OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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Phoebe se lo debe oler, estoy seguro. Hace semanas que he estado masticando mi lengua, tratando de evitar el tema de conversación que nos lleve a hablar sobre lo que sucedió en el departamento de misterios. Es de público conocimiento que todos hemos estado bajo interrogatorios varios, en especial aquellos que nos hemos visto metidos dentro del trabajo de inefables, como si fuese nuestra culpa que un puñado de rebeldes se hubiese colado en las habitaciones que, se supone, eran las más seguras de todo el edificio. ¿Cómo ha ocurrido? No lo sé y, para ser sincero, no estoy muy interesado en ello. No cuando Magnar Aminoff apenas me ha dado un puñado de días para poner mi vida en orden antes de lanzarme en una búsqueda confidencial, una a la cual me han ligado por haber sido el único idiota descartable que escuchó esa maldita profecía. ¿Cómo le dices a tu esposa algo como esto? ¿Cómo buscas su apoyo, cuando esto incluye el dejarla sola con un bebé que apenas y se mantiene despierto un par de horas al día?
Hans lo sabe. Me ha preguntado ayer, en un murmullo que compartimos en uno de los ascensores, si ya he hablado con su hermana. No me sorprende en lo absoluto que no quiera hacerlo él, la manera en la cual frunce la nariz deja en evidencia de que no es su trabajo y, aún así, puedo decir que sabe tan bien como yo lo que todo esto significa. ¿Cómo decirle que no al enorme Magnar Aminoff, con su soberbia y su carisma, suficientes como para pasarte por encima porque sabes que rechazarle es lo peor que puedes hacer? Lo mejor que se me ocurre para esto es pedirle a Phoebe que vayamos a dar un paseo por la playa, este lugar en el cual le he pedido matrimonio, hace lo que ya parece una eternidad. El camino de piedras que la bordea apenas hace mecer el carro en el cual duerme Hayden, cubierto con una manta delgada que le permite saborear los calores de los primeros días de mayo. Doy gracias a que se mantiene ajeno a todo lo que ha estado sacudiendo a esta familia, que entre las noticias sobre los Powell y la invasión, la calma es algo que le envidio sanamente.
Me hago tronar los dedos en lo que nos movemos por el camino, demasiado nervioso como para siquiera querer pasar la mano por su cintura. Ya debe haberlo notado, apenas y he hablado desde que salimos desde la casa y estoy seguro de que debería haberme emocionado más sobre los balbuceos sin sentido de Denny — Phee… — interrumpo sin muchos ánimos y tomo algo de aire, cerrando los ojos. El mar nunca se sintió más calmo, lo cual es una ironía — Hay algo que tengo que decirte, pero sé que no va a gustarte y necesito que me escuches hasta el final — bien, tono calmo, a ver si se pone como loca. Por las dudas, me fijo si hay gente cerca de nosotros, pero la única señal de personas a la vista son una familia que se ven bastante lejos como para poder escucharnos — ¿Recuerdas que te dije que explotó una profecía en la pelea…? — una de la cual no le mencioné contenido, ni siquiera que ella misma la había hecho. Me rasco detrás de una oreja — Bueno… Resulta que decía algunas cosas que Magnar no le gustaron, en lo absoluto… Y yo la escuché claro, clarísimo… Así que quieren darme un trabajo especial. De esos que llevan tiempo… — y distancia, pero eso no se dice tan fácilmente.
Hans lo sabe. Me ha preguntado ayer, en un murmullo que compartimos en uno de los ascensores, si ya he hablado con su hermana. No me sorprende en lo absoluto que no quiera hacerlo él, la manera en la cual frunce la nariz deja en evidencia de que no es su trabajo y, aún así, puedo decir que sabe tan bien como yo lo que todo esto significa. ¿Cómo decirle que no al enorme Magnar Aminoff, con su soberbia y su carisma, suficientes como para pasarte por encima porque sabes que rechazarle es lo peor que puedes hacer? Lo mejor que se me ocurre para esto es pedirle a Phoebe que vayamos a dar un paseo por la playa, este lugar en el cual le he pedido matrimonio, hace lo que ya parece una eternidad. El camino de piedras que la bordea apenas hace mecer el carro en el cual duerme Hayden, cubierto con una manta delgada que le permite saborear los calores de los primeros días de mayo. Doy gracias a que se mantiene ajeno a todo lo que ha estado sacudiendo a esta familia, que entre las noticias sobre los Powell y la invasión, la calma es algo que le envidio sanamente.
Me hago tronar los dedos en lo que nos movemos por el camino, demasiado nervioso como para siquiera querer pasar la mano por su cintura. Ya debe haberlo notado, apenas y he hablado desde que salimos desde la casa y estoy seguro de que debería haberme emocionado más sobre los balbuceos sin sentido de Denny — Phee… — interrumpo sin muchos ánimos y tomo algo de aire, cerrando los ojos. El mar nunca se sintió más calmo, lo cual es una ironía — Hay algo que tengo que decirte, pero sé que no va a gustarte y necesito que me escuches hasta el final — bien, tono calmo, a ver si se pone como loca. Por las dudas, me fijo si hay gente cerca de nosotros, pero la única señal de personas a la vista son una familia que se ven bastante lejos como para poder escucharnos — ¿Recuerdas que te dije que explotó una profecía en la pelea…? — una de la cual no le mencioné contenido, ni siquiera que ella misma la había hecho. Me rasco detrás de una oreja — Bueno… Resulta que decía algunas cosas que Magnar no le gustaron, en lo absoluto… Y yo la escuché claro, clarísimo… Así que quieren darme un trabajo especial. De esos que llevan tiempo… — y distancia, pero eso no se dice tan fácilmente.
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Si he encontrado a mi esposo en un humor extraño las pasadas semanas no lo he dicho en voz alta, no sé hasta qué punto lo que ocurrió en el ministerio le ha llegado a afectar, porque tampoco es un tema de conversación que se demore mucho más que unos minutos en los que me doy cuenta que esquiva mis preguntas. Obviamente no puedo evitar otra cosa que sentirme curiosa al respecto, pero como sé de sobra que hay cosas personales sobre las que no debo meterme por mucho que quiera ayudar, me he conformado con tenerlo de regreso a casa con nosotros después de un evento desafortunado que no terminó especialmente bien para el gobierno. No seré quien lo diga, pero dice mucho de cómo están las cosas si un grupo de rebeldes del nueve consiguió colarse dentro del departamento de Misterios sin levantar sospechas hasta que ya fue demasiado tarde. Preguntarle a mi hermano tampoco ha servido de mucho al obtener una reacción parecida y, de alguna manera más conocida que extraña, tengo la sensación de que alguien me está ocultando algo.
Es una buena cosa que Charles escoja esta hora para salir a dar un paseo por la orilla de la playa, después de que la entrevista saliera por televisión hace apenas unos días lo que menos se me apetece es tener que cargar con grupos de periodistas a primera hora de la tarde, de modo que los últimos rayos de sol de día se sienten como un buen momento para despejar del día. No se siente como otros paseos igual, soy consciente de que hablo más de lo que mi marido me escucha y la actitud distante me hace querer preguntar si todo va bien, porque es evidente que mi propia cabeza no ayuda a la hora de imaginarse millones de escenarios por los que se encuentra de esta manera. No puedo evitar preguntarme si tiene que ver con el hecho de este nuevo formato de vida que hemos adoptado en los últimos dos meses, pues tampoco pude eludir el hecho de haberle escuchado hablar con su hermano sobre ciertos temas que me hubiera gustado pudiera tratar conmigo sin que exista ningún problema de por medio. Que sé de sobra que cambiar pañales nunca fue su sueño de vida, pero aun así…
Para distraer mi mente de esos pensamientos soy la que habla por excelencia, me pasa cuando noto cierta tensión en el ambiente y la charla se me hace la única salida por la cual el silencio no se vuelva incómodo. No freno el paso, pero sí reduzco la velocidad a la que voy arrastrando el carrito cuando Charles me interrumpe de la nada y mis ojos se dirigen hacia él al instante. — Si te cargaste un biberón puedes decírmelo, no tienes por qué… — hago el intento de bromear cuando empieza con esa frase tan seria, la sonrisa que se puede calificar como nerviosa pronto va disipándose hasta desaparecer, queda claro que no se trata de biberones, si acaso lo empeoro. Asiento con la cabeza porque recuerdo que la mencionó, aunque es de esas cosas sobre las que la información quedó a medias antes de cambiar de tema, me sorprende que quiera sacarlo a colación ahora. — ¿Y qué decía que no le gustó a Aminoff? — claro, clarísimo, me ahorro el preguntar por qué no dijo nada antes al respecto, así que tan solo me limito a asentir con la cabeza de forma que queda expresado que le estoy escuchando. — ¿Un trabajo especial, huh…? ¿Algo así como un proyecto nuevo? ¿Sobre qué? — me fijo en que Hayden se remueve en un lenguaje que he llegado a interpretar con el tiempo como que está incómodo y a punto de despertarse, por lo que me inclino hacia delante para colocarle el chupete con forma de elefante que hasta hace un rato tenía metido en la boca antes de quedarse profundamente dormido.
Es una buena cosa que Charles escoja esta hora para salir a dar un paseo por la orilla de la playa, después de que la entrevista saliera por televisión hace apenas unos días lo que menos se me apetece es tener que cargar con grupos de periodistas a primera hora de la tarde, de modo que los últimos rayos de sol de día se sienten como un buen momento para despejar del día. No se siente como otros paseos igual, soy consciente de que hablo más de lo que mi marido me escucha y la actitud distante me hace querer preguntar si todo va bien, porque es evidente que mi propia cabeza no ayuda a la hora de imaginarse millones de escenarios por los que se encuentra de esta manera. No puedo evitar preguntarme si tiene que ver con el hecho de este nuevo formato de vida que hemos adoptado en los últimos dos meses, pues tampoco pude eludir el hecho de haberle escuchado hablar con su hermano sobre ciertos temas que me hubiera gustado pudiera tratar conmigo sin que exista ningún problema de por medio. Que sé de sobra que cambiar pañales nunca fue su sueño de vida, pero aun así…
Para distraer mi mente de esos pensamientos soy la que habla por excelencia, me pasa cuando noto cierta tensión en el ambiente y la charla se me hace la única salida por la cual el silencio no se vuelva incómodo. No freno el paso, pero sí reduzco la velocidad a la que voy arrastrando el carrito cuando Charles me interrumpe de la nada y mis ojos se dirigen hacia él al instante. — Si te cargaste un biberón puedes decírmelo, no tienes por qué… — hago el intento de bromear cuando empieza con esa frase tan seria, la sonrisa que se puede calificar como nerviosa pronto va disipándose hasta desaparecer, queda claro que no se trata de biberones, si acaso lo empeoro. Asiento con la cabeza porque recuerdo que la mencionó, aunque es de esas cosas sobre las que la información quedó a medias antes de cambiar de tema, me sorprende que quiera sacarlo a colación ahora. — ¿Y qué decía que no le gustó a Aminoff? — claro, clarísimo, me ahorro el preguntar por qué no dijo nada antes al respecto, así que tan solo me limito a asentir con la cabeza de forma que queda expresado que le estoy escuchando. — ¿Un trabajo especial, huh…? ¿Algo así como un proyecto nuevo? ¿Sobre qué? — me fijo en que Hayden se remueve en un lenguaje que he llegado a interpretar con el tiempo como que está incómodo y a punto de despertarse, por lo que me inclino hacia delante para colocarle el chupete con forma de elefante que hasta hace un rato tenía metido en la boca antes de quedarse profundamente dormido.
