The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Lëia A. Campbell
El cálido sol del mediodía golpeaba la ventana y entrecerrando los ojos, Lëia observaba las partículas que flotaban en el aire de su habitación. Parecía algo hermoso, pero la castaña sabía que sólo era polvo, hollín e incluso células muerta de la piel.
Soltó un bufido de aburrimiento, se estaba perdiendo el mejor verano de su vida y todo culpa de la mudanza. Ya no quería estar más allí.
Tomó el celular que yacía encima de la mesa de luz y le envió un mensaje de texto a su mejor amiga, donde le pedía que se encontraran en el parque más amplio del Capitolio, junto con sus escobas y objetos de Quidditch. En realidad no se lo estaba pidiendo, más bien le rogaba.
La respuesta afirmativa fue inmediata y con una enorme sonrisa en el rostro, se paró de la cama donde estaba recostada como estrella de mar. Movió sus piernas con rapidez para cambiar los pijamas por una blusa a rayas en tonos rojos y rosas, unas jardineras cortas de jeans y zapatillas de lona del mismo color que su remera. Estaba lista para la acción.

Movió su varita frente al espejo, un truco que había aprendido hacía poco y servía para amarrar sus cabellos en dos bonitas trenzas, luego la guardo en el bolsillo tipo canguro de sus jardineras y salió del dormitorio para buscar su mochila.
Estuvo un largo rato tratando de hallarla, ya que le daba pena pedir ayuda a la esclava de su padre y a los elfos, hasta que por fin la encontró dentro de la sala que servía como escritorio de su madre.

Cargó en su bolso dos bates, una caja con una bludger de entrenamiento, algo para comer y beber luego del ejercicio y con la escoba que Violet le regaló en su pasado cumpleaños en la mano, salió de la enorme mansión.
Millones de veces sus padres le habían explicado lo que sucedía si realizaba un mal movimiento sobre ella, también le habían prohibido que se montara en la escoba fuera del horario del colegio y en determinadas ocasiones incluso llegaron a esconderla. Nada funcionaba cuando la castaña se enceguecía con algo.

Un par de minutos más tarde, disminuyó la velocidad del vuelo y comenzó a aterrizar justo encima de unos arbustos. A último momento tuvo que maniobrar para esquivar los pinches de unos rosales y terminó cayendo al césped boca abajo.
Ouch...— Gruñó mientras se sentaba sobre las rodillas y limpiaba las palmas de sus manos. Sin verla, ya sabía que Maeve estaría muriéndose de risa por su caída.
En respuesta le arrojó un manojo de hierbas y al ponerse de pie, vio la sangre escapando de sus rodillas. Precioso. ¿Estás lista? Porque esto es sólo un rasguño, prometo que terminarás peor.—Bromeó y para saludarla como corresponde, la estrechó fuertemente entre sus brazos.
Lëia A. Campbell
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It's blood, sweat, sometimes tears.||Maeve. IqWaPzg
Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Es un día de verano como otro cualquiera, lo que quiere decir que puedo levantarme a la hora que me dé la santísima gana sin tener que estampar el despertador contra la pared de en frente. Algún día debería arreglar el agujero que dejé en la pared aquella mañana de invierno, pero me niego a decirle algo a mi padre por miedo a como reaccione. De manera que voy a tener que buscar un hechizo para solventarlo por mi cuenta; eso o dejar como permanente el cuadro que utilicé en su día para esconderlo. No es que me moleste, pero tener a los ojos de una paisana mirándome por las noches resulta un poco terrorífico. Aunque si pregunta mi padre me encanta, y su autor todavía más. Weighselfer o algo así se llamaba, vamos que me lo inventé.

No es hora para desayunar, más bien para almorzar, y como veo que mi padre no está en casa y no hay nada para llevarme a la boca, abro la nevera en busca de algo que llame mi atención. Las sobras de pizza de ayer se llevan mi aprobación, de forma que saco la caja y meto los trozos en el microondas. Nos ha dado por tener una noche pelis últimamente, lo cual no está mal porque permito que él me ponga vídeos de vete tú a saber qué año, y a la siguiente noche puedo poner la que me apetezca a mí, que suele ser una un poco más actualizada.

