OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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El segundo en que la mano de Jessica cruza el aire para quemar mi rostro con una bofetada, es lo que dura mi expresión de desconcierto absoluto porque no entiendo a qué viene ese gesto que se encuentra de lleno con lo peor de mi genio en estos días, en los que no faltó el imbécil que preguntara si mi hosquedad más acentuada de lo normal se debía a lo que sucedió en el catorce extinto, haciendo que reviva también durante el día las pesadillas que eran exclusivas de la noche. Respondo de la única manera en la que atino a hacerlo en ese momento, amarrando lo que puedo del cabello de la cazadora con mi mano para arrojarla al suelo con violencia, que no me importa si ella ostenta el cargo de jefa de su escuadrón y yo pertenezco a los inútiles aurores de estos días en que los licántropos se mueven como la nueva autoridad en cuanto a la seguridad de Neopanem. Desahogo en la mujer mucho más que la reacción furiosa a su bofetada, también hago frente al fuego que me marcó ese día y a la mirada de una niña que no tenía que convertirse en una persistente alucinación nocturna para mis nervios.
La sala de entrenamientos se sume en el silencio a causa de la sorpresa de vernos rodar por la tarima que hasta recién usaba con una compañera para practicar encantamientos, mi varita ha rodado a algún sitio, son mis uñas las que arañan el rostro de Jessica al enfocar mi mirada oscura en su rostro, un poco tapada por los rizos que caen en cascada hacia el frente. —¡¿Quién demonios te crees?!— es lo primero que sale como un grito de guerra de mis labios, vaya a saberse qué motivos tiene y no le daré tiempo a que se explique, como ella tampoco me lo ha dedicado para planteármelo de una manera en la que podríamos resolverlo civilizadamente. A la mierda todo, que se vea que los únicos salvajes no son nuestros nuevos guardias. Todos estamos trastornados al final de todo, no me extrañaría que una vieja vencedora de los juegos terminara por encontrarse con su locura, de la que al parecer quiere hacerme parte, como si no tuviéramos suficiente con todo y estamos aquí para entretenimiento.
La sala de entrenamientos se sume en el silencio a causa de la sorpresa de vernos rodar por la tarima que hasta recién usaba con una compañera para practicar encantamientos, mi varita ha rodado a algún sitio, son mis uñas las que arañan el rostro de Jessica al enfocar mi mirada oscura en su rostro, un poco tapada por los rizos que caen en cascada hacia el frente. —¡¿Quién demonios te crees?!— es lo primero que sale como un grito de guerra de mis labios, vaya a saberse qué motivos tiene y no le daré tiempo a que se explique, como ella tampoco me lo ha dedicado para planteármelo de una manera en la que podríamos resolverlo civilizadamente. A la mierda todo, que se vea que los únicos salvajes no son nuestros nuevos guardias. Todos estamos trastornados al final de todo, no me extrañaría que una vieja vencedora de los juegos terminara por encontrarse con su locura, de la que al parecer quiere hacerme parte, como si no tuviéramos suficiente con todo y estamos aquí para entretenimiento.
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Tras nuestro encuentro con Alice en aquel galpón, Colin y yo tardamos mucho en atrevernos a ponernos en contacto. Yo ni siquiera me sentía capaz de mirarle a la cara, porque sabía que no estaría de acuerdo con nada de lo que pasó allí. En mi afán por herir verbalmente a una persona a la que en verdad aprecio, ni siquiera me percaté de que podía estar hiriendo a dos. Y no es que el colofón de la discusión con el obliviate arrancase vítores de su parte. Sé que no está de acuerdo conmigo, que no está de acuerdo con lo que dije y menos con lo que hice, pero hay una sola cosa que acabó por volver a unirnos, y es la sed de venganza. Ahora Alice no sabe que fue madre, no sabe que tuvo una hija y mucho menos que se la arrebataron, y eso nos deja a Colin y a mí como los principales responsables de hacer justicia sobre eso. Fue el motivo por el que le envié un patronus, avisándole de que yo ya había comenzado mis propias investigaciones y que esperaba que si él hacía lo mismo, compartiese sus hallazgos conmigo.
Lo que no me esperaba era que la información que estaba buscando me llegaría tan rápido. Ni siquiera sé si lo deseaba. Hace apenas una hora que Colin se apareció en mi casa, dándome un nombre y razones suficientes como para aprenderlo de memoria. Sólo he visto una fotografía suya, pero podría reconocerla en cualquier sitio. Me aparezco y desaparezco en todos los lugares donde sospecho que podría estar, tan concentrada en la rabia que siento en estos momentos que ni siquiera me preocupo por el riesgo de despartición. Estoy a punto de desaparecer de la base de seguridad cuando reconozco una melena rizosa a unos metros de mí. Hago caso omiso de Colin, que ha insistido en acompañarme en mi búsqueda para que no haga ninguna tontería, justo como la que estoy a punto de hacer. El rojo incandescente de mi cabello incluso empieza a darme calor en la nuca mientras con pasos seguros y rápidos me aproximo a la persona en la que concentro todo el odio que llevo guardando años, odio que probablemente ni siquiera le corresponda en su totalidad.
