demás no me interesa, la política de este país es algo con lo que hace tiempo prefiero no meterme — sigo diciendo, se nota la resignación en mis palabras tanto como en la expresión de mi rostro — Retomaré mi puesto como profesora del Royal porque necesito el dinero, no porque me haga especial ilusión trabajar para el ministerio, con eso y trabajando para ti, espero que sea suficiente para darle una vida digna, la que yo no tuve, sin deberle nada a nadie — hablo en confianza porque sé que tenemos entre nosotras unos cuantos años en los que tanto yo como ella somos conscientes de los errores con que cargamos como para saber cuando hay que cerrar la boca.

Me he cansado de que me pisoteen, de que me pasen por encima y no les importe el resultado, Magnar puede hacer lo que le venga en gana, pero no va a destrozar a mi familia y mucho menos arruinarle la vida a mi hijo. Eso lo tengo muy claro. — ¿M-mi nombre? — repito como si no hubiera escuchado bien, cuando lo he hecho perfectamente, solo que no me parece una idea tan buena como la que se debe de estar formando en su cabeza. — No te voy a mentir, Georgia, no me siento cómoda con que mi nombre aparezca en el periódico. Yo lo pensaba más como un escrito anónimo o algo así… No quiero meterme en problemas — declaro. Tengo mucha experiencia con personas disconformes por lo que pueda decir, no me agrada que se repita cuando además eso va a quedar grabado en papel, sin oportunidad a que uno se retracte. La mueca se extiende en mis labios al escuchar que todavía tiene más ideas que a mí siguen sin gustarme. — No lo sé… No siento que eso sea un juego limpio, no deseo herir los sentimientos de nadie, o publicar sus historias sin el consentimiento solo porque fui yo quién se lo dijo… Se siente un poco como abuso a su intimidad… ¿no? — puedo con eso de publicar visiones generales o de gente que no tenga problema en hacerlas públicas si esto sigue adelante, ¿pero de personas a las que conozco y sé a ciencia cierta que se han cumplido? No creo que sea la mejor de las ideas…

Sigo mirando el interior de la casa con esa mirada crítica que lanza, yo no le veo nada, pero supongo que una persona como ella que vive en una glamurosa mansión le tiene que sacar miles de defectos. — Es un ofrecimiento muy amable por tu parte, y te lo agradezco, pero creo que es mejor que me acostumbre a esta casa, a lo que es vivir sola de nuevo — lo cual no voy a decirle que no es una mierda, porque lo es, es lo que ocurre cuando te vuelves dependiente de algo, que regresar a como estabas sigue siendo una mierda. Me pongo de pie para tomar al niño de sus brazos, el único que me asegura que sigo teniendo un motivo por el cual no perder la cabeza en estos tiempos, y estoy posando mis labios sobre la suya cuando vuelvo a tomar asiento en el sillón, atenta a lo que tiene después para ofrecer. — ¿Un programa de televisión? — ¿por qué ni siquiera me sorprende que esté desesperada por ganar más dinero del que seguro no puede ni guardar en su sótano? — Supongo que podría, sí… No se me viene nadie a la mente ahora mismo, pero puedo intentarlo, te buscaré a alguien para que puedan armarlo — le aseguro, que si de esto dependerá el que no le falte nada a Hayden, como si tengo que buscar hasta debajo de las piedras.
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Un momento, ¿qué yo qué? —Esos son los asuntos en los que me meto, cariño. Es mi trabajo, se llama derecho a la información de todos los ciudadanos y libertad de prensa en viejas constituciones…— digo. Puedo escuchar a Gilbert Ehrenreich hablando a través de mi boca, cuando se paraba detrás del escritorio de su despacho principal del edificio conocido en el Capitolio por la enorme G de The Guardian, también en sus últimos años y con la ayuda de su propio bastón. Lo decía con la calma de alguien que ha dedicado décadas a su vocación, que era legado también de su familia. Los tiempos han cambiado, el mismo Gilbert lo único que conoció en la vida fue a los Black en los gobiernos, pero hablaba de otros tiempos, pasados y futuros. Estas eran las palabras que utilizaba para sus argumentos, y en mi caso, son oportunas. —Entonces tu marido ha pasado a ser otro secuaz de Magnar— chasqueo la lengua en reprobación, —te conozco y sé que no mientes en decir que no te interesa la política, lamentablemente, a todos los hombres de tu vida parece que sí, ¿no? Tal vez harías bien, por eso mismo, empezar a involucrarte un poco más…— la miro de manera suspicaz, —más no sea para tener control sobre tu vida y no parezca que todo el tiempo, tu padre, tu hermano y ahora tu marido deciden cosas que…— muevo mi mano en el aire para abarcar toda la casa, — te colocan en lugares que ¿son realmente dónde quieres?

