OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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Ariadna sabía que nunca se dejaba de aprender, siempre había algún detalle nuevo, hechos, canciones e incluso hechizos que estudiar para conocer, y esa fue la razón que le hizo salir del hospital encaminada hacia la gran biblioteca Nacional.
Presentó la documentación necesaria y abrió su bolso, para que el agente de seguridad comprobara que era una ciudadana más con ánimos de lectura. —Muchas gracias.— Hizo una pausa para guardar sus pertenencias, le sonrió a los empleados administrativos y luego avanzó hacia los elevadores.
Cuando las puertas metálicas se abrieron en el cuarto piso, los recuerdos de su época estudiantil le sacaron una enorme sonrisa. Había pasado tantas horas sentada allí dentro, que podía mencionar el lugar de cada libro de su área de especialización de memoria.
Colgó su bolso en el respaldo del asiento, se quitó la fina chaqueta para acomodarla sobre la mesa, marcando que el espacio estaba en uso y se tomó unos cortos minutos para mirar con tristeza la estantería al otro lado del escritorio iluminado.
Aún no sabía dónde estaba su padrino, pero necesitaba distraerse.
Con la vista algo cansada, marcó el capitulo del libro y cerró su cuaderno de apuntes. Tenía el cuerpo contracturado y tenso, se había interesado tanto en aprender el conjuro de "Homorphus", que había perdido por completo la noción del tiempo.
Guardó sus pertenencias, regresó la pesada edición a su lugar en la biblioteca y al voltearse, con el hombro empujó el cuerpo de un adulto, como consecuencia, el suelo se llenó de papeles. —Oh no...¡Lo siento mucho!— Se disculpó y apresurada se agachó para recoger los pergaminos, estaba tan avergonzada que al no mirar el rostro del mago, no notó que era un viejo conocido.
Presentó la documentación necesaria y abrió su bolso, para que el agente de seguridad comprobara que era una ciudadana más con ánimos de lectura. —Muchas gracias.— Hizo una pausa para guardar sus pertenencias, le sonrió a los empleados administrativos y luego avanzó hacia los elevadores.
Cuando las puertas metálicas se abrieron en el cuarto piso, los recuerdos de su época estudiantil le sacaron una enorme sonrisa. Había pasado tantas horas sentada allí dentro, que podía mencionar el lugar de cada libro de su área de especialización de memoria.
Colgó su bolso en el respaldo del asiento, se quitó la fina chaqueta para acomodarla sobre la mesa, marcando que el espacio estaba en uso y se tomó unos cortos minutos para mirar con tristeza la estantería al otro lado del escritorio iluminado.
Aún no sabía dónde estaba su padrino, pero necesitaba distraerse.
Con la vista algo cansada, marcó el capitulo del libro y cerró su cuaderno de apuntes. Tenía el cuerpo contracturado y tenso, se había interesado tanto en aprender el conjuro de "Homorphus", que había perdido por completo la noción del tiempo.
Guardó sus pertenencias, regresó la pesada edición a su lugar en la biblioteca y al voltearse, con el hombro empujó el cuerpo de un adulto, como consecuencia, el suelo se llenó de papeles. —Oh no...¡Lo siento mucho!— Se disculpó y apresurada se agachó para recoger los pergaminos, estaba tan avergonzada que al no mirar el rostro del mago, no notó que era un viejo conocido.
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Día libre. Se me hace raro que me hayan dado un día libre con las cosas que han estado pasando… pero aquí estoy, sin trabajo que hacer hoy. No es algo que me guste, pero mis superiores fueron muy tajantes conmigo, quizá he hecho demasiados turnos seguidos… pero ¿qué más puedo hacer? Vivo solo y, aunque tengo aficiones, me tira más ir al hospital a salvar vidas o a mejorar la calidad de ellas de las personas que lo necesitan. A veces incluso he pensado en meterme en el mercado de esclavos para intentar ayudarlos de alguna manera… pero ya se me parte el corazón viendo a personas que están desahuciadas, creo que no podría aguantar el sufrimiento de esas personas condenadas a servir a otras.
