OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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Me quedé sin estilista. Bah, no es que me quedé, sino que me hice quedar. Básicamente eché a la que tenía porque no atendía mis llamadas cuando la necesitaba y siempre encontraba el modo de discutir con Josephine por mi agenda, así que terminó siendo más un incordio que otra cosa, así que no tuve más opción que despedirla. Segundo “bah”, porque en realidad hice que fuese mi secretaria la que la llame para decirle que no se moleste en regresar y que encima después me consiga otra de inmediato para cubrir su puesto. Mujer, hombre, elfo doméstico, no me importa, mientras pueda hacer el trabajo cuando yo diga y cómo yo diga. ¿Acaso es tan difícil? Mi comunicador nunca estuvo tan insistente como esta semana y por un asunto tan estúpido como éste.
Al final puedo decir que me caigo de la cama un sábado por la mañana porque a Josephine se le da por llamar varias veces, lo que me hace rodar hasta literalmente que me termino aferrando del borde del lecho para no terminar de culo en el suelo. Aparentemente (lo deduzco entre toda su voz acalorada que me hace pensar que está corriendo en medio de la calle cumpliendo los mandados que le dejé como lista para la semana siguiente) consiguió a una muchacha nueva con buenas referencias y le ha pedido que venga de inmediato a la isla, por lo que tendré visitas en algo así como una hora. Genial. Simplemente genial.
La ducha que me doy es básicamente tan fugaz como la afeitada y en cosa de media hora ya estoy vestido, bajando las escaleras mientras resuena el llamado del portero. Son los guardias de la isla ministerial, preguntando si estoy esperando a una invitada de nombre Georgia Gelbero, a lo que le doy mi aprobación. Sé que ahora será cuestión de minutos a que ella llegue, así que le pego el grito a Poppy para que se ponga a hacer café y la elfina simplemente desaparece con un “plim” y da inicio al lejano ruido de la cafetera. Con un último chequeo en el espejo, oigo el timbre y carraspeo para que mi esclavo, el cual se encuentra colocando algunos aperitivos sobre la mesa de la sala, salga de inmediato disparado a abrir la puerta de entrada. No tardo en oír las pisadas que se acercan a la habitación, por lo que me volteo y avanzo hasta que la joven ingresa de una buena vez.
Es joven, incluso más de lo que hubiera esperado, así que asumo bastante inexperiencia. No disimulo ni evito el pasear mi mirada de sus pies a su cabeza, a pesar de que cuando le tiendo la mano lo hago en un gesto totalmente educado — Es un placer conocerte, señorita Gelbero — anuncio suavemente, regalándole una sonrisa tenue — Realmente agradezco que te hayas tomado la molestia en venir. ¿Cómo te gusta el café? — De verdad espero que lo beba porque prefiero que la cafeína la mantenga despierta. No es como si tuviese tiempo o paciencia para tener una empleada que necesite que le explique todo dos veces.
Al final puedo decir que me caigo de la cama un sábado por la mañana porque a Josephine se le da por llamar varias veces, lo que me hace rodar hasta literalmente que me termino aferrando del borde del lecho para no terminar de culo en el suelo. Aparentemente (lo deduzco entre toda su voz acalorada que me hace pensar que está corriendo en medio de la calle cumpliendo los mandados que le dejé como lista para la semana siguiente) consiguió a una muchacha nueva con buenas referencias y le ha pedido que venga de inmediato a la isla, por lo que tendré visitas en algo así como una hora. Genial. Simplemente genial.
La ducha que me doy es básicamente tan fugaz como la afeitada y en cosa de media hora ya estoy vestido, bajando las escaleras mientras resuena el llamado del portero. Son los guardias de la isla ministerial, preguntando si estoy esperando a una invitada de nombre Georgia Gelbero, a lo que le doy mi aprobación. Sé que ahora será cuestión de minutos a que ella llegue, así que le pego el grito a Poppy para que se ponga a hacer café y la elfina simplemente desaparece con un “plim” y da inicio al lejano ruido de la cafetera. Con un último chequeo en el espejo, oigo el timbre y carraspeo para que mi esclavo, el cual se encuentra colocando algunos aperitivos sobre la mesa de la sala, salga de inmediato disparado a abrir la puerta de entrada. No tardo en oír las pisadas que se acercan a la habitación, por lo que me volteo y avanzo hasta que la joven ingresa de una buena vez.
