OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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El perro me odia, puedo decir que el sentimiento es mutuo. No ladra como lo hacía los primeros días, se conforma con mantenerme en mi esquina con sus ojos fijos en mí, atento a mis movimientos como si pudiera hacer algo que no sea atravesar una pared y lo hago más de una vez porque descubrí que eso lo pone frenético, sale a buscarme por todo el departamento para ver a donde carajos me fui. No me gusta que me hayan asignado un perro guardián, literalmente, un perro guardián, para que no me salga de las paredes de la habitación de este tal David. Es lo único que puedo hacer estos días y también me lo prohíben. —No voy a quitarte tu cama— refunfuño cuando reacciona con un gruñido al acercarme al escritorio que está inmediatamente al lado del mueble donde está echado hace horas, para leer por arriba lo que dicen las carpetas y a ese punto del aburrimiento llegué, que tengo que leer los títulos de los códigos de un abogado. —No necesito dormir, idiota— discuto con el perro, me espera una eternidad terrible si mis días van a ser así.
Por reflejo de lo que fue un viejo gesto, paso mi mano por la nuca y un lado de mi cara para quitarme el fastidio que siento. Podría echar un vistazo a los que sí se entretienen en esta casa, pero lo intenté una vez y el perro al ponerse a ladrar para que deje de hacerlo acaba con la diversión de todos, maldito aguafiestas. La orden está puesta en que no abandone el reloj, como una versión lamentable y sin deseos por cumplir de un genio atrapado en una lámpara, al cual le ha tocado caer en las manos del sujeto más insufrible, que para colmo vive con una auror. No nos olvidemos del perro mercenario. Hay días en que sí creo que he muerto y este es mi infierno, un infierno psicológico. Si no hay platos por lavar en el fregadero, porque así de obsesivos son, este lugar no puede ser otra cosa que el infierno. Solo por molestar tengo ganas de romper una taza y que le echen la culpa al perro, pero los que rompen tazas con los gatos, no los perros. Echo una ojeada al interior de la heladera por costumbre y me repito que el hambre es mental, ¿qué hago revisando la heladera? También mis movimientos son mentales así que la puerta se cierra sin que tenga que usar las manos.
Todo esto es insoportable de a ratos, que me quedo dentro del reloj por propia voluntad. Daría lo que fuera por cinco minutos en los que pueda golpear la pared, no atravesarla. Pero hoy no estoy de humor para quedarme encerrado, así que quedo sentado en el borde de la mesada de la cocina cuando la puerta de una de las habitaciones se abre y estoy esperando a que sea David para poder saludarlo con un «Buenos días, querido, ¿dónde estuviste anoche?», pero es alguien todavía mejor. Sé que fui quien en primer lugar le dijo a David que no tenía la menor intención de conocer a su amiga auror, he evitado a esa gente toda mi vida como para venir a cruzármelas después de la muerte. Sin embargo, lo que creí que serían unas semanas de tener que convivir con un abogado se convirtieron en meses, con la gente de este rubro sí tenemos una afinidad en cuanto a maneras y tratos, aunque creo que me tocó con el más insoportable. —Si van a usar un solo cuarto, ¿me puedo quedar con el otro?— pregunto, y nunca he sido de los que juzgan a nadie, pero la recorro de pies a cabeza dejándole saber que estoy al tanto de lo que pasa. Era un hecho de que el bendito perro tenía que aparecer en algún momento y ponerse a ladrar, creo que esta vez con más efusividad que otras, con la diferencia de mueve el rabo feliz de poder demostrarle a su dueña de que no es bipolar, sino que la razón de su humor cambiante soy yo. —Soy Niko, amigo de David— me presento, conteniendo el impulso de marcar las comillas con mis dedos. —No tenía dónde quedarme, así que me está prestando su habitación. Descuida, soy muy barato. No como nada, ni tampoco uso el baño— que no venga a decirme ahora que tengo que pagar mi parte de la renta, lo que me faltaría.
Por reflejo de lo que fue un viejo gesto, paso mi mano por la nuca y un lado de mi cara para quitarme el fastidio que siento. Podría echar un vistazo a los que sí se entretienen en esta casa, pero lo intenté una vez y el perro al ponerse a ladrar para que deje de hacerlo acaba con la diversión de todos, maldito aguafiestas. La orden está puesta en que no abandone el reloj, como una versión lamentable y sin deseos por cumplir de un genio atrapado en una lámpara, al cual le ha tocado caer en las manos del sujeto más insufrible, que para colmo vive con una auror. No nos olvidemos del perro mercenario. Hay días en que sí creo que he muerto y este es mi infierno, un infierno psicológico. Si no hay platos por lavar en el fregadero, porque así de obsesivos son, este lugar no puede ser otra cosa que el infierno. Solo por molestar tengo ganas de romper una taza y que le echen la culpa al perro, pero los que rompen tazas con los gatos, no los perros. Echo una ojeada al interior de la heladera por costumbre y me repito que el hambre es mental, ¿qué hago revisando la heladera? También mis movimientos son mentales así que la puerta se cierra sin que tenga que usar las manos.
Todo esto es insoportable de a ratos, que me quedo dentro del reloj por propia voluntad. Daría lo que fuera por cinco minutos en los que pueda golpear la pared, no atravesarla. Pero hoy no estoy de humor para quedarme encerrado, así que quedo sentado en el borde de la mesada de la cocina cuando la puerta de una de las habitaciones se abre y estoy esperando a que sea David para poder saludarlo con un «Buenos días, querido, ¿dónde estuviste anoche?», pero es alguien todavía mejor. Sé que fui quien en primer lugar le dijo a David que no tenía la menor intención de conocer a su amiga auror, he evitado a esa gente toda mi vida como para venir a cruzármelas después de la muerte. Sin embargo, lo que creí que serían unas semanas de tener que convivir con un abogado se convirtieron en meses, con la gente de este rubro sí tenemos una afinidad en cuanto a maneras y tratos, aunque creo que me tocó con el más insoportable. —Si van a usar un solo cuarto, ¿me puedo quedar con el otro?— pregunto, y nunca he sido de los que juzgan a nadie, pero la recorro de pies a cabeza dejándole saber que estoy al tanto de lo que pasa. Era un hecho de que el bendito perro tenía que aparecer en algún momento y ponerse a ladrar, creo que esta vez con más efusividad que otras, con la diferencia de mueve el rabo feliz de poder demostrarle a su dueña de que no es bipolar, sino que la razón de su humor cambiante soy yo. —Soy Niko, amigo de David— me presento, conteniendo el impulso de marcar las comillas con mis dedos. —No tenía dónde quedarme, así que me está prestando su habitación. Descuida, soy muy barato. No como nada, ni tampoco uso el baño— que no venga a decirme ahora que tengo que pagar mi parte de la renta, lo que me faltaría.
