OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Hacía poco que era el esclavo de Hans, pero curiosamente, por el momento era el que mejor se había portado en este tiempo, pese a la tensión que se palpaba. Nuestra relación era inexistente pero de todos modos me había elegido para ir con él al Capitolio a por unos trajes a medida diseñados por una tienda que empezaba a tener fama o eso me había dicho. Me dió la dirección y se fue a hacer sus quehaceres, dándome un papel con el permiso de que tenía "libertad". Me daban ganas de ir a cualquier sitio menos a ese pero aunque las ganas eran latentes, con mi aspecto tan de ¿esclavo? sería fácil alcanzarme con cualquier hechizo de mierda de esos.
Anduve por las calles con el dinero pertinente, el papel y las ganas deseosas de dejar la esclavitud que me perseguían. Durante años había hecho lo imposible por dejar atrás eso, pero era algo que me ataba junto a tantos otros humanos y de alguna manera, cuando nos observaba por la calle, sentía empatía por esas personas desconocidas, aunque en el pasado probablemente les hubiera robado y nuestras condiciones eran claramente diferentes pero ahora todo cambiaba.
Echaba de menos a mi hermana. Anhelaba poder correr por las calles sin leyes ni órdenes, sin tener que ir con un papel justificante de mi libertad como si de una propiedad se tratara. "Eres una propiedad" eso debía metermelo en la cabeza, al menos teníamos una especie de casa común todos los esclavos propiedad de Hans pero aún así no era lo mismo, seguro que mi madre me diría "mejor eso que robar", bueno, dudo que dijera eso. No sabía la cantidad de castigos que había recibido en la vida ni tampoco las veces que me habían devuelto al mercado de esclavos como pieza rota pero al menos no estaba muerto.
Caminé en silencio en dirección a la tienda de diseño, no tenía ni pajolera idea de lo que pedía Hans, estaba claro que también lo había apuntado pero incluso él parecía tener levemente más idea, a mi todo eso me sonaba como si me hablasen en un idioma desconocido. Llegué finalmente a la tienda y observé las telas, que parecían de buena calidad, estuve allí revisando y me entró hambre por el viaje, no había comido nada y me moría por algo calentito y una buena manta, los ropajes eran finos para la época del año en la que nos encontrabamos y algunos de mis compañeros habían enfermado pero no lo suficiente para no trabajar.
Me acerqué a tocar una de las telas oscuras que me llamaban la atención, me imaginaba un dibujo a carboncillo con un traje de ese estilo, con ese halo melancólico de los que me gustaba, es que me imaginaba un paisaje lleno de árboles en invierno y con un riachuelo, luego una mujer con un traje y sombrero, fumando mientras el aire se oscurecía por una pronta tormenta. Dejé de tocar la tela porque la imaginación volaba con demasiada facilidad, era el típico idiota que se paraba mirando por la ventana esperando el momento perfecto para echar a correr sin mirar atrás, pero de todos los intentos y con la tremenda fortuna, estaba vivo y en un "nuevo hogar"donde ser un mueble.
Fui a la mesa donde atendían a la clientela y esperé a que me atendiera el chico que parecía mayor, quería que lo hiciera muy lento, aunque realmente me había dado la mañana libre dado que no volveríamos a casa hasta que él no terminara con sus cosas de mago. Rodé los ojos con asco, los detestaba. Habían jodido nuestras vidas y encima les servíamos como simple carnaza. Miré por la ventana entre impaciente, aburrido y cansado, jugando con el papelito donde estaba lo que deseaba, arrugandolo y desarrugandolo con nerviosismo, esperaba no romperlo de tanto juguetear con éste en el bolsillo.
Anduve por las calles con el dinero pertinente, el papel y las ganas deseosas de dejar la esclavitud que me perseguían. Durante años había hecho lo imposible por dejar atrás eso, pero era algo que me ataba junto a tantos otros humanos y de alguna manera, cuando nos observaba por la calle, sentía empatía por esas personas desconocidas, aunque en el pasado probablemente les hubiera robado y nuestras condiciones eran claramente diferentes pero ahora todo cambiaba.
Echaba de menos a mi hermana. Anhelaba poder correr por las calles sin leyes ni órdenes, sin tener que ir con un papel justificante de mi libertad como si de una propiedad se tratara. "Eres una propiedad" eso debía metermelo en la cabeza, al menos teníamos una especie de casa común todos los esclavos propiedad de Hans pero aún así no era lo mismo, seguro que mi madre me diría "mejor eso que robar", bueno, dudo que dijera eso. No sabía la cantidad de castigos que había recibido en la vida ni tampoco las veces que me habían devuelto al mercado de esclavos como pieza rota pero al menos no estaba muerto.
