OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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La ventana del dormitorio está abierta de par en par y doy gracias al cielo, irónicamente, por que sea una noche sin una sola nube en el firmamento. Me mantengo a oscuras y la única luz proviene del caldero de peltre cuyo fuego crepita lentamente, sin manchar el suelo. Lo he colocado de manera tal que los rayos de la luna den de lleno en su interior, lo que me permite escupir la hoja tal y como David me ha dicho. Es gracias a él que tengo la gota de rocío plateado y los no sé qué de polilla que saco de fresquitos y tiro dentro del caldero, paso a arrancarme algunos cabellos con una muequita de dolor y la lanzo. Bien, no está mal para estar haciéndolo solo, nada ha explotado. Mi maestro, que no pudo venir esta noche, estaría más que orgulloso... o eso espero.
Me hago con la varita para remover la poción y asomo la cabeza en un intento de ver que no se ha vuelto marrón y asquerosa. No soy un experto en pociones, han sido muy pocas las que vi en manos de la gente del catorce y fueron las más básicas aquellas que pude ayudar a realizar. Ahora confío en que he seguido las instrucciones al pie de la letra y que nada debería salir mal, incluso me tomé la molestia de realizar el mismo hechizo todos los benditos días a la misma hora. Si esto me sale bien y consigo volverme animago a los dieciséis recién adquiridos, estaré orgulloso de eso por el resto de mi vida.
La luz se enciende tan repentinamente que se me cae la varita del susto y oigo como replica en el suelo, a la par que giro la cabeza para encontrarme con Lea en la puerta del dormitorio. ¿Cuándo es que llegó y no escuché absolutamente nada? — ¡Ileana! — la reprendo, quizá con un tono más fuerte del que esperaba — Acabas de arruinar mi ambiente. ¿Acaso no te enseñaron a tocar la puerta? — con un resoplido me llevo las manos a la cabeza, tratando de recuperar la calma. Acabo tanteando hasta hacerme nuevamente con la varita y busco el frasquito que dejé apoyado a mi lado, el cual está destinado a contener la poción hasta que sea el momento adecuado — ¿Quieres ver? Creo que lo hice bien — al menos no hice explotar el caldero.
Me hago con la varita para remover la poción y asomo la cabeza en un intento de ver que no se ha vuelto marrón y asquerosa. No soy un experto en pociones, han sido muy pocas las que vi en manos de la gente del catorce y fueron las más básicas aquellas que pude ayudar a realizar. Ahora confío en que he seguido las instrucciones al pie de la letra y que nada debería salir mal, incluso me tomé la molestia de realizar el mismo hechizo todos los benditos días a la misma hora. Si esto me sale bien y consigo volverme animago a los dieciséis recién adquiridos, estaré orgulloso de eso por el resto de mi vida.
La luz se enciende tan repentinamente que se me cae la varita del susto y oigo como replica en el suelo, a la par que giro la cabeza para encontrarme con Lea en la puerta del dormitorio. ¿Cuándo es que llegó y no escuché absolutamente nada? — ¡Ileana! — la reprendo, quizá con un tono más fuerte del que esperaba — Acabas de arruinar mi ambiente. ¿Acaso no te enseñaron a tocar la puerta? — con un resoplido me llevo las manos a la cabeza, tratando de recuperar la calma. Acabo tanteando hasta hacerme nuevamente con la varita y busco el frasquito que dejé apoyado a mi lado, el cual está destinado a contener la poción hasta que sea el momento adecuado — ¿Quieres ver? Creo que lo hice bien — al menos no hice explotar el caldero.
Tener que dar excusas se estaba convirtiendo en una desagradable costumbre. Ella, que siempre había dicho verdades le dolieran a quien le dolieran, tenía que buscar los modos en los que 'escapar' de la Red. Pateó una lata del suelo, haciendo volar al frente hasta estrellarse contra la valla que rodeaba el complejo en el que se encontraba su apartamento. Lo extraño era que su madre no se hubiera dejado caer por allí en los últimos días; extraño porque estaba segura de que para los vecinos no había pasado de inadvertido el hecho de que pasara con cierta asiduidad por allí, y que, de tanto en tanto, fueran hasta allí David o Delilah. Seguro pensaban que tenía un picadero de alto standing.
Alzó la mirada al cielo, dejando que sus ojos vagaran por la silueta de la clara luna que reinaba aquella noche. David le había pedido que fuera al apartamento por... por algo que no acabó de escuchar porque perdió el interés a los pocos segundos de pararse frente a él. Si pretendía asustarla o llevar a cabo alguna encerrona los golpearía hasta quedarse sin ambas manos. Subió las escaleras en silencio, entrando en el apartamento del mismo modo; encontrándose con un silencio y una oscuridad desconocida. Un susurro fue lo que llamó su atención. Caminando en la oscuridad hacia la habitación y abriendo la puerta de la misma lentamente. Y todo quedó allí.
La espalda de la joven se apoyó contra el marco de la puerta, dejando que siguiera haciendo sus cosas pero no alejando la mirada de él por si acababa necesitando algo. Esbozó una divertida sonrisa. Extrañaría la época en la que tuvo que llevar la hoja de mandrágora en la boca y no podía replicarle, también meterse con él cuando se fuera. Después de unos minutos su diestra acabó viajando hasta el interruptor de la luz, presionándolo y quedando momentáneamente cegada por el exceso de claridad. Una ceguera y confusión que volaron cuando la reprendió. Despegó la espalda del marco, rascandose la parte posterior de la cabeza. Realmente esperaba no haber interrumpido el proceso, no el hecho de que él se molestara por no llamar a la puerta. —Ya estás otra vez mordiendo la mano que te da de comer— acusó, poniendo los ojos en blanco antes de avanzar hacia él y, en especial, el caldero.
Inclinó su cuerpo hacia este, mirando el contenido apenas unos segundos antes de encogerse de hombros. —¿Es tu primera vez?— preguntó volviendo la cabeza hacia él. Ers normal emocionarse cuando se hacía algo bien por primera vez, y más teniendo en cuenta que le traería unos beneficios increíbles. Se acercó a él, queriendo indicarle algo pero acabando por reír —Ken— se quejó, colocando dos dedos pinzando su nariz —, no sé si te convertirás en un bicho letal, pero ahora mismo podrías matar a medio Ministerio con ese aliento— continuó hablando con claro tono de burla.
Alzó la mirada al cielo, dejando que sus ojos vagaran por la silueta de la clara luna que reinaba aquella noche. David le había pedido que fuera al apartamento por... por algo que no acabó de escuchar porque perdió el interés a los pocos segundos de pararse frente a él. Si pretendía asustarla o llevar a cabo alguna encerrona los golpearía hasta quedarse sin ambas manos. Subió las escaleras en silencio, entrando en el apartamento del mismo modo; encontrándose con un silencio y una oscuridad desconocida. Un susurro fue lo que llamó su atención. Caminando en la oscuridad hacia la habitación y abriendo la puerta de la misma lentamente. Y todo quedó allí.
La espalda de la joven se apoyó contra el marco de la puerta, dejando que siguiera haciendo sus cosas pero no alejando la mirada de él por si acababa necesitando algo. Esbozó una divertida sonrisa. Extrañaría la época en la que tuvo que llevar la hoja de mandrágora en la boca y no podía replicarle, también meterse con él cuando se fuera. Después de unos minutos su diestra acabó viajando hasta el interruptor de la luz, presionándolo y quedando momentáneamente cegada por el exceso de claridad. Una ceguera y confusión que volaron cuando la reprendió. Despegó la espalda del marco, rascandose la parte posterior de la cabeza. Realmente esperaba no haber interrumpido el proceso, no el hecho de que él se molestara por no llamar a la puerta. —Ya estás otra vez mordiendo la mano que te da de comer— acusó, poniendo los ojos en blanco antes de avanzar hacia él y, en especial, el caldero.
Inclinó su cuerpo hacia este, mirando el contenido apenas unos segundos antes de encogerse de hombros. —¿Es tu primera vez?— preguntó volviendo la cabeza hacia él. Ers normal emocionarse cuando se hacía algo bien por primera vez, y más teniendo en cuenta que le traería unos beneficios increíbles. Se acercó a él, queriendo indicarle algo pero acabando por reír —Ken— se quejó, colocando dos dedos pinzando su nariz —, no sé si te convertirás en un bicho letal, pero ahora mismo podrías matar a medio Ministerio con ese aliento— continuó hablando con claro tono de burla.
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Que exagerada, ni que le hubiese gritado por algo que no sea un susto involuntario. Intento poner mi cara menos irritada y trato de parecer inocente, la cual reconozco como una misión un poco complicada. No todos los días interrumpen tu ambiente de misterioso creador de pociones cuando estás a un paso de demostrar que eres un hechicero que vale la pena. Creo que, si consigo esto, podré decir que soy alguien medianamente aceptable para que el ministerio me tenga en su estupida lista de supuestos criminales.
Aunque el movimiento primero es dudoso e indefinido, acabo haciendo un asentimiento — Con algo tan complicado, sí. Lo máximo que pude hacer en el catorce fueron pociones para el resfrío y esas tonterías — no es que no me sienta orgulloso de ello, acepto que no tenía los medios como para realizar pócimas más elaboradas. Era útil para lo que necesitaba en ese momento, ahora los tiempos han cambiado y una gripe pequeña es una preocupación minúscula. Estoy por ponerme a revolver una vez más, que su comentario hace que mis ojos se alcen en espanto y me llevo una mano a la boca — Eso no es cierto... — es obvio que dudo, lanzo algo de aliento sobre mi mano y me pregunto si será cosa de la hoja de mandrágora que tuve que escupir. Creo que no está tan mal, pero por las dudas agito la varita con un accio que atrae unas pastillas frutales que he estado devorando esta tarde y que dejé sobre la mesa de luz. Me meto una en la boca, le tiendo el paquetito y retomo mi divina creación — ¿Mejor o prefieres que me cepille los dientes? — los ojos se me entornan en sospecha, no muy seguro de que tanto me toma el pelo o no. Con Lea, jamás se sabe.
Destapo el frasquito, muevo la varita y el caldero se eleva suavemente. Con cuidado de no hacer un enchastre, consigo que la mezcla se pase al cristal y, cuando no queda ni una gota, le pongo el taponcito. Con el fuego apagado, levanto la poción y la agito frente a mis ojos — Listo. Ahora solo debo tomarla en la primera tormenta eléctrica. Será asqueroso — ahí sí que se quejará de mi aliento. Me muevo hacia un lado para mirarla por el costado del frasco y muevo un poco mis cejas — ¿Qué haces aquí? ¿Me extrañabas?
