OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Conseguir las herramientas necesarias no fue tan complicado, el pobre sujeto al cual le robé no podía comprender cómo es que su maletín de trabajo desapareció de la nada y empezó a inculpar a todo el mundo en lo que yo me abrazaba a sus preciados objetos por debajo de la capa de invisibilidad, alejándome de allí. Después de muchos años de robos, aprendes a no sentir demasiada culpa en tu necesidad, ni siquiera cuando tu víctima es un pobre mecánico que se gana la vida arreglando chatarros a la gente del distrito. ¿Podría haberle pedido sus herramientas a Mimi? Sí, pero no tiene todo lo que necesitaba y arreglar una motocicleta no es lo mismo que reparar computadoras. ¿Y para qué quiero mi vehículo? Pues es obvio. Hay gente que aún no está entre nosotros y desde el aire es mucho más sencillo rastrear.
El verano ha transcurrido con tanta calma que no me es sencillo sentirme en paz. No hay oscuridad que delate que la amenaza del presidente hacia mi persona se llevará a cabo, aún así soy incapaz de hacer otra cosa que mirar el cielo despejado con desconfianza cuando me asomo por debajo de la moto — ¿Me pasas el medidor de aceite? — mi mano se estira en dirección a Alice, cuya compañía puede apreciarse más porque dudo que deba estar oliendo precisamente bien en este momento. Muevo un poco los dedos, esperando a que se mueva — Con un poco de suerte, podremos hacer que funcione como debería y evitaremos que haga ruidos que nos delaten en la noche. Con algún hechizo de camuflaje, debería bastar — tal vez estoy poniendo demasiada confianza en mis compañeros magos, pero creo que a estas alturas me lo merezco.
O tal vez solo me estoy engañando a mí mismo. La terraza del edificio es un lugar lo suficientemente silencioso como para que mis pensamientos afloren y pueda crearme historias que probablemente no funcionen en la vida real — ¿Crees que Seth siga vivo? — intento sonar incluso casual, después de tanto tiempo creo que puedo empezar a hacerlo de manera más convincente. Hay cierta resignación, a pesar del deseo de que, en efecto, discutir con él no haya sido nuestra última conversación.
El verano ha transcurrido con tanta calma que no me es sencillo sentirme en paz. No hay oscuridad que delate que la amenaza del presidente hacia mi persona se llevará a cabo, aún así soy incapaz de hacer otra cosa que mirar el cielo despejado con desconfianza cuando me asomo por debajo de la moto — ¿Me pasas el medidor de aceite? — mi mano se estira en dirección a Alice, cuya compañía puede apreciarse más porque dudo que deba estar oliendo precisamente bien en este momento. Muevo un poco los dedos, esperando a que se mueva — Con un poco de suerte, podremos hacer que funcione como debería y evitaremos que haga ruidos que nos delaten en la noche. Con algún hechizo de camuflaje, debería bastar — tal vez estoy poniendo demasiada confianza en mis compañeros magos, pero creo que a estas alturas me lo merezco.
O tal vez solo me estoy engañando a mí mismo. La terraza del edificio es un lugar lo suficientemente silencioso como para que mis pensamientos afloren y pueda crearme historias que probablemente no funcionen en la vida real — ¿Crees que Seth siga vivo? — intento sonar incluso casual, después de tanto tiempo creo que puedo empezar a hacerlo de manera más convincente. Hay cierta resignación, a pesar del deseo de que, en efecto, discutir con él no haya sido nuestra última conversación.
Está bien poder ayudar en algo que no requiera terminar manchada de sangre, para variar. En las últimas semanas me he estado dedicando a enseñarle a Syvonne todo lo que yo he aprendido en el transcurso de la vida, también de la experiencia, lo que me enseñaron otros antes de encontrarme en la posición de ser quién toma las decisiones. Es inevitable el no pensar en Allen de vez en cuando, y, a pesar de que su recuerdo ha pasado a ser casi muerto en los últimos años, tengo las suficientes memorias como para reconocer en mí misma algunos aspectos de su comportamiento. Esos que no me había dado cuenta de que había adquirido de forma casi inconsciente hasta que me ha tocado ser quién enseña. Diré que en parte lo agradezco, me hace sentir un poco más necesitada en un mundo donde poco a poco se están cayendo las piezas que nos mantienen firmes. Por entre todas las cosas que han pasado en este último tiempo, creo que es de las cosas más normales que he hecho en mucho tiempo.
Eso resume bastante bien por qué me decanto en ayudar a Ben, incluso cuando no tengo ni la menor idea de mecánica y lo único que puedo hacer para servir de ayuda es pasar herramientas de un lado para otro. Asumo que el medidor que me pide debe tener algo que... bueno, mida, así que le tiendo lo que me pide alargando el brazo hasta alcanzar sus dedos. — Te seré sincera, Ben, nunca creí que terminarías por arreglar este cacharro, pero tengo que admitirlo, nos ha salvado de más de una. — creo que solo eso ha sido una de las razones por las que he decidido ayudarle. Me muevo de forma que puedo apoyarme ligeramente sobre la parte dura del metal en la zona de adelante, con los brazos cruzados sobre mi pecho, lo suficientemente cerca como para alcanzar la caja que guarda las herramientas en caso de que necesite asistencia.
