OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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No sé por qué estoy tan emocionada, pero creo que han sido semanas demasiado extrañas y se necesitan buenas noticias, por muy pequeñas que sean. La partida de Benedict se ha sentido como un movimiento abrupto y reunirme con Kendrick se transformó en horas de lidiar con una persona muy impaciente, que busca tener noticias sobre sus amigos sin que nadie pueda hacer nada por mantenerlo tranquilo. Suerte para mí y mi salud mental, tengo otras cosas por las cuales preocuparme y que sirven para subir los ánimos. Intento que el viento no me vuele a mí ni a las carpetitas que tengo aferradas con tanta fuerza, que ha dejado de nevar pero el frío aún no se retira del distrito y me hace dar cuenta de lo mucho que extraño el verano. Debo decir que la próxima primavera me entusiasma demasiado, especialmente porque podremos poner en funcionamiento un montón de planes para las cosechas.
Llego a casa justo cuando Jim está saliendo y casi me lo llevo puesto, suerte que es alto sino no lo habría visto. Dice algo sobre irse a la casa de Ken a probar un metegol de Quidditch nuevo y hasta me olvido de rodarle los ojos con toda la energía que llevo conmigo, despidiéndolo con la promesa de que llegará temprano para la cena. ¡Sí, que me hago cargo de esas cosas! — ¡Saaaaaage! — le llamo con el mismo tono de antaño, cuando andaba necesitando que me preste de sus servicios para cumplir algún capricho. Me quito el tapadito, lo dejo en el perchero y dejo atrás la sala, que no hay señales de su cabeza por ningún lado — ¡Tengo algo para ti! — bien digno de mí, asomo la cabeza por la puerta de su dormitorio sin siquiera dar aviso y, en efecto, me lo encuentro exactamente dónde sospeché. No me importa qué está leyendo, tomo algo de envión y me lanzo sobre él, aplastándolo con toda la delicadeza que me queda. Tengo que ladear la cabeza sobre su hombro para poder sonreírle del revés — Hola.
Me estiro para poder besarle la nariz y giro, separándome de él y tomando asiento sobre el colchón como indiecita, así puedo colocar las carpetas entre mis piernas — He estado trabajando en una sorpresa para ti, pero tienes todo el derecho del mundo a decirme que no te agrada y quieres hacer una cosa diferente. Pero como el otro día mencionaste algo sobre seguir cocinando… — que se le da muy bien, dicho sea de paso. Abro la primera carpeta, enseñándole un amplio y colorido folleto de pastelería — ¡Tadaaaaaan! — exagero — Hice una recolección de las mejores escuelas de cocina de la zona y pensé que podíamos verlas juntos. Si te decides por una, puedes comenzar el próximo mes. Y la señora Roddam está buscando un nuevo ayudante de cocina y está más que encantada con la idea de tenerte trabajando con ella. ¿Qué dices? — de verdad espero que no seas demasiado, así que doblo los labios hasta volverlos un suave puchero — Pensé que sería bueno para ti empezar a enfocarte en tu futuro — que sé que esto recién comienza, pero él se encuentra alejado de todas las movidas rebeldes y es momento de que, de una buena vez por todas, inicie la vida que tanto nos ha costado conseguir.
Llego a casa justo cuando Jim está saliendo y casi me lo llevo puesto, suerte que es alto sino no lo habría visto. Dice algo sobre irse a la casa de Ken a probar un metegol de Quidditch nuevo y hasta me olvido de rodarle los ojos con toda la energía que llevo conmigo, despidiéndolo con la promesa de que llegará temprano para la cena. ¡Sí, que me hago cargo de esas cosas! — ¡Saaaaaage! — le llamo con el mismo tono de antaño, cuando andaba necesitando que me preste de sus servicios para cumplir algún capricho. Me quito el tapadito, lo dejo en el perchero y dejo atrás la sala, que no hay señales de su cabeza por ningún lado — ¡Tengo algo para ti! — bien digno de mí, asomo la cabeza por la puerta de su dormitorio sin siquiera dar aviso y, en efecto, me lo encuentro exactamente dónde sospeché. No me importa qué está leyendo, tomo algo de envión y me lanzo sobre él, aplastándolo con toda la delicadeza que me queda. Tengo que ladear la cabeza sobre su hombro para poder sonreírle del revés — Hola.
Me estiro para poder besarle la nariz y giro, separándome de él y tomando asiento sobre el colchón como indiecita, así puedo colocar las carpetas entre mis piernas — He estado trabajando en una sorpresa para ti, pero tienes todo el derecho del mundo a decirme que no te agrada y quieres hacer una cosa diferente. Pero como el otro día mencionaste algo sobre seguir cocinando… — que se le da muy bien, dicho sea de paso. Abro la primera carpeta, enseñándole un amplio y colorido folleto de pastelería — ¡Tadaaaaaan! — exagero — Hice una recolección de las mejores escuelas de cocina de la zona y pensé que podíamos verlas juntos. Si te decides por una, puedes comenzar el próximo mes. Y la señora Roddam está buscando un nuevo ayudante de cocina y está más que encantada con la idea de tenerte trabajando con ella. ¿Qué dices? — de verdad espero que no seas demasiado, así que doblo los labios hasta volverlos un suave puchero — Pensé que sería bueno para ti empezar a enfocarte en tu futuro — que sé que esto recién comienza, pero él se encuentra alejado de todas las movidas rebeldes y es momento de que, de una buena vez por todas, inicie la vida que tanto nos ha costado conseguir.
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No son muchas las veces en las que escuchar la voz de Hero atravesar el aire me cause un escalofrío, pero estaba tan metido dentro de la novela que su grito chirriante justo cuando la víctima dentro de la historia es asesinada… pues no era una sensación que me gustase tener, sobre todo no con su voz. Creo que mi corazón está todavía tratando de no salirse de mi pecho en el momento en que comunica la razón por la que me busca, y para el momento en que se aparece por mi habitación ya estoy preparado para lo que sabía que iba a ser su ataque sobre mí. No me molesta, así que mientras que una de sus manos aparta el libro para no darle en el rostro con él, la otra rodea su cintura en un contacto que necesito tener para terminar de calmarme.
- Hola. - Respondo a su saludo con una sonrisa que se me escapa sola, pero tardo en imitar su postura ya que tengo que desperezarme luego de estar leyendo por quién sabe cuánto tiempo. No es que mis días fueran particularmente movidos o entretenidos, y la lectura se había vuelto una gran compañía cuando no estaba haciendo quehaceres o buscando dónde conseguir trabajo si es que no estaba actuando como mensajero. - Aguarda, ¿qué? - Está yendo demasiado rápido para mi mente todavía adormecida por el estupor de la lectura, y me cuesta comprender que ha hecho algo que para ella puede ser super simple, mientras que para mí… No lo sé, pero el retorcijón que siento en el estómago no se siente como algo malo. Habíamos hablado mucho de posibilidades, de proyectos, de aceptación. Pero no era lo mismo que verlo tangible, reflejado en un folleto y cargado de todo el entusiasmo que siempre fue tan característico en ella.
- Un paso a la vez. - Le pido mientras que tomo asiento sobre el colchón y la atraigo hacia mí rodeando su cintura con ambos brazos mientras trato de ver por encima de su hombro. - No tengo la más pálida idea de quién es la señora Roddam, pero no sé en qué mundo crees que no me agradaría una cosa como esta. - Y hablo con la más absoluta sinceridad, y con una sensación de… no sé de qué, pero se siente cálido y por momentos me siento extrañamente completo. - ¿Cómo es posible que con tantas tareas en tu haber, te hagas el tiempo para hacer algo así? - Beso el costado de su cuello y la aprieto un poco más contra mí. - Eres increíble, ¿lo sabes, no? - Y por más de que quiero tironear del folleto para comenzar a analizarlo, prefiero que sea ella quien me explique, con todo el entusiasmo que sé que tendrá, qué es lo que ha pensado.
