OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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¿Por qué siento que tenemos todos los ojos puestos sobre nosotras? Pues porque probablemente sea así, la verdad, desde lo que ocurrió en el ministerio hace poco más de una semana han aumentado la seguridad en todo el perímetro, aunque me cuesta creer qué clase de beneficios va a traer eso una vez los rebeldes ya han conseguido entrar dentro del departamento de Misterios, pero bueno... La cosa es que no creo que sea solo eso por lo que la gente nos mira, caminar al lado de Valerie es lo que me parece está causando esa reacción, porque no es que seamos tan diferentes en altura, pero es evidente que tiene una complexión física que deja a la mía mucho que desear cuando nos hacemos pasear por uno de los parques más frecuentados del capitolio.
En realidad me da pena, pobre, de seguro no es lo que hubiera esperado recibir después de haber tenido que enfrentarse a todo el cirio que ocurrió dentro de las paredes del ministerio; mientras esto no es más que un día corriente en su calendario, para mí marca un inicio muy distinto. De todas las cosas, a la que menos me acostumbro es al uniforme, ese que me hace parecer mucho más seria, y por qué no decirlo, matona, de lo que en realidad soy. Me siento como un muñeco con estas botas que no se quitan ni en verano (se lo pregunté a Rebecca el primer día, mis pobres pies acabarán entumecidos por esas épocas), con mi apellido grabado en la placa que brilla en mi pecho y una coleta tan estirada que llevo la última media hora quejándome internamente del dolor de cabeza.
Y es que estoy intentando actuar acorde a las directrices que he recibido estos últimos meses en los que todavía no pertenecía al escuadrón, pero no puedo evitar mostrarme un poco ansiosa. Vamos, que creo que estoy estirando demasiado la espalda y parece que alguien me ha hecho tragarme un palo de escoba, cuando a cada mínimo paso me estoy girando para buscar la mirada de aprobación de mi acompañante sin que se dé mucha cuenta para no parecer un perro faldero. — ¿Entonces entendí bien y nuestro turno se acaba en... dos horas? — miro mi reloj para comprobarlo, cuando lo que estoy intentando hacer es iniciar una conversación, de forma algo patética, por cierto. Pero es que estar tanto tiempo sin hablar para mí es de las pruebas de mayor dificultad que me pueden poner. Rebecca va a tener razón con eso de que tengo que aprender a mantener silencio. — No por nada, claro... solo siento que ese perro lleva un buen rato mirándonos y no sé si es porque quiere que le lancemos la pelota o... — trato de bromear, me sale mejor cuando la gente que recibe mis bromas son de mi edad, pero si permanezco con la boca cerrada un solo segundo más, siento que me va a explotar la cabeza.
En realidad me da pena, pobre, de seguro no es lo que hubiera esperado recibir después de haber tenido que enfrentarse a todo el cirio que ocurrió dentro de las paredes del ministerio; mientras esto no es más que un día corriente en su calendario, para mí marca un inicio muy distinto. De todas las cosas, a la que menos me acostumbro es al uniforme, ese que me hace parecer mucho más seria, y por qué no decirlo, matona, de lo que en realidad soy. Me siento como un muñeco con estas botas que no se quitan ni en verano (se lo pregunté a Rebecca el primer día, mis pobres pies acabarán entumecidos por esas épocas), con mi apellido grabado en la placa que brilla en mi pecho y una coleta tan estirada que llevo la última media hora quejándome internamente del dolor de cabeza.
Y es que estoy intentando actuar acorde a las directrices que he recibido estos últimos meses en los que todavía no pertenecía al escuadrón, pero no puedo evitar mostrarme un poco ansiosa. Vamos, que creo que estoy estirando demasiado la espalda y parece que alguien me ha hecho tragarme un palo de escoba, cuando a cada mínimo paso me estoy girando para buscar la mirada de aprobación de mi acompañante sin que se dé mucha cuenta para no parecer un perro faldero. — ¿Entonces entendí bien y nuestro turno se acaba en... dos horas? — miro mi reloj para comprobarlo, cuando lo que estoy intentando hacer es iniciar una conversación, de forma algo patética, por cierto. Pero es que estar tanto tiempo sin hablar para mí es de las pruebas de mayor dificultad que me pueden poner. Rebecca va a tener razón con eso de que tengo que aprender a mantener silencio. — No por nada, claro... solo siento que ese perro lleva un buen rato mirándonos y no sé si es porque quiere que le lancemos la pelota o... — trato de bromear, me sale mejor cuando la gente que recibe mis bromas son de mi edad, pero si permanezco con la boca cerrada un solo segundo más, siento que me va a explotar la cabeza.
