OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Que animal desagradable, de veras. Ni que tuviera tiempo para sus estupideces. He dejado un trozo de carne sobre la mesada mientras chequeaba los ingredientes necesarios para condimentarlo y el gato de la señorita piernas largas decidió que era un buen momento para asaltarme. Resoplo una y otra vez de esa manera que mis rulos se levantan por el aire y me muevo por el jardín, tratando de dar con la bestia asalta-cocineros. Lo bueno de todo esto es que es el primer día sin lluvia en toda la semana y eso me permite caminar sin tener que estar cubriéndome con un paraguas o los brazos, a pesar de que aún quedan charcos de barro. Salto uno de ellos cuando me percato de que el muy mugroso se ha subido a un grueso árbol cerca del límite de la residencia y me acerco a él con grandes zancadas, sacudiendo mis brazos de un lado al otro en mi andar — Si serás desgraciado, bola de pelos… — lo insulto entre dientes y el muy maldito me sisea desde lo alto de una gruesa rama, moviendo su cola peluda. Voy a hacerlo felpudo.
Me aferro del tronco y veo de dónde puedo sostenerme cuando empiezo a trepar por los huecos irregulares. Sé que esa carne no sirve, de seguro ya debe estar toda masticada y llena de porquería, pero no voy a permitir que me regañen sin tener la prueba de que no me la he comido, sino que fue culpa del gato. Me resbalo un poco, solo un poquito, pero consigo sujetarme y solo me gano un pequeño raspón. Realmente espero que al ministro de justicia no se le ocurra asomar la nariz ahora mismo, porque esta gente es capaz de acusarme con que quería colarme en su casa o alguna idiotez de ese estilo. Desde esta altura, puedo ver la piscina a lo lejos y lo que parece ser el contorno de la casa detrás de algunos árboles, pero está a una distancia considerable como para analizar si lo que veo es un jardín de invierno o parte del caserón. No le hubiese prestado mucha atención al paisaje y solo me habría estirado para tomar al gato del pellejo, si no fuese porque creo que estoy aluciando cuando veo aparecer una figura curiosamente familiar.
Parpadeo, me apoyo con una mano en el tronco para estirarme y ver mejor entre las hojas. En efecto, yo conozco ese cabello negro y, aunque me vale una genuina emoción por dos segundos, pronto puedo sentir la sorpresa desconcertada — ¡Lara! — exclamo con el mismo tono que si hubiese visto un fantasma. Creo que es culpa de mi sobresalto que tengo que agarrarme de la rama para no caer y el gato me maúlla, dando un salto que le hace picar por mi cabeza y bajarse entre brincos demasiado ágiles. Pero ya no le estoy prestando atención — ¿Qué demonios haces tú aquí? — no puede decirme que está perdida. No solo porque necesitas aprobación de un residente de la isla para entrar, sino porque está específicamente en un jardín. Dudo mucho que Powell juzgue a las personas en su patio trasero.
Me aferro del tronco y veo de dónde puedo sostenerme cuando empiezo a trepar por los huecos irregulares. Sé que esa carne no sirve, de seguro ya debe estar toda masticada y llena de porquería, pero no voy a permitir que me regañen sin tener la prueba de que no me la he comido, sino que fue culpa del gato. Me resbalo un poco, solo un poquito, pero consigo sujetarme y solo me gano un pequeño raspón. Realmente espero que al ministro de justicia no se le ocurra asomar la nariz ahora mismo, porque esta gente es capaz de acusarme con que quería colarme en su casa o alguna idiotez de ese estilo. Desde esta altura, puedo ver la piscina a lo lejos y lo que parece ser el contorno de la casa detrás de algunos árboles, pero está a una distancia considerable como para analizar si lo que veo es un jardín de invierno o parte del caserón. No le hubiese prestado mucha atención al paisaje y solo me habría estirado para tomar al gato del pellejo, si no fuese porque creo que estoy aluciando cuando veo aparecer una figura curiosamente familiar.
Parpadeo, me apoyo con una mano en el tronco para estirarme y ver mejor entre las hojas. En efecto, yo conozco ese cabello negro y, aunque me vale una genuina emoción por dos segundos, pronto puedo sentir la sorpresa desconcertada — ¡Lara! — exclamo con el mismo tono que si hubiese visto un fantasma. Creo que es culpa de mi sobresalto que tengo que agarrarme de la rama para no caer y el gato me maúlla, dando un salto que le hace picar por mi cabeza y bajarse entre brincos demasiado ágiles. Pero ya no le estoy prestando atención — ¿Qué demonios haces tú aquí? — no puede decirme que está perdida. No solo porque necesitas aprobación de un residente de la isla para entrar, sino porque está específicamente en un jardín. Dudo mucho que Powell juzgue a las personas en su patio trasero.
Mi maldita debilidad por los muffins está teniendo sus consecuencias y noto como la cintura de los vaqueros marcan mi piel con líneas rojas por lo ajustado que me queda. Los arrojo uno tras otro al suelo al comprobar que se repite con todos, tendré que usar un hechizo expansivo o lo que sea para tener con que vestirme. Rebusco entre la poca ropa que me traje un vestido de mangas largas, entonces el problema que tengo es otro: a la altura del pecho me incomoda terriblemente. Me tiro en el suelo de la habitación con toda la frustración que soy capaz de sentir y me abrazo a mis rodillas, con mi frente recargada sobre estas, entre todo el lío de prendas que se ha formado a mis pies. Puedo anticiparme al subidón hormonal que está a punto de hacerme lloriquear, así que voy contando mis respiraciones para que en un par de pestañeos, mi mirada vuelva a aclararse. ¡Meerah! ¡Ella puede ayudarme! Cuando vuelva de ver a Ivar, me pondré con ella a revisar, arreglar y tirar todo lo que se tenga que tirar. Manoteo mi teléfono donde sea que haya quedado, para buscar en qué semana es que empezará a ser visible el embarazo, que tengo que estar preparada para entonces.
No sé si es bueno o si es malo, pero eso no dejará lugar a dudas a nadie de por qué entro y salgo de la casa del ministro de Justicia. Por suerte he llovido bastante, lo que nos mantiene dentro y a ninguno de los vecinos, con las preocupaciones que hay el ministerio, se le ha ocurrido hacer visitas o cenas de cortesía, si es que esta gente lo hace. No creo. No suelo ver seguido a los ministros, y si, puede ser que evite un poco cruzarme con cualquiera. Y aunque el ministro de Seguridad sea agradable a la vista, de todos es a quien menos me gustaría encontrarme, que la quema de mis papeles me da cierta tranquilidad, pero la paranoia persiste. Se puede ser paranoica con justa razón cuando hay criaturas mágicas sueltas a la noche, obligando que todos vuelvan temprano a sus casas, y que los mestizos del ministerio estemos bajo la amenaza de preguntas inquisitivas. Hay demasiado con lo que ponerme de nervios, ¡y encima no me quedan los vaqueros!
