The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Asuntos de suma importancia. Eso es lo único que haría que un viernes a esta hora me encuentre listo para salir de casa incluso después de haber salido temprano de la oficina. A pesar de la simpleza de los jeans, me meto la camisa de mangas cortas dentro de ellos en un pis pas, chequeando mi imagen en el espejo de la sala de estar — ¿Qué opinas, Poppy? — le pregunto a la elfina, que se encuentra acomodando los almohadones del sofá a mis espaldas. Creo que la tomo por sorpresa porque da un pequeño respingo, como si no esperase que le hablara justo en ese momento y eso provoca que le devuelva la mirada mediante el reflejo, moviendo mi cabeza en un gesto de “¿Y bien?” — Muy elegante, señor — murmura la vocecita. No es como si necesitase su aprobación para salir, pero siempre viene bien una palabra que me confirme que mis elecciones de vestuario son las correctas, aunque sean solo para una visita informal.

Hace mucho que mi ex profesora me ha asegurado que necesita tener una conversación conmigo, pero nuestras agendas parecen no coincidir en lo absoluto a lo largo de las semanas, por lo que esta mañana acordamos mediante teléfono que pasaría por su casa antes de la cena, al menos un rato. Eloise y yo somos prácticamente vecinos, al menos si no contamos la inmensidad de los jardines que separan una casa de la otra, por lo que llegar tarde no es una opción ni aunque quisiera. Agradezco los primeros calores para evitar buscar un saco y solamente me hago con una botella del mejor whisky que conservo antes de salir de casa, no sin dar indicaciones sobre qué quiero para cenar a mi regreso. Como no se trata de mucha distancia, ni me molesto en usar la aparición. Además, caminar nunca viene mal si consideramos que gran parte de mis horas las paso en una oficina.

El sol está empezando a ocultarse y el cielo se encuentra teñido de naranja y rosado, remarcando mi sombra cuando subo los escalones que me guían hacia la entrada de la mansión Leblanc. Me detengo frente a la puerta y aprovecho unos minutos de soledad para aclararme la garganta, pasarme una mano por el cabello en un intento de dejarlo “casualmente despeinado” y acomodarme el cuello de la camisa. Recién ahí es cuando toco el timbre, aguardando con una mano en el bolsillo y la otra firmemente agarrada de la botella, hasta que un elfo de orejas más grandes de lo normal se digna a recibirme con educación. Doy algunos pasos dentro del vestíbulo mientras el empleado me indica que irá a avisarle a su ama de mi llegada, así que me quedo de pie, echando una mirada a mi alrededor que me hace chequear algunas de las pinturas de las paredes. Estoy fijándome en lo que parece ser una fotografía cuando oigo el eco de los zapatos y me giro con total inocencia aunque con algo de velocidad delatora, regalando una sonrisa a mi anfitriona.

Profesora Lulu — es un saludo entre amable y pícaro, mientras que alzo la botella para que sepa que no he venido con las manos vacías — Se ve mejor cada vez que la veo — el tonito pomposo solo es una formalidad falsa y bromista. Creo que soy incapaz de tratarla de “usted” desde que nos volvimos colegas, pero de tanto en tanto se me escapa un desliz que no puedo disimular. Sin mucho más que decir, me encamino hacia la sala de estar con total desenvoltura, seguro de que es allí donde terminaremos de todas formas. No es la primera vez que tenemos una de estas reuniones ni será la última — La botella está a estrenar, así que espero que tengas humor para unos cuantos tragos. ¿Qué es lo que tanto querías conversar conmigo? — Así como así, me dejo caer en el sofá largo y apoyo la botella en la mesa ratona, echo mi espalda contra el respaldar y apoyo en el mismo uno de mis brazos estirados — Al menos que ahora empecemos las charlas como todo el mundo. Si es así, te pregunto: ¿Cómo has estado?
Hans M. Powell
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
Tengo que admitir que no estoy escuchando la voz que se escucha desde el teléfono mientras voy chequeando las actas que flotan delante de mí al mismo tiempo que acomodo mi cabello de manera que quede recogido en un cómodo pero elegante rodete. Es la segunda vez en la semana que el Director de Servicios Sociales llama fuera de horario y estoy empezando a pensar que lo hace solamente para fastidiar, y no por una verdadera necesidad de comunicarme un problema. No voy a negar que hay que revisar los circuitos de alerta y reacción de los Asistentes, pero no era ningún asunto que no pudiese esperar hasta la semana siguiente.

Aparto la vista de los papeles por unos segundos para revisar mi reflejo en el espejo que se encuentra sobre mi cómoda, y giro varias veces mi rostro para poder observar que el peinado haya quedado bien desde todos los ángulos. - Claro, lo entiendo. Si le parece bien programe una cita con mi secretaria y lo definimos como corresponde la semana que viene. - Y si no le parecía bien, debería hacerlo de todas maneras. Lo dejo hablar por unos segundos más y me despido con formalidad antes dar por finalizada la charla y cortar el teléfono con un simple movimiento de varita. Mi mano se dirige a mi sien en un gesto que conocía demasiado bien, masajeando con el índice y cuidando que la varita no termine por darme de lleno en los ojos. No tardo en tomar a copa de vino que se encuentra al lado del espejo y dirigirla con rapidez a mis labios cuando siento que la presión en mi costado se alivia, y sonrío cuando el amargo gusto del Merlot llena mi boca. Había pocas cosas que podían opacar el gusto del vino, pero una charla con el Director de Servicios Sociales, sin importar cuan tediosa pueda resultar, no sería una de ellas.

Volviendo la vista nuevamente a las actas las releo con rapidez hasta volver al punto en el que me había quedado y no puedo evitar soltar unos “tsk, tsk” al notar las diferencias entre ambos papeles… necesitábamos hacer algo con el nivel de exigencia en el Prince o terminaríamos por condenar a la mitad de una generación a la ignorancia simplemente por ser negligentes. Murmuro un par de correcciones que hay que hacer, y la vuelapluma se encarga de marcarlas en el papel mientras tomo otro trago de vino. Los exámenes estaban a la vuelta de la esquina y no podía ser que todavía hubiera que modificar los criterios de corrección.

Me sobresalto apenas cuando escucho el timbre y con un movimiento de varita devuelvo los papeles al escritorio y la pluma al tintero. No llego a escuchar ninguna voz, pero he terminado de alisarme la falda del vestido cuando Gaspard hace acto de presencia para informarme de que mi invitado ha llegado.  Copa aún en mano, no tardo en bajar al recibidor para encontrarme de frente con mi exalumno. Y tú sigues siendo igual de adulador, Hans. - Le sonrío antes de señalar con la cabeza a la fotografía que se encontraba colgada. - Mi hija, Ariadna. Es bonita, ¿no? - Claro que ahora tenía unos años más que en la foto, pero su belleza podía apreciarse de todas maneras en la pequeña postal navideña.

Sigo a mi invitado con diversión hasta la sala de estar sin sorprenderme por la familiaridad con la que se desenvuelve en mi hogar. Incluso si no hubiese visitado el lugar con anterioridad, Hans no era de esos que se dejaba llevar por formalidades francamente innecesarias. - ¿Haz visto que en algún momento no esté de humor para eso? - Y levanto mi copa en un gesto similar al del brindis antes de terminar el Merlot y bajarla para que mi elfo, que ya se había apresurado a traer dos vasos más apropiados para la nueva bebida, lo tomase y lo hiciese desaparecer de mi vista.

