OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Antes de darme cuenta he cumplido ocho días en el hospital, pero a pesar del poco tiempo que ha pasado, aquella habitación ya parece mía de toda la vida. Hay cosas desperdigadas por todas partes, libros, juegos, dibujos que laila hizo, cartas de mis compañeros de clase y algún que otro capricho que he obligado a traer a mamá, Sean o a Ben cada vez que me visitan. Los primeros días no podía pasar más que mamá y Alice que se colaba durante sus turnos, pero ahora esta habitación parece la estación de metro. La gente no para de entrar para ver como estoy, incluso amigos de mi madre y gente famosa y rica que quiere verme y que no he visto en mi vida más que de lejos. Se han vuelto locos. Incluso Viorica que se ha empeñado en poner a todo el mundo al tanto de como voy evolucionando. Me he dado un buen mamporrazo y no me he matado gracias a las décimas de segundo de raciocinio que me permitieron reducir la velocidad antes del impacto. Aún así me he roto una pierna en tantas partes que se han quedado tan desacomodadas que no pueden arreglarlas con magia, al menos mientras cada cosa vuelve a su lugar por lo que tengo enyesada una pierna y apenas puedo moverme. Sumado a eso tengo múltiples cortes en la cara, en los brazos y además cuatro costillas rotas. Casi todo lo último está arreglado excepto un par de marcas que me quedaron y no se han podido cerrar.
La medicación que me dan es bastante fuerte, paso la mayor parte del tiempo diciendo sandeces, haciendo chistes inoportunos y todo porque el dolor de la pierna es insoportable. Aunque podría acostumbrarme. Todo parece tan bonito cuando estás a tope de morfina. Pero después de tantos días a punta de ella, empieza a pasarme factura. No tengo hambre, duermo la mayor parte del día y en mis ojos se empieza a notar, cuando alrededor se ha puesto tan rojo que parece que he sido drogadicto toda la vida. Allen cree lógico reducir las dosis poco a poco, eso me devuelve la lucidez suficiente como para enterarme de cada chisme del hospital, entre ellos, que Allen renunció a su cargo de ministro. Igual las dosis reducidas aún me tienen bastante ido e inhabitualmente parlanchín. - Aún no sé porqué ha renunciado ¿sabes? se le daba bien. Pero es tanta responsabilidad. Y la señorita Clark, la enfermera de nutrición y el médico de terapias asistidas con animales, ese de nombre complicado del que te hablé el otro día... tienen un rollo. Pero que Vicky no se entere, es su mujer. Y me refiero a la de ella. Es lesbiana. O bueno, lo era cuando se casaron. - Hace un par de horas que Ben cambió su turno con Sean para quedarse haciéndome compañía después de que mi último ataque de ira destrozara la televisión. ¡Se quedó el maldito mando sin pilas! ¡Tener una varita no sirve cuando te quedas sin pilas! ¿En que clase de retrógrado y nefasto mundo estamos? - Y estoy harto de hacer deberes. Haberme casi muerto debería eximirme de ellos. Es así como una leeeey y si no es una ley alguien debería proponerla. - De repente me doy cuenta de que ni me está oyendo, cosa que acaba haciéndome soltar un gemido de fastidio.
Está allí apoltronado en el sofá contestando a ratos con monosílabos como si siguiera la conversación y yo acabo de notarlo. - Hey. - Le lanzo mi almohada, lo cual me quita mi comodidad. - Estúpido desconsiderado. ¡Si vas a ignorarme lárgate a otra parte! - Me echo para atrás usando mis manos como apoyo en el colchón para resbalar hasta que puedo cubrir el sitio de mi almohada perdida. Me apoyo directamente contra el cabecero de la cama y una sola almohada. UNA SOLA, ¿QUÉ SOMOS AHORA, INDIGENTES? - Pero primero dame eso - Me arrepiento de que si quiera se plantee irse así que le asigno la tarea más estúpida que se me ocurre. Que me alcance cosas.
La medicación que me dan es bastante fuerte, paso la mayor parte del tiempo diciendo sandeces, haciendo chistes inoportunos y todo porque el dolor de la pierna es insoportable. Aunque podría acostumbrarme. Todo parece tan bonito cuando estás a tope de morfina. Pero después de tantos días a punta de ella, empieza a pasarme factura. No tengo hambre, duermo la mayor parte del día y en mis ojos se empieza a notar, cuando alrededor se ha puesto tan rojo que parece que he sido drogadicto toda la vida. Allen cree lógico reducir las dosis poco a poco, eso me devuelve la lucidez suficiente como para enterarme de cada chisme del hospital, entre ellos, que Allen renunció a su cargo de ministro. Igual las dosis reducidas aún me tienen bastante ido e inhabitualmente parlanchín. - Aún no sé porqué ha renunciado ¿sabes? se le daba bien. Pero es tanta responsabilidad. Y la señorita Clark, la enfermera de nutrición y el médico de terapias asistidas con animales, ese de nombre complicado del que te hablé el otro día... tienen un rollo. Pero que Vicky no se entere, es su mujer. Y me refiero a la de ella. Es lesbiana. O bueno, lo era cuando se casaron. - Hace un par de horas que Ben cambió su turno con Sean para quedarse haciéndome compañía después de que mi último ataque de ira destrozara la televisión. ¡Se quedó el maldito mando sin pilas! ¡Tener una varita no sirve cuando te quedas sin pilas! ¿En que clase de retrógrado y nefasto mundo estamos? - Y estoy harto de hacer deberes. Haberme casi muerto debería eximirme de ellos. Es así como una leeeey y si no es una ley alguien debería proponerla. - De repente me doy cuenta de que ni me está oyendo, cosa que acaba haciéndome soltar un gemido de fastidio.
Está allí apoltronado en el sofá contestando a ratos con monosílabos como si siguiera la conversación y yo acabo de notarlo. - Hey. - Le lanzo mi almohada, lo cual me quita mi comodidad. - Estúpido desconsiderado. ¡Si vas a ignorarme lárgate a otra parte! - Me echo para atrás usando mis manos como apoyo en el colchón para resbalar hasta que puedo cubrir el sitio de mi almohada perdida. Me apoyo directamente contra el cabecero de la cama y una sola almohada. UNA SOLA, ¿QUÉ SOMOS AHORA, INDIGENTES? - Pero primero dame eso - Me arrepiento de que si quiera se plantee irse así que le asigno la tarea más estúpida que se me ocurre. Que me alcance cosas.
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Las últimas semanas se pueden definir como un infierno, y creo que eso es mucho decir teniendo en cuenta que los últimos meses de mi vida fueron una pesadilla solamente comparable con otros dos sucesos que me marcaron: mi arena y la arena de mi hermano. El sufrimiento de ver a Seth en los nuevos juegos (ese que me obligaba a ver desde abajo de las mantas de la cama), sumado a ese tonto enfrentamiento con el idiota que me capturó que solamente ha servido para hacer crecer mi grado de desprecio hacia su persona, ha estado dando vueltas en mi cabeza, la cual no descansa ni cuando se supone que debo hacerlo. Mis tareas son desarrolladas como si me encontrara en un mando automático, mientras mi concentración está enfocada en otra cosa. Primer punto; Seth y su obvia estupidez que no puede controlar por culpa de su ira y que le ha valido quedarse en el hospital. Segundo punto, y el más importante; Sophia tiene que estar viva. Y digo "tiene" porque me niego a creer lo contrario, y porque le tengo prohibido morirse, a pesar de que yo no estoy en condiciones de darle órdenes a nadie.
En ésta ocasión, sin embargo, el estar con Seth y su constante parloteo me relaja. El hospital tiene un clima agradable, y como yo no tengo que cocinar, ni limpiar, ni juntar ropa, ni nada, me doy el lujo de tirarme en el sofá de esa forma que sé que Jamie odiaría en caso de verme, y que probablemente me valdría un castigo. Mis pies están colgando de un borde mientras mi cabeza descansa en el otro, manteniendo el resto de mi cuerpo hundido entre los almohadones de ese modo que creo que a simple vista se debe ver incómodo, pero que a mí me encanta. Ni sé que le estoy respondiendo a mi amigo porque los chismes del hospital y su mal humor no me interesan; tengo un brazo cruzado sobre encima de los ojos y la otra mano me reposa sobre el pecho, así que puedo sentir mi respiración relajada. En parte mi poco interés es el que provoca que no lo oiga; por otro lado, me pregunto qué estará haciendo Sophia ahora si es que mis creencias son ciertas y no fue masticada por los lobos. Ni siquiera es algo agradable de considerar.
La almohada de Seth me hace dar un brinco y parpadeo en cuanto la luz del cuarto me da en los ojos al apartar mi brazo, tratando de enfocarlo sin tener que levantarme, aunque creo que es una postura algo incómoda - Sabes que me largaría si pudiera - le gruño de mala gana, apretando los dientes hasta el punto de que sospecho que no puede escucharme. Irme de mi guardia me valen cientos de preguntas de los superiores que sí me tratan como superiores, así que Seth y sus palabras se pueden ir a cagar, aunque no se lo digo. Su petición me hace suspirar y tomo la bendita almohada, suave como la que yo solía usar en mi cama en la Isla, y me pongo de pie con lentitud. Estiro mis piernas flacuchas, que no sé si es por estar delgado o si en verdad están haciéndose mas largas, y me levanto para ir hacia él. Sé que debería acomodarle la bendita almohada detrás de la espalda para que le sea más cómodo, pero mi mal humor sumado a su berrinche, hace que se la estampe contra el pecho - ¿Quieres que te haga masajes en los pies y te sostenga las revistas porno? Prometo mirar hacia otro lado - le espeto con sarcasmo, aunque en lugar de volver al sillón, me siento en su cama con un bostezo amplio que hace que estire toda mi cara sin cubrirme la boca - Necesitas calmarte, Seth. No quería decírtelo, pero se hace insoportable estar contigo en este estado... - y no me refiero a sus heridas, creo que es obvio por la mueca que le hago - no eres el único pasándola mal, deberías saberlo. Vas a hacer que quieran coserte la boca.
En ésta ocasión, sin embargo, el estar con Seth y su constante parloteo me relaja. El hospital tiene un clima agradable, y como yo no tengo que cocinar, ni limpiar, ni juntar ropa, ni nada, me doy el lujo de tirarme en el sofá de esa forma que sé que Jamie odiaría en caso de verme, y que probablemente me valdría un castigo. Mis pies están colgando de un borde mientras mi cabeza descansa en el otro, manteniendo el resto de mi cuerpo hundido entre los almohadones de ese modo que creo que a simple vista se debe ver incómodo, pero que a mí me encanta. Ni sé que le estoy respondiendo a mi amigo porque los chismes del hospital y su mal humor no me interesan; tengo un brazo cruzado sobre encima de los ojos y la otra mano me reposa sobre el pecho, así que puedo sentir mi respiración relajada. En parte mi poco interés es el que provoca que no lo oiga; por otro lado, me pregunto qué estará haciendo Sophia ahora si es que mis creencias son ciertas y no fue masticada por los lobos. Ni siquiera es algo agradable de considerar.
La almohada de Seth me hace dar un brinco y parpadeo en cuanto la luz del cuarto me da en los ojos al apartar mi brazo, tratando de enfocarlo sin tener que levantarme, aunque creo que es una postura algo incómoda - Sabes que me largaría si pudiera - le gruño de mala gana, apretando los dientes hasta el punto de que sospecho que no puede escucharme. Irme de mi guardia me valen cientos de preguntas de los superiores que sí me tratan como superiores, así que Seth y sus palabras se pueden ir a cagar, aunque no se lo digo. Su petición me hace suspirar y tomo la bendita almohada, suave como la que yo solía usar en mi cama en la Isla, y me pongo de pie con lentitud. Estiro mis piernas flacuchas, que no sé si es por estar delgado o si en verdad están haciéndose mas largas, y me levanto para ir hacia él. Sé que debería acomodarle la bendita almohada detrás de la espalda para que le sea más cómodo, pero mi mal humor sumado a su berrinche, hace que se la estampe contra el pecho - ¿Quieres que te haga masajes en los pies y te sostenga las revistas porno? Prometo mirar hacia otro lado - le espeto con sarcasmo, aunque en lugar de volver al sillón, me siento en su cama con un bostezo amplio que hace que estire toda mi cara sin cubrirme la boca - Necesitas calmarte, Seth. No quería decírtelo, pero se hace insoportable estar contigo en este estado... - y no me refiero a sus heridas, creo que es obvio por la mueca que le hago - no eres el único pasándola mal, deberías saberlo. Vas a hacer que quieran coserte la boca.
