The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Flashback, principios de primavera

Mojo mi rostro con un poco de agua y observo las gotas que quedan colgando de mi piel, mi respiración toma unos minutos en normalizarse. El espejo está sucio, como cabe esperar en el baño de un bar. Me cuesta encontrar mis ojos en el cristal, hasta que lo consigo. Tengo que repetirme un par de cosas para convencerme de que sigo siendo yo, para que aquello que pueda decir otra persona no me defina, no me diga quién soy. Sostengo con fuerza la cerámica del lavado, recordando al borracho que minutos antes me increpó cerca de la barra. Me conoce, claro, conoció a mi padre antes que a mí. Su taller no está lejos de aquel que sigo manteniendo por herencia, ha visto ir y venir a los mecánicos. Nunca fue un negocio exclusivo de mi padre, tampoco de mi madre cuando ella se tuvo que hacer cargo. Siempre hubo otras personas… y algunas ya no están.

El imbécil creía saber algo, lo convirtió en un rumor para molestarme, delante de una cara conocida del ministerio como para colocarme en una difícil encrucijada. No sé si maldecir o agradecer que esa persona sea Audrey, al menos ella me dará la oportunidad de explicarme. Si no salgo del baño en el siguiente minuto, voy a preocuparla o –peor- reafirmar la sospecha. En tres pasos estoy abriendo la puerta y espero encontrarla fuera. Tengo la boca seca, las palabras no vienen a mí. Los ruidos del bar hacen de este el peor escenario posible para tener una conversación. —Ya no tengo ganas de estar aquí. ¿Podemos irnos?— me escucho decir. Soy tan patética como una chica de dieciocho años, y ni siquiera en ese entonces creo haber sido tan cobarde. Fuimos todo lo contrario. Audrey conoce muchas de mis malas caras, de mis días malos de adolescencia. Tal vez los peores. Sin embargo, como la mayoría de las personas, no me conoce.

Trazo una ruta entre la gente hasta llegar a la salida y aguardo a Audrey en la vereda que se ha puesto oscura a estas horas. Me agrada verla entre semana si es posible, así tengo con quien relajarme al final del día, como suele ser con los amigos y es que lo seguimos siendo, aunque mucha agua haya corrido bajo nuestro puente. No me agrada que sea ella quien haya escuchado de boca de un mecánico que los antiguos colegas de mi taller desaparecieron un buen día por meterse en problemas serios (y todos sabemos que las razones a enfurecer al ministerio se reducen a las causas rebeldes), y que yo como la princesa que nunca fui, me vi salvada por un benefactor. Y como es típica suposición entre hombres y también mujeres, si una chica recibe un favor seguro debe ser pagado con sexo. Aquí es cuando me río y digo que mi inteligencia fue más valiosa que mi atractivo, que espero que me reconozcan eso. No lo digo, por supuesto. No dije nada en ese momento. Descargué todo mi odio a ese hombre con una mirada y huí al baño. Espero a que Audrey esté caminando a mi lado, a estar unos metros de distancia para bar, para explicarle. —No es cierto lo que dijo ese hombre— comienzo. —No todo—. Y es en este punto que cedo un poco, porque no puedo tapar toda la verdad con un dedo.
Anonymous
Audrey S. Niniadis
Fugitivo
Espero en un bar cerca del baño de mujeres. Dentro se encuentra Lara, una chica que conozco desde hace ya varios años, incluso antes de que Maggs llegara a mi vida. Sé que necesita tiempo y por eso decido no entrar, dejarla sola. El porque, es sencillo. Hacía tan sólo unos minutos un borracho se me había acercado al reconocerme como miembro de Seguridad Nacional y, a pesar de no ser quien se encarga de los arrestos, decidió contarme un secreto sobre ella que podría hacer que la encerraran. Lo que aquel hombre no sabía, era que yo era la persona incorrecta para contarle algo así. Él afirmó que Lara había ayudado anteriormente a unos rebeldes y que se libró de ello gracias al favor de una persona influyente. Poco me importó aquella explicación, simplemente le respondí lo que el hombre quería escuchar y se retiró satisfecho.