Una vez estoy frente a ella, me tomo unos segundos para observar el rostro de la persona a la que voy a matar, justo antes de cruzar su cara de un bofetón y abalanzarme sobre ella sin siquiera reparar en la varita que podría usar. Pero no, esto no es asunto de la magia, es asunto mío porque yo lo he querido así. La adrenalina ayuda a que el dolor del tirón de pelo y de la caída al suelo se disipen mientras ambas rodamos en una lucha que no estoy dispuesta a detener por muchos aurores que estén gritando que lo haga. - Voy a matarte, ¿me oyes? VOY A MATARTE - No paro de gritar esas tres palabras, las mismas que llevan repitiéndose en mi cabeza desde que sé lo que hizo. Aprieto mi puño y lo lanzo sobre algún lugar de su cuerpo, pues con tantas vueltas he perdido la noción espacial y no solo no sé dónde estoy yo, sino que tampoco sé exactamente dónde está mi oponente, con lo que creo que acabo dando en el suelo. Por desgracia para la chica, no es algo que me vaya frenar en mis intenciones de acabar con ella.
Lo que no me esperaba era que la información que estaba buscando me llegaría tan rápido. Ni siquiera sé si lo deseaba. Hace apenas una hora que Colin se apareció en mi casa, dándome un nombre y razones suficientes como para aprenderlo de memoria. Sólo he visto una fotografía suya, pero podría reconocerla en cualquier sitio. Me aparezco y desaparezco en todos los lugares donde sospecho que podría estar, tan concentrada en la rabia que siento en estos momentos que ni siquiera me preocupo por el riesgo de despartición. Estoy a punto de desaparecer de la base de seguridad cuando reconozco una melena rizosa a unos metros de mí. Hago caso omiso de Colin, que ha insistido en acompañarme en mi búsqueda para que no haga ninguna tontería, justo como la que estoy a punto de hacer. El rojo incandescente de mi cabello incluso empieza a darme calor en la nuca mientras con pasos seguros y rápidos me aproximo a la persona en la que concentro todo el odio que llevo guardando años, odio que probablemente ni siquiera le corresponda en su totalidad.
Una vez estoy frente a ella, me tomo unos segundos para observar el rostro de la persona a la que voy a matar, justo antes de cruzar su cara de un bofetón y abalanzarme sobre ella sin siquiera reparar en la varita que podría usar. Pero no, esto no es asunto de la magia, es asunto mío porque yo lo he querido así. La adrenalina ayuda a que el dolor del tirón de pelo y de la caída al suelo se disipen mientras ambas rodamos en una lucha que no estoy dispuesta a detener por muchos aurores que estén gritando que lo haga. - Voy a matarte, ¿me oyes? VOY A MATARTE - No paro de gritar esas tres palabras, las mismas que llevan repitiéndose en mi cabeza desde que sé lo que hizo. Aprieto mi puño y lo lanzo sobre algún lugar de su cuerpo, pues con tantas vueltas he perdido la noción espacial y no solo no sé dónde estoy yo, sino que tampoco sé exactamente dónde está mi oponente, con lo que creo que acabo dando en el suelo. Por desgracia para la chica, no es algo que me vaya frenar en mis intenciones de acabar con ella.
Dado de fallo porque soy así de guay
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Forcejeo con las manos que me retienen, me revuelvo para liberarme del agarre furioso que me tiene atrapada entre golpes imprecisos que no llegan a lastimarme más que en roces que luego se volverán moretones. Me complazco en tirar a mi colega de espalda a la tarima con el ímpetu suficiente como para que su cabeza impacte, en un dolor menor a causa de mi mano que todavía se aferra a su cabello. Por más que lo intento no logro sacármela de encima*, su cuerpo es solo un poco más menudo que el mío, es su rabia que no entiendo y que la tiene fuera de sí con lo que no puedo combatir. Está cegada, he visto esta mirada antes, en salvajes. En criaturas furiosas que sabiendo que la batalla estaba perdida porque no podía hacer frente a una varita, respondían con sus uñas como garras y esa locura que surge de la misma desesperación. He visto entre llamas, cómo se arrojan fuera de toda razón a ese fuego para atravesarlo y sacarnos sangre de alguna manera. —¡ESTÁS LOCA!— suelto, imponiendo mi voz a la suya no para de gritar que va a matarme para mi absurda incomprensión.
Cruzo la piel de su mejilla con mi mano en profundos arañazos que quedan marcadas como líneas rojas, cierro mis dedos alrededor de su garganta con mis uñas clavándose allí donde se perciben sus latidos iracundos y la fulmino con una mirada que es cargada con todo mi desprecio. —Estás trastornada, esto no es la Arena— mascullo, en una nota peligrosamente baja que va acompañada de una presión de mi mano para ahogar sus gritos de desquiciada. También mi ciego, me embarga la tensión iracunda de todos estos días, también de las pesadillas que irrumpen en mis noches, que la sensación de poder cerrar su respiración y asfixiarla hace que mi sangra corra a mil, en una emoción que es casi placentera. Podría hacerlo, apagar sus ojos como otros que no me dejan de dormir, porque siguen resplandecientes de vida en la oscuridad de mis pensamientos. Necesito apagarlos para que me abandonen, para que no se queden aquí atormentándome.
