The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Tenía los ojos cerrados, las piernas flexionadas sobre la madera y los brazos estirados hacia los lados hundidos en el agua. De vez en cuando removía los dedos y ponía algo de fuerza para evitar que las olas la arrastraran hasta la orilla, prefería el ruido del océano, de las gaviotas y no los gritos de las familias que paseaban por la costa...Como odiaba la temporada alta, ansiaba con urgencias el cambio de estación para quedarse sola.
Era la primera vez desde el atentado que salía de su cabaña con la suficiente energía y ánimos, para hundirse entre la helada marea, sujetando la tabla surf entre sus manos. Si bien al comienzo pasó una larga hora entrando en calor los músculos, al final en lugar de pararse y realizar las correspondientes piruetas que siempre la entusiasmaban, terminó acostada, sintiendo la brisa golpear contra su cuerpo al igual que los rayos del sol.

Perdió la noción del tiempo, mas al no soportar la temperatura del agua y ver cual envejecidos estaban sus dedos, comenzó a dar braceadas hasta alcanzar la arena.
Una vez parada el jardín trasero de su bonito hogar, limpió y secó la tabla, para luego dirigirse hacia el interior. Necesitaba una cálida ducha para quitarse los restos de bloqueador solar y un buen batido de naranja, durazno, zanahoria y ron de coco.

Con los cabellos aún empapando la amplia camiseta de su novio, bebió un par de sorbos sentada sobre la isla en medio de la cocina. Estaba acostumbrada al silencio y a estar sola, pero ahora sabía que no era hasta que Lucien regresara de la tienda o del trabajo, si no para siempre, porque él no iba a volver.
No, no iba a llorar, de hecho estaba llevando el duelo de una manera tranquila y bastante espiritual, juntando las fuerzas necesarias para regresar al trabajo por la mañana, sin querer asesinar a cada uno de los rebeldes capturados.
Cuando el liquido de su vaso alcanzó la mitad, el ruido del timbre hizo ladrar a Sabin. —Shhh...— Calmó a su perro y se dirigió hacia la puerta aún descalza.
Hacia tiempo que no veía al hombre frente a ella, pero soltando un suspiro de alivio, se arrojó a sus brazos en un necesitado abrazo. —Logan...
Por supuesto que sin soltarlo, lo arrastró hacia el interior y dejó el licuado sobre la mesada, para cruzarse de brazos. —La próxima vez que te desaparezcas así, pondré tú número de teléfono y datos reales, en una página de mujeres que buscan citas.
Anonymous
Invitado
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Eran pocos los días que restaban para que comenzaran las clases, con el sobresalto que causó el atentado al ministerio, dudé de si se mantendría el calendario del Royal y cuando me confirmaron que las fechas no se moverían, usé lo que me quedaba de mi tiempo libre para ir a visitar a una amiga que tenía la casa veraniega que necesitaba. Pero no iba con intención de montar una fiesta en el pedazo de playa que le correspondía, había visto las retransmisiones del festival en la televisión y pude reconocer un nombre entre los fallecidos que me obligaba a presentarme ante quien, mal que mal, había sabido ser una amiga entre las frivolidades a las que a veces se exponían familias como la nuestra y que yo también había elegido por propia voluntad, cuando me encontré con más dinero en mis bolsillos dado por mis padres adoptivos, del que podría saber controlar siendo un adolescente. Si Bianka estuvo ahí para ver en primera fila como daba ciertos pasos en falso, no podía hacer más que llegar a su puerta con una botella de whisky y una sonrisa débil.

¿Y eso sería algo así como un castigo?— pregunto al dejarme llevar al interior de su casa, porque creo que tengo una cuenta en uno de esos sitios que ella sugiere, por cierto, una cuenta activa. Recargo mi cadera contra la mesada de la cocina, buscando donde apoyar la botella y lo hago cerca de su licuado. ¿Un licuado? Le echo una mirada de pies a cabeza, tiene el cabello húmedo así que supongo que estuvo fuera disfrutando del agua, y puede que le haya quedado un poco de arena en la raíz de su cabello. Paso de todo para prestar especial atención a su rostro sereno, que no me convence del todo. — ¿Cómo te encuentras?— pregunto con calma, aguardo solo un momento y doy un paso tentativo hacia ella para sujetarla de sus codos, la acerco para cerrar mis brazos en su espalda. —Lo siento…— creo que es lo que corresponde decir.
Anonymous
Invitado
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Envuelta en sus propios brazos, arqueó las cejas cuando notó la botella de whisky encima de la isla que servía como desayunador. Hacía años que no probaba bebidas blancas o destiladas, sólo podía soportar la resaca producida por el vino o la cerveza. Débil, lo sé, pero ya no tenía dieciocho años. —Un castigo muy cruel, nadie sabe quién se esconde detrás de una aplicación para citas.— Intentó sonreír ante la broma, sin embargo lo único que consiguió fue elevar un poco las comisuras de sus labios.

