OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Hay un chico nuevo y no es que sea demasiado raro considerando que Aldair ya estaba con nosotros, pero esta vez me entusiasma un poquito más porque parecer ser que es alguien que Amber ha traído con ella, así que posiblemente tenga un poquito más de información sobre las porquerías que andan pasando fuera de casa y de la que casi nadie habla luego de lo que pasó con los aurores. Lo he visto un par de veces pero como todavía no se suma del todo a las clases y creo que aún no quieren explotarlo, jamás he hablado con él de verdad, aunque parece estar cerca de mi edad o algo así. Da igual, un chico nuevo no solo es información nueva, sino también alguien más con quien pasar el rato que no sea una chica.
Hace unos días todo ha vuelto a la normalidad o eso es lo que se cree dentro del catorce. Las casas han sido reconstruidas en su totalidad, lo cual viene muy bien con la nieve jodiendo nuestra paciencia y mi dormitorio ha vuelto a ser solamente mío, así que empiezo a aburrirme con mayor facilidad a pesar de que es bueno tener por fin algo de intimidad. Como hoy estoy libre, rebusco entre los cajones de casa hasta que encuentro algunas galletas que Lilah hizo la otra vez con Arleth y las guardo entre los bolsillos de mi abrigo para que nadie me vea salir llevándomelas todas, gritando que voy a dar una vuelta para quien sea que ande en casa me oiga, aunque solo consigo un gruñido desde el piso superior que es de papá que posiblemente no le importe mucho donde sea que me meta. Tampoco es que pueda ir muy lejos…
La verdad es que casi corro hacia la casa donde ahora viven los chicos nuevos con Ava y el señor Dawson, a quien vi esta mañana ocupado en el campo de entrenamiento así que sospecho que no estará en la cabaña y con suerte pueda empezar mi proceso de ser sociable sin tener mucho público. La nieve no es tan profunda como lo fue en los meses siguientes así que siento mucho más la tierra cuando salto la cerquita de la casa y me acerco a la ventana, asomando la cabeza para chequear si hay alguien dentro. En efecto, veo a Kyle o como se llame tirado en el sofá, así que golpeo el vidrio con mis nudillos para llamarle la atención y cuando me mira, le hago señas algo exageradas para que me abra la puerta. Corro hacia la entrada y en cuanto por fin me abre, me sacudo algo de la nieve que me cayó por el movimiento de la puerta en la cabeza — No veo la hora de que sea primavera de una puta vez — le digo alegremente, entrando con rapidez y empezando a vaciar mis bolsillos sobre la mesa, dejando una galleta tras otra — Me llamo Kendrick, por si no lo recuerdas. ¿Te aburres? Porque yo sí.
Hace unos días todo ha vuelto a la normalidad o eso es lo que se cree dentro del catorce. Las casas han sido reconstruidas en su totalidad, lo cual viene muy bien con la nieve jodiendo nuestra paciencia y mi dormitorio ha vuelto a ser solamente mío, así que empiezo a aburrirme con mayor facilidad a pesar de que es bueno tener por fin algo de intimidad. Como hoy estoy libre, rebusco entre los cajones de casa hasta que encuentro algunas galletas que Lilah hizo la otra vez con Arleth y las guardo entre los bolsillos de mi abrigo para que nadie me vea salir llevándomelas todas, gritando que voy a dar una vuelta para quien sea que ande en casa me oiga, aunque solo consigo un gruñido desde el piso superior que es de papá que posiblemente no le importe mucho donde sea que me meta. Tampoco es que pueda ir muy lejos…
La verdad es que casi corro hacia la casa donde ahora viven los chicos nuevos con Ava y el señor Dawson, a quien vi esta mañana ocupado en el campo de entrenamiento así que sospecho que no estará en la cabaña y con suerte pueda empezar mi proceso de ser sociable sin tener mucho público. La nieve no es tan profunda como lo fue en los meses siguientes así que siento mucho más la tierra cuando salto la cerquita de la casa y me acerco a la ventana, asomando la cabeza para chequear si hay alguien dentro. En efecto, veo a Kyle o como se llame tirado en el sofá, así que golpeo el vidrio con mis nudillos para llamarle la atención y cuando me mira, le hago señas algo exageradas para que me abra la puerta. Corro hacia la entrada y en cuanto por fin me abre, me sacudo algo de la nieve que me cayó por el movimiento de la puerta en la cabeza — No veo la hora de que sea primavera de una puta vez — le digo alegremente, entrando con rapidez y empezando a vaciar mis bolsillos sobre la mesa, dejando una galleta tras otra — Me llamo Kendrick, por si no lo recuerdas. ¿Te aburres? Porque yo sí.
Voy a ser sincero: no me esperaba que el tan famoso Distrito 14 fuera así. Quiero decir que cuando mamá y papá desaparecieron para ir en busca "del lugar prometido", como a mí me gusta llamarlo en broma cuando hablo con Chloe, pensaba que sería... no sé, supongo que un lugar lleno de soldados al acecho y que en cualquier momento tendrían la intención de acabar con el reinado de la malvada pelirroja. Pero estaba equivocado. En realidad, por lo poco que he visto en los escasos días que llevo, son como una gran familia feliz. He visto que hay como un campo de entrenamiento y que enseñan a los más jóvenes a defenderse, pero dicen que es para prevenir por si algún día corren riesgos de ser descubiertos. Por otra parte, también me llevé un chasco al descubrir que mis padres no estaban aquí, aunque lo suponía porque, de ser así, habrían intentado ir a buscarnos.
Vivir aquí no está tan mal, quitando el que no me dejan salir porque dicen que es un riesgo innecesario, así que no puedo ir a buscar a mi melliza. Es por eso por lo que apenas socializo y me encierro en una burbuja, excepto cuando me encuentro por la casa a otro chico que, según me comentaron, llegó hace unos meses y que ronda mi edad.
Hoy es uno de esos días que paso tirado en el sofá, jugueteando con la varita entre mis dedos para matar el tiempo, y solo levantando la mirada de vez en cuando para ver el paisaje nevado. De hecho, estoy quedándome dormido de puro aburrimiento cuando escucho un golpe en la ventana, lo que provoca que acaba dando un respingo en el sofá antes de incorporarme y ver a otro de los adolescentes del distrito. No me cuesta pillar su señal, así que me levanto de un salto y le abro para que entre antes de que acabe resfriándose. — ¿Por qué? Con lo bien que se está enrollado en una manta viendo nevar. Es bonito verlo todo blanco, ¿no? — Quizá es porque no estoy acostumbrado a ver un paisaje como este, pues básicamente mi vida ha consistido en vivir entre el Distrito 1 y el 4, y después escondido por los distritos del norte y sin apenas salir de casa hasta hace unos meses. — Supongo que lo tendrás aborrecido después de tanto tiempo — añado y me encojo ligeramente de hombros. Creo que la mayoría de los de mi edad han nacido directamente aquí, así que entonces puedo comprender por qué estará harto. — ¿Puedo robarte una galleta? — No he comido nada en todo el día por pura vagancia y mi estómago casi me traiciona porque noto que las tripas van a hacer su típico ruido en cualquier momento y me van a dejar en ridículo. — Yo soy Kyle. Parece que nuestros padres comparten el gusto de los nombres con la letra "K" — bromeo, y al instante me dan ganas de darme un cabezazo contra la mesa tanto por la broma estúpida como por haberme presentado. Soy el nuevo, así que seguramente ya sabría cómo me llamo.
Vivir aquí no está tan mal, quitando el que no me dejan salir porque dicen que es un riesgo innecesario, así que no puedo ir a buscar a mi melliza. Es por eso por lo que apenas socializo y me encierro en una burbuja, excepto cuando me encuentro por la casa a otro chico que, según me comentaron, llegó hace unos meses y que ronda mi edad.
