Nos aparecemos en uno de los arroyos cercanos al distrito, aquel que he señalado en el mapa con un dedo tembloroso y dudoso. Sean me sujeta con firmeza para evitar que tropiece, porque no estoy en mi mejor estado como para soportar la siempre incómoda aparición. Le echo una ojeada, oyendo las aves cantar sobre nuestras cabezas y trato de pararme derecho, a pesar del tirón de algunas heridas — Nadie sale lastimado — le recuerdo en tono amenazante. Veo en sus ojos sinceridad cuando asiente con la cabeza y aún así me tomo unos segundos en decidir volver a confiar en él. Le hago un gesto para que me siga, cruzando algunas plantas y pasando entre dos robles hasta que puedo ver el distrito a las lejanías, aquel lugar donde no pensé regresar y mucho menos con la compañía de este hombre. Le echo un vistazo, a sabiendas de que él solo verá un puente roto y un claro vacío, gracias al encantamiento que nos protege. Sin embargo, en cuanto ambos ponemos un pie en el puente de piedra, puedo ver en su expresión que el distrito catorce se aparece frente a nosotros.

Mis pasos son cautelosos, aunque él parece más dudoso. Mientras avanzamos, oyendo el agua corriente debajo de nosotros, decido dar mi última advertencia — Hablas con Seth y te marchas. Solo media hora. Ese es el trato — le recuerdo. Sé que nadie me tomará de nuevo después de esto, pero tampoco tengo intenciones de quedarme. Es la segunda vez que llego con alguien indeseable para ellos, así que sé muy bien lo que estoy haciendo. Todo tiene un precio, por mucho que me duela.

Parece que todo el mundo está en las suyas, porque lo primero que veo a la distancia es el paso inconfundible de Kendrick, cuyo pelo húmedo y la toalla que lleva al hombro me indica que viene, por lo menos, del arroyo. De inmediato, reconozco a Delilah, justo detrás y tomada de su mano, posiblemente luego de un montón de juegos en el agua. Lo veo detenerse en seco y lo imito, frenando al final del puente, con un pie sobre el césped de nuestro distrito. Mi cerebro se prende en alarma, pero no hay manera de que Sean sepa quién es el muchacho, por lo que lo considero a salvo. Solo por las dudas, alzo ambas manos en señal de paz — Solo quiero hablar con Seth — les anuncio en voz alta. Esto va a ser un espectáculo dramático, ya lo sé.

— Eso es trampa — me quejo por décima vez, porque Lilah me ha quitado una vez más la pelota de plástico que estoy tratando de agarrar del agua en nuestro improvisado juego de voley. Se lo dejo pasar porque es su cumpleaños, porque es un día lindo y también porque, como las cosas han estado un poco agitadas, hoy no tenemos escuela ni entrenamiento. Todo esto deberían ser razones para estar de buen humor, ¿verdad? Por eso le saco la lengua a mi amiga y nado hasta la orilla, donde Jared se está riendo de nosotros y se gana un pique en medio de la frente — ¿Creen que podremos robar algo dulce de la despensa esta tarde? — pregunto mientras me seco y visto. Tras ponerme el calzado, me refriego el cabello con una toalla y me la cuelgo al hombro, tendiéndole la mano a Delilah para que venga conmigo — Vamos a chequear y… ¡No, Jared, no puedes venir! Tú siempre haces mucho ruido y nos acaban pillando — es por esto que me apresuro con el paso, para dejarlo atrás, riendo entre dientes. ¿Dónde se habrá metido Kyle? Quizá él también quiera participar del asalto.

Subimos un poco la cuesta empinada que lleva al arroyo y pronto el resto del distrito queda a la vista, en especial el puente, que está cerca. Puedo ver a dos personas caminar por él, pero me cuesta unas fracciones de segundo el reconocer a una de ellas, en parte por la distancia, en parte porque está hecho mierda — ¿Tío Ben? — es una pregunta al aire, más culpa de la sorpresa que otra cosa. Por alguna razón, aprieto la mano de Delilah con fuerza, oyendo como Jared viene corriendo detrás — Ve a buscar a tu papá — le pido de inmediato. Mi mano libre tantea mi bolsillo, chequeando que tengo la varita y paso la mirada al desconocido — ¿Quién es él?

El sol brillaba sobre el Distrito 14 y con el sudor recorriendo su nuca y cabeza, Zenda terminó sus labores extras culpa de Kendrick.
Todavía se tentaba hasta las lágrimas y lanzaba miles de carcajadas al recordar la cara de su madre, cuando los vio a ambos dentro del establo destruido.

Luego del almuerzo, en lugar de tomar la típica siesta, pidió ir al arroyo para refrescarse.
Y así fue que, montada en su auto de madera, con la bolsa de ropa seca, una toalla, varita y algunos juguetes, avanzó por el distrito seguida por su madre. -Y...¿Cuando crees que puedo hacer volar mi auto?- Preguntó con curiosidad, sin levantar los pies del acelerador, ni quitar las manos del volante.
Si bien ya lo había intentado varias veces, todavía no conseguía hacer flotar su juguete por más de 5 segundos. -Si lo consigo antes de cumplir los 14, ¿puedo tener postre extra?- Apostó, pero solo lo hacía para molestar a su madre.

