The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Lost north · Maeve
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Invitado
Invitado
¿Por qué pensé que estoy sería una buena idea? Entierro mi cara en la almohada cuando la alarma suena, suena, suena. Tengo mi ropa doblada al pie de la cama, con toda la prolijidad con la que me inculcaron, el abrigo de pana gris está colgado del respaldo de la silla para que pueda colocármelo al vuelo al salir para bajar a la cocina a tomar un café rápido, lo he planeado y cronometrado todo como lo vengo haciendo desde haces una semana, mi vida ha vuelto a esa rutina que tenía en el Capitolio, un poco más intensa de a ratos, porque el cambio brusco de colaborar con Arianne a dar mi ayuda a Alice implica casi un cambio de cerebro, dejar ese que sabe protocolos en la entrada y colocarme ese otro que está aprendiéndose de memoria cada músculo del cuerpo. No, no hablemos de las veces en que me pise una cosa con la otra, en que una palabra médica acabó en protocolos y esa vez que un paciente me miró tan desconcertado que tuve que decirle «¡era broma!» para que no se notara que sí, me equivoqué. Hay en los que solo quiero cambiar de posición en la cama y solo volver a dormir… pero no puedo, tengo que levantarme y comenzar el día…

¡Y ah, mierda! ¡¿Cuánto tiempo pasó?! ¡¡Solo cerré los ojos por un segundo!! ¡Mierda, mierda, mierda! Me enredo con las mantas al tratar de salir de la cama, mi teléfono cae con un golpe que me asusta contra el suelo y ¡ah, no jodas! ¡No pudo haber pasado una hora! ¡¡SOLO CERRÉ LOS OJOS!! No hay tiempo de cambiarme las medias, tendré que dejarme las que me puse para dormir, tiro mi pijama para colocarme los vaqueros y el pulóver de lana gruesa, estoy corriendo fuera de la habitación con mi bufanda ahorcándome cuando me acuerdo del abrigo. ¡No hay tiempo! ¡No hay tiempo! Ya comeré algo por ahí, lo que sea… ¡aire! ¡el aire es sano! Me meto a la chimenea, ni siquiera yo estoy segura de si debo ir a lo de Alice o a lo de Arianne, ¿a quién le dije que iba a ir a ayudar esta mañana? Quiero acuclillarme dentro de la chimenea para llorar, pero tengo un puñado de polvos flu y digo la primera dirección que se me ocurre al arrojarlos para desaparecerme.

Oh, vaya… ¿Arianne redecoró la casa después de que Ben se fue? Vaya, se ve muy… muy distinta. Saco mi teléfono para revisar una vez más la hora, que una cosa es llegar una hora tarde, pero cinco minutos tarde además de la hora tarde, es como que mucho… Mis ojos se quedan puestos en la pantalla cuando debajo de los cuatro dígitos leo las tres letras que me indican el día. ¿Hoy es sábado? ¡Aaaaaaaaaaaaah, mierdaaaaaaaaaaaaa! Salgo de la chimenea para sacudirme los polvos de la tela de la manga y sí, todavía me dura la somnolencia como para preguntar con toda la estupidez del mundo: —¿Arianne?—. Sí, eso, echémosle la culpa al sueño, no lo idiota que puedo llegar a ser como para darme cuenta que esta casa de arriba abajo no tiene nada que ver con mi jefa. No, me freno en seco en el pasillo porque necesito de algo más para darme cuenta que acabo de hacer una estupidez. —¡Tú!— grito al ver a la chica, ¡esa chica! ¡la chica del boliche! ¡la amiga de Oliver Helmuth! ¿Y por qué me acuerdo de Oliver Helmuth y todas sus fotografías de Wizzardface, pero no me acuerdo del nombre de la chica! ¡La chica a la que beso Ken! Ese también es detalle importante que mi memoria me susurra. ¿Qué hace esta chica en el distrito nueve?
Anonymous
Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
¿Qué hago yo despierta a estas horas un sábado? Me lo replanteo varias veces en mi recorrido a la planta de abajo, voy tan enfrascada en el sueño que tuve por la noche que tengo suerte de que no me como un escalón de puro milagro y son mis movimientos inconscientes y no a las neuronas a las que tengo que agradecer no dejarme los dientes. Maldita Rebecca y sus entrenamientos matutinos, ¿es que no tiene otra cosa mejor que hacer? Me hubiera hecho la dormida, pero es que ya van dos veces que utilizo esa excusa y me niego a que me llame vaga redomada en más ocasiones en menos de una semana. Por su culpa, la de Oliver también, se le debe incluir en el mismo saco, sigo teniendo que ir a la escuela, así que entre semana me es más difícil congeniar horarios de manera que no interrumpa nuestras sesiones con mi deber escolar y con mi trabajo, ese que estoy empezando a considerar más como entretenimiento que como laburo en sí. Porque después de tener que atender seis horas sentada en una silla, dejar que me golpeen todo el cuerpo por horas, lo que menos pesado se me hace es tener que cuidar de la niña Powell.

Me gustaría decir que mis desayunos son contundentes, como deberían ser siendo que voy a gastar muchas calorías en las próximas horas, pero lo único que se me antoja meterme en la boca es un bollo relleno de chocolate que menos energía me va a dar de todo. No importa lo que coma, que sigo estando como un palo. Mi padre ha salido de casa mucho antes de lo que yo siquiera he abierto un ojo, vaya a saber qué es lo que estará haciendo a estas horas un sábado, pero es por eso por lo que me paseo de la cocina al salón con la calma de no tener que responder a sus preguntas mañaneras como si no supiera que no soy la mejor madrugadora. Estoy en eso, en mi camino por el pasillo hacia la entrada del salón para encender la televisión, con el bollo metido entre mis dientes, que no me doy cuenta de que hay alguien presente hasta que ese alguien eleva la voz. — ¡YO! — es lo primero que me sale decir, siendo que esta persona me está acusando y todavía no sé de qué.

Espera… ¿yo? — hago las conexiones suficientes como para entender que no soy precisamente yo el problema, aunque lo plantee como una duda que me cuesta asimilar porque es la primera vez que me incriminan en mi propia casa. Sacudo mi cabeza, en un intento de entender qué es lo que está ocurriendo y… no, es demasiado pronto, y hay una extraña en mi casa. — Hey, ¿qué haces en mi casa? ¿Quién eres? — me paro sobre mis pies, a una distancia prudente para poder analizarla con la mirada. ¿Y por qué siento que yo ya conozco a esta chica? — ¡Syvonne! — era así, ¿no? Eso creo recordar de Wizzardface, también de los panfletos que hay por las calles. La revelación me cuesta tres segundos valiosos. — ¡Atrás! — a falta de varita, con lo que la apunto es el bizcocho a medio comer de chocolate. Wow, Maeve, súper amenazador.
Maeve P. Davies
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Lost north · Maeve RB81poB
Invitado
Invitado
¡Tú!— repito al contestarle, se aprecia como la nota de histeria va alzándose en mi voz, no se supone que… bien, como enemiga pública que ahora aparece en listas oficiales del ministerio, no debería estar frente a alguien que conocí en el Capitolio. Creer que estamos en el distrito nueve es una confusión de mi parte que me permite unos segundos de tregua antes de caer en la realidad de que me he equivocado de destino al arrojar los polvos flu,y no, no quiero saber dónde estoy, lo que quiero es meterme cuanto antes en el hueco de la chimenea, ¡pero la tengo apuntándome con su bollo! ¿Va a arrojármelo? Por brusco que sea, tengo el impulso de buscar mi varita para lanzarle un hechizo que la desmaye, es el intento de supervivencia que me dice que ¡actúe! ¡Haz algo, Synnove! ¡Haz algo!

Synnove— corrijo a la chica, con toda la calma que solo yo puedo tener, fiel a mi vieja idea de que todos los malos entendidos se solucionan hablando y si no estoy en terreno de pelea, no voy a pelear. Es solo… una chica comiéndose un bollo, no, apenas si le dio un mordisco. No es como... si fuera un auror o algo así, se ve muy menor para serlo. —Soy Synnove Lackberg, nos conocimos una vez… en el boliche, ¿te acuerdas? Estabas con Oliver y yo con Ken… neth— ¿Por qué siquiera lo intento? Pongo los ojos en blanco como recriminación a mí misma por mi idiotez. —Kendrick, ese día estaba con Kendrick. Tú eres…—. ¿No está mal que lo aclare, verdad? Si puede dar por sentado que somos amigos al estar en la misma lista de enemigos del estado. Ah, no, mierda. Cierto que luego llegaron Dave y Holly, mierda…

Por favor, no le digas a nadie. No te haré nada, lo juro. Yo… solo me iré, por donde vine…— ah, no, más mierda. Mis ojos se fijan en la chimenea, las del distrito nueve han pasado a estar fuera del sistema del ministerio, pero si no estoy en el distrito nueve, meterme allí causaría que más de una alarma se active… digo, no olvidemos mi nuevo título de mérito. —Puedo preguntarte… ¿en qué distrito estamos? Creo que me alejé un poco de casa…— balbuceo de la manera estúpida en la que puedo actuar por tener mi cerebro embotado de tantas torpezas tan temprano en la mañana ¡y todavía no he siquiera desayunado!
Anonymous
Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Synnove, pues claro que sí, Synnove. — aseguro como si no me hubiera equivocado al recitar su nombre, como si tampoco fuera una de las criminales más buscadas e internamente me pregunto qué hizo alguien como ella para meterse en semejante lío cuando a simple vista parece una chica cualquiera y hasta se podría decir que luce dulce por su aspecto delicado. Supongo que ese es el principal problema con los criminales, que no aparentan serlo. Sujeta tu bollo con fuerza Maeve, es tu única arma. — ¡No! ¡No me acuerdo! Estaba borracha, es a lo que se va a las discotecas… — digo como obviedad, aunque no es ahí donde me freno cuando mi cerebro hace un click ruidoso y mis ojos se abren tras hacer la conexión suficiente como para que me despierte mucho más de lo que haría un café bien cargado. — Aaaaaaah, sí, eres la chica por la que Ken de Kenneth me dejó tirada cuando… ¿os enfadasteis? No hard feelings, tranquila. — me apresuro a añadir antes de que piense que aquel acto me ofendió, a pesar de que lo hizo en su día pero por sentimientos de orgullo, nada más. — Ah, lo siento, es Maeve, Maeve Davies. — ¿por qué se lo digo como si estuviera encantada de conocerla? ¡Qué es una criminal, Maeve!