El murmullo más alto de algunos colegas me recuerda dónde estamos, creo que alguien y si no me equivoco es uno de los cazadores, está lo suficientemente cerca como para separarnos. No quiero que luego sea a quien se le acuse de pasarse con una jefa de Seguridad, aunque sea ella quien haya empezado, así que la aparto golpeando su garganta con mi palma al soltarla al menos así le cuesta recuperar el aire, pero al menos le devuelvo la capacidad de respirar. —Conmigo no vienes a desahogar tus rabias, estúpida— escupo, retorciéndome para que se haga a un lado y tratando de darle con mi codo en su estómago para empujarla.
Cruzo la piel de su mejilla con mi mano en profundos arañazos que quedan marcadas como líneas rojas, cierro mis dedos alrededor de su garganta con mis uñas clavándose allí donde se perciben sus latidos iracundos y la fulmino con una mirada que es cargada con todo mi desprecio. —Estás trastornada, esto no es la Arena— mascullo, en una nota peligrosamente baja que va acompañada de una presión de mi mano para ahogar sus gritos de desquiciada. También mi ciego, me embarga la tensión iracunda de todos estos días, también de las pesadillas que irrumpen en mis noches, que la sensación de poder cerrar su respiración y asfixiarla hace que mi sangra corra a mil, en una emoción que es casi placentera. Podría hacerlo, apagar sus ojos como otros que no me dejan de dormir, porque siguen resplandecientes de vida en la oscuridad de mis pensamientos. Necesito apagarlos para que me abandonen, para que no se queden aquí atormentándome.
El murmullo más alto de algunos colegas me recuerda dónde estamos, creo que alguien y si no me equivoco es uno de los cazadores, está lo suficientemente cerca como para separarnos. No quiero que luego sea a quien se le acuse de pasarse con una jefa de Seguridad, aunque sea ella quien haya empezado, así que la aparto golpeando su garganta con mi palma al soltarla al menos así le cuesta recuperar el aire, pero al menos le devuelvo la capacidad de respirar. —Conmigo no vienes a desahogar tus rabias, estúpida— escupo, retorciéndome para que se haga a un lado y tratando de darle con mi codo en su estómago para empujarla.
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No creo ser del todo consciente de la imagen que estamos, o mejor dicho, que estoy dando en estos momentos. Una cazadora de alto cargo que emprende a gritos de amenaza y golpes contra una auror que simplemente entrenaba en la base. No hace falta ser un lince para saber quién parece la mala de la situación, pero también es cierto que me conozco lo suficiente como para saber que todo esto me da exactamente igual cuando se trata de una situación de impulso, rabia ciega y enfado. En algún momento dejo de gritar palabras inteligibles y sólo profiero sonidos que más bien parecen gritos de guerra, mientras siento como mi cuerpo rueda por el suelo. Nos encontramos tan enzarzadas que aunque no paro de notar manos que tiran de mí, no estoy segura de que sean las de ella y empiezo a plantearme que sean del resto de aurores que se encontraban aquí intentando separarnos o incluso de Colin en un intento desesperado por controlar que deje de hacer estupideces.
Por un momento logro mantener el equilibro encima de ella, de forma que puedo mantener sus brazos bajo mis rodillas en un agarre que sé que no durará mucho. La chica tiene más fuerza de la que yo pensaba, pero por desgracia para ella no cuenta con el plus que te da estar tan cegada de ira. - Si lo fuera te juro que ya estarías muerta - Bramo cuando menciona la Arena, un golpe bajo verbal que intento responder con uno físico, lanzando mi puño a su rostro sin demasiado éxito.* En cuanto noto sus manos aferrándose a mi cuello no dudo en hacer lo mismo, convirtiendo el duelo en una extraña competición por ver quién se asfixia antes. Es entonces cuando unos brazos me agarran con suficiente fuerza como para separarme de ella, algo que sin embargo no consigue que cese de soltar patadas al aire sintiendo como una de ellas impacta con fuerza en algún lugar de su cuerpo que no alcanzo a ver.
Trato de recuperar la respiración mientras sigo gritando de forma entrecortada. - ¡Suéltame! SUÉLTAME - Ni siquiera sé a quién le grito, pero sigo haciéndolo hasta que me aleja tanto de ella que la rabia parece disminuir un tanto. Me quedo en el suelo de rodillas, masajeando con una de mis manos mi pecho para asegurarme que recuerda cómo se respira. - Esto no va a quedar así, ¿me oyes? Vas a pagarlo muy caro - A pesar de que al principio logro calmar mi voz, a medida que avanzo la frase la rabia vuelve a inundarme y acabo subiendo de nuevo el tono en la amenaza final. Yo misma me doy cuenta del peligro en el que me estoy poniendo a mí misma, pues es casi seguro que algún superior me llamará la atención por esto, pidiéndome unas explicaciones que no puedo dar si no quiero delatar mi peligrosa postura.
