The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Flashback, enero de 2469

Caigo, mi cuerpo se hunde en el agua helada, siento el entumecimiento de todos mis músculos, sigo cayendo. La oscuridad de lo profundo va envolviéndome, el destello de luz en la superficie rota del lago congelado se ve cada vez más distante, se desvanece y mis párpados se cierran. El agua va llenando mi pecho hasta que los pulmones me duelen y es cuando busco una bocanada de aire que despierto en el claro de un bosque frío donde el verde es intenso, la tierra está húmeda y llena de olores, los troncos altos están apostados a mi alrededor como si me observaran desde arriba, centinelas callados que solo respiran, todo el bosque está en sincronía con una única respiración, la mía también, se une a la de ellos. Puedo escucharlas, son eco en mis oídos, cada una de mis respiraciones. Hay una mujer, la piel me cosquillea por su presencia, la siento caminar alrededor de los árboles, no la veo. Pero puedo ver lo mismo que ella, sus pies pasando por encima de las raíces que rompen la tierra, sus dedos manchados de pintura rozando la corteza de los árboles, su cabello rubio desordenado en largos mechones con ondas sobre su pecho.

Al rodear el claro en un momento me ve, yo la veo, como si se hubiera materializado un espejo en medio de las dos que no refleja, sino que muestra a la otra. El espejo se diluye, es agua que se estrella contra el pasto, nos salpica. El bosque tiembla, los troncos de los árboles se engrosan y pierden su color para crecer como edificios colosales de muchos pisos, el sol pálido choca contra los cristales que los recubren y en medio de esos muchos diminutos espejos, veo mis manos también con las uñas sucias de pinturas, sobre el borde de cemento gris de una terraza y algo en el vacío atrae mi mirada. Mis dedos buscan mi cabello que está corto y revuelto y cuando me encuentro en uno de los muchos ventanales, esa mujer pálida de labios oscuros a punto de llorar no soy yo, pero se parece mucho a mí. Giro mis manos que me dan el indicio de ser alguien que pinta y voy ascendiendo con mis ojos por sus muñecas lastimadas, las marcas en sus brazos y lo hago, comienzo a llorar.


¿Profesora Powell?— pregunto al entreabrir la puerta del salón que acaba de vaciarse de estudiantes, falté a mi última clase para poder esperar a que esta terminara y poder conversar con la profesora de Adivinación en el poco tiempo que tuviéramos antes de que comenzara su siguiente clase. —No creo que me conozca, me llamo Synnove Lackberg, estoy en la especialización de leyes mágicas…— me presento, la carga de materias de especialización no tiene espacio para una asignatura como adivinación, de por sí las personas que optan por este rubro suelen ser escépticas. Mi mirada recorre con interés a la nueva profesora, la habría tenido de maestra si se hubiera incorporado hace unos años y quizás pertenezco al 0,5% de leyes mágicas, que sí le gustaría dar adivinación en la especialización. No es algo que diría ante nadie, eso está claro, con mi suéter blanco por debajo del abrigo gris, los zapatos negros y el prolijo corte de cabello a la mandíbula, el labial rojo es lo único que le aporta color a mi cara y aun así sigo pareciendo una más de las estudiantes que esperan a ser abogadas del Capitolio algún día. —¿Puedo conversar con usted un momento?— consulto, y como mi curiosidad sobre todo esto, lleno mis ojos de todos los detalles de la sala. —¿Qué estaban dando? Solía gustarme mucho hacer las tareas de adivinación, había compañeros que decían que escribiera lo primero que se me ocurriera por las mañanas al despertar, pero a mí me gustaba tomármelo en serio, todavía sigo comprando el té en hebras para poder leer lo que dicen en el fondo de las tazas…— sonrío.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Me gusta pensar que al menos un 20% de la clase me está escuchando y prestando atención a lo que digo, o al menos mirándome aunque dentro de sus cabezas estén en otro mundo paralelo, porque me cuesta asumir que el otro porcentaje restante de la clase ni siquiera se molesta en disimular que les parece más entretenido lo que tiene por contar el compañero que lo que estamos tratando en la materia. Sé que muchos tan solo cogen esta asignatura porque les parece que es una en la que pueden sacar buena nota, una que quede grabada en su expediente a base de regirse por la ley del mínimo esfuerzo, pero a veces siento que es un poco descarado el modo en que algunos se muestran completamente ajenos a la clase. Parte del problema soy yo, lo reconozco, sigo sin creerme con la autoridad suficiente como para ponerme en modo ogro como sé que otros tantos profesores ponen en práctica de vez en cuando, me basta con creer que cuando sea el momento de la verdad, aquel que en serio esté interesado en tener una calificación decente se esforzará por conseguirla.

Carraspeo un poco mi garganta a modo de advertencia para los de las últimas filas cuyo volumen ha ido en aumento por los últimos minutos, justo cuando el reloj indica que la hora ha terminado y el sonido del timbre se sobrepone a mi propia voz. La misma se interpone por la oleada de estudiantes que tienen ganas de salir disparados de la clase, de modo que tengo que conformarme con un resoplido mientras los más rezagados se apresuran a recoger sus cosas para marcharse. Con un movimiento de muñeca permito que los papeles sobre mi escritorio se reorganicen en un montón apilado para poder guardarlo en el cajón, en mi tarea de prepararme para la siguiente clase que, afortunadamente para mí, es con un grupo de alumnos de menor edad, los cuales son mucho más fáciles de impresionar. Me interrumpe una voz que no reconozco como la de ninguna de mis estudiantes, razón por la que mi barbilla se alza para descubrir una figura rubia que poco tarda en presentarse a sí misma. — Pues no, no tengo el gusto de conocerla, señorita Lackberg, pero puedes llamarme Phoebe. — debe de ser que no estoy acostumbrada a ello, que sigo sin acostumbrarme, pero no me agrada que me traten de usted, ni siquiera por mis propios alumnos.

Asiento con la cabeza a modo de respuesta ante esta intromisión inesperada por una estudiante de especialización, sonriendo brevemente cuando afirma ser una apasionada del arte de la adivinación. Bueno, no dijo exactamente eso, pero es mucho más de lo que he recibido por parte de este grupo anterior así que puedo ser todo lo exagerada que quiera. — Les estaba explicando el funcionamiento de la bola de cristal, desafortunadamente no ha tenido la reacción que esperaba, decir que escriben la tarea por la mañana nada más despertar sería considerarme generosa. — bromeo, pues en este mismo día ya he visto como varios rellenaban las redacciones que les pedí del compañero más cercano. — ¿Sobre qué es de lo que querías hablar? — pregunto con interés, moviéndome de forma que bordeo el escritorio para acercarme.
Phoebe M. Powell
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Puede decirme Syv…— digo en respuesta a su ofrecimiento de llamarla por su nombre, me corrijo al darme cuenta de mi error en el tuteo. —Puedes decirme Syv—. Es la fuerza de la costumbre por tener que tratar con los profesores de leyes anteponiendo todos los títulos honoríficos por delante, sino es el darle el reconocimiento de abogados, suele ser identificarlos como jueces o secretarios, en el ambiente dan mucha importancia a los puestos que ocupa cada quien y a la jerarquía que se ocupa en el sistema de justicia. Si alguien tiene un rango superior al tuyo, sin importar que la diferencia de años sea menor, se respetan las formas de “usted”. Phoebe se parece más a mis profesores del instituto de arte, donde el maestro de mayor antigüedad que bien podría ser mi abuelo, ese que tiene un par de pelos en el mentón como barba y lleva boinas de llamativos colores, pide que lo llamemos por el nombre que usa en sus firmas: Rain.

