OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Los primeros días de diciembre dejan bien en claro que el otoño está por acabarse y que debemos prepararnos para un crudo invierno, la ventisca sacude los cristales de las ventanas y desde el sofá puedo ver las nubes grises que decoran el cielo de la tarde. El suéter que llevo es dos veces mi talla y eso lo hace especialmente cómodo, pero esa no es la razón por la cual me encuentro hundido en el sofá, sino más bien la concentración que tengo puesta en la consola de videojuegos a la cual le he sacado chispas en los últimos días. No quiero presumir, pero me estoy volviendo bueno en esto y lo demuestro venciendo una vez más a Lea en lo que va del día. En cuanto mi personaje asesina al suyo con una pirueta irreal, suelto una risa algo sonora y me giro hacia ella, tratando de verla al estar usando su cuerpo como apoyo en mi lado izquierdo — ¿No te duele la cara de la humillación? — le pregunto en tonito jocoso — Ya me debes dos postres. Por tu bien, deberíamos parar por hoy.
Me doy algunos golpecitos en el mentón con el control y trato de encontrar otro medio de entretenimiento. Quizá podríamos salir, considerando que hace una semana una tormenta eléctrica me permitió el tomarme la poción y volverme animago. Tuve cinco segundos de tener la horrible sensación de haberme transformado en un conejo peludo, pero en cuanto tuve un segundo de conciencia sobre mi tamaño descubrí que puedo volverme un perro joven. Desde entonces, he estado saliendo en compañía de Lea como una especie de mascota simpática y, cuando ella está y nos cansamos de pasear, volvemos al departamento. Irónicamente, nuestro pasatiempo desde hace unas semanas ha sido besuquearnos, supongo que es un nivel desbloqueado luego de lo que pasó en su dormitorio la primera vez. No llegamos más allá, pero no puedo quejarme, casi siempre me deja tocarla un poco y eso es incluso mejor que los videojuegos.
Me estiro para mirar sobre su cabeza y chequear que tan mal se ve el clima como para salir a la calle. Las ramas del árbol de enfrente se sacuden y tengo la sensación de que va a llover, así que opto por la idea de quedarnos dentro. Dejo el control sobre la mesa ratona y me acomodo en el sofá para poder mirarla mejor — ¿Te parece...? — y así es como sucede de nuevo. No tardamos en estar enroscados entre los almohadones, tengo las manos clavadas en su espalda mientras nuestros labios se encuentran una y otra vez como si no pudieran tener suficiente de este juego. Reconozco el calor que me ocasiona el separarme un poco de ella con un jadeo y tironeo con rapidez para pasar el suéter por mi cabeza, ni siquiera miro hacia donde lo lanzo que ya estoy tomando su rostro de nuevo para atacar su boca. No sé cómo es que me doy cuenta de que no oigo la tela caer al suelo, por lo que con curiosidad me despego para echar un vistazo y lo que veo hace que se me vaya todo el calor de las mejillas — Mierda... — alguien se encuentra junto a la puerta de la sala y sostiene mi suéter, gracias a la televisión sé que se trata de la madre de Lea. Y la nueva Ministra de Investigación. Quizá es un buen momento que tengo la varita en el bolsillo trasero.
Me doy algunos golpecitos en el mentón con el control y trato de encontrar otro medio de entretenimiento. Quizá podríamos salir, considerando que hace una semana una tormenta eléctrica me permitió el tomarme la poción y volverme animago. Tuve cinco segundos de tener la horrible sensación de haberme transformado en un conejo peludo, pero en cuanto tuve un segundo de conciencia sobre mi tamaño descubrí que puedo volverme un perro joven. Desde entonces, he estado saliendo en compañía de Lea como una especie de mascota simpática y, cuando ella está y nos cansamos de pasear, volvemos al departamento. Irónicamente, nuestro pasatiempo desde hace unas semanas ha sido besuquearnos, supongo que es un nivel desbloqueado luego de lo que pasó en su dormitorio la primera vez. No llegamos más allá, pero no puedo quejarme, casi siempre me deja tocarla un poco y eso es incluso mejor que los videojuegos.
Me estiro para mirar sobre su cabeza y chequear que tan mal se ve el clima como para salir a la calle. Las ramas del árbol de enfrente se sacuden y tengo la sensación de que va a llover, así que opto por la idea de quedarnos dentro. Dejo el control sobre la mesa ratona y me acomodo en el sofá para poder mirarla mejor — ¿Te parece...? — y así es como sucede de nuevo. No tardamos en estar enroscados entre los almohadones, tengo las manos clavadas en su espalda mientras nuestros labios se encuentran una y otra vez como si no pudieran tener suficiente de este juego. Reconozco el calor que me ocasiona el separarme un poco de ella con un jadeo y tironeo con rapidez para pasar el suéter por mi cabeza, ni siquiera miro hacia donde lo lanzo que ya estoy tomando su rostro de nuevo para atacar su boca. No sé cómo es que me doy cuenta de que no oigo la tela caer al suelo, por lo que con curiosidad me despego para echar un vistazo y lo que veo hace que se me vaya todo el calor de las mejillas — Mierda... — alguien se encuentra junto a la puerta de la sala y sostiene mi suéter, gracias a la televisión sé que se trata de la madre de Lea. Y la nueva Ministra de Investigación. Quizá es un buen momento que tengo la varita en el bolsillo trasero.
Luego de comprobar que estuviese viva no tuve demasiado tiempo para dedicarle a Vee en los últimos meses, o Lea cómo la llaman todos los demás menos yo. Me han ascendido dos veces lo cual implica más trabajo y sobre todo muchísimo papeleo pero no me quejo en absoluto ya que lo haría una y otra vez sabiendo que al otro lado me espera el puesto al que he aspirado toda la vida. Me he tardado más de lo esperado, tres años más precisamente, pero por fin todo lo que respecta a ciencia y desarrollo tiene que pasar por mis manos antes de volverse realidad. Eso y puedo manejar el presupuesto, que ahora es menor, como se me antoje y es el mejor regalo que se le puede dar a un científico en la vida.
Ha comenzado diciembre así que por fin tengo unos momentos libres. He dejado todo listo al terminar el último mes así que me tomo un día entero para visitar a mi hija al distrito 3 y así llevarle unas cuántas cosas que creo que necesitará con las nuevas políticas del gobierno. Es una mestiza por descuido mío, así que me siento algo responsable por los posibles conflictos que pueda tener en el futuro... Así que le llevo unas cuantas barras de chocolate y un teléfono de vía segura para que pueda comunicarse conmigo de necesitar ayuda con cualquier cosa.
Al llegar a su hogar no me molesto en golpear la puerta, pero en lugar de su presencia lo que me recibe es un suéter horrendo que atrapo en el camino y una escena que trae a mi mente más pensamientos de lo que cualquier ser humano promedio puede procesar en un segundo. Cuando no veo el rostro del chico me preocupa el que esté a punto de acostase con quién sabe qué... quién, temo que cometa mi error todo por no poder mantener las bragas en su lugar. Pero todo se vuelve peor cuando lo identifico. Sé quién es, todo el mundo sabe quién es, está en el top 3 de más buscados de Neopanem y quien podría jodernos con solo ponerse a gritar su verdadero nombre en la calle.
- No hagas nada que pueda volver tu situación peor de lo que ya es, Kendrick Black - advierto con voz calmada dejando caer el suéter al suelo. Luego de eso me dirijo a Veza con una mirada que espero que exprese toda la decepción que siento por ella y más. Debo llamar al ministerio ahora mismo pero antes necesito ganar tiempo para pensar cómo demonios dejar a mi hija a salvo de la hoguera - Les diré lo que no haremos, no agarraremos las varitas. Y ustedes tienen dos segundos para explicarme la situación - No soy idiota, Veza tiene mis genes así que no será sencillo vencerla en un duelo y el niño casi se carga a dos ministros más experimentados que yo el día del atentado, no puedo ir por la fuerza.
