OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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Mi vida ha sido un descontrol éstos días. Creo que lo único positivo es que pude saltarme las clases y quedarme en casa leyendo cosas más interesantes. Casa... Una nueva, por supuesto, en dónde creí que me sentiría totalmente excluido pero no ha sido así. Papá me ha preparado una nueva habitación y pude traer todas las cosas de la antigua, ha quedado muy parecida, con los libros explotando en la biblioteca, mis canastos repletos de figuras de acción, la consola de videojuegos bien guardada en el cajón debajo de la tele. Se ha esforzado, solo falta mamá pero no hay forma de que ella vuelva a estar con nosotros.
Mi hermana me cae bien, claro que tengo vergüenza de andar alrededor de ella pues se ha enterado hace poco de mi existencia y de seguro no le debe hacer gracia que su papá haya engañado a su mamá con la mía, más allá de sus palabras y miradas amigables. Es complicado pero los adultos son así, solo espero que cuando yo sea mayor pueda encontrar a una mujer tan inteligente y maravillosa que me resulte inconcebible siquiera la idea de estar con alguien más. Amalie... Creo que la esquivaré por unas semanas, hasta estar seguro de que no me lanzará por la ventana como en esa serie que se supone que no debería ver.
Si bien las cosas han sido diferentes en casa, recién en la escuela noté la verdadera diferencia. Mis compañeros consideran mi cambio de apellido un escándalo y de no ser por Charlie Meyer que les frenó el carro a todos los que hacían comentarios los habría molido a golpes allí mismo. Aguanté unos días pero es el último día de la semana así que termino escapándome en el último período. Vagar por las calles del Capitolio es algo que necesito ahora, hacer los recorridos que hacía con mamá, acostumbrándome a la idea de que ahora tendré que hacerlos solo.
En mi caminata diviso a un auror con el que he charlado con anterioridad, me gusta creer que mis conversaciones han sido estimulantes para él pero como todos, seguro peca de subestimar a los niños - Kobe - saludo apurando el paso para ponerme a la par de él. Tengo que inclinar el cuello hacia atrás para poder ver su cabeza, que es enorme, no me agrada pero supongo que en algún momento creceré, papá es alto y mamá lo era también.
Mi hermana me cae bien, claro que tengo vergüenza de andar alrededor de ella pues se ha enterado hace poco de mi existencia y de seguro no le debe hacer gracia que su papá haya engañado a su mamá con la mía, más allá de sus palabras y miradas amigables. Es complicado pero los adultos son así, solo espero que cuando yo sea mayor pueda encontrar a una mujer tan inteligente y maravillosa que me resulte inconcebible siquiera la idea de estar con alguien más. Amalie... Creo que la esquivaré por unas semanas, hasta estar seguro de que no me lanzará por la ventana como en esa serie que se supone que no debería ver.
Si bien las cosas han sido diferentes en casa, recién en la escuela noté la verdadera diferencia. Mis compañeros consideran mi cambio de apellido un escándalo y de no ser por Charlie Meyer que les frenó el carro a todos los que hacían comentarios los habría molido a golpes allí mismo. Aguanté unos días pero es el último día de la semana así que termino escapándome en el último período. Vagar por las calles del Capitolio es algo que necesito ahora, hacer los recorridos que hacía con mamá, acostumbrándome a la idea de que ahora tendré que hacerlos solo.
En mi caminata diviso a un auror con el que he charlado con anterioridad, me gusta creer que mis conversaciones han sido estimulantes para él pero como todos, seguro peca de subestimar a los niños - Kobe - saludo apurando el paso para ponerme a la par de él. Tengo que inclinar el cuello hacia atrás para poder ver su cabeza, que es enorme, no me agrada pero supongo que en algún momento creceré, papá es alto y mamá lo era también.
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En cuanto suena el despertador sé que mis horas de sueño, pese a ser bastante pocas, han acabado tajantemente. Tratando de desperezarme en la cama, he llegado a la conclusión de que si no descanso es porque no duermo, y que si no duermo es porque me fuerzo a trabajar hasta altas horas de la noche. Llegar a casa tras todo el día moviéndome provoca que no tenga sueño. Y no tener sueño me está matando lentamente. Porque siempre he disfrutado durmiendo, y ahora no soy capaz de hacerlo por más de tres horas seguidas. Un zombie, casi parezco un vampiro, un no muerto.
De todos modos tampoco me está obligando nadie. ¿Sarna con gusto no pica? Siempre me olvidaba del pero mortifica que solía recordarme mi madre. Suspiro, caminando por una calle transitada que deja poco a la imaginación. El bullicio matutino un viernes es demasiado evidente. Todo el mundo sueña con acabar sus turnos para disfrutar del fin de semana como se merecen. Y yo, en cambio, me preparo para lo que está por venir pese a que no soy partidario de trabajar a deshoras. Pero la situación lo requiere. Tengo poco tiempo si quiero reunir toda la información necesaria antes de que me descubran. Arianne lo sabe.
Una vocecilla extraña para la edad y el cuerpo de la persona que la profiere me despista por unos segundos. Agachando la mirada, me doy cuenta de que alguien ha estado caminando conmigo durante un largo rato. No he sido consciente de su llamada hasta que ha pronunciado el diminutivo que toma forma a partir de mi nombre, y mis ojos se han puesto blancos. Pocas personas tienen el derecho de llamarme por ese nombre. El crío de turno, aunque no me causa dolores de cabeza, ni siquiera sé de dónde ha salido o por qué forma parte de mi vida. A veces pienso que debería haber puesto una guardería.
—¿Y esas confianzas? —pregunto, sin cortarme un pelo. El grado madurez del niño que tengo a mi lado es digno y envidiable de muchas personas de mi edad. Hasta a mí me hace cuestionar si de verdad no es reprochable mi comportamiento en comparación al serio y estricto que guarda este chaval con, al parecer, todo el mundo. —Digo, pocas personas se han ganado el derecho a llamarme por ese nombre. ¿Quién te ha dado permiso, eh? —inquiero, sin poder evitar esbozar una sonrisa.