Mi poco trato con los vecinos hace que por un momento crea que estoy equivocada cuando escucho un grito que me llama. Por fin estoy disminuyendo las náuseas matutinas, ¿y ahora comienzas las alucinaciones? ¿Qué es esto? Nunca se debe concebir un bebé bajo los efectos de hongos extraños. Hasta que reconozco una voz, otra que también he evitado por semanas, que a cada jueves se me hizo más difícil ver la cara de Jim cuando estaba dándome cuenta que todo cambiaba. Cambió todo como para tenerme en una mansión ministerial, al lado de la misma casa donde lo tienen como esclavo. Creo que me pongo pálida y hay un ligero temblor en mis rasgos que me apresuro en ocultar. Camino por inercia hacia el muro, no sé por qué busco por donde trepar para alcanzarlo donde se encuentra, encaramado a una rama. —¡Jim!—. ¿Qué tan extraño se verá que hablemos así? Recorro mi alrededor con una mirada nerviosa y agradezco que el jardín esté tan bien cuidado como para que haya plantas tipo estatuas que nos cubren un poco de la vista de quien salga de la mansión. —Yo…— balbuceo, nunca me he sentido tan en falta ni siquiera delante de Mohini alguna vez.
Sabía que estaría en la isla, me había dicho que era el esclavo de la ministra de Educación, sólo esperaba que en serio estas personas tuvieran vidas aisladas. ¡Tienen jardines inmensos! No son los vecinos de cercas blancas que hablan sobre estas. Supongo que entre todas las cosas que tenía para inquietarme, esta fue una de esas que preferí anular en mi mente, y tal vez de las más temidas. —Yo… me estoy quedando un tiempo aquí…— paso saliva con mucha dificultad por mi garganta, de a poco va retornando el color a mi cara. Tengo que tomar dos respiraciones juntas para devolver la firmeza a mi vos y creo que no tiene caso alargar más el momento de la verdad. — Estoy quedándome con el ministro Powell y su hija, yo…—. Ah, bien, tal vez no es el momento para toda la verdad. —¡Me alegro mucho de verte, Jim! Lo sabes, ¿verdad? Todo está complicado fuera con las medidas de Aminoff—. Decir que es complicado se queda demasiado corto. —Y me consuela saber que estás con la ministra Leblanc…— trago saliva una vez más, porque si pienso que es mejor que esté bajo la protección de esa mujer a que esté en otros distritos, quien sabe cómo, puedo tranquilizar un poco a mi conciencia.
No sé si es bueno o si es malo, pero eso no dejará lugar a dudas a nadie de por qué entro y salgo de la casa del ministro de Justicia. Por suerte he llovido bastante, lo que nos mantiene dentro y a ninguno de los vecinos, con las preocupaciones que hay el ministerio, se le ha ocurrido hacer visitas o cenas de cortesía, si es que esta gente lo hace. No creo. No suelo ver seguido a los ministros, y si, puede ser que evite un poco cruzarme con cualquiera. Y aunque el ministro de Seguridad sea agradable a la vista, de todos es a quien menos me gustaría encontrarme, que la quema de mis papeles me da cierta tranquilidad, pero la paranoia persiste. Se puede ser paranoica con justa razón cuando hay criaturas mágicas sueltas a la noche, obligando que todos vuelvan temprano a sus casas, y que los mestizos del ministerio estemos bajo la amenaza de preguntas inquisitivas. Hay demasiado con lo que ponerme de nervios, ¡y encima no me quedan los vaqueros!
Mi poco trato con los vecinos hace que por un momento crea que estoy equivocada cuando escucho un grito que me llama. Por fin estoy disminuyendo las náuseas matutinas, ¿y ahora comienzas las alucinaciones? ¿Qué es esto? Nunca se debe concebir un bebé bajo los efectos de hongos extraños. Hasta que reconozco una voz, otra que también he evitado por semanas, que a cada jueves se me hizo más difícil ver la cara de Jim cuando estaba dándome cuenta que todo cambiaba. Cambió todo como para tenerme en una mansión ministerial, al lado de la misma casa donde lo tienen como esclavo. Creo que me pongo pálida y hay un ligero temblor en mis rasgos que me apresuro en ocultar. Camino por inercia hacia el muro, no sé por qué busco por donde trepar para alcanzarlo donde se encuentra, encaramado a una rama. —¡Jim!—. ¿Qué tan extraño se verá que hablemos así? Recorro mi alrededor con una mirada nerviosa y agradezco que el jardín esté tan bien cuidado como para que haya plantas tipo estatuas que nos cubren un poco de la vista de quien salga de la mansión. —Yo…— balbuceo, nunca me he sentido tan en falta ni siquiera delante de Mohini alguna vez.
Sabía que estaría en la isla, me había dicho que era el esclavo de la ministra de Educación, sólo esperaba que en serio estas personas tuvieran vidas aisladas. ¡Tienen jardines inmensos! No son los vecinos de cercas blancas que hablan sobre estas. Supongo que entre todas las cosas que tenía para inquietarme, esta fue una de esas que preferí anular en mi mente, y tal vez de las más temidas. —Yo… me estoy quedando un tiempo aquí…— paso saliva con mucha dificultad por mi garganta, de a poco va retornando el color a mi cara. Tengo que tomar dos respiraciones juntas para devolver la firmeza a mi vos y creo que no tiene caso alargar más el momento de la verdad. — Estoy quedándome con el ministro Powell y su hija, yo…—. Ah, bien, tal vez no es el momento para toda la verdad. —¡Me alegro mucho de verte, Jim! Lo sabes, ¿verdad? Todo está complicado fuera con las medidas de Aminoff—. Decir que es complicado se queda demasiado corto. —Y me consuela saber que estás con la ministra Leblanc…— trago saliva una vez más, porque si pienso que es mejor que esté bajo la protección de esa mujer a que esté en otros distritos, quien sabe cómo, puedo tranquilizar un poco a mi conciencia.
Al menos parece que no soy el único sorprendido con este encuentro inesperado. Todavía me estoy frotando la cabeza ahí donde el gato saltó y la miro con la expectativa de una explicación en el rostro, quizá abriendo mis ojos de más en un intento de no parpadear. ¿Por qué parece nerviosa? ¿Acaso está en problemas y deberé ser su caballero de no brillante armadura? — ¿La hija de Powell vive aquí? — no debería de sorprenderme después de todo, pero no me la he cruzado jamás y tampoco ansío hacerlo después de haberla conocido en el mercado; por la manera en la cual arrugo la nariz deja bien en claro que esa enana chillona no me agrada en lo absoluto. Tengo intenciones de seguir indagando, pero ella lleva la charla por otro lado y la acabo mirando como si estuviera ligeramente aturdido — Eso he visto en la televisión. Los elfos se están encargando de los mandados estos días — como pueden hacer magia, ellos son mucho más rápidos. Eso ha incrementado un poco mi trabajo, pero tampoco está tan mal; prefiero enfrentarme a un trapo de piso y no a un dementor.