Llevo semanas pensando que al perro le ha dado algo. Por costumbre cuando está conmigo es una animal tranquilo, se acomoda sin molestar y como norma no ladra si no le molestan a él. Por eso es que me sorprende que desde la vuelta de David allá por febrero, parece que lo ha poseído un espíritu perruno del inframundo o algo por el estilo, porque se comporta como un psicópata en ocasiones. Se lo he comentado a Dave un par de veces ya en el último tiempo, que quizá se infectó con la rabia o deberíamos cambiar de veterinario, pero él lo asume a un cambio de personalidad que, honestamente, yo no estoy muy dispuesta a aceptar, porque solo me faltaba tener un perro loco que le gruñe a las paredes y recorre el pasillo de un lado a otro exaltado como si le quemara el suelo. Sospechar que es cosa del pienso que cambiamos precisamente cuando empezó este comportamiento no le hace competencia al hecho de que, como tantas otras veces me he quejado, Dave lo tiene mimado.
Que esté tumbado encima de la cama demuestra que tengo razón y si acaricio sus orejas al despertarme es porque ya me he acostumbrado a ello, no tanto a sus lametazos, pero a estas alturas ni siquiera sé qué esperaba. Es uno de esos días en los que mi turno es de tarde, por lo que hace un rato que Dave ha salido de casa para ir a su trabajo, dentro de esta extraña rutina a la que nos hemos acostumbrado sin que haya habido una charla al respecto de por medio. Entre todas las cosas que tengo para pensar, me alegra que esto no tenga que ser una cosa de ellas y he preferido adaptarme a ese nuevo cambio agradable antes que poner una queja. Mort me sigue por el pasillo en mi camino hacia la cocina, mientras cargo con el vaso de agua que David se dejó en una de las mesitas porque evidentemente no es algo que vaya a recoger él por voluntad propia. Va moviendo el rabo feliz de que me haya levantado por fin, pero no sé si son sus ladridos lo que hacen que me sorprenda primero, o la repentina voz que no esperaba en la casa y de la cual ni siquiera reconozco el tono. — ¿¡Qué carajo…!? — no tiro el vaso al suelo de puro milagro, si no se lo lanzo a la cabeza a la figura presente es porque tardo como un segundo en darme cuenta de que lo único que haría con el cristal es atravesarla de un lado a otro de la cocina.
¿Por qué no me sorprende que, de entre todos los amigos que se podía escoger David, optó por un fantasma siniestro? — Qué considerado por su parte — es lo primero que digo después de recuperarme del susto, con un movimiento de mi mano insto al perro a que deje de ladrar, que ya me he percatado de qué va todo el asunto. — Pues no sé que te habrá dicho David, pero esto no es un hotel — respondo a su comentario sobre utilizar el otro cuarto, entre dientes. — ¿Cuánto tiempo llevas aquí y por qué? — hacer preguntas es algo que los aurores llevamos innato, creo que forma parte del cuestionario que te hacen nada más entrar a la academia.
Que esté tumbado encima de la cama demuestra que tengo razón y si acaricio sus orejas al despertarme es porque ya me he acostumbrado a ello, no tanto a sus lametazos, pero a estas alturas ni siquiera sé qué esperaba. Es uno de esos días en los que mi turno es de tarde, por lo que hace un rato que Dave ha salido de casa para ir a su trabajo, dentro de esta extraña rutina a la que nos hemos acostumbrado sin que haya habido una charla al respecto de por medio. Entre todas las cosas que tengo para pensar, me alegra que esto no tenga que ser una cosa de ellas y he preferido adaptarme a ese nuevo cambio agradable antes que poner una queja. Mort me sigue por el pasillo en mi camino hacia la cocina, mientras cargo con el vaso de agua que David se dejó en una de las mesitas porque evidentemente no es algo que vaya a recoger él por voluntad propia. Va moviendo el rabo feliz de que me haya levantado por fin, pero no sé si son sus ladridos lo que hacen que me sorprenda primero, o la repentina voz que no esperaba en la casa y de la cual ni siquiera reconozco el tono. — ¿¡Qué carajo…!? — no tiro el vaso al suelo de puro milagro, si no se lo lanzo a la cabeza a la figura presente es porque tardo como un segundo en darme cuenta de que lo único que haría con el cristal es atravesarla de un lado a otro de la cocina.
¿Por qué no me sorprende que, de entre todos los amigos que se podía escoger David, optó por un fantasma siniestro? — Qué considerado por su parte — es lo primero que digo después de recuperarme del susto, con un movimiento de mi mano insto al perro a que deje de ladrar, que ya me he percatado de qué va todo el asunto. — Pues no sé que te habrá dicho David, pero esto no es un hotel — respondo a su comentario sobre utilizar el otro cuarto, entre dientes. — ¿Cuánto tiempo llevas aquí y por qué? — hacer preguntas es algo que los aurores llevamos innato, creo que forma parte del cuestionario que te hacen nada más entrar a la academia.
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Típico de aurores, las preguntas llegan antes de que pueda parpadear, de estar en la calle y tener un poco de corporeidad, este sería el momento en que me encuentro con la cara contra la pared y las muñecas retenidas detrás de mi espalda. Alzo mis manos en señal de inocencia, haciendo lo que me ha servido en otros casos. —Yo no vine por mi cuenta, él me trajo— me defiendo echándoles las culpas al abogado, si es tan bueno en lo que hace, sabrá cómo salir luego de esta. —Le dije “oye, no me parece”, pero él insistió…— miento, aprieto los labios como si dijera «el muchacho es así, que pena», no soy idiota, no me iré de aquí porque las otras opciones que tengo es que me tiren a un tacho de basura en el norte y me quede contando ratas por quien sabe cuánto tiempo, hablando con borrachos que se quedan dormidos con la botella sobre la mejilla.
—Se puede decir que tenemos un par de asuntos en común, David me está dando una mano con unas cosas…— sacudo las mías en el aire para que pueda ver que ya no puedo ni agarrar una cuchara, —¿y cuánto tiempo? ¿Semanas? ¿Meses?— me acerco a ella más rápido de lo que otros objetos suelen hacerlo al levitar, con un aventón que me coloca al lado de su hombro con un gesto pensativo al sostener mi mentón con los dedos. —¿Por qué? ¿No te lo dijo?— dejo caer. Si va a echar presiones para que me vaya del departamento, lo único que me falta es que el otro se ponga de su parte sin más, entre devolver a un repudiado a la basura a que tu chica te saque de patadas a la calle con tus cosas y fantasmas, es una elección fácil. Yo mismo de esta en su lugar le desearía buena suerte, pero me encuentro en el lado opuesto y lo único que tengo que conseguir es que no sean un frente unido para deshacerse de mí. —Tal vez deberías estar preguntándole estas cosas a él, no a mí… que manía tiene cierta gente de andar mintiendo y escondiendo cosas, ¿no? Si me preguntas, es un hábito que la gente no se quita fácil, se vuelve parte de su personalidad. Yo que tu tendría cuidado— susurro. Tal vez me esté pasando, podría echarnos a los dos y… ¿en verdad me importa? Me doy cuenta que no, aquí, allá, donde sea, me da igual, lo único que tengo que conservar es el contacto con cierta gente de justicia del ministerio para resolver mis asuntos y poder ir al infierno a comer palomitas.