Hoy es uno de esos días que paso tirado en el sofá, jugueteando con la varita entre mis dedos para matar el tiempo, y solo levantando la mirada de vez en cuando para ver el paisaje nevado. De hecho, estoy quedándome dormido de puro aburrimiento cuando escucho un golpe en la ventana, lo que provoca que acaba dando un respingo en el sofá antes de incorporarme y ver a otro de los adolescentes del distrito. No me cuesta pillar su señal, así que me levanto de un salto y le abro para que entre antes de que acabe resfriándose. — ¿Por qué? Con lo bien que se está enrollado en una manta viendo nevar. Es bonito verlo todo blanco, ¿no? — Quizá es porque no estoy acostumbrado a ver un paisaje como este, pues básicamente mi vida ha consistido en vivir entre el Distrito 1 y el 4, y después escondido por los distritos del norte y sin apenas salir de casa hasta hace unos meses. — Supongo que lo tendrás aborrecido después de tanto tiempo — añado y me encojo ligeramente de hombros. Creo que la mayoría de los de mi edad han nacido directamente aquí, así que entonces puedo comprender por qué estará harto. — ¿Puedo robarte una galleta? — No he comido nada en todo el día por pura vagancia y mi estómago casi me traiciona porque noto que las tripas van a hacer su típico ruido en cualquier momento y me van a dejar en ridículo. — Yo soy Kyle. Parece que nuestros padres comparten el gusto de los nombres con la letra "K" — bromeo, y al instante me dan ganas de darme un cabezazo contra la mesa tanto por la broma estúpida como por haberme presentado. Soy el nuevo, así que seguramente ya sabría cómo me llamo.
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Intento pensarlo un poquito, pero la verdad es que por la cara que pongo dejo muy en claro que no estoy seguro de opinar igual que él — Es bonito, sí, pero a veces te cansas cuando quieres hacer actividades al aire libre y nadie te deja hacer nada porque te vas a congelar hasta los mocos — le explico, tratando de no usar un tono de obviedad porque es nuevo y él no está acostumbrado a nuestro modo de vida; me ha costado aprenderlo en su momento, pero con los años lo fui perfeccionando. No es que aborrezca el invierno, incluso me gusta, pero todo tiene sus pros y sus contras.
Empujo las galletas hacia él asintiendo con la cabeza y me quito el abrigo para dejarlo sobre el respaldar de la silla más cercana — Las he traído para ti, así que toma las que quieras. En casa siempre hacemos galletas cuando consiguen los ingredientes necesarios así que no te preocupes. Aunque si quieres un consejo, Arleth siempre tiene algo rico guardado. Debe ser porque es una señora mamá o algo así — siempre he creído que es como un don que ella tiene porque es increíble como se las arregla para hacer comida rica aunque sea para tener bocadillos con lo mínimo y necesario.
Aunque mis intenciones en un principio están en decirle que ya sé su nombre, termino haciendo una mueca que pretende ser una sonrisa cuando dice que nuestros padres comparten los gustos por la letra K. No voy a ponerme en sentimentaloide con una persona que recién conozco así que alzo un hombro como quien no quiere la cosa y tomo una galleta — Supongo que sí — digo simplemente. Todo el asunto “padres” es algo que prefiero evitar, así que me fijo en la varita que tiene en sus manos y la señalo — Si eres mago… ¿Por qué viniste aquí? — pregunto de mera curiosidad y doy un mordisco, llenándome la boca de migas — Tengo entendido que ustedes tienen más posibilidades. Quiero decir… yo también… — meto la mano en mi bolsillo y saco mi varita para mostrársela — pero he vivido aquí toda mi vida, así que es diferente. No he tenido jamás otra opción.
Empujo las galletas hacia él asintiendo con la cabeza y me quito el abrigo para dejarlo sobre el respaldar de la silla más cercana — Las he traído para ti, así que toma las que quieras. En casa siempre hacemos galletas cuando consiguen los ingredientes necesarios así que no te preocupes. Aunque si quieres un consejo, Arleth siempre tiene algo rico guardado. Debe ser porque es una señora mamá o algo así — siempre he creído que es como un don que ella tiene porque es increíble como se las arregla para hacer comida rica aunque sea para tener bocadillos con lo mínimo y necesario.
Aunque mis intenciones en un principio están en decirle que ya sé su nombre, termino haciendo una mueca que pretende ser una sonrisa cuando dice que nuestros padres comparten los gustos por la letra K. No voy a ponerme en sentimentaloide con una persona que recién conozco así que alzo un hombro como quien no quiere la cosa y tomo una galleta — Supongo que sí — digo simplemente. Todo el asunto “padres” es algo que prefiero evitar, así que me fijo en la varita que tiene en sus manos y la señalo — Si eres mago… ¿Por qué viniste aquí? — pregunto de mera curiosidad y doy un mordisco, llenándome la boca de migas — Tengo entendido que ustedes tienen más posibilidades. Quiero decir… yo también… — meto la mano en mi bolsillo y saco mi varita para mostrársela — pero he vivido aquí toda mi vida, así que es diferente. No he tenido jamás otra opción.
Intento ponerme en la piel de ellos y lo que debe de ser pasar todos los inviernos así, y por unos momentos se me pasa la ilusión de los paisajes nevados por todo lo que conlleva. Hace frío y aquí se está totalmente aislado, así que no es como estos últimos meses que he estado viviendo en el 11, donde de vez en cuando íbamos al 12 para intercambiar cualquier cosa por ropa de abrigo en el Mercado Negro. — Entonces entiendo por qué quieres que llegue ya la primavera. — Es igual que cuando Chloe y yo empezamos a hacernos mayores y nos dejaban salir de noche, a la luz de la luna para no llamar tanto la atención. Nunca entendí quién se suponía que iba a reconocernos si cuando nos marchamos éramos unos críos y, por lo tanto, hemos crecido. Sobre todo mi melliza, que siempre dicen que parece mayor que yo. Pero en fin, lo que quiero decir es que yo miraba andar las agujas del reloj lentamente hasta que anochecía, así que puedo hacerme una ligera idea.
Nada más terminar de decir lo de las galletas, alargo el brazo hasta coger una y cuando la muerdo, saboreo el dulzor. Trato de hacer memoria y de recordar quién es esa tal Arleth, pero acabo sin conseguir recordar de quién se trata. — ¿Arleth es la madre de Ava o la del chico ese más pequeño? — Si recuerdo el nombre de Ava es básicamente porque la veo todos los días por vivir en la misma casa. A la otra rubia la descarto, a esa que tiene una hija, Bev o algo así, que parece bastante inquieta, porque no tiene pintas de ser "una señora mamá". O al menos eso creo.
El cambio brusco de tema me sorprende; o al menos es así hasta que, de nuevo, vuelvo a ponerme en su piel. Yo he crecido fuera y he podido vivir de primera mano cómo los magos tenemos más ventajas y beneficios que los humanos y, sobre todo, una vida mejor. Sin embargo, no todos los magos queremos la supremacía de nuestra raza, pues tenemos vínculos con otros que no son como nosotros. Y esa es precisamente la situación en la que me encuentro. — Mi hermana mayor es una humana. Mis padres la sacaron del Mercado de Esclavos cuando tenía cinco años, y cuando mi melliza y yo teníamos ocho, nos mudamos a los distritos del norte y empezamos a vivir como prófugos. — La historia es bastante sencilla... hasta que llegamos a la parte en la que mis padres se marcharon en busca del 14 hace unos meses. — La situación era más complicada que el tener una hija humana porque mis padres eran bastante conocidos — continúo. No sé hasta qué punto conoce la época de los Black y sus estúpidos Juegos, pero bueno. — Eran dos Vencedores de los Juegos Mágicos de los Black. Bueno, en realidad hasta mi tía lo es — termino de explicar antes de dar otro bocado a la galleta. Somos como una familia gafe o algo por el estilo.