Al llegar al arroyo, Zenda pisó el freno de golpe. -¡¡BEEEEEEN!!-Se bajó de su auto de juguete y parpadeó varias veces, no lo podía creer. Su cuerpo no avanzó siquiera un metro.
-Ma...- Murmuró en voz baja y aunque sujetó la varita en una mano, con la otra tomó la de Arleth y se ocultó detrás de ella.

La rubia quería correr y abrazar a su hermano, lo había extrañado tanto y quería llenarlo de besos. Sin embargo el hombre a su lado era un desconocido y no lo podía entender ¿Ken tenía razón? ¿Él los estaba traicionando?

No voy a negar que yo mismo me he buscado esta situación... ¡pero tampoco quería hacer nada malo! ¿El dicho de «la primavera la sangre altera»? Bueno, en mi caso es cierto y hay veces que en estas noches me cuesta más conciliar el sueño, así que en vez de quedarme dando vueltas por la cama, anoche decidí salir a dar un paseo por el distrito. No pretendía acercarme a los límites, de verdad, pero entiendo que la imagen que se encontró Amber al verme no jugaba a mi favor: estaba bien alejado, y peligrosamente cerca del bosque, aunque sin llegar a entrar.

Después de una bronca tremenda por parte de Amber, conseguí que accediese a dejarme venir hoy al arroyo, pero más tarde que el resto, y teniendo que aguantar que ella venga conmigo porque, según dice, me va a costar varios días largos recuperar su confianza y que crea que no voy a poner un pie donde no toca.

— ¡Solo quiero refrescarme un poco! — protesto por enésima vez mientras llegamos al puente. — ¿Sabes el calor que da este pelo? — añado. Veo que abre la boca, seguramente para soltarme algún comentario sobre que ella también tiene el pelo largo, y estoy preparando mentalmente mi respuesta cuando veo que deja de mirarme y que cierra la boca de golpe. Me cuesta unos segundos ver lo que pasa, pero para cuando me doy cuenta, es como si me quedara petrificado. De un tirón Amber me coloca detrás de ella, pero ya es demasiado tarde porque la cara que he visto es irreconocible, y no me refiero a la de Ben. Junto al pelirrojo está una de las personas que más he odiado en toda mi vida porque por culpa de él y la loca de su mujer, mi familia y yo tuvimos que huir de nuestro hogar cuando yo era un crío.

No es que tuviera planes para hoy, pero lo último que imaginaba era que me tocaría venir al arroyo con uno de los pequeños del distrito. Desde luego no iba a dejar que viniera a sus anchas, como si nada hubiera pasado después de pillarle cerca de los límites del distrito, pero tampoco quería castigarle. En las últimas semanas ha habido demasiada tensión en el 14, y Kyle también tenía razón, porque aunque estaba casi en los límites, realmente no había llegado a salir. Así pues, todo esto no es más que un aviso de que más le vale tener cuidado porque la próxima vez no tendré tanta consideración.

Apenas abro la boca durante todo el camino, haciendo oídos sordos a sus intentos de convencerme de que solo quiere ir al arroyo con el resto de sus amigos. No es hasta que suelta el comentario del pelo cuando, tras soltar un bufido, abro la boca para contestar. ¿Realmente está tan desesperado por conseguir que le deje solo que no ha visto que no es el único con el pelo largo? Sin embargo, nunca llego a responderle porque lo que nos encontramos al acercarnos al puente me pone la piel de gallina.

Todavía sin creerme lo que veo, mi primer instinto es el de poner a Kyle detrás de mí. Y tras unos segundos eternos, me giro hacia él: — No te muevas, enano. — Es mi manera cariñosa de llamarle así, pero ahora mismo mi tono de voz creo que transmite de todo menos confianza. — ¡Ben! — le grito mientras me acerco. — ¿Qué narices está pasando? — Ni siquiera espero a llegar a su altura para preguntarle, sin apartar los ojos de mi mejor amigo y negándome a mirar a su acompañante que, por desgracia, he reconocido al instante.

Suspiró por enésima vez ese día, adormilado por el sol y por esos días que le costaba conciliar el sueño. Desde que Ben se había ido del distrito por el suceso de Arianne, Derian no había descansado hasta encontrarlo, pero ese muchacho sabía muy bien como esconderse y si no querían que lo encontrarse, da por hecho que lo conseguía. Se había pateado casi todo el bosque, más allá de él, y hasta se había paseado por los distritos, pero ni rastro. Se había puesto en peligro por él y no se arrepentía. Quería demasiado a ese chico para dejarlo a su suerte.

Anoche había llegado tarde, incluso Alice y Murphy ya dormían, pero aún con el cansancio que tenía su cuerpo, no había conciliado el sueño y ahí estaba, pescando en el arroyo medio dormido, con los chicos en la lejanía jugando —¡Tened cuidado! —gritó cuando vio las volteretas y las tonterías que hacían, pero era como hablarle a la pared. Puso los ojos en blanco y miró la hora, recogiendo en el acto para tener que ir después a ayudarle al señor Smith con los caballos.