Desde esta posición, puedo observarle manejar la máquina desde arriba, le muevo un par de pelos que se le están metiendo en la cara con mis dedos, que ya de por sí está tiene media cara manchada de aceite. Su pregunta flota de la nada y me encuentro removiéndome un poco en el sitio, lo disimulo al volver a recoger mi brazo bajo el otro. — Es demasiado cabezón como para dejarse cazar por alguien tan fácilmente. — soy consciente de que es un comentario que busca subirle el ánimo más que otra cosa. Con un suspiro más largo, planeo una respuesta algo más elaborada. — No lo sé, ¿pero no crees que habríamos recibido noticias de ser así? El presidente no parece alguien al que no le guste regodearse de sus victorias. Si hubiera muerto, lo hubieran hecho público hace tiempo. No es lo mismo que con Ken, ocultar su identidad les servía de algo, ¿pero por qué hacerlo con el hijo de Jamie? — meneo mi cabeza como si con eso pudiera resumirlo, a sabiendas de que no barajo la opción de que lo haya hecho, y simplemente no lo han encontrado. Como no nos han encontrado a nosotros, hasta el momento. Agacho la cabeza para volver a mirarle, no espero que me devuelva la mirada pues está concentrado en la tarea, pero aun así me animo a hablar. — ¿Por eso has querido arreglarla? ¿Por si nos ayuda a encontrarlo? — sé que su primer motivo fue porque podría ayudarnos a todos, como también sé que su mejor amigo es una preocupación importante dentro de su cabeza.
Eso resume bastante bien por qué me decanto en ayudar a Ben, incluso cuando no tengo ni la menor idea de mecánica y lo único que puedo hacer para servir de ayuda es pasar herramientas de un lado para otro. Asumo que el medidor que me pide debe tener algo que... bueno, mida, así que le tiendo lo que me pide alargando el brazo hasta alcanzar sus dedos. — Te seré sincera, Ben, nunca creí que terminarías por arreglar este cacharro, pero tengo que admitirlo, nos ha salvado de más de una. — creo que solo eso ha sido una de las razones por las que he decidido ayudarle. Me muevo de forma que puedo apoyarme ligeramente sobre la parte dura del metal en la zona de adelante, con los brazos cruzados sobre mi pecho, lo suficientemente cerca como para alcanzar la caja que guarda las herramientas en caso de que necesite asistencia.
Desde esta posición, puedo observarle manejar la máquina desde arriba, le muevo un par de pelos que se le están metiendo en la cara con mis dedos, que ya de por sí está tiene media cara manchada de aceite. Su pregunta flota de la nada y me encuentro removiéndome un poco en el sitio, lo disimulo al volver a recoger mi brazo bajo el otro. — Es demasiado cabezón como para dejarse cazar por alguien tan fácilmente. — soy consciente de que es un comentario que busca subirle el ánimo más que otra cosa. Con un suspiro más largo, planeo una respuesta algo más elaborada. — No lo sé, ¿pero no crees que habríamos recibido noticias de ser así? El presidente no parece alguien al que no le guste regodearse de sus victorias. Si hubiera muerto, lo hubieran hecho público hace tiempo. No es lo mismo que con Ken, ocultar su identidad les servía de algo, ¿pero por qué hacerlo con el hijo de Jamie? — meneo mi cabeza como si con eso pudiera resumirlo, a sabiendas de que no barajo la opción de que lo haya hecho, y simplemente no lo han encontrado. Como no nos han encontrado a nosotros, hasta el momento. Agacho la cabeza para volver a mirarle, no espero que me devuelva la mirada pues está concentrado en la tarea, pero aun así me animo a hablar. — ¿Por eso has querido arreglarla? ¿Por si nos ayuda a encontrarlo? — sé que su primer motivo fue porque podría ayudarnos a todos, como también sé que su mejor amigo es una preocupación importante dentro de su cabeza.
La caricia que me aparta el cabello sucia de la mirada es algo que agradezco con una vaga sonrisa en su dirección, no tengo idea dónde he dejado cualquier material que pueda sostenerme el pelo y tampoco me voy a centrar en esos detalles ahora mismo. Alguna vez, quizá, le haré caso a los comentarios de Arleth y pasaré por una tijera que me deje un poco más “presentable”, aunque por fines más que nada prácticos. De momento, tengo temas más importantes en los cuales concentrarme que de un cambio de imagen — Supongo que tienes razón — desde que lo conozco, Seth no ha hecho otra cosa que meterse en problemas y, para variar, yo he sido su compañero en la mayoría de ellos, ni hablemos de también ser el causante. Me acomodo, apoyándome en uno de mis brazos para poder medir el aceite sin derramar ni una sola gota, cosa que a estas alturas ya no haría ninguna diferencia — Sospecho que lo habrían anunciado, sí. Lo que me preocupa es que no alguien más lo haya agarrado. ¿No crees que una pelea callejera por unos galeones no es igual de comprometedora que una pelea contra un grupo de aurores? — fuera de eso, el gobierno no siempre anuncia todo. Me tuvieron a mí y nadie lo sabe.