Esa era la pregunta que absolutamente todos le hacían cada día, incluso su madre comenzó a llamarla una vez por la mañana y otra por la tarde, y Bianka sabía que eso sólo se debía al temor de que hiciera algo estúpido y terminal. Ya tenía una lista de respuestas para usar y las intercalaba para sonar segura: "Estoy muy bien", "Justo regresaba de nadar", "Si, las cosas en el trabajo mejoran" y demás.
Estaba por lanzar una de esas premeditadas oraciones, pero ver a su amigo allí parado, luego de tantos años de amistad...No, no podía mentirle. —Estoy...cansada.— Respondió y al sentir la calidez del abrazo, pegó su mejilla al pecho del castaño y también lo rodeó con sus brazos, mientras cerraba los ojos.

Ya ni siquiera tenía fuerzas para continuar llorando y tampoco quería hacerlo. Si, Lucien había formado parte de su vida por muchos años, todavía podía sentir su perfume dentro del armario o entre las sábanas que aún no podía cambiar, sin embargo muy en su interior sabía que debía continuar. Sería duro hacerlo sin él, pero tenía que.
Lentamente se separó del abrazo y con los dedos secó las lagrimas acumuladas entre las pestañas. —Gracias por venir, si debo ser honesta...necesito algo de distracción.— Lentamente tomó asiento sobre una de las banquetas altas que rodeaban la isla de mármol y bebió unos sorbos de su licuado. —Acabo de abrir una botella de ron añejo que Lucien guardaba para las ocasiones especiales, ¿quieres un poco?
Anonymous
Invitado
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Estrecho mi abrazo al recibir la respuesta honesta de que está cansada, ninguna mentira del tipo que se encuentra bien, que lo está sobrellevando. La más simple, la más sincera. Puro cansancio. Puedo entenderlo, hacer el intento si es que no alcanzo a comprender el cómo se puede perder a una persona con la que se hacía planes de toda una vida. La única pareja que puedo evocar para tratar de hacerme una idea de cómo es el sentimiento, son mis padres adoptivos. Sufrirían hondamente estar sin el otro, pero algo me había dicho mi madre una vez de que haber estado separado tantos años, los hacía fuertes para cualquier separación que pudiera venir después. Porque se deja de contar los años de ausencia y de nada, para valorar lo que se han vivido. Puede que ahora duela, pero con el tiempo mi amiga sabrá encontrar en el tiempo que pasaron juntos, los recuerdos necesarios para sobreponerse y seguir adelante.

Cuenta conmigo— acepto ser quien la ayude a distraerse, tomo distancia para que pueda enjuagarse las lágrimas con los dedos y cierro mi palma sobre su hombro en un apretón afectuoso. Dudo cuando menciona que el ron era de Lucien, una sonrisa cálida se extiende por mis labios. —Claro, ¿por qué no? ¿Dónde lo tienes?— pregunto, mirando hacia las puertas de la alacena por si lo esconde allí o acaso en reserva en la sala. —Trae ese ron añejo y vamos a la playa, necesito unos días de auténtico verano en estas vacaciones, que creo que también en estas semanas estuve atrapado en la escuela…— digo, enrollando las mangas de mi camisa, y es que con mi traslado quería adecuar mi nueva oficina, el salón de clases, trasladar los cachivaches que suelo hacer para hacer demostraciones. Me gusta más de lo que es humano admitir el trabajar con estudiantes. Mi sonrisa decae un poco, pero sigue firme. —Creo que Lucien se merece un buen trago en su memoria. Por todos los buenos momento, es lo justo…— murmuro.
Anonymous
Invitado
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El leve apretón sobre su hombro le sacó una pequeña risita nerviosa. —Te lo advierto, es muy probable que llore dentro de un par de horas.— Bromeó al tiempo que limpiaba el contorno de sus ojos con sus dedos y la punta de la nariz con la parte interna de la muñeca.
Una vez sentada sobre el taburete con las piernas colgando y la boca llena de licuado, extendió la mano y apuntó hacia el gabinete ubicado junto a la heladera, allí es donde tenía todas las botellas de licores, casi todas cerradas, menos el ron que acababa de usar.

