OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Las salas del departamento de tecnología se me hacen tan familiares como mi taller en el distrito 6, sé dirigir mis pasos por el entramado de pasillos hasta llegar a la oficina donde puedo encontrar a Riley. La costumbre de visitar el edificio por los proyectos colaborativos me permiten moverme por el sitio como una más, pero desentono entre los científicos con mi atuendo rudimentario, llevo unos vaqueros gastados y las botas de trabajo. Cuando una de las secretarias hace una crítica a mi vestimenta, pido disculpas por haber olvidado mi sombrero en punta de bruja.
Riley no está en su escritorio, eso es lo que me dice, y lo único que me llevo de esta visita es su comentario despectivo. Claro que no. Anuncio mi intención de esperarlo y no hace falta que me diga qué puerta es, la conozco de sobra. Estuve aquí otras veces como para que mi presencia no se sienta invasiva, pese a que supongo que los científicos en general son recelosos de sus investigaciones. Creo tener con mi amigo la confianza como para matar el tiempo echando una ojeada a sus cajones. Estoy curioseando en uno, a punto de descubrir si es que trae sus hongos al trabajo, lo que me intriga mucho y en caso de ser así recibirá un buen sermón de mi parte.
Es en ese momento cuando escucho la puerta abrirse y doy un respingo, asustada. —Annie, eres tú— respiro con alivio. Mi reacción es equivocada, se supone que sí debe preocuparme que la jefa de mi amigo me encuentre chismeando entre archivos confidenciales de sus científicos. Pero si vamos al caso, conozco las teorías más locas que pasan por la mente de Riley, hay pocas cosas que puedan sorprenderme en ese escritorio. Y Annie también me conoce desde hace años, tengo la suerte de trabajar en conjunto con viejos compañeros del Royal a los que admiro profundamente. Una suerte que no valoro lo suficiente, si soy honesta conmigo misma. —Vine a buscar unos diseños que Riley me prometió y me toca esperarlo— explico, después de todo estoy en su jurisdicción. —¿Qué tal todo?— pregunto, cómodamente recostada en la silla de mi amigo.
Riley no está en su escritorio, eso es lo que me dice, y lo único que me llevo de esta visita es su comentario despectivo. Claro que no. Anuncio mi intención de esperarlo y no hace falta que me diga qué puerta es, la conozco de sobra. Estuve aquí otras veces como para que mi presencia no se sienta invasiva, pese a que supongo que los científicos en general son recelosos de sus investigaciones. Creo tener con mi amigo la confianza como para matar el tiempo echando una ojeada a sus cajones. Estoy curioseando en uno, a punto de descubrir si es que trae sus hongos al trabajo, lo que me intriga mucho y en caso de ser así recibirá un buen sermón de mi parte.
Es en ese momento cuando escucho la puerta abrirse y doy un respingo, asustada. —Annie, eres tú— respiro con alivio. Mi reacción es equivocada, se supone que sí debe preocuparme que la jefa de mi amigo me encuentre chismeando entre archivos confidenciales de sus científicos. Pero si vamos al caso, conozco las teorías más locas que pasan por la mente de Riley, hay pocas cosas que puedan sorprenderme en ese escritorio. Y Annie también me conoce desde hace años, tengo la suerte de trabajar en conjunto con viejos compañeros del Royal a los que admiro profundamente. Una suerte que no valoro lo suficiente, si soy honesta conmigo misma. —Vine a buscar unos diseños que Riley me prometió y me toca esperarlo— explico, después de todo estoy en su jurisdicción. —¿Qué tal todo?— pregunto, cómodamente recostada en la silla de mi amigo.
No es poco común que vuelva al laboratorio incluso después de haber terminado mi jornada diaria. Generalmente me sucede cuando estoy muy inspirada y necesito continuar con algún proyecto o cuando, como hoy, no tengo ganas de quedarme en casa o siquiera de ir a un bar para matar el tiempo. Lo que sí no es común es que Gwen, la secretaria del departamento, se me abalance ni bien cruzo la puerta quejándose de una supuesta ‘metida irrespetuosa’ que no respeta las normas y que se ha instalado en la oficina del señor Kavalier sin que él estuviese.
Tras asegurarle que yo me encargaría del asunto, me coloco la bata blanca que siempre uso dentro del laboratorio y me dirijo al sector de Riley sin mucho reparo. No me cuesta imaginar quien puede estar ahí pero Gwen es nueva y todavía no conoce los rostros amigos, así que supongo que debe ser razonable que me notifique a primera instancia; lo que no me parece bien es que teniendo esa duda la haya dejado pasar de todos modos, pero supongo que será cuestión de aclarar estas situaciones y darle tiempo. Trato de abrir la puerta con lentitud para poder tomarla desprevenida, pero para mi mala fortuna la misma chirria de manera irritante y me delata antes de que pueda siquiera emitir una sola palabra. - La misma que viste y calza. - Le sonrío y avanzo unos pasos antes de pararme en seco y agacharme a quitarme el calzado ni bien puedo. - Unos zapatos muy incómodos si me lo preguntas. Perdón, llevaba todo el día queriendo hacer eso. - Me habían regalado esos tacones, y eran hermosos, pero definitivamente quien los había diseñado no tenía idea de cómo el pie debía calzar dentro de la suela y me estaban matando.
- Espéralo tranquila; y lo siento si Gwen te ha ocasionado alguna molestia, todavía no se acostumbra al movimiento del sector y es algo… intensa. - Arrimo la silla que está del otro lado del escritorio y me dejo caer en el asiento con toda la gracia que podía tener al estar descalza, con la bata abierta y una pollera lápiz. - Si dejamos de lado el hecho de que odio el papeleo, pero que me aburro de estar sola en casa, perfecto. ¿Y tú? ¿Riley te tiene con muchos proyectos? - Porque si la respuesta a esa pregunta era no, esto se iba a convertir en una reunión laboral. Tenía un pendiente que no había podido comenzar, pero me moría de ganas de volver al laboratorio y probablemente necesitase de algún mecánico de confianza.
Tras asegurarle que yo me encargaría del asunto, me coloco la bata blanca que siempre uso dentro del laboratorio y me dirijo al sector de Riley sin mucho reparo. No me cuesta imaginar quien puede estar ahí pero Gwen es nueva y todavía no conoce los rostros amigos, así que supongo que debe ser razonable que me notifique a primera instancia; lo que no me parece bien es que teniendo esa duda la haya dejado pasar de todos modos, pero supongo que será cuestión de aclarar estas situaciones y darle tiempo. Trato de abrir la puerta con lentitud para poder tomarla desprevenida, pero para mi mala fortuna la misma chirria de manera irritante y me delata antes de que pueda siquiera emitir una sola palabra. - La misma que viste y calza. - Le sonrío y avanzo unos pasos antes de pararme en seco y agacharme a quitarme el calzado ni bien puedo. - Unos zapatos muy incómodos si me lo preguntas. Perdón, llevaba todo el día queriendo hacer eso. - Me habían regalado esos tacones, y eran hermosos, pero definitivamente quien los había diseñado no tenía idea de cómo el pie debía calzar dentro de la suela y me estaban matando.
- Espéralo tranquila; y lo siento si Gwen te ha ocasionado alguna molestia, todavía no se acostumbra al movimiento del sector y es algo… intensa. - Arrimo la silla que está del otro lado del escritorio y me dejo caer en el asiento con toda la gracia que podía tener al estar descalza, con la bata abierta y una pollera lápiz. - Si dejamos de lado el hecho de que odio el papeleo, pero que me aburro de estar sola en casa, perfecto. ¿Y tú? ¿Riley te tiene con muchos proyectos? - Porque si la respuesta a esa pregunta era no, esto se iba a convertir en una reunión laboral. Tenía un pendiente que no había podido comenzar, pero me moría de ganas de volver al laboratorio y probablemente necesitase de algún mecánico de confianza.
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Echo una ojeada a mis propias botas que están bajo el escritorio, son cómodas, resistentes. Me lamento por ella que tiene que usar los zapatos asesinos cada día para ajustar a la etiqueta del lugar, como se espera de las jefas ministeriales. Lo que me parece injusto, porque nadie revisa que los jefes se cambien las medias de sus zapatos y no creo que lo hagan. Es cierto que todos en las oficinas del ministerio visten formal, tan formales que cada vez que cruzo el atrio me tiento de dar el pésame al primero que se cruce, pero reconozco una exigencia implícita en las mujeres de que serán juzgadas por su aspecto. Los zapatos asesinos del tipo que está usando Annie me los reservo para las pocas salidas en las que espero que el sacrificio valga la pena, y no me refiero a causar una buena impresión profesional precisamente.
—Por mí no te preocupes, si quieres te ayudo a quemarlos en el tacho de basura de Riley— me ofrezco, señalando al contenedor de metal que podrá soportar el fuego si es controlado con la magia de nuestras varitas. Sé que vendo la imagen de chica despreocupada, y en el santuario que es el laboratorio ministerial de los científicos, si alguno de ellos quiere sentarse desnudo a su escritorio para proseguir con sus investigaciones, no seré yo quien lo delate. Merlín sabe los secretos que me guardo sobre mi mejor amigo y sus hábitos en rachas de investigador intensivo. La que sí podría escandalizarse es esa tal Gwen, como me entero que se llama. —Tal vez para ella la intensa sea yo— me río. Pese al primer encuentro, me propongo entablar una buena relación con la secretaria del departamento, puesto que nos veremos seguido. —Todo indica que nos llevaremos bien.
Annie me devuelve la pregunta, pero me quedo mirándola detenidamente. Es que no me lo creo… no soy ejemplo de nada si tengo que decirle a alguien más que no sea tan adicto al trabajo, pero no puedo ver a una chica que tiene mi misma edad con el trabajo como mejor opción en el plan del día. —Si tuvieras sesenta años te aceptaría esa respuesta. Pero estás llegando a los treinta, lo saludable es que al salir del trabajo te recorras media ciudad, no vuelvas a tu casa sola, y mañana estés aquí fresca como brote de primavera a primera hora. Aprovecha que el cuerpo todavía no pasa factura—. Sí, lo sé, mi madre se sentiría muy orgullosa por los consejos tan sabios, responsables y prudentes que doy. —Riley siempre tiene muchos proyectos para llenar mis horas de aburrimiento— contesto al fin con una sonrisa que me llena la cara. —Pero no puedo contártelos aunque seas su jefa, porque hice una promesa de dedo meñique— digo en broma. —¿Preguntas por algo en especial?— supongo que sí, y por eso dejo abierta la posibilidad, no es como si mi amigo acaparara todo mi tiempo. Me emociona trabajar en varias cosas a la vez.