Caminé en silencio en dirección a la tienda de diseño, no tenía ni pajolera idea de lo que pedía Hans, estaba claro que también lo había apuntado pero incluso él parecía tener levemente más idea, a mi todo eso me sonaba como si me hablasen en un idioma desconocido. Llegué finalmente a la tienda y observé las telas, que parecían de buena calidad, estuve allí revisando y me entró hambre por el viaje, no había comido nada y me moría por algo calentito y una buena manta, los ropajes eran finos para la época del año en la que nos encontrabamos y algunos de mis compañeros habían enfermado pero no lo suficiente para no trabajar.
Me acerqué a tocar una de las telas oscuras que me llamaban la atención, me imaginaba un dibujo a carboncillo con un traje de ese estilo, con ese halo melancólico de los que me gustaba, es que me imaginaba un paisaje lleno de árboles en invierno y con un riachuelo, luego una mujer con un traje y sombrero, fumando mientras el aire se oscurecía por una pronta tormenta. Dejé de tocar la tela porque la imaginación volaba con demasiada facilidad, era el típico idiota que se paraba mirando por la ventana esperando el momento perfecto para echar a correr sin mirar atrás, pero de todos los intentos y con la tremenda fortuna, estaba vivo y en un "nuevo hogar"donde ser un mueble.
Fui a la mesa donde atendían a la clientela y esperé a que me atendiera el chico que parecía mayor, quería que lo hiciera muy lento, aunque realmente me había dado la mañana libre dado que no volveríamos a casa hasta que él no terminara con sus cosas de mago. Rodé los ojos con asco, los detestaba. Habían jodido nuestras vidas y encima les servíamos como simple carnaza. Miré por la ventana entre impaciente, aburrido y cansado, jugando con el papelito donde estaba lo que deseaba, arrugandolo y desarrugandolo con nerviosismo, esperaba no romperlo de tanto juguetear con éste en el bolsillo.
Siempre me ha gustado hacer las compras. De todo tipo, no solo aquellas que involucren la ropa. Es divertido pasear por los pasillos del supermercado y conseguir el mejor precio comparando marcas, así como también disfruto de leer todas y cada una de las contratapas antes de elegir el libro más apropiado. Pero hoy... hoy es navidad. Tengo la tarea de conseguir tres trajes para cada uno de los Lackberg pues al parecer tienen una gala a la que asistir. Solo necesitan uno, pero dejaré que elijan el que más les gusta entre mis recomendaciones y luego devolveré los otros dos.
Hay algo en los magos que te hace dar cuenta de que son magos, así como ellos perciben que uno es esclavo. El punto es que las calles siempre están abarrotadas de ellos, dándole cierto aspecto gris al paisaje, y aquí llego yo con música imaginaria en mis oídos y una caminata que bien podría ser confundida con un baile ¿Cómo evitarlo? Estoy por hacer la primer gran compra desde mi regreso y, si bien no es para mí, voy a disfrutarla como nunca.
Entro a la tienda y saludo amablemente a los encargados del lugar. Hay algunas personas antes que yo así que voy a tomar asiento hasta que se liberen. Es una lástima ya que eso solo me resta tiempo de elección, pero haré un buen trabajo de todas formas. Me siento junto a un muchacho, esclavo claramente, algo pálido y flacucho pero sin duda guapo. Al verlo siento que tengo suerte pues al menos los Lackberg me dejan vestirme como a mí me plazca, de hecho mi sweater rojo y jeans nuevos contrastan bastante con su vestimenta.
Me cruzo de piernas y lo observo de lado por unos cuántos segundos. No tiene un rostro charlatán, más bien tengo la sensación de que me golpeará si intento entablar una conversación con él pero llevo mucho tiempo encerrado y sin socializar libremente así que no puedo evitarlo - ¿Amo o ama? - pregunto sin hacer contacto visual - Soy Sami Zakaria, esclavo de los Lackberg - me presento. En realidad no sé si son lo suficientemente conocidos para que todo el Capitolio los conozca, pero el señor Fitzgibbons sí lo era así que me he acostumbrado a esas formas.
Hay algo en los magos que te hace dar cuenta de que son magos, así como ellos perciben que uno es esclavo. El punto es que las calles siempre están abarrotadas de ellos, dándole cierto aspecto gris al paisaje, y aquí llego yo con música imaginaria en mis oídos y una caminata que bien podría ser confundida con un baile ¿Cómo evitarlo? Estoy por hacer la primer gran compra desde mi regreso y, si bien no es para mí, voy a disfrutarla como nunca.