—Se puede decir que tenemos un par de asuntos en común, David me está dando una mano con unas cosas…— sacudo las mías en el aire para que pueda ver que ya no puedo ni agarrar una cuchara, —¿y cuánto tiempo? ¿Semanas? ¿Meses?— me acerco a ella más rápido de lo que otros objetos suelen hacerlo al levitar, con un aventón que me coloca al lado de su hombro con un gesto pensativo al sostener mi mentón con los dedos. —¿Por qué? ¿No te lo dijo?— dejo caer. Si va a echar presiones para que me vaya del departamento, lo único que me falta es que el otro se ponga de su parte sin más, entre devolver a un repudiado a la basura a que tu chica te saque de patadas a la calle con tus cosas y fantasmas, es una elección fácil. Yo mismo de esta en su lugar le desearía buena suerte, pero me encuentro en el lado opuesto y lo único que tengo que conseguir es que no sean un frente unido para deshacerse de mí. —Tal vez deberías estar preguntándole estas cosas a él, no a mí… que manía tiene cierta gente de andar mintiendo y escondiendo cosas, ¿no? Si me preguntas, es un hábito que la gente no se quita fácil, se vuelve parte de su personalidad. Yo que tu tendría cuidado— susurro. Tal vez me esté pasando, podría echarnos a los dos y… ¿en verdad me importa? Me doy cuenta que no, aquí, allá, donde sea, me da igual, lo único que tengo que conservar es el contacto con cierta gente de justicia del ministerio para resolver mis asuntos y poder ir al infierno a comer palomitas.
Pego un chasquido con la lengua porque evidentemente un fantasma no iba a venir por su cuenta, entiendo de estas figuras incorpóreas lo suficiente como para saber que siempre están ligados a un lugar o a un objeto, y dado que llevo viviendo en este apartamento aproximadamente un año y jamás me había topado con uno, deduzco que alguien lo trajo. — No puedo creerlo… — en realidad, sí puedo. De todas las personas que podrían acoger a un fantasma y tomarlo bajo su cuidado, de todas las que conozco, David es el primer nombre que se me viene a la cabeza. — ¿Asuntos pendientes, huh? ¿Qué clase de asuntos son esos? — que si le está echando una mano a un fantasma que ha decidido quedarse en este mundo en lugar de regresar a donde le corresponde, no estaría de mal que yo supiera de esos favores. — Los asuntos de Meyer suelen ser mis asuntos también, en especial aquellos en los que la convivencia está incluida en el paquete. — declaro. ¿De verdad creía Dave que podía meter un problema como este en el piso y esperar que yo no me entere? Un momento…
— ¿Cómo que meses? — pregunto, pero no con intenciones de que responda, porque toda la expresión en mi cara, al morderme la mejilla interna y fruncir los labios, grita que no, no me lo dijo. — Definitivamente es un hábito que no se quita en algunos — gruño, pero más para mí misma que para él. ¿Cuántos secretos más que no me cuenta se guarda Dave en el bolsillo? ¿Debería preocuparme o es solo su manera de ser con las personas que necesitan que les eches una mano? Quiero pensar que es lo segundo, porque le conozco y, de ser una mentira pensada, después de sus confesiones, esconder un fantasma no le llega ni a la suela de los zapatos de lo anterior. — Parece que conoces mucho a Meyer, ¿no es así? ¿Algo más que te haya compartido que desconozca, así por alguna casualidad? — alzo una ceja en su dirección, el perro también parece estar perdiendo la paciencia poco a poco, en especial porque es su hora de desayuno y esa se está retrasando por la culpa de quién lo ha debido de estar molestando por todas estas semanas.
— ¿Cómo que meses? — pregunto, pero no con intenciones de que responda, porque toda la expresión en mi cara, al morderme la mejilla interna y fruncir los labios, grita que no, no me lo dijo. — Definitivamente es un hábito que no se quita en algunos — gruño, pero más para mí misma que para él. ¿Cuántos secretos más que no me cuenta se guarda Dave en el bolsillo? ¿Debería preocuparme o es solo su manera de ser con las personas que necesitan que les eches una mano? Quiero pensar que es lo segundo, porque le conozco y, de ser una mentira pensada, después de sus confesiones, esconder un fantasma no le llega ni a la suela de los zapatos de lo anterior. — Parece que conoces mucho a Meyer, ¿no es así? ¿Algo más que te haya compartido que desconozca, así por alguna casualidad? — alzo una ceja en su dirección, el perro también parece estar perdiendo la paciencia poco a poco, en especial porque es su hora de desayuno y esa se está retrasando por la culpa de quién lo ha debido de estar molestando por todas estas semanas.
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—Si para creer, necesitas ver, aquí estoy— contesto con mofa, abriendo mis brazos y mostrándole mis manos, porque su incredulidad se me hace entretenida. Por este momento vale haber estado durante meses hablando solo con el perro, supongo que mi nueva manía como fantasma será ver que tan mal pueden reaccionar las personas al darse cuenta que tenían uno en la casa que bien podría haberle revisado los cajones y visto en la ducha. Tuve mis momentos de duda sobre si llegaría a conocer a la auror, no se suponía que me quedara tanto, no sé si es el tiempo que avanza rápido cuando uno se muere o es la justicia de este país que con toda su burocracia va lento. Le había dicho a Dave, confiar en los abogados y jueces es un error, pero me trajo con él debido a esa condición, para justicias por mano propia –aunque la mía no hace más que atravesar cosas- me dejaba tirado en el norte. —Asuntos que incluyen tráfico ilegal, escoria del mercado negro y el asesinato de un imbécil. ¿Sigo?— pregunto. —¿Quieres ser parte?—. Muevo mis cejas hacia arriba, la transparencia no le ha quitado la expresividad a mis gestos. —¿Sabes lo peligroso que es cargar con los asuntos de otras personas? Te lo digo porque me tocó guardar en mi bolsillo más de un “asunto” ajeno por el que tuve aurores detrás… como tú— digo, vuelvo a cruzar mis brazos por delante de mi pecho, —estás en la vereda de enfrente de estos asuntos.
