OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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'62
Y por primera vez en años me encuentro sin un motivo en la vida.
Llevo más de tres días encerrado en el departamento del 12, comiendo una vez por día y sin intenciones de mantener mi bienestar. ¿Por qué razón me esforzaría si ya no tengo a dónde ir? Ya no puedo soñar con ese día en el que visitaré a mis hijos ni tampoco salir a robar para ahorrar un poco de dinero y así poder comprar un bonito regalo a Jen. Nada... Estoy perdido, completamente solo en un mundo sin sentido en dónde lo único que se puede hacer es esperar a que pasen los días para que finalmente la muerte nos lleve a un lugar mejor. Porque estoy seguro de que aún en yendo al infierno estaría mejor de lo que estoy ahora.
Miro el dinero que había ahorrado perfectamente ordenado en una montañita y estiro mi brazo para alcanzarlo pero no lo logro. Está cerca pero más allá del alcance de mi brazo, tal y como mi familia ahora mismo. Porque el Capitolio no está mucho más allá del distrito 2, pero hay un impedimento físico que no me deja ir allí, muros, seguridad y cámaras... Todos los enemigos de un fugitivo en el mismo lugar colaborando para la seguridad de la isla.
Luego de unos minutos dando vueltas a ésta idea termino levantándome y tomando el dinero para gastarlo en algo para mí. El mercado no está muy lejos así que en menos de una hora podría tener alguna de esas cosas que siempre quise pero nunca pude comprar por ahorrar el dinero. El problema es que ahora no lo quiero, pues es señal de que no tengo a nadie más que a mí.
Al final termino desviándome del camino y compro una botella de vodka en el bar más cercano. La destapo y el aroma se mete en mi nariz de inmediato. Ni siquiera soy fanático de éstas cosas, pero quizás es lo que necesito para olvidar lo ocurrido por al menos un par de horas. Doy el primer trago con una mueca y de inmediato comprendo que ha sido una mala compra. De todas formas vuelvo a beber.
Y por primera vez en años me encuentro sin un motivo en la vida.
Llevo más de tres días encerrado en el departamento del 12, comiendo una vez por día y sin intenciones de mantener mi bienestar. ¿Por qué razón me esforzaría si ya no tengo a dónde ir? Ya no puedo soñar con ese día en el que visitaré a mis hijos ni tampoco salir a robar para ahorrar un poco de dinero y así poder comprar un bonito regalo a Jen. Nada... Estoy perdido, completamente solo en un mundo sin sentido en dónde lo único que se puede hacer es esperar a que pasen los días para que finalmente la muerte nos lleve a un lugar mejor. Porque estoy seguro de que aún en yendo al infierno estaría mejor de lo que estoy ahora.
Miro el dinero que había ahorrado perfectamente ordenado en una montañita y estiro mi brazo para alcanzarlo pero no lo logro. Está cerca pero más allá del alcance de mi brazo, tal y como mi familia ahora mismo. Porque el Capitolio no está mucho más allá del distrito 2, pero hay un impedimento físico que no me deja ir allí, muros, seguridad y cámaras... Todos los enemigos de un fugitivo en el mismo lugar colaborando para la seguridad de la isla.
Luego de unos minutos dando vueltas a ésta idea termino levantándome y tomando el dinero para gastarlo en algo para mí. El mercado no está muy lejos así que en menos de una hora podría tener alguna de esas cosas que siempre quise pero nunca pude comprar por ahorrar el dinero. El problema es que ahora no lo quiero, pues es señal de que no tengo a nadie más que a mí.
Al final termino desviándome del camino y compro una botella de vodka en el bar más cercano. La destapo y el aroma se mete en mi nariz de inmediato. Ni siquiera soy fanático de éstas cosas, pero quizás es lo que necesito para olvidar lo ocurrido por al menos un par de horas. Doy el primer trago con una mueca y de inmediato comprendo que ha sido una mala compra. De todas formas vuelvo a beber.
Me despido de Constantine con un apretón de manos que sella nuestro acuerdo, abandona su butaca con el cuello levantado de su abrigo cubriéndole parcialmente la cara, los mugrosos bares como este deben ser un paseo obligado por uno de los muchos infiernos que conoce y donde abundan enemigos que impediría que cruce la puerta, entero como ha entrado. El calor en mi palma es una sensación que se pierde pronto por lo helado del presentimiento de que esto terminará mal, sube por mi garganta el sabor asqueroso de la mala bebida al pensar en mi madre y cierro los ojos con fuerza para no ver el rostro que quiere traer mi mente.
He decidido que si se cumple lo acordado con Constantine, ya no seré hija de Mohini. Por el esfuerzo que ha hecho de criarme no se merece que cargue con el peso social de ser la madre de una criminal, que me haga un lugar al lado de mi padre en su memoria, como si yo también hubiera muerto. Si esto es lo que soy, una más entre los descarriados que se recuestan sobre el mostrador para pedir un trago que sabe tan agrio como su suerte. Decido que es mi momento de marcharme cuando me deshago del hombre a mi lado que recarga parte de su peso en mi hombro y agradezco ser menuda para que se quede abrazando el aire.