Ha comenzado diciembre así que por fin tengo unos momentos libres. He dejado todo listo al terminar el último mes así que me tomo un día entero para visitar a mi hija al distrito 3 y así llevarle unas cuántas cosas que creo que necesitará con las nuevas políticas del gobierno. Es una mestiza por descuido mío, así que me siento algo responsable por los posibles conflictos que pueda tener en el futuro... Así que le llevo unas cuantas barras de chocolate y un teléfono de vía segura para que pueda comunicarse conmigo de necesitar ayuda con cualquier cosa.
Al llegar a su hogar no me molesto en golpear la puerta, pero en lugar de su presencia lo que me recibe es un suéter horrendo que atrapo en el camino y una escena que trae a mi mente más pensamientos de lo que cualquier ser humano promedio puede procesar en un segundo. Cuando no veo el rostro del chico me preocupa el que esté a punto de acostase con quién sabe qué... quién, temo que cometa mi error todo por no poder mantener las bragas en su lugar. Pero todo se vuelve peor cuando lo identifico. Sé quién es, todo el mundo sabe quién es, está en el top 3 de más buscados de Neopanem y quien podría jodernos con solo ponerse a gritar su verdadero nombre en la calle.
- No hagas nada que pueda volver tu situación peor de lo que ya es, Kendrick Black - advierto con voz calmada dejando caer el suéter al suelo. Luego de eso me dirijo a Veza con una mirada que espero que exprese toda la decepción que siento por ella y más. Debo llamar al ministerio ahora mismo pero antes necesito ganar tiempo para pensar cómo demonios dejar a mi hija a salvo de la hoguera - Les diré lo que no haremos, no agarraremos las varitas. Y ustedes tienen dos segundos para explicarme la situación - No soy idiota, Veza tiene mis genes así que no será sencillo vencerla en un duelo y el niño casi se carga a dos ministros más experimentados que yo el día del atentado, no puedo ir por la fuerza.
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El verano y sus camisetas cortas eran una gozada pero que le dieran a todas las minifaldas y camisetas de tirantes si podía lucir un jersey ancho. Lo adoraba demasiado. La calidez de la lana, una chimenea… bueno, la calefacción tratando de calentar todo el apartamento. Había estado yendo y viniendo de la fábrica del distrito cinco hasta su apartamento en el tres, excusándose con Kenny por el regreso a sus estudios y la necesidad de mostrar una situación normalizada, para dormir en una cama caliente y, por qué no, pasar tiempo con el cachorro que tenía escondido. Cuanto más lo pensaba más gracia le producía el hecho de que, literalmente, lo hubiera paseado por el vecindario en un par de ocasiones como si de su mascota de tratare. Rodó los ojos, desenroscando las piernas para tirarlo del sofá y levantarse, molesta. Tenía días en los que barajaba ahogarlo con una almohada, después de haberse divertido con él un rato, obviamente, pero la descartaba enseguida. Era adorablemente molesto. Frunció lo labios, alejándose de él y estirando los brazos hacia arriba, en busca de despertar sus adormecidos músculos después de que hubieran transcurrido un par de horas muriendo una vez tras otra en aquel estúpido videojuego. ¿Por qué lo había comprado siquiera?
Se dejó caer, colocando las piernas sobre la mesa baja y siguiéndolo con la mirada hasta que se volvió a sentar junto a ella. Arqueó ambas cejas a su interrogante, no haciendo falta demasiadas palabras, peticiones ni explicaciones antes de que volvieran a besarse. Se sentía como una rutina que, en ocasiones, hasta alcanzaba a extrañar. Sus manos no tardaron demasiado en deslizarse por su cuerpo hasta quitarse el jersey, satisfecha cuando él también hizo lo propio, apoyando la espalda contra el sofá, entrelazando las manos sobre su nuca para acercarlo más a ella. Tratando de alcanzar sus labios cuando se giró y se vió obligada a inclinarse hacia un lado para dirigir la mirada hacia el mismo lugar que él.
El color desapareció de su rostro, incluso se quedó sin aire y, cuando pudo reaccionar, colocó las manos sobre las mejillas de Kendrick, haciendo que se girara hacia ella, con la vaga esperanza de que su madre hubiera estado lo suficientemente impactada como para no percatarse del rostro del joven. Pero no fue así. Siguió con las manos allí, tratando de salir de debajo de él y que permaneciera de espaldas aunque ya lo hubiera nombrado. —¡Mamá!— le regañó, sintiendo que su voz tembló al nombrarla, por lo que carraspeó ligeramente, tratando de aclarar su garganta. —Te estás confundiendo de persona, así que nadie tiene que sacar ninguna varita— se rió, soltando el rostro ajeno pero dirigiéndole una mirada significativa antes de, involuntariamente, buscar la varita con la mirada y encontrarla cerca de la televisión. Un siseo escapó de sus labios, volviendo la mirada hasta ella palpando con la diestra hasta que sus dedos dieron con su jersey y lo arrastró hasta ella, presionándolo contra su cuerpo con gesto culpable. —Escúchame, ¿si?— pidió entonces, deslizándose hasta interponerse entre ambos.
Se dejó caer, colocando las piernas sobre la mesa baja y siguiéndolo con la mirada hasta que se volvió a sentar junto a ella. Arqueó ambas cejas a su interrogante, no haciendo falta demasiadas palabras, peticiones ni explicaciones antes de que volvieran a besarse. Se sentía como una rutina que, en ocasiones, hasta alcanzaba a extrañar. Sus manos no tardaron demasiado en deslizarse por su cuerpo hasta quitarse el jersey, satisfecha cuando él también hizo lo propio, apoyando la espalda contra el sofá, entrelazando las manos sobre su nuca para acercarlo más a ella. Tratando de alcanzar sus labios cuando se giró y se vió obligada a inclinarse hacia un lado para dirigir la mirada hacia el mismo lugar que él.
El color desapareció de su rostro, incluso se quedó sin aire y, cuando pudo reaccionar, colocó las manos sobre las mejillas de Kendrick, haciendo que se girara hacia ella, con la vaga esperanza de que su madre hubiera estado lo suficientemente impactada como para no percatarse del rostro del joven. Pero no fue así. Siguió con las manos allí, tratando de salir de debajo de él y que permaneciera de espaldas aunque ya lo hubiera nombrado. —¡Mamá!— le regañó, sintiendo que su voz tembló al nombrarla, por lo que carraspeó ligeramente, tratando de aclarar su garganta. —Te estás confundiendo de persona, así que nadie tiene que sacar ninguna varita— se rió, soltando el rostro ajeno pero dirigiéndole una mirada significativa antes de, involuntariamente, buscar la varita con la mirada y encontrarla cerca de la televisión. Un siseo escapó de sus labios, volviendo la mirada hasta ella palpando con la diestra hasta que sus dedos dieron con su jersey y lo arrastró hasta ella, presionándolo contra su cuerpo con gesto culpable. —Escúchame, ¿si?— pidió entonces, deslizándose hasta interponerse entre ambos.
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Los intentos de que mi rostro se mantenga oculto de la intrusa son en vano, hay algo en el modo que tiene de pronunciar mi nombre que me hace temblar y sé muy bien que no tiene nada que ver con la temperatura o que venga de los labios de una ministra. No me atrevo a pensar en ese apellido más de la cuenta, no me reconozco en él y he aprendido que tiene más peso del que soy capaz de sostener sobre mis hombros. Es enfrentarme a algo a lo que no estoy listo — Ese no es mi nombre — espeto, quizá demasiado inmediato y sé, bobamente, que es por negación y no por seguridad.
Me apoyo en el sofá para ponerme de pie con algo de atropello, puede que la ministra esté pidiendo explicaciones supuestamente pacíficas, pero mi mano se va hacia atrás y se apoya en el mango de mi varita — Nosotros no... juro que no... ¡Soy virgen! — bien, no es lo que pensaba decir en situación de necesidad de inocencia, pero los nervios no son de ayuda — Por favor, me iré y no hay por qué crear un problema sobre esto. Solo no diga nada, Lea no ha hecho nada malo — y yo tampoco. Solo crecí donde la vida me colocó y heredé los problemas de aquellos que estaban antes que yo. Siempre he estado condicionado por decisiones ajenas y, con tristeza, he admitido que nada de lo que haga saldrá por un destino propio. No soy dueño de mí mismo, por mucho que reniegue al respecto — Es su hija. Creo que ningún padre pondría en peligro a sus hijos...¿Verdad?