Asiento con un cabeceo mientras una sonrisa tuerce mi boca hacia un lado. De nada por los problemas, David, ya los resolverás luego. Eso es lo que le digo sobre los asuntos ajenos, no tienen nada que ver con uno mismo, a menos que haya un pago conveniente por cargarlos, ¿qué sentido tiene? La gente hace cosas como estas, nunca cuentan todo sobre sí, no puedes predecir sus movimientos, quien te muestra una sonrisa socarrona de frente, está mandando a sus hombres a que te den una paliza en un callejón. La única persona en la vida en quien habría llegado a confiar era mi hermana y no conozco a una mentirosa mejor que ella, solo para ilustrar. Siempre supe que podría engañarme hasta a mí. —¿Algo más? Déjame pensar…— hago el gesto de frotar mi mentón mientras lo medito. —¿Qué estuvo buscando humanos que escaparon del incendio del mercado cuando estuvo en el norte? Escuchó que estaban reuniéndose, al parecer busca a su abuela. Su abuelo no tuvo tanta suerte, lo atraparon cuando escapó y lo mandaron al Coliseo…— me muevo por la cocina porque encuentro esto de andar flotando alrededor de la persona, lo más similar a dar vueltas a su alrededor cómo hacia antes. —Puedo quedarme, ¿verdad? Te di información, puedes tomarlo como un intercambio.
Asiento con un cabeceo mientras una sonrisa tuerce mi boca hacia un lado. De nada por los problemas, David, ya los resolverás luego. Eso es lo que le digo sobre los asuntos ajenos, no tienen nada que ver con uno mismo, a menos que haya un pago conveniente por cargarlos, ¿qué sentido tiene? La gente hace cosas como estas, nunca cuentan todo sobre sí, no puedes predecir sus movimientos, quien te muestra una sonrisa socarrona de frente, está mandando a sus hombres a que te den una paliza en un callejón. La única persona en la vida en quien habría llegado a confiar era mi hermana y no conozco a una mentirosa mejor que ella, solo para ilustrar. Siempre supe que podría engañarme hasta a mí. —¿Algo más? Déjame pensar…— hago el gesto de frotar mi mentón mientras lo medito. —¿Qué estuvo buscando humanos que escaparon del incendio del mercado cuando estuvo en el norte? Escuchó que estaban reuniéndose, al parecer busca a su abuela. Su abuelo no tuvo tanta suerte, lo atraparon cuando escapó y lo mandaron al Coliseo…— me muevo por la cocina porque encuentro esto de andar flotando alrededor de la persona, lo más similar a dar vueltas a su alrededor cómo hacia antes. —Puedo quedarme, ¿verdad? Te di información, puedes tomarlo como un intercambio.
Mi cara debe decirlo todo, que además de estar flipando, estaría golpeándolo ahora mismo si no fuera por la inconveniencia de que mi puño atravesaría su cuerpo y terminaría por hacerme daño a mí misma más que a la figura impertinente en sí. — No, no quiero ser parte, pero que el estúpido de Dave forme parte me obliga a hacerme responsable de sus decisiones estúpidas porque, sorprendentemente, no me interesa verlo detrás de unas rejas, ¿entiendes? — suelto un suspiro pesado, perdí la cuenta de cuantas veces dije la palabra estúpido en esa frase, porque es la única que se me ocurre ahora mismo para definir al personaje que tengo por compañero y que, para mi propia desgracia, me preocupa lo suficiente como para no mandarlo a él y a su fantasma a freír espárragos. No al menos antes de que pueda hablar con la parte viva de esta ecuación y decida que en realidad sí, abusó de mi confianza, no una, sino dos veces. ¿Ya se me ve el humo salir por las orejas? — Asumo que por esos “asuntos” ajenos terminaste como estás ahora, ¿no? — alzo una ceja en un gesto lleno de reproche. — ¿Te asesinaron y te aprovechaste de David por su buen corazón y carisma para resolver lo que sea que tengas pendiente, no es así? — que quede claro que lo de buen corazón lo digo con toda la más profunda molestia de que por esas razones tenga un fantasma fastidioso en mi casa. Primero el perro, ahora el fantasma, ¿luego qué vendrá? ¿el dragón?
Pero no, algo en lo que dice hace click en mi cerebro y de pronto todas las cosas empiezan a tener mucho más sentido que hasta hace unos segundos, porque Dave no se metería en un lío sin saber que puede sacar algo de provecho, además de su estúpido buen corazón, por supuesto. — ¡Eso es lo que fue a hacer cuando estuvo fuera! ¿Verdad? — no necesito la aseguración, dentro de mi cabeza todo cuadra y hasta un cronograma de todos los hechos empieza a formarse con rapidez. — Tiene sentido… Si su abuelo murió en el coliseo… Eso fue justo antes de que se marchara, estúpido Dave, ¿por qué no dijo nada? — hablo en voz alta, me viene la respuesta inmediata cuando yo soy el problema principal por el que se reservaría estas cosas. Como miembro de la defensa civil, no son cosas que podría permitir y, aun así, soy consciente de que estoy haciendo una excepción muy grande con él. — Calla, estoy pensando… — le chisto cuando estoy concentrada en sacar mis propias conclusiones y no tengo tiempo para sus preguntas. — ¿Sabes si consiguió encontrarla? ¿Información sobre su abuela? — una vez más, tengo que guardarme la rabia de no saber nada sobre lo que realmente le importa a Dave.
Pero no, algo en lo que dice hace click en mi cerebro y de pronto todas las cosas empiezan a tener mucho más sentido que hasta hace unos segundos, porque Dave no se metería en un lío sin saber que puede sacar algo de provecho, además de su estúpido buen corazón, por supuesto. — ¡Eso es lo que fue a hacer cuando estuvo fuera! ¿Verdad? — no necesito la aseguración, dentro de mi cabeza todo cuadra y hasta un cronograma de todos los hechos empieza a formarse con rapidez. — Tiene sentido… Si su abuelo murió en el coliseo… Eso fue justo antes de que se marchara, estúpido Dave, ¿por qué no dijo nada? — hablo en voz alta, me viene la respuesta inmediata cuando yo soy el problema principal por el que se reservaría estas cosas. Como miembro de la defensa civil, no son cosas que podría permitir y, aun así, soy consciente de que estoy haciendo una excepción muy grande con él. — Calla, estoy pensando… — le chisto cuando estoy concentrada en sacar mis propias conclusiones y no tengo tiempo para sus preguntas. — ¿Sabes si consiguió encontrarla? ¿Información sobre su abuela? — una vez más, tengo que guardarme la rabia de no saber nada sobre lo que realmente le importa a Dave.
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—No hace falta que digas nada más— la interrumpo, mis manos en alto que luego se mueven en el aire cuando le sonrío. —Bienvenida—. La hago parte aunque diga que no es lo que quiere, el silencio hace cómplice a las personas, no solo las acciones. Y además, hacerle saber a una persona que podría ponerte en aprietos, que también es cómplice, la obliga a ponerse de tu lado. Por la buena convivencia de esta casa, diría que lo más indicado es que todos estemos del mismo lado, es decir, del lado en que el fantasma se queda. —Por esos asuntos estoy como estoy— coincido con ella, —soy la prueba de que en esta vida ningún asunto queda pendiente, todo se resuelve…—. Me deslizo cerca de ella cuando las supuestas virtudes de David me hacen quedar como el malo de la historia. —Él se aprovecha de mí— digo con toda inocencia, —las personas de «buen corazón» como dices, solo buscan sentirse bien consigo mismas. A él le gusta pensar que me está ayudando, la caridad tiene mucho de egocentrismo…— explico, —¿qué si consigo mi parte en esto? No me estoy aprovechando de él, ni nunca de nadie. Todos tenemos nuestros intereses mezquinos.
