The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Si hubiera sabido que estar casada se sentiría tan bien, me hubiera provisto de una alianza mucho antes, aun sabiendo que de haberlo hecho, no hubiera tenido ni la mitad de suerte que esta vez. No han sido muchas las veces en que me he sentido afortunada, esas ocasiones están empezando a volverse más comunes en una pequeña fracción de tiempo, o simplemente es que estoy teniendo toda la fortuna que no he tenido en una vida, pero tengo mis inseguridades. Ahora más que nunca es que estoy tratando de apartarlas hacia un lado, porque aunque no me considero alguien estable, creo que puedo ser capaz a mantener cierto equilibrio en mi vida de ahora en adelante. Quiero hacerlo por mí, pero primordialmente por Charlie, soy consciente de que en los últimos meses ha cargado con el peso de conservar la cordura por los dos, y no planeo que continúe siendo así. Ya no es que sienta una responsabilidad de hacer que esto funcione, el matrimonio por el que hemos firmado, sino porque soy tan afortunada de poder tenerle a mi lado, que no quiero perderlo, y para eso sé que tengo que cuidarlo.

Ya he agradecido lo suficiente a mi hermano por esto, cuando ya de por sí la boda dio con un sablazo a su cartera, pero no sé como tomarme que esté pagando porque yo tenga sexo ilimitado con mi marido. Creo que no lo pensó bien dos veces. Como sea, estaría disfrutando mucho más de esto si no fuera porque algo en la comida que se sirvió en la fiesta me ha sentado tan mal, que me he pasado las mañanas siguientes levantándome con la tapa del inodoro sobre mi cabeza. Al parecer debió ser algo que solo probé yo, porque Chuck aparentemente está como si nada y hasta me he llegado a plantear si no habré cogido un virus estomacal. Por suerte, no es mucho lo que hay que hacer en una luna de miel, porque básicamente se resume en eso, en no hacer nada más que disfrutarnos el uno del otro. Y menos mal, porque creo que estoy recuperando todas las horas de sueño que no he tenido en las últimas semanas a causa del casamiento.

Podríamos quedarnos, ¿sabes? Le pedimos al encargado que extienda la estancia hasta que la cuenta de ahorros de Hans esté en números rojos. No tendríamos que marcharnos. — es obvio que estoy bromeando, por mucho que no me gustaría, lo delata la risa que eleva mi pecho varias veces al estar tumbada sobre la cama. Si levanto un poco la cabeza, podría ver como el sol empieza a esconderse entre las olas que llegan a la playa, esa que es solo para nosotros. Para ser verano, empieza a levantarse un brisa fresca que me eriza todo el cuerpo, probablemente por la cercanía al mar o porque llevo puesto un camisón demasiado corto, y me hace replantearme el levantarme del cómodo colchón para cerrar las enormes ventanas que se extienden hasta el suelo para funcionar como puerta.

Es bonito, jamás pensé que tendría una luna de miel, mucho menos que terminaría despertándome con la imagen de un amanecer en la playa. Por suerte para mí, el frío no es tan importante cuando al otro lado de la pared la bañera se está llenando de agua caliente y después del día agotador de hoy, creo que es todo lo que necesitamos. — Podría hacerlo. — valoro, bastante más seria que antes, hasta frunzo mis labios como si de verdad estuviera meditando el robarle a mi hermano. Nah... Pero es cierto que no deseo volver, sé que la vuelta incluye problemas banales y no tan banales, prefiero disfrutar de mi burbuja mientras pueda. Creo que por eso le chisto a mi esposo para que deje la bañera, que esa se llena sola con o sin magia, para que venga a la cama conmigo un rato. — Y pensar que te has casado con la chica a la que le compartías bollos en una cama chirriante... — murmuro con cierta gracia, puede que porque esta en la que estamos no suena tanto.
Phoebe M. Powell
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Podría hasta perdonarme el pasar a ser parte de la élite de NeoPanem — es una broma cargada de ironía, no sé cómo es que he aceptado que mi cuñado nos dé como regalo de bodas una luna de miel, cuando ver que sacaba la tarjeta para comprar cada pequeño detalle de la ceremonia que para nosotros era demasiado se había tornado en una especie de tortura. Sospecho que es parte de su ritual de sentirse bien con su hermana, como si los años de ausencia fuesen a cubrirse con un montón de dinero desperdiciado en boberías, pero también aprendí que no podía rechazarlo y solo me conformé con asentir o poner los labios en mueca cada vez que me consultaba por algo… o no. Da igual, ahora mismo no tengo que preocuparme sobre los galeones que jamás podré devolver al sujeto que tiene más de lo que yo he tenido en mi vida, sino de disfrutar de la compañía de su hermana. Y sí que la disfruto.

Jamás me interesó la idea de tener una luna de miel, pero considerando que lo único que hice en estos días ha sido dormir, comer y tener sexo en un sitio donde los demás se encargan de nuestras comodidades y el paisaje es espectacular, puedo tragarme todas las palabras. Hasta me es entretenido ver cómo se va llenando la enorme tina con sus diferentes perfumes y espumas, la cual me hace preguntarme si podría bañar a todo mi edificio del once aquí o no. A muchos no les vendría mal, para variar — Extraño los bollos. Mucha de la comida del Capitolio es orgánica y a veces creo que su onda verde de comer sano no otorga la misma satisfacción que la comida casera y grasosa — me explico en mi camino hacia la cama, esa que pocas veces he abandonado en este tiempo y sobre la cual me lanzo, rebotando a su lanzo panza abajo — ¿Por qué la gente con dinero tiende a quitarle la gracia a la vida? ¿Es parte de su formulario para ser ricos? Quizá les hacen audiciones. Cuanto más snob eres… — la expresión de mi rostro simula que lo estoy pensando en serio, hasta que le sonrío vagamente — Ya, no me estoy burlando de tu familia. Pero tampoco puedes negar que tengo razón — nada más aburrido que la prolijidad de la isla ministerial como para demostrar mi punto.

