OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Papá me ha pedido que me tome la molestia de pasar tiempo con mi sobrina, pero creo que en su cabeza de hombre adulto y viejo no puede entender cómo es que algo así podría afectar a mi reputación. Quiero decir, las niñas de mi edad tienen primos o hermanitos, pero no es normal que de un día para el otro te encuentres con que tu media hermana tiene una hija de casi tu edad, lo cual es, si me permiten decirlo, raro. He visto a Margaret Meerah en solo dos ocasiones: el día que vino a casa con su madre para conocernos a todos y después en una cena familiar, pero no solemos pasar momentos a solas y en el colegio no es más que un saludo cordial cuando nos cruzamos por casualidad. Ahora resulta que me he comido un regaño por eso y papá quiere que la haga sentir “más integrada”, aunque no estoy segura de cuánto en realidad lo necesite.
Es viernes y he salido antes de clase, así que estoy sentada en los escalones de entrada al Royal, tomando un helado con toda la tranquilidad pacífica que soy capaz. Mis amigas aún se encuentran dentro del aula porque no han terminado la tarea asignada, así que el silencio dentro del colegio puede respirarse en cada esquina. He oído que los chicos menores están en el campo de deportes, así que si mal no he calculado, pronto deberían estar pasando por aquí. ¿Y qué mejor de cumplir mis promesas/órdenes en un momento en el cual nadie se va a preocupar por lo que estoy haciendo?
Me relamo el chocolate helado de los labios y entorno la mirada cuando veo a un grupito de niñas pasar cerca, pero no está la cabeza rubia que estoy buscando así que desisto hasta que se acerca el siguiente puñado de risas agudas. Al final, reconozco a mi sobrina y la llamo, sacudiendo mi mano libre de un lado al otro hasta que puedo captarle la atención. No es que Meerah me caiga mal, pero en verdad no soy fanática de la idea de hacer sociales por obligación dentro de mi territorio de confort. Lo bueno es que tampoco tengo que hacer muchas pantomimas que llamen la atención del resto del mundo porque ella se fija en mí de inmediato, así que le hago gestitos para que se acerque.
— ¿Estás muy agotada? Tengo algo de agua en la mochila — le digo como simple saludo en cuanto está lo suficientemente cerca, cruzándome de piernas y sonriendo — He decidido que podríamos pasar un rato juntas y te traje un regalo. Ten — Sin soltar ni loca mi helado, tomo el que dejé a mi lado y se lo tiendo, apretando con delicadeza el envoltorio que todavía conserva el frío de la heladera del buffet escolar — Espero que te guste el sabor que he elegido para ti. ¿Cuándo termina tu jornada? Porque he armado un plan genial — otro lengüetazo al helado, acompañado de un movimiento de mis cejas — ¿Te gusta ir de compras? Porque si no, va a empezar a gustarte a partir de hoy.
Es viernes y he salido antes de clase, así que estoy sentada en los escalones de entrada al Royal, tomando un helado con toda la tranquilidad pacífica que soy capaz. Mis amigas aún se encuentran dentro del aula porque no han terminado la tarea asignada, así que el silencio dentro del colegio puede respirarse en cada esquina. He oído que los chicos menores están en el campo de deportes, así que si mal no he calculado, pronto deberían estar pasando por aquí. ¿Y qué mejor de cumplir mis promesas/órdenes en un momento en el cual nadie se va a preocupar por lo que estoy haciendo?
Me relamo el chocolate helado de los labios y entorno la mirada cuando veo a un grupito de niñas pasar cerca, pero no está la cabeza rubia que estoy buscando así que desisto hasta que se acerca el siguiente puñado de risas agudas. Al final, reconozco a mi sobrina y la llamo, sacudiendo mi mano libre de un lado al otro hasta que puedo captarle la atención. No es que Meerah me caiga mal, pero en verdad no soy fanática de la idea de hacer sociales por obligación dentro de mi territorio de confort. Lo bueno es que tampoco tengo que hacer muchas pantomimas que llamen la atención del resto del mundo porque ella se fija en mí de inmediato, así que le hago gestitos para que se acerque.
— ¿Estás muy agotada? Tengo algo de agua en la mochila — le digo como simple saludo en cuanto está lo suficientemente cerca, cruzándome de piernas y sonriendo — He decidido que podríamos pasar un rato juntas y te traje un regalo. Ten — Sin soltar ni loca mi helado, tomo el que dejé a mi lado y se lo tiendo, apretando con delicadeza el envoltorio que todavía conserva el frío de la heladera del buffet escolar — Espero que te guste el sabor que he elegido para ti. ¿Cuándo termina tu jornada? Porque he armado un plan genial — otro lengüetazo al helado, acompañado de un movimiento de mis cejas — ¿Te gusta ir de compras? Porque si no, va a empezar a gustarte a partir de hoy.
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Me gustaban casi todas las materias que enseñaban en el Royal y había logrado ponerme al día con todos los conceptos que no nos habían enseñado en mi colegio anterior. Había sido arduo, pero me sentía orgullosa de mi misma, y las primeras calificaciones estaban empezando a reflejarlo. Lo malo, es que la exigencia que se sumaba en las materias didácticas también lo hacía con deportes y francamente, lo detestaba. ¿Alguien había visto lo flaco de mis piernas? Porque no sé como esperaban que fuese capaz de completar un circuito de dos kilómetros con los escarbadientes que tenía debajo de la cintura. El profesor parecía entender que no tenía ni siquiera un gramo de resistencia en todo el cuerpo, pero en lugar de dejarme ser y mandarme a entregar trabajos teóricos, se había puesto como meta en la vida el construir lo que se suponía debía ser mi estado físico.
Al menos las clases eran las últimas materias de los viernes, y eso significaba que al día siguiente no debía soportar las clases de la mañana con la quemazón que me daba debajo de los muslos y el agotamiento general. Luego de ducharnos y cambiarnos con rapidez en los vestidores del colegio, no había nada que quisiera más que tomar el traslador a casa y volver al hermoso bordado que estaba haciendo en las mangas del blazer de mamá. Estaba bastante distraída pensando en el patrón que quería terminar de coser, cuando siento como alguien me llama a la distancia. Me freno en seco y recorro los terrenos con la mirada hasta posar mi vista en la cabeza pelirroja que corresponde a mi tía. Mi tía, que raro se sentía decir eso… Más que nada cuando recordaba que entre la tía Eunice y Hero, había casi setenta años de diferencia.
Me acerco con curiosidad cuando me hace señas para que vaya a su lado, y no llego a saludarla porque en seguida se ha puesto a hablar. - ¿Eh? Ah, sí. Te lo agradecería mucho. - Con sinceridad no había tomado nada al terminar la práctica y no he notado lo deshidratada que estoy hasta que me lo ha hecho notar. No he siquiera terminado de decirle algo más por el agua cuando de golpe me encuentro con un envoltorio frío en la mano.
Tengo que admitir que en las dos ocasiones en las que había tratado con Hero Niniadis, no había pasado el suficiente tiempo con ella para notar que tiene una personalidad un tanto… imponente. No necesariamente avasallante o intimidante, pero tenía algo en su forma de decir las cosas que te generaba el impulso de asentir con la cabeza y darle la razón. - ¿Acaso hay alguien a quien no le guste el chocolate? - Es una pregunta sincera, no conocía a nadie a quien no le gustase ese sabor. Aunque si recordaba lo que había dicho mamá con los bichos… Bueno, no culparía a nadie si no querían comerlo. Me tengo que morder la lengua para no soltar ese dato al azar y vuelvo a mirarla tratando de entender si es que ha armado un plan conmigo para esta tarde, o si me está consultando por simple curiosidad. Asumiendo que es lo primero, le sonrío lo más amable que puedo mientras comienzo a abrir mi helado. - Sí me gusta ir de compras, pero no tengo mucho dinero encima. ¿Podremos pasar por mi casa antes? - No podía decirle que no, y estaba segura de que mamá aprobaría la salida. Además, no había logrado encajar del todo en mi grupo y extrañaba un poco las charlas no enciclopédicas que se podía tener con el resto del mundo. - ¿A dónde sueles ir a comprar? Hace poco encontré un complejo departamental que tiene unas tiendas de telas muy hermosas.
Al menos las clases eran las últimas materias de los viernes, y eso significaba que al día siguiente no debía soportar las clases de la mañana con la quemazón que me daba debajo de los muslos y el agotamiento general. Luego de ducharnos y cambiarnos con rapidez en los vestidores del colegio, no había nada que quisiera más que tomar el traslador a casa y volver al hermoso bordado que estaba haciendo en las mangas del blazer de mamá. Estaba bastante distraída pensando en el patrón que quería terminar de coser, cuando siento como alguien me llama a la distancia. Me freno en seco y recorro los terrenos con la mirada hasta posar mi vista en la cabeza pelirroja que corresponde a mi tía. Mi tía, que raro se sentía decir eso… Más que nada cuando recordaba que entre la tía Eunice y Hero, había casi setenta años de diferencia.
Me acerco con curiosidad cuando me hace señas para que vaya a su lado, y no llego a saludarla porque en seguida se ha puesto a hablar. - ¿Eh? Ah, sí. Te lo agradecería mucho. - Con sinceridad no había tomado nada al terminar la práctica y no he notado lo deshidratada que estoy hasta que me lo ha hecho notar. No he siquiera terminado de decirle algo más por el agua cuando de golpe me encuentro con un envoltorio frío en la mano.
Tengo que admitir que en las dos ocasiones en las que había tratado con Hero Niniadis, no había pasado el suficiente tiempo con ella para notar que tiene una personalidad un tanto… imponente. No necesariamente avasallante o intimidante, pero tenía algo en su forma de decir las cosas que te generaba el impulso de asentir con la cabeza y darle la razón. - ¿Acaso hay alguien a quien no le guste el chocolate? - Es una pregunta sincera, no conocía a nadie a quien no le gustase ese sabor. Aunque si recordaba lo que había dicho mamá con los bichos… Bueno, no culparía a nadie si no querían comerlo. Me tengo que morder la lengua para no soltar ese dato al azar y vuelvo a mirarla tratando de entender si es que ha armado un plan conmigo para esta tarde, o si me está consultando por simple curiosidad. Asumiendo que es lo primero, le sonrío lo más amable que puedo mientras comienzo a abrir mi helado. - Sí me gusta ir de compras, pero no tengo mucho dinero encima. ¿Podremos pasar por mi casa antes? - No podía decirle que no, y estaba segura de que mamá aprobaría la salida. Además, no había logrado encajar del todo en mi grupo y extrañaba un poco las charlas no enciclopédicas que se podía tener con el resto del mundo. - ¿A dónde sueles ir a comprar? Hace poco encontré un complejo departamental que tiene unas tiendas de telas muy hermosas.
No me tardo en busca el agua que cuelga de unos de los bolsillos de la mochila que reposa a mi costado, tendiéndosela sin ningún problema en que se la termine porque, a decir verdad, no es como si yo fuese a necesitarla. Bueno, quizá un sorbito para bajar el dulce del helado, pero no tanto — Si hay alguien a quien no le guste, no puedo imaginarlo — declaro, frunciendo mi nariz como si dudase de la salud mental y de la reputación social de cualquier persona que me viniera con que le disgustase el chocolate. He conocido gente rara a la que no le gustan los snacks, los chicles y el queso, pero jamás a alguno que no le gustase ese dulce y mucho menos en forma de helado de crema.