Aunque el movimiento primero es dudoso e indefinido, acabo haciendo un asentimiento — Con algo tan complicado, sí. Lo máximo que pude hacer en el catorce fueron pociones para el resfrío y esas tonterías — no es que no me sienta orgulloso de ello, acepto que no tenía los medios como para realizar pócimas más elaboradas. Era útil para lo que necesitaba en ese momento, ahora los tiempos han cambiado y una gripe pequeña es una preocupación minúscula. Estoy por ponerme a revolver una vez más, que su comentario hace que mis ojos se alcen en espanto y me llevo una mano a la boca — Eso no es cierto... — es obvio que dudo, lanzo algo de aliento sobre mi mano y me pregunto si será cosa de la hoja de mandrágora que tuve que escupir. Creo que no está tan mal, pero por las dudas agito la varita con un accio que atrae unas pastillas frutales que he estado devorando esta tarde y que dejé sobre la mesa de luz. Me meto una en la boca, le tiendo el paquetito y retomo mi divina creación — ¿Mejor o prefieres que me cepille los dientes? — los ojos se me entornan en sospecha, no muy seguro de que tanto me toma el pelo o no. Con Lea, jamás se sabe.
Destapo el frasquito, muevo la varita y el caldero se eleva suavemente. Con cuidado de no hacer un enchastre, consigo que la mezcla se pase al cristal y, cuando no queda ni una gota, le pongo el taponcito. Con el fuego apagado, levanto la poción y la agito frente a mis ojos — Listo. Ahora solo debo tomarla en la primera tormenta eléctrica. Será asqueroso — ahí sí que se quejará de mi aliento. Me muevo hacia un lado para mirarla por el costado del frasco y muevo un poco mis cejas — ¿Qué haces aquí? ¿Me extrañabas?
Rió por lo bajo, cruzando los brazos bajo el pecho, observándolo de arriba a abajo con todo el descaro que la caracterizaba cuando estaba cómoda. Con el paso de los días, y luego las semanas, había acabado acostumbrandose a su presencia en el apartamento; además que el hecho de que otros lo supieran le quitaba un poco de peso de encima. Al menos no era la única escondiendo algo de tal importancia y podía sentirse menos culpable y responsable. —Cada poción es importante en algún momento— respondió, sincera. Las pociones no eran lo suyo, con suerte había conseguido pasar todas las pruebas de clases sin morir en el intento.
Inclinó su rostro hacia el de él, fingiendo olisquearlo y frunciendo el ceño. Se separó, ejecutando suaves aspavientos con la diestra, como si tratara de ventilar un poco el aire de su alrededor, soltando una sonora carcajada ante la reacción contraria. Prensó los labios en un intento de no volver a reir, carraspeando cuando metió las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros. Balanceandose sobre sus talones, divertida. —¿No tienes ganas de hacerlo después de tanto tiempo?— preguntó dándole un toque con el dedo índice en el surco que había entre la nariz y la boca. —Seguro que alguien estaba deseando que te sacaras de la boca esa asquerosa hoja— insinuó con descaro. Le había pedido que le dijera a Delilah que estaba allí, y ella no era tonta. Conocía las hormonas, suficientes vueltas les había dado ella misma a las propias como para no conocerlas de sobra.
De camino a la cama tomó el paquete de caramelos, dejándose caer sobre ésta con los brazos extendidos y el rostro hundido en la colcha. Solo esperaba que fuera limpio. Una muequita apareció en sus labios antes de girar el rostro hacia un lado, quedando con la mejilla apoyada. Asintió con los ojos cerrados. —¿Yo extrañarte a ti?— preguntó con voz queda al tener el pecho presionado contra el colchón —¿Tienes algo que ofrecerme para que tenga que extrañarte?— agregó girándose hacia un lado para quedar tumbada sobre el costado, y enfocar su mirada en él con una ceja arqueada. —Sólo extraño no poder pasearme en ropa interior por mi apartamento— apostilló bufando y rodando hasta quedar, nuevamente, boca abajo.
Inclinó su rostro hacia el de él, fingiendo olisquearlo y frunciendo el ceño. Se separó, ejecutando suaves aspavientos con la diestra, como si tratara de ventilar un poco el aire de su alrededor, soltando una sonora carcajada ante la reacción contraria. Prensó los labios en un intento de no volver a reir, carraspeando cuando metió las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros. Balanceandose sobre sus talones, divertida. —¿No tienes ganas de hacerlo después de tanto tiempo?— preguntó dándole un toque con el dedo índice en el surco que había entre la nariz y la boca. —Seguro que alguien estaba deseando que te sacaras de la boca esa asquerosa hoja— insinuó con descaro. Le había pedido que le dijera a Delilah que estaba allí, y ella no era tonta. Conocía las hormonas, suficientes vueltas les había dado ella misma a las propias como para no conocerlas de sobra.
De camino a la cama tomó el paquete de caramelos, dejándose caer sobre ésta con los brazos extendidos y el rostro hundido en la colcha. Solo esperaba que fuera limpio. Una muequita apareció en sus labios antes de girar el rostro hacia un lado, quedando con la mejilla apoyada. Asintió con los ojos cerrados. —¿Yo extrañarte a ti?— preguntó con voz queda al tener el pecho presionado contra el colchón —¿Tienes algo que ofrecerme para que tenga que extrañarte?— agregó girándose hacia un lado para quedar tumbada sobre el costado, y enfocar su mirada en él con una ceja arqueada. —Sólo extraño no poder pasearme en ropa interior por mi apartamento— apostilló bufando y rodando hasta quedar, nuevamente, boca abajo.
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Todo su teatro hace que opte por no creerle ni una palabra y me relajo, aunque no del todo; con las chicas uno nunca sabe cuando bromean o están exagerando un hecho. Me llevo una mano a la cara con ese pique, pero mis dedos apenas rozan la zona que ella ha tocado. Me preocupa más lo que dice y cómo lo dice, porque no creo que le haría un favor a mi ego el confesarle mi poca experiencia en el tema. Soy consciente de que parece ser que a mi edad debería saber un poco más del asunto, pero aquí estoy. Así que opto por alzar el mentón con todo el orgullo que soy capaz y arqueo una ceja en su dirección — No sé. ¿Tú lo estabas deseando? — pregunto con la actitud más sobradora y burlona que soy capaz. Casi puedo ver lo orgulloso que se sentiría Dave de estar presente, palmaditas en la espalda y todo eso.
Me estiro para chequear las instrucciones del libro una vez más, incluso cuando ya me las sé de memoria. He decidido dejar el frasco guardado en el fondo del armario, debe ser el lugar más oscuro y sereno de toda la casa. Estoy por ponerme de pie cuando su voz me llega desde la cama, así que quedo mitad de pie mitad inclinado, girando la cabeza en su dirección — Nadie te prohíbe que vayas por ahí en ropa interior, eso va por cuenta tuya — me encojo de hombros con exagerada indiferencia — He visto a mucha gente en ropa interior en el catorce. No teníamos agua corriente y bañarse en las grutas provocaba eso — me enderezo, voy hasta el armario y lo abro. No me cuesta mucho el hurgar dentro hasta encontrar el huequito que tenía predestinado para mi frasco. Lo guardo y cierro una vez más — No tengo nada para ofrecerte, pero he aprendido a cocinar unos pancakes bastante decentes — lejos estoy de querer cocinar. Me centro en usar la varita para dejar el caldero limpio y en un rincón, cruzo el cuarto y abuso del tamaño de su cama para dejarme caer a su lado, con las manos en el pecho y la vista clavada en el techo. No voy a decirlo en voz alta, pero me siento demasiado satisfecho conmigo mismo. Pudo haber terminado en desastre de mil maneras y parece estar saliendo más que bien.
Aprovecho y muevo la lengua por mi boca, no me había percatado de lo mucho que extrañaba el no tener la estúpida hoja. Quiebro la pastilla con los dientes y la trago, aprovecho aquello para pasar la lengua por mis dientes delanteros — ¿Has besado a muchas personas? — pregunto de mera curiosidad. Es más grande y ha vivido dentro del país, seguro que sus opciones eran más variadas que las mías. Ladeo la cabeza para poder mirarla y apoyo mi mejilla contra la almohada — Por las dudas y antes de que digas alguna tontería, solo es una pregunta.
Me estiro para chequear las instrucciones del libro una vez más, incluso cuando ya me las sé de memoria. He decidido dejar el frasco guardado en el fondo del armario, debe ser el lugar más oscuro y sereno de toda la casa. Estoy por ponerme de pie cuando su voz me llega desde la cama, así que quedo mitad de pie mitad inclinado, girando la cabeza en su dirección — Nadie te prohíbe que vayas por ahí en ropa interior, eso va por cuenta tuya — me encojo de hombros con exagerada indiferencia — He visto a mucha gente en ropa interior en el catorce. No teníamos agua corriente y bañarse en las grutas provocaba eso — me enderezo, voy hasta el armario y lo abro. No me cuesta mucho el hurgar dentro hasta encontrar el huequito que tenía predestinado para mi frasco. Lo guardo y cierro una vez más — No tengo nada para ofrecerte, pero he aprendido a cocinar unos pancakes bastante decentes — lejos estoy de querer cocinar. Me centro en usar la varita para dejar el caldero limpio y en un rincón, cruzo el cuarto y abuso del tamaño de su cama para dejarme caer a su lado, con las manos en el pecho y la vista clavada en el techo. No voy a decirlo en voz alta, pero me siento demasiado satisfecho conmigo mismo. Pudo haber terminado en desastre de mil maneras y parece estar saliendo más que bien.
Aprovecho y muevo la lengua por mi boca, no me había percatado de lo mucho que extrañaba el no tener la estúpida hoja. Quiebro la pastilla con los dientes y la trago, aprovecho aquello para pasar la lengua por mis dientes delanteros — ¿Has besado a muchas personas? — pregunto de mera curiosidad. Es más grande y ha vivido dentro del país, seguro que sus opciones eran más variadas que las mías. Ladeo la cabeza para poder mirarla y apoyo mi mejilla contra la almohada — Por las dudas y antes de que digas alguna tontería, solo es una pregunta.