Dudo que ella no tenga los propios, es auror, los aurores hacen más que solo seguir órdenes. Tienen una razón por la que hacen lo que hacen, hay algo que los convence de que está bien joderse en otros, buscan el uniforme solo para hacerlo de manera legítima. Sé de eso porque me encontré con un par más de una vez en la vida, y la manera en la que pueden entusiasmarse con una pelea y en moler a los golpes a alguien, no me parece que se limite solo a tratar de que se aplique la ley. —¿Quién admite hoy en día así como así que tiene familia muggle? Les da vergüenza, ¿no?— suelto, más no sea para seguir echándole pestes a David, en esto sí tengo la seguridad por lo poco que conozco de su carácter de que si se lo calló, no fue por vergüenza. —Si están teniendo problemas de comunicación puedo, como el tercero en esta casa, hacer de mediador en una charla en la que nos sentemos los tres a hablar. Ustedes dos se sientan, yo me quedo levitando…— me corrijo, aunque no hace falta, puedo seguir escuchando sus conversaciones sin que se enteren y seguir entrometiéndome en lo que no se dicen, algo tengo que encontrar para entretenerme si voy a quedarme aquí.
—Te diré lo que sé sobre su abuela, pero quiero el cuarto de David. No me importa si duerme en el sillón o contigo, necesito mi propio espacio y privacidad. ¡Sin el perro!— pongo mis condiciones antes de seguir contestando a sus preguntas. —Su abuela era actriz, tenía muchos amigos. Llamó a la hija para decirle que había logrado esconderse con un contacto que tenía, quizá lo consiguió… y es cierto, los humanos están encontrándose. Seguro estuviste en el funeral de Niniadis, ¿no viste a Richter? Los que escaparon, los que se escondieron… van encontrándose— si tuviera un cuerpo de verdad, esta sensación de que se me hunde el estómago al pensar en mi madre y si algún día al menos Olivia logrará dar con ella, sería real. —Debe seguir buscándola, no sé… si tengo novedades, te avisaré— necesito que crea que me tiene de su lado, ¿no? Y no soy solo un fantasma inútil que está molestando a su perro.
Dudo que ella no tenga los propios, es auror, los aurores hacen más que solo seguir órdenes. Tienen una razón por la que hacen lo que hacen, hay algo que los convence de que está bien joderse en otros, buscan el uniforme solo para hacerlo de manera legítima. Sé de eso porque me encontré con un par más de una vez en la vida, y la manera en la que pueden entusiasmarse con una pelea y en moler a los golpes a alguien, no me parece que se limite solo a tratar de que se aplique la ley. —¿Quién admite hoy en día así como así que tiene familia muggle? Les da vergüenza, ¿no?— suelto, más no sea para seguir echándole pestes a David, en esto sí tengo la seguridad por lo poco que conozco de su carácter de que si se lo calló, no fue por vergüenza. —Si están teniendo problemas de comunicación puedo, como el tercero en esta casa, hacer de mediador en una charla en la que nos sentemos los tres a hablar. Ustedes dos se sientan, yo me quedo levitando…— me corrijo, aunque no hace falta, puedo seguir escuchando sus conversaciones sin que se enteren y seguir entrometiéndome en lo que no se dicen, algo tengo que encontrar para entretenerme si voy a quedarme aquí.
—Te diré lo que sé sobre su abuela, pero quiero el cuarto de David. No me importa si duerme en el sillón o contigo, necesito mi propio espacio y privacidad. ¡Sin el perro!— pongo mis condiciones antes de seguir contestando a sus preguntas. —Su abuela era actriz, tenía muchos amigos. Llamó a la hija para decirle que había logrado esconderse con un contacto que tenía, quizá lo consiguió… y es cierto, los humanos están encontrándose. Seguro estuviste en el funeral de Niniadis, ¿no viste a Richter? Los que escaparon, los que se escondieron… van encontrándose— si tuviera un cuerpo de verdad, esta sensación de que se me hunde el estómago al pensar en mi madre y si algún día al menos Olivia logrará dar con ella, sería real. —Debe seguir buscándola, no sé… si tengo novedades, te avisaré— necesito que crea que me tiene de su lado, ¿no? Y no soy solo un fantasma inútil que está molestando a su perro.
Mis cejas se mueven de manera que queda evidente lo que estoy pensando con eso de que ningún asunto queda pendiente, algo así como un ni tanto se me escapa de los labios, pero es más para mí que para él. En su lugar, me dedico a observarle cuando se me acerca dando vueltas y planeo tener mis ojos puestos sobre su figura todo el tiempo, si no fuera porque lo que dice me hace sacudir la cabeza en disconformidad. — Eso es egoísmo enmascarado — refuto enseguida, que parece que soy la defensora primaria de Dave, cuando lo primero que me gustaría hacer nada más que entre por la puerta es golpearlo. De alguna manera, siempre consigue que me ponga de su parte. — Créeme, me encantaría ser la persona que diga que David es solamente un farsante con alma de bonachón, pero por desgracia lo conozco lo suficiente como para saber que no es así, que él simplemente es así, y sí, me repatea tanto como a ti, que es su necesidad de ayudar a otros la que siempre lo meta en líos. — en este caso, la figura débil que le estrujó el corazón es este fantasma que anda dando vueltas por mi cocina, cuando para mí está bastante lejos de resultar un enclenque.
Bufo porque no necesito a una figura incorpórea sin vida que me diga lo que se tiene o no que decir en esta casa, mi mirada baja al suelo, no por otra cosa que molestia, mientras mis brazos se cruzan sobre mi pecho y doy unos pasos, adentrándome en la cocina puesto que me quedé cerca de la puerta por la sorpresa inesperada. — No tenemos problemas de comunicación, eso en primer lugar — le lanzo una miradita cargada de reproche — En segundo lugar, ¿por qué carajo nos andas espiando las conversaciones? ¿Qué has escuchado? — porque sí, me interesa saber qué de todas las cosas este fantasma se le ocurre espiar por puro entretenimiento, como si este apartamento fuera algo parecido a esos programas de televisión en donde encierran a unos cuantos y les ponen una camarita para luego reírse de lo que dicen o hacen. Así es como me siento ahora mismo con el acosador este, ¡que encima tiene la cara de atravesar paredes! A él le debe de resultar gracioso como Dave llega a casa para contarme todos sus dramas y problemas emocionales, mientras que yo me limito a amontonarlos en alguna parte de mi cuerpo.