Es el mismo consejo que le hice a mi nieta Jolene, que lo acepten porque es gratis. Cada una de nosotras debería, por sobre todas las cosas, impedir que las circunstancias definan quienes somos y cómo vivimos, se trata de poder y de control sobre nuestra propia vida y tenerlo va por delante de todo. Si hubiera dejado que las circunstancias me definieran, sería ahora una vieja en una casa peor que esta, con hijos ingratos y nietos que me ignorarían, por no ser más que una mujer que toda la vida lo pasó agachando la cabeza a la indiferencia y el desprecio de otros. Por lo menos puedo decir, que la cabeza no la agaché. El llamado de Phoebe, así como su determinación a cargarse sobre la espalda su subsistencia y la de su hijo, sin depender de nadie me provoca una ligera satisfacción, empieza a entender cómo funciona el mundo. La escucho hasta el final cuando me explica sobre sus reparos de dar su nombre y el de alguien más, y aunque mi más inmediata réplica sea de que necesito su nombre para vender, puedo tratar de llegar a un acuerdo con ella. —Puedes no firmar con tu nombre, protegeré tu identidad y a los redactores bastará con que le hagas llegar tus escritos, tampoco te pediré que vayas al diario. Nadie sabrá que Phoebe Powell trabaja para The Guardian, pero…— siempre hay un pero condicional, —darás nombre, apellido, detalles precisos y sí, también exageraciones. Quiero lo más bizarro, más morboso, la mayor exposición que puedas hacer de cada persona.

Recupera al niño de mis brazos, lo que me viene bien porque siento los músculos acalambrados por haberlos tenido inmóviles para que esa cosa diminuta no se me resbale por las rodillas y no tengo los reflejos de antes como para actuar con prontitud. De necesitarlo, habría llamado a Ramik a los gritos, recuerdo que los llantos de los bebés suelen ser infernales y, pese a esto, tengo el gesto de invitar a Phoebe a mi casa, lo que por supuesto rechaza. —Puedes decirme ahora que no, pero te diré algo a futuro. Siempre que se te ofrezca algo en bandeja de plata, no rechaces por desconfianza. Porque incluso aquello que aceptas en confianza luego se te quita… así que cualquier cosa que puedas tomar y sea mejor que tu situación actual, hazlo. Tómalo a manos llenas—. Puede decirme que no lo necesita, que tiene principios, que tiene valores, que es otra la vida que quiere. Pero tiene un bebé. Lo que hoy rechaza, mañana puede necesitarlo, no hablo por el hogar que le ofrezco, sino en general. —Sí, claro, puedes pensarlo— asiento con mi barbilla, —tienes veinticuatro horas para pensarlo— aclaro. — Si pueden ser personas cuya historia también sirva para alzar el rating, aún mejor.
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Phoebe M. Powell
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Hago una mueca porque no lo veo tanto como un secuaz, más como un mandado, pero sé que Georgia va a seguir pensando en lo suyo así que mi silencio es la forma que tengo de dejarla ser. Sí tengo que morderme el labio inferior cuando dice lo que muchas veces he pensado a lo largo de mi vida, que siempre termino rodeada de hombres y acoplarme a sus decisiones es algo que he hecho con naturalidad, quizá porque es lo que he aprendido a hacer desde niña. Es irónico que haya terminado teniendo un niño, para el cual mi atención está las veinticuatro horas del día. — ¿Y qué es lo que sugieres que haga, Georgia? — la sé una persona inteligente, pero hasta ella tiene que reconocer que estoy atada de pies y manos, no es como si pueda ponerme a despotricar en un periódico contra todo lo que está mal sin esperar consecuencias. — Tengo un hijo y ya estamos caminando sobre la cuerda floja gracias a las acciones de mi padre, lo quiera o no, mi vida siempre va a estar condicionada por personas como mi hermano porque son ellos quienes tienen el poder. ¿De qué manera exactamente quieres que me involucre sin que lo que haga o diga le afecte a mi hijo o a mi familia? — busco una respuesta honesta si es que la tiene cuando poso mi mirada sobre sus ojos viejos, esperando que no los aparte. — ¿Te crees que a alguien le importa lo que yo tenga para decir? No, lo único que les interesa es lo que puedan usar para su propio beneficio, no para el mío. Mi voz solo es conveniente cuando lo deciden así, todo lo demás es solo una diana en mi espalda — como ha sido siempre, que queda demostrado con los acontecimientos recientes y el artículo que ella misma publicó.

