Noviembre

Jamás habría creído que luego de tantos años aparecería una nueva voz en el dial de la Red. El programa de Beverly me tomó desprevenida pero luego de ponerme de pie para ir a interrumpir la transmisión, decirme a mí misma cuan inapropiado es lanzar un programa así con todo lo que está ocurriendo y maldecir por no haberlo prevenido... decidí darle una chance. En realidad me hizo recordar a mis tiempos como conductora, cuando mi trabajo era entretener a los habitantes de Neopanem para que no tomen los juegos como el evento terrible que eran. No fue de mis mejores etapas periodísticas pero era mayor que Bev cuando lo hacía así que creo que ella tiene derecho a esparcir un poco de positivismo, amor y esperanza a la población.

Lo escuché en vivo en su momento y me gustó tanto que a veces pongo la repetición en la grabadora, como ahora. Una vez que termina me quedo recostada en la cama antes de finalmente apagar el aparato y levantarme. La pequeña hizo un trabajo bonito y se lo dije en su momento pero también me ha puesto a pensar y creo que estará contenta cuando se entere. Así que aprovecho la noche para salir a dar un paseo en mi forma de ave y de paso recolectar algunas cosas que necesito, como por ejemplo caléndulas, alhelí, lirios amarillos y pensamientos rojos... En realidad solo tomo las primeras flores que encuentro de esos colores ya que no tengo ni idea de plantas. Me salté esas clases en el 14 pues siempre me gustó más la pelea.

Una vez que tengo todo lo necesario regreso a la fábrica y vuelvo a mi forma humana. Es tarde así que no es raro que esté todo en absoluto silencio, el lugar es grande pero de todas formas me quito los zapatos y voy de puntitas para no hacer ruido. Paso frente algunas puertas hasta que llego a la habitación de mi compañero, golpeo tres veces y sin esperar respuesta abro solo lo suficiente para que pase mi mano con el ramo de flores - Creo que no te pedí perdón por... todo. - murmuro con la frente pegada a la puerta y mi brazo aun extendido ¿Sí estará ahí? Ya veo que no y yo aquí como una idiota.

Todo se está yendo al carajo más a prisa de lo que creí que podía pasar, con el asesinato de Jamie Niniadis y un hijo salido de la nada para ocupar su lugar y extremar una política pro-magos, que casi hace quedar a su madre como una beata para santificación, lo que me queda es contar los días que pasan hasta que esto pueda resolverse. No sé qué tan bueno sea seguir con la radio, si tengo que ser honesto. Mi cara, la de Kenny, están en los carteles de buscados, cualquier día de estos podríamos ser emboscados. ¿Qué sería entonces de las chicas que están a nuestro cargo? No dudo de que tienen el carácter como para saber cuidarse si surge un imprevisto, que encontrarán la manera de estar salvo, pero sigo sintiéndome responsable de ellas. Prefiero que Beverly use todo el equipamiento de la radio para dar un mensaje que contraste un poco con el humor pesado de estos días, antes que emitir alguna nueva noticia que llame la atención de Aminoff. El maldito conoce el norte, hasta creo habérmelo cruzado más de una vez, ¿qué tanto sabrá de los trasfondos de la radio? Estuvo metido entre los repudiados tanto tiempo y en estos días el desgraciado muestra su cara en la televisión.

Paso mis manos por mi pelo corto al ras, encorvado en el borde de mi cama en la penumbra que puedo tener a estas horas. Ponerme en contacto con mi propio hijo es algo que ni siquiera puedo hacer ahora, los mestizos están siguiendo acosados con interrogatorios y el contacto con rebeldes los condena. Soy un declarado enemigo público, eso me hace el peor peligro para mi hijo en este momento. Suelto una carcajada amarga al pensar en Lawrence, ambos rebeldes, yo incapaz de cortar de todo el lazo con mi hijo y él encontrando en la muerte la respuesta a su dilema. En momentos así pienso si no hubiera sido mejor desaparecer del todo de la vida de Locki, no me puedo quejar de los padres que lo adoptaron. Y por mi parte… la vida me ha puesto a cargo de varios jóvenes en estos años, tampoco me he sentido solo, Kenny siempre estuvo ahí para mí.

Es casi como si la llamara, que escucho su voz al entreabrirse la puerta. Me pongo de pie rápidamente, el miedo de que algo pase me tiene en alerta a toda hora. Relajo mis hombros cuando la escucho hablar y lo que hago es andar los pasos que sobran entre nosotros para tomarla de los hombros, acercándola para un abrazo que hace que las flores que no he visto queden atrapadas entre nosotros. —Kenny, nunca me pidas perdón por nada— la consuelo, con mi mano sobre su cabello para peinarlo lo largo que es, que lo ha tenido todos estos años. —Es demasiado lo que tengo que agradecerte, que por dos vidas no debes disculparte por nada—. Es cuando cierro mis brazos a su espalda, que la estrecho contra mí, que me doy cuenta lo mucho que necesité de un abrazo así de ella.