- He estado bien, muchas gracias. Pero no hace falta que sigamos por ese lado cuando hemos hablado esta misma mañana. A menos claro, que algo nuevo haya pasado desde ese entonces. - Tomo asiento en la otra punta del sofá, y no tardo en tomar el vaso que Gaspard ya se ha encargado de llenar con la medida justa. - No voy a dar muchas vueltas, me gustaría conversar acerca de un tema que tu predecesor ha estado esquivando por los últimos cinco años. ¿Qué tan familiarizado estás con las leyes de educación actuales?
Eloise R. Leblanc
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Mi risa suena dentro de mi garganta con cierta profundidad, consciente de que Eloise Leblanc es una de las personas que me conoce desde que era solo un muchacho con demasiado buen tacto y una extraña dedicación a ser un buen estudiante. Cara de feto y tez lampiña aparte — Nunca se es lo suficiente — digo así nomas, encogiendo uno de los hombros hasta que me regresa la atención a la fotografía, haciendo que me fije en la sonrisa que refleja la imagen — Claro que lo es — me guardo para mí mismo el comentario extra que podría decirle sobre su hija, a quien veo en contadas ocasiones pero que suelen ser suficiente como para que me distraiga con su silueta. ¿Debería sentirme culpable? Un poco tal vez, pero nadie puede culparme. La hija de la ministra de educación es una de esas joyas visuales que hacen de la isla un lugar algo más entretenido.

Ese comentario solo es respondido con una sonrisa, a la par que veo de reojo como el elfo va y viene para hacerse cargo de nuestros tragos. Me hago con el vaso entre los dedos, moviéndolo con cuidado para oír el sonido del hielo chocando suavemente contra el cristal — Quitando la incompetencia de un juez que dejó pasar un caso básico de robo por parte de un esclavo por “falta de pruebas”, no, nada nuevo — obviando de que la estupidez de mis empleados a veces parece ser cosa de todos los días y no una anécdota ocasional. Me llevo el vaso a los labios, pero no alcanzo a beber ni un sorbo porque su pregunta me detiene en mitad del proceso y me obliga a bajar una vez más el cristal — ¿Además del lenguaje mágico como obligación, las normas estudiantiles, sus derechos y todo eso? No es mi área de especialidad, tengo que admitirlo — he estudiado la constitución al derecho y al revés, pero la educación jamás ha sido mi prioridad. Quiero decir, sé que una sociedad bien educada es una sociedad que podrá moverse y avanzar, pero he estado muy ocupado en encerrar muggles y traidores como para darle tiempo extra — He leído los informes que el ministro Clarke dejó en la oficina cuando se marchó — se llevó gran parte de mi primer mes en el puesto, pero valió la pena. No tenía sentido empezar de cero y cambiar por completo la estructura del departamento de justicia, cuando nuestro pueblo busca estabilidad y continuidad — Sé que dejó un par de proyectos de ley de educación básica en el cajón, pero no he tenido tiempo a echarles un verdadero vistazo. El señor Niniadis me tuvo algo ocupado — no es una excusa, de verdad. Eloise conoce muy bien como soy con mis obligaciones y creo que en todos estos años no he presentado algún pretexto ridículo como mis exs compañeros. Lo negativo ahora mismo es en realidad el que no puedo decirle con exactitud qué es lo que he estado haciendo en lugar de invertir mi tiempo en nuestra juventud — ¿Necesitas que saque algo de allí o tienes una nueva idea en mente?

No me sorprendería que fuese lo último. Eloise siempre ha sido una mujer inteligente y visionaria y no podemos decir que NeoPanem se encuentre en su mejor momento. Los Niniadis están muy callados, quizá porque tienen demasiados asuntos por los cuales preocuparse, y la sensación de pánico no ha disminuido desde el incidente con los aurores. La gente quiere que se haga algo, lo que sea, y si debemos pensar a futuro la mejor opción es fijarnos en los niños, me guste o no admitirlo. Con tal de que nos vean en movimiento, el ciudadano promedio se sentirá un poco más seguro. Una vez dije que el calmar las aguas es la clave de cualquier gobierno para evitar que nos acaben ahogando.

Doy un trago al whisky y me acomodo en el sillón para enfrentarme mejor a ella, moviendo un poco mis labios apretados en un gesto que delata un estado pensativo — Sé que si me llamaste es porque tienes algo que ofrecer y no se trata de un simple papeleo. Si fuese así, me hubieras pedido que revise los cajones cuando hablamos por teléfono — levanto un poco mi vaso en su dirección con una sonrisita confianzuda — ¿Quieres que revise, que apruebe o que pula? Quizá no debería haber traído una botella con tanta graduación alcohólica — le echo un vistazo a mi bebida como si la estuviese midiendo e igual vuelvo a beber. Me relamo al tragar con gusto y aprovecho mi postura de costado para apoyar mi codo en el respaldo y golpetearme la boca con los nudillos — Como sea. ¿Qué tienes en mente? Porque si quieres abrir un internado de máxima exigencia, soy todo oídos — sé que suena como una broma, pero creo que no lo es del todo.
Hans M. Powell
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
Dicen que un maestro jamás debe tener favoritos dentro de sus alumnos, pero quienes ejercieron la profesión saben que eso es prácticamente una idiotez. Es imposible pasar más de nueve meses tratando de llenar la cabeza de alguien y no generar más afinidad con unos que con otros. Hans Powell fue, sin temor a equivocarme, uno de los mejores alumnos que tuve en mis épocas como profesora; y si su nueva posición en el gobierno dice algo, es que tengo la razón. - Oh Hans, ni siquiera tú puedes creer eso. Me niego a pensar que no te has cruzado jamás a un lame botas insoportable del cuál quisiste deshacerte. Tú tuviste siempre un encanto particular, para nada excesivo. - Una cosa era engatusar con inteligencia, y otra el ser simple y llanamente insufrible.

Se me escapa un suave “mmmh” cuando mi exalumno me da la razón con respecto a mi hija, pero llámenlo intuición de madre o simple paranoia, pero no confiaba del todo en la reacción del ministro. Al menos no me había mentido o tratado de disimular, su reputación era una especie de secreto a voces dentro del Ministerio, pero nunca me había preocupado por tratar de descubrir que tan ciertas eran las habladurías. Y pensar que en algún momento Hans había sido un alumno encantador de dieciocho años, demasiado respetuoso como para mirar a una mujer por debajo de la línea del cuello…

- Me encantaría decir que me sorprende lo que me estás diciendo, pero últimamente siento que las exigencias laborales han disminuido un poco. - Al menos en mi departamento no era tanto el personal que tenía a cargo y podía disponer de ellos con relativa facilidad, pero solía estar al tanto de las dificultades de mis colegas, y la incompetencia parecía ser moneda corriente estos días. Si por mí fuese puedes quemar esos papeles. Marcus Clarke pudo tener sus cosas buenas, pero no reconocería un proyecto de ley de educación ni aunque lo golpease en la cara. - Y lo decía por experiencia, le había arrojado uno de mis proyectos en la cara y él simplemente lo había descartado por ser “polémico e innecesario”.  Tomo un trago que me sabe algo amargo, y estoy segura de que no es por la calidad del whiskey, ni por el Malbec que antes estaba degustando.

- Lamento importunarte con estos temas ahora, pero creí haber esperado un tiempo prudencial para que te asentaras en el puesto antes de hacerte llegar mis propuestas acerca del tema. Siempre has sido bastante veloz y ciertamente brillante, pero nunca está de más el darle tiempo a las situaciones que lo requieren. - No podía decir que mis ideas eran conservadoras y poco idealistas, y si bien no eran descabelladas, podrían suponer una reestructuración completa del sistema educativo en caso de concretarse. Tomo otro trago, y luego otro, y antes de darme cuenta he vaciado el vaso de un tirón. El whiskey era mi debilidad desde que tenía memoria, y esta no iba a ser la excepción. - Así está perfecto, no te preocupes. No creo que seas un peso ligero con las bebidas, ¿o sí? - No espero por Gaspard para rellenar mi vaso, sino que hago uso de mi varita. Me molestaba tener la presencia constante de la servidumbre en reuniones laborales como si no fue capaz de hacer cosas por mí misma.

- No es abrir uno, si quiero hablar con propiedad. Pero no estás muy lejos… o al menos ese es uno de los temas que quiero tratar. - Tomo otro trago, y me enderezo un poco para enfrentarlo debidamente. - Tengo todas las propuestas correctamente preparadas desde hace un tiempo, pero creo que es más rápido si las hablamos de manera informal, antes de proceder con el papelerío que todo esto implica. - Perdería su tiempo además del mío si es que no estaba interesado en las reformas educativas que tenía planeadas, y ambos teníamos cargos los suficientemente importantes como para saber que el tiempo era una moneda mucho más preciada que los galeones.