Al menos, toma en serio mis palabras de que colocar mi nombre en sus páginas, por apropiado que pueda ser para ella, no es algo con lo que pueda aceptar, incluso cuando soy yo la que ha acudido a ella y no está en mi mano el poner condiciones. — ¿Eso no se consideraría estafar? — suena un poco dispar que esa pregunta salga de mis labios cuando no hace tanto tiempo de que estafar fuera parte de mi rutina diaria, pero es que esta vez tengo un punto completamente distinto. — Le quitaría credibilidad a tu diario… — sigo, como si con eso fuera a convencerla de que escribir exageraciones, que la conozco lo suficiente como par entender que con eso se refiere a mentiras directas y con todo el peso de la palabra, fuera una idea terrible, cuando no sé qué tanto de lo que escriben sus redactores es cien por cien verídico. Supongo que nada nunca lo es del todo. — No voy a exponer a una persona en contra de su voluntad, ni escribiré mentiras sobre lo que pueda ver porque todo es hipotético. Si quieres nombres, será como yo lo diga, nada de que tus redactores anden tergiversando mis palabras, sé como funciona eso. — el anonimato no me aporta la seguridad que necesito si pretende que sea específica con lo que puedo ver del futuro de las personas. — Puedo empezar por Colin Weynart, tuvimos un encuentro hace mucho tiempo en donde descubrí cosas curiosas sobre él, pero no exageraré nada. — esas son mis condiciones, que las tome o las deje es cosa suya y si resulta la segunda, pues bueno, tendré que buscar otra cosa.

Acomodo a Hayden entre mis brazos mientras la dejo que hable, con esa voz que ya suena a consejo en sí misma por el hecho de proceder de una persona anciana. Uno quiere creer que son las personas más sabias del planeta, yo reconozco que en el caso de Georgia no es que sea solo inteligente, sino que sabe utilizarlo a su favor. — Lo sé, sé de sobra lo que tengo que hacer para que no le haga falta de nada, pero no seré una mancha para mi propio hijo. Haré lo que tenga que hacer cuando sea el momento, y si lo necesito, pero no jugaré sucio mientras tenga la posibilidad de darle lo mejor de manera limpia — respondo, manteniendo un tono firme que demuestra que no me aferro a lo vacío. — Me he dejado pisar y arrastrar muchas veces, pero no dejaré que hagan lo mismo con Hayden, él va mucho antes que cualquier otro, incluida yo misma — sobra decir que daría la vida por mi hijo, que haré lo que sea con tal de protegerlo. A lo otro simplemente respondo con un asentimiento de cabeza, abrazándome al bebé como si fuera todo lo que necesito para sentir que todo saldrá bien.
Phoebe M. Powell
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Espero a que termine de despotricar, le hará bien para sacar todo lo que tiene guardado dentro, las palabras se convierten en acciones cuando se verbalizan y es lo que necesito de Phoebe, que pase a la acción, bajo mis ojos. —Que te afecte a ti y a tu hijo si quieres incluirlo— hago mi breve acotación, —tu problema es que piensas en los demás, en cómo se verán afectados por tus acciones. El mundo te exige en muchas ocasiones que hagas lo que tengas que hacer y dejes de pensar en los otros. Sometes tu vida al agrado de los demás, velas por ellos, te mueves como si tuvieras miedo a romper algo donde pisas. ¿Se puede vivir así, Phoebe?— la interrogo, yo misma fui la esposa de alguien y la madre de otros, no fui realmente yo mismo hasta soltarme de esas presiones que decían quién era. —Que cada persona se haga cargo del propio dolor que la vida y las acciones de otros le causan, tu única responsabilidad para contigo misma, es estar bien y eso requiere a veces ser egoísta— lo digo con un tono fuerte, que se impone.

Necesito que ella lo piense así, porque si piensa escribir para mi diario, no puede estar pensando todo el tiempo en la trascendencia que puedan tener sus palabras. Si las repiensa no escribirá nada. Y de las palabras escritas y publicadas, no queda más que olvidarse, se pasa al siguiente artículo con la prontitud que el medio que lo exige. Nunca nos detenemos en las historias más que en los segundos de impacto que pueda tener en el lector o espectador, porque se trata de eso, de causar emociones. Las personas nunca recuerdan la cosa puntual, sino lo que les hizo sentir. «The Guardian» busca el impacto desde siempre, mi aporte ha sido buscar el impacto en otras cosas. —De la credibilidad del diario no es algo que tengas que preocuparte tú, tengo buenos abogados que lidian todos los días con denuncias de calumnias y las ventas siguen dejando un margen de ganancias aun después de pagar…— descarto su inquietud sobre ese tema con un movimiento de mi mano en el aire, tonterías que no vienen al caso.