Pero bueno, no estoy aquí para pensar en esas personas. Aún tenemos un momento hasta que la bañera esté lista, así que me tomo el descaro de levantar su camisón y besar uno de sus muslos — Estoy pensando que fui demasiado listo. Me casé con las mejores piernas de NeoPanem — bromeo, murmurando en un tono juguetón que exagera el mordisco que le otorgo cerca de la cadera — ¿Te sientes mejor? Puedo hacerte masajes estomacales. También oí que el sexo hace bien para los dolores. Un buen orgasmo y adiós problema — ni siquiera sé si es cierto o no, pero desde mi lugar entre sus piernas le muevo las cejas como si fuese la mejor idea de todas.
Charles B. Sawyer
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
La confesión de los bollos me produce una risa traicionera por como lo menciona, como si se tratara de un deseo infantil que le han arrebatado, a pesar de que en el fondo siento cierta lástima. Una que me hace reír sí, pero creo conseguir poner un puchero lastimero para proseguir con la actuación en su dirección. — Yo puedo hacerte bollos en casa, se me da bien hacer bizcochos, y no creo que sean muy complicados de hacer si en un distrito de pobres los venden como caramelos. — aseguro en tono cantarín, pretendiendo subirle el ánimo con mis dotes como pastelera, y de paso acaricio su mandíbula con mi mano. — Son ricos. — digo en respuesta a su pregunta, como si simplemente con eso pudiera explicar las razones por las que actúan de esa manera. Lo que me lleva a una cuestión que pinto desde una perspectiva graciosa para estar tratándose de esto y de cómo suelo abordar el tema. — Huh, yo era rica, ¿crees que me hubiera convertido en una snob? Tenía un pony rosa en mi cuarto, pero quizás hice mal mi audición... — me burlo de mí misma con diversión, prensando los labios ante ese planteamiento curioso que propone, hasta que la risa que se escapa de mi garganta delata lo ridículo de la broma. — Nosotros somos más divertidos. — dentro de nuestras penurias, claro está, pero teníamos nuestro encanto.

Planeo secundar el comentario robándole un beso de sus labios, pero ni siquiera me da tiempo a que atrape su rostro que ya se encuentra deslizándose debajo de mi camisón. No me quejo, me recorre un cosquilleo agradable por el tacto que disfruto relajando la cabeza contra el colchón, de forma que es el techo quien recibe la siguiente ronda de sonrisas. — Oh, muy listo, Sawyer, alabar mis piernas, faltó esa parte en el discurso, ¿cómo no lo incluiste en los votos? — me mofo, todo por imaginar la cara de mi hermano si hubiera llegado a decir algo semejante. — Espero que las sigas elogiando igual de aquí a muchos años, porque son las únicas que vas a tener de ahora en adelante. Si lo piensas es tu propia culpa por haber firmado por ellas. Mis condolencias. — atrevo a vacilar, ladeando la cabeza para encontrarme con sus ojos y demostrarle de una manera algo falsa lo mucho que lo lamento por él. Me sale bien hasta que paso a menear la cabeza con una risa que acumulo en mis labios, pero que no permito salir para no darle la satisfacción.

Extiendo mi brazo para alcanzar a acariciar su nuca con mi mano, paseando mis yemas por sus hombros en un recorrido calmo en lo que continuo con la vista fija en el techo. — Estoy bien, solo me encuentro un poco nauseosa, eso es todo. Probablemente solo haya cogido un virus gástrico, eso o que comí demasiada tarta y aún estoy haciendo la digestión. — lo cual, teniendo en cuenta la cantidad de comida que hubo en la boda, no me sorprendería en lo más mínimo. He pasado muerta de hambre la mitad de mi vida, no soy la case de persona que desperdicia la comida y eso significa que tampoco voy a decir que no a un segundo plato si me lo ponen delante, no me gusta dejar alimento en el plato y, para qué mentir, tampoco sé decir que no. Por lo siguiente, me acomodo sobre mis codos, elevando un poco el pecho para poder verle mejor en lo que dejo que se escuche una risilla. — ¿Oíste? ¿No es que solo quieres tener una excusa para pedirme tener sexo contigo? — bah, como si necesitara de una excusa. — ¿Sabías que las mujeres tienen mayor dificultad para tener orgasmos que los hombres? — alzo una ceja, mentiría si dijera que no me estoy divirtiendo a su costa. — Creo que es por falta de comunicación, ¿tú que opinas? ¿crees que tenemos falta de comunicación en el sexo? — a juzgar por los últimos días, no parece, pero sí le reto a que me responda. — Puedes dejar alguna sugerencia de mejora, hoy me siento generosa, pero sí quiero un masaje de esos a cambio, ya sabes, por la norma del no deber. — que los dos conocemos de deudas y los norteños somos conocidos por dejar muchas abiertas, para una que podemos garantizar... Eso sí, que no me aplaste demasiado que estos días tengo los pechos doloridos como si tuviera dieciséis años de nuevo y me estuvieran creciendo. Probablemente solo esté ovulando.
Phoebe M. Powell
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Me hubieras caído mal cuando éramos niños — bromeo, sí, pero me hace pensar en cómo habrían sido las cosas si hubiéramos crecido en el sitio dónde se suponía que teníamos que estar. Si Eloise Leblanc y Hermann Powell no hubieran cometido estupideces, posiblemente ambos estaríamos en una burbuja completamente diferente. Yo sería el hijo de una ministra, probablemente derrocharía su dinero en tonterías y ella, como lo es ahora, estaría cerca de mí por el simple hecho de que su hermano pertenece al mismo círculo de Eloise. Sea como sea, no puedo encontrar una versión del universo en la cual no nos topemos, no importan las circunstancias.