Si supiera en las cosas que me meto.
De todos modos tampoco me está obligando nadie. ¿Sarna con gusto no pica? Siempre me olvidaba del pero mortifica que solía recordarme mi madre. Suspiro, caminando por una calle transitada que deja poco a la imaginación. El bullicio matutino un viernes es demasiado evidente. Todo el mundo sueña con acabar sus turnos para disfrutar del fin de semana como se merecen. Y yo, en cambio, me preparo para lo que está por venir pese a que no soy partidario de trabajar a deshoras. Pero la situación lo requiere. Tengo poco tiempo si quiero reunir toda la información necesaria antes de que me descubran. Arianne lo sabe.
Una vocecilla extraña para la edad y el cuerpo de la persona que la profiere me despista por unos segundos. Agachando la mirada, me doy cuenta de que alguien ha estado caminando conmigo durante un largo rato. No he sido consciente de su llamada hasta que ha pronunciado el diminutivo que toma forma a partir de mi nombre, y mis ojos se han puesto blancos. Pocas personas tienen el derecho de llamarme por ese nombre. El crío de turno, aunque no me causa dolores de cabeza, ni siquiera sé de dónde ha salido o por qué forma parte de mi vida. A veces pienso que debería haber puesto una guardería.
—¿Y esas confianzas? —pregunto, sin cortarme un pelo. El grado madurez del niño que tengo a mi lado es digno y envidiable de muchas personas de mi edad. Hasta a mí me hace cuestionar si de verdad no es reprochable mi comportamiento en comparación al serio y estricto que guarda este chaval con, al parecer, todo el mundo. —Digo, pocas personas se han ganado el derecho a llamarme por ese nombre. ¿Quién te ha dado permiso, eh? —inquiero, sin poder evitar esbozar una sonrisa.
Si supiera en las cosas que me meto.
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Me reconforta ver que el auror tiene rostro cansado, eso quiere decir que ha estado trabajando mucho en la semana y que los ciudadanos podemos quedarnos tranquilos de que el departamento de seguridad se está encargando de los problemas que hay en el país. Papá también ha estado trabajando mucho aunque lo suyo es un poco más triste ya que ha tiene que recolectar huérfanos de aquí para allá, niños que han tenido la mala suerte de perder ambos padres y no solo una como yo... Vaya, pensar que al ver a Synnove y Locki en mi casa aquel día pensé que me dirían que ya no tenía a nadie, que estaba solo.
- Mejor pedir perdón que pedir permiso y tu sonrisa me dice que no tendré que hacerlo - respondo devolviéndole el gesto amablemente. Es un tipo agradable, no por nada me he esforzado para alcanzarlo y no por nada me permito a mi mismo tomarme la libertad de llamarlo por su apodo - Te diría que puedes llamarme por mi apodo también pero no tengo ¿Cómo se les dice a los Simon? - pregunto con el ceño fruncido, no es relevante ahora.
Sigo caminando con las manos en los bolsillos y pienso en la mejor manera de contar lo que ha sido mi día, porque es más sencillo charlarlo con un casi desconocido que ser honesto con mi nueva familia, aunque creo que no saben cómo funciona todo el asunto de las charlas motivacionales y el "todo estará bien". Papá hace un buen trabajo de vez en cuando pero ese era el fuerte de mi mamá... Otra cosa que extrañar.
- Me he escapado de la escuela así que estoy buscando algo interesante para hacer hasta volver a casa ¿Tienes recomendaciones? - pregunto volviendo a inclinar mi cabeza ¿Por qué es tan alto? Terminaré con dolor de cuello - Y por favor no seas aguafiestas y me lleves a casa... Aunque no sabes dónde vivo - caigo en la cuenta llevándome la mano al mentón - En fin, sé que hay bares en los que dejan entrar a niños de día ¿Sabes dónde están?
- Mejor pedir perdón que pedir permiso y tu sonrisa me dice que no tendré que hacerlo - respondo devolviéndole el gesto amablemente. Es un tipo agradable, no por nada me he esforzado para alcanzarlo y no por nada me permito a mi mismo tomarme la libertad de llamarlo por su apodo - Te diría que puedes llamarme por mi apodo también pero no tengo ¿Cómo se les dice a los Simon? - pregunto con el ceño fruncido, no es relevante ahora.
Sigo caminando con las manos en los bolsillos y pienso en la mejor manera de contar lo que ha sido mi día, porque es más sencillo charlarlo con un casi desconocido que ser honesto con mi nueva familia, aunque creo que no saben cómo funciona todo el asunto de las charlas motivacionales y el "todo estará bien". Papá hace un buen trabajo de vez en cuando pero ese era el fuerte de mi mamá... Otra cosa que extrañar.
- Me he escapado de la escuela así que estoy buscando algo interesante para hacer hasta volver a casa ¿Tienes recomendaciones? - pregunto volviendo a inclinar mi cabeza ¿Por qué es tan alto? Terminaré con dolor de cuello - Y por favor no seas aguafiestas y me lleves a casa... Aunque no sabes dónde vivo - caigo en la cuenta llevándome la mano al mentón - En fin, sé que hay bares en los que dejan entrar a niños de día ¿Sabes dónde están?
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El tono de su voz me resulta tan peculiar que a ratos me pregunto si estoy tratando con un crío o, por el contrario, no hay un hombre de cuarenta años campando a sus anchos en un cuerpo tan pequeño. Lo observo, por unos segundos, mientras me llevo una mano a la barbilla confuso. No es algo relevante, hasta él debe saberlo, pero ahora no puedo evitar preguntarme cuál sería el diminutivo perfecto para los chicos de su edad. Aunque no aparente en lo absoluto la edad que tiene cada vez que gesticula con los labios. —No estoy convencido, pero Simon says es uno muy bueno para cuando necesite incordiarte —resumo, aún sin desaparecer la sonrisa que cubre mis labios. Seguramente hasta sepa leerme la mente, no me extrañaría en lo absoluto.