Es joven, incluso más de lo que hubiera esperado, así que asumo bastante inexperiencia. No disimulo ni evito el pasear mi mirada de sus pies a su cabeza, a pesar de que cuando le tiendo la mano lo hago en un gesto totalmente educado — Es un placer conocerte, señorita Gelbero — anuncio suavemente, regalándole una sonrisa tenue — Realmente agradezco que te hayas tomado la molestia en venir. ¿Cómo te gusta el café? — De verdad espero que lo beba porque prefiero que la cafeína la mantenga despierta. No es como si tuviese tiempo o paciencia para tener una empleada que necesite que le explique todo dos veces.
Desde que era pequeña, no sabría decir bien desde cuando... Tengo algunos problemas para recordar cosas, pero nunca ha sido algo que realmente me preocupara, cuestión que desde que era pequeña me había dedicado a crear y diseñar estilos, por alguna razón de repente comencé hacer dinero con ello y se convirtió en mi trabajo. No era de tener expectativas o una meta en específico, simplemente lo hacía porque era algo que se me daba naturalmente, garabatear, cortar y coser también tenía algo mágico. Había muchas cosas en mi vida que no me interesaban, ni me importaban, pero el hecho de que alguien me dijera que ponerme o no, no entraba en discusión. Mucho menos el clasificar y ordenar el ala de mi casa que utilizaba para el atelier, ni siquiera los cuidadores de mi abuela osaban a entrar. No que fuera violenta, aunque si lo fuera no se si los mataría por entrar, o tal vez si. Nunca me ha pasado, no puedo pensar mucho al respecto. ¿Sería capaz? A lo mejor si, no tenía un temperamento suave o amigable.
Las personas para las que diseñaba estilos solían recomendarme a otras, pero nunca recordaba sus nombres, de echo así fue como de pronto me encontraba guardando diferentes atuendos, sombreros, pantalones y sacos en dos enormes bolsos. Podría decir que tres, solo me quedaba llevar mi libro y mis lapices. Zás, zás, zás. Dos horas después ya estaba todo guardado y yo aún en pijama. Podría decir que ese era uno de mis estilos más conocidos, que a mis clientes les gustaba vestirse con dibujos de patitos bebes, sobre todo para reuniones donde se debatía el dinero y las políticas de sociabi... sociales. Era la última moda en las ciudades del sur. ¿No? Una blusa amarilla, y una gran chaqueta era todo. Pantalones suaves con patitos allí vamos. ¡Ah, los zapatos!
Había dejado el atelier peor de lo que estaba, tenía de verdad tenía un concepto de orden. Pero ya estaba llegando tarde, en general llegaba siempre mucho antes de lo que la gente me decía. Y estaba con el tiempo justo para ir a la oficina del Señor, cuyo nombre ya no recordaba esa mañana cuando salí de la cama...
—Buenas tardes, yo soy Georgia Gelbero.
Unos minutos después me habían hecho pasar a la oficina, me sentía incómoda, no se me daban mucho los lugares así, miré rápidamente al hombre que tenía delante mío. Me llevaba bastante altura, era delgado y de rasgos muy marcados. Sujete su mano en señal de saludo y no sabía si responderle la sonrisa por lo que mi cara quedo completamente sin ninguna emoción. Problemas para socializar, cero.
—El placer es mío Señor...—... No bebo café, no querrá conocerme con cafeína... O tal vez si.— Con 5 cucharadas de azúcar—. A lo que aproveché para soltar los bolsos que llevaba en mi hombro y en mis brazos.
