Después de su última guardia está más que podrido y es que estar más de cuarenta y ocho horas sin dormir y con trabajo constante a cualquiera puede molerle los ánimos de hacer nada, por ello es que esa madrugada Gavin sale del hospital para dirigirse a casa, que si bien no queda lejos, con el cansancio acumulado un par de cuadras de distancia resultan costar demasiado para algo tan simple como la aparición. Una vez está frente a la puerta la abre y es recibido por el pequeño gato que lo ha adoptado desde hace un par de meses y sí, el hato lo ha adoptado a él porque Gavin nunca se considero un hombre de animales hasta que el felino se las ingenió para entrar a su casa y así adueñarse de la misma como sis siempre hubiese sido suya, orillando a Gavin a simplemente conseguirle alimento cada que sale a surtir despensa, dejando en claro que sí, se había salido con la suya.

— Perdón por no haber venido, sabes que tengo que trabajar para pagar tu comida ¿No es así? aunque igual no te vendría mal salir a cazar ratones, ya sabes, como lo hacen los depredadores — suelta una pequeña carcajada al percatarse de que el cansancio ha logrado finalmente que hablase con el felino como si realmente fuera a entenderle — bien bien, te sirvo de comer y me dejas dormir — dicho eso deja su saco sobre el sofá y avanza en dirección a la cocina para abrir una de las puertas de la alacena de donde toma una de las latas con el alimento para gato, lo destapa y coloca sobre su plato, vaciando todo antes de tirar el enlatado y dirigirse a su habitación.

*********

Al día siguiente el despertador el cual siempre tiene puesto a las siete es el que se encarga de despertarlo de mala gana, talla sus ojos frustrado por haber olvidado apagarlo y estira ambos brazos mientras se repite una y otra vez que su siguiente turno no es hasta dentro de doce horas, buscando una buena manera de volver a dormirse hasta que una nota en el techo le recuerda que tiene una larga lista de cosas por hacer de entre las cuales destaca una muy importante. Se levanta para darse una ducha rápida con agua fría, toma lo primero que encuentra limpio en su armario, dinero y su varita para poder salir de casa antes de que el tiempo le juegue una mala jugada y le haga llegar tarde.

Peina su cabello -algo húmedo aún- hacia atrás mientras se abre paso entre las calles del Capitolio para llegar finalmente a la cafetería acordada, mira su reloj y se percata de que, después de todo ha llegado diez minutos antes, suspira e ingresa saludando a la mesera que bien ya podía considerarlo cliente frecuente debido a que todos los días por la mañana asiste por esa taza de café y pan con chocolate para obtener energía suficiente para su ronda diaria. Toma asiento en una de las mesas más alejadas de las ventanas del local y mira el menú que hay sobre la misma, buscando matar el tiempo mientras deja que alguno de los nombres o ingredientes de los platillos logre captar su atención tanto como para ser elegido como su desayuno.

No había sido una de las mejores mañanas. El clima no había permitido que pudiese hacer una de mis corridas matutinas y, al estar viviendo en casa de mis padres, no tenía la misma libertad para hacer mis ejercicios corriendo los muebles de la sala. Que sabía que mi madre no tendría problema, pero no quería andar tomándome libertades cuando técnicamente era una invitada en su casa. Al menos mi habitación sigue siendo una de las más grandes, y aunque no es lo mismo hacer cardio en la alfombra de mi cuarto, puedo hacer mi serie de abdominales sin inconvenientes. ¿Otra de las ventajas? Desde que mi hermano se había mudado ya no tenía que pelear con nadie por usar la ducha a estas horas de la mañana. Amaba la presión de agua de esta casa.

Creo que todavía tengo algo de tiempo antes de salir, así que aunque sé que tomaré algo cuando me reúna con Gavin, prefiero hacerme ahora el batido de proteínas porque no quiero olvidarlo al saber que no volveré a casa hasta al menos la hora de la cena. La lluvia lleva tiempo de haber parado, así que me aparezco sin inconvenientes en la esquina de la cafetería que acordamos.