Tampoco puedo detenerme a pensar en que sus piernas serán las únicas que posea de ahora en más, ya lo he pensado y no es algo que me haya detenido. Cuando vives una vida tan acelerada como la mía, chocarse con la estabilidad y la seguridad que te da una persona a la cual amas es reconfortante, como una caricia que no sabía que necesitabas — No hay otro sitio donde quiera estar — mascullo — Entre tus piernas y cerca de un mini bar. Tal vez me morí y me puse a engatusar a un guardia para que me deje entrar al Paraíso — hasta lo digo como si fuese completamente lógico, aunque mi actuación se ve interrumpida por las caricias que me distraen y me obligan a prestar total atención a su propio diagnóstico. Me cubro la cabeza con su camisón para poder quedarme ahí dentro, pero no llego con mis segundas intenciones porque empieza a hablar de cosas que no sé de dónde ha sacado y me obligan a asomarme, sonriéndole en lo que apoyo las manos en el colchón y me elevo para mirarla mejor — Dudo mucho tener falta de comunicación contigo. Hace cosa de un mes que no me quitas las manos de encima — la ansiedad de la boda, el resultado de ésta. Puedo decir que fueron semanas donde la líbido quiso instalarse como una intrusa más que bienvenida — ¿Y dónde quieres los masajes? ¿En la espalda, en el cuello….? — me inclino para morder cariñosamente su vientre — Hay lugares más interesantes para masajear, pero para eso necesito tu consentimiento. Si quieres comunicación, no haré otra cosa que hablar todo el rato — porque se puede ser insufrible.

Me centro en que mis labios bailen por encima de su camisón, subiendo hasta chocarme con la piel descubierta de su clavícula. Me detengo solo porque puedo oír el sonido de la tina, ese que me hace reír contra ella — Pero creo que la bañera me espera. ¿No quieres venir conmigo o crees que volverás a vomitar? — sugiero, el modo que tengo de rozar mi nariz contra su cuello delata bien qué es lo que prefiero yo — Si esto no pasa, tal vez deberíamos buscar un médico. Que te den algo para el estómago, que necesito disfrutar de mi esposa de ahora en más — al menos, hasta volver a la temida realidad.
Charles B. Sawyer
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
La cara de indignación que le dedico es digna de una película de comedia y, además, del cine mudo, porque no me hacen falta las palabras para explicar mi falso dolor ante esa declaración. — ¿Quéeee dices? Era adorable cuando era niña, todo el mundo lo decía, Y, tengo fotografías que lo demuestran. — como si hubiera dado con la mejor razón por la que debería coincidir conmigo, muevo mis hombros con cierta altanería. — Prfffff, te hubiera caído genial, probablemente hasta me hubieras hecho los deberes si te lo pedía, podía llegar a ser muy persuasiva, ¿sabes? ¿Cómo si no crees que he conseguido que te cases conmigo? Todo persuasión, amigo mío, y… bueno, quizás un poco de seducción también. — acompaño lo último con una risa por lo bajo, no muy segura de cómo llegamos a esta conversación, cuando los dos sabemos que no estamos diciendo más que boberías. Creo que en eso consiste parte de esto también, de poder reírnos un poco antes de volver a lo que es la vida real.

Me río por esa proposición inverosímil que hasta a mí me hace plantearme si no estaré formando parte de las fantasías sexuales de Charles Sawyer, que no esperaba otra definición para su paraíso. — Tal vez, sí. — bromeo, engatusar a un guardia es algo que no me sorprendería escuchar de él, porque sé de donde venimos ambos y eso forma parte de uno de los métodos de supervivencia del norte. No llegas a ningún lado si no eres capaz de actuar convincente. Estiro mis brazos hacia atrás con intenciones de estirar mi espalda, que se meta entre mis piernas complica algo esa tarea, y solo puedo hacer que soltar una risilla cuando se esconde bajo el camisón, sintiendo parte del calor de su aliento sobre mi piel. Diría de sentirme ofendida por lo siguiente, pero estaría más bien actuando. — Es que tenía que aprovechar por si te daba por no aparecer en la boda y me quedaba sin poder disfrutar de esto. — desde mi posición no llego a abarcar su cuerpo entero, pero sí alcanzo a marcar mis yemas por sus hombros con la gracia pintada en los labios. — Pero ahora que sé que no te vas a escapar, puedo dejar de ponerte las manos encima, si quieres.— puede que el tono de mi voz denote cierta amenaza, nada que ver con la sonrisa que le muestro al mismo tiempo. Que saque él mismo sus conclusiones. — Creía que ya te había dado el consentimiento la noche de nuestra boda. — bromeo en lo que alzo una ceja en su dirección, sonriendo por el tacto de sus labios.