Me da igual donde se ha metido la mascota fea de la señorita de la casa, me aferro a la rama y me acomodo lo suficiente como para tener un sostén. Sin pedir perdón ni permiso, estiro la pierna hasta que puedo apoyarme en el mural que separa los jardines y, con un salto poco grácil, caigo junto a ella. Bueno, algo así, mejor dicho me voy de culo al suelo y me raspo las manos, pero estoy tan acostumbrado que apenas y suelto un quejido con una puteada — Dime que desde la casa no pueden haber visto esto — hago una broma para quitarle importancia y me apoyo en la enredadera para ponerme de pie. Estoy sacudiendo la mugre de mis manos cuando puedo fijarme mucho más abiertamente en ella, notando algo diferente — ¿Te estás alimentando de más? — es una pregunta dudosa, porque no quiero decirle en toda la cara que tiene más cachetes y estoy seguro de que antes tenía menos busto. Da igual, me alegra verla y eso hace que le pellizque una mejilla con gracia — ¿Pediste asilo en la isla por todo el tema de los dementores o algo así? No sabía que las cosas estaban tan mal afuera como para que quieras venir aquí. ¿Leyes de ciencia? — no tengo idea de cómo funcionan esas cosas, así que prefiero preguntar.
Me da igual donde se ha metido la mascota fea de la señorita de la casa, me aferro a la rama y me acomodo lo suficiente como para tener un sostén. Sin pedir perdón ni permiso, estiro la pierna hasta que puedo apoyarme en el mural que separa los jardines y, con un salto poco grácil, caigo junto a ella. Bueno, algo así, mejor dicho me voy de culo al suelo y me raspo las manos, pero estoy tan acostumbrado que apenas y suelto un quejido con una puteada — Dime que desde la casa no pueden haber visto esto — hago una broma para quitarle importancia y me apoyo en la enredadera para ponerme de pie. Estoy sacudiendo la mugre de mis manos cuando puedo fijarme mucho más abiertamente en ella, notando algo diferente — ¿Te estás alimentando de más? — es una pregunta dudosa, porque no quiero decirle en toda la cara que tiene más cachetes y estoy seguro de que antes tenía menos busto. Da igual, me alegra verla y eso hace que le pellizque una mejilla con gracia — ¿Pediste asilo en la isla por todo el tema de los dementores o algo así? No sabía que las cosas estaban tan mal afuera como para que quieras venir aquí. ¿Leyes de ciencia? — no tengo idea de cómo funcionan esas cosas, así que prefiero preguntar.
¿Tan mala es mi suerte que no se ha cruzado con Meerah y en cambio conmigo se encuentra de buenas a primeras? Su encuentro con ella fue un desastre en todos los sentidos, así que no me queda más que alegrarme por él que no se han vuelto a ver. Espero que este muro sea lo suficientemente alto como para que sigan llevando vidas paralelas, que todo lo que me resta es desear que la vida de Jim en esta isla sea la mejor posible para un esclavo joven, y que sean los elfos quienes salgan también me tranquiliza, eso lo deja apartado del nerviosismo que se vive fuera. Pero, ¿qué tanto puedo pedir si fue en el terreno de estas mansiones que asesinaron a la anterior ministra? Lo irónico de todo es que este siga siendo considerado el mejor refugio posible, que hasta me conmueve que cree que estoy aquí por asilo o algo así.
—Estoy rogando que no lo hayan visto— suelto, cuando cae de este lado del muro y miro con preocupación hacia la casa, que si hay alguien en los jardines suele ser Jordan, a quien creo que podía pedirle que no diga nada. Sin embargo, si Meerah lo ha visto desde su ventana o por estar saliendo de la mansión, estaré en problemas. Es demasiado lo que ella ignora de mí, y no quiero sentir que le miento, sino que hay cosas que es mejor mencionar y ciertos errores que quedarán en el pasado, no volverán a ser mencionados. Mi simpatía por Jim está entre las primeras. Me encuentro en el mismo dilema con él, de no saber qué tanto compartir y una voz en mi cabeza que me grita que mienta, que mienta descaradamente cómo lo he hecho en varias ocasiones. —Yo… sí, estoy comiendo un poco de más…— contesto y me doy cuenta de algo de que hay una verdad que quiero compartirle por ser Jim, alguien que se le he dedicado mi cariño por tanto tiempo. —Estoy embarazada y supongo que eso me hace ver un poco distinta…— la sonrisa que ensayo es muy débil, casi como si le estuviera pidiendo disculpas por la manera en que mi mirada cambia cada vez que hablo de esta pequeña cosa que va tomando tamaño y se hace sentir como algo real.
¿Leyes de ciencia? ¿Puedo mentirle diciendo que estoy aquí por la ley de entropía y darle una explicación rebuscada que lo confunda lo suficiente como para no insistir con el tema? Muevo mis labios sin lograr articular palabra, así que me encojo de hombros. —No es por eso— reconozco, me pesa por anticipado todas las mentiras que podría hilvanar. —En esta isla no dejan entrar a cualquiera, no importa lo feas que las cosas se pongan en los distritos…— contesto, alargando el momento y tras echar otro vistazo a la mansión, me muevo para guiarlo hacia la sombra de una pérgola con tantas enredadas que nos taparán de cualquier vista. —Estoy quedándome aquí porque es donde está el padre de mi bebé— digo, de perfil a él para no tener que verlo a los ojos. Solo espero que no pase lista de todos los ministros hombres que están viviendo en esta isla y pueda atar los cabos por su cuenta.
—Estoy rogando que no lo hayan visto— suelto, cuando cae de este lado del muro y miro con preocupación hacia la casa, que si hay alguien en los jardines suele ser Jordan, a quien creo que podía pedirle que no diga nada. Sin embargo, si Meerah lo ha visto desde su ventana o por estar saliendo de la mansión, estaré en problemas. Es demasiado lo que ella ignora de mí, y no quiero sentir que le miento, sino que hay cosas que es mejor mencionar y ciertos errores que quedarán en el pasado, no volverán a ser mencionados. Mi simpatía por Jim está entre las primeras. Me encuentro en el mismo dilema con él, de no saber qué tanto compartir y una voz en mi cabeza que me grita que mienta, que mienta descaradamente cómo lo he hecho en varias ocasiones. —Yo… sí, estoy comiendo un poco de más…— contesto y me doy cuenta de algo de que hay una verdad que quiero compartirle por ser Jim, alguien que se le he dedicado mi cariño por tanto tiempo. —Estoy embarazada y supongo que eso me hace ver un poco distinta…— la sonrisa que ensayo es muy débil, casi como si le estuviera pidiendo disculpas por la manera en que mi mirada cambia cada vez que hablo de esta pequeña cosa que va tomando tamaño y se hace sentir como algo real.