Nada más terminar de decir lo de las galletas, alargo el brazo hasta coger una y cuando la muerdo, saboreo el dulzor. Trato de hacer memoria y de recordar quién es esa tal Arleth, pero acabo sin conseguir recordar de quién se trata. — ¿Arleth es la madre de Ava o la del chico ese más pequeño? — Si recuerdo el nombre de Ava es básicamente porque la veo todos los días por vivir en la misma casa. A la otra rubia la descarto, a esa que tiene una hija, Bev o algo así, que parece bastante inquieta, porque no tiene pintas de ser "una señora mamá". O al menos eso creo.
El cambio brusco de tema me sorprende; o al menos es así hasta que, de nuevo, vuelvo a ponerme en su piel. Yo he crecido fuera y he podido vivir de primera mano cómo los magos tenemos más ventajas y beneficios que los humanos y, sobre todo, una vida mejor. Sin embargo, no todos los magos queremos la supremacía de nuestra raza, pues tenemos vínculos con otros que no son como nosotros. Y esa es precisamente la situación en la que me encuentro. — Mi hermana mayor es una humana. Mis padres la sacaron del Mercado de Esclavos cuando tenía cinco años, y cuando mi melliza y yo teníamos ocho, nos mudamos a los distritos del norte y empezamos a vivir como prófugos. — La historia es bastante sencilla... hasta que llegamos a la parte en la que mis padres se marcharon en busca del 14 hace unos meses. — La situación era más complicada que el tener una hija humana porque mis padres eran bastante conocidos — continúo. No sé hasta qué punto conoce la época de los Black y sus estúpidos Juegos, pero bueno. — Eran dos Vencedores de los Juegos Mágicos de los Black. Bueno, en realidad hasta mi tía lo es — termino de explicar antes de dar otro bocado a la galleta. Somos como una familia gafe o algo por el estilo.
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No sé bien de qué chico más pequeño me habla pero asumo de inmediato que es Jared porque no hay otro (y no sé que edad tiene Aldair), así que niego con la cabeza, tardándome en responder por culpa de la galleta que tengo atravesada — La madre de Ava. Y de Cale y Zenda. Ya sabes, la familia Ballard. Está juntada con Elioh así que son una enorme familia — ruedo un poco los ojos porque es algo complicado de explicar porque hasta donde sé Elioh estuvo casado con otra mujer antes y por eso está Benedict, aunque sus hermanos murieron. Todo muy largo y creo que él no necesita saber todo el árbol genealógico de cada miembro del catorce — Irás aprendiendo los nombres de a poco, es bastante fácil porque no somos muchos.
Mi cara se va transformando mientras él habla y poco a poco me doy cuenta que me voy sentado en la mesa para escucharlo como si se tratase de la hora del cuento porque vamos, estoy hablando con alguien que ha vivido en NeoPanem y que tiene básicamente mi edad y que encima es un prófugo — ¿Es tan terrible como dicen? Quiero decir… — carraspeo, no sé si sentirme orgulloso o avergonzado de lo que voy a decir a continuación — He luchado con aurores… una vez… — bajo un poco la mirada, fingiendo interés en la nueva galleta que tomo — Pero no es lo mismo porque solo eran un grupo. Nunca he estado en NeoPanem, solo he oído historias de cómo es — y jamás logro imaginarlo. ¿Ciudades inmensas? ¿Luces por todos lados? Suena tan extraño…
Pero cuando habla de los Juegos Mágicos mis ojos se levantan con rapidez, asintiendo rápidamente — ¿Tus padres eran Vencedores? — pregunto casi sin poder creérmelo, no por fanatismo sino por las casualidades de la vida — Aquí hay dos de ellos. Derian Castle, el señor de agricultura y mi tío, Benedict Franco; bueno no es mi tío de verdad pero algo así, tú entiendes — muevo mi mano para indicar el “más o menos” — He oído de los juegos y los Black, pero solo lo justo y necesario. He hecho preguntas pero jamás quieren darme respuestas — ruedo los ojos con obvia exasperación y suspiro antes de dar otro mordisco — Solo sé que vivían castigando a los magos y de golpe derrocaron al gobierno, todo se fue al retrete y por eso vivimos aquí aislados de todo. A mí me encontraron en el bosque siendo bebé, así que… — alzo mis hombros — supongo que mis padres fueron muggles o traidores o algo así, sino no me lo explico.
Mi cara se va transformando mientras él habla y poco a poco me doy cuenta que me voy sentado en la mesa para escucharlo como si se tratase de la hora del cuento porque vamos, estoy hablando con alguien que ha vivido en NeoPanem y que tiene básicamente mi edad y que encima es un prófugo — ¿Es tan terrible como dicen? Quiero decir… — carraspeo, no sé si sentirme orgulloso o avergonzado de lo que voy a decir a continuación — He luchado con aurores… una vez… — bajo un poco la mirada, fingiendo interés en la nueva galleta que tomo — Pero no es lo mismo porque solo eran un grupo. Nunca he estado en NeoPanem, solo he oído historias de cómo es — y jamás logro imaginarlo. ¿Ciudades inmensas? ¿Luces por todos lados? Suena tan extraño…
Pero cuando habla de los Juegos Mágicos mis ojos se levantan con rapidez, asintiendo rápidamente — ¿Tus padres eran Vencedores? — pregunto casi sin poder creérmelo, no por fanatismo sino por las casualidades de la vida — Aquí hay dos de ellos. Derian Castle, el señor de agricultura y mi tío, Benedict Franco; bueno no es mi tío de verdad pero algo así, tú entiendes — muevo mi mano para indicar el “más o menos” — He oído de los juegos y los Black, pero solo lo justo y necesario. He hecho preguntas pero jamás quieren darme respuestas — ruedo los ojos con obvia exasperación y suspiro antes de dar otro mordisco — Solo sé que vivían castigando a los magos y de golpe derrocaron al gobierno, todo se fue al retrete y por eso vivimos aquí aislados de todo. A mí me encontraron en el bosque siendo bebé, así que… — alzo mis hombros — supongo que mis padres fueron muggles o traidores o algo así, sino no me lo explico.
Asiento ligeramente cuando me recuerda los nombres, intentando que queden grabados en mi mente. No soy una persona que tenga mala memoria, pero nunca he tenido la oportunidad de conocer a tanta gente nueva, y menos tan seguido, así que esto está resultando una experiencia un poco abrumadora.
Estiro el brazo para coger otra de las galletas, y mientras la saboreo, intento ordenar mis pensamientos para explicarle con facilidad cómo es la vida en el país. Puede que lleve años viviendo en la periferia, intentando pasar desapercibidos, pero por desgracia aún recuerdo algunas situaciones que nos tocaba vivir cuando todavía vivíamos en el centro, rodeados de gente radical. — Era duro por la clase de familia que somos — empiezo, negándome a hablar de mi familia en pasado porque aunque no sepa dónde están, siempre estarán conmigo. — Recuerdo que una vez Agatha, mi hermana mayor, se cayó y ninguno pudimos ayudarla. Mi melliza y yo no entendíamos por qué, pero al llegar a casa, mi madre nos dijo que nos habríamos metido en un lío porque estaba prohibido empatizar con "humanos" como si estuvieran al mismo nivel que nosotros. — Esa es solo una de las múltiples situaciones que nos tocó vivir, pero imagino que se puede hacer una ligera idea de cómo era. — ¿Y tú cómo que te enfrentaste a aurores? — Por un momento se me remueve el cuerpo al pensar que quizá les han encontrado y que vendrán a por todos, incluido yo. Bastante tuve con la noche que se lió el otro día... noche de la que prefiero no hablar y que, de todas maneras, él seguramente ya conozca la historia porque se la expliqué a los adultos cuando recuperé fuerzas al llegar aquí.