Es una criminal, sí, pero mi estómago ruge en señal de una cosa más importante y lo único que se me ocurre hacer es darle un mordisco al bollo rápidamente para pasar a apuntarla de nuevo con él. Para mi desgracia he llegado a la parte interna del bollito que está cargado de chocolate y el mismo termina deslizándose por una de las esquinas hasta caer al suelo. Vaya por dios. — Espera ahí, ¡no te muevas! — que si mi padre ve que he dejado esto así puedo tener más miedo de su reaccionar que de lo que sea que pueda hacerme esta chica. Voy corriendo al fondo del pasillo, perdiéndola solo de vista cuando tengo que abrir la puerta que da al armario donde guardamos la escoba y esas cosas, donde rebusco hasta encontrarme con la fregona. El resto de bollo lo sostengo entre mis dientes mientras me hago volver para fregar el suelo manchado. — Estás en el distrito cuatro, ¿por qué quieres saberlo? ¿Vienes del nueve, no es así? — la verdad es que si este es su nuevo plan de ataque… es un poco penoso. Digo, si parece hasta perdida. Me fijo en que su ropa está salpicada en parte por cenizas y no me cuesta mucho unir datos hasta dar con la explicación que necesito. — ¿Te has aparecido desde mi chimenea?
Maeve P. Davies
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Lost north · Maeve RB81poB
Invitado
Invitado
Recuerdo que esa noche en el boliche le había dicho a Ken que no bebería para que pudiera hacerlo él, y si hacía falta que lo arrastrara hasta la casa, lo haría, porque eso es lo que hacen las amigas, ha pasado un tiempo desde entonces… tengo que hacer memoria de por qué nos habíamos ido del boliche esa vez, ¡y toda la indignación vuelve a embargar mi cuerpo entero! —¡Dijo enfrente de todos que estaba enamorada de Dave! ¡LO DIJO ENFRENTE DE DAVE! ¡¿Puedes entender la vergüenza que sentí en ese momento?! ¡Tenía tantas ganas de golpearlo!— resoplo con fuerza, mis brazos se cierran en una cruz rígida delante de mi pecho. —¡Y luego me beso!— sí, aquí, poniéndome al día con la chica de la discoteca. —Un momento, espera, yo a ti te vi en el Wizzardface de Oliver…— que claro que lo seguimos husmeando de vez en cuando con Mimi, no tienes a una amiga experta en burlar sistemas y que incluso una vez hackeó cuentas para ridiculizar al idiota que se metió conmigo en otro boliche, historia aparte, y no la usas para seguir stalkeando perfiles. ¡Que Mimi quería saber qué tan mono se había puesto Oliver! —¡¡¡Eres la del vivo!!!— estas cosas siempre se saben, llegan hasta fronteras insospechadas. —Maeve, listo, ya no voy a olvidarlo— fijo su nombre en mi mente, porque sí, luego cuando le diga a Ken que me crucé por casualidad con la chica que se enrolló aquella noche, mínimo tengo que saber cómo se llama…

Casualidades, sí, por mi integridad y consciencia, necesitaría que estas casualidad no ocurran en mi vida. ¡No es nada contra Maeve! Si hasta parece una chica agradable, aquí, pidiéndome que no me mueva de su pasillo, cosa que no hago, coloco mis manos en alto donde pueda verlas, mientras ella va a buscar con qué limpiar la mancha que hizo en el suelo. Solo tendría que tener un poco más de cuidado hacia qué distritos me muevo, es decir, si salgo del distrito nueve podría estar en problemas con el primer agente de seguridad nacional con  el que me encuentre. Dudo que los amigos que tuve alguna vez entre estos quiera hacer el favor de dejarme pasar y fingir que no me han visto. —Sí, vengo de ahí, donde debería seguir estando, por cierto… supongo que sabes que, bueno… no es que sea muy bienvenida en estos distritos. Un momento, ¡estamos en el cuatro!— grito, busco la primera ventana que tengo cerca para acercarme al cristal y tratar de ver el paisaje fuera. —Nunca estuve en el cuatro, nunca— lo digo con toda la desazón que siento, —mis padres no eran del tipo que organizaran vacaciones en familia, mis veranos solían ser… pasar tiempo en mi habitación o ir a la cafetería. ¡Ir a la cafetería en verano!— ¿se puede ser más patética? —Aparte del Capitolio, conozco el distrito ocho, pero ni tanto. Solo el instituto de arte… — vuelvo a suspirar, Neopanem es grande y solo conozco una mínima parte, esa vida de ermitaña por veinte años se puede sentir. —Y sí, usé tu chimenea— volvamos al presente, —pero no me arriesgaré a volver a usarla, temo que salte en algún sistema del ministerio y nos caigan licántropos del escuadrón para allanar la casa— que todos sabemos, a estas alturas, son más de temer que los aurores.
Anonymous
Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Por la forma que tiene de expresarse entiendo que se encuentra tremendamente ofendida por lo que ocurrió esa noche, también los integrantes de lo que terminó siendo una de mis peores borracheras y creo que fue porque en algún momento a alguno se le ocurrió ir a por chupitos de tequila cuando yo ya había consumido mi peso en alcohol y me encontraba flotando en una nube. Con razón no me acuerdo de nada y es que solo cuando menciona a Dave es que me paro un momento a pensar en que yo por aquel entonces todavía no sabía de su existencia. — Espera, ¿Dave? ¿Conoces a Dave? ¡Yo también! ¡Cambiamos pañales juntos! — digo con entusiasmo, solo para darme cuenta después que no es un hobbie por el que alardear de forma tan orgullosa. — ¿Y estabas enamorada de Dave? Es mono, pero se me hace más como un peluchito esponjoso. — no lo arreglé, ¿verdad? — hoMBRES. — suelto con exasperación cuando asegura haber tenido ganas de golpear a Kenneth... ¿Kendrick ahora? La pregunta que a mí se me viene a la mente es la de qué carajo hacía el enemigo más buscado del país en una discoteca del capitolio, pero antes de que pueda formularla en voz alta me salta con otras que me hace pegar un salto en el sitio de irritación. — ¿¡Es que la especulación sobre ese vivo no va a moriiiiiiiir nunca!? ¡En serio! Ocurrió el verano pasado… — que no es tanta especulación cuando pasó de verdad y todos los vieron, pero aun así… — Por si surgen dudas: solo nos estábamos besando. ¡Y ninguno sabía que se estaba grabando un directo! — ya, aclaraciones hechas, creo que podemos dejarlo a un lado.

Me apoyo sobre el palo de la fregona cuando las pruebas de mi crimen han desaparecido, que hasta mi padre creerá que he hecho algo por las labores de la casa cuando vuelva, ¡un sábado por la mañana! Cuando ella decide asomarse por la ventana. — ¡Pero cuidado con el suelo, mujer, que está fregado! — acabo de sonar como la vecina de en frente que a veces me deja cuidando a su gato por unos galeones, pero que me acaba de pisar lo fregado. — ¿Nunca, nunca? — así que los criminales también tienen una vida, y padres, qué interesante… Dejo la fregona de manera que queda apoyada sobre la pared más cercana y me acerco. — Tal vez no sea tan buena idea que te asomes, ya sabes, por eso de que… — los carteles que no necesito aclararle porque es la protagonista de varios. — Ir a la cafetería no está tan mal, siempre puedes dedicarte a probar todos los productos de la carta. Tienen este café helado con nata y caramelo en una cafetería no muy lejos de aquí que mmmmm, está delicioso. — aquí, charlando tranquilamente con una enemiga del estado, como un buen día cualquiera. Termino por asomarme también, apoyando uno de mis codos sobre el borde. Desde nuestra casa se puede ver el mar, a pesar de no estar situada tan cerca como las de primera línea de playa, siempre he pensado que tiene una belleza llamativa ver como las olas chocan contra la orilla desde aquí. — Así que te gusta dibujar, ¿eh? A mí también, vamos, que solía hacerlo antes… ahora estoy un poco ocupada con otras cosas, pero hago unos dibujos tremendamente divertidos sobre mis profesores en el pupitre de la escuela. — obvio la parte en la que eso me costó dos días de fregar suelos como castigo, con razón tengo tan buena técnica de fregado.

La miro cautelosamente cuando todavía parece estar centrada en las vistas, mordiéndome el labio inferior en lo que planteo en voz alta lo que estoy pensando. — Se supone que debo entregarte a las autoridades… creo, todo ciudadano está obligado a hacerlo. — y yo con más razón que pronto cumpliré los diecisiete. — Aunque… siempre puedo decir que no te he visto. ¿Qué hiciste para terminar en los carteles igual? — pregunto, pegándole un mordisquillo discreto al bollo en lo que regreso la mirada hacia ella antes de caer en otra cosa. — Uy, qué maleducada, ¿quieres uno? — digo, haciendo referencia al bollo que alzo un poco.
Maeve P. Davies
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Lost north · Maeve RB81poB
Invitado
Invitado
Hay cosas que se pueden interpretar de una única manera. —¿Tienes un bebé con Dave?— estoy en shock. SHOCK. Se me está cayendo un ideal… SHOCK. Esto no me lo había visto venir, ni en cientos de años, que Dave sea padre… ¡y una chica que se ve más chica que yo! ¡Y una chica que…! Tal vez solo tuvieron el bebé, luego cada uno por su lado, ¿quién soy para juzgar? ¿Santísima Synnove de los Socorros? —Se me hacía muy tierno, solía mirar lo que subía a Wizzardface… pero, ya, que es historia pasada. Ni siquiera iba en serio. Solo me gustaba mirar sus historias, ya sabes, cosas que hacen bien al corazón y te alegran al comenzar el día…— abro mis brazos con las palmas a la vista, ¿lo entiende, no? —Ahora tengo novio, no me pondría a mirar fotos… no, no, no…— bueno, quizás sí. ¡Pero se lo estaba mostrando a Mimi! ¡No era como si yo estuviera stalkeando a Oliver Helmuth! —¡PERDOOOON! ¡Lo sientoo! ¡Lo encontramos sin querer!— esto… ¿sin querer? Tengo recuerdos de nosotras siguiendo pasando de un hashtag a otro y persiguiendo los clips que siguen circulando de ese vivo, ¡que es la primera ley en Wizzardface! Tienes que tener cuidado con lo que sube ahí, nunca, nunca, logras borrar todas las huellas. — No tienes por qué justificarte— le aclaro, —ni que hubieran estado robando un Banco… o no sé, atacando una alcaldía…— hay crímenes peores de cuyas consecuencias debemos hacernos responsables, ¿un manoseo público? ¡Vamos!