Chasqueo la lengua en reprobación porque si no va a firmar con su nombre, ni va a escribir exponiendo personas, ¿cómo tiene cara para pedirme ayuda? Pero logra decirme algo que me interesa, hay oportunidad de ganancia en ella. —¡Eso sería excelente! Con el despido de Riorden Weynart, a la gente le gustara saber todos los trapos sucios de esta familia que cayó en decadencia y perdió el favor de Magnar. Y no podemos escribir sobre los niños que cuida Weynart porque eso sí nos metería en un gran problema legal, ¿te puedes creer que ninguno de esos chicos tiene su sangre? No hace más que coleccionarlos. Hasta que no tenga pruebas de que ocurre algo en verdad perturbador con esa familia, no puedo publicar ninguna sospecha, pero ya las encontraré…— pienso en voz alta. Y aunque lo dice, creo que Phoebe no ha llegado a entender todavía o no se ha visto en la necesidad extrema de aceptar en verdad hacer lo que sea, porque si no pondría su nombre en las redacciones. Miro al niño al que abraza como si fuera lo único seguro que tiene y sobre quien cae toda su desesperación, si le suelto la mano en este momento, sí que se encontraría en apuros y con los años, puedo imaginar a qué lugares la llevaría tratar de cuidar de ese hijo, por lo menos está del lado bonito de Neopanem en esta ocasión. —Solo espero que él lo tenga en cuenta cuando crezca— le deseo, porque a juzgar por los caprichos y las injusticias de la vida, no suele ser así. —Trata de conservarlo bajo tu cuidado así no lo olvida—. Por si la vida de Phoebe ha dependido de tantas personas, no me sorprendería que estas mismas le quiten lo único que es realmente suyo, y cuando se vea en esas, dejará de poner tantas condiciones, volverá en verdad a lo que es hacer lo que se tiene que hacer para salir a flote.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
No creía que pensar en los demás fuera un problema — digo, nada más esas palabras salen de sus labios, que no me sorprende que sea ella quién las diga, pero aun así me muestro un poco escéptica. Me tengo que morder la lengua con la intención de que la mueca que se empieza a aparecer en mi boca no delate lo que estoy pensando, porque sé que lleva parte de la razón, pero no le quiero dar la satisfacción de coincidir antes de al menos dar mi punto de vista al respecto. — No, no se puede, pero no es como si tuviera otra opción — que camine sobre cristal es solo una de las cosas sobre las otras miles que tengo que pensar en el día a día, que ya me he acostumbrado. — Para ti es diferente, tus acciones no repercuten de manera directa sobre los que te importan — sí, incluso Georgia, así de solitaria como la he visto siempre a pesar de rodearse de nietos políticos, en el fondo sé que tiene personas por las que velaría. — Es fácil pensar en uno mismo cuando se tiene la seguridad de que lo que hagas o digas no acarreará ninguna consecuencia, tú tienes el poder que te ha dado el apoyo del público y tu audiencia — así como me gustaría decir que a base de mentiras, soy consciente de que lo que le da Georgia a las personas es lo que quieren oír, lo que el ministerio se deja de lado. — , en cambio yo tengo un padre terrorista y un hermano en el gobierno contra el que cada vez más personas están en contra. Tienes razón en decir que mi vida se condiciona por hombres, pero a mí lo único que me importa en el momento es que mi familia no salga más dañada de lo que ya ha hecho, porque si yo ahora cometo un error, el primero que saldría afectado es mi hijo, luego el resto de los Powell — no espero que lo entienda, hay muchas cosas que no sabe que han pasado desde la última vez que nos vimos, que me incluye a mí vestida de blanco. — No es cuestión de ser egoísta, sino de prioridades. — y la mía siempre la va a tener mi hijo, no importa lo hondo que yo pueda caer para que él salga adelante.

Por eso le hago mi advertencia, que sepa que no voy a escribir nada que pueda traerme problemas, antes de firmar cualquier acuerdo entre nosotras, me aseguraré de leer la letra pequeña si es que le da por traerme algo para firmar. Estamos en confianza, pero sé de sobra que hasta a mí puede sorprenderme con sus idas y venidas. Y la verdad, si tengo que ser sincera, no me deja más tranquila con eso de que reciben muchas denuncias por sus escritos. — Será anónimo — por si hace falta una segunda aclaración, espero que con la firmeza que ya no descubro tanto estos días, que todo me parece terreno inestable, quede claro que no me arriesgaré a colocar mi nombre en ninguna de sus columnas. Estoy por pedir secreto de confidencialidad para con sus redactores, pero creo que estaría exagerando un tanto, o no… depende de lo que sea que se quede entre las paredes del diario. La dejo charlar emocionada a ella sola sobre la familia Weynart, me dedico a pasar el borde de mis dedos de una mano por la nariz de Hayden y los dejo caer sobre su mejilla, a ver si así queda dormido después de unas horas de escuchar la cháchara de esta mujer, que todavía me sorprende que no haya caído antes en el sueño. — Escribiré sobre lo que vi en estos días y lo tendrás para que lo revisen tus redactores la próxima semana — respondo cuando termina con su monólogo en un tono más bajo del que ella ha podido usar para despotricar contra Riorden Weynart.