Doy otro pequeño mordisco a la galleta antes de hablar: — Sí, mis padres son Astrid Overstrand y André Drescher, Vencedores del Distrito 10 y 1 respectivamente. — Es entonces cuando me dice el nombre de los dos Vencedores que viven en el 14 y es como si algo se activara en mi cerebro. No tardo demasiado en recordar por qué esos nombres me son familiares y por qué no me resulta complicado descartarlos de la lista de los numerosos nombres de Vencedores que mis padres nombraban alguna vez. — Eran Vencedores del Distrito 4, ¿verdad? — pregunto, aunque en realidad estoy seguro de la respuesta. ¿Cómo no voy a saber quiénes son si mi propia tía y madrina ganó sus Juegos representando a ese distrito? Puede que la tía Arianne no nos haya hablado nunca de sus Juegos, pero mis padres, especialmente mi madre, nunca nos han ocultado el pasado que le tocó vivir a nuestra familia no una, ni dos veces, sino tres. — Mi tía los conoció... Es Arianne Brawn, también Vencedora del 4. No me habló mucho de ellos, pero mi madre decía que ella y Ben eran muy amigos — continúo. Mamá decía que los dos eran humanos como Agatha, que no debíamos preguntarle a la tía Arianne por ellos porque le recordaría el doloroso destino que seguramente habrían tenido. Sin embargo, resulta que llegaron aquí.
Estiro el brazo para coger otra de las galletas, y mientras la saboreo, intento ordenar mis pensamientos para explicarle con facilidad cómo es la vida en el país. Puede que lleve años viviendo en la periferia, intentando pasar desapercibidos, pero por desgracia aún recuerdo algunas situaciones que nos tocaba vivir cuando todavía vivíamos en el centro, rodeados de gente radical. — Era duro por la clase de familia que somos — empiezo, negándome a hablar de mi familia en pasado porque aunque no sepa dónde están, siempre estarán conmigo. — Recuerdo que una vez Agatha, mi hermana mayor, se cayó y ninguno pudimos ayudarla. Mi melliza y yo no entendíamos por qué, pero al llegar a casa, mi madre nos dijo que nos habríamos metido en un lío porque estaba prohibido empatizar con "humanos" como si estuvieran al mismo nivel que nosotros. — Esa es solo una de las múltiples situaciones que nos tocó vivir, pero imagino que se puede hacer una ligera idea de cómo era. — ¿Y tú cómo que te enfrentaste a aurores? — Por un momento se me remueve el cuerpo al pensar que quizá les han encontrado y que vendrán a por todos, incluido yo. Bastante tuve con la noche que se lió el otro día... noche de la que prefiero no hablar y que, de todas maneras, él seguramente ya conozca la historia porque se la expliqué a los adultos cuando recuperé fuerzas al llegar aquí.
Doy otro pequeño mordisco a la galleta antes de hablar: — Sí, mis padres son Astrid Overstrand y André Drescher, Vencedores del Distrito 10 y 1 respectivamente. — Es entonces cuando me dice el nombre de los dos Vencedores que viven en el 14 y es como si algo se activara en mi cerebro. No tardo demasiado en recordar por qué esos nombres me son familiares y por qué no me resulta complicado descartarlos de la lista de los numerosos nombres de Vencedores que mis padres nombraban alguna vez. — Eran Vencedores del Distrito 4, ¿verdad? — pregunto, aunque en realidad estoy seguro de la respuesta. ¿Cómo no voy a saber quiénes son si mi propia tía y madrina ganó sus Juegos representando a ese distrito? Puede que la tía Arianne no nos haya hablado nunca de sus Juegos, pero mis padres, especialmente mi madre, nunca nos han ocultado el pasado que le tocó vivir a nuestra familia no una, ni dos veces, sino tres. — Mi tía los conoció... Es Arianne Brawn, también Vencedora del 4. No me habló mucho de ellos, pero mi madre decía que ella y Ben eran muy amigos — continúo. Mamá decía que los dos eran humanos como Agatha, que no debíamos preguntarle a la tía Arianne por ellos porque le recordaría el doloroso destino que seguramente habrían tenido. Sin embargo, resulta que llegaron aquí.
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He escuchado historias como esas gracias a mis tíos y al resto de los exploradores. La gente que no es como yo es tratada como basura y, a veces, me cuesta mucho imaginar como un mundo tan cercano físicamente puede ser tan lejano en espíritu. En el catorce a nadie le importa qué seas mientras demuestres que puedes trabajar duro y respetar al otro y, aunque tiendo a quejarme de que deseo ver el mundo exterior, siempre voy a estar agradecido por haber crecido entre gente tan amable — Suena horrible — murmuro, pero de inmediato se centra en lo que he dicho de los aurores y siento las orejas enrojecer. ¿Estoy orgulloso de haber demostrado que puedo ser útil con la magia? Por supuesto. ¿Tengo pesadillas sobre lo que he hecho? Muchas veces — Hace poco… es que, bueno — me muevo en la silla un poco inquieto y parto lo que queda de la galleta a la mitad — Fuimos de excursión y nos topamos con un grupo. Nunca vienen muy al norte y… — mi frente se arruga cuando frunzo todo el rostro, evitando momentáneamente el contacto visual — Nos descubrieron, así que tuvimos que eliminarlos — lo digo tan rápido que parece que estoy sacando una bandita de un tirón para que no duela.
Suerte para mí, o no, contesta mi pregunta sobre los vencedores y eso hace que pueda huir de los recuerdos de ese día, abriendo mis ojos de par en par con interés — ¡Deberías decirle! A Ben, digo, no a tu madre — me meto lo que queda de la galleta en la boca y me limpio las migajas mientras mastico, no muy preocupado por mi imagen al seguir hablando sin molestarme en tragar — Se pongdá loco de contegto — o no, pero quiero creer que sí. Si eran amigos debe tenerle cariño y si le tiene cariño de seguro le interesa saber que hay alguien aquí que los conecta — debe ser extraño ser el hijo de celebridades. Aquí no tenemos celebridades porque a nadie le importa lo que hayan hecho cuando estaban en NeoPanem. Digamos que te conviertes en celebridad si pescas o cazas algo enorme que pueda alimentar a todos — una vez le gané a Jared una competencia y traje tantos peces que me felicitaron todos por al menos una semana. Fue genial.
Como no tengo más hambre, doy una palmadita sobre la mesa y vuelvo a ponerme de pie tal y como si la madera me hubiese dado una patada en el culo — ¿Has conocido el distrito? No debe ser nada divertido quedarse aquí encerrado en estos días — porque sé que no puede negarse, me acomodo el abrigo y le señalo la puerta con la cabeza — Vamos a dar un paseo. Puedo enseñarte las grutas donde nos bañamos o el claro de entrenamiento o mi propio dormitorio. ¡Lo que decidas! Tómalo como un tour de bienvenida — y ya que ando tan seguro de que es un plan tan genial, abro la puerta con rapidez y salgo a paso apurado entre la nieve, apostando a que va a seguirme.
Suerte para mí, o no, contesta mi pregunta sobre los vencedores y eso hace que pueda huir de los recuerdos de ese día, abriendo mis ojos de par en par con interés — ¡Deberías decirle! A Ben, digo, no a tu madre — me meto lo que queda de la galleta en la boca y me limpio las migajas mientras mastico, no muy preocupado por mi imagen al seguir hablando sin molestarme en tragar — Se pongdá loco de contegto — o no, pero quiero creer que sí. Si eran amigos debe tenerle cariño y si le tiene cariño de seguro le interesa saber que hay alguien aquí que los conecta — debe ser extraño ser el hijo de celebridades. Aquí no tenemos celebridades porque a nadie le importa lo que hayan hecho cuando estaban en NeoPanem. Digamos que te conviertes en celebridad si pescas o cazas algo enorme que pueda alimentar a todos — una vez le gané a Jared una competencia y traje tantos peces que me felicitaron todos por al menos una semana. Fue genial.