—Le traje 37 de mis creaciones para que conozca mis trabajos. Aunque me parece que si estoy aquí, es porque algo le habrán comentado acerca de lo que yo hago y lo satisfechos que quedan mis clientes con mis trabajos—. Con un par de movimientos de mi varita los atuendos fueron desfilando de los bolsos hacía afuera. Quedaron colgados en el aire, con sus respectivos pantalones, blusas, sacos y sombreros, combinados por color y tela, desde la más fina a la más abrigada, con detalles bordados en hojas, lentejuelas y perlas, con plumas reales de diferentes colores combinadas con los detalles de los pantalones y los gemelos de los sacos y túnicas.
Para ser sincera, estaba segura de haber llevado casi todo lo que tenía, seguramente me habría quedado algo en la montaña de casa, no importa. Porque cada quién tenía un estilo en particular.
Si, había un par de sacos que tenía bordados de patitos de dos centímetros en la parte interna... Lo siento, amo los patitos. Y la laguna de mi casa era un asco.
Las personas para las que diseñaba estilos solían recomendarme a otras, pero nunca recordaba sus nombres, de echo así fue como de pronto me encontraba guardando diferentes atuendos, sombreros, pantalones y sacos en dos enormes bolsos. Podría decir que tres, solo me quedaba llevar mi libro y mis lapices. Zás, zás, zás. Dos horas después ya estaba todo guardado y yo aún en pijama. Podría decir que ese era uno de mis estilos más conocidos, que a mis clientes les gustaba vestirse con dibujos de patitos bebes, sobre todo para reuniones donde se debatía el dinero y las políticas de sociabi... sociales. Era la última moda en las ciudades del sur. ¿No? Una blusa amarilla, y una gran chaqueta era todo. Pantalones suaves con patitos allí vamos. ¡Ah, los zapatos!
Había dejado el atelier peor de lo que estaba, tenía de verdad tenía un concepto de orden. Pero ya estaba llegando tarde, en general llegaba siempre mucho antes de lo que la gente me decía. Y estaba con el tiempo justo para ir a la oficina del Señor, cuyo nombre ya no recordaba esa mañana cuando salí de la cama...
—Buenas tardes, yo soy Georgia Gelbero.
Unos minutos después me habían hecho pasar a la oficina, me sentía incómoda, no se me daban mucho los lugares así, miré rápidamente al hombre que tenía delante mío. Me llevaba bastante altura, era delgado y de rasgos muy marcados. Sujete su mano en señal de saludo y no sabía si responderle la sonrisa por lo que mi cara quedo completamente sin ninguna emoción. Problemas para socializar, cero.
—El placer es mío Señor...—... No bebo café, no querrá conocerme con cafeína... O tal vez si.— Con 5 cucharadas de azúcar—. A lo que aproveché para soltar los bolsos que llevaba en mi hombro y en mis brazos.
—Le traje 37 de mis creaciones para que conozca mis trabajos. Aunque me parece que si estoy aquí, es porque algo le habrán comentado acerca de lo que yo hago y lo satisfechos que quedan mis clientes con mis trabajos—. Con un par de movimientos de mi varita los atuendos fueron desfilando de los bolsos hacía afuera. Quedaron colgados en el aire, con sus respectivos pantalones, blusas, sacos y sombreros, combinados por color y tela, desde la más fina a la más abrigada, con detalles bordados en hojas, lentejuelas y perlas, con plumas reales de diferentes colores combinadas con los detalles de los pantalones y los gemelos de los sacos y túnicas.
Para ser sincera, estaba segura de haber llevado casi todo lo que tenía, seguramente me habría quedado algo en la montaña de casa, no importa. Porque cada quién tenía un estilo en particular.
Si, había un par de sacos que tenía bordados de patitos de dos centímetros en la parte interna... Lo siento, amo los patitos. Y la laguna de mi casa era un asco.