Por un momento logro mantener el equilibro encima de ella, de forma que puedo mantener sus brazos bajo mis rodillas en un agarre que sé que no durará mucho. La chica tiene más fuerza de la que yo pensaba, pero por desgracia para ella no cuenta con el plus que te da estar tan cegada de ira. - Si lo fuera te juro que ya estarías muerta - Bramo cuando menciona la Arena, un golpe bajo verbal que intento responder con uno físico, lanzando mi puño a su rostro sin demasiado éxito.* En cuanto noto sus manos aferrándose a mi cuello no dudo en hacer lo mismo, convirtiendo el duelo en una extraña competición por ver quién se asfixia antes. Es entonces cuando unos brazos me agarran con suficiente fuerza como para separarme de ella, algo que sin embargo no consigue que cese de soltar patadas al aire sintiendo como una de ellas impacta con fuerza en algún lugar de su cuerpo que no alcanzo a ver.
Trato de recuperar la respiración mientras sigo gritando de forma entrecortada. - ¡Suéltame! SUÉLTAME - Ni siquiera sé a quién le grito, pero sigo haciéndolo hasta que me aleja tanto de ella que la rabia parece disminuir un tanto. Me quedo en el suelo de rodillas, masajeando con una de mis manos mi pecho para asegurarme que recuerda cómo se respira. - Esto no va a quedar así, ¿me oyes? Vas a pagarlo muy caro - A pesar de que al principio logro calmar mi voz, a medida que avanzo la frase la rabia vuelve a inundarme y acabo subiendo de nuevo el tono en la amenaza final. Yo misma me doy cuenta del peligro en el que me estoy poniendo a mí misma, pues es casi seguro que algún superior me llamará la atención por esto, pidiéndome unas explicaciones que no puedo dar si no quiero delatar mi peligrosa postura.
Dado de fallo again
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—No tienes los ovarios para matarme— replico, mordiendo las palabras entre mis dientes y haciendo un acopio de aire para murmurar lo que puedo antes de que mi pecho se cierre. —Ni se va a repetir tu suerte en la Arena— mi voz se corta en algún punto, cuando sus manos atrapan el aire que sube por mi garganta y me impide respirar. Boqueo en un intento de recuperarme, pero no lo consigo. La falta de aire la siento como una opresión en mi pecho que me quita parte de las fuerzas, y en la desesperación, mis dedos se cierran ferozmente alrededor de su cuello, para lastimarla al menos si es que no logro asfixiarla. Pero todo a nuestro alrededor exige atención, nos obliga a recobrar la cordura que perdimos al rodar en una pelea sin sentido, al menos para mí, que no puedo atinar a pensar en siquiera una razón que justifique el tenerla atacándome como si no le importara perder su placa por agredir a una colega.
Quien sea que mire, se dará cuenta que me estaba defendiendo. Ella atacó primero a ojos de quien sea en esta sala. Puede que le respondí con una furia igual o peor, diré que me agarró en un día pésimo para poner a prueba mi paciencia y querer jugar a las manitas, la estúpida. Me importa poco lo que pueda venir a decirme alguien, los aurores estamos de adorno desde hace un tiempo y no tengo idea que trae a la cazadora a meterse conmigo. —Trágate tus amenazas si luego no te aguantarás que te la devuelva, zorra— le advierto con mi voz aún inestable, porque si quiere jugar pesado, somos dos. No vendrá a querer intimidarme cuando nadie lo ha conseguido, me importa un bledo que tenga el puesto que tenga, está más que demostrado que le queda grande y que estamos quedando a cargo de desquiciados. —¿Por qué no te vas a oler los rabos con los licántropos? Que entre salvajes se entiendan, estás fuera de ti y si tengo que golpearte para que te calmes, lo haré otra vez—. Sacudo mi ropa al ponerme de pie, más que el polvo, me quito su roce. Le echo una mirada de puro desprecio. —No te conozco, ni me conoces, para que me ataques así. Espero que tengas una buena explicación cuando te reporte con Weynart—. Y al decirlo le echo una mirada a quien sé que es familiar del ministro, me paso por las pelotas que no tengan que sean unos mimados por este, porque me basta hablar con Abbey para quitarle el privilegio. Pero no lo haré, porque a mí las cuentas me gusta ajustarlas con mis manos