- Llevamos más de quince años sin hacer reformas en el sistema educativo y no creo que nadie pueda negarme, más aún si consideramos situaciones como las vividas en la última gala, que hay fallas garrafales que comienzan desde las materias aprobadas para dictarse en las instituciones, o en la falta de ellas, y siguen con el nivel de exigencia que tienen las mismas. - Y sí, había cosas que podía cambiar desde mi puesto, pero no sin antes obtener la aprobación de ciertos departamentos, en este caso, el suyo para empezar. Si todo salía bien y conseguía la aprobación que requería, en pocos meses tendría que tener reuniones con los ministros de Defensa y Ciencia respectivamente. - Para nadie es secreto que la calidad educativa del Royal es superior a la del Prince en más de un aspecto, y el dividir al alumnado simplemente por una cuestión geográfica me parece un desperdicio absoluto de talento. - Y freno mi explicación, porque de seguir explayándome sobre el tema, esto se volvería un monólogo bastante imposible de digerir.
Eloise R. Leblanc
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Hay una diferencia entre el lamebotas y el halagador y creo que lo sabes muy bien — tal y como ella dice, yo soy un perfecto ejemplo, aunque tengo que confesar que me he cruzado con algunos de esos a lo largo de los años y siempre encontré el modo de ignorarlos por completo. No es como si en mi agenda hubiese tiempo para gente como esa, cuando apenas y tengo para mí mismo.

Intento no mostrarme demasiado divertido o seguro de mí mismo cuando básicamente despotrica contra Marcus, aunque estoy seguro de que se me tironea una de las comisuras hacia arriba, aunque sea solo un instante. Cuando el puesto me fue ofrecido lo hicieron bajo la primicia de que necesitaban una mano más firme, con ideas más innovadoras y un cerebro más despierto. Aún recuerdo la cara de Clarke cuando salió de la oficina junto con sus cosas y me lanzó una mirada de desprecio que contesté con una sonrisa y un saludo cordial. Sé que estaba pensando que soy solo un mocoso, pero por algo él fue obligado a jubilarse antes de tiempo y yo estoy donde debo estar — Hay muchas cosas que le golpearon en la cara sin que les prestase atención — digo como quien no quiere la cosa, moviendo un poquito mi vaso. Incrédulo.

Vas a hacer que me sonroje — bromeo ante esa adulación como un simple comentario, a pesar de que la estoy escuchando con total atención — Y no. Se me dan bien las bebidas, pero no me fío mucho de las mezclas excesivas. Creo siempre en lo justo y necesario, ya sabes — me parece que es una idea que he aplicado a casi todo aspecto de mi vida, sin contar algún que otro lujo que pueda darme. Jamás me faltó nada, eso lo admito, pero es muy diferente el ser un niño mantenido por tu padre que ser el adulto que puede hacer lo que quiera cuando quiera que soy ahora. Me lo he ganado, qué decir.

Ideas, papelerío, formalidades. Todo lo que sale de la boca de Eloise me produce el quedarme el silencio con una expresión de atención absoluta, acomodándome en el asiento mientras bebo poco a poco del alcohol que va mojando y amargando mis labios. Siempre he admirado lo directa y metódica que es esta mujer, especialmente cuando se trata de explayar sus ideas e infundir sus puntos de vista de ese modo tan natural que te hace pensar que no hay manera de que se pueda estar equivocando. Eloise Leblanc no dice estupideces, lo he aprendido hace mucho — ¿Quieres decir que deseas dividir a los niños por su talento y capacidad y no por zona geográfica? — lo repito como si estuviese tratando de comprender su idea, más que por otra cosa. Tengo que admitir que es una buena, aunque con el gestito que hago torciendo la boca rápidamente dejo bien en claro que no se me hubiera ocurrido — Podría hacerse, aunque habría que ver cómo te manejas con la parte económica del país. Todo el mundo sabe que el Prince posee estudiantes con menos poder adquisitivo y eso podría afectar a los materiales de clase. ¿Has pensado en el gasto de los fondos de educación como para presentarlo? — si toda mi carrera se basase en cómo cuidar de que las leyes no derrochen dinero, hubiese sido millonario con tan solo estos últimos meses de trabajo.

De un tirón me bajo todo el whisky y me acomodo para apoyar el vaso, tomar la botella y empezar a servir de nuevo — Sin embargo, con un buen plan lo veo totalmente válido. Incluso pueden ser divididos mediante exámenes de ingreso. Ya sabes, para asegurarnos del nivel que manejamos entre nuestros ciudadanos más jóvenes. A veces pienso que somos demasiado blandos con ellos, en especial si consideramos los tiempos que corren — y corrieron. No podemos decir que los magos y brujas de generaciones anteriores la tuvieron fácil. Nuestro gobierno está conformado por guerreros, gente que ha tomado el poder de un estado nefasto y creo que hay cientos de niños que no tienen ni idea de cómo actuar fuera de la escuela — Aunque también veo tangible la idea de aumentar la exigencia del colegio Prince. ¿Por qué tener solo un colegio de magos excepcionales, cuando siempre puedes tener dos? Ya sabemos la clase de gente que ronda sus distritos — no puedo evitarlo, pero cuando me llevo de nuevo el vaso a la boca ya estoy rodando los ojos — Un mayor control entre sus estudiantes nos ahorraría muchos problemas a futuro. Soy creyente de que los problemas hay que arrancarlos de raíz como a un mal cáncer y la educación de nuestros habitantes es un punto clave en la evolución de nuestra sociedad. Además, es un excelente modo de control — me encojo de hombros como si solo estuviese planteando un problema simple en clase, pero creo que los dos sabemos que estamos muy alejados de eso.
Hans M. Powell
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
Una sonrisa se dibuja en mi cara cuando habla del ministro Clarke y tengo que tomar otro trago para disimular un poco. No valía la pena seguir hablando, incluso si era a manera de burla, de gente que había sido incompetente y ya no figuraba en el mundo político. - No te he visto sonrojarte en tu vida, y dudo mucho poder lograrlo con un cumplido de ese tipo. Si hay algo que siempre destaqué de ti, fue tu capacidad de saber cuánto vales. - Una cosa era el egocentrismo, otra bastante diferente era el realmente conocer hasta dónde llegaban las capacidades de uno. Yo lo tenía muy en claro, y respetaba a aquellos que también poseían esa cualidad.

Asiento con la cabeza su comentario acerca del alcohol, porque para nadie es secreto mi gusto por la bebida, y he tenido más de una anécdota poco memorable acerca de algún que otro cóctel de más en situaciones que no correspondían del todo. Nada que la prensa haya podido difundir en exceso, pero había una que otra nota en el interior de alguna revista que eran más bien olvidables. Al menos para mí. Sin embargo, eso no impide que me recline sobre el sillón y siga bebiendo como si de agua se tratase. Un poco de vino y algo de whiskey no eran suficientes para dejarme en un estado poco agraciado.

Podría decir que siento un leve dejo de satisfacción cuando Hans me entiende a la primera, pero sería una tontería ya que de no confiar en que lo hiciese, probablemente no lo hubiese citado. - No hay que hacer demasiados ajustes si aquellos que contribuyen activamente en la institución, aumentan su cuota para garantizar su permanencia en el Royal. No podremos reacomodar a todo el alumnado solo por su capacidad y aquellos que son pudientes… pues tendrán que demostrarlo. - Sin ir más lejos, mi propio sobrino era el claro ejemplo de ello. Podía tener la sangre más limpia que mi escalera de mármol recién pulida, pero no tenía ni una sola luz y su padre debía pagar por eso. No pondría en duda que depositaría unos cuantos galeones de más en el fondo de educación si con eso mantenía a flote su reputación.