¿Señor…? Me quedo esperando a que complete la frase, pero cuando no lo hace una de mis cejas se toma la molestia de arquearse por una breve fracción de segundo. ¿Cuándo fue la última vez que tuve que presentarme? ¿Esto es en serio? Pensé que Josephine habría aclarado un poco el terreno o, al menos, esta chica habría tenido la decencia de hacer las preguntas adecuadas al conseguir un nuevo trabajo. O simplemente prender una televisión, que va. ¡Hasta he salido en ese ridículo top cinco de “los hombres más apuestos” del año pasado! O influyentes, pero creo que esa era otra y pertenece a este año. Ya da igual, tampoco es que les preste mucha atención — Hans Powell — respondo con toda la tranquilidad de la que soy capaz, aunque creo que me sale entre dientes antes de acentuar la sonrisa forzada. Mátenme.
En cuanto Poppy aparece en la sala con la bandeja del café, le hago un gesto suave para que se marche y saco la varita de mi bolsillo trasero para hacer un suave movimiento, lo que ayuda que la infusión se sirva en las tazas y el azúcar se mueva por el aire hasta revolverse por su cuenta. Aprovecho esa facilidad que me regala la magia para tomar asiento en el sofá y para cuando levanto la vista, hay un desfile que creo que me deja con la boca ligeramente abierta, aunque dudo mucho de que tan halagadora sea la expresión que tengo ahora mismo.
Hay prendas que se ven bien, tengo que admitirlo, pero hay otras que las opacan y se llevan la completa atención de mis ojos. ¿Plumas? ¿Hace cuanto tiempo que no veo nada con plumas que no sea alguna colada en el pollo? Sé que en algún momento me tapo la boca con el dorso de la mano al recargarme en el apoyabrazos y parpadeo, abriendo mis ojos de par en par cuando me fijo en el brillo de las lentejuelas. De acuerdo, eso es quizá dem… no, no es demasiado, al menos no cuando veo asomarse el bordado de patitos. ¿Qué es esto, una muestra de jardín de infantes? Creo que me he encogido en el asiento hasta que me inclino hacia delante, arrugando un poco la frente en un intento de convencerme de que mi vista no me falla por culpa de una adelantada presbicia — ¿Esos son…? — no digo la palabra “patitos”, pero la modulo por culpa de mi confusión.
Me he olvidado del café hasta que siento el aroma del mismo y, sin quitarle los ojos de encima al bordado, tanteo hasta tomar mi taza y darle un sorbo algo más ruidoso de lo normal — Son modelos un poco… excéntricos — creo que no he usado mucho brillo en toda mi carrera, al menos si no contamos algún que otro gemelo costoso o detalles en algún tuxedo de gran calidad. Aprieto la taza entre mis dedos y sacudo un poco la cabeza, tratando de ubicarme un poco entre tanto color — Se nota que tienes mano para la originalidad, pero no creo que las plumas vayan muy bien con la idea de las galas o eventos políticos públicos — intento sonar bromista para no salirme de la amabilidad de un primer encuentro, pero es que en serio… ¿Patitos? — Si tuvieses que elegir qué utilizar para una presentación en una junta ministerial... ¿Qué de todo esto escogerías? — es muy fácil, en realidad. Ministerio, ministros, sobriedad, respeto y elegancia. No creo que sea una prueba muy difícil y espero poder decir que le tengo confianza, pero mi modo de esperar la respuesta quizá delata un poco mi impaciencia — Tu predecesora era muy voluble con su agenda, pero nadie podía negar que tenía visión. Ser parte de las caras más influyentes del país no se sostiene por sí solo y creo que es algo a tener en cuenta si quieres este trabajo. No se trata solo de estilo, sino también de orden, porque aquí no hay lugar para el desarreglo bajo ningún aspecto. ¿Entiendes? — realmente espero que lo haga. No puedo seguir utilizando mi tiempo en conseguir una estilista con todo lo que tengo para trabajar.
En cuanto Poppy aparece en la sala con la bandeja del café, le hago un gesto suave para que se marche y saco la varita de mi bolsillo trasero para hacer un suave movimiento, lo que ayuda que la infusión se sirva en las tazas y el azúcar se mueva por el aire hasta revolverse por su cuenta. Aprovecho esa facilidad que me regala la magia para tomar asiento en el sofá y para cuando levanto la vista, hay un desfile que creo que me deja con la boca ligeramente abierta, aunque dudo mucho de que tan halagadora sea la expresión que tengo ahora mismo.