Entro a la tienda y saludo amablemente a los encargados del lugar. Hay algunas personas antes que yo así que voy a tomar asiento hasta que se liberen. Es una lástima ya que eso solo me resta tiempo de elección, pero haré un buen trabajo de todas formas. Me siento junto a un muchacho, esclavo claramente, algo pálido y flacucho pero sin duda guapo. Al verlo siento que tengo suerte pues al menos los Lackberg me dejan vestirme como a mí me plazca, de hecho mi sweater rojo y jeans nuevos contrastan bastante con su vestimenta.
Me cruzo de piernas y lo observo de lado por unos cuántos segundos. No tiene un rostro charlatán, más bien tengo la sensación de que me golpeará si intento entablar una conversación con él pero llevo mucho tiempo encerrado y sin socializar libremente así que no puedo evitarlo - ¿Amo o ama? - pregunto sin hacer contacto visual - Soy Sami Zakaria, esclavo de los Lackberg - me presento. En realidad no sé si son lo suficientemente conocidos para que todo el Capitolio los conozca, pero el señor Fitzgibbons sí lo era así que me he acostumbrado a esas formas.
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Comprar ropa no me apasionaba ni en la época donde teníamos cierta libertad, nuestro hogar tampoco es que fuera un sitio donde la riqueza abundara, sino creo que ni me hubiera planteado ser ladrón ¿fui o la necesidad me hizo ser?, de todos modos era un crío y la adrenalina simplemente corría por mis venas, esa adrenalina que parecía que poco a poco se iba muriendo, desfalleciendo como mi esperanza por salir de esta situación. A veces era tan iluso, que esperaba a que Hans en este caso me dijera: te concedo la libertad, pero estaba claro que eso no sucedería ni en un millón de años y para entonces creo que la humanidad ya sería algo así como...una cultura super ancestral del pasado. Vale. Creo que la imaginación era lo único que me salvaba para no acabar loco y desesperado en aquel lugar, parecía tan normal ver la diferencia de clases que ese fino hilo a la par que era invisible, tenía una resistencia que ni la mejor roca podría destruirlo. Al menos nos quedaba soñar a los mundanos. Y a eso me aferraba siempre, junto con cualquier afición como dibujar o hacía/intentaba hacer creaciones escritas, mundos lejanos mediante la escritura o el dibujo en un ademán de acercar aquellos mundos a éste y abstraerme como una droga gratis. Era algo que tampoco le gustaba a los veteranos de nuestro hogar de esclavitud por llamarlo de alguna manera, si fuera por ellos simplemente dormiríamos y trabajaríamos a merced del mago como automatas, como seres sin personalidad ni vida y la monotonía no era algo que me gustase.
Así que cuando el mago me llamaba para acompañarlo, a mi parecer porque desconfiaba de posibles intentos fortuitos de huida, ese mismo hecho mataba la monotonía e incluso ir a comprarle cosas se volvía un momento casi milagroso de entre tanto aburrimiento y pesadez, no hacía falta saber mucho de sentimientos cuando tus compañeros de esclavitud mostraban en su mirada un enorme vacío tan grande como un agujero negro sin retorno, sin vida. ¿Aspiraban a morir así?¿ Habían aceptado todo aquello sin más, agachando la mirada y asintiendo ante los poderosos magos? al parecer de cara a los veteranos sí, suspiré observando la tienda apagado, desanimado y esperando algún atisbo de acción, era como si el mundo se hubiera ralentizado a pasos agigantados y en esos momentos el pequeño ladrón que vivía en mi interior deseaba salir a hacer maldades pero lo mantenía en una cárcel bajo llave porque aunque era idiota, no deseaba morir tan jóven aunque a nadie le importase.
Escuché como alguien entró en la tienda y vi a ¿un mago? llevaba ropa bastante bien, aunque no tanto como el resto de clientes pero podía ser un mago humilde. Rodé los ojos, aunque fuera guapo tampoco tenía porque hacer suposiciones mentales pero lo cierto es que menudo mago. Se sentó a mi lado y moví la pierna por mera inquietud, como un zorro encarcelado deseando salir a correr al bosque hasta perderse, creo que si tuviera la certeza de que no acabaría muerto por un hechizo, no estaría aquí sino lejos, muy muy lejos. Joder ¿por que demonios eran tan lentos? solo quería cosas que no entendía. La impaciencia aumentaba conforme el tiempo pasaba, quería tener tiempo para malgastarlo yendo de visita a lugares aunque solo fuera a mirar, siempre podrían darme ideas para esos mundos que creaba.