Contrario a mis miedos, Jefferson está presente en la habitación y al abrir la puerta me envuelve en uno de esos abrazos en los que podría estar prendida toda la vida. Dejo caer las flores sin darle mucha importancia y acomodo mi mejilla sobre su hombro, lo estrujo sin demasiada fuerza y dejo escapar el aire al escuchar lo que dice. Bien, ya no debo pedir perdón y creo que estoy lista para dejar de hacerlo. En estos días Neopanem ha sufrido una serie de cambios importantes, cosas terribles por las que no soy responsable pero, aún así, hay que hacer algo. Lo ocurrido en el atentado siempre pesará en mi memoria pero el mundo avanza y no puedo seguir lamentándome por eso. Ahora es hora de preocuparnos por esos ciudadanos que serán interrogados por el solo hecho de ser mestizos o de sangre muggle, Locki sin ir más lejos.

- Estaba intentando ser romántica pero no importa - bromeo con él aún sin soltarlo. Las flores ya descansan en el suelo y supongo que quedará en mí recordarle el significado que Bev les ha dado en el programa, pero no ahora ya que debo aclarar otra cosa - No estoy pidiendo perdón - aclaro separándome de una vez por todas y yendo hacia su cama para tomar asiento - Pero jamás te consulté por los del 14 y ahora tenemos un par de niños más bajo nuestro cuidado... Solo quiero asegurarme de que estás bien con eso - pido con una mueca. En realidad no son molestos en sí, hemos vivido cosas peores, pero la familia se agranda cada vez más y quizás ya sea demasiado para nosotros dos.

Creo que es mi inconsciente cumpliendo los deseos reprimidos a través de ésas decisiones. En la celda le confesé a Ferdia que me haría gustado tener una familia y aquí estoy haciéndome cargo de más niños de los que puedo manejar. Lo triste es que jamás me considerarán su madre así como yo no intentaré serlo, pero es lo mejor a lo que puedo aspirar y me aferraré a esa idea.

- He estado pensando... Que quizás podríamos hacer un programa juntos, ahora que soy una enemiga pública ya no hay razones para esconder mi voz ¿Que opinas?

—¿Ah, sí?— pregunto, temiendo haber dado la respuesta incorrecta entonces si tenía que decir algo que en su mente se hubiera escuchado mejor como parte de un dialogo ¿romántico? ¿Cómo se logra que una disculpa sea un gesto romántico? Retiro mis brazos de ella con una torpeza que me hace más parecido al hombre que conoció hace veinte años que a la persona que soy ahora, que en todo este tiempo actúe de una manera en la que creí correcta, cuidando la complicidad que siempre se nos ha dado con naturalidad, de ciertos recuerdos de cosas que sucedieron en el pasado, que no llegamos a resolver. Nunca ha sido sencillo saber cuál es la distancia necesaria para mantenerme cerca de ella, sin estar demasiado cerca como para replantearnos todo lo que tenemos y que ha funcionado bien, ¿qué podría ser mejor que esto?

Suelto una carcajada hueca cuando me siento al lado de ella y nos escucho conversar como un viejo matrimonio que sigue llenando la casa de hijos, cuando nada es como suena y esos chicos no son nuestros, lo que tenemos es algo que podemos llegar a ver como una familia si lo miramos desde un punto de vista de quien anhela más de lo que nunca podrá tener. Es entonces que veo las flores en el suelo, me cuesta diferenciarlas con la poca luz que hay en la habitación, sí noto las distintas tonalidades y me digo lo estúpido que puedo ser a veces con Kenny. —No estaba aquí cuando pasó lo del festival, tampoco tenías modo de contactar conmigo. Si me hubieras mandado un patronus, no habría respondido… yo… solo estaba demasiado centrado en otras cosas en ese momento, no podía pensar en nada más…— murmuro, no es algo de lo que podamos hablar aún, pero no quiero que ella se cargue de una culpa cuando también tengo la mía.  —Lamento no haber estado aquí en ese momento. No sé si hubiera sido diferente, pero al menos habría estado contigo.