No hay alarma en mi mirada cuando expone que se ha vuelto a saltar las clases. En parte lo entiendo, yo también me aburría cuando me decían lo que tenía que hacer. Pero en mi caso era diferente. La hiperactividad me ha acompañado desde que tengo uso de razón. Simon se ve demasiado tranquilo como para haberse escapado del colegio por eso.
—¿Demasiado aburrida para ti? —le pregunto, volviendo a mirarlo conforme ando. Evito a demasiadas personas. A mi paso muchas de ellas me miran, extrañadas. Quizás es porque hoy estoy especialmente demacrado. O simplemente porque me veo genial pese a la cara larga que cargo cuando no estoy sonriendo—. ¿Qué dirán tus padres si se enteran de todo? Aunque no estoy seguro de que te presten mucha atención si sigues yéndote de clase a tu antojo —finalizo, soltando un largo suspiro. No me gusta hacer de niñero más de lo necesario.
—¿Qué? —Perplejo, me paro por unos instantes y me agacho para encararlo—. ¿No sabes que los aurores somos la ley? —inquiero, con una sonrisa divertida—. No voy a llevarte a un bar de esos, ni siquiera aunque sean para niños. No quieras crecer tan rápido —Pongo los ojos en blanco—. Tampoco es como que tenga la obligación, si ni siquiera puedo entretenerme contigo, estoy trabajando —miento, vilmente, pues lo único que necesito es precisamente eso. Un lugar donde tomar algo.
No hay alarma en mi mirada cuando expone que se ha vuelto a saltar las clases. En parte lo entiendo, yo también me aburría cuando me decían lo que tenía que hacer. Pero en mi caso era diferente. La hiperactividad me ha acompañado desde que tengo uso de razón. Simon se ve demasiado tranquilo como para haberse escapado del colegio por eso.
—¿Demasiado aburrida para ti? —le pregunto, volviendo a mirarlo conforme ando. Evito a demasiadas personas. A mi paso muchas de ellas me miran, extrañadas. Quizás es porque hoy estoy especialmente demacrado. O simplemente porque me veo genial pese a la cara larga que cargo cuando no estoy sonriendo—. ¿Qué dirán tus padres si se enteran de todo? Aunque no estoy seguro de que te presten mucha atención si sigues yéndote de clase a tu antojo —finalizo, soltando un largo suspiro. No me gusta hacer de niñero más de lo necesario.
—¿Qué? —Perplejo, me paro por unos instantes y me agacho para encararlo—. ¿No sabes que los aurores somos la ley? —inquiero, con una sonrisa divertida—. No voy a llevarte a un bar de esos, ni siquiera aunque sean para niños. No quieras crecer tan rápido —Pongo los ojos en blanco—. Tampoco es como que tenga la obligación, si ni siquiera puedo entretenerme contigo, estoy trabajando —miento, vilmente, pues lo único que necesito es precisamente eso. Un lugar donde tomar algo.
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Se me escapa una risa cuando sugiere el apodo y ruedo los ojos pues es poco conveniente, más largo que el nombre original y de seguro no cumplirá con el objetivo de incordiarme - Si eso significa que tendrás que hacer todo lo que yo diga, lo acepto - bromeo con él con media sonrisa. Sería entretenido tener ese poder, si algún día le lanzo un imperius a alguien me encargaré de decirle "Simon Says" cada vez que quiera darle una orden. Claro que para eso tendría que aprender a hacer al maldición imperdonable y dudo que eso pase algún día.
- Algo, pero no fue por eso que me fui hoy - confieso encogiéndome de hombros. Siempre fui muy autodidacta así que las clases me quedan cortas la mayoría del tiempo, pero he aprendido a tolerarlo... La escuela es una etapa que todos debemos sufrir, necesaria para en el futuro ser quienes nosotros queramos - Mi papá, querrás decir - corrijo bajando la vista hasta el suelo - Mamá ya no está - informo sintiendo la punzada en el pecho que me asalta cada vez que hablo sobre ella.
Respiro profundo y pienso en la mejor forma de convencerlo para que pase el rato conmigo ¿Cómo que trabajando? Yo lo veo paseando por las calles nada más, calles repletas de cámaras que traerán a un escuadrón entero de llegar a pasar algo - Oh vamos, mi madre acaba de morir ¿No llevarías a un niño a ahogar sus penas con chocolatada y jugo de naranja? - pregunto usando el tono más tierno que tengo, uno bastante efectivo a decir verdad - Si quieres puedes decir que estabas cumpliendo tu deber protegiendo a un niño perdido o lo que sea.
- Algo, pero no fue por eso que me fui hoy - confieso encogiéndome de hombros. Siempre fui muy autodidacta así que las clases me quedan cortas la mayoría del tiempo, pero he aprendido a tolerarlo... La escuela es una etapa que todos debemos sufrir, necesaria para en el futuro ser quienes nosotros queramos - Mi papá, querrás decir - corrijo bajando la vista hasta el suelo - Mamá ya no está - informo sintiendo la punzada en el pecho que me asalta cada vez que hablo sobre ella.
Respiro profundo y pienso en la mejor forma de convencerlo para que pase el rato conmigo ¿Cómo que trabajando? Yo lo veo paseando por las calles nada más, calles repletas de cámaras que traerán a un escuadrón entero de llegar a pasar algo - Oh vamos, mi madre acaba de morir ¿No llevarías a un niño a ahogar sus penas con chocolatada y jugo de naranja? - pregunto usando el tono más tierno que tengo, uno bastante efectivo a decir verdad - Si quieres puedes decir que estabas cumpliendo tu deber protegiendo a un niño perdido o lo que sea.
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Que sepa aprovechar cada uno de mis comentarios para llevárselo a su favor hace que hasta me sienta orgulloso del crío. Estas nuevas generaciones no saben lo complicado que ha sido llegar hasta aquí. Si no hemos aprendido a aprovecharnos de cada situación para salir adelante, entonces es que hemos tenido demasiada suerte. Y la suerte no es algo que nos haya estado acompañando. No cuando es más que obvio que el continente pasa por uno de sus peores momentos.