Quien sea que mire, se dará cuenta que me estaba defendiendo. Ella atacó primero a ojos de quien sea en esta sala. Puede que le respondí con una furia igual o peor, diré que me agarró en un día pésimo para poner a prueba mi paciencia y querer jugar a las manitas, la estúpida. Me importa poco lo que pueda venir a decirme alguien, los aurores estamos de adorno desde hace un tiempo y no tengo idea que trae a la cazadora a meterse conmigo. —Trágate tus amenazas si luego no te aguantarás que te la devuelva, zorra— le advierto con mi voz aún inestable, porque si quiere jugar pesado, somos dos. No vendrá a querer intimidarme cuando nadie lo ha conseguido, me importa un bledo que tenga el puesto que tenga, está más que demostrado que le queda grande y que estamos quedando a cargo de desquiciados. —¿Por qué no te vas a oler los rabos con los licántropos? Que entre salvajes se entiendan, estás fuera de ti y si tengo que golpearte para que te calmes, lo haré otra vez—. Sacudo mi ropa al ponerme de pie, más que el polvo, me quito su roce. Le echo una mirada de puro desprecio. —No te conozco, ni me conoces, para que me ataques así. Espero que tengas una buena explicación cuando te reporte con Weynart—. Y al decirlo le echo una mirada a quien sé que es familiar del ministro, me paso por las pelotas que no tengan que sean unos mimados por este, porque me basta hablar con Abbey para quitarle el privilegio. Pero no lo haré, porque a mí las cuentas me gusta ajustarlas con mis manos
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—¡JESS! ¡DÉJALA!—. Tiro de sus hombros hacia atrás para apartarla de la auror, no porque me importe que pueda lastimarla, sino porque puedo ver que Jessica se está metiendo en un problema que la supera por culpa de algo que le dije, no esperaba que la confirmación de la asesina de Murphy tuviera esta reacción en ella, en plena base de seguridad. Tengo que sacarla de aquí antes de que más aurores se congreguen, creo ver de refilón que también está la líder del nuevo escuadrón, falta poco para que llamen a Riorden y haya pocas excusas que dar para justificar el comportamiento de Jess. La sostengo de los codos para que se ponga de pie, reteniéndola de paso, para que no se ceda a las siguientes provocaciones de Road. —Vámonos de aquí— digo, me importa poco que la auror se quede ahí parada con sus amenazas de que reportará la situación, para mí la cuestión está zanjada y quiero sacar a mi compañera antes de que vuelva a enzarzarse en una pelea de puños.
Pocas veces hago uso de mi fuerza como en este momento para llevarme a Jessica fuera de la sala de entrenamientos, dejando atrás las tarimas y las miradas escrutadoras de más de un auror. Paso de largo por varias salas vacías porque no confío en las cámaras que están puestas en cada esquina, registran todo lo que podemos decir y me doy cuenta de lo que estúpido que fue soltarle lo que escuché en uno de estos pasillos. Subo un par de escalones hasta dar con una puerta de emergencia por la que salimos a una azotea, en la que corre el frío cortante de invierno. —¡¿Por qué hiciste algo tan estúpido como eso, Jess?!— es lo primero que le rebato cuando la suelto con bastante brusquedad y me volteo hacia ella. —¿Andarás por ahí repartiendo justicia por mano propia? ¡Eres una cazadora, maldita sea! ¡Eres la jefe de cazadores! ¡Van a degradarte a menos que nada si continuas con esta actitud de mierda!— de la que fui parte, en menor medida, tengo que reconocerlo. Eso es lo que me hace cerrar la boca en una mueca dura, hasta que vuelvo a hablar con la mandíbula tensa. —¿Lo que quieres es ir a jugar a los rebeldes con Alice? ¿Eso es lo que quieres?—. Por suerte para nosotros, el viento se lleva mis palabras lejos de la base.
Pocas veces hago uso de mi fuerza como en este momento para llevarme a Jessica fuera de la sala de entrenamientos, dejando atrás las tarimas y las miradas escrutadoras de más de un auror. Paso de largo por varias salas vacías porque no confío en las cámaras que están puestas en cada esquina, registran todo lo que podemos decir y me doy cuenta de lo que estúpido que fue soltarle lo que escuché en uno de estos pasillos. Subo un par de escalones hasta dar con una puerta de emergencia por la que salimos a una azotea, en la que corre el frío cortante de invierno. —¡¿Por qué hiciste algo tan estúpido como eso, Jess?!— es lo primero que le rebato cuando la suelto con bastante brusquedad y me volteo hacia ella. —¿Andarás por ahí repartiendo justicia por mano propia? ¡Eres una cazadora, maldita sea! ¡Eres la jefe de cazadores! ¡Van a degradarte a menos que nada si continuas con esta actitud de mierda!— de la que fui parte, en menor medida, tengo que reconocerlo. Eso es lo que me hace cerrar la boca en una mueca dura, hasta que vuelvo a hablar con la mandíbula tensa. —¿Lo que quieres es ir a jugar a los rebeldes con Alice? ¿Eso es lo que quieres?—. Por suerte para nosotros, el viento se lleva mis palabras lejos de la base.