Hinco mi codo en la rodilla, así puedo usar mi palma para apoyar mi frente al dejarla caer con el cansancio de haber andado mucho, de ciertas cosas que no puedo decir porque son secretos que no me pertenecen. Daría todo por poder cerrar la puerta de mi habitación al mundo y solo quedarme sentado en la oscuridad con mi mejor amiga, a salvo los dos. —¿Por qué no?— me escucho preguntar, cuando hubiera sido el primero en oponerme a que ella pusiera su voz a disposición de la radio si eso la exponía, pero tal como lo expone somos enemigos públicos en este momento, ¿a qué peligro mayor nos enfrentamos? Nuestras vidas están condenadas, que será mañana o algún día no demasiado lejano, cuando nos tocará cumplir con esa sentencia. —Nunca lo hicimos— apunto, creo que no hace falta. —Nunca juntos— otra aclaración necesaria. —Se que lo que voy a decir es lo más anti romántico, pero… si tengo que saltar al vacío con alguien me gustaría que fuera contigo, con nadie más.

Llevamos juntos muchos años, creamos algo muy grande que sin duda es de ayuda a la comunidad y me gusta creer que ha cambiado vidas pero pareciera que en lo personal nos desencontramos cada vez que importa. Ha sido así desde que nos conocimos, desde que quería hacer algo tan ordinario como invitarlo a una cita hasta ahora que necesitaba alguien que calme mi fuego de guerra. Quizás por eso nos mantenemos navegando por aguas neutras y cada vez que nos queremos amarrar a las orillas se desata una corriente que hace imposible que nos sentemos a disfrutar el uno del otro.

- Sin importar lo que me ha ocurrido a mí, al menos tú estabas a salvo y eso me sirve para sobrellevarlo - porque si alguien de la red hubiese sido castigado ahí sí que no podría seguir adelante... Probablemente habría entrado en pánico y las secuelas serían mucho mayores que no poder dormir por las noches. Es un pequeño pago por lo sufrido, solo debo intentar no pensar y concentrarme en le futuro, olvidar que pedí morir esa misma noche o día y pensar por qué debo seguir viva ahora.

Sonrío cuando se muestra de acuerdo con hacer un programa juntos. Sé que no es algo que a priori no suena importante pero para mí lo es todo, fue como nos conocimos y creo que nos merecemos estar sentados del mismo lado de una vez por todas. Casi de inmediato comienzo a imaginar la dinámica, cómo podríamos comenzar, si nos desviaremos o no del guión... Cosas que en realidad no importan ya que nos conocemos lo suficiente como para que simplemente fluya.

- No subestimes el romanticismo de una muerte inminente... Las mejores historias románticas terminan en tragedia - respondo entre risas, una honesta que sumada a la idea de la radio me hace sentir entera. Estoy mejorando, poco a poco, puedo sentirlo - Pero aunque nos lancemos, la caída podría ser larga ¿Qué harías mientras tanto? - pienso dejándome caer en la cama con los ojos cerrados. Puedo sentir el cansancio al hacerlo, lo meses sin dormir como corresponde gracias a las pesadillas que interrumpen mi descanso luego de pocos minutos.

No puedo creer que encuentre consuelo en saber que estaba bien y lejos de un peligro que a ella le llevó a vivir horas de infierno en una cárcel ministerial, que me atraganto con una carcajada amarga. Esa sensación se extiende por todo el interior de mi pecho, si no contesto es porque mis palabras estarían bañadas en esa amargura, en la culpabilidad que me carcome, esa de la que quiere desligarme y no hay manera de que lo consiga. Kennedy Wang no es el tipo de mujer que alguien, mucho menos yo, podría decirle qué hacer y nada me alienta a pensar que podría ser un héroe de capa para ella. Sé que puede hacer frente a las adversidades por su cuenta, es solo que me acostumbré demasiado a ser quien estaba a su lado y no estuve ahí, sino a una distancia imprecisa de todo lo que estaba ocurriendo.

Mi mirada es larga, se detiene en cada rasgo ensombrecido de su rostro, al hablar de lo que compartimos en un sentido romántico que no suele estar presente en mis conversaciones desde que Sloane murió, a veces agotas toda la cuota de amor que te corresponde en la vida en una persona, que te acompaña un tiempo tan breve, y luego eres incapaz de decirle a la mujer que se ha pasado décadas haciéndote parte de sus proyectos, que tal vez la amas más de lo que puedas abarcar con palabras. —Si tenemos en cuenta que nuestras caras están por todo Neopanem y mostrarnos en cualquier calle del distrito cinco haría que nos asesinen— murmuro, en la poca luz de la habitación puedo usar un tono casi susurrado entre nosotros con la seguridad de que ella me escuchará—, tal vez morir es una posibilidad demasiado real.