Es bueno que haya captado de inmediato cual es mi idea y, no puedo evitarlo, me río con fuerza cuando se atreve a decir que necesitamos pasar por su casa — ¿Estás de broma? — le pregunto, usando el tono que alguien utiliza cuando se encuentra con niños pequeños y algo lentos — Yo te he invitado, así que yo soy quien paga. Además, eres parte de la familia, ¿no? — ¿Para qué portamos el apellido más poderoso de toda la nación si no podemos usar nuestros fondos familiares? Puede que no nos conozcamos mucho, pero no permitiré que alguien con quien comparto sangre ande “pidiéndole plata a mamá” y ni hablemos de que sería muy patético llevarla a tiendas donde no le alcance el dinero para comprar lo que quiera. No estoy diciendo que Audrey sea pobre ni nada así, pero sé que su alcance monetario no es el mismo que el mío. Cosas lógicas.
— ¿Telas? — le pregunto, un poco confundida — ¿Te gusta tejer? Jamás lo he intentado. Tengo un elfo que lo hace muy bien, así que ni me molesto — hay que aprender a aprovechar lo que una tiene. Doy un par de lengüetazos más a mí helado y raspo la crema hasta que se me mete en la boca, sintiendo el tacto del palillo. Es por eso que no vuelvo a hablar hasta que he tragado y me relamo el chocolate de los labios — El complejo ese suena bien, pero si quieres comprar en perfección y cantidad debes ir al centro comercial. ¡No te imaginas los zapatos que podemos encontrar allí! — como ya me está dando la emoción y la ansiedad, termino el helado y me pongo de pie de un saltito para tirarlo en el cesto de basura más cercano. Saco una servilleta de uno de mis bolsillos, me limpio rápidamente y también la desecho — Dentro de poco será mi cumpleaños y no permitiré que vayas con cualquier cosa. ¿Quieres también un corte de cabello? — puede que la idea de papá no haya estado tan mal después de todo. ¡Una tarde de chicas es lo suficientemente estimulante como para hacer de esto mucho más divertido! — Además, tendremos tiempo para que me cuentes más sobre ti. ¿Cómo es posible que seamos familia y no sepa casi nada sobre ti? — sé que ella sabe sobre mí porque duuuuuh, pero a la inversa… mmm no, deberá contarme bastante o esta relación seguirá siendo extraña.
Le hago gestitos para que se apresure con su helado y me coloco la mochila sobre el hombro — ¿Tienes algo que buscar o podemos irnos ya? Si nos apresuramos, podremos evitar las hordas que salen de la escuela o del trabajo y encontrar las mejores prendas. Años de experiencia, ya sabes.
Es bueno que haya captado de inmediato cual es mi idea y, no puedo evitarlo, me río con fuerza cuando se atreve a decir que necesitamos pasar por su casa — ¿Estás de broma? — le pregunto, usando el tono que alguien utiliza cuando se encuentra con niños pequeños y algo lentos — Yo te he invitado, así que yo soy quien paga. Además, eres parte de la familia, ¿no? — ¿Para qué portamos el apellido más poderoso de toda la nación si no podemos usar nuestros fondos familiares? Puede que no nos conozcamos mucho, pero no permitiré que alguien con quien comparto sangre ande “pidiéndole plata a mamá” y ni hablemos de que sería muy patético llevarla a tiendas donde no le alcance el dinero para comprar lo que quiera. No estoy diciendo que Audrey sea pobre ni nada así, pero sé que su alcance monetario no es el mismo que el mío. Cosas lógicas.
— ¿Telas? — le pregunto, un poco confundida — ¿Te gusta tejer? Jamás lo he intentado. Tengo un elfo que lo hace muy bien, así que ni me molesto — hay que aprender a aprovechar lo que una tiene. Doy un par de lengüetazos más a mí helado y raspo la crema hasta que se me mete en la boca, sintiendo el tacto del palillo. Es por eso que no vuelvo a hablar hasta que he tragado y me relamo el chocolate de los labios — El complejo ese suena bien, pero si quieres comprar en perfección y cantidad debes ir al centro comercial. ¡No te imaginas los zapatos que podemos encontrar allí! — como ya me está dando la emoción y la ansiedad, termino el helado y me pongo de pie de un saltito para tirarlo en el cesto de basura más cercano. Saco una servilleta de uno de mis bolsillos, me limpio rápidamente y también la desecho — Dentro de poco será mi cumpleaños y no permitiré que vayas con cualquier cosa. ¿Quieres también un corte de cabello? — puede que la idea de papá no haya estado tan mal después de todo. ¡Una tarde de chicas es lo suficientemente estimulante como para hacer de esto mucho más divertido! — Además, tendremos tiempo para que me cuentes más sobre ti. ¿Cómo es posible que seamos familia y no sepa casi nada sobre ti? — sé que ella sabe sobre mí porque duuuuuh, pero a la inversa… mmm no, deberá contarme bastante o esta relación seguirá siendo extraña.
Le hago gestitos para que se apresure con su helado y me coloco la mochila sobre el hombro — ¿Tienes algo que buscar o podemos irnos ya? Si nos apresuramos, podremos evitar las hordas que salen de la escuela o del trabajo y encontrar las mejores prendas. Años de experiencia, ya sabes.
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Le sonrío en forma de agradecimiento cuando me pasa el agua, y me da gracia que sea una de esas botellas de deportistas que tienen el pico en punta para que sea más fácil tomar de ellas. No imaginaba a Hero, siendo tan pulcra como aparenta, tomando agua de una botella con tapa a rosca y ofreciendo compartir de la misma. Doy un par de tragos y el efecto es inmediato, no me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba algo de líquido hasta este momento; supongo que tendré que seguir su ejemplo y comenzar a traer botellitas de agua al colegio, sobre todo los días que teníamos alguna actividad física. - Si hay gente a la que no le gusta el chocolate, seguramente no sean de fiar. - O no, pero desconfiaría de cualquier persona a la que no le guste algo tan común como ese dulce. A menos que sean intolerantes a la lactosa o algo así, no a todo el mundo le puede parecer bien el gusto del cacao amargo.
Le devuelvo la botella y me apuro a comenzar a comer mi helado ya que por hablar no me había dado cuenta que el mismo había comenzado a derretirse y no, me negaba a tener los dedos pegajosos simplemente por no saber comer una paleta como una persona decente. Claro que tengo que aferrar el palito con fuerza cuando comienza a reírse y me toma por sorpresa. - Supongo, todavía no me acostumbro a esto de tener más familia que la tía Eunice y mamá. - Me encojo de hombros y lamo la crema que comienza a derretirse por un costado antes de que caiga al suelo, si quiere pagar ella no voy a evitarlo, a lo sumo luego hablaría con mamá o le daría algún regalo para compensar. - Solo dime que no tengo que llamarte tía también. - La expresión de mi rostro debe asemejarse a la de un cachorro herido, pero ni siquiera Hans me había hecho llamarlo ‘papá’ y estaba terriblemente agradecida con él por eso. Si tenía que comenzar a decirle ‘tía’ a una niña que no era ni siquiera dos años más grandes que yo… El horror. ¿Debería llamar a Sean abuelo también? Me sacudo con rapidez por el escalofrío que me recorre la espalda y decido atribuirlo a lo frío del helado y no a otra cosa, como al hecho de que he caído en cuenta de que la mismísima ministra de magia de Neopanem es la madrastra de mi madre.
- Tejer, bordar, zurcir; coser todo tipo de cosas. Incluso he aprendido algo de macramé, pero no soy muy fanática de los nudos. Los elfos son excelentes para los tejidos rápidos y metódicos, pero no tienen la creatividad ni el ingenio suficiente como para hacer que la ropa cobre vida en sus manos. - Y no me refería a que respirasen o algo de eso, sino a que podrían tener las puntadas perfectas, pero siempre se limitarían a seguir un patrón. No había nada de divertido en hacer todo plano y sencillo cuando había infinidad de variaciones con las que experimentar. - Aguarda un segundo, ¿cuándo será tu cumpleaños? - Definitivamente no conocía de nada a la pelirroja, si es que no contaba los eventos televisados, y por unos segundos me encuentro con la terrible encrucijada de no saber cómo responder a la invitación. Porque si algo me queda claro es que me ha invitado, pero pffff… ¿Era normal sentirse abrumada por compromisos familiares repentinos? Al menos ella parece entenderlo y en seguida desvía la atención hacia mí. No soy mi tema de conversación favorito, pero al menos es un terreno que conozco. - Pues no sé. Me encantaría saber por qué mi madre tomó la mitad de las decisiones que hizo a lo largo de su vida, pero no tengo idea y todo esto es como… ¿demasiado? No sé… Gracias por el interés de todos modos. Siempre que te vi en televisión parecías tan educada e impecable que es bueno saber que puedo hablar contigo sin sentir que eres un robot. - Ya suficiente tenía con mamá, gracias.
Me río cuando habla como si hubiese que tener alguna especie de habilidad extra para saber comprar, pero asiento con la cabeza y termino mordiendo el último pedazo de helado que queda antes de tirar el palito y tomar el pañuelo de tela que llevo en el bolsillo delantero de mi mochila. - Dejaré que me guíes, apenas y he salido un par de veces por la mudanza así que soy toda tuya por la tarde. - Doblando con cuidado la tela para que la parte manchada quede en el bolsillo delantero, la miro inquisitiva, esperando sus instrucciones hasta que desvío mi atención a su físico en general. Es pelirroja, tiene una piel pálida e increíblemente tersa y armoniosa pese a sus pecas, y su cintura es tan pequeña que no puedo evitar pensar en la cantidad de faldas de tiro alto que le haría usar. Había una tela en particular que estaba bordando y buscaba convertirla en un lindo conjunto para mí, pero ahora que la tenía de cerca no podía evitar pensar en como luciría su color de piel con la hermosa muselina que estaba reservando. - Lo lamento, ¿decías algo? Me distraje unos segundos. - Creo que la había escuchado hablar, pero mi atención se había desviado por completo. - Es que… ¿Cuáles son tus medidas? Tengo una idea en mente y de verdad de verdad me gustaría tenerte como modelo. - Total y completamente normal el hacer ese pedido de la nada, pero no podían culparme si es que tenían en cuenta que me había criado Audrey Niniadis.
Le devuelvo la botella y me apuro a comenzar a comer mi helado ya que por hablar no me había dado cuenta que el mismo había comenzado a derretirse y no, me negaba a tener los dedos pegajosos simplemente por no saber comer una paleta como una persona decente. Claro que tengo que aferrar el palito con fuerza cuando comienza a reírse y me toma por sorpresa. - Supongo, todavía no me acostumbro a esto de tener más familia que la tía Eunice y mamá. - Me encojo de hombros y lamo la crema que comienza a derretirse por un costado antes de que caiga al suelo, si quiere pagar ella no voy a evitarlo, a lo sumo luego hablaría con mamá o le daría algún regalo para compensar. - Solo dime que no tengo que llamarte tía también. - La expresión de mi rostro debe asemejarse a la de un cachorro herido, pero ni siquiera Hans me había hecho llamarlo ‘papá’ y estaba terriblemente agradecida con él por eso. Si tenía que comenzar a decirle ‘tía’ a una niña que no era ni siquiera dos años más grandes que yo… El horror. ¿Debería llamar a Sean abuelo también? Me sacudo con rapidez por el escalofrío que me recorre la espalda y decido atribuirlo a lo frío del helado y no a otra cosa, como al hecho de que he caído en cuenta de que la mismísima ministra de magia de Neopanem es la madrastra de mi madre.