- Hola. - Respondo a su saludo con una sonrisa que se me escapa sola, pero tardo en imitar su postura ya que tengo que desperezarme luego de estar leyendo por quién sabe cuánto tiempo. No es que mis días fueran particularmente movidos o entretenidos, y la lectura se había vuelto una gran compañía cuando no estaba haciendo quehaceres o buscando dónde conseguir trabajo si es que no estaba actuando como mensajero. - Aguarda, ¿qué? - Está yendo demasiado rápido para mi mente todavía adormecida por el estupor de la lectura, y me cuesta comprender que ha hecho algo que para ella puede ser super simple, mientras que para mí… No lo sé, pero el retorcijón que siento en el estómago no se siente como algo malo. Habíamos hablado mucho de posibilidades, de proyectos, de aceptación. Pero no era lo mismo que verlo tangible, reflejado en un folleto y cargado de todo el entusiasmo que siempre fue tan característico en ella.
- Un paso a la vez. - Le pido mientras que tomo asiento sobre el colchón y la atraigo hacia mí rodeando su cintura con ambos brazos mientras trato de ver por encima de su hombro. - No tengo la más pálida idea de quién es la señora Roddam, pero no sé en qué mundo crees que no me agradaría una cosa como esta. - Y hablo con la más absoluta sinceridad, y con una sensación de… no sé de qué, pero se siente cálido y por momentos me siento extrañamente completo. - ¿Cómo es posible que con tantas tareas en tu haber, te hagas el tiempo para hacer algo así? - Beso el costado de su cuello y la aprieto un poco más contra mí. - Eres increíble, ¿lo sabes, no? - Y por más de que quiero tironear del folleto para comenzar a analizarlo, prefiero que sea ella quien me explique, con todo el entusiasmo que sé que tendrá, qué es lo que ha pensado.
Acomodarme a su cuerpo se ha vuelto una costumbre en el último año, tan natural como respirar y, a su vez, sigue asombrándome cómo es que terminamos de esta manera cuando hace dos años esto no hubiera sido ni posible ni imaginable. Tengo que recordarme que no puedo ir rápido porque la información es demasiada y algo en su cara me dice que no me estaba prestando mucha atención, ladeo la cabeza para poder mirarlo mejor a pesar de la poca distancia — Es esa mujer tan agradable de la cafetería de la calle seis. La que tiene los bollos deliciosos de canela y chocolate — me encanta ir a ese lugar, sus tazas tienen diferentes modelos y sus colores pasteles se ven hermosos con la decoración cálida que han buscado montar. ¡Es genial que la señora Roddam sea de las que creen que los muggles merecen una oportunidad! De no ser así, no podríamos disfrutar de su negocio. Ya, ya, que fangirlear por un montón de azúcar no es lo que vine a hacer.
Me distraigo una vez más y, esta vez, es porque el muy desgraciado cree que puedo pensar dos palabras con su boca en mi cuello. Carraspeo y ensancho mi sonrisa, enseñándole todos los dientes en lo que mis ojos se achinan — Lo sé. No podías tener a alguien mejor como representante de intereses en este momento tan crucial para tu vida — que debería serlo. A veces me siento avergonzada, si debo ser honesta. Recuerdo cosas que he dicho o hecho hace tiempo, cuando conseguir la aprobación de mi madre era lo más importante por conseguir y la vida me tenía demasiado protegida dentro de una burbuja de aire. Las cosas no son ideales, pero el saber que puedo limpiar todos mis errores con mis acciones actuales me basta. Los que me señalaron como asesinos resultaron ser amables, los que me dijeron que eran inútiles, acabaron enseñándome más que los que los crucificaban. Me gusta pensar que mi madre no me odia, allá dónde sea que debe estar. Tal vez me engaño, pero deseo mucho el convencerme de que lo acabaría entendiendo. Papá, por otro lado… él me diría que sí, a todo. Él sabía que la familia estaba primero.
Pongo una mano en su cuello así puedo robarle un beso rápido de los labios como agradecimiento a su elogio y vuelvo mi atención a los folletos — Podemos ir mañana a hablar con la señora Roddam, si te sientes preparado. Ya sabes, así pueden hablar del trabajo y puedes ver si te convence — que sé que lo tomaría de todos modos. Sage es de las pocas personas que conozco en este lugar que no quiere saber mucho con pelear, pero sí con acoplarse a la vida que se le presenta. Debe ser por eso que disfruto tanto de su compañía, se siente como un soplo de aire fresco en medio de toda esta locura — Y con respecto a las escuelas… Bueno, tú dirás — siendo un distrito que se dedica a la producción de alimentos, lo que nadie descarta son cocineros. Apilo algunos de los folletos y los pongo delante de nuestras caras, esperando que tome el que más le llame la atención — ¿Alguna te llama más la atención? Podemos hacer una lista e ir descartando. Sabes que se me da muy bien hacer listas con colores. Y cuando seas un cocinero famoso, yo andaré por ahí diciendo que tuve la suerte de que cocines para mí por muchos años — dejo caer la cabeza contra su hombro, que estamos muy lejos de ser esas dos personas de nuevo.
Me distraigo una vez más y, esta vez, es porque el muy desgraciado cree que puedo pensar dos palabras con su boca en mi cuello. Carraspeo y ensancho mi sonrisa, enseñándole todos los dientes en lo que mis ojos se achinan — Lo sé. No podías tener a alguien mejor como representante de intereses en este momento tan crucial para tu vida — que debería serlo. A veces me siento avergonzada, si debo ser honesta. Recuerdo cosas que he dicho o hecho hace tiempo, cuando conseguir la aprobación de mi madre era lo más importante por conseguir y la vida me tenía demasiado protegida dentro de una burbuja de aire. Las cosas no son ideales, pero el saber que puedo limpiar todos mis errores con mis acciones actuales me basta. Los que me señalaron como asesinos resultaron ser amables, los que me dijeron que eran inútiles, acabaron enseñándome más que los que los crucificaban. Me gusta pensar que mi madre no me odia, allá dónde sea que debe estar. Tal vez me engaño, pero deseo mucho el convencerme de que lo acabaría entendiendo. Papá, por otro lado… él me diría que sí, a todo. Él sabía que la familia estaba primero.
Pongo una mano en su cuello así puedo robarle un beso rápido de los labios como agradecimiento a su elogio y vuelvo mi atención a los folletos — Podemos ir mañana a hablar con la señora Roddam, si te sientes preparado. Ya sabes, así pueden hablar del trabajo y puedes ver si te convence — que sé que lo tomaría de todos modos. Sage es de las pocas personas que conozco en este lugar que no quiere saber mucho con pelear, pero sí con acoplarse a la vida que se le presenta. Debe ser por eso que disfruto tanto de su compañía, se siente como un soplo de aire fresco en medio de toda esta locura — Y con respecto a las escuelas… Bueno, tú dirás — siendo un distrito que se dedica a la producción de alimentos, lo que nadie descarta son cocineros. Apilo algunos de los folletos y los pongo delante de nuestras caras, esperando que tome el que más le llame la atención — ¿Alguna te llama más la atención? Podemos hacer una lista e ir descartando. Sabes que se me da muy bien hacer listas con colores. Y cuando seas un cocinero famoso, yo andaré por ahí diciendo que tuve la suerte de que cocines para mí por muchos años — dejo caer la cabeza contra su hombro, que estamos muy lejos de ser esas dos personas de nuevo.