Entonces el mago me habló, lo miré confuso ¿desde cuando nos preguntaban eso?, lo ignoré descaradamente por momentos fingiendo como si pensara aunque más bien estaba mirando las telas sin interés e intentando calmar la impaciencia. Volvió a hablar el supuesto mago rompiendo los esquemas mentales de mi idea hacia ese tal Sami. Ésta vez si presté atención a lo que dijo, no tenía ni idea de quienes eran esos magos, mi interés por ellos era tan alto como mi interés por ser un magnífico esclavo. Nulo. Solo era uno común tirando a malo, porque era todo lo más que tenía ganas de aportarle al hechicero en cuestión.
-Harek von Haider. Esclavo de Powell, ministro de injusticia-respondí simple aunque esperando que los magos no hubiesen escuchado nada de lo que dije con la boca pequeña y alargué la mano para tenderla, sin estar tan a la defensiva como hubiera podido parecer en un principio-veo que en tu familia, hacen buenos niños-joder, que manera más torpe de llamarle guapo.-Zakaria, me refiero-intenté solucionarlo, aunque en esos momentos deseé ser más tímido y no soltar tantas cosas sin pensar, dado que me había traído más malas consecuencias que buenas.
Observé a los magos que seguían a lo suyo sin prestar atención sintiendome aliviado y me apoyé en el respaldo de la silla suspirando, dejando de jugar con el papelito y queriendo saber quienes demonios eran esos amos del otro esclavo porque al parecer no los veían como simple decoración con patas. Seguía con mucha hambre y con el dinero que me había dado solo tenía lo justo para ir a comprar sus demandas, si es que no se ganaban el cariño de sus esclavos, ¿no sabían que podíamos envenenarlos en la comida? que no era el caso, pero ni se me ocurriría tratar mal al servicio cuando ellos le dan la comida, era de lógica. Definitivamente, necesitaba cambiar el pensamiento o aflojarlo o no llegaría a los treinta.
Así que cuando el mago me llamaba para acompañarlo, a mi parecer porque desconfiaba de posibles intentos fortuitos de huida, ese mismo hecho mataba la monotonía e incluso ir a comprarle cosas se volvía un momento casi milagroso de entre tanto aburrimiento y pesadez, no hacía falta saber mucho de sentimientos cuando tus compañeros de esclavitud mostraban en su mirada un enorme vacío tan grande como un agujero negro sin retorno, sin vida. ¿Aspiraban a morir así?¿ Habían aceptado todo aquello sin más, agachando la mirada y asintiendo ante los poderosos magos? al parecer de cara a los veteranos sí, suspiré observando la tienda apagado, desanimado y esperando algún atisbo de acción, era como si el mundo se hubiera ralentizado a pasos agigantados y en esos momentos el pequeño ladrón que vivía en mi interior deseaba salir a hacer maldades pero lo mantenía en una cárcel bajo llave porque aunque era idiota, no deseaba morir tan jóven aunque a nadie le importase.
Escuché como alguien entró en la tienda y vi a ¿un mago? llevaba ropa bastante bien, aunque no tanto como el resto de clientes pero podía ser un mago humilde. Rodé los ojos, aunque fuera guapo tampoco tenía porque hacer suposiciones mentales pero lo cierto es que menudo mago. Se sentó a mi lado y moví la pierna por mera inquietud, como un zorro encarcelado deseando salir a correr al bosque hasta perderse, creo que si tuviera la certeza de que no acabaría muerto por un hechizo, no estaría aquí sino lejos, muy muy lejos. Joder ¿por que demonios eran tan lentos? solo quería cosas que no entendía. La impaciencia aumentaba conforme el tiempo pasaba, quería tener tiempo para malgastarlo yendo de visita a lugares aunque solo fuera a mirar, siempre podrían darme ideas para esos mundos que creaba.
Entonces el mago me habló, lo miré confuso ¿desde cuando nos preguntaban eso?, lo ignoré descaradamente por momentos fingiendo como si pensara aunque más bien estaba mirando las telas sin interés e intentando calmar la impaciencia. Volvió a hablar el supuesto mago rompiendo los esquemas mentales de mi idea hacia ese tal Sami. Ésta vez si presté atención a lo que dijo, no tenía ni idea de quienes eran esos magos, mi interés por ellos era tan alto como mi interés por ser un magnífico esclavo. Nulo. Solo era uno común tirando a malo, porque era todo lo más que tenía ganas de aportarle al hechicero en cuestión.
