The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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23 de Junio

Un nuevo mes, una nueva guardia castigo, una nueva desgracia que apuntar en mi diario. De verdad a veces creo que tengo una especie de reflector apuntándome que hace que las cosas malas me ocurran sin previo aviso, aunque en realidad no me ocurre nada serio... Es simplemente que estoy en el sitio equivocado en el momento equivocado y ¿POR QUÉ SIEMPRE YO? Quiero decir... Hay un montón de personas que no tienen nada que ver con la guerra que se está montando ¿Por qué no pueden ir con ellos los delincuentes? Ya demasiado tuve con el niño Duane que aparentemente es Black ¿Y ahora? El descarado de Dressler viene a robarme y tiene la desfachatez de decirme "¿Qué hay, Mer?" antes de desvalijar mi carpa y llevarse todos los medicamentos. Sigrid hizo bien, es un completo idiota.

No puedo ir de nuevo con Hans porque pensará que es una especie de chiste así que creo que lo mejor será hablar directamente con mi proveedora de medicamentos para aclararle las cosas, no le costará comprender. Así que una vez en el Capitolio me abro paso hasta su hogar y ni siquiera espero una invitación para recorrer todos los rincones para asegurarme de que los niños no están en casa. Todo libre así que puedo hablar libremente - ¡Tu esposo me robó! ¿Puedes creerlo? ¡Llegó a mi carpa y se llevo todos los medicamentos! Es más, creo que ví una sonrisita en su rostro cuando vio que eran los tuyos ¡Está fuera de control, Sig! - me quejo para finalmente dejarme caer en el sofá en donde apoyo mi cabeza dramáticamente sobre el respaldo.

Conozco a estos dos desde hace años. Aún era una adolescente cuando empezaron a andar pero supe hacer las cuentas para caer en la cuenta de que Jenna no es producto del espíritu santo. La verdad es que no sé que problema hay ahí, tampoco quiero saberlo y me prometí a mi misma no dar ningún dato a nadie al respecto... Sigrid es mi amiga, así que cuenta con toda mi lealtad... Y Dressler... Pues ya le daré una buena patada en los huevos cuando lo vuelva a ver - ¿Eso es lo que hace ahora? ¿Robar a sanadores de buena voluntad que solo quieren ayudar a las personas del norte?
Anonymous
Sigrid M. Helmuth
La melena rubia de mi amiga es lo primero que veo al abrir la puerta de mi hogar, más no tengo mucho tiempo a saludar cuando se hace paso por el pasillo refunfuñando algo que no llego a comprender porque parece demasiado ocupada en comprobar que no hay nadie más en la casa. Mis hijos se encuentran fuera, vaya a saber haciendo qué, espero que algo legal. Con los tiempos que corren bien podría tener más idea de lo que están haciendo, pero creo que precisamente por eso necesitan de un tiempo donde su madre no esté encima de ellos constantemente. Lo más probable es que Jenna haya llevado a su hermano a tomar un helado, con el sol ya calentando en pleno verano, lo único que puedo pedir es que regresen para antes de la cena. — ¿Mi esposo qué? — es lo que llego a captar de todo lo que va escupiendo, que al principio paso a reírme por su actitud hasta que esas palabras llegan a mi cerebro y la observo dejarse caer en mi sofá.

¿Quieres café? ¿Una copa, quizás? — ofrezco en su habladuría, que llevamos tiempo de conocernos como para saber que la charla es más amena cuando hay bebida de por medio. Además, presiento que las quejas sobre Dressler van a alargarse en la tarde. — La verdad es que robarte y pasar a sonreír después es un comportamiento muy de mi marido. — reconozco con un movimiento divertido de cejas, a pesar de que por su rostro, lo gracioso solo parezco verlo yo. — ¿Cuándo no ha estado fuera de control? ¿A mí me lo vas a decir? — me quejo, que el tiempo haya pasado no creo que haya funcionado como escarmiento para ese hombre, menos cuando las cosas parecen estar cambiando poco a poco entre los ciudadanos. — ¿Lo viste entonces? ¿Estaba bien? — pregunto disimuladamente, dejándome caer a su lado con los brazos cruzados sobre mi pecho.