Me apoyo en el sofá para ponerme de pie con algo de atropello, puede que la ministra esté pidiendo explicaciones supuestamente pacíficas, pero mi mano se va hacia atrás y se apoya en el mango de mi varita — Nosotros no... juro que no... ¡Soy virgen! — bien, no es lo que pensaba decir en situación de necesidad de inocencia, pero los nervios no son de ayuda — Por favor, me iré y no hay por qué crear un problema sobre esto. Solo no diga nada, Lea no ha hecho nada malo — y yo tampoco. Solo crecí donde la vida me colocó y heredé los problemas de aquellos que estaban antes que yo. Siempre he estado condicionado por decisiones ajenas y, con tristeza, he admitido que nada de lo que haga saldrá por un destino propio. No soy dueño de mí mismo, por mucho que reniegue al respecto — Es su hija. Creo que ningún padre pondría en peligro a sus hijos...¿Verdad?
Rodaría los ojos de no ser que eso me haría perder el control de la escena por un segundo, así que me limito a morder mi labio inferior con ganas y negar trasladando la vista de uno a otro. Ambos dicen cosas estúpidas, en primer lugar Veza sugiere que no puedo recordar algo tan simple como un rostro y luego el niño de defiende de las acusaciones incorrectas pues, honestamente, me importa un bledo que haya estado a punto de acostarse con mi hija siendo que está acusado de cosas peores ¿Es que no es conciente de la gravedad de la situación? ¿Acaso es un juego para él? Puedo ver que es un niño pero esperaba algo más... amenazante.
- Dar asilo a un criminal buscado por el gobierno entra en la categoría de "Algo malo" - respondo aún atenta a cualquier clase de movimiento. Tengo que hacerlos sentir seguros de alguna forma para que no intenten nada estúpido así que levanto mis manos y aparto una de las solapas de mi chaqueta para que vean la varita guardada en el interior, luego la suelto y meto las manos en los bolsillos del pantalón holgado que llevo, un movimiento casual.
- Mi hija es una decepción ahora mismo pero no creo que merezca un castigo fuerte - respondo mirando al Black de arriba a abajo - Pero ya es una adulta, no puedo ponerle un castigo cuando era pequeña... Ahora dependerá de los jueces - completo con una mirada amenazante - A no ser que lleguemos a un acuerdo aquí - sugiero encogiéndome de hombros.
El sistema de llamada de emergencia se inventó hace muchos siglos, incluso formaba parte de los primeros teléfonos y su objetivo era poder pedir ayuda aún estando en peligro, sin que el atacante sospechara absolutamente nada. Esa era la función principal y estoy segura de que el que lo inventó jamás creyó que sería utilizado para alertar a las autoridades de que se ha localizado a un mago de 16 años que pone en peligro al gobierno dictador actual. Así que mientras hablo presiono tres veces el botón del costado en mi bolsillo, el escuadrón de aurores no tardará en llegar.
- Kendrick Black entró a la casa de Veza Jensen, su objetivo era robar comida. Ambas llegamos luego de hacer las compras y nos encontramos al traidor a quién inmovilizamos con magia... El que debe pagar paga y nadie más sufre las consecuencias - invento la historia con las cejas en alto - Es sencillo si te entregas, dos hechizos de nuestra parte y un priori incantato corroborará la historia.
- Dar asilo a un criminal buscado por el gobierno entra en la categoría de "Algo malo" - respondo aún atenta a cualquier clase de movimiento. Tengo que hacerlos sentir seguros de alguna forma para que no intenten nada estúpido así que levanto mis manos y aparto una de las solapas de mi chaqueta para que vean la varita guardada en el interior, luego la suelto y meto las manos en los bolsillos del pantalón holgado que llevo, un movimiento casual.
- Mi hija es una decepción ahora mismo pero no creo que merezca un castigo fuerte - respondo mirando al Black de arriba a abajo - Pero ya es una adulta, no puedo ponerle un castigo cuando era pequeña... Ahora dependerá de los jueces - completo con una mirada amenazante - A no ser que lleguemos a un acuerdo aquí - sugiero encogiéndome de hombros.
El sistema de llamada de emergencia se inventó hace muchos siglos, incluso formaba parte de los primeros teléfonos y su objetivo era poder pedir ayuda aún estando en peligro, sin que el atacante sospechara absolutamente nada. Esa era la función principal y estoy segura de que el que lo inventó jamás creyó que sería utilizado para alertar a las autoridades de que se ha localizado a un mago de 16 años que pone en peligro al gobierno dictador actual. Así que mientras hablo presiono tres veces el botón del costado en mi bolsillo, el escuadrón de aurores no tardará en llegar.
- Kendrick Black entró a la casa de Veza Jensen, su objetivo era robar comida. Ambas llegamos luego de hacer las compras y nos encontramos al traidor a quién inmovilizamos con magia... El que debe pagar paga y nadie más sufre las consecuencias - invento la historia con las cejas en alto - Es sencillo si te entregas, dos hechizos de nuestra parte y un priori incantato corroborará la historia.
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Deslizó, de nuevo, el jersey por su cuerpo. Definitivamente seguía vivo porque ella se apiadó de él y lo llevó a su apartamento. Primero no trataba de esconder quién era, de confundir a su madre e intentar inducirla a error, y luego soltaba... ¿qué? ¿Que no se habían acostado? Dios, si no fuera por la tensión del momento lo habría golpeado con lo primero que tuviera a mano. Siguió con la mirada sus movimientos, volviendo luego la mirada hacia el lugar donde se encontraba su varita y percatándose de que Kendrick tenía la mano sobre la suya. Tragó saliva, lento. —Vaya, ahora llamamos criminal a cualquier persona. ¿Tiene cara de criminal?— se quejó, rodando los ojos, molesta.
Chasqueó la lengua, escéptica por todo lo que estaba diciendo, negando con la cabeza. Nunca la había castigado por nada, ni siquiera habían pasado tiempo juntas como para mostrarse ahora como una figura de autoridad. —No la conoces— habló entonces —Por suerte ya es ministra, si no fuera así ni se estaría molestando en tratar de llegar a un 'acuerdo'— ¿Mentía? No. Ella siempre había estado más interesada en su carrera profesional que en su familia. Se mordió el labio inferior, observando de tanto en tanto la varita, quería ir a por ésta pero no podía dejar sin nadie cerca a Kendrick, y tampoco estaba en situación de arrastrarlo con ella.
Sonrió de medio lado, cruzando los brazos bajo el pecho. —No se va a entregar, y nosotras tampoco lo haremos. No ha hecho nada por lo que deba pagar— terció ella, frunciendo el ceño. — Dos desmaius y se marcha de aquí. Puedo darte otras dos opciones más pero conllevan que pierdas tanto a tu hija como tu credibilidad— aseguró. Realmente deseaba que le hiciera caso. Que lo dejara marcharse y discutieran después, que la amenazara, la encerrara para siempre pero que lo dejara irse.
Se atrevió a mover la mano hacia atrás, buscando la muñeca de Kendrick y tomándolo por ésta cuando la encontró. Esperando la contestación de su madre, o cualquier otra reacción para sacarlo de allí. Bien podían usar la aparición y marcharse, o que él lo hiciera. Sabía, ¿verdad? —Sabes que en realidad no estoy haciendo nada mal— insistió.
Chasqueó la lengua, escéptica por todo lo que estaba diciendo, negando con la cabeza. Nunca la había castigado por nada, ni siquiera habían pasado tiempo juntas como para mostrarse ahora como una figura de autoridad. —No la conoces— habló entonces —Por suerte ya es ministra, si no fuera así ni se estaría molestando en tratar de llegar a un 'acuerdo'— ¿Mentía? No. Ella siempre había estado más interesada en su carrera profesional que en su familia. Se mordió el labio inferior, observando de tanto en tanto la varita, quería ir a por ésta pero no podía dejar sin nadie cerca a Kendrick, y tampoco estaba en situación de arrastrarlo con ella.