Gruñon. Esa es la primera palabra que se me pasa por la cabeza y lo peor es que me hace gracia porque inmediatamente lo asocio al cuento de Blancanieves que tanto repudiaba siendo pequeño. Imaginar a Ben vestido como un enanito y consiguiendo piedras preciosas en una cueva es la imagen más bizarra que puedo hacerme en 2 minutos y 20 mililitros de morfina. - ¿Si miras para otro lado como sabes que andas tocándome los pies? - Ni siquiera puedo acabar la frase sin reírme doblando la única pierna que puedo doblar para dejarle sitio en la cama. Me resbalo ligeramente sobre el colchón, de modo que ya la parte superior de mi espalda no queda apoyada sobre el plástico del cabecero sino sobre la única almohada que me queda, moviéndome también un poco a la derecha para hacerle sitio y extendiendo mis brazos para recibir el golpe que me mete con la otra, intentando cubrirme quedándome la almohada que usa como arma. - Y que quede claro que esas revistas no eran mías. Se las guardaba a Ben - Tardo un par de segundos en oírme mientras paso mi mano por el pelo, enredando mis dedos desde la nuca hasta la coronilla quedándome en modo pausa al darme cuenta de que ÉL es Ben. - A Audrey. - Ya no cuela pero por probar, que no sea. Igual creo que debí pensar en Neo para eso. Nadie pensaría que estoy mintiendo. Está súper salido.
Me quedo observando su expresión seria y harta mordiéndome el labio mientras me recuerda que no soy el único pasándolo mal. Tiene toda la razón. Últimamente le llevo de un infierno a otro, como si no consiguiera encontrar el equilibrio para mantenerlo fuera de la mira de mi madre. Antes de darme cuenta mi mano está separándose del colchón para acercarse a su rostro. Rozo un par de centímetros con los dedos antes de que toda mi palma cubra la mitad de su mejilla y pueda apretar con el índice y el pulgar sus mofletes, de manera que sus labios se quedan como haciendo el pescadito. - Me deprimes. Bueno, así no, así me haces mucha gracia, de hecho. - Tiene gracia porque por algún motivo que desconozco acabo de recordar su habilidad especial durante sus juegos. Puede que sea porque Viorica cada vez que viene, hace preguntas sobre si creo que yo tengo ventaja durante esta competición teniendo experiencia de primera mano como la de Benedict. Odio cuando lo llaman Benedict, suena súper... súper como... no sé, pero suena raro. Benedict. Beeenedict. - ¿Que? - Me distraje riéndome como un soberano idiota mirando sus labios, bajando mi mano y dándole un golpe con la almohada que finalmente acaba en el suelo otra vez. Ahora me estorba. - Anda. Lo siento. No te enfades. Prometo no volver a intentar defender a tu novia cuando no estás mirando - Me cruzo la mano derecha sobre el pecho y luego me beso los dedos obviamente refiriéndome a Sophia como su novia porque todo el mundo sabe que parte de mi los shipea salvajemente.
De repente me doy cuenta de que asociar a Ben con Sophia de esa manera me da una idea. Me reincorporo en la cama mirando alrededor buscando la bola de cristal que sé que le pedí a tío Sean de regalo porque no tenia nada que hacer y acababa de ver el anuncio de la nueva bola mística de colores Y ESTOY LISIADO JODER, PUEDO TENER CAPRICHOS SI ME DA LA GANA. - Espera. Creo que puedo ayudarte con eso... no con lo de la novia. Eso es cosa tuya. - Cuando la localizo debajo de un montón de ropa que no debería estar tirada pero está tirada porque es mi cuarto y tiro lo que me da la gana (y estoy enfermo y mi madre me concede literalmente cualquier cosa enfermo) extiendo la mano para atraerla hacia mi. Algo debo calcular mal porque en vez de ir directa hacia mi mano acaba estrellándose contra Ben. - Uy. Perdona. Perdona. Perdona. - La primera vez me disculpo por el golpe de la bola, la segunda y tercera por reírme y seguirme riéndo a pesar de que intento que no me haga gracia. Pongo mi mano en el sitio donde le golpeó la bola, le sobo un poquito y luego la recojo. - No sé como funciona. La tele se dañó antes de que lo averiguara... perooo podemos probar. Se supone que te muestra a las personas con las que tienes una fuerte conexión emocional. - Esta vez sosteniéndola con ambas manos, la muevo de arriba a abajo delante de él muy levemente. - Esto debería bastar para que sepas si sigue viva. - Y a pesar de estar un poco ido por culpa de la morfina, tengo el juicio justo para bajar la voz todo lo posible, haciendo mis palabras casi inaudibles.
Me quedo observando su expresión seria y harta mordiéndome el labio mientras me recuerda que no soy el único pasándolo mal. Tiene toda la razón. Últimamente le llevo de un infierno a otro, como si no consiguiera encontrar el equilibrio para mantenerlo fuera de la mira de mi madre. Antes de darme cuenta mi mano está separándose del colchón para acercarse a su rostro. Rozo un par de centímetros con los dedos antes de que toda mi palma cubra la mitad de su mejilla y pueda apretar con el índice y el pulgar sus mofletes, de manera que sus labios se quedan como haciendo el pescadito. - Me deprimes. Bueno, así no, así me haces mucha gracia, de hecho. - Tiene gracia porque por algún motivo que desconozco acabo de recordar su habilidad especial durante sus juegos. Puede que sea porque Viorica cada vez que viene, hace preguntas sobre si creo que yo tengo ventaja durante esta competición teniendo experiencia de primera mano como la de Benedict. Odio cuando lo llaman Benedict, suena súper... súper como... no sé, pero suena raro. Benedict. Beeenedict. - ¿Que? - Me distraje riéndome como un soberano idiota mirando sus labios, bajando mi mano y dándole un golpe con la almohada que finalmente acaba en el suelo otra vez. Ahora me estorba. - Anda. Lo siento. No te enfades. Prometo no volver a intentar defender a tu novia cuando no estás mirando - Me cruzo la mano derecha sobre el pecho y luego me beso los dedos obviamente refiriéndome a Sophia como su novia porque todo el mundo sabe que parte de mi los shipea salvajemente.
De repente me doy cuenta de que asociar a Ben con Sophia de esa manera me da una idea. Me reincorporo en la cama mirando alrededor buscando la bola de cristal que sé que le pedí a tío Sean de regalo porque no tenia nada que hacer y acababa de ver el anuncio de la nueva bola mística de colores Y ESTOY LISIADO JODER, PUEDO TENER CAPRICHOS SI ME DA LA GANA. - Espera. Creo que puedo ayudarte con eso... no con lo de la novia. Eso es cosa tuya. - Cuando la localizo debajo de un montón de ropa que no debería estar tirada pero está tirada porque es mi cuarto y tiro lo que me da la gana (y estoy enfermo y mi madre me concede literalmente cualquier cosa enfermo) extiendo la mano para atraerla hacia mi. Algo debo calcular mal porque en vez de ir directa hacia mi mano acaba estrellándose contra Ben. - Uy. Perdona. Perdona. Perdona. - La primera vez me disculpo por el golpe de la bola, la segunda y tercera por reírme y seguirme riéndo a pesar de que intento que no me haga gracia. Pongo mi mano en el sitio donde le golpeó la bola, le sobo un poquito y luego la recojo. - No sé como funciona. La tele se dañó antes de que lo averiguara... perooo podemos probar. Se supone que te muestra a las personas con las que tienes una fuerte conexión emocional. - Esta vez sosteniéndola con ambas manos, la muevo de arriba a abajo delante de él muy levemente. - Esto debería bastar para que sepas si sigue viva. - Y a pesar de estar un poco ido por culpa de la morfina, tengo el juicio justo para bajar la voz todo lo posible, haciendo mis palabras casi inaudibles.
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- Porque creo que todavía el tacto me sigue funcionando para diferenciar entre pies y otras partes del cuerpo - le reprocho, arrugando la nariz ante la imagen desagradable que me presenta, aunque no sé si lo dijo a propósito o si es mi mente de chico de casi quince años que todo lo relaciona al doble sentido. Lo siguiente me regala la oportunidad de arquearle una ceja en una expresión burlona y acabo sacudiendo la cabeza para restarle importancia a su estado de droga; y de paso, me guardo el decirle que no me gustan sus revistas porno porque prefiero mirar a las chicas en la calle. No es como si con mis hormonas mi cabeza no tuviera la imaginación necesaria como para necesitar revistas.
Mi primera reacción es echarme hacia atrás, pero su mano atrapa mi boca y me deja los morritos salidos hacia afuera, haciendo que lo mire con el entrecejo más arrugado de lo normal mientras se ríe de mí como un idiota. Que bueno, sí, lo es casi siempre, pero ahora mismo parece ser peor por la morfina. Intento apartarlo con la mano y decirle algo que lo joda, pero entonces que hable de "mi novia" me deja un instante fuera de juego, hasta que comprendo de lo que habla, viniendo al caso - No es mi novia - ya he perdido la cuenta de las veces que dije algo así para explicar mi relación con Sophia, y creo que ni me inmuto cuando la almohada me rebota y va al suelo para quedarse como algo inútil ahí tirada. Sacudo la mano como si espantara una mosca cuando promete no seguir molestando, soltando un "meh", cuando me acomodo en mi lugar porque se le dio por ponerse activo cuando ni entiendo qué le pasa. Abro la boca con intenciones de decirle algo al respecto, pero entonces algo duro me golpea en la cabeza, haciendo que se me escape un quejido y me lleve las manos a la zona golpeada, frotándome por encima del cabello - ¿acaso que llevas ahí dentro? ¿Tu dignidad? - pregunto a modo de queja por el peso, aunque no puedo evitar sentirme ligeramente curioso por esa clase de pelota. Apoyo las manos en el colchón para acercarme y ver mejor, inclinándome hacia él, porque lo que dice hace que toda molestia o cansancio se vaya a pasear y se me despierte la curiosidad y la excitación.
- ¿Funciona de verdad? - pregunto en un murmullo ansioso, pasando mis ojos de la bola a los orbes enormes y de sapo de Seth, tratando de que no se me levante el tono de voz por culpa de mi estado - ¿De verdad, verdad? Ya sabes como es la publicidad falsa... una vez mi hermano compró un auto de juguete que tenía que dejar caramelos mientras andaba y jamás lograron salirse del cartucho - aunque esto es magia. Debería funcionar. Tiene que. Se la quito de un manotazo aunque a mí no me va a funcionar porque no soy mago, pero igual me la pego a la nariz, mirándola de cerca como si Sophia pudiese aparecer ahí dentro - ¿Y no se puede enviar mensajes? ¿O señales? ¿O algo?
Mi primera reacción es echarme hacia atrás, pero su mano atrapa mi boca y me deja los morritos salidos hacia afuera, haciendo que lo mire con el entrecejo más arrugado de lo normal mientras se ríe de mí como un idiota. Que bueno, sí, lo es casi siempre, pero ahora mismo parece ser peor por la morfina. Intento apartarlo con la mano y decirle algo que lo joda, pero entonces que hable de "mi novia" me deja un instante fuera de juego, hasta que comprendo de lo que habla, viniendo al caso - No es mi novia - ya he perdido la cuenta de las veces que dije algo así para explicar mi relación con Sophia, y creo que ni me inmuto cuando la almohada me rebota y va al suelo para quedarse como algo inútil ahí tirada. Sacudo la mano como si espantara una mosca cuando promete no seguir molestando, soltando un "meh", cuando me acomodo en mi lugar porque se le dio por ponerse activo cuando ni entiendo qué le pasa. Abro la boca con intenciones de decirle algo al respecto, pero entonces algo duro me golpea en la cabeza, haciendo que se me escape un quejido y me lleve las manos a la zona golpeada, frotándome por encima del cabello - ¿acaso que llevas ahí dentro? ¿Tu dignidad? - pregunto a modo de queja por el peso, aunque no puedo evitar sentirme ligeramente curioso por esa clase de pelota. Apoyo las manos en el colchón para acercarme y ver mejor, inclinándome hacia él, porque lo que dice hace que toda molestia o cansancio se vaya a pasear y se me despierte la curiosidad y la excitación.