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¿Hay muchos bebés últimamente en el escuadrón o es cosa mía? No tengo claro que sea el momento más motivador para entrar para ellos. Es decir... Los traidores nos acaban de pasar la mano por la cara en el Ministerio y aquí estamos, patrullando por las calles como si tuviéramos que ser el orgullo de la Defensa Nacional. Si hasta los aurores tuvieron una mejor intervención que nosotros en el Departamento de Misterios. Los aurores. Que siempre son... Mediocres, haciendo su trabajo. En fin. Nos queda mucho camino por recorrer. Y tal vez gente joven y fresca y con ganas de hacer nuevas cosas en la vida es lo que necesita el escuadrón ahora mismo. Ya veremos.
Por ahora nos toca patrullar con los cachorros, enseñarles, supongo. Y yo veo, de reojo, cómo Maeve no deja de mirarme, como si quisiera que le dijera que lo está haciendo bien. Prefiero esto mil veces antes que patrullar con según qué lobos del escuadrón, no voy a mentir. Hasta me hace cierta gracia, su actitud. Y cuando se dirige a mí directamente me permito curvar los labios en una pequeña sonrisa y mirarla, con diversión —Dos horas, sí— le confirmo. Y luego ella hace una ¿broma? y me quedo unos segundos mirándola. Pero termino sonriendo, incluso riendo un poco. Pobrecita, tiene que estar de los nervios ahora mismo, y recién está empezando —Rebecca Hasselbach tiene una política estricta por lo que respecta al lanzamiento de pelotas. Lo considera poco profesional y un peligro para la imagen del escuadrón, desde que un día uno de nuestros lobos salió corriendo detrás de una pelota cuando la lanzaron— le digo, con tono serio pero tratando de seguir su broma, para que no se sienta rara con todo esto.
Estiro los brazos y la miro, con curiosidad. Porque me sigue pareciendo una fantasía que una chavala tan joven esté patrullando a mi lado —¿Cómo has llegado aquí, Maeve? ¿A este trabajo?— le pregunto, con tono amable. Aunque no le guste la pregunta, probablemente hasta agradezca que le esté sacando yo tema de conversación, así que todo bien, cero preocupaciones con esta chica. Tiene una inquietud en ella que me está haciendo querer protegerla aunque ni siquiera la conozca todavía.
Por ahora nos toca patrullar con los cachorros, enseñarles, supongo. Y yo veo, de reojo, cómo Maeve no deja de mirarme, como si quisiera que le dijera que lo está haciendo bien. Prefiero esto mil veces antes que patrullar con según qué lobos del escuadrón, no voy a mentir. Hasta me hace cierta gracia, su actitud. Y cuando se dirige a mí directamente me permito curvar los labios en una pequeña sonrisa y mirarla, con diversión —Dos horas, sí— le confirmo. Y luego ella hace una ¿broma? y me quedo unos segundos mirándola. Pero termino sonriendo, incluso riendo un poco. Pobrecita, tiene que estar de los nervios ahora mismo, y recién está empezando —Rebecca Hasselbach tiene una política estricta por lo que respecta al lanzamiento de pelotas. Lo considera poco profesional y un peligro para la imagen del escuadrón, desde que un día uno de nuestros lobos salió corriendo detrás de una pelota cuando la lanzaron— le digo, con tono serio pero tratando de seguir su broma, para que no se sienta rara con todo esto.
Estiro los brazos y la miro, con curiosidad. Porque me sigue pareciendo una fantasía que una chavala tan joven esté patrullando a mi lado —¿Cómo has llegado aquí, Maeve? ¿A este trabajo?— le pregunto, con tono amable. Aunque no le guste la pregunta, probablemente hasta agradezca que le esté sacando yo tema de conversación, así que todo bien, cero preocupaciones con esta chica. Tiene una inquietud en ella que me está haciendo querer protegerla aunque ni siquiera la conozca todavía.