Nada más terminar de comer, recibo un mensaje de Lëia, y aunque lo que menos me apetece después de haberme zampado media pizza es jugar al quidditch, hace bastante que no veo a mi mejor amiga. Y con bastante quiero decir tres días contados. Subo a mi cuarto para ponerme algo de ropa deportiva, revolviendo entre mis cajones en busca de una goma para recogerme el pelo en una cola de caballo bien alta que me aparte el cabello de la cara. Encontrar mi escoba es otra tarea que se me atraviesa porque no recuerdo exactamente donde la dejé la última vez, por lo que saco mi varita para realizar una accio que me ahorre el problema.

Ir al capitolio se está volviendo una costumbre que no me molesta del todo, en especial porque suele haber trasladores a cualquier hora y no tengo que esperar por otro método de transporte más lento. No me es difícil encontrar el parque donde hemos quedado porque solemos venir aquí de cuando en cuando, y desde la escoba todo resulta más fácil de localizar. Apenas me ha dado tiempo a bajarme de la mía cuando veo a la morena descender y... darse una hostia que bien podía haber sido de película. Intento aguantarme la risa pero al final acabo por destornillarme encima de lo gracioso que ha sido. - Espero que se te de mejor golpear la pelota que aterrizar o acabaré con una bludger en la cabeza y en la camilla de un hospital. - Bromeo en lo que mis brazos la rodean también en un abrazo. - Nunca he estado más preparada, ¿por dónde quieres empezar? - Un calentamiento no estaría mal la verdad.
Maeve P. Davies
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It's blood, sweat, sometimes tears.||Maeve. RB81poB
Lëia A. Campbell
Aunque la situación es de lo más embarazosa y casi dolorosa, la castaña también terminó riendo junto con su amiga, mientras la rodeaba entre sus brazos. —Mmm por las dudas deberíamos alejarnos de las demás personas. Mi consciencia puede soportar el que tú termines en una camilla, pero no que un desconocido e inocente lo haga.— Mentira, prefería que la bludger golpeara a un niñito o anciano, antes que herir a su única mejor amiga y no hacía falta decirlo, Maeve lo sabía muy bien.
Ambas se conocen desde hace muchos años y no había historia terminada en castigo que no compartieran. Si bien al principio su madre se oponía a que Lëia se juntara con su compañera y amiga, ella siempre lograba salirse con la suya y al final no le quedó más remedio, que aceptarla en casa durante las media tardes y pijamadas.

Escondió la mochila dentro de un arbusto y sacó la caja con la pelota y los dos bates, dejándolos acomodado sobre el césped. —Podemos empezar con una pequeña carrera, ¿qué dices?— Preguntó recuperando la escoba del suelo, para luego montarla y mantenerse a flote delante de Maeve.
Al levantar la mirada y observar su alrededor, notó que al ser verano varias familias visitaban la naturaleza dentro del Capitolio, si bien en principio sintió algo de tristeza por no poder compartir tantas cosas con sus padres culpa del trabajo, luego la preocupación fue más fuerte. Si en serio golpeaban a alguien, se meterían en grandes problemas.
Presionó sus labios juntos y no dijo nada, no arruinaría el momento de diversión y el entrenamiento planeado, ya que en verdad necesitaba mejorar sus habilidades de vuelo. Su aterrizaje fue la señal más clara.

Con una traviesa sonrisa dibujada en el rostro, apuntó con la cabeza la copa del árbol más alto y algo alejado. —Ida y vuelta hasta aquí.— Indicó y sin esperar a que ella se subiera a su escoba, se elevó en el aire, disfrutando de la sensación del viento golpear su cara. —¡Ya estás perdiendo, Evy!— Le gritó, al mismo tiempo que hacía una pequeña reverencia, antes de salir volando hacia el punto de llegada en el otro extremo del parque.
Sus manos se sujetaron con firmeza e inclinó el torso hacia adelante para aumentar la velocidad.  Si, estaba haciendo trampa, pero no era algo que su amiga desconociera.
Lëia A. Campbell
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It's blood, sweat, sometimes tears.||Maeve. IqWaPzg
Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
No puedo evitar reírme ante su comentario, sacudiendo la cabeza como si no me estuviera creyendo lo que acaba de decir. - ¿Sabes en el lío que nos meteríamos si golpeáramos a alguien? Ni el profesor Bennet podría asemejar los gritos de mi padre si se diera el caso de golpear a un crío con una bludger. - Murmuro entre risas. El profesor de encantamientos nos tiene cogidas por el cuello a ambas, lo que es comprensible si tenemos en cuenta que nos pasamos la mayor parte de  su clase haciendo tonterías. Tampoco es como si fuera nuestra culpa, habernos permitido compartir pupitre durante todo el curso anterior es como dejar una bomba caer y esperar a que explote. La combinación perfecta para el desastre.