Ni siquiera recuerdo a sus padres, mucho menos voy a reconocer que su madre ha muerto hace relativamente poco, ¿pero cómo exactamente? Su contestación me hace fruncir el ceño, parándome en seco y colocándome a su altura para observarlo fijamente a los ojos. —¿Tu madre acaba de morir? —pregunto, con curiosidad. ¿Estoy siendo un insensible por no reconocer a la mujer que ha dado a luz a este chico? Puede ser, pero no es algo que me importe ahora mismo—. Quiero decir, no tenía constancia. ¿Ha sido duro? —pongo los ojos en blanco mientras sonrío—. Ahogar las penas en chocolatada... —Llevo una de mis manos a la frente, volviendo a incorporarme para seguir avanzando en busca de algún bareto donde mi bolsillo no se resienta y el espécimen de crío superior que tengo a mi lado pueda tomarse su chocolatada.
El camino se hace demasiado complicado por el cúmulo de personas que se congregan alrededor de una pequeña plaza donde está teniendo espacio un diminuto espectáculo callejero el cuál me acerco a observar. Muchos, sabiéndome del cuerpo de aurores, se apartan como si fuese un extraño y hasta murmuran cosas que no llego a escuchar debido al estruendo que provoca un salto mortal realizado entre diferentes aros de fuego que flotan alrededor de todo el círculo. —Ellos sí que saben ahogar las penas, ¿eh? —indico, fijándome unos segundos en el pequeño, por miedo a pensar que se haya perdido entre la muchedumbre.
Le hago un gesto, para que avancemos, hasta que una voz se retuerce entre el público y todos miran hacia donde estoy, quedándome completamente quieto con una mano en mi bolsillo derecho. Finjo despreocupación, pero en realidad todos han de saber que lo que agarro dentro del bolsillo es mi varita la cual todavía no dejo ver.
—¿También has venido a ver el espectáculo? ¿O vais a quitarnos hasta estos momentos? —grita el mismo que ha dado la voz de alarma al reconocer el distintivo de los aurores en mi camiseta.
—¿No podemos divertirnos? —pregunto, con una ceja en alza.
—No cuando hay rebeldes intentando matarnos —argumentan varias voces, mientras el murmullo de asentimiento se extiende por las bocas de todos los presentes.
—A lo mejor si no os juntárais tantas personas juntas en un mismo lugar se lo poníais más difícil —Ruedo los ojos, a sabiendas de que me ganaré el abucheo de más de un resentido. Pero, en su defecto, mis reflejos se endurecen cuando la varita del tipo se levanta y apunta hacia mí. Aparto al pequeño de un empujón, a sabiendas de que va dirigido en su contra, y noto cómo el conjuro rebota en mi estómago ante las risas y jolgorios del resto de transeúntes que parecen divertirse más conmigo en el suelo que con la mierda de espectáculo trucado. Caigo de espaldas, con la varita en ristre, pues he sido capaz de desviar el maleficio a tiempo. Pero la onda ha estampado de lleno contra mi abdomen y, al levantar la vista, no se me ve contento.
Ni siquiera recuerdo a sus padres, mucho menos voy a reconocer que su madre ha muerto hace relativamente poco, ¿pero cómo exactamente? Su contestación me hace fruncir el ceño, parándome en seco y colocándome a su altura para observarlo fijamente a los ojos. —¿Tu madre acaba de morir? —pregunto, con curiosidad. ¿Estoy siendo un insensible por no reconocer a la mujer que ha dado a luz a este chico? Puede ser, pero no es algo que me importe ahora mismo—. Quiero decir, no tenía constancia. ¿Ha sido duro? —pongo los ojos en blanco mientras sonrío—. Ahogar las penas en chocolatada... —Llevo una de mis manos a la frente, volviendo a incorporarme para seguir avanzando en busca de algún bareto donde mi bolsillo no se resienta y el espécimen de crío superior que tengo a mi lado pueda tomarse su chocolatada.
El camino se hace demasiado complicado por el cúmulo de personas que se congregan alrededor de una pequeña plaza donde está teniendo espacio un diminuto espectáculo callejero el cuál me acerco a observar. Muchos, sabiéndome del cuerpo de aurores, se apartan como si fuese un extraño y hasta murmuran cosas que no llego a escuchar debido al estruendo que provoca un salto mortal realizado entre diferentes aros de fuego que flotan alrededor de todo el círculo. —Ellos sí que saben ahogar las penas, ¿eh? —indico, fijándome unos segundos en el pequeño, por miedo a pensar que se haya perdido entre la muchedumbre.
Le hago un gesto, para que avancemos, hasta que una voz se retuerce entre el público y todos miran hacia donde estoy, quedándome completamente quieto con una mano en mi bolsillo derecho. Finjo despreocupación, pero en realidad todos han de saber que lo que agarro dentro del bolsillo es mi varita la cual todavía no dejo ver.
—¿También has venido a ver el espectáculo? ¿O vais a quitarnos hasta estos momentos? —grita el mismo que ha dado la voz de alarma al reconocer el distintivo de los aurores en mi camiseta.
—¿No podemos divertirnos? —pregunto, con una ceja en alza.
—No cuando hay rebeldes intentando matarnos —argumentan varias voces, mientras el murmullo de asentimiento se extiende por las bocas de todos los presentes.
—A lo mejor si no os juntárais tantas personas juntas en un mismo lugar se lo poníais más difícil —Ruedo los ojos, a sabiendas de que me ganaré el abucheo de más de un resentido. Pero, en su defecto, mis reflejos se endurecen cuando la varita del tipo se levanta y apunta hacia mí. Aparto al pequeño de un empujón, a sabiendas de que va dirigido en su contra, y noto cómo el conjuro rebota en mi estómago ante las risas y jolgorios del resto de transeúntes que parecen divertirse más conmigo en el suelo que con la mierda de espectáculo trucado. Caigo de espaldas, con la varita en ristre, pues he sido capaz de desviar el maleficio a tiempo. Pero la onda ha estampado de lleno contra mi abdomen y, al levantar la vista, no se me ve contento.