Puede que sea la desgracia en todo el aura de otro hombre lo que me permite reconocerlo, un segundo antes de verle el rostro. Está zambulléndose en alcohol como un suicida adentrándose a un mar en calma, chasqueo mi lengua al ver su estado tan lamentable. —Amigo, pensaba aprovecharme y robarte algunos órganos para venderlos cuando cayeras en la inconsciencia, ¿pero quedará alguno que sirva para cuando acabes la botella?— pregunto, poniendo a prueba su humor me apropio de la botella para inspeccionar el color de su contenido. —¿Qué se supone que es esto?— la etiqueta da pena de lo poco legible que es. —Hasta donde sabía el vodka era transparente, no amarillento como pis de rata.
He decidido que si se cumple lo acordado con Constantine, ya no seré hija de Mohini. Por el esfuerzo que ha hecho de criarme no se merece que cargue con el peso social de ser la madre de una criminal, que me haga un lugar al lado de mi padre en su memoria, como si yo también hubiera muerto. Si esto es lo que soy, una más entre los descarriados que se recuestan sobre el mostrador para pedir un trago que sabe tan agrio como su suerte. Decido que es mi momento de marcharme cuando me deshago del hombre a mi lado que recarga parte de su peso en mi hombro y agradezco ser menuda para que se quede abrazando el aire.
Puede que sea la desgracia en todo el aura de otro hombre lo que me permite reconocerlo, un segundo antes de verle el rostro. Está zambulléndose en alcohol como un suicida adentrándose a un mar en calma, chasqueo mi lengua al ver su estado tan lamentable. —Amigo, pensaba aprovecharme y robarte algunos órganos para venderlos cuando cayeras en la inconsciencia, ¿pero quedará alguno que sirva para cuando acabes la botella?— pregunto, poniendo a prueba su humor me apropio de la botella para inspeccionar el color de su contenido. —¿Qué se supone que es esto?— la etiqueta da pena de lo poco legible que es. —Hasta donde sabía el vodka era transparente, no amarillento como pis de rata.
La chillona voz de la niña molesta del norte, porque así he decidido llamarla, interrumpe mis penas para irritarme ni bien abre la boca. Pongo los ojos en blanco e intento alejarme de ella, pero dos tragos de lo que sea que es esto son suficientes para volver dar vuelta mi propiocepción. No sé si es pis de rata, pero definitivamente es algo más fuerte que el vodka - No es sabio de tu parte acercarte a un hombre ebrio en el norte - vamos, que no debería estar ebrio con tan poca cantidad. Quizás es una mezcla mágica en la que llevaron el porcentaje de alcohol más allá del 100% si eso es posible.
¡Lara! Ese era su nombre... ¿Cuánto ha pasado desde la última vez que nos vimos? No los sé, así como tampoco recuerdo el nombre con el que me presenté ese día. Hoy me siento como un Moritz Romberg pero no puedo meter la pata lanzando un nombre distinto, así que será mejor esperar a ver si ella se refiere a mí de alguna forma en particular.
- Con suerte será pis de rata y caeré aquí muerto sin demasiado dolor - respondo con una sonrisa que intenta ser más feliz de lo que se me es posible - ¿Por qué sigues aquí? Creí que con tu ingenio habrías conseguido algo en tu vida, pero sigues siendo la misma perdedora que antes - pienso en voz alta estirando el brazo hacia una pared para poder sostenerme - ¿Sigues metiéndote en problemas, Lara?
¡Lara! Ese era su nombre... ¿Cuánto ha pasado desde la última vez que nos vimos? No los sé, así como tampoco recuerdo el nombre con el que me presenté ese día. Hoy me siento como un Moritz Romberg pero no puedo meter la pata lanzando un nombre distinto, así que será mejor esperar a ver si ella se refiere a mí de alguna forma en particular.
- Con suerte será pis de rata y caeré aquí muerto sin demasiado dolor - respondo con una sonrisa que intenta ser más feliz de lo que se me es posible - ¿Por qué sigues aquí? Creí que con tu ingenio habrías conseguido algo en tu vida, pero sigues siendo la misma perdedora que antes - pienso en voz alta estirando el brazo hacia una pared para poder sostenerme - ¿Sigues metiéndote en problemas, Lara?
—Conozco algunos movimientos de aikido como para noquear a cualquier borracho— le resto importancia a su consejo de mantenerme a distancia, de hecho no debería acercarme a nadie en el norte si no quiero estar tanteando con lo peligroso, sin embargo acabo de estrechar hace nada la mano de un hombre que debe estar más sucia que toda la mugre posible de acumular en un callejón. Un borracho es un problema menor con todos los que podría tener cuando vuelva a casa hoy o mañana. Estoy alargando el momento de volver, entreteniéndome con un hombre a punto de sufrir una intoxicación severa y que tal vez deba sostener de la cabeza mientras echa su hígado fuera en un contenedor de basura, claro que nada me obliga a prestarle mi ayuda, solo lo miserable que se ve.