Subió la cuesta bostezando, detrás de los muchachos y movió la cabeza para despejarse mientras cargaba con la caña y la cesta de los cebos y el pescado, pero al ver a todos los adolescentes agrupados en el puente y a Amber proteger a Kyle tras su espalda, supo de inmediato que algo no iba bien. Derian apresuró el paso, despejado por completo, y al girarse pudo ver a Ben y a... Sean Niniadis; marido y consejero de Jaime.

El corazón se le aceleró al ex-mentor, escuchándolo bombear por todo su cuerpo. El pánico y nerviosismo subió como un huracán hacia arriba, ensordecido por cada latido de su corazón. ¿Qué habías hecho Ben? ¿Qué habías hecho...? Derian actuó de inmediato, poniéndose por delante de todos ellos mientras corría su mirada por todo el perímetro. Si Sean estaba ahí, nada le aseguraba que no hubiese aurores alrededor. Joder, era el marido de la ministra de magia. Sus ojos acabaron en Ben con una mirada dolida y decepcionada —Benedict... ¿Qué haces con el marido de la ministra? —Echó otra mirada a la entrada del puente.

La mañana había pasado volando, sobretodo cuando se supone que debía terminar la tarea que deje para después por ponerme con el libro que Alice me dió sobre sintomas, pero me estaba educando igual ¿no? En fin, lo haría en la noche, el día estaba muy lindo para desaprovecharlo y Delilah me había invitado al arroyo, y siendo su mejor amiga claro que no podía faltar. Aunque por las dudas guarde los libros dentro de mi bolsito, por si terminabamos en una piyamada, al fin y al cabo, eran inicios de verano y eso significaba diversión y dejar todo para mucho más tarde.

Me despedí de Cale o mamá con un grito, no sabía si estarian aun por casa pero mejor hacerles saber que me iba, no como otro padre que desaparecía sin despedirse y solo dejaba un revuelto de cosas detras... Lo unico bueno era que había recuperado mi varita y mis libros, que al fin y al cabo era lo que más me importaba de esa horrorosa cabaña al final del distrito.

Pero no iba a dejar que aquel chucho al que llame padre me quitara más tiempo de pensar en lo importante: ¿al fin ibamos a lograr combinar con Ken sin siquiera ponernos de acuerdo? Claro que como su futura novia sabía toda su ropa, pero nunca podía lograr adivinar que color usaría cada día. El día de hoy, mi estilo era rojo, destacaba mejor mi juventud.

Iba pensando en los colores que me quedaban bien, todos claro, cuando note el tumulto de gente cerca del puente, tuve que ir a investigar por si mamá no estaba por allí y alguien tenía que informarle.

No esperaba que estuviera Ben, realmente creí que no lo volvería a ver, digo se llevo todas sus cosas pero no la remera que le regale ni mi varita, el siempre se llevaba mi varita cuando se iba de excursion para que no pudiera robarla. El ultimo mes se me olvido por completo, había vuelto, más desarreglado que de costumbre, pero estaba allí.

- ¡Papá! - le grité con intención de ir a abrazarlo, pero Derian se cruzó en el paso, ¿cómo se atrevía a arruinar mi momento emotivo?

— ¡No es trampaaaaaa! — Grité más emocionada de lo que debería. Era mi cumpleaños y no tenía demasiadas expectativas con el, hasta que al levantarme Echo me esperaba con un plato de fresas para desayunar, que había seleccionado para mi especialmente, dejándome las mas grandes y bonitas como regalo. Jared había hecho un dibujo. ¡Los Robinson habían hecho una pulsera con piedritas! que de hecho, ahora mismo llevaba puesta porque era muy bonita. Y como si todo eso no me hubiera dado uno de los mejores cumpleaños de mi vida, con el día libre pudimos ir al lago un rato. Y todo antes de medio día. — ¡Estamos teniendo cuidado! — Le contesté a Derian mientras usaba la pelota como flotador y movía mis piernas para llevar mi cuerpo hacia la orilla atraída hacia la idea de encontrar algo dulce -chocolate porfi porfi- que coronara mi perfecto día.

Me envuelvo con una toalla y me pongo los zapatos primero, quedándome al sol mientras me seco el cabello capturándolo entre dos trozos de tela y luego moviendo mis manos como si batiera chocolate. No estamos allí mucho tiempo porque todos están listos para volver, así que al final me tengo que poner la ropa así tal cual, que se empapa un poco; intento amortiguar el agua colocando mi toalla sobre los hombros como si fuera una frazada, y tomando la mano de Ken para volver a casa.

Me río cada vez que Ken molesta a Jared, que por supuesto se pica el tontorrón y le responde con alguna otra tontería, que encima me hace reír el doble. Voy bastante distraída y por eso me pilla desprevenida que Ken se pare de golpe, pero no le alcanzo a preguntar porque al alzar mi mirada hacia él para ver que le pasa, sigo sus ojos hacia Ben en el puente del catorce. Mi mano presiona la de Ken instintivamente porque recuerdo como se puso la última vez que... bueno, que Ben trajo a alguien que no debía al distrito.

