OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Han pasado dos días. Dos días en los cuales solo me dediqué a fumar cigarrillos, esos que consumí hasta el punto en el cual se me quemaron los dedos. Me siento perdido, vacío, ni siquiera he salido del pequeño departamento que estamos ocupando con Arianne. No quise pasar tiempo con Seth, no me atrevo a mirarlo a los ojos. Yo sabía que esto iba a pasar y no hice nada para evitarlo. Tuve la advertencia frente a mi nariz y preferí creer que Aminoff decidió que yo no valía la pena. Claro que fue una estupidez, todo era una excusa para salir ganando de una manera u otra. Y Sophia pagó por ello. Cale pagó por ello. Derian. Zenda…
No haber comido en todas estas horas me pasa factura cuando siento que mi estómago gruñe, a pesar de que mi ánimo delata que no tengo intenciones de salir en busca de algún aperitivo, el que sea. Jamás he visto las calles del cinco tan silenciosas, como si se hubiera transformado en un pueblo fantasma. Nadie quiere arriesgarse, nadie enseña el miedo o el dolor de haber perdido a alguien. Ha sido un golpe bajo, de esos que no sabes cómo responder. Hasta he ignorado a Kendrick esta mañana, que ha llamado a mi puerta para no darle ninguna respuesta a lo que, de seguro, era su temor de cómo continuar. Que me disculpe, hoy no tengo palabras para él. Por suerte, me conoce lo suficiente como para no haber insistido de más y pronto su voz se apagó.
Cuando me muevo por el pasillo que separa los departamentos doce y catorce, lo hago porque reconozco que necesito más cigarrillos y no comida. Golpeo la puerta con el ritmo que hemos pactado para reconocernos entre nosotros, la falta de ruido me hace creer que no hay nadie en casa y eso significa que deben estar en la fábrica, siendo de apoyo los unos a los otros. Estoy debatiendo si debo forzar la entrada o no, cuando la puerta se abre y los últimos ojos que me gustaría ver en esta ocasión son los que me reciben. ¿Cómo fui tan egoísta de olvidar que ella también perdió a su familia?
— Ava… — estuve tan callado todo este tiempo que me cuesta reconocer mi voz. Tengo que decir algo, cualquier cosa, pero nada se me viene a la mente. Es todo demasiado inútil — Yo… Lo lamento, debí venir antes. Es solo… — ¿Qué? ¿Me estaba consumiendo en mi propia agonía? ¿Me estaba echando culpas como lo he hecho desde que tengo memoria? Aunque abro la boca e intento decir otra cosa, soy incapaz de conseguirlo, solo siento el temblor de mis labios. Acabo avanzando hasta rodearla con los brazos, escondiendo el rostro entre su cabello rubio y temiendo, por un momento, que su contacto sea tan falso como la familia que supimos ser alguna vez.
No haber comido en todas estas horas me pasa factura cuando siento que mi estómago gruñe, a pesar de que mi ánimo delata que no tengo intenciones de salir en busca de algún aperitivo, el que sea. Jamás he visto las calles del cinco tan silenciosas, como si se hubiera transformado en un pueblo fantasma. Nadie quiere arriesgarse, nadie enseña el miedo o el dolor de haber perdido a alguien. Ha sido un golpe bajo, de esos que no sabes cómo responder. Hasta he ignorado a Kendrick esta mañana, que ha llamado a mi puerta para no darle ninguna respuesta a lo que, de seguro, era su temor de cómo continuar. Que me disculpe, hoy no tengo palabras para él. Por suerte, me conoce lo suficiente como para no haber insistido de más y pronto su voz se apagó.
Cuando me muevo por el pasillo que separa los departamentos doce y catorce, lo hago porque reconozco que necesito más cigarrillos y no comida. Golpeo la puerta con el ritmo que hemos pactado para reconocernos entre nosotros, la falta de ruido me hace creer que no hay nadie en casa y eso significa que deben estar en la fábrica, siendo de apoyo los unos a los otros. Estoy debatiendo si debo forzar la entrada o no, cuando la puerta se abre y los últimos ojos que me gustaría ver en esta ocasión son los que me reciben. ¿Cómo fui tan egoísta de olvidar que ella también perdió a su familia?
— Ava… — estuve tan callado todo este tiempo que me cuesta reconocer mi voz. Tengo que decir algo, cualquier cosa, pero nada se me viene a la mente. Es todo demasiado inútil — Yo… Lo lamento, debí venir antes. Es solo… — ¿Qué? ¿Me estaba consumiendo en mi propia agonía? ¿Me estaba echando culpas como lo he hecho desde que tengo memoria? Aunque abro la boca e intento decir otra cosa, soy incapaz de conseguirlo, solo siento el temblor de mis labios. Acabo avanzando hasta rodearla con los brazos, escondiendo el rostro entre su cabello rubio y temiendo, por un momento, que su contacto sea tan falso como la familia que supimos ser alguna vez.
SI alguien busca la palabra “patética” en el diccionario, si es que todavía existía alguien que usara un diccionario, una foto mía con mi nombre debajo aparecería como referencia de la palabra. Tal vez en “inútil” también figurase mi imagen, o tal vez era tan inservible que ni de ejemplo servía… No lo sabía ni me importaba saberlo. Estaba sencillamente cansada. De todo, de todos. Alice y Amber parecían entenderme en cierta medida y pese a que ellas también habían sufrido lo mismo que yo, parecían querer resguardarme de una manera que no terminaba de entender ni de merecer; y quizá era por eso que el gritarles que me dejaran sola había funcionado. Quizá sencillamente se habían cansado de mí.
Apestaba. Todo, la vida, los dementores, Magnar, yo. Literal y figurativamente. Llevaba dos días sin bañarme, sin comer, sin tomar otra cosa que no sean las asquerosas botellas de whiskey barato que en ocasiones me habían ayudado a adormecer la pena. Ahora las botellas vacías se burlaban en un rincón y volvía a estar encerrada conmigo misma en una discusión que ninguna parecía ganar. No es que esperase tener la razón cuando al parecer todo lo que pensaba estaba mal. ¿No era la persona más adorable con la que estar? Observo mi muñeca y jugueteo con la pulsera que allí se encuentra. Era irónico que el cordón haya sobrevivido tantas cosas, mientras que las personas que representaba no habían podido hacerlo.
No escucho la puerta vecina cuando se abre o se cierra del otro lado, pero reconozco los golpes que repiquetean contra la madera. Incluso aunque no fuesen marcados por ese ritmo tan ridículo sé que es Ben, lo reconocería en cualquier lado y sin embargo dudo en abrirle. No por él, sino por la fuerza que iba a requerir el enfrentarlo. Al final decido que si no es ahora tendrá que ser en otro momento, así que prefiero que sea ahora, después de todo ¿cuánto más podía doler?
Mi mirada se encuentra con la suya, y puedo notar que su expresión refleja la mía más que lo que pudieron haber demostrado las chicas. Tal vez era porque fuimos una familia en algún momento, una que no supimos apreciar de la manera en que lo merecían. - Shhh. - No necesito escuchar sus disculpas. Solamente necesito ese abrazo que me consume por completo y me hace largar las primeras lágrimas desde que me enteré de lo sucedido. Y una vez que empiezan a caer parecen no tener fin, así que termino por empapar la ropa de Ben mientras ahogo mis sollozos contra su pecho. Y duele, como si tuviese una herida que me atravesara el pecho de arriba abajo. Una que no sabía si podría cicatrizar. - La puta madre Ben… Yo… - Presiono mis manos contra su espalda, hundiendo las yemas para que no se aparte de mí. - No se te ocurra dejarme… no tú también.
Apestaba. Todo, la vida, los dementores, Magnar, yo. Literal y figurativamente. Llevaba dos días sin bañarme, sin comer, sin tomar otra cosa que no sean las asquerosas botellas de whiskey barato que en ocasiones me habían ayudado a adormecer la pena. Ahora las botellas vacías se burlaban en un rincón y volvía a estar encerrada conmigo misma en una discusión que ninguna parecía ganar. No es que esperase tener la razón cuando al parecer todo lo que pensaba estaba mal. ¿No era la persona más adorable con la que estar? Observo mi muñeca y jugueteo con la pulsera que allí se encuentra. Era irónico que el cordón haya sobrevivido tantas cosas, mientras que las personas que representaba no habían podido hacerlo.
No escucho la puerta vecina cuando se abre o se cierra del otro lado, pero reconozco los golpes que repiquetean contra la madera. Incluso aunque no fuesen marcados por ese ritmo tan ridículo sé que es Ben, lo reconocería en cualquier lado y sin embargo dudo en abrirle. No por él, sino por la fuerza que iba a requerir el enfrentarlo. Al final decido que si no es ahora tendrá que ser en otro momento, así que prefiero que sea ahora, después de todo ¿cuánto más podía doler?
Mi mirada se encuentra con la suya, y puedo notar que su expresión refleja la mía más que lo que pudieron haber demostrado las chicas. Tal vez era porque fuimos una familia en algún momento, una que no supimos apreciar de la manera en que lo merecían. - Shhh. - No necesito escuchar sus disculpas. Solamente necesito ese abrazo que me consume por completo y me hace largar las primeras lágrimas desde que me enteré de lo sucedido. Y una vez que empiezan a caer parecen no tener fin, así que termino por empapar la ropa de Ben mientras ahogo mis sollozos contra su pecho. Y duele, como si tuviese una herida que me atravesara el pecho de arriba abajo. Una que no sabía si podría cicatrizar. - La puta madre Ben… Yo… - Presiono mis manos contra su espalda, hundiendo las yemas para que no se aparte de mí. - No se te ocurra dejarme… no tú también.
Tal vez esto es lo que necesitaba y lo estaba desechando por no sentirme merecedor de un mínimo de afecto. Conozco a Ava, me he criado con ella en un sitio donde las relaciones se veían afianzadas al aislamiento y sé muy bien las palabras que dirá en cuanto le diga la verdad. Puedo demorarlas, concentrarme en el modo en el cual solamente se quiebra contra mí del mismo modo que lo hizo otras veces, por asuntos mucho más tontos que ahora mismo carecen de sentido alguno. Pude consolarla cuando Zenda rompió uno de sus juguetes o cuando comenzó a caer de los caballos, pero no creo poder hacer esto. Lo único que puedo hacer ahora es acariciar su cabello una y otra vez, como Arleth lo hacía cuando algo estaba mal. Es un poco obvio, ahora todo está horrible. No entiendo cómo somos los únicos que quedan, cuando supimos ser la casa más ruidosa del catorce. Si no lloro, es porque ya se me han agotado las lágrimas y estoy demasiado cansado como para hacerlo.
La aprieto lo más fuerte que puedo, consciente de lo pequeña que es y lo fácil que sería aplastarla, pero ni siquiera la fuerza de mis manos puede contentar la necesidad de consuelo. Solo sacudo la cabeza, me raspo la mejilla con su coronilla y me desinflo en un largo suspiro — Tendrán que quitarme hasta la voluntad para que haga algo como dejarte — no es como si pudiera simplemente hacerlo. Si muero, cosa que sé que sucederá tarde o temprano, espero que ella pueda sobreponerse y tenga donde más sostenerse. De momento, solo estamos nosotros. En un departamento pequeño, cargados de angustia, listos para aceptar que la suerte jamás estuvo de nuestra parte. Es un poco extremista si consideramos que hace unos días recuperé a mi mejor amigo, pero cambia el sentido cuando el universo decidió que ya era demasiado bueno como para ser verdad. No podemos tener paz, eso está prohibido.