Como no tengo más hambre, doy una palmadita sobre la mesa y vuelvo a ponerme de pie tal y como si la madera me hubiese dado una patada en el culo — ¿Has conocido el distrito? No debe ser nada divertido quedarse aquí encerrado en estos días — porque sé que no puede negarse, me acomodo el abrigo y le señalo la puerta con la cabeza — Vamos a dar un paseo. Puedo enseñarte las grutas donde nos bañamos o el claro de entrenamiento o mi propio dormitorio. ¡Lo que decidas! Tómalo como un tour de bienvenida — y ya que ando tan seguro de que es un plan tan genial, abro la puerta con rapidez y salgo a paso apurado entre la nieve, apostando a que va a seguirme.
Imaginarme su encuentro con el escuadrón de aurores me pone la piel ligeramente de gallina. Sé de primera mano de lo que son capaces esos monstruos porque a mí me dejaron más muerto que vivo cuando me encontraron, y si no hubiera sido porque conseguí escapar y me encontraron a tiempo, ahora no estaría aquí. Había oído comentarios sobre cómo la seguridad del Distrito 14 ha aumentado en los últimos días por algo de que las fuerzas de seguridad estaban cada vez más cerca, pero nunca habría imaginado que Kendrick directamente se hubiera encontrado con ellos. — ¿Crees que... — empiezo a preguntar, pero ni siquiera sé cómo hacerlo porque el simple hecho de pensarlo me inquieta. — ¿Crees que nos encontrarán algún día? — Es una pregunta un poco sin respuesta, supongo, porque nada se puede saber con certeza, pero él lleva más tiempo viviendo aquí, así que sabrá un poco más cómo funciona todo esto y si realmente podemos estar en riesgo.
No puedo evitar que una risa se me escape por lo bajo cuando habla con la boca llena y le sale una pronunciación y un tono de voz tan poco marcado y algo ininteligible. — Pareces un francés hablando así — suelto, todavía medio riendo. Cojo otra galleta y le doy un mordisco antes de hablar: — Padece que hableg asíg — añado en un cutre intento de imitarle, aún con la galleta en la boca. No sé mucho de la historia antigua, básicamente porque todos los libros relacionados con cosas muggles están prohibidos. Sin embargo, mi madre pudo vivir en la época en la que no estaba penado, y aunque no se conservaban demasiados libros porque hace siglos de eso, algo quedaba. Teniendo en cuenta eso y que mi madre siempre fue una aficionada a la historia, tanto que cuando nacimos era profesora de historia, aunque obviamente fuese de la del mundo mágico, pues... algo inusual toca saber. — Pero sí, le comentaré algo a Ben cuando le vea — respondo finalmente, volviendo al tema central de la conversación. — Es el hombre ese con los pelos revueltos que vive en una cabaña apartada, ¿no? — Hay muchos nombres que aún desconozco, y aunque no supiese que ese Ben era el Ben amigo de mi tía, he escuchado alguna que otra vez su nombre y recuerdo que me lo presentaron cuando recuperé la conciencia al llegar.
El tema de que mis padres sean algo así como una celebridad es algo que siempre me ha incomodado. De haber nacido en una familia de sangre mágica más común todo habría sido diferente, pero en mi casa hablar de los Juegos siempre ha sido incómodo, por mucho que esos Juegos los llevasen los Black. Llevar el apellido Drescher no era fácil porque todos recordaban quién era mi padre, y si a eso le sumabas que siempre me he parecido a mi madre y que todos conocían que Astrid Overstrand y André Drescher se cansaron poco después del cambio de Gobierno... — Era raro cuando les reconocían por la calle. Bueno, raro e incómodo — reconozco. — ¿Y tus padres? ¿No viven aquí? — Me ha hablado de alguna de las madres de los más jóvenes, pero de sus progenitores no ha dicho nada. Quizá acabó aquí por separarse de ellos, igual que me ha pasado a mí.
Me reconforta un poco el cambio de tema porque hablar de mis padres no es fácil, no después de meses sin saber nada de ellos. — ¡Vamos! Seguro que conoces los lugares más interesantes. — Soy una persona abierta, pero desde que he llegado he estado siendo todo lo contrario por sentirme fuera de lugar, así que me he limitado a quedarme casi todos los días encerrado en la casa y sin investigar nada. Además, me viene bien hacer un amigo porque nunca he tenido la oportunidad de tratar con nadie de mi edad, a excepción de mi melliza, ni tampoco he ido a las casas y dormitorios de esos "amigos" precisamente porque no tenía ninguno. — Te dejo escoger dónde quieres ir. ¡Sorpréndeme!
No puedo evitar que una risa se me escape por lo bajo cuando habla con la boca llena y le sale una pronunciación y un tono de voz tan poco marcado y algo ininteligible. — Pareces un francés hablando así — suelto, todavía medio riendo. Cojo otra galleta y le doy un mordisco antes de hablar: — Padece que hableg asíg — añado en un cutre intento de imitarle, aún con la galleta en la boca. No sé mucho de la historia antigua, básicamente porque todos los libros relacionados con cosas muggles están prohibidos. Sin embargo, mi madre pudo vivir en la época en la que no estaba penado, y aunque no se conservaban demasiados libros porque hace siglos de eso, algo quedaba. Teniendo en cuenta eso y que mi madre siempre fue una aficionada a la historia, tanto que cuando nacimos era profesora de historia, aunque obviamente fuese de la del mundo mágico, pues... algo inusual toca saber. — Pero sí, le comentaré algo a Ben cuando le vea — respondo finalmente, volviendo al tema central de la conversación. — Es el hombre ese con los pelos revueltos que vive en una cabaña apartada, ¿no? — Hay muchos nombres que aún desconozco, y aunque no supiese que ese Ben era el Ben amigo de mi tía, he escuchado alguna que otra vez su nombre y recuerdo que me lo presentaron cuando recuperé la conciencia al llegar.
El tema de que mis padres sean algo así como una celebridad es algo que siempre me ha incomodado. De haber nacido en una familia de sangre mágica más común todo habría sido diferente, pero en mi casa hablar de los Juegos siempre ha sido incómodo, por mucho que esos Juegos los llevasen los Black. Llevar el apellido Drescher no era fácil porque todos recordaban quién era mi padre, y si a eso le sumabas que siempre me he parecido a mi madre y que todos conocían que Astrid Overstrand y André Drescher se cansaron poco después del cambio de Gobierno... — Era raro cuando les reconocían por la calle. Bueno, raro e incómodo — reconozco. — ¿Y tus padres? ¿No viven aquí? — Me ha hablado de alguna de las madres de los más jóvenes, pero de sus progenitores no ha dicho nada. Quizá acabó aquí por separarse de ellos, igual que me ha pasado a mí.
Me reconforta un poco el cambio de tema porque hablar de mis padres no es fácil, no después de meses sin saber nada de ellos. — ¡Vamos! Seguro que conoces los lugares más interesantes. — Soy una persona abierta, pero desde que he llegado he estado siendo todo lo contrario por sentirme fuera de lugar, así que me he limitado a quedarme casi todos los días encerrado en la casa y sin investigar nada. Además, me viene bien hacer un amigo porque nunca he tenido la oportunidad de tratar con nadie de mi edad, a excepción de mi melliza, ni tampoco he ido a las casas y dormitorios de esos "amigos" precisamente porque no tenía ninguno. — Te dejo escoger dónde quieres ir. ¡Sorpréndeme!