- Tejer, bordar, zurcir; coser todo tipo de cosas. Incluso he aprendido algo de macramé, pero no soy muy fanática de los nudos. Los elfos son excelentes para los tejidos rápidos y metódicos, pero no tienen la creatividad ni el ingenio suficiente como para hacer que la ropa cobre vida en sus manos. - Y no me refería a que respirasen o algo de eso, sino a que podrían tener las puntadas perfectas, pero siempre se limitarían a seguir un patrón. No había nada de divertido en hacer todo plano y sencillo cuando había infinidad de variaciones con las que experimentar. - Aguarda un segundo, ¿cuándo será tu cumpleaños? - Definitivamente no conocía de nada a la pelirroja, si es que no contaba los eventos televisados, y por unos segundos me encuentro con la terrible encrucijada de no saber cómo responder a la invitación. Porque si algo me queda claro es que me ha invitado, pero pffff… ¿Era normal sentirse abrumada por compromisos familiares repentinos? Al menos ella parece entenderlo y en seguida desvía la atención hacia mí. No soy mi tema de conversación favorito, pero al menos es un terreno que conozco. - Pues no sé. Me encantaría saber por qué mi madre tomó la mitad de las decisiones que hizo a lo largo de su vida, pero no tengo idea y todo esto es como… ¿demasiado? No sé… Gracias por el interés de todos modos. Siempre que te vi en televisión parecías tan educada e impecable que es bueno saber que puedo hablar contigo sin sentir que eres un robot. - Ya suficiente tenía con mamá, gracias.
Me río cuando habla como si hubiese que tener alguna especie de habilidad extra para saber comprar, pero asiento con la cabeza y termino mordiendo el último pedazo de helado que queda antes de tirar el palito y tomar el pañuelo de tela que llevo en el bolsillo delantero de mi mochila. - Dejaré que me guíes, apenas y he salido un par de veces por la mudanza así que soy toda tuya por la tarde. - Doblando con cuidado la tela para que la parte manchada quede en el bolsillo delantero, la miro inquisitiva, esperando sus instrucciones hasta que desvío mi atención a su físico en general. Es pelirroja, tiene una piel pálida e increíblemente tersa y armoniosa pese a sus pecas, y su cintura es tan pequeña que no puedo evitar pensar en la cantidad de faldas de tiro alto que le haría usar. Había una tela en particular que estaba bordando y buscaba convertirla en un lindo conjunto para mí, pero ahora que la tenía de cerca no podía evitar pensar en como luciría su color de piel con la hermosa muselina que estaba reservando. - Lo lamento, ¿decías algo? Me distraje unos segundos. - Creo que la había escuchado hablar, pero mi atención se había desviado por completo. - Es que… ¿Cuáles son tus medidas? Tengo una idea en mente y de verdad de verdad me gustaría tenerte como modelo. - Total y completamente normal el hacer ese pedido de la nada, pero no podían culparme si es que tenían en cuenta que me había criado Audrey Niniadis.
Guardo la botellita con cuidado de que no se salga de su lugar a la par que ella no deja de hablar, así que tengo que mirarla con algo de interés hasta que me cambia la expresión al puro horror — No, por Merlín. Si empiezas a llamarme “tía”, me empezarán a salir canas y todavía soy muy joven como para arruinarme así — además de que creo que se sentiría demasiado extraño y arruinaría un poco mi imagen social. Mis ojos se ponen cada vez más grandes cuando enumera todas sus habilidades y, sin siquiera pensarlo, me levanto de un saltito y dando palmaditas de emoción — ¡Es excelente! ¿Tienes algunos modelos que pueda ver? ¡Amo las telas y los vestidos! — tal vez así nos podemos empezar a llevar bien con algo que a mí me guste y eso hará que papá no ande insoportable con todo el tema de hacer sociales con ella — En dos semanas. Más te vale estar allí o no podré introducirte a la alta sociedad estudiantil — que ni sé si desea hacerlo, pero asumo de inmediato que nadie se negaría.
Le doy un golpecito suave y amistoso en el brazo porque no es nada el tomarme todas estas molestias, aunque el chismerío sobre mi hermana me llena de un nuevo interés que, creo yo, es demasiado obvio como para siquiera molestarme en disimularlo — No conozco casi nada a Audrey, aunque papá me ha contado algunas cosas sobre ella. ¿Por qué te crió sola? ¿Es tan aburrida como parece? Lo siento… — me disculpo con mi mejor cara inocentona y me acomodo mejor la mochila en el hombro, así estoy lo suficientemente libre como para colgar mi brazo del suyo — Es que las pocas veces que la he visto, parece demasiado apagada. ¿Tiene el corazón roto o alguna tragedia así? Adoro las desdichas románticas — largo suspiro — pero de seguro todo se termina solucionando. Quiero decir… es una mujer bonita e inteligente, por algo es jefa, ¿no? No sé por qué es tan callada — o por qué ella y papá se llevan mal, si hasta donde sé, papá siempre ha querido tener una buena relación con ella. Debe ser una persona que no sabe perdonar u olvidar, quizá. Si hay alguien que siempre fue un buen padre, ese es Sean Niniadis.
Que diga que es toda mía por la tarde me pone tan feliz como si me dijeran que tengo una muñeca nueva para vestir, peinar y perfumar. Tiro de nuestro brazo para empezar a guiarnos fuera del colegio, utilizando un andar tan rápido y alegre que parece que vamos dando saltos — ¿Mis medidas? — intento recordarlas, pero no tengo idea porque jamás lo he consultado a mi estilista o a Sage, pero lo siguiente que dice me hace dar un nuevo gritito — ¡Me encanta la idea! ¿No crees que podríamos tener un emprendimiento o algo así? Puedo ser tu modelo y tu sponsor. Nadie puede negar que se me da bien el comprarme a las personas — le pongo mi mejor sonrisa encantadora y saludo al pasar a uno de los guardias del colegio, saliendo de una buena vez a la calle. Me acomodo un poco la falda y tiro de su brazo para cruzar la calle, antes de que el semáforo vuelva a hacer su cambio — Es lindo salir sin guardaespaldas, para variar — acoto como al pasar, sintiendo la libertad en cada paso que doy por una calle demasiado repleta de gente. No es como que alguien fuese a saltarnos encima de un momento a otro — Tienes suerte de que Audrey no sea una figura tan pública, aunque si la gente empieza a verte como parte de nuestra familia, tendrás que acostumbrarte. Más si tenemos un emprendimiento que se llame algo así como “Niniadis&Niniadis” — uso la mano libre para moverla por el aire como si visualizara un enorme cartel con letras curvas, sonriendo para mí misma — Seríamos la sensación.
Le doy un golpecito suave y amistoso en el brazo porque no es nada el tomarme todas estas molestias, aunque el chismerío sobre mi hermana me llena de un nuevo interés que, creo yo, es demasiado obvio como para siquiera molestarme en disimularlo — No conozco casi nada a Audrey, aunque papá me ha contado algunas cosas sobre ella. ¿Por qué te crió sola? ¿Es tan aburrida como parece? Lo siento… — me disculpo con mi mejor cara inocentona y me acomodo mejor la mochila en el hombro, así estoy lo suficientemente libre como para colgar mi brazo del suyo — Es que las pocas veces que la he visto, parece demasiado apagada. ¿Tiene el corazón roto o alguna tragedia así? Adoro las desdichas románticas — largo suspiro — pero de seguro todo se termina solucionando. Quiero decir… es una mujer bonita e inteligente, por algo es jefa, ¿no? No sé por qué es tan callada — o por qué ella y papá se llevan mal, si hasta donde sé, papá siempre ha querido tener una buena relación con ella. Debe ser una persona que no sabe perdonar u olvidar, quizá. Si hay alguien que siempre fue un buen padre, ese es Sean Niniadis.
Que diga que es toda mía por la tarde me pone tan feliz como si me dijeran que tengo una muñeca nueva para vestir, peinar y perfumar. Tiro de nuestro brazo para empezar a guiarnos fuera del colegio, utilizando un andar tan rápido y alegre que parece que vamos dando saltos — ¿Mis medidas? — intento recordarlas, pero no tengo idea porque jamás lo he consultado a mi estilista o a Sage, pero lo siguiente que dice me hace dar un nuevo gritito — ¡Me encanta la idea! ¿No crees que podríamos tener un emprendimiento o algo así? Puedo ser tu modelo y tu sponsor. Nadie puede negar que se me da bien el comprarme a las personas — le pongo mi mejor sonrisa encantadora y saludo al pasar a uno de los guardias del colegio, saliendo de una buena vez a la calle. Me acomodo un poco la falda y tiro de su brazo para cruzar la calle, antes de que el semáforo vuelva a hacer su cambio — Es lindo salir sin guardaespaldas, para variar — acoto como al pasar, sintiendo la libertad en cada paso que doy por una calle demasiado repleta de gente. No es como que alguien fuese a saltarnos encima de un momento a otro — Tienes suerte de que Audrey no sea una figura tan pública, aunque si la gente empieza a verte como parte de nuestra familia, tendrás que acostumbrarte. Más si tenemos un emprendimiento que se llame algo así como “Niniadis&Niniadis” — uso la mano libre para moverla por el aire como si visualizara un enorme cartel con letras curvas, sonriendo para mí misma — Seríamos la sensación.
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Me río con sutileza cuando nombra lo de las canas más que nada porque con su genética, podría asegurar que estaba a años luz de que le saliera alguna. Pero no se lo remarco, ni ella quiere que la llame tía, ni yo quiero llamarla de esa forma, estamos de acuerdo y no es necesario darle más vueltas al asunto. Tampoco me gustaría que Hero me llamase sobrina, ya suficiente tenía con que la tía Eunice a veces me decía “sobriiiii”, estirando la última i de una manera en la que, si es de noche y una está algo dormida, puede resultar bastante aterrador.
- Casi todo mi ropero está hecho con cosas que fabriqué desde cero o modifiqué. - y tenía más prendas que había hecho en base a moldes prearmados, pero no querría presentarle algo estándar. O a medida, o nada. No iba a ensuciar mi reputación desde tan temprano en mi carrera. - No faltaré, lo prometo. - Mi madre jamás me prohibiría asistir al cumpleaños de su media hermana, y ciertamente era algo que no me quería perder. No por lo de la alta sociedad, estaba convencida de que, de parecerse al Prince, serían un grupo de niñatos con más dinero que cerebro.
- ¿Mi madre? ¿Romance? Salvando a Lara no recuerdo haberle visto jamás algo que se asemeje siquiera a una pareja. Y con sinceridad, no estoy segura de que siquiera con ella hayan formalizado tanto. - Y tampoco quería saberlo. Lo único que quise saber acerca de la vida privada de mi madre, consistía en datos sobre mi padre. Ya los sabía, no me hacía falta enterarme de nada más. No era tonta, sabía lo que era el sexo, solo que no me interesaba en pensar en la vida sexual de mi madre bajo ningún punto de vista. - Aunque creo que… bueno, tengo entendido que las relaciones que sí tuvo terminaron mal porque… eh, la dejaron. - No me sentía muy cómoda divulgando eso de mi madre, pero era cierto. Desde ese amor misterioso que tuvo en la adolescencia, mi padre… y bueno, por lo que me dijo el abuelo Sean tampoco se había portado de la mejor manera, pero no le diría eso a su hija.