—Por mí no te preocupes, si quieres te ayudo a quemarlos en el tacho de basura de Riley— me ofrezco, señalando al contenedor de metal que podrá soportar el fuego si es controlado con la magia de nuestras varitas. Sé que vendo la imagen de chica despreocupada, y en el santuario que es el laboratorio ministerial de los científicos, si alguno de ellos quiere sentarse desnudo a su escritorio para proseguir con sus investigaciones, no seré yo quien lo delate. Merlín sabe los secretos que me guardo sobre mi mejor amigo y sus hábitos en rachas de investigador intensivo. La que sí podría escandalizarse es esa tal Gwen, como me entero que se llama. —Tal vez para ella la intensa sea yo— me río. Pese al primer encuentro, me propongo entablar una buena relación con la secretaria del departamento, puesto que nos veremos seguido. —Todo indica que nos llevaremos bien.
Annie me devuelve la pregunta, pero me quedo mirándola detenidamente. Es que no me lo creo… no soy ejemplo de nada si tengo que decirle a alguien más que no sea tan adicto al trabajo, pero no puedo ver a una chica que tiene mi misma edad con el trabajo como mejor opción en el plan del día. —Si tuvieras sesenta años te aceptaría esa respuesta. Pero estás llegando a los treinta, lo saludable es que al salir del trabajo te recorras media ciudad, no vuelvas a tu casa sola, y mañana estés aquí fresca como brote de primavera a primera hora. Aprovecha que el cuerpo todavía no pasa factura—. Sí, lo sé, mi madre se sentiría muy orgullosa por los consejos tan sabios, responsables y prudentes que doy. —Riley siempre tiene muchos proyectos para llenar mis horas de aburrimiento— contesto al fin con una sonrisa que me llena la cara. —Pero no puedo contártelos aunque seas su jefa, porque hice una promesa de dedo meñique— digo en broma. —¿Preguntas por algo en especial?— supongo que sí, y por eso dejo abierta la posibilidad, no es como si mi amigo acaparara todo mi tiempo. Me emociona trabajar en varias cosas a la vez.
Lanzo una carcajada al aire cando se ofrece a quemar mis zapatos, y termino aferrándolos contra mi pecho en un gesto que trata de ser protector, pero solo hace que termine clavándome un tacón en la costilla. - Son demasiado bonitos para quemarse… como mucho termino usándolos en algún experimento o algo así… - Ya veía que lo primero que transportaba con el dispositivo que quería desarrollar, eran mis propios zapatos. Nada muy inusual el que use mis cosas como objetos de práctica si es que íbamos al caso, pero no era su obligación el saberlo. - Es eso o llevarlos a una buena zapatería en el Capitolio. - Me encojo de hombros y dejo caer el calzado por el costado del asiento con cuidado de que no se estrellen con el piso ya que todavía debía vestirlos de vuelta a mi casa.
- Juro que nunca entenderé tu capacidad para tratar de llevarte bien con la gente. ¿No te resulta agotador? - Porque una cosa era parecer simpática, amigable e interesada en otra persona; y otra muy diferente era querer conocer a otro y esperar llevarse bien de verdad con ese alguien, estableciendo bases de intereses comunes y una relación en sí. Llámenme falsa, pero prefería la hipocresía del momento antes que el esfuerzo de una década. Al menos Lara me conocía desde hace años y no se sentiría espantada por mis comentarios. Ella era una de las pocas personas con las que podía mostrarme abierta y cínica sin tener nada que perder. - ¿Sabes cuantas sonrisitas de idiota tuve que poner cuando fui directora de la arena? - Hago un gesto con la mano al aire, para indicar que ni siquiera yo tenía idea alguna de ese número. Entre los patrocinadores, los inversionistas y los periodistas… Gracias al cielo dentro de la sala de comandos podía volver a ser yo, sino tendrían que transplantarme una nueva mandíbula para que las comisuras de mis labios volviesen a su lugar.
Mis cejas saltan hasta que casi llegan a tocar la línea de mi cuero cabelludo y trato, con relativo éxito, el aguantar la risa que amenaza con salir ante las palabras de mi ex compañera de colegio. - Aprecio el consejo, de verdad; pero creo que nos debemos un café si no es cuanto mínimo una noche de copas. - Y termino por largar una carcajada, porque en serio, la idea de que crea que estoy más cerca de ser una anciana de setenta es casi ridícula. No sería famosa, y tampoco iba cantando mis conquistas a todas horas, pero mi reputación no era precisamente una hoja en blanco y sé que me han dicho de todo menos linda a mis espaldas. - Créeme, no es común que falte quien caliente mi cama, pero la verdad que hoy no tengo ganas de esforzarme en seducir a alguien y Hans no contesta mis llamadas así que… - Me encojo de hombros, dudando por unos segundos si debía haber mencionado a quien ella conocía como el ministro de Justicia, para luego decidir que me daba igual. La única relación que tenía con él por fuera de las sábanas era una de amistad, así que no había nada malo con reconocerlo como amante ocasional. - De verdad, no creo que me vaya a convertir en una anciana casta por un día que no me acueste con alguien. Además de que ayer al parecer cometí el error de irme con alguien con quien ya me había acostado y claramente hubo planteos… No me hará mal el franco.
Ruedo los ojos cuando bromea aunque me pica un poco la curiosidad. - ¿Muchos? Como sean más de los dos que ha mencionado, tendrá muchas cosas que explicar… - Amenazo para devolverle el chiste… a medias, porque de verdad esperaba que no estuviese trabajando en cosas a escondidas porque eso podría valerle una sanción. - Oh sí, eso.- Me enderezo en la silla y le regalo una sonrisa. - Hace unas semanas me aprobaron un proyecto, será el primero desde que volví al departamento y la verdad estoy muy interesada en desarrollarlo. El problema es que probablemente necesite de un mecánico, y nadie mejor que tú si es que estás disponible… - Y sino lo está, seguro sabría recomendarme a alguien más de su área que no me saque de quicio. - ¿Estás familiarizada con el funcionamiento de los armarios evanescentes?
- Juro que nunca entenderé tu capacidad para tratar de llevarte bien con la gente. ¿No te resulta agotador? - Porque una cosa era parecer simpática, amigable e interesada en otra persona; y otra muy diferente era querer conocer a otro y esperar llevarse bien de verdad con ese alguien, estableciendo bases de intereses comunes y una relación en sí. Llámenme falsa, pero prefería la hipocresía del momento antes que el esfuerzo de una década. Al menos Lara me conocía desde hace años y no se sentiría espantada por mis comentarios. Ella era una de las pocas personas con las que podía mostrarme abierta y cínica sin tener nada que perder. - ¿Sabes cuantas sonrisitas de idiota tuve que poner cuando fui directora de la arena? - Hago un gesto con la mano al aire, para indicar que ni siquiera yo tenía idea alguna de ese número. Entre los patrocinadores, los inversionistas y los periodistas… Gracias al cielo dentro de la sala de comandos podía volver a ser yo, sino tendrían que transplantarme una nueva mandíbula para que las comisuras de mis labios volviesen a su lugar.
Mis cejas saltan hasta que casi llegan a tocar la línea de mi cuero cabelludo y trato, con relativo éxito, el aguantar la risa que amenaza con salir ante las palabras de mi ex compañera de colegio. - Aprecio el consejo, de verdad; pero creo que nos debemos un café si no es cuanto mínimo una noche de copas. - Y termino por largar una carcajada, porque en serio, la idea de que crea que estoy más cerca de ser una anciana de setenta es casi ridícula. No sería famosa, y tampoco iba cantando mis conquistas a todas horas, pero mi reputación no era precisamente una hoja en blanco y sé que me han dicho de todo menos linda a mis espaldas. - Créeme, no es común que falte quien caliente mi cama, pero la verdad que hoy no tengo ganas de esforzarme en seducir a alguien y Hans no contesta mis llamadas así que… - Me encojo de hombros, dudando por unos segundos si debía haber mencionado a quien ella conocía como el ministro de Justicia, para luego decidir que me daba igual. La única relación que tenía con él por fuera de las sábanas era una de amistad, así que no había nada malo con reconocerlo como amante ocasional. - De verdad, no creo que me vaya a convertir en una anciana casta por un día que no me acueste con alguien. Además de que ayer al parecer cometí el error de irme con alguien con quien ya me había acostado y claramente hubo planteos… No me hará mal el franco.
Ruedo los ojos cuando bromea aunque me pica un poco la curiosidad. - ¿Muchos? Como sean más de los dos que ha mencionado, tendrá muchas cosas que explicar… - Amenazo para devolverle el chiste… a medias, porque de verdad esperaba que no estuviese trabajando en cosas a escondidas porque eso podría valerle una sanción. - Oh sí, eso.- Me enderezo en la silla y le regalo una sonrisa. - Hace unas semanas me aprobaron un proyecto, será el primero desde que volví al departamento y la verdad estoy muy interesada en desarrollarlo. El problema es que probablemente necesite de un mecánico, y nadie mejor que tú si es que estás disponible… - Y sino lo está, seguro sabría recomendarme a alguien más de su área que no me saque de quicio. - ¿Estás familiarizada con el funcionamiento de los armarios evanescentes?
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Pongo mis manos en alto, cediendo a su idea de conservar los zapatos asesinos. Si ella quiere seguir viviendo con el enemigo, es su elección. Me río disimuladamente por su actitud protectora, es la misma que yo pondría si alguien trata de revisar mi cuaderno con anotaciones y esquemas. Pierdo un poco de esa expresión divertida cuando comenta sobre mi capacidad de llevarme bien con la gente. Lo pienso un poco, porque nunca me había planteado esto. —Gwen está haciendo su trabajo y respeto a las personas que se toman en serio sus responsabilidades— digo, mencionando a la secretaria que fue el disparador de este tema. —Y por lo demás… no soy una persona con la que quieres encontrarte cuando estoy de malas, Annie— reconozco con franca honestidad. —Se bien esto, me conozco. No me agrado ni a mí misma. Pero si puedo ser tormenta, también trato de ser calma mientras dure.