¿Leyes de ciencia? ¿Puedo mentirle diciendo que estoy aquí por la ley de entropía y darle una explicación rebuscada que lo confunda lo suficiente como para no insistir con el tema? Muevo mis labios sin lograr articular palabra, así que me encojo de hombros. —No es por eso— reconozco, me pesa por anticipado todas las mentiras que podría hilvanar. —En esta isla no dejan entrar a cualquiera, no importa lo feas que las cosas se pongan en los distritos…— contesto, alargando el momento y tras echar otro vistazo a la mansión, me muevo para guiarlo hacia la sombra de una pérgola con tantas enredadas que nos taparán de cualquier vista. —Estoy quedándome aquí porque es donde está el padre de mi bebé— digo, de perfil a él para no tener que verlo a los ojos. Solo espero que no pase lista de todos los ministros hombres que están viviendo en esta isla y pueda atar los cabos por su cuenta.
Vale, en primer lugar no puedo comprender lo que me dice, tal vez porque lo hace tan de la nada que me pregunto si ha planificado tirar una bomba así como si me estuviese comentando que comió champiñones esta mañana. En segundo lugar, jamás podría concebir la idea de Lara teniendo un hijo, porque eso se siente como muy antinatural como para siquiera imaginarla con una panza redonda. Pero, en tercer lugar, me encuentro mirándola sin saber si debo estar sorprendido o alegre, así que intento empujar mi desconcierto a un lado para sonreírle — ¿Vas a tener un bebé de verdad? ¡Eso es... !— es obvio que no se me da muy bien el expresarme, me conformo con tomar sus hombros para verla mejor como si buscase un indicio más obvio de embarazo. No lo hay, pero supongo que esta ahí — ... wow.
Sí, bueno, tiene razón con eso de que no dejan entrar a nadie, pero no digo nada porque estoy muy ocupado en bajar las manos y tocarle la panza como si estuviera esperando sentir una bola de cristal. Sigue plana, pero si hay algo ahí adentro, que al menos sienta un poquito de mi calor. Creo que es que estoy demasiado enfocado en ello que me tardo en procesar lo que ha dicho y la miro, alzo una vez más los ojos en su dirección con algo de confusión y me relamo tratando de encontrar la respuesta — ¿Estás saliendo con uno de los aurores de seguridad? — es la respuesta más lógica, no hay candidatos que pueda ver tomando su mano o haciendo las cosas que llevan a los bebés a existir. Es cuando recuerdo que estamos en el jardín privado de un ministro, uno donde no podría entrar si solo fuese un amorío con un guardia, que despego mis manos de su vientre como si repentinamente fuese tóxico.
Una vez ella me dijo que había estado en la isla, pero eso fue todo. Jamás le di mayor importancia a un dato que podría haberse perdido, pero que hace que la mire como si me hubiera mordido la mano. Ella vio el mercado cientos de veces, me visitó y despotricó conmigo contra el gobierno que el dueño de este terreno tanto defiende. Y tiene a su vástago dentro, toda orgullosa y plena — ¿Te follaste a Powell por decisión propia? — no puedo ser sutil, no cuando la desconfianza me nace en cada sílaba. Si la ha ultrajado puedo perdonarlo, pero algo me dice que en ese caso ella habría abortado, no estaría viviendo tan campante en este lugar. Doy un paso hacia atrás más que voluntario — ¿Cómo...? Creí que lo odiabas. Que odiabas este lugar, todo lo que él hace y lo sabes — vamos, Powell fue quien vino con esa estúpida idea de explotar esclavos en "trabajos comunitarios" mientras sean propiedad del mercado y, por ende, del estado. Yo era de esos esclavos. Solo me queda una pregunta: — ¿Por qué?
Sí, bueno, tiene razón con eso de que no dejan entrar a nadie, pero no digo nada porque estoy muy ocupado en bajar las manos y tocarle la panza como si estuviera esperando sentir una bola de cristal. Sigue plana, pero si hay algo ahí adentro, que al menos sienta un poquito de mi calor. Creo que es que estoy demasiado enfocado en ello que me tardo en procesar lo que ha dicho y la miro, alzo una vez más los ojos en su dirección con algo de confusión y me relamo tratando de encontrar la respuesta — ¿Estás saliendo con uno de los aurores de seguridad? — es la respuesta más lógica, no hay candidatos que pueda ver tomando su mano o haciendo las cosas que llevan a los bebés a existir. Es cuando recuerdo que estamos en el jardín privado de un ministro, uno donde no podría entrar si solo fuese un amorío con un guardia, que despego mis manos de su vientre como si repentinamente fuese tóxico.
Una vez ella me dijo que había estado en la isla, pero eso fue todo. Jamás le di mayor importancia a un dato que podría haberse perdido, pero que hace que la mire como si me hubiera mordido la mano. Ella vio el mercado cientos de veces, me visitó y despotricó conmigo contra el gobierno que el dueño de este terreno tanto defiende. Y tiene a su vástago dentro, toda orgullosa y plena — ¿Te follaste a Powell por decisión propia? — no puedo ser sutil, no cuando la desconfianza me nace en cada sílaba. Si la ha ultrajado puedo perdonarlo, pero algo me dice que en ese caso ella habría abortado, no estaría viviendo tan campante en este lugar. Doy un paso hacia atrás más que voluntario — ¿Cómo...? Creí que lo odiabas. Que odiabas este lugar, todo lo que él hace y lo sabes — vamos, Powell fue quien vino con esa estúpida idea de explotar esclavos en "trabajos comunitarios" mientras sean propiedad del mercado y, por ende, del estado. Yo era de esos esclavos. Solo me queda una pregunta: — ¿Por qué?
Un bebé de verdad, se ve tan sorprendido como yo debería sentirme por encontrarme en una de las mansiones ministeriales, teniendo esta charla con él en el poco resguardo que nos dan las sombras del jardín, cuando nuestros encuentros se dieron primero en el mercado de esclavos y luego en callejones. Los dos nos vemos extraños en este sitio prestado, colocados aquí por alguna equivocación, en su caso fue imposición y en el mío fue elección. Quiera o no, eso pone obligadamente una distancia entre ambos, y su mano sobre mi vientre que no ha crecido aun, es un puente inestable que se va desmoronando en unos pocos minutos por la verdad evidente de los hechos. No se trata de ningún auror, lo niego moviendo mi cabeza. La culpabilidad se hace más honda por su confianza ingenua que le hace sopesar otras situaciones posibles, antes de rendirse a lo que está a la vista, que la puerta por la que he salido lo dice todo.