- ¿Funciona de verdad? - pregunto en un murmullo ansioso, pasando mis ojos de la bola a los orbes enormes y de sapo de Seth, tratando de que no se me levante el tono de voz por culpa de mi estado - ¿De verdad, verdad? Ya sabes como es la publicidad falsa... una vez mi hermano compró un auto de juguete que tenía que dejar caramelos mientras andaba y jamás lograron salirse del cartucho - aunque esto es magia. Debería funcionar. Tiene que. Se la quito de un manotazo aunque a mí no me va a funcionar porque no soy mago, pero igual me la pego a la nariz, mirándola de cerca como si Sophia pudiese aparecer ahí dentro - ¿Y no se puede enviar mensajes? ¿O señales? ¿O algo?
Tardo un par de segundos en darme cuenta de que la bola no está en mis manos y las observo cómo si ellas tuvieran la culpa antes de levantar mi vista hacia Ben, que pega sus ñatas al cristal. ¡Lo está haciendo mal! No sé como funciona pero definitivamente lo está haciendo mal. Creo. No sé. Esto no venía con instrucciones. - ¿Un coche que cagaba caramelos? - La idea me suena tan absurda que mientras lo voy preguntando me empiezo a reír de forma que ni siquiera se entienden mis palabras al hablar, porque esto es una súper mega requete estupidez y queda reflejado en mi tono sarcástico aún notable a distancia entre las carcajadas. - Y debería funcionar. No sé como pero... - Se la arrebato de las manos yo también y la pongo cerca de mis ojos, frunciendo el ceño para entornar los ojos. - ... la andas llenando de babas. - Ahora que recuerdo, vi a alguien usarla. De lejos. Ni era de mi clase, fue dos segundos y estaba en la calle pero ya me siento un experto sobre el tema. - Claro que no se pueden enviar mensajes, ¿a donde va a enviarlos? y créeme si la pillaras en la ducha no querrías poder enviar señales de que sin querer, la has pillado en la ducha - Suelto convencido.
Pongo la bola delante de mi y la miro concentradísimo en que funcione, antes de darme cuenta de que quizá lo que debería estar pensando es en una persona en concreto. Ya sabes, la situación es bastante ambigua sobre "personas con las que se tienen grandes conexiones emocionales", en plural. La bola no tiene modo de saber a quien te refieres si no piensas en ello ¿no? A ver, si probamos a alguien, puedo probar con Alice. Casi de inmediato, sale bañándose en la ducha. Tardo en darme cuenta de dos cosas. Uno que está en la ducha y dos que es Alice. En cuanto lo noto la escondo contra mi ropa. - ¡No mires eso! - Pero luego intento mirar yo y para entonces, la desconcentración ha acabado borrando la imagen. Sacudo la bola pero no regresa. Bueno, quedamos en que funciona. - Pon las manos encima y piensa en Sophia. - Pero en el momento en el que le paso la bola a las manos, se queda como muerta.
Le miro, miro la bola, luego a él otra vez y cada vez más impaciente. - ¡Piénsala mejor, no está funcionando! - Le echo la culpa por no saber pensar. Demonios, porqué no trae un maldito manual de instrucciones. Llevo mis manos hacia la bola de nuevo para quitársela y en ese momento aparece precisamente lo que busco. Las instrucciones. - ¿En serio? ¿Vienen en la...? ¡que diablos, esas cosas se dicen antes! - Me la acerco a la barriga para leerla rápidamente, farfullando a veces alto algunas palabras clave y el resto bajito e incluso soltando "blablabla" con cosas que ni me interesan o me parecen estúpidas como los problemas que puede darte espiar gente en momento inoportunos. - Ya. Ya sé como va. - La cojo de forma que mis manos la sostienen pero dejan espacio para las suyas y luego miro hacia la bola haciendo un gesto con esa mirada para que ponga las manos también. Ahora solo tengo que concentrarme en no pensar en nada. Cosa que es fácil, aunque mi madre está todo el rato diciendo que me disperso fácilmente.
Ups. Pues tiene razón. Porque en la bola salen las personas erróneas. De hecho, sale mi madre.
Pongo la bola delante de mi y la miro concentradísimo en que funcione, antes de darme cuenta de que quizá lo que debería estar pensando es en una persona en concreto. Ya sabes, la situación es bastante ambigua sobre "personas con las que se tienen grandes conexiones emocionales", en plural. La bola no tiene modo de saber a quien te refieres si no piensas en ello ¿no? A ver, si probamos a alguien, puedo probar con Alice. Casi de inmediato, sale bañándose en la ducha. Tardo en darme cuenta de dos cosas. Uno que está en la ducha y dos que es Alice. En cuanto lo noto la escondo contra mi ropa. - ¡No mires eso! - Pero luego intento mirar yo y para entonces, la desconcentración ha acabado borrando la imagen. Sacudo la bola pero no regresa. Bueno, quedamos en que funciona. - Pon las manos encima y piensa en Sophia. - Pero en el momento en el que le paso la bola a las manos, se queda como muerta.
Le miro, miro la bola, luego a él otra vez y cada vez más impaciente. - ¡Piénsala mejor, no está funcionando! - Le echo la culpa por no saber pensar. Demonios, porqué no trae un maldito manual de instrucciones. Llevo mis manos hacia la bola de nuevo para quitársela y en ese momento aparece precisamente lo que busco. Las instrucciones. - ¿En serio? ¿Vienen en la...? ¡que diablos, esas cosas se dicen antes! - Me la acerco a la barriga para leerla rápidamente, farfullando a veces alto algunas palabras clave y el resto bajito e incluso soltando "blablabla" con cosas que ni me interesan o me parecen estúpidas como los problemas que puede darte espiar gente en momento inoportunos. - Ya. Ya sé como va. - La cojo de forma que mis manos la sostienen pero dejan espacio para las suyas y luego miro hacia la bola haciendo un gesto con esa mirada para que ponga las manos también. Ahora solo tengo que concentrarme en no pensar en nada. Cosa que es fácil, aunque mi madre está todo el rato diciendo que me disperso fácilmente.
Ups. Pues tiene razón. Porque en la bola salen las personas erróneas. De hecho, sale mi madre.
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Me quita la bola y otra vez mis manos quedan vacías, haciendo que abra y cierre los dedos en el aire en un semi intento de recuperarla, hasta que menciona lo de la ducha y se me sacude el estómago con una extraña sensación de incomodidad - ¿Estás seguro de que no es una invasión a la privacidad? - acabo comentando en tono dudoso; sé que es un caso extremo, pero yo me enojaría si alguien me ve cagando a mis espaldas. Los magos sí que inventan cosas extrañas, y él se asombraba del coche cagador de dulces. Me siento un poco más derecho, observando como actúa respecto a sus intentos de descifrar como funciona el bendito artefacto, cuando la imagen de una Alice desnuda hace que mire inmediatamente hacia otro lado, notando como se me pone rojo básicamente todo el rostro - ¡Juro que no vi nada! - le espeto, rascándome la nariz en un tic - no es mi culpa si andas pensando en ella sin ropa... - justo, lo que me faltaba.
Como sea, me pasa la bola y la tomo con mis manos con mucho más cuidado que la vez anterior, echando un poco la cabeza hacia atrás como si la distancia ayudara, pero es lo mismo que mirar un vaso de vidrio sin líquido que beber. Nada. Una decepción. Y bufo, porque es obvio que conmigo no va a funcionar, si yo soy una peste mugrosa sin magia en las venas; creo que mi grado de frustración es el que no me deja insultar a Seth cuando vuelve a quitarme la pelota, haciendo que me cruce de brazos sobre el pecho mientras lo miro a la par que se me va desapareciendo el entusiasmo. Mi amigo lee las instrucciones, no entiendo nada de lo que dice y la impaciencia comienza a regresarme el mal humor. Es casi gracioso como ser berrinchudo se ha vuelto algo tan grande en mi personalidad el último año - ¿Seguro? No quiero ver mas tetas - le respondo de mala gana, descruzando mis brazos cuando me indica que ponga las manos también. La imagen de Jamie aparece en la bolita, haciendo que le lance una mirada de reproche a Seth, pero relamo mis labios lentamente y pongo con cuidado mis manos en el espacio que él deja libre. Es raro que el cristal me siga pareciendo frío, pero trato de no prestarle atención para entornar mis párpados e inclinarme un poco hacia delante, observando como la imagen de Jamie sigue presente. Ni que me interesara saber que hace cuando no la veo ni tener que espiarla cuando es mejor tenerla lejos. Pero trato de no pensar en eso.
Me esfuerzo en pensar en Sophia y nuestros juegos. Sophia y sus pasteles. Sophia y la última vez que nos vimos para gritarnos como dos idiotas por cosas que ya ni recuerdo. Y entonces aparece. Rubia, por suerte con ropa, pero sobre todo, viva. No distingo exactamente donde se encuentra, pero sí que lee, lo que no me sorprende, y de alguna manera, puedo sentir un extraño calor que se extiende desde la punta de mis dedos por todo mi cuerpo, llenándome de un cosquilleo subnormal que me cuesta identificar como felicidad. Levanto la vista hacia Seth tras unos momentos eternos, porque creo que si dejo de mirarla va a desaparecer, y le dedico una sonrisa que me duele porque ya me he olvidado lo que es sonreír de verdad - está bien - le informo en un susurro cómplice. Ni siquiera sé si es para hacérselo saber porque sé que lo ve, pero sí para asegurarme que no estoy loco - está viva. Sigue siendo ella, Seth...
Y es tal el grado de euforia contenida, que no escucho los pasos que se acercan por el pasillo.
Como sea, me pasa la bola y la tomo con mis manos con mucho más cuidado que la vez anterior, echando un poco la cabeza hacia atrás como si la distancia ayudara, pero es lo mismo que mirar un vaso de vidrio sin líquido que beber. Nada. Una decepción. Y bufo, porque es obvio que conmigo no va a funcionar, si yo soy una peste mugrosa sin magia en las venas; creo que mi grado de frustración es el que no me deja insultar a Seth cuando vuelve a quitarme la pelota, haciendo que me cruce de brazos sobre el pecho mientras lo miro a la par que se me va desapareciendo el entusiasmo. Mi amigo lee las instrucciones, no entiendo nada de lo que dice y la impaciencia comienza a regresarme el mal humor. Es casi gracioso como ser berrinchudo se ha vuelto algo tan grande en mi personalidad el último año - ¿Seguro? No quiero ver mas tetas - le respondo de mala gana, descruzando mis brazos cuando me indica que ponga las manos también. La imagen de Jamie aparece en la bolita, haciendo que le lance una mirada de reproche a Seth, pero relamo mis labios lentamente y pongo con cuidado mis manos en el espacio que él deja libre. Es raro que el cristal me siga pareciendo frío, pero trato de no prestarle atención para entornar mis párpados e inclinarme un poco hacia delante, observando como la imagen de Jamie sigue presente. Ni que me interesara saber que hace cuando no la veo ni tener que espiarla cuando es mejor tenerla lejos. Pero trato de no pensar en eso.
Me esfuerzo en pensar en Sophia y nuestros juegos. Sophia y sus pasteles. Sophia y la última vez que nos vimos para gritarnos como dos idiotas por cosas que ya ni recuerdo. Y entonces aparece. Rubia, por suerte con ropa, pero sobre todo, viva. No distingo exactamente donde se encuentra, pero sí que lee, lo que no me sorprende, y de alguna manera, puedo sentir un extraño calor que se extiende desde la punta de mis dedos por todo mi cuerpo, llenándome de un cosquilleo subnormal que me cuesta identificar como felicidad. Levanto la vista hacia Seth tras unos momentos eternos, porque creo que si dejo de mirarla va a desaparecer, y le dedico una sonrisa que me duele porque ya me he olvidado lo que es sonreír de verdad - está bien - le informo en un susurro cómplice. Ni siquiera sé si es para hacérselo saber porque sé que lo ve, pero sí para asegurarme que no estoy loco - está viva. Sigue siendo ella, Seth...
Y es tal el grado de euforia contenida, que no escucho los pasos que se acercan por el pasillo.