¿Puedo probar?— pregunto, refiriéndome a las bolas de cristal, si estas continúan sobre todo en la mesa. Descuelgo la corre de la cartera que llevo al hombro para dejarla con cuidado sobre una de las sillas, el cuero es reluciente como para que se ensucie con el polvo del piso. —He tenido unos sueños que se repiten y quería consultarlo con usted— contesto, pongo una sonrisa por delante de la explicación de lo que ocurre en ellos. —Ser una bruja me impide decir que simplemente son sueños— añado, si tenemos personas entre nosotros que conocen o practican la adivinación, ¿por qué no acudir a ellas? De más está decir que yo sí creo, considero tonto no darle importancia cuando es una rama más de la magia que forma parte de nuestra vida como lo más natural del universo. Está claro que para buscar respuestas, también voy a acudir a bolas de cristal o cartas de tarot. —Hace unas semanas, en las fiestas de fin de año, tuve un episodio bastante accidentado y fue cerca de un lago congelado en un parque…— sí, bonita manera de decir que con Kendrick, aja, mi perro, tuvimos que defendernos de un dementor en el parque al escaparnos de casa luego del toque de queda. —Desde entonces no dejo de soñar que caigo en este lago y no es el lago en sí, es lo que pasa cuando caigo. Me encuentro en dos lugares distintos a la vez, que se superponen. Soy dos mujeres a la vez. Una está lejos, ni siquiera creo que sea dentro de Neopanem, salvo que sea el distrito siete, pero hay un mar... y el mar está en el distrito cuatro. La otra está aquí, en el Capitolio.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Sonrío, Syv está perfecto. Técnicamente no es mi alumna como tal así que la pérdida de los formalismos no supone una falta de respeto hacia los profesores de la institución, como muchos otros me dirían al escuchar que ninguno de mis estudiantes me dice Profesora Powell. — Claro. — le indico con una mano que tome asiento sobre una de las mesas sobre la que se posa una de las esferas de cristal al no haber procedido a recogerlas todavía, algo que querré hacer pronto si no quiero que las pegajosas manos de los de primero se posen curiosas sobre ellas. — Imagino que si tomaste la asignatura hace unos años sabrás como funciona, ¿no? Tiende a mostrar a aquellas personas sobre las que pensamos en el momento, aunque es raro que aparezca una imagen clara porque no todo el mundo posee la intensidad como para conseguirlo. — le explico, acercándome a ella, aunque en un segundo pensamiento de no querer desalentarla a probar vuelvo a estirar mis mejillas en una sonrisa. — Estas bolas tienen muchos años, por no decir que tampoco reciben el mejor trato por los alumnos, así que no te desanimes si no consigues ver nada, están un poco defectuosas. — es lo mismo que le dije a Meerah hace ya muchos meses cuando se interesó por ellas, la que tengo en mi casa es mucho más fiable que cualquiera de las que puedan guardarse en el armario de este aula.

De modo que sueños son el problema… — la ironía de que hable sobre que no son simplemente sueños, cuando estas navidades tuvimos la desgracia de acoger a Hermann en mi casa después de unas semanas de haber soñado con su persona. — Cualquiera con un poco de sentido común se daría cuenta de que los sueños no son solo sueños. — puntúo a su favor, mantengo la sonrisa a pesar de todo. Con los brazos cruzados sobre mi pecho en una postura relajada escucho lo que tiene para contarme acerca de sus propias perturbaciones, acostumbrada a haber hecho este trabajo, no se me hace extraño que una completa desconocida venga a pedirme opinión sobre lo que creen que yo podría descifrar solo por ser vidente. Si se lo tengo en cuenta, desconozco si ella sabe que lo soy, así que que haya venido hasta aquí por pura fe en la adivinación me hace sentir que merece la pena impartir la asignatura aunque solo sea por un puñado pequeño de personas. — Los sueños son muchas veces reflejo de nuestro propio alma, no sé si alguna vez te lo dijeron… dicen mucho sobre quiénes somos como personas, también de quiénes llegaremos a ser en el futuro. Existen muchas teorías sobre como eso nos afecta a la hora de vernos proyectados sobre ellos, nuestros miedos, experiencias… — plasmo mi mirada sobre la superficie transparente del cristal a medida que voy hablando para ella. — Las mujeres que ves en tus sueños pueden ser un reflejo propio de como te ves a ti misma en el futuro, lejano o no tan lejano, siendo que estás en proceso de especializarte, es una etapa con la que vienen muchas dudas asociadas, sobre lo que quieres ser, en qué deseas convertirte y lo que no… — no la culpo por encontrarse dentro de un dilema personal, he oído que no es fácil escoger una vía por la que decantarse para el resto de su vida.
Phoebe M. Powell
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Invitado
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Fijo mis ojos en el interior de la bola de cristal al sentarme de manera que ésta quede atrapada entre mis palmas, procuro pensar en alguien de mi familia y que ese alguien no sea el perro, sino podría colocarlo en un aprieto tonto de mi parte. Pongo la imagen de mi padre en mi mente para llamarlo dentro de esa niebla que se amontona dentro de la esfera y tal como lo anticipó Phoebe, no consigo que tome la forma de una silueta que me permita saber qué está haciendo en este momento, la niebla se mueve en un remolino dentro. No me desanimo pronto con estas cosas, la adivinación para quienes no tenemos el don natural suele ser cuestión de insistir y seguir practicando, así que deslizo las puntas de mis dedos alrededor del cristal para traspasarle mi energía, de eso se trata ¿no? —¡Eso es lo que siempre digo!— exclamo, los sueños no pueden ser solo sueños. —Si es un sueño que luego no recuerdas quizá no sea importante. Si lo vives con intensidad, si todos tus sentidos lo experimentan, ¿cómo creer que no tiene ningún sentido?— sigo, las consultas que pueda hacer por internet para interpretar los signos más evidentes no son suficientes, en ocasiones los resultados son contradictorios o dan conceptos aislados que no puedo conciliar en una única idea.

El tono de su voz me indica que hemos pasado de los preliminares de la charla a darme su apreciación profesional sobre lo que tengo rondando mis sueños, hay algo en la manera en que la voz o las maneras de una persona cambia que te hacen saber que lo que van a decirte es algo que tienes que escuchar y siendo que es una profesora que se dedica a una materia en la que se hacen predicciones, puede que tenga ese tono más pulido que otras personas. Hace que inmediatamente cierres la boca, abras los oídos y escuches. —Me habían dicho que del subconsciente, no del alma— murmuro, tan bajo que no es una interrupción real a lo que dice, más bien un comentario para mí misma. Si es un reflejo de mi alma, la puedo ver partida en dos. ¿Será eso? Ella lo plantea como algo a futuro, así que podría ser mis dos posibles yo del futuro y lo medito al acunar la bola de cristal con mis manos, la niebla se expande para ir tomando otras formas, no la humana que espero. —Si tiene algo que ver con mi especialización, supongo que una es una abogada ambientalista que defiende los derechos de las secuoyas y la otra es…— siento una opresión angustiante en el pecho al recordar nítidamente lo triste que se veía, —una abogada penalista seguramente— esto es el modo más superficial de verlo todo, así que me sincero con ella. —La mujer del Capitolio se veía muy triste, no solo eso…— suelto la esfera para dejar mis muñecas vueltas hacia arriba donde logro ver mis venas por debajo de mi piel pálida. —Se hacía daño a sí misma, tenía cortes y marcas de aguja…— susurro, lo hago así porque me da vergüenza contarlo. —Y podía sentirlo también, lo lastimada que se sentía y cómo se seguía aferrando a algo bueno aunque no fuera real — explico, para que entienda se lo tengo que aclarar un poco más. —¿Alguna vez lo hiciste? Lo de cerrar tus ojos, pensar en un lugar, pensar todo los detalles de ese lugar, para sentirte ahí… y no aquí.
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Phoebe M. Powell
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Como la veo entretenida con la esfera me dedico a tomar la que está en la mesa de al lado para proceder a ir guardándolas en el armario que hay al fondo de la clase, aunque el movimiento afirmativo de mi cabeza es un indicador claro de que la estoy escuchando. — Hay libros muy buenos en la biblioteca de la escuela que tienen por finalidad analizar los sueños que tenemos, si tienes un rato libre después de las clases, puedo mostrarte si te interesa. — lo sé porque muchos forman parte del temario que tienen que seguir los estudiantes durante el curso y siempre suele haber uno que otro para aquel despistado al que se le olvide llevarlo a clase o directamente comprarlo, aunque también hay muchos otros que están ahí por simple y pura curiosidad académica que quizá le gusten. — Yo misma les he echado un vistazo alguna vez, no están del todo desencaminados y a veces ayuda a ponerle un poco de sentido a lo que soñamos, si es que se lo queremos dar, claro. — como ella misma puntúa, no mucha gente le da la importancia que se merecen, que venga una mente curiosa a mi clase por ellos es algo que no suele ocurrir con frecuencia.