De verdad, estoy más que agradecido con la intención de mi esposa de querer hacer bromas, hasta le dedico una sonrisa al respecto y todo. No puedo hacer otra cosa que mantenerme en silencio, viendo sus movimientos delicados para con nuestro hijo, ese mismo que funciona como ancla ahora mismo. Sé que tengo que moverme para que él tenga un futuro, pero siendo sincero, no estoy seguro de que el futuro que nos pinta nuestro presidente sea el que me gustaría para él. ¿Tendremos que hacer esto siempre? ¿Correr hacia el punto en el cual él nos direccione sin siquiera poner reproche? Entiendo que bajar la cabeza a veces es necesario, pero he visto a Hans hacerlo en varias oportunidades en estas semanas y no pude hacer otra cosa que pensar que me daba pena. ¿De qué sirve el poder y la elegancia, si otra persona te sacude un premio consuelo delante y tú bailas para conseguirlo? Es humillante. Yo no quiero acabar así.
Por ahora, si pretendo que Phoebe y Hayden no tengan problemas, ese es mi único camino. Me rasco la mejilla, apenas sintiendo los restos de una barba que aún no ha crecido después de haberme afeitado esta mañana — Pues… No, no es un proyecto nuevo — no sé por dónde empezar, me distraigo viendo la manera en la cual el bebé se remueve y, espero, que no se ponga a llorar — Esta profecía… Verás, no la comprendemos — hablo en plural, sí, pero no quiero dar nombres al respecto. De todos modos, creo que mi incomodidad me delata — Es muy ambigua. Habla de las personas que vendrán del norte, de alguien que le ha sido infiel a su familia, de un heredero y una paria… De que NeoPanem no será lo mismo en cuanto los frentes se crucen y estallen… — tomo el brazo de Phoebe con mucho cuidado, cerrando finalmente los dedos en su hombro — Phee, creemos que habla sobre esta guerra. No hay una señal clara, solo que… Todo fluirá cuando haya una mujer en el centro de NeoPanem y… Adivina qué — alzo las cejas — Ni Magnar Aminoff, ni Kendrick Black ni tu padre son mujeres. Si esa profecía se cumple, ninguno de ellos va a ganar la guerra. Y solo hay una mujer que podría jugar sus cartas… — no voy a mencionar el nombre de Stephanie Black, me produce una mala sensación en la boca, pero asumo que mi esposa no necesita la aclaración.
Dejo caer la mano, así ayudo a empujar el cochecito en lo que bajo, una vez más, la voz — No todas las profecías de esa habitación se cumplen. Muchas solo existen hasta que sus implicados siguen otro camino y acaban por evaporarse. Magnar quiere asegurarse de que ella muera, así puede concentrarse en jugar al ratón, al gato y al perro con los otros dos. Cubrir todos los frentes posibles, tú me entiendes — me relamo, echándole un rápido vistazo — Pero como soy el idiota que la escuchó y quiere mantenerlo en bajo perfil, como información confidencial… Pues me han asignado la tarea de ser quien la rastree. Y todos sabemos que su paradero es un total misterio — podría estar hasta en las colonias del otro continente, esto es una enorme incógnita.
Por ahora, si pretendo que Phoebe y Hayden no tengan problemas, ese es mi único camino. Me rasco la mejilla, apenas sintiendo los restos de una barba que aún no ha crecido después de haberme afeitado esta mañana — Pues… No, no es un proyecto nuevo — no sé por dónde empezar, me distraigo viendo la manera en la cual el bebé se remueve y, espero, que no se ponga a llorar — Esta profecía… Verás, no la comprendemos — hablo en plural, sí, pero no quiero dar nombres al respecto. De todos modos, creo que mi incomodidad me delata — Es muy ambigua. Habla de las personas que vendrán del norte, de alguien que le ha sido infiel a su familia, de un heredero y una paria… De que NeoPanem no será lo mismo en cuanto los frentes se crucen y estallen… — tomo el brazo de Phoebe con mucho cuidado, cerrando finalmente los dedos en su hombro — Phee, creemos que habla sobre esta guerra. No hay una señal clara, solo que… Todo fluirá cuando haya una mujer en el centro de NeoPanem y… Adivina qué — alzo las cejas — Ni Magnar Aminoff, ni Kendrick Black ni tu padre son mujeres. Si esa profecía se cumple, ninguno de ellos va a ganar la guerra. Y solo hay una mujer que podría jugar sus cartas… — no voy a mencionar el nombre de Stephanie Black, me produce una mala sensación en la boca, pero asumo que mi esposa no necesita la aclaración.
Dejo caer la mano, así ayudo a empujar el cochecito en lo que bajo, una vez más, la voz — No todas las profecías de esa habitación se cumplen. Muchas solo existen hasta que sus implicados siguen otro camino y acaban por evaporarse. Magnar quiere asegurarse de que ella muera, así puede concentrarse en jugar al ratón, al gato y al perro con los otros dos. Cubrir todos los frentes posibles, tú me entiendes — me relamo, echándole un rápido vistazo — Pero como soy el idiota que la escuchó y quiere mantenerlo en bajo perfil, como información confidencial… Pues me han asignado la tarea de ser quien la rastree. Y todos sabemos que su paradero es un total misterio — podría estar hasta en las colonias del otro continente, esto es una enorme incógnita.
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El chupete hace un buen funcionamiento al mantener la boca de Hayden ocupada en lo que vuelve a dormirse, ayudado por las olas que caen de fondo y producen un sonido calmo a nuestras espaldas que, junto con la personalidad heredada de su padre, lo dejan fuera de combate en apenas unos segundos. Es irónico que la paz que lo envuelve nada tenga que ver con la actitud que recibo de Charles. — Oh. — es lo único que digo, más bien como relleno y no como parte de la conversación, mientras mi marido se decide por aclararse en sus explicaciones, porque la verdad es que no estoy comprendiendo ni la mitad de lo que dice. Aun así, escucho, el tema de las profecías se me hace bastante conocido y no necesariamente porque me dedique a impartirlas. Se me hace extraño que, de todas las personas, sea mi marido el que adopte una opinión tan seria con respecto a esferas de cristal que nadie en este país se toma en serio.
Lo más raro, no obstante, ni siquiera es eso, sino la actitud que tomo yo al respecto. — Pero una profecía no tiene por qué cumplirse, ¿o me vas a decir que ahora de repente a Aminoff le interesa lo que tiene por decir un vidente? Probablemente esa sala esté repleta de profecías a las que no le ha prestado atención. ¿Qué tiene esta de diferente? — aparte de lo obvio y que dice después, me muerdo la lengua para no hacer ningún comentario al respecto. — De acuerdo, el problema es que Magnar tiene miedo de que sí ocurra, sigo sin entender a qué viene todo esto, o por qué tú... — porque yo asiento con la cabeza mientras voy empujando el carro de mi hijo, dando a entender que comprendo lo que me está diciendo cuando no creo que pueda estar más perdida en lo que esto tiene que ver con nosotros. Miro a mi esposo como si quisiera expresarle precisamente eso, pero sin llegar a utilizar palabras, a pesar de que son las suyas las que me hacen fruncir el ceño, todavía más confusa, si es que eso es posible llegados a este punto.
Aparto la mirada en un movimiento de negación hecho por mi cabeza, mi cerebro se las apaña para rechazar todo lo último y balbuceo la primera reacción, la única posible, sin apenas perder el ritmo. — Y tú ya dijiste que no, ¿cierto? — si añado lo último es por cortesía, no estoy en realidad preguntando, sino afirmando. — Porque dijiste que no, ¿verdad? — en mi cabeza no hay otra respuesta disponible pero aun así, mi mirada se va un instante hacia sus ojos en busca de una doble confirmación a pesar de regresarlos rápidamente al camino. Sin darme cuenta he aumentado la velocidad de mi paso. — Si escuchaste esa profecía fue por error, además de por estar defendiendo el ministerio, no vas a decir nada sobre ella, no nos interesa. No tomaste tu puesto para eso, ese no es tu trabajo, tu trabajo es estar aquí, con tu familia. — por si no fuera obvio por el bebé que hace un intento de mantenerse dormido bajo la manta.
Lo más raro, no obstante, ni siquiera es eso, sino la actitud que tomo yo al respecto. — Pero una profecía no tiene por qué cumplirse, ¿o me vas a decir que ahora de repente a Aminoff le interesa lo que tiene por decir un vidente? Probablemente esa sala esté repleta de profecías a las que no le ha prestado atención. ¿Qué tiene esta de diferente? — aparte de lo obvio y que dice después, me muerdo la lengua para no hacer ningún comentario al respecto. — De acuerdo, el problema es que Magnar tiene miedo de que sí ocurra, sigo sin entender a qué viene todo esto, o por qué tú... — porque yo asiento con la cabeza mientras voy empujando el carro de mi hijo, dando a entender que comprendo lo que me está diciendo cuando no creo que pueda estar más perdida en lo que esto tiene que ver con nosotros. Miro a mi esposo como si quisiera expresarle precisamente eso, pero sin llegar a utilizar palabras, a pesar de que son las suyas las que me hacen fruncir el ceño, todavía más confusa, si es que eso es posible llegados a este punto.
Aparto la mirada en un movimiento de negación hecho por mi cabeza, mi cerebro se las apaña para rechazar todo lo último y balbuceo la primera reacción, la única posible, sin apenas perder el ritmo. — Y tú ya dijiste que no, ¿cierto? — si añado lo último es por cortesía, no estoy en realidad preguntando, sino afirmando. — Porque dijiste que no, ¿verdad? — en mi cabeza no hay otra respuesta disponible pero aun así, mi mirada se va un instante hacia sus ojos en busca de una doble confirmación a pesar de regresarlos rápidamente al camino. Sin darme cuenta he aumentado la velocidad de mi paso. — Si escuchaste esa profecía fue por error, además de por estar defendiendo el ministerio, no vas a decir nada sobre ella, no nos interesa. No tomaste tu puesto para eso, ese no es tu trabajo, tu trabajo es estar aquí, con tu familia. — por si no fuera obvio por el bebé que hace un intento de mantenerse dormido bajo la manta.
— Básicamente, sí, es eso — ¿A qué otra cosa puede temerle un hombre que ya ha alcanzado el tenerlo todo? Pues perderlo, obviamente. Hay una sola que he visto que se repite en los líderes de este país o de cualquier parte de la historia y es que, cuanto más poder consumes, más quieres. No tengo la menor idea de lo que debe sentirse tener todo eso en tus manos, tanto que hasta una profecía incierta te hace paniquear al respecto, incluso cuando no tiene un nombre. Por lo demás, solo me quedo callado, tengo que morderme la lengua frente a la obvia desesperación de mi esposa a que le confirme que no he aceptado esta locura cuando los dos sabemos que es imposible — Phee… — murmuro — Yo… No hay nada que no quiera más que estar aquí, pero los dos sabemos que no se le dice que no a Magnar Aminoff — eso es algo que debería haberlo sabido desde un principio. ¿No tuvo ella que hacer un artículo oficial en contra de su padre, solo porque el gobierno ha decidido que su historia era lo suficientemente bonita como para difamar a Hermann? Nadie aquí tiene las manos limpias y ellos lo saben, ninguno puede decir que no. Les pertenecemos, siempre que encuentren una excusa y nosotros no tengamos la manera de contraatacar.
Y sé lo difícil que puede ser, lo complicado que debe resultar dentro de su cabeza. Lo único que puedo hacer, incluso cuando no sirve de nada, es tomar su mano, acaricio sus nudillos con una paz que no poseo en ninguna parte de mi cuerpo — A veces siento que el destino tiene un capricho conmigo. Cuando todo se encuentra en paz, siempre se hace con la manera de quitármela — mascullo — De entre todas las profecías que pudo haber tomado en esa habitación, Kendrick Black arrojó la bola de cristal que venía con tu nombre. Esas palabras salieron de tus labios, Phee… — lo digo con mucho cuidado, porque no tengo idea de cómo puede afectarle. Analizo su expresión con mis ojos, tratando de encontrar cualquier señal en ellos — Y siendo tu esposo, trataré de que no nos afecten. ¿Sabes que los únicos que pueden sacar las profecías de su lugar son aquellos involucrados en ella? Eso debería darte una idea de por qué al presidente esto le preocupa tanto… Si ella vuelve… Si los Black vuelven… — que se joda Magnar, lo que me preocupa es volver a un régimen que tampoco era aceptable y que seguramente nos empuje a la miseria — Phoebe, tu familia está ligada a la política de los Niniadis. No hay un futuro amable para nosotros si ella regresa.
