The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Riley Kavalier
Octubre

Con la mudanza, el comienzo del trabajo y mis nuevas salidas sociales no tuve tiempo real para ponerme con el pasatiempo que me sacó de mi peor momento. Elegí una casa con patio trasero para poder continuar con mis actividades agrícolas así que me pongo a eso a primera hora de la mañana del tercer sábado de octubre. Si bien el verano ya nos ha dejado atrás, aún queda algo de calor y agradezco el estar solo para poder quitarme la camiseta y poder trabajar como me he acostumbrado en el distrito 9. Curiosas costumbres me ha pegado mi vecino pues antes ni siquiera en privado me hubiese atrevido a andar sin camiseta por mi casa, era muy... ¿Deprimente? Al menos ahora tengo algo de tono y color.

Remuevo el último metro de tierra y me dejo caer sobre la tierra, agotado, admirando el trabajo que he hecho. Tardará un tiempo en dar los vegetales pues no quiero usar magia para acelerar el proceso, la paciencia también es parte de la terapia y no quiero cambiar algo que ha funcionado a la perfección hasta ahora. Además no es que necesite de eso para alimentarme, puedo comprar vegetales del supermercado como todos los demás mientras tanto.

Saco el teléfono de mi bolsillo y me giro para tomarme una foto con mi trabajo y enviársela a Lara, al menos si no vamos a tener tiempo de vernos quiero hacer algo tan estúpido como mostrarle mis avances de forma digital, quizás así pueda encender su curiosidad y venga a visitarme.

Escucho ruidos en la parte delantera así que me pongo de pie de inmediato, me limpio las manos en los jeans y asomo la cabeza por el costado de la pared para ver de quién se trata ¡Es Ari! Le dedico una sonrisa y hago señas con mi mano para que me siga - Estuve trabajando en mi huerta capitolense - bromeo con ella mientras corro a buscar mi camisa para cubrirme, creo que aún no estoy listo para que alguien más me vea así - ¿Te gusta?
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Menos mal que Ariadna se encontraba en casa cuando el juicio se llevo a cabo, pues ver a través de las pantallas los cuerpos de ambos terroristas arder, le causó un verdadero ataque de pánico y sólo Lady Cora logró calmarla.
Dos semanas luego de semejante escena, seguida por la declaración de Riorden, la rubia pidió tomarse las vacaciones que le correspondían, con la promesa de asistir al hospital si la necesitaban con urgencia.
Realmente necesitaba relajarse, recuperar el tiempo perdido con su padrino, cabalgar con su yegua e incluso entrenar a Liesel para dejar de encontrar pájaros muertos sobre su cama.

Envuelta en una manta de polar, despertó de la siesta con ganas de visitar a su amigo Riley, por lo tanto luego de estirar los músculos, se encerró en el baño y tomó una rápida ducha con agua hirviendo.
El tiempo le permitió vestir un falda corta color celeste, camisa blanca con escote en "v" y zapatos que hacían juego con su bolso.

No podía llegar con las manos vacías a la nueva casa, así que durante un par de horas visitó algunas tiendas de decoración, buscando el regalo perfecto de bienvenida, el cual era muy difícil de encontrar.
Algo abrumada por la cantidad de objetos tecnológicos, apareció frente al hogar que ya conocía por fuera y tocó el timbre mientras sujetaba la pequeña caja dentro de una bolsa adornada con moño y papel brillante.  
La voz del científico y su cabeza le marcaron el camino, pero al verlo sin camisa algo sudado por el arduo trabajo, se quedó quieta, sin parpadear. —Hola...— Saludó por costumbre y asintió varias veces antes de comprender que se refería a otra cosa y no al físico.
Aclaró su garganta pasando la vista de los abdominales hacia la tierra removida en el suelo y sonrió. —Sisisi, muy bonito...yo te traje un regalo de bienvenida al Capitolio.— Explicó acercándose sonrojada para entregarle la bolsa. —Fue muy difícil decidirme, así que si no te gusta, por favor no me lo digas.
Dentro de la caja, había un extraño invento circular que servía para cargar el celular de forma inalambrica y que al mismo tiempo funcionaba para mantener caliente las bebidas dentro de las tazas. —Creí que una planta sería demasiado común.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
Me apresuro a abotonar la camisa y mientras tanto escucho su reacción por la huerta, en realidad me decepciona un poco ya que esperaba algo más de entusiasmo con todo el trabajo que me llevó... Pero supongo que tendré que sacarle la exclamación cuando la haga probar alguna ensalada, aún no soy experto cocinando esa clase de cosas pero he mejorado bastante - No tenías que traer na... - comienzo al girarme pero entonces noto que tiene las mejillas coloradas, es muy blanca así que se le nota con facilidad - ¿Viniste corriendo o algo? - pregunto curioso con una sonrisa.