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— No — ni siquiera lo medito y no sé por qué estoy tan seguro. Quizá es gracias a todos estos años donde, a pesar de los problemas, nos hemos mantenido seguros — Para que nos encuentren, alguien debería traicionarnos y eso no va a pasar. Si estuvimos tanto tiempo aquí, podemos durar mucho más — e hincho mi pecho de orgullo y seguridad, como si eso fuese de ayuda para que me crea. Suerte para mis estados de ánimo, la conversación sigue por otro lado y tengo que mirarlo un poco confundido — ¿Qué es un francés? — sé que he oído de ellos en algún lado, pero ahora mismo no puedo recordarlo. Pero parece que es algo que habla como con una papa en la boca, porque su imitación a mi modo de hablar hace segundos me hace reír, especialmente porque acabo de darme cuenta de lo ridículo que debe haber sido — Podrás imitarme, pero jamás igualarme — bromeo en un intento de parecer egocéntrico y le salpico algunas migajas amistosas. La descripción del tío Ben es otra cosa que me hace reír, pero asiento — Y mantente alejado de su hija, Beverly. Te volverá loco — y paso de explicarle que no se sabe de quien es hija en realidad porque sé que lo va a entender con el tiempo y explayarme ahora será una pérdida de horas de tontera.
Puedo hacerme una idea de lo que dice, aunque la fama aquí sea diferente a la de allá. O eso creo, porque en realidad no tengo mucha idea en verdad de lo que está hablando — No. Echo es mi papá, pero no es mi papá de verdad. ¿Entiendes? — no sé si se han cruzado o no ya, pero no me sorprendería por culpa del título que mi padre tiene en este lugar. Aunque tampoco sé si sabe de quien le estoy hablando — Pero no tengo idea de quienes son mis padres biológicos. Me encontraron de muy bebé, me trajeron aquí… y esto es todo lo que tengo — y me gusta, no digo que no, pero siempre se puede querer más.
Que Kyle esté de acuerdo conmigo y encima me dé la oportunidad de elegir la actividad es algo que me gusta, porque a. me deja dar las órdenes y b. significa que no vamos a aburrirnos dentro de la casa. Avanzo dando grandes pisadas en la nieve, tratando de pensar qué lugar puede gustarle más. ¿Las grutas? Mucho frío. ¿La granja? Aún hay tiempo para trabajar en ella. ¡El campo! — ¿Tienes tu varita? — creo que se me nota en la cara la sonrisa maliciosa, pero la oculto cuando básicamente me echo a la carrera y le insto para que se apure.
El campo de entrenamiento no está tan lejos, pero el clima hace que tardemos el doble en llegar. Al final, cuando lo hacemos estoy jadeando y tengo la nariz tan roja como mis cachetes, pero de todos modos me importa poco y nada cuando me volteo hacia él con la alegría en la cara — Este es el campo de entrenamiento. Aquí te volverán loco para que hagas ejercicio y aprendas a defenderte — y como si pudiese alardear de algo, doblo un poco el brazo como si quisiera mostrar músculo a pesar de tener capas de abrigo. Y sin más, saco mi varita — ¿Te atreves a un duelo amistoso? — y que va, no le digo que jamás tuve un duelo de verdad porque Jared no cuenta y porque la única vez que lo intenté con Zenda, estuve castigado cosa de dos meses — El que pierde, le deberá su ración de galletas al otro.
Puedo hacerme una idea de lo que dice, aunque la fama aquí sea diferente a la de allá. O eso creo, porque en realidad no tengo mucha idea en verdad de lo que está hablando — No. Echo es mi papá, pero no es mi papá de verdad. ¿Entiendes? — no sé si se han cruzado o no ya, pero no me sorprendería por culpa del título que mi padre tiene en este lugar. Aunque tampoco sé si sabe de quien le estoy hablando — Pero no tengo idea de quienes son mis padres biológicos. Me encontraron de muy bebé, me trajeron aquí… y esto es todo lo que tengo — y me gusta, no digo que no, pero siempre se puede querer más.
Que Kyle esté de acuerdo conmigo y encima me dé la oportunidad de elegir la actividad es algo que me gusta, porque a. me deja dar las órdenes y b. significa que no vamos a aburrirnos dentro de la casa. Avanzo dando grandes pisadas en la nieve, tratando de pensar qué lugar puede gustarle más. ¿Las grutas? Mucho frío. ¿La granja? Aún hay tiempo para trabajar en ella. ¡El campo! — ¿Tienes tu varita? — creo que se me nota en la cara la sonrisa maliciosa, pero la oculto cuando básicamente me echo a la carrera y le insto para que se apure.
El campo de entrenamiento no está tan lejos, pero el clima hace que tardemos el doble en llegar. Al final, cuando lo hacemos estoy jadeando y tengo la nariz tan roja como mis cachetes, pero de todos modos me importa poco y nada cuando me volteo hacia él con la alegría en la cara — Este es el campo de entrenamiento. Aquí te volverán loco para que hagas ejercicio y aprendas a defenderte — y como si pudiese alardear de algo, doblo un poco el brazo como si quisiera mostrar músculo a pesar de tener capas de abrigo. Y sin más, saco mi varita — ¿Te atreves a un duelo amistoso? — y que va, no le digo que jamás tuve un duelo de verdad porque Jared no cuenta y porque la única vez que lo intenté con Zenda, estuve castigado cosa de dos meses — El que pierde, le deberá su ración de galletas al otro.
Que diga que es imposible que nos encuentren me alivia la inquietud casi al instante. Sé que ha dicho que para eso alguien debería traicionarnos, pero teniendo en cuenta que las dos nuevas integraciones del 14 hemos sido dos adolescentes... Además, llevan no sé cuántos años aquí, que creo que es toda mi vida, así que supongo que tendrán sus requisitos para dejar entrar a alguien asegurándose de que pueden fiarse de él o de ella.
Sé que la mayoría de la población no sabe nada de Europa, excepto que ahí vivían hace tan solo quince años muchos de los que ahora están al poder. Teniendo en cuenta eso, es más obvio que muy pocos conocen cuáles eran los países que formaban aquel continente. Incluso sabiendo eso, me he precipitado a hablar y a asumir que sabía lo que eran los franceses por la simple razón de que como nunca he tratado con nadie fuera de mi ámbito familiar, acabo dando por hecho que la gente sabe cosas que yo sí sé porque en mi familia sí que lo sabían. — Eran personas que vivían hace siglos en uno de los antiguos países de Europa — respondo. — Además de ser una antigua Vencedora, mi madre trabajaba como profesora y siempre estaba buscando libros raros — explico. Conforme fui creciendo, me di cuenta de que además de por curiosidad, lo hacía para ver cómo era el mundo antes de que las distintas razas intentásemos reinar sobre el resto. Supongo que lo vería como una utopía, esperando algún día poder reconocer a Agatha como su hija, legalmente hablando.
El nombre de Beverly me resulta vagamente familiar, aunque todavía no termino de ponerle cara porque estos días mi cerebro es como un tarro a punto de explotar con tanta información y nombres de golpe. Sea como sea, opto por no preguntar por qué me volverá loco, porque bastantes emociones y novedades estoy teniendo ya de por sí como para que me meta mal rollo en el cuerpo. Porque asumo que debe de ser por algo malo, teniendo en cuenta que dice que me mantenga alejado de ella... Es eso o que tiene un encaprichamiento secreto por la chica y la quiere solo para él. Quién sabe. — ¿Y no te agobia llevar aquí toda la vida? — pregunto cuando me habla de sus orígenes. Yo agradezco estar aquí, pero supongo que, si fuera él, tendría mucha curiosidad e inquietudes por ver en mi propia piel cómo es el resto del país, y no solo que me den los puntos de vista de otros.
Le sigo por el camino abarrotado de nieve hasta llegar a lo que él dice que es el campo de entrenamiento. Y que me pregunte por la varita es algo que me avergüenza. Teniendo en cuenta que dice que aquí entrenan, probablemente yo haga el ridículo. Sé algunos hechizos de combate básicos, pero obviamente estoy muy atrasado en comparación al resto de gente de mi edad porque nunca he tenido la educación mágica que debería. — ¡Trato hecho! Aunque te aviso de que seguramente pierda de manera ridícula.