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No estoy seguro de estar listo para hablar de mi madre de manera seria con un desconocido. He tratado el tema con Ivar, he llorado sobre su pecho y cómo dice él "He sacado todos los sentimientos para que no me torturen cuando estoy solo" y eso ha servido de momento, al menos no me la paso llorando por todos los rincones a escondidas pero sigue doliendo - Murió en el atentado de la festividad de Nimué - explico con los ojos clavados en el suelo - Y claro que ha sido duro, tuve que mudarme con la otra familia de mi papá, ni siquiera puedo estar seguro de si su esposa de verdad me quiere allí - admito arrastrando los pies a cada paso ¿Por qué le estoy contando ésto? Supongo que porque es el único tema que no puedo tocar con Ivar.
Pero el tema no pasa más de eso pues nos topamos con una muchedumbre en la plaza que parece estar viendo un show callejero. Sigo a Jakobe de cerca y una vez que estoy lo suficientemente cerca como para ver con claridad, sonrío. Sin embargo el show que se monta es otro, un hombre comienza a decir cosas no demasiado amigables al auror y levanta su varita apuntándome. No llego a reaccionar más que abriendo grandes los ojos y por suerte el tipo a mi lado me aparta y toma el impacto por mí.
Lo observo desde el suelo con la boca abierta y rápidamente tomo la tapa del tacho de basura que está a mi lado para usarlo de escudo por si al agresor se le ocurre hacerse el gracioso de nuevo y tomo mi varita que guardo en el bolsillo interior de mi chaqueta. Oops, al escaparme creo que se me ha olvidado devolverla - ¿En serio eres tan estúpido como para atacar a un miembro de seguridad nacional en medio de una plaza del Capitolio? - pregunto con el ceño fruncido - Pericullum - conjuro y lanzo chispas rojas hacia el cielo y espero que con eso lleguen refuerzos, me gustaría poder ayudar de mejor forma al auror pero no tengo el entrenamiento para hacerlo.
Me acerco rápidamente al mayor y pregunto - ¿Estás bien? Gracias... - murmuro pues no esperaba que haga algo así, ha sido muy valiente y bastante rudo a decir verdad.
Pero el tema no pasa más de eso pues nos topamos con una muchedumbre en la plaza que parece estar viendo un show callejero. Sigo a Jakobe de cerca y una vez que estoy lo suficientemente cerca como para ver con claridad, sonrío. Sin embargo el show que se monta es otro, un hombre comienza a decir cosas no demasiado amigables al auror y levanta su varita apuntándome. No llego a reaccionar más que abriendo grandes los ojos y por suerte el tipo a mi lado me aparta y toma el impacto por mí.
Lo observo desde el suelo con la boca abierta y rápidamente tomo la tapa del tacho de basura que está a mi lado para usarlo de escudo por si al agresor se le ocurre hacerse el gracioso de nuevo y tomo mi varita que guardo en el bolsillo interior de mi chaqueta. Oops, al escaparme creo que se me ha olvidado devolverla - ¿En serio eres tan estúpido como para atacar a un miembro de seguridad nacional en medio de una plaza del Capitolio? - pregunto con el ceño fruncido - Pericullum - conjuro y lanzo chispas rojas hacia el cielo y espero que con eso lleguen refuerzos, me gustaría poder ayudar de mejor forma al auror pero no tengo el entrenamiento para hacerlo.
Me acerco rápidamente al mayor y pregunto - ¿Estás bien? Gracias... - murmuro pues no esperaba que haga algo así, ha sido muy valiente y bastante rudo a decir verdad.
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Siento un ligero mareo fruto de las varias vueltas que he dado en el aire antes de caer y golpearme contra el suelo. A mi alrededor, el bullicio se siente presente pero cuando las chispas rojas inundan el cielo la marabunta comienza a moverse. No huyen despavoridos, porque no sienten que hayan hecho algo malo, pero son demasiado inteligentes. Las palabras del chico me alarman y, por un instante, siento la adrenalina recorrer mi cuerpo a causa del miedo que me embarga el no saber cómo va a reaccionar el tipo que ha intentado atacarle. Pero, como es de esperar, él si huye despavorido y yo me incorporo apoyándome con la ayuda del crío mientras asiento con la cabeza.
—Incarcerous —recito, con una seguridad que me caracteriza, hasta que varios metros más adelante el tipo que corre cae al suelo al trastabillar con su propio cuerpo que se ha visto desestabilizado por las correas que, ahora, lo amarran. Su nerviosismo es notorio y casi puedo arañarlo con mis uñas, pero tan sólo me acerco y me pongo de cuclillas a su lado—. Es una lástima porque tampoco era un espectáculo tan de mierda como pensaba —comento, como si de verdad estuviese apenado. —Hoy no cobras, descuida —sonrío, dándole unos golpecitos en el pecho.
Un par de aurores, compañeros de trabajo, se aparecen a escasos centímetros de dónde estoy. La perplejidad se hace presente en sus rostros y, tras contar lo ocurrido, dejo que se lleven al tipo a pasar un par de días rodeado del lujo que supone la prisión mágica. No hay sonrisa en mis labios cuando desaparecen, pues todo era una fachada. Odio tener que verme obligado a dejar que la justicia actúe. Y aunque sé que no ha sido con malas intenciones, el crío es quien ha dado la voz de alarma.
—La próxima vez, primero pregúntame si es necesario —tercio, sin molestia ni reproche en mis palabras—. Es comprensible que estén tan alterados. No somos un plato de confianza —respondo, encogido de hombros, y pongo marcha una vez más al sitio de las chocolatadas. Hasta a mí me apetece una. Sobo mi trasero, sin tapujos, cerciorándome entonces de que a Simon no le ha pasado nada. —¿Tú estás bien? No tengo curitas, pero si hay que ir a comprarlas... —lo molesto, concienzudamente.