Sonrió de medio lado, cruzando los brazos bajo el pecho. —No se va a entregar, y nosotras tampoco lo haremos. No ha hecho nada por lo que deba pagar— terció ella, frunciendo el ceño. — Dos desmaius y se marcha de aquí. Puedo darte otras dos opciones más pero conllevan que pierdas tanto a tu hija como tu credibilidad— aseguró. Realmente deseaba que le hiciera caso. Que lo dejara marcharse y discutieran después, que la amenazara, la encerrara para siempre pero que lo dejara irse.
Se atrevió a mover la mano hacia atrás, buscando la muñeca de Kendrick y tomándolo por ésta cuando la encontró. Esperando la contestación de su madre, o cualquier otra reacción para sacarlo de allí. Bien podían usar la aparición y marcharse, o que él lo hiciera. Sabía, ¿verdad? —Sabes que en realidad no estoy haciendo nada mal— insistió.
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No tengo cara de criminal, pero no voy a decir que Lea está completamente en lo cierto. Si nos basamos en las leyes de su país, he hecho cosas por las cuales podrían encerrarme y ejecutarme, aunque tengo la teoría de que esos detalles son justamente los que a ellos no les importan. Prefieren colgarme por mi nacimiento y no por los delitos que me arrastraron a ser cómplice, causar la muerte de aurores y atacar a funcionarios de alto cargo ministerial. Me siento culpable por haber metido a Ileana en este embrollo, pero aún así mantengo la compostura todo lo que soy capaz en lo que ellas parecen discutir un acuerdo que, está claro, ninguno de los dos va a aceptar. En mi silencio, no puedo hacer otra cosa que mirar el perfil de mi amiga y sentirme demasiado agradecido por lo que está haciendo por mí, sin comprender cómo es que, al fin de cuentas, hemos llegado hasta aquí.
— No puedo entregarme. Ni siquiera me darán un juicio y usted lo sabe — no soy suicida, no permitiré que me torturen hasta que les diga dónde están mis compañeros y luego me descarten como un trozo de carne. El agarre de Lea me basta para comprender lo que piensa hacer, pero no puedo permitírselo. Su madre parece estar dispuesta, al menos, de tratar de negociar su seguridad; a costa de mi muerte, pero ese es otro tema. Puedo solucionarlo, pero a ninguna de las dos va a gustarle. Solo espero que quede en claro que no se me da muy bien el diálogo y siempre preferí la acción al parloteo. Le regreso el apretón a modo de disculpa y hago abuso de que la ministra se encuentra desarmada para sacar mi varita a toda velocidad — ¡Depulso!
El estallido es inmediato y puedo ver como el cuerpo de Silas vuela hasta impactar contra la pared con un estruendo sordo. Solo cuento con segundos, así que me giro hacia Lea para que me escuche con atención — Di que te obligué. Usa algún hechizo o amenaza como excusa, lo que sea… — si debo quedar como el criminal peligroso que dicen que soy, que así sea; ya mi situación no puede empeorar más. Como no sé cómo despedirme o agradecer todo lo que ha hecho por mí, me inclino hacia ella para robarle un beso rápido de los labios, uno que apenas es un toque antes de salir disparado hacia la puerta, que queda abierta de par en par a mis espaldas. ¿Ascensor? No, demasiado lento, demasiado obvio. Escaleras de emergencia. La puerta hace un ruido estruendoso y metálico al abrirla con el costado de mi cuerpo, seguro de que Silas ya debe haber recobrado el sentido y pronto estará detrás de mí. El sonido de las zapatillas pronto se extingue y lo que sale disparado hacia la calle por el callejón es un border collie joven, alterado y apenas echando un vistazo hacia atrás en sus intentos de alejarse de todo lo que conocí por los últimos meses.
Otro lugar al que, tristemente, no podré regresar.
— No puedo entregarme. Ni siquiera me darán un juicio y usted lo sabe — no soy suicida, no permitiré que me torturen hasta que les diga dónde están mis compañeros y luego me descarten como un trozo de carne. El agarre de Lea me basta para comprender lo que piensa hacer, pero no puedo permitírselo. Su madre parece estar dispuesta, al menos, de tratar de negociar su seguridad; a costa de mi muerte, pero ese es otro tema. Puedo solucionarlo, pero a ninguna de las dos va a gustarle. Solo espero que quede en claro que no se me da muy bien el diálogo y siempre preferí la acción al parloteo. Le regreso el apretón a modo de disculpa y hago abuso de que la ministra se encuentra desarmada para sacar mi varita a toda velocidad — ¡Depulso!
El estallido es inmediato y puedo ver como el cuerpo de Silas vuela hasta impactar contra la pared con un estruendo sordo. Solo cuento con segundos, así que me giro hacia Lea para que me escuche con atención — Di que te obligué. Usa algún hechizo o amenaza como excusa, lo que sea… — si debo quedar como el criminal peligroso que dicen que soy, que así sea; ya mi situación no puede empeorar más. Como no sé cómo despedirme o agradecer todo lo que ha hecho por mí, me inclino hacia ella para robarle un beso rápido de los labios, uno que apenas es un toque antes de salir disparado hacia la puerta, que queda abierta de par en par a mis espaldas. ¿Ascensor? No, demasiado lento, demasiado obvio. Escaleras de emergencia. La puerta hace un ruido estruendoso y metálico al abrirla con el costado de mi cuerpo, seguro de que Silas ya debe haber recobrado el sentido y pronto estará detrás de mí. El sonido de las zapatillas pronto se extingue y lo que sale disparado hacia la calle por el callejón es un border collie joven, alterado y apenas echando un vistazo hacia atrás en sus intentos de alejarse de todo lo que conocí por los últimos meses.
Otro lugar al que, tristemente, no podré regresar.
Tengo que contener una respuesta sarcástica hacia mi hija porque en parte es mi culpa que sea así de ingenua. Debería haber estado ahí para su crianza si quería que fuese una mujer de razonamiento, pero no se puede todo en la vida. Si nos dejáramos guiar por el rostro de las personas, la mitad de los criminales estarían libres y un cuarto de los inocentes pagarían por crímenes que no cometieron. Hubo una época en la que ésto último era muy común - No se juzga a alguien por su apariencia, sino por lo que se lleva adentro y las acciones, Veza, como la sangre y el haber atacado a dos ministros, por enumerar dos cosas - ha hecho una cuántas más pero no soy jueza para nombrarlas ahora. De seguir la lógica de mi hija podríamos decir que Black tiene cara de estúpido, no de criminal.
No, en efecto Kendrick no me conoce así como tampoco lo hace mi hija. El único contacto que hemos tenido ha sido en casa por escaso tiempo y lamento decirle que lo peor de mí se ha visto en el ministerio y no en las cuatro paredes que por tiempo llamamos hogar juntas - Felicidades, Veza, has sido utilizada por un hombre. Veremos cuánto les dura ésta pequeña amistad cuando las cosas se pongan... - pero no llego a decir más que un hechizo impacta sobre mi pecho tirándome hacia atrás.
Por un momento solo veo imágenes borrosas y palabras que proceso de forma más grave de lo que en realidad suenan. Pestañeo e intento volver a la realidad pero para cuando lo hago el chico ya no está. Con algo de suerte el escuadrón de aurores ya andará en las inmediaciones así que tal vez puedan atraparlo en el camino. De momento tengo que cuidar mi trasero ya que a simple vista he dejado ir a uno de los criminales más buscados de Neopanem, no puedo presentarme con las manos vacías.