Ser asesinados de buenas a primera quizá sea un pensamiento que peca de optimista, primero nos torturarían para dar el ejemplo a otros rebeldes, o seremos de las primeras víctimas de los dementores que el nuevo presidente de Neopanem ha dispuesto en las calles. He tomado consciencia de la muerte inminente en estos días como nunca antes, morir es algo que podría darse mañana mismo, y en general, me doy cuenta que estoy listo para que así sea. Cierro mi mano que está cerca del brazo de Kenny para contener el impulso de acariciar su rostro, que a pesar de la oscuridad podría delinearlo con toda precisión. Suelto la tensión al abrir mis dedos y busco su mano para tomársela. —Solo me quedaría a tu lado, por supuesto— musito. Este momento me recuerda demasiado a uno que sucedió hace más de quince años, fijo mi vista en algún punto en la nada, porque he pensado en aquello como un error todo este tiempo, porque se dio demasiado pronto y por culpa de ello, otras cosas se demoraron demasiado. Tanto que quizás ya no tengamos tiempo para ello. — Tal vez después de nuestro programa, debamos parar con lo de la radio— digo de pronto.

Es una realidad que estamos encerrados aquí y cualquier intento de ponernos en contacto con el exterior significaría arriesgarnos muchísimo, de hecho no me he arriesgado a salir con mi forma humana aún pues me consta que tienen cámaras por todos lados y probablemente también agentes encubiertos dando vueltas por allí. Porque ellos tienen una lista con nuestros nombres y rostros, pero nosotros no tenemos una de ellos. Podría pedírsela a Ivar pero no estoy segura de si sigue jugando para nosotros de esa forma, todo parece indicar que no.

Sus palabras me ponen a pensar el tema seriamente y al final decido ser honesta con él, siempre lo he sido y se siente mal ocultarle lo ocurrido. Quizás no estoy lista para la narración completa pero el sentimiento, eso puedo transmitírselo - Morir era una opción cuando estaba en su prisión, estuve más cerca de lo que crees... Pero no ahora - si bien estamos en una especie de prisión domiciliaria, no puedo quejarme ya que tengo a todas las personas que quiero conmigo. Eso es mil veces mejor de lo que tenía allá y de hecho lloré por noches y desee poder ver sus rostros una última vez con mucha fuerza - Tenerlos aquí es un regalo, algo que creí que ya no podría hacer nunca más así que aunque la perspectiva a futuro no sea buena... Me niego a morir ahora.

Sonrío pues que se quede a mi lado es todo lo que quiero. No quiero morir ahora, pero si voy a estar encerrada eternamente quiero que sea junto a él ya que es la única forma en la que podría sobrellevarlo en paz. Es egoísta, lo sé, él tiene muchas más razones para vivir allá afuera que yo, pero las cartas están repartidas y es lo que nos ha tocado.

Me levanto una vez más y acerco mi cuerpo al suyo cuando toma mi mano, lista para acariciar su rostro pero sus palabras ponen un freno a todas mis acciones ¿Parar con lo de la radio? El vacío vuelve casi de inmediato. Eso ha sido lo que nos ha unido a todos durante años y dejarlo ahora, cuando más necesitamos estar juntos, me deja completamente desorientada - Es la opción más segura - le concedo apartándome unos cuántos centímetros - Pero la radio es lo que somos, es lo que nos ha unido, lo que hacemos. Sin la radio no soy nada, Jeff...

Mi mirada puesta en su rostro cubierto por las sombras es larga, intensa, escondo la acusación feroz de que haya pensado morir en prisión con una resignación que desconozco en ella. No he preguntado que tanto la lastimaron allí como para que quebrar su espíritu, más por cobardía mía de escuchar cosas que no me gustaría, que dudar de la confianza que me tiene para contármelo. Si en esta situación en la que estamos atrapados en estas paredes, cuando su forma de pájaro hace honor a su carácter, puede pensar que la vida es un regalo, ¿por qué barajo la muerte como una posibilidad para mí? Quizás porque he visto un poco más allá de donde dan sus ojos, porque presiento finales antes de que ocurran y me he visto morir hace mucho, que a veces creo que sigo aquí solo porque me encuentro incapaz de dejarla.

—Eres mucho más fuerte de lo que crees, Kenny. Y sé que sabes que eres fuerte, pero lo eres aún más. Cada cosa que ocurra solo será una nueva frontera de dolor que cruzar… y al final de todo, hasta la muerte temblará al recibirte— murmuro, estrujando sus dedos con mi mano al aferrarme a su agarre. —Ese es tu destino, como el mío es otro— apunto, sin embargo, porque hemos pasado tantos años juntos que llegamos a olvidarnos de algo tan importante, de algo que teníamos claro cuando todo esto comenzó: que estar juntos no fue algo que nos impuso ninguna estrella, sino que fue una decisión. Estuvimos solos antes de que eso ocurra, que tal vez también la muerte nos encuentre solos.