—¿A qué se debe esta actitud tan derrotista?— llamaré «derrotista» a su claro deseo de morirse aquí mismo. —¿Perdiste tu último par de medias en alguna apuesta?— pregunto, de entrometida que soy, colocando mi codo sobre la barra para asumir una postura cómoda, mis oídos listos para escuchar sus lamentos si es que quiere arrojarlos sobre su bebida. —Tengo asuntos por estos distritos. Ya te lo había dicho, Alexandre— uso un nombre distinto a propósito, para conocer su reacción, su pulla me la paso por… el codo. —Y no soy yo quien está bebiendo esta mierda de rata, así que guárdate lo de perdedora para colocarte el saco si a ti te calza mejor— contesto, a pesar de lo brusca que soy con cada comentario, no haga amago de abandonarlo para que se revuelque en sus miserias y alcohol barato. —¿En qué problemas te has metido tú para acabar en este estado, amigo?— le devuelvo la pregunta con mi curiosidad expuesta. —Sé bastante sobre lidiar con problemas, lo hago desde que aprendí a caminar, así que podría darte algún consejo de supervivencia— claro.
—¿A qué se debe esta actitud tan derrotista?— llamaré «derrotista» a su claro deseo de morirse aquí mismo. —¿Perdiste tu último par de medias en alguna apuesta?— pregunto, de entrometida que soy, colocando mi codo sobre la barra para asumir una postura cómoda, mis oídos listos para escuchar sus lamentos si es que quiere arrojarlos sobre su bebida. —Tengo asuntos por estos distritos. Ya te lo había dicho, Alexandre— uso un nombre distinto a propósito, para conocer su reacción, su pulla me la paso por… el codo. —Y no soy yo quien está bebiendo esta mierda de rata, así que guárdate lo de perdedora para colocarte el saco si a ti te calza mejor— contesto, a pesar de lo brusca que soy con cada comentario, no haga amago de abandonarlo para que se revuelque en sus miserias y alcohol barato. —¿En qué problemas te has metido tú para acabar en este estado, amigo?— le devuelvo la pregunta con mi curiosidad expuesta. —Sé bastante sobre lidiar con problemas, lo hago desde que aprendí a caminar, así que podría darte algún consejo de supervivencia— claro.
Por supuesto que sabe Aikido... Seguramente también debe saber manejar un camión monstruo y usar un lanza granadas, aunque ni una de esas habilidades funciona aquí en donde no hay recursos para usar a favor pero todos parecen tenerlos para usarlos en nuestra contra. Me he cruzado con varias varitas a lo largo de los años y no comprendo cómo es que se dejan vivir aquí siendo que tienen magia con la que cubrirse. De ser sangre sucia al menos habría conseguido la forma, pero ni siquiera eso.
- Probablemente es el peor día de mi vida, por eso - respondo con honestidad aunque sin dejar que el sentimiento corra por mi voz, para eso es el alcohol, para no llorar cada dos minutos cuando caigo en la cuenta de mi realidad. Me ayudo con la pared para llegar a la última butaca de la barra y así tomo asiento pues no creo poder mantenerme de pie mucho más. El pis de rata está atacando mi cuerpo más que mi cabeza - Ningún asunto es eterno y ya pasaron años - respondo con el ceño fruncido porque me llama la atención el nombre ¿De verdad le dije que me llamo Alexandre? ¿Dumas? ¿Cabanel? ¿Desplat? Quizás fue un día de melancolía en el que leí Los tres mosqueteros con Jen.
- Primero que nada, no soy tu amigo - respondo pues ni gracia me hace que me diga perdedor sin saber lo que me ha pasado. Aunque... ¿Cómo va a saberlo si no se lo digo? ¿Y cómo voy a decírselo si eso pondría en peligro a mis hijos? - No aceptaré consejos de alguien que está lidiando con sus primeras menstruaciones - agrego con una ceja en alto - Pero puedo introducirte en el tema... ¿Conoces a tus padres? ¿A ambos?
- Probablemente es el peor día de mi vida, por eso - respondo con honestidad aunque sin dejar que el sentimiento corra por mi voz, para eso es el alcohol, para no llorar cada dos minutos cuando caigo en la cuenta de mi realidad. Me ayudo con la pared para llegar a la última butaca de la barra y así tomo asiento pues no creo poder mantenerme de pie mucho más. El pis de rata está atacando mi cuerpo más que mi cabeza - Ningún asunto es eterno y ya pasaron años - respondo con el ceño fruncido porque me llama la atención el nombre ¿De verdad le dije que me llamo Alexandre? ¿Dumas? ¿Cabanel? ¿Desplat? Quizás fue un día de melancolía en el que leí Los tres mosqueteros con Jen.
- Primero que nada, no soy tu amigo - respondo pues ni gracia me hace que me diga perdedor sin saber lo que me ha pasado. Aunque... ¿Cómo va a saberlo si no se lo digo? ¿Y cómo voy a decírselo si eso pondría en peligro a mis hijos? - No aceptaré consejos de alguien que está lidiando con sus primeras menstruaciones - agrego con una ceja en alto - Pero puedo introducirte en el tema... ¿Conoces a tus padres? ¿A ambos?