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Contengo el aliento en lo que me da por asentir con la cabeza ante una confirmación que ya conocía y que solo tenía como finalidad cortar el hielo. Porque lo diré, si voy a tener que pasarme el resto de mi vida así, o al menos estos años en los que pertenecer al escuadrón se trata más de bien de una obligación que otra cosa, tendré que empezar a llevarme con mis compañeros. Sí, incluso cuando estos compañeros tengan el doble de mi edad y en su mayoría me saquen dos cabezas. Se me acumula una risotada que trato de disimular con una sonrisa acelerada ante lo que dice, aunque lo cierto es que que me siga el rollo produce que me encuentre menos incómoda a su alrededor. No incomodidad por su persona, sino por ser de mis primeros días e intentar aparentar que sé lo que estoy haciendo cuando la realidad es que no tengo ni la más mínima idea se está convirtiendo en una tarea complicada. — Pues vaya, qué amarga, ¿así que nada de lanzar pelotas entonces? ¿Qué más está prohibido según Hasselbach? Apuesto que eso de oler traseros tampoco va mucho con ella… — aunque espero que la sonrisa ladeada lo delate, la miro con cara de estar bromeando, que si tener a Rebecca como fuente de humor es común entre compañeros, no voy a hacer otra cosa diferente. Si luego mi jefa se entera siempre puedo decirle que era por el bien de mi círculo social, ¡que ser la nueva es difícil!
Pateo una roca pequeña que se cruza en nuestro camino con la punta de mi bota cuando su pregunta llega a mis oídos y ni siquiera me sorprendo por ella, digamos que ya he recibido como ochenta mil mensajes de compañeros de clase que no tenían ni idea de mi condición haciéndose la misma pregunta que ella. — ¿Te refieres a cuando me mordieron o a cómo he acabado aquí aquí precisamente? — formulo, aunque en una primera instancia tengo la intención de responder las dos cosas, por si las dudas. — Porque me encantaría responder a lo primero con una épica historia de como tuve que enfrentarme a una manada de lobos antes de acabar en una tragedia, pero la verdad es que que esté aquí es solo fruto de una estupidez. — no me salió tan chistoso como pretendía, definitivamente estoy perdiendo facultades, pero al menos puedo decir que elevo las cejas de forma cómica. — Que me encuentre haciendo esta ardua operación de vigilar bancos y espantar palomas come niños es el resultado de tener a una jefa extremadamente implicada en mi situación. — explico de forma resumida, no miento al decir que Rebecca en ocasiones toma el papel de tutor mucho mejor que mi propio padre. Para mi propia desgracia.
Soy de las personas a las que le cuesta un mundo controlarse, mis instintos actúan por encima de las órdenes que envía mi cerebro y el que esté aquí es un reflejo de ello, pero también lo es el hecho de que no pueda contenerme incluso cuando Rebecca me advirtió que no hiciera preguntas al respecto. Pero como el no mantener silencio es el primero de mis pecados, la curiosidad también me convierte en una infractora de primera. — ¿Y tú? ¿Estuviste en el ministerio cuando pasó...? — es una pregunta que no termino a pesar de ya conocer la respuesta, según como reaccione veré si fue una idea brillante sacar el tema o si por el contrario se queda en un intento nefasto de meter la nariz donde no me llaman.
Pateo una roca pequeña que se cruza en nuestro camino con la punta de mi bota cuando su pregunta llega a mis oídos y ni siquiera me sorprendo por ella, digamos que ya he recibido como ochenta mil mensajes de compañeros de clase que no tenían ni idea de mi condición haciéndose la misma pregunta que ella. — ¿Te refieres a cuando me mordieron o a cómo he acabado aquí aquí precisamente? — formulo, aunque en una primera instancia tengo la intención de responder las dos cosas, por si las dudas. — Porque me encantaría responder a lo primero con una épica historia de como tuve que enfrentarme a una manada de lobos antes de acabar en una tragedia, pero la verdad es que que esté aquí es solo fruto de una estupidez. — no me salió tan chistoso como pretendía, definitivamente estoy perdiendo facultades, pero al menos puedo decir que elevo las cejas de forma cómica. — Que me encuentre haciendo esta ardua operación de vigilar bancos y espantar palomas come niños es el resultado de tener a una jefa extremadamente implicada en mi situación. — explico de forma resumida, no miento al decir que Rebecca en ocasiones toma el papel de tutor mucho mejor que mi propio padre. Para mi propia desgracia.
Soy de las personas a las que le cuesta un mundo controlarse, mis instintos actúan por encima de las órdenes que envía mi cerebro y el que esté aquí es un reflejo de ello, pero también lo es el hecho de que no pueda contenerme incluso cuando Rebecca me advirtió que no hiciera preguntas al respecto. Pero como el no mantener silencio es el primero de mis pecados, la curiosidad también me convierte en una infractora de primera. — ¿Y tú? ¿Estuviste en el ministerio cuando pasó...? — es una pregunta que no termino a pesar de ya conocer la respuesta, según como reaccione veré si fue una idea brillante sacar el tema o si por el contrario se queda en un intento nefasto de meter la nariz donde no me llaman.