- Confringo - conjuro apuntando a la varita de Veza que localizo junto a la televisión y le dedico una mirada decepcionada - Un intercambio que debería haber sido pacífico terminó con gente muerta por su culpa y tu vida se verá arruinada por él también - digo levantándome lentamente del suelo, apuntándola con mi varita, no puede defenderse, ya no tiene una - Allá a dónde va deja caos y destrucción y no le importa hacerlo, como ahora mismo. Te dejó aquí a lidiar con las consecuencias de sus acciones, es un niño egoísta y tu has sido lo suficientemente estúpida como para creerle. Manipula gente, Veza, es peligroso.
Acierto
No, en efecto Kendrick no me conoce así como tampoco lo hace mi hija. El único contacto que hemos tenido ha sido en casa por escaso tiempo y lamento decirle que lo peor de mí se ha visto en el ministerio y no en las cuatro paredes que por tiempo llamamos hogar juntas - Felicidades, Veza, has sido utilizada por un hombre. Veremos cuánto les dura ésta pequeña amistad cuando las cosas se pongan... - pero no llego a decir más que un hechizo impacta sobre mi pecho tirándome hacia atrás.
Por un momento solo veo imágenes borrosas y palabras que proceso de forma más grave de lo que en realidad suenan. Pestañeo e intento volver a la realidad pero para cuando lo hago el chico ya no está. Con algo de suerte el escuadrón de aurores ya andará en las inmediaciones así que tal vez puedan atraparlo en el camino. De momento tengo que cuidar mi trasero ya que a simple vista he dejado ir a uno de los criminales más buscados de Neopanem, no puedo presentarme con las manos vacías.
- Confringo - conjuro apuntando a la varita de Veza que localizo junto a la televisión y le dedico una mirada decepcionada - Un intercambio que debería haber sido pacífico terminó con gente muerta por su culpa y tu vida se verá arruinada por él también - digo levantándome lentamente del suelo, apuntándola con mi varita, no puede defenderse, ya no tiene una - Allá a dónde va deja caos y destrucción y no le importa hacerlo, como ahora mismo. Te dejó aquí a lidiar con las consecuencias de sus acciones, es un niño egoísta y tu has sido lo suficientemente estúpida como para creerle. Manipula gente, Veza, es peligroso.
Acierto
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No pudo reprimir la carcajada que alcanzó sus labios y escapó. Seca, sonora. —¿La sangre? Entonces, ¿debería ser como tú? Quizás debería de abandonar a mi familia y centrarme únicamente en alcanzar mis metas— alcanzó a burlarse, chasqueando la lengua, irónica. —Vaya, espera, en lo de abandonar a mi familia sí que he salido a ti. La diferencia entonces es la razón, que, en mi caso, ha sido la humanidad— agregó, prensando los labios tras pronunciar aquellas palabras. Nunca le había recriminado que no se hubiera comportado como una madre, ni siquiera le había interesado o molestado hasta ese mismo instante.
Sus dedos se cernieron en torno a la muñeca de Kendrick, tirando de él en su dirección, no despegando la mirada de su madre. Cada movimiento le parecía amenazante, cada palabra que pronunciaba probablemente también lo era. Pero, ¿qué podía hacer? No podía entregárselo a en una bandeja. Primero porque no quería hacerlo, segundo por la Red. Sin darse cuenta sus dos prioridades habían cambiado las posiciones. Entornó los ojos, mirando hacia un lado justo cuando la varita apareció, no teniendo tiempo de reacción alguno antes de que el depulso sonara tras su cabeza.
Son apenas unos segundos en los que la confusión es más fuerte de lo esperado. Su madre tirada en el suelo tras el ataque, y Kendrick diciéndole algo que no alcanzó a escuchar con claridad por el bombeo de los latidos en sus sienes. Cuando las pisadas ajenas abandonar el apartamento un silencio invadió su cabeza, barajando las posibilidades de su salir corriendo, aparecerse, tomar la varita o ir donde su madre. Pero, como siempre, se le daban bien las malas elecciones. Caminó hacia ella, en un negado intento de ayudarla, y alcanzándola pero cesando sus pasos en seco cuando alzó la varita, pensando, inicialmente, que sería ella el objetivo, mas primero fue la abandonada varita. Y ella, como siempre, la segunda opción. Retrocedió un par de pasos, hasta que sus piernas chocaron con el lateral del sofá, con los brazos lacios en ambos lados de su cuerpo.
Quiso recriminarle sus palabras, mas sabía que no estaba en posición de hacerse la interesante o atacarla, por lo que colocó las manos frente a su cuerpo, mostrándole las palmas de la mano, en señal de rendición. —Supongo que nadie me enseñó a diferenciar los distintos tipos de personas. Que confundo cualquier tipo interesada de cercanía con una amistad. ¿Tengo la culpa de ello?— preguntó, tratando de defenderse —He peleado conmigo misma para no acabar siendo como tú, y míra hacia donde he acabado yendo—. Mordió la punta de su lengua, apretando las muelas seguidamente. La saliva bajó por su garganta, manteniendo la mirada fija en ella, tratando de hacer caso omiso a la varita que se interponía, amenazante, entre ambas.
Sus dedos se cernieron en torno a la muñeca de Kendrick, tirando de él en su dirección, no despegando la mirada de su madre. Cada movimiento le parecía amenazante, cada palabra que pronunciaba probablemente también lo era. Pero, ¿qué podía hacer? No podía entregárselo a en una bandeja. Primero porque no quería hacerlo, segundo por la Red. Sin darse cuenta sus dos prioridades habían cambiado las posiciones. Entornó los ojos, mirando hacia un lado justo cuando la varita apareció, no teniendo tiempo de reacción alguno antes de que el depulso sonara tras su cabeza.
Son apenas unos segundos en los que la confusión es más fuerte de lo esperado. Su madre tirada en el suelo tras el ataque, y Kendrick diciéndole algo que no alcanzó a escuchar con claridad por el bombeo de los latidos en sus sienes. Cuando las pisadas ajenas abandonar el apartamento un silencio invadió su cabeza, barajando las posibilidades de su salir corriendo, aparecerse, tomar la varita o ir donde su madre. Pero, como siempre, se le daban bien las malas elecciones. Caminó hacia ella, en un negado intento de ayudarla, y alcanzándola pero cesando sus pasos en seco cuando alzó la varita, pensando, inicialmente, que sería ella el objetivo, mas primero fue la abandonada varita. Y ella, como siempre, la segunda opción. Retrocedió un par de pasos, hasta que sus piernas chocaron con el lateral del sofá, con los brazos lacios en ambos lados de su cuerpo.
Quiso recriminarle sus palabras, mas sabía que no estaba en posición de hacerse la interesante o atacarla, por lo que colocó las manos frente a su cuerpo, mostrándole las palmas de la mano, en señal de rendición. —Supongo que nadie me enseñó a diferenciar los distintos tipos de personas. Que confundo cualquier tipo interesada de cercanía con una amistad. ¿Tengo la culpa de ello?— preguntó, tratando de defenderse —He peleado conmigo misma para no acabar siendo como tú, y míra hacia donde he acabado yendo—. Mordió la punta de su lengua, apretando las muelas seguidamente. La saliva bajó por su garganta, manteniendo la mirada fija en ella, tratando de hacer caso omiso a la varita que se interponía, amenazante, entre ambas.
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Escucho risas y chasquido saliendo de su boca, el tono irónico me dice que no lo dice en serio pero ya me gustaría que fuese así. No sé que tengo que hacer o decir para que comprenda que estamos solos en el mundo, cada uno consigue por lo que lucha y es la única forma de salir adelante ¿O acaso espera que un estúpido niño que ni siquiera se toma en serio el problema que él mismo ha causado le dé la felicidad que necesita? Ni siquiera me molesto en responder, solo alzo las cejas en señal de que sí, eso es exactamente lo que espero. Pero sé que no lo hará, solo abandonará la buena vida para nada, se está echando a perder por una decisión que, de hecho, está tomando en la adultez así que en realidad no tengo por qué atribuirme la culpa.
Una vez arriba no bajo la varita por nada en el mundo y mantengo cada uno de sus movimientos en mi campo visual para poder prever cualquier locura que pretenda hacer, de verdad espero que no ya que las cosas estarán bastante duras para ella. Voy a entregarla, sí, pero no quiero que la asesinen por atacar a una ministra. Quizás pueda hablar con Powell para que dibuje un poco su caso, prefiero que quede como ingenua estúpida y viva antes que una rebelde conciente y muerta.