Entonces sí trato de encontrarme con su mirada, la condena que hace pesar en mi la siento merecida, porque es quien por largo tiempo me escuchó despotricar contra todo esto. Pero nunca haría algo tan bajo como inventar una mentira que me haga quedar como una víctima de las circunstancias en mi relación con Hans, que ni siquiera la deuda fue excusa en ninguna ocasión, en todo momento tuve la chance de negarme y no quise. El ¿por qué? es una buena pregunta. -Fue algo en lo que me metí sabiendo muy bien quién era, lo hice por decisión- me sincero. -Solo no pensé que pasaría de acostarnos un par de veces. No sé cómo explicarte que a veces lo importante en realidad importa poco cuando se trata de sexo...- suspiro, una vez me dijo que le gustaba una chica que era esclava, como si a sí mismo si hubiera dicho a quién debía desear, que a veces pasa, no a mí. -Hasta que todo cambia, y se vuelve algo más que acostarte con alguien. Hay cosas que odio de todo esto, que no podría dejar de odiar, que seas esclavo y que siempre haya un loco en el poder. Pero no odio a la persona que es el padre de mi bebé, simplemente no puedo- confieso, en una postura culpable que me hace llevar una mano a mi pecho. Después de mi madre a quien debería pedirle perdón por tantas cosas, a la segunda persona que siento que decepciono por lo que hago y en especial por quien soy, es a él. Sabía, cuando decidí que había cosas que tiraban de irme y ceder a ellas, era alejarme de otras, que no hay modo en que James pueda entenderme. -Perdón, Jim-. Que extraño es decir algo con lo que he buscado acortar distancias y en esta ocasión se siente como si la estuviera marcando.
Entonces sí trato de encontrarme con su mirada, la condena que hace pesar en mi la siento merecida, porque es quien por largo tiempo me escuchó despotricar contra todo esto. Pero nunca haría algo tan bajo como inventar una mentira que me haga quedar como una víctima de las circunstancias en mi relación con Hans, que ni siquiera la deuda fue excusa en ninguna ocasión, en todo momento tuve la chance de negarme y no quise. El ¿por qué? es una buena pregunta. -Fue algo en lo que me metí sabiendo muy bien quién era, lo hice por decisión- me sincero. -Solo no pensé que pasaría de acostarnos un par de veces. No sé cómo explicarte que a veces lo importante en realidad importa poco cuando se trata de sexo...- suspiro, una vez me dijo que le gustaba una chica que era esclava, como si a sí mismo si hubiera dicho a quién debía desear, que a veces pasa, no a mí. -Hasta que todo cambia, y se vuelve algo más que acostarte con alguien. Hay cosas que odio de todo esto, que no podría dejar de odiar, que seas esclavo y que siempre haya un loco en el poder. Pero no odio a la persona que es el padre de mi bebé, simplemente no puedo- confieso, en una postura culpable que me hace llevar una mano a mi pecho. Después de mi madre a quien debería pedirle perdón por tantas cosas, a la segunda persona que siento que decepciono por lo que hago y en especial por quien soy, es a él. Sabía, cuando decidí que había cosas que tiraban de irme y ceder a ellas, era alejarme de otras, que no hay modo en que James pueda entenderme. -Perdón, Jim-. Que extraño es decir algo con lo que he buscado acortar distancias y en esta ocasión se siente como si la estuviera marcando.
No quiero escuchar nada de lo que tenga para decirme, pero aún así no puedo perderme de cada uno de los sonidos que salen de sus labios como una fila de excusas que me hacen mirarla como si, a pesar de los años, no la conociera. Esta no es la Lara que yo recuerdo, la que arriesgaba el pellejo para que nos veamos a escondidas y poder hablar de tonterías, como un cuidado especial que yo jamás me merecí por completo. Estamos hablando de la única bruja que me agrada de verdad, una que jamás se tomó la molestia de decirme el pequeño detalle sobre con quién compartía la cama. La imagen mental me da asco, el suficiente como para que todo mi rostro se frunza como si me estuviese contando algo completamente desagradable, similar al vómito de un mono rabioso. Está contaminada, cada parte de ella debe apestar a ministro. No quiero decir nada, me encantaría poder desaparecerme como hacen ellos y retirarme de aquí sin las palabras hirientes que están empezando a aflorar en mi garganta. Me las guardaría si no fuese porque pide unas disculpas que me hacen soltar una risa cargada de sorna.
— Hablas como si lo amaras — suena a que la estoy acusando, cosa que creo que estoy haciendo porque la miro de pies a cabeza con una expresión por más desdeñosa — ¿Cómo puedes amar a alguien que piensa de esta manera? ¿Sabes lo que él hace con personas como yo? — me señalo el pecho, el cual masajeo como si aquello fuese lo que necesito para relajarme — Él permite que niños trabajen en minas, que construyan túneles y se enfermen por ello. Que niños como el que será tu hijo, que tendrá todas las comodidades en esta casita de cristal, mueran de hambre solo por el hecho de haber nacido diferentes. Y no vengas a decirme que muchas de esas leyes no salieron de él, porque Powell las estudió, las ejerció y creó nuevas que solo refuerzan que ustedes son mejores que nosotros por haber nacido con la genética correcta. Es un monstruo, Lara — como cada uno de los ministros de esta isla. Como el loco del nuevo presidente, cuyo nuevo título es más que sospechoso y me hace pensar en cientos de teorías sobre lo poco que creo cada una de sus palabras — Si quieres mi opinión, vete lejos y ten a tu hijo lejos de todo esto. Críalo como lo haría la Lara que yo conocí y mantenlo lejos de su padre — quizá no es la mejor opción para un bebé, pero es la más segura y la única que me haría pensar que Lara no está tan perdida
— Hablas como si lo amaras — suena a que la estoy acusando, cosa que creo que estoy haciendo porque la miro de pies a cabeza con una expresión por más desdeñosa — ¿Cómo puedes amar a alguien que piensa de esta manera? ¿Sabes lo que él hace con personas como yo? — me señalo el pecho, el cual masajeo como si aquello fuese lo que necesito para relajarme — Él permite que niños trabajen en minas, que construyan túneles y se enfermen por ello. Que niños como el que será tu hijo, que tendrá todas las comodidades en esta casita de cristal, mueran de hambre solo por el hecho de haber nacido diferentes. Y no vengas a decirme que muchas de esas leyes no salieron de él, porque Powell las estudió, las ejerció y creó nuevas que solo refuerzan que ustedes son mejores que nosotros por haber nacido con la genética correcta. Es un monstruo, Lara — como cada uno de los ministros de esta isla. Como el loco del nuevo presidente, cuyo nuevo título es más que sospechoso y me hace pensar en cientos de teorías sobre lo poco que creo cada una de sus palabras — Si quieres mi opinión, vete lejos y ten a tu hijo lejos de todo esto. Críalo como lo haría la Lara que yo conocí y mantenlo lejos de su padre — quizá no es la mejor opción para un bebé, pero es la más segura y la única que me haría pensar que Lara no está tan perdida
Para ser una persona que no suele rendir cuentas, y es que a nadie parecía interesarle con quién dormía o con quién no, todo es diferente cuando tengo que explicar que pasé de solo verme un par de veces con alguien, a que haya algo como un bebé en medio, y que quede tan asumido o tan claro porque no puedo ocultarlo, que estoy enamorada de esa persona. Si eso de por sí es algo que evité a toda costa, que tuve que explicarme a mí misma cómo llegué a ese punto y fueron semanas que la pasé muy mal, el tener que enfrentarme a otros que ponen en voz alta todas mis dudas, es como enfrentarme a mi propia consciencia y tratar de hallar las respuestas que no siempre encuentro. Todo lo que digo suena tan torpe, que respiro y presiono mis sienes, porque arroja sobre mí todo lo que tiene que ver con un hombre que ejerce como ministro, cuando estúpidamente decidí meterme debajo de ese traje y por arrogancia que se me volvió en contra, lo que hice fue querer llegar al hombre en sí, abusar de eso y tomarlo porque somos débiles, porque el sexo es una debilidad que se puede perdonar. Presentía que enamorarme sería lo que me haría tomar elecciones y me sorprendo a mí misma al no elegir a Jim.