Si no hago más que meter la pata, en todo lo literal que tiene esa expresión, primero por meterme en su sala, luego con lo de mencionar el vivo, ahora ensuciando por donde fregó el trapo. —Perdón, perdón— pido al hacerme un lado, dando un saltito. —Nunca. No miento al decirte que nunca vi el mar tan cerca— contesto, mi cara casi sobre el vidrio, entonces me aparto tal como me previene, uso la cortina para tapar mi cara y que con un ojo pueda seguir admirando el paisaje de afuera, ese movimiento de las olas que sube sobre la arena. —Hay una cafetería a dos cuadras del Royal, está un poco escondido y pocos lo conocen, donde venden café en cono… ¿alguna vez fuiste? Podría hacerte un mapa de cómo llegar…— es de esos lugares que puedo decir, con una mano en el corazón, que echo de menos. —¡¿También te gusta dibujar?!— es una coincidencia que me emociona, por consciente que sea de que estar en una conversación casual con una civil de Neopanem es más ilógico que ese sueño en el que paseaba con jirafas bebés. —¿A qué año del Royal vas? ¿Ya elegiste especialidad?— las jirafas bebés están siendo superadas por mi propia idiotez. ¡Despierta, Synnove!

Eso, esto debe ser un sueño. Si el mar se ve tan real es porque lo he visto cientos de veces en películas, esta chica es solo el eco que me queda de cosas que pasaron en el Capitolio, ¡el vivo! ¡eso! Cosas que impresionaron, rostros, como para evocarlos luego con tanta nitidez en sueños. Todo con tal de no admitir de una buena vez que estar aquí es una estupidez descomunal. —Lo sé, estarás en problemas si alguien se entera que estuve aquí y no hiciste nada, pero… ¡por favor! ¡no lo hagas!— no quiero traerle problemas, pero tampoco los quiero para mí, y esto fue un error, en serio, una tontería de nada, que no debería pasar a mayores. —No tengo ninguna intención de hacerte nada malo, ¿me crees? No somos… no somos lo que Magnar Aminoff dice que somos— trato de convencerla, le enseño mis manos para que vea que no traigo malas intenciones. —Y lo bueno de que sea sábado por la mañana es que… siempre puedes decir que lo soñaste, cuando yo vuelva me meteré en la cama otra vez y diré que eso fue— ¿es un trato? Tomo con cuidado el bollo que me ofrece, lo aceptaré como una señal de paz. —Ufff… ¿por dónde empezar? Supongo que es porque estuve entre los que fuimos a la alcaldía ese día, ya desde antes conocía a Ken y varios de los otros chicos eran amigos míos… verás, a mi mejor amiga no pude verla por años, el distrito nueve es el único lugar en el mundo en el que podemos estar sin tener que escondernos o tener miedo— trato de explicárselo así. — Esto se siente como un sueño, en serio. No, peor, ¿qué si me comí uno de los bombones con drogas de Bev? Tal vez estoy drogada— hablo para mí mientras me llevo el bollo a la boca, mi estómago lo agradece con ruiditos de ansiedad.
Anonymous
Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
No se me cae el bollo de los labios porque tristemente ya se lo he ofrecido, pero sí se me cae la mandíbula cuando hace la loca propuesta de que tengo un bebé con Dave. — ¿¡Quéeeeeeeeee!? — no puedo evitarlo, me sale alargar la palabra por la propia estupefacción. — ¡No, no, no! ¡Soy niñera! ósea, cuidamos de la hija del ministro Powell juntos, normalmente en turnos distintos, pero a veces nos quedamos a hacer muffins con crema solo para divertirnos después. — es que es muy graciosa la cría cuando se unta hasta las pestañas de dulce. Dios me libre de ser madre tan joven, ¡que aun tengo dieciséis años, por favor! No entra en mis planes de adolescente forma parte de ese programa llamado ‘Bruja adolescente, y embarazada’ que echan los sábados por la mañana. ¡Anda! Seguro que lo están echando ahora, qué oportuno. — Déjame adivinar, tu novio es Kennethdrick. — me corrijo antes de que vuelva a llamarlo por su nombre falso. — Hacéis linda pareja igual, quitando la parte de que sea un enemigo público y eso… — ¡pero que ella también! — Oh… es como una de esas historias de amor criminal, qué romántico. — digo, my en serio, a pesar de saberme una persona que suele vomitar sobre todo lo romántico. — Muchos adultos creen que es peor besarte con un chico que robar un banco, créeme. — bromeo. Estoy segura de que mi padre entra dentro de esa categoría, vamos, que se me ofreció a comprar condones o pastillas cuando se enteró de lo del vivo. ¡Y solo nos estábamos besando!

¿Asumo que tampoco te metiste nunca en el agua? — pregunto, a pesar de verlo como una obviedad cuando dice que jamás estuvo tan cerca del mar como ahora. — Es muy lindo, hasta puedes flotar sin necesidad de usar tus músculos para nada por toda la sal, ¿nunca, nunca, en serio? — bueno, digamos que yo tampoco vi el mar en mi vida hasta llegar al cuatro, pero desde que vivo aquí, se siente como si nunca hubiera estado lejos de sus playas. — Es una pena, si pudiera te llevaría, ¿quizá con un sombrero? — aunque parece que estoy bromeando por la forma en que se me atraviesa una sonrisa traviesa por los labios, pero la mueca por la que se transforma después declara que me lo estoy pensando en serio. — Si me haces un mapa mejor, no soy muy buena con eso de acordarme de las indicaciones. — pobre Rebecca, de todas las veces que me habrá gritado que mantenga la concentración, si es que soy un desastre. No me tardo mucho en asentir con la cabeza alegremente. — Hace unos años tenía este sueño bobo de convertirme en artista, pero… — me encojo de hombros, como si pudiera resumir todo lo que ha pasado desde entonces en ese gesto y como una explicación de por qué es un sueño que he dejado de buscar. — El año que viene empezaré mi último curso, pero digamos que no tengo mucha opción a escoger especialidad. — comento sin más. Antes me hacía más gracia lo de pertenecer al escuadrón porque era algo que estaba escogiendo yo, pero estar cada vez más cerca de mis diecisiete me ha hecho darme cuenta de lo mucho que me desagrada que me impongan cosas. Ósea, es como si te dijeran que debes permanecer en tu casa por obligación, no señor, me gusta ser vaga por elección propia, no porque alguien me dijo que era lo que tenía que hacer.

Asiento con la cabeza silenciosamente, con la mirada perdida en el exterior de la ventana, porque sí estaré en serios problemas si alguien se entera. Afortunadamente para mí, ella sale con una resolución que me agrada más que cualquier otra cosa. — Lo cierto es que nunca suelo despertarme tan pronto un sábado por la mañana, hasta puede que tengas razón y sí lo haya soñado, o esté soñando ahora mismo, ¡o que sea sonámbula! ¿qué dices? — por alguna razón me río, de verdad le estoy pidiendo a una enemiga del estado que apruebe mi coartada. — No sé quién es Bev, pero te puedo asegurar que ese bollo no tiene ninguna droga dentro, y no te lo digo porque venga de mí, sino porque los compró mi padre en el supermercado, y es el hombre más básico que conocerás en toda tu vida. — aseguro en tono bromista. ¿Mi padre comprando bollos rellenos de droga? Nah, es más probable que se produzca una invasión de zombies. — De hecho, ven, vamos a la cocina, estaba por desayunar cuando llegaste. — dicho como lo digo, hasta parece que la estaba esperando a ella para desayunar. — Ósea que estás en la lista negra porque ayudaste a volar la alcaldía, interesante… — comento en mi paso hacia la cocina, una vez allí saco más bollos de la despensa y los pongo sobre la mesa, junto con leche y zumo, también cereales. — Te contaré algo, solo porque sé que no puedes decírselo a nadie al que vaya a importarle. ¿Mi padre el básico? Es mi padre biológico, pero no lo supe hasta hace unos años, antes vivía con mis padres adoptivos, los acusaron de traición al estado, cuando Jamie aun estaba en el poder. — explico, no sé con qué intención, la verdad, ¿quizá para terminar lo que empecé una vez cuando me mordieron? — Lo único que supe es que los encarcelaron, pero… qué sé yo, quizá consiguieron escapar, no lo sé. ¿Por casualidad no habrás conocido a ningún Harrington en el nueve, verdad? — perder no pierdo nada por intentarlo.
Maeve P. Davies
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Lost north · Maeve RB81poB
Invitado
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Pensar que me pasé años mirando a Dave de lejos y esta chica cuida un bebé con él, además de hacer muffins para pasar el rato. ¡Muffins! Hay gente que no cree en algo como el destino, yo estoy cada vez más segura de que es real y nos coloca a cada uno donde debe ser, hubo razones que tal vez todavía no termino de entender que explican por qué ciertas cosas no se dieron con ciertas personas y terminé en el distrito nueve con mi mejor amiga, el chico que fue mi mascota y ahora es mi novio, un par más, con una vuelta inesperada que me trajo aquí esta mañana, como si hubiera cruzado un espejo mágico –más excusas improbables para no aceptar la realidad-. —Solo Kendrick— aclaro, y con un asentimiento le dejo saber que sí, supongo que somos novios. No me pondré a explicarle en este momento que tuvimos nuestros momentos, varios, de no saber qué éramos. Me parece más importante comenzar desde el principio. —De hecho… somos más del tipo de historia de… chico fugitivo de la ley conoce a chica que vive en una burbuja de plata, se hacen amigos, de amigos pasan a algo más… chica se va de casa para ir con los rebeldes, chico convoca a todos con ideas revolucionarias sobre justicia e igualdad, tomamos un distrito… nos quedamos a vivir ahí… ¡ah, me olvide! Chico fugitivo de la ley es en realidad un Black. Sí, lo sé, cuando lo cuento así en serio… parece un poco una película romántica típica Flixnet— hago una mueca, nos colocarían al lado de «El stand de amortentia». —Y tú con Oliver Helmuth…— lo dejo ahí, sí quiere hablar, adelante, si no quiere hacerlo, no puedo obligarla. Es su casa. Y es ella quien tiene una fregona como arma, aparte del bollo.