—¿Que te cepillaras los dientes?— preguntó arqueando una ceja ante la extraña pregunta. Entendiendo que quizás no había comprendido del todo lo que había dicho y, entonces, riéndose. Tanto que acabó llevando las manos a su abdomen, el cual se contraía entre espasmos provocados por las carcajadas que surgían de sus labios. Su cuerpo se dobló, inclinándose al frente. No sólo las palabras, todo era un suma y sigue que le dejaba en claro la inocencia e ingenuidad del joven procedente del Distrito 14. No había podido disfrutar ni de la mitad de las cosas que ella y, claramente, no le llevaba ventaja mucha ventaja sólo debido a la diferencia de edad. Alzó una mano en su dirección, tratando de hacer que dejara de hablar pars poder tomar algo de aire y retomar la compostura. —Mejor dejemos las cosas así, no quiero herir tu pequeño orgullo— alcanzó a mascullar cuando pudo volver a respirar, dejándolo atrás y dejándose caer sobre la cama.
Las cosas seguían demasiado revueltas en la Red y ella, por su parte, había pasado más tiempo en casa cuando se enteró que su madre acababa de convertirse en la cara de uno de los Ministerios. ¿Qué tenía que hacer con ella? Su relación era nula y casi no la sentía como su madre, pero no podía negar que se trataba de su progenitora y no estaba conforme teniendo en cuanta ls idas y venidas del Gobierno; el propio caos que tenían de puertas hacia adentro. Meneó con la cabeza, girando solo el rostro para quedar con la mejilla apoyada contra el colchón. —¿Quieres que me pasee en ropa interior?— preguntó entonces, girandose en la cama para poder seguir con la mirada todo el recorrido que hizo. Lo cierto era que no tenía ningún problema a respecto; si tenía la suficiente confianza con la otra persona no entendía porqué tenía que cohibirse en determinados aspectos. Además, lo que se iban a comer los gusanos, que antes lo disfrutaran humanos. Se encogió de hombros entonces ella, volviendo a colocarse boca abajo en la cama y cerrando los ojos durante unos instantes.
Y, si no llega a ser por el peso contrario balanceado la cama, posiblemente se hubiera quedado durmiendo en aquel mismo instante. Volvió el rostro hacia él, con mirada adormilada y cansada a partes iguales. Estiró los brazos hacia arriba hasta que sus dedos dieron con la almohada y tiró de ésta a su altura y apoyando la cabeza. —Según el número que consideres como mucho— contestó inicialmente, frotándose los ojos con la diestra. —¿cuento sólo los chicos o también chicas?— agregó clavando los codos en el colchón, tomando el paquete de caramelos y llevándose uno aleatorio a la boca. Lo movió de un lado para otro dentro de su boca, acabando por masticarlo lentamente. —¿Y tú? ¿Qué tal las chicas de NeoPanem?— inquirió con diversión —, siempre puedo tratar de conseguirte a alguna amiga— ofreció, girando el rostro y guiñandole un ojo, divertida.
Las cosas seguían demasiado revueltas en la Red y ella, por su parte, había pasado más tiempo en casa cuando se enteró que su madre acababa de convertirse en la cara de uno de los Ministerios. ¿Qué tenía que hacer con ella? Su relación era nula y casi no la sentía como su madre, pero no podía negar que se trataba de su progenitora y no estaba conforme teniendo en cuanta ls idas y venidas del Gobierno; el propio caos que tenían de puertas hacia adentro. Meneó con la cabeza, girando solo el rostro para quedar con la mejilla apoyada contra el colchón. —¿Quieres que me pasee en ropa interior?— preguntó entonces, girandose en la cama para poder seguir con la mirada todo el recorrido que hizo. Lo cierto era que no tenía ningún problema a respecto; si tenía la suficiente confianza con la otra persona no entendía porqué tenía que cohibirse en determinados aspectos. Además, lo que se iban a comer los gusanos, que antes lo disfrutaran humanos. Se encogió de hombros entonces ella, volviendo a colocarse boca abajo en la cama y cerrando los ojos durante unos instantes.
Y, si no llega a ser por el peso contrario balanceado la cama, posiblemente se hubiera quedado durmiendo en aquel mismo instante. Volvió el rostro hacia él, con mirada adormilada y cansada a partes iguales. Estiró los brazos hacia arriba hasta que sus dedos dieron con la almohada y tiró de ésta a su altura y apoyando la cabeza. —Según el número que consideres como mucho— contestó inicialmente, frotándose los ojos con la diestra. —¿cuento sólo los chicos o también chicas?— agregó clavando los codos en el colchón, tomando el paquete de caramelos y llevándose uno aleatorio a la boca. Lo movió de un lado para otro dentro de su boca, acabando por masticarlo lentamente. —¿Y tú? ¿Qué tal las chicas de NeoPanem?— inquirió con diversión —, siempre puedo tratar de conseguirte a alguna amiga— ofreció, girando el rostro y guiñandole un ojo, divertida.
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No sé si tomar su pregunta como una duda o una sugerencia, lo que casi hace que dé un tropezón. Está bien, no me molesta la desnudez ajena, pero soy consciente de que hay cuerpos a los que estoy acostumbrado o no; o, en todo caso, personas con las cuales tengo la confianza suficiente. Intento no verme tan idiota cuando alzo un hombro para hacerme el desinteresado, tomándome todo con la mayor naturalidad que soy capaz — Si tú quieres, a mí no me molesta. Tú ya viste mis boxers — no voy a entrar en el detalle de que en realidad fue accidental, pero creo que entiende mi punto.
La curiosidad es la que me permite el no sentirme tan culpable cuando parece que le he interrumpido el sueño. No me causa sorpresa que me diga que ha besado tanto a hombres como mujeres, pero sí la miro con las cejas alzadas por la impresión de que se trate de una colección variada — Dije "personas", así que cuentan ambos... — resuelvo, metiendo una mano bajo la almohada y colocándome de perfil, con intenciones de verla mejor. Su duda es la que me hace bufar con gracia y siento que me hago un poquito más pequeño en mi sitio, aunque también sé que no debería avergonzarme — Bueno... no he tenido tiempo de conocer mucha gente en NeoPanem. Tú sabes lo pequeña que es mi vida social... ¿Los aurores cuentan? — ironizo. Desde que llegué, solo me he relacionado con la gente de la red, mis compañeros y algún que otro ente solitario. Delilah es un tema aparte.
Me rasco la nariz con el dorso de la mano y la analizo, buscando una respuesta a la ligera duda de que tan frágil es su humor. Al final, decido arriesgarme — Dave y yo hicimos una apuesta. Mimi le parece atractiva, así que la reté a besarla... y él accedió con la condición de que yo gano si te beso primero — intento disimular la risa nerviosa con una desinteresada — Es una tontería, no tienes que besarme. Creo que los dos sabemos que ninguno va a ganar — simple anécdota, en un mundo que necesita de más simpleza.
La curiosidad es la que me permite el no sentirme tan culpable cuando parece que le he interrumpido el sueño. No me causa sorpresa que me diga que ha besado tanto a hombres como mujeres, pero sí la miro con las cejas alzadas por la impresión de que se trate de una colección variada — Dije "personas", así que cuentan ambos... — resuelvo, metiendo una mano bajo la almohada y colocándome de perfil, con intenciones de verla mejor. Su duda es la que me hace bufar con gracia y siento que me hago un poquito más pequeño en mi sitio, aunque también sé que no debería avergonzarme — Bueno... no he tenido tiempo de conocer mucha gente en NeoPanem. Tú sabes lo pequeña que es mi vida social... ¿Los aurores cuentan? — ironizo. Desde que llegué, solo me he relacionado con la gente de la red, mis compañeros y algún que otro ente solitario. Delilah es un tema aparte.
Me rasco la nariz con el dorso de la mano y la analizo, buscando una respuesta a la ligera duda de que tan frágil es su humor. Al final, decido arriesgarme — Dave y yo hicimos una apuesta. Mimi le parece atractiva, así que la reté a besarla... y él accedió con la condición de que yo gano si te beso primero — intento disimular la risa nerviosa con una desinteresada — Es una tontería, no tienes que besarme. Creo que los dos sabemos que ninguno va a ganar — simple anécdota, en un mundo que necesita de más simpleza.
Sonrió. —Entendido— accedió con media sonrisa dibujada en los labios. Hizo palanca con su pie derecho para sacar el zapato izquierdo, y luego a la inversa. Cuando ambos cayeron, ruidosos, en el suelo se incorporó para quitarse la chaqueta y el jersey, y dejándolas sobre el lado contrario de la cama; quedándose entonces en una fina camiseta de tirantes de color marfil. Giró su cuerpo para acomodarse en la cama, balanceando los pies en el aire en un intento de entretenerse para no volver a dejar caer su cabeza del sueño. Había dicho cuando quisiera, ¿cierto? Por el momento estaba bien así. Se sentía cansada del invierno y sus mil mangas.
Arqueó ambas cejas, acompañando aquel gesto con un movimiento de mano que quitaba importancia al asunto de cuántas personas había podido besar en su vida. Siempre se había sentido cómoda con ello, y mientras existiera atracción y disposición por ambas partes no entendía el porqué de reprimirse. Afianzó ambos codos, arqueando la espalda y apoyando la mejilla sobre la unión de las palmas de sus manos, mirándolo directamente. —Es complicado. Ya sabes— movió un dedo de la mano para señalarse todo el rostro con un movimiento circular. Su cara, en aquel sentido, era un gran problema. No podía llevar a nadie hasta allí aunque él tuviera una carita, irresistible, de cachorrillo. —En circunstancias normales tendrías a las niñas babeando por ti— comentó, inclinándose hacia él hasta que solo los separaron unos centímetros.
Sonriendo cuando puso espacio entre ambos, parpadeando con una confusión que acabó en sorpresa pero que, aun así, la hizo reír. Dave iba a morir, ¿por qué hacía una apuesta incluyéndola a ella? O, mejor, incluyendo a Mimi. Era bueno a las espaldas, probablemente se mordiera la lengua cuando estaba delante. —¿Él te retó a besarme porque te resulto atractiva?— fue lo que acabó preguntando, dejando caer las piernas estiradas sobre la cama y acercándose un poco hacia él. Bufó, levantándose el flequillo hacia arriba. —No es válido si dices que es una apuesta. Cualquiera puede besarte como favor para que ganes— comentó con el cuerpo levemente girado hacia él.
Reventaría a Dave si se atrevía a besar a Mimi. Si ella lo hacía antes... ¿Ella se lo ahorraría? Tamborileó con los dedos sobre la almohada, recorriendolo con la mirada, pensativa. Tampoco estaba tan mal. Por lo que acabó inclinándose más hacia él, sentandose ligeramente, y acortando las distancias antes de darle tiempo de reacción; encontrando sus labios con los contrarios en una suave caricia que duró apenas unos instantes. Sonriendo, tenue, y volviendo a besarlo. Entre abriendo ligeramente sus labios para atrapar el inferior contrario, besandolo con suma lentitud.