Si te sirve de consuelo… robar es lo que lleva haciendo toda la vida. — que coincida que justo pase a ser la carpa donde ella tiene montado su equipo, eso solo es fruto de a mala suerte, o del rencor. Probablemente ambas. — ¿Crees que ha formado parte de los disturbios? — pregunto con duda, no tanto con ella cuando sé a ciencia cierta que es cien por cien capaz de hacer algo así. Ahora más que nunca el pueblo necesita apoyo de los menos afortunados y, por mucho que me pese, él se encuentra entre uno de ellos. Probablemente también por mi culpa. — Probablemente te robó porque aun me guarda rencor y eres lo más cercano a mí que pudo encontrar. ¿No dijiste que te sonrió? ¡Será idiota! — termino por reconocer minutos después, suspirando tan dramáticamente como ella en lo que yo también me dejo hundir entre los cojines.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
Invitado
El nivel de estrés que me dejó ese hombre se nota cuando no puedo responder a una pregunta tan sencilla como qué quiero beber. La verdad es que ya estoy bastante agitada como para meter cafeína a mi cuerpo así que creo que lo mejor será optar por un depresor - Una copa de vino está bien - respondo al final y alzo las manos a modo de agradecimiento - Quizás luego use tus reservas para hacer algunos tragos, necesito distraerme - y no hay nada como ésos hobbies que no aportan nada a tu vida pero sirven para despejar la mente.

- Siendo justas con él... Si de verdad estuviese fuera de control, ya estaría en la base de seguridad - me pongo pensativa y hago un lugar para que se siente junto a mí. El sofá es grande pero cada una debe tener su espacio. O quizás es solo una idea que tengo yo que necesito mantener mi espacio personal intacto - Estaba bien, sí... Al menos físicamente - mentalmente es otro trema. Nadie viviendo tanto tiempo fuera de la ley tiene todos los patos en fila - De hecho se comportó como si nada hubiese pasado, solo me saludó como solía hacerlo, hizo un par de bromas y hablaba de la vida como si fuera una charla de té y no un robo a mano armada - en realidad no fue a mano armada pero es lo que debo decir para no tener problemas. Ya llegará el día en que finalmente haga frente a los que me atacan.

Su pregunta hace que respire profundo y haga una mueca conteniendo el aire. No tengo idea si estuvo en los levantamientos pero dada la sonrisa que tenía mientras charlaba conmigo... Podría las manos en el fuego porque sí. Lo cual me da miedo pues si el tipo que está vivo por saber mantenerse oculto está actuando, quiere decir que lo que se viene no es ningún chiste - ¿Rencor después de...? ¿Hace cuánto que no lo ves? - pregunto con una ceja en alto. La verdad es que no sé cómo lo hace, agradezco no haber hecho amistades poco afortunadas cuando no sabíamos quién era mago y quién no - Creo que debería dejar de hacer las guardias en el norte ¿Tú qué crees? Sé que hice un juramento pero no vale arriesgar mi vida. Muerta no podré ayudar a nadie.
Anonymous
Sigrid M. Helmuth
Sus deseos son órdenes como amiga, lo que me lleva a mover la mano en el aire para que por arte de magia se abra la vitrina donde guardo las botellas de alcohol, junto con dos copas que aparecen volando hasta donde están nuestras cabezas. Cuando tengo la misma botella entre mis dedos, sirvo un poco del contenido en su copa para después pasar a rellenar la mía. — ¿Hablas de pociones alucinógenas? Porque creo que de esas tuvimos suficiente en nuestros días jóvenes, amiga mía. — que soy madre, tengo que demostrar un poquito de seriedad delante de mis hijos o sino, nunca me tomarán en serio. Como si lo hicieran ahora… — Aunque si vas a necesitar de reservas para tus próximas visitas al norte, quizás podrías hacerme un favor la siguiente vez que vayas… — por el tono bromista de mi voz, es evidente que estoy hablando de compincharme con ella para devolvérsela a Dressler. Quizá de ese modo se rebaje un poco del odio ese que guarda por mí.

Eso o que tenemos un servicio de seguridad que cada vez se vuelve un poco más inepto. — no que me queje, ¡todo lo contrario! Que yo me estoy cubriendo a mí misma con mi negocio y tampoco podría desearle el mal al padre de mis hijos, como él tanto se ha empeñado en que es así. — ¿No te parece? ¿Y el presidente cree poder controlar lo que se viene con una arena nueva? — suelto un bufido, algo que se asemeja bastante a una risa irónica por como se toman las cosas en este país los políticos. — Solo hará que la gente se enfurezca todavía más, está sosteniendo el país con las yemas de los dedos y los ministros solo hacen más que añadir mantequilla inconscientemente para que resbale. — me mofo, hablo como si la situación no fuera conmigo, cuando no podría estar más equivocada. Mi problema es que uso el humor como forma de auto defensa y eso, en algún momento, me va a jugar una mala pasada. Ya veré yo como lo manejo cuando llegue.