— ¿Me explicas para lo que puede necesitar un fantasma una habitación, con la cama incluida? — se me hace inevitable no soltarlo, que de todas las cosas que vi y escuché hoy, el que tengamos un nuevo inquilino que encima se quiera adueñar de uno de los dormitorios se me hace lo más ridículo por el momento, lo próximo será que quiere darse baños dos veces al día. — Pues claro que vi a Richter — escupo con la molestia más notoria de todas mis contestaciones hacia el hombre sin vida, aunque no sea un ataque directo hacia su persona, sino a la que menciona y por la que me tengo que morder la lengua. — No hace falta, si tiene novedades, se las preguntaré yo misma, esta noche, además. — añado, así como decisión que tomo en el momento y que la voz firme me secunda. Luego pasará que me lo acabaré pensando, no diré nada y se lo escupiré como reproche la próxima vez que discutamos porque... no limpió el fregadero.
Bufo porque no necesito a una figura incorpórea sin vida que me diga lo que se tiene o no que decir en esta casa, mi mirada baja al suelo, no por otra cosa que molestia, mientras mis brazos se cruzan sobre mi pecho y doy unos pasos, adentrándome en la cocina puesto que me quedé cerca de la puerta por la sorpresa inesperada. — No tenemos problemas de comunicación, eso en primer lugar — le lanzo una miradita cargada de reproche — En segundo lugar, ¿por qué carajo nos andas espiando las conversaciones? ¿Qué has escuchado? — porque sí, me interesa saber qué de todas las cosas este fantasma se le ocurre espiar por puro entretenimiento, como si este apartamento fuera algo parecido a esos programas de televisión en donde encierran a unos cuantos y les ponen una camarita para luego reírse de lo que dicen o hacen. Así es como me siento ahora mismo con el acosador este, ¡que encima tiene la cara de atravesar paredes! A él le debe de resultar gracioso como Dave llega a casa para contarme todos sus dramas y problemas emocionales, mientras que yo me limito a amontonarlos en alguna parte de mi cuerpo.
— ¿Me explicas para lo que puede necesitar un fantasma una habitación, con la cama incluida? — se me hace inevitable no soltarlo, que de todas las cosas que vi y escuché hoy, el que tengamos un nuevo inquilino que encima se quiera adueñar de uno de los dormitorios se me hace lo más ridículo por el momento, lo próximo será que quiere darse baños dos veces al día. — Pues claro que vi a Richter — escupo con la molestia más notoria de todas mis contestaciones hacia el hombre sin vida, aunque no sea un ataque directo hacia su persona, sino a la que menciona y por la que me tengo que morder la lengua. — No hace falta, si tiene novedades, se las preguntaré yo misma, esta noche, además. — añado, así como decisión que tomo en el momento y que la voz firme me secunda. Luego pasará que me lo acabaré pensando, no diré nada y se lo escupiré como reproche la próxima vez que discutamos porque... no limpió el fregadero.
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Rasco mi mentón más no sea por el hábito del gesto, no me espero que a medias me lleve la contraria y a medias me otorgue la razón, lo único que me deja en claro es que nada de lo que diga va a influir en la idea que tiene de David y, no creo que sea cosa mía, si me sorprende es porque solía moverme en ambientes en los que desconfiabas incluso de aquel que te dio un lugar donde dormir la noche anterior. Nadie nunca tenía la mejor opinión sobre alguien, no éramos leales, cuidábamos nuestras palmas de no quemarlas al fuego por algún nombre. Hablar de otros, hacer correr rumores, también era costumbre para agitar las discordias. Rara vez te encuentras con alguien que te traza la línea invisible que te manda callar sobre cierta persona, que es como me lo tomo, lo único que tengo para decir es que no me incluya en eso de que “así como a mí” a ella le molesta que este chico termine metido en problemas. Allá él, que se mete donde se mete… —Es algo que tiene que aprender por su cuenta, ¿no? Un par de malas experiencias le enseñarán— le dejo esa tarea a los años que vendrán. —¿Qué hay de ti? ¿Malas experiencias?— indago con un vistazo que la recorre entera, porque no me dirán que los distritos pulcros del sur también les enseñan a cuidarse las espaldas, ¿o sí? Una vez escuché que incluso la gente con traje puede ser más sucia en sus mañas que un mendigo del norte.
Muestro mis manos con presunta inocencia al negar que haya problemas de comunicación en esa casa. —Solo era una observación, a veces hace falta que alguien de afuera lo note…— digo, no acabo de cerrar la idea que debo responder a su siguiente pregunta, porque me lo pone servido hago lo de mover las cejas para insinuar más de lo que en verdad pude haber escuchado. —No miran mucha televisión en este departamento como para tener con qué entretenerme, así que tuve que buscar otros pasatiempos y estas paredes…— me desplazo sobre los muebles de la cocina para poder enterrar mi brazo en un pedazo de la pared donde se puede apreciar bien que la niebla de la que estoy hecho me otorga estos beneficios, —no son tan gruesas, menos para un fantasma— lo digo como si la pared fuera mi cómodo punto de apoyo. —Ahora, sí quieres que te cuente todo lo que fui escuchando…— lo dejo ahí, que el perro hizo su parte al sacarme a ladridos de los lugares en los que no debía estar y es su culpa que me haya acostumbrado al encierro en la habitación de David, que ahora la quiero para mí.
—Hay algo que se llama privacidad, ¿crees que los fantasmas no lo tenemos por atravesando paredes? También nos gusta tener nuestros ratos a solas y poder pensar sin que nos molesten— son mis argumentos, cuando la razón sincera es que siendo fantasmas seguimos teniendo motivaciones mezquinas, seguimos queriendo cosas porque sí, por la simple posesión, por poder usar el «mío». Necesitaré al menos doscientos años para llegar a ese punto de iluminación que deben atribuir a los fantasmas sobre que no nos importa lo material, ¿disculpa, qué? Y para conseguirlo, son importantes las relaciones que se puedan estrechar. —Solo te estaba ofreciendo mi ayuda, ¿ser amigos?— lo he dicho antes, si pienso en la innumerable cantidad de personas a quienes les dije esas palabras, tenía muchos amigos en el norte, aunque no se sintió así a lo último. —Claro, pueden hablarlo esta noche…— el énfasis en la palabra es una de las libertades que me tomo como tercer inquilino, —pero en vistas de que vamos a vivir todos juntos, puedes considerarme tu amigo y siempre que necesites saber algo…— lo dejo sobreentendido.
Muestro mis manos con presunta inocencia al negar que haya problemas de comunicación en esa casa. —Solo era una observación, a veces hace falta que alguien de afuera lo note…— digo, no acabo de cerrar la idea que debo responder a su siguiente pregunta, porque me lo pone servido hago lo de mover las cejas para insinuar más de lo que en verdad pude haber escuchado. —No miran mucha televisión en este departamento como para tener con qué entretenerme, así que tuve que buscar otros pasatiempos y estas paredes…— me desplazo sobre los muebles de la cocina para poder enterrar mi brazo en un pedazo de la pared donde se puede apreciar bien que la niebla de la que estoy hecho me otorga estos beneficios, —no son tan gruesas, menos para un fantasma— lo digo como si la pared fuera mi cómodo punto de apoyo. —Ahora, sí quieres que te cuente todo lo que fui escuchando…— lo dejo ahí, que el perro hizo su parte al sacarme a ladridos de los lugares en los que no debía estar y es su culpa que me haya acostumbrado al encierro en la habitación de David, que ahora la quiero para mí.