Saco el medidor, chequeando los números en lo que acabo por sentarme en el suelo — Puede sernos útil para cualquier movimiento de larga distancia pero sí, me gustaría tener un método para moverme rápido por mí mismo y, tal vez, sobrevolar las afueras — me explico, esquivando su mirada en lo que dejo el medidor a un lado y me recargo para ponerme de pie, frotando mis manos en mi camiseta. Ya es una mugre, así que algunas manchas de más no harán la diferencia — Seth no se transforma en un animal doméstico, así que de tener que sobrevivir de esa manera, no puede hacerlo dentro de NeoPanem como Kendrick. Y si se mantiene dentro de los límites… — está siendo un estúpido, mi mueca lo deja bien en claro. No debe existir una persona en todo NeoPanem que no conozca su rostro.
Paso el dorso de mi mano por debajo de mi nariz, la cual me produce una vaga picazón — Sé que no es una prioridad para muchos de ustedes, pero tengo la sensación de que esta es una lucha que nos pertenece a todos. Y Seth… él me seguiría buscando si las cosas fueran al revés — porque siempre nos hemos cuidado, desde el momento en el cual pudimos vernos como iguales a pesar de las diferencias. Presiono uno de los cambios, el motor gruñe en lo que trato de chequear que el aceite haya dejado de gotear — Ha pasado un año, Alice. Y siento que, de alguna manera, tengo que solucionar lo que yo mismo he causado. ¿Quieres probar si puede avanzar? — le invito a subirse, moviendo mis cejas con gracia en su dirección, tal y como si estuviese retándola a cometer una peligrosa travesura.
Saco el medidor, chequeando los números en lo que acabo por sentarme en el suelo — Puede sernos útil para cualquier movimiento de larga distancia pero sí, me gustaría tener un método para moverme rápido por mí mismo y, tal vez, sobrevolar las afueras — me explico, esquivando su mirada en lo que dejo el medidor a un lado y me recargo para ponerme de pie, frotando mis manos en mi camiseta. Ya es una mugre, así que algunas manchas de más no harán la diferencia — Seth no se transforma en un animal doméstico, así que de tener que sobrevivir de esa manera, no puede hacerlo dentro de NeoPanem como Kendrick. Y si se mantiene dentro de los límites… — está siendo un estúpido, mi mueca lo deja bien en claro. No debe existir una persona en todo NeoPanem que no conozca su rostro.
Paso el dorso de mi mano por debajo de mi nariz, la cual me produce una vaga picazón — Sé que no es una prioridad para muchos de ustedes, pero tengo la sensación de que esta es una lucha que nos pertenece a todos. Y Seth… él me seguiría buscando si las cosas fueran al revés — porque siempre nos hemos cuidado, desde el momento en el cual pudimos vernos como iguales a pesar de las diferencias. Presiono uno de los cambios, el motor gruñe en lo que trato de chequear que el aceite haya dejado de gotear — Ha pasado un año, Alice. Y siento que, de alguna manera, tengo que solucionar lo que yo mismo he causado. ¿Quieres probar si puede avanzar? — le invito a subirse, moviendo mis cejas con gracia en su dirección, tal y como si estuviese retándola a cometer una peligrosa travesura.
— Bueno, creo que de ser así, nos hubiéramos enterado igualmente. Quiero decir, si hay algo que vuelan más que las cabezas en este país, son los chismes del barrio bajo. — por como estoy hablando, es evidente que hay cierto humor negro escondido entre mis palabras. Creo que es la única manera que tenemos a estas alturas de tomarnos los recientes anuncios, como los nuevos juegos. Me doy cuenta después que quizás no es el mejor modo de llevar la conversación, teniendo en cuenta con quién estoy hablando y el historial que carga a las espaldas. A él más que a nadie es a quién menos gracia le debe estar haciendo toda esta situación. — Si alguien lo hubiera visto peleando en algún callejón del norte, lo sabríamos. — reafirmo, no sé si para hacerle sentir mejor y desechar sus dudas, o porque realmente lo creo. La primera definitivamente, pero podría ser un poco de ambas.
Asiento con la cabeza, porque tiene cierto sentido. Sería mucho más fácil el poder moverse y sobrevolar los edificios, antes que arriesgarse a salir fuera, donde las calles están aglomeradas de gente reconocible, especialmente en esta época del año. — Es una prioridad como otra cualquiera, Ben, se supone que nos cuidamos los unos a los otros, ¿no? Lo entiendo. — si hay algo que llevamos haciendo por mucho tiempo ya a estas alturas, es la de mantenernos juntos. No seré quién le diga que sus intentos de buscar a su mejor amigo no son lo que más nos concierte en este momento. — Sea lo que sea, lo resolveremos juntos, puedes contar conmigo. — después de todo, no hay muchas cosas a las que nos podemos aferrar estos días, donde cada paso que damos parece tornarse más incierto que el anterior. Lo único seguro que tenemos ahora mismo somos nosotros, si nos desprendiéramos de eso también, todo esto hubiera terminado hace ya bastante tiempo.