Se mire por dónde se mire, los caminos se ven oscuros. Tomo su mano para acercarla a mis labios, dejo un beso en ella mientras la contraria sigue puesta en el carrito — Tendré cuidado, esa es mi promesa. Regresaré antes de que Hayden pueda siquiera recordar que me he ido — es mi única condición, incluso cuando todos sabemos que eso no depende de mí. Allá afuera hay un mundo salvaje, desconocido y yo tengo a mi favor el haber sobrevivido en el norte.
Y sé lo difícil que puede ser, lo complicado que debe resultar dentro de su cabeza. Lo único que puedo hacer, incluso cuando no sirve de nada, es tomar su mano, acaricio sus nudillos con una paz que no poseo en ninguna parte de mi cuerpo — A veces siento que el destino tiene un capricho conmigo. Cuando todo se encuentra en paz, siempre se hace con la manera de quitármela — mascullo — De entre todas las profecías que pudo haber tomado en esa habitación, Kendrick Black arrojó la bola de cristal que venía con tu nombre. Esas palabras salieron de tus labios, Phee… — lo digo con mucho cuidado, porque no tengo idea de cómo puede afectarle. Analizo su expresión con mis ojos, tratando de encontrar cualquier señal en ellos — Y siendo tu esposo, trataré de que no nos afecten. ¿Sabes que los únicos que pueden sacar las profecías de su lugar son aquellos involucrados en ella? Eso debería darte una idea de por qué al presidente esto le preocupa tanto… Si ella vuelve… Si los Black vuelven… — que se joda Magnar, lo que me preocupa es volver a un régimen que tampoco era aceptable y que seguramente nos empuje a la miseria — Phoebe, tu familia está ligada a la política de los Niniadis. No hay un futuro amable para nosotros si ella regresa.
Se mire por dónde se mire, los caminos se ven oscuros. Tomo su mano para acercarla a mis labios, dejo un beso en ella mientras la contraria sigue puesta en el carrito — Tendré cuidado, esa es mi promesa. Regresaré antes de que Hayden pueda siquiera recordar que me he ido — es mi única condición, incluso cuando todos sabemos que eso no depende de mí. Allá afuera hay un mundo salvaje, desconocido y yo tengo a mi favor el haber sobrevivido en el norte.
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Poco a poco, voy ralentizando el paso, hasta quedar parada en mitad del camino, sin mucho que decir. Por si no fuera evidente por la expresión de mi rostro, de mis ojos que no pueden quedarse quietos en lo que trato con todas mis fuerzas de centrarlos en sus pupilas, nada de ello dice que esté asimilando lo que me está diciendo. — No. — ¿acaso hay otra cosa que pueda salir de mis labios en este momento? — De ninguna manera, no. Me importa una mierda lo que quiera Aminoff, que busque a otra persona para hacerlo, ¿por qué tú? ¿por qué tienes que ser tú? — ni siquiera el contacto de su mano es capaz de tranquilizarme en lo que empiezo a escuchar el tono alterado de mi voz, ese que no dudo va a acelerarse cada vez más, casi como los latidos de mi corazón. En mi cabeza no hay otra respuesta posible y, de verdad, no entiendo como él se ha resignado a que sea la única opción posible. — No, así no será, hablaré con mi hermano, él lo solucionará, le respetan... — de aquella manera. Soy consciente que desde lo que ocurrió con Hermann, Hans no es necesariamente la persona favorita de Aminoff, pero también sé que, a su modo, le tienen cierto respeto. Y de todas las cosas que puedo llegar a ser, la que pide cosas de más no suele ser una de ellas, pero por una vez voy a hacer uso de la ventaja de tener a mi hermano dentro de las paredes del ministerio.
Tengo que encontrar la manera de apartar la mirada de su rostro, con los párpados medio cerrados, intentando pasar la saliva que de repente se siente como una piedra recién sacada del mar, dura y salada, imposible de tragar. No necesito que sea mi esposo el que me empiece a hablar de destinos, cuando es perfectamente consciente de que es tema de conversación que se sale por encima de nuestras capacidades. — ¿De qué estás hablando...? — ¿por qué, de entre todas las cosas que podía decir, tenía que decir precisamente eso? Que, de alguna manera inexplicable para mí, mi nombre tiene algo que ver con todo esto. — Charles... — el tono de mi voz es de advertencia, pero no sé muy bien hacia donde lo quiero dirigir, si es un aviso para que deje de hablar, o si lo es para mí misma. La mano que tengo libre aferra con fuerza el carrito donde irónicamente nuestro hijo sigue dormido, como si nada de esto le estuviera importunando y, en su mayor probabilidad, es así. Necesito que alguien me explique por qué independientemente de lo que haga o no haga, que viene siendo nada, siempre terminamos por salir afectados de una manera u de otra.
¿Por qué dice eso? ¿Por qué? Aparto la mano de sus labios, la mirada que le estoy dedicando debe plasmar con exactitud el dolor que siento ahora mismo por dentro y estoy segura de que las lágrimas amenazando con salir disparadas de mis ojos no deben de estar ayudando. — No vas a marcharte, Charles, lo dijimos, esta no es nuestra guerra. Vinimos hasta aquí precisamente para eso, para estar lejos de todo lo que tenga que ver con ella. — se lo recuerdo en caso de que se haya olvidado de eso, también lo hago con lo siguiente: — Tenemos un hijo, y no vas a dejarlo, no vas a dejarme sola, ni se te ocurra... — alzo una mano, pero no es para frenarle a él que ni siquiera está hablando, sino a mí misma cuando siento que me falta el aire y de alguna manera tengo que conseguir frenar lo que puede venirse si sigo pensando en lo que está proponiendo. — No vas a abandonarnos. — no es ninguna petición, es una obligación, que como madre de nuestro bebé, y su esposa, estoy en todo mi derecho de exigir que se cumpla. Y soy perfectamente consciente de que la elección de palabras no son las adecuadas, que con todo lo vivido decirlo así se siente casi como una crueldad, pero me da igual, haré y diré lo que sea para que no se aparte de mi lado.
Tengo que encontrar la manera de apartar la mirada de su rostro, con los párpados medio cerrados, intentando pasar la saliva que de repente se siente como una piedra recién sacada del mar, dura y salada, imposible de tragar. No necesito que sea mi esposo el que me empiece a hablar de destinos, cuando es perfectamente consciente de que es tema de conversación que se sale por encima de nuestras capacidades. — ¿De qué estás hablando...? — ¿por qué, de entre todas las cosas que podía decir, tenía que decir precisamente eso? Que, de alguna manera inexplicable para mí, mi nombre tiene algo que ver con todo esto. — Charles... — el tono de mi voz es de advertencia, pero no sé muy bien hacia donde lo quiero dirigir, si es un aviso para que deje de hablar, o si lo es para mí misma. La mano que tengo libre aferra con fuerza el carrito donde irónicamente nuestro hijo sigue dormido, como si nada de esto le estuviera importunando y, en su mayor probabilidad, es así. Necesito que alguien me explique por qué independientemente de lo que haga o no haga, que viene siendo nada, siempre terminamos por salir afectados de una manera u de otra.
¿Por qué dice eso? ¿Por qué? Aparto la mano de sus labios, la mirada que le estoy dedicando debe plasmar con exactitud el dolor que siento ahora mismo por dentro y estoy segura de que las lágrimas amenazando con salir disparadas de mis ojos no deben de estar ayudando. — No vas a marcharte, Charles, lo dijimos, esta no es nuestra guerra. Vinimos hasta aquí precisamente para eso, para estar lejos de todo lo que tenga que ver con ella. — se lo recuerdo en caso de que se haya olvidado de eso, también lo hago con lo siguiente: — Tenemos un hijo, y no vas a dejarlo, no vas a dejarme sola, ni se te ocurra... — alzo una mano, pero no es para frenarle a él que ni siquiera está hablando, sino a mí misma cuando siento que me falta el aire y de alguna manera tengo que conseguir frenar lo que puede venirse si sigo pensando en lo que está proponiendo. — No vas a abandonarnos. — no es ninguna petición, es una obligación, que como madre de nuestro bebé, y su esposa, estoy en todo mi derecho de exigir que se cumpla. Y soy perfectamente consciente de que la elección de palabras no son las adecuadas, que con todo lo vivido decirlo así se siente casi como una crueldad, pero me da igual, haré y diré lo que sea para que no se aparte de mi lado.
No quiero reírme de esta manera desganada, pero se me escapa sin que pueda contenerlo. ¿Realmente se está escuchando? Y lo sé, comprendo de dónde viene su enojo, su confusión, todas esas cosas que me asaltaron en los primeros días hasta que pude hacerme la idea. No quiero que me inunde la furia, una vez más, así que tengo que obligarme a respirar para no caer en la trampa de patalear sobre cosas que no puedo controlar — ¿Tu hermano? ¿Crees que Hans no está al tanto de esto? — podría decir que se me cae de los labios, pero tampoco puedo dejarle la falsa esperanza de que corra hacia él, cuando solo se chocará contra la pared — Phoebe, creo que conoces a tu hermano mucho menos de lo que crees. ¿Sabías que conoce ciertas ramas de la magia mental que jamás le he oído mencionar? Porque alguien tenía que meterse en mi cabeza a sacarme el recuerdo de la profecía, palabra por palabra… ¿O crees que Magnar Aminoff no utiliza esos talentos para su propio beneficio? El respeto que le tiene a tu hermano se basa en que le es útil — no solo por la magia que sepa o no controlar, sino también porque es listo, porque los civiles lo admiran y porque, además de todo, es un vínculo con uno de los terroristas más buscados del país. Magnar Aminoff es inteligente, es una de las pocas virtudes que le conozco — Antes de que digas o hagas algo, Hans ya intentó negociar. Buscó que envíen a un auror en mi lugar y lo único que ha ofrecido el presidente es una escolta, alguien que me cuide la espalda pero que no sepa en verdad lo que estamos haciendo. ¿O crees que quiere arriesgarse a que alguien más se entere que estaremos buscando a Stephanie Black? — como si no tuvieran suficientes problemas, como para añadir uno nuevo que pueda agitar los aires de los nuevos fanáticos de esa familia.
— Tú sabes de lo que estoy hablando… — es lo único que puedo contestar, porque la vida parece habernos conducido por caminos extraños hasta acabar en este punto, uno en el cual ninguno sabe muy bien cómo es que ha acabado golpeándonos cuando jamás quisimos ser parte de esto. Supongo que siempre estuvo latente, el gobierno está cerca de nosotros por ambas familias, la delincuencia se aferró como una mugre del pasado que no podemos borrar. Ni que diga mi nombre de esa manera me da una esperanza, solo puedo quedarme aquí, viendo como ella se derrumba sin poder hacer nada al respecto. La impotencia me obliga a morderme la punta de la lengua — Yo no… — ella ha apartado su mano, lo tomo como una invitación a no tocarla — No voy a abandonarlos. Tu hermano se ha ofrecido a ser mi contacto con el ministerio, podemos encontrar el modo de… Ni siquiera debería haberte dicho la verdad. Se supone que me habían dado la orden de meter una excusa sobre una estúpida investigación del departamento… — suspiro con fuerza, que podré no ser la persona más honesta de la faz de la Tierra pero hasta yo sé cuando parar — Pero necesito que me escuches. Phoebe, por favor, mírame… — que temo que vaya a golpearme si lo hace, pero necesito que lo haga.