Esa curvatura se va ensanchando a medida que asciende por mi cuerpo hasta que la cercanía me permite extender mis manos por la piel de su espalda todo lo que me posibilitan la largura de mis brazos. Al esconderse en mi cuello solo puedo atinar a posar mis labios cerca de su oreja, esa que también alcanzo a rozar con mis dientes en lo que enrosco mis piernas sobre su cadera. La fuerza no es comparable, pero aprovecho que está distraído para volverle hacia un lado y pasar a ser yo quien esté encima. — ¿Pensabas meterte en la bañera sin tu mujer? Haré como que no me siento ofendida por eso. — me inclino para besar sus labios en un gesto rápido antes de susurra en su oreja. — Para cuando llegues quizás ya esté desnuda. — lo cual se queda en un intento de provocación bastante patético cuando creo que por el envión y mientras estoy tratando de quitarme el camisón cerca de la puerta del baño, una sensación amarga aparece en la boca de mi estómago. Es una suerte que alcance al inodoro tan deprisa, sujetándome el vientre con una mano como si fuera a servir de algo e intento apartarme el pelo de la cara para cuando las arcadas pueden conmigo. — Esto está empezando a tornarse ridículo, ¿ya ni siquiera puedo disfrutar de mi propia luna de…? — una segunda oleada de nauseas se apodera de mi cuerpo, lo que me obliga a no terminar la frase, pero esta vez logro contenerlo dentro. Al menos como por dos segundos. ¡Ya estoy lo suficientemente delgada como para derrochar nutrientes, ya deja de vomitar! — Por favor, llama a un médico, esto es absurdo, van a reírse en mi cara cuando vean que no dejo de comportarme como una emb… — oh, mierda, cualquiera diría que soy adivina.
Phoebe M. Powell
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
No sé cómo es que, entre tanta tontería, acabo debajo de su cuerpo, permitiendo que sea el mío el que sucumbe a ella y a su juego de breve poderío cuando sé bien que esto es más bien una asociación por decisión propia. Busco no reírme demasiado alto de esa acusación tan grave, aunque tengo la diversión plasmada en cada parte de mí, incluso en esas manos que juguetean en su cintura como si fuese un teclado sin música — Jamás, es una tina muy grande para mí solo — creo que mi juramento pierde fuerza cuando me encuentro con un beso rápido,  ante lo segundo no tengo una verdadera respuesta y me quedo tendido en la cama un momento más del necesario antes de tratar de seguirla. Y lo hago, pero no puedo centrarme en cómo se quita la ropa si dos segundos después ya anda corriendo al inodoro y no puedo hacer otra cosa que suspirar pesadamente para ir detrás de ella. Si así vamos a pasar la luna de miel, creo que me quedaré sin esposa para cuando volvamos.

Te dije que no comieras tantos mariscos — que el servicio a la habitación puede ser tentador, pero si su estómago se encuentra sensible no puede abusar de ello. Hago mi parte pasando las manos por su frente sudorosa y recojo su cabello, manteniéndome en cuclillas a su lado en lo que busco que pueda sentirse algo más calma al tener que soltar su alma por la boca. Tengo que tragarme el “¡por fin!” ante mi incredulidad de que me haga caso y me deje llamar a un médico, porque lo siguiente que dice me hace reír como si se tratase de una mala broma — No digas tonterías, debe ser solo una bacteria de mar. No es como si de verdad hubiera una chance de… — ¿No? ¿No hemos pasado las últimas semanas resguardandonos el uno en el otro, robando el tiempo que teníamos entre los preparativos para calmar la tensión? Toda la ilusión de la boda nos puso como dos adolescentes estúpidos, me gustaba echarle la culpa a la cantidad de azúcar de todos los pasteles que tuve que probar. Jamás barajé la opción de que ella pudiera…

Pero es vagamente lógico, al menos hay una opción. Intento no tirarle del pelo por el repentino pánico y busco calmarme, soltándola con mucho cuidado para poder acomodarle de manera que puedo ver mejor su perfil — ¿Crees que es una opción? Tú conoces tu cuerpo mejor que nadie y ya pasaste por esto una vez — fue hace un tiempo, pero estoy seguro de que los síntomas deberían ser similares — Incluso con los cuidados… ¿Hay alguna posibilidad? — y no sé cómo es que quiero reaccionar, porque soy un choque contradictorio de emociones. Hasta hace unos días recién nos estábamos casando, no pensé jamás en sumar a nadie a la fotografía tan pronto.
Charles B. Sawyer
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Ese comentario se lleva una mueca de mi parte porque llegados a este punto no creo que se trate del marisco. Con una exhalación que me llena de aire las mejillas antes de expulsarlo con una sensación asquerosa de mareo ya no solo en la cabeza sino también en el estómago, extiendo un brazo para alcanzar a tirar de la cadena, aunque apenas me aparto de la taza en caso de que me dé por devolver de nuevo. — Por Morgana, Charlie, soy idiota. — es lo que respondo a su insinuación sobre la probabilidad de que esté realmente embarazada, descartando cualquier idea previa de que se trate de una bacteria corriente ante un factor importante que no dudo en poner sobre la mesa. — Voy con dos semanas de retraso. — dos semanas, ¡eso es mucho tiempo para alguien que se ha dedicado a tener sexo día sí y día también en el último mes! Ya parece que no es solo mi cuerpo el que se ha retrasado, sino que mi cerebro también si no he sido capaz de asociar esos dos conceptos. — No creí que… Pensé que era por cosa de los nervios con respecto a la boda o el estrés o… nunca he sido estrictamente regular, que digamos. — salto en mi defensa a la primera oportunidad, pero vamos, que nadie me quita el que sea una idiota redomada.