- Sí, es tu culpa - respondo con las cejas en alto una vez más. No deja de hablar sarcásticamente sobre cosas con las que de verdad estoy de acuerdo - Tienes 18 años, debes dejar de culparme por tus malas decisiones porque cometerás el mismo error que cometen todos los fracasados: Justificarte en lugar de aprender y mejorar - agrego con tono duro, casi entredientes. La psicología lo dice, todos nuestros traumas son por culpa de aquellos que nos criaron pero no dice que debemos escondernos detrás de eso como niños cobardes que esconden la mano luego de lanzar la piedra.
- ¿Este es tu primer contacto con un rebelde? Tienes que ser honesta conmigo, ya te has declarado enemiga frente a mí pero eso no quiere decir que las cosas tengan que terminar de la peor manera posible - intento hacerla razonar manteniendo firme el agarre de la varita. Quizás no es lo más amigable del mundo decir ésto con la varita en alto pero, a diferencia de ella, yo sí sé diferenciar a las personas y por nada en el mundo me dejaré indefensa luego de lo ocurrido.
Una vez arriba no bajo la varita por nada en el mundo y mantengo cada uno de sus movimientos en mi campo visual para poder prever cualquier locura que pretenda hacer, de verdad espero que no ya que las cosas estarán bastante duras para ella. Voy a entregarla, sí, pero no quiero que la asesinen por atacar a una ministra. Quizás pueda hablar con Powell para que dibuje un poco su caso, prefiero que quede como ingenua estúpida y viva antes que una rebelde conciente y muerta.
- Sí, es tu culpa - respondo con las cejas en alto una vez más. No deja de hablar sarcásticamente sobre cosas con las que de verdad estoy de acuerdo - Tienes 18 años, debes dejar de culparme por tus malas decisiones porque cometerás el mismo error que cometen todos los fracasados: Justificarte en lugar de aprender y mejorar - agrego con tono duro, casi entredientes. La psicología lo dice, todos nuestros traumas son por culpa de aquellos que nos criaron pero no dice que debemos escondernos detrás de eso como niños cobardes que esconden la mano luego de lanzar la piedra.
- ¿Este es tu primer contacto con un rebelde? Tienes que ser honesta conmigo, ya te has declarado enemiga frente a mí pero eso no quiere decir que las cosas tengan que terminar de la peor manera posible - intento hacerla razonar manteniendo firme el agarre de la varita. Quizás no es lo más amigable del mundo decir ésto con la varita en alto pero, a diferencia de ella, yo sí sé diferenciar a las personas y por nada en el mundo me dejaré indefensa luego de lo ocurrido.
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Bueno, al menos sabía que la terquedad la había sacado de su madre, también la desconfianza y no dejarse ablandar de buenas a primeras. Lo malo era que ella tenía pocos años de práctica en comparación con su madre que le llevaba una elegante carrera de ventaja. Y si las cosas seguían así era probable que siempre se la llevara porque las cosas acabarían allí. Apretó los dientes, tironeando de la uña de su pulgar con sus ojos fijos en ellos, sabiendo que cualquier movimiento en falso acabarían con ella en una situación similar a la que había acabado su varita segundos antes. Si no pensaba en la varita que se interponía entre ambas podía hacer como que no existía, pero era complicado no pensar en la misma y no dirigirle una mirada de tanto en tanto.
—Eres el ejemplo perfecto de “tomar buenas decisiones a los 18 años”— se permitió incluso hacer un gesto de comillas con los dedos. Desde el inicio había sabido que era una mala decisión, que no podía acabar tan bien como quería presentarse en su cabeza. Pero lo cierto es que ninguna de las opciones acababa con su madre apuntándola con una varita, y no solo por el hecho de la varita, sino porque fuera su madre la que la empuñara. De ilusiones se podía vivir pero, desde luego, no de tratar de razonar con alguien que tenía unos ideales tan marcados. Si seguía pensando podía encontrar muchas similitudes entre ambas. —No creo que cometa nuevos errores en el futuro. Un dementor se da por contento con un beso, no es de los que den segundas citas— inquirió, bajando las manos hasta dejarlas a ambos lados de su cuerpo. —Tú eres científica, ¿sabes si los vegetales se pueden comunicar entre sí? Seguro que no tendremos conversaciones divertidas pero, teniendo en cuenta las circunstancias, no puedo quejarme— agregó, paladeando todas y cada una de las palabras pronunciadas.
Cerró los ojos unos instantes, girando el rostro hacia su varita. Recorriendo el suelo decorado con esquirlas de la misma. Una enemiga frente a ella. Buena forma de denominarla, era lo que se merecía. —Ya van a hacerlo— contestó, evitando deliberadamente su primera pregunta, regresando la atención a ella y la varita. —¿Puedes, al menos, bajar eso? Has destrozado la mía— se quejó, soltando buena parte del aire que quedaba en sus pulmones.
—Eres el ejemplo perfecto de “tomar buenas decisiones a los 18 años”— se permitió incluso hacer un gesto de comillas con los dedos. Desde el inicio había sabido que era una mala decisión, que no podía acabar tan bien como quería presentarse en su cabeza. Pero lo cierto es que ninguna de las opciones acababa con su madre apuntándola con una varita, y no solo por el hecho de la varita, sino porque fuera su madre la que la empuñara. De ilusiones se podía vivir pero, desde luego, no de tratar de razonar con alguien que tenía unos ideales tan marcados. Si seguía pensando podía encontrar muchas similitudes entre ambas. —No creo que cometa nuevos errores en el futuro. Un dementor se da por contento con un beso, no es de los que den segundas citas— inquirió, bajando las manos hasta dejarlas a ambos lados de su cuerpo. —Tú eres científica, ¿sabes si los vegetales se pueden comunicar entre sí? Seguro que no tendremos conversaciones divertidas pero, teniendo en cuenta las circunstancias, no puedo quejarme— agregó, paladeando todas y cada una de las palabras pronunciadas.
Cerró los ojos unos instantes, girando el rostro hacia su varita. Recorriendo el suelo decorado con esquirlas de la misma. Una enemiga frente a ella. Buena forma de denominarla, era lo que se merecía. —Ya van a hacerlo— contestó, evitando deliberadamente su primera pregunta, regresando la atención a ella y la varita. —¿Puedes, al menos, bajar eso? Has destrozado la mía— se quejó, soltando buena parte del aire que quedaba en sus pulmones.
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Puede que mis 20 no sean una etapa de la que esté orgullosa, de todas formas no me arrepiento ya que tampoco para llevar una vida de celibato, pero no estamos hablando de ello. De haber sido Kendrick un chico cualquiera, medianamente decente, ni siquiera sangre pura, la habría ayudado a sobrellevar las consecuencias de esa mala decisión pero no estamos hablando de algo tan mundano como dejarse llevar por las hormonas. Acaba de cometer alta traición al gobierno de Neopanem y eso es algo que jamás he hecho a su edad ni pienso hacer en el futuro - No, soy el ejemplo perfecto de cómo salir adelante a pesar de ellos - respondo con los ojos entrecerrados. Quizás ella también pueda superar ésto pero, a diferencia de mí, creo que no quiere hacerlo.
La veo muy segura de lo que va a ocurrir, habla del beso de dementor como si de un viaje de vacaciones se tratase y no puedo creerlo. No sé que está ocurriendo con la juventud de éste país pero tienen que empezar a comportarse como adultos, estamos en guerra y ya no hay lugar para la estupidez de la adolescencia. Nacieron en mal momento. - Hay formas de evitar el beso del dementor pero no me estás ayudando a pensarlas - respondo al final relajando un poco mi posición pero sin bajar la varita - No, no lo haré hasta que me respondas lo que te he preguntado.