No me siento cómoda confesándome de esa manera, ella puede no entender lo que trato de decirle, no obstante le estoy diciendo algo que en algún momento su memoria recordará, cuando sucedan hechos que todavía no somos capaces de imaginar. Porque no olvido de qué lado de la vereda está parada Annie, lo trae a colación cuando evoca su tiempo como directora de la Arena, no puede ser seguro sincerarme con una persona que es una fiel pro-magos. Tendría que tener más cuidado con mis amistades, no tengo mucho para elegir por fuera de los pro-magos porque son con quienes crecí y estudié en el Royal, y cuando los conozco más allá de la ideología que sostienen, son personas agradables, ambiciosas y con metas, trabajadores incansables, les tomo aprecio, los admiro, confío en ellos. Es confuso, me gustaría ser capaz de decidir con qué personas me encariño y con quienes no como si tuviera un interruptor para esto.
Estoy cómodamente sentada y procuro con toda mi determinación mental a que mi expresión no cambie en lo más mínimo cuando Annie menciona un nombre que me resulta familiar. El ministerio puede ser un pañuelo, y trato de controlar mi imaginación, la que desboca pensando en las orgías que estos jefes de departamentos y ministros deben montarse en sus fiestas privadas de lujo. «Detente ahí mismo», me reprendo, después de todo estoy tratando con Annie y si ella no lo cuenta, no quiero suponer cosas sobre su personalidad. La escucho hasta el final antes de decir: —En el taller solemos decir que un partido de quidditch dura el tiempo que los jugadores están en la cancha, lo que suceda fuera y los comentarios que vienen después ya no es quidditch, ya no es juego, ya no es divertido— hago una mueca. —Si ya atrapaste la snitch y te dio los 150 puntos, que se joda y vuele lejos— me encojo de hombros. No creo que Annie deba dar trascendencia al planteo de ese alguien, si a ella no le interesa... ¿o sí? Dejaré que sea ella quien lo admita si quiere hacerlo. — Y está bien, te concedo tu franco. Ponte tu camisón con volantes y peina al gato— bromeo con ella.
Maldición, no quiero causarle problemas a Riley. No cuido lo que digo, y no hay problema con esto si soy yo quien se mete en aprietos, lo malo es cuando se los ocasiono a alguien más. —Solo son conversaciones vagas para llegar a ideas geniales que no siempre se concretan— respondo con vaguedad para zanjar el tema de mi amigo. Doy toda la atención a la explicación de su caso para poder avanzar hacia un nuevo tema de conversación. Me inclino un poco hacia adelante, como me pasa cuando estoy expectante a algo novedoso. No me apena admitir que los comienzos de cualquier idea me generan entusiasmo y una recarga de adrenalina. Sonrío a medias cuando habla de armarios evanescentes. — No es tan seguro como tomar la red flu, Annie.
No me siento cómoda confesándome de esa manera, ella puede no entender lo que trato de decirle, no obstante le estoy diciendo algo que en algún momento su memoria recordará, cuando sucedan hechos que todavía no somos capaces de imaginar. Porque no olvido de qué lado de la vereda está parada Annie, lo trae a colación cuando evoca su tiempo como directora de la Arena, no puede ser seguro sincerarme con una persona que es una fiel pro-magos. Tendría que tener más cuidado con mis amistades, no tengo mucho para elegir por fuera de los pro-magos porque son con quienes crecí y estudié en el Royal, y cuando los conozco más allá de la ideología que sostienen, son personas agradables, ambiciosas y con metas, trabajadores incansables, les tomo aprecio, los admiro, confío en ellos. Es confuso, me gustaría ser capaz de decidir con qué personas me encariño y con quienes no como si tuviera un interruptor para esto.
Estoy cómodamente sentada y procuro con toda mi determinación mental a que mi expresión no cambie en lo más mínimo cuando Annie menciona un nombre que me resulta familiar. El ministerio puede ser un pañuelo, y trato de controlar mi imaginación, la que desboca pensando en las orgías que estos jefes de departamentos y ministros deben montarse en sus fiestas privadas de lujo. «Detente ahí mismo», me reprendo, después de todo estoy tratando con Annie y si ella no lo cuenta, no quiero suponer cosas sobre su personalidad. La escucho hasta el final antes de decir: —En el taller solemos decir que un partido de quidditch dura el tiempo que los jugadores están en la cancha, lo que suceda fuera y los comentarios que vienen después ya no es quidditch, ya no es juego, ya no es divertido— hago una mueca. —Si ya atrapaste la snitch y te dio los 150 puntos, que se joda y vuele lejos— me encojo de hombros. No creo que Annie deba dar trascendencia al planteo de ese alguien, si a ella no le interesa... ¿o sí? Dejaré que sea ella quien lo admita si quiere hacerlo. — Y está bien, te concedo tu franco. Ponte tu camisón con volantes y peina al gato— bromeo con ella.
Maldición, no quiero causarle problemas a Riley. No cuido lo que digo, y no hay problema con esto si soy yo quien se mete en aprietos, lo malo es cuando se los ocasiono a alguien más. —Solo son conversaciones vagas para llegar a ideas geniales que no siempre se concretan— respondo con vaguedad para zanjar el tema de mi amigo. Doy toda la atención a la explicación de su caso para poder avanzar hacia un nuevo tema de conversación. Me inclino un poco hacia adelante, como me pasa cuando estoy expectante a algo novedoso. No me apena admitir que los comienzos de cualquier idea me generan entusiasmo y una recarga de adrenalina. Sonrío a medias cuando habla de armarios evanescentes. — No es tan seguro como tomar la red flu, Annie.
No hago comentario alguno con respecto a Gwen porque, si vamos al caso, no me he tomado el tiempo para conocerla. No sabía hasta qué punto se tomaba en serio su trabajo, pero sí tenía en claro que tendría que prestarle atención de ahora en más, aunque sea para corregir un par de conductas que no veía del todo adecuadas. Lamentablemente no era tan noble como Lara, y mientras que no tenía problema alguno en relacionarme con otras personas, no veía el sentido de tratar de perder más tiempo del necesario con personas que de momento no me eran de utilidad. Mientras fuese cordial y respetuosa, no habría nada que me forzara a tratar de más con la gente. - No me vas a decir que tienes problemas de autoestima, ahora… - No tenía problemas con el carácter de las personas cuando estaba correctamente justificado, pero de ahí a menospreciarse a uno mismo. - No sé si será cuestión de egocentrismo, y si lo es, pues tampoco veo lo malo en ello; pero soy la persona que más me agrada. Si no me gustase a mi misma, no podría tener la mitad de la convicción que tengo en mi día a día. - Y no sabía como podría siquiera imaginar el vivir con un ápice de inseguridad en mis acciones. - No seremos las mejores amigas, y probablemente no nos conozcamos lo suficiente; pero yo no pierdo el tiempo con las personas que no tienen algún tipo de valor en sí mismas, y puedo decir que eres una persona, cuando menos, interesante.
Ella respetaría a las personas que se tomaban en serio sus responsabilidades; yo respetaba a aquellas que tenían ambición y creatividad; aquellas pocas personas que tenían convicción en sus acciones, y que trataban pese a que probablemente errarían más de lo que acertarían. El resto eran gente sin personalidad que se limitaban a hacer lo que creían que era correcto simplemente porque otras personas habían indicado que así fuera.
Me sonrío cuando hace una analogía que entiendo a duras penas al no ser fanática del deporte y apenas tener en claro cuál es la metodología de juego. Podía entender la aerodinámica del diseño de las escobas, la practicidad de los materiales de las pelotas, e incluso la física detrás de las jugadas. Ahora, si hablábamos del juego como juego en sí mismo… cada uno con sus gustos, supongo. - Oh linda, créeme. Esa snitch se fue volando muy pero muy lejos. Simplemente fue la mala fortuna de tener la memoria opacada por los tragos. No llevo cuenta de todas mis conquistas y supongo que llega un punto en el que no todas pueden ser caras nuevas. - Al menos si es que en otro momento había repetido, no se habían molestado en reprocharme el no recordar sus nombres o algo así. Eran pocos los encuentros sexuales realmente memorables que valiesen un espacio de memoria en mi cerebro. - Es raro incluso que tenga ahora un amante casual. - Nada de lo que pudiese quejarme, a decir verdad, pero desde Lilian que no veía a nadie repetidamente. - Nunca te pregunté cómo estabas en ese departamento ¿Ya te ataste a alguien, o tu consejo lo dabas por experiencia propia? - Y suena horrible usar la palabra atar, pero no había forma de que lo viese de otra manera. Todavía no entendía el cinismo que tenían mis hermanos con sus respectivos matrimonios luego de tener a nuestros padres de ejemplo, pero allá ellos.
- No descarten proyectos que sean geniales, por favor. Ni siquiera los peligrosos. - Recomiendo a sabiendas de que, si no lo hiciese, estaría siendo completamente hipócrita. Todavía no había logrado encausar mi proyecto personal acerca de la animagia. Pero eso era por cuestiones legales y no por falta de intentos. - Por mi parte prefiero la aparición, o incluso los trasladores. Pero ese es el punto, el transporte… salvo que no son personas lo que quiero transportar. - No nos faltaban medios para transportarnos de un lugar a otros en cuestión de segundos, pero cuando se trataba de objetos… - Incluso ahora, con todos los avances que hay, seguimos dependiendo del correo para hacer ciertas entregas si es que no tenemos el tiempo de trasladarnos con el objeto en cuestión. Y los armarios evanescentes, aunque rudimentarios, cumplen con eso bastante bien si es que están bien calibrados. El problema es que son incómodos, poco prácticos y para nada transportables. Además de que son solamente bidireccionales, y no funcionan con una red interna de comunicación. ¿Se entiende mi punto? - No era muy difícil, era combinar el direccionamiento de un armario evanescente, con la conectividad de una red flú, pero con la seguridad de un traslador… y podía sonar complicado, y la verdad es que tendría una combinación de hechizos casi imposibles en sí misma. Pero ya había hecho los cálculos que correspondían y el asunto era completamente viable. - Lo siento, ya he empezado a balbucear. Pero bueno, el punto se entiende. Ahora imagina todo, pero en versión pocket y sin tener un armario. - De acuerdo, por ahí no era tan sencillo de pensar.
Ella respetaría a las personas que se tomaban en serio sus responsabilidades; yo respetaba a aquellas que tenían ambición y creatividad; aquellas pocas personas que tenían convicción en sus acciones, y que trataban pese a que probablemente errarían más de lo que acertarían. El resto eran gente sin personalidad que se limitaban a hacer lo que creían que era correcto simplemente porque otras personas habían indicado que así fuera.