Arqueó ambas cejas, acompañando aquel gesto con un movimiento de mano que quitaba importancia al asunto de cuántas personas había podido besar en su vida. Siempre se había sentido cómoda con ello, y mientras existiera atracción y disposición por ambas partes no entendía el porqué de reprimirse. Afianzó ambos codos, arqueando la espalda y apoyando la mejilla sobre la unión de las palmas de sus manos, mirándolo directamente. —Es complicado. Ya sabes— movió un dedo de la mano para señalarse todo el rostro con un movimiento circular. Su cara, en aquel sentido, era un gran problema. No podía llevar a nadie hasta allí aunque él tuviera una carita, irresistible, de cachorrillo. —En circunstancias normales tendrías a las niñas babeando por ti— comentó, inclinándose hacia él hasta que solo los separaron unos centímetros.
Sonriendo cuando puso espacio entre ambos, parpadeando con una confusión que acabó en sorpresa pero que, aun así, la hizo reír. Dave iba a morir, ¿por qué hacía una apuesta incluyéndola a ella? O, mejor, incluyendo a Mimi. Era bueno a las espaldas, probablemente se mordiera la lengua cuando estaba delante. —¿Él te retó a besarme porque te resulto atractiva?— fue lo que acabó preguntando, dejando caer las piernas estiradas sobre la cama y acercándose un poco hacia él. Bufó, levantándose el flequillo hacia arriba. —No es válido si dices que es una apuesta. Cualquiera puede besarte como favor para que ganes— comentó con el cuerpo levemente girado hacia él.
Reventaría a Dave si se atrevía a besar a Mimi. Si ella lo hacía antes... ¿Ella se lo ahorraría? Tamborileó con los dedos sobre la almohada, recorriendolo con la mirada, pensativa. Tampoco estaba tan mal. Por lo que acabó inclinándose más hacia él, sentandose ligeramente, y acortando las distancias antes de darle tiempo de reacción; encontrando sus labios con los contrarios en una suave caricia que duró apenas unos instantes. Sonriendo, tenue, y volviendo a besarlo. Entre abriendo ligeramente sus labios para atrapar el inferior contrario, besandolo con suma lentitud.
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He tratado de imaginarme lo que sería vivir en “circunstancias normales” en más de una ocasión, se ha vuelto cada vez más complicado con el correr de los meses dentro de NeoPanem, donde tener una vida común se convirtió en una fantasía más que un simple anhelo. Debe ser por eso que ignoro que prácticamente ha dicho que no estoy tan mal como ella lo ha dejado a entender en otra ocasión y me río, sin una pizca de timidez — La única niña que alguna vez babeó por mí fue Beverly y daba un poco de miedo. Tiene la idea extraña de que vamos a casarnos algún día — sigo sin entender de dónde lo ha sacado cuando jamás pasó nada entre nosotros, pero tampoco quise arriesgarme a sacarle el tema. Además, ya es cosa del pasado. Dudo que, de vernos de nuevo, me preocupe por los sueños infantiles de la rubia.
No sé si reírme de nuevo o dejar que la incomodidad brote en mí, así que acabo haciendo una mezcla de ambas y me muerdo la punta de la lengua para reprimir la risita nerviosa — No… bueno, algo así. Le dije que no estabas mal porque él insinuó que nos enrollábamos, nada más — lo suelto como algo completamente natural y supongo que si somos dos personas maduras, debería serlo; incluso ruedo los ojos como si me estuviera burlando de los pensamientos infantiles de un crío. No ayuda que ella se encuentre tan cerca, me pone lo suficientemente nervioso como para raspar la tela de la sábana con mis dedos en un movimiento involuntario — No pensaba ganar… — murmuro con un hilo de voz. Es verdad, puedo ser orgulloso, pero jamás cabió en verdadera posibilidad que ella quiera besarme. Los dos sabíamos que eso era imposible y burlarnos el uno del otro fue el principal motivo como para acabar de esta manera, en una apuesta idiota de un juego infantil.
Tengo que contener el aliento en lo que ella me recorre con la mirada y trato de pensar, por todos los medios, que hace un rato se ha deshecho de algunas capas de ropa. Su boca sobre la mía me toma desprevenido, puedo sentir que el corazón y el estómago se hacen pequeños como una nuez nerviosa y el tacto es tan suave que tengo que contener el aire al dejar caer mis párpados. Apenas los abro al sentir esos segundos en los cuales se separa de mí, su aliento se siente demasiado tibio y estoy seguro de que mis pálpitos se han acelerado con locura. Me percato de su sonrisa, pero creo que soy capaz de corresponder ese nuevo beso con la tranquilidad de la duda, no muy seguro de estar haciéndolo bien. Me permito suspirar, siendo yo esta vez el que sonríe contra su boca con algo de timidez — No esperaba eso — admito. Siempre me he preguntado qué se siente pasar por algo como esto, no esperaba que suceda con ella, en estas circunstancias. No está mal, no está nada mal.
Me animo a levantar una mano que duda, baja un poco y vuelve a subir para tomarla por el mentón para ser yo quien busca su boca, en un tanteo de nueva experiencia. Mis labios se entreabren, se mueven con lentitud sobre los suyos y casi puedo contar mis respiraciones, en un tacto que profundiza el beso y me genera cientos de preguntas. ¿Lo estoy haciendo bien? No se siente baboso, pero quizá ella sí y no lo está disfrutando. ¿Lo estará disfrutando? ¿Dónde pongo las manos? Intento no perder la calma y busco una respuesta por mi cuenta, dejo que mis dedos bajen por su cuello hasta enroscarse en su cintura — Espera… — me apoyo en el costado, porque hay algo de todo esto que es medio incómodo. Me muevo, haciendo que las sábanas retumben en su roce haciendo eco en el cuarto silencioso y siento el rostro caliente cuando uso mi torso para empujarla, haciendo que se recueste panza arriba. Me coloco medio a su lado, medio sobre ella e inclino el rostro, relamiéndome los labios — Solo dime si hago algo mal. No es como si… — no quiero decirle que es la primera vez que hago esto. Busco callarme volviendo a besarla y enrosco una mano en uno de sus muslos, dejando la otra sobre su cadera. Bien, creo que le estoy tomando el gusto a esto. Se siente mucho mejor que robarse una cerveza.
No sé si reírme de nuevo o dejar que la incomodidad brote en mí, así que acabo haciendo una mezcla de ambas y me muerdo la punta de la lengua para reprimir la risita nerviosa — No… bueno, algo así. Le dije que no estabas mal porque él insinuó que nos enrollábamos, nada más — lo suelto como algo completamente natural y supongo que si somos dos personas maduras, debería serlo; incluso ruedo los ojos como si me estuviera burlando de los pensamientos infantiles de un crío. No ayuda que ella se encuentre tan cerca, me pone lo suficientemente nervioso como para raspar la tela de la sábana con mis dedos en un movimiento involuntario — No pensaba ganar… — murmuro con un hilo de voz. Es verdad, puedo ser orgulloso, pero jamás cabió en verdadera posibilidad que ella quiera besarme. Los dos sabíamos que eso era imposible y burlarnos el uno del otro fue el principal motivo como para acabar de esta manera, en una apuesta idiota de un juego infantil.
Tengo que contener el aliento en lo que ella me recorre con la mirada y trato de pensar, por todos los medios, que hace un rato se ha deshecho de algunas capas de ropa. Su boca sobre la mía me toma desprevenido, puedo sentir que el corazón y el estómago se hacen pequeños como una nuez nerviosa y el tacto es tan suave que tengo que contener el aire al dejar caer mis párpados. Apenas los abro al sentir esos segundos en los cuales se separa de mí, su aliento se siente demasiado tibio y estoy seguro de que mis pálpitos se han acelerado con locura. Me percato de su sonrisa, pero creo que soy capaz de corresponder ese nuevo beso con la tranquilidad de la duda, no muy seguro de estar haciéndolo bien. Me permito suspirar, siendo yo esta vez el que sonríe contra su boca con algo de timidez — No esperaba eso — admito. Siempre me he preguntado qué se siente pasar por algo como esto, no esperaba que suceda con ella, en estas circunstancias. No está mal, no está nada mal.
Me animo a levantar una mano que duda, baja un poco y vuelve a subir para tomarla por el mentón para ser yo quien busca su boca, en un tanteo de nueva experiencia. Mis labios se entreabren, se mueven con lentitud sobre los suyos y casi puedo contar mis respiraciones, en un tacto que profundiza el beso y me genera cientos de preguntas. ¿Lo estoy haciendo bien? No se siente baboso, pero quizá ella sí y no lo está disfrutando. ¿Lo estará disfrutando? ¿Dónde pongo las manos? Intento no perder la calma y busco una respuesta por mi cuenta, dejo que mis dedos bajen por su cuello hasta enroscarse en su cintura — Espera… — me apoyo en el costado, porque hay algo de todo esto que es medio incómodo. Me muevo, haciendo que las sábanas retumben en su roce haciendo eco en el cuarto silencioso y siento el rostro caliente cuando uso mi torso para empujarla, haciendo que se recueste panza arriba. Me coloco medio a su lado, medio sobre ella e inclino el rostro, relamiéndome los labios — Solo dime si hago algo mal. No es como si… — no quiero decirle que es la primera vez que hago esto. Busco callarme volviendo a besarla y enrosco una mano en uno de sus muslos, dejando la otra sobre su cadera. Bien, creo que le estoy tomando el gusto a esto. Se siente mucho mejor que robarse una cerveza.