Me separo con mucho cuidado, busco el modo de cerrar la puerta a pesar de seguir sosteniendo una de sus manos con la mía, como si de soltarla fuese a perderla para siempre — Apestas a mierda. ¿Estuviste bebiendo? — no es un reproche, solo una observación. Echo un vistazo por la habitación en busca de las botellas y, claro está, el sitio es lo suficientemente pequeño como para encontrarlas con facilidad — Deberías darte un baño caliente. ¿Quieres que te prenda la ducha? — sé que puede hacerlo por sí sola, pero a veces una mano no está de más. No es como si tuviéramos el gas suficiente como para poder darnos baños reparadores, pero es mejor que nada. Dejo caer las manos, sintiéndolas nerviosas en lo que me alejo de ella en un paseo ansioso que me lleva a recorrer la sala en pocas zancadas — Están vivos, estoy seguro — es un muy mal consuelo y suena casi que caprichoso — Solo… necesitamos tiempo, como sucedió con Seth. Y estaremos bien — iluso, quizá, pero es lo único que me queda creer.
La aprieto lo más fuerte que puedo, consciente de lo pequeña que es y lo fácil que sería aplastarla, pero ni siquiera la fuerza de mis manos puede contentar la necesidad de consuelo. Solo sacudo la cabeza, me raspo la mejilla con su coronilla y me desinflo en un largo suspiro — Tendrán que quitarme hasta la voluntad para que haga algo como dejarte — no es como si pudiera simplemente hacerlo. Si muero, cosa que sé que sucederá tarde o temprano, espero que ella pueda sobreponerse y tenga donde más sostenerse. De momento, solo estamos nosotros. En un departamento pequeño, cargados de angustia, listos para aceptar que la suerte jamás estuvo de nuestra parte. Es un poco extremista si consideramos que hace unos días recuperé a mi mejor amigo, pero cambia el sentido cuando el universo decidió que ya era demasiado bueno como para ser verdad. No podemos tener paz, eso está prohibido.
Me separo con mucho cuidado, busco el modo de cerrar la puerta a pesar de seguir sosteniendo una de sus manos con la mía, como si de soltarla fuese a perderla para siempre — Apestas a mierda. ¿Estuviste bebiendo? — no es un reproche, solo una observación. Echo un vistazo por la habitación en busca de las botellas y, claro está, el sitio es lo suficientemente pequeño como para encontrarlas con facilidad — Deberías darte un baño caliente. ¿Quieres que te prenda la ducha? — sé que puede hacerlo por sí sola, pero a veces una mano no está de más. No es como si tuviéramos el gas suficiente como para poder darnos baños reparadores, pero es mejor que nada. Dejo caer las manos, sintiéndolas nerviosas en lo que me alejo de ella en un paseo ansioso que me lleva a recorrer la sala en pocas zancadas — Están vivos, estoy seguro — es un muy mal consuelo y suena casi que caprichoso — Solo… necesitamos tiempo, como sucedió con Seth. Y estaremos bien — iluso, quizá, pero es lo único que me queda creer.
- Tu voluntad nunca ha sido el problema, Ben. Es la voluntad ajena lo que me preocupa. - Porque nunca había estado en las manos de los demás la decisión de abandonarnos. Siempre había sido un tercero, con más recursos que voluntad, el que se había encargado de arrancarnos a nuestros seres queridos. Tal vez, si me aferraba con la suficiente fuerza contra su cuerpo y no lo soltaba, podría mantenerlo seguro. ¿No era un bonito pensamiento? Me habían faltado brazos para mantener al resto de la familia protegidos, tal vez ahora que solo quedábamos nosotros podría ser suficiente. Tal vez… tal vez podría empezar a dejar de ser una completa ilusa. Mi llanto calma y puedo comenzar a respirar con normalidad mientras trato de ignorar las palpitaciones que comienzo a sentir contra mi cráneo, claro indicio de que al fin he liberado algo de la presión acumulada en estas últimas cuarenta y ocho horas.
Ben se suelta un poco del abrazo y tengo que aferrarme tanto a su mano como a su muñeca para no gritar. O para no volver a sollozar. La realidad es que no sé reconocer qué es lo que necesito en estos momentos además de una aspirina y algo de comer. - Diría que fue para mantenerme hidratada, pero tú y yo sabemos que es una mentira. - Le aseguro, encogiéndome de hombros y evitando mirar hacia la esquina en donde yacen un par de botellas, todas vacías. Su presencia me hace sentir avergonzada de mis acciones por alguna razón, y trato de autoconvencerme que el olor a humo que emana de… todo él, es el equivalente en el que ha buscado refugio para así poder justificarme. - En serio, que tú me recomiendes una ducha me hace pensar que no tengo olfato. Pero sí siento el olor a humo así que… - Una ducha me haría bien, pero tal vez no sería lo más aconsejable meterme bajo el agua caliente con casi sin nada en el estómago, y habiendo llorado un pequeño mar en los últimos minutos.
-¿Estás tratando de convencerte, o de convencerme? - No busco ser ponzoñosa, pero… ¿Qué sentido tenía el ilusionarme nuevamente? - Ben, encontrarte a tí fue una casualidad increíble. Que los niños estuviesen bien fue el azar y el excelente entrenamiento que tuvieron desde bebés… Lo de Seth, lo de Seth ya fue un verdadero milagro que no creo que pueda repetirse de nuevo. - Ya habíamos sacado un crédito para con la suerte, y al parecer ya era momento de empezar a cobrarnos, con intereses incluso. ¿A quién queríamos engañar? Si los demás estaban vivos, tendríamos que santificarlos si los volvíamos a ver. - No voy a aferrarme a una esperanza sin sentido, solo para romperme con cada día que pasa. Viste las noticias, viste esos… monstruos. ¿Cómo pudieron haber escapado a eso? Ben, no quiero creer que están bien, porque eso sería como construir sobre la arena misma. - Dolía, y dolería como los mil demonios. Pero me negaba a ser la persona que basaba todo su sistema de creencias en una esperanza tan enclenque. - ¿Quieres que sea sincera? Tengo miedo de que estén con vida. - Porque si yo me sentía morir con solo ver pasar la presencia de los dementores...
Ben se suelta un poco del abrazo y tengo que aferrarme tanto a su mano como a su muñeca para no gritar. O para no volver a sollozar. La realidad es que no sé reconocer qué es lo que necesito en estos momentos además de una aspirina y algo de comer. - Diría que fue para mantenerme hidratada, pero tú y yo sabemos que es una mentira. - Le aseguro, encogiéndome de hombros y evitando mirar hacia la esquina en donde yacen un par de botellas, todas vacías. Su presencia me hace sentir avergonzada de mis acciones por alguna razón, y trato de autoconvencerme que el olor a humo que emana de… todo él, es el equivalente en el que ha buscado refugio para así poder justificarme. - En serio, que tú me recomiendes una ducha me hace pensar que no tengo olfato. Pero sí siento el olor a humo así que… - Una ducha me haría bien, pero tal vez no sería lo más aconsejable meterme bajo el agua caliente con casi sin nada en el estómago, y habiendo llorado un pequeño mar en los últimos minutos.
-¿Estás tratando de convencerte, o de convencerme? - No busco ser ponzoñosa, pero… ¿Qué sentido tenía el ilusionarme nuevamente? - Ben, encontrarte a tí fue una casualidad increíble. Que los niños estuviesen bien fue el azar y el excelente entrenamiento que tuvieron desde bebés… Lo de Seth, lo de Seth ya fue un verdadero milagro que no creo que pueda repetirse de nuevo. - Ya habíamos sacado un crédito para con la suerte, y al parecer ya era momento de empezar a cobrarnos, con intereses incluso. ¿A quién queríamos engañar? Si los demás estaban vivos, tendríamos que santificarlos si los volvíamos a ver. - No voy a aferrarme a una esperanza sin sentido, solo para romperme con cada día que pasa. Viste las noticias, viste esos… monstruos. ¿Cómo pudieron haber escapado a eso? Ben, no quiero creer que están bien, porque eso sería como construir sobre la arena misma. - Dolía, y dolería como los mil demonios. Pero me negaba a ser la persona que basaba todo su sistema de creencias en una esperanza tan enclenque. - ¿Quieres que sea sincera? Tengo miedo de que estén con vida. - Porque si yo me sentía morir con solo ver pasar la presencia de los dementores...
Sospecho que la mirada que le dedico se parece demasiado a las de mi padre cuando intentaba decirme, sin hablar, que lo que estaba diciendo era una completa estupidez que no se estaba tragando. Nos conocemos demasiado como para saber que su dedicación al alcohol en los momentos de estrés no es algo nuevo y, siendo sincero, me sorprende que se vea sobria — si te sirve de consuelo, mi olfato es mejor al de un humano promedio. Así que ahora mismo estoy sufriendo el doble de picor en la nariz — me estiro en busca de las figuras castañas de este departamento, pero no hay nadie y eso me hace dudar de si han escapado de ella o fue por orden directa. Conociendo a Ava, ambas opciones son válidas.
Me veo venir lo que sale de su boca antes de que lo haga. Por un momento solo lo que le regalo es silencio en lo que uso las sábanas revueltas del sofá como excusa para no verla, me centro en estirarlas, como si a Kendrick le fastidiase ver el desorden cuando todos sabemos que, en ese aspecto, es el peor de todos. Además, no tengo idea de si se ha quedado aquí o se anda resguardando con los Lackberg, algo que para mí tendría toda la lógica. Si Amber lo está reteniendo en el norte sería un enorme error, cuando aquí corre mucho más riesgo que en la Capital — No es aferrarse a una esperanza sin sentido, es no perder el rumbo por completo — acabo diciendo, tratando de explicar esa emoción que yo jamás calificaría como un golpe de fe — Todos esos pequeños milagros… a veces no cuesta mucho pedir uno más. Me niego a creer que les pusieron un dedo encima. Hay cientos de desaparecidos… — lo dejo en el aire, porque los dos sabemos que es la opción con menos probabilidades. Tal vez sí estoy siendo un iluso.
— Si están con vida, significa que hay posibilidades. La muerte es el único estado permanente que no podemos cambiar — sé que sueno terco y asquerosamente optimista, pero es lo mejor que tengo después de haber pasado dos días tratando de consumir lo poco que queda de mí. Me dejo caer en el sofá con el mismo peso que un cadáver, sin ánimos de discutir o debatir sobre lo imposible. Apoyo la cabeza en el respaldo, clavando los ojos en el techo — Dime que tienes cigarrillos. Vine aquí porque pensé que tendrías… a mí se me acabaron — junto con otras cosas. Cierro los ojos en lo que me presiono el puente de la nariz, ejerciendo cierta presión — ¿Cómo se lo han tomado aquí? ¿Ken está en el Capitolio? — sé que ninguna respuesta va a ser positiva y me siento culpable de no haberme siquiera pasado, pero sé que ella puede entender.
Me veo venir lo que sale de su boca antes de que lo haga. Por un momento solo lo que le regalo es silencio en lo que uso las sábanas revueltas del sofá como excusa para no verla, me centro en estirarlas, como si a Kendrick le fastidiase ver el desorden cuando todos sabemos que, en ese aspecto, es el peor de todos. Además, no tengo idea de si se ha quedado aquí o se anda resguardando con los Lackberg, algo que para mí tendría toda la lógica. Si Amber lo está reteniendo en el norte sería un enorme error, cuando aquí corre mucho más riesgo que en la Capital — No es aferrarse a una esperanza sin sentido, es no perder el rumbo por completo — acabo diciendo, tratando de explicar esa emoción que yo jamás calificaría como un golpe de fe — Todos esos pequeños milagros… a veces no cuesta mucho pedir uno más. Me niego a creer que les pusieron un dedo encima. Hay cientos de desaparecidos… — lo dejo en el aire, porque los dos sabemos que es la opción con menos probabilidades. Tal vez sí estoy siendo un iluso.