Me sonrío cuando hace una analogía que entiendo a duras penas al no ser fanática del deporte y apenas tener en claro cuál es la metodología de juego. Podía entender la aerodinámica del diseño de las escobas, la practicidad de los materiales de las pelotas, e incluso la física detrás de las jugadas. Ahora, si hablábamos del juego como juego en sí mismo… cada uno con sus gustos, supongo. - Oh linda, créeme. Esa snitch se fue volando muy pero muy lejos. Simplemente fue la mala fortuna de tener la memoria opacada por los tragos. No llevo cuenta de todas mis conquistas y supongo que llega un punto en el que no todas pueden ser caras nuevas. - Al menos si es que en otro momento había repetido, no se habían molestado en reprocharme el no recordar sus nombres o algo así. Eran pocos los encuentros sexuales realmente memorables que valiesen un espacio de memoria en mi cerebro. - Es raro incluso que tenga ahora un amante casual. - Nada de lo que pudiese quejarme, a decir verdad, pero desde Lilian que no veía a nadie repetidamente. - Nunca te pregunté cómo estabas en ese departamento ¿Ya te ataste a alguien, o tu consejo lo dabas por experiencia propia? - Y suena horrible usar la palabra atar, pero no había forma de que lo viese de otra manera. Todavía no entendía el cinismo que tenían mis hermanos con sus respectivos matrimonios luego de tener a nuestros padres de ejemplo, pero allá ellos.
- No descarten proyectos que sean geniales, por favor. Ni siquiera los peligrosos. - Recomiendo a sabiendas de que, si no lo hiciese, estaría siendo completamente hipócrita. Todavía no había logrado encausar mi proyecto personal acerca de la animagia. Pero eso era por cuestiones legales y no por falta de intentos. - Por mi parte prefiero la aparición, o incluso los trasladores. Pero ese es el punto, el transporte… salvo que no son personas lo que quiero transportar. - No nos faltaban medios para transportarnos de un lugar a otros en cuestión de segundos, pero cuando se trataba de objetos… - Incluso ahora, con todos los avances que hay, seguimos dependiendo del correo para hacer ciertas entregas si es que no tenemos el tiempo de trasladarnos con el objeto en cuestión. Y los armarios evanescentes, aunque rudimentarios, cumplen con eso bastante bien si es que están bien calibrados. El problema es que son incómodos, poco prácticos y para nada transportables. Además de que son solamente bidireccionales, y no funcionan con una red interna de comunicación. ¿Se entiende mi punto? - No era muy difícil, era combinar el direccionamiento de un armario evanescente, con la conectividad de una red flú, pero con la seguridad de un traslador… y podía sonar complicado, y la verdad es que tendría una combinación de hechizos casi imposibles en sí misma. Pero ya había hecho los cálculos que correspondían y el asunto era completamente viable. - Lo siento, ya he empezado a balbucear. Pero bueno, el punto se entiende. Ahora imagina todo, pero en versión pocket y sin tener un armario. - De acuerdo, por ahí no era tan sencillo de pensar.
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Las palabras nunca fueron mi fuerte, menos para explicarme a mí misma. Supongo que por eso elegí un trabajo donde hablo poco, no tengo que hacer relaciones públicas y lo que importa en mi habilidad con las herramientas y la varita. Reaccioné llevando la contraria al comentario de Annie, porque no quería que me encasillara en esa idea de que puedo llevarme bien con cualquiera, da a suponer que soy alguien distinto a la ermitaña que mata el tiempo en su taller. Tengo casi la misma respuesta inmediata para justificar mi autoestima, hasta que me doy cuenta de lo que estoy a punto de hacer. ¿Qué espero al tratar de aclararme? Es más fácil para mí que sean los demás quienes trabajen en una imagen sobre Lara Scott, puedo reírme de casi cualquier cosa que escuche sobre mi persona, y en realidad tratar de aclararme no es bueno, puedo decir más de lo que me conviene. Y no me olvido de que aunque tengo una vida simple en Neopam con amigos y colegas, estoy sola con mis pensamientos que no puedo compartir con nadie.
Consigo sonreír lentamente y hago girar la silla sobre las ruedillas, sopesando las palabras de la científica. Estar en un laboratorio del ministerio hace que todo lo sobredimensione. Ellos buscan personas con un valor, y mi concepto sobre eso puede que sea diferente, porque al repasar la corta lista mental de quien lo valen para mí, me encuentro con alguien que está en condición de esclavo, por ejemplo. Si hay algo que me agrade de Annie es que pueda mostrarse muy segura de sí misma y que hable abiertamente de su egocentrismo. Todo sería más complicado si estuviera obligada a ser hipócrita con mis colegas por mantener las buenas formas, y es un alivio poder encontrar alguien que tenga frescura en su carácter. Me permite relajarme y poder hacer metáforas sobre quidditch a modo de chiste. Estoy pensando en el hecho de que yo no le doy tanta importancia a que una cara sea nueva o no, siempre y cuando quede claro que es no es más que sexo. Encontrar una persona que pueda entenderlo y mantenerlo un tiempo, no lo rechazaría porque sí. No lo he hecho antes. Como tengo esa dedicación excesiva en las ideas que me apasionan, puedo olvidarme hasta de comer, ni se diga salir para buscar un ligue casual y es entonces cuando tener un nombre al alcance lo simplifica todo. Puede que le ocurra lo mismo a Annie, lástima que su amante no le responda las llamadas, y antes de que pueda hacer una pregunta, ella se adelanta.
—Experiencia— contesto, aunque me lo pienso dos veces. —Y la fuerte determinación de nunca atarme a nadie — uso la misma palabra que ella, porque si yo tengo que elegir también haría alusión a cadenas y prisiones. —Eso se dio antes que la experiencia incluso. Las relaciones de posesión y eso del juramente irrompible, me da un terror frío. Me gusta ser mía—. Siento que debo explicar un poco, aunque me había dicho que ya no lo haría. Pienso en las horas que paso sola sin que eso me moleste, en la atención que dedico a mis amigos sin que eso moleste a alguien, en que dudo encontrar a alguien con quien pueda dar mi opinión honesta sobre el mundo de mierda. Y por la estúpida fantasía de la libertad, que todavía quiero creer que tengo. —En ese sentido, yo no pierdo el tiempo con quienes no lo valen. Hay algunas buenas excepciones, pero todavía me sigue gustando más mi compañía —. Me tardo dos segundos y al final pregunto: —Supongo que para ti, este hombre… Hans lo vale, si lo mantienes cerca—. Arderé en mi infierno personal por esto.
Me vuelco de lleno al proyecto que está delineando para mí, ocupando mi mente en ideas más productivas. Tiene mi atención al decirme que no piensa usarlo como medio de transporte de personas, porque es lo que supuse de inmediato y es que las habilidades mágicas tienen un límite de territorialidad. Si Annie quería un armario para viajar, mi siguiente pregunta era hasta donde. Los magos somos igual de ansiosos a los muggles en el pasado, que todo querían hacerlo más rápido, más económico, más amplio. Nunca se abarcaba lo suficiente. —Es una buena idea, práctica— opino. —Les sería de utilidad en el laboratorio—. Doy unos golpecitos en mi labio, pensando en cómo se usaría para las encomiendas y se me ocurren un par de hechizos selectivos y otros que serían necesarios para especificar la dirección. Aquí hay una cuestión de que el material y el tamaño de los objetos importan, lanzar un hipogrifo a través del círculo de un anillo puede ser difícil. No imposible. En este punto se dispara una de mis alarmas. —Esto será más complicado para el ministerio que controlar las otras redes de transporte— pienso puntualmente en el tráfico, en el contacto con los rebeldes, que de por sí son ingeniosos en usar los otros artefactos ya inventados. Estoy pensando en una red invisible en la que viajaran muchas cosas al mismo tiempo, en amplias direcciones. —Puedo hacer un prototipo y nada de intentar enviar animales — le aclaro de entrada.
Consigo sonreír lentamente y hago girar la silla sobre las ruedillas, sopesando las palabras de la científica. Estar en un laboratorio del ministerio hace que todo lo sobredimensione. Ellos buscan personas con un valor, y mi concepto sobre eso puede que sea diferente, porque al repasar la corta lista mental de quien lo valen para mí, me encuentro con alguien que está en condición de esclavo, por ejemplo. Si hay algo que me agrade de Annie es que pueda mostrarse muy segura de sí misma y que hable abiertamente de su egocentrismo. Todo sería más complicado si estuviera obligada a ser hipócrita con mis colegas por mantener las buenas formas, y es un alivio poder encontrar alguien que tenga frescura en su carácter. Me permite relajarme y poder hacer metáforas sobre quidditch a modo de chiste. Estoy pensando en el hecho de que yo no le doy tanta importancia a que una cara sea nueva o no, siempre y cuando quede claro que es no es más que sexo. Encontrar una persona que pueda entenderlo y mantenerlo un tiempo, no lo rechazaría porque sí. No lo he hecho antes. Como tengo esa dedicación excesiva en las ideas que me apasionan, puedo olvidarme hasta de comer, ni se diga salir para buscar un ligue casual y es entonces cuando tener un nombre al alcance lo simplifica todo. Puede que le ocurra lo mismo a Annie, lástima que su amante no le responda las llamadas, y antes de que pueda hacer una pregunta, ella se adelanta.
—Experiencia— contesto, aunque me lo pienso dos veces. —Y la fuerte determinación de nunca atarme a nadie — uso la misma palabra que ella, porque si yo tengo que elegir también haría alusión a cadenas y prisiones. —Eso se dio antes que la experiencia incluso. Las relaciones de posesión y eso del juramente irrompible, me da un terror frío. Me gusta ser mía—. Siento que debo explicar un poco, aunque me había dicho que ya no lo haría. Pienso en las horas que paso sola sin que eso me moleste, en la atención que dedico a mis amigos sin que eso moleste a alguien, en que dudo encontrar a alguien con quien pueda dar mi opinión honesta sobre el mundo de mierda. Y por la estúpida fantasía de la libertad, que todavía quiero creer que tengo. —En ese sentido, yo no pierdo el tiempo con quienes no lo valen. Hay algunas buenas excepciones, pero todavía me sigue gustando más mi compañía —. Me tardo dos segundos y al final pregunto: —Supongo que para ti, este hombre… Hans lo vale, si lo mantienes cerca—. Arderé en mi infierno personal por esto.