Tomo de mi copa cuando me he liberado de hablar a mis anchas, le doy un sorbo largo y mantengo el líquido en mi boca mientras me planteo como responder a su pregunta. — Mmmm… diría que un par de años, pero las dos sabemos que hace bastante más que eso. — alzo las cejas con humor y una sonrisa divertida se escapa de mis labios, a pesar de que el suspiro que lanzo después no va mucho con la imagen. — Digamos que estoy segura de que por ahora ya le habrá crecido la barba como debe ser. — ahí va, otra forma de bromear con el asunto como si mi vida dependiera de ello. La verdad es que perfectamente podría, que de otra cosa no voy a vivir como me hunda en el rencor como lo hizo él. — Hoy en día hay pocos que no arriesguen la vida, si poco más y no vamos a poder poner un pie fuera de casa, ¿puedes creerlo? — este país es de chiste, pero que no estamos hablando de política, Sigrid, relájate. — En fin, si no te sientes cómoda haciendo guardias en el norte, no veo por qué alguien iría contra eso. No es como si cualquiera estos días se lanzara a trabajar allí con toda la que les está cayendo. — me encojo de hombros, resumiendo en eso mi respuesta y doy otro trago. — El problema en este país es que más que vivos, nos quieren muertos y sin ayudar. — las cosas sean dichas. Si fuera por Magnar Aminoff, creo que se quedaría con cuatro gatos contados y al resto los mandaría a la hoguera.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
Invitado
Se me escapa una carcajada cuando mal interpreta mis palabras pues me faltan unos cuántos cursos extra para aprender cómo hacer ésa clase de bebidas con lo que sea que pueda ofrecerme mi amiga - ¡Hablaba de unos cócteles! - me defiendo con las manos en alto - Con reservas quería decir limones, vodka y demás frutas... Aunque ahora que lo mencionas, quizá sería divertido agregar un antidepresivo o algún anestésico solo para ver que pasa - digo con la broma encogiéndome de hombros. Ni de chiste, conociéndome probablemente descubra un millón de efectos adversos por la mezcla.

Doy un primer trago la copa de vino pero tengo que vaciar la copa por el rumbo que toma la conversación. Desde pequeña me enseñaron a no tener una opinión al respecto, a quedarme callada y solo aprender a hacer los mejores tratos posibles con el gobierno de turno. Pero a medida que fui creciendo cada vez me costó más y más mantenerme muda al respecto así que asiento con lo que dice y miro el suelo buscando las palabras más neutrales posibles para dar mi opinión oculta - Demás está decir que cuando comiencen a arrancarse los ojos entre ellos, estás invitada al refugio de mi familia en el uno - invito con una mueca - Empiezo a entender la paranoia de papá por la seguridad- no se puede confiar en que los gobiernos nos mantendrán a salvo.

Sonrío pues la verdad es que sí tiene una buena barba, una bastante atractiva que le suma varios puntos pero... No es que lo haya mirado de esa forma... No... ¡Es un hombre guapo! ¡No es mi culpa! En fin - Tienen un barbero en el norte o se las ha apañado muy bien solo, sí - respondo sin importancia concentrándome de nuevo en el vino que rellena mi copa. Bendita sea la magia que mantiene nuestras copas llenas - El problema es que está lleno de gente mala de ambos lados - me animo a decir luego - Por un lado tenemos a los rebeldes que lo único que saben hacer es destruír, robar, asesinar y explotar cosas - que ese trauma no me lo quita nadie - Y por otro lado el gobierno que manda a la gente a una arena como si fuera el siglo XV y pretende que estemos bien viviendo en una burbuja - porque eso es lo que han hecho los dementores y los lobos con nuestro hogar, convertirlo en una prisión de la que ellos son carceleros - ¿Tu hermano que dice de todo ésto? ¿No puede tendernos una mano a los que trabajamos en salud?
Anonymous
Sigrid M. Helmuth
Me hago la santa poniendo cara de no haber dicho nada semejante o que aluda a las drogas, alzando las palmas como medianamente puedo con la mano que sujeta la copa. — ¡Ay, querida! ¡Yo que iba a saber que de repente te volviste una gurú de la vida saludable! — exclamo, moviendo los brazos en gesticulación a mis palabras, pero con la sonrisa traviesa escapándose por mis labios. Que ella sabe bien de lo que hablo, cuando éramos más jóvenes, ingenuas y, por qué no decirlo, también un poco idiotas que veían de la vida nada más que un camino de experiencias. Quién nos diría que la misma nos llevarían por rutas más desagradables que las de fumar porros o mezclar todo tipo de alcohol. No obstante, me animo a alzar un dedo en su dirección, advirtiéndole. — Si te ocupas tú de mis hijos, puedo sacar algo de las reservas. — es una broma porque jamás probaría a agregar antidepresivos en la bebidas, además que no quiero terminar en manos de amiga tendida en una camilla por sobredosis. Mi cuerpo ya no está hecho del mismo pasto que hace veinte años.