— Si están con vida, significa que hay posibilidades. La muerte es el único estado permanente que no podemos cambiar — sé que sueno terco y asquerosamente optimista, pero es lo mejor que tengo después de haber pasado dos días tratando de consumir lo poco que queda de mí. Me dejo caer en el sofá con el mismo peso que un cadáver, sin ánimos de discutir o debatir sobre lo imposible. Apoyo la cabeza en el respaldo, clavando los ojos en el techo — Dime que tienes cigarrillos. Vine aquí porque pensé que tendrías… a mí se me acabaron — junto con otras cosas. Cierro los ojos en lo que me presiono el puente de la nariz, ejerciendo cierta presión — ¿Cómo se lo han tomado aquí? ¿Ken está en el Capitolio? — sé que ninguna respuesta va a ser positiva y me siento culpable de no haberme siquiera pasado, pero sé que ella puede entender.
No puedo evitar reaccionar dándole un golpecito con el dorso de la mano cuando me mira con esa expresión que siempre me exaspera, pero al menos sirve para distraerme un poco de mi misma y puedo aflojar mi agarre sobre él. - Dame unos minutos hasta que pueda asegurarme de que voy a mantenerme consciente dentro de la ducha, y luego acepto tu ofrecimiento. Supongo que ya es hora de volver a actuar como un ser humano. - Uno que hace cosas básicas como cambiarse de ropa, comer o ducharse. Uno que no mira con decepción el fondo de una botella de vidrio, a la espera de que la misma se llene por sí sola. Creo que Alice intentó que actúe como tal antes de tomar mi amable sugerencia de dejarme en paz, pero a decir verdad, en ese momento todavía me quedaba una botella casi entera.
Ahora en cambio no puedo refugiarme en el alcohol y me veo obligada a enfrentar el panorama que nos han pintado delante, detrás y en todo lugar en el que pueda posar mi vista. ¿Qué rumbo es el que no debíamos perder? ¿Hacia dónde teníamos que ir? Sabía lo que quería, mis convicciones no habían cambiado en ningún momento… pero era difícil el seguir adelante cuando no parecía haber ningún sendero marcado sobre el piso. Mal que mal, mi único norte seguía siendo Ben y eso en cierta forma era todavía más desesperanzador. - No puedo andar con una venda en los ojos, pensando que Aminoff no es el sádico que todos sabemos que es. Fuimos unos descuidados, creíamos que podíamos mantenernos escondidos igual que en el catorce; que con el camuflaje oportuno y un par de trasladores todo saldría bien… - Pero la vida no respetaba ningún sistema de creencias que pudiésemos tener, y si veía algún hueco dónde golpear, al parecer lo hacía. O tal vez no fuese la vida y solo se tratase de una serie de tiranos a los que no les permitieron jugar con muñecas, no lo sabía y a estas alturas me daba igual. - ¿Acaso sabes devolver un alma al cuerpo luego de que un dementor la toma? - Porque no quería imaginar los cuerpos con expresiones vacías de aquellas personas que creía perdidas. No quería pensar que sufrieron un destino tan espantoso… - Déjalo así, ignórame. Quiero creer que están bien, Ben. De verdad, más que nada. Pero no quiero aferrarme a eso y después sufrir todavía más si es que el milagro no vuelve a suceder. -
Su pedido no me toma por sorpresa y, pese a que no he recurrido a ellos, en estos momentos no suena mal. Sé que tengo un paquete guardado en alguna campera, así que rebusco entre mis cosas hasta dar con un paquete abierto, un encendedor, y una toalla que me cuelgo al hombro. - Ten. - Los lanzo en su dirección, pero antes de acompañarlo en el hábito, me dirijo hacia la cocina hasta revolver los estantes en busca de algún paquete de galletas. Encuentro uno de esas que se llaman “marineras” pero no mucho más. Así que me conformo y vuelvo al sillón con el paquete y una taza que solemos usar de cenicero. - Tú tampoco tienes nada en el estómago, ¿verdad? - Ya había sido una mala idea el haber tomado tanto sin nada con qué sostenerlo, ¿pero fumar también?, mejor prevenir que lamentar.
Me dejo caer a su lado en el sillón, y subo las rodillas hasta que puedo quedar de costado, enfrentándolo mientras que con un gesto de la mano le pido que me pase un cigarrillo. - Supongo que se lo habrán tomado como todos no los tomamos. No lo sé, fui una egoísta así que me refugié en mi propia miseria sin pensar en los demás. - No tenía idea de dónde estaba Ken, y a las muchachas las había echado así que… ¡hurra por mi amistad! - Perdón por eso también. Yo tampoco hice el esfuerzo de ver como estabas así que lo siento… Lo siento.
Ahora en cambio no puedo refugiarme en el alcohol y me veo obligada a enfrentar el panorama que nos han pintado delante, detrás y en todo lugar en el que pueda posar mi vista. ¿Qué rumbo es el que no debíamos perder? ¿Hacia dónde teníamos que ir? Sabía lo que quería, mis convicciones no habían cambiado en ningún momento… pero era difícil el seguir adelante cuando no parecía haber ningún sendero marcado sobre el piso. Mal que mal, mi único norte seguía siendo Ben y eso en cierta forma era todavía más desesperanzador. - No puedo andar con una venda en los ojos, pensando que Aminoff no es el sádico que todos sabemos que es. Fuimos unos descuidados, creíamos que podíamos mantenernos escondidos igual que en el catorce; que con el camuflaje oportuno y un par de trasladores todo saldría bien… - Pero la vida no respetaba ningún sistema de creencias que pudiésemos tener, y si veía algún hueco dónde golpear, al parecer lo hacía. O tal vez no fuese la vida y solo se tratase de una serie de tiranos a los que no les permitieron jugar con muñecas, no lo sabía y a estas alturas me daba igual. - ¿Acaso sabes devolver un alma al cuerpo luego de que un dementor la toma? - Porque no quería imaginar los cuerpos con expresiones vacías de aquellas personas que creía perdidas. No quería pensar que sufrieron un destino tan espantoso… - Déjalo así, ignórame. Quiero creer que están bien, Ben. De verdad, más que nada. Pero no quiero aferrarme a eso y después sufrir todavía más si es que el milagro no vuelve a suceder. -
Su pedido no me toma por sorpresa y, pese a que no he recurrido a ellos, en estos momentos no suena mal. Sé que tengo un paquete guardado en alguna campera, así que rebusco entre mis cosas hasta dar con un paquete abierto, un encendedor, y una toalla que me cuelgo al hombro. - Ten. - Los lanzo en su dirección, pero antes de acompañarlo en el hábito, me dirijo hacia la cocina hasta revolver los estantes en busca de algún paquete de galletas. Encuentro uno de esas que se llaman “marineras” pero no mucho más. Así que me conformo y vuelvo al sillón con el paquete y una taza que solemos usar de cenicero. - Tú tampoco tienes nada en el estómago, ¿verdad? - Ya había sido una mala idea el haber tomado tanto sin nada con qué sostenerlo, ¿pero fumar también?, mejor prevenir que lamentar.
Me dejo caer a su lado en el sillón, y subo las rodillas hasta que puedo quedar de costado, enfrentándolo mientras que con un gesto de la mano le pido que me pase un cigarrillo. - Supongo que se lo habrán tomado como todos no los tomamos. No lo sé, fui una egoísta así que me refugié en mi propia miseria sin pensar en los demás. - No tenía idea de dónde estaba Ken, y a las muchachas las había echado así que… ¡hurra por mi amistad! - Perdón por eso también. Yo tampoco hice el esfuerzo de ver como estabas así que lo siento… Lo siento.
Decido hacer lo que me pide, ignorarla. Si me pongo a analizar las probabilidades, sé muy bien que no puedo tener esperanzas. He aprendido que ser positivo es ser iluso y que no importa cómo, la vida siempre se encuentra esperando a la vuelta de la esquina esperando a darte un golpe. Es desesperante, si debo ser honesto. No hay manera en la cual puedas acostumbrarte a las malas noticias, a esos destellos de desgracia que se asoman entre una sucesión de eventos de los cuales algunos supieron hacerte feliz. No hay nada aquí para nosotros, nunca lo hubo. Siempre fuimos los marginados y los que perdían, no importa quien se encuentre a la cabeza. ¿Vencedores? Una enorme mentira, jamás fui victorioso en absolutamente nada. Lo único que puedo hacer es chasquear la lengua y quedarme en silencio, respeto mucho a quienes perdimos como para ponerme a cantar canciones sobre ellos y cómo regresarán a nosotros. Nada de ilusiones esta vez.
Ni siquiera la oigo moverse, solo reacciono cuando tengo que atajar el paquete que me lanza y suerte que soy rápido, porque ya veía a ese encendedor estrellándose contra el suelo y explotando. La manera que tengo de prender un cigarro parece la de un adicto, lo hago tan rápido que estoy seguro de que mi padre lo encontraría escandaloso — ¿Soy tan obvio? — bromeo de mala gana, moviendo el tabaco por el modular forzado de mis labios que no lo sueltan — No es como si tuviera mucho apetito en estos días. He dormido más de lo normal y mi desayuno son estos — largo algo del humo al enseñarle el cigarrillo que tengo entre los dedos, dejo el paquete y el encendedor a un lado para que ella les dé uso si quiere. No sé por qué encuentro paz en este accionar, cuando está más que claro que es un placebo. Ni siquiera le doy tanta importancia a lo que dice de los demás, cada quien tiene el modo de hacer su duelo — No tienes que disculparte conmigo, es comprensible — entre los que perdimos, Cale y Zenda representaban lo único que le quedaba de Arleth. Habrá sido como perderla de nuevo.
Y ahí viene de nuevo, claro está. Esa sensación de asfixia que me obliga a aspirar con algo de rapidez — Fue mi culpa — lo digo tan rápido que no espero que lo comprenda. Clavo los ojos en algún punto lejano de la habitación, entre el colchón y la pared llena de humedad — Hace algunos meses, me topé con algunos del escuadrón de licántropos que me enviaron a prisión. Se mantuvo en secreto, Aminoff me ofreció un trato… — me relamo nerviosamente y doy otra calada en lo que hago rebotar una de mis piernas con un tic — Si trabajaba para él, no tomaría represalias contra el norte. Solo ustedes y todo se acababa. Me dio un tiempo para pensar y está claro que no respondí — la sonrisa sarcástica que se asoma por mi boca no tiene ni una pizca de gracia — No iba a sacrificarlos a ustedes. Y no quise decirles porque no quería generar una nueva preocupación, pero ahora… ellos no están y no hice nada para evitarlo. De nuevo.
Ni siquiera la oigo moverse, solo reacciono cuando tengo que atajar el paquete que me lanza y suerte que soy rápido, porque ya veía a ese encendedor estrellándose contra el suelo y explotando. La manera que tengo de prender un cigarro parece la de un adicto, lo hago tan rápido que estoy seguro de que mi padre lo encontraría escandaloso — ¿Soy tan obvio? — bromeo de mala gana, moviendo el tabaco por el modular forzado de mis labios que no lo sueltan — No es como si tuviera mucho apetito en estos días. He dormido más de lo normal y mi desayuno son estos — largo algo del humo al enseñarle el cigarrillo que tengo entre los dedos, dejo el paquete y el encendedor a un lado para que ella les dé uso si quiere. No sé por qué encuentro paz en este accionar, cuando está más que claro que es un placebo. Ni siquiera le doy tanta importancia a lo que dice de los demás, cada quien tiene el modo de hacer su duelo — No tienes que disculparte conmigo, es comprensible — entre los que perdimos, Cale y Zenda representaban lo único que le quedaba de Arleth. Habrá sido como perderla de nuevo.