De qué mierda voy a estar seguro sobre una cosa que pedí que me compraran pero no usé hasta ahora. Por eso se llaman caprichos absurdos. Ni siquiera la quería. Solo quería comprar algo y como no podía porque estaba desvariando en morfina, tío Sean acabo comprándolo por mi. Pasa demasiado tiempo aquí y se comporta de una forma muy rara, mi madre y él siempre murmuran por los pasillos, cosa que me resulta soberanamente molesta; y por si ya eso no fuera bastante, no para de usar ese tono paternalista estúpido que no sé de donde sacó. Me parece que alguien ha estado viendo demasiada series de padres últimamente. Sea por el motivo que sea. Audrey supongo, que se niega a volver del ocho, para variar. Igual cuando dice que no vio nada le miro con recelo, pero me dura poco la suspicacia al ver lo rojo que se ha puesto. - Tu vivías con una chica. No me digas que nunca viste una. Y me refiero a desnuda porque evidentemente chicas has visto. - Especifico por si le da por salirse por la tangente. - ¡Y no estaba pensando en ella sin ropa! Solo... sólo en ella. - En ese momento quiero pegarlo por haberme roto el cristal. Es la primera vez que soy consciente de que nunca he pensado en Alice desnuda, a pesar de que soy muy consciente de muchas partes de su cuerpo que antes no estaban ahí y ahora sí.
Pensar en esas cosas empeora todo porque de mi madre salta a Alice de nuevo, luego a Allen, luego a Audrey, luego a Sophie y antes de darme cuenta lo único que estoy haciendo es salirme totalmente de control. - ¡Dijiste que no viste nada! - Le reclamo cuando habla de tetas, tentado a patearlo pero teniendo que conformarme con solo darle un golpe con la rodilla en su pierna, que son las dos partes de nuestra anatomía más cercanas y además desocupadas.Tenía que mantener la mente en blanco pero no lo consigo. Suelto un bufido y agacho la cabeza sintiéndome la persona más inútil del mundo. Eso parece funcionar. El momento de recriminación le da a Ben lo que quiere.
Cuando dice que está bien levanto la cabeza de inmediato para poner mi vista sobre la bola de cristal. Lo primero que me impacta es lo diferente que está. Supongo que es normal, ha pasado casi un año. Hasta yo he cambiado. Ben y yo nos veíamos una vez al mes y siempre éramos como dos personas distintas. Aunque sigue siendo ella, con el pelo rubio ondulado cayendo sobre sus hombros, los ojos pegados a un libro y el ceño fruncido mientras lo lee; las manos en tensión sobre la cubierta y las piernas cruzadas desordenadamente. Suelto un suspiro de alivio que se mezcla a la euforia de Ben sin despegar la vista del cristal. Sé que me lo dijo cuando le encontré, que se había salvado gracias a mi llamada, pero una cosa es verlo directamente con tus ojos y otra oírlo de alguien, por mucho que confíes en él. Pero ese pensamiento desencadena otro y luego otro. El móvil con el que la llamé. Lo que tuve que hacer para que mamá no lo encontrara. Esa décima de segundo que me salvó de ser pillado y a ella de ser atrapada. Esa décima de segundo que lo cambió todo cuando mi madre entró en el cuarto tempestivamente.
Y ahora en la bola de cristal.
Tampoco pongo atención a los pasos del pasillo porque en ese momento la imagen de Sophia pasa a ser de mi madre otra vez, aunque ahora tiene compañía, una figura que reconocería en cualquier parte porque llevo viviendo con ella toda mi vida. Eso me descoloca; hasta que escucho claramente la voz de Sean asegurando que me pondré bien, porque después de todo "es nuestro hijo".
El nuestro se queda retumbándome en el cerebro, reproduciéndose una y otra vez en un bucle imposible de detener.
Pensar en esas cosas empeora todo porque de mi madre salta a Alice de nuevo, luego a Allen, luego a Audrey, luego a Sophie y antes de darme cuenta lo único que estoy haciendo es salirme totalmente de control. - ¡Dijiste que no viste nada! - Le reclamo cuando habla de tetas, tentado a patearlo pero teniendo que conformarme con solo darle un golpe con la rodilla en su pierna, que son las dos partes de nuestra anatomía más cercanas y además desocupadas.Tenía que mantener la mente en blanco pero no lo consigo. Suelto un bufido y agacho la cabeza sintiéndome la persona más inútil del mundo. Eso parece funcionar. El momento de recriminación le da a Ben lo que quiere.
Cuando dice que está bien levanto la cabeza de inmediato para poner mi vista sobre la bola de cristal. Lo primero que me impacta es lo diferente que está. Supongo que es normal, ha pasado casi un año. Hasta yo he cambiado. Ben y yo nos veíamos una vez al mes y siempre éramos como dos personas distintas. Aunque sigue siendo ella, con el pelo rubio ondulado cayendo sobre sus hombros, los ojos pegados a un libro y el ceño fruncido mientras lo lee; las manos en tensión sobre la cubierta y las piernas cruzadas desordenadamente. Suelto un suspiro de alivio que se mezcla a la euforia de Ben sin despegar la vista del cristal. Sé que me lo dijo cuando le encontré, que se había salvado gracias a mi llamada, pero una cosa es verlo directamente con tus ojos y otra oírlo de alguien, por mucho que confíes en él. Pero ese pensamiento desencadena otro y luego otro. El móvil con el que la llamé. Lo que tuve que hacer para que mamá no lo encontrara. Esa décima de segundo que me salvó de ser pillado y a ella de ser atrapada. Esa décima de segundo que lo cambió todo cuando mi madre entró en el cuarto tempestivamente.
Y ahora en la bola de cristal.
Tampoco pongo atención a los pasos del pasillo porque en ese momento la imagen de Sophia pasa a ser de mi madre otra vez, aunque ahora tiene compañía, una figura que reconocería en cualquier parte porque llevo viviendo con ella toda mi vida. Eso me descoloca; hasta que escucho claramente la voz de Sean asegurando que me pondré bien, porque después de todo "es nuestro hijo".
El nuestro se queda retumbándome en el cerebro, reproduciéndose una y otra vez en un bucle imposible de detener.
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Ocho días en el hospital y contando. No sé que pretenden que haga si en la televisión no ponen otra cosa que los juegos y novelas baratas que no tienen ninguna trama interesante ni tampoco buenos actores. Esa mujer acaba de admitir ser la reina de no se qué país, y ha sonado más falsa que un billete de 140 galeones. Dejo de pasar los canales cuando no soporto la televisión ni un solo minuto más, comiendome la gelatina mientras la mantengo completamente en silencio mirando por la ventana. Victor viene a verme de vez en cuando pero no suficientes horas al día para entretenerme y mamá trajo un libro que ni siquiera me gustaba para ejercer su labor de madre antes de volver por donde vino y desaparecer.
La mayoría de mis heridas se han curado ya, aunque los moretones siguen visibles, especialmente en las costillas y en el cuello. Casi todas mis contusiones fueron internas por lo que no pudieron hacer mucho más que con mi cara y quizá un par de calmantes para el dolor del cuello que además, me dejó afónico los primeros días. Nunca había estado tan cerca de morir y mucho menos a manos de un niñito que ya no es tan niñito. Aburrido, decido dar una vuelta o al menos ir a por algo de comer decente. La comida del hospital es un completo asco y victor dejó algunas monedas por si acaso quería traficar tabaco aquí dentro (creo que confunde el hospital con la cárcel y eso me preocupa). Paso un buen rato en las máquinas ojeando los productos, la planta está tan en silencio que puedo oír desde la distancia las risas irritantes del hijo de la ministra. Ruedo los ojos en varias ocasiones, si está intentando ser discreto se le da como el jodido culo.
Meto una moneda, sacó una bolsa de patatas fritas y voy de camino hacia mi habitación cuando me percato de que los murmullos han cesado. Tengo curiosidad y de todas maneras para volver tengo que pasar por ahí así que camino hasta la habitación fijándome en la pareja del interior antes de morder una patata dramáticamente con la vista fija en la bola de cristal que mantuvo la imagen de sophia lo justo para que la reconociera antes de que cambiara por otra demasiado difuminada para reconocerla. Aunque puedo adivinar. Pocas personas tienen ese color de pelo. — Tienes una pinta horrenda, Niniadis. Casi tan horrenda como la poca lealtad que tienes hacia tu madre — Suelto con sarcasmo. — Si ni siquiera tú sigues sus normas, ¿que nos obliga al resto? — Chasco la lengua apoyando mi brazo y casi todo mi peso en el alféizar de la puerta. — Aunque yo la sigo por las pagas. Coges a la persona indicada y tienes la vida arreglada — Paso mi mirada de Seth a Ben, esbozando media sonrisa y luego moviendo mis dedos a modo de saludo. — ¿Te acuerdas de mi? Lo que me dieron de recompensa por tí me ha venido tan bien, que casi me dio pena no haber cogido a esa otra chica también... no habría valido lo mismo... — sueno un poco decepcionado. — pero el dinero es el dinero.
La mayoría de mis heridas se han curado ya, aunque los moretones siguen visibles, especialmente en las costillas y en el cuello. Casi todas mis contusiones fueron internas por lo que no pudieron hacer mucho más que con mi cara y quizá un par de calmantes para el dolor del cuello que además, me dejó afónico los primeros días. Nunca había estado tan cerca de morir y mucho menos a manos de un niñito que ya no es tan niñito. Aburrido, decido dar una vuelta o al menos ir a por algo de comer decente. La comida del hospital es un completo asco y victor dejó algunas monedas por si acaso quería traficar tabaco aquí dentro (creo que confunde el hospital con la cárcel y eso me preocupa). Paso un buen rato en las máquinas ojeando los productos, la planta está tan en silencio que puedo oír desde la distancia las risas irritantes del hijo de la ministra. Ruedo los ojos en varias ocasiones, si está intentando ser discreto se le da como el jodido culo.
Meto una moneda, sacó una bolsa de patatas fritas y voy de camino hacia mi habitación cuando me percato de que los murmullos han cesado. Tengo curiosidad y de todas maneras para volver tengo que pasar por ahí así que camino hasta la habitación fijándome en la pareja del interior antes de morder una patata dramáticamente con la vista fija en la bola de cristal que mantuvo la imagen de sophia lo justo para que la reconociera antes de que cambiara por otra demasiado difuminada para reconocerla. Aunque puedo adivinar. Pocas personas tienen ese color de pelo. — Tienes una pinta horrenda, Niniadis. Casi tan horrenda como la poca lealtad que tienes hacia tu madre — Suelto con sarcasmo. — Si ni siquiera tú sigues sus normas, ¿que nos obliga al resto? — Chasco la lengua apoyando mi brazo y casi todo mi peso en el alféizar de la puerta. — Aunque yo la sigo por las pagas. Coges a la persona indicada y tienes la vida arreglada — Paso mi mirada de Seth a Ben, esbozando media sonrisa y luego moviendo mis dedos a modo de saludo. — ¿Te acuerdas de mi? Lo que me dieron de recompensa por tí me ha venido tan bien, que casi me dio pena no haber cogido a esa otra chica también... no habría valido lo mismo... — sueno un poco decepcionado. — pero el dinero es el dinero.
Me hago el desentendido cuando me habla de ver chicas desnudas, porque no es algo que yo haya hecho y que vaya a confesar, para concentrarnos en lo que realmente importa. Intento que mi cabea se mantenga concentrada en mi mejor amiga, esa que Seth evapora en segundos y que, por un momento, quiero pegarle y decirle que me deje dos minutos más con ella; si vamos al caso, estoy seguro de que ninguno de los dos tiene el más mínimo interés en ver a su madre. Suelto un "ey" a modo de queja, volviendo a mirarlo y en un intento de abrir la boca, cuando la voz de Sean me deja descolocado. No sé en un principio el motivo, hasta que al final, tras observar unos segundos la bola de cristal, entiendo qué esta pasando. O eso creo.