Su ofrecimiento es algo que aprecio pese a no tomarlo. Que bueno, quien me dice que no lo estaré haciendo cuando pasen unos meses y el mundo haya terminado por irse de cabeza al fin. — ¿Y quién no le entiende? Aunque si a mí me lo preguntas, la seguridad estos días está muy sobrevalorada, estos discursos que se escuchan por allí y por allá, magos o rebeldes, asegurando la protección de los ciudadanos y bla ala bla. — se me atraviesa la lengua en lo que hago mi aportación, rodando los ojos tan exageradamente que por un momento creo que se me van a terminar por dar la vuelta del todo. — Estamos en guerra, por favor, allá fuera no hay nadie que esté seguro. Ni el más mismísimo presidente sentadito en su despacho tiene el futuro asegurado. Es momento de decir sálvese quien pueda, y agarra a los que más quieres, Mer, porque pronto van a llegar las turbulencias. — en cuanto pongan al primer traidor en la arena, en ese momento, todo se irá a la mierda.

Alzo una ceja por el comentario del barbero, sosteniendo la copa frente a mí en lo que cruzo mis piernas. Si sonrío de forma picarona es porque ella lo ha puesto en bandeja, si no digo nada tampoco es porque me cambia de tema más rápido de lo que me permite ser cotilla. — ¿Mi hermano? ¡Bah! Son todos unas marionetas, da igual lo que él diga, o lo que piense, está programado para decir lo que a Aminoff le venga en gana. Suerte que se dedica a atender a los moribundos, sin ofender, y no a liderar ejércitos, sino creo que estaría más jodido de lo que ya lo están todos los ministros. — ¿y por qué lo digo tan a la ligera, si somos familia? Hago un gesto con mi mano con algo de desdén, como si todo el asunto me diera pereza más que temor, cuando lo cierto es que me preocupa más que lo que dejo plasmar con mi cháchara y comentarios desinteresados.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
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Pongo los ojos en blanco pues no es que me haya convertido en un gurú de la vida saludable... Sino que en el mundo empezaron a aparecer mil maneras de morir que están fuera de nuestro control así que ¿Por qué aumentar las probabilidades de muerte? Quiero decir... Bien podríamos arriesgarnos a mezclar alcohol con drogas pero sería tentar a la muerte de una forma estúpida mientras ella está muy ocupada con un atentado aquí y otro atentado por allá - Puedo llevarlos a tomar un helado mientras los convenzo de que finalmente me digan tía - bromeo con una sonrisa exagerada. Ni siquiera veo tanto a esos niños... ¡Pero son la única oportunidad que tengo de que alguien se refiera a mí de esa forma!

Lo que dice me pone la piel de gallina pero tiene razón. Es terrible pues no debía ser así, incluso en las guerras hay territorios neutrales y aquí no parece haberlos entonces ¿No podemos matar a los líderes de ambos bandos para que nos dejen vivir a los demás? Podría hacerlo de tener más valor pero no estoy preparada para eso - Podríamos contratar a alguien que termine con los que toman malas decisiones y luego tomarnos unos tragos en la playa - propongo en broma, aunque no tanto, con la sonrisa más inocente que tengo. No quiero que se tome como un acto de rebeldía, no señor.