No puedo evitar que sonreír brevemente por lo que dice. — Para las personas que necesitan de una explicación científica, hablar del consciente y subconsciente como la única forma de entender nuestras mentes es su manera de darle un significado que no se salga de lo corriente. Pero para comprender como funciona el alma, nuestras almas… es un poco más complicado que eso. — por eso es que probablemente solo haya escuchado de la parte del subconsciente, que yo como vidente no rechazo, pero tampoco lo propongo como la única teoría que nos rige. — Supongo que no te sorprende conocer la cantidad de teorías que hay sobre el alma, como estás estudiando leyes… — entiendo que la filosofía es una de las asignaturas de las cuales no se deshacen hasta que tienen el título en sus manos, y nadie puede decirme que no hay para hablar sobre filosofía con los últimos cambios que ha habido en la sociedad. A pesar de que no me refería exactamente a futuro académico, parece que ella toma mi propuesta al instante y me hace querer preguntarle como es que la abogacía le interesa tanto como para imaginar sus dos versiones como parte de ella. Envidio a la gente que tiene tan claro sus intereses, pues yo soy de las personas que jamás ha tenido un rumbo concreto y personas como mi hermano, que siempre ha tenido claro que quería dedicarse a la ley, hacen que desee haber tenido la oportunidad de pensar qué quiero hacer con mi futuro, más allá del impuesto.

Por poco no se me cae la bola que he tomado de otra mesa de las manos al escucharla hacer esa pregunta, de si alguna vez lo hice, cuando apenas hace unos segundos menciona sobre heridas y marcas de aguja. No es hasta que continúa que puedo permitirme respirar con algo de normalidad. Y es que tengo esa reacción porque en el norte las adicciones se suelen compartir entre vagabundos, es la manera más fácil, aunque he de decir que cara, de evadir la realidad, aunque sea por unas horas, el alcohol y las drogas son las opciones más evidentes para ello. De todas las cosas que llegué a hacer en los distritos, puedo decir orgullosa que es a uno de los agujeros negros sobre los que nunca caí, y no necesariamente porque no me lo hubieran ofrecido alguna que otra vez. — Sí, muchas veces lo hecho. — se lo reconozco cuando la aclaración de lo que estamos hablando ha sido hecha. — Suele ser un mecanismo muy común para tratar de ignorar lo que nos preocupa en exceso en el presente. — ¿quién no lo ha hecho alguna vez? Incluso el más rico de los millonarios, el más pobre de las esquinas, o el más mediocre de la lista, se han podido verse a sí mismos en otro lugar alguna vez en sus vidas. — Lo malo de hacerlo es que solo funciona unos minutos, uno no puede vivir a base de fantasías toda la vida, no es sano para nuestras mentes, uno puede llegar a… perderse en el camino. — por las vueltas que puede dar el destino, ese camino pueden derivar en muchos otros que tenemos que estar dispuestos a afrontar.
Phoebe M. Powell
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¡Claro!— acepto de inmediato, prefiero que sea ella la que coloque en mis manos los libros que me encaminen en este tema, a que sea yo quien empiece a seguir huellas y de vueltas que no me lleven a ningún sitio. —Si bien creo en la adivinación, me considero bastante ingenua y como me falta mucho conocimiento en la materia, tiendo a pensar que lo que hago puede verse condicionado por lo que pueda leer si es que no sé cómo interpretarlo…— le cuento, es por eso que he venido a verla en vez de apuntarme en una de esas consultas en línea con videntes que no puedo tener la certeza de que realmente o no sé si estoy lista para escuchar lo que puedan decirme, ¿en serio agradecería que alguien me brindara un atajo que me llevara a echar un vistazo a mi futuro? No, bastante tengo con mi madre que, consciente o inconsciente, siempre ha parecido saber mejor que yo lo que me ocurrirá en los siguientes diez años, que siguen siendo predecibles a no ser que alguien descubra que el perro de nuestra familia en realidad es Kendrick y el futuro se acorte a unos pocos días. Fuera de eso, mi vida es tan normal, tan estable como lo puede ser la de alguien que nació y creció en el Capitolio.  

Para charlas científicas tengo a mi madre y…— la mueca que hago con esa boca, esa que conseguiría una mirada de advertencia por parte de mi madre, dice lo agotada que estoy de que todas las conversaciones sigan el método científico y que los argumentos deban basarse en estadísticas o experiencias empíricamente comprobables, lloriré si me pide que determine si mis sueños puedo analizarlos desde el método inductivo, deductivo o falsacionista… — Teorías sobre el alma, eso suena más interesante— tiene mi entera atención si vamos a ir por ese lado en la conversación, —mis estudios de leyes sobre emociones y almas son independientes, en la carrera se trata más de memorizar artículos o revisar doctrinas. No hablamos de almas salvo que sea para referirnos al sabor que tienen cuando las… es broma, chiste de abogados— chiste sobre abogados estaría mejor dicho, no por nada al profesor más estricto que trabajó en el Wizengamot lo llamamos “dementor”.

El humor con el que puedo encarar esta charla, tiene sus contrastes cuando ahondo en las cosas que me perturban de mis sueños, como esas marcas que puedo saber de qué se tratan porque alguna vez lo he visto entre mis compañeros de especialización y pese a las bromas que puede hacerse a mi costa, me niego a probar. Si algo he interiorizado de mi madre, es la necesidad de sentir que tengo el control, al menos sobre mi misma. Quizá porque me da miedo de la persona que puedo ser si lo pierdo, por eso soy quien soy, hago lo que hago, respeto las reglas y sigo el camino derecho. Encubrir a la mascota de la familia lo dejaré fuera de toda discusión. Seguir en contacto ilegal con una amiga repudiada también. Haberme… no, no seguiré armando una lista en mi mente. Me concentro en lo que me dice Phoebe. —Pero, a veces es tan necesario, ¿no? Tan necesario. Esos minutos de poder colocar un paisaje distinto detrás de tus ojos, ver caras amables, escuchar palabras que te consuelan. No será real, pero… si lo real lastima tanto, ¿por qué aceptarla? Es como cuando la gente dice que la verdad duele, pero hay que aceptarla porque es la verdad. ¿Tenemos que hacerlo? Las mentiras a veces son necesarias y otras veces también lo destruyen todo— musito, un poco más bajo, divagando en lo confuso de lo cotidiano. —No creo que haya otra ciudad en el mundo como el Capitolio, donde todo está tan claro y ordenado por ser el centro de la política y la ideología de Neopanem, y a la vez la ciudad más llena de mentiras. Una ciudad llena de luces artificiales, pero gris— frunzo un poco mi ceño al decirlo, tengo mis ojos puestos en la bola de cristal otra vez al preguntar. —¿Qué crees que hay más allá de Neopanem?
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Tienes una iniciativa que muchos solo podrían llegar a desear, Syv, es un paso en la dirección correcta el que puedas pensar de esa manera y no seguir la línea de pensamiento de la mayor parte de la población... — murmuro, al menos, en cuanto a la adivinación se refiere. Es una de esas ramas de la magia que incluso los propios magos se  encuentran escépticos a aceptarla como tal, con todo lo que ha costado que la magia sea reconocida en la sociedad, me cuesta creer que la videncia siempre será un tema que la mayoría prefiere dejar de lado antes que darle el reconocimiento que se merece. Y supongo que, por su rareza, es todo lo que puedo esperar. — Y si los libros no te ayudan, siempre podemos recurrir a un juego de cartas, si te interesa... — aunque la propuesta va dirigida en todo momento hacia ella, me muerdo el labio inferior con cierta duda. Tengo que dejar de hacer estas cosas en las que me ofrezco a leerle el futuro a la gente como si todavía fuera cuestión de vicios del pasado, cuando sé muy bien que no a todo el mundo le interesa una lectura de lo que les pueda ocurrir, y no obstante son las primeras en acudir a personas como yo cuando la suerte llama a sus puertas.