Y ahora, lo había vuelto a hacer.

Agarré el brazo de Ken y tiré de él cuando le vi empezar a moverse buscando su varita en un gesto claramente ofensivo. — ¡no! No, Ken. Déjalo. Por favor. Seguro que no es nada. Seguro que viene a disculparse. — Sabía que el tema de Ben le afectaba bastante -como a todos- así que no iba a dejarlo meterse en una pelea. No con Ben, quien parecía hecho mierda al lado del desconocido que estaba junto a él. Todos lo habían tachado de traidor pero yo no creía que lo fuera; Kyle prometía que esa chica que él había traído la última vez era una buena persona y tal vez, esta también lo fuera.  —Dale una oportunidad — Susurré.

Me estaba pintando las uñas cuando empezó a armarse el barullo en el puente del distrito. Como buena chismosa que soy, obviamente alcé mi cabeza de mis lindas uñas craqueladas que por cierto solo iban dos, para ojear lo que pasaba. Reconocí a Ken y a Delilah viniendo de lejos y la figurita pequeñita súper mona de Jared haciéndose cada vez más grande, en dirección a la casa de sus padres, donde yo estaba casualmente ayudándole a Sophia a cocinar. Obvio no. Ella cocina yo la miro y eso es ayudar. CALLENSE. El caso es que le dije que ya venía y me asomé a la puerta primero, parándo en seco al enano antes de que pasara. — Heeey, hey Jarjar, respira. ¿Qué pasa? — Como yo era su genial tía -y lo zarandeaba maso de fuerte-, me lo contó enseguida. — Ay dios mío. — Para entonces, Sophia ya se había olido que estaba pasando algo. — SEEEEETH EL AMOR DE TU VIDA HA VUELTOOOO. — Solté a Jared y acto seguido corrí como alma que lleva el diablo para no perderme ni un segundo más de lo que estaba pasando. Y porque en las pelis las chismosas siempre corren antes. Pues yo, igual.

Cuando mi mirada se cruzó con la de Ben, y su mirada con la mía, y nos miramos re intensamente, me di cuenta de lo estúpida que había sido. ¡Claro que no venía por Seth! ¡Venía por mi! Lo nuestro era más fuerte que su romance gay con el esposo de su mejor amiga. — ¡MI AMOOOOR! — Mi grito superó al de Bev -lo siento, bebé- y acaparó toda la atención, solo porque Der la detuvo antes de que pudiera ir a saludar a su papá 1; y el resto me abrieron paso ahora si como en esas pelis románticas donde se abre un camino imaginario entre los dos protagonistas. Todo se ralentizó -obviemos que yo iba bien despacio porque las cosas se hacen bien o no se hacen- mientras abría mis brazos lentamente y envolvía a Ben entre estos.

Básicamente me estrellé contra su ya magullado cuerpo pero a cámara lenta porque hay que respetar el romanticismo. — ¡Volviste por mi! — Sin dejarle ni respirar, ni recomponerse, ni mierdas, le metí la lengua hasta la garganta en un beso re-salvaje no apto para menores que continué a pesar de sus esfuerzos por zafarse de mi -por vergüenza seguramente, ay mi tontorrón- hasta que mis ojos se dieron cuenta de la persona que estaba junto a él. Entonces dejé mis labios pegados al os suyos un momento y luego me separé, pasando la vista de él, al tipo nuevo, y del tipo nuevo, a él. — ¿Esta es tu forma romántica de decirme que quieres una relación abierta? Porque con Seth todo Okay pero este no sé quien es —

El sol que entra por la ventana da la clase de iluminación que me pone de buen humor. He cocinado algunas galletas con lo poco que quedaba en la despensa y toda la casa huele a dulce, algo que hace que Gigi - cuya compañía ha sido algo reconfortante en las últimas semanas- mueva el viejo rabo de lado a lado. Elioh estira la mano para tomar una de las galletas y le doy una palmada en el brazo, a sabiendas de que va a excusarse con que deberían ser el postre, a lo que respondo con un beso sonoro en su mentón — Para la merienda. Con lo calientes que están y el calor, te caerán como una bomba — mi marido me responde con una risa y un nuevo beso, justo antes de que Zenda aparezca con su idea de querer ir al arroyo, algo que aparentemente pensaban hacer los niños. Es así como me despido con una revuelta de flequillo cariñosa, bebo algo de agua y salgo detrás de mi hija menor para disfrutar del día.

— El día que puedas hacer volar esto, en vez de un premio te voy a dar un piolín para que te ates al suelo — respondo con seriedad, a pesar de optar por cierto tono divertido. Puedo sentir como Gigi viene detrás de nosotras en zig zag, pero me distraigo del animal y de la conversación cuando me cruzo con los Robinson, quienes aparentemente vienen de los establos, tomados del brazo. Andan estirando los cuellos y sus expresiones parecen preocupadas, por lo que abro la boca con intenciones de preguntar qué sucede, pero el freno de Zenda me responde. ¿Ben?

