Siendo un tema del que jamás he hablado con nadie, se me hace raro. Ni siquiera se lo he contado a Diego, y se supone que él y yo nos lo decimos absolutamente todo. Pero bueno, es un hombre, y la mayoría de hombres no tienen interés en escuchar a mujeres hablando sobre su periodo. Simplemente asumo que Diego no quiere saber nada del mío y, en mi cabeza, es la excusa que uso en mi cabeza para no sentirme mal por esconderle algo así. Pero el caso es que se me hace raro estar en el hospital. Se me hace más raro todavía porque tengo la certeza de que jamás he estado en un hospital mágico en NeoPanem. Y me tendría que sentir cómoda, porque siendo una ciudadana con pleno derecho tendría que recibir el mismo trato que los demás, pero... Nunca se sabe. Sigo siendo una criatura mágica.

Dudo en qué planta visitar, pero termino dirigiéndome a enfermedades mágicas. Al fin y al cabo, la mordida de licántropo no deja de ser como un contagio. Y lo que le ha pasado a mi cuerpo después es, probablemente, fruto de todo esto. Cuando llego al mostrador y pido si me pueden visitar me dicen que lo tienen bastante lleno. Cuando digo que no es por ninguna enfermedad peligrosa, que simplemente tengo una consulta un poco urgente, me dicen que si espero un rato mirarán de que un tal Doctor Mackenzie me haga un hueco. Asiento con la cabeza y me muestran el lugar en el que tengo que esperar —Gracias— digo simplemente, mientras me dirijo al lugar indicado. Por ahora no he tenido problemas con nadie. Sé que todavía nos queda bastante hasta poder integrarnos del todo, más viniendo de fuera, pero... Pero lo estamos haciendo bien. El Capitolio será un buen lugar para mi familia.

No estoy aquí por una enfermedad mágica como la viruela de dragón o cualquier cosa de estas de las que hablan los libros. Supongo que es en parte por esto que me siento algo separada de toda la gente que ya está esperando aquí. Porque no me quiero contagiar de nada que me impida empezar a trabajar, no ahora que por fin tengo un futuro laboral digno en vista. Me froto la nuca y cojo una revista que hay en la sala de espera, que empiezo a hojear de forma distraída, a la espera de escuchar mi nombre. Es una revista de cocina. Tal vez puedo apuntarme alguna receta y cocinarla el día de Navidad con los chicos, en casa.