—Estoy aquí para acompañarte, y poder hacerlo es algo que le da sentido a cada cosa, no sé qué hubiera sido de mí todo este tiempo si no te hubiera tenido. Pero… tal vez tenga que irme otra vez y no sé si volveré— arrojo, rompiendo la promesa de silencio que me había hecho. No quiero continuar con la radio si no estoy aquí, si el peligro se instala en cada sitio donde busquemos refugio, como el enemigo parado en el umbral de entrada con el arma cargada, esperando a que abramos la puerta. Acaricio la mejilla de mi amiga con la mano que me queda libre. —En la tumba de mi primo hay una epitafio que me gusta mucho, ¿sabes? De un autor muggle. Encuentra lo que amas y deja que te mate— murmuro, siempre me tocará una fibra sensible hablar de la muerte de Lawrence. —Supongo que si debe ser así, entonces es como será…— musito. Recargo mi frente contra la de Kenny, pasando mi pulgar por su pómulo. —Es la única manera en que el espíritu se vuelve tan fuerte, que supera a la muerte, y el tuyo es de esos…—. Sonrío en la oscuridad del cuarto. —No soy nada romántico, ¿verdad?

Sonrío al imaginar a la muerte haciéndose a un lado para dejarme pasar. Aunque, honestamente, me gustaría que fuese por respeto porque llegaría a sus puertas ya doblada a la mitad y con la ayuda de un bastón. Mi sangre de veela me ayudaría a no lucir desagradable pero hasta yo sabría que mis días se han terminado, que ya no hay nada más por lo que luchar y por eso puedo retirarme. Miraría hacia atrás viendo todo lo que he vivido y quedaría satisfecha con ello, pues mis enseñanzas seguirían caminando por la tierra así como las personas que he conocido y sus descendientes ¿Quién sabe? Quizás hasta los míos propios.

La idea se desvanece y la realidad me golpea. Tengo que apretar fuerte la mandíbula porque no me gusta nada lo que Jefferson está diciendo. No, no quiero que sea así. No quiero que él tenga un destino distinto al mío porque siempre que nos separamos las cosas salen mal, no quiero que muera antes que yo ni yo morir antes que él ya que eso solo nos traería sufrimiento ¿Por qué no puede sumarse a la idea? ¿Por qué no puede conformarse con lo que tenemos e intentar al meno sumar algunas canas a su oscura barba?

Me aparto de él rompiendo cualquier contacto con mis propias manos y camino hacia la otra punta de la habitación. Otra vez necesito ubicarme en un rincón, para mantener todo en mi campo visual y que nada me sorprenda por detrás - Basta Jefferson, no intentes ocultar con poesía lo que de verdad estás diciendo - interrumpo con el ceño fruncido. Me cuesta mantener el tono suave de voz que estábamos usando, pero debo recordarme que es de noche y los chicos están durmiendo.

- Me dices que ya no haga la radio y para colmo te quieres ir - dejo salir rompiendo mi posición para llevar una de mis manos a la cintura y la otra a la cabeza, no puedo creerlo - ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Bricolaje por el resto de mis días o quieres que te siga y muramos ahí afuera? Porque no pienso hacer eso, la última vez que seguí a un hombre a su batalla mi mundo como lo conocía terminó y por lo que veo todo va de mal en peor desde entonces.

Me siento tan terrible solo cuando su peso abandona el colchón de mi cama y pese a que su presencia permanece en esta habitación, la distancia que impone es la de alguien que quiere poner un par de distritos de por medio, que me hundo en mi lugar, que si le estoy diciendo que me deje ir, tendría que ser capaz también de no retenerla. Aunque para eso tenga que cerrar las manos alrededor de mis rodillas y encorvarme hacia delante, con todo el peso que los años caen sobre mis hombros. Porque sabernos aislados en esta fábrica y con la muerte sentenciada si ponemos un pie en la vereda, hace que cada minuto pase detrás del otro hacia una hora inminente, para la que necesito que crea que es tan fuerte como los dos sabemos en el fondo que es, pero alguien rompió esa confianza.

—No— contesto, mi voz no suena tan alto pese a lo que grave que soy en mi tono, hace falta que me ponga de pie y la enfrente desde su posición en la esquina, desde la que me hace sentir que la acorralo, que todo lo que le digo la está moviendo hacia un lugar inestable y necesita de refugio. —¿Sigues con lo de la radio porque sigue siendo por lo que darías tu vida o porque es tu maldita zona de confort? ¿Me odiarías si me voy porque me quieres aquí así tienes quien te abrace y te diga que todo está bien o porque en serio quieres que me quede? Eres mucho más que la radio, eres mucho más después de mí. ¡No te morirás ni por una cosa ni por la otra!—. Si no quiere poesía, toca que le hable con todo lo brusco que me impulsa mi propio temperamento.