¿Alguna posibilidad? Le miro como si sintiera la necesidad de que me repita la pregunta para que él mismo se dé cuenta por sí solo. Veamos… No hemos hecho otra cosa que revolcarnos últimamente, voy con retraso y, por si eso fuera poca revelación, soy una fuente de vómito. Creo que voy a ponerme a llorar. Genial, ¡las hormonas también forman parte del paquete! Mi cara debe de ser un poema consternado, o las repentinas ganas de vomitar otra vez a pesar de no hacerlo, pero inclino la cabeza un poco hacia delante. — Me siento mucho peor esta vez. — reconozco, no sé si forma parte de haberlo asumido como lo que parece ser o no, pero no puedo simplemente ignorar las señales. — Charles… — le llamo a sabiendas de sentir su cuerpo cerca, en caso de que aun así le haya dado por desaparecer dentro de su cabeza, porque yo estoy segura de haber hecho lo mismo por un momento ahí, y es que creo que he entrado en pánico.

Me levantaría yo misma, pero tengo miedo de que no me funcionen las piernas, así que tengo que conformarme con mover mi mano de forma que puedo darle unos golpes suaves con mis nudillos en su abdomen, con la otra mano me sostengo la cabeza al apoyarme contra mi frente, en busca de una estabilidad que no siento ahora mismo. — Haz algo, lo que sea, estamos de luna de miel, este lugar tiene que estar hasta arriba de pruebas de embarazo, y si no llama al servicio de habitaciones, que te traigan una, creo que voy a volver a vomitar. — en realidad es una excusa para que salga del baño, no quiero que tenga que ver como mis ojos están empezando a adquirir un aspecto vidrioso, y tampoco creo que pueda volver a decir tantas palabras seguidas por un buen tiempo.
Phoebe M. Powell
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Dos semanas de retraso.

Me quedo tildado en esa frase, en lo que puede significar, en la vida que jamás pedí pero que se me dio por sí sola. Hace un año atrás me encontraba en el norte, siendo un don nadie y ahora, frente a todo pronóstico, me encuentro en este sitio, sin comprender cómo es que repentinamente todo parece una postal de la vida ideal de televisión. ¿No es lo que todo el mundo dice que será tu felicidad plena? ¿Un hogar, una esposa, un hijo? Si ella no se aparta, el que va a acabar descompuesto soy yo, que ya me siento un poco fuera de mi propio cuerpo. El aturdimiento solo hace que mueva la cabeza, ni sé si estoy asintiendo o no, solo busco darle a entender que la estoy escuchando a pesar de quedarme callado. No es hasta que ella menciona mi nombre que levanto la mirada a sus ojos — Estoy aquí — claro que estoy aquí, no hay otro sitio dónde podría estar.

Intento que no me fallen los reflejos cuando sujeto su mano, esa que sujeta su propia frente y trato, de alguna manera, ser su apoyo para que no se derrumbe aquí mismo. Me obligo a ser la persona cuerda de la situación y tiro de ella, buscando que al menos se siente en el borde de la tina para no irse de boca al suelo ni nada por el estilo — ¿Crees que las personas que vienen aquí viven pidiendo pruebas de embarazo? — intento que suene a una broma, pero algo me dice que las parejas que se quedan semanas en este complejo deben sufrir un susto o dos, creando una gran demanda de pócimas de emergencia. En cuanto me aseguro de que no va a morirse de un ataque cardíaco, me doy la vuelta para ir hacia la habitación, no muy seguro de cómo es que coloco un pie tras el otro. ¿Y qué si da positivo? ¿Cómo vamos a regresar a casa dando esas noticias? ¿Y alguien se enterará si el servicio a la habitación nos trae una prueba, como para crear rumores una vez más sobre Phoebe? Se supone que esto debe ser de nuestra privacidad, nuestra alegría o nuestra desesperación.