La miro con cierta gracia plasmada en el rostro cuando menciona a su madre a pesar de que puedo entender por las expresiones de su rostro que no es un comentario que la coloque como la persona sobre la que esclarecer sus dudas y, creo, debí haberlo supuesto antes si es a mí a quién ha decidido acudir primero. — Huh, no... compartir chistes de abogados es algo en lo que quizá mi hermano te pueda ayudar más. — bromeo, sin perder la sonrisa incluso cuando la ironía de todo esto es que me crié por un abogado y Hans terminó por convertirse en uno, ambos con una ideología demasiado diferencial. — Pero me gusta decir que el alma es nuestra esencia, como la máxima expresión de quiénes somos y que todo nuestro potencial... se recoge en ella. — conté muchas mentiras a lo largo de mi vida, a pobres personas que probablemente no se lo merecían y también a muchas otras que sí, todo con tal de darles lo que esperaban y recibir algo a cambio, pero nunca mentí sobre esto. ¿Pero leyes? No seré quien lo diga en voz alta, pero me hace gracia como somos capaces a cambiar lo que está bien y lo que está mal con tanta facilidad en esta sociedad en la que vivimos.

Asiento lentamente con la cabeza, porque creo entender su punto y, más allá, soy yo misma quién se ha beneficiado de esas imaginaciones de vernos en otro lugar y muchas veces, como ella dice, es cierto que nos salvan de otras penurias. Sin embargo, tengo la necesidad de añadir algo que siento es importante, porque también lo he experimentado. — Así como pueden ser necesarias... las mentiras también pueden volverse en nuestra contra, y no solo la verdad puede hacernos daño... No es bueno vivir a base de mentiras, aunque nos parezca que no hace mal a nadie, al final pueden terminar lastimándonos a nosotros mismos si las creemos por demasiado tiempo... Las mentiras se pueden volver una adicción también. — nunca he sido muy buena explicándome, para eso siempre estuvo mi hermano y a día de hoy sigue haciendo un mejor trabajo, pero si mantengo la mirada puesta sobre ella quizá pueda llegar a comprenderme. Tengo que apartar la vista, no obstante, cuando hace esa pregunta y la llevo a posar a través de las ventanas, como si eso fuera a darme la respuesta. — ¿Aparte de Europa quieres decir? No lo sé, supongo que ciudades derruidas, campo quizá... Te sonará extraño pero son pocas las veces en las que pienso sobre lo que hay allá fuera. ¿Tú lo piensas mucho? — sé que hubo una vez en la que mi hermano, hace ya mucho tiempo y cuando apenas medía poco más de un metro, propuso irnos a Europa, eran otros tiempos en los que mi padre ya había hecho forma de lo que era de verdad y la idea de alejarnos no se sentía tanto una ilusión como lo hace ahora. Desde entonces, no muchas veces me lo he planteado y quizá tenga que ver con el hecho de no tener nada allí que me interese, pues todo lo que me preocupa está en NeoPanem.
Phoebe M. Powell
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Así como me ves— digo, entreabriendo los lados de mi abrigo de pana gris, en un ademán que la invita a mirarme desde los zapatos hasta el último de mis cabellos rubios bien peinados, en el más clásico estilo de una estudiante de leyes que encajará en cualquier tribunal, —mi línea de pensamiento suele diferir bastante de la mayoría de la gente, no por nada especial, es una línea con muchos rulos y que forman garabatos en el aire…— porque cuando llego a casa lo primero que hago es sacarme los zapatos, andar con medias o descalza, coloco alguna de mis películas de emociones felices donde siempre hay alguien que canta y a veces me pongo a hacer esos test tontos de que superheroína de la televisión soy o cuántos hijos tendré, preparo cocteles de papas fritas y zumo de naranja para los días que han sido realmente duros. Esa es mi rebeldía al sistema, a las normas, y para colmo, se ha sumado mi perro a las maratones de películas. Si le contara todo esto a Phoebe, me vería como lo que soy: un problema real. No es por exagerar, pero me considero una mala compañía para cualquier persona decente. ¡Pero! Puesto que en vez de libros me ofrece una tirada de cartas, ¿puedo decir que Phoebe quizás no sea la persona que podría entenderme? —¡Siempre he querido que me tiren las cartas! Pero no confío en las tiradas en línea— ¡siento que son cartas elegidas al azar por unos y ceros!

Mi sonrisa se convierte en una mueca tensa cuando menciona a su hermano. —No me daría la cara para preguntarle al ministro de justicia qué sabor tenía el último alma que succionó— digo, la espalda rígida de pronto, me relajo para contarle un secreto. —No me daría la cara para decirle nada delante, nunca me he postulado para prácticas en ese departamento solo porque no creo que pudiera unir dos oraciones de manera coherente delante de él sin terminar balbuceando alguna estupidez como que tiene lindos ojos y ¡son dos! ¡Dos lindos ojos!— exagero mi encandilamiento posible a ese hombre que podría sentenciar a muerte a mi mascota, no, mejor no, nada de bromas con el ministro Powell sobre almas y abogados dementores. ¡Almas! ¡Volvamos a la esencia, Synnove! Almas, no ojos. Concentración. —¿Crees que nuestra magia también viene del alma?— me surge preguntarle, he leído teorías descabelladas que van desde lo biológico hasta lo psicológico. ¿Y si la magia proviene de una esencia tan inexplicable como la magia misma? —Entonces… ¿es mi alma expresándose en mi sueño?— supongo que todo llega a este punto.

Es una posibilidad que me hace remover todo lo que llevo por dentro, todas esas impresiones y desaciertos sobre lo que creo y lo que es, tan ambiguo como el juego incansable de verdades y mentiras que se solapan entre sí, porque en mi vida fueron dichas ciertas cosas como verdades, lastimaron como tales, solo para desenmascararse como mentiras que buscaban proteger y eso mismo dio alivio, a la vez que volvía a lastimar. ¿Cuál es la verdad entonces? ¿Cuál es la mentira? Tendré en algún punto que recoger todo lo que me han dicho para decidir yo en qué creo y en que no, cuál tomo como verdad, y la advertencia que me hace Phoebe es válida, porque contarnos mentiras amables es tentador. —Todas las personas necesitamos de algún tipo de adicción para que la realidad no nos duela al punto de destruirnos— digo, con cuidado de cómo puede sonar, —cada quien elige a qué dependiendo de cuánto y cómo quiere hacerse daño a sí mismo. De todas las adicciones posibles, crearme una fantasía y luego no ser capaz de salir de ella, creo que es incluso de las más apacibles. Después de todo, si los demás me ven destruida, yo me veré a mí misma en un sitio mejor…— susurro, me preocupa que esto haya estado tan claro y silencioso en un rincón de mi mente. —Todo el tiempo— contesto, ni lo dudo. —Mi padre no es de aquí, tampoco mi hermano, ellos vienen del extranjero… así que sé que hay otro lugar— rememoro mi charla con Jakobe la única vez que hablamos del tema, él también hacía mención a esa tierra que fue parte de las anécdotas que me contaba mi padre cuando era niña. —Está muy lejos, no sé si algún día iré, pero ese es el lugar al que pertenezco.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Ante su propia invitación, mis ojos la analizan de arriba a abajo en un rápido vistazo que me hace distinguir la diferencia más notable con respecto al resto de mis alumnos, y es que ellos todavía tienen impuesto el uniforme reglamentario. De alguna manera lo que lleva puesto también me da una idea de como es como persona. — Sí, la verdad es que eso es algo que he notado. — respondo cuando se describe a sí misma com una persona cuyos pensamientos difieren de los corrientes y tengo que darle ese punto a su favor. No porque la conozca, sino por lo que he llegado a entender de ella y percibo en los pocos minutos que hemos podido hablar, se nota que es una muchacha que tiene voz propia y eso me gusta. — ¿Tiradas online? No sabía que eso se hacía. — frunzo un poco la nariz al escucharlo, alguien me anda quitando el puesto por internet, y solo puedo pensar que ojalá se me hubiera ocurrido a mí esa idea en sus tiempos, me hubiera librado del acoso físico de Georgia con sus alucinaciones. Obviemos la parte en la que se necesita dinero para eso. — Como sea… — murmuro más para mí que para ella en lo que me muevo por el aula hasta llegar a la zona de mi escritorio, detrás guardo en un armario una baraja de las cartas que no tardo mucho en sacar. Quizá no debería emocionarme tanto, si tengo en cuenta que la última vez que hice esto así tan improvisado terminó de una manera inesperada. ¿O no es inesperado lo que te dicen que se espera?