Al terminar de beber el resto de su trago, se encaminó hasta el lavabo y allí enjuagó el vaso, para luego dejarlo escurriéndose apoyado sobre una toalla. —¿Mucho trabajo en esta época? Está bien, vamos a la playa...Sólo deja que me ponga una campera.— Apretó la mano de su amigo sin decir nada, sabiendo que él lo entendería, comprendería lo agradecida que estaba con su ayuda por animarla a salir de la casa y lo importante que era para ella que él estuviera allí apoyándola.
Soltó el agarre y se dirigió al dormitorio, rebuscó entre sus prendas hasta pasar por encima de su cabeza un buzo fino con capucha, era de ella pero le gustaba utilizar prendas amplias para mayor comodidad y justamente este, cubría por completo sus shorts.

Al llegar a la sala, se calzó las sandalias y ocultó sus cabellos mojados dentro de la capucha. —¿Vamos?— Preguntó tomando la botella de whisky, era mejor llevar demás y no quedarse con sed.
La cazadora cerró la puerta y antes de comenzar a cruzar la avenida principal hacia la playa, tomó el brazo de su viejo amigo y lo acomodó sobre sus hombros, para finalmente abrazarse a su espalda. —Lucien merecía mucho más...Tendría que haber sido yo, no él.— Murmuró en voz baja. Su novio era la persona más bondadosa del mundo, era cariñoso, atento ¿Y ella? Ella era una mierda.

La fresca brisa del océano arruinaba el clima cálido del verano y en cuanto sus pies se llenaron de arena, supo que había hecho lo correcto al abrigarse. —No me di cuenta de ofrecerte una campera también, lo siento.— Admitió apenada, sin embargo con un movimiento de la varita que guardaba en el bolsillo tipo canguro, atrajo hacia ambos una manta y un toallón amplio para tomar asiento.
Anonymous
Invitado
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Si llorar es lo que necesita, debe hacerlo. Soy de los que creen que si algo no se llora cuando es su momento, esa pena se arrastra más tiempo del debido y Bianka es muy joven como para cargar con una pérdida que le impida continuar, porque entiendo lo difícil que es perder a quien se suponía que debía estar ahí los próximos veinte o treinta años. Puedo imaginarlo al menos, eso de tratar de comprender los sentimientos de los demás es algo que procuro tener como hábito. Muevo mi barbilla en un asentimiento cuando sube a su habitación a buscar un abrigo, y yo aquí, arremangándome la camisa por la temperatura de verano, supongo que más cerca de la orilla estará fresco. Limpio dos vasos para llevarlos con nosotros y sonrío cuando veo que también hace parte de nuestro motín a la botella de whisky. — Descuida— digo, cuando se preocupa al verme solo con la camisa y pese a que se me eriza la piel de los brazos por la brisa al acercarnos al mar, le sonrío para que sepa que estoy bien. —Tenemos una playa, alcohol. También tendremos un fogón…— bromeo a medias, porque lo voy a hacer.

Me saco los zapatos cuando estamos caminando sobre arena blanca para poder hundir mis pies y todavía se percibe un poco del calor que dejó el sol durante el día al quemar de pleno la playa. Saco mi varita para hacer levitar un par de leños cortos que veo desperdigados por ahí, los reúno todos en el punto a donde me dirijo con Bianka, abrazándola por la cintura. Lo que me dice me sume en el silencio mientras marcamos nuestras huellas en la arena. Espero a que diga algo más para no interrumpirla, cuando estoy seguro de que no lo hará, me animo a hacer escuchar mi voz. —Bianka, nunca digas una tontería como esa. La muerte nunca funciona como un trueque. No te sientas culpable por estar viva, porque te juro…— digo con vehemencia, —estoy muy seguro de que Lucian estaría agradecido de que sigas viva.

Tomo el toallón para estirarlo sobre la arena, así podemos sentarnos y me embarcó en la tarea de armar la fogata con unos pocos hechizos, de mi varita se desprende una llama y los leños comienzan a consumirse. Recién entonces tomo la botella de whisky para cargar su contenido en los dos vasos que traje y se lo paso uno a ella, el mío apenas lo pruebo. —No tenías que ser tú— murmuro, —Esas no son cosas que decidimos nosotros, tenemos una hora fijada, caminamos hacia esa hora. Los momentos suceden cuando tienen que suceder. No tenías que ser tú… porque tal vez todavía te quedan muchas cosas para hacer, Bianka.
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