Agarro con fuera el palo de mi escoba mientras Lëia prepara el equipo que necesitaremos para el entrenamiento y asiento con la cabeza cuando propone hacer una carrera. - Está bien, pero nada de poner morritos cuando gane. - Bromeo en lo que vuelvo a acomodarme sobre mi escoba. Una vez las dos nos encontramos flotando sobre el aire, puedo ver la gente a nuestro alrededor que disfruta de un paseo en familia. Agradezco el haberme recogido el pelo en una coleta, pues el viento no ayuda a que este se revolucione cuando una sacudida de aire me empuja un poco hacia atrás. Volar en escoba siempre me ha gustado, pero todavía más cuando tengo alguien con quien divertirme.

Miro el árbol que señala, con la intención de hacer un gesto afirmativo con la cabeza, pero Lëia se me adelanta y sale volando en su dirección antes incluso de que me de tiempo a hacerlo. - ¡Ey! ¡Eso es trampaa! - Ni pienso dos veces cuando me inclino hacia delante con todo el peso de mi cuerpo para hacer que mi escoba avance con él, pero aún hay unos metros que me separan de mi amiga. Cuando llego al otro extremo del parque, giro mi cuerpo en una gran espiral para alcanzar a dar la vuelta antes que ella, pero terminamos por llegar casi a la vez de vuelta al principio. - Una gran carrera, señorita Campbell, pero la próxima vez me gustaría poder escuchar la señal de salida antes. - Bromeo con voz de profesional, asemejando la actitud del profesor de entrenamiento de vuelo del colegio. - ¿Qué te parece una ronda de espirales acabando con un surco hacia abajo? - Siempre termino mareada después, pero me gustan los riesgos y la diversión del ejercicio. - Venga, empiezo yo, así puedes ver como lo hace una verdadera profesional del vuelo. - Obviamente me estoy lanzando flores a mí misma, puesto que no soy tan buena, pero la risa me sale igual. Cojo un poco de carrerilla antes de hacer girar el palo de mi escoba sobre sí mismo y realizar tres rotaciones en el aire. Después para terminar me inclino hacia abajo y vuelvo a subir en lo que me giro para dar pie a mi amiga.
Maeve P. Davies
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It's blood, sweat, sometimes tears.||Maeve. RB81poB
Lëia A. Campbell
Las carcajadas escaparon también de su boca y sólo para asegurarse de que nadie tomaría sus cosas mientras ambas volaban, observó el alrededor una vez más.
Agradeciendo que nadie estaba demasiado cerca de la zona que habían elegido para entrenar, estiró los brazos hacia el cielo e hizo crujir parte de la espalda. —De todos modos, hemos hecho cosas peores, golpear a un niño con una bludger tendría un puntaje de tres en escala del cero al diez.— Bromeó con su mejor amiga y le lanzó una mirada divertida. No iba a mencionar la vez que lograron combinar unas bombas de estallidos pequeños con otras apestosas y que luego hicieron explotar en medio de la clase. Tenía un sólo nombre: "Magnifico". Bueno, majestuoso también era una opción.

Dejó a Maeve sola durante un par de segundos para acomodar todo el equipo de entrenamiento y al mismo tiempo ocultarlo de la mirada de posibles ladrones. No se podía confiar en nadie dentro ni fuera de la capital.  —Sabes que nunca pierdo.— Respondió colocando ambas manos en su cintura, mientras inflaba el pecho y posaba como una heroína de viejos cómics.
No tardó en elevarse por los aires montándose sobre la escoba y aunque se mantuvo flotando algunos segundos, no le dio el tiempo necesario a su amiga para reaccionar, cada segundo contaba y le daría la ventaja que no necesitaba.
Con el torso inclinado hacia delante, voló hasta el árbol que había indicado al principio y al momento de dar la vuelta, se sorprendió cuando su amiga tomó el frente. Que maldita tramposa era.