—Incarcerous —recito, con una seguridad que me caracteriza, hasta que varios metros más adelante el tipo que corre cae al suelo al trastabillar con su propio cuerpo que se ha visto desestabilizado por las correas que, ahora, lo amarran. Su nerviosismo es notorio y casi puedo arañarlo con mis uñas, pero tan sólo me acerco y me pongo de cuclillas a su lado—. Es una lástima porque tampoco era un espectáculo tan de mierda como pensaba —comento, como si de verdad estuviese apenado. —Hoy no cobras, descuida —sonrío, dándole unos golpecitos en el pecho.
Un par de aurores, compañeros de trabajo, se aparecen a escasos centímetros de dónde estoy. La perplejidad se hace presente en sus rostros y, tras contar lo ocurrido, dejo que se lleven al tipo a pasar un par de días rodeado del lujo que supone la prisión mágica. No hay sonrisa en mis labios cuando desaparecen, pues todo era una fachada. Odio tener que verme obligado a dejar que la justicia actúe. Y aunque sé que no ha sido con malas intenciones, el crío es quien ha dado la voz de alarma.
—La próxima vez, primero pregúntame si es necesario —tercio, sin molestia ni reproche en mis palabras—. Es comprensible que estén tan alterados. No somos un plato de confianza —respondo, encogido de hombros, y pongo marcha una vez más al sitio de las chocolatadas. Hasta a mí me apetece una. Sobo mi trasero, sin tapujos, cerciorándome entonces de que a Simon no le ha pasado nada. —¿Tú estás bien? No tengo curitas, pero si hay que ir a comprarlas... —lo molesto, concienzudamente.
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Jakobe lanza unas cuerdas al revoltoso y solo entonces suelto mi escudo improvisado y me llevo las manos a la cabeza con una sonrisa ¡Eso sí que es otra onda! Por suerte los aurores no tardan en llegar y se llevan al tipo... De verdad me alegro de haberme escapado hoy porque dudo tener tanta acción en mucho tiempo. De todas formas ésto me meterá en problemas porque arruina toda chance de que papá no se entere, probablemente alguno de los presentes ya ha enviado la grabación a los noticieros.
- Todos estamos alterados, no es excusa para ir atacando niños por ahí - respondo con el ceño fruncido. Puedo hacer muchas cosas si estoy sentado detrás de un ordenador o un caldero de pociones, pero los duelos no son algo en lo que me haya preocupado así que odio tener que admitir que estoy en desventaja, al menos frente a los adultos - Era eso o intentar tirarle un mocomurciélago, creo que lo que hice fue mejor - agrego encogiéndome de hombros con una sonrisa traviesa, bueno, la única que tengo.
Seguimos caminando y noto como mi corazón sigue latiendo a mil pese a que no vamos muy apurados. Su broma sirve para relajarme un poco y ruedo los ojos - Si alguien necesita curitas, ése eres tú - de hecho si porque al final no recibí ningún hechizo gracias a él - Supongo que ahora tengo que invitarte la chocolatada a modo de agradecimiento, no tenías por qué recibir el hechizo por mí... En realidad sí porque eres auror, pero sabes a qué me refiero - intento agradecer mientras me rasco la nuca incómodo.
- Todos estamos alterados, no es excusa para ir atacando niños por ahí - respondo con el ceño fruncido. Puedo hacer muchas cosas si estoy sentado detrás de un ordenador o un caldero de pociones, pero los duelos no son algo en lo que me haya preocupado así que odio tener que admitir que estoy en desventaja, al menos frente a los adultos - Era eso o intentar tirarle un mocomurciélago, creo que lo que hice fue mejor - agrego encogiéndome de hombros con una sonrisa traviesa, bueno, la única que tengo.
Seguimos caminando y noto como mi corazón sigue latiendo a mil pese a que no vamos muy apurados. Su broma sirve para relajarme un poco y ruedo los ojos - Si alguien necesita curitas, ése eres tú - de hecho si porque al final no recibí ningún hechizo gracias a él - Supongo que ahora tengo que invitarte la chocolatada a modo de agradecimiento, no tenías por qué recibir el hechizo por mí... En realidad sí porque eres auror, pero sabes a qué me refiero - intento agradecer mientras me rasco la nuca incómodo.
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No me gusta dar la razón a quien no la lleva. Pero, molestamente, el crío esta vez sí la lleva. No es excusa que alguien aproveche las circunstancias para desquitarse con el primer auror que se cruza por su paso. ¡Si ni siquiera pensaba esfumar la concentración alrededor del espectáculo! Hay imbéciles que nacieron en el mundo equivocado. Y luego están los que tienen suerte.
Ese tampoco soy yo.
—Estoy fresco como una rosa, chaval —replico, a su comentario, observándolo de reojo dejando que mi varita descanse en mi mano, alerta por cualquier represalia o reyerta que pueda estar dándose—. Además, se supone que el que debe preocuparse, aunque no te haya pasado nada, soy yo. Y no me gustan las chocolatadas, no cuando seguramente la que tú quieras comprar sea demasiado dulce —tercio, buscando una condenada cafetería para que el crío se tome su puñetera chocolatada.
Mirar a través de los diferentes ventanales con pantallas se me hace bastante enfermizo. Ni dos minutos han pasado y ya somos noticia, ¡genial! Pasar desapercido hoy en día me está costando más de la cuenta. Y en parte es mi culpa por ir buscándomelas solito. Resoplo, parándome por unos segundos para escuchar el noticiario y recibir la noticia de que tendremos que testificar contra el agresor en un juicio no muy lejano. Tendremos, sí, los dos.