No sé cómo no se me cae el comunicador que nos conecta con la recepción, pero tras ese peculiar pedido que me vale un silencio desde el otro lado, consigo una respuesta afirmativa. Si no regreso de inmediato es porque disfruto de la soledad para poner mis pensamientos en orden. No tengo que adelantarme, no debo entrar en pánico. Un bebé tiene que ser algo bueno, hasta tendría una primita con quien jugar… ¿Entonces por qué creo que estoy empezando a sudar? — En cinco minutos… — anuncio a Phoebe al apoyarme en el marco del baño, echándole un vistazo a ver qué tan mal se ve. ¿Su cuerpo ha cambiado? ¿Ha demostrado señales que debería haber visto? — Si estás embarazada… — tanteo la posibilidad, no sé cómo consigo la voz para decirlo — ¿Te crees lista para dar ese paso? — porque el anterior fue una sorpresa que aceptamos, pero no sé qué tanto me arrepiento de no haberlo tenido. Suerte para mí, la llamada a la puerta sucede más rápido de lo que esperaba y puedo ir en busca de ese bendito test. Si necesita pensar en lo que tardo en volver, que lo haga.
Charles B. Sawyer
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Ni siquiera me doy cuenta de que paso a sentarme sobre el borde de la bañera, aunque es algo que agradezco cuando se decide por ir a buscar lo que le pido, así puedo meter una mano en el agua y usarla para mojar primero mi frente, después mi nuca en un intento de que sirva para despejar la nube de mi cabeza, incluso cuando está prácticamente ardiendo. Asiento con la cabeza cuando dice que tardarán cinco minutos, sin apartar la mano de mi cuello en lo que procuro dar un masaje para liberar la tensión que se me ha acumulado de repente. A su pregunta, esa que me cuesta responder por la afirmación previa, no tengo una verdadera respuesta. ¿Me creo preparada para ser madre, para que seamos padres? — No lo sé. — confieso, separando la mano de mi nuca solo para terminar depositándola sobre mis piernas, frunciendo los labios. — Se supone que esto es para lo que firmamos… ¿no? — para formar una familia, aunque por la forma en que lo digo parece más bien una obligación, sé de donde vienen los miedos. — Quiero decir, claro que quiero ser madre, es solo que… ¿qué pasa si vuelve a ocurrir lo de la última vez? ¿y si fue una señal de que mi cuerpo no está hecho para esto, de que no soy... "material de madre"? ¿qué haremos si vuelvo a perderlo? — porque eso no llevó solo a perder un hijo, sino a todo lo que pasó después, cómo nos separamos. Trago saliva, me está costando bastante tener que sostenerle la mirada, por suerte la puerta suena antes de que pueda ver que me paso el dorso de la mano rápidamente por debajo de los ojos.

Me levanto antes de que pueda llegar al marco de la puerta, es una buena cosa que me funcionen las piernas después de todo. Busco quitar la rigidez de mi compostura cuando le dedico una sonrisa que cambiaría por completo la expresión anterior, sino fuera porque es más bien una mueca nerviosa. — ¿Sabes qué? Lo haré y saldremos de dudas, ¿de acuerdo? Puede que tengas razón, que solo sea una bacteria. — digo, la mirada que le dedico no tiene nada de la aseguración de mis palabra. Porque él lo sabe tanto como yo, que no lo es, pero creo que es lo que necesito decir para armarme de valor y arrimar la puerta, abrir la caja que sostengo con dedos temblorosos. Tiro del papel de las instrucciones que viene por defecto, no tiene mucha ciencia pero aun así lo desdoblo como si fuera a leerlo en serio, creo que solo lo hago por estirar el tiempo. Y no sé por qué, si no hay mucho que alargar, solo lo inevitable. Si tardo más de la cuenta es porque no me decido a darle la vuelta una vez vuelvo a colocar el tapón, de modo que lo poso sobre el mármol del lavamanos y me cruzo de brazos. No soy de morderme las uñas, pero en esta ocasión lo veo imposible de evitar. Ni sé para qué espero, si sé que no voy a ser capaz a mirarlo.

¿Charlie? — abro un poco la puerta, encontrándome con los ojos azules de mi marido a escasos unos centímetros. — Necesito que lo hagas tú. — ¿estoy pidiéndole demasiado? Probablemente, solo espero que para cuando le tiendo el dispositivo, boca abajo y si ser capaz a ver el resultado, no vaya a rechazarlo. Soy consciente de la tensión que está empezando a acumularse en el ambiente, no sé cual de las dos respiraciones es más entrecortada, si la suya o la mía, pero creo que si esperamos más, voy a terminar por desmayarme. Y aun así… — Espera. — poso una de mis manos sobre las suyas antes de que le dé tiempo a hacer nada, extendiendo todavía más la espera. — Antes de que lo mires, si resulta que sí estoy embarazada… ¿querrías tenerlo, o solo lo harías por mí? — necesito una respuesta sincera cuando le sostengo la mirada, porque sé que la última vez no fue una noticia esperada, que le llevó a plantearse muchas cosas, y yo no quiero tener un bebé si él no quisiera hacerlo conmigo.
Phoebe M. Powell
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
No te apresures. No digas esas cosas… — se me oscurece el rostro, porque lo está haciendo de nuevo. ¿Cuál es la necesidad de ser fatalista con respecto a todo? ¿Por qué no puede ver las cosas con un poco más de optimismo? Si por alguna razón vamos a tener una familia, que alguna vez supongo que iba a suceder, podemos tomarlo con mayor seguridad y alegría de la que está destilando ahora mismo. No estamos buscando un hijo, es cierto, y en otro momento sería recibido con mayores dudas y temores. ¿Pero no estamos algo más estables? Sí, sospecho que el ministerio sea mi lugar en el mundo, pero puedo soportarlo si eso nos da la oportunidad de mantener una casa y una vida. Asiento, dándole mis ánimos, porque al menos está dispuesta a dar el primer paso. Lo que viene después, ya lo averiguaremos juntos.

Tengo que esperar, me siento en la cama con el pensamiento de que necesitaré de ese baño caliente en cuanto todo esto se acabe. Suena a una eternidad, pero son solo unos minutos; ni siquiera he terminado de hacerme la idea que ella ya me está llamando — ¿Yo? — creo que estoy perdiendo todo el color, no me siento lo suficientemente preparado como para hacer algo como esto. El silencio que gira a mi alrededor se siente de ultratumba, me obligo a ponerme de pie una vez más hasta llegar a ella y estiro la mano, esa que ella se atreve a tomar en lo que yo sostengo la prueba. Tengo que hacerlo con mayor fuerza frente a esa pregunta, medito una respuesta con la vista queda hasta que busco sus ojos — Nunca fui material de padre. Bueno, tampoco me consideraba material de esposo — ella me conoce mejor que nadie, ha visto los modos que he buscado para sobrevivir en un mundo complicado, donde todo el mundo me llamaría un ladrón y mis acciones ilegales serían más que desaprobadas por su hermano — Pero creo que nos merecemos una oportunidad. Si estamos pasando por esto una segunda vez… tal vez es lo que tiene que ser — porque nuestros caminos quizá tenían que toparse para culminar en este lugar.