-Harek von Haider. Esclavo de Powell, ministro de injusticia-respondí simple aunque esperando que los magos no hubiesen escuchado nada de lo que dije con la boca pequeña y alargué la mano para tenderla, sin estar tan a la defensiva como hubiera podido parecer en un principio-veo que en tu familia, hacen buenos niños-joder, que manera más torpe de llamarle guapo.-Zakaria, me refiero-intenté solucionarlo, aunque en esos momentos deseé ser más tímido y no soltar tantas cosas sin pensar, dado que me había traído más malas consecuencias que buenas.
Observé a los magos que seguían a lo suyo sin prestar atención sintiendome aliviado y me apoyé en el respaldo de la silla suspirando, dejando de jugar con el papelito y queriendo saber quienes demonios eran esos amos del otro esclavo porque al parecer no los veían como simple decoración con patas. Seguía con mucha hambre y con el dinero que me había dado solo tenía lo justo para ir a comprar sus demandas, si es que no se ganaban el cariño de sus esclavos, ¿no sabían que podíamos envenenarlos en la comida? que no era el caso, pero ni se me ocurriría tratar mal al servicio cuando ellos le dan la comida, era de lógica. Definitivamente, necesitaba cambiar el pensamiento o aflojarlo o no llegaría a los treinta.
Un hermoso vestido de seda a juego con zapatos plateados en un rincón, un frac negro en posición de pelea con una varita en mano en el otro... ¿Qué clase de publicidad es esa? Aunque no puedo evitar imaginarme a mí mismo vistiendo lo que ese maniquí, varita incluida. Sería la imagen de una gala en la que todo se salió de control, han atacado y hay que poner a salvo al príncipe... Delirios estúpidos pues no tenemos príncipe y tampoco podría ser el héroe de la noche, no estoy hecho para eso. Pero sí me vería muy bien en ese frac y quizás con algo de esfuerzo y lucha por parte de los estratos más bajos de la sociedad, podré usarlo.
Al sentarme tengo la sensación de que el joven no va a responderme, pero finalmente lo hace y me sorprende que sirva a alguien tan poderoso. He escuchado del ministro de justicia Powell, o injusticia como dice Harek- Podrías meterte en problemas por decir eso, cariño - respondo conteniendo una carcajada para no llamar la atención de los magos presentes. Dudo que nos estén prestando atención en realidad pues les encanta simular que somos decorado, de hecho los maniquíes tienen más vida que nosotros desde su perspectiva.
Al mencionar a los Zakaria una loca idea cruza por mi cabeza ¿Lo dice por algo en especial? ¿Ya conoce a otros Zakaria y por eso hace ese comentario? No puedo evitar entusiasmarme pues tiene sentido que conozca a mis primos si trabaja para alguien tan importante como el ministro Powell. Es increíble tener la esperanza de verlos otra vez luego de tantos años... ¡Están vivos! Bueno, en realidad no sé, solamente estoy haciendo suposiciones en base a un simple comentario, adaptando mis deseos a los hechos.
-¿Cómo estás tan seguro? ¿Conoces a otros Zakaria? - pregunto conteniendo mi entusiasmo, tampoco quiero desvelar mi desesperación por reencontrarme con mis parientes. Desde que me he convertido en esclavo no puede decirse que estuve solo, pero desde ellos que no tengo a alguien en quien confiar incondicionalmente. Algunos de ellos eran un dolor de cabeza pero uno recién sabe lo que tiene hasta que lo pierde y ellos sin duda eran diamante en bruto. Énfasis en la parte de brutos.
Al sentarme tengo la sensación de que el joven no va a responderme, pero finalmente lo hace y me sorprende que sirva a alguien tan poderoso. He escuchado del ministro de justicia Powell, o injusticia como dice Harek- Podrías meterte en problemas por decir eso, cariño - respondo conteniendo una carcajada para no llamar la atención de los magos presentes. Dudo que nos estén prestando atención en realidad pues les encanta simular que somos decorado, de hecho los maniquíes tienen más vida que nosotros desde su perspectiva.
Al mencionar a los Zakaria una loca idea cruza por mi cabeza ¿Lo dice por algo en especial? ¿Ya conoce a otros Zakaria y por eso hace ese comentario? No puedo evitar entusiasmarme pues tiene sentido que conozca a mis primos si trabaja para alguien tan importante como el ministro Powell. Es increíble tener la esperanza de verlos otra vez luego de tantos años... ¡Están vivos! Bueno, en realidad no sé, solamente estoy haciendo suposiciones en base a un simple comentario, adaptando mis deseos a los hechos.