Me vuelco de lleno al proyecto que está delineando para mí, ocupando mi mente en ideas más productivas. Tiene mi atención al decirme que no piensa usarlo como medio de transporte de personas, porque es lo que supuse de inmediato y es que las habilidades mágicas tienen un límite de territorialidad. Si Annie quería un armario para viajar, mi siguiente pregunta era hasta donde. Los magos somos igual de ansiosos a los muggles en el pasado, que todo querían hacerlo más rápido, más económico, más amplio. Nunca se abarcaba lo suficiente. —Es una buena idea, práctica— opino. —Les sería de utilidad en el laboratorio—. Doy unos golpecitos en mi labio, pensando en cómo se usaría para las encomiendas y se me ocurren un par de hechizos selectivos y otros que serían necesarios para especificar la dirección. Aquí hay una cuestión de que el material y el tamaño de los objetos importan, lanzar un hipogrifo a través del círculo de un anillo puede ser difícil. No imposible. En este punto se dispara una de mis alarmas. —Esto será más complicado para el ministerio que controlar las otras redes de transporte— pienso puntualmente en el tráfico, en el contacto con los rebeldes, que de por sí son ingeniosos en usar los otros artefactos ya inventados. Estoy pensando en una red invisible en la que viajaran muchas cosas al mismo tiempo, en amplias direcciones. —Puedo hacer un prototipo y nada de intentar enviar animales — le aclaro de entrada.
Me recorre un escalofrío cuando menciona el juramento inquebrantable porque era algo que no creía que fuese a hacer en mi vida, tendría que estar muy ebria, u obtener una enorme ventaja de este como para siquiera considerarlo. Tenía que concordar con Lara, me gustaba ser mía y no estar atada a nadie. No creía en el amor, o en la ilusión que la gente solía tener de él, y estaba convencida de que la fidelidad era un engaño en sí mismo, ¿cuál era la gracia de estar toda tu vida con una sola persona? - ¿Tuviste un par de excepciones? - Me gana la curiosidad, pero no puedo preguntar mucho más del asunto porque lo siguiente que dice hace que estallé en una carcajada todavía más fuerte que la anterior. Creo que tiembla la silla gracias a mis espasmos, y me llevo una mano al abdomen porque me ha surgido una pequeña molestia gracias a la risa. - Ay… Perdón… es qué… - Me cuesta calmar la respiración y aprovecho la mano que no tengo en el estómago para limpiar las lágrimas que se me han escapado por el costado del ojo. - Hans es un amigo que ocasionalmente termina en mi cama, o viceversa. Nada más. Los dos tenemos muy en claro eso. No sé por qué pensaste que él… ay dios. La sola idea de tener una relación con él…
Ninguno de los dos sería capaz de estar con el otro en una relación seria, formal y monógama. Nos conocíamos lo suficiente como para saber que no estaba en la sangre de ninguno eso de estar con alguien por mucho tiempo, y no creía que eso fuese a cambiar en algún momento. No creía que yo fuese a cambiar en algún momento. - Lo siento, no quería reírme así. Me tomaste por sorpresa nada más. - y creo que me he calmado lo suficiente, así que vuelvo a acomodarme en la silla y aprovecho las rueditas para acercarme al escritorio otra vez. - Te preguntaba por tus excepciones porque nunca me pasó, eso de conocer a alguien que “valga” la pena lo suficiente como para probar eso de la monogamia.
Al menos el proyecto que estoy tratando de describirle desvía mi atención por completo y no puedo dejar de ver las posibilidades de este. - Pero ahí es donde entra la magia. La cosa es así. - Saco la varita de su funda, y elevándola en el aire comienzo a hacer dibujos con ella. Primero delineo un zapato, y lo envuelvo en un círculo. - Se usa el encantamiento protego sobre el objeto en cuestión, y se le coloca el prototipo de transporte pegado al mismo. - Dibujo un pequeño botón sobre el círculo, y luego hago desaparecer el dibujo. La idea es que funcione como un traslador, accionándose al tacto; pero más similar a la red flu si considero que tiene que haber un botón receptor del objeto, y que se tiene que indicar a cuál de esos botones debe ir. - Dibujo un cubo más grande, que simula ser una habitación con un círculo igual al que dibujé sobre el zapato, para luego hacer aparecer el bosquejo anterior allí adentro. - En esencia es simple, pero sería un proyecto controlado y de escasa distribución.
Se podría ampliar el rango del prototipo, obviar los botones de recepción y unas cuantas cosas más que lo harían más complejo en su fabricación, pero más libre en su uso. Pero la idea es poder regular el envío y llegada de los objetos. Lo ideal es que lo tuviesen solamente los aurores o equipos de medimagos especializados en los casos en los que tuviesen que envíar alguna cosa con urgencia. Y, con los hechizos correspondientes, incluso podían estar regulados para que solo las personas autorizadas pudieran hacer uso de ellos. - La complicación existe en hacer un objeto o “botón” lo suficientemente pequeño para que sea de fácil acceso, pero lo suficientemente resistente para que resistan la cantidad de hechizos que deben soportar. - Y es ahí dónde la necesitaba a ella. - ¿Lo ves viable?
Ninguno de los dos sería capaz de estar con el otro en una relación seria, formal y monógama. Nos conocíamos lo suficiente como para saber que no estaba en la sangre de ninguno eso de estar con alguien por mucho tiempo, y no creía que eso fuese a cambiar en algún momento. No creía que yo fuese a cambiar en algún momento. - Lo siento, no quería reírme así. Me tomaste por sorpresa nada más. - y creo que me he calmado lo suficiente, así que vuelvo a acomodarme en la silla y aprovecho las rueditas para acercarme al escritorio otra vez. - Te preguntaba por tus excepciones porque nunca me pasó, eso de conocer a alguien que “valga” la pena lo suficiente como para probar eso de la monogamia.
Al menos el proyecto que estoy tratando de describirle desvía mi atención por completo y no puedo dejar de ver las posibilidades de este. - Pero ahí es donde entra la magia. La cosa es así. - Saco la varita de su funda, y elevándola en el aire comienzo a hacer dibujos con ella. Primero delineo un zapato, y lo envuelvo en un círculo. - Se usa el encantamiento protego sobre el objeto en cuestión, y se le coloca el prototipo de transporte pegado al mismo. - Dibujo un pequeño botón sobre el círculo, y luego hago desaparecer el dibujo. La idea es que funcione como un traslador, accionándose al tacto; pero más similar a la red flu si considero que tiene que haber un botón receptor del objeto, y que se tiene que indicar a cuál de esos botones debe ir. - Dibujo un cubo más grande, que simula ser una habitación con un círculo igual al que dibujé sobre el zapato, para luego hacer aparecer el bosquejo anterior allí adentro. - En esencia es simple, pero sería un proyecto controlado y de escasa distribución.
Se podría ampliar el rango del prototipo, obviar los botones de recepción y unas cuantas cosas más que lo harían más complejo en su fabricación, pero más libre en su uso. Pero la idea es poder regular el envío y llegada de los objetos. Lo ideal es que lo tuviesen solamente los aurores o equipos de medimagos especializados en los casos en los que tuviesen que envíar alguna cosa con urgencia. Y, con los hechizos correspondientes, incluso podían estar regulados para que solo las personas autorizadas pudieran hacer uso de ellos. - La complicación existe en hacer un objeto o “botón” lo suficientemente pequeño para que sea de fácil acceso, pero lo suficientemente resistente para que resistan la cantidad de hechizos que deben soportar. - Y es ahí dónde la necesitaba a ella. - ¿Lo ves viable?
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Asiento con el mentón, hubo personas que fueron excepciones porque sus compañías me agradaban para algo más que un encuentro sexual, y coincidían con mi opinión de que no hay posesión, eso me daba la seguridad de que podía seguir siendo mía. Pero eran excepciones porque en verdad apreciaba o sigo apreciando a esas personas, fuimos amigos antes de probar que el sexo también era bueno o se convirtieron en mis amigos cuando la atracción naturalmente se extinguió. Me encariño inevitablemente con algunas pocas personas. Aquellas con las que puedo bajar la guardia, que son una minoría. —No puedo ser fría cuando en realidad soy una persona que se deja llevar por sus emociones. Y como no puedo ser fría, algunas veces me encariñé y no pude acabarlo y otras veces tuve que ser cruel para terminarlo — murmuro. Por necesidad desarrollé una coraza que permite que la gente se acerque, pero pocas toquen mi centro. Porque hay personas que me agradan, que admiro así como sucede con Annie, y la absoluta certeza de son del tipo que están hechos para doblegar la voluntad de cualquiera, me pone en alerta. No es de las que quieres que descubran lo que te hace débil. No, gracias.
Aguardo a que calme sus risas para entender el motivo de su reacción, y creo que puedo sentir mis labios tirando hacia arriba al escucharla, esta situación no puede ser más desopilante. Es tarde para retirar mi pregunta implícita, me guardo cualquier comentario porque me parece lo más prudente. No por ella, sino por mí. Solo no entras a un lugar donde cada paso será un error. No hoy. No con Annie al menos. Puedo poner distancia de esto y lo materializo hundiéndome un poco más en mi silla, me encojo de hombros disculpándome por haber ¿malinterpretado las cosas? La cuestión es que creo que si Annie hubiera dicho cualquier otro nombre, no me habría retirado tan fácil y ahora mismo estaría incordiándola para obtener todos los detalles morbosos. Giro en mi silla siguiendo sus movimientos y frunzo mi ceño. —Nunca pedí monogamia de nadie — pienso. —Fueron excepciones, pero no de ese tipo—. Le doy vueltas a eso que dice Annie, sobre no encontrar la persona con quieras probar eso, que se parece tanto a hacer un juramento irrompible. ¿Por qué la gente lo hace si hay altas probabilidades de que no se pueda cumplir? —Creo en eso de que las personas somos libres de ir y venir, de estar con quien queremos... —. Pienso en mis padres, estoy segura que eran fieles, al punto de que mi madre todavía ama en tiempo presente a mi padre. —Y se quieren quedar, también son libres de hacerlo. Pero la monogamia como tal…— niego con la cabeza. — Es aburrido tan solo plantearlo.