Tengo que levantar la cabeza en su dirección, no obstante, cuando su consejo se siente más como un mal augurio que otra cosa, y es esa la razón por la que de la nada, aprovechando que Denny ha cerrado los ojos, como si no quisiera que nos escuchase a pesar de que no tiene la edad como para comprenderlo, hablo. — ¿Tú lo sabías? Lo que pasó… con Rebecca — porque me suena que su aviso va dirigido hacia lo que ya me han quitado una vez, analizo una respuesta en su mirada y sus gestos mucho antes de que pueda dármela. En esos tiempos se lo había contado, que estaba embarazada, porque por sorprendente que parezca, en nuestra relación truncada también había puente a contar estas cosas, en especial porque iba a modificar mi vida para siempre, y siendo que de ella recibíamos parte de un dinero que nunca se hacía suficiente, tenía que saberlo. Lo que no sé y es lo que le pregunto, es si la misma Rebecca buscó apoyo en esta mujer anciana, o si fue solo fruto de la mente distorsionada de la morena.
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Siempre es un problema— murmuro, es lo que trato de decirle, que tener en consideración a los otros, limitan las propias acciones y un día te encuentras con que no puedes dar un paso fuera de tu baldosa, porque todo lo que dicen y hacen los demás es para que te mantengas dentro, te hacen sentir que tus acciones los lastimaran. Hay momentos en los que hace falta dejar el corazón sobre la mesa para tomar la salida que nos haga libre de las voluntades ajenas, al final de las cuentas, la vida que tenemos es la única posesión segura y si es para una, ¿por qué dárselo a otros? —Porque todas las personas que alguna vez me importaron ya las dejé atrás— digo, cuando nada me obliga a darle parte de mi actos pasados, sobre todo al ver que se empecina en una actitud de generosidad hacia otros que a la larga nadie merece, —para poder avanzar—. Mis ojos se deslizan hacia el bodoque que tiene en brazos, los recuerdos de mis propios hijos quedaron atrás, opacados por los adultos en los que se convirtieron con el tiempo, así que no hay nada que echar de menos. —Phoebe, querida, no se trata del apoyo que pueda tener— ¿Mis audiencias qué? Sí, las ganancias que obtengo de las ventas es lo que permite que The Guardian siga siendo el medio que es, pero sobre mis acciones no tienen su influencia. —La mitad de mi vida la dediqué a colocarme por detrás de un marido, hijos, familia, opiniones ajenas. La otra mitad hago lo que hago pensando en mí— digo, me volví a casar pensando en mí, trabajé pensando en mí, hice que todo girara a mi alrededor para compensar el haber pasado tantas décadas al margen, una se tiene que dar estos gustos en la vida, que el martirio no te da un lugar en ningún paraíso, hace de la vida misma un infierno.

Un pseudónimo— sigo insistiendo, —y espero que sea un pseudónimo atractivo—. Espero que esté tomando nota mental de lo que voy diciendo para que entienda cómo pretendemos encarar esta columna del diario, sin tener que verme luego en la necesidad de calmar los nervios que puedan surgir en la redacción porque Phoebe se empeñe en hacer las cosas a su manera. —Esmérate en esa primera entrega, que sea algo para publicar esa misma semana. De todos los trabajos que tengo para ofrecerte, la columna es la mejor según tus intereses, toma esta oportunidad con entusiasmo—. No creo que quiera que sus necesidades la obliguen a trabajos que ya conocemos del pasado, por ese mismo niño que sostiene con fuerza. Es casi obligatorio mencionar a Rebecca cuando aludimos al tiempo que pasó, ¿no? Tengo mi minuto de duda por la manera en que ha interpretado mis palabras, en lo único que puedo pensar es en mi nieta Alecto. —¿Tú lo sabías? Claro… tú trabajaste con ella después de eso, ¿te contó lo de la hija que vendió? De las pocas buenas decisiones que tomó en la vida, la muchacha creció con una buena familia y a la vista nadie diría que nació en el norte— digo. —Si tú tienes las posibilidades de cuidar a tu hijo, hazlo, lo de Rebecca es un buen ejemplo de tener que dárselo a alguien más. Y por eso mismo, espero que Hayden no olvide todo el sacrificio que esto te supuso.
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Frunzo un poco el ceño, sin quererlo bajo la mirada hacia el rostro de mi hijo, el sentimiento que me inunda es muy diferente del que Georgia comunica con palabras. Me tengo que forzar a apartar la vista para posarla sobre ella, siendo consciente de que es una persona demasiado vieja como para que alguien como yo pueda cambiar su parecer, que ha vivido tanto y se ha topado con tanta gente en el pasado, que dudo que lo que yo tenga para decir pueda afectar siquiera un ápice a su forma de pensar las cosas. Aun así lo hago, no con intención de ejercer algún tipo de influencia en ella, sino de mostrarle como yo lo veo para que no caiga en el error de tratar de alejarme de ello. — Si pudiste dejarlas atrás es que no te importaron lo suficiente... No creo poder hacer eso con las personas que quiero, esté donde esté, las circunstancias que se den, siempre llevas un pedazo de ellas, jamás las dejas cien por cien de lado — es mi visión sobre la vida, nunca entendí eso de que si amas a alguien lo tienes que dejar libre, ¿por qué? ¿por qué uno no puede quedarse? Me resulta lo más incoherente que se pudo haber dicho en toda la existencia. Si amas a alguien no lo dejas, no importa lo que esté sucediendo o por lo que se esté pasando. — Quizá ese es mi problema, que no sé dejar atrás las cosas... — lo digo en un murmullo en voz alta, sí, pero es más un pensamiento propio que una aportación a la conversación. Sacudo ligeramente la cabeza para quitarme esa sensación de estar pensando las cosas demasiado. — Supongo que tenemos motivaciones distintas, entonces, me gustaría creer que ser la esposa de alguien, tener hijos no me quita de pensar en mí misma, no entiendo por qué se tiene que hablar de ello como si fueran cosas que no pueden ir juntas. — no llevo la vida de esclava que ella se cree. Me gusta la idea, o me gustaba al menos, de regresar a casa teniendo a alguien que me espere, pero de alguna manera siempre me convierto en la que espera. Me gusta el sentimiento de que alguien pueda necesitar de mí, como lo hace mi hijo cada día, no creo que eso sea la tortura de la que ella está hablando.