-¿Cómo estás tan seguro? ¿Conoces a otros Zakaria? - pregunto conteniendo mi entusiasmo, tampoco quiero desvelar mi desesperación por reencontrarme con mis parientes. Desde que me he convertido en esclavo no puede decirse que estuve solo, pero desde ellos que no tengo a alguien en quien confiar incondicionalmente. Algunos de ellos eran un dolor de cabeza pero uno recién sabe lo que tiene hasta que lo pierde y ellos sin duda eran diamante en bruto. Énfasis en la parte de brutos.
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El tiempo pasaba extrañamente lento, como una balada de piano en medio de un baile donde no había invitados, donde solo se encontraba el instrumento y su músico, solos bajo el manto de la noche. Era eso. Y esto era como un teatro donde cada uno de nosotros no éramos más que marionetas, ¿lo curioso? que nunca entendí porque nos esclavizaron, al menos no en ese momento y de repente se había convertido en una realidad sin posible fuga a la vuelta de la esquina. Observé el suelo cabizbajo, perdiendo esa esperanza por momentos aunque la intentaba recuperar antes de que fuera demasiado tarde. Joder, necesitaba un cambio y poder traspasar esa fina linea que nos diferenciaba de los magos. Miraba los ropajes de ellos y aunque ni cuando era libre había tocado esas telas, estaba seguro que costarían más que él y yo juntos. Me daban ganas de probarmelas aunque no fuera mucho de esas idioteces, pero es eso de: quieres tener lo que no posees. Pues algo así. Lo que daría por una buena comilona hasta el punto de que me doliera el e estómago y posiblemente lo vomitaría por tener el cuerpo malacostumbrado pero creo que sería la mejor comida de mi vida. Vale. Debería dejar de soñar y volver a la realidad donde estaba en un sitio donde me encontraba como pez fuera del agua, pero a cambio tenía buena compañía.
Sami me habló justo en el momento en que dejé de irme por las nubes mentales, sus palabras provocaron que sonriera levemente, casi como si fuera desafiante pero más bien era una sonrisa divertida pensando en que en esos años había tenido problemillas por ser un bocazas, aunque la fortuna parecía acompañarme. El "cariño" fue lo más inesperado de toda esa frase pero me agradó y más proviniendo del otro prisionero. Nota mental: Dejar de estar tan salido, que ya no era un adolescente hormonado. Aunque me alegró observar que él estuvo a punto de contenerse una carcajada, su sonrisa era delatadora y aquello solo provocó que por momentos no me sintiera tan fuera de lugar en aquella tienda. -Me gusta el riesgo, total ¿hay algo peor que esto? la muerte debe ser un paseo en barca-me encogí de hombros respondiendo de manera confidencial. Si Sami no creía que estaba tarado, poco le faltaría. Pero no en mal sentido, me entendía.
Las siguientes preguntas hicieron que enarcara una ceja, no conocía a ningún Zakaria excepto a él. Definitivamente, esperaba que nadie me contratara de piropeador en el futuro porque no ganaría dinero. -Me refería a que eres guapo y eso, a ver, que entre tanta mierda nunca está mal ver a un buen monumento al que admirar. No te ofendas por lo de monumento, en serio, se me dan de culo los piropos pero bueno...era un halago a fin de cuentas-sonreí avergonzado. El que hablara de sus familiares me hizo recordar a los míos y esa sonrisa se disipó por momentos, sobretodo anhelaba a mi hermana pequeña, de la que esperaba que estuviera bien y le hubiese tocado buena gente como dueños, al menos que no estuviera muerta. Suponía que cuando un esclavo moría nos metían bajo tierra a que nos comieran los gusanos sin nada más, como muebles viejos.
-No conozco a ninguno, solo a tí. Siento si di esa impresión-intenté disculparme por el gaje anterior, había supuesto que se entendería como tocaba. Estaba harto de tener que fingir que era un esclavito señorito frente a Hans para que no me mandara a matar o castigar, aunque lo segundo era mucho más fácil dada la relación tan tensa pero de todos modos era vivir en un continuo teatro de persona civilizada que adora a su amo y señor, cual perro ante la visita de sus amos. Una puta mierda, pero muy puta y muy mierda.
-¿Tienes más tareas que hacer luego de ésto? lo digo porque Hans, digo el señor Powell digamos que me deja la mañana libre hasta que él termine con las cosas ministeriales...eso o espera a que esté fuera toda la mañana sin nada mejor que hacer-rodé los ojos. -de todos modos, por si querías o te dejan cierta libertad, ya me entiendes-me encogí de hombros. Cuando entonces me fijé que la señora del mostrador me miraba para atenderme. Me levanté rápido y me acerqué entregando el papel arrugado.