Las personas se veían obligadas a tomar demasiadas decisiones a lo largo de su vida. Ella, por su parte, había tomado algunas importantes que dirigieron el camino que tomaría su vida; aquellas eran las que necesitaban tiempo de maduración, días o semanas de dolores de cabeza y discusiones con los demás y consigo misma. Pero, ¿besarse? Nunca había conocido nada tan fácil como besar a alguien, solamente tenía que inclinarse hacia la otra persona y hacerlo. Una decisión que no necesitaba cabilaciones o sopesar pros y contras, sólo acortar las distancias y no titubear. Mucho menos cuando la otra persona se notaba que tenía predisposición activa a que sucediera
Afianzó la diestra sobre el colchón cuando resolvió besarlo, siendo sutil en el primer roce, pero besándolo de verdad en el segundo. Sus alientos se entre mezclaron y compartieron la calidez de sus labios durante el tiempo que duró. El suficiente como para que él saliera de su estupor y fuera capaz de seguir levemente el beso de la castaña. Trató de controlar sus manos, a la par que la intensidad del movimiento de sus labios sobre los contrarios, respirando contra éstos cuando se separó para hablar. Volvió a sonreír, acompañando el gesto con un tenue encogimiento de hombros, deslizando su cuerpo por la cama hasta sus rodillas chocaron con las de él, acercándose más para obligarlas a entrelazarse, no dejando espacio entre ambos. Si se mantenía en silencio podía escuchar los acelerados latidos del corazón de Kendrick, aquellos que, con un estruendo, resonaban en la silenciosa habitación. Siendo acompañados, de tanto en tanto, por alguna profunda respiración. —Si quieres que pare solo tienes que decirlo— apuntaló, en un susurro, contra sus labios. Rozándolos con todas y cada una de las palabras.
Viéndose sorprendida porque él fuera el repentino artificie del siguiente beso, las manos deslizándose hasta sus caderas y el nuevo acercamiento pero, en especial, el hecho de que su cuerpo acabara recostado debido a la presión ejercida por el contrario. Se dejó manejar, al menos por el momento, removiéndose sobre la cama para conseguir acomodarse, hundiendo la cabeza contra la almohada. No presumía de dominar en aquel tipo de encuentros, aunque sí de ser algo más directa y agresiva en lo que a sus manos y labios se refería. Pero algo la hacía ser suave y gentil con alguien como él, que, probablemente, no había disfrutado de un contacto como del que estaba disfrutando en aquel momento.
Río contra sus labios, mordiendo nuevamente su labio inferior y tirando de éste. Besándolo suave, lento, aunque sus manos de situaran en lugares estratégicos. —Si haces algo mal te recorregiré, no voy a perder el tiempo con palabras—. La comisura izquierda se alzó, permitiéndose soplar sobre sus labios, relamiendoselos segundos después. Volvió a buscar sus labios, entre abiertos y algo más descarados, acomodándolos, inclinando su cabeza para poder encajar mejor sus bocas. Su lengua, atrevida, buscó enredarse con la de él, acariciandose en un baile que acompañó con el descenso de ambas manos por el colchón, colando el pulgar de una en la trabilla de sus pantalones. La otra, por su parte, viajó hasta colocarse sobre la mano que él apoyaba en su muslo, entrelazando los dedos con los de él, y acomodándose para entre abrir un poco las piernas y obligar a la mano contraria a que se deslizara hasta la parte interior de su muslo; su pulgar se afianzó mejor en la trabilla, permitiéndose estirar los dedos en toda su extensión, acabando por tironear de él hasta conseguir que apoyara una rodilla entre sus piernas.
Afianzó la diestra sobre el colchón cuando resolvió besarlo, siendo sutil en el primer roce, pero besándolo de verdad en el segundo. Sus alientos se entre mezclaron y compartieron la calidez de sus labios durante el tiempo que duró. El suficiente como para que él saliera de su estupor y fuera capaz de seguir levemente el beso de la castaña. Trató de controlar sus manos, a la par que la intensidad del movimiento de sus labios sobre los contrarios, respirando contra éstos cuando se separó para hablar. Volvió a sonreír, acompañando el gesto con un tenue encogimiento de hombros, deslizando su cuerpo por la cama hasta sus rodillas chocaron con las de él, acercándose más para obligarlas a entrelazarse, no dejando espacio entre ambos. Si se mantenía en silencio podía escuchar los acelerados latidos del corazón de Kendrick, aquellos que, con un estruendo, resonaban en la silenciosa habitación. Siendo acompañados, de tanto en tanto, por alguna profunda respiración. —Si quieres que pare solo tienes que decirlo— apuntaló, en un susurro, contra sus labios. Rozándolos con todas y cada una de las palabras.
Viéndose sorprendida porque él fuera el repentino artificie del siguiente beso, las manos deslizándose hasta sus caderas y el nuevo acercamiento pero, en especial, el hecho de que su cuerpo acabara recostado debido a la presión ejercida por el contrario. Se dejó manejar, al menos por el momento, removiéndose sobre la cama para conseguir acomodarse, hundiendo la cabeza contra la almohada. No presumía de dominar en aquel tipo de encuentros, aunque sí de ser algo más directa y agresiva en lo que a sus manos y labios se refería. Pero algo la hacía ser suave y gentil con alguien como él, que, probablemente, no había disfrutado de un contacto como del que estaba disfrutando en aquel momento.
Río contra sus labios, mordiendo nuevamente su labio inferior y tirando de éste. Besándolo suave, lento, aunque sus manos de situaran en lugares estratégicos. —Si haces algo mal te recorregiré, no voy a perder el tiempo con palabras—. La comisura izquierda se alzó, permitiéndose soplar sobre sus labios, relamiendoselos segundos después. Volvió a buscar sus labios, entre abiertos y algo más descarados, acomodándolos, inclinando su cabeza para poder encajar mejor sus bocas. Su lengua, atrevida, buscó enredarse con la de él, acariciandose en un baile que acompañó con el descenso de ambas manos por el colchón, colando el pulgar de una en la trabilla de sus pantalones. La otra, por su parte, viajó hasta colocarse sobre la mano que él apoyaba en su muslo, entrelazando los dedos con los de él, y acomodándose para entre abrir un poco las piernas y obligar a la mano contraria a que se deslizara hasta la parte interior de su muslo; su pulgar se afianzó mejor en la trabilla, permitiéndose estirar los dedos en toda su extensión, acabando por tironear de él hasta conseguir que apoyara una rodilla entre sus piernas.
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Es obvio que no quiero que pare. Me siento acalorado, estoy seguro de que mis mejillas están ardiendo más que de costumbre y las puntas de mis dedos sufren de un cosquilleo inquieto, ese que se agrava con el correr de los segundos en los cuales me encuentro en contacto con ella, con su cuerpo cálido, con su boca mucho más experimentada que la mía. Apenas llego a sonreír con su aclaración y asiento suavemente en señal de entendimiento, confiado en que ahora no son necesarias las palabras. El tacto de su lengua me hace jadear, siento como mi pecho se infla hasta chocar contra el suyo y largo todo el aire con pesadez, en un intento de seguir su ritmo con cuidado de no ser patoso. Confío en mi autocontrol, pero no puedo ignorar que mi respiración se acelera por culpa de sus indicaciones, esas que hacen que toque su pierna de una manera que jamás creí tocar. Mis dedos se enroscan en ella, me siento remover hasta que mi cuerpo se acopla al suyo, apoyando mi peso en la rodilla entre sus piernas para dejar que me recargue sobre ella.
Me gustaría preguntar si es normal que te ardan las orejas o el cuello, pero estoy más concentrado en como nuestras bocas se aceleran y vuelven a un ritmo moderado, usando el momento para explorarse y conocerse en profundidad. Tengo que decirlo, me muero por mover mi mano, por tocarla quizá un poquito más de lo pensado, porque todo esto es nuevo y no puedo evitar preguntarme qué se siente el tacto de su piel. Dejo que mis dedos avancen dudosos, dejo el agarre en su muslo mientras la contraria se mueve por su cintura, recorriendo el contorno de su torso. ¿Por qué es tan estúpidamente atractiva? Si no fuera así, estoy seguro de que no estaría muriendo de nervios. Mis manos apenas y rozan uno de sus pechos, parecen arrepentirse y suben hasta acariciar su cuello. Sí, soy un idiota.
Imito una de las acciones que más disfruto de sus toques y raspo su labio inferior con los dientes, apenas dándole un tironcito. No está mal, puedo comprender por qué lo hacen — ¿Puedo...? No sé cómo... — básicamente, tocarla. Me separo apenas para analizarla con la mirada y mis dedos se estiran, bajo con cuidado sus caricias por el centro de su pecho y alzo una ceja en su dirección — Es la primera vez que hago esto. Ya sabes... estar así con alguien — acabo confesando en un susurro, como si tuviera que ser un secreto entre los dos — ¿Hay algo que...? No sé... ¿Te guste o deba saber? — prefiero preguntar a quedarme sin dedos.
Me gustaría preguntar si es normal que te ardan las orejas o el cuello, pero estoy más concentrado en como nuestras bocas se aceleran y vuelven a un ritmo moderado, usando el momento para explorarse y conocerse en profundidad. Tengo que decirlo, me muero por mover mi mano, por tocarla quizá un poquito más de lo pensado, porque todo esto es nuevo y no puedo evitar preguntarme qué se siente el tacto de su piel. Dejo que mis dedos avancen dudosos, dejo el agarre en su muslo mientras la contraria se mueve por su cintura, recorriendo el contorno de su torso. ¿Por qué es tan estúpidamente atractiva? Si no fuera así, estoy seguro de que no estaría muriendo de nervios. Mis manos apenas y rozan uno de sus pechos, parecen arrepentirse y suben hasta acariciar su cuello. Sí, soy un idiota.
Imito una de las acciones que más disfruto de sus toques y raspo su labio inferior con los dientes, apenas dándole un tironcito. No está mal, puedo comprender por qué lo hacen — ¿Puedo...? No sé cómo... — básicamente, tocarla. Me separo apenas para analizarla con la mirada y mis dedos se estiran, bajo con cuidado sus caricias por el centro de su pecho y alzo una ceja en su dirección — Es la primera vez que hago esto. Ya sabes... estar así con alguien — acabo confesando en un susurro, como si tuviera que ser un secreto entre los dos — ¿Hay algo que...? No sé... ¿Te guste o deba saber? — prefiero preguntar a quedarme sin dedos.
Saboreó sus labios, recreándose enredando su lengua con la de él, tirando de su cuerpo hacia ella en un intento de que el aire dejara de interponerse, afanoso, entre ambos cuerpos. Cerró las piernas en torno a su rodilla, deslizando entonces las manos por los laterales de las contrarias, ascendiendo lentamente hasta sus lumbares y presionándolo más contra ella. Arqueó la espalda, buscando que su pecho acabara presionado con el de él, separando sus bocas para respirar lenta y tortuosamente sobre sus labios, suspirando, insinuosa.
Interpuso dos dedos entre sus labios y los contrarios, alzando sus oscuros ojos en busca de los contrarios. Pudiendo dilucidar las posibles dudas y ansiedades que debía estar sintiendo en aquel instante, no haciendo falta palabras o explicaciones que trataran de hacérselo comprender. Bajó la mirada y recorrió sus labios con los dedos, sintiendo su cálido aliento en dedos y nariz. Acabando por besar su mentón, el hueco que quedaba bajo sus labios y, finalmente, volviendo a encajar sus bocas.