Tengo que detener otra mueca de horror. A veces tengo mucha imaginación, por ejemplo ahora que veo a un Magnar asesinando ministro tras ministro cuando dejan de ser útiles y reemplazándolos por el siguiente de turno - Uno creería que estando de su lado estaríamos a salvo - pero no, como a dicho Sigrid ésto es un sálvese quien pueda y hasta el presidente tiene que ponerse a sí mismo como prioridad - ¿Crees que ésto terminará algún día? ¿O vamos a morir sin haber vivido un segundo como se debe?
Anonymous
Sigrid M. Helmuth
La señalo con un dedo en un gesto rápido y una sonrisa pícara en los labios. — Hecho. — ella lo ha prometido así que ahora no tiene escapatoria, bien me viene una tarde en la que no tenga que preocuparme por dónde estén mis hijos, solo tendré que pensar en que la rubia se ofreció a pasar el día con ellos y ni siquiera tendré que preparar la cena porque los habrá cebado a bolas de helado. Genial, entonces solo tendré que pagar la sesión del dentista. Quizás, pensándolo mejor… — ¿Cuándo vas a tener tú tus propios hijos, Mer? ¿No te llama la atención en el embarazo o es que no hay ningún príncipe azul esperándote en casa? Porque si es así… ya sabes que yo puedo hacer de la amiga cuarentona que está soltera y sin hijos mientras tú te ligas al amigo. — que los hombres siempre van en compañía, eso es un hecho.

Me río por su propuesta, que no es más que una risa superficial que acompaña al humor negro. — Un sicario personal, dices… Mm, quizás tendría éxito entre la población de clase media, podríamos hacer la oferta a ver quién ofrece más dinero y luego ya elegir a quién mejor haga la tarea. — acompaño, con un plan tan idealista que no se me hace tan tonto como lo es en realidad. Vivimos en un país de locos, ni siquiera me sorprendería el despertar un día con la noticia de que el presidente ha muerto en su cama mientras dormía. Yo personalmente utilizaría algo más silencioso que un arma o una varita para asesinar a alguien, los venenos tienen el mismo resultado y me basaría para su elección en que las pruebas que dejen constancia del asesinato son mínimas. ¿Pero y esta mente asesina que tengo? Creo que el vino me está empezando a hacer efecto, ¿quién no ha pensado en como asesinar al presidente alguna vez en su vida? Me voy a excusar con que creo que todos lo hemos hecho.

Si, la verdad es que uno creería eso, el problema radica en que no se tiene la guerra ganada hasta que haya caído la última pieza, y me parece que Aminoff está fantaseando mucho con que ya lo tiene hecho sin apenas haber empezado. — Solo conozco de una guerra que haya durado cien años y eso fue hace mucho tiempo. Todas las guerras terminan dado un punto, lo que más nos debe preocupar es lo que quede en pie después de eso. Sea mañana o dentro de dos mil años, habrá que plantearse si nos merecemos vivir cuando lo único a lo que nos dedicamos es a matarnos los unos a los otros. — ruedo los ojos con pesadez, ¿es que es tan difícil aceptarnos por nuestras diferencias, vivir de ellas y no condenarlas?
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
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¡Al fin hablamos de los temas importantes! Abro la boca buscando una respuesta pero no logro encontrarla ¿Cómo es que ya pasé los treinta y no estoy ni un centímetro más cerca de formar una familia de lo que lo estaba a los veinte? La gente dice que voy a demasiadas citas y no puedo retenerlos, es cierto, pero ¿Es mi culpa? ¡No! Lo único que hago es ser encantadora, mostrarme inteligente y ocultar cuanto me han malcriado en la infancia... ¿Entonces? - Citas casuales, bares, aplicaciones ¡Lo intenté todo! - me quejo con mi amiga dejando salir mi preocupación - Creo que esta princesa no tiene príncipe - agrego con un puchero - Pero ni bien cumpla cuarenta voy a adoptar, me niego a dejar el mundo sin hijos, el apellido Blake debe perdurar.

No sé cómo funciona la mente de alguien de clase media, pero supongo que por un poco de dinero asesinarían hasta a Jerek Grimm... Oh ese muchacho. Quizás podría darle una segunda oportunidad y armar mi familia con él ¿Por qué no? Tendríamos hermosos bebes rubios. Él pondría los genes artísticos y yo los de ciencia ¡Somos la combinación perfecta! Sí, al salir de aquí le enviaré un mensaje para invitarlo a una cita. ¿Pero cómo es que terminé pensando en ésto si hablábamos de asesinar al presidente?