Apoyada en la pared, pienso en posibilidades, en cómo podré decirle a mi amiga que no la arrestaré y que su secreto está a salvo conmigo. Simplemente estaba de acuerdo con lo que había hecho, después de todo los rebeldes necesitaban ayuda para librarse de los ataque aterradores de los aurores y el armarse era casi una obligación para ello.

La veo salir del baño y me doy cuenta enseguida la mala cara que tiene, así que me reincorporo y asiento con la cabeza ante sus palabras. Conozco a la mujer desde que teníamos 18 años y lo hago lo suficiente para saber cuando necesita tiempo para hablar. La sigo hasta salir del bar, mientras en mi cabeza dan vuelta pequeños pensamientos, esos que me hacen comprender que realmente no entendía tan bien a la persona frente mío como yo creía que lo hacía.

Entonces, después de unos segundos de caminar por la vereda sin decirnos nada, la chica habla. -Si lo fuera, no encuentro problema en ello- respondo admitiendo por primera vez en la vida que estar a favor de los rebeldes no me parece algo desacertado. Nunca creí que haría algo así, pero, al parecer, Lara también pensaba igual. Finalmente admitía que no pensaba tal cual como los demás creían, que realmente tenía un pensamiento más equilibrado del que hacía ver. -No te preocupes, que no haré que te arresten y no diré nada.
Audrey S. Niniadis
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Girls support girls · Audrey  ETb0oMS
https://www.themightyfall.net/t8271-niniadis-audrey-sabine#99403
Invitado
Invitado
La mirada que le dirijo a Audrey es escrutadora, jamás en los últimos años o alguna vez la miré con tal abierta desconfianza. Es una de las personas de las que aprendí a sostenerme de su hombro cuando todo a mi alrededor eran luces y rostros confusos en sitios oscuros, surge un vínculo especial con quien te sostiene en pie cuando pierdes el control de todos tus sentidos. Esa confianza no tenía nada que ver con confesarle lo que se esconde en mi mente. Y si ha llegado el momento de ser honesta, no es por decisión mía, porque crea que entre todas las personas, Audrey es quien me comprenderá. Me veo expuesta, obligada a esbozar mentiras convincentes o a abrir el juego mostrando mis cartas para que mi amiga me explique su clemencia inesperada.

Desde su puesto de trabajo hasta su apellido, Audrey tendría que estar obligada a reportar el rumor que acaba de rozar sus oídos. Si bien no hay pruebas en mi contra porque todos los expedientes han sido archivados bajo llave y control de una única persona, que manipula mi suerte entre sus dedos, ella podría investigar a partir de la sospecha y me sorprende que me diga que no lo hará. —¿Por qué?— inquiero. —¿Por qué somos amigas?— insisto. Y sé que es verdad, lo somos, sigue pareciéndome una razón débil. No he esperado de nadie, nunca, pese a su amistad o a su presunta lealtad, que asuma un riesgo por mí.

Reemprendo el andar para dejar atrás el bar, hay gente merodeando en la acera y no quiero que escuchen nuestra conversación. Avanzamos a lo largo de una pared de ladrillos grises que la iluminación de la calle deja en media penumbra, las figuras oscuras de nuestras sombras se van deslizando por el muro y ralentizo mis pasos para poder continuar en un susurro entre las dos. —Era demasiado joven, muy influenciable. Acababa de terminar la especialización en el Royal y comencé en el taller donde mi padre trabajaba con otros mecánicos. Hice lo que creí que debía hacer— la miro de soslayo para estudiar su reacción. Si mi padre hablaba nuestros antepasados esclavos y después la discriminación y la violencia que sufrieron por la historia que cargaban, jamás podría estar a favor de un gobierno que sentaba su base de poder y dominación en la esclavitud. —Sé que me equivoqué, lo tengo presente todos los días y todavía pago por ello— esto último era tan cierto.
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