¿Agua de mar? No, nunca no lo hice… y siendo honesta, nunca he sido buena nadando tampoco. Quisieron mandarme a clases una vez, sé lo básico, pero… te imaginarás, fue en una piscina cerrada flotadores en los brazos para empezar, tenía seis años…— le cuento a esta chica detalles de mi infancia que yo misma había olvidado, recuerdo la desesperación de chocar con el lago helado esa noche de año viejo en la que con Ken tuvimos que enfrentarnos a un dementor. Mierda, en serio, somos una película que vendería bien en taquilla. —Te aceptaría la invitación, si no fuera porque esa noche en la discoteca, ¿te acuerdas que Ken llevaba una gorra? Nos dieron la lata por meses por lo imprudentes que fuimos de que Ken, siendo buscado por todo Neopanem, haya ido a bailar y su único disfraz fuera una gorra…— le cuento, bien escondida como estoy detrás de la cortina. Claro que podríamos ir, no tendría que contarle a nadie, pero ¿el mar vale el riesgo? Me fijo en mi sonrisa triste que se refleja en el vidrio, todavía me quedan los campos del distrito nueve y son en verdad en hermosos después de las noches en que nieva. —¡Claro! Dame un papel o lo que sea, te lo dibujo…— le pido, que no he traído más que mi teléfono en el bolsillo. —¿Y por qué lo dejaste?—  se lo pregunto sin más cuando me habla de su renuncia a ser artista, seguido de decirme que no tiene muchas opciones para elegir especialidad, sin entender bien a qué se refiere con eso. —No, no te estoy juzgando. Lo comprendo… mejor de lo que te imaginas. Cuando estudiaba leyes, yo ni siquiera me tomaba en serio dibujar… lo hacía, lo amaba, y seguía viéndolo como un pasatiempo. Yo misma era quien  le quitaba la importancia real que tenía. Todavía sigo haciéndolo, a veces, pongo otras cosas como prioridad, porque no creo que el arte sea lo más importante. Pero sí lo es, lo es para mí, así que trato de seguir con ello… y no abandonarlo— le comparto mi punto de vista sobre esta cuestión, es decir, ¿cómo abandonar algo que es parte nuestra? El arte no es una camiseta, no te la sacas y te pones como si nada, te atraviesa, sale de ti.

Creo que podemos decir que esto es un sueño— acuerdo con ella, —y comernos nuestros bollos en paz así no nos sientan mal— sigo, partiendo la punta para llevarla a mi boca, haciendo que un par de migas caigan en la nada. Si lo pienso de esa manera, puedo calmar el hambre de mi estómago en la mañana, sin sentir culpa, ni ansiedad. Ni ponerme a paniquear con el pensamiento de que si soy atrapada en este distrito, todo se irá a la mierda. Podría morir. Podría MORIR. Pero, lo más importante, es no perder la tranquilidad, si actúo en pánico y no sé, me pongo a duelear con Maeve, ¿en qué acabaremos? Es un desastre mayor a su invitación para desayunar. —¿Segura? ¿No te molesta? ¿Tu padre no… anda por aquí?— pregunto con cautela, sí, me resta una pizca de cautela en el cebrero. Si hasta lo pienso mal: cerebro. Corregido. Camino siguiendo sus pasos hacia la cocina donde con toda educación busco donde sentarme sin tocar nada más que la mesa donde apoyo mi mano, la otra sigue sosteniendo el bollo que se va acabando entre mordisco y mordisco. —Sí, en resumen, supongo que por eso soy una enemiga pública. Mostré mi cara ese día… y bien, terminé en un cartel. Sabía que sería así, tenía en cuenta las consecuencias. Y no es mi intención tampoco darte una charla de por qué lo hicimos, aunque tal vez debería, también quizás te gustaría saberlo…— no quiero ser como esa gente, ya saben, que va casa por casa golpeando puertas y diciendo que su verdad es la verdad, que den unos minutos de su tiempo para escuchar. Es mucho más invasivo que el simple hecho de estar aquí por confundirme de chimenea. —No, lo siento— lo digo de verdad, —no conozco a ningún Harrington. ¡Pero! Trabajo en una sala de atención a la salud, podría averiguar en registros, ¿qué te parece?— espera, ¿qué? —Entonces, a ver si lo entendí, vives con tu padre que es el biológico… tus padres adoptivos se los llevaron presos, lo siento en serio… ¿y tú madre? ¿qué fue de ella?—. Sé que es la pregunta delicada en este tipo de conversaciones, pero entre todo lo que le he dicho a esta chica, supongo que puedo formularla y ella también puede simplemente decirme que no quiere hablar de ello si no quiere.
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Me limito a escucharla narrar su historia de amor con un fugitivo de la ley como si fuera el programa adolescente más interesante que puedan echar en la televisión, y ciertamente lo es, porque no debo de ser la única que piensa en este momento que todo lo que sale por su boca no es digno de una película de comedia romántica. Bueno… comedia, comedia, no, ¿drama romántico? Creo que es más apropiado. — Ajá… ya, entiendo. — en realidad no, ¿cómo terminas saliendo con prófugo de la justicia de una día para otro? — Dicen que el amor es complicado, ¿no? — le aseguro que su historia con el tipo no es de lo más extraño que he oído, aunque sí lo más bizarro que se me ha presentado un sábado por la mañana, incluida su aparición. — ¿Helmuth? Solo somos amigos, no me gustan las etiquetas, estamos bien así, no soy… buen material de novia, que digamos. — lo dejo así, a pesar de que procedo a encogerme de hombros. No busco esa clase de estabilidad, si voy a ser honesta, no porque no quiera a Oliver, sino precisamente por eso, siento que de ser las cosas de otra manera, dejaría de ser yo misma y no podría llegar a cumplir nunca las expectativas de Oliver hacia mí. Nah… es mejor así.

No hace falta saber nadar bien para meterse en el mar, ¿sabes? Siempre puedes quedarte cerca de donde rompen las olas, allí apenas cubre. — propongo, a pesar de que no tarda mucho en rechazar la oferta, comprensible también. No voy a ser quién le diga que sí, fue una imprudencia llevárselo de parranda porque vamos, no soy la mejor candidata para ello cuando podría haber salido yo perfectamente con esa misma ocurrencia, pero tiene que ser algo con no ser el que la lía lo que me lleva a hablar. — Ya, la verdad es que no os currasteis mucho el disfraz… Quizá unas gafas le hubieran venido bien, un bigotito… — por la forma que tengo de reírme, es evidente que he dejado la seriedad a un lado para permitirme bromear con respecto a su pésima planificación. — No lo dejé a propósito, si es lo que preguntas, no fue comportamiento de un día para otro, simplemente… lo fui dejando a un lado. Algunos días seguía dibujando, otros menos, de ahí hasta parar por completo. — lo cual, ahora que lo pienso, suena bastante a algo que yo haría, aunque no me suele pasar con las cosas que me gusta hacer, y eso que mis hobbies ya suelen ser reducidos de por sí. — Si estudiabas leyes… ¿cuántos años tienes? — se lo pregunto porque su forma de ver las cosas me hace pensar que es mucho más mayor que yo, que ha sufrido eso que llaman maduración y que a mí tanto me está costando adquirir.

Tomo asiento tras colocar un par de platos y vasos sobre la mesa, volcando la caja de cereales sobre el bol más cercano a mí y procedo a llenarlo de leche para llevarme una cucharada a la boca. — Salió a trabajar esta mañana, o algo parecido, es abogado así que sus horarios no son necesariamente estrictos. Así que no tienes que preocuparte, además, se supone que yo debo marchar antes de que a él le dé tiempo a regresar. — una cosa que él y ella tienen en común, es que ambos están interesados en leyes, lo cual se me hace una coincidencia curiosa en lo que trago con algo de fuerza el montón de cereales que me he metido en la boca. — Lo hicisteis porque queréis que magos y brujas convivan con muggles sin que estén esclavizados, ¿no? — confirmo, que me he visto algunos de los discursos de Kendrick y, para mi propia sorpresa, también de Hero. — Lo entiendo, en serio, mis anteriores padres me enseñaron a no considerarme mejor que nadie solo por poseer una sangre u otra, capaz por eso se los llevaron. — explico, a la par que sacudo la cabeza porque no tiene que disculparse por no conocerlos. Sabía a lo que me enfrentaba y hace tiempo que he asumido que simplemente habrán muerto o seguirán encerrados. — ¿Mi madre biológica? No hablamos mucho de ella, sé quién es, y hasta mi padre se ha ofrecido a buscarla en más de una ocasión, de eso hace ya mucho, pero no, no tengo idea de lo que fue de ella. Tampoco sé si quiero conocerla. — o si está viva para el caso.
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Si, bastante— coincido con ella, —sacando el hecho de que los aurores lo buscaban, también estaba el tema de la diferencia de edad, realidades distintas, de que él en realidad no se tomaba en serio lo de estar con alguien, a mí en realidad me gustaba Dave como ya sabes, bueno, no, me gustaba alguien más… es complicado, dejémoslo ahí…— decido, esa palabra lo dice todo, esa palabra logra encerrar en sí misma la maraña de todos los colores que fue nuestra historia, ¡y por eso, no! ¡No, señora! ¡Esa respuesta escueta no se la cree nadie! ¡Las mentiras siempre se dicen en oraciones cortas! —Ajá— lo suelto con mis cejas arqueadas y el dedo índice apoyado a un lado de mi mandíbula. —Sé un poco sobre eso, es posible que te guste cómo besa tu mejor amigo y eso no quiere decir que deje de serlo, pero de ninguna manera sigue siendo solo un amigo— ¿Confuso? ¿Complicado? Ya lo creo, bienvenida a Salvemosno de la Friendzone. Créanme, no es un lugar bonito, los sillones son bastante incómodos y regalan cajas de pañuelos descartables gratis que vas a necesitar para cuando tu amigo venga a hablarte de esa nueva chica que conoció, y ¿no te molesta, verdad? Total, somos amigos. Ah, sí, toma tu abrazo casto y palmadita en la espalda para consolarte, es todo lo que vas a obtener mientras otra chica lo besa en toda tu cara, un morreo así, bien intenso, ¿no te molesta, verdad? Total, solo-somos-amigos. Que en este mundo hay chicas así, como yo, que como mucho le da un like a la barra de chocolate de Oliver Helmuth, y luego están chicas como Holly, que si no hay quien la detenga, no te quiero contar lo que hace con ese chocolate.