Es mi urgencia la que me obliga a buscar sus ojos, tomándome el atrevimiento de tirar con cuidado de su mentón — No seré un fantasma. Encontraré el modo de reportarme y estar, de alguna manera, presente en tu vida. Volveré, no me importa lo que suceda ni a dónde me envíen. Pero como tu marido y padre de Denny, sé muy bien que tengo que elegir los caminos que sean la mejor opción para los tres. No diré que no a una orden que nos puede poner en un mal foco. Y cuando regrese, renunciaré al ministerio. Nos dedicaremos al bajo perfil. Compraremos una cabaña en el distrito siete y nadie podrá tocarnos. ¿Puedes confiar en mí, tan solo por un momento, por favor? — porque si no lo hace, marcharme será aún más doloroso. Necesito saber que estará bien, que seguirá entera, cuando somos más que una pareja. Esto es un equipo y no puedo jalar de la soga si no jala conmigo.
— Tú sabes de lo que estoy hablando… — es lo único que puedo contestar, porque la vida parece habernos conducido por caminos extraños hasta acabar en este punto, uno en el cual ninguno sabe muy bien cómo es que ha acabado golpeándonos cuando jamás quisimos ser parte de esto. Supongo que siempre estuvo latente, el gobierno está cerca de nosotros por ambas familias, la delincuencia se aferró como una mugre del pasado que no podemos borrar. Ni que diga mi nombre de esa manera me da una esperanza, solo puedo quedarme aquí, viendo como ella se derrumba sin poder hacer nada al respecto. La impotencia me obliga a morderme la punta de la lengua — Yo no… — ella ha apartado su mano, lo tomo como una invitación a no tocarla — No voy a abandonarlos. Tu hermano se ha ofrecido a ser mi contacto con el ministerio, podemos encontrar el modo de… Ni siquiera debería haberte dicho la verdad. Se supone que me habían dado la orden de meter una excusa sobre una estúpida investigación del departamento… — suspiro con fuerza, que podré no ser la persona más honesta de la faz de la Tierra pero hasta yo sé cuando parar — Pero necesito que me escuches. Phoebe, por favor, mírame… — que temo que vaya a golpearme si lo hace, pero necesito que lo haga.
Es mi urgencia la que me obliga a buscar sus ojos, tomándome el atrevimiento de tirar con cuidado de su mentón — No seré un fantasma. Encontraré el modo de reportarme y estar, de alguna manera, presente en tu vida. Volveré, no me importa lo que suceda ni a dónde me envíen. Pero como tu marido y padre de Denny, sé muy bien que tengo que elegir los caminos que sean la mejor opción para los tres. No diré que no a una orden que nos puede poner en un mal foco. Y cuando regrese, renunciaré al ministerio. Nos dedicaremos al bajo perfil. Compraremos una cabaña en el distrito siete y nadie podrá tocarnos. ¿Puedes confiar en mí, tan solo por un momento, por favor? — porque si no lo hace, marcharme será aún más doloroso. Necesito saber que estará bien, que seguirá entera, cuando somos más que una pareja. Esto es un equipo y no puedo jalar de la soga si no jala conmigo.
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Ahí está, lo suelta como si no fuera a resultar todavía más frustrante conocer la verdad que estaba esperando de la forma más brusca posible. Porque sé de sobre que mi hermano no es la persona que dice ser dentro del ministerio, que ahí donde yo me guardo ciertas cosas, Hans tiene su propia manera de aferrarse a sus secretos. Y de verdad que no necesitaba esto, no necesitaba saber que ha formado parte de nada de esto y que, por sobre todas las cosas que dijo sobre que iba a protegernos, terminó haciéndolo a medias, la parte que conviene. Queda en evidencia que hay algunas partes de esta familia que son prescindibles y se refleja en el resultado. Me siento traicionada, de tal manera que ni siquiera recibo su intento de rebajar la magnitud del problema, en mi cabeza solo hay espacio para la idea de que no esté aquí para cuidar de su hijo. — Entonces vámonos, vámonos, los tres juntos, a dónde sea, lejos de aquí. Te casaste conmigo, no puedes… Somos un equipo, lo has dicho cientos de veces, en las buenas y en las malas, dijiste que te quedarías conmigo, vámonos. — a estas alturas poco me importa que haya pasado de estar atónita y enfadada a encontrarme rogándole que no se marche, porque sé de primera mano que las personas que deciden irse, no vuelven.
No, no sé de lo que está hablando, ni sé por qué tendría que saberlo, cuando en estos últimos meses nos hemos dedicado a mantener ese bajo perfil que todo el mundo en este tiempo quiere mantener si desea tener la cabeza sobre los hombros. Y nosotros lo hemos hecho, ¿por qué entonces, tienen que azotarnos con esto? Me niego a pensar que lo que sale de su boca es la única solución, cuando lo cierto es que no estoy escuchando ni la mitad de lo que está diciendo. Ni siquiera me sorprende que Hayden empiece a removerse debajo de la manta, para él es tan incómodo como lo puede ser para mí tener que estar escuchando todo esto, pues, por una cosa u por la otra, ninguno está haciendo el esfuerzo de querer entender lo que sucede. — Es un error, fue un error, no tenías por qué haber escuchado la profecía, eso se puede entender, tú no tienes la culpa. Tú solo... — solo estaba haciendo su trabajo, es lo que me gustaría añadir a toda esa demostración de cómo se ve alguien que empieza a perder la cabeza, pero se me corta la voz a mitad de la frase y ni siquiera encuentro la motivación para seguir.
No puedo, sé que me rompo cuando me obliga a mirarlo a los ojos y puedo sentir cada parte de mi cuerpo perdiéndose en la debilidad, para cuando consigo hablar las lágrimas ya se están acumulando en mis mejillas. — Pero no quiero que vuelvas, quiero que te quedes, necesito que te quedes. Charles, por favor... no puedes hacerme esto, no quieres hacerme esto. Por favor... — la compostura es algo que desconozco cuando rompo la distancia para posar mis manos sobre su pecho, pero la angustia me lleva a moverlas hacia sus hombros en una caricia nerviosa, subiendo una de ellas hasta su nuca en el intento de buscar que sus ojos no se despeguen de los míos. Ninguna de sus promesas me valen para tratar de suprimir la ansiedad que me recorre entera. — Te lo estoy pidiendo como tu esposa, te lo ruego... por lo que más quieras, no puedes dejarme, no sé funcionar si no estás a mi lado. Te necesito conmigo, eres... — haría un intento de explicarle todo lo que es para mí y lo mucho que necesito de su persona, para absolutamente todo y no puedo decir que me sienta orgullosa de la dependencia, porque ninguna dependencia termina siendo beneficiosa, pero esta es la única que sí lo hace. Porque él sabe tan bien como yo que sin él para guiarme soy un desastre, que no existe nadie que me haya apoyado como lo ha hecho él. Y lo necesito conmigo si pretendemos sacar adelante a nuestro hijo, no puede simplemente desaparecer. Resumo mi súplica cuando mis labios buscan los suyos, quizá en un gesto desesperado, de que no me rechace. — Por favor
No, no sé de lo que está hablando, ni sé por qué tendría que saberlo, cuando en estos últimos meses nos hemos dedicado a mantener ese bajo perfil que todo el mundo en este tiempo quiere mantener si desea tener la cabeza sobre los hombros. Y nosotros lo hemos hecho, ¿por qué entonces, tienen que azotarnos con esto? Me niego a pensar que lo que sale de su boca es la única solución, cuando lo cierto es que no estoy escuchando ni la mitad de lo que está diciendo. Ni siquiera me sorprende que Hayden empiece a removerse debajo de la manta, para él es tan incómodo como lo puede ser para mí tener que estar escuchando todo esto, pues, por una cosa u por la otra, ninguno está haciendo el esfuerzo de querer entender lo que sucede. — Es un error, fue un error, no tenías por qué haber escuchado la profecía, eso se puede entender, tú no tienes la culpa. Tú solo... — solo estaba haciendo su trabajo, es lo que me gustaría añadir a toda esa demostración de cómo se ve alguien que empieza a perder la cabeza, pero se me corta la voz a mitad de la frase y ni siquiera encuentro la motivación para seguir.
No puedo, sé que me rompo cuando me obliga a mirarlo a los ojos y puedo sentir cada parte de mi cuerpo perdiéndose en la debilidad, para cuando consigo hablar las lágrimas ya se están acumulando en mis mejillas. — Pero no quiero que vuelvas, quiero que te quedes, necesito que te quedes. Charles, por favor... no puedes hacerme esto, no quieres hacerme esto. Por favor... — la compostura es algo que desconozco cuando rompo la distancia para posar mis manos sobre su pecho, pero la angustia me lleva a moverlas hacia sus hombros en una caricia nerviosa, subiendo una de ellas hasta su nuca en el intento de buscar que sus ojos no se despeguen de los míos. Ninguna de sus promesas me valen para tratar de suprimir la ansiedad que me recorre entera. — Te lo estoy pidiendo como tu esposa, te lo ruego... por lo que más quieras, no puedes dejarme, no sé funcionar si no estás a mi lado. Te necesito conmigo, eres... — haría un intento de explicarle todo lo que es para mí y lo mucho que necesito de su persona, para absolutamente todo y no puedo decir que me sienta orgullosa de la dependencia, porque ninguna dependencia termina siendo beneficiosa, pero esta es la única que sí lo hace. Porque él sabe tan bien como yo que sin él para guiarme soy un desastre, que no existe nadie que me haya apoyado como lo ha hecho él. Y lo necesito conmigo si pretendemos sacar adelante a nuestro hijo, no puede simplemente desaparecer. Resumo mi súplica cuando mis labios buscan los suyos, quizá en un gesto desesperado, de que no me rechace. — Por favor
— ¿Acaso estás demente? — no puedo evitar preguntarlo, se me quiebra la boca en una risa irónica y casi muda — No voy a llevarlos conmigo. ¡Hayden es demasiado pequeño como para soportar un viaje de esta manera! No voy a… No serán unas vacaciones, es un trabajo prácticamente de incógnito. Ustedes estarán mucho más seguros aquí — no le voy a decir lo que ya sabe. No le recordaré que nadie ha visto a Stephanie en mucho tiempo y que preguntar por su nombre será peligroso, vaya a saber en qué sitios tendré que meterme y no será algo que haré arriesgando el cuello de las dos personas que más me importan. Es una negativa rotunda, lo dejo en claro con un meneo de mi cabeza, ese que busca silenciar sus palabras. Yo sé que es un error, intenté remendarlo y no hubo manera. Jamás he sido el epítome del optimismo, pero sé muy bien cuando ser realista. Magnar ya colocó su tablero y si pretendo que mi casa siga en su lugar cuando yo regrese, es mejor que mueva las fichas que más le gustan.
Me siento débil a pesar de mis intentos de parecer firme al respecto. Sus manos recorriendo mi cuerpo con cierta desesperación me hacen balancear mi peso hacia atrás, como si el alejarme me mantuviese cuerdo. Murmuro su nombre, pero se pierde en la manera que tiene de besarme, un gesto al que siempre correspondo con gusto y que ahora mismo se siente como una tortura. Mis manos se colocan en sus mejillas, en un principio para tenerla, luego para ser capaz de separarla sin sentir que estoy siendo demasiado brusco para con ella — No puedo. Tú sabes que no puedo… — murmuro — No es como si… No tengo otra opción, Phee… No tenemos la clase de presidente que nos permite negociar, incluso cuando lo intentamos. Debo hacer esto, por todos nosotros, por nuestro hogar… — ese que a estas alturas no sé cuánto tiempo más va a poder estar de pie, no con todo lo que está pasando.