- ¿Demasiado blandos? Llevo al menos cinco años queriendo que Clarke apruebe la incorporación de defensa mágica y defensa física al currículum estudiantil. Como si con los tiempos que corren duelos mágicos fuese a servir de algo… - Una cosa era enseñar la materia como deporte, o incluso como actividad extracurricular, pero a la hora de estar en campo nadie respetaba el protocolo mágico y atacaba a la cuenta de tres. - Sin contar que no considero adecuado que aquellos que están en segundo curso estén obligados a dejar la varita al terminar la jornada escolar, cuando son perfectamente capaces de realizar los hechizos básicos de defensa. - Luego de la última gala, sabiendo que había menores entre los afectados… Termino tomando el segundo vaso de un sopetón pero no vuelvo a servirme, simplemente hago girar el vaso vacío entre mis palmas, escuchando el tintineo que hace cuando choca con mi anillo de matrimonio.

- No creas que no he tratado de tomar esa dirección, pero luego de las estadísticas de fin de año cuando aumentamos el nivel de exigencia en el Prince… Ese cambio tiene que ser más gradual o terminaremos con la frustración generalizada, y no quiero jugar con la mentalidad de los alumnos de esas zonas. - No era discriminadora, pero la gente que terminaba en el Cinco, en el Once o en el Doce no eran de la mejor clase, y sus conexiones con gente no deseada eran puestas en duda más veces de las que me gustaría pensar. No por nada tenía reportes cada dos por tres del Director de Servicios Sociales que venían de fuentes un tanto dudosas. - Aunque no voy a negar que deberíamos llevar un mejor control del alumnado en general, y sus familias. Pero eso ya no es un área que me competa del todo.
Eloise R. Leblanc
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Es obvio que Eloise ha pensado en esto en más de una ocasión, pero mi cerebro se patina hacia las zonas legales que podrían, o no, hacer una gran modificación en todo nuestro sistema actual y al cual tanto nos hemos acostumbrado. Admito que NeoPanem no ha tenido demasiadas reformas desde que Jamie Niniadis subió al poder y nuestro gobierno es prácticamente nuevo si lo vemos en un enorme panorama, pero es un poco complicado luchar contra la corriente cuando tienes un líder (y en efecto, jefa) tan autoritario — Ni que lo digas. En una situación como la actual, siento que estamos metiendo a los civiles dentro de una burbuja en lugar de enseñarles cómo en verdad deberían actuar. Sé que la ignorancia ayuda al control, pero la falta de preparación puede jugarnos en contra. Todavía sigo limpiando toda la porquería que me saltó después de lo ocurrido en marzo con los aurores — ni hablemos de como aún tengo a algún que otro padre o madre llamando a mi oficina en un intento de conseguir respuestas, pero ya no tengo nada más que decirles que la simple y llana verdad. El día que pueda apresar a los culpables tendré cinco minutos de paz.

Me tengo que poner de pie porque si me quedo sentado voy a ponerme inquieto y me meto la mano en el bolsillo del pantalón mientras paseo calmamente por la habitación, bebiendo de mi trago muy despacio. Entiendo lo que me está pidiendo, pero siento que deberíamos tomarlo a la larga y no como algo inmediato. Hay demasiados puntos a trabajar que, de dejarlos sueltos, podrían causar estragos — No estoy seguro de cómo podría funcionar el producir dicha mezcla. La gente del norte es… ya sabes, algo impredecible — por no decir “despreciable” en varios aspectos. Mi vista se va por la ventana para chequear el jardín sin ver algo en particular, aprovechando el darle la espalda para golpetearme los labios con el borde del vaso — El cambio será gradual, lo quieras o no. Yo puedo aprobar ideas, pero algo de esta magnitud debe ser presentado como proyecto de ley en el Wizengamot. Si fuese algo más simple… pero esto podría cambiar todo nuestro esquema para con los jóvenes que intentamos formar para mantener este gobierno de pie. No puedo saltarme pasos, por mucho que respete tus opiniones — sé que lo sabe, es obvio, solamente se lo recuerdo.

Me rasco la nuca y la presiono en un intento de masajearme, aferrado con mayor ímpetu al whisky — La simple idea de defensa, por otro lado, me parece un trámite mucho más sencillo. Además, opino que los niños deberían ser educados en artes oscuras y demás amenazas. No podemos ser un chiste si consideramos todo lo que ha estado pasando. Todavía no puedo creer lo que ocurrió en la gala el pasado diciembre — intento por todos los medios el no poner cara de hartazgo, pero me sale muy mal la tentativa de disimularlo. Me volteo nuevamente y doy otro trago, avanzando unos pasos en su dirección — Respeto a Jamie Niniadis, pero hay veces que creo que no tiene la cabeza centrada cuando se trata de cubrir huecos dentro del ministerio. Es como si el control estuviese mal distribuido… ¿Me entiendes? — muggles, traidores, gente de dudosa procedencia… pero no desperdicies a una sociedad entera cuando puedes sacarle jugo.

Me giro para chequear sobre mi hombro cuando siento como algo se mueve detrás, pero no es más que un elfo pasando en busca de vaya a saber qué cosa — Podemos organizar unas pruebas de nivelación para el próximo verano e intentar evaluar el desarrollo del alumnado para tener datos exactos de lo que se debe mejorar y lo que no. Al menos, así estarías trabajando sobre verdaderos números y nadie podría decirte que te equivocas. Cubrir las lagunas legales es lo primero que hay que hacer cuando se presentan nuevos proyectos — le dedico una sonrisita y paso el peso de una de mis piernas a la otra, mirándola desde mi altura — Pero estoy seguro de que eso ya lo pensaste. Me imagino que debes tener algo anotado, alguna carpeta… ¿O me equivoco? — le hago un gestito con mis dedos, tratando de hacerle entender que, de tenerla, debe pasármela — Puedo revisarla antes de que la presentes. De ese modo, podemos crear el proyecto ideal para poder obtener lo que ambos deseamos. Tú quieres mejor educación, yo quiero mayor manejo civil. Los dos ganamos.
Hans M. Powell
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
Tengo que admitir que no soy muy fanática de la expresión “la ignorancia ayuda al control”. Soy educadora primero que nada, y por más certera que fuese la frase, no podía evitar creer que la educación era una mejor solución. Sí, cuánto menos tuviese la gente en la cabeza, más fácil eran de controlar; pero luego esa gente crecía, y serían ellos los que terminasen haciéndose cargo del mundo. La ignorancia es una bomba sin temporizador que podría explotar en cualquier momento. - Y si algo como eso le sucedió a profesionales capacitados y experimentados en su campo, ¿qué les queda a los niños? - ¿Alguien puede pensar en los niños? No es como que tengan materiales para defenderse con las varitas guardadas en el campus y sin poder portar otro tipo de armas.

Observo como se levanta y comienza a pasear por la habitación y no puedo evitar pensar si eso es algo nuevo, o si es algo de años que nunca noté. - No voy a mentirte, de momento me conformo con que realmente consideres el proyecto. No soy tan idealista como para esperar un cambio inmediato, ni tan poco racional como para no imaginar qué tipo de reacciones tendrá la gente. - Repitiendo nuevamente el gesto anterior, sirvo de la botella en mi vaso y lo muevo unos segundos antes de llevármelo a la boca. - Sin mencionar que conozco como son los jueces del Wizengamot, no tú Hans, pero sé que si la ley se aprueba será por un margen muy reducido. - Y es una pena que no pudiese ofrecer algo de dinero a cambio de una opinión más favorable…  Si las leyes no se invalidaran de descubrir algún tipo de segundas intenciones detrás de un voto, no dudaría en hacerlo.

La única variación que tengo en mi postura la hago cuando cruzo una pierna por encima de la otra, y llevo mi cabeza hacia el brazo que tengo apoyado contra el apoyabrazos del sofá. En mi mente voy repasando los temas que quería tratar, sin poder evitar sentir un leve dejo de satisfacción personal al saber que la opinión del ministro no parecía distar mucho de la mía. Habiendo sido su profesora por tres años, a una le invadía un orgullo particular al haber contribuido a la formación de un hombre bien educado, de ideas firmes y exitoso en la vida. Podrían negarlo, pero el ser profesora implicaba tener tu propio álbum de figuritas personal, coleccionando los mejores y evitando pegar aquellos que no eran dignos de mencionar.