El silencio acompaña al movimiento de mi cabeza, asintiendo a lo que va diciendo de una manera más tranquila que la forma que está utilizando ella para marcar sus condiciones e imponer sus modos de hacer. — Lo haré, no te preocupes — le digo para calmarla, no quiero tener que abanicarla porque se pasó con sus humores, conozco de lo frágiles que son estos para las personas mayores, si no es por ella, por otras personas con las que me he encontrado en el pasado y han tenido la fortuna o la desgracia de toparse con una vidente. Estoy por dar por finalizada esta conversación, a escasos segundos de levantarme del sillón para dirigir a Hayden a su cuna y que pueda dormir tranquilo, cuando tengo que pararme en mi propio pensar para dedicarle una mirada que bien podrían haberme cacheteado la cara en este preciso instante. — ¿Cómo? — estoy segura de que habré escuchado mal, que la idea de ver a Rebecca con una hija en brazos es solo fruto de una imaginación que ha trastocado con sus palabras — No, yo no... Estaba hablando de mi embarazo, de lo que ella hizo cuando... — me quedo a media frase, no sé si escupo más confusión, desconcierto o perplejidad en mi rostro, cualquiera vale para cuando abro la boca, cuesta unos segundos que salga algo por ella igual. — ¿Rebecca estuvo embarazada? — es como si mi cerebro se negara a conectar esas dos cosas, la palabra madre y Rebecca en una misma frase es algo que nunca hubiera puesto junto, incluso cuando muchas veces se comportó como una, no necesariamente de la mejor forma. Solo pensarlo me hace sostener a mi bebé con mucha más fuerza, aunque sin llegar a herirlo. — No... No lo sabía... — tengo que pasar saliva para quitarme la mala sensación el cuerpo, pero soy consciente de que ni con eso se va, solo puedo que quedarme en mi lugar, con la vista torcida y un sentimiento que no me gusta para nada acumulándose bajo mi piel.
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Cuadro mi mandíbula para adoptar una expresión feroz cuando modulo con toda calma: —Me empecé a importar yo— contesto, no tengo edad, ni paciencia, para justificar mis actos delante de alguien, ni tampoco creo que tengan justificación. Mucho menos hay remordimientos de mi parte. El punto en el que ambas diferimos creo que tiene que ver con lo que consideramos o con lo que nos han mostrado como amor, no todos llegamos a conocer del mismo tipo, de ese al que te abrazas y no quieres soltar, a veces es solo un sentimiento de martirio de todos los días que la sociedad le pone la etiqueta de amor para que sigas haciendo de esposa y madre. —Sean cosas buenas o malas, no poder dejarlas atrás suele ser un problema, quita espacio a todo lo que pueda venir después…— lo digo con una mirada suspicaz a su hijo, por quien espero que pueda empezar a dejar muchas cosas atrás y se concentre en todo lo que pueda darle, lo que a mi conviene eso no está en duda, pero tengo bien en claro que si ciertas cosas no puede soltar, tenerla conmigo la volverá mi propia carga personal.