Hero comienza a guiarnos fuera del colegio, y me dejo, curiosa de lo que es una salida con la hija de la ministra. Y sí, podría sonar interesada, pero lo cierto es que, pese a que éramos familiares, lo único que sabía a ciencia cierta de la pelirroja es que es la hija de la Ministra de Magia, y que al parecer, cumple en dos semanas. - ¿Lo dices en serio? - Porque yo podría imaginar mil cosas para el futuro, pero su propuesta es mucho más inmediata y tangible de lo que he tenido en mi vida. - Oh por favor, ¡sí! Sería excelente. Incluso podría pedirle ayuda a Hans. - Luego de que mi padre comparase mi mano de obra con la de Morgana’s estaba segura de que tenía la habilidad para que ese proyecto floreciera. - ¿Sabes cómo diseñar un plan de trabajo? Tengo algunas carpetas armadas, pero estaba considerando hacerlo más a futuro. Nunca pensé en tener un sponsor a esta edad, o una marca si vamos al caso.
- Casi todo mi ropero está hecho con cosas que fabriqué desde cero o modifiqué. - y tenía más prendas que había hecho en base a moldes prearmados, pero no querría presentarle algo estándar. O a medida, o nada. No iba a ensuciar mi reputación desde tan temprano en mi carrera. - No faltaré, lo prometo. - Mi madre jamás me prohibiría asistir al cumpleaños de su media hermana, y ciertamente era algo que no me quería perder. No por lo de la alta sociedad, estaba convencida de que, de parecerse al Prince, serían un grupo de niñatos con más dinero que cerebro.
- ¿Mi madre? ¿Romance? Salvando a Lara no recuerdo haberle visto jamás algo que se asemeje siquiera a una pareja. Y con sinceridad, no estoy segura de que siquiera con ella hayan formalizado tanto. - Y tampoco quería saberlo. Lo único que quise saber acerca de la vida privada de mi madre, consistía en datos sobre mi padre. Ya los sabía, no me hacía falta enterarme de nada más. No era tonta, sabía lo que era el sexo, solo que no me interesaba en pensar en la vida sexual de mi madre bajo ningún punto de vista. - Aunque creo que… bueno, tengo entendido que las relaciones que sí tuvo terminaron mal porque… eh, la dejaron. - No me sentía muy cómoda divulgando eso de mi madre, pero era cierto. Desde ese amor misterioso que tuvo en la adolescencia, mi padre… y bueno, por lo que me dijo el abuelo Sean tampoco se había portado de la mejor manera, pero no le diría eso a su hija.
Hero comienza a guiarnos fuera del colegio, y me dejo, curiosa de lo que es una salida con la hija de la ministra. Y sí, podría sonar interesada, pero lo cierto es que, pese a que éramos familiares, lo único que sabía a ciencia cierta de la pelirroja es que es la hija de la Ministra de Magia, y que al parecer, cumple en dos semanas. - ¿Lo dices en serio? - Porque yo podría imaginar mil cosas para el futuro, pero su propuesta es mucho más inmediata y tangible de lo que he tenido en mi vida. - Oh por favor, ¡sí! Sería excelente. Incluso podría pedirle ayuda a Hans. - Luego de que mi padre comparase mi mano de obra con la de Morgana’s estaba segura de que tenía la habilidad para que ese proyecto floreciera. - ¿Sabes cómo diseñar un plan de trabajo? Tengo algunas carpetas armadas, pero estaba considerando hacerlo más a futuro. Nunca pensé en tener un sponsor a esta edad, o una marca si vamos al caso.
— ¿Solo una? — ¿Qué edad tenía mi hermana? ¿Unos treinta? Si en todo este tiempo había carecido de romance, eso explicaría por qué siempre se ve tan amargada. Por otro lado, mi lado cotilla hace que la mire entre pícara y curiosa, porque si hay algo mejor que los chismes amorosos de mis compañeros de escuela, son los chismes amorosos de los adultos de los cuales no te los esperarías — ¿La dejaron, de verdad? ¿Terceros en discordia o amores no correspondidos? A veces me sorprende las cosas que se guardan los adultos y eso que hacen parecer el ser mayor como si fuese la cosa más aburrida del universo — pero de golpe ¡bam! Chismes por doquier.
— ¿Me ves cara de no hablar en serio? — le pregunto en tono escandalizado, aunque sospecho que debe darse cuenta de que solo estoy bromeando con ella — Cuando se trata de moda, siempre hablo en serio. Tómalo en cuenta — además, si comienzo algo me gusta terminarlo; por algo los profesores siempre me toman para el ejemplo cuando se trata de algún proyecto escolar. Me descoloca un poco cuando menciona a alguien extra, pero asumo que está hablando de algún niño de su curso y la miro haciendo algo parecido a ojitos, usando la mano libre para acomodarme un rizo que se ha desacomodado del flequillo — ¿Quién es Hans? ¿Algún chico lindo de tu clase? — mi tono oscila entre la complicidad y la burla, solo buscando picarla con inocencia — Si te gusta alguien, te recomiendo no meterlo en tus negocios. Podrías complicar la relación — y sí, me hago la que lo sé todo porque así debería ser, pero la verdad es que jamás he tenido un novio de verdad y no sé cómo funcionan las cosas. Solo sé que nadie debería salir con nadie del trabajo, a excepción de mis padres, pero porque ellos están hechos el uno para el otro.
Nos hago cruzar la avenida con paso audaz y aprovecho esos minutos en los cuales el tráfico me distrae para poder recordar cómo es que se supone que debemos organizarnos — Nunca he hecho alguno, si te soy sincera. Se me da bien organizar los trabajos escolares, pero eso no tiene nada que ver. Y en cuanto a mi agenda… alguien más la organiza por mí — soy la hija de la líder de esta nación. Eso significa que alguien más maneja mi itinerario y yo solamente tengo que verme bonita al cumplirlo — Pero podemos conseguir ayuda. ¿Qué tal un abogado o dos? Gente que comprenda el mundo de los negocios y cómo podemos abrirnos paso con todos los papeles en línea. Quizá mi estilista podría darme algunas lecciones. ¡Y no será difícil encontrar algún encargado de marketing! — soy yo, cualquiera querría trabajar para mí. Algo de lo que jamás voy a tener que preocuparme es de hacer carrera, porque mi nombre hace todo el trabajo por mí.
El centro comercial es gigante, rodeado de fuentes y escaleras mecánicas que llevan a todos los ciudadanos del Capitolio al interior de un sinfín de negocios y mucho aire acondicionado. Lo bueno de que se encuentre cerca del colegio es que puedo venir seguido, pero lo malo es que debo chequear no cruzarme con nadie indeseable. De todas formas, hoy es el día en el cual ingreso sin mirar alrededor y aprieto tanto el paso que creo que estoy haciendo que Meerah corra — Bien. ¿Por dónde quieres comenzar? Mi consejo es siempre arrancar con el vestuario, así luego sabrás con qué combinar los zapatos y el maquillaje. ¿Alguna tienda en particular?
— ¿Me ves cara de no hablar en serio? — le pregunto en tono escandalizado, aunque sospecho que debe darse cuenta de que solo estoy bromeando con ella — Cuando se trata de moda, siempre hablo en serio. Tómalo en cuenta — además, si comienzo algo me gusta terminarlo; por algo los profesores siempre me toman para el ejemplo cuando se trata de algún proyecto escolar. Me descoloca un poco cuando menciona a alguien extra, pero asumo que está hablando de algún niño de su curso y la miro haciendo algo parecido a ojitos, usando la mano libre para acomodarme un rizo que se ha desacomodado del flequillo — ¿Quién es Hans? ¿Algún chico lindo de tu clase? — mi tono oscila entre la complicidad y la burla, solo buscando picarla con inocencia — Si te gusta alguien, te recomiendo no meterlo en tus negocios. Podrías complicar la relación — y sí, me hago la que lo sé todo porque así debería ser, pero la verdad es que jamás he tenido un novio de verdad y no sé cómo funcionan las cosas. Solo sé que nadie debería salir con nadie del trabajo, a excepción de mis padres, pero porque ellos están hechos el uno para el otro.
Nos hago cruzar la avenida con paso audaz y aprovecho esos minutos en los cuales el tráfico me distrae para poder recordar cómo es que se supone que debemos organizarnos — Nunca he hecho alguno, si te soy sincera. Se me da bien organizar los trabajos escolares, pero eso no tiene nada que ver. Y en cuanto a mi agenda… alguien más la organiza por mí — soy la hija de la líder de esta nación. Eso significa que alguien más maneja mi itinerario y yo solamente tengo que verme bonita al cumplirlo — Pero podemos conseguir ayuda. ¿Qué tal un abogado o dos? Gente que comprenda el mundo de los negocios y cómo podemos abrirnos paso con todos los papeles en línea. Quizá mi estilista podría darme algunas lecciones. ¡Y no será difícil encontrar algún encargado de marketing! — soy yo, cualquiera querría trabajar para mí. Algo de lo que jamás voy a tener que preocuparme es de hacer carrera, porque mi nombre hace todo el trabajo por mí.
El centro comercial es gigante, rodeado de fuentes y escaleras mecánicas que llevan a todos los ciudadanos del Capitolio al interior de un sinfín de negocios y mucho aire acondicionado. Lo bueno de que se encuentre cerca del colegio es que puedo venir seguido, pero lo malo es que debo chequear no cruzarme con nadie indeseable. De todas formas, hoy es el día en el cual ingreso sin mirar alrededor y aprieto tanto el paso que creo que estoy haciendo que Meerah corra — Bien. ¿Por dónde quieres comenzar? Mi consejo es siempre arrancar con el vestuario, así luego sabrás con qué combinar los zapatos y el maquillaje. ¿Alguna tienda en particular?
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Por alguna razón siento que debería sentirme mal con eso de que Hero se haya interesado más por la vida de mi madre en una tarde, que lo que yo en toda mi vida; pero no me pone mal. Simplemente me deja una leve sensación de incomodidad, de esas que sientes cuando estás dando un examen y crees que te sabes la respuesta a la pregunta que tienes frente a ti, pero nada se te viene a la mente. - El primero no sé, el segundo fue mi padre y por lo que tengo entendido, la tercera en discordia fui yo. - Me encojo de hombros y hago una mueca que apenas y es visible en mi rostro. - Es porque tienen esa estúpida noción de que por ser “niños” no comprenderemos… Por mi parte, estoy harta de que me traten de estúpida solo por no haber vivido la misma cantidad de años. - Y las voces chillonas, oh por favor, odiaba cuando agudizaban la voz para hablarme. - Y ni hablemos de sexo, creo que se infartarían si supieran que entendemos lo que significa la palabra. .