Me muevo un poco para permitirle comprobar el estado de la moto, aunque apenas cambia la expresión de mi rostro cuando dice lo siguiente. — ¿Un año solo? Se sienten como mil infiernos. — creo que hasta me sale una risa del fondo de mi garganta, que se transforma poco a poco en una mueca, no es algo sobre lo que bromear, no cuando él lo utiliza para darle un matiz distinto. La excusa de comprobar la funcionalidad de la moto me sirve para dejarlo morir ahí al menos por el tiempo que me lleva a asentir con la cabeza. La sonrisa que le dedico es de alguien que rebosa de confianza, muy poco como yo, la verdad, especialmente cuando se trata de un trasto que ha permanecido sin funcionar por bastante tiempo. Ni siquiera sé lo que estoy haciendo cuando me subo y coloco mis manos donde se supone que deben ir. Pensándolo mejor... — ¿Cómo decías que se usaba esto, otra vez? — como si me lo hubiera explicado antes, para variar. Giro la cabeza en su dirección y la expresión de mi rostro delata que estoy tratando de pedir ayudar sin pedirlo, la curvatura de mis labios afianza ese hecho.
Asiento con la cabeza, porque tiene cierto sentido. Sería mucho más fácil el poder moverse y sobrevolar los edificios, antes que arriesgarse a salir fuera, donde las calles están aglomeradas de gente reconocible, especialmente en esta época del año. — Es una prioridad como otra cualquiera, Ben, se supone que nos cuidamos los unos a los otros, ¿no? Lo entiendo. — si hay algo que llevamos haciendo por mucho tiempo ya a estas alturas, es la de mantenernos juntos. No seré quién le diga que sus intentos de buscar a su mejor amigo no son lo que más nos concierte en este momento. — Sea lo que sea, lo resolveremos juntos, puedes contar conmigo. — después de todo, no hay muchas cosas a las que nos podemos aferrar estos días, donde cada paso que damos parece tornarse más incierto que el anterior. Lo único seguro que tenemos ahora mismo somos nosotros, si nos desprendiéramos de eso también, todo esto hubiera terminado hace ya bastante tiempo.
Me muevo un poco para permitirle comprobar el estado de la moto, aunque apenas cambia la expresión de mi rostro cuando dice lo siguiente. — ¿Un año solo? Se sienten como mil infiernos. — creo que hasta me sale una risa del fondo de mi garganta, que se transforma poco a poco en una mueca, no es algo sobre lo que bromear, no cuando él lo utiliza para darle un matiz distinto. La excusa de comprobar la funcionalidad de la moto me sirve para dejarlo morir ahí al menos por el tiempo que me lleva a asentir con la cabeza. La sonrisa que le dedico es de alguien que rebosa de confianza, muy poco como yo, la verdad, especialmente cuando se trata de un trasto que ha permanecido sin funcionar por bastante tiempo. Ni siquiera sé lo que estoy haciendo cuando me subo y coloco mis manos donde se supone que deben ir. Pensándolo mejor... — ¿Cómo decías que se usaba esto, otra vez? — como si me lo hubiera explicado antes, para variar. Giro la cabeza en su dirección y la expresión de mi rostro delata que estoy tratando de pedir ayudar sin pedirlo, la curvatura de mis labios afianza ese hecho.
— Lo sé — contar con Alice es una de las cosas que tengo bien en claro, en una vida donde parece que tener algo seguro es sinónimo de ser iluso. No hemos tenido buenos tiempos y todos aquí contamos con un pasado cuestionable, lo que he ocasionado en su vida no es menos; sostenernos las manos ha sido nuestra mejor salida. Obvio, lo que dice de los mil infiernos solo incrementa esa sensación, no puedo hacer otra cosa que producir una vaga mueca — Lo sé, y lo comparto. Pero es bueno al menos saber que nos tenemos los unos a los otros — a pesar de las pérdidas, a pesar de todo el dolor que hemos atravesado. Hay un norte al cual estamos apuntando, espero obtener resultados alguna vez.
A pesar de lo amargo de nuestra conversación, me niego a dejarme llevar por el pesimismo y tomo todo esto con un entusiasmo que no siento en realidad. Al menos, su sonrisa me permite imitarla y sentirlo un poco más genuino — Primero que nada, debes mantener firme tu equilibrio. Puedes presionar el acelerador con mucho cuidado, así evitamos un despegue brusco que te deje fuera de la terraza — a pesar de que bromeo, apoyo una mano en su espalda para poder colocar la otra en el manubrio, sobre la suya, en un intento de chequear por mí cuenta el arranque. Sin permiso, presiono un poco el pedal y el caño de escape deja en evidencia que está en funcionamiento — Mantente ahí, no sueltes — me alejo un paso hacia atrás, tratando de chequear alguna gotera. Parece que nada va a caer y, con un poco de suerte, podré pelear contra el óxido. Palmeo mis manos en un solo aplauso, obviamente orgulloso de mí mismo — Puedes soltar. Con un poco de suerte no explotará cuando la usemos. ¿No te dije que los Franco éramos los mejores mecánicos en todo el distrito cuatro?