Le doy la vuelta a una de las sillas para quedar enfrentada a Synnove al tomar asiento, dejando a un lado la bola de cristal, que ya de por sí estas mesas no son excesivamente grandes, para colocar en cuatro montones diferenciados el conjunto de cartas. — Sí, bueno, digamos que mi hermano suele tener esa impresión. — alzo las cejas con diversión en lo que le indico que tome una carta de la primera torre con el dedo, posándola frente a ella boca abajo. — Si te sirve de consuelo, soy su hermana y a veces también siento que estoy balbuceando tonterías a su alrededor. — intento bromear, sí, pero eso no quiere decir que no tenga parte de verdad ¡y la tiene! Que ha sido así toda la vida, incluso antes de que Hans y yo perteneciéramos a mundos completamente diferentes. — Pues… no lo sé, eso es lo complicado de intentar comprender como funciona el alma, o si existe siquiera, más allá de lo hipotético, sí pienso que si existe, no es algo que sea exclusivo de nosotros… — digo nosotros en un tono bajo, haciendo referencia a nosotras mismas como brujas, de pertenecer a ese grupo afortunado de la sociedad, pero es evidente por mi expresión que no estoy para ponerme a hablar sobre política. — Puede ser, puede ser… También depende de lo que tú quieras creer, lo bueno de todo esto de la adivinación es que no hay una respuesta correcta y una incorrecta, sino que hay posibilidades, de todo tipo… — me abstengo de decir que esa es la razón por la que supone un problema para la mayoría, porque no te da una respuesta a tus problemas, si acaso, los vuelve peores.

Le indico que tome otra de las cartas y esta vez la poso frente a mí en su lugar, aunque por la manera que tengo de concentrarme en el resto de cartas, no le doy la importancia que podría tener en el futuro. — Supongo que entonces depende de a qué nos volvemos adictos y no de si caemos o no en la adicción como tal. — le doy la razón sin discutirlo mucho, porque algo en lo que dice me hace sentirlo personal al pensar en todas las cosas de las que me volví adicta y de las que todavía me cuesta despegarme. Soy consciente de que son todas esas adicciones las que hacen que caiga en errores. — Lo bueno de que sepas a donde perteneces es que siempre vas a tener la opción de ir a buscarlo. — sonrío apenas, espero que no lo malinterprete y piense que por la situación política el salir de NeoPanem es algo que está prohibido, sino como un viaje más allá de todo eso. — Y no tiene por qué ser físicamente, si pensar en ese lugar te hace sentir bien y encuentras paz en saber que está ahí, para cuando sea el momento en que puedas verlo con tus propios ojos, puede que ese momento llegue, antes de lo que esperas.
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Pueden acusarme todo lo que quiera de ser tradicionalista, a mi parecer las auténticas tiradas de cartas son estas en las que puedo ver le mazo bajo mis ojos y reordenar con mi mano los montones en los que están dividida, así mi energía traspasa de la punta de mis dedos a las cartas, para una lectura más certera de mi suerte. —No somos muy distintas entonces— me río entre dientes, que pueda hablarme de su propio balbuceo cerca de su hermano hace que la sienta más cercana, alguien con quien me puedo sentir cómoda con facilidad y decido contarle por qué. —Cuando eres una persona como yo, que tienes que vestirte de esta manera y estudiar una carrera como leyes, todo lo que esperas es que se tomen con seriedad lo que dices. Pensar de una manera un tanto rara me ha hecho encontrarme muchas veces con preguntas del tipo «¿estás bien de la cabeza?» o la simple incomprensión, el «no te entiendo». Duele bastante…— murmuro, recuerdo muy claro las veces que llegaba a casa llorando cuando tenía once y doce años y mamá me abrazaba al verme llegar, claro que se lo contaba, le contaba todo y lo rara que era, las dos decidimos entonces que sería de una manera distinta, mejor.

Y lo de entender o no entender algo, sigue resonando en mi cabeza cuando hablamos de las almas. —Por muchas teorías de las almas que pueda haber, diré que es muy probablemente la única cosa que no se puede ni se debe tratar de explicar. Las almas se explican a sí mismas en lo que somos y lo que hacemos, definirla es limitarla, darle forma es quitarle su esencia… algunas cosas deben permanecer sin explicación, también es parte del equilibrio del universo— pienso en voz alta. Vuelvo mi mirada a las cartas cuando dice que no hay correctos, ni incorrectos en adivinación. —¿Posibilidades? Nunca fui buena en matemáticas…— es mi pésima broma al respecto, porque si mi destino depende de posibilidades abre mi camino en otros mil, cuando el plan de vida que tengo es uno bastante recto, en una única dirección y predecible. Phoebe me hace pensar en la variable X, esa que está y puede cambiar el resultado de todo, de hecho tengo una gran X en casa con forma de perro que debería tener en cuenta, sino lo es también Simon o mi propio padre.

Es algo de azar entonces— musito, eligiendo una de las cartas, la ironía de que se usen tanto para adivinación como en mesas de apuestas. Habrá muchas cosas sobre las que no tenemos control, quizá lo que está viniendo hacia nosotros, y otras que elegimos, cómo dañarnos muchas veces depende de nosotros. —Necesitamos caer en algo, necesitamos depender de algo, nuestros puntos vulnerables que duelen siempre necesitarán de un placebo— digo, recuerdo esa palabra porque las medicaciones de mi madre tienen ese efecto, el de hacerla sentir mejor, dentro de cajas de comprimidos. —Una persona, una cosa, un hábito, un error constante…— enumero las que se me ocurren, saliendo de la típica lista que mencione el alcohol, las drogas, el sexo, el juego, las autolesiones, después de todo esos son hábitos que se refieren a algo más. —Lo malo de saber a dónde pertenezco, es que nací en el Capitolio, soy nativa y extranjera a la vez— suspiro, en vez de darle simplemente la razón. Sonrío encima de las cartas al oír lo último. —¿Eso es lo que dicen? ¿Qué podré ir?— pregunto.
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Supongo que no — acepto, sonriendo brevemente. No me gusta pensar mucho en ello, pero a veces no puedo evitar plantearme cómo hubiera acabado si las cosas no hubieran seguido el curso que siguieron. Si me hubiera convertido en una abogada como mi hermano en base a un crecimiento compartido y básicamente haberlo mamado desde pequeña por nuestro padre, o si por el contrario, hubiera terminado precisamente donde estoy ahora, enseñando a un puñado de estudiantes, quizá no necesariamente esta asignatura. Son tantas las posibilidades, que me hace mantenerme firme en mi postura de que lo que nos ocurre, no es porque sea lo correcto o lo que tiene que ser, sino porque se da de esa manera. — No debes tomarte esos comentarios tan en serio… En la vida siempre encontraremos a gente que difiere de nuestra opinión o de nuestros motivos, pero las personas a las que verdaderamente les importas, tu opinión no pasa desapercibida, te tomarán en serio. — le aseguro, aunque creo que quizá no es el consejo más sabio en una sociedad en la que pensar de una manera distinta a la indicada es sinónimo de problemas. — O me gusta pensar que será así, llegado el momento… — añado, solo por si acaso.