Sé que la mayoría de la población no sabe nada de Europa, excepto que ahí vivían hace tan solo quince años muchos de los que ahora están al poder. Teniendo en cuenta eso, es más obvio que muy pocos conocen cuáles eran los países que formaban aquel continente. Incluso sabiendo eso, me he precipitado a hablar y a asumir que sabía lo que eran los franceses por la simple razón de que como nunca he tratado con nadie fuera de mi ámbito familiar, acabo dando por hecho que la gente sabe cosas que yo sí sé porque en mi familia sí que lo sabían. — Eran personas que vivían hace siglos en uno de los antiguos países de Europa — respondo. — Además de ser una antigua Vencedora, mi madre trabajaba como profesora y siempre estaba buscando libros raros — explico. Conforme fui creciendo, me di cuenta de que además de por curiosidad, lo hacía para ver cómo era el mundo antes de que las distintas razas intentásemos reinar sobre el resto. Supongo que lo vería como una utopía, esperando algún día poder reconocer a Agatha como su hija, legalmente hablando.
El nombre de Beverly me resulta vagamente familiar, aunque todavía no termino de ponerle cara porque estos días mi cerebro es como un tarro a punto de explotar con tanta información y nombres de golpe. Sea como sea, opto por no preguntar por qué me volverá loco, porque bastantes emociones y novedades estoy teniendo ya de por sí como para que me meta mal rollo en el cuerpo. Porque asumo que debe de ser por algo malo, teniendo en cuenta que dice que me mantenga alejado de ella... Es eso o que tiene un encaprichamiento secreto por la chica y la quiere solo para él. Quién sabe. — ¿Y no te agobia llevar aquí toda la vida? — pregunto cuando me habla de sus orígenes. Yo agradezco estar aquí, pero supongo que, si fuera él, tendría mucha curiosidad e inquietudes por ver en mi propia piel cómo es el resto del país, y no solo que me den los puntos de vista de otros.
Le sigo por el camino abarrotado de nieve hasta llegar a lo que él dice que es el campo de entrenamiento. Y que me pregunte por la varita es algo que me avergüenza. Teniendo en cuenta que dice que aquí entrenan, probablemente yo haga el ridículo. Sé algunos hechizos de combate básicos, pero obviamente estoy muy atrasado en comparación al resto de gente de mi edad porque nunca he tenido la educación mágica que debería. — ¡Trato hecho! Aunque te aviso de que seguramente pierda de manera ridícula.
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— Ya veo… — murmuro, pero me muerdo la lengua para no empezar a hacer preguntas sobre los franceses o su madre. En parte porque mi orgullo me impide el quedar como un ignorante y por otro lado porque sé que no es lindo hablar de nuestros padres cuando no están aquí, por más naturalizada que tengamos la idea. Me encojo de hombros porque no sé muy bien cómo responder a eso, aunque siempre he sido la clase de persona que ha buscado mil modos diferentes de querer cambiar mi estilo de vida — No conozco otra cosa — digo con simpleza — He intentado salir de aquí, aunque sea solo dar un vistazo, pero nunca tuve mucho éxito. Algún día seré el mejor explorador de todos los tiempos y nadie va a poder encerrarme — inflo mi pecho de orgullo, porque sé que soy lo suficientemente capaz como para conseguir lo que me propongo.
Su sinceridad al respecto del combate me hace reír, agarrándome por un instante el abdomen — No te preocupes. Prometo que no te haré comer nieve — bromeo. Los duelos no se me dan tan mal y, de hecho, he recibido elogios por mi manera de actuar esa tarde en el claro, a pesar de los resultados que ocasionaron mis hechizos. Quizá no soy el mejor mago del mundo, pero con un poco más del entrenamiento adecuado puede que haga grandes cosas. Si mis padres biológicos fueron magos, es probable que se hubieran sentido orgullosos.
Aprieto la varita entre mis dedos y la levanto, apuntando hacia él — si quieres calentar, puedo darte la ventaja de un hechizo de bloqueo a la cuenta de tres — mis yemas presionan un poco el mango, dedicándole una sonrisa tenue y torcida. Tomo algo de aire, pasándolo con lentitud a mis pulmones — Uno… ¡Depulso! — sé que he jugado sucio, pero papá me ha enseñado que el elemento sorpresa es el mejor para aprender a defenderte y entrenar el tener la guardia en alto. No es como si un auror te atacase con previo aviso.
Para mi sorpresa, el rayo de luz que sale de mi varita no le hace ningún daño y lo miro con un parpadeo, acentuando la sonrisa hasta mostrarle todos mis dientes — ¡No eres tan malo como dices! — lo acuso, aunque sin un dejo de enfado — Vamos, atácame.
Su sinceridad al respecto del combate me hace reír, agarrándome por un instante el abdomen — No te preocupes. Prometo que no te haré comer nieve — bromeo. Los duelos no se me dan tan mal y, de hecho, he recibido elogios por mi manera de actuar esa tarde en el claro, a pesar de los resultados que ocasionaron mis hechizos. Quizá no soy el mejor mago del mundo, pero con un poco más del entrenamiento adecuado puede que haga grandes cosas. Si mis padres biológicos fueron magos, es probable que se hubieran sentido orgullosos.
Aprieto la varita entre mis dedos y la levanto, apuntando hacia él — si quieres calentar, puedo darte la ventaja de un hechizo de bloqueo a la cuenta de tres — mis yemas presionan un poco el mango, dedicándole una sonrisa tenue y torcida. Tomo algo de aire, pasándolo con lentitud a mis pulmones — Uno… ¡Depulso! — sé que he jugado sucio, pero papá me ha enseñado que el elemento sorpresa es el mejor para aprender a defenderte y entrenar el tener la guardia en alto. No es como si un auror te atacase con previo aviso.
Para mi sorpresa, el rayo de luz que sale de mi varita no le hace ningún daño y lo miro con un parpadeo, acentuando la sonrisa hasta mostrarle todos mis dientes — ¡No eres tan malo como dices! — lo acuso, aunque sin un dejo de enfado — Vamos, atácame.
La idea de no volver al país me resulta atractiva, aunque no puedo negar que si estuviera en su situación, quizá pensaría como él y que querría salir para ver qué es lo que hay ahí fuera. Sin embargo, después de toda mi vida viviendo a escondidas, no quiero volver. No sé muy bien cómo funciona el sistema de trabajos del 14, así que aún no tengo claro que papel querré desempeñar yo con el paso del tiempo. Ser explorador es llamativo porque aunque no quiera volver fuera, quedarme quieto tampoco es lo mío... pero es una decisión grande y que he de pensar muy bien todavía. — ¿A qué edad empiezan a dejar que os acerquéis más a los límites? — pregunto. Si él que es de los mayores no ha conseguido salir nunca, no quiero ni imaginar los intentos desastrosos que habrán tenido los curiosos más pequeños en el caso de que también lo hayan intentado.
— Si la nieve lleva un poco de sirope de fresa, no me importa comerla — bromeo. — Como algunos de esos helados cutres... ¿sabes? Son como de hielo pero sin ser duros — añado en un intento de describirlo. Apenas llevo aquí unas semanas, pero creo que comer helados no debe de ser la prioridad alimentaria en el distrito, así que quizá no los haya probado nunca. O quizá los hacen ellos mismos. Sinceramente, no tengo ni la más remota idea. Sea como sea, no puedo evitar sentirme mal cuando suelto cosas que algunos no conocen por haber estado aquí toda su vida.
Estoy a punto de rechazar su oferta de empezar con ventaja cuando me ataca sin darme casi tiempo a reaccionar. Y para mi sorpresa, mis reflejos no me fallan; o más bien mi memoria y ejecución para lanzar un hechizo de bloqueo justo a tiempo. Normalmente suelo ser un desastre, pero supongo que la adrenalina de entrenar en un combate de verdad ayuda, y más cuando nunca había tenido la ocasión de hacerlo. Sí que he estado en combates reales, por desgracia, porque estuve accidentalmente en aquel atentado, pero no es lo mismo que estar rodeado de terroristas que quieren matarte.