A pesar del pequeño momento de ego que se ha quedado perdido en el pasado, ladeo la cabeza solo para chequear que el aceite no piense en traicionarme — Si te atreves, podemos probarla — ni siquiera pienso en compadecerme de ella y su olfato cuando me acerco, paso una pierna y me monto detrás de ella. Tengo los brazos lo suficientemente largos como para alcanzar a conducir, asomando la cabeza por encima de la suya — Perderíamos la seguridad del edificio, pero una vuelta a una altura considerable no nos hará daño. Lástima que no hay muchas nubes — ¿Estoy siendo incoherente? Es muy probable. Pateo el pedal, haciendo que vuelva a gruñir — Si tienes unas últimas palabras, es ahora — no quiero recordarle que no montamos esta cosa desde que tuvimos que escapar del catorce, pero ese detalle es mejor no traerlo a colación.
A pesar de lo amargo de nuestra conversación, me niego a dejarme llevar por el pesimismo y tomo todo esto con un entusiasmo que no siento en realidad. Al menos, su sonrisa me permite imitarla y sentirlo un poco más genuino — Primero que nada, debes mantener firme tu equilibrio. Puedes presionar el acelerador con mucho cuidado, así evitamos un despegue brusco que te deje fuera de la terraza — a pesar de que bromeo, apoyo una mano en su espalda para poder colocar la otra en el manubrio, sobre la suya, en un intento de chequear por mí cuenta el arranque. Sin permiso, presiono un poco el pedal y el caño de escape deja en evidencia que está en funcionamiento — Mantente ahí, no sueltes — me alejo un paso hacia atrás, tratando de chequear alguna gotera. Parece que nada va a caer y, con un poco de suerte, podré pelear contra el óxido. Palmeo mis manos en un solo aplauso, obviamente orgulloso de mí mismo — Puedes soltar. Con un poco de suerte no explotará cuando la usemos. ¿No te dije que los Franco éramos los mejores mecánicos en todo el distrito cuatro?
A pesar del pequeño momento de ego que se ha quedado perdido en el pasado, ladeo la cabeza solo para chequear que el aceite no piense en traicionarme — Si te atreves, podemos probarla — ni siquiera pienso en compadecerme de ella y su olfato cuando me acerco, paso una pierna y me monto detrás de ella. Tengo los brazos lo suficientemente largos como para alcanzar a conducir, asomando la cabeza por encima de la suya — Perderíamos la seguridad del edificio, pero una vuelta a una altura considerable no nos hará daño. Lástima que no hay muchas nubes — ¿Estoy siendo incoherente? Es muy probable. Pateo el pedal, haciendo que vuelva a gruñir — Si tienes unas últimas palabras, es ahora — no quiero recordarle que no montamos esta cosa desde que tuvimos que escapar del catorce, pero ese detalle es mejor no traerlo a colación.
Hago un ruidito con mi boca de meditación, bajando la mirada hacia mis pies para asegurarme de que los estoy colocando en el sitio que se debe, así confirmo que tengo el equilibrio del que habla. Al menos el suficiente para no acabar en el suelo, digamos. ¿Despegue brusco fuera de la terraza? Oh, mierda, vivo entre magos y me he olvidado de que este cachivache era conocido por su capacidad para volar. — ¿Alguna vez te dije que tengo un miedo atroz a volar? — tiene que disculparme por no haber actuado como tal la última vez que montamos, pero en ese momento tenía la cabeza en cualquier otra parte y lo de no tener los pies en el suelo la verdad es que era lo de menos. Aun así, soy consciente de la risa nerviosa que se escapa por mis labios ante la confesión, esa que pretende darle algo de pena, porque no pienso ser la que maneje el trasto este a la que llama motocicleta voladora.
¿Soltar? No tenía pensado hacerlo, si casi estoy por saltar del vehículo yo misma, capaz me veo a tocar algo que en serio me envíe fuera de la terraza. ¿Y es que en qué momento acepté a hacer esto? Ah, sí, lo que dice me hace sentir mucho mejor. — Como unas... cuarenta veces, te encanta alardear sobre eso. — bromeo con cierta sorna en la voz, que si yo pudiera alardear sobre mi lugar de nacimiento, creo que también lo haría, así que no le culpo por querer hacerlo cada vez que tiene la oportunidad. — Y no es que no me fíe de tus capacidades como mecánico, de veras, es solo que esto no tiene como... ¿quince años lo menos? — bueno, venga, ahí creo que estoy exagerando.
Bien, no solo vamos a probarla, sino que lo vamos a hacer los dos juntos, multiplicando el peso y las probabilidades de caída por dos. No, por tres, que Ben es grande. — ¿No se supone que la lástima es que haya muchas nubes? — recalco, sintiendo su cuerpo montarse a mi espalda. — Quizá la próxima vez deberías asegurarte de colocar un cinturón de seguridad, solo por si acaso, ya sabes, en caso de que alguno salga volando y... — ¿qué? — Olvídalo, venga, arranca de una vez, antes de que me arrepienta. — que creo que eso es algo que ya estoy haciendo, pero lo internalizo bastante bien, es bueno que Ben esté detrás y no pueda ver como aprieto mis párpados con algo de fuerza. — Si morimos subidos en esto, Benedict Franco, me aseguraré de perseguirte en la ultratumba por haberme hecho fallecer de una manera tan penosa. — suenan como unas buenas últimas palabras en caso de serlo, aunque presiento que Magnar Aminoff se sentiría tremendamente decepcionado si en serio terminamos por morir de esta forma.
