Historia

Hace tres décadas, ser un mago no era tan bueno y ser un muggle no significaba la exclusión social absoluta. Alder nació en esa época, una tan distinta a la actual que, como la mayoría de personas de su generación, siente que en vez de llevar quince años de dictadura a la espalda, lleva medio siglo. Mucho cambio en poco tiempo, mucha... estupidez, como él lo ve. Recuerda mejor de lo que cree esos años en la infancia, junto a sus dos hermanas mayores y su padre muggle. A su madre no la recuerda porque, simplemente, no la conoció. Ya fuese por proteger a la familia –como contaba el patriarca– como para huir de una vida que no le convenía con el régimen de los Black (lo que opinan los hermanos), ella marchó al dar a luz a Alder y no se la volvió a ver. Por aquella época, pese lo que pese a los Ockham, era mejor que en el distrito siete –o en cualquier otro– solo hubiese muggles.

Tuvo una infancia de lo más lógica y normal según su clase. Padre trabajador, hermanas concienciadas con su comunidad, un Alder poco estudioso pero que iba al colegio día sí y día también, con una tenacidad que carga consigo hasta el día de hoy. Incluso cuando se instauró el nuevo gobierno, cuando el mundo empezó a cambiar completamente para él –y no solo por ser un preadolescente– su vida siguió como si nada. Cambió el lápiz por una varita, ya está. Pese a las primeras dudas sobre el supuesto extremismo del régimen, el padre de familia luchó y luchó por seguir junto a sus hijos. Nadie, en ese momento, pensaba que la situación se desbordaría de esa manera. Pero no tardó en volverse un absoluto descontrol para los muggles e hijos de estos. El padre al final huyó, al igual que hizo su pareja antes que él, pero con una postura que esta vez, Alder apoyaba y respetaba. Tenía quince años y una de sus hermanas era mayor de edad. Podrían cuidarse solos.

Al graduarse, siguió viviendo en su distrito, trabajando como carpintero, siguiendo el oficio familiar y tan típico de la zona. Como decía: una vida de lo más normal, exceptuando el estigma de ser hijo de un muggle y de una, por lo que suponía Alder, traidora a la sangre. Por aquellos tiempos, era un habitante más de Neopanem, sin nadie que les vigilase, no suponían ningún peligro para la sociedad. Tuvo sus amigos, sus parejas y su fase más o menos rebelde contra el sistema instaurado, pero poco más. Tenía veinticinco años cuando todo volvió a cambiar.

Una noche, un bosque, un mordisco. Y así, de un día para otro, dejó de ser Alder, el carpintero a las afueras, hijo menor del señor Ockham, hermano pequeño de Aly y Kiara, callado y serio pero buena gente. Se convirtió simplemente en un licántropo, una criatura a la que repudiar. Él lo tenía claro, no pensaba huir. Aunque tuviese que atarse a lo alto de un árbol cada noche de luna llena y rogar que nadie lo encontrase. Aunque tuviese que volverse un ermitaño que solo tenía contacto con sus hermanas. Qué más daría. Con tal de no seguir la tradición familiar de cobardes, cualquier cosa. Pero no era tan sencillo, claro que no.

Lo hizo, por el bienestar de su familia y de su pueblo. Se fue. Huyó de las autoridades. Encontró a gente como él y se unieron en una especie de rebeldía-resistencia a la que Alder nunca sintió pertenecer. Él solo hacía aquello para proteger a sus seres queridos, para no someterles a una vida de huida por dar la cara por él. Todo cambió cuando fue pillado por el gobierno, tres años después de su conversión. Cuando le despojaron de su varita, de su identidad, hasta de su pasado. Solo era una criatura a la que tener vigilada, controlada o encerrada, ¿qué importaba?

Estadísticas del personaje

VITALIDAD: 30 pts
FUERZA: 5
DESTREZA: 2
DEFENSA: 4
AGILIDAD: 4
RESISTENCIA: 5