Más interesante es hablar de objetos mágicos, de las mejoras que podrían hacerse en un sistema para que todo sea más eficiente y veloz. Pensar en cómo las partes de una cosa puede encajar, los hechizos más convenientes para usar. Me emocionaba esto cuando escuchaba a mi papá definir las líneas de su idea, así como Annie lo hace en este momento y a veces también observo en Riley. Tengo algo por las personas que se apasionan por lo que hacen, y no me importa que Annie diga sobre sí misma que es una perra, que Riley diga que tiene la sensibilidad de un guijarro. Cuando hablan de sus ideas y se ponen a hacer bosquejos en el aire con sus varitas, se ven fuera de este mundo. Medito sobre el funcionamiento de este objeto como un traslador, diferente a lo que había supuesto en un principio cuando creí que se trataba de un objeto emisor y otro receptor que actuaban como contenedores. Si se trata de un único objeto, pienso en la cuestión de especificar el destino. Sin darme cuenta estoy pellizcando mi labio mientras pienso y levanto la mirada hacia Annie al pedir mí opinión. —Sí, lo creo posible. Voy a preguntar a uno de los chicos del distrito 8 por unas muestras de tejido que podrían servir…—. No sé por qué se me viene la mente el dicho «guante de seda, mano de hierro», creo que es por la disparidad aparente en algo que se espera que sea adaptable y resistente. —En tu idea… ¿la dirección está especificada sobre el objeto que se envía y tu… “zapato” lo que hace es interpretarlo y llevarlo a destino? — consulto. Me estiro hacia el escritorio que usurpé de Riley y busco un pergamino para replicar con mi varita lo que Annie fue plasmando en el aire, que me servirá para mis propias anotaciones.
Aguardo a que calme sus risas para entender el motivo de su reacción, y creo que puedo sentir mis labios tirando hacia arriba al escucharla, esta situación no puede ser más desopilante. Es tarde para retirar mi pregunta implícita, me guardo cualquier comentario porque me parece lo más prudente. No por ella, sino por mí. Solo no entras a un lugar donde cada paso será un error. No hoy. No con Annie al menos. Puedo poner distancia de esto y lo materializo hundiéndome un poco más en mi silla, me encojo de hombros disculpándome por haber ¿malinterpretado las cosas? La cuestión es que creo que si Annie hubiera dicho cualquier otro nombre, no me habría retirado tan fácil y ahora mismo estaría incordiándola para obtener todos los detalles morbosos. Giro en mi silla siguiendo sus movimientos y frunzo mi ceño. —Nunca pedí monogamia de nadie — pienso. —Fueron excepciones, pero no de ese tipo—. Le doy vueltas a eso que dice Annie, sobre no encontrar la persona con quieras probar eso, que se parece tanto a hacer un juramento irrompible. ¿Por qué la gente lo hace si hay altas probabilidades de que no se pueda cumplir? —Creo en eso de que las personas somos libres de ir y venir, de estar con quien queremos... —. Pienso en mis padres, estoy segura que eran fieles, al punto de que mi madre todavía ama en tiempo presente a mi padre. —Y se quieren quedar, también son libres de hacerlo. Pero la monogamia como tal…— niego con la cabeza. — Es aburrido tan solo plantearlo.
Más interesante es hablar de objetos mágicos, de las mejoras que podrían hacerse en un sistema para que todo sea más eficiente y veloz. Pensar en cómo las partes de una cosa puede encajar, los hechizos más convenientes para usar. Me emocionaba esto cuando escuchaba a mi papá definir las líneas de su idea, así como Annie lo hace en este momento y a veces también observo en Riley. Tengo algo por las personas que se apasionan por lo que hacen, y no me importa que Annie diga sobre sí misma que es una perra, que Riley diga que tiene la sensibilidad de un guijarro. Cuando hablan de sus ideas y se ponen a hacer bosquejos en el aire con sus varitas, se ven fuera de este mundo. Medito sobre el funcionamiento de este objeto como un traslador, diferente a lo que había supuesto en un principio cuando creí que se trataba de un objeto emisor y otro receptor que actuaban como contenedores. Si se trata de un único objeto, pienso en la cuestión de especificar el destino. Sin darme cuenta estoy pellizcando mi labio mientras pienso y levanto la mirada hacia Annie al pedir mí opinión. —Sí, lo creo posible. Voy a preguntar a uno de los chicos del distrito 8 por unas muestras de tejido que podrían servir…—. No sé por qué se me viene la mente el dicho «guante de seda, mano de hierro», creo que es por la disparidad aparente en algo que se espera que sea adaptable y resistente. —En tu idea… ¿la dirección está especificada sobre el objeto que se envía y tu… “zapato” lo que hace es interpretarlo y llevarlo a destino? — consulto. Me estiro hacia el escritorio que usurpé de Riley y busco un pergamino para replicar con mi varita lo que Annie fue plasmando en el aire, que me servirá para mis propias anotaciones.
- ¿Entonces tendría que dejar de ser fría si quisiera tener algún tipo de excepción? - No lo veía posible. No sabría si fría era la palabra que me describía mejor, pero no podía imaginar el dejarme llevar por emociones que no conocía. No es que fuese una persona sensible que en el fondo se preocupaba por los demás, en mi caso “lo que ves es lo que es”. No hay segundas intenciones, ni sentimientos escondidos. No había traumas de infancia, ni eventos que me impidiesen el encariñarme a alguien. Simplemente era cínica, y no veía el caso en compartir más tiempo con una persona en un ámbito en el que no me sintiese cómoda. - No sé como hacer la verdad, pero tampoco es que quiera probar. Por lo que dices no son experiencias que hayas disfrutado particularmente. - Tener que pelear con uno mismo, buscando como no incomodar a otra persona, no lastimar sentimientos o emociones y jugando con los tuyos en el momento… Prefería seguir viviendo como lo hacía hasta ahora.
De un momento a otro me encuentro pensando que no habría imaginado jamás el tener esta charla con nadie, pero que es interesante en cierta forma el ver los puntos de vista que tiene el resto de la gente sobre algo tan común como lo es una relación monogámica. - Es bueno saber que nunca te has casado sin invitarme o algo así, no se si podría perdonarte que me prives de una fiesta con invitados potenciales y alcohol. - Trato de aligerar un poco el ambiente que por alguna razón se siente casi que hasta pesado con este tema. - Pero en serio, comparto lo de ser libres de ir y venir… y si estuviésemos en mi oficina brindaría por ello. - Sí, probablemente no fuese del todo ético guardar alcohol en horario laboral, pero había pocas formas de soportar algunas jornadas extensas; y había aún menos formas de desinhibirse o destrabarse cuando uno estaba estancado en un proyecto. - Y lo de aburrido. ¿No te cansabas en esas ocasiones?
No es del todo seguro lo que hago, pero me llevo la varita al mentón en un gesto demasiado familiar como para preocuparme por ello. - No, no. El zapato es el objeto en sí. La idea del encantamiento protego es no afectar en ninguna forma la consistencia o la esencia del objeto en sí. Más que nada porque para el propósito que quiero darle, pueden querer enviar algún tipo de evidencia, o incluso objetos con magia negra. No es seguro afectar el “zapato” en sí. - Lo más importante de todo el proyecto es la seguridad que contiene en sí mismo, y el alterar lo que se quiere enviar, podría tirar abajo una investigación entera. - El dispositivo en sí, es el botón. Dos para ser exactos, uno que actúe como emisor y otro como receptor. Cuantos más botones haya, más amplia la red, es por eso por lo que deben ser fabricados y distribuidos de manera muy específica. - Controlar cada uno de los “botones” y a cada usuario que los tenga no es lo difícil, lo difícil era evitar que personas indeseadas se hicieran con ellos.
De un momento a otro me encuentro pensando que no habría imaginado jamás el tener esta charla con nadie, pero que es interesante en cierta forma el ver los puntos de vista que tiene el resto de la gente sobre algo tan común como lo es una relación monogámica. - Es bueno saber que nunca te has casado sin invitarme o algo así, no se si podría perdonarte que me prives de una fiesta con invitados potenciales y alcohol. - Trato de aligerar un poco el ambiente que por alguna razón se siente casi que hasta pesado con este tema. - Pero en serio, comparto lo de ser libres de ir y venir… y si estuviésemos en mi oficina brindaría por ello. - Sí, probablemente no fuese del todo ético guardar alcohol en horario laboral, pero había pocas formas de soportar algunas jornadas extensas; y había aún menos formas de desinhibirse o destrabarse cuando uno estaba estancado en un proyecto. - Y lo de aburrido. ¿No te cansabas en esas ocasiones?
No es del todo seguro lo que hago, pero me llevo la varita al mentón en un gesto demasiado familiar como para preocuparme por ello. - No, no. El zapato es el objeto en sí. La idea del encantamiento protego es no afectar en ninguna forma la consistencia o la esencia del objeto en sí. Más que nada porque para el propósito que quiero darle, pueden querer enviar algún tipo de evidencia, o incluso objetos con magia negra. No es seguro afectar el “zapato” en sí. - Lo más importante de todo el proyecto es la seguridad que contiene en sí mismo, y el alterar lo que se quiere enviar, podría tirar abajo una investigación entera. - El dispositivo en sí, es el botón. Dos para ser exactos, uno que actúe como emisor y otro como receptor. Cuantos más botones haya, más amplia la red, es por eso por lo que deben ser fabricados y distribuidos de manera muy específica. - Controlar cada uno de los “botones” y a cada usuario que los tenga no es lo difícil, lo difícil era evitar que personas indeseadas se hicieran con ellos.
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Bien, aquí estamos. No creo que ser una maestra en el campo como para responder a este tipo de dudas, si me baso en mi experiencia para aconsejar a la gente, estaría encaminando sus vidas a terrenos que no creo que quieran conocer y me odiarían por ello. No obstante, tengo una sensación de familiaridad con la situación porque por un instante fugaz pienso en Riley, con quien divago un poco sobre lo que es dejar que tus sentimientos te muestren en el camino. —No se trata de dejar de ser fría totalmente, necesitas poner distancia para que la mierda de las relaciones no te afecte. Sí es necesario dejar un poco de lado eso cuando quieres que una persona entre en tu vida… porque le coges aprecio, porque crees que lo vale—. Toca hacerle un espacio, de todas maneras se terminará quedando. Y si no lo vale, que siga de largo. Que toque otras puertas y busque otro hospicio, que la caridad de dar cariño porque es gratis es tan perjudicial a largo plazo como la caridad en sí. —No es que no lo haya disfrutado— y sí, a su favor puedo decir que soné exactamente como si encariñarme con alguien fuera un martirio. —Las relaciones son complicadas y los sentimientos cambian todo el tiempo. Me gusta tanto estar sola, es tan tranquilo en comparación. Pero no me niego a lo que pueda sentir por una persona que quiero, sea bueno o malo, dure o no. Da calor, y a veces es lo que buscamos, sentir ese calor.