Observo a Simon, perplejo. —¿Convocar las chispas era tu manera de saltarte otra clase en dos días? —pregunto. Con el cerebro tan desarrollado que tiene no me extrañaría nada que fuese varios pasos por delante—. Espero que no. Tendré que atarte a la silla de tu clase como sea verdad que lo tenías todo planeado —Me encojo de hombros. Soy capaz de hacerlo, y creo que Simon lo sabe.
Ese tampoco soy yo.
—Estoy fresco como una rosa, chaval —replico, a su comentario, observándolo de reojo dejando que mi varita descanse en mi mano, alerta por cualquier represalia o reyerta que pueda estar dándose—. Además, se supone que el que debe preocuparse, aunque no te haya pasado nada, soy yo. Y no me gustan las chocolatadas, no cuando seguramente la que tú quieras comprar sea demasiado dulce —tercio, buscando una condenada cafetería para que el crío se tome su puñetera chocolatada.
Mirar a través de los diferentes ventanales con pantallas se me hace bastante enfermizo. Ni dos minutos han pasado y ya somos noticia, ¡genial! Pasar desapercido hoy en día me está costando más de la cuenta. Y en parte es mi culpa por ir buscándomelas solito. Resoplo, parándome por unos segundos para escuchar el noticiario y recibir la noticia de que tendremos que testificar contra el agresor en un juicio no muy lejano. Tendremos, sí, los dos.
Observo a Simon, perplejo. —¿Convocar las chispas era tu manera de saltarte otra clase en dos días? —pregunto. Con el cerebro tan desarrollado que tiene no me extrañaría nada que fuese varios pasos por delante—. Espero que no. Tendré que atarte a la silla de tu clase como sea verdad que lo tenías todo planeado —Me encojo de hombros. Soy capaz de hacerlo, y creo que Simon lo sabe.
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¿Hay una chocolatada que no sea dulce? Debo declararme culpable de los cargos aunque nadie pude culparme, los niños tenemos más papilas que captan lo dulce o algo así y por eso nos gustan tanto... Sería como combatir contra la misma naturaleza pedir otra cosa - Una vez intenté tomar café, mi papá me lo quitó de la mano y dijo que ya habría tiempo para eso cuando me convierta en un viejo amargado como él - comento con una sonrisa al recordar ese momento. En realidad tiene razón, no es algo que necesite ahora así que será mejor dejar que la cafeína actúe más adelante - Así que de momento solo té y chocolate.
Jakobe se para a ver la televisión y yo hago lo mismo. Me llevo la mano al rostro al ver como alguien me captó en primer plano cubriéndome con la tapa de un bote de basura como si me creyera una especie de super héroe... Mierda. Ya puedo escuchar las burlas de mis compañeros por ello. Al menos tendré la oportunidad de visitar el Wizengamot, nunca he ido allí y seguro será divertido charlar con los jueces, con esos mismos que condenaron a la hoguera a los rebeldes. No son buenas personas pero será una experiencia interesante.
-Conste que no lo hice a propósito pero me ha salido el tiro perfecto - respondo con una sonrisa y pego un salto para pegarle en el hombro y que me acompañe al interior del bar. Es un buen lugar y allí podremos seguir viendo nuestros rostros en televisión - Aunque me libre de la escuela, papá va a matarme... Siempre me ha dicho que está bien cometer travesuras siempre y cuando me mantenga lejos de los problemas legales, ésto ha sido cruzar la línea a lo grande.
Jakobe se para a ver la televisión y yo hago lo mismo. Me llevo la mano al rostro al ver como alguien me captó en primer plano cubriéndome con la tapa de un bote de basura como si me creyera una especie de super héroe... Mierda. Ya puedo escuchar las burlas de mis compañeros por ello. Al menos tendré la oportunidad de visitar el Wizengamot, nunca he ido allí y seguro será divertido charlar con los jueces, con esos mismos que condenaron a la hoguera a los rebeldes. No son buenas personas pero será una experiencia interesante.
-Conste que no lo hice a propósito pero me ha salido el tiro perfecto - respondo con una sonrisa y pego un salto para pegarle en el hombro y que me acompañe al interior del bar. Es un buen lugar y allí podremos seguir viendo nuestros rostros en televisión - Aunque me libre de la escuela, papá va a matarme... Siempre me ha dicho que está bien cometer travesuras siempre y cuando me mantenga lejos de los problemas legales, ésto ha sido cruzar la línea a lo grande.
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Intento contener una risotada pero es imposible cuando el mayor de los Lackberg se ve afectado y toma protagonismo momentáneamente en nuestra conversación. —Sin duda tiene razones para vivir amargado —contesto, como si lo conociera de toda la vida. ¿Y no que prácticamente es así? Si retrocedemos y observamos con perspectiva el tiempo que llevo en NeoPanem... sacudo la cabeza, restándole importancia al asunto del café y la chocolatada. No me disgusta el café, supongo que vivo tan amargado como mi padre.
—No creo que sea una buena id... —Ni siquiera me deja terminar. Poco tardan sus pies en corretear hasta el interior de un bar tremendamente poblado de personas que, claramente, se giran al verlo pasar. Sobo mi hombro con tranquilidad, recorriendo la estancia hasta que tomo asiento no mucho tiempo después que él. Ni siquiera estamos en una zona apartada. Parece que el pequeño Simon ha preferido ver la televisión en primera plana y ser, claramente, la comitiva del resto de personas que habitan en el interior y que, ahora mismo, nos miran con... ¿miedo? No quiero que me miren con miedo.
—Si no lo hace te mataré yo —aclaro, sin llegar a pedir nada pues Simon parece haberlo hecho justo cuando me ha dejado con la palabra en la boca antes—. Escúchame, ¿sabes cuántas personas ven la televisión al día? —pregunto, haciendo una pausa rápida—. Claro que lo sabes, seguramente hasta sepas conjurar hechizos que los niños de tu edad ni siquiera intentarían —Abro y cierro los ojos perplejo, ¡en qué momento he perdido el hilo de lo que quiero decir! —Como sea. No es buena idea estar en un sitio tan concurr...