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-Ah, la señora simpática que siempre me da la impresión de que va a ponerse a pellizcar mejillas. - No sabía cuál era su apellido, pero sabía cuál era la cafetería. El distrito era grande, pero había logrado aprenderme la mayoría de las calles y tener negocios de referencia que me ayudaban a ubicarme. Y sino… bueno, podía ser que Kitty me tuviese que haber ayudado en alguna que otra ocasión, pero en esas generalmente terminaba en el medio de una zona rural y no entendía ni tenía idea de cómo volver. Me habían enseñado un truco con el sol, pero no servía de mucho cuando eran las dos de la tarde. - No sabía que estuviese buscando ayudante. - No recordaba haber visto ningún cartel en la vidriera o algo así cuando pasé por ahí, así que seguramente se había tratado de Hero y sus habilidades persuasivas. Probablemente la señora no estuviese buscando nada hasta hablar con la pelirroja quien, de alguna manera extraña, pudo haberla convencido de que ese era el caso.
- ¿Representante de intereses? - Me río contra su hombro y deposito un beso allí también antes de volver a hablar. - Creo que haces un buen trabajo solo estando aquí. - Le aseguro al apretar su cintura y tironear de ella contra mi torso en un abrazo tan corto como el beso que luego me da. Y no hago un puchero cuando vuelve su atención al folleto. ¡Juro que no! - ¿Soy yo el que tiene que estar convencido? ¿No es al revés? - Era definitivo, era la pelirroja con su magia la que se había encargado de convencer a esta tal señora Roddam que yo era el empleado que ella necesitaba o algo así. - Cocino todos los días, no sé cómo no podría estar preparado. - El único entretenimiento real que tenía era el de continuar con el libro de las mil recetas de Hero, así que tanto ella como Jim se entretenían de lo lindo probando todas las cosas distintas que podía hacer. Creo que, si tengo suerte, para fin de año terminaré con todos y cada uno de los postres.
Sé acerca de su talento con las listas de colores, casi todas en tonos pasteles y con acentuaciones delicadas que parecían salidas de un catálogo. - No me malinterpretes, me encanta la idea de poder estudiar cocina. Pero no sabría qué buscar en una, o como siquiera descartar otras. Sé que me gusta la pastelería más que la cocina tradicional, pero más allá de eso…- Me encojo de hombros y trato de ver un par de los folletos, seleccionando por obviedad aquellos que mostraban tortas o panes en sus portadas. - ¿Qué se supone que analizas al elegir estas cosas? Además del horario o el precio, claro.
- ¿Representante de intereses? - Me río contra su hombro y deposito un beso allí también antes de volver a hablar. - Creo que haces un buen trabajo solo estando aquí. - Le aseguro al apretar su cintura y tironear de ella contra mi torso en un abrazo tan corto como el beso que luego me da. Y no hago un puchero cuando vuelve su atención al folleto. ¡Juro que no! - ¿Soy yo el que tiene que estar convencido? ¿No es al revés? - Era definitivo, era la pelirroja con su magia la que se había encargado de convencer a esta tal señora Roddam que yo era el empleado que ella necesitaba o algo así. - Cocino todos los días, no sé cómo no podría estar preparado. - El único entretenimiento real que tenía era el de continuar con el libro de las mil recetas de Hero, así que tanto ella como Jim se entretenían de lo lindo probando todas las cosas distintas que podía hacer. Creo que, si tengo suerte, para fin de año terminaré con todos y cada uno de los postres.
Sé acerca de su talento con las listas de colores, casi todas en tonos pasteles y con acentuaciones delicadas que parecían salidas de un catálogo. - No me malinterpretes, me encanta la idea de poder estudiar cocina. Pero no sabría qué buscar en una, o como siquiera descartar otras. Sé que me gusta la pastelería más que la cocina tradicional, pero más allá de eso…- Me encojo de hombros y trato de ver un par de los folletos, seleccionando por obviedad aquellos que mostraban tortas o panes en sus portadas. - ¿Qué se supone que analizas al elegir estas cosas? Además del horario o el precio, claro.
— ¡Los dos tienen que estar convencidos! — le explico, con un tono casi que hasta escandaloso — Ella tiene que apreciarte como empleado y tú tienes que sentirte cómodo, que será tu área de trabajo y nadie quiere acabar frustrado al tener semejante compromiso en un sitio que te desagrada. Sé que es plantear un escenario ideal, pero siendo tu primer empleo me gustaría que te lleves una experiencia positiva — ¡Estaría ganando dinero haciendo algo que a él le gusta! ¿Acaso no es emocionante? Se me pinta una sonrisa orgullosa, de esas que me hacen ver como esas novias melosas de la televisión pública — Esa es la actitud, aunque si quieres preparar algo esta noche para practicar, no voy a quejarme — bromeo, que ya he lidiado con los granos la semana pasada como para seguir metiéndome chocolate con la excusa de que el frío se presta para eso. Si al menos Jim se negara… pero no, claro, tenía que ser tan gordo de alma como yo.
Sus dudas tienen toda la lógica, pero aún así hasta se me escapa el rodar los ojos porque hay cosas que para mí son obvias y tengo que recordarme que no, no lo son. Al menos, es él quien va descartando escuelas a simple vista y eso nos ahorra algo de trabajo — Creo que el ambiente es muy importante. Quiero decir… los profesores y sus métodos de dar clases tienden a definir mucho cómo te vas a desarrollar en tu propio trabajo — tal vez no es lo mismo, pero yo tuve materias que me gustaban solamente por el modo en el cual el profesor se encargaba de enseñarla y eso influyó mucho en mis gustos — Podemos… seleccionar cinco de esta pila e ir a verlas. Si ninguna te convence, podemos sacar otras cinco. ¿Te parece bien? — que si se pone demasiado indeciso, tendré que elegir por él y no es algo que me tiente. Me recuerdo que esto es nuevo, una vez más. Tengo que girar la cabeza para encontrarme con su perfil y tomo su mentón con mi mano, obligándolo a que me mire — Si todo esto es demasiado para ti… — desacelero el tono de mi voz, incluso cuando estamos solos en casa — Puedo entenderlo. No tienes que decidir ahora mismo y, si tomas una decisión y no te sientes cómodo con ella, siempre puedes abandonar y empezar de nuevo. Aquí lo importante es que hagas lo que te guste y seas feliz con ello — a mí me tomó mucho tiempo y una fuga el comprenderlo.
Sus dudas tienen toda la lógica, pero aún así hasta se me escapa el rodar los ojos porque hay cosas que para mí son obvias y tengo que recordarme que no, no lo son. Al menos, es él quien va descartando escuelas a simple vista y eso nos ahorra algo de trabajo — Creo que el ambiente es muy importante. Quiero decir… los profesores y sus métodos de dar clases tienden a definir mucho cómo te vas a desarrollar en tu propio trabajo — tal vez no es lo mismo, pero yo tuve materias que me gustaban solamente por el modo en el cual el profesor se encargaba de enseñarla y eso influyó mucho en mis gustos — Podemos… seleccionar cinco de esta pila e ir a verlas. Si ninguna te convence, podemos sacar otras cinco. ¿Te parece bien? — que si se pone demasiado indeciso, tendré que elegir por él y no es algo que me tiente. Me recuerdo que esto es nuevo, una vez más. Tengo que girar la cabeza para encontrarme con su perfil y tomo su mentón con mi mano, obligándolo a que me mire — Si todo esto es demasiado para ti… — desacelero el tono de mi voz, incluso cuando estamos solos en casa — Puedo entenderlo. No tienes que decidir ahora mismo y, si tomas una decisión y no te sientes cómodo con ella, siempre puedes abandonar y empezar de nuevo. Aquí lo importante es que hagas lo que te guste y seas feliz con ello — a mí me tomó mucho tiempo y una fuga el comprenderlo.