Suerte que estamos en este improvisado desayuno de confidencias como para buscar el momento para volver a sacar el tema y prevenirla de lo aún más complicado que se pone todo esto cuando las fronteras de amistad no quedan claras, más importante que eso –sí, que en cuestión de prioridades, siempre voy a colocar lo que nos apasiona por delante de con quien estamos, si ambas cosas pueden congeniar es genial, si no puede, pues…- me interesa saber por qué fue dejando de lado algo que le gustaba para encontrarse un tanto a la deriva. —Tengo veinte, casi veintiuno. ¿Tú? Y lo de leyes, así como el arte, nunca está mal si lo quieres dejar un tiempo y mucho menos está mal querer volver después de un tiempo. Quizás, ¿sea solo eso? Tomarse tiempos para las cosas, hacer lo que te gusta en el momento, lo que puede parecer un consejo bastante hedonista, lo sé… pero no estás obligada a nada con el mundo, solo a ti misma y a hacer lo que te haga sentir bien, en el momento que lo sientes— le comparto, que yo me abrumo con el montón de tareas que acepto y no soy la mejor en decir esto, pero también es cierto que como muchos, solo estoy tratando de buscar qué es lo que me gustaría hacer, mientras hago lo que creo que es útil y necesario. Si, tal vez debería seguir mis propios consejos… no es tan simple, aunque se escuche bien decírselo a alguien más.

Que tu padre sea abogado solo confirma el hecho de que a donde sea que me de vuelta, me encontraré con uno. No puedo escapar de las leyes— hablo para mí, esto no es más que coincidencia boba. Mi voz se pierde dentro de mi cabeza como un chiste cualquiera, cambio mi atención en esta charla por una que demuestra más seriedad cuando hablamos del distrito nueve, sus padres adoptivos y finalmente su madre. —Creemos en que puede haber un lugar donde, no importa quien seas, tu sangre, tu raza o tu estatus, podemos vivir todos juntos. Claro que cuando se vive por décadas en una sociedad donde está bien claro quienes están arriba y quiénes están abajo, y colocarse a un mismo nivel, significa que los de arriba tengan que ceder privilegios… no, no es tan fácil, ni todos se adhieren a la utopía. La verdad es que… un mundo desigual e injusto es lo que le conviene a cierta gente, aunque tampoco voy a generalizar, es una minoría… hay cosas como el odio y el miedo, cuando esas cosas logran instalarse y perdurar por décadas, es lo que al final siempre acaba dividiéndonos. Y pasar por la vida, por este mundo, sin que todo lo que pasa no te haga sentir odio hacia alguien, es difícil…— una vez le hablé a Ken sobre el perdón y la paz, después de esa conversación lo único que me quedó claro es cuando toda tu vida transcurre en una habitación de cuatro por cuatro, no conoces el mundo, hace que sea más sencillo pensar cosas que te hacen sentir bien. —¿Por qué no?— pregunto con suavidad, me apropio de la caja de cereales para armarme mi propio desayuno. —¿No sientes que te falta información de ti misma si ignoras lo que fue de tu madre? Siempre he creído que los secretos o las mentiras esconden partes de nosotros, saber la verdad de las cosas es lo que nos permite ir construyéndonos, y… saber dónde vienes siempre ayuda a que sepas a dónde quieres ir.
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El modo que tengo de asentir a lo que va diciendo deja claro que la estoy escuchando a pesar de perderme varias veces en lo que trato de seguir su relato. — Wow, imagínate que luego terminas casándote y teniendo bebés con otro hombre, sería una gran decepción para todos los espectadores de vuestra novela romántica. — bromeo en lo que se me escapa una carcajada jocosa desde el fondo de mi garganta, apretando mis labios de modo que no puedo resistir a que salga el sonido hasta que ya me es inevitable el reírme. — Mmmm… supongo que sí, es eso, aunque quizá me pesa más la parte de que no quiero que “una posible relación” afecte el modo que tenemos de ser nosotros. No sé si se entiende, sé que uno no deja de ser uno mismo por estar con alguien, pero… ay, no lo sé, no me imagino como novia, puedo imaginar a Oliver como novio, porque ya lo ha sido antes, se le dan bien esas cosas, ¿a mí? Probablemente terminaría olvidándome de nuestro aniversario, o algo así, ¿esas cosas todavía se hacen? Suena muy cursi… — pedirle consejo amoroso a una completa desconocida suena mejor opción a tener que pedírsel yo que sé, a Karina, por ejemplo, a pesar de que no niego lo divertido que tendría que ser irle con el cuento a la chica a ver qué opina al respecto. Ella seguro se acuerda de los bombones en los aniversarios.

Remuevo el interior de mi bol con algo de desinterés al recaer en que hice toda una bola de un sentimiento que se suponía tenía claro. Digo, de las pocas cosas que tengo claras en la vida y al parecer no es así. Genial. — Dieciséis, haré diecisiete en poco más de un mes. Si no tuvieras el problemita de los carteles, hasta te invitaría a mi fiesta de mayoría de edad. — digamos que no se me había ocurrido hasta ahora lo de la fiesta, pero ahora que lo pensé ya no va a haber quien me saque esa idea de la cabeza. — Supongo… Lo retomaré cuando tenga más tiempo, si acaso eso es una posibilidad, como te dije soy niñera, y entre la escuela y… bueno, no importa, te haré caso. — termino por decir, esbozándole una sonrisa cuando elevo la vista de los cereales. Parece una chica inteligente, pero dudo mucho que vaya a tomarse bien el que mencione los entrenamientos como parte de mi rutina semanal, más que nada porque eso dará lugar a dudas con respecto a qué es a lo que me dedico y no tengo muchas ganas de explicar que una vez al mes me convierto en un perro peludo.

Ah, sí, su discurso sobre igualdad es mucho mejor que el mío, le daré eso. — Ya, entiendo, ¿tu familia también está contigo entonces? — no hago la pregunta de la forma cautelosa en que debería, porque si para mí se trata de un tema complicado, uno nunca puede saber como lo es para el resto, pero lástima para mí ya no me puedo corregir una vez la pregunta sale de mis labios. — Yo… bueno, no creo que pueda simplemente convencer a mi padre de unirse a los rebeldes, ¿y dejarlo todo? Además que yo pronto cumpliré los diecisiete y entonces sí que no… — Maeve, te estás yendo de la lengua, resoplo como excusa para hacer una pausa en lo que me muerdo el interior de la mejilla. — Es complicado. — uso su misma expresión, esa que parece estar diseñada para abarcarlo todo sin necesidad de especificar detalles. — La verdad es que nunca me lo había planteado, no porque lo ignore, sino porque lo he… ¿aceptado? Quiero decir, pues claro que no me importaría conocer algo más sobre mi madre, pero no siento que el no saber de ella me impida seguir hacia delante, ¿tiene sentido? Puedo que algunos lo sientan como que les falta algo en sus vidas, pero yo no, he hecho muchas cosas sin ella, no la echo en falta y nunca lo hice, en realidad. No me molesta, ni es un reproche, solo soy… yo. — trato de explicarme lo mejor que puedo, no muy segura de si lo he conseguido para cuando regreso la cuchara hasta arriba de cereales a mis labios.
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Salirme de esta charla sobre las cosas que nos ocurren, las más normales a nuestra edad, sobre chicos y salir con alguien, para asumir por un momento ese pensamiento que en el fondo ninguno de nosotros ignora -pero que no nos impide vivir el presente-, tener que ser quien lo exprese en voz alta me recuerda que suelo ser la de más edad entre mis amigos y cuando quiero, también puedo ser centrada y realista. —Si eso llega a pasar, supongo que será la vida, esas cosas suelen pasar…—. Muchas historias acaban con que cada uno sigue por su lado, se casan, tienen hijos, son felices a su manera; como la vida no es una novela que tiene una página que cierra la historia, sino que son muchas historias, página tras página, los finales felices no son como los que solemos encontrar en un último párrafo o en el último minuto de una película, la vida solo sigue. Por eso también sé, que cada vez que apartamos una oportunidad por no creer que podemos recibirla, lo juro, a veces lo hacemos, estamos privándonos de algo que no sabemos si volverá a ofrecérsenos. —Creo que lo voy entiendo— digo, me lo medito unos segundos. —Si te gusta, no seas quien se aparte. Si le gustas, aprovecha. No están obligados a ajustarse a lo tradicional de un noviazgo, no funciona igual para todos, cada par hace sus propias reglas. Las haya o no, sea un noviazgo o no, si lo mantienen así como es, lo importante es que sean honestos, que puedas saber qué siente él y que él sepa que sientes tú. Porque, lo irónico de todo esto, es que cuanto más te gusta una persona, ¡más confuso se vuelve! No son las reglas o los límites en un noviazgo lo que te dicen dónde estás parada, sino saber cómo se siente la otra persona respeto a ti— uso mi bollo para apuntarla. Así como la gente manda vociferadores, siento que soy la revista de consejos del corazón que tiraron por debajo de la puerta o, no, que mandaron por la chimenea y aquí, con toda la autoridad que tengo siendo una desconocida en su casa, le digo estas cosas.