—Es pronto para decir que es el peor día de tu vida, salvo que vayas a morir mañana— apunto, que bien pensado es una posibilidad porque el líquido que se está echando a la garganta puede que tenga más veneno que alcohol. —¿Qué puede ser tan malo?— insisto, esa es una frase que los borrachos arrojan a la ligera sobre la barra, lo sé porque con mi mejor amigo hemos tenido nuestros momentos y ha tenido que sostenerme de la cabeza cuando me ponía a gritar que era el peor ser humano del mundo antes de vomitar, mi madre ha tenido que aguantarme con mi vena dramática. Espero que me cuente una buena historia, sino tendré que darle clases además de consejos.
—De acuerdo, no eres mi amigo— alzo mis palmas, retirando esa palabra si tanto le ofende. —Aunque en estos momento parece que necesitas de uno que te sostenga de la camisa para que no te tires del puente— comento, quizá un poco brusca cuando mi interés sincero es poder prestarle una oreja para sus desahogos si lo necesita. Se me da bien, me agradan las pláticas con borrachos, son muy graciosas. —No te metas con la menstruación de una mujer para calificarla— le respondo cortante, me arrimo a la barra sobre la que se recarga para no caerse a la barra. —O te daré una prueba gratis del dolor que pasamos mes a mes golpeándote en las pelotas— advierto, antes que nada, respeto.
Clavo mi codo y me pongo cómoda para escuchar el relato, jugueteo con un platillo que está cerca en el que queden algunos maníes sueltos, me da miedo probarlos. — Sí, los conozco a ambos— asiento con mi cabeza, separo mis labios para hablarle de ellos y me callo, no tengo por qué compartir nada, no creo que le interese oír de todos modos, sumido como está en su propia pena. —¿Y entonces?
—De acuerdo, no eres mi amigo— alzo mis palmas, retirando esa palabra si tanto le ofende. —Aunque en estos momento parece que necesitas de uno que te sostenga de la camisa para que no te tires del puente— comento, quizá un poco brusca cuando mi interés sincero es poder prestarle una oreja para sus desahogos si lo necesita. Se me da bien, me agradan las pláticas con borrachos, son muy graciosas. —No te metas con la menstruación de una mujer para calificarla— le respondo cortante, me arrimo a la barra sobre la que se recarga para no caerse a la barra. —O te daré una prueba gratis del dolor que pasamos mes a mes golpeándote en las pelotas— advierto, antes que nada, respeto.
Clavo mi codo y me pongo cómoda para escuchar el relato, jugueteo con un platillo que está cerca en el que queden algunos maníes sueltos, me da miedo probarlos. — Sí, los conozco a ambos— asiento con mi cabeza, separo mis labios para hablarle de ellos y me callo, no tengo por qué compartir nada, no creo que le interese oír de todos modos, sumido como está en su propia pena. —¿Y entonces?
Quizás no voy a morir mañana, pero sé que ni mañana ni en diez años más voy a tener ganas de levantarme pues aquello por lo que lo hacía ya no es una opción. Es el peor día de mi vida porque después de hoy andaré como un muerto caminante, solo guiándome por los instintos primitivos del ser humano, haciendo lo posible para comer, dormir y poder repetir lo mismo al día siguiente. Eso no es vida - Morir mañana suena bien, al menos así la bruja no tendría que mentir y podrían recordarme de buena manera - susurro con los puños presionados, tanto que la botella se rompe en mi mano generando un corte, mierda. Eso me pasa por comprar en envases de baja calidad.
Sé que no debería, se supone que odio a Lara pero me saca una sonrisa con su contestación respecto al período - No sería una pelea justa, estoy con los sentidos disminuidos... Y tú sabes aikido - remarco con el dedo sangrante arriba. Que más da, quizás se infecta y me muero de sepsis. Sé muy bien que Sigrid no va a mandarme antibióticos de su estúpida farmacia para salvarme la vida.
Aclaro mi garganta pues ha llegado el momento de contar la historia, intentaré dar la menor cantidad de detalles posibles por si por alguna casualidad termina uniendo cables y encontrando a mi familia. No creo que vaya a hacerlo, pero las precauciones nunca son demasiadas - ¿Qué creerías si uno de ellos desaparece de un día para el otro? ¿Sin tener la oportunidad de dar explicaciones y solo tuvieses que creer la mentira que elija creer el restante? - pregunto sintiendo mi lengua algo lenta - La madre de mis hijos se mudó al Capitolio y ya no puedo verlos... No sé qué va a decirles sobre mí - finalizo con la mirada clavada en el suelo - De verdad lo intenté todos éstos años, me puse en peligro mil veces y lo habría seguido haciendo hasta el día de mi muerte si no me lo pusiera tan difícil ahora. No puedo entrar allí, es demasiado peligroso para todos.
Sé que no debería, se supone que odio a Lara pero me saca una sonrisa con su contestación respecto al período - No sería una pelea justa, estoy con los sentidos disminuidos... Y tú sabes aikido - remarco con el dedo sangrante arriba. Que más da, quizás se infecta y me muero de sepsis. Sé muy bien que Sigrid no va a mandarme antibióticos de su estúpida farmacia para salvarme la vida.