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Tengo que morderme el labio y prometerme no ser cruel. De verdad que no quiero serlo, pero si íbamos a lo lógico y real de la situación, mi primer empleo había sido el ser su esclavo. Y no había sido una situación ideal o una que me agradara particularmente, podría haber sido muchísimo peor y lo sabía; pero la frustración y la incomodidad… No con ella particularmente, o sí porque tuvo momentos en los que fue un incordio constante, pero era su madre la que me ponía los pelos de punta. - Es un empleo, y la señora parece agradable, no creo que haya muchas cosas por las que yo pueda decirle que no a algo que sé hacer y me va a permitir ser útil y tener una paga por eso. - Eso sí era nuevo, el obtener una remuneración a cambio de un servicio, tal y como sonaba era algo que no me había pasado nunca. No cuando casi toda mi vida fui valorado como un objeto y no como una persona. - Elige lo que quieras del libro y lo cocino. - Prefiero distraerme haciéndola feliz, que dejando que mi cabeza vaya a cosas que ya habían quedado en el pasado, y que no deberían opacar el entusiasmo que podía tener ahora.
La escucho, de verdad lo hago, pero más que separar un par de folletos a simple vista, no sabía qué otra cosa era la que podía hacer para distinguir una de otra. Incluso el visitar las escuelas en sí mismas era algo que probablemente no me ayudaría. Más que decir que alguna persona me caía mejor que otra, no era quisquilloso con respecto a los lugares tampoco. Trece años en el mercado me habían sacado cualquier tipo de pretensión con respecto a dónde dormir, no debería tenerla para cocinar si es que para empezar estaba la premisa de que tendría algo que podía cocinar. Suspiro y me dejo caer hacia atrás cuando termina de hablar, desenredando los brazos de su cintura para que me sirvan de apoyo antes de golpear de lleno contra la pared - No es ese precisamente mi problema. No creo que sea demasiado, me entusiasma el considerar aprender como cocinar de verdad y no solo siguiendo las instrucciones de un libro pero… - Vuelvo a inclinarme hacia adelante y trato de encontrar las palabras que busco. - Cuando nunca tuviste una meta o algo a lo que aspirar en la vida, el abanico de posibilidades en lugar de ayudar, confunde. Visitaríamos las cinco escuelas y a menos de que todas tengan a gente detestable, seguiría sin saber qué elegir. - Mi mano rasca detrás de mi nuca y trato de que no me entre la culpa por el saber que a ella le ha pasado todo lo opuesto a mí. Su mundo de posibilidades se había reducido casi todo lo que el mío se había ampliado. Y estábamos en una especie de intermedio en el que los dos podíamos disfrutar, lo sabía. Pero… - Lo que me gusta de momento es que estemos bien. El poder tener la posibilidad de aprender algo, o de tener un empleo es un plus. Uno que tomaré agradecido y entusiasta. De verdad.
La escucho, de verdad lo hago, pero más que separar un par de folletos a simple vista, no sabía qué otra cosa era la que podía hacer para distinguir una de otra. Incluso el visitar las escuelas en sí mismas era algo que probablemente no me ayudaría. Más que decir que alguna persona me caía mejor que otra, no era quisquilloso con respecto a los lugares tampoco. Trece años en el mercado me habían sacado cualquier tipo de pretensión con respecto a dónde dormir, no debería tenerla para cocinar si es que para empezar estaba la premisa de que tendría algo que podía cocinar. Suspiro y me dejo caer hacia atrás cuando termina de hablar, desenredando los brazos de su cintura para que me sirvan de apoyo antes de golpear de lleno contra la pared - No es ese precisamente mi problema. No creo que sea demasiado, me entusiasma el considerar aprender como cocinar de verdad y no solo siguiendo las instrucciones de un libro pero… - Vuelvo a inclinarme hacia adelante y trato de encontrar las palabras que busco. - Cuando nunca tuviste una meta o algo a lo que aspirar en la vida, el abanico de posibilidades en lugar de ayudar, confunde. Visitaríamos las cinco escuelas y a menos de que todas tengan a gente detestable, seguiría sin saber qué elegir. - Mi mano rasca detrás de mi nuca y trato de que no me entre la culpa por el saber que a ella le ha pasado todo lo opuesto a mí. Su mundo de posibilidades se había reducido casi todo lo que el mío se había ampliado. Y estábamos en una especie de intermedio en el que los dos podíamos disfrutar, lo sabía. Pero… - Lo que me gusta de momento es que estemos bien. El poder tener la posibilidad de aprender algo, o de tener un empleo es un plus. Uno que tomaré agradecido y entusiasta. De verdad.
Me quedo congelada en mi lugar y apago, poco a poco, la sonrisa que elimino por completo a morder los labios. Sé que soy la última persona en el mundo que podría comprender lo que está sintiendo, porque al contrario de Sage, yo lo tuve todo. Opciones falsas que siempre me conducían al mismo camino, pero pude probar un montón de pasatiempos y darme el lujo de descartarlos en cuanto no me llamaban tanto la atención. Tengo miedo, de verdad, que su enorme agradecimiento venga desde el lugar equivocado, más parecido a la resignación que al deseo. Aparto los folletos que quedaron en mis manos y me giro, busco apoyarme en su pecho para poder acercarme a él, trepándome como un gusanito hasta dejar un beso en su barbilla — Yo… Sé que otras personas comprenderían mejor cómo te sientes con esto — tengo una lista larga, la he contado, de verdad. Yo estoy como muy abajo — Pero en verdad quiero que hagas cosas que disfrutes y no quiero… bueno, no voy a insistir y volverme pesada con todo esto. Sé que puedo entusiasmarme demasiado y ser insistente y, de verdad, no es mi intención…
Me siento un poco tonta, paso un brazo por encima de su pecho y escondo el rostro en el hueco de su cuello, ese sitio que se volvió calentito y cómodo. Doy algunos golpecitos en su torso con mis dedos, evitando por todos los medios el alzar el rostro, que si lo hago tendré que enfrentarme a sus ojos y no creo que sea el momento para eso — Sage… ¿Eres feliz? — es una pregunta tan estúpida que hasta no suena segura, me remuevo contra él y rozo mi nariz contra la piel de su cuello, en una caricia que busca ser cariñosa a pesar de mi repentina timidez — A mí me cuesta reconocer cómo es que las cosas han cambiado tanto, cuando parece ayer que estábamos en el Capitolio y en la isla. Mi habitación aquí se siente muy pequeña y, aún así, la veo tan familiar… — jamás tuve que hacerme cargo de mucho y ahora ando controlando los horarios de medio mundo, Jim hasta parece ese cachorro atolondrado que mamá nunca me dejó tener — Pero me gusta. Podría seguir de esta manera para toda la vida — incluso con los ataques de estrés que busco calmar con té, pero eso no necesita saberlo.