El gorjeo incómodo me indica que Hayden se ha despertado y no hace otra cosa que retorcerse en el cochecito, removiendo la sábana con su incómodo pseudo silencio. Me obliga a soltar a su madre para poder acariciar su mejilla suave y redonda, tratando de brindarle una calma que yo no siento — Pero te equivocas… — acabo asegurando con voz suave — Tú sí sabes funcionar sin mí, lo hiciste por mucho tiempo. Necesito que seas esa Phoebe, ahora más que nunca. Las cosas se pondrán feas y todos lo saben, solo están jugando a tener el control porque no tienen idea de cómo frenar un avance que es inevitable. Solo necesito que me prometas… — sin apartar los dedos de mi hijo, ladeo la cabeza para poder mirarla — Phee, necesito que me jures que mantendrás a salvo a nuestro hijo y a ti misma. No sé cuánto tiempo estaré fuera… Pero necesito hacerlo sabiendo que, cuando regrese, ustedes dos estarán bien. ¿Puedes hacer eso por mí?
Me siento débil a pesar de mis intentos de parecer firme al respecto. Sus manos recorriendo mi cuerpo con cierta desesperación me hacen balancear mi peso hacia atrás, como si el alejarme me mantuviese cuerdo. Murmuro su nombre, pero se pierde en la manera que tiene de besarme, un gesto al que siempre correspondo con gusto y que ahora mismo se siente como una tortura. Mis manos se colocan en sus mejillas, en un principio para tenerla, luego para ser capaz de separarla sin sentir que estoy siendo demasiado brusco para con ella — No puedo. Tú sabes que no puedo… — murmuro — No es como si… No tengo otra opción, Phee… No tenemos la clase de presidente que nos permite negociar, incluso cuando lo intentamos. Debo hacer esto, por todos nosotros, por nuestro hogar… — ese que a estas alturas no sé cuánto tiempo más va a poder estar de pie, no con todo lo que está pasando.
El gorjeo incómodo me indica que Hayden se ha despertado y no hace otra cosa que retorcerse en el cochecito, removiendo la sábana con su incómodo pseudo silencio. Me obliga a soltar a su madre para poder acariciar su mejilla suave y redonda, tratando de brindarle una calma que yo no siento — Pero te equivocas… — acabo asegurando con voz suave — Tú sí sabes funcionar sin mí, lo hiciste por mucho tiempo. Necesito que seas esa Phoebe, ahora más que nunca. Las cosas se pondrán feas y todos lo saben, solo están jugando a tener el control porque no tienen idea de cómo frenar un avance que es inevitable. Solo necesito que me prometas… — sin apartar los dedos de mi hijo, ladeo la cabeza para poder mirarla — Phee, necesito que me jures que mantendrás a salvo a nuestro hijo y a ti misma. No sé cuánto tiempo estaré fuera… Pero necesito hacerlo sabiendo que, cuando regrese, ustedes dos estarán bien. ¿Puedes hacer eso por mí?
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— No hablaba de… — niego con la cabeza de un lado a otro en un movimiento tan leve que apenas se aprecia, apretando los párpados. — Tú mismo lo has dicho, no importa lo que hagamos siempre nos van a imponer que demos más. — más de lo que, en la mayoría de los casos, podemos ser capaces a dar sin perder la cabeza en el proceso. — ¿Seguros aquí? ¿Cómo, exactamente? Dímelo, por favor, cómo voy a hacerlo todo sola sin que tú estés aquí, cuando hay tantas cosas que yo no puedo… — la angustia que se acumula en mi garganta no me da para terminar la frase, de solo pensar en todos los factores que se salen de mis capacidades y que no puedo controlar, porque no dependen de mí, sino de las personas que se dedican a creer que el mundo es suyo. Esas incluyen a gente como mi padre, Aminoff a quién es evidente no le puedo derrochar más odio ahora mismo, rebeldes que se cuelan en un lugar que se supone es seguro y, para colmo, personas que antes figuraban como enemigos públicos patrullando calles como si nada. ¿Cómo, entonces, voy a sostener por mi cuenta lo que firmamos que haríamos juntos?
Me aparta, eso hace que todavía me sienta más ajena a una decisión que al parecer ya tomó mucho antes de que yo pudiera ser consciente de que algo iba mal y sé que hay algo dentro de mí que se rompe, por fuera cada parte de mi cuerpo tiembla. En mi rostro se debe plasmar lo dolida que me siento por que diga esas palabras, cuando sabe de sobra que no deseo ser esa Phoebe, cuando esa solo era miserable y ya lo fue por mucho tiempo, que me pida algo que debería dar por hecho me duele a niveles que no soy capaz a explicar con palabras, eso es evidente cuando lo ignoro para llevar la mirada hacia nuestro hijo. — Eso no es algo que tengas que pedirme, como si no lo hiciera cada día, daría la vida por nuestro hijo y mantenerlo a salvo es mi tarea, lo he sabido desde mucho antes de que naciera. Nunca haría nada que pudiera perjudicarlo. — no hubiera esperado que fuera necesario decir esas palabras en voz alta, cuando solo mirarlo me hace pensar que no me importa lo que ocurra conmigo siempre que pueda conseguir protegerlo.
No tengo la menor idea de como puedo inclinarme para rodear el cuerpo de Hayden con mis manos y acercarlo a mi cuerpo, sosteniéndolo en mis brazos mientras se retuerce y sé de sobra que sus balbuceos son un indicador de que se va a poner a llorar si no llego a calmarlo. Para mi propia desgracia no creo que sirva de mucho la sensación ansiosa que me recorre el cuerpo para tranquilizarlo, una de mis manos atrapa la suya tan pequeña que cuando levanto la mirada hacia mi esposo puedo sentir el acúmulo de agua en mis pestañas. — ¿Es esto, entonces? Nos vas a dejar. — busco alguna señal en sus ojos de que todavía guarde cierta esperanza en cambiar de opinión — ¿No hay nada, absolutamente nada, que pueda hacer para que te quedes? ¿Nada de lo que diga será suficiente para que no me dejes? — parpadeo, pero solo una lágrima cae recorriendo mi mejilla hasta perderse en el suelo, al parecer nunca es suficiente. El bebé en mis brazos me recuerda por quién estoy haciendo esto. — Ni siquiera tienes que hacerlo por mí, hazlo por tu hijo, por favor… Tu hijo te necesita, Hayden necesita a su padre, tienes que estar ahí, para él. — porque si se va, pasarán los días y su padre no estará para verlo crecer, porque si se va, estará haciendo lo que otros hicieron, lo que prometió que nunca haría.
Me aparta, eso hace que todavía me sienta más ajena a una decisión que al parecer ya tomó mucho antes de que yo pudiera ser consciente de que algo iba mal y sé que hay algo dentro de mí que se rompe, por fuera cada parte de mi cuerpo tiembla. En mi rostro se debe plasmar lo dolida que me siento por que diga esas palabras, cuando sabe de sobra que no deseo ser esa Phoebe, cuando esa solo era miserable y ya lo fue por mucho tiempo, que me pida algo que debería dar por hecho me duele a niveles que no soy capaz a explicar con palabras, eso es evidente cuando lo ignoro para llevar la mirada hacia nuestro hijo. — Eso no es algo que tengas que pedirme, como si no lo hiciera cada día, daría la vida por nuestro hijo y mantenerlo a salvo es mi tarea, lo he sabido desde mucho antes de que naciera. Nunca haría nada que pudiera perjudicarlo. — no hubiera esperado que fuera necesario decir esas palabras en voz alta, cuando solo mirarlo me hace pensar que no me importa lo que ocurra conmigo siempre que pueda conseguir protegerlo.
No tengo la menor idea de como puedo inclinarme para rodear el cuerpo de Hayden con mis manos y acercarlo a mi cuerpo, sosteniéndolo en mis brazos mientras se retuerce y sé de sobra que sus balbuceos son un indicador de que se va a poner a llorar si no llego a calmarlo. Para mi propia desgracia no creo que sirva de mucho la sensación ansiosa que me recorre el cuerpo para tranquilizarlo, una de mis manos atrapa la suya tan pequeña que cuando levanto la mirada hacia mi esposo puedo sentir el acúmulo de agua en mis pestañas. — ¿Es esto, entonces? Nos vas a dejar. — busco alguna señal en sus ojos de que todavía guarde cierta esperanza en cambiar de opinión — ¿No hay nada, absolutamente nada, que pueda hacer para que te quedes? ¿Nada de lo que diga será suficiente para que no me dejes? — parpadeo, pero solo una lágrima cae recorriendo mi mejilla hasta perderse en el suelo, al parecer nunca es suficiente. El bebé en mis brazos me recuerda por quién estoy haciendo esto. — Ni siquiera tienes que hacerlo por mí, hazlo por tu hijo, por favor… Tu hijo te necesita, Hayden necesita a su padre, tienes que estar ahí, para él. — porque si se va, pasarán los días y su padre no estará para verlo crecer, porque si se va, estará haciendo lo que otros hicieron, lo que prometió que nunca haría.
— Puedes hacerlo. Viviste mucho tiempo sin mí como para poder hacerlo un poco más — intento no sonar brusco, pero en verdad necesito que en este momento sea la Phoebe que ha sabido moverse sola, tratando de encontrarse en un mundo que cada vez es más oscuro, cuya esperanza todos los días se apaga un poco más incluso cuando los bebés siguen naciendo. A veces cuesta verle un final a este camino, no cuando hace tanto tiempo las razas han peleado por levantarse sobre la otra. Siento que la cuerda se ha tensado tanto que está pronta a romperse, pero temo que todos caigamos con ella. Mis ojos se van a nuestro hijo, una vez más — Sé que no lo harías y confío en que sabrás protegerlo — una de las mayores fortalezas de Phoebe siempre ha sido su amor, uno que parece ser demasiado grande como para soportarlo dentro de su propio cuerpo. A veces, creo también que es una debilidad.
Se abraza al bebé, ese que poco a poco comienza a despertar y a emitir los sonidos que pocas veces produce, que se ha ganado fama de flojo y dormilón. Lo que me toma por sorpresa es la manera que tiene de ver las cosas, por un momento la observo como si no la hubiera escuchado bien y tengo que tomarme un momento antes de hablar — ¿Me estás acusando de esto? ¿Crees que yo lo hubiera elegido? ¿Crees que es lo que quiero? — no puedo evitar soltarlo, no muy preocupado por calmar el ambiente o la inquietud de Denny — Phoebe, estoy haciendo esto porque no tengo otra opción, porque es la manera que tengo de asegurarme que Magnar no se pondrá en contra de nosotros, una vez más. Porque planeo que nuestra familia siga de pie cuando todo esto se termine. ¿O acaso quieres que…? ¡No tengo otra alternativa! — resoplo, demostrando mi frustración en lo que me rasco la cabeza con impaciencia — Necesito que seas un apoyo en este momento, como lo he sido yo para ti en muchas otras ocasiones y no que me andes acusando de… Sabes mejor que nadie que no me interesan las guerras — mis peleas estaban en los bares oscuros donde ella me conoció y mi atención a los dilemas del gobierno jamás me importaron, porque me acercaban a la madre que tanto me reprochaba tener. Me fuerzo a mirarla a los ojos, aunque hago tronar mi mandíbula — Este es el momento en nuestro matrimonio en el cual voy a pedirte que me apoyes, porque necesito saber que estaré regresando a ti cuando todo esto termine.