Ésta me miró luego de observar el papel confusa, vi que apenas se entendía nada de lo que ponía y puse una mueca- A ver...pone...-estiré el papel cuanto pude e intenté entender cada palabra diciendola en voz alta esperando que eso existiera en la tienda, pero ella iba y regresaba, así que al parecer no iba mal encaminado. Entonces terminé de leer y cuando ella me pidió el dinero, le pagué esperando el cambio. Tomé todo lo que había pedido y observé al nuevo acompañante mañanero, dado que era el siguiente. Miré la bolsa con todo y lancé el papel arrugado por el nerviosismo anterior.
Me volví a sentar, dejando todo sobre el suelo dentro de la bolsa y miré al techo apoyado en la pared pensativo.
Sami me habló justo en el momento en que dejé de irme por las nubes mentales, sus palabras provocaron que sonriera levemente, casi como si fuera desafiante pero más bien era una sonrisa divertida pensando en que en esos años había tenido problemillas por ser un bocazas, aunque la fortuna parecía acompañarme. El "cariño" fue lo más inesperado de toda esa frase pero me agradó y más proviniendo del otro prisionero. Nota mental: Dejar de estar tan salido, que ya no era un adolescente hormonado. Aunque me alegró observar que él estuvo a punto de contenerse una carcajada, su sonrisa era delatadora y aquello solo provocó que por momentos no me sintiera tan fuera de lugar en aquella tienda. -Me gusta el riesgo, total ¿hay algo peor que esto? la muerte debe ser un paseo en barca-me encogí de hombros respondiendo de manera confidencial. Si Sami no creía que estaba tarado, poco le faltaría. Pero no en mal sentido, me entendía.
Las siguientes preguntas hicieron que enarcara una ceja, no conocía a ningún Zakaria excepto a él. Definitivamente, esperaba que nadie me contratara de piropeador en el futuro porque no ganaría dinero. -Me refería a que eres guapo y eso, a ver, que entre tanta mierda nunca está mal ver a un buen monumento al que admirar. No te ofendas por lo de monumento, en serio, se me dan de culo los piropos pero bueno...era un halago a fin de cuentas-sonreí avergonzado. El que hablara de sus familiares me hizo recordar a los míos y esa sonrisa se disipó por momentos, sobretodo anhelaba a mi hermana pequeña, de la que esperaba que estuviera bien y le hubiese tocado buena gente como dueños, al menos que no estuviera muerta. Suponía que cuando un esclavo moría nos metían bajo tierra a que nos comieran los gusanos sin nada más, como muebles viejos.
-No conozco a ninguno, solo a tí. Siento si di esa impresión-intenté disculparme por el gaje anterior, había supuesto que se entendería como tocaba. Estaba harto de tener que fingir que era un esclavito señorito frente a Hans para que no me mandara a matar o castigar, aunque lo segundo era mucho más fácil dada la relación tan tensa pero de todos modos era vivir en un continuo teatro de persona civilizada que adora a su amo y señor, cual perro ante la visita de sus amos. Una puta mierda, pero muy puta y muy mierda.
-¿Tienes más tareas que hacer luego de ésto? lo digo porque Hans, digo el señor Powell digamos que me deja la mañana libre hasta que él termine con las cosas ministeriales...eso o espera a que esté fuera toda la mañana sin nada mejor que hacer-rodé los ojos. -de todos modos, por si querías o te dejan cierta libertad, ya me entiendes-me encogí de hombros. Cuando entonces me fijé que la señora del mostrador me miraba para atenderme. Me levanté rápido y me acerqué entregando el papel arrugado.
Ésta me miró luego de observar el papel confusa, vi que apenas se entendía nada de lo que ponía y puse una mueca- A ver...pone...-estiré el papel cuanto pude e intenté entender cada palabra diciendola en voz alta esperando que eso existiera en la tienda, pero ella iba y regresaba, así que al parecer no iba mal encaminado. Entonces terminé de leer y cuando ella me pidió el dinero, le pagué esperando el cambio. Tomé todo lo que había pedido y observé al nuevo acompañante mañanero, dado que era el siguiente. Miré la bolsa con todo y lancé el papel arrugado por el nerviosismo anterior.
Me volví a sentar, dejando todo sobre el suelo dentro de la bolsa y miré al techo apoyado en la pared pensativo.