Tomo la bolsa de todas formas y abro la caja con cuidado para encontrarme con el YouPeach wireless charger, hace siglos que quiero uno de éstos pero supongo que el orgullo me impidió comprar uno ¿Cómo es que no se me ocurrió a mi crear un cargador inalámbrico que calienta tazas al mismo tiempo? Supongo que por eso Labors es ministro y yo sigo siendo un simple científico - ¡Me encanta, gracias! - respondo y casi que la abrazo pero entonces noto que no sería muy agradable, estoy todo sudado - ¿Te das cuenta que últimamente me encuentras en medio de la mugre? - bromeo al recordar nuestro encuentro en el distrito 9.

-Anda, vamos adentro - comento haciendo una seña con la cabeza pues ya le he dedicado mucho tiempo a la huerta hoy. Me siento tentado de preparar una taza de té solo para estrenar mi regalo pero me conformo con conectarlo al celular y que así se cargue un poco, después de todo estuve agotando la batería afuera escuchando música para acompañarme en el trabajo - ¿Cómo está tu padrino? Me gustaría hacerle una visita, se la debo - aún estoy concentrado haciendo las configuraciones - ¿Y tú? Lo del juicio fue demasiado para cualquiera... - tengo que hacerme el valiente pero Solberg me encontró hecho una bolita en el suelo luego de eso.
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Menos mal que Riley decidió vestirse dándole la espalda y el tiempo necesario para respirar, mientras intentaba calmar el maldito sonrojo que últimamente la delataba demasiado. Odiaba eso.
Cuando el científico volteó y la observó, dejó ir la bolsa del regalo mientras fingía un nuevo interés por la agricultura. —Tuve que correr, porque en realidad lo tomé prestado.— Bromeó respecto al obsequio tecnológico, jamás había robado nada y no pensaba empezar a hacerlo ahora, menos cuando podía pagar por sus propias necesidades o gustos.
Expectante, con las manos entrelazadas ocultando sus labios, esperó para mirar el rostro de su amigo mientras abría el presente y por supuesto que terminó riendo porque en verdad le había gustado. Si que valió la pena las horas pérdidas dentro de tiendas que jamás volvería a pisar. —Prefiero verte mugriento, sudoroso y repleto de tierra, con tal de no volver a verte dentro del hospital.— Comentó con una orgullosa sonrisa.