- Por algo siempre fuiste mi favorito. - Le sonrío. No es que fuera mentira, había otros nombres que destacaban en su generación, algunos incluso trabajaban para él. Pero incluso si no hubiera sido mi preferido en aquellas épocas, definitivamente se hubiese ganado el puesto ahora. - En algún momento pensé en pedir algunos esclavos del mercado para clases demostrativas, pero la idea quedó archivada en el proyecto de Defensa. - Era barato, práctico y servía para erradicar susceptibilidades que más adelante se transformaban en fallas de carácter; pero sin haber obtenido la aprobación necesaria para agregar materias de resguardo personal, no imaginaba tener la aprobación para eso tampoco. - Aquella gala es una mancha que se podría haber evitado de haber tomado las precauciones necesarias con anterioridad. Me da vergüenza pensar que gente como aquella pudo haber diezmado con tanta facilidad a los nuestros, dejándonos en ridículo. Y no empecemos con Jamie Niniadis. - Mujer excelente si la había, le debía mucho si miraba en dónde estaba sentada, pero eso no significaba que la tuviese precisamente en un pedestal en estos momentos de mi vida. - No me malentiendas, es una mujer admirable que supo hacer milagros por el país, pero últimamente está tan recluida del público que no estoy segura de hasta que punto está gobernando realmente. - Ya está, lo había dicho. Pero si todos hubiesen visto a la ministra Niniadis quince años atrás, probablemente opinarían de manera similar.

- Llevo un análisis de cada institución independientemente, pero no hemos hecho exámenes generalizados para no desmotivar al alumnado del Prince. Aún así los profesores los han evaluado en otros aspectos bajo mi orden, y llevo una estadística bastante concreta de los últimos tres años. Solo faltaría el resultado de los exámenes que resuelvan los alumnos. - Con un movimiento de varita, apunto hacia arriba y levanto una ceja con premeditada satisfacción cuando un pequeño pilón de carpetas aparece flotando por las escaleras hasta terminar en mis brazos. - Me conoces, nada de lo que está aquí es material de relleno así que sé libre de modificar, editar o agregar lo que desees. Con la ayuda que me estás brindando puedes hacer lo que gustes si es que te facilita el trabajo. - Ojeo las carpetas con rapidez, asegurándome que todo el contenido esté ahí mientras hablo, y me pongo de pie para entregárselas en mano.

- Ahora que mencionas el manejo civil, hay otro punto que me gustaría tratar. - Revuelvo con cuidado mi vaso, y doy un par de tragos antes de hablar. - No es secreto que no suelo estar de acuerdo con el Director de Servicios Sociales, pero hace su trabajo y tiene razón cuando dice que hace falta un mayor control sobre la salud psicológica de nuestros alumnos. La mayor parte de los casos que tratamos son de aquellos niños que se quedaron huérfanos, o cuyos tutores no pueden hacerse cargo correctamente de ellos. - No eran un grupo precisamente reducido, pero si considerábamos al total del alumnado, apenas y formaban un porcentaje que no llegaba a las dos cifras. - ¿Qué tan difícil sería obtener la aprobación para realizar evaluaciones psicológicas a todos los menores de dieciocho años? En mi opinión debería hacerse sobre todo alumno, profesor o trabajador del gobierno, pero esa ya es otra cuestión que no compete del todo a mi departamento.
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Levanto la copa en su dirección porque sí, conozco bien a los jueces del Wizengamot y no todos tienen los nervios necesarios como para manejarse con ciertos casos que necesitan de una mano dura — He estado pensando en pasar una lista de despidos para el próximo año y cubrir los puestos con algunos ascensos mucho más merecidos. Hay ciertos sectores que necesitan de una buena limpieza — realmente espero que mis empleados empiecen a avivarse de cómo van a cambiar las cosas en los próximos meses y, de no hacerlo, ya pueden ir vaciando sus oficinas.

Dejo entrever la sonrisa por detrás del vaso del cual estoy bebiendo cuando dice que fui su favorito porque, obvio, ya lo sabía. Siempre fui de los mejores de la clase y no digo que fui el mejor solamente porque intento mantener cierta humildad en algunos aspectos, pero tampoco estoy muy lejos — ¿Clases demostrativas… de ataque? — no sé si entendí bien su idea, pero pronto no puedo evitar preguntarme cómo es que no se me ocurrió a mí. He encontrado el modo de hacer que los esclavos sin dueño sirvan de utilidad como “renta” de mano de obra, pero como método de enseñanza… si consideramos quienes suelen ser nuestros enemigos, tiene completo sentido. Comparto sus ideas sobre Jamie Niniadis, pero no puedo decir mucho que solo hago un vago movimiento con los hombros — Tuve más reuniones con Sean que con ella, desde hace algunos meses — confieso, aunque no pienso dar detalles de lo que ha pasado en esos encuentros — Creo que ese hombre está intentando abarcar todo lo que puede para evitar que la estructura se vaya al diablo. Los Niniadis no andan en sus mejores épocas, créeme — es un poco obvio si consideramos la cantidad de trabajo extra que me viene llegando.

El vuelo de las carpetas hace que me aparte unos centímetros para evitar estar en su camino, aprovechando a beber un poco más mientras ella habla. Todavía estoy relamiéndome el alcohol cuando se acerca y tiendo la mano libre, tomando la pila que me entrega — ¿Me estás dando permiso para jugar? — pregunto en tono bromista. Apoyo el vaso en la mesita y vuelvo a incorporarme, ya libre de poder hojear. Busco con la mirada, chequeando los títulos y puntos remarcados, los cuales me regalan una idea de lo que tendré que hacer estos días — Siempre admiré tu método de trabajo, Eloise. Estoy seguro de que me lo dejarás bastante servido y no tendré mucho que corregir. ¿Quieres que te lo lleve a tu oficina la próxima semana? — sí, puedo hacer este trabajo en un pasar de sábado y domingo si así lo deseo. Y si no tengo ninguna distracción, por supuesto.

Estoy todavía centrado en leer las letras más pequeñas de un informe cuando ella termina de cerrar una idea y levanto los ojos muy lentamente hacia ella, en parte porque estoy tratando de comprender lo que dice y por otro lado porque tengo que analizar la situación a la par — ¿Evaluación psicológica a menores? Eso es un poco complicado, te estás metiendo en un terreno que necesita aprobación de los padres o tutores — cierro la carpetita y aferro la pila, dándome algunos golpecitos en el mentón con ella — Siempre puedes hacerlo como parte de un nuevo protocolo escolar. Anunciarlo, pedir autorización como si fuese algo completamente normal, por el bien de sus hijos. Si un padre firma, nadie se puede negar. Al fin y al cabo, son sus hijos… ¿no? — por un breve segundo, Meerah entra de una patada en mi cabeza y tengo el extraño momento de dudar sobre si me gustaría que hagan eso o no con mi hija. ¿Por qué me preocupo por algo como esto? Primero, no la conozco tanto como para sentirme realmente ligado a ella y, segundo, estoy seguro de que no encontrarían nada raro en la niña. Si hay algo que pude deducir en la cena, es que no sospecharía que Meerah está envuelta en algún comportamiento ilícito.