Lo que dice me lleva a asentir silenciosamente con la cabeza, mientras termino de colocar las cartas sobrantes sobre la mesa, pues yo no podría haberlo puesto de una manera mejor, ni siquiera intentándolo. — ¿Cuántos años decías que tenías, Syv? Tienes un futuro muy brillante por delante, estoy segura, y no, no lo estoy leyendo en las cartas, eso lo sé sin necesidad de mirarlas. — agrego, pero pronto me estoy riendo — Irónicamente creo que las matemáticas tienen mucho que ver con todo lo que abarca la adivinación, no sé si precisamente pueden llegar a predecir cosas como tal, pero he escuchado teorías extrañas sobre matemáticos que predecían la fecha de nacimiento de personas que serían importantes en el futuro. — muevo mi mano como para restarle importancia, pues en realidad ni yo que soy vidente me fío demasiado de esos descubrimientos que dicen haber tenido lugar, cuando por muchos números y ecuaciones, sigue sin ser una teoría bien fundamentada que pueda tener alguna clase de valor. — Pero si a mí me lo preguntas, creo que la clarividencia es otra de las cosas que no tienen explicación, que perderían de todo su sentido si tratamos de buscarle una ecuación... — hacerlo lo convierte en algo banal, no creo que muchas de mis visiones se puedan calificar como algo "normal", por bien o mal que suene eso.

Azar, suerte, destino, pura casualidad... lo que uno prefiera llamarlo, en verdad. — murmuro, pues no seré quien le adjudique un nombre cuando hay tantas opciones para definirlo, cada quién se acostumbra a llamarlo como se sienta más cómodo según qué tipo de vida lleva. Para un pobre caer con un trozo de pan puede significar un golpe de suerte, para un enamorado encontrarse con su prometida puede considerarlo obra del destino, prefiero no meterme en ello y ser más quien aporte las circunstancias. Suficiente mierda me echaron muchos ya como para decidir llamarlo casualidad del destino. Es increíble a cuántas personas pueden ofenderle esa palabra. — Mmmm... no precisamente — soy la que le da la vuelta a la carta que coloqué en mi frente, junto a las demás que ya están boca arriba para que ella misma pueda verlas. Señalo las del centro — Todo esto de aquí habla de como eres como persona, cuales son tus motivaciones, como te ves a ti misma y los cambios por los que puedes pasar, o incluso ya has pasado... — le explico, pero no le doy mucha importancia primordialmente porque se suponía que esto iba a ser rápido y si me pongo a explicarle la relación que veo que les une podemos echar la tarde entera. Me centro mejor en la carta que yo tomé y que tiene reflejo sobre todas las demás. — Esta de aquí dice que en el tiempo próximo, lo irónico es que nunca especifican cuanto de próximo, vas a verte comprometida en recorrer un camino... turbulento. — por decirlo de alguna manera, errores del pasado me comentan que no debería utilizar esa palabra, que me he encontrado con personas que se lo han tomado literal. Espero que ella sepa diferenciar. — Ah, pero no tiene por qué ser malo, todos los caminos llevan a algún punto, también dicen que las decisiones en que te veas envuelta son las que te van a dirigir en ese recorrido, y... — tomo una carta del extremo izquierdo y la coloco junto a la mía. — Esto me dice que ni siquiera tú misma te vas a sorprender por muchas de las cosas con las que te encuentres, hay sentimientos dentro de nosotros tan latentes que muchas veces... solo estaban esperando el momento adecuado. — eso lo digo yo, no las cartas, pero espero que me entienda mientras levanto la mirada hacia sus ojos. — Puedes darle la vuelta a la tuya. — la animo a que tome la que está a su frente, a ver qué tiene esa por revelar, puesto que diría que es, sin ser demasiado atrevida, la más importante.
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Lamentablemente, cuando somos niños no hay manera de hacernos entender que un comentario no tiene por qué lastimarnos tanto si no es de alguien que en verdad nos importa, hieren y luego esas cicatrices se reabren con un comentario futuro igual de desafortunado. —Espero encontrar personas así, con una o dos cada cierta temporada de la vida me conformo…— susurro, hasta ahora las personas que han mostrado consideración por mis opiniones son las que la ley, esa que estudio, me dice que son los equivocados, no sé qué tan bien habla eso de mis propios pensamientos o si acaso me atrevería a compartirle a una profesora del Royal, por agradable y abierta que se muestre a nuevas perspectivas, que uno de los criminales más buscados del país y mi amiga que también tiene cargos en su contra, me hacen sentir que lo que puedo llegar a decir tiene algún sentido, aunque también con ellos, no sea un sentido que puedan entender del todo.  

Apoyo mi mejilla contra la palma de mi mano, exagerando un gesto de agotamiento existencial. —Dicen que tengo diecinueve años, a veces me siento de setenta y hay días en los que parezco de nueve— suspiro. Sonrío con timidez en agradecimiento a su optimismo hacia mi futuro, cuando ella usa la palabra “brillante” se siente libre de toda esa presión con la que suele murmurarla mi madre, no es que esté obligada a hacer cosas para que así sea, sino que se dará de una manera natural y es bonito pensarlo así, ¿no? Si el farol que brilla para todos en el futuro, algunos sí podamos alcanzarlo. Es un pensamiento más lindo que pensar en matemáticas, aunque en lo que dice toma mi atención. —¿Hablas en serio? ¿Hay gente que predice nacimientos de gente que será importante? ¡Wow! Me han enseñado solo la parte aburrida de las matemáticas… ¿sabes que leí una vez? ¿Alguna vez escuchaste hablar de los hermanos astrales? ¿Las personas que nacen el mismo día, a la misma hora y tienen un destino común? Una vez leí una historia preciosa sobre un matrimonio de reyes que eran hermanos astrales, habían logrado que su reino fuera muy próspero, pero él se tuvo que ir a la guerra y al cabo de unos meses la reina enfermó repentinamente, murió. Los mensajeros se encontraron a mitad de camino, cada uno con la noticia de la muerte, tanto del rey como de la reina. Sé que contado así suena como una historia espeluznante— hago una mueca. —Pero se me hizo muy romántico, ya sabes, destinos unidos, nacer, amarse y morir…— le cuento, ¿o malinterpreté el ambiente? Si hay cartas, bolas de cristal, almas y clarividencia en la conversación, ¿también podemos comentar estas historias, verdad?