No voy a fingir que sé cómo tratar con ella, tampoco es algo que me gustaría saber ahora ya que sería cosa de un uso probablemente pero tengo que intentarlo lo mejor que pueda pues no nos quedan más de unos segundos antes de que tenga que tomar la decisión final: Entregar a mi hija y lanzar parte de las acusaciones contra ella para así conseguir información sobre el posible paradero de Kendrick Black o arriesgar todo lo que he construido por salvarle el pellejo. El problema de ésto último es que no me está demostrando que podría confiar en ella de hacerlo, sería en vano pues se volvería a meter en problemas.
- No tomes esto como una discusión de madre e hija, deja de comportarte como una adolescente por dos segundos y piensa, Ileana - quizás así me escuche un poco mejor - Si decides que estás con ellos se terminó, serás considerada igual de peligrosa... Si me dices que fue un error de una vez, quizás podemos hacer algo al respecto.
La veo muy segura de lo que va a ocurrir, habla del beso de dementor como si de un viaje de vacaciones se tratase y no puedo creerlo. No sé que está ocurriendo con la juventud de éste país pero tienen que empezar a comportarse como adultos, estamos en guerra y ya no hay lugar para la estupidez de la adolescencia. Nacieron en mal momento. - Hay formas de evitar el beso del dementor pero no me estás ayudando a pensarlas - respondo al final relajando un poco mi posición pero sin bajar la varita - No, no lo haré hasta que me respondas lo que te he preguntado.
No voy a fingir que sé cómo tratar con ella, tampoco es algo que me gustaría saber ahora ya que sería cosa de un uso probablemente pero tengo que intentarlo lo mejor que pueda pues no nos quedan más de unos segundos antes de que tenga que tomar la decisión final: Entregar a mi hija y lanzar parte de las acusaciones contra ella para así conseguir información sobre el posible paradero de Kendrick Black o arriesgar todo lo que he construido por salvarle el pellejo. El problema de ésto último es que no me está demostrando que podría confiar en ella de hacerlo, sería en vano pues se volvería a meter en problemas.
- No tomes esto como una discusión de madre e hija, deja de comportarte como una adolescente por dos segundos y piensa, Ileana - quizás así me escuche un poco mejor - Si decides que estás con ellos se terminó, serás considerada igual de peligrosa... Si me dices que fue un error de una vez, quizás podemos hacer algo al respecto.
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Prensó los labios, manteniendo todo el aire en sus pulmones hasta que estos comenzaron a quemar, a molestarle tanto que se vió obligada a entreabrir los labios para dejarlo escapar lentamente. Meneando la cabeza hacia un lado, frustrada. Era el ejemplo perfecto para demasiadas cosas; lo malo era que se consideraba uno de los buenos pero no lo era en absoluto. No al menos para ella. Torció el gesto cuando insistió en la pregunta que había evitado previamente. No era algo que quisiera contestar. Cierta confianza burbujeaba en su estómago, entremezclada con la amarga sensación de acabar muerta. Lo cual era lo más probable teniendo en cuenta a su progenitora. —Kendrick se ha ido y no sé a dónde. Ni siquiera te he atacado o he tratado de hacerlo, no vas a conseguir nada a cambio de entregarme por haberlo tenido aquí, ¿no puedes dejarlo pasar?— habló entonces, tratando de negociar una nueva alternativa, a sabiendas de que no iría a parar a ningún sitio.
Había varios tipos de personas en el mundo, y su madre no era del tipo que cediera. Quizás no había pasado tiempo con ella como para conocerla en profundidad pero solo había que ver su trayectoria, como había ido ascendiendo poco a poco para saberlo. —Lo conocí el día del juicio, antes de que su cara apareciera en todas las televisiones del país— concedió. No era del todo mentira, antes había sabido de su existencia pero nunca había cruzado ninguna palabra con él por lo que no podía considerar que lo conociera precisamente. Miró en dirección a la salida. No sabía si pretendía llamar a los aurores o arrastrarla ella misma pero, desde luego, si elegía la segunda opción no se iría con ella sin armar un buen escándalo que despertara a la mitad del edificio en el recorrido.
—¡No estoy con nadie!— recriminó automáticamente. Contestar con rapidez era la mejor alternativa, pero lo cierto era que las palabras habían surgido de sus labios antes de cavilar la respuesta. ¿Era realmente lo que pensaba y, por ello, había contestado con tal facilidad? El miedo era el que hablaba, la realidad que la trataba de aplastar conforme transcurrían los segundos y la varita seguía contra ella. Resopló. —Hacer algo al respecto… Eres ministra de investigación, no de justicia o defensa— añadió, dándole razón en el hecho de comportarse como una adolescente. Aunque quisiera mostrar a los demás que no lo era, al final acababa arrastrada por la realidad. —De acuerdo, ¿quieres encerrarme? ¿Ponerme una pulsera de localización? Puedo ceder a eso— quemó uno de sus últimos cartuchos, ¿qué podía hacer si no?
Había varios tipos de personas en el mundo, y su madre no era del tipo que cediera. Quizás no había pasado tiempo con ella como para conocerla en profundidad pero solo había que ver su trayectoria, como había ido ascendiendo poco a poco para saberlo. —Lo conocí el día del juicio, antes de que su cara apareciera en todas las televisiones del país— concedió. No era del todo mentira, antes había sabido de su existencia pero nunca había cruzado ninguna palabra con él por lo que no podía considerar que lo conociera precisamente. Miró en dirección a la salida. No sabía si pretendía llamar a los aurores o arrastrarla ella misma pero, desde luego, si elegía la segunda opción no se iría con ella sin armar un buen escándalo que despertara a la mitad del edificio en el recorrido.
—¡No estoy con nadie!— recriminó automáticamente. Contestar con rapidez era la mejor alternativa, pero lo cierto era que las palabras habían surgido de sus labios antes de cavilar la respuesta. ¿Era realmente lo que pensaba y, por ello, había contestado con tal facilidad? El miedo era el que hablaba, la realidad que la trataba de aplastar conforme transcurrían los segundos y la varita seguía contra ella. Resopló. —Hacer algo al respecto… Eres ministra de investigación, no de justicia o defensa— añadió, dándole razón en el hecho de comportarse como una adolescente. Aunque quisiera mostrar a los demás que no lo era, al final acababa arrastrada por la realidad. —De acuerdo, ¿quieres encerrarme? ¿Ponerme una pulsera de localización? Puedo ceder a eso— quemó uno de sus últimos cartuchos, ¿qué podía hacer si no?
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Ahora soy yo la que deja salir un resoplido en algo que parece una sonrisa sarcástica. Dejarlo pasar... Dejar pasar que mi propia hija esté estrechando lazos con el enemigo, un chico peligroso al cual sigue defendiendo siendo que claramente la ha usado todo este tiempo para tener comida y una cama en la que descansar cuando todo Neopanem lo está buscando. Ni siquiera me hace sentir orgullosa de eso ¿Dejarse usar por un chico? Vaya que debería haberlo hecho mejor con ella, empiezo a creer que no hay marcha atrás. De hecho no la hay.
- Entonces tú estuviste por el norte o el descarado se cree lo suficientemente vivo como para venir a los distritos altos luego del embrollo que causó - porque no habían pasado ni tres días desde que el mocoso quedó libre al juicio, él ya conocía su apellido y si bien su rostro no estaba a disposición de todo Neopanem, ya lo estaba para aquellos a los que realmente debería temer... Mi predecesor Labors, por ejemplo, que de haber hecho bien su trabajo podría haber hackeado teléfonos para conseguir su paradero. Pero ahora eso ya no es una opción y tengo que buscar alguien que sepa hacerlo en mi plantel, hasta ahora nadie me lo ha dicho.
Se contradice con sus palabras pues tiene razón con que no soy ministra de justicia y por eso debería saber que su castigo no depende de mí. Podría encerrarla, sí, y estaría feliz con ello pues me parece un castigo justo pero tal y como están las cosas no puedo esperar eso para ella. No está con nadie, respuesta equivocada, es un peligro y poco puedo hacer así que aprieto fuerte mi varita y preparo un hechizo inmovilizador para que los aurores hagan su trabajo al llegar.