Creo que mi primera intención es decirle a Seth que quizá, solamente quizá, estamos entendiendo mal las cosas y que no tenemos que apresurarnos. Pero mi consuelo nunca llega. Es esa voz que me hiela los huesos la que me distrae; inmediatamente, me siento derecho y tenso la mandíbula, notando como los vellos de mis brazos se erizan y me delatan. He pasado los últimos meses odiando a ese hombre, tanto o más que aquel que me tuvo apresado y castigado dentro del mercado de esclavos. He soñado con ellos, deseado que sufran tanto como yo y, para colmo, sabiendo que no están a mi alcance sin valerme ir a la horca. Pero como sea, igual me volteo con lentitud, observando esa figura delgada desde la puerta de la habitación cuyas palabras me parecen ridículas, lo suficiente como para qerer ahogarlo en ellas. Ni me doy cuenta que me pongo de pie hasta que noto que la cama está mas lejos, y como las uñas se clavan en mis palmas al apretar con fuerza los puños, arrugando el entrecejo al mirarlo fijamente.
- Deberías estar en tu habitación - mascullo entre dientes, tratando de mantener un tono calmo; no importa quien sea, es un mago y mi desprecio no sirve en estos casos - Y lamentablemente, sí me acuerdo de ti. Pero creo que no es momento para esto - chasqueo la lengua y estiro mis dedos, abriéndolos y cerrándolos - solo vete.
Creo que mi primera intención es decirle a Seth que quizá, solamente quizá, estamos entendiendo mal las cosas y que no tenemos que apresurarnos. Pero mi consuelo nunca llega. Es esa voz que me hiela los huesos la que me distrae; inmediatamente, me siento derecho y tenso la mandíbula, notando como los vellos de mis brazos se erizan y me delatan. He pasado los últimos meses odiando a ese hombre, tanto o más que aquel que me tuvo apresado y castigado dentro del mercado de esclavos. He soñado con ellos, deseado que sufran tanto como yo y, para colmo, sabiendo que no están a mi alcance sin valerme ir a la horca. Pero como sea, igual me volteo con lentitud, observando esa figura delgada desde la puerta de la habitación cuyas palabras me parecen ridículas, lo suficiente como para qerer ahogarlo en ellas. Ni me doy cuenta que me pongo de pie hasta que noto que la cama está mas lejos, y como las uñas se clavan en mis palmas al apretar con fuerza los puños, arrugando el entrecejo al mirarlo fijamente.
- Deberías estar en tu habitación - mascullo entre dientes, tratando de mantener un tono calmo; no importa quien sea, es un mago y mi desprecio no sirve en estos casos - Y lamentablemente, sí me acuerdo de ti. Pero creo que no es momento para esto - chasqueo la lengua y estiro mis dedos, abriéndolos y cerrándolos - solo vete.
— Y tú muerto, pero oye, no se pueden tener todas las cosas del mundo. — Meto en mi boca otra de las patatas con un gesto de pasotismo total, empujándome del alfeizar de la puerta para volver a estar parado sobre mis dos pies, apretando el paquete entre mis manos y luego bajando los brazos. — Sigo sin entender porqué después de tantos esfuerzos por capturar vencedores, va y los vende. El dinero ni siquiera es para ella — Es una de las cosas que veo más fallidas de ese estúpido plan que se montón en los mercados de esclavos. ¿A quien rayos le importan quienes eran? Si bueno, la mitad eran famosos pero Ben siempre fue un niñito enclenque al que probablemente nadie habría comprado si no fuera por piedad. — Resulta muy molesto ver tu cara por ahí, después de que mataras magos para sobrevivir. Deberían haberte colgado por asesino —
En cuanto la palabra piedad se me pasa por la cabeza, llevo mi vista hacia el aturdido Seth en la cama, con la vista puesta en la bola de cristal y la atención dispersa. ¿Cuánta morfina le habrán puesto en el cuerpo? suficiente para ver como sus reacciones son lentas. Su risa de idiota desde la distancia no era casualidad. — De todas formas, Benedict. — Su nombre sale de mis labios como si dijera el nombre de un producto en una tienda. ¿No son eso ahora? ¿cosas en una feria? Aún así al hablar saboreo cada sílaba de su nombre y cada letra por separado. — ¿Estás dándome una orden? — Le doy un golpe con mi dedo en el pecho y le empujo hacia atrás. — Porque no sé que clase de idea extraña y errónea te ha dado tu ilegal relación con el hijo de la ministra pero no eres absolutamente nadie ahora. — Ni siquiera sé porque estoy disfrutando esto. Probablemente porque a pesar de que los gobstones indujeron cierta cantidad de odio de Seth hacia mi persona, no le perdono el tiempo que me ha hecho perder en este macabro sitio. — Es más. En cuanto la prensa revele la forma en la que te tratan allí... los Niniadis tampoco.
En cuanto la palabra piedad se me pasa por la cabeza, llevo mi vista hacia el aturdido Seth en la cama, con la vista puesta en la bola de cristal y la atención dispersa. ¿Cuánta morfina le habrán puesto en el cuerpo? suficiente para ver como sus reacciones son lentas. Su risa de idiota desde la distancia no era casualidad. — De todas formas, Benedict. — Su nombre sale de mis labios como si dijera el nombre de un producto en una tienda. ¿No son eso ahora? ¿cosas en una feria? Aún así al hablar saboreo cada sílaba de su nombre y cada letra por separado. — ¿Estás dándome una orden? — Le doy un golpe con mi dedo en el pecho y le empujo hacia atrás. — Porque no sé que clase de idea extraña y errónea te ha dado tu ilegal relación con el hijo de la ministra pero no eres absolutamente nadie ahora. — Ni siquiera sé porque estoy disfrutando esto. Probablemente porque a pesar de que los gobstones indujeron cierta cantidad de odio de Seth hacia mi persona, no le perdono el tiempo que me ha hecho perder en este macabro sitio. — Es más. En cuanto la prensa revele la forma en la que te tratan allí... los Niniadis tampoco.
Yo no soy un asesino.
Yo no soy un asesino.
Yo no soy un asesino.
Me repito esa frase en la cabeza tantas veces como lo he hecho los últimos años justo después de que el rubio las diga, hasta el punto en el cual estoy seguro de que mis labios delinean esas sílabas que tanto odio pero que, en un punto, son mi consuelo. He tratado de vivir todos estos años con los recuerdos que me quedaron de la arena y no han sido los mejores, pero lo he logrado. Y no soy un asesino. Ellos me obligaron a hacerlo. Pero sus palabras hacen que se me cierre la garganta y la sienta seca, mientras respiro con pesadez al mantener la mandíbula tensa, clavando mis ojos en su rostro. Dwane me empuja con su dedito mugroso y me hace ir un paso hacia atrás, y toda mi educación servida en los últimos meses está por irse a la mierda en cuanto tengo que contenerme en no darle un manotazo para que no me toque. No quiero que el causante de mi mierda me ponga los dedos encima. Y mucho menos aquel que se regodea con la idea de que Sophia esté muerta; aunque ahora sabemos que no es así. Pero él sigue, y sigue, y sigue hablando...
- Y yo no sé que clase de idea errónea te han dado a ti, para creer que eres mejor que yo - farbullo, notando como las sílabas salen de mi boca alargadas, apagadas y frías. Doy el paso hacia delante, ese que él me había quitado al empujarme, para romper el límite de su espacio personal, con intenciones de que nadie más me escuche; y de paso, creo que tengo que agradecer el estar más alto - ¿Acaso te olvidas que maté gente y mutos el doble de grandes que tú? Entonces déjate de joder, porque no eres nada más que un pedazo de mierda que anda mendigando por dinero y ésta es la habitación del hijo de la ministra. Así que vete si no quieres problemas.
Yo no soy un asesino.
Yo no soy un asesino.
Me repito esa frase en la cabeza tantas veces como lo he hecho los últimos años justo después de que el rubio las diga, hasta el punto en el cual estoy seguro de que mis labios delinean esas sílabas que tanto odio pero que, en un punto, son mi consuelo. He tratado de vivir todos estos años con los recuerdos que me quedaron de la arena y no han sido los mejores, pero lo he logrado. Y no soy un asesino. Ellos me obligaron a hacerlo. Pero sus palabras hacen que se me cierre la garganta y la sienta seca, mientras respiro con pesadez al mantener la mandíbula tensa, clavando mis ojos en su rostro. Dwane me empuja con su dedito mugroso y me hace ir un paso hacia atrás, y toda mi educación servida en los últimos meses está por irse a la mierda en cuanto tengo que contenerme en no darle un manotazo para que no me toque. No quiero que el causante de mi mierda me ponga los dedos encima. Y mucho menos aquel que se regodea con la idea de que Sophia esté muerta; aunque ahora sabemos que no es así. Pero él sigue, y sigue, y sigue hablando...
- Y yo no sé que clase de idea errónea te han dado a ti, para creer que eres mejor que yo - farbullo, notando como las sílabas salen de mi boca alargadas, apagadas y frías. Doy el paso hacia delante, ese que él me había quitado al empujarme, para romper el límite de su espacio personal, con intenciones de que nadie más me escuche; y de paso, creo que tengo que agradecer el estar más alto - ¿Acaso te olvidas que maté gente y mutos el doble de grandes que tú? Entonces déjate de joder, porque no eres nada más que un pedazo de mierda que anda mendigando por dinero y ésta es la habitación del hijo de la ministra. Así que vete si no quieres problemas.
¿Esa es su respuesta? ¿De verdad se piensa que una escoria como él puede si quiera contestar de esa manera? Suelto una risa ligeramente grave como si estuviera sorprendido de su osadía al dirigirme la palabra y de lo presumido que se lo tiene bajo la protección de los Niniadis. Además, su tono de voz resulta tan frívolo que me hace gracia. Pero la situación de buen humor (para mi) acaba en cuanto me amenaza. Creo que a partir del momento en el que asegura haber matado mutos más grandes que yo, ya no escucho nada más. Mi respuesta en cuanto sus palabras se apagan, es pegarle un empujón, no como la primera vez, esta vez uso mis dos manos y toda la fuerza de la que dispongo. Entro a la habitación bruscamente y agarro su ropa para acercar su cara a la mía. — No sé quien diablos te crees que eres pero no eres más que una mosquita muerta incapaz de proteger a nadie. Debes estar la mar de orgulloso de haber sacrificado a todo tu grupo para salvarte el culo — Suelto el agarre con bastante violencia, cosa que lo hace trastabillar y hace chocar contra una mesa de utensilios que sale disparada al suelo desperdigando todo por todas partes.
Sin esperar mucho a que si quiera se recupere, le pego un puñetazo y me abalanzo contra él una vez está en el suelo. — ¿Te crees que das miedo pequeño patético? — Uso una de mis manos para mantener su cuerpo contra el suelo, presionando en el pecho con fuerza mientras con la otra le lanzo otro puñetazo a la cara, completamente fuera de control. — Podrás haber acabado a mutos más grandes que yo y con personas importantes para alguien, pero eso no quita lo fuera de lugar que estás, creyendo que puedes hablarme de esa forma — Me cuesta mucho mantenerlo en el suelo, tiene más fuerza de la que me esperaba. Mis rodillas resbalan fácilmente por el suelo con cada intento de librarse de mi y a ratos soy incapaz de mantener el equilibrio. Mi puño se estrella otra vez contra su cara y esta vez, no es solo su sangre lo que siento impregnando la piel de mis nudillos sino también la mía propia.
El dolor me da la suficiente sensatez para dejar de usar mi puño, pero no para parar. — Te voy a matar. Debí matarte entonces. Valías lo mismo vivo que muerto — Agarro su ropa para atraerlo hacia mi, levantándolo del suelo y luego estampándolo contra él con fuerza.
Sin esperar mucho a que si quiera se recupere, le pego un puñetazo y me abalanzo contra él una vez está en el suelo. — ¿Te crees que das miedo pequeño patético? — Uso una de mis manos para mantener su cuerpo contra el suelo, presionando en el pecho con fuerza mientras con la otra le lanzo otro puñetazo a la cara, completamente fuera de control. — Podrás haber acabado a mutos más grandes que yo y con personas importantes para alguien, pero eso no quita lo fuera de lugar que estás, creyendo que puedes hablarme de esa forma — Me cuesta mucho mantenerlo en el suelo, tiene más fuerza de la que me esperaba. Mis rodillas resbalan fácilmente por el suelo con cada intento de librarse de mi y a ratos soy incapaz de mantener el equilibrio. Mi puño se estrella otra vez contra su cara y esta vez, no es solo su sangre lo que siento impregnando la piel de mis nudillos sino también la mía propia.