¿Qué quién es…? Oh, en mi entusiasmo no me había dado cuenta que había mencionado el nombre de mi padre. Mierda… Un momento, ¿qué? - ¡NO! Ay no, diaj. No vuelvas a decir eso en tu vida. - El solo pensar en Hans como… diuuuuuuh. La nariz se me frunce de manera automática, y el ceño se me arruga tanto que estoy segura de que mis cejas deben estar cerca de tocarse entre ellas. Pero ufff, ¿no podría haber dicho otra cosa? Además, ¿qué tantos niños tenían el capital para montar un proyecto como este?... Oh, cierto; esto era el Royal, no el Prince. El poder adquisitivo de la mitad de los que asistían superaba en múltiplos a algunas familias de mi antiguo colegio. - Solo… no. - Concluyo cuando puedo volver a relajar mi expresión.
Me dejo arrastrar por las calles a paso rápido, agradeciendo que no hay tanta diferencia de altura entre las dos como para que no me cueste seguirle el paso. - No sé como puedes estar acostumbrada a que otros te digan cuándo o dónde debes hacer qué, no sé si podría dejar que alguien más controlase mi agenda. - Aunque claro, mientras que mi agenda era una marcada con post it, notas resaltadas, fechas y recordatorios bordados (sí, me gustaba bordar sobre papel); la de ella debía estar llena de eventos y actos cronometrados para encajar en su día. - Eh… Hans… Hans es abogado. - Aprieto los labios en una fina y delgada línea y no sé cuánto más podría decirle a Hero sin terminar revelando nuestra verdadera relación. No es que no pudiese hacerlo, solo que… - Igual, antes de armar un equipo de trabajo tendrías que ver mis diseños. Hay que unificar ideas, tener la visión del producto como producto en sí. Conseguir proveedores, pensar en lo práctico y a la vez en la originalidad que se pueda sumar al mercado. - Agradecía el voto de confianza ciego, pero, aunque la idea fuese más que tentadora, me negaba a que mis diseños se vendieran solo por nuestro apellido. Si debes confiar puramente en el marketing, eso quiere decir que la calidad de tu producto no alcanza.
Debo admitir que cuando dijo que nos dirigíamos al centro comercial, había imaginado un edificio grande, lleno de escaparates y luces… No la monstruosidad que se hallaba de pie ante nosotras, imponente en cada aspecto de su diseño. No era fanática de las fuentes de agua, pero incluso las cascadas que adornaban algunos muros parecían sacadas de un paisaje. - ¿Alguna tienda en particular? Me sorprendería encontrar alguna tienda en este lugar. ¿No viene con un mapa o algo así? - Si venía con uno, me moría por ir a “Makin Magic”, el mejor negocio de telas encantadas del planeta. Pero suponía que Hero prefería ir a locales que vendiese ropa ya fabricada. - No es chiste eso de que me gusta fabricar mi propia ropa, son raras las veces en las que voy de compras. No sabría por dónde empezar. - Confieso.
¿Qué quién es…? Oh, en mi entusiasmo no me había dado cuenta que había mencionado el nombre de mi padre. Mierda… Un momento, ¿qué? - ¡NO! Ay no, diaj. No vuelvas a decir eso en tu vida. - El solo pensar en Hans como… diuuuuuuh. La nariz se me frunce de manera automática, y el ceño se me arruga tanto que estoy segura de que mis cejas deben estar cerca de tocarse entre ellas. Pero ufff, ¿no podría haber dicho otra cosa? Además, ¿qué tantos niños tenían el capital para montar un proyecto como este?... Oh, cierto; esto era el Royal, no el Prince. El poder adquisitivo de la mitad de los que asistían superaba en múltiplos a algunas familias de mi antiguo colegio. - Solo… no. - Concluyo cuando puedo volver a relajar mi expresión.
Me dejo arrastrar por las calles a paso rápido, agradeciendo que no hay tanta diferencia de altura entre las dos como para que no me cueste seguirle el paso. - No sé como puedes estar acostumbrada a que otros te digan cuándo o dónde debes hacer qué, no sé si podría dejar que alguien más controlase mi agenda. - Aunque claro, mientras que mi agenda era una marcada con post it, notas resaltadas, fechas y recordatorios bordados (sí, me gustaba bordar sobre papel); la de ella debía estar llena de eventos y actos cronometrados para encajar en su día. - Eh… Hans… Hans es abogado. - Aprieto los labios en una fina y delgada línea y no sé cuánto más podría decirle a Hero sin terminar revelando nuestra verdadera relación. No es que no pudiese hacerlo, solo que… - Igual, antes de armar un equipo de trabajo tendrías que ver mis diseños. Hay que unificar ideas, tener la visión del producto como producto en sí. Conseguir proveedores, pensar en lo práctico y a la vez en la originalidad que se pueda sumar al mercado. - Agradecía el voto de confianza ciego, pero, aunque la idea fuese más que tentadora, me negaba a que mis diseños se vendieran solo por nuestro apellido. Si debes confiar puramente en el marketing, eso quiere decir que la calidad de tu producto no alcanza.
Debo admitir que cuando dijo que nos dirigíamos al centro comercial, había imaginado un edificio grande, lleno de escaparates y luces… No la monstruosidad que se hallaba de pie ante nosotras, imponente en cada aspecto de su diseño. No era fanática de las fuentes de agua, pero incluso las cascadas que adornaban algunos muros parecían sacadas de un paisaje. - ¿Alguna tienda en particular? Me sorprendería encontrar alguna tienda en este lugar. ¿No viene con un mapa o algo así? - Si venía con uno, me moría por ir a “Makin Magic”, el mejor negocio de telas encantadas del planeta. Pero suponía que Hero prefería ir a locales que vendiese ropa ya fabricada. - No es chiste eso de que me gusta fabricar mi propia ropa, son raras las veces en las que voy de compras. No sabría por dónde empezar. - Confieso.
Le hago un gestito de paz llevándome un dedo a los labios para indicar que no diré nada, aunque no entiendo esa reacción tan exagerada — No he conocido otra cosa, así que para mí es completamente normal. ¿Cómo es que puedes vivir sin que nadie haga los cronogramas por ti? No tendría tiempo de organizarlos y cumplirlos — mi vida es una montaña rusa. Escuela, clases particulares de arte, idioma y piano, eventos, galas y beneficencias. Nadie podría hacerlo sin ayuda.
La mención de que su Hans es abogado hace que la mire un poco confundida porque me saca de la idea que me había hecho, así que arrugo un poquito la nariz con cierta diversión — ¿El asco es porque es muy viejo? Hay practicantes guapos — había algunos que cursaban los últimos años de educación que eran un sueño — Oh, por supuesto, pero todo emprendimiento debe venderse. Podemos hacer un estudio del mercado para empezar, además de una lista de todo lo que necesitaríamos e ir tachando poco a poco — al fin, la enorme cantidad de libretas con perfume y post it van a servirme de algo, además de tareas escolares.
Siento que tengo delante a un cachorrito fascinado con su rabo, así que nos detengo en medio del amplio pasillo para que sea libre de admirar el lugar a su antojo. ¿O no que tengo buen gusto? — Tómalo como una completa nueva experiencia, entonces — aconsejo alegremente. Sé que hay algunas pantallas táctiles que sirven como mapas, pero no es algo que yo necesite a estas alturas de mi corta pero experimentada vida — “Chick Witch” tiene algunas prendas de la mejor seda y “Nimue” vende los mejores zapatos. ¿Quieres un vestido, una falda o prefieres algunos pantalones? Tienes suerte de ser bonita, así que debe ser fácil hacer que luzcas una prenda. Y el cabello rubio siempre es fácil de combinar — tomo su mano, empezando a llevarla alegremente hacia el primer negocio que he nombrado, cuyas letras cursivas brillan a algunos metros de distancia — ¿En qué clase de prendas te especializas? — es una pregunta ansiosa, porque si voy a invertir, espero que sea de mi estilo — Puedes traerme algunos diseños mañana y verlos conmigo durante el receso de las once. ¿Te parece bien? ¡Llevaré jugo de frutas! — Si vamos a hacer negocios, tenemos que estar hidratadas para que nuestro cerebro funcione bien.
Siempre amé “Chick Witch”. Además de la hermosa y luminosa decoración, la música de moda y los amplios probadores, el servicio siempre es de lo mejor y las vendedoras ya saben que soy una clienta confiable. Es por eso que entro como lord por su mansión y saludo con alegría, tratando de guiar a Meerah por las hileras de vestidos, camisas y faldas de colores pasteles — ¡Agarra lo que quieras! Podemos probar, probar y probar y jamás van a decirnos nada — porque saben que no les conviene.
La mención de que su Hans es abogado hace que la mire un poco confundida porque me saca de la idea que me había hecho, así que arrugo un poquito la nariz con cierta diversión — ¿El asco es porque es muy viejo? Hay practicantes guapos — había algunos que cursaban los últimos años de educación que eran un sueño — Oh, por supuesto, pero todo emprendimiento debe venderse. Podemos hacer un estudio del mercado para empezar, además de una lista de todo lo que necesitaríamos e ir tachando poco a poco — al fin, la enorme cantidad de libretas con perfume y post it van a servirme de algo, además de tareas escolares.
Siento que tengo delante a un cachorrito fascinado con su rabo, así que nos detengo en medio del amplio pasillo para que sea libre de admirar el lugar a su antojo. ¿O no que tengo buen gusto? — Tómalo como una completa nueva experiencia, entonces — aconsejo alegremente. Sé que hay algunas pantallas táctiles que sirven como mapas, pero no es algo que yo necesite a estas alturas de mi corta pero experimentada vida — “Chick Witch” tiene algunas prendas de la mejor seda y “Nimue” vende los mejores zapatos. ¿Quieres un vestido, una falda o prefieres algunos pantalones? Tienes suerte de ser bonita, así que debe ser fácil hacer que luzcas una prenda. Y el cabello rubio siempre es fácil de combinar — tomo su mano, empezando a llevarla alegremente hacia el primer negocio que he nombrado, cuyas letras cursivas brillan a algunos metros de distancia — ¿En qué clase de prendas te especializas? — es una pregunta ansiosa, porque si voy a invertir, espero que sea de mi estilo — Puedes traerme algunos diseños mañana y verlos conmigo durante el receso de las once. ¿Te parece bien? ¡Llevaré jugo de frutas! — Si vamos a hacer negocios, tenemos que estar hidratadas para que nuestro cerebro funcione bien.
Siempre amé “Chick Witch”. Además de la hermosa y luminosa decoración, la música de moda y los amplios probadores, el servicio siempre es de lo mejor y las vendedoras ya saben que soy una clienta confiable. Es por eso que entro como lord por su mansión y saludo con alegría, tratando de guiar a Meerah por las hileras de vestidos, camisas y faldas de colores pasteles — ¡Agarra lo que quieras! Podemos probar, probar y probar y jamás van a decirnos nada — porque saben que no les conviene.
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Supongo que tiene razón cuando dice que no ha conocido otra cosa y no puedo dejar de preguntarme cómo debía sentirse eso de tener toda tu vida cronometrada. No era una sensación que me interesara experimentar particularmente. Prefería tener una fecha límite para las cosas y organizar mis tareas alrededor de ellas. Mientras que siempre marcase un tiempo para mis telas y otro para mis lecturas, todo lo demás podía acomodarse a la perfección. - Creo que eso es porque tengo muchas menos actividades que tú. Vivía en el ocho hasta hace pocas semanas, no hace falta haber estado mucho tiempo en el Capitolio como para saber que los ritmos son muy distintos. - O al menos que tenían muchas más ocupaciones.