El encantamiento cruza por mi mente unas diez veces pero no logro pronunciarlo en voz alta. Quiero hacerlo pero hay algo que me lo impide, como si me hubiesen lanzado un imprerius sobre mí. No es esa magia, es una más poderosa y ahora mismo odio a Ileana por ser mi debilidad en el asunto, no puedo hacerle daño por algo tan simple como que es mi hija.
- ¡Mierda! - maldigo luego de rendirme y bajo la varita de una vez por todas - A partir de ahora no te quiero volver a ver aquí, serás una enemiga del gobierno más porque puedes contar con que les contaré absolutamente todo... Y más vale que te cambies el apellido porque no permitiré que me manches de esa forma - advierto y le lanzo mi varita. Abro los brazos esperando cualquier ataque que le permita escapar de aquí - Hazlo creíble que los aurores llegarán en cualquier momento, los llamé hace varios minutos ya.
- Entonces tú estuviste por el norte o el descarado se cree lo suficientemente vivo como para venir a los distritos altos luego del embrollo que causó - porque no habían pasado ni tres días desde que el mocoso quedó libre al juicio, él ya conocía su apellido y si bien su rostro no estaba a disposición de todo Neopanem, ya lo estaba para aquellos a los que realmente debería temer... Mi predecesor Labors, por ejemplo, que de haber hecho bien su trabajo podría haber hackeado teléfonos para conseguir su paradero. Pero ahora eso ya no es una opción y tengo que buscar alguien que sepa hacerlo en mi plantel, hasta ahora nadie me lo ha dicho.
Se contradice con sus palabras pues tiene razón con que no soy ministra de justicia y por eso debería saber que su castigo no depende de mí. Podría encerrarla, sí, y estaría feliz con ello pues me parece un castigo justo pero tal y como están las cosas no puedo esperar eso para ella. No está con nadie, respuesta equivocada, es un peligro y poco puedo hacer así que aprieto fuerte mi varita y preparo un hechizo inmovilizador para que los aurores hagan su trabajo al llegar.
El encantamiento cruza por mi mente unas diez veces pero no logro pronunciarlo en voz alta. Quiero hacerlo pero hay algo que me lo impide, como si me hubiesen lanzado un imprerius sobre mí. No es esa magia, es una más poderosa y ahora mismo odio a Ileana por ser mi debilidad en el asunto, no puedo hacerle daño por algo tan simple como que es mi hija.
- ¡Mierda! - maldigo luego de rendirme y bajo la varita de una vez por todas - A partir de ahora no te quiero volver a ver aquí, serás una enemiga del gobierno más porque puedes contar con que les contaré absolutamente todo... Y más vale que te cambies el apellido porque no permitiré que me manches de esa forma - advierto y le lanzo mi varita. Abro los brazos esperando cualquier ataque que le permita escapar de aquí - Hazlo creíble que los aurores llegarán en cualquier momento, los llamé hace varios minutos ya.
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Decisiones. La vida de todas las personas se basaban en las decisiones que tomaban, y ella las tenía todas con ellas. Más bien no tenía ninguna; la mala suerte se cebaba con ella de tal manera que en las opciones de cincuenta a cincuenta siempre daba con la incorrecta. Y la situación a la que se estaba enfrentando solo era una más de ellas. Apretó las manos contra sus piernas, cansada de tratar de razonar con alguien que no iba a dar su brazo a torcer por más que insistiera en que existían otras alternativas. ¡Nadie más lo había visto allí! Ni siquiera era como si hubiera estado resguardando a un asesino de masas; su nombre estaba en esa lista principalmente por ese dichoso apellido que todos temían tanto pronunciar como si fuera un tabú.
Cerró los ojos, mordiéndose la lengua y girando la cabeza hacia un lado, con gesto de niño pequeño cuando sabe que acaba de cagarla, aún más. Esa lengua suya. Mordisqueó su labio inferior, no sabiendo que más podría decir que no la enterrara viva más de lo que estaba ya. Cualquier palabra que pronunciaba acababa contra ella, revolviéndose de un modo que no había sido capaz de prever con anterioridad. Los años de experiencia jugaban en su contra, también el hecho de que su madre no tenía nada que perder y ella sí, incluso el no querer vender a Kenny. En el poco tiempo que la conocía la sentía mucho más como su madre que a la mujer con la que compartía sangre.
Su cuerpo se estremeció, como esperando cualquier cosa, incluso cerró los ojos con fuerza y sus manos se tornaron dos puños blanquecinos. Tragó amarga saliva, abriendo un ojo y luego el otro, para ver la varita descendiendo con rabia. Su latido se sobresaltó automáticamente, si le hubieran estado monitoreando las constantes cualquier médico se habría asustado ante un cambio tan radical en las mismas. La varita acabó a duras penas en sus manos, casi escabulléndose entre sus dedos, pero alcanzando a sujetarla. Parpadeó varias veces, no alejando la mirada de ella, escuchando sus palabras pero no queriendo entender la mitad de ellas. Había tomado su decisión, y lo peor es que no tenía más tiempo para intentar convencerla de lo contrario, de aceptar su proposición aunque fuera a medias, de negociar las condiciones que le había impuesto a la fuerza. Así que aquello era lo que se sentía cuando se pensaba que se estaba arriba de una montaña y lo empujaban por detrás sin miramiento alguno.
—Lo siento— fue todo lo que dijo, alzando la varita en su dirección. Otras personas habrían aprovechado su postura para abrazarla por última vez durante unos instantes, su relación nunca había sido de aquel tipo por lo que mantuvo la varita hacia ella. —Verdimillious— conjuró, sintiendo la varita vibrar en su mano antes de que sus palabras surtieran efecto y el gas verde comenzara a surgir del extremo de ésta. Aprovechando el instante en el que comenzó a rodear a su madre para cerrar los ojos y desaparecer del salón.
Cerró los ojos, mordiéndose la lengua y girando la cabeza hacia un lado, con gesto de niño pequeño cuando sabe que acaba de cagarla, aún más. Esa lengua suya. Mordisqueó su labio inferior, no sabiendo que más podría decir que no la enterrara viva más de lo que estaba ya. Cualquier palabra que pronunciaba acababa contra ella, revolviéndose de un modo que no había sido capaz de prever con anterioridad. Los años de experiencia jugaban en su contra, también el hecho de que su madre no tenía nada que perder y ella sí, incluso el no querer vender a Kenny. En el poco tiempo que la conocía la sentía mucho más como su madre que a la mujer con la que compartía sangre.
Su cuerpo se estremeció, como esperando cualquier cosa, incluso cerró los ojos con fuerza y sus manos se tornaron dos puños blanquecinos. Tragó amarga saliva, abriendo un ojo y luego el otro, para ver la varita descendiendo con rabia. Su latido se sobresaltó automáticamente, si le hubieran estado monitoreando las constantes cualquier médico se habría asustado ante un cambio tan radical en las mismas. La varita acabó a duras penas en sus manos, casi escabulléndose entre sus dedos, pero alcanzando a sujetarla. Parpadeó varias veces, no alejando la mirada de ella, escuchando sus palabras pero no queriendo entender la mitad de ellas. Había tomado su decisión, y lo peor es que no tenía más tiempo para intentar convencerla de lo contrario, de aceptar su proposición aunque fuera a medias, de negociar las condiciones que le había impuesto a la fuerza. Así que aquello era lo que se sentía cuando se pensaba que se estaba arriba de una montaña y lo empujaban por detrás sin miramiento alguno.
—Lo siento— fue todo lo que dijo, alzando la varita en su dirección. Otras personas habrían aprovechado su postura para abrazarla por última vez durante unos instantes, su relación nunca había sido de aquel tipo por lo que mantuvo la varita hacia ella. —Verdimillious— conjuró, sintiendo la varita vibrar en su mano antes de que sus palabras surtieran efecto y el gas verde comenzara a surgir del extremo de ésta. Aprovechando el instante en el que comenzó a rodear a su madre para cerrar los ojos y desaparecer del salón.
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