Alcanzaron la meta casi en igualdad de condición, sin embargo todo el tema quedó en el pasado cuando Maeve comenzó a imitar el tono del profesor de vuelo y lo hizo muy bien. —Lo siento mucho señorita, Davies. Procuraré advertirle antes, siempre y cuando no me envíe a detención...Otra vez.— Y Lëia lo hizo mucho mejor, porque gracias a su metamorfomagia, copió la voz de su mejor amiga para hacer el bonito acto de disculpas.
Calmó su risa cuando llegó una nueva sugerencia acerca de qué hacer a continuación, por lo tanto movió la mano para indicarle que hiciera los honores de presentación y desde su lugar observó como Evy daba giros y volteretas.  —Sólo no termines vomitando, no tengo mi celular aquí para grabarte y hacerte viral gracias al internet.— La molestó un poquito.

Cuando la castaña terminó las rotaciones, Alex se aferró a su escoba y realizó una pequeña carrera para tomar velocidad y así poder dar tres perfectos virajes, concluidos en un pequeño tramo de vuelo donde hizo una especie de zig-zag.
Al alcanzar a Maeve, le sonrió enseñando todos los dientes. —¿Ya estás lista para golpear?— Y sacó la varita de su bolsillo de canguro, para realizar un hechizo que atrajo hacia ambas los bates. Cuando ella lo indicara, soltaría la bludger.
Lëia A. Campbell
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Desde luego que golpear a un niño con una pelota de Quidditch sería de las cosas más leves que podríamos hacer. Si tenemos en cuenta nuestro historial de trastadas y bromas que hemos hecho a lo largo de nuestra carrera como mejores amigas, nadie podría entender como nuestros padres permiten que nos juntemos. Probablemente tenga que ver con que Jasper no conoce a Leia lo suficiente para ver lo que es capaz de hacer una vez estamos las dos metidas en el mismo ajo, y mis padres adoptivos siempre vieron a Leia como una chica con los cables bien puestos. Claro que en cuanto a personalidad somos prácticamente idénticas y lo que les gustaba era su naturalidad para meterse en problemas tanto como yo. - Algún día maduraremos Leia, pero hasta que ese día llegue, ¿qué te parece si para el comienzo del curso montamos la mejor fiesta de apertura? - Propongo con una sonrisa traviesa, pues ambas sabemos que esa fiesta incluye mucho peligro.

La habilidad para transformar su voz en la del profesor hace que me destronche de la risa al imaginarme la situación. - Propongo que este año tratemos de visitar el despacho de la directora un máximo de quince veces, ¿cómo lo ves? - Digo entre risas cuando menciona la detención. Si me lo pregunta a mí diría que es un poco imposible, puesto que ambas encontramos una forma de meternos en líos incluso cuando no tenemos intenciones de hacerlo, es algo que sale natural y que he aprendido a respetar. No cualquiera tiene talento natural para provocar problemas con tanta facilidad y debería ser una habilidad más respetada. - ¡Ja! Como vuelvas a grabarme me aseguraré de que tus padres te quiten el teléfono de por vida. - La amenazo medio en broma medio en serio, recordando la última vez que terminó grabándome en un bar no apto para menores y la bronca que me cayó después.

- ¡Por supuesto! Solo volemos muy arriba para que por lo menos no puedan diferenciar nuestras caras si acabamos golpeando a alguien. - Mejor prevenir que curar, y con eso, elevo mi escoba para volar por encima de los árboles una vez tengo el bate en mi mano. Le hago un gesto con el mismo a Leia desde arriba para que suelte a la desquiciada pelota una vez estoy preparada y colocada en un buen lugar. Siempre he odiado a estas esferas asesinas, pero hoy no será el día que acabe con un ojo morado por su culpa.
Maeve P. Davies
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Lëia A. Campbell
Flotando sobre su escoba, balanceó un poco las piernas y luego de estirar los brazos para relajar los músculos, le dedicó una enorme sonrisa a su mejor amiga. —Tendríamos que superar la pijamada de fin de curso y será bastante dificil. Estoy dentro y ahora que lo pienso, podríamos hacerla en la playa.— Rascó su barbilla imitando los gestos de Riorden cuando leía los papeles del trabajo y lanzó una carcajada alegre. Sabía que pasar tiempo con Maeve le sacaría la tristeza y la incomodidad de toda la mudanza.