- El asco es porque es mi padre. - Termino confesando, a sabiendas de que eso me llevará a un interrogatorio exhaustivo después, pero sin querer seguir dando vueltas a un asunto que, por regla general, debía ser sencillo. En ningún momento acordamos secretismo absoluto con respecto a nuestro parentesco, simplemente se decidió no hacerlo público hasta que fuese necesario. No creía que Hero, siendo todo lo famosa que es, se preocupara por esparcir un chisme que no le servía para nada. - Seguiría prefiriendo que vieses mis diseños antes de ir planeando algo, pero ciertamente estoy muy confiada en mi gusto. - Además, gran parte de las cosas que diseñaba estaban inspiradas en ciertas formas modas del Capitolio ya que el ocho era más… liberal en ciertos diseños y no, lo asimétrico y lo animal print no iban juntos, mucho menos cuando se trataban de pieles de verdad.
Asiento con la cabeza cuando nombra tiendas que he visto en reportes, y en parte me alegra que sean tiendas de las que al menos tengo algo de noción. De acuerdo, puede que Chick Witch no fuese precisamente santo de mi devoción, pero había demasiada ropa urbana en sus propagandas, y mi gusto era un poco más… convencional. - Dejaré que primero me elijas prendas tú, como si fuese una muñeca. - llevaba ya un par de años sin dejar que alguien hiciese eso por mí, y tenía ganas de ver los gustos de alguien que no fuese mi madre o mi tía… bueno, mi otra tía. - ¿Especializarme? Podría decir que en corbatas, pero últimamente las chaquetas y las faldas se han llevado toda mi atención. - Las faldas amplias de tiro alto eran un sueño cuando se combinaban con telas de diseño propio, y las chaquetas tenían un molde tan hermoso y podían delimitar tantas formas que me gustaba mucho la idea de jugar con los dos conceptos. - Me parece excelente, liberaré un espacio de mi agenda para eso. - Trato de bromear, pero me doy cuenta que el comentario parece sonar más bien burlón y me dan ganas de retractarme de inmediato. Maldito sentido del humor cínico.
Al menos me distraigo rápidamente cuando atravesamos las puertas y ¡oh por las barbas de Merlín! ¿Esto era un local de ropa? ¿Por qué había un recibidor con canapés? - En estos momentos no se si hablas de la comida, o de la ropa. - Aclaro señalando la mesa que tiene masitas y otras delicias pequeñas. - ¿Chick Witch tiene sección de alta costura? - Y no digo nada, y me dirijo al perchero que muestra, fiel a la palabra de Hero, algunas de las mejores sedas en las que he puesto mis manos. - ¿Lo que quiera? - Y se que dije que podía elegir lo que quisiera para mí, pero el vestido azul que tomo parece sacado directamente de mi mente. Lo examino por varios segundos, deleitándome en el corte y en los detalles. - Ten, se que dijiste para mí, pero con tu color de cabello y tu piel, no hay forma en la que esto no haya sido hecho para ti.
- El asco es porque es mi padre. - Termino confesando, a sabiendas de que eso me llevará a un interrogatorio exhaustivo después, pero sin querer seguir dando vueltas a un asunto que, por regla general, debía ser sencillo. En ningún momento acordamos secretismo absoluto con respecto a nuestro parentesco, simplemente se decidió no hacerlo público hasta que fuese necesario. No creía que Hero, siendo todo lo famosa que es, se preocupara por esparcir un chisme que no le servía para nada. - Seguiría prefiriendo que vieses mis diseños antes de ir planeando algo, pero ciertamente estoy muy confiada en mi gusto. - Además, gran parte de las cosas que diseñaba estaban inspiradas en ciertas formas modas del Capitolio ya que el ocho era más… liberal en ciertos diseños y no, lo asimétrico y lo animal print no iban juntos, mucho menos cuando se trataban de pieles de verdad.
Asiento con la cabeza cuando nombra tiendas que he visto en reportes, y en parte me alegra que sean tiendas de las que al menos tengo algo de noción. De acuerdo, puede que Chick Witch no fuese precisamente santo de mi devoción, pero había demasiada ropa urbana en sus propagandas, y mi gusto era un poco más… convencional. - Dejaré que primero me elijas prendas tú, como si fuese una muñeca. - llevaba ya un par de años sin dejar que alguien hiciese eso por mí, y tenía ganas de ver los gustos de alguien que no fuese mi madre o mi tía… bueno, mi otra tía. - ¿Especializarme? Podría decir que en corbatas, pero últimamente las chaquetas y las faldas se han llevado toda mi atención. - Las faldas amplias de tiro alto eran un sueño cuando se combinaban con telas de diseño propio, y las chaquetas tenían un molde tan hermoso y podían delimitar tantas formas que me gustaba mucho la idea de jugar con los dos conceptos. - Me parece excelente, liberaré un espacio de mi agenda para eso. - Trato de bromear, pero me doy cuenta que el comentario parece sonar más bien burlón y me dan ganas de retractarme de inmediato. Maldito sentido del humor cínico.
Al menos me distraigo rápidamente cuando atravesamos las puertas y ¡oh por las barbas de Merlín! ¿Esto era un local de ropa? ¿Por qué había un recibidor con canapés? - En estos momentos no se si hablas de la comida, o de la ropa. - Aclaro señalando la mesa que tiene masitas y otras delicias pequeñas. - ¿Chick Witch tiene sección de alta costura? - Y no digo nada, y me dirijo al perchero que muestra, fiel a la palabra de Hero, algunas de las mejores sedas en las que he puesto mis manos. - ¿Lo que quiera? - Y se que dije que podía elegir lo que quisiera para mí, pero el vestido azul que tomo parece sacado directamente de mi mente. Lo examino por varios segundos, deleitándome en el corte y en los detalles. - Ten, se que dijiste para mí, pero con tu color de cabello y tu piel, no hay forma en la que esto no haya sido hecho para ti.
Por lógica, sé que Meerah debería de tener un padre, porque nadie nace de los repollos. Aún así, como jamás he sabido de él como una persona de carne y hueso, no puedo evitar mirarla entre sorprendida y entusiasmada por el chisme — ¡Un abogado! Mi hermana sí que no es tonta. No sabía que había un señor-ex-cuñado con nombre y todo — hasta donde yo sabía, no era más que alguien de hace mucho tiempo que había dejado a Audrey embarazada. Con respecto a lo siguiente, no digo nada, pero opto por darle mi voto de confianza.
Intento no mostrarme tan entusiasmada cuando me da vía libre a vestirla, pero me traiciono a mí misma dando unos pocos saltitos con las puntas de mis pies. Siempre he encontrado placer en arreglarme a mí misma, pero ayudar a los demás a verse mejor es uno de mis mejores talentos; si no, tienen que preguntarle a Maeve y lo mejorada que se encuentra su piel en estas últimas semanas — Variado, entonces. Lo bueno es que las faldas están de moda para el próximo verano y podríamos empezar con una pequeña colección — si es que las cosas se dan tan rápido, obvio. Pero según ella tiene diseños y siempre se puede comenzar con pequeñas muestras, antes de lanzar de inmediato el emprendimiento. Como para testear el terreno — Tenemos una cita de negocios, entonces.
— ¡Pues claro! — me giro hacia ella haciendo un ruedo de ojos tal y como si me estuviese haciendo una pregunta demasiado obvia, tratando de no reírme demasiado — ¿Por qué crees que te traje aquí en primer lugar? Encontraremos un par de prendas perfectas para ti. Luces bien el amarillo claro, ¿no es así? — me limito a asentir de manera apremiante porque parece seguir dudando, hasta que me detengo para ver cómo se decide por un vestido precioso, cuya caída de la falda me recuerda a una nube. Estoy por elogiar su buen ojo, cuando deliberadamente me lo cede y no puedo hacer más que abrir mis ojos de par en par en su dirección — ¡Pero creí que veníamos a vestirte a ti! — da igual, porque no puedo con mi genio y tomo el vestido con muchísimo cuidado. El tacto es suave, tal y como me lo imaginaba, y se siente ligero como el agua — Al menos tienes un excelente gusto. Dame un momento.
Encontrar el probador es cosa que me toma solo unos segundos, recorriendo este sitio como si se tratase de mi propio dormitorio. Una de las señoritas que trabaja aquí viene detrás de mí en modo automático, apurando el paso para abrirme la puerta del amplio cubículo. Desprenderme del uniforme es fácil, meterme dentro del vestido es mucho más sencillo. En cinco minutos me estoy chequeando a mí misma en el espejo, colocándome de puntitas sobre mis pies descalzos para simular el alto de los tacones y sujetándome la falda con delicadeza, sonriendo ante mi propia imagen — ¡Meerah, ven! — la llamo. No es hasta que la siento llegar, que abro la puerta para que pueda darme su opinión. Incluso lo hago con un giro que levanta la falda y culmina en mi mano decorando mi cintura, para que pueda darme su opinión — ¿Qué opinas? ¿Crees que a Patrick le guste? — creo que no sabe de quién le estoy hablando, pero eso no es importante — Siempre me ha gustado el azul, porque me resalta los ojos. Pero tú eres la experta. ¿Qué le agregarías como accesorio?
Intento no mostrarme tan entusiasmada cuando me da vía libre a vestirla, pero me traiciono a mí misma dando unos pocos saltitos con las puntas de mis pies. Siempre he encontrado placer en arreglarme a mí misma, pero ayudar a los demás a verse mejor es uno de mis mejores talentos; si no, tienen que preguntarle a Maeve y lo mejorada que se encuentra su piel en estas últimas semanas — Variado, entonces. Lo bueno es que las faldas están de moda para el próximo verano y podríamos empezar con una pequeña colección — si es que las cosas se dan tan rápido, obvio. Pero según ella tiene diseños y siempre se puede comenzar con pequeñas muestras, antes de lanzar de inmediato el emprendimiento. Como para testear el terreno — Tenemos una cita de negocios, entonces.
— ¡Pues claro! — me giro hacia ella haciendo un ruedo de ojos tal y como si me estuviese haciendo una pregunta demasiado obvia, tratando de no reírme demasiado — ¿Por qué crees que te traje aquí en primer lugar? Encontraremos un par de prendas perfectas para ti. Luces bien el amarillo claro, ¿no es así? — me limito a asentir de manera apremiante porque parece seguir dudando, hasta que me detengo para ver cómo se decide por un vestido precioso, cuya caída de la falda me recuerda a una nube. Estoy por elogiar su buen ojo, cuando deliberadamente me lo cede y no puedo hacer más que abrir mis ojos de par en par en su dirección — ¡Pero creí que veníamos a vestirte a ti! — da igual, porque no puedo con mi genio y tomo el vestido con muchísimo cuidado. El tacto es suave, tal y como me lo imaginaba, y se siente ligero como el agua — Al menos tienes un excelente gusto. Dame un momento.