Y ahí viene de nuevo, claro está. Esa sensación de asfixia que me obliga a aspirar con algo de rapidez — Fue mi culpa — lo digo tan rápido que no espero que lo comprenda. Clavo los ojos en algún punto lejano de la habitación, entre el colchón y la pared llena de humedad — Hace algunos meses, me topé con algunos del escuadrón de licántropos que me enviaron a prisión. Se mantuvo en secreto, Aminoff me ofreció un trato… — me relamo nerviosamente y doy otra calada en lo que hago rebotar una de mis piernas con un tic — Si trabajaba para él, no tomaría represalias contra el norte. Solo ustedes y todo se acababa. Me dio un tiempo para pensar y está claro que no respondí — la sonrisa sarcástica que se asoma por mi boca no tiene ni una pizca de gracia — No iba a sacrificarlos a ustedes. Y no quise decirles porque no quería generar una nueva preocupación, pero ahora… ellos no están y no hice nada para evitarlo. De nuevo.
- Un desayuno muy nutritivo por lo que veo. - Que lo mío no era mejor, pero se suponía que el alcohol tenía calorías, ¿no? Aunque bueno, no estaba segura de que lo que hubiese dentro de las botellas fuese realmente alcohol que pudiera preciarse de tal, pero ya que… Tomo un cigarrillo del paquete y para cuando está encendido, el humo que trago en lugar de relajarme me hace doler la garganta, recordándome el ardor que había provocado la bebida. Toso un poco, pero tercamente vuelvo a dar una calada hasta poder acostumbrarme a la sensación. . Tú te disculpaste primero. - Me encojo de hombros como explicación, y tomo una galleta de la bolsa. No sabe bien, no con la cantidad de sabores que ya llevo en la boca, pero si podía soportar el ingerirla y no vomitar mi estómago terminaría agradeciéndomelo.
Tengo la mitad de una marinera en la mano, y el cigarrillo humeante en la otra. Ambos a medio camino de su destino en lo que Ben da una explicación que no me esperaba oír. Debo admitir que me quedo callada más tiempo del que debería, pero estoy tratando de procesar lo que acabo de escuchar, y habiendo consumido una dieta a base de alcohol por dos días, la tarea no resultaba precisamente sencilla. ¿Cuándo había sido eso? ¿Qué tan estúpido tenía que ser para guardarse algo así? - Tu complejo de héroe va a matarte algún día. - Probablemente porque yo sería la encargada de cometer el crimen. ¿Acaso se escuchaba? Porque no creía que supiera comprender las palabras que salían de su boca. Me había costado un poco al inicio, pero creía haber entendido todo. Esperaba haberlo hecho.
- No eres tan estúpido Ben, de verdad. Quiero creer que no lo eres. - Porque llegaba un punto en el que podía entender que llevase más peso sobre su espalda del que debería, pero esto ya era el colmo. - No puedes decirme que en verdad crees que Aminoff hubiese cumplido con su parte del trato, ¿no? ¡Es un sádico Ben! Un tipo desquiciado que cree que todos somos piezas molestas en una especie de juego que está seguro de ganar. No… - Doy una calada al cigarrillo porque la frustración me deja sin palabras. Quiero golpearlo, pero incluso aunque no estuviese débil como una hoja, no haría la diferencia. - No puedes pensar que esto es culpa tuya. El que dio la orden fue Magnar, no tú. E incluso aunque hubieses hecho lo que él pedía, esto habría pasado de todas maneras. No… Eres un hipócrita egoísta, ¿cómo pudiste haberte callado algo como eso? Podríamos haber ayudado, analizado qué es lo que quería al plantearte eso. No sé… algo. Pero no puedes pensar de verdad que toda la mierda del mundo pasa porque tu decidiste o no hacer algo. - Me remuevo inquieta sobre mi punto en el sillón, y no sé si pararme, lanzarme a golpearlo, o apartarme y dejarlo solo mientras iba a tomar una ducha. Opto por dejar el cigarrillo y la galleta a un lado y tomar una respiración profunda.
- Ben, dime que de verdad no crees que tienes la culpa de esto. - Me arrodillo para poder mirarlo bien, y llevo mi mano hacia su antebrazo, frenando el camino que podía hacer el cigarrillo hasta volver a su boca. - Eres un idiota por no haber dicho nada, pero NO es tu culpa. Simplemente no lo es. No...- ¿Cómo quería que creyera eso? Jamás podría imaginar que intencionalmente hubiese arriesgado a Soph o a Zenda. Era ridículo siquiera pensarlo.
Tengo la mitad de una marinera en la mano, y el cigarrillo humeante en la otra. Ambos a medio camino de su destino en lo que Ben da una explicación que no me esperaba oír. Debo admitir que me quedo callada más tiempo del que debería, pero estoy tratando de procesar lo que acabo de escuchar, y habiendo consumido una dieta a base de alcohol por dos días, la tarea no resultaba precisamente sencilla. ¿Cuándo había sido eso? ¿Qué tan estúpido tenía que ser para guardarse algo así? - Tu complejo de héroe va a matarte algún día. - Probablemente porque yo sería la encargada de cometer el crimen. ¿Acaso se escuchaba? Porque no creía que supiera comprender las palabras que salían de su boca. Me había costado un poco al inicio, pero creía haber entendido todo. Esperaba haberlo hecho.
- No eres tan estúpido Ben, de verdad. Quiero creer que no lo eres. - Porque llegaba un punto en el que podía entender que llevase más peso sobre su espalda del que debería, pero esto ya era el colmo. - No puedes decirme que en verdad crees que Aminoff hubiese cumplido con su parte del trato, ¿no? ¡Es un sádico Ben! Un tipo desquiciado que cree que todos somos piezas molestas en una especie de juego que está seguro de ganar. No… - Doy una calada al cigarrillo porque la frustración me deja sin palabras. Quiero golpearlo, pero incluso aunque no estuviese débil como una hoja, no haría la diferencia. - No puedes pensar que esto es culpa tuya. El que dio la orden fue Magnar, no tú. E incluso aunque hubieses hecho lo que él pedía, esto habría pasado de todas maneras. No… Eres un hipócrita egoísta, ¿cómo pudiste haberte callado algo como eso? Podríamos haber ayudado, analizado qué es lo que quería al plantearte eso. No sé… algo. Pero no puedes pensar de verdad que toda la mierda del mundo pasa porque tu decidiste o no hacer algo. - Me remuevo inquieta sobre mi punto en el sillón, y no sé si pararme, lanzarme a golpearlo, o apartarme y dejarlo solo mientras iba a tomar una ducha. Opto por dejar el cigarrillo y la galleta a un lado y tomar una respiración profunda.
- Ben, dime que de verdad no crees que tienes la culpa de esto. - Me arrodillo para poder mirarlo bien, y llevo mi mano hacia su antebrazo, frenando el camino que podía hacer el cigarrillo hasta volver a su boca. - Eres un idiota por no haber dicho nada, pero NO es tu culpa. Simplemente no lo es. No...- ¿Cómo quería que creyera eso? Jamás podría imaginar que intencionalmente hubiese arriesgado a Soph o a Zenda. Era ridículo siquiera pensarlo.
— Lo sé — se lo concedo con la ironía en la voz, no es la primera vez que me ha reprochado algo de esto y estoy seguro de que tampoco será la última. Tengo el impulso de meterme una de sus galletas asquerosas en la boca, pero solo atino a quedarme solo mientras ella habla y habla y yo solo puedo mirarla entre una disculpa y un reproche, aunque no sé muy bien por dónde empezar — ¡Sé que era una decisión entre la espada y la pared! — no soy tan estúpido y egocéntrico, que va — Pero he aprendido que siempre hay que tomar la opción del daño menor, incluso cuando es difícil. Si los dementores no hubieran venido… ¡Qué estamos a salvo aquí escondidos! No sé cómo es que… Fueron unos descuidados… — no puedo evitar estar enojado con ellos a pesar de todo. ¿Por qué no se quedaron adentro? ¿Qué es lo que hacían afuera?
Me cuesta horrores, pero me atrevo a reaccionar a su tacto y mi rostro se gira hacia el suyo. Estoy seguro de que estoy cansado, puedo sentir las bolsas debajo de mis ojos y el estado deplorable de mi postura. Me encojo de hombros con desgano, doy una calada y apago el cigarro dentro de la taza en lo que largo el humo — A estas alturas, no lo sé. A veces creo que todas las desgracias suceden después de una enorme pila de malas decisiones y sé que yo estuve involucrado en muchas de ellas. Cuando miro hacia atrás, solo veo error tras error. Algunas cosas fueron mi culpa, otras simplemente no ayudé a evitarlas. Y aunque intentamos seguir adelante, tenemos que admitir que estamos perdiendo — es como jugar una carrera con las extremidades atadas en lo que el otro toma la ventaja.
— ¿Crees que todo esto es una causa perdida? — empujo la taza que apesta a tabaco y me trueno los dedos. Si agarro una galleta y me la llevo a los dientes, es solo por hacer algo que me mantenga ocupado antes de volver a lanzarme sobre un colchón mugroso — Lo he intentado, de verdad. Hace tiempo que intento convencerme a mí mismo de que hay una esperanza, una opción, pero siempre hay algo que me dice que estoy equivocado. Y me gustaría que alguna vez, aunque sea solo un momento, podamos sentir que hemos tenido una victoria — sé que estoy pidiendo demasiado, pero es lo único que me queda.
Me cuesta horrores, pero me atrevo a reaccionar a su tacto y mi rostro se gira hacia el suyo. Estoy seguro de que estoy cansado, puedo sentir las bolsas debajo de mis ojos y el estado deplorable de mi postura. Me encojo de hombros con desgano, doy una calada y apago el cigarro dentro de la taza en lo que largo el humo — A estas alturas, no lo sé. A veces creo que todas las desgracias suceden después de una enorme pila de malas decisiones y sé que yo estuve involucrado en muchas de ellas. Cuando miro hacia atrás, solo veo error tras error. Algunas cosas fueron mi culpa, otras simplemente no ayudé a evitarlas. Y aunque intentamos seguir adelante, tenemos que admitir que estamos perdiendo — es como jugar una carrera con las extremidades atadas en lo que el otro toma la ventaja.
— ¿Crees que todo esto es una causa perdida? — empujo la taza que apesta a tabaco y me trueno los dedos. Si agarro una galleta y me la llevo a los dientes, es solo por hacer algo que me mantenga ocupado antes de volver a lanzarme sobre un colchón mugroso — Lo he intentado, de verdad. Hace tiempo que intento convencerme a mí mismo de que hay una esperanza, una opción, pero siempre hay algo que me dice que estoy equivocado. Y me gustaría que alguna vez, aunque sea solo un momento, podamos sentir que hemos tenido una victoria — sé que estoy pidiendo demasiado, pero es lo único que me queda.