-¿Él es el monstruo? James, no puedo diferenciar quienes son los monstruos desde hace un tiempo, porque entre quienes cometen crímenes diciendo que hacen un bien y quienes toman revancha por creerse víctimas y dañan a otros, esto se ha vuelto una pesadilla cada vez más oscura-. Detesto el pensar que hay niños en la situación que habla él, pero no creo que chicas como Meerah merezcan estar en el objetivo de un rebelde que decía querer acabar con una tiranía. Y sin embargo, asesinaron a quien culpé por años de una opresión grotesca sobre los muggles, para que asumiera en su lugar un hijo que podría llegar a ser peor. -Soy una bruja que simpatiza con muggles, soy el bicho raro aquí. Nunca he creído que una persona tenga derecho sobre la libertad de otra y quiero vivir para el día en que te pueda ver libre, pero seamos honestos... todo el tiempo se trata de nosotros y los otros. Porque tú, ¿desprecias a los magos, no? Siempre se trata de sentimientos enfrentados...
Trago el suspiro que se me atora en la garganta, porque no es un discurso de lavado de cerebro lo que pueda usar para justificarme, que cada quien de acuerdo a sus ideas siempre es el bueno. er la cara de uno de los sobrevivientes al catorce me bastó para saber que podría hacer lo que me sugiere, irme con este bebé y confiar en alguien con una expresión y excusas de que es quien tiene la razón, con las manos tan sucias como cualquiera. Y es que mi conclusión es que nadie es bueno, que yo tampoco lo fui por creerme noble con un esclavo, que al final soy egoísta y todos somos capaces que cometer monstruosidades si encontramos una razón. -Voy a criar a mi hijo o hija en lo que creo, no importa quien sea su padre. Y que tome después sus propias decisiones- digo y muevo mi cabeza en negación. -Pero no lo alejaré de él, nunca. Porque en este mundo no confío en ninguna cara amable, no esperaría jamás que alguien muestre bondad por un bebé o un niño. Y para ti su padre es un monstruo, yo sé que lo sería para protegerle y eso es lo que me importa. Yo también lo sería. Lo siento, Jim- murmuro. Suelto el aire que llevo conteniendo en mi pecho y me enfrento a lo que creo que será odio en sus ojos. -A menos que... puedas decirme que si ves a este bebé cuando nazca, no lo verás como el hijo del ministro Powell.
-¿Él es el monstruo? James, no puedo diferenciar quienes son los monstruos desde hace un tiempo, porque entre quienes cometen crímenes diciendo que hacen un bien y quienes toman revancha por creerse víctimas y dañan a otros, esto se ha vuelto una pesadilla cada vez más oscura-. Detesto el pensar que hay niños en la situación que habla él, pero no creo que chicas como Meerah merezcan estar en el objetivo de un rebelde que decía querer acabar con una tiranía. Y sin embargo, asesinaron a quien culpé por años de una opresión grotesca sobre los muggles, para que asumiera en su lugar un hijo que podría llegar a ser peor. -Soy una bruja que simpatiza con muggles, soy el bicho raro aquí. Nunca he creído que una persona tenga derecho sobre la libertad de otra y quiero vivir para el día en que te pueda ver libre, pero seamos honestos... todo el tiempo se trata de nosotros y los otros. Porque tú, ¿desprecias a los magos, no? Siempre se trata de sentimientos enfrentados...
Trago el suspiro que se me atora en la garganta, porque no es un discurso de lavado de cerebro lo que pueda usar para justificarme, que cada quien de acuerdo a sus ideas siempre es el bueno. er la cara de uno de los sobrevivientes al catorce me bastó para saber que podría hacer lo que me sugiere, irme con este bebé y confiar en alguien con una expresión y excusas de que es quien tiene la razón, con las manos tan sucias como cualquiera. Y es que mi conclusión es que nadie es bueno, que yo tampoco lo fui por creerme noble con un esclavo, que al final soy egoísta y todos somos capaces que cometer monstruosidades si encontramos una razón. -Voy a criar a mi hijo o hija en lo que creo, no importa quien sea su padre. Y que tome después sus propias decisiones- digo y muevo mi cabeza en negación. -Pero no lo alejaré de él, nunca. Porque en este mundo no confío en ninguna cara amable, no esperaría jamás que alguien muestre bondad por un bebé o un niño. Y para ti su padre es un monstruo, yo sé que lo sería para protegerle y eso es lo que me importa. Yo también lo sería. Lo siento, Jim- murmuro. Suelto el aire que llevo conteniendo en mi pecho y me enfrento a lo que creo que será odio en sus ojos. -A menos que... puedas decirme que si ves a este bebé cuando nazca, no lo verás como el hijo del ministro Powell.