Lo sentía como un pequeño cachorro sin experiencia. Dudaba con cada una de sus caricias y movimientos, incluso sus gestos denotaban inseguridad. Y no tenía ni la menor idea de porqué eso la atraía más. Conseguía que sus labios atraparan, frenéticos y ansiosos, los contrarios. Buscando aplacar una sed de la que ni siquiera había sido consciente. Aprovechó el espacio entre ambos para estirarse, incluso separar las manos de su cuerpo y estirarlas sobre su cabeza, sonriendo con diversión ante la indecisión de él. Se incorporó, apoyando los codos tras su cuerpo para quedar apoyada sobre éstos. Y lo escuchó, mostrándose mucho más paciente de lo que jamás se había mostrado con él. No era un ogro, es más, los que la conocían de verdad la catalogaban como todo lo contrario. —¿No sabes si puedes o no sabes cómo?— preguntó burlesca, arqueando su cuerpo hasta él, acercando los labios al perfil de su mandíbula y arañandolo con los incisivos, acabando por morderle suavemente. Sonrió. —¿Hay algo que te guste a ti? ¿O quieras probar?— fue toda respuesta mientras los dedos contrarios descendieron por el centro de su pecho.
—Mmh...— susurró, reincorporándose tanto que hizo que él tuviera que quitarse de encima, volviéndose para empujarlo con una mano y tumbarlo, reptando hasta colocarse sentada a horcajadas sobre su cuerpo. Tomó su camiseta desde abajo, tirando de la misma hasta sacarsela por la cabeza, quedándose sólo con el fino sujetador cubriendo la parte superior de su cuerpo, y dejarla a un lado. Buscó sus manos, tomandolas y haciendolas ascender por su abdomen, costillas y presionarlas contra sus pechos. Qué podía hacer, a veces era hasta complaciente en exceso. Las dejó allí, resbalando sus manos por los brazos contrarios hasta llegar a sus hombros, dejándolas apoyadas allí. Presionó las piernas en torno a su cuerpo, inclinándose sobre él, tanto que casi podía sentir la calidez del cuerpo contrario por encima de la prenda que los separaba. Respiró lentamente sobre sus labios, jugueteando con ligeros roces, atrapando entonces su labio superior entre los suyos, succionándolo apenas unos instantes antes de besarlo.
Estos ardían, sentía calidez en su cuerpo y la piel erizarse con algún escalofrío. Era un juego, uno con el que estaba disfrutando y divirtiéndose a partes iguales. Era mejor conocer ciertas cosas con alguien como ella que, excepcionalmente, se mostraba paciente y lenta que con la rapidez que todos solían desenvolverse.
Interpuso dos dedos entre sus labios y los contrarios, alzando sus oscuros ojos en busca de los contrarios. Pudiendo dilucidar las posibles dudas y ansiedades que debía estar sintiendo en aquel instante, no haciendo falta palabras o explicaciones que trataran de hacérselo comprender. Bajó la mirada y recorrió sus labios con los dedos, sintiendo su cálido aliento en dedos y nariz. Acabando por besar su mentón, el hueco que quedaba bajo sus labios y, finalmente, volviendo a encajar sus bocas.
Lo sentía como un pequeño cachorro sin experiencia. Dudaba con cada una de sus caricias y movimientos, incluso sus gestos denotaban inseguridad. Y no tenía ni la menor idea de porqué eso la atraía más. Conseguía que sus labios atraparan, frenéticos y ansiosos, los contrarios. Buscando aplacar una sed de la que ni siquiera había sido consciente. Aprovechó el espacio entre ambos para estirarse, incluso separar las manos de su cuerpo y estirarlas sobre su cabeza, sonriendo con diversión ante la indecisión de él. Se incorporó, apoyando los codos tras su cuerpo para quedar apoyada sobre éstos. Y lo escuchó, mostrándose mucho más paciente de lo que jamás se había mostrado con él. No era un ogro, es más, los que la conocían de verdad la catalogaban como todo lo contrario. —¿No sabes si puedes o no sabes cómo?— preguntó burlesca, arqueando su cuerpo hasta él, acercando los labios al perfil de su mandíbula y arañandolo con los incisivos, acabando por morderle suavemente. Sonrió. —¿Hay algo que te guste a ti? ¿O quieras probar?— fue toda respuesta mientras los dedos contrarios descendieron por el centro de su pecho.
—Mmh...— susurró, reincorporándose tanto que hizo que él tuviera que quitarse de encima, volviéndose para empujarlo con una mano y tumbarlo, reptando hasta colocarse sentada a horcajadas sobre su cuerpo. Tomó su camiseta desde abajo, tirando de la misma hasta sacarsela por la cabeza, quedándose sólo con el fino sujetador cubriendo la parte superior de su cuerpo, y dejarla a un lado. Buscó sus manos, tomandolas y haciendolas ascender por su abdomen, costillas y presionarlas contra sus pechos. Qué podía hacer, a veces era hasta complaciente en exceso. Las dejó allí, resbalando sus manos por los brazos contrarios hasta llegar a sus hombros, dejándolas apoyadas allí. Presionó las piernas en torno a su cuerpo, inclinándose sobre él, tanto que casi podía sentir la calidez del cuerpo contrario por encima de la prenda que los separaba. Respiró lentamente sobre sus labios, jugueteando con ligeros roces, atrapando entonces su labio superior entre los suyos, succionándolo apenas unos instantes antes de besarlo.
Estos ardían, sentía calidez en su cuerpo y la piel erizarse con algún escalofrío. Era un juego, uno con el que estaba disfrutando y divirtiéndose a partes iguales. Era mejor conocer ciertas cosas con alguien como ella que, excepcionalmente, se mostraba paciente y lenta que con la rapidez que todos solían desenvolverse.
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Me está volviendo loco. Sé que es la primera vez que hago esto, pero estoy seguro de que tampoco había sabido qué esperar y se siente mucho mejor que cualquier fantasía que pudiese recrear en mi mente. No espero que además bese la piel de mi rostro, la inquietud se va apoderando de mí y tengo la horrible sensación de que debería detenerme, pero soy incapaz de hacerlo. Con cada beso, quiero más de ella. La ropa me resulta un estorbo, los nervios me erizan los vellos de la nuca y sospecho que podría tomarme la molestia de pasar horas descubriendo su piel con mi boca. Me avergüenza un poco el reconocer la molestia excitante de mi cuerpo, esa que de seguro ella podrá reconocer al estar pegada a mí. ¿Debo disimularlo o aceptar que está ahí? ¿Pensará mal de mí por esto?
— Yo… — ¿Qué quiero probar, además de todo? — No lo sé. Tengo una idea básica de cómo funcionan las cosas pero… — no llego a decir mucho, porque ella está tomando el control de la situación y repentinamente me encuentro atrapado debajo de ella. Pierdo la noción del tiempo y el control de mis ojos, éstos vagan por su figura cuando se quita la camiseta y creo que me he olvidado de respirar por un segundo. ¿Los ojos se me abrieron tanto como presiento? Casi puedo oír mi grito ahogado mental cuando guía mis manos, dejo mis dedos estirados hasta que estos se cierran alrededor de sus pechos. Es una presión suave, no muy seguro de cómo debo tocarlos o qué se siente al tener mi tacto contra su tela. Hay cierta fascinación en la manera en la cual la observo, siguiendo sus movimientos hasta que mis párpados se cierran, disfrutando de su juego en mi boca. Creo, solo creo, que me oigo gemir con suavidad por esa succión que deja mi labio ardiendo, lo suficiente como para que sea yo quien demande un beso nuevo, usando mi lengua para tocar ligeramente su boca. Va a matarme, lo juro.
Mis palmas se presionan contra su tela y, con el corazón dejándome sordo, me atrevo con mucho cuidado el colar las manos debajo del sostén. Es un tacto suave y no sé por qué, pero creo que podría hacerlo todo el día. Solo una mano se mantiene en esas caricias, porque la otra la bajo por su cintura hasta apenas rozar su espalda baja, no muy seguro de si continuar bajando o no. Me obligo a respirar, jadeo entre sus besos y empujo su frente con la mía para llamarle la atención — ¿Quieres que…? — no encuentro mi voz, así que me relamo — ¿Quieres que me quite algo? — ¿Debería hacerlo? ¿Esas cosas se preguntan o solo se hacen? Curvo un poco la boca ante la duda, pero aparto mis manos de ella para tironear hasta hacer que la camiseta me pase por la cabeza. Creo que la dejo caer a un lado, pero desde aquí puedo ver mejor la perspectiva de los dos, en su cama, con poca ropa. Llevo una mano a una de las tiras de su corpiño, jugueteo con ésta y no me siento seguro de quitarlo, quizá no es algo que quiera — ¿Qué es lo que a ti te gusta? — susurro con curiosidad — ¿Quieres que haga algo? — si planea enseñarme, tendrá que darme instrucciones. Sino, deberá soportar que bese todo lo que encuentre de ella hasta dar con el punto correcto. Me atrevo a sentarme debajo de ella, quedando envuelto entre sus piernas pero lo suficientemente cerca como para mirarla por un momento a los ojos. El primer beso que poso en su cuello es tímido, pero poco a poco continúa su camino, saboreando la manera que tiene su piel de sentirse en mi boca. Con suma lentitud me paseo por su clavícula, mis manos se clavan en su espalda para poder hundirme mejor contra ella, no seguro de lo que estoy haciendo, pero sí de que se siente jodidamente bien.
— Yo… — ¿Qué quiero probar, además de todo? — No lo sé. Tengo una idea básica de cómo funcionan las cosas pero… — no llego a decir mucho, porque ella está tomando el control de la situación y repentinamente me encuentro atrapado debajo de ella. Pierdo la noción del tiempo y el control de mis ojos, éstos vagan por su figura cuando se quita la camiseta y creo que me he olvidado de respirar por un segundo. ¿Los ojos se me abrieron tanto como presiento? Casi puedo oír mi grito ahogado mental cuando guía mis manos, dejo mis dedos estirados hasta que estos se cierran alrededor de sus pechos. Es una presión suave, no muy seguro de cómo debo tocarlos o qué se siente al tener mi tacto contra su tela. Hay cierta fascinación en la manera en la cual la observo, siguiendo sus movimientos hasta que mis párpados se cierran, disfrutando de su juego en mi boca. Creo, solo creo, que me oigo gemir con suavidad por esa succión que deja mi labio ardiendo, lo suficiente como para que sea yo quien demande un beso nuevo, usando mi lengua para tocar ligeramente su boca. Va a matarme, lo juro.