- ¿Y crees que tú podrías haber sido el daño menor? - ¿Acaso no podía verse en el espejo por un momento y ver que era alguien valioso? Cada persona que se había perdido en el ataque tenía su propio valor; pero ninguna persona que lo conociera diría que el que él se entregase fuese un intercambio justo. Ni siquiera yo podía pedir eso, incluso aunque significase tener a Cale o a Zenda al lado mío. No podría… - Fueron unos descuidados, fuimos unos descuidados. Y aquí estamos pagando las consecuencias. Revolcándonos en nuestra propia miseria mientras un tipo se ríe cómodo dentro de alguna mansión. ¿Y sabes cuál habría sido la diferencia de haberte entregado? Que seguramente te hubiese obligado a participar del ataque; pero el resultado habría sido el mismo, o peor. - No iba a meterme en la cabeza de ese sujeto, tratando de descifrar lo que podría pensar alguien que se regodeaba en la desgracia ajena. Solo sabía que cualquier cosa que Ben cree que podría haber hecho, simplemente no habría funcionado.
- Todos tomamos malas decisiones. Pensamos en qué mierda podríamos haber hecho distinto para que las cosas no sucedan de la misma manera. ¿Para qué? No podemos cambiar el pasado. No podemos hacer nada más que seguir adelante, cargando con nuestras malas decisiones y sus consecuencias. - Me siento sobre mis gemelos, y suelto mi agarre sobre él, llevando mis manos a mis rodillas para distribuir mejor mi peso. - No me importa que estemos perdiendo Ben. Pero no puedo rendirme. - No cuando habíamos perdido tanto en el camino. ¿Cómo podría tirar la toalla sabiendo que muchos otros habían hecho mayores sacrificios para que sigamos adelante?
- No me importa si es una causa perdida, o sí tenemos todo en contra... - Es verdad, tal vez sea una causa perdida, pero creía que podía ser más terca, y que podía cambiar algo. - Y tal vez estemos equivocados y al final todo sea para nada. Pero mientras que tenga la oportunidad de hacer algo, quiero hacerlo. No puedo creer en los pequeños milagros que no dependen de mí. Pero sí voy a confiar en que el mundo no puede estar tan mal, cuando por quince años pudimos ver que las cosas funcionan cuando se dejan de lado los prejuicios y el estúpido ideal de supremacía que proviene de un resentimiento estúpido. - Todavía había miedo, y gente más calificada que podía hacernos la vida imposible. Literalmente. Pero no iba a bajar los brazos. Me negaba a hacerlo. - Estoy harta de perder. De perder batallas, amigos, familia. Completamente harta. Pero todavía me quedan razones para seguir dándolo todo un poco más. Todavía estás tú… - Y esperaba que comprendiera que no podía perderlo. No le perdonaría que me dejara de ninguna manera. Ya se lo había dicho. Simplemente…
- Todos tomamos malas decisiones. Pensamos en qué mierda podríamos haber hecho distinto para que las cosas no sucedan de la misma manera. ¿Para qué? No podemos cambiar el pasado. No podemos hacer nada más que seguir adelante, cargando con nuestras malas decisiones y sus consecuencias. - Me siento sobre mis gemelos, y suelto mi agarre sobre él, llevando mis manos a mis rodillas para distribuir mejor mi peso. - No me importa que estemos perdiendo Ben. Pero no puedo rendirme. - No cuando habíamos perdido tanto en el camino. ¿Cómo podría tirar la toalla sabiendo que muchos otros habían hecho mayores sacrificios para que sigamos adelante?
- No me importa si es una causa perdida, o sí tenemos todo en contra... - Es verdad, tal vez sea una causa perdida, pero creía que podía ser más terca, y que podía cambiar algo. - Y tal vez estemos equivocados y al final todo sea para nada. Pero mientras que tenga la oportunidad de hacer algo, quiero hacerlo. No puedo creer en los pequeños milagros que no dependen de mí. Pero sí voy a confiar en que el mundo no puede estar tan mal, cuando por quince años pudimos ver que las cosas funcionan cuando se dejan de lado los prejuicios y el estúpido ideal de supremacía que proviene de un resentimiento estúpido. - Todavía había miedo, y gente más calificada que podía hacernos la vida imposible. Literalmente. Pero no iba a bajar los brazos. Me negaba a hacerlo. - Estoy harta de perder. De perder batallas, amigos, familia. Completamente harta. Pero todavía me quedan razones para seguir dándolo todo un poco más. Todavía estás tú… - Y esperaba que comprendiera que no podía perderlo. No le perdonaría que me dejara de ninguna manera. Ya se lo había dicho. Simplemente…
No sé cuándo llegamos a este punto en el cual ella es la voz madura de la razón que me da sermones mientras yo solo la escucho, dispuesto a que ella sea quien me consuele. Cuando éramos niños (bah, ella lo era, yo era más bien un adolescente estúpido cargado de traumas), tuve que convencerla mil veces de que algunos monstruos jamás podrían tocarnos y ella solo hablaba tanto cuando me contaba esos cuentos que tanto le gustaban. A veces los papeles tienen que invertirse para que siga funcionando la corriente, es lo único que puedo comprender de todo esto. Lo único que puedo hacer ahora es sonreírle un poco, tratando de descubrir en sus facciones a esa niña charlatana que a Echo tanto sacaba de sus casillas cuando teníamos que escondernos — Es bueno ver que al menos alguien aquí tiene bien en claro que rendirse no es una opción — murmuro — ¿Cuándo fue que creciste, Avs? Puedo escuchar a Arleth llorando desde aquí por el orgullo.
Tal vez Ava deba encargarse de los discursos motivacionales a partir de hoy, pero lo único que consigue en mí es que pierda los ánimos de discutir. Solo mastico, hasta que tengo que limpiarme algunas migajas de los labios con mucho cuidado — Me halagas — tengo la boca llena, pero eso no me detiene cuando empujo lo que queda de la galleta dentro — Pero creo que debería ser el último motivo de tu lista. Tenemos una enorme familia a quien cuidar, los chicos aún son jóvenes y tienen la posibilidad de un buen futuro sin todo lo que nosotros pasamos. A veces me entra la duda y me pregunto si es que les espera algo positivo, si tendrán la chance de tener un trabajo o una familia. Me gustaría creer que sí, que podrán hacerlo. Es una buena motivación para seguir — yo ya di por asumido que para mí no existe ese futuro. Me conformo con un departamento abandonado y pequeño, con que alguien quiera acompañarme por las noches. Y con verlos crecer, aunque sea a la distancia.
Aún así, mi mano busca la suya. Le doy un suave apretón, de esos que apenas buscan ser perceptibles en lo que nuestros dedos se enroscan — Sé que… — me detengo, porque hay temas que jamás hablamos. Quedaron enterrados en el pasado, se volvieron problemas mínimos que no tenían nada que ver con los enormes dilemas que nos azotaban todos los días. Y así fingimos que nunca ocurrieron — Que tú y yo pasamos por mucho y que, a veces, las cosas se tornaron confusas. Pero al final, siempre nos tenemos el uno al otro y creo que eso basta, ¿no? ¿Estamos bien? — porque a veces no consigo comprenderla, como en esa conversación extraña con Synnove y Kendrick el día de su cita. Aún así, cuando se trata de seguir el camino difícil, sé muy bien que Ava es una de las pocas personas que siguen allí — Sabes que siempre puedes contar conmigo, en especial en las ideas suicidas.
Tal vez Ava deba encargarse de los discursos motivacionales a partir de hoy, pero lo único que consigue en mí es que pierda los ánimos de discutir. Solo mastico, hasta que tengo que limpiarme algunas migajas de los labios con mucho cuidado — Me halagas — tengo la boca llena, pero eso no me detiene cuando empujo lo que queda de la galleta dentro — Pero creo que debería ser el último motivo de tu lista. Tenemos una enorme familia a quien cuidar, los chicos aún son jóvenes y tienen la posibilidad de un buen futuro sin todo lo que nosotros pasamos. A veces me entra la duda y me pregunto si es que les espera algo positivo, si tendrán la chance de tener un trabajo o una familia. Me gustaría creer que sí, que podrán hacerlo. Es una buena motivación para seguir — yo ya di por asumido que para mí no existe ese futuro. Me conformo con un departamento abandonado y pequeño, con que alguien quiera acompañarme por las noches. Y con verlos crecer, aunque sea a la distancia.
Aún así, mi mano busca la suya. Le doy un suave apretón, de esos que apenas buscan ser perceptibles en lo que nuestros dedos se enroscan — Sé que… — me detengo, porque hay temas que jamás hablamos. Quedaron enterrados en el pasado, se volvieron problemas mínimos que no tenían nada que ver con los enormes dilemas que nos azotaban todos los días. Y así fingimos que nunca ocurrieron — Que tú y yo pasamos por mucho y que, a veces, las cosas se tornaron confusas. Pero al final, siempre nos tenemos el uno al otro y creo que eso basta, ¿no? ¿Estamos bien? — porque a veces no consigo comprenderla, como en esa conversación extraña con Synnove y Kendrick el día de su cita. Aún así, cuando se trata de seguir el camino difícil, sé muy bien que Ava es una de las pocas personas que siguen allí — Sabes que siempre puedes contar conmigo, en especial en las ideas suicidas.
Me río porque me reconforta que esa sea su opinión de mí, aunque sea por unos momentos, y en cierta forma me quita un pequeño peso molesto de los hombros que ni siquiera sabía que cargaba. - Quiero creer que lo hice bastante antes de darme cuenta. Sería una pena que Arleth no hubiese siquiera tenido un vistazo de lo que crió antes de morir. - Que nuestros últimos encuentros se debatían entre discusiones y tardes tranquilas, pero no siempre era así, y creía que algo había podido crecer, que algo había podido demostrarle. Y me niego a pensar en Zenda, porque ya no me quedaba alcohol para eso y no quería lidiar con todo de nuevo cuando ambos habíamos llegado a un acuerdo tácito entre lo que ambos creíamos o queríamos creer.
No sé si me desinflo o si quiero reírme nuevamente con su comentario. ¿Ser el último motivo de mi lista? ojalá fuese tan sencillo. Incluso aunque luego nombre razones completamente válidas, no era lo mismo. Eran motivos, eran razones, y eran buenos pensamientos por los qué seguir. No por eso tendrían un orden prioritario dentro de mi escala personal. - No es que no piense en ellos. Todo lo que acabas de decir es lo mismo que espero que tengan. Pero también peleo por mí. Porque tengo el suficiente amor propio como para creer que todos nosotros merecemos lo mismo. Una vida tranquila, un trabajo, una familia. - Cosas perfectamente normales y razonables, escenarios que no deberían ser difíciles de imaginar si es que lográbamos lo que nos proponíamos con esta constante pelea. - No voy a ser la espectadora de mi propia vida. Quiero vivir como se debe y quiero que todos podamos hacer lo mismo.
Y tengo que fingir que su agarre sobre mi mano y sus palabras no me rompen un poco por dentro. Trato de hacerlo, de verdad… pero llega un punto en el que me quiebro, porque al parecer ya no puedo mentirme a mí misma. - No, Ben. Yo no estoy bien. - Es doloroso el sentir como las palabras raspan por mi garganta al salir, y no necesariamente a causa del alcohol que quemó previamente. La angustia viene de más adentro, y el enojo la acompaña porque entre toda la mierda que nos rodea, no puedo seguir siendo una idiota infantil que se aferra ciegamente a cosas que no debería. Y es ciego, porque siempre me he negado a ver dentro mío para no encontrarme con algo que pueda lastimarme. - No me malinterpretes. Siempre nos vamos a tener el uno al otro, y sé que puedo contar contigo pero… - Pero la realidad es que aunque apretase los ojos con fuerza para no ver, la verdad la tenía en mis manos. En mi mano.