Es solo cuando comienzo a notar el sabor metálico de la sangre en mi boca cuando me planteo que ha sido suficiente. No porque no quiero acabar con su vida como ella hizo con la de mi ahijada, sino porque sé que si quiero matarla debo de ser al menos lo suficientemente inteligente como para no hacerlo delante de medio equipo de seguridad del gobierno. No descarto mi idea, pero la aplazo para cuando surja una oportunidad mejor. La lógica comienza a abrirse paso por encima de la rabia y la adrenalina, haciendo que la desmesurada y repentina fuerza que llevaba teniendo hasta hora se vaya disipando a medida que pasan los segundos. Eso es algo que quien sea que me ha separado de la auror seguramente agradezca, pues solo de esta forma era posible que la soltase y que comenzase a comportarme como la persona racional que soy, o que al menos en teoría debería ser. Reconozco su voz enseguida, y en ella la desesperación porque la escuche en lugar de simplemente oírla, con lo que me dejo llevar por los movimientos de Colin, que me alejan de ella justo en el instante en el que le profiero un último golpe en el estómago.
Me repito a mí misma lo poco que me conviene continuar con este juego de provocaciones, pues ya tengo suficientes amenazas y heridas que justificar, pero a pesar de ello las palabras salen de mi boca sin que pueda ni plantearme quedarme callada por una vez. - ¿Por qué no compruebas la suerte que tuve? - Si no fuese por que el agarre de Colin es fuerte, ya estaría otra vez encima de ella. - Matar a alguien no es cuestión de suerte, idiota - Escupo mirando directamente hacia sus ojos, con los míos llenos de rabia. - Oh, pero qué ingenua soy. Si resulta tú ya eres toda una experta en eso ¿no? - Digo fingiendo una sonrisa que no consigue esconder una mueca de repulsión. Me parece que por un momento pasan por su mente todas las vidas que ha apagado, y solo espero que recuerde bien la de Murphy porque será su condena a muerte. - Definitivamente no necesitas mis lecciones. Asesina - No soy la persona más indicada para utilizar ese adjetivo como un insulto, pero aunque yo también sea una, si hay algo de lo que puedo presumir es no haberme llevado ese título por acabar con la vida de una indefensa niña inocente.
Me siento fuerte mental y físicamente como para irme de aquí con la cabeza todo lo alta que puedo dadas las circunstancias, pero sus provocaciones despiertan en mí un instinto que ni sabía que tenía. Colin tiene que volver a usar todas sus fuerzas para sacarme de allí y que no vuelva a abalanzarme sobre ella, y hasta que no llego a la azotea y el frío comienza a despertar mis sentidos menos agresivos no paro de forcejear. Sé lo que viene ahora, y me doy la vuelta antes de que comience la reprimenda porque no tengo la valentía para poder mirarlo a los ojos y ver la decepción que esto supone para él. Soy consciente de que merezco que me diga que soy una estúpida, una inconsecuente que nos ha puesto en peligro a todos. Me mantengo en silencio mientras aguanto la retahíla, porque no hay defensa posible para mí, pero llega un momento en el que ya no puedo. - ¡La mató, Colin! La asesinó a sangre fría y seguramente ni siquiera lo recuerde - Me doy la vuelta con ímpetu y ni tan siquiera trato de controlar las transformaciones físicas que sé que estoy sufriendo como consecuencia de la rabia y la metamorfomagia. - Era tan solo una niña - Termino en un suspiro mientras doy un último puñetazo a la pared de la azotea para liberar las tensiones, apoyando luego en ella mi frente y tapando mi cara con las palmas de mis manos para que no vea lo que me está costando mantener a raya las lágrimas.
Aprieto mis sienes una vez pienso que he logrado contener el llanto, sin poder quitarme de la cabeza la escena que mi propio subconsciente ha creado para martirizarme aún más. Me acerco a él hasta que nuestros ojos quedan a la altura, ya algo más calmada. - Ahora no se trata de eso. No se trata de rebeldes y afines - Niego con vehemencia para intentar metérselo en la cabeza. No todo se reduce a eso - Tú me conoces desde hace tiempo, Weynart, y sabes que no puedo quedarme de brazos cruzados. No quiero ponerte en peligro a ti ni a la gente que me rodea, no quiero que me defiendas, no quiero que des la cara por mis estúpidos actos, ni que trates de convencerme de lo idiota que soy por no saber controlarlo. Todo eso ya lo sé, ¿vale? Sé el precio que tendré que pagar y no quiero que te veas involucrado, si es eso lo que te preocupa - Y aunque necesito todo eso, nunca estaré dispuesta a admitirlo. - Sólo quiero que intentes entender que simplemente no puedo hacer otra cosa.
Apoyo mi espalda en la pared a la que antes he agredido, deslizándome hasta acabar sentada en el suelo. - Era un bebé precioso, ¿sabes? Tenía los ojos de Alice. Unos ojos azules enormes. Apenas cabían en su diminuta carita - Una sonrisa melancólica me pasa por la cara cuando un recuerdo nítido aparece en mi mente. - El día que la conocí supe que era imposible no quererla. No paró de mirarme fijamente en las dos horas que estuve con ella. Creo que me aprendí sus iris de memoria - Una risa se escapa de mis labios, haciendo que saboree el agua salada que ni siquiera me había dado cuenta que caía por las comisuras de mis labios. - Pienso en esos ojos cerrarse para siempre y... - Escondo la cabeza entre mis rodillas unos segundos, tratando de asumir el final de la frase. - Tú eres padre - Digo, recobrando la compostura y mirándolo directamente. - Necesito que lo entiendas, aunque no lo compartas.