Me siento un poco tonta, paso un brazo por encima de su pecho y escondo el rostro en el hueco de su cuello, ese sitio que se volvió calentito y cómodo. Doy algunos golpecitos en su torso con mis dedos, evitando por todos los medios el alzar el rostro, que si lo hago tendré que enfrentarme a sus ojos y no creo que sea el momento para eso — Sage… ¿Eres feliz? — es una pregunta tan estúpida que hasta no suena segura, me remuevo contra él y rozo mi nariz contra la piel de su cuello, en una caricia que busca ser cariñosa a pesar de mi repentina timidez — A mí me cuesta reconocer cómo es que las cosas han cambiado tanto, cuando parece ayer que estábamos en el Capitolio y en la isla. Mi habitación aquí se siente muy pequeña y, aún así, la veo tan familiar… — jamás tuve que hacerme cargo de mucho y ahora ando controlando los horarios de medio mundo, Jim hasta parece ese cachorro atolondrado que mamá nunca me dejó tener — Pero me gusta. Podría seguir de esta manera para toda la vida — incluso con los ataques de estrés que busco calmar con té, pero eso no necesita saberlo.
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- Las únicas personas que pueden comprender esto se sienten más, o tan perdidas como yo. - Le aseguro al notar el cambio en su semblante a medida de que mis palabras van escapando de mi boca. No es mi intención el hacerla sentir mal de ninguna forma, así que espero que no malentienda mis palabras. - No te sientas menos por no haber tenido las mismas experiencias de vida, y menos aún te disculpes por preocuparte tanto por mí. - Su entusiasmo, sus buenas intenciones, su falta de maldad… Disculparse por eso sería disculparse por ser ella misma.
La abrazo cuando la siento enroscarse en mi torso, y tiro de su pequeño cuerpo contra mí, buscando su calor y tratando de reconfortarla en este extraño humor que de golpe nos ha rodeado. No era mi intención el tirar abajo su idea, y sabía que estaba lejos de ser su intención el hacer que medite de más algo tan sencillo como elegir una escuela. Acaricio su vientre con la punta de mis dedos y hundo mi nariz en su cabello cuando ella busca mi cuello, depositando allí un beso suave mientras espero a que termine de hablar. ¿Era muy extraño que su pregunta no me tome por sorpresa? - Es adorable que dudes eso cuando creo que jamás en la vida me he sentido tan feliz como ahora. - Y no se trata solo de la libertad que me han otorgado en este extraño lugar, o de las nuevas personas que me rodean y a quienes puedo llamar amigos con confianza. En gran parte es ella quien me hace ser de verdad feliz, al permitirme quererla sin culpa, sabiendo que el sentimiento es correspondido de igual forma. - De verdad, de verdad entiendo lo que dices. Incluso me siento de la misma forma, pero juro que cuando dijiste lo de “seguir así” me hizo cuestionarme si te refieres a dentro de esta casa, con Jim incluído. - Bonita forma de quitarle la seriedad al asunto, pero yo no controlaba las ideas que se cruzaban por mi cerebro. - Si la respuesta a eso es sí, creo que en futuro debemos plantearnos seriamente el adoptarlo.
Aferrándome con seguridad a su cintura, tironeo de ella mientras me dejo caer de espaldas contra el colchón, asegurando de que caiga encima mío y que no acabe aplastándola de ninguna forma. - Fuera de broma, y dejando de lado el hecho de que seguimos en guerra, no me molestaría para nada seguir así el resto de mi vida tampoco. - Tal vez recibido de alguna de las escuelas que nombra, quién sabe si no tendría yo mismo una propia pastelería. - ¿Te he dicho alguna vez que te amo? Porque creo que lo hago.
La abrazo cuando la siento enroscarse en mi torso, y tiro de su pequeño cuerpo contra mí, buscando su calor y tratando de reconfortarla en este extraño humor que de golpe nos ha rodeado. No era mi intención el tirar abajo su idea, y sabía que estaba lejos de ser su intención el hacer que medite de más algo tan sencillo como elegir una escuela. Acaricio su vientre con la punta de mis dedos y hundo mi nariz en su cabello cuando ella busca mi cuello, depositando allí un beso suave mientras espero a que termine de hablar. ¿Era muy extraño que su pregunta no me tome por sorpresa? - Es adorable que dudes eso cuando creo que jamás en la vida me he sentido tan feliz como ahora. - Y no se trata solo de la libertad que me han otorgado en este extraño lugar, o de las nuevas personas que me rodean y a quienes puedo llamar amigos con confianza. En gran parte es ella quien me hace ser de verdad feliz, al permitirme quererla sin culpa, sabiendo que el sentimiento es correspondido de igual forma. - De verdad, de verdad entiendo lo que dices. Incluso me siento de la misma forma, pero juro que cuando dijiste lo de “seguir así” me hizo cuestionarme si te refieres a dentro de esta casa, con Jim incluído. - Bonita forma de quitarle la seriedad al asunto, pero yo no controlaba las ideas que se cruzaban por mi cerebro. - Si la respuesta a eso es sí, creo que en futuro debemos plantearnos seriamente el adoptarlo.
Aferrándome con seguridad a su cintura, tironeo de ella mientras me dejo caer de espaldas contra el colchón, asegurando de que caiga encima mío y que no acabe aplastándola de ninguna forma. - Fuera de broma, y dejando de lado el hecho de que seguimos en guerra, no me molestaría para nada seguir así el resto de mi vida tampoco. - Tal vez recibido de alguna de las escuelas que nombra, quién sabe si no tendría yo mismo una propia pastelería. - ¿Te he dicho alguna vez que te amo? Porque creo que lo hago.
Adorable. Lo llama “adorable”. ¡S’il vous plait! Se me está frunciendo toda la cara de una manera tan penosa que me escondo pegando la nariz contra su pecho, porque él no puede ver por qué es que estoy dudando de las cosas que me está diciendo. ¡Ha sido mucho más sencillo para él el adaptarse! Al principio y por meses, no podía congeniar con estas personas, muchos incluso no me hablaban como lo hacen ahora por el simple hecho de que soy hija de las personas que les hicieron la vida imposible. Me aceptaron, sí, pero en el proceso yo me sentía totalmente fuera del jarrón. Hoy todo lo que veo son dudas, incluso cuando la parte de la aceptación ha quedado superada. Me dejo consolar como la boba que puedo ser, que sus caricias se sienten demasiado bien y ayudan a mi estado repentino de ánimo, me debe estar por bajar la regla si me pongo de esta manera tan fácilmente — Hablo de todo lo que tenemos. No me quejo de Jim, pero creo que está un poco viejo para adoptarlo — intento seguir su broma, hasta sueno divertida a pesar de la manera en la cual mi voz se apaga por estar puchereando. Lo odio, me hace sentir ridícula. Estúpido Sage.
Que nos acomode es muy sencillo, soy demasiado enana como para ser fácilmente moldeable y me encuentro pasando una pierna por encima de él, lo que me permite acoplarme a su calor — Las guerras no son eternas — le recuerdo, que confío en que encontraremos el modo de que las cosas se solucionen. Volveré a ver el Capitolio, tendremos una vida justa y tranquila, estoy tan segura que ni siquiera me siento vacilar al hablar. Lo que sí me tambalea es lo siguiente que dice. Por un momento, no estoy segura de haber escuchado bien. ¿Lo ha dicho? No, no lo hizo. ¿No? ¡Sí! ¿Estoy teniendo un ataque de pánico? Calma. OhporMerlínSagemeama. ¡Alguien me ha dicho que me ama por primera vez en mi vida! ¿Entonces por qué me sale tan rápido el quejido lastimero? ¡Mi momento único y especial y….! — ¿Y lo dices de esta manera? — apoyo las manos en su pecho para erguirme sobre él y noto como mis hombros caen — Te lo dejaré pasar porque nunca consumiste tantas novelas o películas rosas como yo, pero… ¡Las flores, Sage! ¡El acto heroico y galante, como correr bajo la lluvia! Es el momento que siempre estuve esperando y lo dices… ¡Con una remera que usas de pijama! — se la pellizco, porque puedo.