Soy una maldita romántica, elevo mis ojos al techo hasta ponerlos blancos. Suena como si lo fuera, por debajo de todas mis capas hay una sensibilidad que escondo y resguardo porque me asusta lo feo que se podría poner para mí combinar mi carácter temperamental con un corazón sensible. ¿Meter también a la monogamia en esa ecuación? Requiero de inteligencia para hacer mi trabajo, toda la estupidez que pueda importunarme será combatida. Y todavía creo muy fervientemente que la voluntad doblega los sentimientos. —Si me hubiera casado, seguro que todo el alcohol de la fiesta estaría en mi sangre. Porque para que aceptara hacer ese juramento…— niego con la cabeza. —No va a pasar, Annie—. Hay ciertas certezas indiscutibles que se dan en la vida y la mía es que jamás haría una promesa que tiene todo para ser rota y lastimar a las partes, matarlos incluso. —Y sí, supongo que me cansaba. La atracción se extingue más temprano que tarde, y si no hay algo, si tampoco estás dispuesta a que haya algo, sobre lo que continuar… terminas abandonando. Y si mantuve mi excepción con alguien, fue porque dejó que me fuera, no se sentó a esperarme, no me hizo reclamos al volver y el sexo fue genial otra vez. Sigue siendo una elección, no una obligación, estar con esa persona. Y mientras sea una elección, se puede sentir libertad—. Soy tan genial en esto, maldición. Transcribiré estas charlas y las que tengo con Riley para mis memorias, apuesto a que será un éxito póstumo cuyas ganancias irán a una pandilla de hippies puesto que no tendré herederos que exijan sus derechos.
Tengo que centrar mis luces en la idea de Annie porque me está costando entender su punto y el zapato del que hablamos es una cosa casi tangible entre nosotras. El zapato es la respuesta, el zapato es Dios. —Esto se pone interesante— acoto, cuando nuestro calzado en cuestión se transforma en un artefacto maldito que circula por redes invisibles de comunicación con destinos que pueden ser impredecibles si no ajustas como se debe esta red. Maldita sea, tendremos a un montón de gente tratando de intervenir esta red. No importa que tan exclusiva la hagamos, si alguien sabe de su existencia, la oportunidad estará para los que pretenden afectar el trabajo del ministerio. Y algo se sobre los secretos, solo funciona entre dos. Si hay una tercera, ya no es secreto, si hay una cuarta, una quinta… —Botones, eso es lo que quieres— resumo. Puedo con eso. Los botones más pequeños y más fuertes que resistirán la presión de los hechizos de cincuenta magos. Se puede lograr. En la naturaleza abundan ejemplos de diminutas partes que lo resisten todo, ¿por qué no podríamos crear algo así? —Botones que también puedan reconocer a su dueño. Si los toma alguien que no lo es, que se bloquee—. Me estoy adelantando en mi silla casi sin darme cuenta, mirándola con precaución para comprobar si piensa lo mismo que yo sobre los riesgos. —Y nada de copias, ni que los desarmen para alterarlos. Marcaré a cada uno con un código que será confidencial entre nosotras, ¿de acuerdo? —. He aquí el problema real: seré quien los construya, ¿no? Y soy en quien no se puede confiar, no porque éste en el bando contrario, más bien porque tampoco estoy en este aunque lo deje parecer.
Soy una maldita romántica, elevo mis ojos al techo hasta ponerlos blancos. Suena como si lo fuera, por debajo de todas mis capas hay una sensibilidad que escondo y resguardo porque me asusta lo feo que se podría poner para mí combinar mi carácter temperamental con un corazón sensible. ¿Meter también a la monogamia en esa ecuación? Requiero de inteligencia para hacer mi trabajo, toda la estupidez que pueda importunarme será combatida. Y todavía creo muy fervientemente que la voluntad doblega los sentimientos. —Si me hubiera casado, seguro que todo el alcohol de la fiesta estaría en mi sangre. Porque para que aceptara hacer ese juramento…— niego con la cabeza. —No va a pasar, Annie—. Hay ciertas certezas indiscutibles que se dan en la vida y la mía es que jamás haría una promesa que tiene todo para ser rota y lastimar a las partes, matarlos incluso. —Y sí, supongo que me cansaba. La atracción se extingue más temprano que tarde, y si no hay algo, si tampoco estás dispuesta a que haya algo, sobre lo que continuar… terminas abandonando. Y si mantuve mi excepción con alguien, fue porque dejó que me fuera, no se sentó a esperarme, no me hizo reclamos al volver y el sexo fue genial otra vez. Sigue siendo una elección, no una obligación, estar con esa persona. Y mientras sea una elección, se puede sentir libertad—. Soy tan genial en esto, maldición. Transcribiré estas charlas y las que tengo con Riley para mis memorias, apuesto a que será un éxito póstumo cuyas ganancias irán a una pandilla de hippies puesto que no tendré herederos que exijan sus derechos.
Tengo que centrar mis luces en la idea de Annie porque me está costando entender su punto y el zapato del que hablamos es una cosa casi tangible entre nosotras. El zapato es la respuesta, el zapato es Dios. —Esto se pone interesante— acoto, cuando nuestro calzado en cuestión se transforma en un artefacto maldito que circula por redes invisibles de comunicación con destinos que pueden ser impredecibles si no ajustas como se debe esta red. Maldita sea, tendremos a un montón de gente tratando de intervenir esta red. No importa que tan exclusiva la hagamos, si alguien sabe de su existencia, la oportunidad estará para los que pretenden afectar el trabajo del ministerio. Y algo se sobre los secretos, solo funciona entre dos. Si hay una tercera, ya no es secreto, si hay una cuarta, una quinta… —Botones, eso es lo que quieres— resumo. Puedo con eso. Los botones más pequeños y más fuertes que resistirán la presión de los hechizos de cincuenta magos. Se puede lograr. En la naturaleza abundan ejemplos de diminutas partes que lo resisten todo, ¿por qué no podríamos crear algo así? —Botones que también puedan reconocer a su dueño. Si los toma alguien que no lo es, que se bloquee—. Me estoy adelantando en mi silla casi sin darme cuenta, mirándola con precaución para comprobar si piensa lo mismo que yo sobre los riesgos. —Y nada de copias, ni que los desarmen para alterarlos. Marcaré a cada uno con un código que será confidencial entre nosotras, ¿de acuerdo? —. He aquí el problema real: seré quien los construya, ¿no? Y soy en quien no se puede confiar, no porque éste en el bando contrario, más bien porque tampoco estoy en este aunque lo deje parecer.
¿Calor? No hubiese creído jamás que Lara, con todos sus tecnicismos y con la mente brillante que tenía para sus inventos, fuese en el fondo una sentimental. O tal vez yo era incluso más cínica de lo que pensaba. No había podido identificarme con ninguna de las reacciones que describió, y aunque tenía cierto encanto poético, no lograba comprender el concepto que quería plantear. Nunca me había gustado la idea de que las personas “entrasen” en mi vida, mantenía a todos a una distancia determinada, familia o no, y no veía como podría dejar que alguien se acercase lo suficiente como para cambiar eso. Sentimientos, emociones… no podía decir que carecía de ellas, pero no había sentido esas variables que mencionaba, no lograba sentir un cambio radical en las mismas. Tenía reacciones y sensaciones que fluctuaban, los sentimientos ya eran otra cosa. - Puedo entender eso de que te guste estar sola. Lo del calor… Eso ya es otra cosa. Y lo siento, pero creo que no he pasado por eso. ¿Soy una persona terrible por ello? Puedo divertirme, pasarla bien y ligarme por un tiempo acotado a alquien; pero eso es todo. - Tal vez sí era una persona horrible y fría, y pese a que la opción estaba, no podía sentirme mal por ello tampoco.
- ¡Gracias!- Casi que le grito, divertida, elevando las manos al aire en un gesto de victoria. - El juramento es una idea tan absurda dentro de los matrimonios, que me sorprende que no se reporten más muertes a causa de este. ¿Quién es tan idiota como para jurar cosas que no va a cumplir? Miento tanto en una base diaria, que probablemente no duraría ni tres días si me llegase a casar. - Y no creía estar exagerando. No me imaginaba casada con juramento, a menos de que fuese el juramento más flexible del continente, con muchas lagunas y conceptos que podían ser malinterpretados incluso por la magia misma. - Aunque deberíamos hacer una fiesta de todos modos. Alguna despedida de solteras falsas, solo para divertirnos con la idea. - No es que se necesitase alguna excusa para beber alcohol, pero la idea no parecía tan terrible. - ¿Y eso se considera relación? Lo siento bonita, no puedo evitar pensar que básicamente tuviste un amante más. La idea de relación que me plantaron en la cabeza desde que tengo memoria, es mucho más monógama y contiene más tiempo compartido. No veo la diferencia que puede haber con tener un amante regular si vamos al caso. .
Y nunca creí que podría mantener una charla acerca de relaciones, casamientos y sentimientos, así que distraerme con el proyecto me parece una cosa mucho más productiva. - Ahora sí estás hablando mi idioma. Es exactamente lo que quiero. - Y esbozo una sonrisa de satisfacción que dice más de lo que podría decir con palabras. - Confidencialidad, practicidad y seguridad… Tres de mis cosas favoritas volcadas a un proyecto que podría llegar a ser de mucha utilidad si se lo emplea de manera correcta. - Claro que podríamos tener todo hablado de palabra, pero esto era un proyecto ministerial y por ende, había mucha documentación detrás que cumplir. - La semana siguiente te mostraré los primeros diagramas, los materiales posibles, y te haré firmar la cláusula de seguridad. No sé si lo tienes que hablar con tu jefe o algo, pero supongo que no importará siendo que es un proyecto conmigo. - Ser jefa tenía sus ventajas, y eran algunas que podrían aprovecharse. - ¿Tienes un cálculo aproximado? Porque no sé si los que incluí en la planificación original coincidirán con los que tu dictes. Siempre pongo un margen interesante para estas cosas, pero hay varias cosas técnicas que discutir antes. ¿Cuento contigo?