No contengo la carcajada que me sale de los labios por su casi invitación a una fiesta de cumpleaños a la que, por loco que sea, en otros tiempos hubiera podido ir. ¡Una fiesta en el distrito cuatro! Por tentador que sea disfrutar de un lugar así y conocer a otras personas, por raro que hubiera sido teniendo en cuenta mi adolescencia ermitaña, no cambio el lugar en el que me encuentro en el presente. —Gracias, en serio— se lo digo, que sigue siendo un halago, muerdo mi labio al pensar en lo que voy a sugerirle, al final lo hago porque son varios los chicos del Capitolio o de la misma isla ministerial que se han pasado por el distrito nueve, todos ellos sabiendo del riesgo que corren. —Si algún día quieres, puedes ir al más allá— apunto con mi barbilla hacia el aire, en dirección de donde se supone que estaría la chimenea por la que me aparecí, —y festejamos ahí. Sería festejar la mayoría de edad en las dos dimensiones, una legal, la otra ilegal, lo irónico de que llegarías a la edad legal pero lo que hicieras sería ilegal…— hago un trabalenguas de mi propuesta. —No te sientas comprometida a nada, pero si te apetece algún día…— le aclaro, que no estoy en misión de convocar nuevos rebeldes, sigo sin creer que sea un hábito que puedo sacarme o ponerme a gusto, pero no quiero que parezca que estoy en su cocina, compartiendo su desayuno, porque al acabar la charla espero que firme al final de un formulario y haga su donación a la causa facilitándome el número de una tarjeta de crédito.

Algo que sí me ha quedado claro, es que en esta guerra donde quienes nos llevan varios años por delante son los que lideran bandos, Ken desencajando un poco entre estos, es que si te acercas a hablar con alguien de ideas muy viejas, no hay manera de cambiarle su percepción de las cosas. Pero con personas de mi edad, un poco menores, todavía podemos tener esto de tratar de hablar y entendernos, de alguna extraña manera, que rompe un poco con el molde de ideologías por las que debemos recortar pedazos de nosotros y el replanteamiento de todo, para poder encajar. Si bien no creo que en otra casa, cualquiera sea la edad de quien me recibiera, hubiera sido posible lo de darme un minuto para explicarme sin llamar a los aurores, así que tomo a Maeve como una persona que se corre del “deber ser” y benditas sean estas personas por existir, algo en todo lo confuso de su nacimiento me da una idea de por qué su mente no es estrecha como la de muchos. —No…— vacilo, —mis padres están de viaje, fueron a buscar a alguien que pueda sanar a mi padre, que está muy enfermo. Tengo hermanos y la verdad es que no llegamos a ser tan estrechos como para permanecer juntos— y ponerlo en voz alta es necesario, porque hubo un tiempo en que creía que podíamos serlo. — Mi padre tuvo varios hijos, nos fuimos conociendo tarde, nos desencontramos… mi hermano menor vive con un tío que sigue teniendo derechos, supongo que es lo mejor para él, así conserva los suyos, y no tiene que ser… un repudiado como yo— esbozo una sonrisa triste, sin embargo, sigo sin sentirme mal por estar encontrando mi camino. —Y supongo que si así te sientes con tu madre biológica, está bien. No se trata de cómo deben ser las cosas, sino que puedas estar bien con las cosas así como sean— me encojo de hombros y la miro de soslayo, no quiero insistir en lo que parece un tema cerrado. —Siempre me ha gustado pensar que nos construimos a nosotros mismos, pese a todas las influencias que recibimos, de toda la información que contamos por eso te decía lo de los secretos y las verdades, en un punto somos nosotros quienes decidimos qué queremos ser y trabajamos en ello. Claro que muchas veces, lo difícil es decidir eso…—  espero tenerlo como una idea más precisa cuando esté rondando los cuarenta.
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Maeve P. Davies
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Todo su discurso me cae como un ladrillo pesado en la cabeza, porque en todo este tiempo no me he hecho la pregunta que ella plantea y que probablemente sea la que debí haber hecho al principio de todo esto: ¿dónde estamos exactamente? — Yo no… no lo sé. Si te voy a ser sincera no me he cuestionado ninguna de esas cosas, ¿es tan malo que me esté dejando llevar sin más? Me refiero… Desconozco que Oliver quiera llevarlo a otra forma que no sea como estamos, y yo no sé como sacar el tema, porque fui yo la que dijo que así estaba bien, tampoco sé si quiero llevarlo a otro nivel, no ahora, es todo… tan confuso. — porque sí, se volvió confuso y esas reglas de las que habla no me producen más seguridad. ¡Yo! ¡Siguiendo normas! Que soy del tipo que le dicen que vaya a la derecha y se va a la izquierda, ¡no lo hago aposta! Es algo que me sale completamente natural, como si de repente mi instinto dijera que no existe la derecha, es así como debe funcionar mi cerebro con respecto a todo. Pobre Rebecca, si en realidad me compadezco de ella y todo. — Es más personal que otra cosa, soy consciente de que puedo llegar a ser un poco desbordante, un terremoto, no soy una bomba a punto de explotar, soy una que ya explotó y va explotando a las que le siguen, por eso me cuesta tanto concentrarme en ser una cosa para alguien, y no quiero hacerle daño precisamente por no saber dónde estar parada. — lo cual viene acrecentándose por el hecho de que Oliver sea tan… no sé, tan él.

Aunque me tomo su invitación a primeras con una sonrisa amigable, al final toma un aspecto parecido al de una mueca mal pensada. No quiero terminar con la lengua torcida, sé de sobra que aquel que entra en el distrito nueve lo hace teniendo en cuenta los riesgos que supone el volver a salir luego, el de que no puedes revelar nada a no ser que quieras terminar vegetal. Ella no tiene idea de saberlo, pero la razón por la que mis labios muestran una curvatura algo triste es por el hecho de pensar en cómo quedaron las cosas con Meerah desde entonces. Inconscientemente bajo la mirada a los cereales, entretenida en revolver los mismos con la cuchara ahora que están empezando a ponerse algo blanditos por la leche. — Se me da bien eso de hacer cosas ilegales… — bromeo, mejor que seguir las legales, al menos, pero que nadie se lo diga a mi padre. Lo dejo estar ahí, probablemente porque llevo tiempo acumulando un profundo sentimiento de exclusión, probablemente de observar demasiado a Rebecca, a quien ni un soplo se le acerca por ser quién es. Nadie allí aceptaría a alguien como yo de descubrir lo que se esconde bajo mi piel, eso que mi propia jefa considera como una enfermedad maligna que se va extendiendo.

Suelto un pequeño ‘oh’ no muy sonoro que me hace descender la mirada un poco de sus ojos a la mesa, cuando menciona el destino de sus padres y por un momento me siento un poco insensible por haber preguntado por ellos con tanta soltura. — Lo lamento, por lo de tu padre… también por que hayas tenido que separarte de ellos. — es honesta mi disculpa, tanto por saber como se siente el tener que despedirte de un ser querido como por lo que cuenta después. No tengo hermanos, es una posibilidad muy remota que siquiera los tenga, así que no puedo llegar a entender el sentimiento, pero deduzco que fácil no es algo que deba ser. — Te admiro por tener las cosas tan claras, o aunque no las tengas… por saber al menos el camino que quieres seguir, y yo que pensaba que la tenía difícil porque aun no hice los deberes para la semana próxima… — es evidente que es una broma, me río mientras me lleno la boca de cereales, que no voy a ponerme a comparar su situación con la mía.
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Siento un golpecito en la frente de algún ente imaginario que me recuerda que no puedo tratar de explicarlo todo desde los sentimientos, hay quienes simplemente se dejan llevar, adolescencia, hormonas, un amigo que está bueno, no puedo andar por la vida con un radar de parejas y juntando las manos de las personas, también hay que dejarlo al libre albedrío. —Mientras sea algo que a los dos les hace bien y ninguno salga lastimado…— digo con las manos en alto. —Si ustedes están bien así, pueden mantenerlo así, no hacen daño a nadie y menos al mundo. A menos que… ¿hay alguien más? — pregunto, el deber obliga. —Si hay alguien más, no importa que no haya reglas de nada, si hay tres quiere decir que una persona está con dos personas y las otras dos con una mitad, y eso no me parece justo…— hago una mueca, tengo mis principios de justicia bien definido. Todo esto es parte de todo el protocolo de cuidar… ¿a una amiga? También a extrañas que te invitan a desayunar, ¡vamos! ¡es un código casi universal! —No quiero ser una entrometida, aunque ya me pasé dos distritos en serlo…— cinco distritos si tenemos que hacer cálculos más precisos, que entre el nueve y el cuatro hay cinco… —si ustedes están bien así, ¡adelante! Suelo pensar que el tiempo y solo el tiempo, nos dice todo lo que es y debe ser— cuando no se tiene los sentimientos claros como me parece que es este caso, me callo al dar otro bocado.

Mi impresión de que su carácter parece ser uno que va bastante a sus anchas, tiene su confirmación al oír ese comentario de que le van las cosas ilegales, y si le tengo que ser honesta, hay más gente a la que le van las ilegalidades de lo que una se podría creer, sobre todo cuando juzgas por las apariencias. Holly tiene sus razones para seguir andando con los marginados, ella tiene aún muy presente lo de haber vivido en el norte. Pero, ¿qué hay de Dave? ¿o de Meerah? Nunca te lo esperarías de ellos, digo, ¡Dave fue mi compañero de escuela! Ni hablar de que la hija de un ministro se junte con nosotros y luego tenga que volver a casa. Meto la cuchara cargada en mi boca porque esos son detalles que puedo pensar, pero nombres que nunca deberé mencionar. —No quiero ser una mala influencia— aclaro, ¡já! Nunca en la vida pensé decir esta frase. —Lo que quiero decir es que, en serio, si alguna vez vas al distrito nueve, no te pasará nada malo. No somos los malos de ninguna historia. Y si luego tienes que volver, te juro que somos muy discretos, te ayudaremos a que nadie se dé cuenta y nadie nunca dirá que te ha visto por ahí— prometo. Puedo dedicarme a vender paquetes turísticos a distritos marginados si es que descubro que la medimagia, ni el trabajo en leyes es lo mío.