Mencionar a Rebecca no puede ser una buena señal, es colocar la piedra más gruesa sobre nosotras, de un pasado que corresponde a otro lugar y nos hemos apartado de este, así que no tiene sentido que volvamos sobre lo que pasó y quedó allá. Pero soy curiosa, siempre he tenido esta curiosidad latente, la que me impulsa al borde de mi asiento y que recargue mi cuerpo sobre el bastón en el que me apoyo. —¿Qué fue lo que pasó con tu embarazo, querida?— pregunto, esa frase inconclusa da lugar a tantas cosas. —Sabía que habías perdido al bebé, ¿qué fue lo que hizo Rebecca?— indago, claro que lo hago, ¿qué es eso de dejar el pasado atrás? No se puede cuando todavía hay cosas que no se han dicho, confío en mi instinto cuando me dice que aquí hay algo. Debe ser que estoy vieja porque acabo de cometer un error estúpido y me veo más sorprendida de lo que pueda mostrarse la misma Phoebe. —¿Nunca lo mencionó en todo el tiempo que estuvieron juntas?— no me lo puedo creer, se me abren los ojos por el asombro y me echo hacia atrás en el sillón que ocupo para relajarme al despotricar. —Quedó embarazada de un humano creo, un sucio repudiado más miserable que ella. Nunca llegué a conocerlo, lo tenía bien escondido, típico de Rebecca, ¿no? Todas sus guarradas se las tiene bien guardadas…— murmuro entre dientes con mi nariz arrugándose en reprobación a los malos hábitos que siempre ha tenido esa mujer. —Trató de abortar, pero ese bebé se aferraba a vivir. Pobre criatura de padres así, la suerte estuvo de su lado. La salvé yo— me precio de ello, con el orgullo que creo que no me sienta mal. —Me encargué de que tuviera una vida mejor, lo mismo que deseo para ti y para tu hijo. Puedes estar segura de estoy siendo honesta— le aseguro.
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Asiento con la cabeza en silencio, siempre he visto a Georgia como una persona de opiniones fuertes y, en ocasiones, equivocadas, pero no soy tan ingenua o estúpida como para no reconocerle que también es alguien que sabe mucho de lo que habla. Quizá es por eso, una de las razones por las que mantenemos el contacto después de tanto tiempo, pero dejar atrás muchas cosas la incluiría a ella en el mismo lote en el que metí a Rebecca cuando me fui del norte, las situaciones y necesidades parecen cambiar tanto con los años, que es más tarde que uno se da cuenta que en realidad siempre volvemos a lo mismo, a lo que conocemos sobretodo. — Supongo que tienes razón — a veces solo hace falta hacerlo, darle la razón como a los menos inteligentes, antes que seguir golpeándonos la cabeza contra una pared.

Sigo sintiéndome cohibida y estupefacta por lo que me ha revelado, que no soy capaz a mirarla por muchos más segundos de los que corresponden antes de bajar la vista hacia mi propio hijo. Se me estruja el corazón, y también el estómago, de imaginar a alguien como podría serlo Georgia arrebatándomelo para ofrecérselo a otra familia, una que sí pudiera cuidarlo. ¿Por qué de repente me siento culpable, por todas las cosas que le dije, todo lo que le grité desde la ignorancia? Sí, Rebecca ya me quitó un hijo, pero si solo hubiera sabido… — Durante mucho tiempo pensé que había sido por causas naturales — no es difícil de entender, muchas mujeres pierden bebés en el norte, si no es durante el embarazo, nada más nacer o incluso meses después, las condiciones no son las favorables para ello, los cuerpos no están hechos para soportar una carga como esa cuando ni siquiera hay alimento para mantenerse a sí mismas, como para criar a un hijo dentro. Es ahora que lo veo, pero yo estaba dispuesta a hacer las cosas de manera diferente, no justifica nada. —, fue luego que me enteré, ella me lo dijo, Rebecca hizo que abortara — me cuesta ponerlo en palabras, tengo que cerrar los párpados un segundo, apretarlos con fuerza. Es la primera persona a la que se lo digo desde que lo supe, nadie de mi familia lo ha escuchado de mi boca, hasta ahora había sido un secreto que manteníamos Rebecca y yo solas, como tantos otros.

No — digo solamente. Aprieto un labio contra otro, ¿por qué no me lo dijo? ¿por qué no dijo nada, sabiendo que había estado en mi posición? ¿Cuántas cosas que no sé de Rebecca, una persona que me jactaba de conocer, al menos en su tiempo? — No lo entiendo, podría… podría habérmelo dicho — siempre supe que era una persona que se guardaba más de lo que dejaba ver, sentía más de lo que soltaba, si solo lo hubiera sabido… — Una niña — murmuro cuando lo capto en sus palabras, mi vista sigue fija sobre el bebé, se remueve en su sueño reciente así que tomo la cadena del chupete enganchada a su ropa para acercarlo a su boca. — ¿La quería…? — me refiero a su hija, solo espero que no se perciba lo afectado de mi tono de voz, sosteniendo a Hayden en brazos puedo decir que nadie en el mundo va a quitármelo, ni apartarlo de mi lado, como para imaginar a Rebecca teniendo que hacerlo con su bebé.
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Chasqueo la lengua sabiendo bien a dónde va con eso de que había creído que el aborto por el que pasó fue cosa del azar, yo también lo creía porque esa era la historia que ella misma contaba, ¿qué había que pudiera hacerme pensar lo contrario? El nombre de Rebecca puesto en medio lo cambia, insinúa por si solo la participación que esa mujer pudo tener en las circunstancias que se dieron. —No diré que me sorprende viniendo de ella, si mataba gente por unos knuts, ¿qué podría pesarle acabar con una vida que apenas si era vida?—. Tal como en ese entonces, pienso que fue un favor que le hizo la vida a Phoebe, si recuerdo bien en las condiciones que vivían esas mujeres. No lo digo porque miro al bebé que tiene ahora sobre su regazo. —Si vives lo suficiente, siempre se nos devuelve lo que otros nos han quitado, eso es lo importante de mantenerse vivo…— digo con una serenidad distinta a la tensión de hace unos minutos cuando discutíamos las condiciones del trabajo que piensa realizar para el diario. Me muevo en el sillón con una comodidad también diferente, por mí misma sirvo como una demostración de que, un poco más tarde para algunas personas, lo bueno se consigue.
 