Me repito a mí misma lo poco que me conviene continuar con este juego de provocaciones, pues ya tengo suficientes amenazas y heridas que justificar, pero a pesar de ello las palabras salen de mi boca sin que pueda ni plantearme quedarme callada por una vez. - ¿Por qué no compruebas la suerte que tuve? - Si no fuese por que el agarre de Colin es fuerte, ya estaría otra vez encima de ella. - Matar a alguien no es cuestión de suerte, idiota - Escupo mirando directamente hacia sus ojos, con los míos llenos de rabia. - Oh, pero qué ingenua soy. Si resulta tú ya eres toda una experta en eso ¿no? - Digo fingiendo una sonrisa que no consigue esconder una mueca de repulsión. Me parece que por un momento pasan por su mente todas las vidas que ha apagado, y solo espero que recuerde bien la de Murphy porque será su condena a muerte. - Definitivamente no necesitas mis lecciones. Asesina - No soy la persona más indicada para utilizar ese adjetivo como un insulto, pero aunque yo también sea una, si hay algo de lo que puedo presumir es no haberme llevado ese título por acabar con la vida de una indefensa niña inocente.
Me siento fuerte mental y físicamente como para irme de aquí con la cabeza todo lo alta que puedo dadas las circunstancias, pero sus provocaciones despiertan en mí un instinto que ni sabía que tenía. Colin tiene que volver a usar todas sus fuerzas para sacarme de allí y que no vuelva a abalanzarme sobre ella, y hasta que no llego a la azotea y el frío comienza a despertar mis sentidos menos agresivos no paro de forcejear. Sé lo que viene ahora, y me doy la vuelta antes de que comience la reprimenda porque no tengo la valentía para poder mirarlo a los ojos y ver la decepción que esto supone para él. Soy consciente de que merezco que me diga que soy una estúpida, una inconsecuente que nos ha puesto en peligro a todos. Me mantengo en silencio mientras aguanto la retahíla, porque no hay defensa posible para mí, pero llega un momento en el que ya no puedo. - ¡La mató, Colin! La asesinó a sangre fría y seguramente ni siquiera lo recuerde - Me doy la vuelta con ímpetu y ni tan siquiera trato de controlar las transformaciones físicas que sé que estoy sufriendo como consecuencia de la rabia y la metamorfomagia. - Era tan solo una niña - Termino en un suspiro mientras doy un último puñetazo a la pared de la azotea para liberar las tensiones, apoyando luego en ella mi frente y tapando mi cara con las palmas de mis manos para que no vea lo que me está costando mantener a raya las lágrimas.
Aprieto mis sienes una vez pienso que he logrado contener el llanto, sin poder quitarme de la cabeza la escena que mi propio subconsciente ha creado para martirizarme aún más. Me acerco a él hasta que nuestros ojos quedan a la altura, ya algo más calmada. - Ahora no se trata de eso. No se trata de rebeldes y afines - Niego con vehemencia para intentar metérselo en la cabeza. No todo se reduce a eso - Tú me conoces desde hace tiempo, Weynart, y sabes que no puedo quedarme de brazos cruzados. No quiero ponerte en peligro a ti ni a la gente que me rodea, no quiero que me defiendas, no quiero que des la cara por mis estúpidos actos, ni que trates de convencerme de lo idiota que soy por no saber controlarlo. Todo eso ya lo sé, ¿vale? Sé el precio que tendré que pagar y no quiero que te veas involucrado, si es eso lo que te preocupa - Y aunque necesito todo eso, nunca estaré dispuesta a admitirlo. - Sólo quiero que intentes entender que simplemente no puedo hacer otra cosa.
Apoyo mi espalda en la pared a la que antes he agredido, deslizándome hasta acabar sentada en el suelo. - Era un bebé precioso, ¿sabes? Tenía los ojos de Alice. Unos ojos azules enormes. Apenas cabían en su diminuta carita - Una sonrisa melancólica me pasa por la cara cuando un recuerdo nítido aparece en mi mente. - El día que la conocí supe que era imposible no quererla. No paró de mirarme fijamente en las dos horas que estuve con ella. Creo que me aprendí sus iris de memoria - Una risa se escapa de mis labios, haciendo que saboree el agua salada que ni siquiera me había dado cuenta que caía por las comisuras de mis labios. - Pienso en esos ojos cerrarse para siempre y... - Escondo la cabeza entre mis rodillas unos segundos, tratando de asumir el final de la frase. - Tú eres padre - Digo, recobrando la compostura y mirándolo directamente. - Necesito que lo entiendas, aunque no lo compartas.