Aclaro mi garganta pues ha llegado el momento de contar la historia, intentaré dar la menor cantidad de detalles posibles por si por alguna casualidad termina uniendo cables y encontrando a mi familia. No creo que vaya a hacerlo, pero las precauciones nunca son demasiadas - ¿Qué creerías si uno de ellos desaparece de un día para el otro? ¿Sin tener la oportunidad de dar explicaciones y solo tuvieses que creer la mentira que elija creer el restante? - pregunto sintiendo mi lengua algo lenta - La madre de mis hijos se mudó al Capitolio y ya no puedo verlos... No sé qué va a decirles sobre mí - finalizo con la mirada clavada en el suelo - De verdad lo intenté todos éstos años, me puse en peligro mil veces y lo habría seguido haciendo hasta el día de mi muerte si no me lo pusiera tan difícil ahora. No puedo entrar allí, es demasiado peligroso para todos.
Ah, bien, esto se pone interesante. Hay una bruja mentirosa en toda esta cuestión que obliga al hombre a ahogarse en alcohol apestoso, ¿tendría que sorprenderte esto? Claramente no, no sería el primer hombre emborrachándose por una mujer. Me da tanta pena que siento el impulso de darle palmaditas en la espalda, en vez de la patada en los huevos como lo amenazo. Si bien creo que un buen golpe en su sensibilidad le puede recordar que hay cosas peores que un corazón roto, y tardo en asociar su historia con lo que pregunta sobre mis padres, hasta que lo hago. —¡QUE ZORRA!
¡Se ha llevado a sus hijos! No sé por qué asumo que se los llevo de aquí, que se ha largado porque el tipo es un ratero, tampoco es que suena muy guapo, si mira, tiene las mejillas muy marcadas a falta de comida decente y encima el pelo se le ve sucio. ¡Pero eso no excusa que se lleve a los hijos! —Hombre, tienes derecho a poder hablarle a tus hijos y si ha decidido largarse, darte la oportunidad de despedirte adecuadamente. ¡Que tus hijos preguntarán por ti! Y nadie merece que le mientan sobre sus padres, ¿sabes los dramas que luego eso trae en la adolescencia cuando te preguntas quién carajos eres?
He sido adolescente hasta hace no mucho, he tenido mis conflictos existenciales y también por seguirle la pista mi padre es que acabe vinculándome con alguien tan turbio como Constantine. ¡Joder que estas cosas te comen la cabeza! —¿Y si les escribes una carta? ¿Quieres que te consiga papel? Por lo menos tiene que dejar que le des una carta a tus hijos. Mierda, hombre, ¿por qué ella decidió hacerlo? ¿Es porque eres ratero, pobre y feo? Me sigue pareciendo una putada de su parte— le doy mi opinión honesta en solidaridad a él. Tanteo mi ropa hasta dar con la varita escondida disimuladamente en el bolsillo interno de mi chaqueta. —No tengo papel y solo llamaré la atención si uso magia, ¿por qué no me usas de vociferador? Dime que te gustaría decirles, tengo buena memoria, puedo guardarlo y luego compartirlo con tus hijos. También escupirle a la zorra lo que quieras decirle— me ofrezco, que esta noche acaba desmayado o columpiándose sobre la baranda de un puente.
¡Se ha llevado a sus hijos! No sé por qué asumo que se los llevo de aquí, que se ha largado porque el tipo es un ratero, tampoco es que suena muy guapo, si mira, tiene las mejillas muy marcadas a falta de comida decente y encima el pelo se le ve sucio. ¡Pero eso no excusa que se lleve a los hijos! —Hombre, tienes derecho a poder hablarle a tus hijos y si ha decidido largarse, darte la oportunidad de despedirte adecuadamente. ¡Que tus hijos preguntarán por ti! Y nadie merece que le mientan sobre sus padres, ¿sabes los dramas que luego eso trae en la adolescencia cuando te preguntas quién carajos eres?
He sido adolescente hasta hace no mucho, he tenido mis conflictos existenciales y también por seguirle la pista mi padre es que acabe vinculándome con alguien tan turbio como Constantine. ¡Joder que estas cosas te comen la cabeza! —¿Y si les escribes una carta? ¿Quieres que te consiga papel? Por lo menos tiene que dejar que le des una carta a tus hijos. Mierda, hombre, ¿por qué ella decidió hacerlo? ¿Es porque eres ratero, pobre y feo? Me sigue pareciendo una putada de su parte— le doy mi opinión honesta en solidaridad a él. Tanteo mi ropa hasta dar con la varita escondida disimuladamente en el bolsillo interno de mi chaqueta. —No tengo papel y solo llamaré la atención si uso magia, ¿por qué no me usas de vociferador? Dime que te gustaría decirles, tengo buena memoria, puedo guardarlo y luego compartirlo con tus hijos. También escupirle a la zorra lo que quieras decirle— me ofrezco, que esta noche acaba desmayado o columpiándose sobre la baranda de un puente.