Injusto. Pero no puedo decir nada. Soy un cobarde… pero mientras lo sea, al menos habrá personas a las que pueda ayudar. O eso es lo que me hago creer a mí mismo para no sentirme tan culpable.
He aprovechado mi día libre para venir a la biblioteca, en la que paso por la rutina de seguridad, y después me dirijo hacia la sección sobre la que quiero estudiar un poco. Llevo un montón de pergaminos con apuntes que he ido creando durante mucho tiempo. Cuando te dedicas a la sanación nunca dejas de estudiar realmente. Y cuando ya he llegado a la sección siento un golpe en el hombro que hace que tire todos mis pergaminos al suelo. Me agacho para cogerlos mientras escucho la disculpa de la persona que me ha golpeado. Y entonces la miro, ya a mi altura pues se ha agachado para ayudarme a recoger mis cosas, y sonrío.
—No te preocupes, querida. Pero la próxima vez, con un “hola” habría bastado para llamar mi atención —bromeo mientras hablo con suavidad—. ¿Te ibas ya?
Injusto. Pero no puedo decir nada. Soy un cobarde… pero mientras lo sea, al menos habrá personas a las que pueda ayudar. O eso es lo que me hago creer a mí mismo para no sentirme tan culpable.
He aprovechado mi día libre para venir a la biblioteca, en la que paso por la rutina de seguridad, y después me dirijo hacia la sección sobre la que quiero estudiar un poco. Llevo un montón de pergaminos con apuntes que he ido creando durante mucho tiempo. Cuando te dedicas a la sanación nunca dejas de estudiar realmente. Y cuando ya he llegado a la sección siento un golpe en el hombro que hace que tire todos mis pergaminos al suelo. Me agacho para cogerlos mientras escucho la disculpa de la persona que me ha golpeado. Y entonces la miro, ya a mi altura pues se ha agachado para ayudarme a recoger mis cosas, y sonrío.
—No te preocupes, querida. Pero la próxima vez, con un “hola” habría bastado para llamar mi atención —bromeo mientras hablo con suavidad—. ¿Te ibas ya?
Apresurada se agachó para recoger y doblar los pergaminos esparcidos por el suelo, mas al escuchar el tono de voz conocido, levantó el rostro e inmediatamente una enorme sonrisa se formó de oreja a oreja. —¡James, no te había visto!— Exclamó riendo ante la broma de su colega. —Bueno, he terminado mis estudios por hoy y pensaba en comer algo, ¿quieres acompañarme así nos ponemos al día?— Preguntó enrollando el papel amarillento lleno de anotaciones.
Una semana había pasado desde la muerte de su padre, hecho que marcó la vida de Ariadna y que al no saber cómo lidiar con todas las sensaciones y emociones juntas, cedió ante las sugerencias de malas juntas.
A través de sus ojos humedecidos pudo ver cómo la borrosa y doble figura de un hombre se acercaba a ella, le hablaba con tanta ternura y preocupación y sólo consiguió que vomitara sobre el suelo el resto de alcohol y bilis en su cuerpo. —Agua...— Pidió como pudo, el corazón le latía demasiado rápido y los efectos de la pastilla que había ingerido junto con los tragos, era una mezcla explosiva. Ni siquiera le importaba tener restos asquerosos sobre su propia ropa y barbilla.
Seguían compartiendo su secreto.
La sanadora se puso de pie sujetando todos los pergaminos que había conseguido levantar y los entregó a su dueño. —Como nuevos...Creo que tuve suerte y ninguno se ha dañado.— Al tener los brazos libres, acomodó la tira de su bolso sobre el hombro y esperó una respuesta. —¿Puedo tentarte con la mención de un pastel de chocolate o prefieres lo salado?— Sonrió y mordió su labio inferior, haciendo ojitos. Esto último casi siempre le funcionaba con James.