¿Soltar? No tenía pensado hacerlo, si casi estoy por saltar del vehículo yo misma, capaz me veo a tocar algo que en serio me envíe fuera de la terraza. ¿Y es que en qué momento acepté a hacer esto? Ah, sí, lo que dice me hace sentir mucho mejor. — Como unas... cuarenta veces, te encanta alardear sobre eso. — bromeo con cierta sorna en la voz, que si yo pudiera alardear sobre mi lugar de nacimiento, creo que también lo haría, así que no le culpo por querer hacerlo cada vez que tiene la oportunidad. — Y no es que no me fíe de tus capacidades como mecánico, de veras, es solo que esto no tiene como... ¿quince años lo menos? — bueno, venga, ahí creo que estoy exagerando.
Bien, no solo vamos a probarla, sino que lo vamos a hacer los dos juntos, multiplicando el peso y las probabilidades de caída por dos. No, por tres, que Ben es grande. — ¿No se supone que la lástima es que haya muchas nubes? — recalco, sintiendo su cuerpo montarse a mi espalda. — Quizá la próxima vez deberías asegurarte de colocar un cinturón de seguridad, solo por si acaso, ya sabes, en caso de que alguno salga volando y... — ¿qué? — Olvídalo, venga, arranca de una vez, antes de que me arrepienta. — que creo que eso es algo que ya estoy haciendo, pero lo internalizo bastante bien, es bueno que Ben esté detrás y no pueda ver como aprieto mis párpados con algo de fuerza. — Si morimos subidos en esto, Benedict Franco, me aseguraré de perseguirte en la ultratumba por haberme hecho fallecer de una manera tan penosa. — suenan como unas buenas últimas palabras en caso de serlo, aunque presiento que Magnar Aminoff se sentiría tremendamente decepcionado si en serio terminamos por morir de esta forma.
— No tengo mucho de lo que alardear, no me culpes — no pierdo el humor al mencionarlo, se me nota la sonrisa en el tono de mi voz. Sé que puedo ser pesado, pero necesito que comprenda que, además de mi poca autoestima con mis habilidades, también se trata de mi sueño frustrado de infancia. Si todo esto sale bien y la guerra alguna vez termina, sin acabar conmigo en el proceso, tengo bien en claro que retomaría mi idea inicial de dedicarme a la mecánica en algún sitio pequeño del distrito cuatro — Lo traje del Capitolio cuando escapamos con Seth, así que… las matemáticas se hacen solas — digamos que es tan vieja como Kendrick, si queremos poner una fecha.
No puedo evitarlo, me río vagamente — Si hubieran más nubes, sería mucho más sencillo perdernos entre ellas y así evitar ser vistos. Se trata de seguridad, no de estabilidad — si pude conducir entre el humo del fuego que se comió a todo el catorce, puedo hacerlo entre algunas nubes. Mis dedos se mueven, presionando en el sitio indicado para que la moto gruña, preparándose para salir disparada hacia arriba — No vamos a morir, Alice. Te lo prometo — ni siquiera sé por qué hago promesas, cuando nada aquí es demasiado seguro; me gusta pensarlo como un salto de fe, esa que obviamente ella no me tiene. El aceite no cae, así que no deberíamos explotar con tan solo intentarlo.
El caño de escape delata nuestro arranque. Es una velocidad moderada, sé que no puedo acelerar demasiado en un espacio reducido como la terraza y, aunque el viento nos sopla en la cara, esto significa que tengo que escupir algunos cabellos de Al que no hacen otra cosa que darme en toda la jeta. Me sacudo un poco, frenando repentinamente, lo que produce que la moto gire hasta quedar de perfil al borde de la terraza. Unos centímetros más y hubiéramos caído — Lo olvidaba — digo, con tanta naturalidad que no parece que casi nos lanzo al vacío — Hay un botón ahí adelante, si no lo presionas no volaremos. Te lo confío, Al — ni siquiera lo dudo demasiado ni pienso en darle tiempo, vuelvo a encender la moto y nos hago acelerar. Si ella no presiona en cuanto saltemos, estaremos fritos. Solo espero que no se le dé por gritar.
No puedo evitarlo, me río vagamente — Si hubieran más nubes, sería mucho más sencillo perdernos entre ellas y así evitar ser vistos. Se trata de seguridad, no de estabilidad — si pude conducir entre el humo del fuego que se comió a todo el catorce, puedo hacerlo entre algunas nubes. Mis dedos se mueven, presionando en el sitio indicado para que la moto gruña, preparándose para salir disparada hacia arriba — No vamos a morir, Alice. Te lo prometo — ni siquiera sé por qué hago promesas, cuando nada aquí es demasiado seguro; me gusta pensarlo como un salto de fe, esa que obviamente ella no me tiene. El aceite no cae, así que no deberíamos explotar con tan solo intentarlo.