Me quedo estática, primero por la sorpresa de la imagen de mi hijastro que me provoca las emociones encontradas de correr a abrazarlo e ir a buscar a su padre, pero entonces noto quien está a su lado. Eowyn arma tanto griterío que me da el tiempo de tomar a Zenda del brazo y bajarla de su autito de madera con rapidez — Quédate atrás — le aconsejo en un susurro, buscando con la mirada a Kendrick, quien está demasiado cerca de la escena. Con cuidado de que mi hija menor no se me adelante, intento avanzar con el rostro en alto y el pecho inflado, sintiendo los hombros tensos — Es Sean Niniadis — le contesto simplemente a Eowyn y, espero, que eso sirva para que los niños se salgan del camino — Tal y como dijo Derian, el marido de Jamie Niniadis y una de las cabezas altas de NeoPanem. ¿O me equivoco, Sean?

Tenía que admitir que, durante estos últimos días pasaba la mitad del tiempo preocupada y la otra mitad del tiempo también. La breve visita que había hecho al distrito cinco había terminado siendo más breve y menos relajante de lo que esperaba tras la gran revelación de Arya, y si bien ya había cumplido el deber cívico y moral de mantener a Arleth al tanto de la situación, lo de Ken se había convertido en una preocupación más para tener constantemente al fondo de mis pensamientos, sumándose a mi intranquilidad por Zenda, Ben y más recientemente Murph.

Claro está, Alice tampoco se encontraba de mejor humor y el ambiente festivo del distrito en lugar de ser contagioso se tornaba algo agobiante. Al menos habíamos encontrado refugio en el almacén, y mientras que los demás la pasaban bien disfrutando del arroyo y el calor que anunciaba más que nunca la llegada del verano; nosotras disfrutábamos de estar tiradas en el piso, frescas gracias a los encantamientos que tenía el lugar para preservar algunos alimentos, y saboreando un par de cervezas mientras charlábamos con calma. Calma que se vio interrumpida de golpe cuando nos empezó a llegar el barrullo de afuera. - Creí que pasarían más tiempo en el arroyo antes de traer el festejo para acá. - Dejo la botella a un lado y con algo de dificultad  hago un par de aspavientos antes de poder levantarme, sacudiéndome el polvo antes de enderezarme para ver qué es lo que anda pasando afuera.

Creo haber escuchado a Bev gritando, pero es la voz de su madre la que me llega algo más nítida y no termino de comprender qué sucede hasta que me encamino a la puerta y la abro de par en par. La visión que me encuentro al salir del almacén es la última que hubiese esperado ese día, y ante el asombro, tengo que sostenerme del marco para no irme de bruces al suelo ante la inesperada reunión que tengo delante de mis ojos. -Alice, ven aquí. - La apremio al volverme hacia el interior de la habitación, solo para salir en seguida y apresurarme hacia el creciente tumulto de gente. ¿Qué diablos le ha pasado a Ben? ¿Y qué mierda hacía Sean Niniadis en el distrito?

Estaba arreglando el inventario aprovechando la excursión de los críos al río, porque no hay nada peor que estar haciendo un conteo mientras todos los críos del catorce encontraban alguna razón para levantar la voz, o pelearse entre ellos. Pero al final, habían regresado antes de que terminara, y el bullicio habitual del catorce inundó ese pequeño despacho en el consejo que utilizaba para el papeleo. Tenía la intención de terminarlo en lo que daba la hora de comer, pero el ruido de fuera dejó de ser el habitual y eso le hizo levantarse a mirar por la ventana. La voz de Beverly fue la primera en llegarme con claridad seguida de los gritos de Eowyn, como no, pero toda la atención parecía estar centrada en el puente de entrada y eso me mosqueaba; no era buena señal. No desde la última vez que esa escena se había repetido.

Salí con prisas del consejo, con la varita en la mano preparado para lo peor; pero sin duda, no para lo que me había encontrado. Sean Niniadis en el distrito 14. — Benedict — Solo dije su nombre, pero mi tono era de cautela; una cautela que dejaba claro que si antes no lo creía, ahora sí: Benedict había perdido el juicio. No iba a cometer el mismo error de la última vez, donde había conseguido escaparse con la chica que había traído, así que antes incluso de terminar de llegar del todo, levanté mi varita y le lancé a Sean Niniadis un hechizo que lo encadenó.