Pero no, no voy a ser tan mala y creo que necesita de una clase de cómo hacer estas cosas. Me inclino sobre él, tirando un poco del cuello de su camiseta para que su rostro quede cerca del mío y me relamo. No hay música, pero puedo con eso — Aún así, te amo, Sage Noble. Pensaba decirlo en otro momento, pero no dejaré que pienses por ahí que no te quiero porque no sabes hacer confesiones románticas. Y eres el único con el cual quiero hacer todas estas locuras mientras los dos descubrimos cómo es avanzar en medio de todo esto, porque sin ti, yo seguiría siendo la niñata mocosa que te pedía que elijas mis zapatos — le sonrío con gracia, que sé que he sido cursi pero alguien tenía que darle una lección. No se lo remarco, decido que es mejor darle un beso en sus labios, que ya son tan familiares que no me ponen nerviosa como el primer día. ¿Por las nubes? Eso seguro, pero ya hablé demasiado.
Que nos acomode es muy sencillo, soy demasiado enana como para ser fácilmente moldeable y me encuentro pasando una pierna por encima de él, lo que me permite acoplarme a su calor — Las guerras no son eternas — le recuerdo, que confío en que encontraremos el modo de que las cosas se solucionen. Volveré a ver el Capitolio, tendremos una vida justa y tranquila, estoy tan segura que ni siquiera me siento vacilar al hablar. Lo que sí me tambalea es lo siguiente que dice. Por un momento, no estoy segura de haber escuchado bien. ¿Lo ha dicho? No, no lo hizo. ¿No? ¡Sí! ¿Estoy teniendo un ataque de pánico? Calma. OhporMerlínSagemeama. ¡Alguien me ha dicho que me ama por primera vez en mi vida! ¿Entonces por qué me sale tan rápido el quejido lastimero? ¡Mi momento único y especial y….! — ¿Y lo dices de esta manera? — apoyo las manos en su pecho para erguirme sobre él y noto como mis hombros caen — Te lo dejaré pasar porque nunca consumiste tantas novelas o películas rosas como yo, pero… ¡Las flores, Sage! ¡El acto heroico y galante, como correr bajo la lluvia! Es el momento que siempre estuve esperando y lo dices… ¡Con una remera que usas de pijama! — se la pellizco, porque puedo.
Pero no, no voy a ser tan mala y creo que necesita de una clase de cómo hacer estas cosas. Me inclino sobre él, tirando un poco del cuello de su camiseta para que su rostro quede cerca del mío y me relamo. No hay música, pero puedo con eso — Aún así, te amo, Sage Noble. Pensaba decirlo en otro momento, pero no dejaré que pienses por ahí que no te quiero porque no sabes hacer confesiones románticas. Y eres el único con el cual quiero hacer todas estas locuras mientras los dos descubrimos cómo es avanzar en medio de todo esto, porque sin ti, yo seguiría siendo la niñata mocosa que te pedía que elijas mis zapatos — le sonrío con gracia, que sé que he sido cursi pero alguien tenía que darle una lección. No se lo remarco, decido que es mejor darle un beso en sus labios, que ya son tan familiares que no me ponen nerviosa como el primer día. ¿Por las nubes? Eso seguro, pero ya hablé demasiado.
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¿De qué manera? Me sorprendo cuando Hero suena indignada y la miro llevando los ojos hacia abajo para tratar de enfocarla mientras se eleva por encima mío. ¿Qué había hecho mal esta vez? - ¿Querías que corriese bajo la lluvia? - ¿Pero qué clase de cosas ilustraban en sus novelas? - No me parece muy romántico eso de que esté tirado en el suelo diciéndote que te amo mientras tratas de curarme con magia para que no muera desangrado. - Porque si yo llegaba a correr en plena lluvia, era eso lo que iba a suceder. Es más, hasta era probable que con mi suerte justo Jim lo estuviese grabando todo con esa nueva cámara suya. - Lo lamento, sinceramente no sabía que debía tener flores y planificar el momento. Simplemente… No sé, pensar en lo que haces por mí, en el futuro, en la vida que quieres mantener… Pues me hizo pensar que te amo, de verdad. No como en los libros que lees en los que al parecer es un acto valiente el arriesgarse a una fractura de cuello solo para aparecer mojado y estornudando ante alguien a decirle que lo amas. - Y es que de verdad no imaginaba como parecer un perro mojado podía ser más romántico que estar compartiendo una cama, en la intimidad de nuestra casa mientras discutíamos el futuro.
No me espero que se reponga tan rápido de su indignación y creo que seré el idiota más grande de todos, pero tampoco me esperaba que sintiera lo mismo por mí. O si lo esperaba, pero no esperaba que lo dijese, así que termino con las mejillas algo acaloradas mientras escucho su declaración. Una que es mucho más elaborada y decente que la mía. - Ya hace rato que dejé de pensar que eras una mocosa caprichosa, y espero que también haya pasado tiempo desde que era el esclavo malhumorado que hacía todo con la ley del menor esfuerzo. Ambos crecimos y me gusta eso descubrir como avanzar a la par. - Sonrío contra sus labios cuando es ella la que busca besarme, de esa forma que no debería desarmarme pero que aún así lo hace. Llevo una de mis manos a su rostro y corro su cabello de su frente para poder observarla mejor. - A estas alturas creo que es redundante, pero también eres la única con la que quiero hacer locuras. Incluso aunque eso no incluya adoptar a mi mejor amigo. - Me río ante la idea idiota y niego con la cabeza antes de volver a rodear su cintura. Esa que por momentos me queda incómoda así que busco girarla hasta que los dos quedamos sobre nuestros costados. - Lamento de verdad el no haber sido todo lo romántico que querías, pero el sentimiento no cambia pese a que no tenga flores en mis manos. - Busco sus labios una vez más y masajeo con mis pulgares lo pequeño de su torso, marcando patrones tranquilos que acompañan el ritmo del beso. - Creo que tengo algo mejor que un ramo entre las manos en estos momentos.
No me espero que se reponga tan rápido de su indignación y creo que seré el idiota más grande de todos, pero tampoco me esperaba que sintiera lo mismo por mí. O si lo esperaba, pero no esperaba que lo dijese, así que termino con las mejillas algo acaloradas mientras escucho su declaración. Una que es mucho más elaborada y decente que la mía. - Ya hace rato que dejé de pensar que eras una mocosa caprichosa, y espero que también haya pasado tiempo desde que era el esclavo malhumorado que hacía todo con la ley del menor esfuerzo. Ambos crecimos y me gusta eso descubrir como avanzar a la par. - Sonrío contra sus labios cuando es ella la que busca besarme, de esa forma que no debería desarmarme pero que aún así lo hace. Llevo una de mis manos a su rostro y corro su cabello de su frente para poder observarla mejor. - A estas alturas creo que es redundante, pero también eres la única con la que quiero hacer locuras. Incluso aunque eso no incluya adoptar a mi mejor amigo. - Me río ante la idea idiota y niego con la cabeza antes de volver a rodear su cintura. Esa que por momentos me queda incómoda así que busco girarla hasta que los dos quedamos sobre nuestros costados. - Lamento de verdad el no haber sido todo lo romántico que querías, pero el sentimiento no cambia pese a que no tenga flores en mis manos. - Busco sus labios una vez más y masajeo con mis pulgares lo pequeño de su torso, marcando patrones tranquilos que acompañan el ritmo del beso. - Creo que tengo algo mejor que un ramo entre las manos en estos momentos.