Ariadna lo siguió hasta el interior de la casa, se veía mucho más limpia gracias a Amanita y con un veloz vistazo, decidió que el próximo regalo sería algo en tonos cálidos, como amarillo o naranja. —Creo que me gusta más el estilo de la casa de campo...—Murmuró abriendo los ojos como platos, dando a entender que por supuesto estaba molestándolo.
Caminó hasta la chimenea que tanto le había gustado, para posteriormente inspeccionar la moderna cocina. Estaba haciendo algo de tiempo para pensar en qué responder ante esas preguntas. —Nicholas se encuentra muy bien, ya está en su casa con mi primo Oly...No he querido molestarlo, así que le estoy dando su espacio personal antes de visitarlo.
La sanadora apoyó los codos sobre el mármol de la isla y levantó la mirada hacia su amigo. Cualquier evidencia de sonrojo desapareció ante el recuerdo de aquel día. —Estaba en casa y hacía años que no tenía un ataque de pánico tan fuerte, con taquicardia, mareos, debilidad...Todo junto. Lady Cora logró calmarme.— Admitió avergonzada, bajando la vista hasta sus propias manos. —Soy muy consciente de todas las cosas que hicieron y de todo el desastre que causaron, sin embargo...yo...— Nerviosa jugueteó con su cabello y caminó marcha atrás hasta que sus caderas chocaron contra la mesada. —Nadie debería tener el poder de decidir sobre la vida de los demás, no cuando podían encerrarles para siempre como castigo o no sé...trabajo comunitario.— El tema aún la tenía algo sensible, respiró profundo evitando cualquier contacto visual con su viejo amigo, en parte porque temía recibir una opinión distinta a la de ella. —La muerte que les dieron, fue salvaje y horrible...¿En qué nos diferenciamos de los rebeldes si actuamos así?— De pronto la calidez de la caminata desapareció y tuvo que frotar sus manos congeladas para recuperar la temperatura corporal.
Ariadna no había conversado con nadie respecto a lo sucedido el día del juicio, por un lado se sentía bien al poder por fin sacarse las emociones de encima y por el otro estaba aterrada.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
No quiero pegarle muchas vueltas pero no puedo imaginar a Ari siquiera robando un caramelo de un kiosko, así que debe haber otra razón para que haya venido corriendo pero no quiere decírmela... Quizás tiene que estar en otro lado dentro de poco o las criaturas siguen sueltas luego del atentado y fue perseguida por un micropuff, eso suena muy lógico - Ah pero en el hospital tendré que seguir viéndote porque tengo una amiga allí y me gusta visitarla - bromeo tomando la varita para limpiarme un poco, tampoco quiero exagerar y honestamente tampoco quiero andar todo sudado por mucho tiempo.

Saco la lengua cuando dice que la casa de campo le gustaba más y luego niego con la cabeza pues en realidad no hay punto de comparación. Ambas son mucho más de lo que necesito pero bellas en diferentes aspectos. La de campo era más bajita, con mucha madera y cuero, apropiado para el distrito 9. Esta parece más bien futurista cosa que me encanta ya que cada vez que doy vuelta en un pasillo me imagino a mi mismo en una película de ciencia ficción.

Escuchar que Nicholas está bien me deja un poco más tranquilo, sin embargo siento una punzada en el pecho al escuchar el relato de lo que fue para ella vivir el juicio, aunque haya sido desde su casa. De repente lamento no haber podido haber estado allí para ella, quizás haberle dado mi punto de vista en ese momento la habría ayudado, o no - No creo que trabajo comunitario sea lo más apropiado - respondo con los ojos clavados en el piso y al final me acerco para envolverla en un abrazo.

- Y no somos como ellos, los jueces han decidido sobre su futuro y nosotros tenemos todo el derecho a no estar de acuerdo - en privado, por supuesto, porque hacer cualquier manifestación pública terminaría con nosotros en el mismo lugar - Es una guerra y es horrible, lo único que podemos hacer es ponernos en nuestras estaciones de batalla y hacer nuestro trabajo... El tuyo es salvar vidas así que es el más importante de todos - agrego aún sin apartarme. De hecho es agradable tenerla así de cerca, aunque quizás estoy siendo descortés ya que tiene la mesada justo detrás de ella y no le doy chance de apartarse si así lo quiere. Me aparto solo un poco para dejarle algo de aire - Ojalá no haya otros juicios así.
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Si, trabajo comunitario sonaba a una salida demasiado fácil comparado con el desastre que habían causado durante el festival de Nimue, la toma de rehenes y vaya a saber cuantas cosas más. Sin embargo ninguna acción justificaba el hecho de recibir una muerte tan espantosa como la que sufrieron esas pobres personas.
El abrazo del científico fue más que reconfortante, Ariadna envolvió las caderas de él con sus brazos y apoyó la mejilla contra la camisa que, gracias a la magia, olía a perfume masculino y jabón para lavarropas. —Es que precisamente eso es lo que intento decir, ni los jueces, ni siquiera la misma Jamie Niniadis, debería tener tanto poder como para quitarle la vida a los demás.— Era consciente de que tal vez estaba hablando de más, pero necesitaba desahogarse y la mejor elección hasta ahora había sido él, por lejos.