Hay prendas que se ven bien, tengo que admitirlo, pero hay otras que las opacan y se llevan la completa atención de mis ojos. ¿Plumas? ¿Hace cuanto tiempo que no veo nada con plumas que no sea alguna colada en el pollo? Sé que en algún momento me tapo la boca con el dorso de la mano al recargarme en el apoyabrazos y parpadeo, abriendo mis ojos de par en par cuando me fijo en el brillo de las lentejuelas. De acuerdo, eso es quizá dem… no, no es demasiado, al menos no cuando veo asomarse el bordado de patitos. ¿Qué es esto, una muestra de jardín de infantes? Creo que me he encogido en el asiento hasta que me inclino hacia delante, arrugando un poco la frente en un intento de convencerme de que mi vista no me falla por culpa de una adelantada presbicia — ¿Esos son…? — no digo la palabra “patitos”, pero la modulo por culpa de mi confusión.
Me he olvidado del café hasta que siento el aroma del mismo y, sin quitarle los ojos de encima al bordado, tanteo hasta tomar mi taza y darle un sorbo algo más ruidoso de lo normal — Son modelos un poco… excéntricos — creo que no he usado mucho brillo en toda mi carrera, al menos si no contamos algún que otro gemelo costoso o detalles en algún tuxedo de gran calidad. Aprieto la taza entre mis dedos y sacudo un poco la cabeza, tratando de ubicarme un poco entre tanto color — Se nota que tienes mano para la originalidad, pero no creo que las plumas vayan muy bien con la idea de las galas o eventos políticos públicos — intento sonar bromista para no salirme de la amabilidad de un primer encuentro, pero es que en serio… ¿Patitos? — Si tuvieses que elegir qué utilizar para una presentación en una junta ministerial... ¿Qué de todo esto escogerías? — es muy fácil, en realidad. Ministerio, ministros, sobriedad, respeto y elegancia. No creo que sea una prueba muy difícil y espero poder decir que le tengo confianza, pero mi modo de esperar la respuesta quizá delata un poco mi impaciencia — Tu predecesora era muy voluble con su agenda, pero nadie podía negar que tenía visión. Ser parte de las caras más influyentes del país no se sostiene por sí solo y creo que es algo a tener en cuenta si quieres este trabajo. No se trata solo de estilo, sino también de orden, porque aquí no hay lugar para el desarreglo bajo ningún aspecto. ¿Entiendes? — realmente espero que lo haga. No puedo seguir utilizando mi tiempo en conseguir una estilista con todo lo que tengo para trabajar.
El hombre iba dando vueltas a mis creaciones, podía percibir diferentes emociones con su cara, mientras iba dibujando su silueta en mi cuaderno. Necesitaba pedirle las medidas, pero a ojo podría decir que al menos dos trajes podían entrarle, claramente no iban a gustarle, aunque si intercambiaba un par de prendas...
—Depende de las emociones e impresiones que quiera causar, muchas veces un saco o un buen par de zapatos puede impulsar una gran campaña o idea, a veces no solo es la cara que porta o la seguridad. Vestirse es un arte y puede impulsarlo como aplastarlo—. Iba moviendo los trajes de un lado al lado cambiando camisas, remeras, por pantalones, sacos y túnicas. Podría decirse que se estaban dando una fiesta porque cada uno de los modelos que había preparado había sido de construido para volver a construir un nuevo estilo. Dos minutos después habían quedado dos delante del escritorio, mientras que los otros se habían movido hacia los costados dejando la atención a los dos primeros. El de la izquierda era una camisa clásica blanca, con tiradores de rayas verticales negras y blancas, con un chaleco de gamuza y una túnica con un borde de flecos en sus mangas de color caqui haciendo juego con el pantalón, y unos zapatos negros gamuzados con una funda blanca bordada haciendo juego con el chaleco. El de la derecha me parecía algo gracioso, me recordaba a las fotos que tenía mi familia en el ático, una camisa de color camel junto a una chaqueta de tweed marrón con detalles en blanco, junto a un pantalón negro de lana, y una gabardina en color camel, con detalles de flores bordadas de dos centímetros en las mangas. No tenía zapatos para este... Ups.