Debo confesarlo, me trago un “awww” gigante cuando lo escucho hablar de esa manera, que a su modo Sage siempre se las ha arreglado de ser no el chico que soñé, pero sí siempre el que necesito. Sé que mis expectativas siempre estuvieron por las nubes y soy consciente de que él jamás esperó terminar con alguien como yo, así que escucharlo decir estas palabras es suficiente como para que mi cuerpo se torne tibio desde la cabeza hasta las puntas de los pies. Supongo que, como él dice, avanzar a la par es lo mejor que nos pudo haber pasado desde que nos conocimos, hace ya tanto tiempo que me cuesta vernos como esos niños — Menos mal. Si ahora mismo estuvieras pensando que soy una malcriada, me ofendería mucho — hago un mohín que me prensa los labios hasta acabar sonriendo, rompiéndome en la broma al poder olvidarme de las palabras para pasar a besarlo, que me parece un mejor método de comunicación. Besar a Sage pasó de ser la excitación de lo prohibido al calor de lo conocido, uno que se ha ido volviendo necesario con el correr de los meses.
Tengo que dejarme llevar por el envión de sus manos cuando se decide a acomodarnos, haciendo que me ría contra sus labios en lo que me acomodo lo más cerca que puedo de él — Sage, puede que no seas un experto en romance, pero me importa más que lo digas tú que algún sujeto sin cara dentro de mis ideas — que sé que pasé años en ellas y todavía me duele un poquitito que no me persiga en un sitio como una terminal, pero puedo vivir con eso. Creo que ni en mis fantasías más absurdas hubiese podido imaginarme la manera que tiene de besarme y acariciarme al mismo tiempo, provocando que mis manos se acomoden en su rostro para poder acunarlo, consciente de cómo mi corazón se va volviendo loco poco a poco. Y estoy considerando el colar mi mano fría por su cuello, cuando lo que dice me hace reír por lo bajo, con obvio nerviosismo — Tú eres mejor que el duque de Brown en “los enredos y pasiones de la hechicera suprema” — ni siquiera sé si lo recuerda, pero tampoco me parece el momento de ponerme a pulir los detalles en su memoria.
Enrosco los dedos en su nuca para toquetear los mechones de su cabello, ese que se ha estado volviendo un desastre en el último tiempo y tiro de él, girando para que sea mi espalda la que se presiona contra el colchón y su peso me hace sentir pequeña, pero segura. Puedo sentir como mis pies patean los folletos de manera involuntaria y espero, de verdad, que no se arruguen demasiado, que ahora tengo la prioridad de besar sus labios y no de mantenerlos a salvo. Suspiro, de verdad agradecida de que seamos solo nosotros en casa por un buen rato, mientras el cosquilleo ya familiar me va trepando por el estómago. Me siento torpe en mis caricias, esas que tantean cuidadosamente el contorno de su torso hasta que despego mi boca de la suya — Nunca te lo dije… — susurro, hablo cerca de su mentón en lo que mis ojos se abren, tratando de enfocarlo en nuestra corta distanca — Pero tú fuiste mi única compañía de verdad por mucho tiempo, incluso antes de llegar aquí. Y a pesar de que en ese momento no me daba cuenta… No tienes idea de lo agradecida que estoy contigo, por jamás dejarme sola — la mansión era muy grande y yo jamás destaqué por mi tamaño. Le sonrío con cierta timidez, menos mal que su cuello está cerca para poder besarlo y esconderme en él.
Tengo que dejarme llevar por el envión de sus manos cuando se decide a acomodarnos, haciendo que me ría contra sus labios en lo que me acomodo lo más cerca que puedo de él — Sage, puede que no seas un experto en romance, pero me importa más que lo digas tú que algún sujeto sin cara dentro de mis ideas — que sé que pasé años en ellas y todavía me duele un poquitito que no me persiga en un sitio como una terminal, pero puedo vivir con eso. Creo que ni en mis fantasías más absurdas hubiese podido imaginarme la manera que tiene de besarme y acariciarme al mismo tiempo, provocando que mis manos se acomoden en su rostro para poder acunarlo, consciente de cómo mi corazón se va volviendo loco poco a poco. Y estoy considerando el colar mi mano fría por su cuello, cuando lo que dice me hace reír por lo bajo, con obvio nerviosismo — Tú eres mejor que el duque de Brown en “los enredos y pasiones de la hechicera suprema” — ni siquiera sé si lo recuerda, pero tampoco me parece el momento de ponerme a pulir los detalles en su memoria.
Enrosco los dedos en su nuca para toquetear los mechones de su cabello, ese que se ha estado volviendo un desastre en el último tiempo y tiro de él, girando para que sea mi espalda la que se presiona contra el colchón y su peso me hace sentir pequeña, pero segura. Puedo sentir como mis pies patean los folletos de manera involuntaria y espero, de verdad, que no se arruguen demasiado, que ahora tengo la prioridad de besar sus labios y no de mantenerlos a salvo. Suspiro, de verdad agradecida de que seamos solo nosotros en casa por un buen rato, mientras el cosquilleo ya familiar me va trepando por el estómago. Me siento torpe en mis caricias, esas que tantean cuidadosamente el contorno de su torso hasta que despego mi boca de la suya — Nunca te lo dije… — susurro, hablo cerca de su mentón en lo que mis ojos se abren, tratando de enfocarlo en nuestra corta distanca — Pero tú fuiste mi única compañía de verdad por mucho tiempo, incluso antes de llegar aquí. Y a pesar de que en ese momento no me daba cuenta… No tienes idea de lo agradecida que estoy contigo, por jamás dejarme sola — la mansión era muy grande y yo jamás destaqué por mi tamaño. Le sonrío con cierta timidez, menos mal que su cuello está cerca para poder besarlo y esconderme en él.
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¿Puede que no sea un experto? era extremadamente generosa. Estaba muy lejos de entender cualquier tipo de romance del que ella solía consumir y, estaba seguro de que si trataba de imitarlo solo conseguiría hacer el ridículo. No me gustaban los gestos ensayados porque no se sentían reales, prefería ser un boca floja que vomitaba lo primero que pasaba por su mente. - ¿De verdad existe eso? - No sé ni por qué sigo sorprendiéndome, pero los títulos de las novelas rosas que leía o veía eran uno más patético que el otro. Era peor cuando uno comenzaba a aprenderse el nombre de los personajes, todos pomposos e irritantes; y ni hablar de cuando por fin entendías la trama que llevaban. Sabía que la magia era un hecho, pero la fantasía drogadicta de los que escribían esos guiones estaba en otro nivel.
Me toma por sorpresa que sea ella esta vez la que nos reacomode en el diminuto espacio de la cama y, aunque en un inicio trato de no aplastarla, no puedo liberarla por completo de mi peso al estar tan distraído con sus labios y con su tacto. Sé que me siento suspirar, abrumado por la sensación de tenerla literalmente debajo mío, presionada contra mi cuerpo y disfrutando de sujetarla de una manera que dos años atrás no habría podido siquiera imaginar. No sé si la razón por la que me cuesta respirar cuando se separa es por el esfuerzo de no dejarme caer por completo, o si es porque se ha encargado de robarme todo el aire que se supone que debía respirar. - No tienes nada que agradecer. Fueron épocas diferentes, pero incluso aunque en ese entonces no era una elección el permanecer a tu lado, no es algo que quisiera cambiar. - Contengo el aliento al sentir como sus labios se entretienen en mi cuello, y tengo que cerrar los ojos por unos momentos para volver a concentrarme en las palabras que estoy tratando de encontrar.