El caño de escape delata nuestro arranque. Es una velocidad moderada, sé que no puedo acelerar demasiado en un espacio reducido como la terraza y, aunque el viento nos sopla en la cara, esto significa que tengo que escupir algunos cabellos de Al que no hacen otra cosa que darme en toda la jeta. Me sacudo un poco, frenando repentinamente, lo que produce que la moto gire hasta quedar de perfil al borde de la terraza. Unos centímetros más y hubiéramos caído — Lo olvidaba — digo, con tanta naturalidad que no parece que casi nos lanzo al vacío — Hay un botón ahí adelante, si no lo presionas no volaremos. Te lo confío, Al — ni siquiera lo dudo demasiado ni pienso en darle tiempo, vuelvo a encender la moto y nos hago acelerar. Si ella no presiona en cuanto saltemos, estaremos fritos. Solo espero que no se le dé por gritar.
Creo que nadie que haya pasado por lo que nosotros podría culparlo. En cierto modo, yo también me siento orgullosa de lo que he podido aprender de mis progenitores, al final, no deja de ser parte de quiénes somos y, en un mundo donde mostrarnos como somos está prácticamente prohibido, creo que lo hace todavía más especial. — Si lo que pretendías era hacerme sentir mejor con ese comentario, misión fallida. — es incapaz a ver la mueca en que se transforman mis labios, pero digamos que es bastante exagerada. La cuestión que le planteo después, se torna algo filosófica para mi gusto. — Es increíble que después de todo ese tiempo siga aquí, ¿no crees? — digamos que lleva sobreviviendo lo que nosotros desde adolescentes. No hay muchas personas que puedan decir lo mismo de sus familiares, incluyendo hijos. Se siente algo imparcial el comparar un ser inerte con nosotros, pero, al final de todo, se trata de lo mismo. Esperamos a que alguien nos arregle para seguir funcionando, cada día un poco más.
Asiento con la cabeza, más para mí que para él, auto convenciéndome de que no hemos sobrevivido hasta aquí, solo para que no tenga ni idea de como manejar esto. Si él dice que con nubes está bien, yo me lo creo. Se me escapa una risa jocosa, algo que parece más bien un bufido chistoso, ante lo siguiente. — No caerá esa breva, tranquilo. — bromeo con respecto a lo de morir, le echo un vistazo, girando la cabeza ligeramente en su dirección, solo para dejar claro que estoy bromeando. Aun así lo especifico. — Es una broma, estoy bien. — aclaro, no vaya a creer que me está dando por ser suicida. Esa etapa creo que ya la he superado, estoy en la siguiente de tomarme todo como viene y hacer de ello lo que puedo. No digo que lo mejor. — ¿Te das cuenta? Somos como cucarachas, cuando creen que hemos muerto, volvemos a aparecer, cada vez dando un poco más por saco, no necesariamente más fuertes. — especifico, encogiéndome de hombros a pesar de mantener la vista al frente. — Sé que lo nuestro no es tener expectativas de futuro, pero… ¿cómo lo ves? — no sé por qué me está dando por la charla filosófica, más cuando le pregunto por Kendrick, creo que tiene que ver con que si hablo, no me tengo que concentrar en que pronto estaremos sin la seguridad del suelo.
Aguanto las ganas que tengo de bajarme de aquí apretando con fuerza los párpados, que solo me dura como dos segundos cuando de repente acelera de pronto solo para terminar frenando justo al borde en lo que yo ahogo un chillido que creo que sí termina por salir, al menos de forma camuflada al no abrir la boca. — ¿Y era ahora cuando pensabas decirlo? — me quejo, al borde de los nervios, si consigo mantener la compostura es porque le doy un codazo en el estómago a modo de venganza, no lo suficientemente fuerte como para que pierda el control y sí terminemos estampados en el suelo. Esta vez no cierro los ojos, solo me aseguro de que cuando acelera y veo el otro extremo, muevo una de mis manos para presionar el botón del medio una vez. Pero a quién pretendo engañar, lo golpeo varias veces en un tic nervioso. Solo por si acaso.
Asiento con la cabeza, más para mí que para él, auto convenciéndome de que no hemos sobrevivido hasta aquí, solo para que no tenga ni idea de como manejar esto. Si él dice que con nubes está bien, yo me lo creo. Se me escapa una risa jocosa, algo que parece más bien un bufido chistoso, ante lo siguiente. — No caerá esa breva, tranquilo. — bromeo con respecto a lo de morir, le echo un vistazo, girando la cabeza ligeramente en su dirección, solo para dejar claro que estoy bromeando. Aun así lo especifico. — Es una broma, estoy bien. — aclaro, no vaya a creer que me está dando por ser suicida. Esa etapa creo que ya la he superado, estoy en la siguiente de tomarme todo como viene y hacer de ello lo que puedo. No digo que lo mejor. — ¿Te das cuenta? Somos como cucarachas, cuando creen que hemos muerto, volvemos a aparecer, cada vez dando un poco más por saco, no necesariamente más fuertes. — especifico, encogiéndome de hombros a pesar de mantener la vista al frente. — Sé que lo nuestro no es tener expectativas de futuro, pero… ¿cómo lo ves? — no sé por qué me está dando por la charla filosófica, más cuando le pregunto por Kendrick, creo que tiene que ver con que si hablo, no me tengo que concentrar en que pronto estaremos sin la seguridad del suelo.