Trago con fuerza y no quiero ni despegar mis labios, pero es hablar o largarme a llorar, y no iba a llorar. No por esto. No cuando había tardado dos días en hacerlo por aquellos que se habían perdido. - … pero las cosas no se volvieron confusas, quisimos que ese fuera el caso porque siempre fue lo más sencillo. Sigue siéndolo, así que tú puedes creer lo que quieras. Pero para mí hace rato que no hay confusión. - Y no digo más porque no planeo encerrarlo en un callejón sin salida. Porque quiero que sigamos siendo Ben y Ava, los revolucionarios que se mandan sin pensar más veces de las que deberían. No planeo meterme entre él y lo que sea que está teniendo en su vida. Pero no puedo seguir ciega, negada a algo que está ahí dentro mío y que sin importar qué haga, no se borra. - Lo lamento... Me refiero a... - ¿De qué me disculpaba? No tenía que pedirle perdón por cómo me estaba sintiendo. No... Cierro la boca y me limito a aferrarme a su mano con más fuerza, porque no hay ninguna otra cosa que pueda hacer e este momento.
No sé si me desinflo o si quiero reírme nuevamente con su comentario. ¿Ser el último motivo de mi lista? ojalá fuese tan sencillo. Incluso aunque luego nombre razones completamente válidas, no era lo mismo. Eran motivos, eran razones, y eran buenos pensamientos por los qué seguir. No por eso tendrían un orden prioritario dentro de mi escala personal. - No es que no piense en ellos. Todo lo que acabas de decir es lo mismo que espero que tengan. Pero también peleo por mí. Porque tengo el suficiente amor propio como para creer que todos nosotros merecemos lo mismo. Una vida tranquila, un trabajo, una familia. - Cosas perfectamente normales y razonables, escenarios que no deberían ser difíciles de imaginar si es que lográbamos lo que nos proponíamos con esta constante pelea. - No voy a ser la espectadora de mi propia vida. Quiero vivir como se debe y quiero que todos podamos hacer lo mismo.
Y tengo que fingir que su agarre sobre mi mano y sus palabras no me rompen un poco por dentro. Trato de hacerlo, de verdad… pero llega un punto en el que me quiebro, porque al parecer ya no puedo mentirme a mí misma. - No, Ben. Yo no estoy bien. - Es doloroso el sentir como las palabras raspan por mi garganta al salir, y no necesariamente a causa del alcohol que quemó previamente. La angustia viene de más adentro, y el enojo la acompaña porque entre toda la mierda que nos rodea, no puedo seguir siendo una idiota infantil que se aferra ciegamente a cosas que no debería. Y es ciego, porque siempre me he negado a ver dentro mío para no encontrarme con algo que pueda lastimarme. - No me malinterpretes. Siempre nos vamos a tener el uno al otro, y sé que puedo contar contigo pero… - Pero la realidad es que aunque apretase los ojos con fuerza para no ver, la verdad la tenía en mis manos. En mi mano.
Trago con fuerza y no quiero ni despegar mis labios, pero es hablar o largarme a llorar, y no iba a llorar. No por esto. No cuando había tardado dos días en hacerlo por aquellos que se habían perdido. - … pero las cosas no se volvieron confusas, quisimos que ese fuera el caso porque siempre fue lo más sencillo. Sigue siéndolo, así que tú puedes creer lo que quieras. Pero para mí hace rato que no hay confusión. - Y no digo más porque no planeo encerrarlo en un callejón sin salida. Porque quiero que sigamos siendo Ben y Ava, los revolucionarios que se mandan sin pensar más veces de las que deberían. No planeo meterme entre él y lo que sea que está teniendo en su vida. Pero no puedo seguir ciega, negada a algo que está ahí dentro mío y que sin importar qué haga, no se borra. - Lo lamento... Me refiero a... - ¿De qué me disculpaba? No tenía que pedirle perdón por cómo me estaba sintiendo. No... Cierro la boca y me limito a aferrarme a su mano con más fuerza, porque no hay ninguna otra cosa que pueda hacer e este momento.
Creo que no estamos en un momento en el cual pueda decirle con toda la seguridad del mundo, que se levantará un día y tendrá todo lo que no pudo tener en su vida. Un hogar estable, un trabajo, quizá una familia propia. Todas esas cosas que la alejarían de ser la Ava Ballard que creció en un lugar salvaje, para volverla más parecida a lo que fue su madre antes de que todo se fuera a la mierda. Aún así, creo que con ese pequeño énfasis que nos nace cuando queremos ver bien a alguien, mis labios se curvan en una sonrisa y me siento hasta convincente cuando hablo — Tu vida te pertenece y no puedo esperar a ver lo que harás con ella.
No me espero que se quiebre. No veo venir el tren a toda velocidad que viene bajando las barreras hace años para recordarnos que, en algún momento, va a llegar. Se siente horrible, como un hielo gigante que se desliza por mi garganta hasta adentrarse en mi pecho y me quema, al punto en el cual sostener su mano se vuelve pesado y retiro la mía, escondiéndola entre mis rodillas. Mi cerebro no quiere tomar las cosas como lo que son, percibo esto como una vergüenza con la cual jamás creí que debería lidiar y temo, por un momento, que sea mi cobardía la que la empuje lejos de mí — No te disculpes — es lo único que puedo decir, aunque es más bien solo un murmullo que se cuela entre nosotros, lo digo hasta de costado. No puedo soportar que crea que es su culpa o que hizo algo mal, yo fui quien fui y volvió y recorrió varios caminos diferentes hasta encontrar el sitio donde me siento feliz. Ahí donde es seguro, donde puedes ver un futuro con una persona que se pegó a ti por culpa de las desgracias. Y después está Ava, que siempre hacía temblar el suelo y jamás me dio la certeza que yo buscaba. Que era tan adictiva y tan prohibida. No sé qué he aprendido de mis pocas relaciones, pero estoy seguro de que ninguna me preparó para dejarme aquí, sin saber cómo salir por la puerta.
— No puedes… — no sé lo que estoy diciendo, solo suelto lo primero que sale de mí en lo que intento encontrar mi voz. Me froto los labios y el mentón con los dedos, como si de esa manera pudiera arrancar el motor de mis neuronas — Tengo a alguien que me ama y se preocupa por mí, a quien amo y quiero proteger. Que decidió estar conmigo después de todo este tiempo y tú solo… — bufo con tanta fuerza que creo que me quedo sin aire. Tengo que ponerme de pie, doy algunos pasos que me alejan de ella en lo que intento calmarme, a pesar de la extraña angustia — ¿Por qué ahora? ¿Por qué no lo dijiste antes, cuando aún teníamos una oportunidad? Siempre te sentí como una puerta cerrada, Avs. Algo que simplemente no podía ni debía tener. Y ha pasado mucho tiempo — más de un año, para ser exactos. ¿Cuándo serán dos? Pasaron cosas en el medio. Alice, Arianne. Nuestras pérdidas — Yo solo… Lo siento, ¿de acuerdo? Pero no puedes decirme esto ahora, no cuando… cuando he empezado de nuevo. No cuando no puedo darme el lujo de alejarme — porque no voy a dejarla sola y ella tampoco me dejará a mí, es un vínculo desesperante.
No me espero que se quiebre. No veo venir el tren a toda velocidad que viene bajando las barreras hace años para recordarnos que, en algún momento, va a llegar. Se siente horrible, como un hielo gigante que se desliza por mi garganta hasta adentrarse en mi pecho y me quema, al punto en el cual sostener su mano se vuelve pesado y retiro la mía, escondiéndola entre mis rodillas. Mi cerebro no quiere tomar las cosas como lo que son, percibo esto como una vergüenza con la cual jamás creí que debería lidiar y temo, por un momento, que sea mi cobardía la que la empuje lejos de mí — No te disculpes — es lo único que puedo decir, aunque es más bien solo un murmullo que se cuela entre nosotros, lo digo hasta de costado. No puedo soportar que crea que es su culpa o que hizo algo mal, yo fui quien fui y volvió y recorrió varios caminos diferentes hasta encontrar el sitio donde me siento feliz. Ahí donde es seguro, donde puedes ver un futuro con una persona que se pegó a ti por culpa de las desgracias. Y después está Ava, que siempre hacía temblar el suelo y jamás me dio la certeza que yo buscaba. Que era tan adictiva y tan prohibida. No sé qué he aprendido de mis pocas relaciones, pero estoy seguro de que ninguna me preparó para dejarme aquí, sin saber cómo salir por la puerta.
— No puedes… — no sé lo que estoy diciendo, solo suelto lo primero que sale de mí en lo que intento encontrar mi voz. Me froto los labios y el mentón con los dedos, como si de esa manera pudiera arrancar el motor de mis neuronas — Tengo a alguien que me ama y se preocupa por mí, a quien amo y quiero proteger. Que decidió estar conmigo después de todo este tiempo y tú solo… — bufo con tanta fuerza que creo que me quedo sin aire. Tengo que ponerme de pie, doy algunos pasos que me alejan de ella en lo que intento calmarme, a pesar de la extraña angustia — ¿Por qué ahora? ¿Por qué no lo dijiste antes, cuando aún teníamos una oportunidad? Siempre te sentí como una puerta cerrada, Avs. Algo que simplemente no podía ni debía tener. Y ha pasado mucho tiempo — más de un año, para ser exactos. ¿Cuándo serán dos? Pasaron cosas en el medio. Alice, Arianne. Nuestras pérdidas — Yo solo… Lo siento, ¿de acuerdo? Pero no puedes decirme esto ahora, no cuando… cuando he empezado de nuevo. No cuando no puedo darme el lujo de alejarme — porque no voy a dejarla sola y ella tampoco me dejará a mí, es un vínculo desesperante.
Me espero ese momento en el que su mano deja la mía, pero el frío que queda sobre mi palma es repentino y tengo que cerrar el puño, con mis dedos moviéndose incómodos al no saber qué hacer con ella. Ni siquiera sé dónde posar la vista, Ben siempre lleva sus sentimientos escritos en la cara y no me atrevo a ver qué es lo que puedo leer en ella. A decir verdad, no sé qué espero o qué quiero esperar, mis palabras se escaparon de mi boca por pura impulsividad, pero yo siempre supe qué es lo que encontrarían del otro lado. Incluso cuando no quería ni pensar en eso, era una especie de obviedad que se pintaba en una cartelera de neón.
Y duele cuando habla de alguien que lo ama y se preocupa, de una persona que decidió estar con él después de todo… ¿cuál era la diferencia? ¿qué ella lo había dicho en voz alta antes? Hubiera preferido que simplemente me rechace, o que diga que nunca podría ser o haber sido. Pero no es eso lo que reprocha e inmediatamente me sulfuro, porque pude haber madurado en muchos aspectos pero jamás pude calmar esos arrebatos de sentimientos que Ben provocaba en mí, sean buenos o malos. - ¿Tener una oportunidad? ¿En qué momento sucedió eso que nunca pude verlo? ¿Cuándo estabas con Alice? ¿En el año que pasamos tratando de reordenar nuestras vidas? ¿O antes, cuando nuestros padres estaban en el medio y todo supuestamente estaba mal? - Me incorporo porque no puedo mirarlo quieta desde el sillón, porque necesito moverme o cuando menos no sentirme una niña pequeña a la que están retando por alguna travesura.