Es como si estuviera viendo como mueve la boca, pero no puedo comprender lo que sale de ella porque carece de sentido. Esta no es Lara Scott, la mujer que se tomaba la molestia de colarse en el mercado para pasar un rato conmigo, hablar de lo injusta que es la vida, quejarnos de los hombres y las mujeres que ocupan un lugar en esta isla jugando a ser dioses todopoderosos. Creo que se me pinta en la cara, una confusión que se camufla en un horror apenas reconocible. La hechizaron, no hay otro caso. Le lanzaron uno de esos encantamientos para confundir o le dieron una poción de amor, porque no comprendo cómo es posible que alguien cambie tanto en tan poco tiempo — Los detesto porque se pasaron por el culo nuestros derechos... — le recuerdo con un gruñido, apretando la mandíbula — Pero tú no vas a verlo. Tú estás a salvo en casa y jamás vas a comprender lo que es estar del otro lado. Qué tan grande es la desesperación como para atacar con fuego — no lo he hecho, pero he visto suficiente. Que ella siga jugando a las casitas con un ministro, no le digo que ahora que hay una guerra, su hijo será carne de cañón. ¿Cuánto tardan en correr las noticias? ¿Qué tanto van a demorarse en empezar a asesinar familias políticas? Jamie Niniadis ya cayó y ella era la persona más protegida de toda la isla.
Y obvio que lo perdona, así como así. Casi me dan ganas de preguntarle si la han seducido con luces y espejos, no puedo sentir empatía respecto a su postura porque no tengo hijos y no sé qué tanto está dispuesta a sacrificar por tener una familia unida — ¿Que no lo vea por lo que es? Lara, me pides demasiado. La única razón por la cual podría tener una mínima simpatía por él o ella, es porque está en tu vientre. La otra mitad me da… — no menciono “repulsión”, pero creo que mi cara lo dice todo sin necesidad de hablar — No entiendo cómo cambiaste tanto. Creí que no querías tener hijos, que nada de esto sería algo que harías. ¿Por qué Powell y no cualquier otro? Si querías complicarte, te bastaba con conseguirte un auror.
Y obvio que lo perdona, así como así. Casi me dan ganas de preguntarle si la han seducido con luces y espejos, no puedo sentir empatía respecto a su postura porque no tengo hijos y no sé qué tanto está dispuesta a sacrificar por tener una familia unida — ¿Que no lo vea por lo que es? Lara, me pides demasiado. La única razón por la cual podría tener una mínima simpatía por él o ella, es porque está en tu vientre. La otra mitad me da… — no menciono “repulsión”, pero creo que mi cara lo dice todo sin necesidad de hablar — No entiendo cómo cambiaste tanto. Creí que no querías tener hijos, que nada de esto sería algo que harías. ¿Por qué Powell y no cualquier otro? Si querías complicarte, te bastaba con conseguirte un auror.
No, no hay manera de que pueda abrir una brecha de cuestionamiento o mínima empatía en él. Tendría que haber entendido después de varios intentos con otras personas, de que las creencias se arraigan de tal manera que la mente se niega a escuchar una opinión contraria y de que sólo por la propia experiencia podría cambiarlas, no tiene sentido que yo le cuente una versión diferente del mundo. No podrá verlo. Es como cuando en medio del festival, uno de los rebeldes quiso explicarle a Meerah el por qué estaba justificado que destruyera todo lo que conocía y ella nunca conoció un mundo diferente a este. De la misma manera, la mayoría de los recuerdos de Jim son como esclavo. Y no puedo pedirle que, por un minuto, trate de comprender todo desde una posición distinta. Mi rostro se contrae cuando le escucho reafirmarse en su «lado», miro más allá del muro que rodea esta propiedad hacia las otras mansiones que no alcanzamos a ver y de las cuales espero que nadie nos vea. —Jim— lo detengo, —en el lado que estás ahora, también los estuvieron los magos, antes que ellos, otros, y mucho antes, otros más. Jamie Niniadis no nació siendo la tirana de Neopanem, por ejemplo—. Yo recuerdo un tiempo distinto, que tampoco fue el mejor, y por James y por mí me gustaría alentar la vieja esperanza de que habrá una justicia tardía que nos dé a todos un lugar, pero ese día parece cada vez más lejano.
Hubo un pasado antes que nosotros y por más que quieran reescribir la historia en cada ocasión, al final nos queda confiar en la memoria de lo que a cada quien le tocó vivir, supongo que son nuestras experiencias las que nos definen. Y es que a mí también me habían dicho en lo que debía creer, valores que eran los equivocados si miraba al resto, que él me hace sentir que defraudé. Pero no es como si no hubiera intentado seguirlos. No quiero creer en cosas como el destino de cada quien o la conspiración de los astros, porque eso es desligarnos de la responsabilidad de nuestras elecciones, pero a mí también me gustaría entender por qué entre todas las personas que me crucé y a las que podría haber seguido de acuerdo en lo que creía, hubo una que se hizo parte de mi vida y logro que me replanteara todo lo que tenía sentido para mí, que le diera un nuevo sentido a las mismas cosas, incluso a todas las historias muggles de las que no hay registro escrito y frases sueltas que nos quedan de autores que ya nadie tiene permitido conocer. —Porque se trata de encontrar lo que amas y dejar que te mate— suspiro.
Algún día, todos nos encontramos a solas con estas palabras, que podrá ser una persona o un razón que supera a todas las demás, yo habría creído que era de las que tenían un motivo, porque pocas prohibiciones me hice a mí misma y acabé rompiendo una de las más importantes. —Yo podría haber muerto por todas esas veces en las que fui a verte al mercado, porque creía en cosas por las cuales empeñé mi vida. Pero lo encontré a él y…— sacudo mis hombros, me rindo a lo que vendrá, también a su decepción. Tengo el presentimiento de que a él le espera algo distinto, no pasará por nada que le haga posible entenderme y estoy por mi cuenta, haciéndome cargo de mis decisiones. —De todo lo que fui y, en realidad, de todo lo que podría ser, tener a este bebé se ha vuelto importante. Pasé demasiado tiempo buscando otras cosas, creo que es el destino riéndose un poco de mí—. La respuesta al escepticismo en el que me resguardé por años. —Y este bebé es la única cosa real, la certeza que necesito. Que está por encima de todo lo demás…— lo miro, me retiro otro paso más hacia atrás, porque lo que quiero decirle es que también está por encima de él y retiro mi vida de los juegos en los que presenté un falso heroísmo, porque asumo el riesgo de algo distinto, que tal vez también me mate si tiene que ser así. —Tienes que volver si no quieres que se den cuenta que no estás— musito.
Hubo un pasado antes que nosotros y por más que quieran reescribir la historia en cada ocasión, al final nos queda confiar en la memoria de lo que a cada quien le tocó vivir, supongo que son nuestras experiencias las que nos definen. Y es que a mí también me habían dicho en lo que debía creer, valores que eran los equivocados si miraba al resto, que él me hace sentir que defraudé. Pero no es como si no hubiera intentado seguirlos. No quiero creer en cosas como el destino de cada quien o la conspiración de los astros, porque eso es desligarnos de la responsabilidad de nuestras elecciones, pero a mí también me gustaría entender por qué entre todas las personas que me crucé y a las que podría haber seguido de acuerdo en lo que creía, hubo una que se hizo parte de mi vida y logro que me replanteara todo lo que tenía sentido para mí, que le diera un nuevo sentido a las mismas cosas, incluso a todas las historias muggles de las que no hay registro escrito y frases sueltas que nos quedan de autores que ya nadie tiene permitido conocer. —Porque se trata de encontrar lo que amas y dejar que te mate— suspiro.