Espero a pasarlo los cereales en mi garganta antes de contestarle. —No, no tienes que lamentarlo. Siento que sea así por mi hermano, que es mucho menor que yo. Pero separarnos de nuestros padres es a veces irreversible, algo que necesitamos que suceda, que cada quien tenga que ir por un camino que lo lleve a donde esté bien. Si mis padres están juntos, mi padre logra sanarse, me sentiré feliz por ellos… yo seguiré andando mi propio camino por mi cuenta— lo digo sintiéndome un poco culpable porque una voz en el fondo de mi mente me sigue diciendo que es egoísta y siempre le contesto que, a veces, hay que serlo para crecer. — Todas las personas están en nuestras vidas el tiempo que deben estar, no más, no menos. No es diferente con la familia, en algún momento debemos separarnos para seguir. Estamos en la vida de los otros mientras haya algo que podamos aportarle, luego… tenemos que separarnos, muchas veces en la vida tendremos que decir adiós y a veces ni podremos decirlo. Pero nadie se va del todo, cuando una persona te deja algo realmente valioso, siempre lo encuentras en ti gracias a esa persona— concluyo, moviendo mi cuchara en el aire. —También hay excepciones, personas que te aportan algo realmente bueno, que el momento de despedirse no parece llegar nunca, aun a la distancia, nunca llega el momento de decir adiós— sigo hablando para tratar de ignorar lo último que me dice, se lo contesto mirando los cereales. —No es que tenga las cosas claras, es porque soy muy charlatana, me lo han dicho.
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Maeve P. Davies
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Sacudo la cabeza con tanta fuerza que por un momento creo que se me van a salir los sesos, no lo hacen, pero sí puedo jurar que me encuentro un poco mareada por el gesto que intenta explicarle con un movimiento muy evidente que no hay nadie más, a menos que yo sepa. — Si lo que estás preguntando es si mi van los tríos, la respuesta es negativa. — sé que no iba por ahí la cosa, pero tengo la necesidad de remarcarlo por si acaso se lleva imágenes mías equivocadas. — Estamos bien, nos hacemos bien, tampoco tenemos por qué ponerle una etiqueta, simplemente importa como nos sintamos, creo… — vaya que si me hace bien, hasta ha conseguido que siga yendo a la escuela, maldito Helmuth. También tengo que meter en ese lote a Rebecca, que me da más miedo su mano para tirar de mi oreja que la mirada reprobadora de Oliver. — Pero gracias por los consejos, no lo había hablado con nadie y está bien poder hacerlo con alguien que te de… bueno, una perspectiva diferente. — porque no es lo mismo que si le pregunto a Meerah, no ahora al menos que apenas y hablamos, Synnove puede darme un punto de vista distinto al que pueda darme cualquiera que me conozca, o que conozca a Oli. Quién diría que acabaría recibiendo consejos de amor de una de las criminales más buscadas del país.

Créeme, he tenido peores influencias que tú… — admito, con una curvatura en los labios que no sabría definir si se asemeja a una sonrisa o a una mueca. Lo cierto es que ni siquiera me parece mala chica, no como la hacen ver en televisión y no hace falta conocerla mucho para darse cuenta de eso. A veces solo basta con escuchar a una persona para saber cómo es, porque el hecho de que se siente contigo y esté dispuesto a escucharte, ya dice mucho de sí misma. — Lo tendré en cuenta y te ofrecería lo mismo si no fuera por el detalle menor de que eres una “enemiga” del estado, siempre se puede ver si encuentro un sombrero lo suficientemente grande como para taparte entera, en serio es una pena que nunca hayas pisado la playa… — porque me encantaría poder enseñarle el mar, con su oleaje, la arena que se mete por todos lados… — Es peligroso, lo sé. — acabo aceptando, resignada porque me ha caído bien esta chica. — ¡Oh, ya sé! Espera aquí. — impido que se mueva de su asiento cuando alzo las manos en señal de que se quede quieta en lo que yo desaparezco por la puerta a la velocidad de la luz, subiendo las escaleras al mismo ritmo hasta llegar a mi cuarto y abrir uno de los armarios en los que guardo una caja. — Es una caracola de mar. — no necesita mucha más explicación cuando regreso de mi habitación con el objeto en mi mano, me acerco para colocarme a su lado y apoyarme sobre mis antebrazos en la mesa. Es bastante grande y ocupa mis palmas sin problemas, me la llevo a la oreja mientras hablo. — Dicen que si la acercas al oído se puede escuchar el sonido de las olas, y aunque no sea lo mismo que escucharlo de verdad, es un bonito recuerdo. Ten, para ti. — se la ofrezco, con una sonrisa que me ocupa el rostro antes de regresar a mi lugar.

Ya casi se me acabaron los cereales, pero me siento satisfecha así que dejo el bol a un lado y me sirvo algo del zumo de naranja en un vaso, mientras trato de asentir a todo lo que dice. Sí que habla esta chica, cosa que ella muy bien puntualiza y no me es difícil reírme. — Yo también soy charlatana, pero normalmente tienden a ser tonterías, de verdad, dijiste muchas cosas ahí que me hicieron pensar. — pensar para bien, no cuando te hacen pensar en fracciones matemáticas en el colegio, eso pone de los nervios a cualquiera. — Tienes mucho valor, Syv, ¿puedo llamarte Syv? No muchos harían lo que tú has hecho, trataré de buscar mi camino también porque si te lo voy a confesar, la verdad es que no tengo mucha idea de hacia donde estoy yendo. — intento que suene a broma, especialmente porque mi risa nerviosa lo delata, pero en realidad… ¿acaso tengo muchas opciones? Mi sentencia está dictada el día de mi cumpleaños, cuando sea oficial mi mayoría de edad y tenga que pasar a “prestar” mis servicios a la comunidad. Lo hacen parecer como si hubiera ganado al monopoly o algo.
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Si te interesaran, no te criticaría, eh— digo, que no soy de las personas que quieran hacer de sus prácticas un modelo para imponer a otros, cada quien debe encontrar la manera en que las cosas se sucedan en su vida. —Siempre que cada uno esté seguro del lugar en el que está— repito, no es a los tríos a los que tengo prejuicios, son los triángulos los que me han dado siempre la impresión de que una de las personas termina lastimada. No parece ser tampoco el caso de Maeve, así que le sonrío cuando simplifica su relación con este amigo en términos que a mis ojos, no debería suponer ningún problema. Más bien, me alegro de que Maeve sea de las que pueden caminar en la línea de la friendzone, chocaría mi palma con la suya para celebrar el logro, la verdad que admirable, estoy a punto de ofrecerle que demos conferencias sobre esto, pero mis delirios personales se ven interrumpidos por lo que dice luego y entonces mi sonrisa se me hace más ancha. —Sé lo necesario que eso puede hacer— musito, por años dependía de una comunicación remota con mi mejor amiga y el resto del tiempo estaba sola con mis pensamientos, no había mucho margen en la escuela como para simpatizar con otras personas, tal vez el grupito de leyes no era para mí. No, está claro que no era para mí, si logré hacer amigos entre los repudiados y de hecho, personas que conocía del Capitolio o la Isla Ministerial, con ellos jamás hubiéramos sido amigos si esas formas se mantuvieran. —Te diría que siempre que lo necesites me llames— hago el gesto de sostener un teléfono con mi mano, —lo sería muy complicado, así que si tienes más cosas para hablar, ¡adelante! Puedo…— finjo revisar mi reloj, —quedarme hasta que tu papá llegue, preferentemente… unos minutos antes de que llegue.

Pese a toda la ilegalidad de esta situación, también admito para mí que como mala influencia sigo en la categoría de conejo de Pascuas, no me colocaría nadie entre los primeros puestos y aun así hay quienes me han dado el título con honores de enemiga del pueblo, me encojo de hombros con resignación porque, salvo que descubra como hacer una poción multijugos o la compre carísimo en el mercado negro, vacaciones en la playa estarán descartadas hasta nuevo aviso. Tengo entendido que aun con una poción multijugos podrían pillarme, y puesto que las filas de seguridad nacional se engrosaron con licántropos, suelo tener la duda de si no pillarán gente solo con el olfato. Muevo mis cejas al creer que se va para traer un sombrero grande y me sorprendo de veras al ver lo que trae en sus manos, todo mi rostro se contrae en un mohín y coloco mis manos en las mejillas. —Oh, es un detalle hermoso— me siento muy conmovida de que alguien me regale una de estas cosas por no poder ir a la playa, había escuchado eso que me dice que si las acercas al oído puedes escuchar el mar. Tiendo mis manos para poder recoger el obsequio y lo acerco a mi pecho en un abrazo como si fuera una criatura a la que dar amor. —Eres muy dulce, Maeve, nunca una desconocida me había regalado algo así tan significativo. Sé que esto es apresurado, ¿pero te quieres casar conmigo?— pregunto. No creo que Mimi y Ken se tomen a bien que me haya casado con una extraña en la playa en un idilio veloz, Mimi porque habíamos hecho planes a futuro y Ken, bueno, no creo que a mi novio le agrade saberlo, cosas para hablar cuando vuelva. —La cuidaré bien, lo prometo— digo, acariciando a la caracola con mis dedos. —La llevaré conmigo a todos lados— sigo, con timidez la coloco cerca de mis oídos para comprobar si es cierto que se escucha la marea.

¡Y lo oigo! Me distraigo en parte con eso, en parte sigo atenta a lo que hablamos, le sonrío para darle consuelo a esas dudas que también tuve y lo de mantenerte en movimiento, hacer una cosa y otra, suelen dar la impresión errónea de que uno sabe dónde está. —Puedes llamarme como quieras, luego podemos discutir si conservaremos tu apellido o mi apellido cuando nos casemos— digo en broma para no se pierda el humor en la charla. —Y se trata de eso, creo, poner un pie detrás del otro. No sé si hay un camino, creo más bien que lo hacemos al andar. Dudo mucho que hay un punto al que llegar, lo que hay son horizontes y caminamos hacia ellos. Pero lo que me parece esencial es sentir, aquí— coloco mi mano y la caracola contra mi pecho, —que estás parada donde quieres estar. Y no lo es, que nadie te diga nada, ni vayas en contra de nadie, sigue moviéndote. Nunca me creí una persona de valor, los valientes son los que vencen sus miedos y yo tenía muchos. Pero una vez escuché a alguien decir que ser valiente es poner el corazón en algo, ser valiente es sobre todo eso, es hacer lo que te hace bien al corazón y si hay que arriesgarse, también.
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Maeve P. Davies
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En realidad… — le echo un vistazo al reloj de la pared para fijarme en cuánto tiempo tengo restante para prepararme y salir con la suficiente antelación como para no volver a llegar tarde, otra vez, para mi entrenamiento con Rebecca. — No tengo ni idea de cuando llegará mi padre, estoy despierta porque desgraciadamente “el deber me llama”. — aunque utilizo mis propios dedos para señalizar las comillas, el ruedo de ojos demuestra que no me hace especial gracia el tener que madrugar un sábado, en especial cuando me he pasado más de la mitad de la noche viendo el programa sobre casas encantadas que tenía atrasado de toda la semana anterior. — Llegaste por la chimenea, ¿cierto? ¿Si la vuelves a usar para regresar, estará bien o crees que saltarán las alarmas? — pregunto, que salvo el chip ese que te ponen para entrar en el distrito nueve, no tengo la menor idea de cómo funciona su seguridad y tampoco entiendo mucho sobre la que tiene el gobierno colocada en los distritos. Lo cierto es que me sorprende que no haya saltado ninguna al tenerla aquí, pero me supongo que ni los magos pueden controlarlo todo.