La declaración a una guerra sonó irreal a través de la televisión, sin embargo escucharlo de la boca de Riley, volvió la idea algo concreto, verdadero y existente. Quizás debería empezar a prepararse para lo peor. —Creí que todo acabaría luego de recuperar a mi padrino, nunca esperé que la situación se agravara de este modo, ¿No tienes miedo?— Preguntó y al sentir que el hombre liberaba un poco el agarre de sus hombros, despegó la mejilla de su pecho para observarlo de frente, mas no soltó el abrazo. Aún no estaba lista para dejarlo ir. —Espero lo mismo.— Masculló en voz baja.

Ahora que lo recordaba, en ningún momento hablaron respecto a lo sucedido en los últimos encuentros y a pesar de que Ariadna no tenía idea de qué era lo que estaba pasando, se negaba rotundamente a arrepentirse.
Era una idea descabellada, si. Temía perder al último amigo cercano que le quedaba, si. Volvería a besarlo, claro que si.
La sanadora abrió la boca pero volvió a cerrarla sin decir nada.

En lugar de sugerir ir a tomar una taza de té o salir al centro para observar la nueva película de acción que varios críticos recomendaban, la rubia soltó un ligero suspiro silencioso, nervioso y volvió a acercar el cuerpo de Riley con el abrazo que aún mantenía.
Ahora si estaba contra la mesada y él.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
Hay muchas cosas mal en el mundo, el sistema judicial es una de ellas y no hace falta decir qué desgraciado está a cargo de todo eso. Es ridículo en realidad, recuerdo claramente que en un capítulo de Fiendfyre que la nave viaja hacia un planeta arcaico, con leyes demasiado duras y castigaba a los delincuentes como lo han hecho en la plaza... Pero ese show se transmitió hace unos años ya y al parecer últimamente se está corriendo el límite de lo que es éticamente aceptable. Lo peor es no estar seguro de lo que pienso, supongo que tendré que agarrarme del hecho de que ellos mataron a más de 300 personas y dos vidas es un bajo precio a pagar por esa atrocidad.

- Nadie tiene el poder para evitar que ellos lo hagan - respondo apoyando mi mentón con cuidado sobre su coronilla, sin hacer presión para no lastimarla - Tengo miedo, sí - respondo cuando puedo ver su rostro. Sería estúpido mentirle, una cosa es intentar parecer valiente y otra completamente distinta ponerme en plan negador - Pero confío en que el nuevo jefe de aurores hará un mejor trabajo... Y estoy haciendo lo posible por poder defenderme yo mismo si ocurre algo - agrego encogiéndome de hombros, quizás no sea un experto aún pero sigo practicando con mis poderes de electricidad.

No dice nada más pero parece que intenta hacerlo. La miro curioso y cuando vuelve a acercarme se dibuja una pequeña sonrisa en mi rostro que intento ocultar pues quizás le he estado tantas vueltas al asunto en vano. Me dije a mi mismo que me tomaría las cosas con calma pues no quiero arruinar la bella amistad que tenemos pero si ella también está dispuesta a tomar el riesgo ¿Quién soy yo para decir que no? Pues un cobarde, eso soy.

Respiro profundo e intento no pensar demasiado sobre el hecho de que nuestros cuerpos están pegados, solo me acerco a su oído - Creo que tenemos algunas cosas que resolver... que van más allá de la amistad que hemos mantenido hasta ahora - dejo salir en un susurro. Recuerdo las palabras de Kenna y todo lo que he aprendido analizando a las personas en el bar, puedo hacerlo, puedo ir a la caza, tengo cosas que otras personas podrían encontrar atractivas y creo que Ari lo hace ¿Sino por qué me pega a su cuerpo? - ¿Crees que podremos resolverlo?
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
La calidez del abrazo opaca por completo el escalofrío que la recorre de pies a cabeza, sobre todo cuando el tema acerca de la justicia en NeoPanem parece una discusión sin solución. Podían estar horas debatiendo acerca de lo correcto e incorrecto, para al final llegar a la misma conclusión.
Ariadna apretó un poco el agarre de sus brazos cuando escuchó que él también tenía miedo y sin pensarlo, decidió que eso le gustaba de Riley, hablar con él era bastante agradable. —No hay peligro...Por ahora.— Quiso ser positiva, pero no tenía ganas de mentirle tampoco.