Acorto la distancia que ha impuesto entre nosotros, pero no me avalanzo sobre él hasta asfixiarlo. Solo quiero que entienda que no estoy haciendo o diciendo las cosas por querer verlo sufrir. - Nunca cerré ninguna puerta, solamente me escondía detrás del marco porque siempre jugamos a que todo era producto de las hormonas o algo así. - ¿Cuántas veces nos habíamos refugiado detrás de chistes o piques que no llevaban a nada? Nunca había iniciado esa cuenta, pero podía imaginar que el número no era precisamente pequeño. Y levanto la mano en busca de su tacto, pero no puedo así que la cierro a mitad de camino y la dejo caer nuevamente a un costado de mi cuerpo. - No te estoy pidiendo nada, Ben. Puedes seguir con tu nueva vida tranquilo. - Le aseguro. Y no miento, porque no podía arruinar su felicidad por un egoísmo absurdo.
- Solo… lo lamento, pero no podía mantenerme callada dejando que asumas que lo que siento o lo que pasó fue solo una confusión que no significó nada. - Porque podía entender el miedo de aquel entonces, mi inmadurez y los momentos inadecuados en que se dieron las cosas. Pero ya no el refugiarme en que habían sido simplemente momentos de calentura, hormonas, o… no sé. - Si para tí fue solo eso, pues está bien. Son tus sentimientos. - Yo no podía indicarle qué o cómo debía sentirse al respecto. Tampoco sabía si quería saber cómo se sentía… - Simplemente… - Y por unos segundos creo que no me voy a atrever, que voy a dar la media vuelta para refugiarme bajo la ducha y quitarme la miseria de encima. Pero no lo hago. - Ella no es la única que te ama y ha elegido permanecer a tu lado. - Inspiro profundo, y cuando mi pecho se infla se siente vacío y liviano a la vez. - Respeto tus decisiones, Ben. No tienes que preocuparte por mí. No en este aspecto al menos. Soy una mina grande que al parecer sí puede lidiar con sus propios sentimientos…
Y duele cuando habla de alguien que lo ama y se preocupa, de una persona que decidió estar con él después de todo… ¿cuál era la diferencia? ¿qué ella lo había dicho en voz alta antes? Hubiera preferido que simplemente me rechace, o que diga que nunca podría ser o haber sido. Pero no es eso lo que reprocha e inmediatamente me sulfuro, porque pude haber madurado en muchos aspectos pero jamás pude calmar esos arrebatos de sentimientos que Ben provocaba en mí, sean buenos o malos. - ¿Tener una oportunidad? ¿En qué momento sucedió eso que nunca pude verlo? ¿Cuándo estabas con Alice? ¿En el año que pasamos tratando de reordenar nuestras vidas? ¿O antes, cuando nuestros padres estaban en el medio y todo supuestamente estaba mal? - Me incorporo porque no puedo mirarlo quieta desde el sillón, porque necesito moverme o cuando menos no sentirme una niña pequeña a la que están retando por alguna travesura.
Acorto la distancia que ha impuesto entre nosotros, pero no me avalanzo sobre él hasta asfixiarlo. Solo quiero que entienda que no estoy haciendo o diciendo las cosas por querer verlo sufrir. - Nunca cerré ninguna puerta, solamente me escondía detrás del marco porque siempre jugamos a que todo era producto de las hormonas o algo así. - ¿Cuántas veces nos habíamos refugiado detrás de chistes o piques que no llevaban a nada? Nunca había iniciado esa cuenta, pero podía imaginar que el número no era precisamente pequeño. Y levanto la mano en busca de su tacto, pero no puedo así que la cierro a mitad de camino y la dejo caer nuevamente a un costado de mi cuerpo. - No te estoy pidiendo nada, Ben. Puedes seguir con tu nueva vida tranquilo. - Le aseguro. Y no miento, porque no podía arruinar su felicidad por un egoísmo absurdo.
- Solo… lo lamento, pero no podía mantenerme callada dejando que asumas que lo que siento o lo que pasó fue solo una confusión que no significó nada. - Porque podía entender el miedo de aquel entonces, mi inmadurez y los momentos inadecuados en que se dieron las cosas. Pero ya no el refugiarme en que habían sido simplemente momentos de calentura, hormonas, o… no sé. - Si para tí fue solo eso, pues está bien. Son tus sentimientos. - Yo no podía indicarle qué o cómo debía sentirse al respecto. Tampoco sabía si quería saber cómo se sentía… - Simplemente… - Y por unos segundos creo que no me voy a atrever, que voy a dar la media vuelta para refugiarme bajo la ducha y quitarme la miseria de encima. Pero no lo hago. - Ella no es la única que te ama y ha elegido permanecer a tu lado. - Inspiro profundo, y cuando mi pecho se infla se siente vacío y liviano a la vez. - Respeto tus decisiones, Ben. No tienes que preocuparte por mí. No en este aspecto al menos. Soy una mina grande que al parecer sí puede lidiar con sus propios sentimientos…
— Esto empezó hace años y estuve solo la mayor parte de ellos — sé que nunca fue el tiempo ideal, pero creo que de entre todos los que pudo haber elegido, este es el peor. No quiero pelear, pero mi cuerpo da un paso hacia atrás en lo que ella avanza como si su cercanía fuese un fruto prohibido, tengo que recordarme cómo respirar con normalidad frente al volcán que tengo dentro. Reconozco lo que ella dice, hubo tiempos donde nosotros planteamos esto como un juego y ninguno tomó las riendas de la situación por diferentes motivos, hasta fingir que no éramos más que dos personas que sucumbían a un capricho pasajero. Y sé que debería sentirme libre cuando ella asegura que no está pidiendo nada de mí, pero sé que saldré de este departamento habiendo dejado algo detrás que me lastima, porque no hay nada peor que añorar cosas que nunca llegaron a ser por mera cobardía. Hemos pasado mucho tiempo entre encuentros y desencuentros, como para terminar en este punto en el cual su piel es la mía, su dolor es el mío.
Me río con sorna a pesar de que apenas sale el sonido, clavo las manos en mis caderas al pasar el peso de mis piernas de una a la otra — ¿De verdad crees que fue solo hormonal? — no sé si sueno ofendido o escéptico, quizá un poco de las dos cosas. Tengo todas las intenciones del mundo de decir algo al respecto, pero lo que sale de ella es algo que me golpea lo suficiente como para dejarme con la boca entreabierta sin emitir ningún sonido. No es hasta que ella termina de hablar que yo soy capaz de reaccionar — ¿Me amas? — dejo que el silencio se haga con la habitación, porque dentro de mi cabeza hay demasiado ruido. Ahora mismo, los dementores que pueden asomarse por las esquinas no representan ningún tipo de amenaza, hay algo más pesado con lo cual tengo que pelear. Porque jamás pensé que de su lado existiría amor, no de esa clase al menos, cuando siempre nos esforzamos en aclarar que no estábamos siguiendo ese camino. Yo me esforcé en caminar mi sendero solo, hacia otras personas, otras vidas, seguro de que ella jamás lo caminaría conmigo. Me habré equivocado mucho, porque ahora es ella quien puede lidiar con sus sentimientos y me deja a mí desarmado.
Hay un departamento a unos metros donde he decidido iniciar algo parecido a una vida con alguien más. Tengo la llave que me quema en el bolsillo, llegar hasta allí sería demasiado sencillo si mis pies quisieran moverse. Me encuentro, sin embargo, limpiándome una lágrima furtiva con un manotazo traicionero, enrojeciendo por culpa de las cosas que podría decir y no quiero — Jamás comprendí lo que eras para mí, porque era simplemente demasiado. Era diferente a lo que pude sentir por Al, a lo que puedo sentir hoy por Arianne… — fueron étapas distintas, diferentes versiones de mí mismo que buscaron tipos de consuelo — Eras un terremoto e hice todo lo posible para que no me tragues. Jamás me permití siquiera el pensar ser… no sé, feliz contigo. Yo supongo… — me relamo, raspando los labios con mis dientes en lo que bajo la mirada, concentrado en ordenar las miles de ideas que brotan dentro de mi cabeza — Supongo que te amé a mí manera, como pude hacerlo en su momento. Y me encantaría poder darte lo que te mereces, pero yo no soy ese hombre. Creo que mereces incluso más — nada de amores a medias, de promesas sin cumplir y miedos infantiles. Jadeo al respirar, tratando de calmar las palpitaciones de mi corazón en lo que mi torso se mueve, dudando en su camino hacia la puerta — Lo siento mucho. Quizá solo debería irme — y dejarla sola, como prometí que no haría. Puede sobrevivir otra noche sin mí, de eso estoy seguro.
Me río con sorna a pesar de que apenas sale el sonido, clavo las manos en mis caderas al pasar el peso de mis piernas de una a la otra — ¿De verdad crees que fue solo hormonal? — no sé si sueno ofendido o escéptico, quizá un poco de las dos cosas. Tengo todas las intenciones del mundo de decir algo al respecto, pero lo que sale de ella es algo que me golpea lo suficiente como para dejarme con la boca entreabierta sin emitir ningún sonido. No es hasta que ella termina de hablar que yo soy capaz de reaccionar — ¿Me amas? — dejo que el silencio se haga con la habitación, porque dentro de mi cabeza hay demasiado ruido. Ahora mismo, los dementores que pueden asomarse por las esquinas no representan ningún tipo de amenaza, hay algo más pesado con lo cual tengo que pelear. Porque jamás pensé que de su lado existiría amor, no de esa clase al menos, cuando siempre nos esforzamos en aclarar que no estábamos siguiendo ese camino. Yo me esforcé en caminar mi sendero solo, hacia otras personas, otras vidas, seguro de que ella jamás lo caminaría conmigo. Me habré equivocado mucho, porque ahora es ella quien puede lidiar con sus sentimientos y me deja a mí desarmado.
Hay un departamento a unos metros donde he decidido iniciar algo parecido a una vida con alguien más. Tengo la llave que me quema en el bolsillo, llegar hasta allí sería demasiado sencillo si mis pies quisieran moverse. Me encuentro, sin embargo, limpiándome una lágrima furtiva con un manotazo traicionero, enrojeciendo por culpa de las cosas que podría decir y no quiero — Jamás comprendí lo que eras para mí, porque era simplemente demasiado. Era diferente a lo que pude sentir por Al, a lo que puedo sentir hoy por Arianne… — fueron étapas distintas, diferentes versiones de mí mismo que buscaron tipos de consuelo — Eras un terremoto e hice todo lo posible para que no me tragues. Jamás me permití siquiera el pensar ser… no sé, feliz contigo. Yo supongo… — me relamo, raspando los labios con mis dientes en lo que bajo la mirada, concentrado en ordenar las miles de ideas que brotan dentro de mi cabeza — Supongo que te amé a mí manera, como pude hacerlo en su momento. Y me encantaría poder darte lo que te mereces, pero yo no soy ese hombre. Creo que mereces incluso más — nada de amores a medias, de promesas sin cumplir y miedos infantiles. Jadeo al respirar, tratando de calmar las palpitaciones de mi corazón en lo que mi torso se mueve, dudando en su camino hacia la puerta — Lo siento mucho. Quizá solo debería irme — y dejarla sola, como prometí que no haría. Puede sobrevivir otra noche sin mí, de eso estoy seguro.
- Entonces si supiste ver esas oportunidades, no sé por qué no actuaste tú. - El reproche se siente infantil cuando lo pronuncio, pero no entiendo qué es lo que quiere justificar si no estoy queriendo pelear en primer lugar. Supongo que ya estamos demasiado acostumbrados a actuar de esta manera como para cambiar nuestras mañas, ¿no? - No hace falta que respondas. No podemos volver sobre las acciones del pasado, creo que eso nos quedó claro a ambos. - Lo suficiente como para todavía tener la conversación anterior fresca en mi mente, sabiendo que gracias a ellos en primer lugar es que teníamos en claro ese concepto. Porque no quería vivir pensando en todos los “y si hubiera” que podría aplicar a tantos escenarios que seguramente me gustaría cambiar.