Aguanto las ganas que tengo de bajarme de aquí apretando con fuerza los párpados, que solo me dura como dos segundos cuando de repente acelera de pronto solo para terminar frenando justo al borde en lo que yo ahogo un chillido que creo que sí termina por salir, al menos de forma camuflada al no abrir la boca. — ¿Y era ahora cuando pensabas decirlo? — me quejo, al borde de los nervios, si consigo mantener la compostura es porque le doy un codazo en el estómago a modo de venganza, no lo suficientemente fuerte como para que pierda el control y sí terminemos estampados en el suelo. Esta vez no cierro los ojos, solo me aseguro de que cuando acelera y veo el otro extremo, muevo una de mis manos para presionar el botón del medio una vez. Pero a quién pretendo engañar, lo golpeo varias veces en un tic nervioso. Solo por si acaso.
— ¿Es estúpido si digo que ser como cucarachas es lo que más fe me produce? — pregunto, sonriendo hasta con un dejo de timidez — Han pasado años y no pueden eliminarnos, ni a nosotros ni a nuestras ideas. Somos como una enfermedad permanente y me enorgullece saber que, les guste o no, se está desparramando — fue arriesgado, pero las revueltas que se produjeron tras la declaración de Kendrick me dijeron lo que esperaba oír: no estamos solos, hay cientos de personas allá afuera que están disconformes con el sistema, que salieron a dar la cara y muchas pagaron por ello — ¿Al futuro? Incierto. Pero no se puede matar a una idea — y eso es lo mejor que tenemos. Les guste o no, dos de las personas que pueden tener cierto peso en la política actual viven con nosotros. Kendrick Black y Hero Niniadis pueden ser la alianza que nadie esperaba.
Debo decirlo, me siento mal por reírme de su chillido, aunque tengo que reprimir mis carcajadas mordiéndome los labios en vista de que eso produce que me coma un golpe de su parte — Creí que ibas a deducirlo sola — digo con simpleza, tal vez un poco de malicia. ¿De madurar ni hablamos, no? No me detengo en sus reproches, vuelvo a acelerar y, en esta ocasión, mis ojos están fijos en el objetivo: el borde de la terraza, allí donde sólo una porción de cemento nos sacude cuando pasamos por encima de ella y me obligo a acelerar para sentir que el impulso nos mantiene a flote — ¡No le des varios golpes, lo apagarás! — por el chasquido del caño de escape, tengo que rogar que presione una vez más. Y entonces nos elevamos.
Estoy seguro que deben oírnos, espero que no vernos. La motocicleta sale disparada por encima de los edificios y va tomando altura, haciendo que nos volvamos un punto pequeño en la distancia en lo que busco mantener una altitud decente, sin riesgos para nuestras pobres y sensibles anatomías — ¿Ves que no tiene nada de malo? — pregunto con gracia cerca de su oído. El viento es un alivio frente al calor y la mugre, nos barre las facciones con un fresco que necesitaba incluso sin saberlo — Solo hace falta un poco de confianza, Al. Las cosas rotas siempre pueden arreglarse — sea una motocicleta, una relación, una vida. Solo debemos usar las herramientas correctas, confío en ello.
Debo decirlo, me siento mal por reírme de su chillido, aunque tengo que reprimir mis carcajadas mordiéndome los labios en vista de que eso produce que me coma un golpe de su parte — Creí que ibas a deducirlo sola — digo con simpleza, tal vez un poco de malicia. ¿De madurar ni hablamos, no? No me detengo en sus reproches, vuelvo a acelerar y, en esta ocasión, mis ojos están fijos en el objetivo: el borde de la terraza, allí donde sólo una porción de cemento nos sacude cuando pasamos por encima de ella y me obligo a acelerar para sentir que el impulso nos mantiene a flote — ¡No le des varios golpes, lo apagarás! — por el chasquido del caño de escape, tengo que rogar que presione una vez más. Y entonces nos elevamos.
Estoy seguro que deben oírnos, espero que no vernos. La motocicleta sale disparada por encima de los edificios y va tomando altura, haciendo que nos volvamos un punto pequeño en la distancia en lo que busco mantener una altitud decente, sin riesgos para nuestras pobres y sensibles anatomías — ¿Ves que no tiene nada de malo? — pregunto con gracia cerca de su oído. El viento es un alivio frente al calor y la mugre, nos barre las facciones con un fresco que necesitaba incluso sin saberlo — Solo hace falta un poco de confianza, Al. Las cosas rotas siempre pueden arreglarse — sea una motocicleta, una relación, una vida. Solo debemos usar las herramientas correctas, confío en ello.
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