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La miro, divertida con lo rápido que se sube al carro de esto de hacer broma con la jefa, y me permito reír levemente cuando sigue la broma con el comentario de oler traseros. Hago como si me lo estuviera pensando y termino negando con la cabeza —No, no creo que eso sea muy afín a sus ideales— aunque algunas personas del escuadrón, oler no sé, pero lamer culos se les da de maravilla. Realmente Rebecca es una buena líder, y yo agradezco que sea ella la que está al mando y no según qué otra gente. Y bueno... Que no lo negaremos, que me gusta que sea una mujer la que esté al mando del escuadrón de licántropos, ya hay suficientes hombretones por el Ministerio que se pasan los sábados por la tarde tomando coñac y jugando a ver quién la tiene más grande. En fin.
Escucho lo que me cuenta la jovencita y esbozo una media sonrisa mientras ella elabora en su narrativa. Porque tiene cierta gracia, esta muchacha, y creo que me lo pasaré mejor con ella yéndome detrás como un cachorro desorientado que haciendo rondas de patrulla con según qué otros compañeros. Me apetece más ver cómo una adolescente intenta hacer bromas que discutir de política para no llegar a ningún lado —Oh, así que tienes un vínculo con Hasselbach, ¿no? Cuidado, no vaya a ser que te miren raro por enchufe— bromeo. Y luego, al darme cuenta de que tal vez no parece una broma lo que he dicho, meneo la cabeza, algo alarmada. No quiero asustarla en su primera guardia, pobrecita —Es broma, ¿eh? Rebecca nos cae bien. Y nadie te va a mirar raro por nada. Bueno, por tu edad, tal vez, pero contra eso no puedes hacer nada más que trabajar y demostrar que la edad no es un impedimento para nada— aclaro. Anda que lo estoy arreglando. Pero lo cierto es que su actitud me recuerda un poco a la mía cuando estaba en las Colonias iniciándome en eso de intentar defender a los míos. Y me causa cierta ternura.
Sigo andando, sin más, dejando que mis pies me lleven por las calles de la ciudad. Y la miro con diversión cuando, sin ningún pudor, lanza esa pregunta —¿Cuando pasó...?— la miro, divertida —¿Qué de todo lo que ha pasado en el Ministerio?— me río un poco y después me encojo de hombros —Si hablas del gran último acontecimiento... Sí, estaba ahí. Y no fue precisamente divertido— digo, con una pequeña mueca. Entonces la miro a los ojos. Joven, impresionable y bastante adorable según como. Quiero ver su cara cuando le diga esto. Restándole importancia con mi tono, señalo mi hombro —Porque no entra en mi definición de diversión que te metan un balazo en el hombro cuando estás intentando defender el Ministerio, ¿sabes?— suelto, como si nada.
Escucho lo que me cuenta la jovencita y esbozo una media sonrisa mientras ella elabora en su narrativa. Porque tiene cierta gracia, esta muchacha, y creo que me lo pasaré mejor con ella yéndome detrás como un cachorro desorientado que haciendo rondas de patrulla con según qué otros compañeros. Me apetece más ver cómo una adolescente intenta hacer bromas que discutir de política para no llegar a ningún lado —Oh, así que tienes un vínculo con Hasselbach, ¿no? Cuidado, no vaya a ser que te miren raro por enchufe— bromeo. Y luego, al darme cuenta de que tal vez no parece una broma lo que he dicho, meneo la cabeza, algo alarmada. No quiero asustarla en su primera guardia, pobrecita —Es broma, ¿eh? Rebecca nos cae bien. Y nadie te va a mirar raro por nada. Bueno, por tu edad, tal vez, pero contra eso no puedes hacer nada más que trabajar y demostrar que la edad no es un impedimento para nada— aclaro. Anda que lo estoy arreglando. Pero lo cierto es que su actitud me recuerda un poco a la mía cuando estaba en las Colonias iniciándome en eso de intentar defender a los míos. Y me causa cierta ternura.
