All I believe is it a dream that comes crashing down on me [J.D] [+18]

Gruño un poquito por lo bajo tirando del edredón de la cama con fuerza. Como odio que se líe entero y no me deje ni un poquito para poder taparme yo. ¡Yo también tengo frío! – Jasper, es mi edredón, ¿por qué siempre tienes que quitármelo? – gimoteo molesta incorporándome en la cama hasta quedar sentada. Lo miro con esa tonta sonrisa que siempre se le dibuja en los labios cuando me está escuchando pero me ignora deliberadamente.

Ruedo los ojos con una pequeña sonrisa en los labios y salgo por mi lado de la cama para rodear esta y arrodillarme en el suelo cerca de su cara. – Jaasper... – susurro acercándome más a su rostro hasta que mi nariz roza la suya. – Deja de ignorarme o no respondo – digo intentando meterle un dedo en la boca mientras río. Bufo enfadada levantándome del suelo y paseándome por la habitación en ropa interior hasta que gateo por la cama y me siento a horcajadas encima de él. – Hazme caso... – susurro mordiéndole el lóbulo de la oreja y luego besando su cuello lentamente mientras mis manos viajan por el edredón e intento bajarlo para meterme debajo de éste con él.

Dormir es algo que de pequeño me costaba demasiado y que siempre creí que era porque tenía algo de insomnio, pero cuando fui a los Juegos, eso se acrecentó muchísimo. Sin embargo, cuando empecé a salir con Arianne y poco a poco me enamoré de ella y acabamos durmiendo juntos en la misma cama, eso desapareció de golpe. Incluso pasé de ser una persona con el sueño ligero a ser todo lo contrario. Ella es la única que sabe cómo tranquilizarme sin ni siquiera intentarlo, y la que me saca una sonrisa enorme solo saludándome. Es la única persona con la que soy totalmente diferente a lo que siempre he sido, cuando supongo que en realidad es que simplemente soy así pero ella es quien consigue que sea yo al cien por cien. Y me entiende como nunca nadie lo ha hecho, y de maneras inimaginables. Lo cierto es que no sé qué haría si no estuviera en mi vida, y espero no tener que saberlo nunca. Porque cuando encuentras a la persona ideal, lo sabes, por mucho que antes creyeras otras cosas. Seguramente si nos hubiéramos conocido hace dos años nada habría sido así, pero tuvimos la suerte de conocernos en el momento ideal y no en uno erróneo.

Por eso, cuando consigue despertarme diciendo algo sobre el edredón, no puedo evitar sonreír, aunque opto por empezar un juego para seguir haciéndome el dormido; un juego que se me va completamente de las manos cuando empieza a morderme el lóbulo de la oreja y a besarme el cuello. — Yo siempre te haré caso, y más si me das estos buenos días — susurro mientras le doy un giro a la situación, porque aparto el edredón, la agarro de la cintura, y consigo ser yo quien acabe encima y ella abajo. Esta vez soy yo quien empieza a recorrer su cuerpo tanto con las manos como con la boca. No puedo resistirme si se pone en este plan, y menos aún cuando sabe qué me gusta y qué no, y decide ponerse esa lencería que tanto adoro.

Suelto un grito ahogado cuando me quita de encima y las tornas acaban cambiando más rápido de lo que esperaba. Me tapo la boca con una mano inclinándome un poquito hacia un lado para mirar la puerta de la habitación que, como debe ser, está cerrada; aunque la verdad es que no me sorprendería que Marco asomara la cabeza pensando que me ha pasado algo al gritar... aunque... espera, ¿Marco no se ha ido ya a trabajar? Vuelvo la atención hacia Jasper y lo fulmino con la mirada antes de esbozar una sonrisa divertida en mis labios mientras apoyo las manos contra su pecho y las bajo poco a poco hasta que topan con la única prenda que lleva puesta. Hago un pequeño mohín cambiando mis manos de lugar y colocándolas en mi camiseta, más bien la suya, y me la quito quedándome solo con la prenda inferior cubriendo mi cuerpo.

Coloco las manos en sus mejillas y encajo mi boca con la suya. – Pueden mejorar si te portas bien... – susurro contra sus labios y luego mordiendo su labio inferior para tirar levemente de él. – ...o quizás si te portas mal – le sonrío mientras jugueteo con mis manos con el elástico de sus boxers. Beso, lamo y muero su cuello a partes iguales hasta que cuelo mis manos por dentro de sus boxers. – Ups – susurro contra su cuello.

No puedo evitar sonreír como un idiota embobado, no solo por imaginarme cómo se supone que mis buenos días pueden mejorar si ya son perfectos teniéndola a ella a mi lado, sino porque también sabe demasiado bien cómo contentarme y salirse con la suya en estas situaciones. — Me portaré como tú quieras — susurro contra sus labios, y segundos después, soy yo quien le roba un beso mientras deslizo las manos por toda su cintura ahora desnuda por haberse quitado la camiseta. Desde luego que sabe muy bien lo que me gusta teniendo en cuenta que tampoco llevamos demasiado tiempo juntos. Supongo que es una complicidad que se adquiere en cuestión de poco tiempo cuando encuentras a esa persona que te complementa totalmente. De verdad que no sé qué haría sin ella si no la tuviera a mi lado.

No puedo evitar que un pequeño suspiro se me escape de entre los labios cuando acaba metiendo las manos entre mis bóxers, y me muerdo ligeramente el labio, aunque sin dejar de acariciar su cintura, cada vez yendo más hacia abajo. Sin embargo, justo cuando estoy a punto de quitarle la prenda restante de ropa, desvío la mano izquierda hacia su pecho derecho y lo masajeo con una sonrisa pícara, sin apartar la mirada de la suya para provocarla. Aun así, al final acabo bajándole de todas maneras la ropa interior con la otra mano para ganar ventaja. — ¿Me estoy portando bien o mal ahora?

No puedo evitar esbozar una sonrisa contra sus labios ante sus palabras. Me gusta ver que puedo manejar las cosas, que no soy la típica chica que siempre acaba haciendo todo lo que quieren los demás. Me sube un escalofrío por la espalda al notar sus manos recorrer mi cuerpo e, inmediatamente, arqueo mi espalda para pegar más mi cuerpo al suyo mientras sigo besando su cuello con suma lentitud. Me muerdo el labio inferior con cierta fuerza apoyando la frente contra su hombro mientras muevo mi mano derecha y doy con lo que estaba buscando. Comienzo a subir y bajar mi mano lentamente y muerdo su hombro un poquito.

En cuanto la única prenda que me quedaba puesta acaba por desplazarse me remuevo un poco debajo de él. Odio estar debajo, ¿vale? Me separo un poco, aunque no ceso el movimiento de mi mano, y le pongo ojitos tristes. Aunque esa mirada no dura mucho cuando me hace reír. – Aún no tengo claro si estás portándote bien o mal... – susurro lentamente poniendo la mano que tengo libre sobre la suya que está en mi pecho y presionándola levemente mirándolo a los ojos con gesto divertido. Me incorporo hasta que mis labios dan con los suyos y lo beso con avidez, con una necesidad que ni conocía.