—Hay algo que se llama privacidad, ¿crees que los fantasmas no lo tenemos por atravesando paredes? También nos gusta tener nuestros ratos a solas y poder pensar sin que nos molesten— son mis argumentos, cuando la razón sincera es que siendo fantasmas seguimos teniendo motivaciones mezquinas, seguimos queriendo cosas porque sí, por la simple posesión, por poder usar el «mío». Necesitaré al menos doscientos años para llegar a ese punto de iluminación que deben atribuir a los fantasmas sobre que no nos importa lo material, ¿disculpa, qué? Y para conseguirlo, son importantes las relaciones que se puedan estrechar. —Solo te estaba ofreciendo mi ayuda, ¿ser amigos?— lo he dicho antes, si pienso en la innumerable cantidad de personas a quienes les dije esas palabras, tenía muchos amigos en el norte, aunque no se sintió así a lo último. —Claro, pueden hablarlo esta noche…— el énfasis en la palabra es una de las libertades que me tomo como tercer inquilino, —pero en vistas de que vamos a vivir todos juntos, puedes considerarme tu amigo y siempre que necesites saber algo…— lo dejo sobreentendido.
— Hay gente que nunca aprende — murmuro de forma cortante, aunque no me refiero específicamente a Dave, sí que lo digo con cierto tono acusatorio hacia su persona, que parece que en estos últimos meses se ha dedicado a asuntos que, de enterarse una persona diferente a mí misma, lo meterían en graves problemas. ¿Tan mal está que no quiera que sus malas experiencias lo lleven por ese camino? Uno no se tropieza dos veces con la misma piedra, eso está claro, pero parece que mi amigo tiene cierta predilección por esa piedra y, en lugar de saltarla, se dedica a observarla e incluso tomarla. — Alguna que otra, pero no está entre mis planes contárselos a un fantasma que me espía por las noches y se mete en mi nevera cada vez que se encuentra aburrido. ¿No tienes familia que te ampare? — lo último lo dejo caer, tal como si nada, ¿por qué el moreno tiene que hacerse cargo de este? Bien podría hacerlo su familia si es que la tiene, y es por eso que no me toma tanto tiempo el preguntarlo.
Vaya que se me está haciendo largo el desayuno, menos mal que no entro a trabajar hasta dentro de unas horas y puedo permitirme observar como el susodicho atraviesa la pared de la cocina con su brazo a modo de demostración de lo gruesas que son. — Ah, disculpa, la próxima vez me aseguraré de dejar el televisor encendido, solo una pregunta, ¿tienes forma de pagar la factura? — esta vez soy yo la que se permite adoptar una postura más despreocupada, porque conozco la respuesta antes de que pueda dármela, podrá atravesar paredes y escuchar conversaciones ajenas, pero lo que se dice tareas normales no es que pueda hacerlas con funcionalidad. — No, no hace falta, tengo imaginación de sobra y me parece que tú también — comento, que escenarios hay miles como para tener a un fantasma representándolos en mi cocina.
— Pero para eso puedes utilizar perfectamente un baño — me quejo, ¿en serio está en discusión que vaya a ocupar una de las habitaciones de esta casa? Es que ni por encima de mi cadáver, incluso en esa forma me encargaría de eso. — No lo sé, Nikolaj, tiendo a poder estrecharles la mano a mis amigos — mi comentario tiene cierto resquicio de burla, lo reconozco, pero no sé qué otra cosa puede esperar de mí. Antes de que se acomode como tercer miembro de este departamento, alzo un dedo para hacer mi acotación — Eso aún está por decidirse, espera que no termine por lanzar las cosas de Dave por la ventana y entre esas marches con él — suspiro, quizá de manera algo exagerada, suena horrible decir que me he acostumbrado a aceptar sorpresas en esta casa. — Ya, ya — ruedo los ojos, que si quisiera saber algo, lo cierto es que no me ando con vueltas con la gente como otras personas hacen, lo preguntaría y problema resuelto, ¿para qué tanto drama?
Vaya que se me está haciendo largo el desayuno, menos mal que no entro a trabajar hasta dentro de unas horas y puedo permitirme observar como el susodicho atraviesa la pared de la cocina con su brazo a modo de demostración de lo gruesas que son. — Ah, disculpa, la próxima vez me aseguraré de dejar el televisor encendido, solo una pregunta, ¿tienes forma de pagar la factura? — esta vez soy yo la que se permite adoptar una postura más despreocupada, porque conozco la respuesta antes de que pueda dármela, podrá atravesar paredes y escuchar conversaciones ajenas, pero lo que se dice tareas normales no es que pueda hacerlas con funcionalidad. — No, no hace falta, tengo imaginación de sobra y me parece que tú también — comento, que escenarios hay miles como para tener a un fantasma representándolos en mi cocina.
— Pero para eso puedes utilizar perfectamente un baño — me quejo, ¿en serio está en discusión que vaya a ocupar una de las habitaciones de esta casa? Es que ni por encima de mi cadáver, incluso en esa forma me encargaría de eso. — No lo sé, Nikolaj, tiendo a poder estrecharles la mano a mis amigos — mi comentario tiene cierto resquicio de burla, lo reconozco, pero no sé qué otra cosa puede esperar de mí. Antes de que se acomode como tercer miembro de este departamento, alzo un dedo para hacer mi acotación — Eso aún está por decidirse, espera que no termine por lanzar las cosas de Dave por la ventana y entre esas marches con él — suspiro, quizá de manera algo exagerada, suena horrible decir que me he acostumbrado a aceptar sorpresas en esta casa. — Ya, ya — ruedo los ojos, que si quisiera saber algo, lo cierto es que no me ando con vueltas con la gente como otras personas hacen, lo preguntaría y problema resuelto, ¿para qué tanto drama?
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—No me meto en la nevera, hace frío…— replico. ¿Qué es lo que quiere? ¿Verme atrapado en un cubito de hielo? Lo que hago es echar un vistazo cada tanto por la costumbre. —Tengo una hermana— contesto con honestidad cuando me lo pregunta, —¿me prestas tu teléfono para poder llamarla?— con esa pregunta cargado de sarcasmo le hago saber que contactarla no está en la lista de cosas posibles, ni ella, ni yo, teníamos números fijos a los que llamar y luego de ¿dos años? de estar así, ¿qué le diría si puedo hablar con ella a través de un teléfono? Los segundos que tardara en la cuenta de mi condición de fantasma le habrían valido un infarto cardíaco. —No quiero ser una molestia para ella, bastante ha tenido que cargar conmigo— digo, por eso prefiero estar molestando a otras personas, está claro. —Y quiero resolver mis asuntos primero, antes de despedirme de ella— porque entonces sí, vendrá la balsa, la limusina, el mooncalf o lo que sea que te mandan desde el más allá para recogerte, una vez que resuelva mis pendientes por aquí.