Tirar de sus manos para poder ver la prueba es más difícil de lo que creí que sería. Nada se compara con lo que viene después. No puedo decir ni una palabra cuando se lo enseño, porque la idea no se forma en mis labios — Phee… — No sé cómo calmar los latidos que me golpean estrepitosamente en el pecho, no sé si la manera que tengo de sonreír es por nervios o por felicidad, o vaya a saber qué es lo que siento ahora mismo. No lo distingo, es explosivo, como un pandemónium de sentimientos. Siento que he echado un montón de pintura dentro de mí y la he desparramado para todos lados. Creo que le digo que la amo, no estoy seguro porque no me oigo, pero sí la abrazo con más fuerza de la que me creí capaz a pesar de buscar no herirla. Si esta será mi vida, voy a tomarla. Y defenderla con todo lo que poseo en mis manos para que mis malas experiencias no sean parte de ella.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Tal vez es lo que tiene que ser. Repito esas palabras en mi cabeza con un asentimiento de la misma, aunque es más un gesto vago que indica que por dentro estoy tratando de mentalizarme. ¿No nos hemos dado una segunda oportunidad también a nosotros mismos? Quizá esta solo sea la manera que tiene el destino de demostrarnos que no nos hemos equivocado en el pasado, sino que no lo hicimos en el orden correcto. ¿Acaso hay uno? No tengo respuesta para esa pregunta, pero me ayuda a comprender, o al menos es lo que quiero llevarme, que puede que esta vez sí funcione. Después de todo, nos hemos casado por una razón, no se puede decir que en esta ocasión nos hemos saltado piedras en el camino. Creo que es por eso por lo que aparto lentamente mi mano, dejo que sea él quién termine con lo que yo he empezado, que para eso se supone que somos un equipo, cuando yo no estoy segura de haber podido mirarlo por mi cuenta.

Sin pensarlo e inconscientemente he apartado la mirada, no sé muy bien a dónde porque lo cierto es que mi visión permanece nublada por cierto tiempo. De hecho, se siente como una vida entera lo que transcurre entre que él toma el paso y recibo una respuesta, una que no creo haber escuchado bien a pesar de tratarse tan solo de mi nombre. Ni siquiera llego a leer el resultado que sus brazos me envuelven en un abrazo que no sabía que necesitaba hasta ahora, porque si no llega a hacerlo lo más probable es que hubiera acabado en el suelo. Puedo escuchar su corazón latir al apoyar mi cabeza sobre su pecho, segura de que va a la misma velocidad que el mío, que solo puede significar una cosa. Me siento incapaz de decir nada, es como si alguien me hubiera arrebatado todo el vocabulario de la cabeza, tampoco creo que sea necesario que hablemos por los próximos minutos. Ahora sí es que puedo decir que estoy aterrorizada, pero entre ese temor creo que también hay un hueco para la felicidad que empieza a asomarse por la comisura de mis labios. No puede verlo, pero estoy por asegurar que las lágrimas también están formando parte del espectáculo.

No tengo palabras, pero atino a separarme muy suavemente de su torso, lo suficiente como para alcanzar a mirarle sin llegar a despegar mis brazos de su cuerpo. — Vamos a ser padres, Charlie. — creo, que todavía no lo he comprobado, quizá su reacción ha sido precisamente por la noticia contraria. Rodeo con mi manos sus dedos para atraerlos hacia adelante de forma que puedo verlo, las dos rayas que veo en el aparato me confirman lo que ya sé y trato, en ese momento, de en serio no desmayarme. ¿Solo yo veo esto como una completa locura? — No… no puedo creerlo. — tampoco creo que nada resuma lo que siento por dentro ahora mismo, pero creo que hago un buen intento, junto con la sensación de extraño bienestar que se asienta en mi pecho, también pánico a un nivel menor. Me llevo una mano a mi vientre, con ello también baja mi mirada, no sé si con la intención de sentir algo diferente o por instinto. Paso a mirarle de nuevo, su rostro parece haber recuperado parte del color que se esfumó hace unos minutos, aunque no estoy muy segura de hacia qué tonalidad se extiende. — ¿Qué haremos ahora? Esto es… me refiero, no hubiera esperado esto tan… — ¿qué diremos? ¿a quién avisamos? ¿y si quiere guardarlo por un tiempo? Son demasiadas preguntas, unas que no sé si estamos como para contestar en este momento. Cuando me encuentro con sus ojos, de todas formas, lo único que me sale hacer es acercar su rostro con mi mano para poder atrapar sus labios en un beso intenso, porque es ahí donde me siento más segura. No sé como será a partir de ahora, pero si hay algo de lo que me alegro es de poder compartirlo juntos.
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Que ella lo ponga en palabras lo hace más irreal, por extraño que suene. Creo que se me escapa la risa que estoy tratando de contener en lo que se encarga de revisar la prueba, a ver si la he cagado y en realidad estoy dando una falsa alarma. Pero parece que es real, pasaremos a ser tres en algunos meses y la vida que pensamos para nosotros como un matrimonio joven que disfruta de su tiempo va a modificarse un poco. ¿Y qué tiene eso de malo? Podemos hacerlo… creo. Fuera de los planes, pero no tiene que ser una perdición. Intento mantenerme calmo, no irme a los pensamientos extremistas que empiezan a sentirse como un tren a toda velocidad, apoyo la prueba sobre el lavabo así puedo mojarme la cara con agua fría. Un bebé… uno que podremos mantener, que se merecerá una vida decente incluso cuando no estoy seguro de que sea el momento idóneo para traer a alguien al mundo.