Odio decirlo, pero no podemos simplemente levantarnos un día y empezar a analizar el cerebro de todo el mundo. A nadie le gusta que le quiten la sensación de libertad… esclavos aparte — apoyo las carpetas sobre la mesa, tomo el vaso y vuelvo a servirme, ofreciendo en un gesto el llenarle el cristal también a ella — Pero los niños es un buen punto de partida. ¿Quieres que te firme un permiso legal para poder plantearlo para fin de curso? — bordeo la mesa y vuelvo al asiento, donde me acomodo con las rodillas demasiado separadas con un trago generoso — Si se presenta como un simple paso a seguir, no es necesario sacar una ley o hacer un anuncio demasiado grande. Las personas confían en ti cuando tratas los temas con naturalidad y sin demasiados bombos y platillos — con un resoplido, me echo pesadamente hacia atrás, recargándome en el sofá. Aprieto los dedos por la base del vaso y le lanzo una ojeada, moviéndolo de un lado al otro sin mucho interés — Sabes que apoyo tus proyectos porque confío en ti y en tu juicio, ¿verdad? — es más una afirmación que una pregunta, pero por las dudas le tiro una miradita de soslayo — Sé que conseguirás a los expertos adecuados y procederás con suma discreción. No quiero más padres enfurecidos golpeando a mi puerta ni a un Niniadis gruñendo sobre mis decisiones. Soy prácticamente nuevo en mi puesto, no puedo mancharlo tan rápido. ¿Entiendes? — básicamente, que no me cague la carrera en caso de que todo esto no salga como esperamos. Los ciudadanos son muy volubles, no es novedad.
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Eloise R. Leblanc
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Levanto una ceja con curiosidad cuando lo veo sonreír a través del vaso de whiskey y tuerzo la boca en una sonrisa de costado al imaginar por dónde va su línea de pensamiento. Que va, no me molesta dejar ver mi favoritismo y no dudo en hacérselo notar. - Tu departamento tendrá gente que no merece su puesto, pero también tiene algunos nombres dignos de mencionar. Si mal no recuerdo la señorita Brawn está bajo tu cargo ¿no? - No me cuesta hacer mucha memoria sobre aquellos tiempos, ya que toda su generación había conformado mi primer curso en el Royal y en su mayoría, todos habían hecho carrera rápidamente. Hans siempre sería el que más destacaría gracias a su pronto ascenso, pero no por eso menospreciaría al resto. - Era bastante callada, pero muy inteligente si mal no recuerdo. - Y dudaba mucho equivocarme.

- No necesariamente de ataque si considero las materias que se imparten en la actualidad, pero sí. Generalmente usan maniquíes de práctica o practican unos con otros, pero eso disminuye su capacidad y terminan sin encontrar todo su potencial. - Un objetico quieto, o uno al que no podían dañar si es que querían evitar castigos no servían como método de enseñanza. - Sé que puede ser una medida algo controversial, pero creo que ya pasamos la etapa de las susceptibilidades. - No sé que tan mal o bien le parezca la idea, pero si considero su última reforma con respecto a los esclavos, no creo que lo vea como algo imposible.

Lo observo levemente impresionada cuando nombra a Sean Niniadis y su aparente cercanía con el hombre, pero en cierta forma no me sorprende. Su puesto le demandaba estar en mayor contacto con los altos mandos y podía entender que conociera las internas de la familia gobernante más a fondo. - Te creo, las últimas veces que lo vi en persona sus ojeras delataban más que su falta de sueño. - Y si no fuera porque no había la suficiente confianza, le habría dicho que fuese a ver a mi hija al menos para que le diera vitaminas.

Me río cuando bromea y tengo que cuidar de no mover mucho la mano para que el líquido no se vuelque sobre el borde del vaso. Haciendo un ademán con la mano sacudiéndola para darle a entender que puede hacer lo que quiera, lo observo mientras va ojeando los papeles. - No hace falta que trates de demostrarme tu eficacia, Hans. No hay urgencia cuando consideramos los pasos que quedan a seguir, tómate el tiempo que quieras. - Sabía que era capaz de hacer el trabajo en el tiempo que menciona, pero no había necesidad de sobrecargarse cuando algunos de esos proyectos llevaban años juntando polvos. Una semana más o una menos no iban a hacer la diferencia.

Medito sus palabras con detenimiento, digiriendo sus comentarios con lo último que queda en mi vaso. Lo que dice tiene lógica, y no es muy alejado de lo que había pensado. Sé que hay limitaciones y cosas a tener en cuenta, pero nada demasiado preocupante si es que analizaba la magnitud del caso. Le extiendo el vaso cuando se ofrece a llenarlo y agrego otro hielo cuando vuelvo a tenerlo en mi mano. - No, no ahora. No encontrarás ese proyecto entre las carpetas porque no es uno que he tenido el tiempo de elaborar aún. La idea es más bien reciente, y además de hablarlo con mis empleados, debería estudiar un poco más el cómo proceder. - No iba a lanzarme de lleno a imponer una medida que podría generar el disgusto generalizado sin tener una necesidad real de fondo. Sería más bien un plan a futuro. Tenía unos cuantos meses hasta el nuevo inicio de año, y ni siquiera tenía que apurarme de alguna forma. - Mis profesionales están capacitados, pero trabajan mayoritariamente con casos especiales, tendría que ver si es necesario generar un nuevo puesto o capacitar a mis Asistentes. Así que quédate tranquilo, al menos con esta medida no requiero de tus servicios de momento, pero sí necesitaba saber hasta que punto chocaba lo moral con lo legal… De momento estoy más preocupada por aquello. - Hago un ademán a las carpetas que dejó sobre la mesa.

- Igual, creo que ya es suficiente de trabajo por hoy. Ahora, disculparás la curiosidad de una exprofesora, pero ¿qué es de tu vida? - La mayoría de las cosas que sabía correspondían a chismes de revistas que no siempre tenían la mejor de las intenciones, a rumores de pasillo, o a notas televisivas a las que no solía prestarle atención. Prefería escuchar de sus labios cómo lo había tratado la vorágine laboral y su reciente fama, y no de los tabloides más populares del capitolio.
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Intento no poner mala cara cuando me habla de Brawn, así que le respondo con un gestito de poco interés — Fue mi asistente cuando estaba de prácticas. Hace bien su trabajo, pero he tenido que ponerme exigente alguna que otra vez — es una pena que sea tan sosa para castigar a los culpables, porque sino tendría mucho potencial. Lo bueno de todo esto es que la charla sobre Arianne pasa rápido y el tema de los esclavos es mucho más entretenido, aunque me deja un poco dudoso, más no porque esté en desacuerdo — Se tendrá que negociar el producto con el mercado de esclavos. Estamos hablando de muggles, no es como si tuviesen derechos por los cuales quejarse — le recuerdo — pero, de no tener dueño, son propiedad del mercado y habrá que ver qué es lo que piden a cambio del uso de su mercancía. Una cosa es usarlos para trabajos, otra cosa es devolver un esclavo todo magullado. Quizá pueden entregarnos a los más resistentes, con tal de no afectar a la economía del comercio esclavista — si enloquecemos a un niño por culpa de un cruciatus, nadie va a querer comprarlo después y será una carga pesada. Hay que tener cuidado con eso.

Como no puedo abrir la boca sobre las cosas que debato y trabajo con el esposo de la ministra, solo me limito a asentir a lo que dice de sus ojeras y dejo pasar el asunto sin pena ni gloria — Una pena, yo que estaba pensando en impresionarte para ganarme otra estrellita dorada… — bromeo con una sonrisa cálida y familiar, aunque lo tomo con calma — De acuerdo. Trataré de no atrasarme tanto como Marcus para no decepcionarte, de todos modos. Me viene bien un proyecto extra — técnicamente no porque estoy lleno de ellos, pero creo que entiende a donde va mi idea.

Lleno su vaso hasta el tope y vuelvo a cerrar la botella, atento a que ella ha captado de inmediato todo lo que he querido decir. Eso es lo que me gusta de charlar con Eloise: no tengo que irme con demasiadas explicaciones o vueltas porque casi siempre solemos recorrer el mismo sendero — Lo moral y lo legal tienen solo una fina línea de diferencia y muchas veces no hacen más que estrellarse. Y si a eso le sumamos que la moral es subjetiva… — me hipnotizo un momento viendo como los hielos chocan dentro de mi bebida hasta que vuelvo a mirarla — Investigaré sobre el tema. Chequearé que leyes abalan tus planes y cuales podrían ser un problema en caso de quejas. Si trabajamos con elegancia, no veo por qué habría un problema — lo que ha jodido a muchos políticos es su falta de tacto y, por suerte, yo aún lo mantengo intacto.