— Y no me trates como si fuera otro estúpido que te pide que le sigas a su batalla. ¿Eso es lo que crees que estoy haciendo?— pregunto, me siento tan ofendido que aprieto mi puño contra mi pecho con todo mi rostro contraído por la rabia que no va hacia ninguna parte, de la que no quiero hacerle centro. Me digo que ha pasado por mucho, porque es más arraigada para mí la costumbre de ser quien la apoya, no quien la lastima y esta vez lo estoy haciendo. —Es lo último que te pediría, creí que lo sabías. Pero si alguna vez en todos estos años sentiste que eso fue lo que hice, tendrás que perdonarme, no lo vi así. Pensé que luchábamos juntos las batallas, no que uno seguía al otro— mascullo, me tambaleo hacia delante y me detengo, cuando todo lo que quiero hacer y puedo verme haciéndolo, es caminar hacia ella para rodear su rostro con mis manos.

Podría verlo en mi rostro, toda esa ansiedad, si no fuera porque está oscuro y lo único palpable son nuestras palabras, me atraganto con estas. —De la manera en la que te he amado todo este tiempo no te haces una idea, Kenny. Pero lamento que para tu necesidad de que la radio, de que yo mismo, estemos ahí para ti… nunca sea suficiente para tu vanidad de veela— aguardo a que me llegue la culpa por lo que acabo de decir, sé que estoy cegado y que lo que me sigue resonando en los oídos, es lo último de todo lo que dijo, porque hizo por otro hombre lo que deja bien en claro que no haría por mí. —Y también lamento que seguir a otro hombre a su batalla te haya destruido. Que ser una heroína no te haya salido bien. Que porque te sientes sin gloria y sin amor, te veas como una villana. Y que con quien te enojes seas con el idiota que admira toda la fuerza que hay en ti a pesar de tus actos estúpidos, porque te dice que se irá y temes quedarte sin tu último fan— suelto, la estoy acusando y se lo estoy preguntando de la peor manera. Qué soy en su vida. —El mundo siempre ha sido una mierda, Wang. Lo seguirá siendo. Siempre se trató de ti… de que encuentres en ti misma lo que te hace seguir… juntos o no— inevitablemente estas tres palabras caen de mis labios.

Ya he derramado muchas lágrimas en los últimos meses, más de las que he derramado en toda mi vida así que cuando termina la primera parte de su discurso me prometo a mi misma que llegaré hasta el final sin mostrar ni un signo de debilidad. Será difícil porque sus palabras se sienten como pequeñas agujas atravesando todo mi cuerpo. Paul Jefferson es la persona con el botón justo para destruirme en pedazos y ahora mismo está jugueteando con su pulgar sobre él y lo que es peor, lee mis intenciones tan mal podría retirarme de la habitación insultándolo mentalmente por ser tan estúpido. Veo que la distancia en el último tiempo se empieza a notar pues creo que ya no me conoce, ni yo a él.

Uno a uno voy anotando los comentarios en una lista mental para responder al final y me tomo un momento para pensar qué haría la Kenny de antes del atentado, antes de Ferdia. Probablemente le daría un golpe en el estómago con todas mis fuerzas, mordería fuerte y me marcharía de aquí sin más, pero ya no tengo fuerzas para hacer eso... Dice que se va a ir y quizás no regrese así que no hay forma de que deje las cosas en malos términos. No puedo separarme del hombre más importante de mi vida diciéndole que está equivocado y arrepentirme por el resto de mi vida, necesito arreglarlo.

La última parte llega a mis oídos y ya no soy capaz de contener las lágrimas ¿De verdad decir todo eso era necesario? Me resulta difícil volver al principio pues si antes me sentía destrozada ahora creo que ya no hay trozos que unir - Cuando digo que me siento destruida... Es porque de verdad me destruyeron ahí adentro - comienzo con voz tan baja que casi no logro escucharme - Me violaron, Jeff... Ya... Ya no tengo fuerza - confieso apretando con fuerza los puños para que mi voz no se quiebre, eso no es todo, aún quedan cosas que decir.

- Me dices que te irás así que no parece que quieras pelear ninguna batalla conmigo, solo me estás informando que tomarás una por tu cuenta - una a la que no quiero que vaya, porque quiero que me abrace pero sobre todo... - Te conocí en la radio, allí maldije por primera vez porque era imposible tenerte para mí. Cuando fundamos la red fue en donde me enamoré de tí cada día, hasta el día de hoy un poco más hasta niveles que jamás creí que serían posibles - prosigo sin mirarlo a los ojos, no puedo hacerlo luego de lo que dijo - Te amo, Jeff, por eso quiero... quería que te quedes - me corrijo - Pero ya veo que no puedo hacer nada, buscaré la fuerza en la familia que creí que teníamos juntos y en mantenerlos a salvo como pueda.