Sigo andando, sin más, dejando que mis pies me lleven por las calles de la ciudad. Y la miro con diversión cuando, sin ningún pudor, lanza esa pregunta —¿Cuando pasó...?— la miro, divertida —¿Qué de todo lo que ha pasado en el Ministerio?— me río un poco y después me encojo de hombros —Si hablas del gran último acontecimiento... Sí, estaba ahí. Y no fue precisamente divertido— digo, con una pequeña mueca. Entonces la miro a los ojos. Joven, impresionable y bastante adorable según como. Quiero ver su cara cuando le diga esto. Restándole importancia con mi tono, señalo mi hombro —Porque no entra en mi definición de diversión que te metan un balazo en el hombro cuando estás intentando defender el Ministerio, ¿sabes?— suelto, como si nada.
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Tuerzo los labios en una mueca algo evidente, aunque paso a reírme entre dientes enseguida. — Yo no lo llamaría "vínculo" como tal, es más bien una relación en la que yo cometo un error o hago una tontería y ella se comporta como madre alfa para que no deje en ridículo al escuadrón. — le explico, bromeando, me dejo para mí misma la parte en la que en serio parece que se trata de mi madre postiza cuando me envía mensajes histérica o me llama por teléfono para recordarme cosas que, como buena adolescente, se me olvidan a pesar de que me las repitió como mínimo unas ochenta veces en menos de una hora. — No sé si me gustaría estar enchufada por Rebecca, la verdad... Es muy estricta, ¿no? — se lo pregunto como si no lo supiera, quizá para tantear como es mi jefa en cuanto a otros miembro se refiere. A ver si eso de ser una chapas solo lo hace conmigo. — Tsk... ya, la mayoría me mira como si fuera un cachorro que recién está aprendiendo a subir las escaleras... — digo, caninamente hablando, que no difiere tanto de la realidad si nos ponemos exquisitos. Por ahora, me gusta esto de vigilar bancos y espantar palomas, ellas todavía me observan con algo de respeto. Supongo que, como dice ella, tendré que hacerme valer entre mis compañeros a pesar de mi edad y de mi evidente baja estatura.
Tiene un punto cuando hace esa especificación al hablar sobre el ministerio, que este no ha tenido sus mejores épocas estos últimos años. Parece que desde lo del catorce, más que poner un final a ello con un bombardeo, lanzaron una granada que todavía no ha terminado de explotar. Gran último acontecimiento, al menos puede verlo con humor. — Imagino... — respondo cautelosa, ¿que ella responda es un paso verde para que pueda hacer todas las preguntas que se me antojen? — Ya, ya, claro... — asiento con la cabeza para demostrar que entiendo su posición y que a mí tampoco me haría mucha gracia recibir un balazo en el hombro. — Tuvo que ser muy arriesgado... ¿cómo fue? ¿Por qué entraron los rebeldes? — ahí van, todas esas curiosidades que nadie me cuenta a pesar de pertenecer al escuadrón, supongo porque quieren mantenerlo en secreto, incluso cuando lo hicieron público para poder empezar con las entrevistas a todos los funcionarios. Vaya tela.
Tiene un punto cuando hace esa especificación al hablar sobre el ministerio, que este no ha tenido sus mejores épocas estos últimos años. Parece que desde lo del catorce, más que poner un final a ello con un bombardeo, lanzaron una granada que todavía no ha terminado de explotar. Gran último acontecimiento, al menos puede verlo con humor. — Imagino... — respondo cautelosa, ¿que ella responda es un paso verde para que pueda hacer todas las preguntas que se me antojen? — Ya, ya, claro... — asiento con la cabeza para demostrar que entiendo su posición y que a mí tampoco me haría mucha gracia recibir un balazo en el hombro. — Tuvo que ser muy arriesgado... ¿cómo fue? ¿Por qué entraron los rebeldes? — ahí van, todas esas curiosidades que nadie me cuenta a pesar de pertenecer al escuadrón, supongo porque quieren mantenerlo en secreto, incluso cuando lo hicieron público para poder empezar con las entrevistas a todos los funcionarios. Vaya tela.
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Sonrío un poco, pues se me hace curioso imaginar a Rebecca comportándose así con una adolescente. Supongo que todo el mundo tiene sus facetas escondidas... Y si la de Rebecca es esa, pues no está nada mal. Es, cuanto menos, gracioso. Cuando habla de la jefa siendo estricta me encojo de hombros —Lo es, y mucho... Pero creo que ya nos va bien. Porque hay cada personaje en el escuadrón que sin un poco de mano dura... No iría bien. Creo que nos ayuda bastante, la forma de mandar de Hasselbach— reconozco. A veces imagino cómo sería tener a algún otro de mis compañeros al mando del escuadrón y... No. No funcionaría tan bien como con Rebecca. La miro con una pequeña sonrisa, incluso con algo de ternura, tal vez, cuando dice cómo la miran otros compañeros. Porque está empezando con esto, a formar parte de un escuadrón que entrena a diario, se mata en el gimnasio, hace patrullas eternas y lucha cuando la política lo pide. Es normal que, al ver sangre fresca, la primera reacción sea infantilizar. Y bueno, que comparada con los otros miembros del escuadrón, realmente Maeve es un bebé. Pero eso no significa que no valga —Pues vas a tener que demostrarles que puedes subir las escaleras más rápido que nadie, ¿no?— bueno, que eso de hacer metáforas no es lo que mejor se me da en la vida, pero una lo intenta con la mejor de las intenciones, ¿vale? Espero que me haya entendido.