El dolor me da la suficiente sensatez para dejar de usar mi puño, pero no para parar. — Te voy a matar. Debí matarte entonces. Valías lo mismo vivo que muerto — Agarro su ropa para atraerlo hacia mi, levantándolo del suelo y luego estampándolo contra él con fuerza.
Nuestro. Nuestro. Nuestro. Nuestro.
Ni siquiera escucho la voz de Ben o Dwane siendo un capullo, solo las palabras de Sean y mi madre; pero eso no es lo único que me aturde los sentidos lo que son como diez minutos. Son los recuerdos de un hombre que siempre odié por marcharse pero al que nunca le puse cara; son los recuerdos de un hombre que siempre estuvo junto a mi y me mintió respecto a todo. Aprieto la bola de cristal entre las manos, cada vez más furioso y confuso. Miles de preguntas acuden a mi cabeza pero sé que nunca tendrán respuesta. Sé que en cuanto me acerque a mi madre lo primero que hará será mentirme, otra vez, como lleva haciéndolo toda la vida.
La mesa de utensilios y el ruido metálico de los mismos al caer al suelo me trae de vuelta. Las cosas se han salido de control para entonces. No tengo ni idea de que ha pasado exactamente, solo sé que desde mi posición puedo ver a Dwane metiéndole a Ben una paliza. - QUE MIERDA ESTÁS HACIENDO, ¡SUÉLTALE! RICKON SUÉLTALE AHORA MISMO - Lanzo la bola de cristal hacia su cabeza pero no le doy, ésta se estampa contra la pared y se rompe en miles de pedazos que se desperdigan por el suelo de forma irregular. Puedo ver la sangre de la cara de Ben y el miedo va creciendo en mi a gran velocidad, pero se dispara y transforma en pánico cuando la amenaza del chico del trece llega a mis oídos. "Te voy a matar". Me quito la manta de encima y también la almohada, para bajarme de la cama y parar toda esa locura.
Sé que mientras me muevo le estoy gritando que pare, pero no me hace ni caso. En cuanto mis piernas se posan en el suelo y sostienen todo mi peso, caigo. Estoy bastante sedado, lo suficiente como para que solo una de mis piernas funcione. - Vamos... vamos - La golpeo como si sirviera de algo, pero solo consigo subir los niveles de dolor por encima de lo que la morfina los calma. Aún escucho cada puñetazo estamparse contra la cara de mi amigo y el dolor pasa a ser secundario. - DWANE DETENTE - Uso su nombre en medio de la desesperación aunque así tampoco me oye. - POR FAVOOOOR. ¡PARA! - No importa cuanto desgarre mi garganta para que me oiga; es como si estuviéramos a cien metros de distancia en vez de a solo dos. Le repito que pare millones de veces mientras me arrastro usando mis manos en el suelo, pero a medio camino cuando ya estoy al límite y Ben también, atrapo las manos de Dwane valiéndome de la telequinesis y las bloqueo justo cuando estaba retrocediendo para golpearlo contra el suelo de nuevo, frenándolo en seco.
Ni siquiera escucho la voz de Ben o Dwane siendo un capullo, solo las palabras de Sean y mi madre; pero eso no es lo único que me aturde los sentidos lo que son como diez minutos. Son los recuerdos de un hombre que siempre odié por marcharse pero al que nunca le puse cara; son los recuerdos de un hombre que siempre estuvo junto a mi y me mintió respecto a todo. Aprieto la bola de cristal entre las manos, cada vez más furioso y confuso. Miles de preguntas acuden a mi cabeza pero sé que nunca tendrán respuesta. Sé que en cuanto me acerque a mi madre lo primero que hará será mentirme, otra vez, como lleva haciéndolo toda la vida.
La mesa de utensilios y el ruido metálico de los mismos al caer al suelo me trae de vuelta. Las cosas se han salido de control para entonces. No tengo ni idea de que ha pasado exactamente, solo sé que desde mi posición puedo ver a Dwane metiéndole a Ben una paliza. - QUE MIERDA ESTÁS HACIENDO, ¡SUÉLTALE! RICKON SUÉLTALE AHORA MISMO - Lanzo la bola de cristal hacia su cabeza pero no le doy, ésta se estampa contra la pared y se rompe en miles de pedazos que se desperdigan por el suelo de forma irregular. Puedo ver la sangre de la cara de Ben y el miedo va creciendo en mi a gran velocidad, pero se dispara y transforma en pánico cuando la amenaza del chico del trece llega a mis oídos. "Te voy a matar". Me quito la manta de encima y también la almohada, para bajarme de la cama y parar toda esa locura.
Sé que mientras me muevo le estoy gritando que pare, pero no me hace ni caso. En cuanto mis piernas se posan en el suelo y sostienen todo mi peso, caigo. Estoy bastante sedado, lo suficiente como para que solo una de mis piernas funcione. - Vamos... vamos - La golpeo como si sirviera de algo, pero solo consigo subir los niveles de dolor por encima de lo que la morfina los calma. Aún escucho cada puñetazo estamparse contra la cara de mi amigo y el dolor pasa a ser secundario. - DWANE DETENTE - Uso su nombre en medio de la desesperación aunque así tampoco me oye. - POR FAVOOOOR. ¡PARA! - No importa cuanto desgarre mi garganta para que me oiga; es como si estuviéramos a cien metros de distancia en vez de a solo dos. Le repito que pare millones de veces mientras me arrastro usando mis manos en el suelo, pero a medio camino cuando ya estoy al límite y Ben también, atrapo las manos de Dwane valiéndome de la telequinesis y las bloqueo justo cuando estaba retrocediendo para golpearlo contra el suelo de nuevo, frenándolo en seco.
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No es como si pudiera responderle a sus palabras; todas suenan como una montaña de mierda, una mezcla de ruidos sin sentido mientras el pitido de mis orejas va creciendo hasta volverse insoportable, notando el calor de la ira en cada uno de los rincones de mi cuerpo que parecen contener la temperatura; los dedos, la nuca, la frente, el pecho...
Que me haga chocar contra la mesa ni siquiera me duele, a pesar de que, por alguna razón, se me escapa un quejido antes de abalanzar mi cuerpo contra el suyo. Es obvio que no sirve de nada; siempre he sido pequeño para mi edad y eso no ha cambiado todavía, a pesar de que ya no soy un niño. Entre golpes que resultan confusos, termino en el suelo, cerrando mi puño en un intento de golpearlo, aunque acabo simplemente, retorciéndome debajo de él para quitármelo de encima. No puedo; quizá yo tengo fuerza, pero él tiene más, aunque se la complico. Los golpes me aturden y siento como mi cabeza rebota de modo constante contra el frío suelo, a la par que el sabor de la sangre brota entre mis dientes, su aroma sale de mi nariz y estoy seguro de que la misma, se me ha roto. Los gritos de Seth son solamente un eco, porque solamente puedo ver rojo. Con las fuerzas que solamente me regala la adrenalina y la urgencia, pongo una mano sobre la cara del rubio e intento empujarlo hacia atrás, notando como sus facciones se me patinan entre los dedos y la palma, aunque no sirve de mucho. Otro golpe. Otra sacudida contra el suelo que me revuelve la cabeza y me hace sentir que la habitación da vueltas.
Tanteo por pura inercia, porque sé que hay cosas que cayeron conmigo al golpear aquella mesa. Los gritos de Seth suenan más cercanos cuando mis dedos rozan algo frío y lo agarro con rapidez, y todo pasa tan rápido que no sé si decir que lo veo en cámara lenta o en velocidad acelerada. Dwane se congela, pero sus ojos siguen fijos en los míos; desquiciados, enfermos, gritándome una y otra vez que soy una basura sin la necesidad de abrir la boca. Todavía siento su peso caliente y su sangre mezclada con la mía sobre mi cara. Y es así cuando, con un envión, clavo las delgadas tijeras de hospital en su tráquea.
Escucho el ruido de su piel al romperse y de su aire al ser cortado y creo, por unos segundos, que sus ojos se han abierto de par en par a pesar de que no sé si eso es posible o no por lo que Seth le ha hecho con su magia. Mi mano parece ir cuadro por cuadro cuando la muevo, haciendo que las tijeras sigan el camino hacia arriba y hacia atrás al salirse de él, rasgando su garganta de modo que la sangre cae y salpica sobre mi cara, manchándome de un color escarlata que me ahoga. Sospecho que mi amigo lo ha soltado, porque entre jadeos y bocanadas forzadas de aire, consigo empujar a Dwane hasta que golpea el piso, boca arriba, ahogándose en un mar de sangre que se extiende poco a poco en el suelo blanco. Y entonces mi respiración se calma.
- No... - me oigo a mí mismo con la voz ahogada y suelto las tijeras que caen al piso. No sé de donde saco la fuerza como para moverme y observo los ojos del chico como platos, casi acusándome de su muerte mientras se retuerce entre los espasmos que su cuerpo produce al desangrarse - No... no, no te mueras.... - intento tapar la herida con mis manos, pero me tiemblan demasiado y sé que no sirve de nada. El grado de mi desespero se refleja en como mi respiración se acelera, y hago presión sobre un corte que sé que está matándolo, pero que de todas formas, me hace repetirme en la cabeza, después de tanto tiempo, que yo no soy un asesino. Entonces, Dwane se queda inmóvil.
Sé que no lo veo bien no solo por lo herido que me encuentro, sino también porque las lágrimas desesperadas me cubren los ojos. Para cuando levanto los ojos hacia Seth, a quien ya le llega un hilo de sangre del enorme charco que decora el suelo, sé exactamente lo que acabo de hacer. Es cuando el tono de mi voz se torna suplicante - ayúdame... por favor.... ayúdame....
Que me haga chocar contra la mesa ni siquiera me duele, a pesar de que, por alguna razón, se me escapa un quejido antes de abalanzar mi cuerpo contra el suyo. Es obvio que no sirve de nada; siempre he sido pequeño para mi edad y eso no ha cambiado todavía, a pesar de que ya no soy un niño. Entre golpes que resultan confusos, termino en el suelo, cerrando mi puño en un intento de golpearlo, aunque acabo simplemente, retorciéndome debajo de él para quitármelo de encima. No puedo; quizá yo tengo fuerza, pero él tiene más, aunque se la complico. Los golpes me aturden y siento como mi cabeza rebota de modo constante contra el frío suelo, a la par que el sabor de la sangre brota entre mis dientes, su aroma sale de mi nariz y estoy seguro de que la misma, se me ha roto. Los gritos de Seth son solamente un eco, porque solamente puedo ver rojo. Con las fuerzas que solamente me regala la adrenalina y la urgencia, pongo una mano sobre la cara del rubio e intento empujarlo hacia atrás, notando como sus facciones se me patinan entre los dedos y la palma, aunque no sirve de mucho. Otro golpe. Otra sacudida contra el suelo que me revuelve la cabeza y me hace sentir que la habitación da vueltas.
Tanteo por pura inercia, porque sé que hay cosas que cayeron conmigo al golpear aquella mesa. Los gritos de Seth suenan más cercanos cuando mis dedos rozan algo frío y lo agarro con rapidez, y todo pasa tan rápido que no sé si decir que lo veo en cámara lenta o en velocidad acelerada. Dwane se congela, pero sus ojos siguen fijos en los míos; desquiciados, enfermos, gritándome una y otra vez que soy una basura sin la necesidad de abrir la boca. Todavía siento su peso caliente y su sangre mezclada con la mía sobre mi cara. Y es así cuando, con un envión, clavo las delgadas tijeras de hospital en su tráquea.
Escucho el ruido de su piel al romperse y de su aire al ser cortado y creo, por unos segundos, que sus ojos se han abierto de par en par a pesar de que no sé si eso es posible o no por lo que Seth le ha hecho con su magia. Mi mano parece ir cuadro por cuadro cuando la muevo, haciendo que las tijeras sigan el camino hacia arriba y hacia atrás al salirse de él, rasgando su garganta de modo que la sangre cae y salpica sobre mi cara, manchándome de un color escarlata que me ahoga. Sospecho que mi amigo lo ha soltado, porque entre jadeos y bocanadas forzadas de aire, consigo empujar a Dwane hasta que golpea el piso, boca arriba, ahogándose en un mar de sangre que se extiende poco a poco en el suelo blanco. Y entonces mi respiración se calma.