Encontrar el probador es cosa que me toma solo unos segundos, recorriendo este sitio como si se tratase de mi propio dormitorio. Una de las señoritas que trabaja aquí viene detrás de mí en modo automático, apurando el paso para abrirme la puerta del amplio cubículo. Desprenderme del uniforme es fácil, meterme dentro del vestido es mucho más sencillo. En cinco minutos me estoy chequeando a mí misma en el espejo, colocándome de puntitas sobre mis pies descalzos para simular el alto de los tacones y sujetándome la falda con delicadeza, sonriendo ante mi propia imagen — ¡Meerah, ven! — la llamo. No es hasta que la siento llegar, que abro la puerta para que pueda darme su opinión. Incluso lo hago con un giro que levanta la falda y culmina en mi mano decorando mi cintura, para que pueda darme su opinión — ¿Qué opinas? ¿Crees que a Patrick le guste? — creo que no sabe de quién le estoy hablando, pero eso no es importante — Siempre me ha gustado el azul, porque me resalta los ojos. Pero tú eres la experta. ¿Qué le agregarías como accesorio?
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Sí, mi padre era un abogado… técnicamente hablando. Lo bueno es que deja morir el tema ahí y no me pregunta más sobre el asunto ya que, si supiera qué abogado era, no estaba segura de que seguiría opinando lo mismo de mi madre. Y es que en serio, todavía no entendía como había dejado que Hans se le escapase, o cómo había renegado de su padre. No era lo suficientemente sentimental como para decir que se hallaba dolida por lo que sea que le hubiese pasado de verdad en aquel tiempo, y no terminaba de comprender el cómo no había hecho uso de su apellido. No llevaba tanto tiempo siendo una de “esos” Niniadis, pero de solo notar las diferencias en los colegios…
- Eso sí, hay una sola cosa que no voy a incluir jamás en ninguna prenda. Así que mientras que sepas que jamás uso lentejuelas, sí, tenemos una cita de trabajo. - Aclaro. No es que no me gustase el brillo, de hecho, había brillos que me encantaban en determinadas telas. Pero sentía repulsión por las lentejuelas, y todavía no olvidaba la moda que hubo el año pasado en usar aquellas lentejuelas que cambiaban de color al darles vueltas con la mano. Era insulso, barato, y tan poco original e impráctico que no podía entender como alguien podía considerarlas de buen gusto.
Sonrío contagiada por su emoción, y me doy cuenta que no me he divertido tanto en una tarde desde que me había mudado al Capitolio. No es que no hubiese cosas para hacer, pero estar con Hero era como estar con una vieja amiga, era alguien que se mostraba familiar y con una frescura que no te esperas de alguien a quien has visto más veces en la tele que en persona. - Los amarillos en general me quedan bien, salvo por el fluorescente y el amarillo lima. De tan solo pensarlo… - El escalofrío que me da en ese momento es más que un mejor ejemplo y tengo que mover el cuello hacia los lados para quitarme la sensación de encima. Hay colores que no quedaban a ciertas personas, es como si quisiera vestirla a ella de… naranja… diuj.
- Puedes elegirme algo luego. - Y la dejo con la prenda en la mano antes de recorrer el resto de la tienda con la mirada. Ni bien ella se dirige al probador, yo me encamino al sector de accesorios a paso rápido. No me cuesta encontrar una vincha negra que contraste a la perfección con su cabello, y los zapatos perfectos los encuentro en la estantería de al lado, casi como si hubiesen estado ahí a propósito. Mi único temor es que no sean del talle adecuado, pero tengo buen ojo para esas cosas y no creo estar muy alejada de la realidad.
Vuelvo al proveedor y una de las empleadas del lugar toma mis hallazgos con delicadeza en lo que me indica que me están llamando. No sé si es que estén acostumbradas a ver a Hero, o que realmente sean buenas en su trabajo, pero la muchacha me sigue y se queda a un lado en lo que mi tía me enseña que tal le queda la prenda. - No sé quien sea Patrick, pero si no le gusta como te queda, es que no tiene idea de cómo debe verse una persona. - Además, los chicos raramente sabían apreciar la belleza como correspondía; bueno, al menos lo de nuestra edad. Los grandes diseñadores del mundo de la moda eran hombres, y vaya que sabían de lo que hablaban. - Espero que no te moleste que me haya adelantado. - Acto seguido le tiendo mis dos contribuciones, pero no espero a que se pruebe los accesorios. Me apresuro a inspeccionar la prenda y retoco con cuidado el calce de su cintura a la altura de la espalda. Sé qué modificaciones le haría al vestido, pero son mínimas y gracias a su estética, hay pocas cosas que retocaría en ella. - Amo diseñar, pero creo que me entretiene más el ser estilista… ¿Tú que es lo que quieres hacer?- Y no agrego el “de grande” porque hay cosas para las que no considero que haya edad.
- Eso sí, hay una sola cosa que no voy a incluir jamás en ninguna prenda. Así que mientras que sepas que jamás uso lentejuelas, sí, tenemos una cita de trabajo. - Aclaro. No es que no me gustase el brillo, de hecho, había brillos que me encantaban en determinadas telas. Pero sentía repulsión por las lentejuelas, y todavía no olvidaba la moda que hubo el año pasado en usar aquellas lentejuelas que cambiaban de color al darles vueltas con la mano. Era insulso, barato, y tan poco original e impráctico que no podía entender como alguien podía considerarlas de buen gusto.
Sonrío contagiada por su emoción, y me doy cuenta que no me he divertido tanto en una tarde desde que me había mudado al Capitolio. No es que no hubiese cosas para hacer, pero estar con Hero era como estar con una vieja amiga, era alguien que se mostraba familiar y con una frescura que no te esperas de alguien a quien has visto más veces en la tele que en persona. - Los amarillos en general me quedan bien, salvo por el fluorescente y el amarillo lima. De tan solo pensarlo… - El escalofrío que me da en ese momento es más que un mejor ejemplo y tengo que mover el cuello hacia los lados para quitarme la sensación de encima. Hay colores que no quedaban a ciertas personas, es como si quisiera vestirla a ella de… naranja… diuj.
- Puedes elegirme algo luego. - Y la dejo con la prenda en la mano antes de recorrer el resto de la tienda con la mirada. Ni bien ella se dirige al probador, yo me encamino al sector de accesorios a paso rápido. No me cuesta encontrar una vincha negra que contraste a la perfección con su cabello, y los zapatos perfectos los encuentro en la estantería de al lado, casi como si hubiesen estado ahí a propósito. Mi único temor es que no sean del talle adecuado, pero tengo buen ojo para esas cosas y no creo estar muy alejada de la realidad.
Vuelvo al proveedor y una de las empleadas del lugar toma mis hallazgos con delicadeza en lo que me indica que me están llamando. No sé si es que estén acostumbradas a ver a Hero, o que realmente sean buenas en su trabajo, pero la muchacha me sigue y se queda a un lado en lo que mi tía me enseña que tal le queda la prenda. - No sé quien sea Patrick, pero si no le gusta como te queda, es que no tiene idea de cómo debe verse una persona. - Además, los chicos raramente sabían apreciar la belleza como correspondía; bueno, al menos lo de nuestra edad. Los grandes diseñadores del mundo de la moda eran hombres, y vaya que sabían de lo que hablaban. - Espero que no te moleste que me haya adelantado. - Acto seguido le tiendo mis dos contribuciones, pero no espero a que se pruebe los accesorios. Me apresuro a inspeccionar la prenda y retoco con cuidado el calce de su cintura a la altura de la espalda. Sé qué modificaciones le haría al vestido, pero son mínimas y gracias a su estética, hay pocas cosas que retocaría en ella. - Amo diseñar, pero creo que me entretiene más el ser estilista… ¿Tú que es lo que quieres hacer?- Y no agrego el “de grande” porque hay cosas para las que no considero que haya edad.
— ¿A alguien le queda bien cualquier color fluorescente? — inquiero con un tonito que deja muy explícita mi opinión sobre esa tonalidad. No conozco a una persona, por muy atractiva que sea o bonita piel que tenga, que pueda hacer lucir esa clase de colores sin parecer un cartel de neón. Al menos sé que mi sobrina tiene un gusto más refinado y eso hará más sencilla la tarea de encontrar ropa digna de ella. Al menos, parece que tenemos en común el gusto por las cosas bonitas.
No me detengo en explicar quién es Patrick porque, creo, ahora mismo no tiene mucha importancia. Así que solo sacudo la cabeza para que ignore ese comentario, a pesar de lo mucho que me halaga su obvio y esperado cumplido. Además, las cosas que ha traído se llevan toda mi atención y tengo que morderme los labios para que no se oiga tanto mi gritito, a pesar del movimiento ansioso de mis pies al simular una alegre corrida en mi lugar al ritmo de mis puños — Tienes un ojo fascinante. ¿De quién sacaste tan buen gusto? — no es que mi hermana sea un desastre de la moda, pero por lo poco que había visto, no era más que alguien regular. Debe ser una de esas cosas innatas de cada persona o, tal vez, la genética era demasiado fuerte y podía llegar a tener cosas mías. El refinamiento puede ser cosa de familia.
Me coloco los zapatos con rapidez y sin necesidad de sentarme, levantando una pierna a la vez con la agilidad necesaria para no perder el equilibrio. Para cuando vuelvo a enfrentar el espejo, ya me estoy colocando la vincha mientras ella toquetea mi vestido, probablemente analizando qué cambios puede hacer. Lo que me gusta de mi cabello es que, además de brillar por su propia cuenta, algunos colores son muy fáciles de destacar cuando se trata de decorarlo. Acomodo algunos mechones para que se vean mejor sobre la vincha y asiento distraídamente a su declaración — Serías una buena estilista si ya tienes un buen ojo a esta edad — sí, se lo digo como si yo fuese mucho mayor. El tema es que después ella me devuelve la pregunta y la miro por el reflejo del espejo, torciendo un poquito la boca — Me gusta la música, pero no creo tener el tiempo necesario para poder hacerla mi carrera vocacional — confieso, bajando un poquito la voz a pesar de mantener el tono seguro de siempre — Lo más probable es que siga el camino económico y legal cuando llegue a tercer año. No hay nadie más para tomar el lugar de mi madre luego, así que esa es mi responsabilidad. Tengo que prepararme para NeoPanem — sé que podría hacer un muy buen trabajo llegado el momento, pero no deja de ser un poco mareante. Como mi hermano ha desaparecido con un muggle sucio hace una eternidad y Audrey no es hija de mi madre, solo quedo yo. Y planeo hacerle justicia a mi apellido — Quizá pueda seguir estudiando piano y violín hasta que sea el momento, pero una nunca sabe — nací con una profesión asignada, me guste o no. Tomo la falda del vestido y la muevo suavemente de un lado al otro, chequeando su vuelo y los zapatos a la vez — Haga lo que haga, sé que voy a ser la mejor.
No me detengo en explicar quién es Patrick porque, creo, ahora mismo no tiene mucha importancia. Así que solo sacudo la cabeza para que ignore ese comentario, a pesar de lo mucho que me halaga su obvio y esperado cumplido. Además, las cosas que ha traído se llevan toda mi atención y tengo que morderme los labios para que no se oiga tanto mi gritito, a pesar del movimiento ansioso de mis pies al simular una alegre corrida en mi lugar al ritmo de mis puños — Tienes un ojo fascinante. ¿De quién sacaste tan buen gusto? — no es que mi hermana sea un desastre de la moda, pero por lo poco que había visto, no era más que alguien regular. Debe ser una de esas cosas innatas de cada persona o, tal vez, la genética era demasiado fuerte y podía llegar a tener cosas mías. El refinamiento puede ser cosa de familia.