Zorra se le queda corto. La odio a ella y a toda su familia, de verdad, si algún día me cruzo con un Helmuth le voy a dar una buena tunda no me interesa si es un anciano o un niño de 5 años... Porque familias como esa representan todo lo que está mal, ellos son los que respaldan al gobierno para que nos aíslen, aún en contra de su propio sentido común porque vamos... Sigrid no había seguido en contacto conmigo luego de enterarse de que no soy mago si de verdad creyese las estupideces de los Niniadis sobre la pureza de sangre ¡Mucho menos habría tenido otro hijo conmigo! - Ya tengo demasiado en que pensar, no necesito agregar las futuras crisis existenciales de mis hijos, muchas gracias - largo de mal humor. Necesito soluciones, no volver sobre el problema.
Suspiro cuando propone lo de la carta porque es algo que ya he pensado y sería una buena forma de cagar a Sigrid con lo que quiera hacer. El problema es que Jenna es aún muy pequeña para entenderlo. En el hipotético caso de dejar que Lara se acerque a ella, estaría enfrentándose a una muchachita que no tiene ni idea de lo que ha ocurrido y que hará más caso a su madre que a una joven desconocida. Y ni hablar de Brian que aún ni siquiera sabe como informar que se ha hecho popó encima - ¿Cómo que feo? - salgo de mis pensamientos algo ofendido. Quizás no un vociferador, pero tengo una idea.
Saco de mi bolsillo interno el libro de turno que llevo. Es un ejemplar sobre la historia de Asia que pude rescatar pero eso no es lo que me interesa, sino las páginas que están en la parte trasera reservadas para las notas del lector - No puedo confiar en tí para que busques a mis hijos - comienzo por lo evidente - No puedo hacerlo ahora porque te he visto dos veces en mi vida, pero de todas formas ellos son muy pequeños para que comprendan aún.
Mientras tanto pido un bolígrafo al tipo de la barra y comienzo a escribir, sin dar nombres, pero dejando salir todo lo que siento - Tampoco puedo quedarme con ésta carta hasta que confíe en tí porque quizás muera mañana y el mensaje jamás será entregado, así que te la daré - al menos si está allá afuera, tengo la esperanza de que en uno o en un millón de años podría llegar a manos de Jen y Brian - Quizás algún día llegues a conocerme lo suficiente para descubrir por tí misma el destinatario o yo mismo confiaré para darte los nombres - lo que pase primero - Pero hasta entonces... Solo la carta - finalizo firmando como "El payaso".
Suspiro cuando propone lo de la carta porque es algo que ya he pensado y sería una buena forma de cagar a Sigrid con lo que quiera hacer. El problema es que Jenna es aún muy pequeña para entenderlo. En el hipotético caso de dejar que Lara se acerque a ella, estaría enfrentándose a una muchachita que no tiene ni idea de lo que ha ocurrido y que hará más caso a su madre que a una joven desconocida. Y ni hablar de Brian que aún ni siquiera sabe como informar que se ha hecho popó encima - ¿Cómo que feo? - salgo de mis pensamientos algo ofendido. Quizás no un vociferador, pero tengo una idea.
Saco de mi bolsillo interno el libro de turno que llevo. Es un ejemplar sobre la historia de Asia que pude rescatar pero eso no es lo que me interesa, sino las páginas que están en la parte trasera reservadas para las notas del lector - No puedo confiar en tí para que busques a mis hijos - comienzo por lo evidente - No puedo hacerlo ahora porque te he visto dos veces en mi vida, pero de todas formas ellos son muy pequeños para que comprendan aún.
Mientras tanto pido un bolígrafo al tipo de la barra y comienzo a escribir, sin dar nombres, pero dejando salir todo lo que siento - Tampoco puedo quedarme con ésta carta hasta que confíe en tí porque quizás muera mañana y el mensaje jamás será entregado, así que te la daré - al menos si está allá afuera, tengo la esperanza de que en uno o en un millón de años podría llegar a manos de Jen y Brian - Quizás algún día llegues a conocerme lo suficiente para descubrir por tí misma el destinatario o yo mismo confiaré para darte los nombres - lo que pase primero - Pero hasta entonces... Solo la carta - finalizo firmando como "El payaso".
—¿Por qué te ofendes?— soy yo la que me indigno al percibir su tonito molesto, —¡si estoy de tu lado!—. Esto es lo que pasa cuando tratas de ser amable con un hombre en desgracia, chasqueo mi lengua en reprobación a su trato hacía mí. Tonto ingrato. ¡Si hasta me ofrezco a ir a la casa de la mismísima perra a desahogarme en su nombre! ¿Qué no se puede dar el valor que se merecen mis buenos actos? No, claro, porque siempre la cago. Nadie me reconoce nada. Me expulsan de olimpiadas de matemática, me junto con traficantes, también le digo a un desconocido que iré a increpar a su esposa abandonadora. ¡Uff! Si hago mérito para que me traten así.