Algún día, todos nos encontramos a solas con estas palabras, que podrá ser una persona o un razón que supera a todas las demás, yo habría creído que era de las que tenían un motivo, porque pocas prohibiciones me hice a mí misma y acabé rompiendo una de las más importantes. —Yo podría haber muerto por todas esas veces en las que fui a verte al mercado, porque creía en cosas por las cuales empeñé mi vida. Pero lo encontré a él y…— sacudo mis hombros, me rindo a lo que vendrá, también a su decepción. Tengo el presentimiento de que a él le espera algo distinto, no pasará por nada que le haga posible entenderme y estoy por mi cuenta, haciéndome cargo de mis decisiones. —De todo lo que fui y, en realidad, de todo lo que podría ser, tener a este bebé se ha vuelto importante. Pasé demasiado tiempo buscando otras cosas, creo que es el destino riéndose un poco de mí—. La respuesta al escepticismo en el que me resguardé por años. —Y este bebé es la única cosa real, la certeza que necesito. Que está por encima de todo lo demás…— lo miro, me retiro otro paso más hacia atrás, porque lo que quiero decirle es que también está por encima de él y retiro mi vida de los juegos en los que presenté un falso heroísmo, porque asumo el riesgo de algo distinto, que tal vez también me mate si tiene que ser así. —Tienes que volver si no quieres que se den cuenta que no estás— musito.
— ¿Acaso te escuchas? — apenas me sale la voz, porque estoy seguro de que se me ha cerrado la garganta. He oído esas palabras en otras personas, en ministros que se mofan del resto del mundo vestidos con sedas y comiendo sushi mientras el resto del país se muere de hambre. Pero ahí anda, diciendo que los Niniadis no han arrojado la primera piedra, como si nosotros nos merecieramos la mala suerte que nos tocó. ¡Como si fuese la culpa de los cientos de inocentes que están pagando por los platos sucios de otras personas! Y espero, de verdad, que vea las cosas antes de que no sea demasiado tarde, porque siento que ya he perdido a una de las pocas amistades verdaderas que he tenido y temo, a pesar de mi enfado, que también sea en más de un sentido — No vale la pena morir por ello — murmuro, no muy seguro de que pueda oírme. Si va a sacrificarse, que no sea por amor a un sujeto que envenena millones de vidas ajenas. Si va a tener un hijo con él, que sepa a qué lo está condenando al quedarse a su lado.
— Lo encontraste a él y… ¿Qué? ¿El resto ya no importamos? ¿Tú ya no importas? — en segundos, siento que cualquier cosa que pudo haberme prometido ya no vale la pena. Que nuestras charlas se evaporaron en el aire y las ha cambiado por un capricho, disfrazando la debilidad por una cara bonita con amor y la promesa de una familia que no sabía que añoraba. Porque no esperaba estar por encima de su hijo, pero eso solo me dice que ya nada importa mientras lo tenga y todos los demás nos volvimos descartables, sin importar si está bien o mal. Me río desganadamente y con sorna, presiono mis labios y los relamo una y otra vez como si de esa manera pudiese encontrar cómo decir la cantidad de cosas que se me están atorando dentro y hasta siento que voy a vomitar — Es verdad lo que dicen — escupo — Al final, el amor es ciego, sordo y también mudo. Solo espero que no te deje a un lado cuando se canse de follarte o se dé cuenta de la clase de amistades que tenías. Eres tan paria como yo para ellos, Lara, solo lo camuflas porque puedes usar una varita. Algún día eso se te volverá en contra y me recordarás cuando me des la razón sobre que tenías que huir antes de que sea demasiado tarde.
No tengo intenciones de ser cruel, pero a la vez se siente satisfactorio. Tomo sus palabras como que me está echando y doy otro paso hacia atrás, creando una mayor distancia entre nosotros, dándole el espacio necesario al muro invisible que acabamos de levantar. Puedo sentir los ojos irritados y me niego a lloriquear, así que evito su mirada — A nadie le importa si no estoy — es una verdad, ahora me doy cuenta de que la incluye. Como sé que no podré trepar por la enredadera, meto mis manos en los bolsillos y me dispongo a ir en dirección a la entrada, bordeando la mansión. Ya se me ocurrirá alguna excusa culpando al gato — Adiós, Lara. Espero equivocarme y que seas feliz — al fin de cuentas, es lo que uno siempre busca. Incluso en los lugares menos pensados.
— Lo encontraste a él y… ¿Qué? ¿El resto ya no importamos? ¿Tú ya no importas? — en segundos, siento que cualquier cosa que pudo haberme prometido ya no vale la pena. Que nuestras charlas se evaporaron en el aire y las ha cambiado por un capricho, disfrazando la debilidad por una cara bonita con amor y la promesa de una familia que no sabía que añoraba. Porque no esperaba estar por encima de su hijo, pero eso solo me dice que ya nada importa mientras lo tenga y todos los demás nos volvimos descartables, sin importar si está bien o mal. Me río desganadamente y con sorna, presiono mis labios y los relamo una y otra vez como si de esa manera pudiese encontrar cómo decir la cantidad de cosas que se me están atorando dentro y hasta siento que voy a vomitar — Es verdad lo que dicen — escupo — Al final, el amor es ciego, sordo y también mudo. Solo espero que no te deje a un lado cuando se canse de follarte o se dé cuenta de la clase de amistades que tenías. Eres tan paria como yo para ellos, Lara, solo lo camuflas porque puedes usar una varita. Algún día eso se te volverá en contra y me recordarás cuando me des la razón sobre que tenías que huir antes de que sea demasiado tarde.
No tengo intenciones de ser cruel, pero a la vez se siente satisfactorio. Tomo sus palabras como que me está echando y doy otro paso hacia atrás, creando una mayor distancia entre nosotros, dándole el espacio necesario al muro invisible que acabamos de levantar. Puedo sentir los ojos irritados y me niego a lloriquear, así que evito su mirada — A nadie le importa si no estoy — es una verdad, ahora me doy cuenta de que la incluye. Como sé que no podré trepar por la enredadera, meto mis manos en los bolsillos y me dispongo a ir en dirección a la entrada, bordeando la mansión. Ya se me ocurrirá alguna excusa culpando al gato — Adiós, Lara. Espero equivocarme y que seas feliz — al fin de cuentas, es lo que uno siempre busca. Incluso en los lugares menos pensados.
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