Se abraza al bebé, ese que poco a poco comienza a despertar y a emitir los sonidos que pocas veces produce, que se ha ganado fama de flojo y dormilón. Lo que me toma por sorpresa es la manera que tiene de ver las cosas, por un momento la observo como si no la hubiera escuchado bien y tengo que tomarme un momento antes de hablar — ¿Me estás acusando de esto? ¿Crees que yo lo hubiera elegido? ¿Crees que es lo que quiero? — no puedo evitar soltarlo, no muy preocupado por calmar el ambiente o la inquietud de Denny — Phoebe, estoy haciendo esto porque no tengo otra opción, porque es la manera que tengo de asegurarme que Magnar no se pondrá en contra de nosotros, una vez más. Porque planeo que nuestra familia siga de pie cuando todo esto se termine. ¿O acaso quieres que…? ¡No tengo otra alternativa! — resoplo, demostrando mi frustración en lo que me rasco la cabeza con impaciencia — Necesito que seas un apoyo en este momento, como lo he sido yo para ti en muchas otras ocasiones y no que me andes acusando de… Sabes mejor que nadie que no me interesan las guerras — mis peleas estaban en los bares oscuros donde ella me conoció y mi atención a los dilemas del gobierno jamás me importaron, porque me acercaban a la madre que tanto me reprochaba tener. Me fuerzo a mirarla a los ojos, aunque hago tronar mi mandíbula — Este es el momento en nuestro matrimonio en el cual voy a pedirte que me apoyes, porque necesito saber que estaré regresando a ti cuando todo esto termine.
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¿Puedo hacerlo? Quizás pueda hacerlo, pero eso no significa que quiera, aunque en este caso parezca una cuestión de deber más que de querer, y es lo que en mi caso hace que esa tarea se vuelva complicada dentro de mi mente. Por contrariedad a lo que mi esposo quiere creer, no soy una persona fuerte, me he dejado caer demasiadas ocasiones, siempre he necesitado de alguien que me sostenga. Por eso mismo me aferro a mi hijo cuando parece que es lo único que se mantiene firme, lo cual es irónico siendo que debería ser yo la persona que está para recomponerlo cuando se caiga, en realidad es quien me sostiene a mí misma sobre mis dos pies en este momento de debilidad. Quizá lo que más me preocupa, es que alguien tenga una confianza en mí que yo sé que no tengo sobre mí misma, no con respecto a mi propio hijo, sé que no permitiría que alguien le pusiera una mano encima, hablo de lo que yo puedo hacer para mantenerme entera cuando nunca he sido muy buena recogiendo los trozos que van quedando de nosotros.
— ¡No te estaba acusand...! Yo solo quiero que... — no deseo entrar en el mismo juego, cuando puedo sentir como la discusión no solo nos está alterando a nosotros como nunca antes, sino al bebé en mis brazos, quien pronto tose en una especie de llanto que trato de frenar balanceando su cuerpo suavemente. Acerco mi cabeza a su rostro para besar su frente y comenzar un siseo que lo calme antes de que se vuelva peor, pero como la única cosa que sé hacer bien y que parece ser la necesaria en este momento para que los gritos dejen de incomodarlo, cedo. — Perdón, lo lamento... Yo nunca quise decir que no... — son disculpas que van dirigidas hacia los dos hombres de mi familia a pesar de mantener la vista fijada en el menor de ellos, porque sé a ciencia cierta que si me pongo a mirar a mi esposo no sería capaz de hacerlo, no porque no lo sienta, sino porque es precisamente lo que se supone que debo y no quiero hacer. Pero como en toda persona débil, la desesperación se convierte en arrastre. — Charles, te quiero, te necesito en mi vida, lo que me estás pidiendo... me estás pidiendo algo que es demasiado para mí. — porque si me conoce tan bien como dice hacer, tiene que ser consciente de que nada de esto me va a convertir en una persona cuerda. — Tú sabes que yo te apoyo, que siempre lo voy a hacer, eres mi esposo, yo... — admiro su capacidad para que le salgan las palabras, incluso cuando sea para decir esas, yo siento que el shock todavía no ha salido de mi cuerpo. — Dime qué necesito hacer, qué tengo que hacer para demostrártelo — algo que, por favor, no incluyan las condiciones que me está pidiendo, incluso cuando puedo sentir al levantar la mirada hacia sus ojos, que no habrá nada que lo haga cambiar de opinión.
— ¡No te estaba acusand...! Yo solo quiero que... — no deseo entrar en el mismo juego, cuando puedo sentir como la discusión no solo nos está alterando a nosotros como nunca antes, sino al bebé en mis brazos, quien pronto tose en una especie de llanto que trato de frenar balanceando su cuerpo suavemente. Acerco mi cabeza a su rostro para besar su frente y comenzar un siseo que lo calme antes de que se vuelva peor, pero como la única cosa que sé hacer bien y que parece ser la necesaria en este momento para que los gritos dejen de incomodarlo, cedo. — Perdón, lo lamento... Yo nunca quise decir que no... — son disculpas que van dirigidas hacia los dos hombres de mi familia a pesar de mantener la vista fijada en el menor de ellos, porque sé a ciencia cierta que si me pongo a mirar a mi esposo no sería capaz de hacerlo, no porque no lo sienta, sino porque es precisamente lo que se supone que debo y no quiero hacer. Pero como en toda persona débil, la desesperación se convierte en arrastre. — Charles, te quiero, te necesito en mi vida, lo que me estás pidiendo... me estás pidiendo algo que es demasiado para mí. — porque si me conoce tan bien como dice hacer, tiene que ser consciente de que nada de esto me va a convertir en una persona cuerda. — Tú sabes que yo te apoyo, que siempre lo voy a hacer, eres mi esposo, yo... — admiro su capacidad para que le salgan las palabras, incluso cuando sea para decir esas, yo siento que el shock todavía no ha salido de mi cuerpo. — Dime qué necesito hacer, qué tengo que hacer para demostrártelo — algo que, por favor, no incluyan las condiciones que me está pidiendo, incluso cuando puedo sentir al levantar la mirada hacia sus ojos, que no habrá nada que lo haga cambiar de opinión.
Desde un primer momento supe que esto no sería sencillo. Que poner las cosas en orden nos llevaría más tiempo del que contamos y que solamente me queda contar con que Phoebe me escuche, para que todo esto sea más llevadero a pesar de ser una tortura. Sacudo la cabeza una y otra vez, que no veo motivos reales para que se disculpe cuando sé de dónde vienen sus miedos, incluso cuando los reprocho porque necesito que los mantenga dentro un poco más — Lo sé — es lo único que le puedo decir, porque no tengo más palabras que añadir — Si hay una persona en mi vida que se ha vuelto un pilar fundamental, eres tú, Phee. Por eso te estoy diciendo esto, por eso te lo estoy pidiendo. Yo no puedo… No soy tan fuerte… — medir casi dos metros no te hace inquebrantable, los años de luchas no te hacen intocable. Considerando que nos alcanzan, creo que queda en evidencia.
Acaricio la espalda de Hayden en busca de una calma que soy incapaz de transmitir, pero es lo mejor que tengo para él ahora mismo — No sé cuánto tiempo estaré fuera o qué sucederá mientras tanto… — porque sí, creo que ya no está en discusión si acepta o no lo que va a pasar, es un camino que tengo que recorrer con una varita en la nuca y me toca hacerlo solo — Pero necesito que seas los ojos y la espalda de nuestro hogar. No te enfades con tu familia… — aclaro, lanzándole una mirada significativa — No solo porque no tienen la culpa, sino porque serán tu mejor apoyo. La cosa es, Phee… Estoy seguro de que todo se va a ir a la mierda, incluso más que ahora. Si los rebeldes se colaron en el Ministerio sin que nadie pudiera verlo venir…. Además, las runas que se llevaron… Son complicadas, ¿sabes? No se llevaron todas, pero les servirá de ayuda y si las robaron, es porque alguien les dijo que estaban ahí. Esas runas… Prolijamente colocadas y utilizadas, pueden jugar con el espacio y la materia. Digamos que sirven para transportarse, no importa las defensas mágicas que estén levantadas para tratar de impedirlo.
Más información confidencial, más cosas que espero que no le cuente a nadie. Doy un paso para estar más cerca de ella y del bebé, sintiendo su calor, ese que no tiene nada que ver con la temperatura de la playa. Con mucho cuidado, acaricio el contorno de su mandíbula — Phee, si te soy sincero, temo que el final de esta guerra llegue pronto y que la balanza no juegue a nuestro favor — murmuro — Necesito que seas paciente y sepas mantener un perfil bajo. Que escuches a tu hermano, que encontraremos un modo de hacer que nos comuniquemos. ¿De acuerdo? ¿Puedes hacer eso por mí?
Acaricio la espalda de Hayden en busca de una calma que soy incapaz de transmitir, pero es lo mejor que tengo para él ahora mismo — No sé cuánto tiempo estaré fuera o qué sucederá mientras tanto… — porque sí, creo que ya no está en discusión si acepta o no lo que va a pasar, es un camino que tengo que recorrer con una varita en la nuca y me toca hacerlo solo — Pero necesito que seas los ojos y la espalda de nuestro hogar. No te enfades con tu familia… — aclaro, lanzándole una mirada significativa — No solo porque no tienen la culpa, sino porque serán tu mejor apoyo. La cosa es, Phee… Estoy seguro de que todo se va a ir a la mierda, incluso más que ahora. Si los rebeldes se colaron en el Ministerio sin que nadie pudiera verlo venir…. Además, las runas que se llevaron… Son complicadas, ¿sabes? No se llevaron todas, pero les servirá de ayuda y si las robaron, es porque alguien les dijo que estaban ahí. Esas runas… Prolijamente colocadas y utilizadas, pueden jugar con el espacio y la materia. Digamos que sirven para transportarse, no importa las defensas mágicas que estén levantadas para tratar de impedirlo.
Más información confidencial, más cosas que espero que no le cuente a nadie. Doy un paso para estar más cerca de ella y del bebé, sintiendo su calor, ese que no tiene nada que ver con la temperatura de la playa. Con mucho cuidado, acaricio el contorno de su mandíbula — Phee, si te soy sincero, temo que el final de esta guerra llegue pronto y que la balanza no juegue a nuestro favor — murmuro — Necesito que seas paciente y sepas mantener un perfil bajo. Que escuches a tu hermano, que encontraremos un modo de hacer que nos comuniquemos. ¿De acuerdo? ¿Puedes hacer eso por mí?
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La mirada que le devuelvo es de pura consternación, se refleja en el modo que tienen mis cejas de fruncirse y el que no sea capaz a decir nada es una señal de que no tengo palabras que puedan aliviar nada de esto. Puedo dejar constancia de todas las veces que he tragado cosas, la cantidad de ocasiones en las que la gente me ha pasado por encima, pero este es, con diferencia, el peor de todos los malos tragos. Me fuerzo a recobrar la compostura que hasta ahora había perdido al ver cómo mi reacción no me afecta solo a mí, sino que puedo observar como mis negativas tienen un efecto indeseado en la actitud de mi esposo. Si me quiebro aquí, eso lo hará peor. — ¿Cuándo? — es la única pregunta que hago, no como aceptación de los hechos, sino como para darle a entender que haré lo que pueda para mantenernos de una pieza. No creo que la respuesta vaya a aportarme nada bueno, de todas maneras, no quiero saber que mañana, pasado o dentro de una semana podría no estar. Podría no, no estará. No corre por mi cuenta esa elección, él ya la ha tomado y se supone que, como su esposa, debo apoyarle para que él mismo no se vea en la quiebra. Desconozco la clase de mecanismo que debo utilizar para transmitir una comprensión que no siento, cuando todo dentro de mi cuerpo me indica que nada está funcionando como debería.
No quiero escuchar esas palabras, la única razón por la que me mantengo donde estoy es porque el leve movimiento de mi cuerpo sirve para calmar a nuestro hijo, cuyo cuerpo se apoya contra mi pecho al abrazar su cabeza con mi mano para que descanse sobre mi hombro. — Mi mejor apoyo eres tú, siempre lo has sido, y lo sabes, mi hermano tiene claras sus prioridades y es evidente que nada de esto lo es. ¿Cómo…? Después de lo que me has contado… ¡Se metió en tu cabeza, Charles! — soy consciente de que decirle que no a Magnar Aminoff, tal como puntuó, no es una opción favorable o siquiera posible, yo misma he probado de esa misma medicina al verme obligada a aceptar hacer de nuestra vida privada un show que compartir en televisión, pero.. Hay muchas cosas que me hacen dudar, entre ellas de cuánto está Hans dispuesto a agachar la cabeza. Mi hermano tiene una lista contada de personas intocables, pero sé muy bien que tiene otra de gente dispensable y esa es la que, al final del día, como de este, cuenta cuando las verdaderas caras salen a relucir. No puede decirme que hubiera actuado de la misma manera de haber sido Lara en la posición de mi esposo, una opción para nada disparatada si se tiene en cuenta que ambos estuvieron allí esa noche. La diferencia es que Hans jamás hubiera permitido que alejen a la madre de sus hijas, pero la historia cambia cuando se trata de alguien más prescindible. Y eso es, lo que por sobre todas las cosas, me duele.