Es el cambio en su tono de voz el que me indica que la parte formal ha finalizado y no sus palabras, así que me hundo un poco más en el sofá y la observo con total y honesta sorpresa, arqueando las cejas que estiran mi frente — ¿Además de que llevo unos cinco meses disfrutando de la comodidad de la isla? Pues… — aclaro mi garganta, haciendo un resumen en mi cabeza. Por alguna razón, de momento dejo a Meerah de lado — Hay un tema que quería conversar contigo. Han contratado en el Royal a mi hermana, Phoebe Powell — mis ojos buscan algún signo de reconocimiento en su rostro, aunque no de forma acusadora — Resulta que la he estado buscando por años y solo pude encontrarla cuando llegó a profesora. ¿Qué sabes de eso? — en lógica, ella tuvo que, al menos, haber autorizado o analizado su ingreso. Con otro sorbito, mantengo los ojos en ella casi sin parpadear — Si quitamos ese asuntito del medio, creo que puedes guiarte un poco por lo que dicen de mí en el ministerio. No soy sordo ni lento — tampoco chismoso, pero todo me llega y ni me molesto en afirmar o negar los rumores — Solo diré que es mentira que el bebé que está esperando la señorita Hawking es mío. Solo hablé con ella en una gala y ni siquiera le toqué un pelo. A veces, a los chismosos les gusta exagerar — que he cometido mis pecados no voy a negarlo, pero no podemos abusar de esa fama.
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Me encojo de hombros cuando explica un poco su relación con la señorita Brawn, dejando pasar el comentario con rapidez. Cada uno manejaba a sus empleados como podía y si tenía mucha suerte, como quería; llevaba años sin ser su profesora como para criticar sus niveles de exigencia. Además de que sería hipócrita de mi parte hacerlo, claro está. - Lo sé, pero hay que pensar que serían clases especiales y no cosa de todos los días. Y no es que vamos a sacarles mercancía en perfecto estado, pueden ser aquellos que son merecedores de algún castigo. ¿Qué mejor forma de imponer disciplina? - No es que el prospecto de niños usándolos de muñecos de práctica sonase muy amenazador, pero son niños que se vienen formando en la magia desde los seis años y que eran muy capaces con la correcta instrucción. - También está la posibilidad de comprarlos para el colegio directamente y que sirvan como esclavos allí mismo, pero eso supondría una mayor vigilancia sobre los muggles y no quisiera exponer a los niños de esa manera. - Había muchos humanos que se habían ganado el título de “asesinos de magos” como para poder entender de lo que su raza era capaz.

- Marcus Clarke llevaba más de cinco años de atraso, estoy tan resignada con el tema que no me importaría que demorases uno entero siquiera. - Y no mentía. Podía entender las demoras naturales que conllevaban los procesos legales, no la ineptitud y las trabas a una situación que debía mejorarse. - Si tardas menos de un trimestre podría considerar el darte una estrella de oro incluso. - Conocía un par de joyeros que harían un trabajo ejemplar, y no podía negar que ya me había divertido la idea de regalarle un dije a modo de broma.

Me llevo el vaso a los labios apenas y termina de servir, y tomo un trago largo. Si la gota de alcohol que se resbala desde mi comisura hasta mi mentón dice algo, probablemente sea que estoy comenzando a estar levemente entonada; nada alarmante de momento, pero probablemente no podría terminar otra ronda sin soltar alguna incoherencia. - Trabajar con elegancia - murmuro. - yo misma no podría haberlo dicho mejor. - Y no era modestia, era simple honestidad. - Desde joven has tenido un don con las palabras… Me alegra que hayas podido darle un buen uso a esa habilidad.

Para cuando termino la mitad del vaso agradezco el que hayamos cambiado de tema antes de poder decir alguna idiotez en lo que competía a lo laboral. Al menos hablando de asuntos privados uno tenía un poco más de libertad. O eso creía, porque luego dice que tiene una hermana, y aquella idea que se me cruzó tiempo atrás y que descarté por imposible resulta ser verdad. - No sabía que tenías una hermana. Y debo admitir que sé un poco más de lo que crees. - Acerco el vaso en la mesita y me enderezo un poco antes de hablar. No serviría de nada mentir, y no podía decir que me arrepentía de mis decisiones. - La joven Powell ha demostrado tener aptitudes de gran valor para la institución, y en vista del fallecimiento de uno de los miembros del profesorado, no podía permitir que un talento como el suyo se malgastara en el distrito Once. - No podía jactarme de hacer el seguimiento de todos los alumnos que habían pasado por las instituciones, pero había tratado de seguir a los más prometedores y su caso era uno bastante particular. - De haber sabido que estabas en su búsqueda, habría tratado de darte una mano. Pero la coincidencia en el apellido la había considerado una mera casualidad. Espero me perdones. - No es como si tuviese la culpa de algo en particular, pero cuando había emprendido la búsqueda de un reemplazo para impartir adivinación, la idea de que estuviesen relacionados había cruzado mi mente. Fue mi error el no indagar sobre el asunto.

Al menos aligera el asunto cuando nombra su reputación y no puedo evitar largar una carcajada cuando aclara lo del bebé. - ¿Y lo del rompimiento del compromiso de la señorita Weisz? ¿Eso si ha sido cosa tuya? - Los rumores decían que la muchacha había quedado tan prendada del joven ministro luego de una noche, que había mandado a volar a su prometido con la espera de conquistar a Hans. Por mi parte lo consideraba una historia demasiado exagerada, y esperaba que la señorita Weisz tuviese más sentido que lo que decían. - ¿Estas seguro de confiar en que crea todos los rumores.
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¿Y tirar tal presupuesto a la basura para mantener esclavos dentro de la escuela? — le pregunto con cierto escepticismo — Siento decir esto, Eloise, pero… ¿No sería un enorme derroche de dinero? — una cosa es tener a los empleados necesarios, otra muy diferente es tener que darles un sitio donde vivir a una enorme cantidad de bolsas de boxeo vivientes — Nadie querría a sus hijos cerca de una situación así, creo que los dos estamos de acuerdo en eso — Y sí, estoy incluso hablando por mí mismo. Mi hija, reconocida recientemente o no, no va a ir a una escuela repleta de esclavos humanos. A eso sí que me niego.

Lo de la estrella de oro me saca otra risa, un poco más cantarina que las anteriores, quizá porque la velocidad con la que estoy tomando no debería ser la adecuada en la casa de una colega — Quedaría muy bien con mi traje negro favorito — continúo la broma. Jamás me voy a cansar de que la gente me ande elogiando, así que su adulación a mi modo de hablar solo acentúa el levantamiento de mis mejillas — Uno tiene que hacer uso de sus puntos fuertes cuando quieres hacer algo con tu vida. Es eso o forzar situaciones que jamás van a llegar a ningún puerto — podría haber tratado de imitar a mis colegas, pero me apegué a mi propio estilo y bien que ha funcionado. Ideales o no aparte, creo que nadie me puede decir que soy un mal ministro.

¿Un poco más de lo que creo? ¿Qué es lo que sabe de mí y que nunca ha mencionado? Apoyo mi codo en el apoyabrazos y me recargo, rozando mis labios con mis nudillos en un intento de adivinar a lo que se refiere mientras me da explicaciones que, me guste o no, tengo que aceptar. Quizá soy un hombre poderoso, pero hay personas a las cuales todavía respeto y Eloise es una de ellas — Sé que tiene talento. Es mi hermana — no puedo evitarlo: se me escapa el tonito lleno de orgullo Powell en un parpadeo. Hasta inflo el pecho y todo — Pero no esperaba encontrarla, después de todos los años de búsqueda, dentro del colegio Royal en un puesto tan accesible. Debes entender lo confuso que fue para mí — y que sigue siendo. Phoebe es de mi sangre tanto como puede serlo, pero a veces siento que hay algo que se me está escapando de los dedos. Paso los nudillos de la boca a la barbilla y le doy unos golpecitos — Pero te lo perdono, no te preocupes. Sé que jamás te informé de ello y no creo que sea tu culpa — es un error fácil de cometer, pero aún así bebo otro trago para sacarme el sabor amargo que nada tiene que ver con el whisky.