— ¡Kendrick! ¡Delilah! ¡fuera de ahí! — Mi tono de voz era firme mientras ordenaba a los más pequeños alejarse del problemón que Ben acababa de meternos en el distrito. Con la decepción plasmada en mi cara, puse la vista sobre el que antiguamente era uno de mis chicos. — Eowyn quita de en medio, no te lo repito otra vez. ¡y tú, cállate! no tienes derecho alguno de pedirnos absolutamente nada después de lo que has hecho. —

Borrar a Ben de mi vida un mes no era precisamente fácil, por lo que llevaba un mes raro. Estaba tan profundamente dolido por lo que él había hecho que lo primero que hice al verle marcharse fue regresar a casa para tirar cualquier cosa que él nos hubiera regalado, a mi, a Jared, a Soph; y lo lancé todo a una bolsa de basura que dos horas después de haber tirado, recuperé. Algunos de los ítems de esa bolsa eran cosas que habíamos elegido juntos para Soph, libros que habíamos rescatado de pura suerte y que ella amaba, o juguetes para Jared que ninguno de los dos sabía como mierda poner a funcionar; cosas que significaban mucho aunque estuvieran rotas y no podía tirar a la basura solo porque Ben hubiera sido un idiota.

Las cosas fueron a peor en los días posteriores a su huida, cuando tenía que hacer cosas que se habían vuelto rutina para ambos y que ni siquiera lo noté hasta que él ya no estaba. Planificar los entrenamientos del fin de semana. Verle cocinar con Sophia a medio día. La cerveza que siempre nos bebíamos antes de ir a la cama. Los juegos estúpidos en las guardias nocturnas que a veces hacían trasnochar a Jared y a Ken y que de repente se transformaron en una noche a solas, mirando el puente, esperando que Ben lo cruzara otra vez con cara de perro arrepentido.

Estaba en la planta superior cuando los gritos de Jared llamándome me llegaron por la ventana. Entre que me levanté para observar lo vi llegar al portal de la casa. Mi mirada se centró en la gente cerca del puente que me provocó una sensación familiar, y tras ponerme una camisa y unos zapatos a media prisa, el grito de Eowyn me llegó a medio camino de las escaleras. Mi cara era un poema. — ¿El amor de mi qué? — Miré a Sophia con una cara absolutamente confundida, preguntando con aquel gesto si ella sabía a que rayos había venido eso, pero parecía tan perdida como yo. En eso, Jared por fin entró jadeando el nombre de Ben entre sus palabras. Fue lo único que le entendí.

Una sensación rara en el pecho me sobrevino de golpe. Era una especie de confusión con emoción contenida. El momento en el que Ben había vuelto al distrito con cara de perrito arrepentido por fin estaba pasando y no podía evitar sentir un alivio que quizá, estaba experimentando con demasiada antelación.

Recorrí el camino hacia el puente al principio a prisa y luego casi corriendo, llegando justo a tiempo de ver a Echo apresar a alguien junto a Ben, cuya cara al principio no reconocí, pero cuando el nombre de Sean Niniadis salió de labios de Arleth me cortó la respiración. — S-sean nini... — No pude acabar de pronunciar su apellido, solo pasé mi vista del cuerpo apresado al de Ben, sin saber si quiera como mirarle; porque esto era oficialmente una traición. — ¿Qué has hecho? — ¿Nos vendió? ¿Este idiota nos vendió?

Mi voz fue apagada por la furia de Echo pidiéndole a Eowyn que se quitara de en medio, y como ella no lo hizo, lo hice yo por ella. Levanté mi mano y haciendo uso de la telequinesis la lancé hacia un lado para que, al levantar mi varita y apuntar a Ben directamente a la cara, no hubiera obstáculos entre nosotros. Mi cara no mostraba ni un solo atisbo de duda mientras le enfrentaba. Me negaba a usar magia contra Ben por una promesa que había hecho mucho tiempo atrás, pero eso no se notaba en mi expresión, sino en el ligero temblor de mi mano. Una parte racional de mi estaba peleando para encadenarlo también, porque lo consideraba un traidor; pero la otra, la que llevaba confiando en él desde que le conoció, peleaba con la misma fuerza para defenderlo, aunque fuera indefendible. ¿qué mierda te han prometido, Benedict?... — Escupí su nombre entre dientes. — ... para que nos hagas esto. ¡¿Cuál es el MALDITO PRECIO POR EL QUE NOS HAS VENDIDO?! —

Cuando apareció mi mama no pude evitar sentir un atisbo de celos, de los sanos claro, pero celos al fin. Ella era tan genial, volviendo el centro de atención con un beso tan apasionado, realmente era todo lo que aspiraba en esta vida.

Pero con la misma velocidad que todo parecía el retorno del héroe en una de mis novelas, se transformo en una escena super dramática al estilo "¿Qué haces besando a la lisiada?!" de la novela Maria la del Barrio, re-edición número 100 del volumen 5, era el único que mamá tenía pero me había jurado que cuando fuera más grande y explorara cazaría el resto.

No entendía que podía tener de malo aquel señor que vino con Ben para que Echo lo tuviera que encadenar, se veía guapo, y si algo me había enseñado mamá era que la gente bella no tenía necesidad de ser mala. Pero algo tenía a los adultos muy enojados, que hasta papa n2 amenaza a papa n1 con la varita, aunque eso podía ser celos también, había sacado volando a mamá, claramente no le había gustado el beso.

Como a mí nadie me había gritado que me fuera me fui acercando a Ken y Delilah lentamente.