¿Esperanza, quizás? ¿Confianza?— ofrezco otras palabras a la enumeración que estamos haciendo para reconocerle al azar de los acontecimientos de la vida otros atributos, aparte de lo impredecible que puede llegar a ser. Cuando veo las figuras expuestas de las cartas que han sido dado vueltas, puedo identificar un poco de todo lo que hemos dicho en ellas, hay un poco de azar, otro poco de destino, una esperanza que se asoma al tratar de dar un significado a esas figuras. — Tengo que admitir que lo turbulento no siempre se experimenta como un terremoto, a veces basta una cosa o una persona para que todo a su alrededor empiece a cambiar…— murmuro, pensando en cómo mi padre eligió ser honesto, la llegada de Simon a casa y luego la de Kendrick para colocarnos en un jaque peligroso como familia, de la que es parte y nadie lo entregaría jamás. Y nada de eso me ha sacado de mi zona de confort, todo está cambiando, menos yo. —Tal vez debería apuntarme a algún voluntariado, eso debe ser, si es turbulento seguro que me meteré en una de esas movidas en las que se encadenan a árboles para que no los talen…— estoy diciendo boberías, todo sea para no pensar en lo negativo que siempre va acompañado a la definición de turbulento, agradezco que quiera suavizarlo con lo que dice luego. —¿Sentimientos latentes?— suena a que debería empezar a escribir cartas, ¡exacto! Como la película de A todos los magos de los que me enamoré, ¡uff! Me voy a cansar, tengo mucho por decir y la lista tampoco es corta. Fuera de toda broma, si tengo que tomármelo con seriedad… sé que es lo que quiere decirme Phoebe. —En conclusión… se viene un cambio que estaba esperando— susurro, con miedo de lo que pueda aparecer en la última carta que doy vuelta con timidez. —¡¿LA MUERTE INVERTIDA?! ¡¿EN SERIO?! ¿Pasaré por todo eso para luego morirme? Y si está invertida, supongo que será una muerte lenta y dolorosa...— dramatizo, creo que sí empezaré a escribir cartas.
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Por lo menos no te sientes de quince. — bromeo a su favor cuando me plantea esa visión que tiene sobre sí misma. — Creo que es una de las peores épocas por las que podemos pasar como personas, con todos los cambios que conllevan y sumándole los que imponen sobre nosotros a esa edad… es difícil encontrar una voz propia. Puede que ahora sientas que no te escuchan, pero te aseguro que muchos lo hacen más de lo que aparentan, después de todo, sois la generación del futuro. — intento animarla, pues con mis treinta años puedo decir que pasé por la adolescencia y sé lo que se siente cuando parece que el mundo se pone en tu contra. La nuestra, mi generación, fue la que además tuvo que experimentar el cambio de gobierno, no me parece poca cosa para una persona que está tratando de encontrarse, el tener que lidiar a mayores con el pensamiento impuesto por otros. — Eso he leído — aseguro, aunque por el tono de mi voz se nota que no lo hago con la seguridad de alguien que sabe que no hay margen de error. Opto por el silencio en lugar de ampliar en mis lecturas, que ni yo misma considero de gran importancia, para dejarle paso a ella a que cuente su propia historia. — Se me hace más trágico que espeluznante… aunque supongo, que siendo dos personas que se amaban, fue mejor así, ¿no? Así ninguno de los dos tuvo que sufrir la pérdida del otro… quizá hasta tuvieron su oportunidad de reencontrarse. — propongo, si es que cree en esas cosas, si se piensa de esa manera puede que no sea una historia tan trágica, después de todo.

No sé si yo lo llamaría esperanza… Verás, no a mucha gente le gusta lo que una vidente tiene por decir, incluso cuando fueron ellos los que acudieron en primer lugar. — lo sé, la experiencia me lo corrobora, no importa la buena intención que tengas. Me alegra que al menos, de todas las personas con las que alguna vez me crucé y a quienes dediqué un tiempo a leer su ventura, existan chicas como Synnove que no se lo tomen como un ataque personal y, en cambio, busca proponer sus propias ideas con respecto a la información que recibe. — Exacto, lo que quieras o no quieras hacer con lo que reflejan las cartas eso ya es cosa tuya, la gente a veces se olvida de eso, que los destinos no están escritos a no ser que los escribamos nosotros. La mayoría se conforma porque creen que ya se les ha dado una respuesta. — aquellos que la esperaban se muestran hasta conformes con ella y deciden no moverse mucho más allá de lo que han hecho toda su vida; los que esperaban una contestación diferente, no obstante, esos suelen ser los que directamente acusan a personas como yo de mal augurio. No le diré, en cambio, que en el pasado me dediqué a decir lo que la gente esperaba obtener, lo cual es considerado una estafa con todas las de la ley, solo para recibir algo a cambio. Prefiero dar paso a que levante la carta y, cuando la toma, ni siquiera tengo tiempo a dedicarle un vistazo que ella ya me está gritando lo que muestra. — Bueno, a ver… Morir nos vamos a morir todos, es solo cuestión de tiempo… — por cosas como estas me dicen que a veces es mejor mantener la boca cerrada, voy a reformular, y lo hago tomando la carta. — No, no, lo que quiere decir es que… la muerte no siempre significa muerte como tal, ¿entiendes? Hay muchas formas de sentirse muerto por dentro, vacío, tanto psíquicamente como fisiológicamente, es importante ver la distinción, que esté invertida explica muchas cosas… — intento tranquilizarla, pero estoy muy segura de estar haciéndolo mejor o más bien peor. — Mi consejo es que tengas cuidado con lo que te hace a ti misma quién eres, no pierdas nunca lo que te hace ser como eres, las motivaciones de cada uno son únicas y son las que nos definen, si perdemos eso… Es muy fácil caer en la tentación de las malas rachas y sus vicios, te lo digo por experiencia, no quieres ser esa persona. — es todo lo que puedo decirle.
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La generación del futuro— repito con un suspiro quedo que se lleva todo mi aire, decirlo suena a una gran responsabilidad y también a una oportunidad de ser quienes pueden definir cómo será un tiempo en el que ya no estemos remendando viejas heridas del pasado, si es que se puede pensar que habrá un tiempo en que la memoria colectiva se lleva de nuevas anécdotas que logren sobreponerse a las antiguas, ¿será? Son muchas las veces en las que tengo que convencerme que estoy haciendo algo que pueda llegar a marcar una diferencia y muchas otras las veces en las que pierdo la esperanza, es entonces cuando necesito esconderme en historias de ficción que tienen un final feliz asegurado, aunque ese final sea también el de dos vidas. —No sé, no suelo pensar en lo que pudo haber sido después. La historia comienza y termina en ellos. No he tenido buenos ejemplos cercanos de personas que llegaron a amarse así— pienso en mis padres, —tampoco aceptaría para mí la idea de algo así, que tu existencia dependa enteramente de la existencia de otra persona. Pero… si se piensa como un mito, como la idea de que dos personas están destinadas a encontrarse, amarse y fundar juntos algo grande, ¿no es… sublime? ¿Poderoso? Solo encontrarse, coincidir, como algo que supera todo…— coloco una mano en mi pecho con un gesto conmovido. —Este es el punto de todas las películas en el que lloro— confieso, simulando que me sorbo los mocos y me seco una lagrima del rabillo del ojo, solo me falta a tener a Ken cerca para esconder mi cara en su pelaje así no se me ve la cara de pena.

A todos el futuro nos provoca ansiedad y miedo a la vez, queremos saberlo y a la vez no queremos saber— me encojo de hombros, —yo no sé si quiero saber nombres de personas y lugares, fechas precisas, cuántos hijos tendré o si moriré pronto… y a la vez quiero saber, por lo menos para entender que algunas cosas que no dependerán de mí y que otras sí…— murmuro, necesito de un farol que me ayude a limpiar las penumbras que hay en el camino, no espero que me muestre el final del recorrido. Porque, ¿qué sentido tendría? ¿De qué serviría saber el final de todo? Si lo impredecible de cómo puede acabar esto es lo que nos hace avanzar. —Eso es cierto— admito, la muerte es el final ineludible, no es precisamente por lo que tengo que preocuparme, de hecho es el menor de los males posibles, inevitable como es, ¿puede ser considerado como algo malo? Será malo si interrumpe lo que sea que me proponga en medio de todo ese cambio, sobe el que Phoebe me advierte que puede llevarme a ser alguien que en realidad no soy, pensamiento contradictorio si tenemos en cuenta que cambiar se trata de eso y a la vez no hay mayor verdad que esa, por muchos cambios turbulentos que puedan haber en la vida, hay una esencia por conservar. —¿Ser esa persona que cree en cosas como que hay almas destinadas a amarse porque así lo decidieron las estrellas?— pregunto con un asomo de sonrisa, aclaro que se trata de una broma hacia mí misma al continuar. —¿Alguien que cree en mitos? ¿Qué hay fuerzas poderosas que nunca llegaremos a entender? ¿Alguien que en medio de esta realidad y guerra trate de ver el alma de las cosas?— susurro, pensando más en aquella mujer que veía en la terraza de un edificio, que a su vez piensa en aquella mujer del bosque. —Sea como sea, hablar contigo ayudó a que se me vaya la ansiedad por un mal sueño.
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No tiene caso pensar en lo que hubiera ocurrido después. — coincido con su punto, borrando de mi cabeza cualquier posibilidad que pude haber imaginado a raíz de la historia que me ha contado, que no deja de ser eso, una historia, incluso cuando alguien tuvo que basarse en algo para poder escribirla o contarla. Me gusta pensar que aunque los cuentos y las historias no siempre son reales, todas tienen una parte verdadera que le pertenece a alguien. — Tampoco en lo que pudo o no haber sido, ese es nuestro problema, tendemos a pensar demasiado en los y si cuando no tiene remedio. Si acaso, nos hace peor a nosotros mismos, porque nunca es bueno reflexionar sobre lo que pudo haber ocurrido, lo que podríamos haber sido. Lo que está hecho, hecho está, y lo que ocurrirá en el futuro… hay muchas cosas que no dependen de nosotros. — de alguna manera la historia sobre los dos amantes me sirve para regresar sobre un tema que ya hemos hablado, se lo digo de nuevo a modo de recordatorio, incluso cuando yo soy la primera en saltarse por encima de mis propias palabras. — Es mejor centrarse en el presente, donde las cosas sí cuentan, hacer lo posible por que nuestra existencia sí tenga sentido. — reafirmo unos segundos después, cuando las historias sobre destinos truncados pueden ser utilizados más como moralejas que como mitos en sí. — Llorar está bien. — le aseguro con una sonrisa tímida, eso es lo que me digo a mí misma cuando soy yo la que llora, a pesar de que no los considero mis mejores momentos y desde luego unos que refiero mantener en soledad.