Giro mi cabeza para posar mis labios sobre la sien de Denny cuando siento que estoy perdiendo el control de mis emociones de nuevo, escondiendo la cara al rozar mi nariz por su mejilla. La capacidad de mi hijo para volver a dormirse, en especial en estos momentos, es algo que nunca comprenderé. — Tengo miedo de que nada nunca sea suficiente. — confieso tras escuchar el motivo por el que los rebeldes entraron en el ministerio en primer lugar, aunque mi reflexión va mucho más allá de eso. — No tenemos futuro si los rebeldes se hacen con el país por todas las cosas que ha hecho mi hermano, por no hablar de lo que ocurrirá con nosotros si mi padre y sus seguidores se convierten en una tercera fuerza, ¿y Aminoff? Charles… Ahora es esto, antes fue otra cosa, ¿qué será lo siguiente? — levanto la mirada hacia él, profundamente disgustada con el panorama que se presenta, no solo para nosotros, sino para nuestro hijo que ni siquiera es consciente de nada de lo que le rodea. ¿De verdad merece la pena que se marche, cuando no sabemos lo que ocurrirá mañana? — Nunca es suficiente. — ¿qué pasará mientras él está fuera? ¿qué es lo que le esperará a él allá? No veo tangible ninguna de esas opciones.
Aprieto un labio contra otro hacia dentro para resistir la necesidad de ponerme a suplicar de nuevo cuando me amoldo a sus caricias. — Todo lo que he hecho… hemos hecho ha sido mantener un perfil bajo — susurro, lo que acentúa aún más mi posición de que esto nunca acabará. Termino por cerrar los párpados al asentir con la cabeza, como si no quisiera ni verme en el reflejo de sus ojos al aceptar sus condiciones, porque no son unas que me produzcan ningún alivio aceptar, todo lo contrario. — Pero debes… tienes que prometerme que vas a volver con nosotros lo antes posible, que regresarás a mí, no importa lo que suceda. — busco una afirmación sincera cuando poso mis ojos sobre los suyos, porque sabe de sobra que yo puedo esperar a que alguien de la vuelta mucho tiempo, tanto que eso nunca ha sido sano. Lo sé mejor que nadie.
No quiero escuchar esas palabras, la única razón por la que me mantengo donde estoy es porque el leve movimiento de mi cuerpo sirve para calmar a nuestro hijo, cuyo cuerpo se apoya contra mi pecho al abrazar su cabeza con mi mano para que descanse sobre mi hombro. — Mi mejor apoyo eres tú, siempre lo has sido, y lo sabes, mi hermano tiene claras sus prioridades y es evidente que nada de esto lo es. ¿Cómo…? Después de lo que me has contado… ¡Se metió en tu cabeza, Charles! — soy consciente de que decirle que no a Magnar Aminoff, tal como puntuó, no es una opción favorable o siquiera posible, yo misma he probado de esa misma medicina al verme obligada a aceptar hacer de nuestra vida privada un show que compartir en televisión, pero.. Hay muchas cosas que me hacen dudar, entre ellas de cuánto está Hans dispuesto a agachar la cabeza. Mi hermano tiene una lista contada de personas intocables, pero sé muy bien que tiene otra de gente dispensable y esa es la que, al final del día, como de este, cuenta cuando las verdaderas caras salen a relucir. No puede decirme que hubiera actuado de la misma manera de haber sido Lara en la posición de mi esposo, una opción para nada disparatada si se tiene en cuenta que ambos estuvieron allí esa noche. La diferencia es que Hans jamás hubiera permitido que alejen a la madre de sus hijas, pero la historia cambia cuando se trata de alguien más prescindible. Y eso es, lo que por sobre todas las cosas, me duele.
Giro mi cabeza para posar mis labios sobre la sien de Denny cuando siento que estoy perdiendo el control de mis emociones de nuevo, escondiendo la cara al rozar mi nariz por su mejilla. La capacidad de mi hijo para volver a dormirse, en especial en estos momentos, es algo que nunca comprenderé. — Tengo miedo de que nada nunca sea suficiente. — confieso tras escuchar el motivo por el que los rebeldes entraron en el ministerio en primer lugar, aunque mi reflexión va mucho más allá de eso. — No tenemos futuro si los rebeldes se hacen con el país por todas las cosas que ha hecho mi hermano, por no hablar de lo que ocurrirá con nosotros si mi padre y sus seguidores se convierten en una tercera fuerza, ¿y Aminoff? Charles… Ahora es esto, antes fue otra cosa, ¿qué será lo siguiente? — levanto la mirada hacia él, profundamente disgustada con el panorama que se presenta, no solo para nosotros, sino para nuestro hijo que ni siquiera es consciente de nada de lo que le rodea. ¿De verdad merece la pena que se marche, cuando no sabemos lo que ocurrirá mañana? — Nunca es suficiente. — ¿qué pasará mientras él está fuera? ¿qué es lo que le esperará a él allá? No veo tangible ninguna de esas opciones.
Aprieto un labio contra otro hacia dentro para resistir la necesidad de ponerme a suplicar de nuevo cuando me amoldo a sus caricias. — Todo lo que he hecho… hemos hecho ha sido mantener un perfil bajo — susurro, lo que acentúa aún más mi posición de que esto nunca acabará. Termino por cerrar los párpados al asentir con la cabeza, como si no quisiera ni verme en el reflejo de sus ojos al aceptar sus condiciones, porque no son unas que me produzcan ningún alivio aceptar, todo lo contrario. — Pero debes… tienes que prometerme que vas a volver con nosotros lo antes posible, que regresarás a mí, no importa lo que suceda. — busco una afirmación sincera cuando poso mis ojos sobre los suyos, porque sabe de sobra que yo puedo esperar a que alguien de la vuelta mucho tiempo, tanto que eso nunca ha sido sano. Lo sé mejor que nadie.
— En un par de días. Me dieron un tiempo para acomodar mis cosas, pero eso es todo — sé que no es la mejor respuesta que le puedes dar a tu mujer, no cuando prácticamente le estás diciendo que tienes que irte a recorrer el mundo salvaje sin una fecha de retorno. Pero no puedo mantenerme sereno y centrado cuando esas palabras dejan su boca, me obligan a mirarla como si hubiera enloquecido. ¿Acaso no entiende ni una palabra de lo que le digo? Y no, mi cuñado no es mi persona favorita en el mundo, pero hasta yo puedo ver la situación con un poco más de claridad — ¡Por órdenes de Magnar, Phoebe! — si ella puede sonar irritada, yo también — Hablas como si alguien tuviera algo en contra de nosotros, como si tu hermano fuese tu propio enemigo, cuando todos tenemos a la misma serpiente picándonos los pies. ¡Tú sabes como es! ¡Hiciste todo un artículo por exactamente lo mismo! — le apunto — Ya deja de buscar culpables para los males que nos acarrean, cuando sabemos muy bien quienes lo causan. Es supervivencia básica, tú deberías saberlo. Tú conoces las reglas del norte — que no difieren demasiado de lo que hemos visto. La supervivencia del más fuerte y del más listo.
Me obligo a respirar con una calma que no siento. Comprendo ese miedo, es uno que sospecho que se encuentra dentro de la mayoría de los ciudadanos de este país, cuando todo es una enorme incógnita y el futuro es una enorme nebulosa. Siento caer mis hombros, sintiendo la angustia pasar por mi garganta — Lo sé — es lo único que puedo decir — Pero tenemos que intentar que sea suficiente, porque no tenemos otra opción — si dejas que las cosas simplemente te ocurran, te quedarás atrás. Al menos, el bebé parece calmarse, es lo único que podemos pedir en un momento como este, en el cual no sé si ella va a ser capaz de no perder la cabeza. Muevo mis cejas, porque soy consciente de que hemos tratado de mantenernos aislados, pero no es momento de recordarle sus errores que nos pusieron en un foco mediático. A mí nadie me conoce, pero todo el mundo en NeoPanem sabe quién es Phoebe Powell.
La sonrisa que le enseño es forzada, está claro, pero es un intento de darle ánimos. De decirle que todo está bien aunque sea una mentira, de que tenemos un futuro al cual aferrarnos aunque no pueda verlo, no ahora. Que nadie va a tocarnos, que nuestro hijo va a crecer fuerte, seguro y a salvo, en un mundo que no va a ponerlo en peligro porque ninguno de nosotros va a permitirlo. Y aunque sea una mentira blanca que los dos tenemos bien en claro, no dudo ni un segundo al murmurar: — Volveré. Te lo juro.
Me obligo a respirar con una calma que no siento. Comprendo ese miedo, es uno que sospecho que se encuentra dentro de la mayoría de los ciudadanos de este país, cuando todo es una enorme incógnita y el futuro es una enorme nebulosa. Siento caer mis hombros, sintiendo la angustia pasar por mi garganta — Lo sé — es lo único que puedo decir — Pero tenemos que intentar que sea suficiente, porque no tenemos otra opción — si dejas que las cosas simplemente te ocurran, te quedarás atrás. Al menos, el bebé parece calmarse, es lo único que podemos pedir en un momento como este, en el cual no sé si ella va a ser capaz de no perder la cabeza. Muevo mis cejas, porque soy consciente de que hemos tratado de mantenernos aislados, pero no es momento de recordarle sus errores que nos pusieron en un foco mediático. A mí nadie me conoce, pero todo el mundo en NeoPanem sabe quién es Phoebe Powell.
La sonrisa que le enseño es forzada, está claro, pero es un intento de darle ánimos. De decirle que todo está bien aunque sea una mentira, de que tenemos un futuro al cual aferrarnos aunque no pueda verlo, no ahora. Que nadie va a tocarnos, que nuestro hijo va a crecer fuerte, seguro y a salvo, en un mundo que no va a ponerlo en peligro porque ninguno de nosotros va a permitirlo. Y aunque sea una mentira blanca que los dos tenemos bien en claro, no dudo ni un segundo al murmurar: — Volveré. Te lo juro.
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— ¿Un par de días? — tengo que morderme la lengua para evitar decir lo que no tiene caso que diga, porque no va a hacer ninguna diferencia, esa es la conclusión a la que me ha costado llegar después de todo esto, pero se nota por el tono de mi voz que me quedo con las ganas de añadir algo más. Siempre he sabido que vivimos en tiempo prestado, creo que todos lo saben, lo que no hubiera esperado es que fuera tan corto, no cuando hemos pasado tanto tiempo tratando de hacer algo de él. Mi esfuerzo de apenas unos segundos de mantener la serenidad en mi rostro se ve truncada por la disconformidad en lo que escucho, esa misma que me hace apretar un labio contra otro. Y no solo eso, sino lo que sigue después. — En ningún momento he dicho que mi hermano es mi enemigo, no retuerzas mis palabras, es mi familia, pero sé de sobra hasta donde alcanzan sus límites — en esto no puede llevarme la contraria, sabe de lo que estoy hablando tan bien como yo. ¿Cómo no voy a pensar que alguien tiene algo contra nosotros si a lo poco que voy consiguiendo tener algo me lo quitan como quien zarandea una manzana delante de un animal? — Hacer un artículo y tener que buscar a alguien que probablemente esté muerto son dos cosas completamente distintas — por si la aclaración fuera necesaria.