Por suerte, la charla se va a un tema que podría ser más escandaloso pero que, al menos, me hace algo más de gracia. Entre risas algo débiles, me dejo hundir en el sofá y aprieto un poco el vaso frío, mirándola con la cabeza tan ladeada que una de mis mejillas se está aplastando contra el cojín más cercano — Sí y no — me atrevo a declarar sin una pizca de vergüenza — ¿Qué estuve con ella? No lo niego. Pero el rompimiento se dio por un malentendido y un novio excesivamente celoso — si ella en verdad pensó que lo nuestro había sido algo más que un accidente ministerial, es problema de la señorita Weisz. Con otro sorbo, mis cejas se mueven hasta arrugar mi frente e intento hacer memoria por culpa de esa última pregunta. Sé lo que dicen de mí. Sé que hablan de que no puedo mantener la cremallera cerrada y, aunque tengo mi historial, sé que también lo exageran. Puedo pensar con mi cerebro a pesar de que nadie lo crea y no me meto con cualquiera — ¿Qué es lo que dicen exactamente? — me hago el desentendido cinco segundos y muevo el vaso para oír el choque de los hielos a medio derretir — He estado con mujeres, pero no me metí con todo el departamento ni nada por el estilo. Alguna que otra secretaria o pasante, eso no lo niego — el sorbo siguiente me ayuda a terminar otro vaso y lo aprieto contra mi pecho — No es que tengo un problema, como Patricia Lollis quiso hacerlo parecer — una de las secretarias más grandes del departamento dijo en una ocasión que debía ver a un terapeuta cuando alguien comentó que “Josephine pasaba demasiado tiempo dentro de mi oficina”, pero nunca me molesté en enfrentar a una persona que no me interesa — Soy solo un hombre joven con una buena posición y estuve haciendo uso de ello. ¿Qué tan malo puede ser? Ya voy a cansarme — niño con juguete nuevo. Le sonrío casi inocente y me despego del respaldar para servirme más alcohol — Algún día sentaré cabeza, Lulú, lo prometo. Sé lo que la imagen pública vale para la política y no dejaré que se manche tan fácil. Solo que todavía no me siento listo para ello ni he encontrado a una mujer con la cual quiera pasar más de veinticuatro horas — o mejor dicho, un par de piernas a los cuales me gustaría visitar con fidelidad.
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- No sería un derroche de presupuesto excesivo. La compra se puede arreglar con un arreglo de tipo publicitario, y su manutención no es precisamente excesiva como para necesitar prescindir solo de un cuarto y de las sobras. - De ser un gasto tan grande, ni siquiera lo hubiese propuesto; el presupuesto de mi departamento estaba diagramado de manera tal, que ni un sickle se viese desperdiciado. - Y como dije, no quisiera ver a mis alumnos expuestos a ese tipo de convivencia. Muchos están acostumbrados a los tratos de esclavos de familia, pero no es lo mismo. - Y doy por finalizado el tema ahí, porque no tiene sentido que los dos sigamos discutiendo sobre algo en lo que claramente estamos de acuerdo.

Me limito a sonreírle, vaso en mano, y a observarlo mientras expresa sus ideales con su seguridad característica. Necesitábamos más personas que pensaran como él y, si no fuera por su cargo y porque no estaba segura de haberlo visto mostrar un interés particular por la profesión, hace rato que le hubiese ofrecido un puesto en alguna de mis instituciones. Los niños podrían valerse de alguien con su tipo de mentalidad. - En algún momento voy a solicitarte que vayas a dar alguna charla al Royal, posiblemente antes de que termine el año… mis chicos podrían sacarle provecho a eso, más que nada los que ya terminan segundo curso. - No es que le estoy preguntando, pero tampoco lo estoy obligando a nada. Simplemente es una petición que espero que pueda cumplirme en algún momento.

- Con sinceridad, no puedo siquiera imaginarlo. Pero gracias por entender. - De verdad que no podía imaginar por lo que había pasado, pero podía comprender un poco la frustración que uno siente cuando las cosas las tiene frente a sus narices. - No sé cuánto tiempo has estado sin verla, pero si en alguna ocasión necesitas de algo, aunque sea algo tan sencillo como liberar su jornada, no dudes en decirme. - Después de todo, estar en mi posición significaba poder darme ciertas libertades. No es como si él no lo supiese, claro.

Me río cuando habla con soltura de sus indiscreciones, o bueno… más bien las indiscreciones de los demás ya que él era un hombre soltero y libre de hacer lo que quisiera con su tiempo y con su… el punto se entendía. - No creerás que realmente recuerdo todos los rumores. Lo lamento, no tengo buena memoria para los chismes y generalmente salen de mi cabeza tan rápido como llegan. - De no ser así, mis años como profesora me habrían dejado en terapia mucho antes de lo esperado. Mi terapeuta ya tenía suficiente con lo que le decía las veces que iba a verlo, sin tener que sumar a eso chismes de oficina, de colegio o de hospital. - Eres joven todavía, no hace falta que me prometas nada. Yo me casé de joven y, aunque amé a mi marido, eso no significa que hay experiencias que me hubiese gustado vivir siendo más joven. Aunque bueno, la edad no es limitante. Siempre y cuando te cuides de los escándalos, no creo que pase nada malo.
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Levanto mi copa en su dirección como una aceptación a su propuesta, entre halagado y encantado con la idea — Cuando se trata de educar mentes, puedes contar conmigo — si tengo que hacerme un tiempo entre mi apretada agenda para empujar cabezas jóvenes en la dirección correcta, no será un problema. Además, con los años me he dado cuenta de que soy un muy buen orador, aunque supongo que tiene que ver con esto del carisma natural. ¿Qué cuanto tiempo he estado sin ver a mi hermana? No pienso ponerme sentimental ni entrar en un plano meramente personal, así que resoplo con una pesadez propia de los problemas arrastrados por lo que parece una eternidad. Le sonrío vagamente, sabiendo que no podría abusar de su amabilidad ni aunque lo quisiera — Cuando ella lo desee. Sé que todo esto debe ser más apabullante para Phoebe de lo que es para mí, pero te lo agradezco — ella ha cambiado todo su estilo de vida, yo era el que la estaba buscando por los rincones. No quiero ser una presencia fastidiosa en su vida, cuando en realidad estoy tratando de formar parte paso a paso.

Ni yo los recuerdo a todos y eso que son sobre mí — concuerdo con gracia. Me separo del respaldar con un envión algo torpe, agradecido en una risa por su consejo — Me haces sentir un poco mejor — bromeo — Ya varias personas me han aconsejado de que debo ser sutil y cuidar con quien me meto. El problema no soy yo, son los demás. Sé que no he hecho nada ilegal — obviemos a las mujeres casadas, pero si vamos al caso, ese es su pecado y no el mío. Al menos, las prometidas o las que se casaron antes de este gobierno, donde el juramento no pone en riesgo su vida si se sobrepasan con alguna que otra acción. No tengo tal morbo — Pero al menos, sé que alguien en el ministerio tiene un poco de confianza en mí y en mi autocontrol. Eso es siempre reconfortante.

Observo mi vaso, vacío y con los hielos a medio derretir y decido que ya he tenido suficiente. Esto es una reunión de trabajo, no de amigos y sé que hay límites que no deben cruzarse, como una cena con ebriedad. Con un suspiro que delata mis pocas ganas de moverme, dejo el cristal sobre la mesita y me pongo de pie, empezando a juntar los papeles — Tendré todo esto solucionado lo antes posible, Lulú. Y podrás ir encargando la estrella esa — agrego en tono divertido. Coloco los papeles bajo mi brazo, inclinando la cabeza en su dirección a modo de saludo educado, a pesar de no borrar la sonrisa — Espero verte el lunes, al menos en la hora del almuerzo. Que tenas una buena noche.
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