Tras quitarme esos recuerdos desagradables de la mente para no desconcentrarme y evitar meter la pata, alzo la varita y utilizo el mismo hechizo que él, en un intento de devolvérsela: — ¡Depulso! — Y cuando veo como el rayo de luz le golpea, no puedo evitar abrir ligeramente la boca. — Te juro que normalmente no tengo tan buena suerte y que suelo parecer un pato mareado con un trozo de palo.
— Si la nieve lleva un poco de sirope de fresa, no me importa comerla — bromeo. — Como algunos de esos helados cutres... ¿sabes? Son como de hielo pero sin ser duros — añado en un intento de describirlo. Apenas llevo aquí unas semanas, pero creo que comer helados no debe de ser la prioridad alimentaria en el distrito, así que quizá no los haya probado nunca. O quizá los hacen ellos mismos. Sinceramente, no tengo ni la más remota idea. Sea como sea, no puedo evitar sentirme mal cuando suelto cosas que algunos no conocen por haber estado aquí toda su vida.
Estoy a punto de rechazar su oferta de empezar con ventaja cuando me ataca sin darme casi tiempo a reaccionar. Y para mi sorpresa, mis reflejos no me fallan; o más bien mi memoria y ejecución para lanzar un hechizo de bloqueo justo a tiempo. Normalmente suelo ser un desastre, pero supongo que la adrenalina de entrenar en un combate de verdad ayuda, y más cuando nunca había tenido la ocasión de hacerlo. Sí que he estado en combates reales, por desgracia, porque estuve accidentalmente en aquel atentado, pero no es lo mismo que estar rodeado de terroristas que quieren matarte.
Tras quitarme esos recuerdos desagradables de la mente para no desconcentrarme y evitar meter la pata, alzo la varita y utilizo el mismo hechizo que él, en un intento de devolvérsela: — ¡Depulso! — Y cuando veo como el rayo de luz le golpea, no puedo evitar abrir ligeramente la boca. — Te juro que normalmente no tengo tan buena suerte y que suelo parecer un pato mareado con un trozo de palo.
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— A los dieciocho. Es como el modo de “hacerte hombre” — aunque es solo una expresión porque también las mujeres “se hacen hombres”, ya se entiende el concepto. Intento no prestarle mucha atención a lo que me cuenta a pesar de mi curiosidad: no es como que lamentarme por lo que no puedo tener es más entretenido que meterme en un duelo con alguien de mi propia edad que, espero, no sea tan tramposo como cuando los mayores intentan eso de distraernos para ganar.
De un momento a otro me voy a la mierda y mi caída me saca una carcajada que se mezcla con el quejido de dolor, mirándolo más que seguro de que mi gorro se ha volado a vaya a saber dónde. No está mal, para variar. Era hora de que tuviese un poquito de competencia en el mundo de los duelos de magia — ¡No te lo creo! Ningún pato podría hacer eso — me apoyo en una mano para poder ponerme de pie y me sacudo los rastros de nieve de la ropa — Con un poco de práctica, podrías ser un soldado excelente… ¡Expelliarmus! — tampoco doy aviso de eso. Puedo ver como su varita vuela a vaya saber dónde y, la verdad, ruego que no se le pierda entre la blancura. Igual me río con ganas, avanzando rápidamente hacia él — Lo siento, lo siento. Prometo que dejaré de atacarte cuando no miras… o quizá no.
La mía es una sonrisa compinche cuando paso por su lado y me pongo a buscar su varita en la nieve. Quizá sea nuestro primer encuentro, pero puedo decir que encontrar a alguien con quien poder ser tú mismo cuando tienes quince años y asegurarte de ello en tan solo media hora, es algo que realmente vale la pena.
De un momento a otro me voy a la mierda y mi caída me saca una carcajada que se mezcla con el quejido de dolor, mirándolo más que seguro de que mi gorro se ha volado a vaya a saber dónde. No está mal, para variar. Era hora de que tuviese un poquito de competencia en el mundo de los duelos de magia — ¡No te lo creo! Ningún pato podría hacer eso — me apoyo en una mano para poder ponerme de pie y me sacudo los rastros de nieve de la ropa — Con un poco de práctica, podrías ser un soldado excelente… ¡Expelliarmus! — tampoco doy aviso de eso. Puedo ver como su varita vuela a vaya saber dónde y, la verdad, ruego que no se le pierda entre la blancura. Igual me río con ganas, avanzando rápidamente hacia él — Lo siento, lo siento. Prometo que dejaré de atacarte cuando no miras… o quizá no.
La mía es una sonrisa compinche cuando paso por su lado y me pongo a buscar su varita en la nieve. Quizá sea nuestro primer encuentro, pero puedo decir que encontrar a alguien con quien poder ser tú mismo cuando tienes quince años y asegurarte de ello en tan solo media hora, es algo que realmente vale la pena.
Que sea a la mayoría de edad tiene sentido en realidad. Viéndolo desde ese punto de vista ahora, entonces a Kendrick le quedan alrededor de unos largos tres años de espera antes de poder salir. Y... bueno, tres años a mí para acostumbrarme a vivir aquí y, quién sabe, acabar también ligeramente harto de ver el mismo paisaje cada día. Es demasiado tiempo, y muchas cosas pueden cambiar en tres años, especialmente mi modo de ver las cosas.
La carcajada del castaño se me acaba pegando, y entre risas y la conversación, me lanza un hechizo totalmente desprevenido que esta vez sí que acaba golpeándome de lleno y provocando que mi varita salga volando por los aires. Mi reacción al principio es quedarme como un pasmarote viendo cómo sale volando, y por instinto acabo tirándome hacia ella cuando veo que cae para no perderla de vista. Mala idea, porque acabo estampando mi cara contra la fría y dura nieve. — Creo que no siento los labios ni la nariz — comento mientras me levanto, alzando el brazo victorioso para enseñarle que he encontrado la varita para que deje de buscar él también.
— ¿Quieres volver al resguardo calentito de una casa? Creo que mi nariz va a tener un poco de complejo de Rudolph y que ya ha tenido bastante frío por hoy — digo en tono bromista. — Así puedes contarme más cosas de la gente de aquí... como por qué debo mantenerme alejado de esa tal Beverly. — No voy a negar que antes me ha dejado intrigado. Además, está bien tener a alguien con quien hablar, aunque nunca hubiese pensado en eso cuando llegué hace unos días. Si soy sincero, hace años que perdí la esperanza de tener una vida relativamente normal.
La carcajada del castaño se me acaba pegando, y entre risas y la conversación, me lanza un hechizo totalmente desprevenido que esta vez sí que acaba golpeándome de lleno y provocando que mi varita salga volando por los aires. Mi reacción al principio es quedarme como un pasmarote viendo cómo sale volando, y por instinto acabo tirándome hacia ella cuando veo que cae para no perderla de vista. Mala idea, porque acabo estampando mi cara contra la fría y dura nieve. — Creo que no siento los labios ni la nariz — comento mientras me levanto, alzando el brazo victorioso para enseñarle que he encontrado la varita para que deje de buscar él también.
— ¿Quieres volver al resguardo calentito de una casa? Creo que mi nariz va a tener un poco de complejo de Rudolph y que ya ha tenido bastante frío por hoy — digo en tono bromista. — Así puedes contarme más cosas de la gente de aquí... como por qué debo mantenerme alejado de esa tal Beverly. — No voy a negar que antes me ha dejado intrigado. Además, está bien tener a alguien con quien hablar, aunque nunca hubiese pensado en eso cuando llegué hace unos días. Si soy sincero, hace años que perdí la esperanza de tener una vida relativamente normal.
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