No puedo evitarlo, la mirada que le dedico habla por sí sola cuando intento explicar cómo me siento. — ¿Cómo se supone que tengo que reaccionar, Charles? ¿Cómo esperas que responda cuando no hace ni media hora me dices que te obligan a marcharte, a dejarnos por ni siquiera sabes cuánto tiempo? — mis ojos no se apartan de los suyos en lo que la angustia es palpable desde cualquier ángulo, esperando una respuesta que al parecer yo no soy capaz de encontrar. — Precisamente porque sé como funcionan las reglas del norte y porque sé lo que es perderlo todo no voy a hacer otra cosa que tratar de aferrarme a lo que tanto nos ha costado tener. Porque hoy eres tú, mañana será otra cosa y pasado querrán algo más, así hasta dejarnos sin nada. — porque sé que sobrevivir muchas veces es dejar que te pasen por encima y te pisoteen a su antojo, y se supone que fue esa la razón por la que nos alejamos del norte en primer lugar. — Voy a apoyarte porque te quiero y es lo que tengo que hacer como tu esposa, pero no puedes pedirme que esté conforme con todo esto como si no fuera absolutamente nada, que no esté enfadada cuando lo que más me apetece ahora mismo es mandar al infierno a Magnar — de todo lo que están por quitarme, quitarle a mi hijo a su padre, los sentimientos todavía son algo que me pertenecen, y no puede esperar que lo acepte sin ofrecer una reacción acorde a lo que significa lo que están demandando de él. ¿Cuánto se supone que tengo que tragar sin que esperen de mí aunque sea una mínima resistencia?
— Yo no… — tengo que encontrar la fuerza para seguir a pesar de que necesito un momento para cerrar los ojos y tomar algo de aire — Yo me muero si a ti te ocurre algo ahí fuera, ¿entiendes? Si me entero de que tú… — ni siquiera puedo terminar la frase sin sentir que se me va a quebrar la voz, me obligo a pasar saliva en lo que rezo porque pueda hacerse una idea de a lo que me quiero referir, porque no creo poder hacerlo en voz alta. Ahí es de donde vienen todas mis súplicas, enfado y lágrimas que hayan podido caer, lo que pueda pasarle antes que cualquier otra cosa. Reacomodo el peso de mi hijo al mover un poco los brazos para sostenerlo, inconscientemente bajo la mirada en el gesto antes de regresarla hacia su rostro. — No quiero que me lo jures — recapacito sobre mis propias palabras —, quiero que lo hagas, de verdad.
No puedo evitarlo, la mirada que le dedico habla por sí sola cuando intento explicar cómo me siento. — ¿Cómo se supone que tengo que reaccionar, Charles? ¿Cómo esperas que responda cuando no hace ni media hora me dices que te obligan a marcharte, a dejarnos por ni siquiera sabes cuánto tiempo? — mis ojos no se apartan de los suyos en lo que la angustia es palpable desde cualquier ángulo, esperando una respuesta que al parecer yo no soy capaz de encontrar. — Precisamente porque sé como funcionan las reglas del norte y porque sé lo que es perderlo todo no voy a hacer otra cosa que tratar de aferrarme a lo que tanto nos ha costado tener. Porque hoy eres tú, mañana será otra cosa y pasado querrán algo más, así hasta dejarnos sin nada. — porque sé que sobrevivir muchas veces es dejar que te pasen por encima y te pisoteen a su antojo, y se supone que fue esa la razón por la que nos alejamos del norte en primer lugar. — Voy a apoyarte porque te quiero y es lo que tengo que hacer como tu esposa, pero no puedes pedirme que esté conforme con todo esto como si no fuera absolutamente nada, que no esté enfadada cuando lo que más me apetece ahora mismo es mandar al infierno a Magnar — de todo lo que están por quitarme, quitarle a mi hijo a su padre, los sentimientos todavía son algo que me pertenecen, y no puede esperar que lo acepte sin ofrecer una reacción acorde a lo que significa lo que están demandando de él. ¿Cuánto se supone que tengo que tragar sin que esperen de mí aunque sea una mínima resistencia?
— Yo no… — tengo que encontrar la fuerza para seguir a pesar de que necesito un momento para cerrar los ojos y tomar algo de aire — Yo me muero si a ti te ocurre algo ahí fuera, ¿entiendes? Si me entero de que tú… — ni siquiera puedo terminar la frase sin sentir que se me va a quebrar la voz, me obligo a pasar saliva en lo que rezo porque pueda hacerse una idea de a lo que me quiero referir, porque no creo poder hacerlo en voz alta. Ahí es de donde vienen todas mis súplicas, enfado y lágrimas que hayan podido caer, lo que pueda pasarle antes que cualquier otra cosa. Reacomodo el peso de mi hijo al mover un poco los brazos para sostenerlo, inconscientemente bajo la mirada en el gesto antes de regresarla hacia su rostro. — No quiero que me lo jures — recapacito sobre mis propias palabras —, quiero que lo hagas, de verdad.
Se me escapa el bufido entre los dientes y me causa una pequeña picazón, que sé bien que no puedo reprocharle que esté reaccionando de esta manera porque puedo comprenderlo, pero también ella tiene que ver que estamos caminando por una línea floja — No te diré que estés conforme, porque yo tampoco lo estaría si estuviera en tu lugar — no le voy a decir que lo más probable es que, de haber sido al revés, ahora mismo estaría golpeando a Magnar Aminoff, pero ese es otro punto — Sé que estoy resignando a mi tiempo contigo y con Denny, pero cuando no queda otra opción, lo mejor que podemos hacer es actuar como una familia y sostenernos la mano hasta que todo lo malo simplemente pase. Sé que podremos con esto — porque nos hemos muerto de hambre y, aún así, el norte no pudo con nosotros. Sé que esto será aún más complicado, pero ella entiende mi punto.
No quiero que siga hablando, no quiero que enumere la cantidad de cosas que pueden salir mal. Mi desesperación me lleva a estampar un beso sobre su frente, tengo que dejar caer los párpados y respiro, sin despegar mis labios de su piel, como si de esa manera pudiera mantenerme cerca de ella y de su aroma. Reconozco el terror, yo mismo lo siento, que no puedo fingir y mostrarme seguro cuando por dentro hay una enorme incógnita frente a un miedo que no sé cómo catalogar. Estaré jugando a ser algo que no soy, en un terreno que desconozco. No soy un hombre de la aventura, esto está bien en claro — Lo haré, de verdad. Solo espero que no me cambies por nuestro vecino para cuando regrese — intento bromear, que al fin de cuentas es lo único que puedo hacer para aligerar el ambiente. No podría condenarla si lo hace, la verdad. No cuando regresar es algo que se ve demasiado lejano como para gustarme.
Mi boca se despega de su piel hasta tropezar con sus labios. En esta ocasión, no es un gesto desesperado, busca ser una caricia que me tranquilice cuando sé que solamente funciona como placebo. El bebé se remueve entre nosotros y me sonrío, seguro de que no quiere que mi pecho lo aplaste y, si fuese un poco más grande, hasta diría que le molesta que ande robándole la atención de su madre — Siempre volvería a ti, Pheoebe Powell. Es lo que mejor sé hacer — la vida que hemos formado lo deja en evidencia. Solo espero poder mantenerla.
No quiero que siga hablando, no quiero que enumere la cantidad de cosas que pueden salir mal. Mi desesperación me lleva a estampar un beso sobre su frente, tengo que dejar caer los párpados y respiro, sin despegar mis labios de su piel, como si de esa manera pudiera mantenerme cerca de ella y de su aroma. Reconozco el terror, yo mismo lo siento, que no puedo fingir y mostrarme seguro cuando por dentro hay una enorme incógnita frente a un miedo que no sé cómo catalogar. Estaré jugando a ser algo que no soy, en un terreno que desconozco. No soy un hombre de la aventura, esto está bien en claro — Lo haré, de verdad. Solo espero que no me cambies por nuestro vecino para cuando regrese — intento bromear, que al fin de cuentas es lo único que puedo hacer para aligerar el ambiente. No podría condenarla si lo hace, la verdad. No cuando regresar es algo que se ve demasiado lejano como para gustarme.
Mi boca se despega de su piel hasta tropezar con sus labios. En esta ocasión, no es un gesto desesperado, busca ser una caricia que me tranquilice cuando sé que solamente funciona como placebo. El bebé se remueve entre nosotros y me sonrío, seguro de que no quiere que mi pecho lo aplaste y, si fuese un poco más grande, hasta diría que le molesta que ande robándole la atención de su madre — Siempre volvería a ti, Pheoebe Powell. Es lo que mejor sé hacer — la vida que hemos formado lo deja en evidencia. Solo espero poder mantenerla.
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Me cuesta creer que esperar a que lo malo simplemente pase sea la única opción que nos queda, pero como también siento que decirlo nos hará volver sobre preguntas y respuestas para las que ninguno de los dos tiene una solución, decido que es mejor optar por el silencio esta vez. La seguridad con la que dice que podremos con esto me hace dudar de mí misma, tampoco es algo que diga en voz alta y si me mentalizo con que tendrá que ser suficiente es porque no deseo decepcionarle en la única cosa que me ha pedido esta noche, incluso cuando él sabe tan bien como yo que no es una petición fácil de cumplir, no para mí, al menos. — No me importa lo que quiera Magnar, si tienes que regresar antes de haber encontrado nada, por las razones que sean, hazlo — es lo único que pido a cambio, ya no que regrese para estar con nosotros, sino si ocurre algo allá fuera que lo obligue a dar marcha atrás, si su seguridad se ve comprometida, no me interesan las consecuencias, prefiero tenerlo en casa donde está a salvo y lidiar con Aminoff juntos, que fuera y perdido por sus órdenes.
Sé que su intención es buena cuando lanza esa broma, que solo quiere pasar el mal trago, pero me siento incapaz de reír o siquiera sonreír, más concentrada en el calor que emana de su cuerpo que de responder en sí. No me he casado para serle infiel a la promesa de que permanecería a su lado por lo que resta de mi vida, no necesito decir tampoco que una idea como esa no es una posibilidad cercana a mí, que me conoce y sabe cómo soy, como para depositar mi confianza en otra persona que no sea él. Prefiero dejar que el beso responda por sí solo, a pesar de que no es secreto que el propio contacto me duele, porque sé lo que significa. — Me gustaría que no tuvieras que hacerlo — murmuro, tan bajo que se pierde entre el sonido que hace el mar al romper contra la orilla, dejo que mi cabeza descanse en su hombro sobre su pecho mientras resguardo a nuestro hijo entre nuestros cuerpos, deseando poder congelar este momento para no tener que ir hacia delante, tampoco marcha atrás. Quedarse y no tener que volver, es lo que me hubiera gustado pedirle.
Sé que su intención es buena cuando lanza esa broma, que solo quiere pasar el mal trago, pero me siento incapaz de reír o siquiera sonreír, más concentrada en el calor que emana de su cuerpo que de responder en sí. No me he casado para serle infiel a la promesa de que permanecería a su lado por lo que resta de mi vida, no necesito decir tampoco que una idea como esa no es una posibilidad cercana a mí, que me conoce y sabe cómo soy, como para depositar mi confianza en otra persona que no sea él. Prefiero dejar que el beso responda por sí solo, a pesar de que no es secreto que el propio contacto me duele, porque sé lo que significa. — Me gustaría que no tuvieras que hacerlo — murmuro, tan bajo que se pierde entre el sonido que hace el mar al romper contra la orilla, dejo que mi cabeza descanse en su hombro sobre su pecho mientras resguardo a nuestro hijo entre nuestros cuerpos, deseando poder congelar este momento para no tener que ir hacia delante, tampoco marcha atrás. Quedarse y no tener que volver, es lo que me hubiera gustado pedirle.
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