—¿Qué hacéis aquí? —Una voz me alarma y mi mano vuela directa a la altura de mi varita. Pongo los ojos en blanco. Dos interrupciones. Seguidas. En un par de minutos. Demonios con la autoridad del departamento de aurores...
—Os están buscando —replica una voz no muy lejos que, entre la multitud, parece hasta preocupado. Mi ceja se alza y me incorporo, ignorando la chocolatada, el té o lo que sea que Simon ha pedido.
—¿Quién nos busca? —pregunto entonces, colocándome cerca del crío mientras escruto el resto de allí presentes con mi mirada. ¿Otra vez van a intentarlo? Dioses...
—El grupo del tipo al que habéis arrestado —sugiere la primera persona que nos ha hablado. Una chica regordita, no mucho más mayor que yo, y con un ojo dispar de cada color—. Parecían muy enfadados... —Hay duda en sus palabras.
Mi pensamiento claro es que nadie se atrevería a intentar algo cuando es más que obvio que no tienen las de ganar. Han visto las noticias, ¿no? Mis ojos se posan en el pequeño, por encima de mi hombro, y lo insto a levantarse sin siquiera darle tiempo a réplicas. —La chocolatada para otro día... —sentencio, y sin dar explicaciones tomo su brazo para desaparecernos del lugar.
—No creo que sea una buena id... —Ni siquiera me deja terminar. Poco tardan sus pies en corretear hasta el interior de un bar tremendamente poblado de personas que, claramente, se giran al verlo pasar. Sobo mi hombro con tranquilidad, recorriendo la estancia hasta que tomo asiento no mucho tiempo después que él. Ni siquiera estamos en una zona apartada. Parece que el pequeño Simon ha preferido ver la televisión en primera plana y ser, claramente, la comitiva del resto de personas que habitan en el interior y que, ahora mismo, nos miran con... ¿miedo? No quiero que me miren con miedo.
—Si no lo hace te mataré yo —aclaro, sin llegar a pedir nada pues Simon parece haberlo hecho justo cuando me ha dejado con la palabra en la boca antes—. Escúchame, ¿sabes cuántas personas ven la televisión al día? —pregunto, haciendo una pausa rápida—. Claro que lo sabes, seguramente hasta sepas conjurar hechizos que los niños de tu edad ni siquiera intentarían —Abro y cierro los ojos perplejo, ¡en qué momento he perdido el hilo de lo que quiero decir! —Como sea. No es buena idea estar en un sitio tan concurr...
—¿Qué hacéis aquí? —Una voz me alarma y mi mano vuela directa a la altura de mi varita. Pongo los ojos en blanco. Dos interrupciones. Seguidas. En un par de minutos. Demonios con la autoridad del departamento de aurores...
—Os están buscando —replica una voz no muy lejos que, entre la multitud, parece hasta preocupado. Mi ceja se alza y me incorporo, ignorando la chocolatada, el té o lo que sea que Simon ha pedido.
—¿Quién nos busca? —pregunto entonces, colocándome cerca del crío mientras escruto el resto de allí presentes con mi mirada. ¿Otra vez van a intentarlo? Dioses...
—El grupo del tipo al que habéis arrestado —sugiere la primera persona que nos ha hablado. Una chica regordita, no mucho más mayor que yo, y con un ojo dispar de cada color—. Parecían muy enfadados... —Hay duda en sus palabras.
Mi pensamiento claro es que nadie se atrevería a intentar algo cuando es más que obvio que no tienen las de ganar. Han visto las noticias, ¿no? Mis ojos se posan en el pequeño, por encima de mi hombro, y lo insto a levantarse sin siquiera darle tiempo a réplicas. —La chocolatada para otro día... —sentencio, y sin dar explicaciones tomo su brazo para desaparecernos del lugar.
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Ruedo los ojos al escuchar su amenaza pero me causa gracia lo parecido que queda a papá al decirlo, lo que me faltaba, una versión junior de Ivar que me regañe por mis travesuras ¡No lo necesito! Sé que lo que estoy haciendo está mal pero no ha muerto nadie ¿No? No es que ande poniendo bombas en los edificios y quitándole las madres a los niños, eso sí es meter la pata hasta el fondo - No sé a dónde quieres llegar pero me agrada que me halagues de esa forma, continúa - aprovecho su pausa para decir con un ademán.
No hace falta escuchar su explicación entera pues alguien del bar me da un pantallazo general de los peligros que significa haber arrestado a un malechor ¡Ahora estamos en una maldita guerra de bandas! Debería estar preocupado, temblando de miedo pero nadie puede negar que es asombroso - Tengo que salir contigo más de seguido - digo al auror con una sonrisa antes de desaparecer rumbo a quien sabe dónde.
En realidad no creí que se armaría algo tan grande de ésto. Las noticias sí que vuelan rápido y espero que Jakobe y sus compañeros puedan atrapar a los restantes miembros de ese grupo... Aunque si son una organización y están disconformes eso puede significar que vendrá otro ataque dentro de poco ¿No? Seguro papá habrá visto las noticias pero será mejor que le cuente todo al respecto, eso lo dejará más tranquilo y también me ahorrará horas extra de castigo por no ser honesto.
No hace falta escuchar su explicación entera pues alguien del bar me da un pantallazo general de los peligros que significa haber arrestado a un malechor ¡Ahora estamos en una maldita guerra de bandas! Debería estar preocupado, temblando de miedo pero nadie puede negar que es asombroso - Tengo que salir contigo más de seguido - digo al auror con una sonrisa antes de desaparecer rumbo a quien sabe dónde.
En realidad no creí que se armaría algo tan grande de ésto. Las noticias sí que vuelan rápido y espero que Jakobe y sus compañeros puedan atrapar a los restantes miembros de ese grupo... Aunque si son una organización y están disconformes eso puede significar que vendrá otro ataque dentro de poco ¿No? Seguro papá habrá visto las noticias pero será mejor que le cuente todo al respecto, eso lo dejará más tranquilo y también me ahorrará horas extra de castigo por no ser honesto.
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