- ¿Saben quien es el que vino con Ben? - les pregunté - No entiendo porque las personas que trae Ben no pueden quedarse pero si Kyle y Amber, no que tenga nada contra ellos.

Nadie sale lastimado, esa había sido mi promesa y planeo cumplirla. Puede que Jamie hubiese tenido otras intenciones, pero cuando decidí colarme en toda esta locura y pedirle que me deje hacerme cargo de la situación, solo me mantuve en el juramento de que recuperaría a nuestro hijo. Es, al fin y al cabo, lo que más me importa. Puede que hayamos pasado años buscando el distrito catorce, pero hay ciertas cosas, las más profundas como la familia, que ocupan el puesto número uno en mis prioridades personales. Y si para encontrar a Seth tengo que dejar de lado la lista de delitos que estas personas han cometido, que así sea — No se me da bien romper tratos, así que no te preocupes — me limito a contestar, demasiado absorto por el paisaje que se transforma frente a nosotros y enseña el bendito oasis del que tanto he oído hablar. No sé qué debería sentir al respecto, pero ahora mismo me encuentro invadido por un entusiasmo algo asfixiante, cargado de la emoción por estar tan cerca de alguien a quien he extrañado durante quince años. Hay tanto que tengo que decirle…

La aparición de un pequeño grupo de niños me regresa a la realidad y me detengo junto a Ben.  No puedo evitar preguntarme sus edades, a sabiendas de que mi esposa estaría con la boca haciéndose agua, pero me fijo más en que uno de ellos manda a llamar a “papá” y el más pequeño sale disparado — ¿Papá? — le pregunto a Ben, quien me mira como si se hubiese olvidado de un gran detalle. Nuevo retorcijón, nuevo bombardeo de dudas. No llego a dar un paso más que el lugar empieza a llenarse de gente y las reacciones son esperables, así que no hago más que alzar las manos con lentitud, en son de paz. Más niños, adultos con caras de desconfianza, grititos que me parecen una exageración y una mujer rubia que llega como una tromba para lanzarse sobre Benedict, estampándole los labios de tal forma que doy dos pasos hacia atrás. Cada vez que intento abrir la boca, parece que alguien más habla, así que ni llego a responderle a la joven que una mujer mucho más madura contesta por ella — No, ninguno de ustedes se equivoca. Pero no hay necesidad de perder la calma o ser incivilizados… — no sé para qué me apresuro a hablar. Mis manos se bajan por la presión de las cadenas que me apresan el torso y el rostro de Echo Duane aparece en acción, haciéndome resoplar — ¿Esto es realmente necesario, Duane? — la presión no me impide el removerme como si de ese modo pudiese hacer algo, a sabiendas de que no puedo alcanzar la varita en mi bolsillo trasero — Serán solo unos minutos. Luego no tendrán ni porque volver a verme…

Pero ahí se me va apagando la voz, porque mi atención se la lleva el hombre que acaba de llegar, porque reconozco ese modo de andar aunque haya pasado una eternidad y los ojos enormes que solían mirarme por encima de la hamburguesa gigante de todos los viernes cuando hacíamos competencias de comida en el bar — Seth… — se me ahoga el tono y maldigo el tener las cadenas, porque no me permiten ir hacia él sin perder el equilibrio y mis brazos son incapaces de abrazarlo. Ha pasado tanto, he vivido tanto. Pero la urgencia se me dispara al ver su varita, haciendo que mi rostro pase de uno al otro — Él no los ha vendido. Puedes apostar a que no — ha habido un negocio, de eso no hay duda. Una mentira que no le hará daño a nadie — Seth, solo cálmate, por favor. Necesito que me oigas tan solo cinco minutos. De estos quince años, solo te pido quince minutos — es un ruego, una imploración desesperada — Nada de esto tiene que ser una tragedia. Por favor…

Porque lo he buscado sin cansancio y no voy a perderlo ahora.

Por algo Delilah siempre me ha caído bien. Puedo ver la duda en el rostro de Kendrick, pero el escenario pronto empieza a llenarse de recién llegados — Perfecto… — mascullo con sarcasmo más para mí mismo. El gritito de Zenda me pone en alerta, pero en primera instancia solo me fijo en Amber — No es grave, lo prometo — sé que no van a creerme tan fácil, pero alguna vez deberán escuchar mi lado de la historia. Quiero contestarle a Derian, decirle que él sabe que yo no haría nada que los lastime, pero la llegada de las Redford es un poco más urgente. No porque el grito de Beverly me haya provocado el querer responderle primero, sino porque Eowyn aparece y se me lanza encima de tal manera que el cuerpo entero me grita que me la quite de encima porque duele y, para colmo, me silencia con un beso desaforado que no pedí y que intento apartar sin mucho éxito. Balbuceo su nombre mientras mis manos se posan en diferentes partes de su cuerpo en un intento de encontrar cómo despegarla, hasta que ella misma se aparta y la voz de Arleth le contesta antes de que yo pueda decir algo. Encima de tener el labio partido, ahora lo tengo hinchado — ¡Echo! — reprocho por inercia, sintiendo como mis dedos abandonan a Eowyn cuando la aparta de un tirón mágico y encadena a Sean. Avanzo hacia Duane con rapidez, aunque sea solo unos pasos, tratando de interponerme — ¡Solo escúchame! ¡Si no vas a escucharlo a él, puedes escucharme a mí! — le reprocho, moviéndome acorde a su avance — Por favor, Echo. Tú no entiendes — ¿Lo que he pasado? Ninguno va a hacerlo. Y tampoco van a comprender cómo es que sucedieron las cosas.