Mis palmas se presionan contra su tela y, con el corazón dejándome sordo, me atrevo con mucho cuidado el colar las manos debajo del sostén. Es un tacto suave y no sé por qué, pero creo que podría hacerlo todo el día. Solo una mano se mantiene en esas caricias, porque la otra la bajo por su cintura hasta apenas rozar su espalda baja, no muy seguro de si continuar bajando o no. Me obligo a respirar, jadeo entre sus besos y empujo su frente con la mía para llamarle la atención — ¿Quieres que…? — no encuentro mi voz, así que me relamo — ¿Quieres que me quite algo? — ¿Debería hacerlo? ¿Esas cosas se preguntan o solo se hacen? Curvo un poco la boca ante la duda, pero aparto mis manos de ella para tironear hasta hacer que la camiseta me pase por la cabeza. Creo que la dejo caer a un lado, pero desde aquí puedo ver mejor la perspectiva de los dos, en su cama, con poca ropa. Llevo una mano a una de las tiras de su corpiño, jugueteo con ésta y no me siento seguro de quitarlo, quizá no es algo que quiera — ¿Qué es lo que a ti te gusta? — susurro con curiosidad — ¿Quieres que haga algo? — si planea enseñarme, tendrá que darme instrucciones. Sino, deberá soportar que bese todo lo que encuentre de ella hasta dar con el punto correcto. Me atrevo a sentarme debajo de ella, quedando envuelto entre sus piernas pero lo suficientemente cerca como para mirarla por un momento a los ojos. El primer beso que poso en su cuello es tímido, pero poco a poco continúa su camino, saboreando la manera que tiene su piel de sentirse en mi boca. Con suma lentitud me paseo por su clavícula, mis manos se clavan en su espalda para poder hundirme mejor contra ella, no seguro de lo que estoy haciendo, pero sí de que se siente jodidamente bien.
Sonrió con dulzura, colocando una mano en su abdomen y deslizandola con suavidad en sentido ascendente, dejando que sus dedos tropezaran con la camiseta de él, acabando por caminar con los dedos por su pecho y enredarse en su cuello. Siguiendo con el pulgar la línea de la mandíbula, y la mirada fija en sus lentos pero precisos movimientos. Era demasiado dulce y adorable cuando hablaba, su confusión e indecisión provocaban dos tipos de sentimientos dentro de ella; ganando por goleada aquel que le despertaba ternura y ganas de ser lenta y apacible con él, dejarle una, quizás no completa, pero experiencia que le costara reemplazar. Movió sus caderas, acomodándose en la oscuridad y percatándose entonces de algo que la hizo reír por lo bajo. Pero, lejos de alejarse, se acomodó mejor ejerciendo cierta divertida presión con sus caderas sobre una zona concreta. Las costuras de los pantalones la molestaban y picaban en las piernas, pero no por ello se movió ni un ápice. —Creo que alguien más tiene una idea básica de como funcionan las cosas— susurró tomando sus manos y desplazandolas hasta sus pechos.
No podía culparlo al no saber que hacer. Si se paraba a pensarlo podía recordar la primera vez que había estado en aquel tipo de situación con un chico; recordaba sus manos sin saber donde ir, la incomodidad de no saber que hacer y no ser guiada en absoluto. Al menos él podía ahorrarse una parte y solo quedarse con la mejor. Apoyó las manos sobre sus hombros, inclinada hacia él y sintiendo las contrarias acariciarla. Un escalofrío recorrió como un rayo su espalda cuando sus dedos se colaron bajo el sostén, acariciando sus pechos directamente. Por lo que buscó sus labios, tratando de ahogar un jadeo que ansiaba escapar de su boca. Respiró contra su boca, respirando su aliento con el estómago contraído, separándose apenas unos milímetros para lamer lentamente los labios contrarios, recorriendo con ambas manos sus hombros mientras lo hacía. Habían demasiadas cosas en su cabeza, desde que había entrado en la Red se alejó de cualquier distracción. Sólo habían pasado unos meses pero extrañaba demasiado las caricias, los besos y la presión de un cuerpo ajeno con el suyo, sobre éste o bajo el mismo. Quizás por ello lo estaba disfrutando demasiado y se deshacía en atenciones que, en otras circunstancias, no habría considerado.
Ladeó la cabeza, besandolo hasta que se vió obligada a separarse, manteniendo su frente apoyada en la contraria. Sonrió de medio lado, reincorporándose para dejar que se quitara la camiseta, satisfecha ante su propia decisión antes de que ella alcanzara a hablar. Lo ayudó a sacarse la camiseta. Colocando el dedo índice en su cuello y descendiendo lentamente por el centro de su pecho, acabando por apoyar toda la mano, abriendola en toda su extensión, y continuar el camino hasta la parte superior de sus pantalones, lugar donde la dejó reposar con una suave presión, volviendo la mirada hacia su rostro solo cuando sintió sus manos recorrerla. Tomó una profunda respiración, alejando sus manos de él y deslizandolas hacia su espalda para desatarse el sostén pero no terminando de quitárselo. Mientras se mantuviera en la parte superior de su cuerpo, todo estaba más que correcto. Otras experiencias tendría que dejarlas para otra ocasión, si existía.
Tuvo que sujetarse en él para no caer de espaldas sobre la cama cuando de movió bajo ella y acabaron sentados; ella sentada, rodeandolo con las piernas. Acercó las su cuerpo al de él hasta que nada más se interpueso entre ellos, presionando, juguetona, su cadera contra la de él. Permitiéndose inclinar la cabeza, retirando su cabello hacia un lado, para darle un mejor acceso a su cuello. Situó las manos en los laterales de las piernas contrarias, ascendiendo por los costados, incluso clavándole los dedos mientras se movían hacia arriba. Apoyó la barbilla en su hombro, dejando que continuara con el reguero de besos, con respiraciones entrecortadas haciendo subir y bajar su pecho. —Está bien ser servicial...— susurró cerca de su oído, dejando escapar un jadeo cuando sus dedos se clavaron en su espalda —, pero seguro que hay algo que quieres... todos hemos experimentado con nuestro cuerpo y sabemos que cosas nos hacen sentir mejor— continuó mordisqueando con suavidad el lóbulo de su oreja, haciendo descender su boca para lamer desde la parte baja de su cuello hasta la línea de su mandíbula y luego soplar suavemente en el lugar. —¿Cuántas veces te vas a encontrar con una oportunidad como esta?— se burló en un susurro, contra su oreja, antes de retirarse hacia atrás y enfrentar sus ojos con los contrarios.
No podía culparlo al no saber que hacer. Si se paraba a pensarlo podía recordar la primera vez que había estado en aquel tipo de situación con un chico; recordaba sus manos sin saber donde ir, la incomodidad de no saber que hacer y no ser guiada en absoluto. Al menos él podía ahorrarse una parte y solo quedarse con la mejor. Apoyó las manos sobre sus hombros, inclinada hacia él y sintiendo las contrarias acariciarla. Un escalofrío recorrió como un rayo su espalda cuando sus dedos se colaron bajo el sostén, acariciando sus pechos directamente. Por lo que buscó sus labios, tratando de ahogar un jadeo que ansiaba escapar de su boca. Respiró contra su boca, respirando su aliento con el estómago contraído, separándose apenas unos milímetros para lamer lentamente los labios contrarios, recorriendo con ambas manos sus hombros mientras lo hacía. Habían demasiadas cosas en su cabeza, desde que había entrado en la Red se alejó de cualquier distracción. Sólo habían pasado unos meses pero extrañaba demasiado las caricias, los besos y la presión de un cuerpo ajeno con el suyo, sobre éste o bajo el mismo. Quizás por ello lo estaba disfrutando demasiado y se deshacía en atenciones que, en otras circunstancias, no habría considerado.
Ladeó la cabeza, besandolo hasta que se vió obligada a separarse, manteniendo su frente apoyada en la contraria. Sonrió de medio lado, reincorporándose para dejar que se quitara la camiseta, satisfecha ante su propia decisión antes de que ella alcanzara a hablar. Lo ayudó a sacarse la camiseta. Colocando el dedo índice en su cuello y descendiendo lentamente por el centro de su pecho, acabando por apoyar toda la mano, abriendola en toda su extensión, y continuar el camino hasta la parte superior de sus pantalones, lugar donde la dejó reposar con una suave presión, volviendo la mirada hacia su rostro solo cuando sintió sus manos recorrerla. Tomó una profunda respiración, alejando sus manos de él y deslizandolas hacia su espalda para desatarse el sostén pero no terminando de quitárselo. Mientras se mantuviera en la parte superior de su cuerpo, todo estaba más que correcto. Otras experiencias tendría que dejarlas para otra ocasión, si existía.
Tuvo que sujetarse en él para no caer de espaldas sobre la cama cuando de movió bajo ella y acabaron sentados; ella sentada, rodeandolo con las piernas. Acercó las su cuerpo al de él hasta que nada más se interpueso entre ellos, presionando, juguetona, su cadera contra la de él. Permitiéndose inclinar la cabeza, retirando su cabello hacia un lado, para darle un mejor acceso a su cuello. Situó las manos en los laterales de las piernas contrarias, ascendiendo por los costados, incluso clavándole los dedos mientras se movían hacia arriba. Apoyó la barbilla en su hombro, dejando que continuara con el reguero de besos, con respiraciones entrecortadas haciendo subir y bajar su pecho. —Está bien ser servicial...— susurró cerca de su oído, dejando escapar un jadeo cuando sus dedos se clavaron en su espalda —, pero seguro que hay algo que quieres... todos hemos experimentado con nuestro cuerpo y sabemos que cosas nos hacen sentir mejor— continuó mordisqueando con suavidad el lóbulo de su oreja, haciendo descender su boca para lamer desde la parte baja de su cuello hasta la línea de su mandíbula y luego soplar suavemente en el lugar. —¿Cuántas veces te vas a encontrar con una oportunidad como esta?— se burló en un susurro, contra su oreja, antes de retirarse hacia atrás y enfrentar sus ojos con los contrarios.