Me llevo la mano al hombro, que todavía está recuperándose (aunque a mayor velocidad de lo normal, gracias a la medicina mágica), y me muerdo el labio inferior ante sus preguntas. No sé hasta que punto se supone que tenemos que hablar de todo lo que pasó ahí dentro, pero creo que optaré por pasar de puntillas por encima de sus preguntas y responder con evasivas. Aunque me sabe mal. La cachorrita tiene aspecto de curiosa por naturaleza, no creo que pregunte por cotilleo o con maldad alguna —Fue... Intenso. Nos peleamos mucho con ellos. Entraron a... A robar algo. Pero no sé demasiado bien cómo terminó todo. Era un lugar bastante peculiar, yo estaba con Rebecca y un hombre que no sé ni quién es... Y bueno, nos peleamos con unos fugitivos. Había un niño haciendo maldiciones imperdonables. ¡Un niño! Seguro que no era ni mayor de edad. Esos traidores... Bueno. No creo que se les de demasiado bien eso de educar— opino, con una mueca. Le doy un golpe suave con el codo, amigable —No tengas prisa por verte en una de estas cosas que pasan de vez en cuando. No es tan divertido como suena— bromeo.
Me llevo la mano al hombro, que todavía está recuperándose (aunque a mayor velocidad de lo normal, gracias a la medicina mágica), y me muerdo el labio inferior ante sus preguntas. No sé hasta que punto se supone que tenemos que hablar de todo lo que pasó ahí dentro, pero creo que optaré por pasar de puntillas por encima de sus preguntas y responder con evasivas. Aunque me sabe mal. La cachorrita tiene aspecto de curiosa por naturaleza, no creo que pregunte por cotilleo o con maldad alguna —Fue... Intenso. Nos peleamos mucho con ellos. Entraron a... A robar algo. Pero no sé demasiado bien cómo terminó todo. Era un lugar bastante peculiar, yo estaba con Rebecca y un hombre que no sé ni quién es... Y bueno, nos peleamos con unos fugitivos. Había un niño haciendo maldiciones imperdonables. ¡Un niño! Seguro que no era ni mayor de edad. Esos traidores... Bueno. No creo que se les de demasiado bien eso de educar— opino, con una mueca. Le doy un golpe suave con el codo, amigable —No tengas prisa por verte en una de estas cosas que pasan de vez en cuando. No es tan divertido como suena— bromeo.
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Me tomo el atrevimiento de reírme por como lo formula, antes de hacer una relación dentro de mi cabeza que me indica a quién se está refiriendo sin la necesidad de mencionar ningún nombre. Para eso ya estoy yo, que no tengo pelos en la lengua para cuando digo: — Te refieres a Franco, ¿verdad? Porque si te interesaba saberlo… también estoy entrenando con él, por órdenes de Rebecca, me gustaría añadir también… Es un poco loco, ¿no? Digo, mide como más de dos metros el tío, ¿estamos seguros de que eso es humano? — inhumano lo de estar como un tren, pero esa parte me la voy a ahorrar porque se supone que estamos hablando sobre un tipo que hasta hace unos meses seguía siendo un enemigo del estado. Bien, Syv también es una enemiga del estado y compartimos desayuno pasadas ya unas semanas, ¡hasta me dio consejos amorosos! Las chicas tenemos que ayudarnos entre nosotras, evidentemente. — Como que no me estoy llevando una buena reputación con eso de ser el cachorro de Rebecca y la pelota de tenis de Franco, ¿verdad? — intento bromear sobre su consejo anterior, eso de hacerme valer cuando parece que estar refugiada por la misma jefa de escuadrón no es que me vaya a ayudar precisamente.