- Éramos otras personas en ese entonces, pero en esencia sigues siendo la misma de siempre: compasiva y demasiado interesada en ayudar a los demás de las maneras en las que podías hacerlo. Sé que en aquel entonces tampoco lo entendía, pero de verdad no me arrepiento de haber elegido, cuando tuve la oportunidad, el permanecer a tu lado. - Desde el momento en que me habían comprado, mi mundo había girado alrededor de Hero por obligación. El poder decidir compartir con ella por propia voluntad… Busco sacarla de mi cuello haciendo uso de mi nariz, solo para poder buscar sus labios una vez más, apropiándome de su boca en lo que uso uno de mis brazos para separarla del colchón y presionarla contra mi torso. No es precisamente cómodo, pero me veo necesitado de encontrar el mayor contacto posible entre nosotros.
Me toma por sorpresa que sea ella esta vez la que nos reacomode en el diminuto espacio de la cama y, aunque en un inicio trato de no aplastarla, no puedo liberarla por completo de mi peso al estar tan distraído con sus labios y con su tacto. Sé que me siento suspirar, abrumado por la sensación de tenerla literalmente debajo mío, presionada contra mi cuerpo y disfrutando de sujetarla de una manera que dos años atrás no habría podido siquiera imaginar. No sé si la razón por la que me cuesta respirar cuando se separa es por el esfuerzo de no dejarme caer por completo, o si es porque se ha encargado de robarme todo el aire que se supone que debía respirar. - No tienes nada que agradecer. Fueron épocas diferentes, pero incluso aunque en ese entonces no era una elección el permanecer a tu lado, no es algo que quisiera cambiar. - Contengo el aliento al sentir como sus labios se entretienen en mi cuello, y tengo que cerrar los ojos por unos momentos para volver a concentrarme en las palabras que estoy tratando de encontrar.
- Éramos otras personas en ese entonces, pero en esencia sigues siendo la misma de siempre: compasiva y demasiado interesada en ayudar a los demás de las maneras en las que podías hacerlo. Sé que en aquel entonces tampoco lo entendía, pero de verdad no me arrepiento de haber elegido, cuando tuve la oportunidad, el permanecer a tu lado. - Desde el momento en que me habían comprado, mi mundo había girado alrededor de Hero por obligación. El poder decidir compartir con ella por propia voluntad… Busco sacarla de mi cuello haciendo uso de mi nariz, solo para poder buscar sus labios una vez más, apropiándome de su boca en lo que uso uno de mis brazos para separarla del colchón y presionarla contra mi torso. No es precisamente cómodo, pero me veo necesitado de encontrar el mayor contacto posible entre nosotros.
Tengo un pequeño problema. Bueno, es inmenso, pero se entiende mi punto. Quiero contestarle algo, pero mi boca está muy ocupada siendo invadida por la suya y me encuentro, repentinamente, olvidando cualquier cosa coherente que pudiera decirle en un momento como este. Hay situaciones en la vida que te hacen consciente de tu espacio físico y esta es una de ellas, en especial porque puedo sentir perfectamente cada parte de mi cuerpo que se presiona contra el suyo, que se siente muy grande en comparación al mío. De acuerdo, debería decir algo, pero no, no puedo respirar y, si me alejo ahora, creerá que no quiero que me toque. Y no es eso lo que quiero transmitir… ¿No? Ay, por favor, me gustaría ser menos Hero por cinco minutos. ¿Tanto me cuesta el dejar de pensar? Abro los ojos, los clavo un momento en el techo detrás de su cabeza y… ¡No, que así no se besa! Vuelvo a cerrarlos, enredo mis dedos en los cabellos de su nuca para sostenerme de él y me ayudo con las piernas, que maldigo el ser tan corta, porque enroscarme a él me hace sentir un koala poco desarrollado.
Entre todo mi alboroto interno me quedo con una cosa: que de entre todas las personas del mundo, Sage Noble me ha elegido a mí a pesar de haber sido mi esclavo por años y yo he aprendido a elegirlo a él, incluso cuando todo lo que me enseñaron me decía que eso estaba terriblemente mal. No se siente mal cuando bajo mis manos por sus hombros, los presiono en pequeños masajes que bailan por su espalda hasta rozar su cintura, obligándome a parar para respirar con un jadeo en su boca — Sage, yo… — ay, no, que ya siento subir el calor, de seguro estoy tan brillante como mi cabello. Evito su contacto visual, aprovecho a apoyar mi frente en su hombro para lograrlo, mientras mis dedos juguetean con el pliegue de su abrigo, apenas rozando su piel — Meponesnerviosa — hasta se me escapa un gemido lastimero y todo, no puedo creerlo. Si me río por lo bajo es de mí misma, sin poder creerme que esta es la manera que tengo de reaccionar a estar besuqueándome con mi novio en su cama.
Abuso de la manera que tiene de sostenerme para removerme contra él, mis manos son frías en comparación a su piel cuando se cuelan debajo de su ropa, rozando los costados de su torso en un movimiento dudoso pero invasivo. Soy consciente de mi respiración, relamo los labios que se sienten pesados y vuelvo a buscar los suyos, con un recorrido torpe por su mejilla hasta toparme con su boca — Pero siempre fuiste tú. Y sé que he sido insoportable y que no tengo ni idea de cómo se hacen estas cosas y que creo saberlo todo cuando no lo hago, pero contigo es diferente y… Ya estoy hablando en el borde de la histeria… ¿No es así? — a pesar de casi estar susurrando, creo que he acelerado el tono de mi voz hasta que de seguro solo sueno como una grabación puesta en velocidad triple. Jugueteo con su labio inferior, dándole un suave mordisco — Como sea, creo que por hoy te toca a ti llevar el mando — que no solo sabe lo que está haciendo mejor que yo, sino que también siempre me ha cuidado. Y eso es lo que me importa.
Entre todo mi alboroto interno me quedo con una cosa: que de entre todas las personas del mundo, Sage Noble me ha elegido a mí a pesar de haber sido mi esclavo por años y yo he aprendido a elegirlo a él, incluso cuando todo lo que me enseñaron me decía que eso estaba terriblemente mal. No se siente mal cuando bajo mis manos por sus hombros, los presiono en pequeños masajes que bailan por su espalda hasta rozar su cintura, obligándome a parar para respirar con un jadeo en su boca — Sage, yo… — ay, no, que ya siento subir el calor, de seguro estoy tan brillante como mi cabello. Evito su contacto visual, aprovecho a apoyar mi frente en su hombro para lograrlo, mientras mis dedos juguetean con el pliegue de su abrigo, apenas rozando su piel — Meponesnerviosa — hasta se me escapa un gemido lastimero y todo, no puedo creerlo. Si me río por lo bajo es de mí misma, sin poder creerme que esta es la manera que tengo de reaccionar a estar besuqueándome con mi novio en su cama.
Abuso de la manera que tiene de sostenerme para removerme contra él, mis manos son frías en comparación a su piel cuando se cuelan debajo de su ropa, rozando los costados de su torso en un movimiento dudoso pero invasivo. Soy consciente de mi respiración, relamo los labios que se sienten pesados y vuelvo a buscar los suyos, con un recorrido torpe por su mejilla hasta toparme con su boca — Pero siempre fuiste tú. Y sé que he sido insoportable y que no tengo ni idea de cómo se hacen estas cosas y que creo saberlo todo cuando no lo hago, pero contigo es diferente y… Ya estoy hablando en el borde de la histeria… ¿No es así? — a pesar de casi estar susurrando, creo que he acelerado el tono de mi voz hasta que de seguro solo sueno como una grabación puesta en velocidad triple. Jugueteo con su labio inferior, dándole un suave mordisco — Como sea, creo que por hoy te toca a ti llevar el mando — que no solo sabe lo que está haciendo mejor que yo, sino que también siempre me ha cuidado. Y eso es lo que me importa.
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