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Sí, parece que mi cuerpo sí lo sabe y no ayuda que ella presione, que acaricie ciertas zonas con total impunidad y empeore la sensación de desespero. Lo peor es que soy perfectamente consciente de que no quiero que se detenga, que el pequeño sufrimiento va de la mano con el placer y solo ansío poder ponerle fin a una tortura que se siente mejor que cualquier otra cosa de las que he experimentado en el último tiempo. Quizá, salir entero de la prisión valió la pena sólo para poder vivir esto, por mucho que sufra el interior de mis pantalones. La presión de su cadera hace que me remueva, en un acto natural e inconsciente busco una fricción nueva que me estremece sin reparos o disimulo.
Me encuentro con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, presa de los suspiros que me conquistan porque jamás había oído a una chica respirar así para mí, mucho menos hablar de esa forma. Por un momento me quedo quieto, tengo la sensación de que si me muevo acabaré perdiendo todo esto, que parece demasiado bueno para ser verdad. Su juego en mi oreja me hace temblar y, cuando por fin me encuentro con sus ojos, me doy cuenta de que estoy sonriendo con cierto bochorno — ¿Lo qué quiera? — tanteo sus palabras, moviendo una de mis cejas. Tras una vaga vacilación, muevo mis manos para quitarle el sostén de una buena vez. Por extraño que parezca, no me lanzo de lleno a sus pechos.
La verdad es que ladeo la cabeza para mirar su torso desnudo por un segundo. He visto gente en ropa interior, pero es la primera vez que veo esto en vivo y en directo. Mi curiosidad es lo que me lleva a caminar con mis dedos por entre sus senos, apenas rozando su superficie con mi pulgar — Tienes un... — ¿Cómo lo digo sin sonar tan patético? — Un lindo cuerpo — mi inclinación es vacilante, incluso le lanzo una mirada que obviamente pide permiso. Mis labios se atreven a recorrer ahí donde no habían estado antes, besando con sumo cuidado cada centímetro de su piel, hundiendo mi rostro en su pecho. Mis brazos se extienden a su alrededor y aprieto sus glúteos para empujarla sobre mí, dispuesto a retomar el vaivén de sus caderas que combinen con las mías. Son movimientos torpes en principio, pero pronto me encuentro suspirando con fuerza, sin reconocer la corriente eléctrica que me invade poco a poco.
Cuando me doy cuenta es demasiado tarde. Me tenso contra ella en una sacudida que me abraza y espanta al saber de qué se trata, abrazandola en el segundo que suena mi quejido placentero. Me quedo quieto, presa del repentino bochorno que viene tras el placer y le doy un suave empujón que busca alejarla — ¡Lo lamento, lo lamento! — me las arregló para ponerme de pie de manera atropellada y me levanto cubriéndome con las manos, tratando de encaminarme hacia el baño. Bueno, sabía que las primeras veces todo dura demasiado poco, pero esto de frenelearse me ha dejado mal parado.
Me encuentro con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, presa de los suspiros que me conquistan porque jamás había oído a una chica respirar así para mí, mucho menos hablar de esa forma. Por un momento me quedo quieto, tengo la sensación de que si me muevo acabaré perdiendo todo esto, que parece demasiado bueno para ser verdad. Su juego en mi oreja me hace temblar y, cuando por fin me encuentro con sus ojos, me doy cuenta de que estoy sonriendo con cierto bochorno — ¿Lo qué quiera? — tanteo sus palabras, moviendo una de mis cejas. Tras una vaga vacilación, muevo mis manos para quitarle el sostén de una buena vez. Por extraño que parezca, no me lanzo de lleno a sus pechos.
La verdad es que ladeo la cabeza para mirar su torso desnudo por un segundo. He visto gente en ropa interior, pero es la primera vez que veo esto en vivo y en directo. Mi curiosidad es lo que me lleva a caminar con mis dedos por entre sus senos, apenas rozando su superficie con mi pulgar — Tienes un... — ¿Cómo lo digo sin sonar tan patético? — Un lindo cuerpo — mi inclinación es vacilante, incluso le lanzo una mirada que obviamente pide permiso. Mis labios se atreven a recorrer ahí donde no habían estado antes, besando con sumo cuidado cada centímetro de su piel, hundiendo mi rostro en su pecho. Mis brazos se extienden a su alrededor y aprieto sus glúteos para empujarla sobre mí, dispuesto a retomar el vaivén de sus caderas que combinen con las mías. Son movimientos torpes en principio, pero pronto me encuentro suspirando con fuerza, sin reconocer la corriente eléctrica que me invade poco a poco.
Cuando me doy cuenta es demasiado tarde. Me tenso contra ella en una sacudida que me abraza y espanta al saber de qué se trata, abrazandola en el segundo que suena mi quejido placentero. Me quedo quieto, presa del repentino bochorno que viene tras el placer y le doy un suave empujón que busca alejarla — ¡Lo lamento, lo lamento! — me las arregló para ponerme de pie de manera atropellada y me levanto cubriéndome con las manos, tratando de encaminarme hacia el baño. Bueno, sabía que las primeras veces todo dura demasiado poco, pero esto de frenelearse me ha dejado mal parado.
Una vez no le hacía daño a nadie. No llegaría a ninguna otra base, ni siquiera era algo que hubiera pasado por su cabeza en algún momento, pero parecía que por la de él si. O al menos por la segunda cabeza pensante que tenían los hombres y que, en ocasiones, utilizaban más que la principal. Removió su cadera sobre él, acomodándose a la par que ejerciendo cierta presión y fricción en la zona, una que fue acompañada por sus movimientos también. Sonrió contra su oreja, mordiendo ligeramente el lóbulo de ésta y suspirando. Entrando en una especie de juego que la divertía demasiado. Jugar había sido un hábito del que no quería deshacerse, del que disfrutaba demasiado incluso cuando ella era la pobre corderito que tenía que soportar suaves atenciones cuando su cuerpo palpitaba y vibraba ansioso en busca de más.
Encogió los hombros, separando las manos de él para dejar que los tirantes resbalaran por sus brazos y acabaran en alguna parte de la cama. La piel se erizó ante la semi desnudez de su cuerpo, su pecho subió y bajo en suaves respiraciones, sus pulgares se entrelazaron en las trabillas de los pantalones contrarios. Quiso acercar su cuerpo al contrario al sentir cierta incomodidad que nacía en su estómago, provocado por su fija mirada. Quedó absorta en sus expresiones, permaneciendo completamente inmóvil hasta que acabó por sonreír, permitiéndose incluso reír. —Es el primero que ves— apostilló entre risas. No iba a negar que era cierto, y que le gustaba el hecho de que lo hubiera pronunciado el voz alta. Inclinó su cuerpo hacia él, besandolo de nuevo, lento y húmedo. —pero gracias— agregó, sonriendo contra sus labios y separándose un ápice de él para permitir que la besara allá donde quisiera, incluso arqueando la espalda hacia atrás pars permitirle un mejor acceso.
¿Lo breve dos veces mejor? Bueno, dependía de la situación. Rodeó más fuerte sus caderas con las piernas, clavando las uñas en sus hombros cuando algo no fue demasiado bien. O quizás iba demasiado bien para él. En apenas unos instantes se hundió en su pecho con un quejido que no reconoció al inicio pero que no tardó demasiado en hacer, y aún más cuando acabó retirándose de encima de él con cierta precipitación. Prensó los labios en un intento de no reírse de 'su desgracia', sentándose en el borde de la cama para verlo marchar tapándose. Entonces sí que río. El cuerpo de la castaña se dobló por la mitad, llevando ambas manos a su estómago, el cuál vibraba entre risas. —Si necesitas ayuda sólo dímelo— alcanzó a burlarse mientras se levantaba de la cama, agarraba la fina camiseta y se la ponía. Avanzando hasta la cerrada puerta del baño y apoyando la espalda contra el marco, con los brazos cruzandos bajo el pecho. —¿Sabías que eras tan precoz o ha sido demasiado para una primera vez?— preguntó acercando los labios al borde de la puerta para que pudiera escucharla mejor. —Como le digas a Dave algo de esto estás muerto, lo sabes, ¿verdad?— agregó, alejándose un par de pasos. —Voy a poner una película— informó, después, con naturalidad. Encaminándose al comedor, tomando el mando y dejándose caer sobre el sofá boca abajo.
Encogió los hombros, separando las manos de él para dejar que los tirantes resbalaran por sus brazos y acabaran en alguna parte de la cama. La piel se erizó ante la semi desnudez de su cuerpo, su pecho subió y bajo en suaves respiraciones, sus pulgares se entrelazaron en las trabillas de los pantalones contrarios. Quiso acercar su cuerpo al contrario al sentir cierta incomodidad que nacía en su estómago, provocado por su fija mirada. Quedó absorta en sus expresiones, permaneciendo completamente inmóvil hasta que acabó por sonreír, permitiéndose incluso reír. —Es el primero que ves— apostilló entre risas. No iba a negar que era cierto, y que le gustaba el hecho de que lo hubiera pronunciado el voz alta. Inclinó su cuerpo hacia él, besandolo de nuevo, lento y húmedo. —pero gracias— agregó, sonriendo contra sus labios y separándose un ápice de él para permitir que la besara allá donde quisiera, incluso arqueando la espalda hacia atrás pars permitirle un mejor acceso.
¿Lo breve dos veces mejor? Bueno, dependía de la situación. Rodeó más fuerte sus caderas con las piernas, clavando las uñas en sus hombros cuando algo no fue demasiado bien. O quizás iba demasiado bien para él. En apenas unos instantes se hundió en su pecho con un quejido que no reconoció al inicio pero que no tardó demasiado en hacer, y aún más cuando acabó retirándose de encima de él con cierta precipitación. Prensó los labios en un intento de no reírse de 'su desgracia', sentándose en el borde de la cama para verlo marchar tapándose. Entonces sí que río. El cuerpo de la castaña se dobló por la mitad, llevando ambas manos a su estómago, el cuál vibraba entre risas. —Si necesitas ayuda sólo dímelo— alcanzó a burlarse mientras se levantaba de la cama, agarraba la fina camiseta y se la ponía. Avanzando hasta la cerrada puerta del baño y apoyando la espalda contra el marco, con los brazos cruzandos bajo el pecho. —¿Sabías que eras tan precoz o ha sido demasiado para una primera vez?— preguntó acercando los labios al borde de la puerta para que pudiera escucharla mejor. —Como le digas a Dave algo de esto estás muerto, lo sabes, ¿verdad?— agregó, alejándose un par de pasos. —Voy a poner una película— informó, después, con naturalidad. Encaminándose al comedor, tomando el mando y dejándose caer sobre el sofá boca abajo.
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