Volvió a sujetarse con ambas manos y dando simples vueltas alrededor de la chica, entrecerró los ojos meditando la nueva propuesta. —¿Un máximo? ¿Estás segura? Yo planeaba volver a explotar todas las macetas de la huerta...—Dio dos golpecitos a su hombro izquierdo, como si estuviera quitando un poco de polvo y luego hizo una media reverencia. —La profesora de herbología se pondrá furiosa.— Tuvo que morder su labio inferior para no soltar un par de risitas y detuvo el vuelo, justo a tiempo, para atrapar el bate que se dirigió hacia ella.

Hecho.— Se elevó un par de metros más y mirando desafiante a su amiga, sin dejar de sonreír, movió la varita para soltar la pelota. A una velocidad sorprendente salió disparada hacia arriba y Lëia no tardó en tratar de perseguirla, para poder darle un buen golpe. —La que consiga derribar a la otra, gana.— Era peligroso, si. Sabían las consecuencias, si. Lo haría de todos modos, si.
Lëia A. Campbell
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
El recuerdo de la fiesta nocturna para celebrar el comienzo del verano me saca una sonrisa, pues hace tiempo que no montamos una como esa, pese a que fue literalmente hace unas pocas semanas. Lo que decía, mucho tiempo. — Mmm, no era mala, incluso si la hacemos en el cuatro puedo convencer a mi padre de que es una buena idea. — Porque ya conocemos todos como se pone cuando hago cosas que a él le parecen inapropiadas. Como la vez que a mí me pareció una idea genial meterme en un club de apuestas en el bingo. Salió bien hasta que empecé a deber dinero a gente que no es tan permisiva a la hora de tratar con adolescentes.

Con la conversación se me ha ido de la cabeza que estoy montada en una escoba, y es el viento el que me recuerda con una sacudida ligera que debo sujetarme al palo con las manos si no quiero salir volando. Ese pensamiento tiene su gracia si se piensa que ya estoy volando. — Anda que no hemos hecho cosas peores... Solo fue un poco de tierra igual. — No sé por qué se puso tan furiosa en su día, si las que acabamos cubiertas de barro fuimos mi mejor amiga y yo. — Este año tendremos que superarnos, no vale que los de primer curso tengan mejores ideas que nosotras. — Me quejo, aunque hay algo divertido en el hecho de pensar que tenemos buenos seguidores para cuando nos graduemos. Si es que yo lo hago en algún momento porque por ahora no tiene mucha pinta.

No quiero tener que dejarte en el hospital, amiga... pero como quieras. — Bromeo, guiñándole un ojo antes de elevarme lo suficientemente alto como para coger un poco de carrerilla y aumentar la intensidad con la que voy a buscarla después de que me haya propinado un buen golpe. Creo que mi espalda choca con la suya en lo que salgo disparada hacia un extremo mientras ella lo hace al contrario, casi como en los coches de choque. Me río ante la sensación, un poco mareada.
Maeve P. Davies
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Lëia A. Campbell
Las risas escaparon de su boca mientras negaba con la cabeza. —No creo que nos puedan superar los de primero, ni nadie. Hay que hacer una grande para marcar territorio y demostrar a quienes se quieren enfrentar.— Sus cejas se arquearon con fingida malicia y con una de sus manos, porque con la otra seguía aferrándose a la escoba, peinó los cabellos que se había soltado de las trenzas. Tanto trabajo en vano.

El comentario de su mejor amiga le hizo reír justo cuando intentó esquivar la pelota, sin embargo su hombro derecho sufrió las consecuencias y durante un par de segundos tuvo que volar en círculos, para perderla de vista y para recuperar el control.
No tengo ganas de visitar a mi madre hoy.— Bromeó en respuesta.
Todo su cuerpo se sacudió mareado al chocar contra Maeve y salió disparado hacia el extremo contrario.

Leia se acomodó para volver a perseguirla y menos mal que tuvo los reflejos necesarios para levantar el bate, golpear la bludger y enviarla lejos de su cuerpo, porque la maldita pelota iba directo a su cara. —Quizás debería presentarme en las siguientes pruebas para el equipo.— Se animó a si misma, hablando en tono pomposo y engreído, algo que no reflejaba en absoluto su personalidad. Ni cerca.

Tomó carrera alejándose de Maeve y apoyando el pecho en la escoba, buscó la velocidad perfecta para intentar volver a embestirla y hacerla caer.
Lëia A. Campbell
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