- ¡Gracias!- Casi que le grito, divertida, elevando las manos al aire en un gesto de victoria. - El juramento es una idea tan absurda dentro de los matrimonios, que me sorprende que no se reporten más muertes a causa de este. ¿Quién es tan idiota como para jurar cosas que no va a cumplir? Miento tanto en una base diaria, que probablemente no duraría ni tres días si me llegase a casar. - Y no creía estar exagerando. No me imaginaba casada con juramento, a menos de que fuese el juramento más flexible del continente, con muchas lagunas y conceptos que podían ser malinterpretados incluso por la magia misma. - Aunque deberíamos hacer una fiesta de todos modos. Alguna despedida de solteras falsas, solo para divertirnos con la idea. - No es que se necesitase alguna excusa para beber alcohol, pero la idea no parecía tan terrible. - ¿Y eso se considera relación? Lo siento bonita, no puedo evitar pensar que básicamente tuviste un amante más. La idea de relación que me plantaron en la cabeza desde que tengo memoria, es mucho más monógama y contiene más tiempo compartido. No veo la diferencia que puede haber con tener un amante regular si vamos al caso. .
Y nunca creí que podría mantener una charla acerca de relaciones, casamientos y sentimientos, así que distraerme con el proyecto me parece una cosa mucho más productiva. - Ahora sí estás hablando mi idioma. Es exactamente lo que quiero. - Y esbozo una sonrisa de satisfacción que dice más de lo que podría decir con palabras. - Confidencialidad, practicidad y seguridad… Tres de mis cosas favoritas volcadas a un proyecto que podría llegar a ser de mucha utilidad si se lo emplea de manera correcta. - Claro que podríamos tener todo hablado de palabra, pero esto era un proyecto ministerial y por ende, había mucha documentación detrás que cumplir. - La semana siguiente te mostraré los primeros diagramas, los materiales posibles, y te haré firmar la cláusula de seguridad. No sé si lo tienes que hablar con tu jefe o algo, pero supongo que no importará siendo que es un proyecto conmigo. - Ser jefa tenía sus ventajas, y eran algunas que podrían aprovecharse. - ¿Tienes un cálculo aproximado? Porque no sé si los que incluí en la planificación original coincidirán con los que tu dictes. Siempre pongo un margen interesante para estas cosas, pero hay varias cosas técnicas que discutir antes. ¿Cuento contigo?
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—No soy quién para juzgar, Annie. Menos si tiene que ver con la capacidad de mantener una relación afectiva— aclaro, porque no soy una eminencia en la materia, puedo compartirle lo que pienso sobre ciertas cuestiones y cómo me siento al respecto si eso no implica tener que dar nombres, que puede o no coincidir con sus propias experiencias, a partir de ahí, el universo de relaciones posibles que las personas tienen es inabarcable. Lo único que sé es que a mí hay una mayoría que no me ha funciona, una minoría que sí al conservar cierta distancia. El ideal romántico es cuento que se creen otros, yo no. Trabajo con cosas prácticas. Lo único que busco y que me ha bastado hasta ahora, sin que se me haga necesario pedir más, es calor. Supongo que soy una criatura de sangre caliente al final de cuentas, y puedo ironizar sobre que los científicos requieren pulso frío para trabajar en sus laboratorios, pero suena tan cerca a que me estoy mofando de ellos. No voy a las comparaciones que después de todo apostamos a lo mismo y así nos va bien. —Me ahorraré la predicción fatalista de las tías de que te sientes así hasta que encuentras a alguien que cambia tu modo de parecer. Si estás bien así, ¿por qué cambiarlo?— concluyo para las dos.
Podemos reafirmarnos en esto, pedir la abolición del juramento que de todas maneras no haremos y celebrar falsas de despedidas de solteras, si estamos bien con el hecho de que no buscamos apego con nadie. Pero como los casados que se burlan de la soltería por pura envidia, el que los solteros se mofen de las relaciones es algo que me queda cosquilleando la piel. —Tampoco puedo entender cómo alguien acepte hacer votos a costa de su vida— le doy la razón, toda esa parte de que mentir es un acto tan cotidiano que se vuelve natural y que los sentimientos se cansan con el tiempo, ¿cómo alguien puede asegurar algo y seguir cumpliéndolo cuarenta años después? Me da un principio de pánico de pensarlo siquiera. Y la pregunta válida de «¿por qué no hay más muertos por culpa del matrimonio? » Esa es mi gran duda. —¿Tal vez se creen sus propias mentiras y eso cuenta cómo verdad?—. ¿Ya estoy buscando como burlar al sistema? No, no le dedicaré un segundo pensamiento a esto como si estuviera considerándolo. —No me hagas caso— retiro mi duda porque no quiero abordar el tema, cuando aún me queda pendiente encontrar una explicación que valga para categorizar a las relaciones. La cuestión aquí es que no tendría que hacerlo, ni tampoco soy una promotora de las relaciones “correctas” para decir que es y que no es una relación, pero lo que me hace notar Annie sin proponérselo, es que no tengo las cosas tan claras como creo y que solo estoy improvisando, y las improvisaciones a veces salen mal. —Quizás…— sugiero finalmente— ¿Quizás deberíamos preguntarle a alguien más? Y no, Riley no es una opción. ¿Amalie ya se fue? Ella lleva casada con su marido, ¿cuánto? ¿Quince años? —. Trabajar siguiendo una jerarquía y entre disciplinas te enseña a que a veces uno no puede solo, queda pedir la consulta de alguien más, con cierta experiencia.
Volvemos sobre lo que nos interesa y con lo que estamos bien, donde nos entendemos de una manera diferente, no por coincidencia de hábitos esquivos sino por lo que podemos aportar a la otra. Los científicos tienen una mente tan hermosa, que lo presumidos que pueden llegar a ser algunos es justificado, todas las ideas que corren estrambóticas por sus neuronas da gusto apreciar cuando se demuestran en la exaltación de sus miradas. Me agrada tener un proyecto para trabajar con Annie y espero que no sea el último, a riesgo de que esto se vuelva una relación regular. Lo bueno es que la monogamía no es un peligro, porque tengo mis asuntos con Riley. Dejando de lado el humor ahora que parece que llegamos a una comprensión común de lo que será este artefacto, quedan las formalidades del ministerio y esa cuestión de la cláusula de seguridad. Podemos evitar esto con ahínco en otros aspectos de nuestras vidas, pero siempre nos toparemos con la burocracia de los papeles. —Cuentas conmigo— le confirmo. —Haré mis propios apuntes y podemos hablar de los detalles la semana que viene. Hablaré con mi jefe— recuerdo ser obediente, por más que me haga chocar los dientes. Repiqueteo mis dedos en el borde de la mesa que tengo cerca y me levanto de la silla. —Creo que dejaré mis saludos a Riley porque tengo que volver a mi puesto—. No tengo idea de donde estará metido, pero me conformo con la fantasía de que andará con Volkov. Me encamino hacia la salida y antes de tocar la perilla, me giro hacia Annie. —Ah, por cierto. Si hablas con Amalie, luego me cuentas en nuestra fiesta falsa de despedida de solteras que te dice.
Podemos reafirmarnos en esto, pedir la abolición del juramento que de todas maneras no haremos y celebrar falsas de despedidas de solteras, si estamos bien con el hecho de que no buscamos apego con nadie. Pero como los casados que se burlan de la soltería por pura envidia, el que los solteros se mofen de las relaciones es algo que me queda cosquilleando la piel. —Tampoco puedo entender cómo alguien acepte hacer votos a costa de su vida— le doy la razón, toda esa parte de que mentir es un acto tan cotidiano que se vuelve natural y que los sentimientos se cansan con el tiempo, ¿cómo alguien puede asegurar algo y seguir cumpliéndolo cuarenta años después? Me da un principio de pánico de pensarlo siquiera. Y la pregunta válida de «¿por qué no hay más muertos por culpa del matrimonio? » Esa es mi gran duda. —¿Tal vez se creen sus propias mentiras y eso cuenta cómo verdad?—. ¿Ya estoy buscando como burlar al sistema? No, no le dedicaré un segundo pensamiento a esto como si estuviera considerándolo. —No me hagas caso— retiro mi duda porque no quiero abordar el tema, cuando aún me queda pendiente encontrar una explicación que valga para categorizar a las relaciones. La cuestión aquí es que no tendría que hacerlo, ni tampoco soy una promotora de las relaciones “correctas” para decir que es y que no es una relación, pero lo que me hace notar Annie sin proponérselo, es que no tengo las cosas tan claras como creo y que solo estoy improvisando, y las improvisaciones a veces salen mal. —Quizás…— sugiero finalmente— ¿Quizás deberíamos preguntarle a alguien más? Y no, Riley no es una opción. ¿Amalie ya se fue? Ella lleva casada con su marido, ¿cuánto? ¿Quince años? —. Trabajar siguiendo una jerarquía y entre disciplinas te enseña a que a veces uno no puede solo, queda pedir la consulta de alguien más, con cierta experiencia.
Volvemos sobre lo que nos interesa y con lo que estamos bien, donde nos entendemos de una manera diferente, no por coincidencia de hábitos esquivos sino por lo que podemos aportar a la otra. Los científicos tienen una mente tan hermosa, que lo presumidos que pueden llegar a ser algunos es justificado, todas las ideas que corren estrambóticas por sus neuronas da gusto apreciar cuando se demuestran en la exaltación de sus miradas. Me agrada tener un proyecto para trabajar con Annie y espero que no sea el último, a riesgo de que esto se vuelva una relación regular. Lo bueno es que la monogamía no es un peligro, porque tengo mis asuntos con Riley. Dejando de lado el humor ahora que parece que llegamos a una comprensión común de lo que será este artefacto, quedan las formalidades del ministerio y esa cuestión de la cláusula de seguridad. Podemos evitar esto con ahínco en otros aspectos de nuestras vidas, pero siempre nos toparemos con la burocracia de los papeles. —Cuentas conmigo— le confirmo. —Haré mis propios apuntes y podemos hablar de los detalles la semana que viene. Hablaré con mi jefe— recuerdo ser obediente, por más que me haga chocar los dientes. Repiqueteo mis dedos en el borde de la mesa que tengo cerca y me levanto de la silla. —Creo que dejaré mis saludos a Riley porque tengo que volver a mi puesto—. No tengo idea de donde estará metido, pero me conformo con la fantasía de que andará con Volkov. Me encamino hacia la salida y antes de tocar la perilla, me giro hacia Annie. —Ah, por cierto. Si hablas con Amalie, luego me cuentas en nuestra fiesta falsa de despedida de solteras que te dice.
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