El forzado acercamiento seguido por la sonrisa del científico, logró dibujar una expresión de alegría en su rostro al elevar las comisuras de sus labios. Lo observó inclinarse hasta hablar en tonos bajos contra su oído y toda la piel de aquella zona se erizó, no precisamente por tener frío.
Le costó recuperar la voz, quería sonar segura al otorgar una respuesta de semejante importancia y al final sólo consiguió sujetar la camisa con mayor fuerza. —Riley...— Murmuró con cierta tensión en su forma de hablar, ¿Realmente podía dar el gran paso? —No quiero perderte, eres demasiado importante para mi.— Admitió haciendo una mueca incapaz de descifrar.

Dejó caer sus brazos a los costados del cuerpo y aunque parecía un gesto resignado o desganado, en verdad lo hizo para poder cambiar de lugar y pasar a abrazar el cuello masculino. De esta forma consiguió mantener sus rostros aún más cerca y ni siquiera le importó si él notaba el cambio de su propia respiración. —No lo sé...pero tampoco quiero parar.— Respondió sin apartar la mirada de los ojos brillantes de su amigo.
La mezcla de sentimientos era abrumadora, pero Ariadna sabía que por encima de todo, se encontraba la amistad entre ambos.
Sus dedos acariciaron con suavidad los cabellos que alcanzaban la nuca del científico y sin poder evitarlo sus mejillas se encendieron. —¿Tú qué quieres hacer?
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
Es extraño que hable de perderme cuando estoy más cerca que nunca de ella, pero comprendo a qué se refiere. Las cosas podrían salir terriblemente mal, para controlarlo tendríamos que comportarnos como adultos y creo que ninguno de los dos está a la altura de eso, por distintas razones la vida nos ha hecho así pero quizás es lo que necesitamos para finalmente crecer al respecto. No sé lo que pasará luego, pero ahora estoy seguro de que quiero traspasar a barrera que nos ha mantenido hasta ahora como inocentes amigos. En las películas existe ¿Por qué en la vida real no?

- Y yo no quiero que pares - respondo sobre sus labios antes de atraparla en un beso, ya no dulce como los de antes y vergüenza como el primero, uno con sentimientos que no sabía que tenía en mí y definitivamente uno con el que viejo Riley solo habría podido soñar. Una de mis manos pasa de su cintura a su rostro y con mi pulgar bajo su barbilla para poder abrirme paso en su boca. Mi cuerpo cambia, puedo sentirlo y siento una seguridad que hasta ahora había pasado desapercibida en mi vida.

Entonces lo comprendo, Ariadna no vino corriendo a casa sino que me encontró sin camisa y por eso subió el color a sus mejillas como lo está haciendo ahora. Quiero decirle que no tiene por qué sentirse avergonzada que puede sentirse segura conmigo así como yo por alguna razón me siento seguro con ella sin necesidad de que lo diga en voz alta.

Me separo unos pasos y vuelvo a quitarme la camisa pero esta vez con una sonrisa traviesa, consciente de lo que estoy haciendo y tomo su mano - Creo que aún no he tenido oportunidad de enseñarte la habitación - estoy seguro de que escuché esa línea en alguna película, pero de momento seguiré con la fantasía de que es todo producto de mi ingenio. No espero respuesta, solo tiro de su mano y subo por la escalera hasta llegar a mi cuarto, blanco y ordenado, de ciencia ficción. Ahora sí ya no estoy seguro de cómo proseguir, es inminente pero tampoco quiero parecer apresurado... Solo camino solo hasta la cama y tomo asiento allí, haciendo un ademán para que la rubia me acompañe.
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Ariadna observó su rostro con detenimiento, le tranquilizaba el saber que estaban parados en la misma página, que ninguno quería retroceder y por ende continuó estrechándolo hasta que sus labios se encontraron de forma hambrienta.
Se inclinó despacio apretándose contra él, si antes tenía miedo de que surgiera una incomoda situación, esa sensación desapareció y únicamente dejó rastros de entusiasmo atrevido. Algo que jamás había sentido.
Sus manos acariciaron el cabello oscuro de Riley, hasta que los dedos se enredaron entre los suaves mechones y algo inquieta se retorció entre sus brazos.