Sonrío a pesar de que no lo considero tanto un detalle como lo sería el llevarla a ver el mar, al menos puedo quedarme con que le parece un gesto bonito y eso, después de todo, es lo que cuenta. Tampoco es una gran pérdida, puedo regresar cualquier día que quiera para tratar de encontrar una parecida. — Creo que eres la primera persona que me ha dicho en la vida que soy dulce, si te doy un bolígrafo y papel ¿me lo escribes así tengo para enseñárselo a mis profesores? — me río porque en mi intención de broma, descubro que no sería una tan mala idea y estoy por regresar de nuevo a mi cuarto, de no ser por que no creo que sea bien recibido el hecho de que una criminal me defina como una persona dulce, no por la parte de criminal, si no porque Maeve y dulce, no suelen ir en la misma frase.  — Siento que tengo que aprovechar esta oportunidad como la única vez que alguien me va a pedir matrimonio, así que definitivamente es un sí, ¿una boda en la playa te parece bien? — propongo, con una sonrisa ladina, que esas están de moda últimamente después de que la profesora Powell se casara en una de las playas del cuatro.

Me quedo con que está bien que le diga Syv, ignorando mi primer error de haberla llamado por un nombre equivocado, se me perdona porque no estaba en condiciones de recordar nada aquella noche. — ¡Oh! ¡Podemos hacer un mix! ¿Qué te parece? Así nos libramos de tener que elegir uno, siempre podemos lanzar una moneda también... Mi apellido es Davies, ¿el tuyo? — me suena que empezaba por L, de algún cartel con el que me he cruzado de camino, pero prefiero preguntar no vaya a ser que me vuelva a equivocar como hice con su nombre. — No sé si estoy parada donde quiero estar, ¿cómo sabes que perteneces cuando hay tantas cosas que todavía no has probado? — formulo una de mis últimas dudas, antes de que me arrepienta de no hacerlo. — Supongo que seguiré buscando... hasta encontrar un lugar donde me sienta cómoda, de eso se trata también, ¿no? De buscar, probar cosas distintas... — titubeo porque quiero cerciorarme de que es así antes de reconocer que en realidad uno de mis temores es no encontrar jamás ese lugar.
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Eso del “deber me llama” suena muy serio para esta chica que acabo de conocer hace unos minutos, mi duda de a qué se refiere queda plasmada en toda mi cara y mis cejas que se curvan en un gesto interrogante. Si bien hay algo que necesita una respuesta más urgente. —No tengo idea— contesto simplemente, —no puedo usar tu chimenea porque entonces sí saltaría en los sistemas de la red flu, tal vez también si me desaparezco fuera de tu casa, así que supongo que lo podría hacer es tratar de alejarme todo lo posible. Si surge algún aviso, marcará que fue en este distrito, no más que eso… o tal vez ni siquiera puedo desaparecerme…—. ¿Estoy entrando en pánico? Sí, me parece que estoy entrando en pánico. —Podría mandarle un mensaje a Mimi, uno codificado y…— porque llamar a mi amiga que es la responsable de nuestra seguridad siempre es la mejor de las opciones posibles. ¿Cómo demonios hacen Holly, Dave y Meerah para ir seguido al distrito nueve? ¡Eso! ¡Holly! Puedo tratar de comunicarme con ella. —Tengo una amiga que puede ayudarme— palpo el bolsillo de mi abrigo para sacar el teléfono, me cae muy bien esta chica como para meterla en el problema de quiénes son o no infiltrados en el ministerio. Supuestamente mis mensajes le llegan a Holly como si fueran los de una empresa que le vende productos para el pelo, siempre radiante, siempre bella veela. Y aquí yo diciéndole que venga a retirar su shampoo de baba de gusamoco para sus puntas quemadas.

Puedo escribirlo y también hacer un dibujo— contesto tendiéndole mi palma abierta para que coloque la lapicera y el papel encima. Si me los da, en serio, lo haré. —Firmaré con una identidad falsa. Cuando era niña quería llamarme Lucy, Lucy Woodwiss. No preguntes, lo vi en una caricatura…— murmuro, creo que a este punto de nuestra relación en que estamos a punto de casarnos, puedo compartirle estas cosas vergonzosas, como que quería llamarme igual que una princesa que tenía la llave para abrir todos los portales del universo y había puentes de arcoíris que la llevaban de un lado al otro, ¡pero no un drama bobo! Lucy Woodwiss tenía que ir a una escuela como cualquier niña y a la salida luchaba contra las fuerzas del mal.  —El problema de la playa es… el mismo por el cual no podemos ir ahora. Tendríamos invitados indeseados, aurores diciendo que se oponen y… quiero ahorrarte todo ese show. Siempre puede ser una ceremonia con una ventana que da a la playa— me río al decirlo, y como si estuviera en mi propia casa, cruzo mis piernas sobre la silla para que queden debajo de mi cuerpo. —Es Lackberg— respondo como si nada cuando nos metemos en la discusión de apellidos. —Synnove Davies suena raro, déjame decirte que Maeve Lackberg suena genial— si algún día Maeve va para el distrito nueve trataré de que no se cruce con Kendrick en ningún momento, porque eso será incómodoooooooooo. Y si algo de todo lo que decimos tiene algún sentido, que Maeve se incluya a mi historia con Ken luego de que la hubiéramos conocido esa noche en el boliche donde se besaron, hace que esto vaya tomando un cariz bizarro.

Me pienso lo que me pregunta, la caracola meditándolo conmigo, para no darle la respuesta rápida de que todo se trata de ir probando, no es del todo cierto. —Vas moviéndote, vas moviéndote, vas de una persona a otra, de un lugar a otro… y entonces lo sientes, si logras escucharte a ti misma, si luego de preguntarte un par de veces cómo te sientes, logras hablar contigo misma, podrás sentirlo. Es como lo que te pasa con Oliver Helmuth, simplemente sabes que es así como es, como debe ser, porque se acomoda a todo lo que eres… y si algo tiene que cambiar, es justamente aquello que no sentías que estuviera bien, es un cambio necesario. Y a veces te arriesgas, pero lo vale— digo, me siento una gurú acariciándola la textura lisa de la caracola con mis dedos y sentada sobre la silla en una posición de indio. —Pero no te presiones, no te obligues a sentir nada. Déjalo fluir, fíjate hasta donde llegas con cada cosa y si tienes que virar brusco alguna vez, lo haces… sigue fluyendo…— uso la caracola para ilustrar el movimiento de una marea.
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Maeve P. Davies
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Se me haría extraño que alguien pudiera desaparecerse así como así de un distrito, en especial porque desde lo que pasó en el nueve han aumentado la seguridad en el país y dar paso a desapariciones a libre albedrío no sería muy inteligente por parte del gobierno. Vamos, que si yo fuera presidenta sería mi primera norma en caso de querer atrapar a algún villano. No se lo digo porque no creo que lo sea, y tampoco va a beneficiarla cuando ella misma parece tener un plan B, de modo que me encuentro asintiendo a su idea. — Si te sirve de consuelo, lo de confundirse con la red flu es más común de lo que se cree, yo una vez terminé en la casa de uno de mis profesores sin querer, pretendía llegar a la casa de un amigo… no fue especialmente gracioso. — le cuento, de seguro al profesor no le resultó divertido verme aparecer en la tarde de un domingo, como un problema que no es capaz a quitarse de encima ni cuando es el día escogido para tomarse un respiro del trabajo.

No te preocupes, si probablemente se pensarían que lo he falsificado a mi favor. — le confieso, que no sería la primera vez que intento falsificar la firma de mi padre y, tampoco sería la primera que me pillan haciéndolo, los profesores digo, Jasper no se entera de una mierda. Es una buena cosa que pronto vaya a cumplir la mayoría de edad para no tener que recurrir a estas cosas cada vez que me meto en un lío, aunque otros dirían que cumplidos mis diecisiete debería empezar a ver la vida con un poco más de seriedad. — Boda en interior será, no tengo problema, ¿Maeve Lackberg? No suena tan mal… — frunzo mis labios en una especie de mohín que señala que me lo estoy pensando en serio, si ya me cambié una vez de apellido no veo que haya problema en hacerlo una segunda. — Tendremos que pedirle a alguien que oficie la ceremonia, entonces. — continuo con la broma, no lo veo tanto como un chiste si me paro a pensar que será de las pocas veces en que me vea capacitada para hablar sobre una boda. Tengo bien asumido que seré la tía solterona de alguien, la que se emborracha en las fiestas y le pasa propina de contrabando a los sobrinos mientras se hace la loca. No suena tan mal si miro el panorama completo.

Me sale ladear la cabeza cuando desapruebo una de las cosas que dice, a pesar de que me cuesta sacarlo a la luz porque no tengo idea de como explicárselo sin revelar ciertas cosas. — No creo que Oliver se acomode a todo lo que soy… creo que más bien se siente un poco culpable por una cosa que pasó… que en realidad fue mi culpa, pero es demasiado buena persona como para reconocerlo. — como también es demasiado buena persona como para decirme que a veces soy demasiado, soy consciente de que no cumplimos con la estética de pareja como la que puede tener esta chica con Kendrick Black. Claro, porque ser la pareja del criminal más buscado es lo más normal en el romanticismo.
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