Casi que espero que del libro saque un cuchillo o algo así, porque ¿quién demonios anda cargando con un libro por todos lados? Lo miro como si fuera un diricawl. — ¿Te agradan los chinos o qué?— es mi broma estúpida cuando leo en la tapa que tiene algo que ver con el contenido asiático. Relleno el silencio entre nosotros mientras escribe vaya a saberse qué en las páginas finales, a su manera ha conseguido papel. —A mí solía gustarme un niño chino, o japonés, no sé bien, ya lo olvidé, ya lo superé… se llamaba Tadashi y cuando teníamos trece años…— mi relato se ve interrumpido por todas las indicaciones que caen sobre mí, esto se ha puesto de pronto muy serio. Lo dejo ver por la manera en que enderezo mi espalda hasta ponerla recta y coloco las manos sobre mis rodillas, callada a lo que pueda pedirme. —¿El payaso? ¿Por qué te haces esto? Fírmalo de una manera más linda, no sé, Tarzan o Cyrano…— sugiero con un suspiro.
Pongo mis manos por delante para que pueda hacer la entrega formal de la carta-libro de la que me hago responsable. Lara, ¿por qué haces esto? Ni siquiera estoy segura de que yo siga viva en los meses que se vienen, Constantine me advirtió sobre los riesgos de vincularme con su negocio. Sigo cargándome de problemas, ahora también con los de un vagabundo que vi dos veces, como si ya no tuviera suficiente. —Bien, de acuerdo. Lo tengo. Guardaré tu mensaje hasta… ¿cuándo? ¿Cuándo lleguen a la mayoría de la edad? ¿Cuándo aprendan a leer?— pregunto.
Casi que espero que del libro saque un cuchillo o algo así, porque ¿quién demonios anda cargando con un libro por todos lados? Lo miro como si fuera un diricawl. — ¿Te agradan los chinos o qué?— es mi broma estúpida cuando leo en la tapa que tiene algo que ver con el contenido asiático. Relleno el silencio entre nosotros mientras escribe vaya a saberse qué en las páginas finales, a su manera ha conseguido papel. —A mí solía gustarme un niño chino, o japonés, no sé bien, ya lo olvidé, ya lo superé… se llamaba Tadashi y cuando teníamos trece años…— mi relato se ve interrumpido por todas las indicaciones que caen sobre mí, esto se ha puesto de pronto muy serio. Lo dejo ver por la manera en que enderezo mi espalda hasta ponerla recta y coloco las manos sobre mis rodillas, callada a lo que pueda pedirme. —¿El payaso? ¿Por qué te haces esto? Fírmalo de una manera más linda, no sé, Tarzan o Cyrano…— sugiero con un suspiro.
Pongo mis manos por delante para que pueda hacer la entrega formal de la carta-libro de la que me hago responsable. Lara, ¿por qué haces esto? Ni siquiera estoy segura de que yo siga viva en los meses que se vienen, Constantine me advirtió sobre los riesgos de vincularme con su negocio. Sigo cargándome de problemas, ahora también con los de un vagabundo que vi dos veces, como si ya no tuviera suficiente. —Bien, de acuerdo. Lo tengo. Guardaré tu mensaje hasta… ¿cuándo? ¿Cuándo lleguen a la mayoría de la edad? ¿Cuándo aprendan a leer?— pregunto.
¿Cómo no me voy a ofender si me dice que mi esposa me dejó por feo? ¿Acaso se piensa que solo las mujeres tienen derecho a que sus amigas les suban el ánimo? No tengo amigos que hagan eso, tampoco amigas, solo tengo a Lara, la increíblemente honesta mocosa que solo remarca mis defectos - Pues yo creo que te pareces un poco a mí, así que si yo soy feo, tú también - respondo sintiendo de repente que vuelvo a tener cinco años. Incluso se me escapa una sonrisa que intento ocultar a toda costa.
Llevo la mano sana a mi rostro cuando deshonra de esa manera una cultura milenaria que fue respetada por muchísimo tiempo ¿Cómo que chinos? Asia estaba compuesta por mucho más que China, aunque sí es mi historia favorita - Eso pasa cuando quitan la verdadera historia de la currícula escolar para reemplazarla con las mentiras que quieren vender ahora - me quejo despeinando un poco mi cabello para no largar una sarta de barbaridades al respecto. Mala idea tocarme la cabeza de esa forma porque me mareo casi de inmediato, demonios, debo quedarme muy muy quieto.
Escucho su pequeña historia de amor fallida sin prestar mucha atención pues estoy concentrado en manchar de sangre la hoja y que mi ADN quede registrado en algún sitio. De todas formas no sería más que un John Doe pues Dressler Moon jamás existió para este gobierno, soy un fantasma solo presente en la memoria de aquellos que me conocieron cuando era uno de ellos.
- El salvaje y el feo, ja ja - respondo entrecerrando los ojos - Mi hija mayor comprenderá que soy yo firmando de ésta forma, es algo nuestro - explico de mala gana. Ya estoy dando más información de la que debería. De verdad no sé si algún día llegaré a confiar en Lara, si soy lo suficientemente inteligente no debería hacerlo nunca, pero así como el destino nos ha cruzado hoy quizás nos cruce en el futuro... Y es la única persona que conozco con acceso al Capitolio - Cuando sea el momento, lo sabremos - digo mirando al suelo - Y si te enteras de mi muerte, búscalos.