Asiento con la cabeza porque lo que murmura es evidente, y es la razón por la que comprendo de donde vienen los miedos de la gente, entiendo su desconfianza hacia personas como yo y también hasta puedo aceptar que no todo el mundo recibe la información de la misma manera que otros. Como dije, muchos se lo toman como un ataque personal. — Aunque esto te vaya a sorprender… en la adivinación nunca puedes dar nada por seguro, los lugares, incluso una fecha… una visión puede hablar de muchas cosas a la vez, las señales que recibimos, como en estas cartas, solo son una guía… — murmuro, nadie tiene un manual de instrucciones para la vida, que marque el futuro. Por eso siempre insisto en que lo que cuenta es lo que hagamos nosotros con ello, uno puede resignarse a creer que el final está escrito en algún lugar entre las estrellas, pero de esa manera uno solo se está engañando a sí mismo. No hay duda de ello. — Que en medio de la guerra seas capaces de ver el alma en las cosas ya dice mucho de ti misma, mantenlo hasta el final, porque después de que todo esto pase… hará falta gente como tú para reconstruir el mundo en que vivimos. — tan triste como suena, nadie puede quitarle verdad a mis palabras, porque todos lo pensamos. — ¿Estás segura? ¿No te di más ansiedad o razones por las que mirar al techo hasta las tantas de la madrugada? — la risa delata que estoy bromeando, pero si se analiza bien se puede notar un cierto tono nervioso por si existe posibilidad en mis palabras.
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Pensar en el presente es lo que me lleva a suspirar como si hubiera pasado horas debajo del agua de la bañera, de pronto mi cabeza asoma a la superficie, tengo que quitarme los mechones que chorrean agua de la cara y reunir el ánimo suficiente como para salir para enfrentarme al mundo de afuera. —Si pudiera tener diecinueve años toda la vida sería la persona más feliz del mundo— murmuro, y la pregunta es ¿lo sería? Ahora puedo decir que llevo una rutina que me agrada, entre las clases de la escuela y el instituto de arte, tengo las presiones de una estudiante, pero no las cargas de alguien con trabajo. El Capitolio es el único lugar que conozco como para comparar con otros, si abandono las ideas de pensar en lugares imposibles. No se espera demasiado de mí, quisiera poder hacerlo todo, pero nadie está esperando que lo haga. Podría vivir en este limbo de ser y no ser por las décadas que tenga por delante, eternamente joven, repitiendo el plan de todos los jueves de ir a comer un café en cono.

No hay manera de saber lo que pueda pasar, ¿es eso?— concluyo, si hasta las visiones son imprecisas, con signos que no podemos llegar a interpretar hasta que se materializan en nuestra vida y quizás sea  lo mismo que con los horóscopos que te llegan a través de aplicaciones del teléfono. Son afirmaciones ambiguas que de un modo u otro, diremos que se han cumplido. No, no estoy menospreciando a las artes adivinatorias serias, como las que enseña Phoebe. De todo lo que hemos hablado, lo que puedo sacar en limpio es que el futuro no tiene una forma, se la vamos dando de a poco, con cada cosa que decidimos y hacemos, también con esas cosas que no dependen de nosotros, el universo es impreciso y estamos caminando a ciegas por él. Pensarlo así me da algo de calma, me devuelve cierto poder sobre lo que llegaré a ser, en lo impreciso del todo. —¿Tu crees? —  pregunto por el halago que me conmueve. —¿Sabes que afirmaciones así tuercen el destino de las personas, verdad? Para bien o para mal, una condena o una esperanza, pueden definir el destino de una persona— digo, tomo la carta que quedó destacando sobre las otras. —Así que ahora tienes un propósito, Synnove Lackberg. Te toca reconstruir el mundo— me lo repito con una solemnidad que fijo para mí, sobre las imágenes de esas dos mujeres de mis sueños. Devuelvo la carta a la mesa cuando me pongo de pie y estiro mi brazo para alcanzar mi cartera con los libros para la siguiente clase que tengo. — No, puedes quedarte tranquila, por esta noche mis dilemas existenciales no me quitaran el sueño. Confirmo que a veces— reacomodo la correa de la cartera en mi hombro, —todo lo que necesitamos es alguien que nos escuche. Eres buena escuchando, Phoebe. Mejor que cualquier adivina que pueda decir cómo serán las cosas, tienes un talento aún mejor. ¿Alguna vez probaste café en cono? Te lo traeré mañana para darte las gracias.
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Phoebe M. Powell
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Diecinueve años suena mucho mejor que los seis en los que yo me quedaría por toda la vida si fuera posible, obvio que no lo digo en voz alta y me lo guardo para mis pensamientos internos, esos que me gritan que en realidad no hay una fecha ideal de la que podamos aferrarnos por una eternidad entera, sino momentos. Me gustaría decírselo también, pero creo que en la charla esa parte también ha quedado implícita y se lleva de mi parte un último suspiro que acompaña al suyo. — No — creo que como vidente, es la respuesta más honesta que puedo darle, porque hasta yo misma, que dicen que puedo ver el futuro, me sorprendo cuando al final del día me encuentro con que terminé haciendo lo que mi cabeza me había mostrado días u horas antes, de manera desapercibida, casi como un velo, como un pensamiento más. No tengo la fórmula que dictará cómo vamos a acabar, las pistas que me dan como parte de este don ni siquiera son certeras y fiarme de ellas es un juego del que todavía no comprendo las reglas. Lejos de saber si alguna vez las entenderé al cien por cien, reconozco que pueden ser a la vez una ventaja tanto como un inconveniente.

Tuerzo la boca en una sonrisa curiosa, pese a que se responde por sí sola, me sabe mal decirle que hay muchas cosas que pueden truncar el destino de las personas, cuando no hace ni cinco minutos estábamos hablando de lo que se puede hacer para considerarnos dueños del mismo. Solo espero que el mundo que le toque reconstruir, de entre todo lo malo y todo lo bueno que puede tener este, no sea un reflejo de los errores que cometimos al crear ese en el que vivimos. Empiezo a colocar las cartas que quedaron desperdigadas sobre la mesa en un montón, con la lentitud que indica que todavía la estoy escuchando mientras ella misma recoge sus cosas. Casi sin poder evitarlo, sonrío. La ironía de que me he sentido ignorada durante mucho tiempo en la vida, en su momento me rodeé de personas que no me escuchaban más que para lo que tenía por decir de sus vidas. No hubiera pensado que por ello he desarrollado esta capacidad para escuchar los problemas de otros, pero me alegra que al menos sea algo con lo que pueda ayudarlas. — Te lo agradezco, y no, nunca lo probé, si vienes mañana me aseguraré de traer ese libro de la biblioteca, si todavía sigues interesada — que sospecho que lo hará, la sensación que tengo de esta chica es que es de las que tienden a sobre pensar mucho los dilemas existenciales.
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