- Desde que estamos vivas el mundo es horrible - me quejo con una mueca - Solo desearía poder despertar sin pensar en que hay alguien metiendo la pata a nivel nacional... Solo problemas simples como robos de poca monta y secuestros por dinero - ¿Quién iba a decir que un mundo en el que la única motivación es el dinero sería más sencillo? - Podríamos mudarnos a una isla, una mejor que ésta, y formar una nueva nación sin todas esas locuras... La llamaría Rainbowland.
Anonymous
Sigrid M. Helmuth
Miro a mi amiga con una cara parecida al espanto, porque no me creo que haya tenido que llegar al punto de utilizar aplicaciones para tratar de ligar decentemente. — Dime que al menos no te hiciste Wizzardface. — esa aplicación que Jen usa constantemente y que su hermano me pide a gritos cada día que le permita hacerse una cuenta, aunque no es como si mi permiso fuera a hacer una gran diferencia. Quizá pueda hasta hacerme un perfil yo misma, sería genial poder seguir a los amigos de mis hijos y avergonzarles un tanto, todo por no haberme hecho caso cuando les dije que las redes sociales son toda una farsa. — Me parece una idea estupenda, ¿quién dice que hay que tener marido o pareja para criar un hijo? ¡Mira que bien salieron mis hijos! — extiendo las manos hacia delante como si estuviera esperando a que me lo discuta con una sonrisa entre los labios, antes de llevarme la copa de vino a los mismos y darle un trago.

Oh, vamos… tampoco es tan malo, existen cosas por las que todavía merece vivir, como… el tequila. — digo, que nos estamos yendo por la charla amarga y el único problema gordo que tenemos como tal es el de tener un psicópata por presidente. Eso y la guerra, claro está. — ¿Rainbowland? Suena un poco a país en el que la marihuana es legal y el ochenta por ciento de la población se mete cocaína en vena, si a mí me lo preguntas… — aunque tampoco estamos como para negar que ese mundo tiene mucha mejor pinta que el actual, en todo caso solo me preocuparían las adicciones, pero por lo demás… No veo como no puede funcionar si tenemos en cuenta el panorama con que tenemos que convivir hoy en día.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
Invitado
Sonrío de forma nerviosa porque... Creo que tengo cuenta de Wizzardface desde que es legal decir que somos magos. Encuentro bastante agradable la plataforma, es una buena manera de saber en qué están las personas que conoces sin tener que ir a charlar con ellos, puedo subir fotografías en las que se ve lo increíblemente guapa que soy y puedo quejarme de las guardias interminables solo para que aquellos que creían que sería una malcriada para siempre, vean que tengo un trabajo de verdad- No me juzgues - pido con todo serio y doy un sorbo largo a mi copa de vino para terminar con el tema.

Asiento pues uno de sus hijos aún no llega a la adolescencia y ahí es realmente cuando uno se da cuenta si salieron estropeados o no. De todas formas, aunque hubiese hecho un terrible trabajo con ellos, cualquier cosa habría sido mejor que crecer con el pedazo de padre que tienen. Ese tipo los habría mantenido en la ilegalidad, comiendo de la basura y vistiendo harapos ¡Terrible! No importa cuan guapo sea, sigue siendo un roñoso del norte que roba medicamentos.

- ¿Por qué todo gira en torno a las drogas contigo? ¿Es algo de los farmacéuticos? - pregunto entre risas sin poder evitar imaginar lo que sería ese extraño país. Quizás podría ser legal la marihuana, pero aún tengo mi reservas en contra de las demás drogas... Arruinan la cabeza de las personas y no puedo permitir actos de violencia en mi preciada isla solo por el abuso de sustancias - Todas las mañanas nos despertará el sonido de un violín y podremos trabajar solo las horas que se nos apetezcan- sigo con la locura - Conseguiremos comida para todos y la dividiremos en partes iguales, todos trabajando para todos y amándonos sin barreras - creo que suena a la orgía más grande del mundo pero ya qué - Basta de alcohol que ya estoy delirando demasiado, Sig... - pido apartando la copa - De todas formas lo tendré como opción para cuando uno de los dos bandos lance una bomba de destrucción masiva.
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