Una semana había pasado desde la muerte de su padre, hecho que marcó la vida de Ariadna y que al no saber cómo lidiar con todas las sensaciones y emociones juntas, cedió ante las sugerencias de malas juntas.
A través de sus ojos humedecidos pudo ver cómo la borrosa y doble figura de un hombre se acercaba a ella, le hablaba con tanta ternura y preocupación y sólo consiguió que vomitara sobre el suelo el resto de alcohol y bilis en su cuerpo. —Agua...— Pidió como pudo, el corazón le latía demasiado rápido y los efectos de la pastilla que había ingerido junto con los tragos, era una mezcla explosiva. Ni siquiera le importaba tener restos asquerosos sobre su propia ropa y barbilla.
Seguían compartiendo su secreto.
La sanadora se puso de pie sujetando todos los pergaminos que había conseguido levantar y los entregó a su dueño. —Como nuevos...Creo que tuve suerte y ninguno se ha dañado.— Al tener los brazos libres, acomodó la tira de su bolso sobre el hombro y esperó una respuesta. —¿Puedo tentarte con la mención de un pastel de chocolate o prefieres lo salado?— Sonrió y mordió su labio inferior, haciendo ojitos. Esto último casi siempre le funcionaba con James.
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Me río cuando lo hace ella al decirme que no me había visto y decido hacer otra broma.
—Vaya… tan bajo no soy —comento sin perder mi sonrisa y escucho lo que me dice. Me está proponiendo ir a comer con ella y la verdad es que no tengo ningún plan ahora—. Oh, claro. De todos modos me han dejado el día libre, ¿te lo puedes creer? Hace tiempo que no me tomo un día libre… es muy extraño. Hay mucha gente que necesita mi ayuda… —suspiro y me encojo de hombros— Pero me han obligado a descansar.
Tomo todos los pergaminos que ella me ha devuelto y vuelvo a sonreírle antes de darle las gracias y decirle que todos parecen estar bien y que no se preocupe. No puedo evitar volver a reírme al escuchar su proposición y ver los ojitos que me pone. Siempre lo hace y yo siempre le hago el gusto, aunque no hace falta que haga eso realmente.
—Me encantaría tomar un poco de pastel, aunque si es de zanahorias, mejor. Más sano. Este cuerpo no se mantiene solo —bromeo una vez más. No tengo un cuerpo desgarbado y delgado, pero tampoco estoy obeso. El ir y venir andando todos los días sirve para algo después de todo—. Venga, vamos, conozco un lugar donde el té y los dulces que sirven son deliciosos —digo comenzando a andar—. Bueno, si no te importa, me gustaría pasar primero por casa para dejar mis notas allí.
—Vaya… tan bajo no soy —comento sin perder mi sonrisa y escucho lo que me dice. Me está proponiendo ir a comer con ella y la verdad es que no tengo ningún plan ahora—. Oh, claro. De todos modos me han dejado el día libre, ¿te lo puedes creer? Hace tiempo que no me tomo un día libre… es muy extraño. Hay mucha gente que necesita mi ayuda… —suspiro y me encojo de hombros— Pero me han obligado a descansar.
Tomo todos los pergaminos que ella me ha devuelto y vuelvo a sonreírle antes de darle las gracias y decirle que todos parecen estar bien y que no se preocupe. No puedo evitar volver a reírme al escuchar su proposición y ver los ojitos que me pone. Siempre lo hace y yo siempre le hago el gusto, aunque no hace falta que haga eso realmente.
—Me encantaría tomar un poco de pastel, aunque si es de zanahorias, mejor. Más sano. Este cuerpo no se mantiene solo —bromeo una vez más. No tengo un cuerpo desgarbado y delgado, pero tampoco estoy obeso. El ir y venir andando todos los días sirve para algo después de todo—. Venga, vamos, conozco un lugar donde el té y los dulces que sirven son deliciosos —digo comenzando a andar—. Bueno, si no te importa, me gustaría pasar primero por casa para dejar mis notas allí.
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