La suerte de todas ha virado para arrojarnos a mejores circunstancias del pasado, a cada una se le ha dado de acuerdo a lo que pretendía por lo que puedo ver, no creo que Phoebe estuviera satisfecha de disfrutar una vida como la mía y yo lo último que hubiera querido, luego de dejar una familia atrás, sería cargar con otro niño como el que tiene. Rebecca es un tanto más arribista, sin los recaudos que yo tomé, mira que querer escalar puestos en el peor sitio posible para hacerlo. Lo que rápido sube, rápido cae, solo estoy aguardando el momento de verla caer. Lo pondré en titulares, el regreso de las parias a su miseria es algo que los magos y brujas están esperando. —No tenía nada que decir, Rebecca dejó de ser madre de esa hija el día que la dio. Siguió con su vida, esa bebé nunca fue parte de su historia— opino, y lo que pregunta luego me hace reír. —Tú lo sabes mejor que yo, cariño. Rebecca es incapaz de querer a alguien, no se quiere ni a sí misma—. Pienso para mí, que podría sacar de provechoso al decirle quién es esa niña, nada. —Puede que algún día te la presente…— solo digo eso, puede ser un secreto de las tres, nos conocemos pecados peores. —Creo que abusé mucho de tu hospitalidad, es momento de irme. ¿Segura que no quieres venir a pasar unos días? Al menos hasta que… alguien te fumigue la casa— arañas, ratas, jarveys. Me parece ver una mancha en el techo, seguro se está cayendo a pedazos, o es porque me faltan las gafas.
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Phoebe M. Powell
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A nadie le sorprende viniendo de Rebecca, al parecer yo soy la única, de las tres que ahora lo sabemos, que sí se mostró sorprendida por ello. No puedo culpar a mi ingenuidad, es mi mala costumbre de esperar recibir de otras personas lo que yo daría puesta en el otro lugar. Se sabe que las expectativas matan, que por eso es mejor no tenerlas, pero de alguna manera siempre acabo dejando un hueco para las virtudes de la gente, si es que existen. Con Becca misma me equivoqué en eso, sin embargo escuchar que fue madre abre una nueva grieta de la que escapan sentimientos que nunca hubiera relacionado con ella, no llegan a la comprensión, pero se le asemejan bastante. Se mezclan con la sensación antigua de que jamás llegaré a entenderla, no importa el tiempo que compartimos juntas ni las motivaciones que pudieron unirnos en su día, la mayoría revolvían alrededor de la miseria y pienso que esa es la única vez en que pudimos coincidir en algo. Es sabido que la supervivencia une a personas, no necesariamente como vínculo de simbiosis, muchas veces uno termina aprovechándose del otro o viceversa.

Siendo yo y no alguien que de verdad aprenda, me cuesta creer que una persona pueda desentenderse de un vínculo tan profundo como lo es el de una madre y un hijo de forma tan fácil como lo pinta Georgia. Lo sé porque conozco de ese lazo desde que me enteré que estaba embarazada de Hayden, también la primera vez, pero este último es el que se ha completado y se mantiene intacto. — Lo siento por ella — es lo único que digo, y que de verdad lo hago, no ha pasado tanto tiempo como para olvidarme de todo lo que vivimos juntas, incluso con las cosas hechas, no puedo no sentir lástima por las desgracias que les ocurren a otros. No me refiero al bebé en sí mismo, sino a la propia Rebecca, que de todo lo que pueda decir Georgia sobre ella, el sentimiento de no quererse ni a uno mismo no es algo que se le desee a nadie. Cómo esperar de una persona amar al resto, cuando ni ella lo hace, muchas veces requiere de otros ayudar para sanar, no siempre tiene que hacerlo todo uno solo, en ocasiones también está bien dejar que otros sanen por ti. Claro que es más fácil decirlo que hacerlo, ese es el punto de todo.

Procedo a levantarme despacio, sin importunar en el sueño del bebé cuando anuncia su partida, no sin antes dejar un comentario que marque su esencia. — No, aprecio la invitación, pero creo que nos quedaremos aquí por el momento — y también los que vienen, no planeo moverme de este lugar en el tiempo cercano. — Y gracias otra vez, la semana que viene recibirás lo prometido, te llamaré — le aseguro ante de que aproveche para salir espantada de la casa, que por la expresión en su rostro deduzco que no quiere pasar más de un minuto del necesario dentro de estas paredes.
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