Las paredes se cierran a mi alrededor y me quedo absolutamente solo con todos los remordimientos que emergen desde el fondo de mi mente, que me preguntan por qué me fui, por qué no estuve, por qué la deje sola. Sé donde estuve en esos días, haciendo qué, con una persona que considero tan importante como Kennedy en mi vida, a la que me aferro como lo hago con ella, que no esperaba que esto se convirtiera en una elección entre dos opciones y que una lástima a la otra. Porque si no hubiera ido a donde estaba Lawrence, tal vez hubiera estado ahí para Kenny y no se habría lanzado a la imprudencia de asaltar un ministerio con bombas, exponerse a que la tomen prisionera y abusen de ella. El rugido que quema mi pecho no llega a subir por mi garganta, toda la fuerza violenta que sacude mis brazos no llega a estrellarse contra ninguna pared. Sostengo mi cabeza entre mis manos, haciendo presión con las palmas en mis sienes.  Me enfado conmigo, me odio a mí mismo. Me enfado con Lawrence, con todo el maldito gobierno, con el mundo.

Puede que sea mi habitación, pero acaba de echarme de esta. De todo lo que tenemos, de su vida. Si me quiero ir, ella me expulsa. Soy plenamente consciente de que si me voy, no esta noche, sino en el día que tenga que ser, ella me dará la espalda y no me perdonará si regreso. ¿En serio quiero dejarla? Mis brazos la rodean para atraerla hacia mi pecho, puede negarse a que la consuele, pero la estrecho aún más así no puedo golpearme. Coloco una mano detrás de su cabeza para sostenerla cerca de mi hombro, así puedo acercarme a su oído, hablar un poco más bajo de los gritos que no me gustaría que hayan escuchado las chicas, esa extraña familia que se fue formando a nuestro alrededor porque quizá nos conocimos en el momento incorrecto y desbaratamos todo lo que podríamos haber sido. —Perdóname, Kenny — murmuro y aparto de su cara los mechones largos de su cabello para acercarme a sus labios, besarla con una suavidad que contradice lo mucho que me he contenido de besarla en estos años. —Quisiera poder hacer algo para que puedas volver a sentirte entera… pero no se podré…— reconozco con mi voz ahogada por el sentimiento de impotencia por todas las cosas que escapan de mi control, que solo soy un hombre que está tratando de sobrevivir en un mundo para el que es una paria sin magia, sintiéndome terriblemente inútil para todo. —No hay nada demasiado grande que pueda hacer por ti. Y no es porque no quiera, sino porque no puedo. Todo este tiempo solo se trató de mantenerme cerca, a tu lado… es todo lo que puedo dar y si te digo que es todo, tienes que saber que te lo estoy dando quedándome sin nada. No es un todo impresionante, lo sé. Habrá quienes puedan darte algo mucho mejor… pero es lo que tengo y traté de que durara todo este tiempo…— musito con mis labios sobre su frente y aflojando un poco la presión de mi abrazo.

No me siento capaz de levantar los brazos para corresponder a su abrazo ni tampoco tengo fuerzas para rechazarlo, así que solo dejo que me acerque a su cuerpo y mantengo mi frente pegada a su hombro con mis manos apoyadas en su pecho. Puedo sentir el golpeteo de su corazón, uno que me gustaría que lata por siempre y, siendo un poco más egoísta, uno que me gustaría escuchar cada noche antes de dormir. Pero eso ya no podrá ser, como un montón de otras cosas porque ya ha tomado su decisión. El abrazo dura lo justo y cuando nos separa para besarme siento como la falta de fuerza muscular se traslada a mi pecho, un vacío y temo ya no ser capaz de seguir bombeando - Besos de despedida, a eso se reduce - murmuro cuando siento sus labios apartándose de los míos.

- Nunca te pedí más nada que eso - respondo estrechándolo un poco antes de apartarme para ir por el ramo de flores que quedó olvidado en el suelo - Hoy venía a hacerlo, a pedirte un poco más - murmuro volviendo a sentarme en la cama mientras jugueteo con los pétalos. Hubo una época en la que era tan idiota como para quitarlos hasta descubrir si la otra persona me quería o no me quería, las cosas eran tan sencillas que estaría dispuesta a volver a tener medio cerebro con tal de recuperar todo eso.