—Disculpa, solo traje seis pares de zapatos, y para este estilo deberían de usarse unos satinados. Imagínese que abajo están los zapatos. — No sabía como se lo iba a tomar, miraba entre los modelos que flotaban si había algún zapato que se pudiera usar con ese traje, pero la verdad que nada me convencía, mire los zapatos que el hombre tenía puestos y tampoco me convencía. Pues, qué se le va hacer.
—¿Qué es el desorden sino un mero generador del orden? Podrías decir que orden es el mismo desorden y viceversa. Conceptos, son solo conceptos.
—Depende de las emociones e impresiones que quiera causar, muchas veces un saco o un buen par de zapatos puede impulsar una gran campaña o idea, a veces no solo es la cara que porta o la seguridad. Vestirse es un arte y puede impulsarlo como aplastarlo—. Iba moviendo los trajes de un lado al lado cambiando camisas, remeras, por pantalones, sacos y túnicas. Podría decirse que se estaban dando una fiesta porque cada uno de los modelos que había preparado había sido de construido para volver a construir un nuevo estilo. Dos minutos después habían quedado dos delante del escritorio, mientras que los otros se habían movido hacia los costados dejando la atención a los dos primeros. El de la izquierda era una camisa clásica blanca, con tiradores de rayas verticales negras y blancas, con un chaleco de gamuza y una túnica con un borde de flecos en sus mangas de color caqui haciendo juego con el pantalón, y unos zapatos negros gamuzados con una funda blanca bordada haciendo juego con el chaleco. El de la derecha me parecía algo gracioso, me recordaba a las fotos que tenía mi familia en el ático, una camisa de color camel junto a una chaqueta de tweed marrón con detalles en blanco, junto a un pantalón negro de lana, y una gabardina en color camel, con detalles de flores bordadas de dos centímetros en las mangas. No tenía zapatos para este... Ups.
—Disculpa, solo traje seis pares de zapatos, y para este estilo deberían de usarse unos satinados. Imagínese que abajo están los zapatos. — No sabía como se lo iba a tomar, miraba entre los modelos que flotaban si había algún zapato que se pudiera usar con ese traje, pero la verdad que nada me convencía, mire los zapatos que el hombre tenía puestos y tampoco me convencía. Pues, qué se le va hacer.
—¿Qué es el desorden sino un mero generador del orden? Podrías decir que orden es el mismo desorden y viceversa. Conceptos, son solo conceptos.
Tengo mis serias dudas sobre que una campaña entera pueda basarse solamente en el estilo, pero tengo que admitir que la imagen siempre termina afectando o no. No por nada he sido una de las personas más buscadas en internet durante el último año y, según me he enterado por un parte que me pasó Josephine hace poco, aparentemente también estoy entre los solteros más codiciados. Sí, puede que la imagen ayude un poco, así que no me queda otra que pasar por toda esta situación a pesar de que me gustaría estar haciendo cualquier otra cosa.
Las opciones de Georgia se van acomodando por la sala y me hago con mi taza de café para empezar a beber, silenciándome en un intento de prestar atención a lo que va escogiendo. Al menos no se ha tirado por las plumas, gracias al cielo. Lo único que miro con sospecha son los flecos, los cuales considero excesivos, pero no digo nada. Directamente paso al siguiente vestuario, no muy seguro de que el color camel sea el que me quede mejor, aunque en vez de decir algo solo frunzo los labios contra mi taza. Me doy cuenta de que mira mis zapatos y yo hago lo mismo, tratando de ponerme en imagen lo que me está planteando. La imaginación creativa nunca ha sido mi fuerte, qué decir.