No me cuesta en lo absoluto encontrar a mi amigo, así que corriéndome el cabello de la frente, me adentro sin inconvenientes hasta quedar justo en frente de su mesa. - ¿Ya encontraste qué pedir? - Le sonrío en lo que tomo asiento delante suyo, y dejo a un costado la cartera que llevo al hombro. - Buen día, espero no haberte hecho esperar demasiado. - Lo dudaba, no llegaba tarde a ningún lado desde hace al menos una década.

Observa el menú sin mucho interés, hace mucho que dejó de buscar un sabor en específico para poder deleitarse a la hora de comer, ya que la comida gourmet estaba sobrevalorada para un sanador que no podía desperdiciar media hora en que le fuese preparado su platillo por lo que se había acostumbrado a comprar cualquier cosa que ya estuviese lista en la cafetería del hospital para poder tomar la media hora anteriormente mencionada para dormir, porque sí, incluso dormir era un lujo que pocos podían darse, sobretodo aquellos que tenían guardias de 48 o 72 horas seguidas.

Su vista pasa de los desayunos con huevo y tocino hasta algo más elaborado como un club sándwich con papas fritas, joder, hace mucho que no las come y puede sentir como se le hace agua la boca de sólo intentar recordar el sabor que tenían las últimas que probó. Su pequeña burbuja de pensamientos es interrumpida por una voz conocida, la de su querida amiga quien llega tan puntual como siempre — ¡Hey! no, para nada, no llevo ni cinco minutos aquí  — le devuelve el saludo, bajando el menú para dejarlo sobre la mesa, le observa y se encoge de hombros — no he encontrado nada que llame mi atención, a decir verdad cualquier cosa que pongan delante mío me la voy a comer si o si — bromea, porque sabe que es mentira, pero es la mejor forma de describir que no se le antoja nada en específico.

— Supongo que pediré lo típico, huevos, tocino y alguna salsa…— busca lo mencionado en el menú antes de entregárselo a la menor — ¿Y cómo has estado? lo último que me dijiste es que te mudaste con tus padres ¿cómo se han estado portando, hm? — Gavin nunca había sido de interesarse demasiado en la vida de los demás, excepto cuando se trata de alguien muy querido o allegado tal como el caso de la rubia delante suyo.

Me sonrío con suficiencia cuando asegura que no lo he hecho esperar demasiado y busco acomodarme mejor contra el asiento, alisando la tela de la falda que llevo hasta que siento que no quedan arrugas. No hay nada peor que ser descuidada en estas cosas y acabar con dobleces comprometedores o de mal gusto simplemente por no saber prestar atención a las reglas básicas de los atuendos. -  ¿Cuánto tiempo llevas de guardia? - Porque sonaba a que había tenido cuando mínimo una noche ajetreada. Aunque tal vez estaba siendo demasiado crédula y su hambre podía deberse a otro tipo de actividades. De esas que no se preguntan a primera hora y sin comida en el estómago.

Su elección de desayuno no es uno que me llame particularmente, o siquiera que me parezca lo suficientemente sano luego de la rutina de ejercicios. Ni siquiera tengo que leer dos veces la carta para decidir mi elección de comida antes de cerrar el menú y depositarlo a un costado a la espera de que el mesero venga a tomar nuestra orden. - Mis padres son una maravilla, como siempre. Hablar con mamá desde una postura más adulta hace que el volver a mi casa de infancia no pese tanto como debería.

El mesero hace acto de presencia y no tardo en aclarar mi preferencia de jugo, con el tostado y la fruta que pido para hacerle compañía. Espero a que Gavin pida lo suyo antes de continuar, ya que nunca me ha gustado mucho eso de pedir por la otra persona. - ¿En qué estábamos? - Vuelvo la vista hacia él y lo recuerdo. - Ah sí, fueron mis hermanos el mayor obstáculo. Pero ya me he vuelto a acostumbrar a la hiperactividad de Kitty, y Luka se mudó recientemente. Pero suficiente de mí, ¿cómo has estado tú? - Que considerando que sus últimas noticias a nivel sentimental no eran muy diferentes que las mías… Ya, tiempo pasado.