Así que a robar, ¿eh? Me pregunto el qué, hago una nota mental de preguntárselo a Synnove si es que de veras la vuelvo a ver en el futuro. — ¡Claro, claro! Porque nadie más que los inefables saben lo que hay ahí dentro, ¿no? No juega mucho a favor de todo el mundo eso, si a mí me lo preguntas, no era una batalla demasiado justa. — digo a su favor, en caso de que se sienta mal por hablar sobre ello, que sé que a muchos dentro del escuadrón les duele el orgullo cuando pasan estas cosas. Lo sé porque a uno dentro de los vestuarios no le vendría mal que le lavaran la lengua con jabón, como diría mi padre en estos casos. Yo, en su lugar, me quedé sorprendida por la cantidad de insultos que uno puede meter dentro de una frase con apenas dos verbos en ella. — Ah, no, no, no, por el momento me gusta esto de vigilar bancos y todavía tengo que perfeccionar la técnica de espantar palomas, uff, por no hablar de eso de la mirada amenazante, en el escuadrón veo que muchos llevan esa al extremo. — sigo con el intento de bromear, que sabemos que hacer payasadas es lo mío, dentro o fuera de un órgano serio.
Así que a robar, ¿eh? Me pregunto el qué, hago una nota mental de preguntárselo a Synnove si es que de veras la vuelvo a ver en el futuro. — ¡Claro, claro! Porque nadie más que los inefables saben lo que hay ahí dentro, ¿no? No juega mucho a favor de todo el mundo eso, si a mí me lo preguntas, no era una batalla demasiado justa. — digo a su favor, en caso de que se sienta mal por hablar sobre ello, que sé que a muchos dentro del escuadrón les duele el orgullo cuando pasan estas cosas. Lo sé porque a uno dentro de los vestuarios no le vendría mal que le lavaran la lengua con jabón, como diría mi padre en estos casos. Yo, en su lugar, me quedé sorprendida por la cantidad de insultos que uno puede meter dentro de una frase con apenas dos verbos en ella. — Ah, no, no, no, por el momento me gusta esto de vigilar bancos y todavía tengo que perfeccionar la técnica de espantar palomas, uff, por no hablar de eso de la mirada amenazante, en el escuadrón veo que muchos llevan esa al extremo. — sigo con el intento de bromear, que sabemos que hacer payasadas es lo mío, dentro o fuera de un órgano serio.
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Estallo en risas inevitablemente cuando habla de Franco, recordando la discusión política que tuvimos hace unas semanas. No negaré que fue hasta interesante, pero tiene los humos demasiado subidos, ese hombre, y cree llevar la razón universal dentro. Y me da un poco de pereza —No me refería exclusivamente a Franco, pero sí— le concedo, mirándola con diversión —. Vaya, vaya, ¿entrenos privados con él? ¿En qué consisten, son dos horas de saltar intentando tocarle la cabeza?— bromeo. Porque tiene razón, ese hombre es... Grande. Muy grande. Lo que me llena un poquito de orgullo, pues Santi y yo logramos abatirle, y no es fácil abatir a un gigante como él. Le doy un golpe suave en el hombro a la joven, amable —Por si las moscas... No vayas diciendo por ahí que eres cachorro de Rebecca. Ni pelota de tenis de Franco— sonrío. Pienso en la situación en el escuadrón. Venimos para intentar demostrar que podíamos hacer algo bueno para el Ministerio de Defensa, dada la dudosa reputación de los aurores, pero en el departamento de Misterios a Rebecca y a mí nos patearon el trasero pero bien. en fin —Pero lo que te decía antes... No hablaba exclusivamente de Franco. Creo que los hombres del escuadrón en general podrían llevar mejor eso de acatar la autoridad femenina. Con excepciones, claro... Pero sí— suelto, como si nada. Hay hombres con un orgullo muy frágil.
Escucho a la joven con una sonrisa. Me cae bien. Es más entretenido patrullar con ella que con muchos otros lobos del escuadrón, así que casi que lo agradezco —No fue nada justa, realmente. Y nos pilló por sorpresa completamente, no tuvimos tiempo ni de preparar una mínima estrategia. Fue... Bastante caótico— reconozco, pensando en cómo era eso de estar flotando entre planetas, lanzando asteroides... Por Merlín, es que fue tal cual como un viaje tras tomar setas divertidas. Y no se tendrían que tomar setas divertidas en horas de trabajo —Bueno, tú sigue entrenando la mirada amenazadora y lo de perseguir palomas, seguro que Franco te puede ayudar mucho con eso— bromeo —, así, cuando llegue el momento, tal vez estás más lista que otra gente para enfrentarte a según qué cosas— me encojo de hombros. Necesitamos gente joven entrenada desde temprana edad, gente persistente, así es como se perfeccionan técnicas de defensa.