Mi semblante cambia cuando mi ceja se arquea por el descaro que tiene de pedirme para las facturas. —Puedo conseguirlo, pero luego no preguntes de donde viene— le dejo en claro, que así como atravieso sus paredes, también puedo ir a la de los vecinos y unas pocas extorsiones en el edificio sobre morbosos secretos domésticos, puede dejarme dinero debajo de la puerta que la auror puede recoger cuando vuelva del trabajo, a ver si está conforme con mis maneras. —Espera, ¿estás ofreciéndome el baño? Ten cuidado con eso, luego no quiero que entren a molestar a la madrugada o que me interrumpan en mis meditaciones— digo, aunque no quiero el baño, ¡es incómodo! Tendré que contentarme con el sillón de la sala al final de cuentas y entrar en una nueva disputa con el perro. —Ese ha sido un golpe bajo…— contesto a su comentario maleducada sobre mi no-cuerpo. —¡Y de acuerdo! ¡Dejaré que lo hablen!— acepto con las palmas en alto, mejor a que Dave venga y ponga las cosas en su lugar, a que nos encuentre a mí y a todas las cosas en la acera, por lo visto con que pague la factura puedo quedarme y eso también se soluciona pidiéndole al chico que me preste dinero y ponga él un poco más para los servicios. —Te dejo que desayunes mientras yo— paso de ella para ir hacia el pasillo de las habitaciones, —muevo las cosas de David al baño— no tiene caso que entre por la puerta así que simplemente cruzo la pared.
Mi semblante cambia cuando mi ceja se arquea por el descaro que tiene de pedirme para las facturas. —Puedo conseguirlo, pero luego no preguntes de donde viene— le dejo en claro, que así como atravieso sus paredes, también puedo ir a la de los vecinos y unas pocas extorsiones en el edificio sobre morbosos secretos domésticos, puede dejarme dinero debajo de la puerta que la auror puede recoger cuando vuelva del trabajo, a ver si está conforme con mis maneras. —Espera, ¿estás ofreciéndome el baño? Ten cuidado con eso, luego no quiero que entren a molestar a la madrugada o que me interrumpan en mis meditaciones— digo, aunque no quiero el baño, ¡es incómodo! Tendré que contentarme con el sillón de la sala al final de cuentas y entrar en una nueva disputa con el perro. —Ese ha sido un golpe bajo…— contesto a su comentario maleducada sobre mi no-cuerpo. —¡Y de acuerdo! ¡Dejaré que lo hablen!— acepto con las palmas en alto, mejor a que Dave venga y ponga las cosas en su lugar, a que nos encuentre a mí y a todas las cosas en la acera, por lo visto con que pague la factura puedo quedarme y eso también se soluciona pidiéndole al chico que me preste dinero y ponga él un poco más para los servicios. —Te dejo que desayunes mientras yo— paso de ella para ir hacia el pasillo de las habitaciones, —muevo las cosas de David al baño— no tiene caso que entre por la puerta así que simplemente cruzo la pared.
¿Ofrecerme a buscar a su hermana para beneficio propio se considera altruista o egoísta? Porque en serio lo haría, si eso garantiza que tengo a este sujeto, fantasma, lo que sea, fuera de la casa. No, no es que me moleste en sí, porque técnicamente hablando, lleva meses viviendo en este apartamento y yo ni siquiera estaba enterada, pero es el hecho de tener una presencia que atraviesa paredes y cotillea conversaciones tan fácil como un chip de micrófono. Al menos este no tiene botón de grabado, no estaría tan segura de decir hasta qué punto puede recordar detalles sin importancia, pero sí puedo asegurar que no pasa por alto ninguno de los que tienen relevancia. — Si no está tu familia para soportarte, ¿en serio crees que exista alguien que lo hará? — no soy la mejor para decir eso, que siendo que no tengo experiencia en eso de mantener un vínculo sentimental con ninguno de mis padres, mucho menos después de lo ocurrido, no debería ser la primera en hablar. Mascullo algo parecido a que estaría genial que pudiera darse prisa en resolver esos asuntos, pero apenas creo que me escuche porque me muevo de manera que alcanzo un bol del estante de la cocina.
— Por mucho que vaya a sorprenderte, me he acostumbrado a no hacer demasiadas preguntas en esta casa — no más de las necesarias al menos, en cuanto pongo un pie fuera de la puerta de este piso, la cosa cambia, mi trabajo me lo pide y lo que no le pregunto a Dave sobre sus asuntos misteriosos me lo guardo para soltarle el interrogatorio a cualquier pobre infeliz que incumpla con el reglamento del país. No es sorpresa que la gente no le tenga mucha estima a los aurores. — No, no estaba ofreciéndote el baño. Estaba diciendo que hasta que arreglemos esto, puedes ocuparlo, solo hasta que se solucione, no es una invitación a que pases aquí el resto de tu… eternidad o lo que sea — aclaro, elevando un dedo para remarcarlo. Solo faltaba, que después del perro venga el fantasma con sus exigencias también, y ya esta casa puede quedar inaugurada para un programa de circo. ¿Cuándo desistí de vivir sola? Ruedo los ojos cuando desaparece de mi vista, lo mismo que pretendo hacer yo nada más me meta un puñado de cereales en la boca y pueda decir que he desayunado como corresponde, antes de partir por la puerta directa al trabajo, donde puedo despejar mis tensiones con un muñeco sin vida y no con el mismo Dave cuando los dos lleguemos para cenar.
— Por mucho que vaya a sorprenderte, me he acostumbrado a no hacer demasiadas preguntas en esta casa — no más de las necesarias al menos, en cuanto pongo un pie fuera de la puerta de este piso, la cosa cambia, mi trabajo me lo pide y lo que no le pregunto a Dave sobre sus asuntos misteriosos me lo guardo para soltarle el interrogatorio a cualquier pobre infeliz que incumpla con el reglamento del país. No es sorpresa que la gente no le tenga mucha estima a los aurores. — No, no estaba ofreciéndote el baño. Estaba diciendo que hasta que arreglemos esto, puedes ocuparlo, solo hasta que se solucione, no es una invitación a que pases aquí el resto de tu… eternidad o lo que sea — aclaro, elevando un dedo para remarcarlo. Solo faltaba, que después del perro venga el fantasma con sus exigencias también, y ya esta casa puede quedar inaugurada para un programa de circo. ¿Cuándo desistí de vivir sola? Ruedo los ojos cuando desaparece de mi vista, lo mismo que pretendo hacer yo nada más me meta un puñado de cereales en la boca y pueda decir que he desayunado como corresponde, antes de partir por la puerta directa al trabajo, donde puedo despejar mis tensiones con un muñeco sin vida y no con el mismo Dave cuando los dos lleguemos para cenar.
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