Para cuando vuelvo a voltearme hacia ella, estoy limpiando una gota fría de mi mentón — ¿Pronto? — adivino hacia dónde iba su línea de pensamiento — Si me lo preguntas, creo que debemos esperar a regresar antes de decírselo a alguien. Que sea nuestro secreto por unos días más… ya luego podremos hacer un circo de nuestra familia — ¿Qué dirán mis hermanos? ¿Pueden encontrar felicidad en que nuestra familia se agrande, esta vez sin copas depresivas de por medio? No he tenido la mejor de las infancias y dudo mucho el poder ser un buen padre, pero puedo hacer el intento. Agradezco que Phoebe tome este momento para interrumpirme con un beso, sirve para que mi cerebro deje de acelerar y me centro nomas en rodearla con los brazos, en buscar sus labios, en sentir que este es el mejor lugar en todo el planeta para estar. Aquí, donde puedo cuidar de ella y mantener al resto fuera de nuestra burbuja de felicidad.

Sonrío sobre su boca, esa en la cual dejo un beso perezoso antes de pellizcar la punta de su nariz con mis labios — No es lo que hubiera esperado o pedido, lo admito — murmuro, sé que ella va a comprenderlo — Pero creo que podemos hacerlo, bien en esta oportunidad. Tenemos los medios para iniciar la familia que los dos no pudimos tener y creo… creo que en fantástico. Podemos darnos esta chance y no espero otra cosa que tu felicidad, Phee. Y ser testigo de ella — porque tanta penuria tiene que terminar en algo bueno. Porque tantas vueltas, tienen que conducir a algún lado. Y si ese sitio es el ahora… pues estoy dispuesto a hacerlo valer.
Charles B. Sawyer
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Asiento con la cabeza, bajando un poco la barbilla en lo que se cuela una sonrisa por mis labios. Pronto es la palabra que estaba buscando, porque no sé como nos las hemos apañado para casarnos, para quedarme embarazada, tener un hogar, todo lo que no tuvimos en lo que parece una eternidad, que lo es si consideramos que se trata prácticamente de toda nuestra vida. Se me hace extraño el pensar cómo en un año hemos conseguido coleccionar todas las experiencias que deberían mantenerse en un orden constante en la línea de lo que es la vida. — No pensaba contarlo antes de llegar a casa. — coincido en que todavía tenemos tiempo que robar para nosotros, antes de que en serio se vuelva una noticia que compartir y se transforme en algo aún más real. — De hecho, estaba pensando… quizá deberíamos esperar, unos meses hasta que se haga más certero o… no lo sé. — ladeo un poco la cabeza, en busca de su mirada hasta que sus ojos se topan con los míos. — No estoy diciendo nada, solo estoy pensando en las probabilidades y en si es mejor no elevar las expectativas de nadie, en caso de… — no puede culparme por querer reservarlo hasta que sea más seguro, para continuar en la vida nos basamos en experiencias anteriores y, desgraciadamente, esta es la única versión que tengo. — ¿O qué piensas? — si desea contárselo a sus hermanos, creo que puedo hacer una excepción.

Su manía con besar la punta de mi nariz es algo que recojo con ternura, por eso solo sonrío, esa curva que se va acrecentando por lo que dice mientras recorro sus brazos en una caricia con mis manos. — ¿Feliz? Estoy deseando poder ver a un mini Chuck correteando por el jardín, haciendo castillitos de arena cerca de las olas… — es una risa entre dientes lo que se me escapa al poner en mi cabeza esas imágenes tan fantasiosas sobre un futuro que podría llegar a ser tan incierto. Es una buena cosa que tenga claro lo que quiero de mi vida a partir de ahora, de lo que deseo conservar y lo que es preferible dejar atrás, para que no estorbe con lo que tenemos, con lo que tendremos. Es divertida la sonrisa que se va asomando con lo que he dicho, paso a asentir primero con mis propias cejas, luego ya acompaño con la cabeza, hasta llego a rodar los ojos con cierta gracia. — Estoy muy convencida de que será un niño, ya lo verás, mi instinto nunca falla. — lo digo como si lo pintara de broma cuando no se aleja mucho de lo que pienso, y no es porque sea vidente, pero creo que las madres son capaces a sentir algo como esto. Me le quedo mirando unos segundos, antes de volver a envolverme entre sus brazos y pasar a apoyar la cabeza contra su cuerpo. Apenas es un murmullo lo que suelto a continuación, tan bajo que no creo que se oiga al apoyar mis labios sobre su pecho de forma veloz inmediatamente después. — Gracias. — por volver, por quedarse, por decidir estar conmigo cuando todo lo que pasa a nuestro alrededor es un indicador de lo contrario.
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