Escucho a la joven con una sonrisa. Me cae bien. Es más entretenido patrullar con ella que con muchos otros lobos del escuadrón, así que casi que lo agradezco —No fue nada justa, realmente. Y nos pilló por sorpresa completamente, no tuvimos tiempo ni de preparar una mínima estrategia. Fue... Bastante caótico— reconozco, pensando en cómo era eso de estar flotando entre planetas, lanzando asteroides... Por Merlín, es que fue tal cual como un viaje tras tomar setas divertidas. Y no se tendrían que tomar setas divertidas en horas de trabajo —Bueno, tú sigue entrenando la mirada amenazadora y lo de perseguir palomas, seguro que Franco te puede ayudar mucho con eso— bromeo —, así, cuando llegue el momento, tal vez estás más lista que otra gente para enfrentarte a según qué cosas— me encojo de hombros. Necesitamos gente joven entrenada desde temprana edad, gente persistente, así es como se perfeccionan técnicas de defensa.
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No se lo voy a reconocer en voz alta, pero lo cierto es que no me he fijado en mis compañeros de escuadrón mucho más allá de a los que veo por la base durante los entrenamientos o en los vestuarios. Tampoco es como si recibiera mucha conversación por parte de estos, ¿de qué puedo hablarles yo, igualmente? Es imposible que la edad pase desapercibida cuando su estatus de madurez es mucho más elevado que el mío y allá dónde ellos pueden hablar de… alquileres de casa, familia y bebés, mis únicos temas de conversación probablemente no le interesen ni al más enrollado de los licántropos. — Pues… sí, algo así, o correr hasta que se me sale un pulmón, al menos tengo que agradecer que es más liviano entrenar con él que con Rebecca. — reconozco, que a esta última le encanta dejarme con las pulsaciones a punto de explotar, solo porque a sus ojos soy un poco vaga. Discúlpeme, señora jefa, pero a algunos nos gusta dormir hasta las tres de la tarde un sábado. — ¿Me estás queriendo decir que hay mucho machito suelto por el escuadrón? — levanto una ceja en su dirección, aunque eso es algo que no me ha costado descubrir por cuenta propia.— Creo que sé de lo que hablas… me parece que es una cuestión de orgullo propio, me consuela saber que si Rebecca escucha algo de eso será la primera en hacer que se lo traguen — bromeo, sí, pero no es tanto una broma cuando en serio creo que es capaz de hacerlo.
— Nadie se hubiera esperado que los rebeldes pudieran entrar en el ministerio así como así, se supone que es uno de los lugares mejor protegidos del país, ¿no? Junto con la isla ministerial, claro… Me pregunto cómo lo hicieron. — no solo yo, por todas las entrevistas que están teniendo lugar, es evidente que Magnar Aminoff es el primero que desea saber como un puñado de gente se cuela en el departamento de misterios y salen ilesos de él. No voy a decir que me da pena, pero sí diré que no me gustaría estar en sus zapatos ahora mismo, qué ridículo. — ¿Con la mirada amenazadora o con perseguir palomas? — me río, no veo a Franco persiguiendo palomas en el próximo tiempo, pero tampoco lo considero alguien necesariamente serio. — Supongo que tienes razón… aunque no estoy tan segura de que vayan a tener eso muy en cuenta si la guerra se avecina tan pronto. — porque eso es todo lo que es esto, ¿no? Una guerra, da miedo pensarlo.
— Nadie se hubiera esperado que los rebeldes pudieran entrar en el ministerio así como así, se supone que es uno de los lugares mejor protegidos del país, ¿no? Junto con la isla ministerial, claro… Me pregunto cómo lo hicieron. — no solo yo, por todas las entrevistas que están teniendo lugar, es evidente que Magnar Aminoff es el primero que desea saber como un puñado de gente se cuela en el departamento de misterios y salen ilesos de él. No voy a decir que me da pena, pero sí diré que no me gustaría estar en sus zapatos ahora mismo, qué ridículo. — ¿Con la mirada amenazadora o con perseguir palomas? — me río, no veo a Franco persiguiendo palomas en el próximo tiempo, pero tampoco lo considero alguien necesariamente serio. — Supongo que tienes razón… aunque no estoy tan segura de que vayan a tener eso muy en cuenta si la guerra se avecina tan pronto. — porque eso es todo lo que es esto, ¿no? Una guerra, da miedo pensarlo.
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