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—¡Lo sé! ¡Yo te lo dije!— contesto, aunque creo que no sé nada. No tomé precauciones de la manera en que esta información podría alterar su temperamento, no esperaba que fuera a la primera a descargar toda su roja furia en la auror como matarla allí mismo, delante del resto de nuestros colegas como la asesina que acusó a Road de ser. ¿Y si pierde su puesto después de esto? Es lo último que quiero, no quiero a otro inepto en ese lugar, y menos que eso, no quiero que ella lo pierda todo por cosas que no vamos a poder remediar, porque una niña por niña que sea, muerta no va a poder volver para que su madre la vea crecer. Decírselo puede ser innecesariamente cruel con ella, que se derrumba de tal forma que tengo que contener mis manos en puños para no ir hacia ella y sostener sus hombros. Debo apartar la mirada, maldecir por dentro, dejarme embargar por la rabia que arde en mi pecho, por más que por fuera me vea como una estatua de granito que no siente, que no se dobla en dos por el asesinato de una niña en un distrito que teníamos la orden de arrasar hasta reducirlo a nada.
Lucho contra el mutismo en el que me encierro cuando estoy lidiando con mis propias peleas internas, para poder enfrentarme a sus ojos que se oscurecen así como los míos. —Y una mierda que quede involucrado o no, Jessica. ¿Crees que eso me preocupa más de lo que pueda pasarte a ti si tienes la cara para ir atacando a tus propios compañeros? Todos los días nos ponemos en peligro como para no hacerlo por una amiga y voy a defenderte todas las veces que quiera, te repetiré todo la idiota que puedas ser cuando vaya detrás de ti para sacarte de los líos en los que te metes por tu propia cuenta— le contesto. Si no quiere que lo haga, tendrá que hacerme perder su rastro, apartarme con toda la fuerza que pueda reunir en su cuerpo y de todas formas no creo que pueda mover mis pies del lugar en el que decidí plantarme.
Porque no voy a darle la espalda para bajar por las escaleras y poner una distancia con los recuerdos que ella evoca, cuando yo descubrí el poder que tienen estos para manejar nuestra voluntad, no hay hechizo que valga y el obliviate es sólo un consuelo, porque con la memoria hay que aprender a vivir. Me deslizo a su lado contra la pared, con mi espalda recargándose contra los ladrillos revestidos y golpeando hacia atrás mi cabeza. No me hace bien que me invite a imaginar lo que habrá sido esa niña, porque hace que la Alice que conocí vuelva a mí con nitidez y yo también en ese primer día supe que podía confiar en un par de ojos azules e inocentes, como para seguirla entre juegos en una ciudad destruida. Ellas se han ido para siempre, las dos. —Trato de hacerlo, Jess…— murmuro al girarme hacia donde está para rodearla con mis brazos y reconfortarla así, que no quiero pensar en la ironía de encontrar, conocer y empezar a querer a una hija cuando ella y Alice han perdido a otra. — Te juro que trato— musito, antes de que me aparte porque me quiere fuera de esto, porque lo ha hecho una guerra personal y me atraviesa, trata de alejarse ella también, después de hacer tambalear todo.
Lucho contra el mutismo en el que me encierro cuando estoy lidiando con mis propias peleas internas, para poder enfrentarme a sus ojos que se oscurecen así como los míos. —Y una mierda que quede involucrado o no, Jessica. ¿Crees que eso me preocupa más de lo que pueda pasarte a ti si tienes la cara para ir atacando a tus propios compañeros? Todos los días nos ponemos en peligro como para no hacerlo por una amiga y voy a defenderte todas las veces que quiera, te repetiré todo la idiota que puedas ser cuando vaya detrás de ti para sacarte de los líos en los que te metes por tu propia cuenta— le contesto. Si no quiere que lo haga, tendrá que hacerme perder su rastro, apartarme con toda la fuerza que pueda reunir en su cuerpo y de todas formas no creo que pueda mover mis pies del lugar en el que decidí plantarme.
Porque no voy a darle la espalda para bajar por las escaleras y poner una distancia con los recuerdos que ella evoca, cuando yo descubrí el poder que tienen estos para manejar nuestra voluntad, no hay hechizo que valga y el obliviate es sólo un consuelo, porque con la memoria hay que aprender a vivir. Me deslizo a su lado contra la pared, con mi espalda recargándose contra los ladrillos revestidos y golpeando hacia atrás mi cabeza. No me hace bien que me invite a imaginar lo que habrá sido esa niña, porque hace que la Alice que conocí vuelva a mí con nitidez y yo también en ese primer día supe que podía confiar en un par de ojos azules e inocentes, como para seguirla entre juegos en una ciudad destruida. Ellas se han ido para siempre, las dos. —Trato de hacerlo, Jess…— murmuro al girarme hacia donde está para rodearla con mis brazos y reconfortarla así, que no quiero pensar en la ironía de encontrar, conocer y empezar a querer a una hija cuando ella y Alice han perdido a otra. — Te juro que trato— musito, antes de que me aparte porque me quiere fuera de esto, porque lo ha hecho una guerra personal y me atraviesa, trata de alejarse ella también, después de hacer tambalear todo.
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