La aparición de Seth en un principio me calma, luego me alerta. Los pasos que he avanzado los vuelvo a retroceder al ver la varita, con la cual parece haber agarrado maña en apuntarme. Respiro pausadamente, oyendo como Sean sale en mi defensa en un obvio intento de calmarlo. Luego de las charlas que he tenido con el hombre, creo que Seth es un idiota que debería cerrar la boca por un momento, pero por desgracia lo conozco demasiado bien — ¿Vas a creerle o tu cabezota va a seguir pensando que vine a poner sus cabezas en picas? — le espeto a quien solía llamar mejor amigo. Ahora no comprendo muy bien en qué línea estamos pintando — Baja la puta varita, Seth, o encontraré el modo de metértela en el culo. Este tipo tiene algo muy importante para decirte — y que creo que solucionaría algunas dudas de hace años.

Zenda se mantuvo detrás de Arleth, sin decir siquiera una palabra o mover músculo alguno. Las carcajadas culpa de la broma de su madre, quedaron en el pasado.
En cuestión de minutos todo el distrito estaba reunido frente a Ben y al desconocido, que sólo los más adultos lograban reconocer. Sean Niniadis.
Ella había escuchado acerca de él y de su esposa en el colegio y por relatos, no eran cosas buenas y es por esto que no le sorprendió la reacción de Echo, Seth y los demás.
Lo que si le provocó sentimientos encontrados, fue que ese ser estuviese dentro de la seguridad de su hogar y que Ben fuese el culpable de aquella invitación no deseada.

Sin soltar la varita, rodó los ojos ante los comentarios de Beverly. Siempre tan estúpida. -¿Quizás porque ni Kyle ni Amber nos han condenado a quedarnos encerrados en este distrito? En cambio él y su esposa si.- Le respondió a la rubia y luego se calló para escuchar la discusión entre los recién llegados, el guapísimo de Seth y Echo.

Zenda paseó la mirada entre los presentes, estaba nerviosa y la conversación era muy interesante, sin embargo el rostro y cuerpo de su hermano estaba en estado deplorable.
-Mamá, hay que curar a Ben. Está herido.- Dijo jalando la camisa que aún olía a galletas y vainilla.
No importaba si era un traidor, si los había vendido, seguía siendo parte de la familia y no podían dejarlo así.

Hace días que apenas me levanti, no porque no quiera, sino porque no puedo. Por algún motivo estoy lo que sigue de cansado y no ayuda mucho que desde el día que monté tremendo alboroto en casa de Benedict y Ava las cosas se hayan enfriado entre mi hermana y yo. Claro que ya se tranquilizó la situación y todo y nadie volvió a hablar de ella en el distrito, pero aun así, no es muy lindo cuando intento recordarlo.

Me levanto apenas escucho que Beverly se va de la casa y se despide con un grito. Ni siquiera alcanzo a contestarle porque para cuando llego a la puerta ya se fue y lo único que veo es una melena rubia perderse a lo lejos. No sé qué se traerá ahora entre manos pero seguro que debe ser algo más divertido que hacer su tarea.

Termino de vestirme para salir y planeo desayunar algo cuando escucho un murmullo y veo gente pasar en dirección al puente. Me meto un trozo de pan en la boca antes de salir a toda prisa pensando únicamente en Beverly y Zenda y si estarían cerca de la escena a donde todos parecían dirigirse.

Cuando llego, lo que veo no tiene nombre, ¡¿Pero qué ha hecho ahora este idiota?! No sé por qué Eowyn está muy ocupada metiéndole la lengua hasta quien sabe donde y no se quita de ahí de una buena vez, o es que ni siquiera se tomó la molestia de fijarse quién estaba al lado de un muy demacrado Ben.

Enseguida empiezo a buscar a Zenda y Beverly con la mira y tras asegurarme de que la primera está con mamá camino con paso firma hacia Bev. La discusión y gritos ya ha empezado y no escucho mucho hasta que llego junto a Delilah, Kendrick y Beverly y tomo por el brazo a esta última.  - No deberías estar aquí. - Es lo primero que le digo pero como yo sé que una advertencia o amenaza no va a ser lo suficiente para alejarla, relajo un poco el agarre, sin soltarla, y la pongo ligeramente detrás de mí. - Ponte detrás y no quiero quejas Bev. - Sin dejar de ver a Sean Niniadis volteo apenas la cabeza para ver a Ava con Alice y espero a cualquier cosa que vaya a hacer mi mamá, o Echo, o un demasiado alterado Seth.