-Bien... Vas a irte, es un hecho ¿Podemos al menos vivir el tiempo que nos queda? - pregunto alzando la vista una vez más. Como dije, prefiero ésto antes que dejarlo ir estando peleados. Ya vimos lo que ocurre allá afuera y si bien confío en que hará todo lo posible para sobrevivir, no puedo engañarme a mí mima, la posibilidad está - Solo... Cerrar los ojos e imaginar que el mundo no se está viniendo abajo hasta que llegue el inevitable final - agrego lanzando las flores contra una de las paredes.

Suelto todo el aire reprimido en mi pecho, que si no se queda ahí haciendo presión dolorosa sobre mis pulmones y lastimándole el corazón, porque si en este tiempo no hubiera contenido tanto, no estaríamos diciéndonos que nos amábamos en el momento en que nos decimos adiós. Porque como un par de idiotas nos confiamos del tiempo, lo dejamos avanzar implacable, nos marcó una hora y acudimos, con un beso que llega tarde, que es acorde a la situación, uno de despedida. —¿Y quién dice que no son los mejores que se puedan dar en la vida?— pregunto, mi boca deslizándose en una caricia contra su mejilla y con mis dedos perdiéndose entre su cabello. —Ojalá todos los besos que se dan fueran con miedo a perder al otro, que griten de amor, porque tal vez no habrá otra oportunidad…— divago, repaso todas las historias que conozco. —Porque no todos tienen la posibilidad de un beso de despedida y de darse cuenta de que podría haber más.  

Y pienso en nosotros, en cómo no me aparta, tampoco responde. ¿Qué caso tiene aferrarse a lo que se está desvaneciendo, no? Es una pena de que todavía soy real al abrazarla, pero ella está iniciando ese proceso de duelo para cuando ya no esté. ¿Qué de todo nos queda por hacer que no hayamos hecho en veinte años? Demasiadas cosas de las que puedo arrepentirme si es que no alcanzo a volver. —Nada es un hecho hasta que ocurre— le contesto, observando cómo se sienta en el borde de la cama otra vez, —No cuentas noticias en la radio de cosas que no han pasado— comento.

Me dejo caer con pesadez a su lado, cruzo mi brazo por su espalda para tomarla del hombro y acercarla otra vez a mí, me quedo así por unos minutos. —Entre lo que podría ocurrir y lo que ocurre, en medio están las decisiones. Sé de personas que hicieron un camino de decisiones y al borde del abismo para saltar, se dieron la vuelta, deshicieron sus pasos. Necesitaron irse lejos para volver, porque hay cosas que valen toda la pena—. No sé si me entiende. Mi mano cae desde su hombro a lo largo de su brazo, me acerco a su oído. —Podemos vivir el tiempo que nos queda— repito sus palabras, atrayéndola para que nos acomodemos en medio de la cama, mi cabeza rozando la almohada. —Y cerrar los ojos a todo lo que vendrá— susurro. —Todavía no ha ocurrido, Kenny. Es nada.

Con sus palabras me deja en claro que está viviendo ésto de forma diferente. Quizás me he convertido en una cobarde luego de lo que ocurrió en la base de seguridad, temerosa del futuro y sin ganas de agitar las aguas más allá de las pequeñas olas que genera cada programa de radio. De ninguna forma quiero sentir lo que siento en mi pecho con cada beso, por el contrario, me gustaría llenar el vacío con la tranquilidad de que habrá otro e ir racionando el amor con besos cotidianos, abrazos espontáneos y juntarlo con la paz ya inexistente del mundo. Pido un imposible, uno que para colmo no puedo expresar en voz alta ya que no quiero condicionarlo más, si se quiere ir que se vaya, no puedo detenerlo.

- Me lo dice la intuición - respondo a sus palabras sin mirarlo - Puede que no sea suficiente para contarlo en la radio pero es suficiente para estar convencida de que sucederá, es mi verdad - finalizo dejando que me abrace una vez más. No debería dejarlo, tendría que marcharme de aquí antes de que me haga más daño pero no puedo hacerlo, lo necesito y si puedo aprovechar unos últimos días con él lo haré porque es lo mejor que me ha pasado y no importa lo que haya dicho hace unos momentos, el sentimiento no de deshace fácilmente.

Me acomodo en la cama junto a él y lo abrazo con los ojos cerrados. Bien, si éste momento es todo lo que vamos a tener que así sea. Intentaré no pensar en lo que viene ni en las consecuencias que eso podría tener, nada está escrito hasta que pase y ¿Quién sabe? Quizás decida ser romántico de una vez por todas - Buenas noches - murmuro estirando mi cuello para besarlo, no uno de despedida, sino uno normal. Sin decir más dejo que mi cuerpo se relaje y, por primera vez desde que he vuelto, duermo hasta la mañana siguiente sin interrupciones.