- No... - me oigo a mí mismo con la voz ahogada y suelto las tijeras que caen al piso. No sé de donde saco la fuerza como para moverme y observo los ojos del chico como platos, casi acusándome de su muerte mientras se retuerce entre los espasmos que su cuerpo produce al desangrarse - No... no, no te mueras.... - intento tapar la herida con mis manos, pero me tiemblan demasiado y sé que no sirve de nada. El grado de mi desespero se refleja en como mi respiración se acelera, y hago presión sobre un corte que sé que está matándolo, pero que de todas formas, me hace repetirme en la cabeza, después de tanto tiempo, que yo no soy un asesino. Entonces, Dwane se queda inmóvil.
Sé que no lo veo bien no solo por lo herido que me encuentro, sino también porque las lágrimas desesperadas me cubren los ojos. Para cuando levanto los ojos hacia Seth, a quien ya le llega un hilo de sangre del enorme charco que decora el suelo, sé exactamente lo que acabo de hacer. Es cuando el tono de mi voz se torna suplicante - ayúdame... por favor.... ayúdame....
En el momento en el que mis manos detienen las de Dwane, las tijeras se encajan contra su garganta. Todo pasa a cámara lenta, como si algún dios aburrido hubiese decidido pausar ese momento y pasarlo fotograma por fotograma. Recuerdo con total claridad el momento en el que la mano de Ben se precipita hacia el cuello de ese chico y también el momento en el que un "NO" se estrangula en mi garganta, sabiendo que está saliendo demasiado tarde para poder evitar el desastre. Es la primera vez que veo a Ben matar a alguien y aún así, no es eso lo que me trastorna. Es el horror que seguirá a lo que acaba de pasar. Es el pensamiento de cuál será su destino cuando sepan que ha matado a un mago. Mamá va a colgarlo por esto y luego va a quemarlo, quizá no en ese orden, pero le asegurará el mayor sufrimiento que ha experimentado jamás solo para enseñarle una lección a todas las personas a las que se les haya pasado por la cabeza repetir eso en el futuro.
Un desazón cae sobre mi con el silencio que precede a esa escena. Mis manos sueltan las de Dwane y su cuerpo cae en cámara lenta con el sonido metálico de las tijeras repicando al caer. La sangre salpica cada rincón de la habitación y envuelve a Ben como si se hubiera bañado en ella. El miedo se convierte en terror y después en pánico. Mis propias manos me arrastran por el suelo mientras gateo hacia él, parándome al ver como se empapan las mangas de la sangre que ahora inunda cada rincón. ¿De dónde sale tanta sangre? Para. Para de salir. Vuelve a tu lugar. Por favor.
Oh dios mío. Oh dios mío. Oh dios mío.
Cada parte de mi ser tiembla descontroladamente, al tiempo que barro con las manos la sangre como si así evitara que se expandiera mientras aún le suplico a Dwane por lo bajo, miles de "lo siento" y "por favor" fingiendo que todavía es posible que él pueda hacer algo para no morirse. Cambio de estrategia y busco el modo de decir que todo irá bien, pero no sé como demonios va a ir bien. La voz de Ben me atrae lentamente, primero en sus ruegos que van dirigios a una persona que ya no le oye y luego pidiéndome ayuda. No puedo hacer nada. No puedo revivir a los muertos. No puedo volver el tiempo atrás. No puedo... salvarlo. Sí que puedo salvarlo. Claro que puedo salvarlo. Nadie tiene que saber que fue él quien lo hizo. Yo ya le intenté matar una vez.
En cuanto ese pensamiento se me cruza por la cabeza, una ráfaga eléctrica recorre mis huesos y me pone en movimiento de nuevo. Consigo llegar hasta donde está cuando la sangre que empieza a empaparme a mi también pasa a segundo plano. Utilizo mi camisa para limpiar la sangre de su cara como si fuera un niño pequeño lleno de comida, soltando de vez en cuando un "shhh" que sale entrecortado por mi propio nerviosismo. No importa cuantas veces estire mi propia camisa para acceder a las partes limpias, la sangre de Ben no se quita. — Tienes que escucharme. Ben. Eh. Escúchame — Acabo poniendo mis manos contra sus mejillas para intentar atraer su atención y desviar su mirada del cadáver que ahora nos acompaña. Le hago "shhh" de nuevo a modo de consuelo cada vez que pierde el control, sin tener ni idea de como demonios consigo mantener el mío. — Lo arreglaré. Confía en mi. Sólo... sólo nunca le digas a nadie lo que pasó. Nunca le digas a nadie que estabas aquí. Tu no sabes nada de esto. ¿De acuerdo? —
Un desazón cae sobre mi con el silencio que precede a esa escena. Mis manos sueltan las de Dwane y su cuerpo cae en cámara lenta con el sonido metálico de las tijeras repicando al caer. La sangre salpica cada rincón de la habitación y envuelve a Ben como si se hubiera bañado en ella. El miedo se convierte en terror y después en pánico. Mis propias manos me arrastran por el suelo mientras gateo hacia él, parándome al ver como se empapan las mangas de la sangre que ahora inunda cada rincón. ¿De dónde sale tanta sangre? Para. Para de salir. Vuelve a tu lugar. Por favor.
Oh dios mío. Oh dios mío. Oh dios mío.
Cada parte de mi ser tiembla descontroladamente, al tiempo que barro con las manos la sangre como si así evitara que se expandiera mientras aún le suplico a Dwane por lo bajo, miles de "lo siento" y "por favor" fingiendo que todavía es posible que él pueda hacer algo para no morirse. Cambio de estrategia y busco el modo de decir que todo irá bien, pero no sé como demonios va a ir bien. La voz de Ben me atrae lentamente, primero en sus ruegos que van dirigios a una persona que ya no le oye y luego pidiéndome ayuda. No puedo hacer nada. No puedo revivir a los muertos. No puedo volver el tiempo atrás. No puedo... salvarlo. Sí que puedo salvarlo. Claro que puedo salvarlo. Nadie tiene que saber que fue él quien lo hizo. Yo ya le intenté matar una vez.
En cuanto ese pensamiento se me cruza por la cabeza, una ráfaga eléctrica recorre mis huesos y me pone en movimiento de nuevo. Consigo llegar hasta donde está cuando la sangre que empieza a empaparme a mi también pasa a segundo plano. Utilizo mi camisa para limpiar la sangre de su cara como si fuera un niño pequeño lleno de comida, soltando de vez en cuando un "shhh" que sale entrecortado por mi propio nerviosismo. No importa cuantas veces estire mi propia camisa para acceder a las partes limpias, la sangre de Ben no se quita. — Tienes que escucharme. Ben. Eh. Escúchame — Acabo poniendo mis manos contra sus mejillas para intentar atraer su atención y desviar su mirada del cadáver que ahora nos acompaña. Le hago "shhh" de nuevo a modo de consuelo cada vez que pierde el control, sin tener ni idea de como demonios consigo mantener el mío. — Lo arreglaré. Confía en mi. Sólo... sólo nunca le digas a nadie lo que pasó. Nunca le digas a nadie que estabas aquí. Tu no sabes nada de esto. ¿De acuerdo? —
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Lo he matado. Yo. He asesinado a una persona y nadie me ha dicho que lo haga. Es lo único en lo que puedo pensar mientras la sangre tibia me tiñe la piel y me hace olvidar de mi propio dolor, de la nariz rota, del labio partido. Mierda, más mierda, triple mierda. Sé que Seth se acerca y habla, pero mis ojos son incapaces de dejar de admirar aquel cuerpo que se reduce a los restos de lo que fue alguna vez, el causante de mi esclavitud y mi miedo a que Sophia esté muerta. Dwane era un ser despreciable, sí, pero si pudiera volver el tiempo atrás...
Sé que estoy sollozando entre súplicas y balbuceos que ni yo entiendo, hasta que mi mejor amigo intenta limpiarme la cara, aunque sé que es imposible que logre quitarme todas las manchas con solo su remera, que ya está sucia, si vamos al caso. Intento empujarlo porque necesito que me escuche, que me entienda; quiero repetirle cientos de veces que yo no quise hacerlo porque yo nunca quise matar a nadie. Que me aferre por las mejillas hace que lo mire a los ojos, casi viendo mi reflejo en ellos gracias a su claridad, mientras niego como me es posible entre sacudidas nerviosas -Pero yo sé lo que hice... - consigo farbullar, casi en un susurro, y en cada sílaba puedo notar el terror de mi voz. Cierro mis ojos con fuerza como si todo fuese a desaparecer en unos segundos, escuchando mi corazón latir con locura en mis orejas, y el tener los párpados apretados me hace notar mejor como mis lágrimas se aplastan entre mis pestañas - No puedes cambiar eso, Seth. Y tu madre....
Jamie. Jamie va a saberlo. Ella siempre sabe todo. Intento apartarme a pesar de que sus manos me sostengan, dándole empujones suaves con mis dedos ya débiles - va a matarme. Y tú estarás en problemas. Mierda, mierda, mierda, Seth... - logro pasarme las manos por el pelo, manchándolo y echándolo hacia atrás al agarrarmelo con fuerza, dejando caer mi culo contra el suelo como si el tironear de los mechones me sirviera de algo. Quizá el dolor aplaca el resto, aunque no lo sé - No quise hacerlo, lo juro... no quise. Perdóname... por favor, de verdad lo siento... - aunque no sé si esas disculpas van para el muerto o para el vivo. Seth dice que va a arreglarlo, pero no le creo; si pudiera devolver la vida a los muertos ya lo habría hecho con sus hermanos, y nada es excusa para que Jamie no cuelgue a un humano - ¿Que vamos a hacer? - consigo murmurar, aunque mi voz suena ahogada, aguda y completamente, cargada de desamparo.
Sé que estoy sollozando entre súplicas y balbuceos que ni yo entiendo, hasta que mi mejor amigo intenta limpiarme la cara, aunque sé que es imposible que logre quitarme todas las manchas con solo su remera, que ya está sucia, si vamos al caso. Intento empujarlo porque necesito que me escuche, que me entienda; quiero repetirle cientos de veces que yo no quise hacerlo porque yo nunca quise matar a nadie. Que me aferre por las mejillas hace que lo mire a los ojos, casi viendo mi reflejo en ellos gracias a su claridad, mientras niego como me es posible entre sacudidas nerviosas -Pero yo sé lo que hice... - consigo farbullar, casi en un susurro, y en cada sílaba puedo notar el terror de mi voz. Cierro mis ojos con fuerza como si todo fuese a desaparecer en unos segundos, escuchando mi corazón latir con locura en mis orejas, y el tener los párpados apretados me hace notar mejor como mis lágrimas se aplastan entre mis pestañas - No puedes cambiar eso, Seth. Y tu madre....
Jamie. Jamie va a saberlo. Ella siempre sabe todo. Intento apartarme a pesar de que sus manos me sostengan, dándole empujones suaves con mis dedos ya débiles - va a matarme. Y tú estarás en problemas. Mierda, mierda, mierda, Seth... - logro pasarme las manos por el pelo, manchándolo y echándolo hacia atrás al agarrarmelo con fuerza, dejando caer mi culo contra el suelo como si el tironear de los mechones me sirviera de algo. Quizá el dolor aplaca el resto, aunque no lo sé - No quise hacerlo, lo juro... no quise. Perdóname... por favor, de verdad lo siento... - aunque no sé si esas disculpas van para el muerto o para el vivo. Seth dice que va a arreglarlo, pero no le creo; si pudiera devolver la vida a los muertos ya lo habría hecho con sus hermanos, y nada es excusa para que Jamie no cuelgue a un humano - ¿Que vamos a hacer? - consigo murmurar, aunque mi voz suena ahogada, aguda y completamente, cargada de desamparo.