Me coloco los zapatos con rapidez y sin necesidad de sentarme, levantando una pierna a la vez con la agilidad necesaria para no perder el equilibrio. Para cuando vuelvo a enfrentar el espejo, ya me estoy colocando la vincha mientras ella toquetea mi vestido, probablemente analizando qué cambios puede hacer. Lo que me gusta de mi cabello es que, además de brillar por su propia cuenta, algunos colores son muy fáciles de destacar cuando se trata de decorarlo. Acomodo algunos mechones para que se vean mejor sobre la vincha y asiento distraídamente a su declaración — Serías una buena estilista si ya tienes un buen ojo a esta edad — sí, se lo digo como si yo fuese mucho mayor. El tema es que después ella me devuelve la pregunta y la miro por el reflejo del espejo, torciendo un poquito la boca — Me gusta la música, pero no creo tener el tiempo necesario para poder hacerla mi carrera vocacional — confieso, bajando un poquito la voz a pesar de mantener el tono seguro de siempre — Lo más probable es que siga el camino económico y legal cuando llegue a tercer año. No hay nadie más para tomar el lugar de mi madre luego, así que esa es mi responsabilidad. Tengo que prepararme para NeoPanem — sé que podría hacer un muy buen trabajo llegado el momento, pero no deja de ser un poco mareante. Como mi hermano ha desaparecido con un muggle sucio hace una eternidad y Audrey no es hija de mi madre, solo quedo yo. Y planeo hacerle justicia a mi apellido — Quizá pueda seguir estudiando piano y violín hasta que sea el momento, pero una nunca sabe — nací con una profesión asignada, me guste o no. Tomo la falda del vestido y la muevo suavemente de un lado al otro, chequeando su vuelo y los zapatos a la vez — Haga lo que haga, sé que voy a ser la mejor.
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- Te sorprenderías de las cosas que puedes ver en el Ocho. Tendremos las mejores telas, pero el gusto… - Tal vez por la abundancia que había en la industria textil es que las personas consideraban que tenían que probar todo lo que se ofrecía en el mercado. Pero hay cosas que simplemente no funcionaban, y el fluorescente era una de ellas. Ya sospechaba que Hero no tendría mal gusto porque siempre se veía impecable, pero con las personas famosas uno nunca sabe hasta qué punto es buen gusto o un estilista bastante imponente con sus opiniones.
Tardo unos segundos en contestarle, demasiado concentrada en la prenda que viste como para poder registrar su pregunta enseguida. Tampoco estaba segura de cómo debía responderle, porque era claro de que no había heredado mi talento de mi madre; pero tampoco podía decir que venía de la familia de mi padre. A duras penas y sabía algo de él. - Mamá no tiene mal gusto, pero mi ojo es puramente mío. No sé cuando empezó a gustarme tanto el diseño en general, pero agradezco no ser una loca excéntrica de gusto cuestionable. - De esas había de sobra y no quería parecerme en nada a ellas.
La examino de arriba a abajo cuando termina de calzarse y le doy el visto bueno cuando la vincha termina de completar conjunto casi que a la perfección. - Lo malo es que la gente no suele confiarle su aspecto a una niña de mi edad, así que lamentablemente eso tendrá que esperar por unos años. - Si no eras mayor de edad, y con varias recomendaciones, era poco probable que la gente te contratase. Y aún así, si no eras alguien famoso, o con un mínimo de reputación… Todo era cuestión de suerte, nombre, contactos y… bueno, no tener la estatura de un gnomo y ni siquiera haber superado el primer curso del colegio.
No esperaba que su respuesta fuese la música, pero por alguna razón podía imaginarla con un violín, subida a un escenario y tocando para una multitud. Me gustaba el piano como instrumento, pero estar sentada detrás de uno no la haría lucir demasiado. De tan solo pensar en los vestidos de gala que podría confeccionar para una concertista... - Nadie dice que no puedas hacer las dos.Tal vez no a nivel profesional al mismo tiempo. Pero ¿quién dice que no te vuelves una famosa violinista mientras cursas tus estudios? - Sería difícil, pero ese era el plan que siempre había querido tomar para mi tercer año. También planeo seguir la orientación económica y legal, y aunque nuestras cargas sean diferentes tú lo dijiste, serás la mejor. ¿no? - Además, si se estaba preparando desde este entonces para hacerse cargo de Neopanem, dentro de cuatro años sería una experta en el manejo del país. Nada que no sea capaz de manejar. - ¿Lo llevarás? - Le señalo el atuendo con un ademán rápido de mano, esperando una respuesta afirmativa. Primero porque era claro que le quedaba perfecto, y segundo porque no esperaba que mi opinión fuese descartada.
Tardo unos segundos en contestarle, demasiado concentrada en la prenda que viste como para poder registrar su pregunta enseguida. Tampoco estaba segura de cómo debía responderle, porque era claro de que no había heredado mi talento de mi madre; pero tampoco podía decir que venía de la familia de mi padre. A duras penas y sabía algo de él. - Mamá no tiene mal gusto, pero mi ojo es puramente mío. No sé cuando empezó a gustarme tanto el diseño en general, pero agradezco no ser una loca excéntrica de gusto cuestionable. - De esas había de sobra y no quería parecerme en nada a ellas.
La examino de arriba a abajo cuando termina de calzarse y le doy el visto bueno cuando la vincha termina de completar conjunto casi que a la perfección. - Lo malo es que la gente no suele confiarle su aspecto a una niña de mi edad, así que lamentablemente eso tendrá que esperar por unos años. - Si no eras mayor de edad, y con varias recomendaciones, era poco probable que la gente te contratase. Y aún así, si no eras alguien famoso, o con un mínimo de reputación… Todo era cuestión de suerte, nombre, contactos y… bueno, no tener la estatura de un gnomo y ni siquiera haber superado el primer curso del colegio.
No esperaba que su respuesta fuese la música, pero por alguna razón podía imaginarla con un violín, subida a un escenario y tocando para una multitud. Me gustaba el piano como instrumento, pero estar sentada detrás de uno no la haría lucir demasiado. De tan solo pensar en los vestidos de gala que podría confeccionar para una concertista... - Nadie dice que no puedas hacer las dos.Tal vez no a nivel profesional al mismo tiempo. Pero ¿quién dice que no te vuelves una famosa violinista mientras cursas tus estudios? - Sería difícil, pero ese era el plan que siempre había querido tomar para mi tercer año. También planeo seguir la orientación económica y legal, y aunque nuestras cargas sean diferentes tú lo dijiste, serás la mejor. ¿no? - Además, si se estaba preparando desde este entonces para hacerse cargo de Neopanem, dentro de cuatro años sería una experta en el manejo del país. Nada que no sea capaz de manejar. - ¿Lo llevarás? - Le señalo el atuendo con un ademán rápido de mano, esperando una respuesta afirmativa. Primero porque era claro que le quedaba perfecto, y segundo porque no esperaba que mi opinión fuese descartada.
Como dije, capacidad innata, tal como su obvia ambición. No puedo hacer más que estar de acuerdo, porque muchas veces mis padres decidían no hacerme partícipe de sus conversaciones sin tener en cuenta de que ya soy lo suficientemente inteligente y madura como para soportarlas. No sé qué es lo que tanto hablan en secreto, pero alguna vez pienso averiguarlo — Lo mejor que puedes hacer en esos casos es perfeccionarte. Así, llegará el día en que los tomes por sorpresa demostrando lo talentosa que puedes ser y nadie va a juzgarte — creo que es un buen consejo, uno de mis mejores, para variar.
Sé que, si yo me echase a la música, sería famosa sin importar que tan buena sea. No pasaría mucho tiempo antes de que los medios demostrasen por todos los rincones que la hija de la ministra sabe tocar el violín y, así, haría mi carrera en un abrir y cerrar de ojos. Pero no es precisamente lo que quiero, al menos no con algo que en verdad disfruto — Tal vez… — me limito a contestar, encogiendo uno de mis hombros para restarle importancia a un tema tan personal — ¡Oh! ¿De veras? — no me esperaba que ella siguiera por el mismo camino que yo. A decir verdad, jamás me puse a pensar en qué elecciones de vida tomaría mi sobrina, pero desde que empezamos a hablar esta tarde se me hizo alguien demasiado creativa para el mundo de las leyes — Será un placer compartir ese camino contigo. ¡Hasta podré darte clases de apoyo y todo! — porque sí, puede que todavía no llegue, pero todo el mundo sabe que no me cuesta ser buena estudiante. Además, soy mayor, así que iré más avanzada.
¿Lo llevare? No me cuesta mucho el decidirme. Es un vestido precioso y tengo espacio de sobra dentro de mi armario. Además, no es como que tuviese que regular mis gastos — Por supuesto. ¿Qué clase de tía sería si no tomo en cuenta los consejos de mi sobrina, que encima es estilista? Sería un desperdicio — me volteo rápido para guiñarle un ojo y tiro de la cortina para cubrirme, buscando la privacidad necesaria para volver a ponerme mi ropa — Y ahora es momento de buscar ropa para ti. ¡No creas que te libras de pasar por la peluquería! Podemos hacernos las manos y los pies con un montón de diseños bonitos — porque puede que no tenga una hermana menor, pero esto de conseguir a alguien a quien educar y arrastrar conmigo es de los mejores regalos que he tenido en mucho tiempo. Después del pony, claro.
Sé que, si yo me echase a la música, sería famosa sin importar que tan buena sea. No pasaría mucho tiempo antes de que los medios demostrasen por todos los rincones que la hija de la ministra sabe tocar el violín y, así, haría mi carrera en un abrir y cerrar de ojos. Pero no es precisamente lo que quiero, al menos no con algo que en verdad disfruto — Tal vez… — me limito a contestar, encogiendo uno de mis hombros para restarle importancia a un tema tan personal — ¡Oh! ¿De veras? — no me esperaba que ella siguiera por el mismo camino que yo. A decir verdad, jamás me puse a pensar en qué elecciones de vida tomaría mi sobrina, pero desde que empezamos a hablar esta tarde se me hizo alguien demasiado creativa para el mundo de las leyes — Será un placer compartir ese camino contigo. ¡Hasta podré darte clases de apoyo y todo! — porque sí, puede que todavía no llegue, pero todo el mundo sabe que no me cuesta ser buena estudiante. Además, soy mayor, así que iré más avanzada.
¿Lo llevare? No me cuesta mucho el decidirme. Es un vestido precioso y tengo espacio de sobra dentro de mi armario. Además, no es como que tuviese que regular mis gastos — Por supuesto. ¿Qué clase de tía sería si no tomo en cuenta los consejos de mi sobrina, que encima es estilista? Sería un desperdicio — me volteo rápido para guiñarle un ojo y tiro de la cortina para cubrirme, buscando la privacidad necesaria para volver a ponerme mi ropa — Y ahora es momento de buscar ropa para ti. ¡No creas que te libras de pasar por la peluquería! Podemos hacernos las manos y los pies con un montón de diseños bonitos — porque puede que no tenga una hermana menor, pero esto de conseguir a alguien a quien educar y arrastrar conmigo es de los mejores regalos que he tenido en mucho tiempo. Después del pony, claro.
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