— Si el orden fuese solo un concepto, jamás hubiera tenido el puesto que tengo hoy en día — declaro, bajando el café para que pueda ver mi mejor sonrisa de “no lo digo yo, lo dice la ciencia” — ¿Alguna vez estuviste en el ministerio, Georgia? — dejo la taza sobre la mesa una vez más y me pongo de pie. Paso por su lado y toco la manga de la túnica, echándole una ojeada y tratando de descifrar el tacto de su tela — Es como ver un enorme reloj funcionando a la perfección. Cada pequeño detalle tiene que estar en su sitio para que nada se derrumbe, para que la gente nos respete y se mantenga fiel a nosotros a pesar de cualquier adversidad. El orden tiene que reflejarse hasta en los detalles más mínimos — miro sobre mi hombro para echarle un vistazo. Es una niña, se nota a leguas, pero creo que cuanto más joven, más fácil es de moldear. Quizá tenemos opiniones diferentes, pero por lo que veo, la costura se le da bastante bien y eso ya es un plus.
Una vez más me hago con la varita y la sacudo, abriendo así uno de los armarios del rincón y haciendo que una fila de revistas flote hasta la mesita de la sala — Galas, encuentros, eventos públicos. Mi anterior estilista solía usarlas como referencia, así que puedes llevártelas. Pueden servirte como referencia — vuelvo a guarda la varita y me detengo frente al chaleco, chequeando sus botones — ¿De qué distrito eres, Georgia? — ahora que lo pienso, no he preguntado nada sobre ella y debería tener una idea de con quien estoy hablando — No luces como la clásica niña del Capitolio — a esas las veo todos los días, pero no tienen el mismo aire.
Las opciones de Georgia se van acomodando por la sala y me hago con mi taza de café para empezar a beber, silenciándome en un intento de prestar atención a lo que va escogiendo. Al menos no se ha tirado por las plumas, gracias al cielo. Lo único que miro con sospecha son los flecos, los cuales considero excesivos, pero no digo nada. Directamente paso al siguiente vestuario, no muy seguro de que el color camel sea el que me quede mejor, aunque en vez de decir algo solo frunzo los labios contra mi taza. Me doy cuenta de que mira mis zapatos y yo hago lo mismo, tratando de ponerme en imagen lo que me está planteando. La imaginación creativa nunca ha sido mi fuerte, qué decir.
— Si el orden fuese solo un concepto, jamás hubiera tenido el puesto que tengo hoy en día — declaro, bajando el café para que pueda ver mi mejor sonrisa de “no lo digo yo, lo dice la ciencia” — ¿Alguna vez estuviste en el ministerio, Georgia? — dejo la taza sobre la mesa una vez más y me pongo de pie. Paso por su lado y toco la manga de la túnica, echándole una ojeada y tratando de descifrar el tacto de su tela — Es como ver un enorme reloj funcionando a la perfección. Cada pequeño detalle tiene que estar en su sitio para que nada se derrumbe, para que la gente nos respete y se mantenga fiel a nosotros a pesar de cualquier adversidad. El orden tiene que reflejarse hasta en los detalles más mínimos — miro sobre mi hombro para echarle un vistazo. Es una niña, se nota a leguas, pero creo que cuanto más joven, más fácil es de moldear. Quizá tenemos opiniones diferentes, pero por lo que veo, la costura se le da bastante bien y eso ya es un plus.
Una vez más me hago con la varita y la sacudo, abriendo así uno de los armarios del rincón y haciendo que una fila de revistas flote hasta la mesita de la sala — Galas, encuentros, eventos públicos. Mi anterior estilista solía usarlas como referencia, así que puedes llevártelas. Pueden servirte como referencia — vuelvo a guarda la varita y me detengo frente al chaleco, chequeando sus botones — ¿De qué distrito eres, Georgia? — ahora que lo pienso, no he preguntado nada sobre ella y debería tener una idea de con quien estoy hablando — No luces como la clásica niña del Capitolio — a esas las veo todos los días, pero no tienen el mismo aire.
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