Trago saliva y no respondo pues me consta que hay cosas mucho peores que estar viviendo bajo el techo de una familia disfuncional con problemas de comunicación que me dejan elegir su ropa. Podría estar enfermo comiendo basura en el mercado o podría haber caído bajo las garras de un abusivo. Se lo dije a la señorita Lackberg en mi primer día, no quiero morir pues estando en el mundo es la única forma de hacer que las cosas mejores. No creo en el cielo ni ninguna de esas tonterías, la vida es ésta y si queremos ser felices debemos hacer lo mejor que podamos.
¿Y qué mejor forma de forjar un mejor camino que coquetear con alguien que cree que soy guapo? Soy consciente de que ya no estoy en mis mejores años y estoy más cerca de los 40 que de los 20, pero no puedo negar que con este suéter me veo fantástico - Nunca nadie me ha llamado monumento - respondo con media sonrisa y me acerco un poco a él - Los piropos son algo complicados... Si usas las palabras incorrectas la otra persona podría tomarlo a mal, por eso siempre recurro a los ojos - comienzo tomando su barbilla para poder ver los suyos - Desde que he sido esclavizado no veo el mar... Pero debo admitir que tus ojos calman mi ansiedad respecto a eso, son incluso más hermosos y celestes que el reflejo del océano - improviso para luego soltarlo con una sonrisa. Vaya, hace mucho que no hago ésto - Te enviaré la cuenta por la lección - bromeo y desvío los ojos pues no quiero que se pase mi turno.
Me decepciono un poco al escuchar que no ha oído de otros Zakaría. Era una posibilidad remota pero nunca hay que perder las esperanzas - Tengo que volver a casa con los trajes, mi trabajo no termina aquí - respondo encogiéndome de hombros. En realidad lo mejor viene después ya que muero por ver a los tres vistiendo lo que sea que vaya a elegir, solo espero que la imaginación no me traicione y pueda meterlos en los modelos sin la necesidad de que estén presentes.
Llega el turno de Harek así que aguardo en mi lugar con las piernas cruzadas. No tarda mucho, yo tengo pensado tardar el triple, así que me levanto no mucho tiempo después. Doy las indicaciones a la persona que me atiende y me indica el camino para que elija las prendas a mi gusto - Oh, pero no puedo hacerlo solo - le digo con tono amable y voy hacia donde está el otro esclavo, le tiendo la mano con una sonrisa y espero que me acompañe - Que tenga mucho trabajo no quiere decir que no podamos pasar el rato ahora, además... Necesito un modelo - pido con la mejor cara de perrito triste que puedo formar.
¿Y qué mejor forma de forjar un mejor camino que coquetear con alguien que cree que soy guapo? Soy consciente de que ya no estoy en mis mejores años y estoy más cerca de los 40 que de los 20, pero no puedo negar que con este suéter me veo fantástico - Nunca nadie me ha llamado monumento - respondo con media sonrisa y me acerco un poco a él - Los piropos son algo complicados... Si usas las palabras incorrectas la otra persona podría tomarlo a mal, por eso siempre recurro a los ojos - comienzo tomando su barbilla para poder ver los suyos - Desde que he sido esclavizado no veo el mar... Pero debo admitir que tus ojos calman mi ansiedad respecto a eso, son incluso más hermosos y celestes que el reflejo del océano - improviso para luego soltarlo con una sonrisa. Vaya, hace mucho que no hago ésto - Te enviaré la cuenta por la lección - bromeo y desvío los ojos pues no quiero que se pase mi turno.
Me decepciono un poco al escuchar que no ha oído de otros Zakaría. Era una posibilidad remota pero nunca hay que perder las esperanzas - Tengo que volver a casa con los trajes, mi trabajo no termina aquí - respondo encogiéndome de hombros. En realidad lo mejor viene después ya que muero por ver a los tres vistiendo lo que sea que vaya a elegir, solo espero que la imaginación no me traicione y pueda meterlos en los modelos sin la necesidad de que estén presentes.
Llega el turno de Harek así que aguardo en mi lugar con las piernas cruzadas. No tarda mucho, yo tengo pensado tardar el triple, así que me levanto no mucho tiempo después. Doy las indicaciones a la persona que me atiende y me indica el camino para que elija las prendas a mi gusto - Oh, pero no puedo hacerlo solo - le digo con tono amable y voy hacia donde está el otro esclavo, le tiendo la mano con una sonrisa y espero que me acompañe - Que tenga mucho trabajo no quiere decir que no podamos pasar el rato ahora, además... Necesito un modelo - pido con la mejor cara de perrito triste que puedo formar.
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