Llevo la mano sana a mi rostro cuando deshonra de esa manera una cultura milenaria que fue respetada por muchísimo tiempo ¿Cómo que chinos? Asia estaba compuesta por mucho más que China, aunque sí es mi historia favorita - Eso pasa cuando quitan la verdadera historia de la currícula escolar para reemplazarla con las mentiras que quieren vender ahora - me quejo despeinando un poco mi cabello para no largar una sarta de barbaridades al respecto. Mala idea tocarme la cabeza de esa forma porque me mareo casi de inmediato, demonios, debo quedarme muy muy quieto.
Escucho su pequeña historia de amor fallida sin prestar mucha atención pues estoy concentrado en manchar de sangre la hoja y que mi ADN quede registrado en algún sitio. De todas formas no sería más que un John Doe pues Dressler Moon jamás existió para este gobierno, soy un fantasma solo presente en la memoria de aquellos que me conocieron cuando era uno de ellos.
- El salvaje y el feo, ja ja - respondo entrecerrando los ojos - Mi hija mayor comprenderá que soy yo firmando de ésta forma, es algo nuestro - explico de mala gana. Ya estoy dando más información de la que debería. De verdad no sé si algún día llegaré a confiar en Lara, si soy lo suficientemente inteligente no debería hacerlo nunca, pero así como el destino nos ha cruzado hoy quizás nos cruce en el futuro... Y es la única persona que conozco con acceso al Capitolio - Cuando sea el momento, lo sabremos - digo mirando al suelo - Y si te enteras de mi muerte, búscalos.
—No nos…— me callo al darme cuenta que tiene razón, podría contratarlo para que se haga pasar por mi primo y así nadie en el norte me molesta, claro que con mis movimientos de aikido, ¿quién podría meterse conmigo? Puedo prescindir de sus servicios, simplemente chasqueo la lengua descartando su comentario. Diría mi madre que en otra cosa que podríamos parecernos sería en esto de darnos de sabiondos, la vez pasada también noté que tiene esta manía de poner por encima de lo otras personas creen saber. No, no lo diría mi madre. Lo diría Riley, con quien no creo que se llevaran bien, cosa de la que no tengo que preocuparme porque no hay manera de que se crucen.
El hecho de que asuma la misión extraordinaria de ser custodia de sus palabras finales para sus hijos, no me hace parte de su vida, ni él de la mía. Esta es una charla que muere en este bar, si llega a alguien será a esos niños que algún día serán lo suficientemente grandes como para entender la verdad de su padre. Si lo hago es en gran parte, porque la pérdida del mío no es algo que haya superado, lo lloro todavía. Eso me hace inevitablemente una entrometida en dramas familiares, no puedo soportar que algo los separe. Mis maneras dejan que desear, pero mis intenciones son altruistas. —Lo de Tarzan sí iba por lo salvaje, lo de Cyrano lo dije porque permanecía escondido detrás de las cartas que escribía. Era casi un halago, ¿sabes? Casi— bufo, no se lo merece.
»Payaso te queda bien, dejémoslo así— si es lo que quiere. Me apropio de lo que ha escrito para que no se arrepienta, sé que voy a leerlo apenas salga de su vista y apuesto a que no entenderé nada. —Demonios, lo haces sonar todo tan dramático— me quejo, el muerto se asusta del degollado. —Hecho, me encargaré de dárselo a tus hijos. Puedes contar con que así sea, Payaso— le aseguro y me bajo de la banqueta para huir. Rozo mi sien con los dedos y le hago un saludo militar. —Puedes envenenarte tranquilo con tu pis de rata, tu carta está a salvo conmigo— me despido así puedo ir a leerla.
El hecho de que asuma la misión extraordinaria de ser custodia de sus palabras finales para sus hijos, no me hace parte de su vida, ni él de la mía. Esta es una charla que muere en este bar, si llega a alguien será a esos niños que algún día serán lo suficientemente grandes como para entender la verdad de su padre. Si lo hago es en gran parte, porque la pérdida del mío no es algo que haya superado, lo lloro todavía. Eso me hace inevitablemente una entrometida en dramas familiares, no puedo soportar que algo los separe. Mis maneras dejan que desear, pero mis intenciones son altruistas. —Lo de Tarzan sí iba por lo salvaje, lo de Cyrano lo dije porque permanecía escondido detrás de las cartas que escribía. Era casi un halago, ¿sabes? Casi— bufo, no se lo merece.
»Payaso te queda bien, dejémoslo así— si es lo que quiere. Me apropio de lo que ha escrito para que no se arrepienta, sé que voy a leerlo apenas salga de su vista y apuesto a que no entenderé nada. —Demonios, lo haces sonar todo tan dramático— me quejo, el muerto se asusta del degollado. —Hecho, me encargaré de dárselo a tus hijos. Puedes contar con que así sea, Payaso— le aseguro y me bajo de la banqueta para huir. Rozo mi sien con los dedos y le hago un saludo militar. —Puedes envenenarte tranquilo con tu pis de rata, tu carta está a salvo conmigo— me despido así puedo ir a leerla.
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