Su risa que no es risa me llega más por la mueca que pone, que por el sonido en sí. Lo entendía, porque en estos momentos no sabía si reírme con él, llorar, o golpearlo por la mera frustración que me recorría de pies a cabeza. O tal vez frustración no fuese la palabra adecuada, pero había tanto dentro mío en estos momentos, que me iba a lo más básico dentro de lo que podía distinguir. A lo más básico que no fuera él. - ¿Qué es lo que debería creer? Yo sé que lo que pude decir en su momento fueron excusas que servían para protegerme de algo que no podía entender, pero puedo adivinar lo que fué para tí. - O lo que no fue. Al parecer el no decir las cosas, esquivarlas o darlas por entendidas no había funcionado y como todo en la vida, ya no había vuelta atrás. Y si luego de hoy todo cambiaba, pues bueno, debería hacerlo, pero no quería seguir con las cosas ocultas y cerradas bajo llave dentro mío.
Su pregunta me golpea porque no sé cómo tomarla, ¿duda de mí? No jugaría con eso, no cuando pasé demasiado tiempo negando y mintiéndome a mí misma. No cuando siento que he dejado mi alma al desnudo para que pueda verla, aunque sea solo por unos momentos. - ¿Es tan difícil de creer? Sí, te amo. No había querido verlo, pero lo hago. - Al parecer estaba claro para otros, pero no para nosotros, así que tuve que armarme de valor para pronunciar las palabras como se debía. Para poder sacarlas de adentro mío y así esperar que en algún momento dejen de sentirse tan ciertas como ahora. Y no me espero esa lágrima que aparece sobre su rostro y me siento horrible por eso. Porque es injusto, no había sido una elección consciente el amarlo y él no tenía la culpa del cómo me sentía. - Ben…- Trato de romper el silencio que se ha formado aunque no sepa qué decir, pero mi voz es un murmullo que se ve ahogado cuando el empieza hablar en ese mismo momento, respondiendo esa duda tácita que no sabía si quería oír. Tal vez era lo justo, él probablemente no habría querido escuchar mi repentina confesión, así que me tocaba corresponder de la misma manera sin importar cuánto doliese.
Llevo una mano a mi hombro derecho, tratando de aliviar la sensación de opresión que se instala sobre mi pecho, queriendo servirme a mí misma de sostén cuando lo único que deseo hacer en estos momentos es llorar. O tal vez reír, porque cuando me compara con un terremoto me hace gracia que yo no pude evitarlo a él. - No…- Estiro mi mano hasta poder retenerlo, porque no quiero verlo partir, no así. No cuando siento que todo esto que acaba de pasar en los últimos minutos es solo culpa mía. - Solo… Todos nos merecemos más Ben, No solo yo. Pero no necesito que me des nada, no te estoy pidiendo nada. - Y me aferro con fuerza a su brazo, tratando de no rehuír su mirada en lo que busco… ¿qué? - En realidad sí quiero pedirte algo. - Y probablemente sea una de las cosas más egoístas que podría pedirle, pero no quería volver a esa rutina en la que siempre que nos sucedía algo pasábamos semanas enteras sin hablarlos. - Si necesitas olvidar todo lo que hablamos, o que esta vez sí simulemos que nada pasó, puedo hacerlo. Pero no te alejes… Dijiste que nos teníamos el uno al otro, y necesito que ese siga siendo el caso. Porque mis sentimientos puedo afrontarlos dentro mío, o esconderlos; pero no creo poder enfrentar todo lo demás sola.
Su risa que no es risa me llega más por la mueca que pone, que por el sonido en sí. Lo entendía, porque en estos momentos no sabía si reírme con él, llorar, o golpearlo por la mera frustración que me recorría de pies a cabeza. O tal vez frustración no fuese la palabra adecuada, pero había tanto dentro mío en estos momentos, que me iba a lo más básico dentro de lo que podía distinguir. A lo más básico que no fuera él. - ¿Qué es lo que debería creer? Yo sé que lo que pude decir en su momento fueron excusas que servían para protegerme de algo que no podía entender, pero puedo adivinar lo que fué para tí. - O lo que no fue. Al parecer el no decir las cosas, esquivarlas o darlas por entendidas no había funcionado y como todo en la vida, ya no había vuelta atrás. Y si luego de hoy todo cambiaba, pues bueno, debería hacerlo, pero no quería seguir con las cosas ocultas y cerradas bajo llave dentro mío.
Su pregunta me golpea porque no sé cómo tomarla, ¿duda de mí? No jugaría con eso, no cuando pasé demasiado tiempo negando y mintiéndome a mí misma. No cuando siento que he dejado mi alma al desnudo para que pueda verla, aunque sea solo por unos momentos. - ¿Es tan difícil de creer? Sí, te amo. No había querido verlo, pero lo hago. - Al parecer estaba claro para otros, pero no para nosotros, así que tuve que armarme de valor para pronunciar las palabras como se debía. Para poder sacarlas de adentro mío y así esperar que en algún momento dejen de sentirse tan ciertas como ahora. Y no me espero esa lágrima que aparece sobre su rostro y me siento horrible por eso. Porque es injusto, no había sido una elección consciente el amarlo y él no tenía la culpa del cómo me sentía. - Ben…- Trato de romper el silencio que se ha formado aunque no sepa qué decir, pero mi voz es un murmullo que se ve ahogado cuando el empieza hablar en ese mismo momento, respondiendo esa duda tácita que no sabía si quería oír. Tal vez era lo justo, él probablemente no habría querido escuchar mi repentina confesión, así que me tocaba corresponder de la misma manera sin importar cuánto doliese.
Llevo una mano a mi hombro derecho, tratando de aliviar la sensación de opresión que se instala sobre mi pecho, queriendo servirme a mí misma de sostén cuando lo único que deseo hacer en estos momentos es llorar. O tal vez reír, porque cuando me compara con un terremoto me hace gracia que yo no pude evitarlo a él. - No…- Estiro mi mano hasta poder retenerlo, porque no quiero verlo partir, no así. No cuando siento que todo esto que acaba de pasar en los últimos minutos es solo culpa mía. - Solo… Todos nos merecemos más Ben, No solo yo. Pero no necesito que me des nada, no te estoy pidiendo nada. - Y me aferro con fuerza a su brazo, tratando de no rehuír su mirada en lo que busco… ¿qué? - En realidad sí quiero pedirte algo. - Y probablemente sea una de las cosas más egoístas que podría pedirle, pero no quería volver a esa rutina en la que siempre que nos sucedía algo pasábamos semanas enteras sin hablarlos. - Si necesitas olvidar todo lo que hablamos, o que esta vez sí simulemos que nada pasó, puedo hacerlo. Pero no te alejes… Dijiste que nos teníamos el uno al otro, y necesito que ese siga siendo el caso. Porque mis sentimientos puedo afrontarlos dentro mío, o esconderlos; pero no creo poder enfrentar todo lo demás sola.
Hubiera preferido que cualquier otra cosa saliera de sus labios; de verdad, cualquier cosa. Aceptaría incluso que me odie, que me grite y se esfuerce en hacerme saber todo lo que he hecho mal desde ese día en la cueva hasta ahora. Ni siquiera la forma en la que pronuncia mi nombre me produce odio, siento que lo único que puedo hacer ahora es abrazarla y guardarnos en el silencio, pero tampoco lo hago. Soy un cobarde, siempre lo he sido cuando se trata de estos temas. Tiendo a aceptar el rechazo previo y retrocedo antes de avanzar, con Ava la he cagado de la misma manera que lo hice otras veces. ¿Por qué me preocupé tanto por cosas que no venían a cuento y busqué una respuesta a esa incógnita que tantos dolores de cabeza nos trajo cuando todos nos gritaban que estaba mal? ¿Por qué no escuché cuando el pecho me gritaba que no quería alejarme de ella? Lo único que puedo hacer es tomar sus palabras, aceptarlas y tratar de no torturarme por ellas. Me ama. Ese debería ser el punto final.
No puedo marcharme como me gustaría por culpa de su agarre, busco esquivar su mirada pero ni siquiera soy capaz de eso. Al final me rindo, alzando los ojos en su dirección hasta encontrarme con los suyos. Me rindo con un suspiro, alzando la mano que acaricia suavemente uno de sus pómulos — No te dejaré sola — es una promesa, espero que ella lo sepa incluso mejor que yo — Nunca. Eres mi familia y mi hogar — todo en ella me recuerda a esa casa en el catorce que siempre estaba llena de ruido. Grande para abarcar una familia de seis, que se ahogaba por las peleas que Cale y yo teníamos casi todas las noches en un dormitorio normalmente desordenado y en el cual Ava casi siempre intentaba colarse. Un jardín en el cual compartimos caramelos y una sala de estar donde a veces jugábamos juegos de mesa que lograban traer como regalo. Duele saber que nos hemos reducido a esto, que ya no queda nada, que darle la espalda es quitárselo.
Mis dedos tiemblan cuando pasan a acariciar su mentón y dejo caer la mano, froto mis yemas entre sí — Pero no puedo quedarme aquí esta noche. No puedo simplemente fingir que no ha pasado nada, creo que no nos haría bien a ninguno de los dos. No sé si comprendes… — en su intento de sanar, está siendo masoquista. Desvío la mirada para poder echarle un vistazo a la puerta sobre mi hombro — Siempre estaré del otro lado del pasillo, Avs — muevo mi brazo con cuidado, buscando soltarme hasta que soy libre de alejarme un par de pasos — ¿Puedo confiar en que podrás pasar la noche y que mañana te encontraré aquí? — sé que estoy huyendo, pero es lo único que puedo hacer ahora. Si me quedo, yo no podré soportarlo.
No puedo marcharme como me gustaría por culpa de su agarre, busco esquivar su mirada pero ni siquiera soy capaz de eso. Al final me rindo, alzando los ojos en su dirección hasta encontrarme con los suyos. Me rindo con un suspiro, alzando la mano que acaricia suavemente uno de sus pómulos — No te dejaré sola — es una promesa, espero que ella lo sepa incluso mejor que yo — Nunca. Eres mi familia y mi hogar — todo en ella me recuerda a esa casa en el catorce que siempre estaba llena de ruido. Grande para abarcar una familia de seis, que se ahogaba por las peleas que Cale y yo teníamos casi todas las noches en un dormitorio normalmente desordenado y en el cual Ava casi siempre intentaba colarse. Un jardín en el cual compartimos caramelos y una sala de estar donde a veces jugábamos juegos de mesa que lograban traer como regalo. Duele saber que nos hemos reducido a esto, que ya no queda nada, que darle la espalda es quitárselo.
Mis dedos tiemblan cuando pasan a acariciar su mentón y dejo caer la mano, froto mis yemas entre sí — Pero no puedo quedarme aquí esta noche. No puedo simplemente fingir que no ha pasado nada, creo que no nos haría bien a ninguno de los dos. No sé si comprendes… — en su intento de sanar, está siendo masoquista. Desvío la mirada para poder echarle un vistazo a la puerta sobre mi hombro — Siempre estaré del otro lado del pasillo, Avs — muevo mi brazo con cuidado, buscando soltarme hasta que soy libre de alejarme un par de pasos — ¿Puedo confiar en que podrás pasar la noche y que mañana te encontraré aquí? — sé que estoy huyendo, pero es lo único que puedo hacer ahora. Si me quedo, yo no podré soportarlo.
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