Al apartarse, observó cómo su amigo se despojaba de la primer prenda y aunque la visión resultaba encantadora, la frase que utilizó le sacó una pequeña risita nerviosa.
Se aferró a la mano del científico intentando normalizar su respiración y siguió sus pasos a través de la escalera, hasta alcanzar el interior del dormitorio. Era simple, en tonos neutros y muy ordenado, tal como lo imaginaba. —Dime que Amanita  no está...— La elfina ya había interrumpido una vez y sería poco conveniente que lo hiciera de nuevo, en un estado más comprometedora.

Cuando Riley tomó asiento al borde de la cama, Ari permaneció en pie unos segundos más, sentía que todo su ser temblaba y aún así, llevó sus dedos hasta los botones de la blanca camisa. Soltó uno por uno hasta que su ropa interior quedó a la vista y luego de unos eternos segundos, la prenda se arremolinó entre sus sandalias.
Si antes sus mejillas estaban sonrojadas, ahora podía percibir el rubor desde su cuello hasta la cima de la cabeza. —Puede sonar estúpido, pero no estoy muy segura de cómo continuar.—Admitió.
Sin esperar una respuesta por parte de su amigo, la sanadora tomó asiento junto a él sobre la colcha y llevando una de sus manos hasta la mejilla, lo atrajo hasta poder continuar con el beso iniciado sin cambiar la intensidad...O incluso incrementándola.

Su corazón palpitaba a mil, sus dedos tiritaban y aunque el pánico de cometer un error la perseguía, se dejó llevar por la emoción del momento. Ya era hora de tener un...día interesante.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
Estoy seguro de que hay una regla implícita sobre no mencionar a los elfos domésticos cuando estás por acostarte con alguien, pero Ariadna lo hace y ésta vez soy yo quien ríe por ello. No, Amanita debe estar muy cómoda en su habitación el ático, ella misma la eligió y me sorprende cada día con la dedicación que le pone para que quede cada día más colorida... Pero no quiero pensar en la elfina, así que solo sacudo la cabeza de forma negativa y elimino el pensamiento lo más rápido que puedo.

El que ella misma se quite la camisa ayuda a volver a centrar mis pensamientos, la observo de arriba a abajo y me sorprendo al no sentirme incómodo para nada, es una mujer hermosa y me encargaré de decírselo de ahora en adelante sin ningún reparo - No puede ser tan difícil, todo el mundo lo hace - respondo luego de unos segundos con una sonrisa y correspondo al beso que ésta vez ella comienza.

Nos acomodo con cuidado en la cama y pronto las prendas van desapareciendo una a una, me dejo llevar sin pensarlo demasiado... Esto es lo opuesto a lo que estoy acostumbrado, no es cuestión de armar un plan, tampoco de analizar los datos antes de aventurarme al experimento, no. Hay que lanzarse a lo desconocido y simplemente disfrutar del resultado, es agradable, placentero y no solo a nivel intelectual como un trabajo bien realizado, tampoco como el efecto de las drogas que apagaban todo lo malo para dejar lo menos peor. Se siente real y completo.

Los minutos pasan, muchos, y como con todo llega el final. Me recargo sobre un costado de mi cuerpo para observar a la rubia y la envuelvo en un abrazo. Soy incapaz de cerrar los ojos pues siento como si mi energía se hubiese renovado, aún estoy algo agitado sin embargo guardo mi posición, supongo que solo me queda esperar a que ella decida si descansar o no y quizás dentro de unas horas hablar al respecto.
Riley Kavalier
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