Sacudo la cabeza. Cada vez que el intenta alejarme mis manos aprietan contra sus mejillas con más fuerza. Eso me ayuda a mi a mantener el temblor y el pánico a raya, al menos por temporadas. Mi respiración es irregular y entrecortada mientras expresa en voz alta las cosas que ya había tenido en cuenta antes y que me ayudaron a tomar una decisión rápida. Sin embargo, que lo diga en voz alta lo hace más real de lo que estaba dispuesto a soportar. Una presión en el pecho me deja sin respiración durante un par de segundos. Ahogo un quejido en mi garganta. Necesito mantener el control. Necesito. Mantener. El. Control. - Ya sé que no querías hacerlo - Suelto un suspiro y bajo mis manos hacia las suyas cuando intenta separarme, agarrándolo por las muñecas y dejándolas sobre sus piernas. - Ya lo sé - Susurro. - Y ya sé que no vas a olvidarlo. Y lo siento muchísimo. - La última frase sale de mis labios a duras penas, no solo porque el aire se me agota y la voz es totalmente aguda, sino porque creo que voy a echarme a llorar en cualquier momento. Pero no puedo hacerlo. No puedo desmoronarme, no ahora.
Lo peor son sus disculpas. Fui yo quien le obligó a quedarse aquí cuando mi testarudez era mayor que mis dudas. Debería haberme ido. Debería haber aceptado. Él no habría tenido que pasar por nada de esto y ahora mismo, estaría a salvo en algún lugar lejos de las garras de mi madre. - Debí irme contigo cuando me lo pediste - Todo esto es mi culpa. Si matan a Ben. Será mi culpa. - Yo te he metido en esto y voy a sacarte de aquí - Llevo mis manos a mi cuello para quitar la cadena y aunque solo uno de los dijes funciona como traslador, aún conservo los nombres del resto de mis hermanos porque... bueno, porque sí. Ni siquiera los necesito pero la excusa que siempre lanzo es que "no quiero olvidarlos". No podría olvidarlos ni aunque quisiera, ni aunque cogiera todas las fotos y las tirara a la basura junto con todas las cosas que fueron suyas alguna vez.
Tras esto, pongo la cadena alrededor de su cuello. - Va a mandarte al distrito seis. A mi antigua casa. Sean... Sean la cerró. Quiero que cojas ropa vieja de las cajas, te bañes, tires esta y vuelvas a mi cuarto. Si nadie te ve, haz estado allí todo el rato. Si alguien te ve y te preguntan donde estabas inventa que te mandé a hacer algo. Me da igual el qué. Quería un coche nuevo. Una maldita moto nueva, me da igual. - Atropello las palabras al hablar aunque ni siquiera le miro a la cara la mitad de ellas. Sé que a esas alturas ya debe haber descifrado que voy a hacer y sé que no le va a gustar. Pero es la mejor opción. A mi no van a matarme. - Yo me encargo de todo. - Digo de la forma más tajante que me permiten los nervios. - Tu no has visto nada, no sabes nada, no estabas aquí. ¡REPÍTELO! No sé nada, no vi nada, no estaba ahí -
Lo peor son sus disculpas. Fui yo quien le obligó a quedarse aquí cuando mi testarudez era mayor que mis dudas. Debería haberme ido. Debería haber aceptado. Él no habría tenido que pasar por nada de esto y ahora mismo, estaría a salvo en algún lugar lejos de las garras de mi madre. - Debí irme contigo cuando me lo pediste - Todo esto es mi culpa. Si matan a Ben. Será mi culpa. - Yo te he metido en esto y voy a sacarte de aquí - Llevo mis manos a mi cuello para quitar la cadena y aunque solo uno de los dijes funciona como traslador, aún conservo los nombres del resto de mis hermanos porque... bueno, porque sí. Ni siquiera los necesito pero la excusa que siempre lanzo es que "no quiero olvidarlos". No podría olvidarlos ni aunque quisiera, ni aunque cogiera todas las fotos y las tirara a la basura junto con todas las cosas que fueron suyas alguna vez.
Tras esto, pongo la cadena alrededor de su cuello. - Va a mandarte al distrito seis. A mi antigua casa. Sean... Sean la cerró. Quiero que cojas ropa vieja de las cajas, te bañes, tires esta y vuelvas a mi cuarto. Si nadie te ve, haz estado allí todo el rato. Si alguien te ve y te preguntan donde estabas inventa que te mandé a hacer algo. Me da igual el qué. Quería un coche nuevo. Una maldita moto nueva, me da igual. - Atropello las palabras al hablar aunque ni siquiera le miro a la cara la mitad de ellas. Sé que a esas alturas ya debe haber descifrado que voy a hacer y sé que no le va a gustar. Pero es la mejor opción. A mi no van a matarme. - Yo me encargo de todo. - Digo de la forma más tajante que me permiten los nervios. - Tu no has visto nada, no sabes nada, no estabas aquí. ¡REPÍTELO! No sé nada, no vi nada, no estaba ahí -
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Él no entiende ni lo siente como yo; esto es peor que la arena, que todas esas muertes porque me pusieron un arma a la fuerza. Esta vez yo fui quien agarró las tijeras. Y sé que fue en defensa propia, pero a su vez, sé que deseaba en algún punto de mí, hacerlo; callarlo para que deje de mofarse, que deje de tratarme como basura mientras se lamentaba que no hubiera podido hacer que Sophia corriese la misma suerte que yo. Soy un ser despreciable, casi tanto como él - Tú no hiciste nada... - murmuro, con la voz queda, porque entonces empiezo a fijarme como se quita aquella cadena a la cual jamás le he prestado atención.
- Seth... - mascullo en tono dudoso pero alerta, notando como se las arregla para colocarla alrededor de mi cuello, notando como se impregna de inmediato a las manchas de sangre. Él sigue hablando, da mil órdenes que intento ordenar en mi cabeza cargada ya de demasiada información nueva y entonces, empiezo a sospechar por donde va su plan. Eso hace que me de un vuelco al corazón y sacuda la cabeza, notando como se me atraganta un "no" a la altura de la nuez - no puedes hacer eso... - murmuro, en un reproche que creo que no escucha, porque sigue hablando y yo no he conseguido decirlo demasiado alto. Doy un bote en cuanto básicamente me obliga a repetir lo que está diciendo, sin darme cuenta que sigo sacudiendo la cabeza de un lado al otro como un niño caprichoso - No sé nada, no vi nada, no estaba aquí... - sé que es mentira, ni sé por que le estoy dando el gusto, pero lo hago, quizá porque sé que reprochar no servirá de nada y no es como si tuviéramos el tiempo del mundo - no sé nada, no vi nada, no estaba aquí....
Mis ojos van obviamente y sin disimulo al cuerpo de Dwane, el cual me parece más pálido aunque solamente hayan pasado unos minutos. Escucho los pasos en el pasillo, aunque no sé si vienen hacia acá o si es hacia otra habitación, pero sea lo que sea, le aprieto con fuerza la muñeca a Seth para que me escuche, volviendo a mirarlo con los ojos bien abiertos - ¡No hagas nada estúpido!
- Seth... - mascullo en tono dudoso pero alerta, notando como se las arregla para colocarla alrededor de mi cuello, notando como se impregna de inmediato a las manchas de sangre. Él sigue hablando, da mil órdenes que intento ordenar en mi cabeza cargada ya de demasiada información nueva y entonces, empiezo a sospechar por donde va su plan. Eso hace que me de un vuelco al corazón y sacuda la cabeza, notando como se me atraganta un "no" a la altura de la nuez - no puedes hacer eso... - murmuro, en un reproche que creo que no escucha, porque sigue hablando y yo no he conseguido decirlo demasiado alto. Doy un bote en cuanto básicamente me obliga a repetir lo que está diciendo, sin darme cuenta que sigo sacudiendo la cabeza de un lado al otro como un niño caprichoso - No sé nada, no vi nada, no estaba aquí... - sé que es mentira, ni sé por que le estoy dando el gusto, pero lo hago, quizá porque sé que reprochar no servirá de nada y no es como si tuviéramos el tiempo del mundo - no sé nada, no vi nada, no estaba aquí....
Mis ojos van obviamente y sin disimulo al cuerpo de Dwane, el cual me parece más pálido aunque solamente hayan pasado unos minutos. Escucho los pasos en el pasillo, aunque no sé si vienen hacia acá o si es hacia otra habitación, pero sea lo que sea, le aprieto con fuerza la muñeca a Seth para que me escuche, volviendo a mirarlo con los ojos bien abiertos - ¡No hagas nada estúpido!
Que no hice nada. Ese es exactamente el problema. Pero no hay tiempo para eso. Cada vez que su mirada se va hacia el cadáver de Dwane agarro su cabeza y lo fuerzo a mirarme a mi, tiene que olvidarlo, tiene que focalizarse, si esto no pasó en el futuro tendrá que sonar creíble. - Salvarte no es una estupidez - Él se percata de los pasos primero que yo y giro mi cabeza hacia el pasillo por inercia. No digo nada más porque tengo miedo de que la persona del otro lado pueda oírnos así que una última mirada hacia Ben y las últimas instrucciones en un susurro es lo último que sale de mis labios antes de que se desvanezca en el aire. Con él, se desvanece también toda mi seguridad y temple. Por primera vez desde que Ben empezó a ser mi prioridad en esto me fijo en la sangre que recubre mis manos temblorosas y eso solo hace crecer el pánico de nuevo.
Ahora, a solas en aquella habitación escucho los pasos con claridad. Mi mirada vaga por esa marca en el suelo con la forma de las piernas de Ben y que deja bastante claro que ahí hubo alguien hace menos de diez segundos. Inmediatamente, paso mis manos por encima para restregar la sangre y cubrir ese rastro, mientras toda esa tensión que mantenía guardad en un cajón para forzarme a pensar una vía de escape, se precipita contra mi pecho como si hubiera reventado una presa. Justo en ese momento, Allen cruza la puerta. Se frena en seco preguntando que pasó, con la voz aguda y temiendo incluso cruzar el umbral de la puerta. - No lo sé. No lo sé. Estaba ahí... perdí el control. Yo no quería que pasara esto. - Mi voz se quiebra mientras aún meneo las manos por el suelo en un tic que él luego justifica como el shock incial y que en realidad son mis intentos por enmascarar la verdad. Nadie puede ver que ahí había otra persona hace diez segundos. Nadie puede saber que esa persona era Ben, porque entonces habré matado a mi mejor amigo.
Ese miedo es el que me mantiene lo bastante nervioso como para que Allen detenga mis muñecas viendo un trastorno que confunde con lo que él cree que yo acabo de hacer. Segundos después vienen los refuerzos. Varias enfermeras entran en tropel para limpiar la habitación y cambiarme a otra. Cogen mis cosas, me llevan al baño, limpian toda la sangre, cambian el yeso y después, me drogan para hacerme recuperar una calma que ya se perdió del todo. Para cuando mi madre pisa el hospital y la ponen al día con una versión errónea de lo que pasó, Ben está a kilómetros de distancia y yo, envuelto en las más profundas pesadillas.
Ahora, a solas en aquella habitación escucho los pasos con claridad. Mi mirada vaga por esa marca en el suelo con la forma de las piernas de Ben y que deja bastante claro que ahí hubo alguien hace menos de diez segundos. Inmediatamente, paso mis manos por encima para restregar la sangre y cubrir ese rastro, mientras toda esa tensión que mantenía guardad en un cajón para forzarme a pensar una vía de escape, se precipita contra mi pecho como si hubiera reventado una presa. Justo en ese momento, Allen cruza la puerta. Se frena en seco preguntando que pasó, con la voz aguda y temiendo incluso cruzar el umbral de la puerta. - No lo sé. No lo sé. Estaba ahí... perdí el control. Yo no quería que pasara esto. - Mi voz se quiebra mientras aún meneo las manos por el suelo en un tic que él luego justifica como el shock incial y que en realidad son mis intentos por enmascarar la verdad. Nadie puede ver que ahí había otra persona hace diez segundos. Nadie puede saber que esa persona era Ben, porque entonces habré matado a mi mejor amigo.
Ese miedo es el que me mantiene lo bastante nervioso como para que Allen detenga mis muñecas viendo un trastorno que confunde con lo que él cree que yo acabo de hacer. Segundos después vienen los refuerzos. Varias enfermeras entran en tropel para limpiar la habitación y cambiarme a otra. Cogen mis cosas, me llevan al baño, limpian toda la sangre, cambian el yeso y después, me drogan para hacerme recuperar una calma que ya se perdió del todo. Para cuando mi madre pisa el hospital y la ponen al día con una versión errónea de lo que pasó, Ben está a kilómetros de distancia y yo, envuelto en las más profundas pesadillas.
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